Cap. 44
Su mirada se posa en la cabellera, ahora morena, de la chica. Sonríe cuando levanta su mirada, y con la boca llena, agita su mano saludanle. Se acerca a su equipo que miran entretenidos a esa hambrienta morena.
— Ni que hubieras estado haciendo ejercicio - dice Angelo con inocencia.
La chica se atraganta y tose mientras Paolo se pone colorado. Las miradas viajan de uno a otro intentando averiguar que hay en la cabeza de esos dos cerrados chicos. Intenta disimular lo más que puede el color rojizo que han tomado sus mejillas y vuelve corriendo a su comida.
Por el contrario Paolo mira hacia otro lado y se sienta en el único hueco que queda libre del sillón. Angelo mira con el ceño fruncido a sus compañeros esperando que una explicación llegue a sus oídos, pero Rafaelle solo le propina una palmadita es su cabellera rubia de ángel. Es demasiado diminuto como para perturbar su inocente mente.
— No quiero romper este magnífico ambiente - dice Gigi - pero creo que deberías de ir contándonos tus últimas... 48 horas - mira su reloj asistiendo.
La morena sigue comiendo ante el sepulcro silencio que se ha instalado en la sala después de esas palabras. Los chicos esperan espectantes a que algo salga de la boca de la chica y Paolo suspira al ver que no piensa soltar prenda de nada. A decir verdad todavía no sabía que es lo que había pasado en esa isla, solo había cumplido con los deseos de su amiga y sabía perfectamente que no quería hablar de tema. Un escalofrío recorre todo su cuerpo al recordar como habían pasado la chica y él la noche. Coge una de sus manos antes de que vuelvan a estar ocupadas y la toma cariñosamente.
— Ey, venga, no pasa nada.
Nota su temblor y algo en su corazón se encoge.
— Yo... Yo...
Marco coge su otra mano dándole apoyo mientras los demás le dedican una mirada comprensiva y llena de amor.
— Yo... Lance un tiro - susurra para si.
Otro silencio se instala pero este dura muy poco. Las quejas por no haber oído ni una sola palabra se hacen presentes en el salón. Ni si quiera Paolo ha podido captar muy bien lo que ha dicho. Cristal aprieta los labios y frunce el ceño mirando a los presentes.
— Os podrías comprar un sonotone - dice ligeramente molesta.
— O nosotros te tendríamos que regalar un altavoz - dice Gianluca robándole una patata - Vamos, dilo de nuevo.
La chica coge aire y lo suelta poco a poco.
— ¡Que lancé un tiro! - medio grita para después volver la mirada a su comida, avergonzada.
La sala vuelve a enmudecer. El pecho de Paolo se hincha de orgullo al escuchar esas palabras de su boca. No esperaba que en un día escaso consiguieran avanzar tanto. Siempre había sabido que volvería a tocar un balón pero no esperaba que fuera tan pronto. Aunque algo no le cuadraba...
— Eso está muy bien - dice el moreno haciendo caricias en su mano. La chica las mira de reojo y conforme vuelve a apartar su mirada. Le gusta que le haga cosquillas en la palma - pero hay algo más, ¿verdad?
Asiente sumida en sus pensamientos. No sabía como decirles que había dejado un hueco enorme en una instalación después de que sus nervios se dispararan. Los chicos perciben su incomodidad. No es como si no estubieran muy unidos, pero sabían que eran temas delicados para la chica.
— Bueno, bueno - dice Gigi levantándose - entonces, ¿ya puedes jugar al fútbol?
La chica se encoge de hombros cual niña pequeña y mira a Paolo esperando que él diga algo. Paolo imita su gesto, ni que el hubiera estado ahí como para saberlo. Es entonces cuando asiente con la cabeza y suelta una pequeña y tímida sonrisa.
— Bien, pues venga, vamos jugar - hace una pausa - no creerás que será con el Inazuma Japón la primera vez que juegues de nuevo ¿no?
La chica se levanta corriendo y se sube a la espalda de su amigo que le lleva dando trotes hasta la parte de atrás del jardín. Los demás les siguen entusiasmados, menos Paolo que se queda sentado en el sillón.
Mira su mano que hasta hacía unos segundos había estado entrelazada con la de Crístal. Su Crístal. Algo le decía que estaba volviendo en sí, que iba a volver a ser la de antes y eso le volvía extremadamente feliz. Pero otra parte de él temía lo que podría llegar a pasar. Sólo se la podía imaginar en esos momentos llendose de su lado, alejándose, como si nunca hubiera formado parte de su vida, como si esa historia que compartieron no hubiera pasado en realidad y únicamente hubiera ocurrido en la mente del chico. Tenía miedo de perderla, y esa idea le atomoriza tanto que incluso sus manos empiezan temblar y alguna que otra lagrima comienza a salir de sus ojos. ¿De verdad se estaba enamorando? ¿Y si ya lo estaba desde hacía tiempo?
La puerta se abre de golpe. Ese chico tenía la virtud de desaparecer en un segundo y quería que estuviera presente en uno de los momento más difíciles y especiales de su vida. No esta segura de que pudiera volver a tocar un balón, no sin por lo menos tener represalias después, pero esta emocionada por intentarlo y sabe que sin Paolo no puede hacerlo. Se queda parada al ver al chico decaído. Se acerca corriendo a él y se arrodilla para poder mirarle a los ojos. Su cabeza está gacha y su pelo castaño le tapa completamente esos ojos color cielo que tanto la gustan. No soporta verle así, él siempre está alegre o como mucho serio, pero nunca Le había visto triste o por lo menos él no lo había mostrado antes.
Coge su barbilla y la levanta queriendo que este le mire a los ojos pero en chico niega con la cabeza. La chica suspira y apoya sus manos en las rodillas del contrario, intentando que así le preste un poco de atención. Cuando ve que su mirada se ha levantado y unos ojos rojos miran los de ella tristes y melancólicos, algo en su estómago se revuelve sintiendo ganas de vomitar.
— No hagas esto por favor... - susurra con voz dulce apoyando su frente contra la del muchacho - no llores, no me gusta verte así...
Cierra los ojos silenciosamente mientras la voz de la chica retumba esn sus oídos. Intenta tranquilizarse pero su cercanía hace que este intranquilo como nunca.
— ¿Es mi culpa? Se que siempre me porto mal, y que te saco de quicio, lo siento mucho. Pero me gusta ver tu sonrisa, no tus lágrimas.
Paolo levanta un poco más la cabeza y por fin mira directamente a Crístal. Su Crístal.
— No te vayas - susurra casi sobre su boca.
La morena traga saliva y sonríe tímidamente.
— No me lo pidas. Nunca te dejaría ni aunque me separaran de ti. Siempre estaría aquí - pone su mano en su pecho - y aquí - dice esta vez poniendola en su cabeza.
— ¿Me lo prometes?
— Te lo prometo como que mi nombre es Crístal Selius y mi vida es un drama argentino de esos que vemos siempre que podemos.
Una sonrisa se muestra en sus labios y separa la distancia que queda entre ellos. Es un beso casto, casi un roce, pero el beso más sincero de todos los que ue se habían dado.
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Hola. Bueno solo me paso para daros las gracias por todos los mensajes de apoyo que me llegaron después de leer lo deprimente que es mi vida. He ido contestando poco a poco y siento estar tardando tanto pero me viene una semana llena de exámenes. Mil gracias por todo y espero que os guste el capítulo. Muchos besos.
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