Cap.80
Crístal mira a Byron como esperando a que él asienta a su explicación. Byron pone los ojos en blanco y niega con la cabeza. No piensa decir nada, menos sobre ese detallito sin importancia en la historia que debería de haber pasado por alto. Crístal le vuelve a mirar y gira la cabeza de una forma un poco terrorífica a su parecer. Sabe que significa ese gesto. Byron traga saliva y mira a otro lado . Cuando el chico asiente, Crístal vuelve a mirar al detective con cara de "te lo he dicho".
—Bien, recapitulemos —dice el hombre restregándose la cara desesperado—. ¿Me estas diciendo que secuestrasteis a una chica y la obligasteis a cavar con las manos hasta que desenterró la bolsa con todas las pruebas?
—En realidad fue Byron —dice la chica encogiéndose de hombros—. Yo solo di las órdenes.
— Y menos mal que no te hice caso si no estaríamos siendo juzgados por homicidio.
Los señores Beltrami se giran hacia su hija y la echan una mala mirada. Crístal alza las manos con las palmas arriba. ¿Qué se esperaban? ¿Que la tratara como una princesa después de todo? Por encima de su cadaver. Con el rabillo del ojo, ve como Paolo pone los ojos en blanco, pero un atisbo de sonrisa asoma en su boca. Bien, bien, que sonría, así está mucho más guapo.
—Y luego le rompiste la nariz en el vestuario de uno de los estadios —señala el detective haciendo que su atención se vuelva a centrar en él.
—¿Que hiciste qué? —pregunta el señor Beltrami con cara de pasmado.
—Si, pero he de admitir que fue sin querer. Yo iba a por las uñas, porque se las había limado aposta para hacerme daño. Pero cuando estaba luchando porque no me sacara los ojos se me escurrió el puño y le di en la nariz. Yo te prometo que no tenía intención de dañarla. —Lo piensa dos veces antes de añadir—. Bueno...
—Suficiente Crístal —dice su padre callándola al instante.
El detective suspira y vuelve a suspirar, como si no pudiera creerse lo que está oyendo. ¿Cómo piensa que pase todos estos detalles por alto? Lucía la ha denunciado por agresión injustificada, aunque parece que no es del todo cierto, aún así, Crístal va a tener que ir a juicio para demostrar su inocencia sobre algo que es cierto.
—Señor Smith, todavía está bajo los efectos de las pastillas. Probablemente esté contando una verdad distorsionada —dice uno de lo médicos un poco nervioso.
—Estoy perfecta. ¿Mira ves? Hasta el dragón me da la razón —señala a su lado izquierdo, el cual está completamente vacío.
Todos la miran con los ojos muy abiertos, incluso Paolo que ha evitado mirarla más de la cuenta, la mira con el ceño fruncido. Byron deja salir una risa y niega con la cabeza. Sabe que está mintiendo y que está más cuerda de lo que debería, aunque si no estuviera medio drogada probablemente se hubiera ahorrado muchos detalles que no tendrían porqué haber sabido. Y encima todos esos detalles le involucran a él.
—Creo que no deberíamos seguir con este interrogatorio detective. —La señora Beltrami se levanta con toda su elegancia y apoya una mano en la pierna de su hija—. Como puede ver no está en sus cabales debido a la medicación y su testimonio puede verse afectado y distorsionado. Cuando mi hija esté bien podrá seguir con sus preguntas.
El detective Smith gruñe por lo bajo e intenta convencer a los duques de que necesita toda la información que pueda darle, pero acaba abandonando la sala minutos después al ver que los señores Beltrami no van a dar su brazo a torcer. Cuando el cuerpo de policía abandona el hospital y solo quedan sus amigos más cercanos, Crístal ya sabe que la van a decir.
—Sabía que estabas loca hermanita, pero no pensé que llegarías a tanto —silva Nakata acercándose a ella y tumbándose a su lado—. Te ha faltado decirle cuando respirabas y cuando no. Aunque ese detalle del puñetazo me ha encantado, así se hace hermanita.
El chico levanta la mano enfrente suya y Crístal le choca los cinco ilusionada. Sí, ella también esta contenta con la sesión de cirugía estética que le dio gratis a Lucia. Le hizo la rinoplastia y encima de manera rápida y efectiva. Debería de agradecérselo en vez de demandarla.
