5
Susan's POV
Caminaba por las calles buscando a la desesperada la calle donde vivía Tristán. Tonta de mí al no preguntarle su dirección a la salida. Aquel había sido un día de locos. No sólo había entablado lo que se podría llamar conversación con el nerd. Si no que además, había confesado cosas que jamás me vería capaz de contar a nada más ni nada menos que Kate, la rubia traída para llevarme al puñetero infierno.
*Flasback*
Había tratado de camuflarme entre cualquier recoveco del patio que ofrecía nuestro instituto. Sin embargo, alguien me vio, y parece ser que se compadeció de mí.
—Hola—dijo con voz cortante aquella chica que me había plantado cara.
—Hola—le devolví el saludo sin ganas.
Ella caminó hasta sentarse a mi lado.
—¿Querías algo?—le pregunté tratando de mantenerme fuerte. «No te derrumbes, Susan».
—Pues...—empezó.— Te vi aquí sola y parecía que no tenías alma, y me pregunté el por qué de tu estado.
¿Se suponía que estaba intentando ayudar? Me quedé varios minutos pensando si debía confiar en ella. Cansada de esperar, la rubia comenzó a levantarse. Pero le agarré la muñeca. Ella me había confiado algo a mí aquella tarde en la biblioteca. Era lo justo confiar yo en ella, ¿cierto?
—¿Y bien?—apremió, sentándose de nuevo.
—Yo he sufrido, aunque no lo parezca. Mi vida nunca ha sido fácil. Ni mucho menos. Pero el otro día me hiciste pensar y reflexionar y me di cuenta de que tenías razón. La vida no tenía por qué ser cruel con todo el mundo. Además, después de ver el daño que otras personas infligieron a Shannon haciendo lo mismo que yo, me sentí realmente culpable por hacer eso a Thiago y por las personas que son importantes para él.
La miré. «Mantente fuerte», suplicaba en mi mente. Ella miraba al infinito y asentía, como apoyando mi decisión.
—¿Y por qué le dañabas, si tan culpable te sientes?
—Nunca quise lastimar a nadie...—aclaré—, solamente pretendía que ellos no me lastimaran a mí.
—¿Quién iba a hacerte algo a ti, la diosa del instituto?
—Precisamente tengo ese título por portarme como lo hacía. Sólo espero que la reputación me dure lo suficiente.
Suspiré.
—¿Y por qué crees que la gente te va a lastimar?—inquirió, esta vez sí mirándome a los ojos.
—Porque ya lo han hecho demasiadas veces.
Podía sentir mis ojos arder y la insistencia de las lágrimas a escapar. Cerré los párpados con fuerza, tratando de retener líquidos. Ella se quedó callada, esperando a que yo diera más detalles.
—Cuando era más pequeña, no era muy bien recibida en casa que digamos—una risa fría murió en mi garganta.— Mi madre me odiaba y parecía arrepentirse de cada segundo que yo respirase. Pero, bueno, sólo es otra historia más, ¿verdad? Un día, dije «basta» e intervinieron los servicios sociales. Ahora vivo en una especie de hogar de acogida. Shannon es mi compañera de cuarto, una niña muy dulce, es casi como mi hermanita. Para alejarme más de mi antigua vida, ellos pensaron que sería mejor cambiarme de instituto.
Ahora fui yo la que calló. No era capaz de contar más detalles o me derrumbaría allí mismo. Y no tenía esa intención.
—¿Eso fue lo que te pasó a los doce años?—preguntó ella haciendo memoria de mis palabras algunos días antes.
Ahora sí que no pude contener las lágrimas. Estoy segura de que debía parecer un oso panda, con la sombra corrida.
—No...—conseguí murmurar.
Ella debió darse cuenta de que yo estaba llorando, porque hizo algo que jamás me hubiera esperado. Me abrazó.
—Él...él...—titubeé. El horror de aquellos momentos me venía a mi mente. No, no estaba preparada para revivirlo. Me solté como pude de ella y salí corriendo al baño.
