CAPÍTULO 2
La cena se desarrolló en calma. Los alfas conversaban animadamente acerca de los términos de un futuro contrato que beneficiaría a las industrias Park. Namjoon era bueno en los negocios, así que tenía conocimientos suficientes como para no dejarse pisotear. Se defendía con bravía y Jungkook estaba sorprendido por eso.
Jimin permaneció en silencio, sin apetito, revolviendo la comida en su plato. Dejó que los verdaderos hombres discutieran los temas que les atañen. No se atrevía a meter baza, a pesar de saber casi tanto como su esposo acerca de su propia empresa. Simplemente no quería darle a Namjoon una razón más para ponerle las manos encima y dejarlo maltrecho. No le quedó más remedio que permitir que él se ocupara de su compañía como más le pareciera.
Volviendo a los alfas, Jeon Jungkook tomaba provecho de su posición en la mesa frente a Jimin para dedicarle miraditas furtivas de seguido. Su animal interior le instaba a admirar lo más que pudiera al omega, buscando memorizar cada detalle de sus finas facciones y su delicadeza innata. El rubio cumplía los estándares del alfa, físicamente y también con respecto a sus habilidades.
Probando la cena, el millonario la encontró riquísima, al punto de que podría rivalizar con los mejores platillos que había probado en su vida. Tenía un magnífico nivel de detalle en la presentación y su sabor era mágico. Sus papilas gustativas danzaban alrededor de cada bocado. La creación de Jimin era impecable.
Le disgustó que su esposo no dijera nada al respecto. Se limitó a ingerir el alimento como si fuera un bestia, concentrado más en los negocios que en felicitar a su pareja por tomarse la molestia de cocinar, cuando estaba claro que podrían haber dejado que un chef profesional se hiciera cargo.
No obstante, percibía que había algo raro entre ellos, como si le estuvieran escondiendo alguna cosa.
El alfa dominante estuvo interesado en hacer negocios con los Park porque pensó que eran una familia unida, con la mente puesta en el progreso y en los valores de una manada.
La cosa era que entre el alfa y el omega no veía ninguna clase de camaradería. Más bien se ignoraban mutuamente.
Y percibía un leve aroma a angustia proveniente de Jimin. Junto a algo más que no podía determinar qué era, que empezó a ponerlo intranquilo.
En un determinado momento, cuando el omega estaba levantando los restos del plato fuerte para traer el postre, el móvil de Namjoon sonó, interrumpiéndolos. Con una disculpa mediante, se alejó hasta el living para tener cierta privacidad atendiendo la llamada.
El azabache, sentado en la mesa, decidió tomar ventaja de su buen oído para escuchar a la distancia. Captó a Namjoon discutiendo a baja voz con quien fuera que estaba del otro lado de la línea.
–...Ya te dije que no puedo –susurraba Kim, caminando de un lado a otro, a un costado del sofá más grande. Se estiró los cabellos de la coronilla de la cabeza con fuerza, denotando frustración. –Te dije que es una cena importante, Yoon. No puedo salir corriendo sólo porque estás en celo... Nonono. Por favor no empieces a llorar, mi amor –se hizo una pausa, donde el debate mental del alfa jugó duro. Hasta que suspiró y volvió a responder: –Está bien. Voy para allá. No le abras la puerta a nadie más, ¿me escuchaste? Y prepara tu culo porque pienso enterrar mi nudo bien hondo en ti, Yoonie.
Nada más terminar de escuchar, Jeon tuvo una idea de lo que sucedía de fondo con la pareja casada: no eran tan unidos, a fin de cuentas. Le molestó ser engañado por Namjoon, que le aseguró que podía confiar ciegamente en él.
Un alfa que no es capaz de cuidar al omega que lleva su apellido y su mordida, que lo hiere a propósito con una relación extramatrimonial sabiendo que eso puede causar su muerte, era considerado en su linaje una basura deshonrosa.
Podía entender lo que estaba transitando el dulce omega, teniendo que convivir con un alfa que no se preocupaba por él, sino por alguien más. Le generaba impotencia conocer el fatídico destino que seguiría Jimin si otro alfa no lo marcaba a tiempo, reemplazando la marca de Namjoon.