—Lo que tu hermana es, es una inconsciente —La señora Beltrami se cruza de brazos y la mira con el ceño fruncido—. Esa chica te ha denunciado por lo que has hecho, si hubieras seguido hablando le habrías dado una buena defensa para el juicio.
Crístal hace un además con la mano y empuja un poco a Nakata que está adueñándose de su cama por momentos. ¿Quién es el inválido aquí? ¿Ella o él? El chico gruñe pero se separa un poco para darla más espacio.
—No pasa nada, ese testimonio no es válido en absoluto. Tú misma me lo dijiste, los testimonios dichos debajo los efectos de cualquier droga, medicamento o estrés-postraumáticos, no pueden ser utilizados en un tribunal debido a la poca fiabilidad de los mismos. —Coge el vaso de gua que tiene a su derecha y que Shawn ha sido tan amable de traerle y le da un gran sorbo—. Nunca diría nada que pudiera perjudicarme, ni a mi ni a nadie.
—Pero todo lo que has dicho es verdad —puntualiza Byron que no se ha movido del sitio—. Sabes que nos hemos saltado las normas a la torera, como vuelvas a decir algo como eso nos fríen vivos Selius y yo quiero recuperar mi paz mental.
—Lo sé Byron, no volverá a ocurrir, te lo prometo —Byron le dice con la mirada: Mientes. Ella le dice: Nunca lo sabrás—. Ahora me gustaría descansar un poco y vosotros también teneis que hacerlo así que por favor, iros a casa y dormir un poco. Yo haré lo mismo.
—¿Nos estás echando? —pregunta Jude un tanto divertido.
Crístal se gira a mirarle y pone su mejor sonrisa falsa. Esa con la que sus ojos se convierten en dos finas lineas para nada amigables.
—Sip, hala hala. Tirando, dejadme dormir tranquila —Cierra los ojos y espera a que se escuche la puerta cerrarse para poder recolocarse en la cama y mirar por la ventana.
No pasan más de dos minutos hasta que se vuelve a abrir a sus espaldas. Vaya, pues si que ha tardado. No se da la vuelta porque le da mucha vergüenza mirarle a la cara, pero sabe que está apoyado en la pared porque siempre lo hace cuando está molesto.
—¿Quieres que vayamos a dar un paseo? —pregunta casi en un susurro.
Tiene miedo. Nunca ha tenido tanto miedo. Ni si quiera cuando Zoolan Rice la secuestró, ni cuando le inyectaron esa bomba mortal en su torrente sanguíneo, ni cuando casi muere en ese accidente de tráfico de hace casi un año. Comparado en el nudo en la garganta que tiene ahora mismo y el sudor frío que la hace estremecerse, lo demás son tonterías. Tarda en responder, más de la cuenta. La boca se le seca de los nervios y le cuesta tragar, pero no se atreve a darse la vuelta porque sabe que podría ponerse a llorar. No solo por todos los sentimientos que tiene acumulados de todos esos días que no ha podido soltar. También porque ante él se siente débil. Más que nunca.
—Lo siento Crístal, él no ha venido.
La voz de su hermano retumba en su cabeza. Oh, así que ha decidido marcharse a pesar de haber dicho la palabra.
Paolo y ella se inventaron un lenguaje secreto cuando se dieron cuenta de que eran la comidilla dentro del banquillo de la selección italiana. Se pasaban el día juntos, pegados el uno al otro, como si estuvieran unidos por un hilo invisible que si tiraban mucho de él, se rompería para siempre. Eran los últimos en recoger los balones. Paolo le acompañaba a su casa a pesar de estar a media hora de distancia andando. Se tocaban de más cuando pensaban que nadie les veía. Como no, todo eso levantó rumores y cotilleos que hacían ponerse rojo a Paolo y de mala ostia a Crístal. No le gustaba la gente entrometida, menos aún cuando nadie sabía de su pasado y quien escarbara un poco más de la cuenta descubriría que había una tumba vacía en Japón con su nombre. Aunque debía de admitir que los rumores no iban nada desencaminados y que posiblemente, solo posiblemente, si que se liaban en los vestuarios del estadio cada vez que se quedaban solos y no había nadie husmeando. Un día, saliendo del estadio y escuchando los cuchicheos del equipo inferior al suyo sobre que eran pareja, Paolo sacó una libreta y se la puso en la cara a Crístal. Tan cerca que las letras se le mezclaban unas con otras.