*Fin del flashback*
Y de vuelta al presente, estaba perdida entre aquel laberinto de calles. Por suerte, una puerta se abrió y se asomó la cabeza de Tristán.
—Pensaba que serías más puntual—me espeté.
—Me perdí—me excusé.
—Debiste dejar que te dijera donde vivía—me espetó burlón. Me contuve las ganas de cruzarle esa cara de niño bonito.
Sin mediar ni media palabra más con ese niñato repeinado pasé a su casa y le seguí hasta su habitación.
—¿Por dónde empezamos?—preguntó, lanzándose, literalmente, en bomba en su cama.
—No lo sé, Sherlock, ¿quizás por buscar la información?—supuse.
Él hizo una mueca al estilo "Touché" y encendió el ordenador al tiempo que yo abría el libro de texto. Ojeé por encima buscando posible información válida. Tan sólo quería terminar lo antes posible.
—He encontrado algo interesante—comentó, sin despegar su mirada de la pantalla.
—Di, Thaddeus—casi ordené.
Hagamos una pequeña pausa. Yo sabía perfectamente que su nombre era Tristán, pero no pensaba darle esa satisfacción.
Él resopló, quizás cansado de mis "confusiones". Aunque si era así, no lo demostró.
****
Cuando quise mirar la hora, eran las ocho. La verdad era que no se me había hecho una tarea difícil de llevar la de trabajar codo con codo con el nerd. Era incluso... ¿divertido?
—Bueno, trabajo terminado—dijo desperezándose. Yo esbocé un intento de sonrisa con el que quería decir "sí".
Cerró la pantalla de su portátil al tiempo que yo guardaba el libro en mi mochila. Cogí mi móvil del bolsillo interno de ésta y me hice hueco en la orilla de la cama del castaño. Busqué entre mis contactos el número del hogar.
>Quizás esta noche llegue algo más tarde.
Escribí. Al poco recibí una respuesta.
<Sabes que las puertas seguirán abiertas cuando llegues.
Yo asentí mentalmente y me metí el móvil en el bolsillo. Miré a Tristán. En ese momento, tenía la vista clavada en su alfombra gris. Su pelo castaño estaba bastante revuelto y no llevaba ese incómodo gorro que siempre solía ponerse para ir a clase. Las gafas de pasta le servían de marco para sus ojos marrones. Sus hombros no eran anchos ni fuertes. Sonreí. No era para nada como la mayoría de los chicos a los que yo estaba acostumbrada a prestar mi atención.
—¿Qué?—me dijo de repente. No me había dado cuenta de que me había quedado mirándolo.
—Nada—respondí de inmediato.—Bueno, hora de irse.
Salí de su cuarto y me encaminé hacia la puerta. Pero una mano me retuvo. Por un momento, pensé que sería Tristán. Pero no. Era una mujer alta y esbelta. Con ojos chocolate y pelo miel. Tenía una sonrisa dulce. Supuse que era su madre.
—¿Dónde crees que vas?—me dijo sonriente, con una delicadeza con la que nadie, salvo quizás Shannon, me había tratado en la vida.—Tú te quedas a cenar. Y no te vas a ir sola a tu casa. Te acompañará Tristán, ¿verdad?
Él asintió, pero la idea no parecía entusiasmarle.
—No... No pretendo causarles ninguna molestia—empecé a decir.
—¿Qué molestias?—me cortó.— Anda, niña, no seas tonta. Ya está decidido, ¿sí? Si quieres avisa a tus padres.
—Insisto, no es necesario. Yo...
—No hables más, así lo he dicho, así se hará.
Finalmente, me resigné y seguí a la buena mujer al comedor. No quería ni imaginar las barbaridades que habría hablado el chico de mí a sus padres. ¿Sería esta su forma de vengarse? Le dirigí una mirada de socorro a Tristán, pero él parecía igual de incómodo o incluso más.
Imagina la escena. La chica que humilla en una tranquila cena familiar de su víctima. No era lo que se dice la cena más agradable y cómoda del mundo.