–Lo siento, Jeon, pero mi secretaria me ha llamado para avisarme que olvidé mandar unos documentos de la oficina por correo –explicó Namjoon, con completo descaro. –Tendré que ir para allá y encargarme de eso. ¿Le molestaría que me ausente por unos minutos? Mientras tanto, puede disfrutar del postre que Jiminnie preparó y descansar en la habitación de huéspedes, si gusta.
–Oh, no se preocupe. Haga lo que debe hacer –sonrió Jungkook con sorna, disgustado internamente por su actitud.
Un alfa con todas las letras no engañaría a su omega para escabullirse a consolar a un amante en celo. Mucho menos dejaría a su esposo solo con alguien que no conoce.
"Si supiera que mi lobo muere por tener a su Jimin...", pensó el azabache.
–Si no es mucha molestia, ¿podría avisarle a mi esposo que me ausentaré? –volvió a hablar Namjoon, tomando su saco del traje desde detrás de la silla en la que estaba sentado durante la cena. –Es algo urgente y no quiero perder tiempo yendo a buscarlo al área de cocina.
–Desde luego, señor Kim –asintió Jungkook.
Vio al que podría haber sido su socio comercial salir de su vista, y poco después escuchó la puerta de la entrada cerrarse.
Lo había dejado a solas con el omega bonito de olor embriagante.
***
Entretanto, Jimin estaba atravesando un serio inconveniente en la cocina.
Consiguió sacar del refrigerador el pastel que sus manitas habían creado ese mismo día. Lo dejó sobre la encimera para poder sacar la vajilla del postre de una de las alacenas, cuando sintió un tirón en su vientre.
Abandonó lo que estaba haciendo para envolverse el cuerpo con los brazos, repentinamente asustado. El tirón pasó a transformarse en una oleada de calambres, uno tras otro, que no le daban respiro.
Repasó en su mente los días, sintiendo el pánico al reconocer los indicios que le aseguraban que estaba pasando por un celo. Determinó que aún faltaba una semana, cosa rara porque sus ciclos eran regulares y no se adelantaban.
Pero ahí estaba, arrodillado en el suelo de la cocina, sosteniéndose con las garras al borde de la mesada para no caer en posición fetal. Su lobo lloriqueaba, siendo contenido a duras penas por la parte racional del cuerpo humano. La parte animal estaba al tanto de que en el comedor había dos alfas viriles a su disposición. Los olores lo enloquecían.
La entrada de Jimin se dilató por propia voluntad y, palpitante, lubricó un fluido líquido que fue humedeciendo su pantalón de vestir. Su pequeña polla no se quedó atrás, y se alzó contra las costuras del cierre delantero, exigiéndole aunque sea un mínimo roce.
Rodó los ojos hasta la parte de atrás de su cabeza al percibir cómo el aroma a chocolate amargo predominaba sobre el eucalipto; este último disminuyendo drásticamente cuando Namjoon se fue. Entreabrió sus belfos rellenos para paladearlo en su boca, ansioso y enloquecido por ello. Lo saboreó como si pudiera comerlo, fabricando mayores cantidades de saliva por lo delicioso que era. Si estuviera a su alcance lamer la glándula de olor que segregaba ese manjar, se volvería adicto.
El lobito rasgó el pecho de Jimin, rogándole que corriera en busca del alfa.
Había sido atraído por el azabache desde que su aroma apareció, y ahora, con el calor, el sudor y el dolor encima, ansiaba que le proporcionara un poco de alivio apareándose con él.
El rubio consiguió ponerse de pie. La humedad en su ropa íntima era demasiada, las ráfagas de calambres en su vientre no le dejaban pensar con claridad y su cuerpo vibraba entero, ansiando una liberación. Su frente se perló en sudor por el calor de la fiebre y sus manos volaron al botón y la bragueta de sus pantalones, que terminó sacándose con prisa en el mismo momento en que Jungkook ingresó a la cocina.
El alfa abrió los ojos, sorprendido por el espectáculo. En su mirada relampagueó un destello dorado; era su lobo que, hipnotizado por la esencia espesa a vainillas y crema del omega junto a su lubricante, quiso tomarlo ahí mismo sin mediar palabra.