—¿Me quieres dejar ciega? —preguntó divertida mientras cogía la libreta con una sonrisa—. ¿Qué es esto?
Se notaba que lo había hecho deprisa y corriendo, porque estaba escrito con una letra muy descuidada y tumbada. Casi ni la podía leer, aunque debía de reconocer que la letra de Paolo no era la mejor que haya visto en su vida, incluso Mark escribía mejor que él, esta vez se había lucido.
—¿Lenguaje sectario? —Frunció su ceño intentando averiguar lo que ponía.
—Ahí dice lenguaje secreto idiota. —Le quitó la libreta y la escondió de ella como si se hubiera sentido insultado—. Es una tontería déjalo.
La chica sonrió al ver que Paolo frunció el ceño molesto. Era muy mono cuando se enfadaba, parecía un niño pequeño al que le habían negado una piruleta. Crístal se acercó a él y tiró de su camiseta dos veces para llamar su atención. Al ser más alto, Paolo bajó la cabeza para poder mirarla a los ojos y eso la hizo sentirse como si realmente la niña pequeña fuera ella.
—Nada que tenga que ver contigo es una tontería —diijo sonrojándose—. Cuéntamelo por favor.
Paolo la sonrió y la cogió de la mano, entrelazando sus dedos, para guiarla a un banco cercano. Habían acabado en el pequeño parque que quedaba justo en frente del estadio. Muchas veces terminaban alli después del entrenamiento con unos bocadillos en la mano y con Nakata quejándose de que no le habían puesto el suficiente queso al suyo. Esta vez, eran solo ellos los que se sentaron en frente de la fuente central. Era cupido, el ángel que llevaba pañales y el arco colgando de un hombro hasta que veía a una pareja y les disparaba con su flecha, el que la coronaba. La gente decía que si una pareja se prometía amor eterno dentro de la fuente a las doce en punto de la noche, su promesa sería imborrable y vivirían felices juntos, para siempre. Aunque Crístal no se creía tal historia, si que le gustaba pensar que muchas parejas iban allí cada noche a confesarse el uno al otro frente a cupido.
Paolo tiró de su mano y la obligó a sentarse encima suya haciendo que se sonrojara. Incluso en esa posición, Paolo seguía sacándole unos centímetros cosa que amaba en secreto. Pasó uno de sus brazos por su espalda y dejó su mano en la cintura de Crístal, que se estremeció debido al toque. Paolo se pasó la lengua por los labios, así sentir el pequeño bote que había dado sobre sus piernas la chica. Tuvo ganas de decirle: "A mi también me gusta tocarte". Pero se calló y únicamente sacó su libreta para que los dos pudieran verla mejor.
—Han estado circulando muchos rumores sobre nosotros en los vestuarios y aunque creas que no me doy cuenta, se que te molesta que hablen de ti. —No la miraba, si no que repasaba su lista mentalmente para ver que no le faltara nada—. Así que he pensado que para no ser tan obvios y que nadie sepa que decimos, podemos crear un lenguaje secreto que solos sabremos nosotros. Así tu ya no te sentirás tan incómoda y...
—Paolo, espero que no pienses que no me gusta que hablen de nosotros por ti. Lo que no me gusta es despertar curiosidad en la gente y que...
—La gente descubra quien eres. Lo sé tranquila, nunca pensaría eso de ti. —Le dio un beso en la sien y ella se sonrojó—. ¿Entonces te apetece hacerlo?