A la mesa ya estaba sentado un hombre algo regordete, de pelo castaño y ojos negros. La madre del chico se sentó a su lado, dejando dos sillas contiguas en frente de ellos. Tristán y yo nos sentamos en ellas.
—Ya podéis comer, las fuentes están en frente de vuestras narices—nos avisó quien supuse, era el padre.
El chico asintió torpemente y se sirvió. Yo le imité.
—Bueno, chico—comentó el buen señor—. ¿Cómo se llama tu novia?
Si hubiera estado comiendo en ese instante me hubiese atragantado, tal como lo hizo mi compañero.
—Oh—conseguí boquear.— Yo... eh... yo no... Señor, él y yo no...
—Papá, ella no es mi novia—me ayudó Tristán, tras recuperarse del shock.— Sólo es una compañera de clase con la que tengo que hacer un trabajo.
—Hijo, no hace falta que finjas—contestó el hombre como una sonrisa afable.— He visto como la miras...
Automáticamente miré al muchacho, que en ese momento no se diferenciaba apenas de un tomate. "He visto como la miras". ¿Cómo me miraba?
—Peter—siseó su esposa. Juraría que ella le había pegado un puntapié bajo la mesa.
—Oh—comentó Peter.
—¿Qué tal el trabajo de historia?—preguntó la mujer tratando de evitar el incómodo tema.
—Bastante bien, señora—le respondí, obviando la batalla de miradas padre-hijo.
El resto de la cena la pasamos en silencio, cada uno a lo suyo. Cuando al fin se acabó aquella extremadamente tensa cena, me despedí de todos ellos.
—Tristán, acompáñala a casa.
—¡No!—grité en un acto reflejo.— Es decir, no hace falta. De verdad. Ya he abusado demasiado de vuestra hospitalidad.
—Bobadas—me espetó su madre, que, como más tarde supe, se llamaba Fanny.
—Además—añadió mi compañero—, no sabrías regresar.
Resignada, acepté que me llevara.
—¿En qué calle vives?—me preguntó él mientras cogía su cazadora.
—La avenida Bridgeport—contesté yo sin pensar.
Sin mediar ni una palabra más, salimos los dos de su casa y caminamos el uno junto al otro en silencio.
Todo parecía perfectamente normal, pero entonces llegamos a mi calle. A la antigua calle donde yo vivía. Y los recuerdos vinieron.
Tristán's POV
Estábamos tan tranquilos. Pero, de repente, Susan comenzó a gritar tapándose los oídos y se acercó a mí llorando. Enterró su rostro en mi hombro, sin dejar de llorar. No sabía qué debía de hacer exactamente. Hice un patético intento de abrazarla, algo incómodo mientras acariciaba su cabeza como si fuera una niña pequeña.
A los varios minutos, volvió un poco en sí, y se separó de mí. Aunque tenía la mirada perdida y parecía completamente incapaz de pronunciar ni una palabra. Con toda la delicadeza que pude reunir, la aparté poco a poco de aquella calle y la guié, tirando de su brazo, hasta la calle Bridgeport, algunas manzanas más lejos.
"Es extraño que viva aquí", pensé. "Aquí sólo hay un hogar de acogida y el ayuntamiento. Bueno, quizás alguno de sus padres trabaje aquí".
La volví a mirar. Sus ojos negros parecían estar muy lejos de aquí, pero en seguida sacudió la cabeza, como alejando malos pensamientos, y volvió a estar en la Tierra. Se acomodó un mechón rojo detrás de la oreja.
—Oye, —la llamé.—¿Estás bien?
—Perfectamente—contestó, no muy segura.
—¿Qué te ha pasado?
—Nada, sólo... tengo malos recuerdos en ese lugar. Puedes volver ya a tu casa.
No me parecía bien dejarla allí sola, pero le obedecí y giré sobre mí mismo.
—Y...—titubeó, provocando que yo me volviera.— Esto... gracias... Por todo.
Yo asentí, y esta vez, sí que me fui a casa.
*********
Capítulo 5 terminado. No os podéis quejar. Este es largo.
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