–A-alfa –gimió un excitado Jimin, parado a unos pasos de distancia. Sus mejillas estaban demasiado rojas, humedecidas por el llanto al no soportar el dolor. Su agujero palpitó con la necesidad de un nudo y segregó más líquido contra su atrevida ropa interior, apenas tapada por la camisa rosada. El lubricante era tanto, que ya se escurría entre las piernas pálidas, imposible de contener.
Con aquella visión del omega, Jungkook se sintió desfallecer.
Estaba ahí parado, a su merced, dispuesto a aceptar un alfa que le diera el placer que su cuerpo le exigía. ¿Cómo le haría para no corresponder? Era tarea de un alfa encargarse de un omega, para que éste pudiera transitar su celo cómodamente, aliviando los dolores que lo aquejaban.
–Alfa, por favor.
La vocecita aniñada y quebrada del rubio volvió a quejarse, entre espasmos que le obligaban a manosearse sin pudor por sobre la diminuta prenda blanca que tapaba su virilidad.
–Jodido infierno –exhaló Jungkook, enfocado en el trozo de tela que apenas podía cubrir el húmedo sexo de Jimin. –No puedo hacerme cargo de ti, cariño. Es obligación de tu alfa darte lo que necesitas. Llámalo con el vínculo.
Jimin puchereó, algo enojado.
El alfa no sólo era tonto para desaprovechar la oportunidad de tomarlo; también era ciego. Su marca había pasado a ser de un rosado tan claro, que dentro de poco terminaría de desvanecerse sobre su color de piel. Su esposo no lo quería, no lo deseaba. No era la primera vez que lo dejaba solo durante sus celos, a sabiendas de que un omega podría incluso morir si no se lo atendía como era debido.
–Mi alfa no me quiere. Él está ocupado con otro.
Jeon lo tenía presente.
Desgraciadamente, la traición de Namjoon no le otorgaba las facultades para hacerse cargo de alguien que no era suyo. Las tensiones y distanciamientos eran asuntos de la pareja, y si el alfa no deseaba complacer a su esposo, era tema de ellos. Él no tenía voz ni voto; mucho menos autorización para oficiar de acompañante del rubio.
–Entiendo tu situación, pequeño. Pero tu alfa es quién decide. Lo siento.
Las lágrimas volvieron a desbordarse de los ojitos tristes de Jimin, que se sentía rechazado. Era una constante en su vida, duro de asimilar. Un omega que no es deseado por ningún alfa, eso es lo que era.
Aunque su deseo de rendirse e ir en busca de sus juguetes sexuales era fuerte, su animal interior no estaba dispuesto a rendirse. Jugaría sus cartas, decidido a hacer a un lado su dignidad.
Se limpió la humedad del rostro con el dorso de la mano y caminó con seguridad hasta el alfa dominante. Clavó sus ojos celestes en él, que le quitaba un buen palmo con respecto a la altura, para desafiarlo. Tomó la mandíbula del empresario entre sus garras, bajándola en su dirección.
Jungkook pegó un respingo ante la sorpresiva humedad de la lengua del omega sobre sus labios. Le permitió delinear el contorno del superior y del inferior como si de una paleta dulce se tratara. Sus manos picaron por enterrarse en la estrecha cintura contraria. El reto era sencillo.
–Alfa, quiero complacerte –volvió a atacar Jimin, reforzando sus palabras al pasar las manos contra los robustos pectorales de Jungkook y desabotonando un poco la camisa ajena para tocar su piel ardiente. –Soy un omega rechazado. No hay diferencia en que me uses o no. ¿Podrías hacer una excepción conmigo y tomarme? Te prometo que no se lo contaré a nadie.
–No me tientes. Por favor no lo hagas –suplicó el alfa. El tono de voz de Jimin endulzaba sus oídos, y no creía ser capaz de resistirse a la nube de vainilla y crema que parecía asfixiarlo.