Crístal asintió con entusiasmo. Cualquier cosa que Paolo le propusiera siempre le iba a parecer bien. Sobre todo si tenía que ver con ellos dos juntos de cualquiera de las maneras posibles. La lista contaba con distintas palabras: Quiero verte, ¿Quedamos a solas?, Te necesito, Te echo de menos, Te quiero... Empezaron a pensar en palabras que pudieran encajar en una conversación normal y que no levantaran sospecha. Acabaron diciendo algunas frases como: "Tengo hambre para te necesito, tirando para quedamos a solas, otro más para te echo de menos,..." Solo faltaba por completar la casilla del Te quiero, y esa era la más difícil de todas. Se miraron a los ojos a la vez y los dos se quedaron prendados en los del otro. Para Crístal, los ojos de Paolo eran un mar en calma que le prometía un montón de aventuras se se sumergía en él. Para Paolo, los ojos de Crístal eran como un bosque donde encontrar la paz que necesita a todas horas.
Paolo se lamió los labios y posó su mirada en los de la chica. Dios mío, eran tan bonitos, tan jugosos y sabían tan bien que no podía resistirse a ellos. A Crístal el corazón se le saltaba dos latidos cada vez que le miraba con esa intensidad. Parecía que le devoraría en cualquier momento, y ella se dejaría cuando eso pasara. La mano de Paolo ejerció más fuerza en su cintura y ella se estremeció. La acercó a él leventemente, mientras una sonrisa traviesa crecía en sus labios a medida que sus bocas se juntaban. Crístal subió un poco su cabeza para poder tener mejor acceso a los labios de Paolo que rozaban los suyos con parsimonia. Sabía que estaba jugando con ella, siempre lo hacía. Le encantaba ver como era Crístal quien le buscaba desesperada por terminar de unir sus labios. Le gustaba provocarle, ver que sus ojos se perdían en los suyos suplicando que no se detuviera y que le diera lo que ella quería. Y Paolo siempre acababa cediendo a sus deseos, porque él tampoco podía contenerse demasiado cuando la tenía entre sus brazos.
Paolo empujó sus labios hacia los de la chica y ella ronroneó como un gatito gustosa de por fin tenerle pegado a ella. Era como una adicción, desde que probó los labios de Paolo, no pudo alejarse demasiado de ellos o sufrría el síndrome de abstinencia. Sus bocas empezaron una guerra para ver quien besaba mejor a quien, a la que poco después se unieron sus lenguas para saludarse y explorarse mutuamente. Crístal subió las manos hacia su cuello y hundió los dedos en su pelo para poder atraerle más hacia ella. Dios, le encantaba la pasión de la chica, hacía que sus esfuerzos de controlarse con ella se fueran a pique en un santiamén. Por su parte, Paolo introdució su mano por dentro de la camiseta de su chica haciéndole cosquillas que envió ráfagas de placer por todo su cuerpo. Bendito fuera Paolo Bianchi y la madre que lo parió. Cuando se separaron, el castaño mordió el labio inferior de la chica y tiró de él con delicadeza. Tanta que Crístal se deshizo entre sus brazos queriendo que la tocase por todas partes. Nunca habían pasado más allá de un simple beso, pero ese día le besaría los pies si su mano siguiera haciendo estragos por todo su cuerpo.
—Me encantaría besarte a todas horas sin que nadie nos interrumpiera. Te raptaría si hiciera falta y te ataría a mi cama de por vida —susurró Paolo en su oído haciéndola estremecer.
Crístal se sonrojó al escuchar su sucia y prometedora declaración. La vergüenza cubrió su rostro que tuvo que esconder entre sus manos para que no viera lo mucho que le habian afectado sus palabras. El chico se rió al ver su reacción y ella se hundió más en su vergüenza. Maldito idiota de Paolo Bianchi y sus formas de volverla loca. Idiota, idiota, idiota, es un...
— Ya sé que palabra vamos a utilizar para te quiero —dijo con una sonrisa de oreja a oreja—. Idiota queda perfecta, es creíble y te pega mucho, no creo que la gente se de cuenta.
Paolo dejó salir una carcajada ante su ocurrencia. Estaba picada y le encantaba verla así. Se ponía adorable y eso calienta a su pecho de una manera a la que no quería ponerle nombre porque le asustaba. Le asustaba mucho sus sentimientos por Crístal, porque sabía que dejó atrás una vida en la que ya estaba enamorada y mucho por lo que había oído de Nakata. No podía competir contra otra persona porque sabía que acabaría perdiendo y eso le mataría por dentro.
