Capítulo V


"Prohibir algo es despertar el deseo"

Michel de Montaigne

_ Ya sabes lo que tienes que hacer con eso Crosby _ dijo Lexinton señalando el cuerpo de David.

_ Si milord _ contestó el hombre con débil voz.

El Barón caminó hacia una pequeña mesa donde se encontraba una botella de whisky, la cual agarró y sirvió el líquido color ambarino en un vaso, se sentó en la silla detrás de enorme escritorio color caoba, subió los pies.

_ Así que la insulsa de Theresa está con un hombre _ hablaba más para él que para su fiel servidor _ Por ahora no voy a hacer nada, voy a terminar los negocios que tengo pendiente, que me van a generar mucho dinero _Tomó un trago del vaso _ pero luego buscaré a esa maldita perra... le he dado mucha rienda suelta... Ya va siendo el tiempo que regrese a su casa a cumplir con sus deberes de esposa... ¿No crees Crosby?

_ Estoy completamente de acuerdo con usted... Puedo enviar a alguien que le averigüe quien es ese hombre.

_ No, yo personalmente me encargaré de ese asunto... No quiero más equivocaciones.

Volver a Blackfort al día siguiente era lo más difícil que Theresa había hecho en su vida. Después del sueño perturbador que tuvo, no pudo seguir durmiendo y en todo ese tiempo no había dejado de pensar en él; y en el encuentro de la mañana anterior, se repetía una y mil veces que no debía pensar en ese hombre más allá de lo profesional, pero cuando cerraba sus ojos seguía viéndole, tan rubio y tan apuesto que tenía una facilidad enorme de robarle el aíre cada vez que estaba cerca de ella... Temía el momento en que volvieran a verse.

Sintió un gran alivio cuando Clarita le dijo que Michael se había ido a Londres y no sabía cuándo iba a regresar. Estaba segura que para cuando él regresara de su viaje ella tendría controlada todas sus emociones.

Pasó el día entretenida con los niños. Una de las cosas que admiraba del señor Asthon era la forma que había organizado la escuela y el trato especial que exigía para los estudiantes, se les atendía de manera integral pues allí se les daba ropa y comida, además de la parte académica también se les daba cariño algo que muchos niños necesitaban.

Después terminar con las clases ella y la señorita Madison arreglaron el aula, se reunieron con clarita que las había invitado a su casa a tomar el té.

_ Espero que les guste estos bocadillos que hice _ Dijo Clara mientras colocaba en la mesita una bandeja de plata cargado de pan tostado panecillos y bollos, luego volvió a la cocina para traer otra bandeja más pequeña con el Té.

_ Esto está delicioso mujer _ dijo la señorita Madison mientras se deleitaba con un bollito de arándano.

_ Es una receta de mi madre _contestó clarita contenta mientras servía el té.

_ Yo voy a probar estos de aquí que se ven muy tentadores _ Dijo Theresa mientras tomaba un bollito glaseado con cuajada de Limón, le dio un pequeño mordisco _ absolutamente exquisito.

_ Qué bueno que les guste y coman todo lo que quieran, porque si no me los cómo todos y mis vestidos no me van a entrar mañana.

_ No creo que te dejemos nada en esta bandeja ¿Verdad Theresa?

_ Totalmente cierto señorita Madison.

Clarita se rió, luego miró a la baronesa y le preguntó:

_ ¿Cariño cuéntanos cómo te has sentido en la escuela?

_ Estar en la escuela ha sido maravilloso, ha sido una experiencia muy gratificante y me siento de maravilla. _ Contestó con evidente entusiasmo.

_ Me alegro ¿Y esta vieja refunfuñona no te ha amargado la vida?

La señorita Madison resopló.

_ Es un poquito quisquillosa _susurró Theresa sonriendo, luego miró a su compañera y le tomó la mano _ la verdad es que me ha tratado muy bien, o mejor dicho todos me han tratado muy bien, realmente me siento como en casa.

La señorita Madison le sonrió cariñosamente y dijo:

_ Clarita y yo queríamos invitarte el sábado a la ópera para darte formalmente la bienvenida.

_ ¿La ópera?

_ Si cariño ¿No te gusta? _ Preguntó Clara.

_ Si... bueno no estoy segura... nunca he ido a la ópera.

_ Ya verás que te va a encantar _ La animó la señorita Madison.

_ Gracias... Señori...

_ Llámame Rose. _ La interrumpió la mujer.

_ Mil Gracias... ustedes no tienen una idea lo que su amistad para mí.

_ ¿Entonces es un sí? _ preguntaron las dos mujeres al unísono.

_ Si _dijo emocionada.

_ Vas a disfrutar mucho, a nosotras siempre nos acompaña Michael..._Añadió Clarita _Pero como se ha ido, tendremos que ir sola, pero nos las apañaremos muy bien.

Theresa no pudo reprimir el estremecimiento que recorrió a lo largo de su columna vertebral al escuchar su nombre y no pudo resistir la tentación de saber cosas sobre él.

_ ¿Van muy a menudo?

_ Cada vez que podemos_ contestó Clarita mientras bebía un sorbo de Té.

_ Disfrutamos como unas jovencitas _ acotó Rose _ además que Michael es excelente acompañante porque le fascina la ópera.

_ Él es un hombre un poco solitario por lo que he podido apreciar ¿No tiene alguna persona especial en su vida? ¿Tal vez en América? _Preguntó Theresa, por dentro tenía una enorme ansiedad de escuchar la respuesta, aunque por fuera trataba de mostrar indiferencia.