–Deseo tanto que me anudes, alfa –en esta ocasión, el rubio buscó la glándula de olor del más alto justo en su cuello. Se restregó contra ella, embadurnándose con el potente chocolate amargo que se había vuelto más concentrado, respondiendo a las feromonas en celo de Jimin. –Oh, alfa. Tu olor. Quiero que me marques con él –lloriqueó sobre el hombro ancho, con sus manitas estrujando la seda de la camisa de Jungkook. Le había concedido al omega invadir su espacio personal, con tal de que sus feromonas ayudaran a tranquilizarlo.
Cuando el temblor de la impulsividad amenazó su cordura, tomó a Jimin de los hombros y lo apartó. Era imposible concentrarse teniéndolo tan pegado a él, abasteciéndose con una marca de su olor.
–Es suficiente, cariño. Me tengo que ir y tú tienes que llamar a alguien que se haga cargo de ti.
El rubio frunció las cejas, enojado. Estaba en desacuerdo con esa idea, por el hecho de que tenía a un alfa perfecto, con su gran miembro erecto contra el pantalón azul. Era una lástima dejarlo marchar sin ocuparse de ese problemita.
–Alfa malo –gruñó adorablemente, cruzándose de brazos. Pequeñas arruguitas se amontonaban en su naricita de botón, haciéndolo parecer más un niño que un adulto. –Tú tampoco me quieres. Nadie se hace cargo de mí y yo sólo quiero que me anuden porque duele.
–Por la luna –se quejó Jungkook, pasándose una mano por las largas hebras oscuras en un gesto de preocupación. –Te juro que me estás matando.
Estaba molesto consigo mismo, con el esposo del omega y con toda la situación de mierda. Si Jimin no hubiera tenido un compañero ni una marca, se habría ofrecido a aliviar sus molestias con una sonrisa en el rostro. Ese pequeño lobito estaba volviéndolo loco. Hacía que su corazón pareciera el de un corredor al final de una carrera.
En un arranque de necesidad, Jimin volvió a ponerse frente a Jungkook.
Se relamió provocativamente los labios, bajo el atento escrutinio y deslizó sus dedos sobre el bulto de la entrepierna del alfa. Sus garritas rozaron la gruesa y alargada longitud con extrema lentitud. Lo fue midiendo con las palmas e imaginándolo entero en su interior. Sería tan placentero...
Disfrutó del jadeo ahogado que exteriorizó Jungkook a modo de queja. Sus ojos se fijaron en un dorado cálido y su pecho subió y bajó, con la respiración agitada.
–Omega –la voz de alfa cambió. Era unas notas más grave, más gutural. El animal que llevaba adentro hacía su flamante aparición, llevado por un creciente apetito sexual. Lo amargo de su aroma se intensificó en la sala, llegando a rivalizar con el del celo de Jimin.
Bajó la nariz sobre el cuello del otro lobo, que inclinó la cabeza concediendo su permiso como un sumiso. La delicada piel fue olfateada con brusquedad.
Afianzó sus brazos con posesión en torno a la cintura de Jimin, dejándolo atrapado contra su musculoso cuerpo. Estaba reconociendo la conexión entre ellos, la que los unía como almas destinadas.
Los alfas dominantes tendían a ser mucho más animales, territoriales e impulsivos que los alfas comunes. La relación con su lobo era estrecha, al punto en que la conciencia humana adquiría ese carácter primitivo. También tenían los sentidos más desarrollados y un instinto depredador, con un físico monstruoso a juego. Una pelea con un alfa común terminaría en una clara victoria del dominante, motivo por el cual los alfas de menor rango decidían agachar la cabeza y ceder el poder.
Eran sumamente celosos de sus compañeros de vida, lo que generó una creciente ira al encontrar una marca en el cuello de Jimin. Bufó y gruñó, incrementando la presión de sus músculos y privando de oxígeno al omega, que chilló por el dolor.
–Eres mi omega. De nadie más –fue tajante al respecto, enseñándole los dientes como un perro enojado.
Encerró al rubio entre la mesada y su propio cuerpo, quitando cualquier espacio que pudiera haber quedado entre ellos. Entre la ira y la lujuria, el lado animal respondía por instinto a la necesidad de aparearse. Tenía a su omega lubricando, con los ojos perdidos por el calor y el rostro ruborizado. Era imposible negarse a él.