—Asi que idiota eh... —De repente, Paolo la cogió en brazos y se levantó del banco haciéndole soltar un grito a Crístal. Empiezó a caminar hacia la fuente mientras Crístal intentaba zafarse de él negando con la cabeza—. ¿Pues sabes que hacen los idiotas? Idioteces.
Paolo se internaó en la fuente y se dejaó caer con Crístal al agua que gritó por la impresión de lo fría que estaba. El chico se rió mientras la chica empezaba a lanzarle agua dejándole más empapado aún de lo que ya estaba.
—Shhh calla calla, que así estás más guapa —dijo haciéndole una aguadilla y poniéndose encima de ella para que no pudiera escapar de allí.
Crístal sacó la cabeza y empezó a boquear como un pez para coger aire. Maldito bastardo. Esa ropa estaba recién lavada y ahora tendría que volver a meterla en la lavadora después de la aventura oceánica a la que le había sometido Paolo. Cuando saliera de ahí iba a darle un balonazo que le llevaría a la Luna de un plumazo.
—Eres un maldito... —Las palabras se quedaron atoradas en su garganta al ver que vuelve a tener los labios de Paolo contra su boca.
La ha callado con un beso. Y con que beso, madre mía. La estaba dejando sin defensas y lo único que sentía era todo un zoológico revolviendo su estómago y haciendo estragos en su corazón. Cuando se separaron jadeantes los dos, sus ojos conectaron , como si no existiera nada más en el mundo, como si solo fueran ellos atados por un hilo invisible que une su alma.
—Idiota —susurró Paolo sin aparatar la mirada y apartándole el pelo de la mejilla.
—Idiota. —Le devolvió ella con una sonrisa mientras se apoyaba en la mano de él.
—¡Crístal Selius! Son las doce y tu todavía estás por ahí. Te debería de dar... ¡Ups! ¿Interrumpo?
Paolo dejó caer su frente sobre la de Crístal y sonrió cerrando los ojos e intentando calmar los nervios.
—Algún día, me cargaré a tu hermano, a pesar de que le quiera mucho. —Se separó de ella y le ofrecío la mano para ayudarla a levantar— Vamos antes de que siga gritando y empiece a hacer preguntas.
Crístal se recogió el pelo y se lo escurrió para quitarse los restos de agua de él. Se giró hacia cupido que ha estado observando todo lo que ha pasado en ese lugar. Frunció el ceño. Um... Que extraño. Juraría que el ángel no sonreía antes. Un gritó llamó su atención y ella salió corriendo hacia los dos chicos que la esperaban. No sin antes volverse hacia el ángel, que parecía tener su misma expresión de siempre de nuevo.
No se da cuenta de que está llorando hasta que una lágrima cae sobre su mano. Se hunde más en la almohada, que parece que quiere tragarla entera para apaciguar un poco el dolor que siente en el pecho y que la está lacerando por dentro.
Paolo le ha dado la espalda. Por fin se ha cansado de ella y se ha ido como tanto miedo tenía de que eso sucediera. Sus peores pesadillas se han hecho realidad. La mano de Nakata acaricia su espalda intentando consolarla y sufriendo porque dos de las personas más importantes de su vida hallan llegado a esos extremos. Pero las cosas a veces no salen como uno quiere por mucho amor que haya de por medio. Crístal deja soltar un grito hacia la almohada intentado liberarse de ese dolor, pero no puede, porque sigue ahí. Hiriéndola en lo más profundo de su corazón.
«Idiota Paolo, idiota»
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Jejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejejeje. Je. Os dejo odiarme, me lo merezco, no pasa nada, lo entiendo. No tengo excusa que valga. He podido actualizar mucho antes, pues si, no lo he hecho, pues también. Pero bueno, ha llegado la hora. Este capítulo no lo tenía tan claro y me ha costado más hacerlo. También vais a ver que el estilo de la novela ha cambiado. Me estoy formando como escritora, asi que ahora estará mejor escrito, como si estuvierais leyendo un libro de verdad. A esta historia le quedan los días contados, pero espero que la disfrutéis hasta el final. Besos y espero que tengáis un bonito verano (o la estación que tengáis en vuestro país).
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