Sus caderas se mecieron buscando contacto. Su erección presionó contra la del omega, frotándose sin compasión. Sentía su semen escurriéndose contra la tela, abundante y caliente.
Esa era otra característica de un dominante. Producían grandes cantidades de esperma, que se vertían durante el momento de la excitación sin parar, como el cauce de un río. Era un beneficio que les otorgaba la mayor tasa de fecundación en un omega: la del 100%.
–Fuiste marcado. Dejaste que otro te mordiera.
–Alfa, soy tuyo. Siempre lo seré –lloró el lobo de Jimin, sobre estimulado por sobre la ropa, respirando con dificultad por la falta de espacio. Se arañó la marca como si quisiera arrancársela, sacándose sangre. –No quiero a otro. Por favor, quita esto en mí. No lo quiero. Yo soy tuyo y te pertenezco sólo a ti. Por favor, dame tu marca y tus cachorros. Lo necesito.
–¿Vas a ser mío? ¿Recibirás mi mordida y tendrás a mis cachorros como un buen omega?
–Sí, alfa. Lo prometo. Seré bueno para ti, haré lo que me pidas. Te obedeceré y te daré placer. Pero te suplico, fóllame ya, que me duele.
Jungkook liberó su agarre opresivo, para permitirle tomar mayor oxígeno en sus pulmones. Limpió con gentileza la humedad en el rostro de Jimin y sonrió, contento.
Jimin fue el primero en demandar algo más íntimo, atrayendo a su alfa y besándolo con fuerza. Las manos ásperas del más alto bajaron desde su espalda a sus nalgas redondeadas. Fue masajeado y estrujado, entre medio de un ataque de lenguas, saliva y labios.
El omega se sentía correspondido por primera vez en su vida. Estaba feliz de haber encontrado a su alfa destinado y no tenía cabeza para pensar en las consecuencias de lo que estaba a punto de hacer. La miseria que había tenido que soportar de parte de Namjoon, se esfumó en un abrir y cerrar de ojos. Estaba siendo mimado, idolatrado y consentido por el alfa que conoció apenas una hora antes. Tenía un mar de emociones batallando en su interior, pero la que más predominaba era el amor.
–Mi nido –alcanzó a susurrar, interrumpiendo los besos fogosos y los embistes tentativos por encima de la ropa. Un dígito del alfa alcanzó a penetrar su cavidad, por lo que quería detenerlo antes de llegar más lejos. –Quiero que lo hagamos en el piso de arriba, en mi nido.
–Que sea en nuestro nido, cachorro –asintió Jungkook, con emoción y ternura en la mirada.
Los nidos eran cosa seria para los omegas. Eran su refugio, su pequeña zona de confort. Allí pasaban sus celos, su etapa de embarazo e incluso criaban a sus cachorros. No permitían que cualquiera los viera; eran territoriales y muy agresivos. Sólo alguien de confianza tenía permitido aproximarse. Que Jimin confiara de esa manera en él tras apenas reconocerse como destinados, era muy significativo. Estaba agradecido por ello y esperaba poder demostrárselo durante el apareamiento.
Porque sí. Iba a tomar a su omega a costa del otro alfa. Pelearía por él, incluso mataría si era necesario, pero no permitiría que volviera a ser lastimado y degradado por otras personas. Jungkook se tomaba en serio su rol de protector.
Alzó a Jimin como si fuera una pluma, guiando sus piernitas para que se enredaran en su cintura. El contraste entre sus fisonomías era increíble, aunque bien era sabido que las almas gemelas estaban diseñadas especialmente la una para la otra. No había nada que Jimin no fuera capaz de tomar de Jungkook y no había nada que Jungkook no pudiera satisfacer en Jimin. Tal era la magia de la diosa Luna al momento de la creación.
Así, un omega que creyó haber renunciado parasiempre a su destinado, estaba a punto de unirse a él.
Uff, hasta aquí por hoy jeje. Demasiado trabajo para una semana.
Si necesitan que haga una guía omegaverse para que entiendan mejor algunas cosas, avísenme aquí 🙈
Se me cuidan mucho, eh. Recuerden que les quiero un montón porque son mis personas favoritas en el mundo mundial. Tengan una muy feliz semana! 😘💖
-Neremet-
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