_ No tiene a nadie, aunque la mitad de las mujeres del pueblo están enloquecidas con él _contestó Clarita con voz confidencial.

_ Y es muy poco lo que ese chico cuenta de su vida en América... A veces se me olvida que es americano, es tan culto y refinado sino lo conociéramos bien, diríamos que es un noble inglés _ añadió Rose en tono jocoso.

_ Pero es que el vicario le dio la mejor educación ya que es su único hijo, aunque lo extraño es que nunca dijo que tuviera un hijo sino hasta que él hizo acto de presencia hace más de tres años, en fin... _siguió Clarita contando _ él me ha dicho que pronto volverá a las colonias y que la escuela quedará en nuestras manos.

_ Yo le estoy orando a Dios que lo haga cambiar de parecer _ dijo Rose con tono de tristeza _ la escuela no sería lo mismo si Michael no está, él es el motor de todo esto.

Una sensación de desazón se alojó dentro de Theresa.

_ Yo no creo que la Condesa Miranda se lo permita Rose _ Insistió Clarita.

_ La condesa y Michael son muy amigos _ dijo Rose mirando a Theresa _ El conde en un tiempo estaba muy celoso de él, pero ella luchó por su amistad y su esposo entendió y ahora se la llevan muy bien.

_ No sabía que Gabriel había estado celoso del Señor Asthon.

_ Cariño que esposo no estaría celoso teniendo a Michael cerca _Dijo Clarita riendo _Si yo tuviera unos años menos estuviera en la larga cola de enamoradas.

_ Y yo detrás de Clarita _ agregó Rose.

Todas rieron al unísono.

_ ¿Verdad que es muy guapo? _Le preguntó la Señora Madison a Theresa.

Guapo es una palabra diminuta, él era perfecto, recordó la forma que la había mirado
y supo que era una tonta.

_Realmente no me he fijado mucho en eso _ mintió, ella se había fijado y se había fijado muy bien.

Las dos mujeres se quedaron unos segundos observándola luego ella decidió cambiar de tema, se sentía vulnerable hablando de él.

_ ¿Conocen a una buena modista deseo hacerle unos arreglos al vestido que llevaré a la ópera?

_ Hay una excelente en el pueblo... mañana después del trabajo te llevaremos.

_ Si Rose es muy amiga de ella.

_ Perfecto _contestó Theresa.

Las mujeres siguieron conversando por un par de horas más, donde ella pudo conocer la vida de sus nuevas amigas; Clarita era una mujer de mediana edad, quedó viuda muy joven, por amor a su difunto esposo decidió no volverse a casar. Cuando Michael le ofreció trabajo en la escuela fue para ella el impulso que necesitaba para continuar su vida; mientras que Rose pertenecía a la alta sociedad era hija de un Lord, que quedó en la ruina y como no tenía dote no tuvo la oportunidad de casarse, así que no le quedó otro remedio que trabajar de institutriz. La señorita Madison encontró un empleo en la casa de un vizconde en Londres, pero una noche él intentó abusar de ella y si no es por uno de los criados que fue en su ayuda, ella hubiese quedado deshonrada. La mañana siguiente se fue de esa casa, días después consiguió ser la acompañante de una condesa, allí trabajó por muchos años, cuando la condesa murió, le tocó volver a comenzar de nuevo por eso fue a la agencia de empleos donde le indicaron que había un trabajo modesto en Sussex, a pesar de que la paga no era tan buena como en Londres no dudo ni un segundo en aceptarlo.

Después le tocó el turno a ella de contar su historia y por alguna razón se dispuso a ser sincera, quizás era porque necesitaba de alguna forma soltar esos demonios que tanto la atormentaba o tal vez porque sentía que en esas dos mujeres tenía una verdadera amistad.

Horror y comprensión fue lo que encontró en el rostro de ellas.

_ No sé quién es más despreciable, Theresa si tu padre o el Barón _ Dijo Clara con la voz débil.

_ Has tomado la mejor decisión de dejar a ese cruel hombre.

_ Así es Rose, nunca me he sentido más libre en toda mi vida y sobre todo tan feliz.

_ Eso es lo importante, ya verás que Dios y el tiempo sanaran todas tus heridas.

_ En este lugar ya siento que estoy en ese camino.

El administrador estaba de pie ante el escritorio de la biblioteca de Michael. Llevaba tres días en la mansión, durante ese tiempo no tuvo descanso, había tenido una serie de reuniones con arrendatarios, banqueros y abogados.

_ Su Excelencia es necesario que usted se haga cargo de sus propiedades _Dijo el administrador.

_ Eso es imposible, tengo asuntos pendientes que no puedo abandonar.

_ Señoría permítame que le recuerde que usted es el Séptimo Duque de Bedford y no puede eludir sus responsabilidades. _Dijo el hombre señalando una pila de papeles que estaban en el escritorio en espera de su firma ducal.

Michael se paró de la silla caminó alrededor de la habitación.

_ Usted se hará cargo de todo hasta que yo solucione mis otros asuntos pendientes.

_ Su Excelencia yo puedo hacerme cargo, pero debe usted comprender que hay cosas que solo un aristócrata debe hacer.

Michael miró al hombre con irritación.

_ Señor Keene si usted no desea el trabajo me lo dice inmediatamente para buscarle un sustituto.

_ Para mí es un honor trabajar con usted Señoría.

_ Entonces dedíquese a hacer su trabajo, que yo me encargaré de hacer el mío.

_ Como usted diga Su Gracia.

En ese momento entró Louisa a la Biblioteca.

_ Siento interrumpir Edward, pero es la hora del almuerzo.

_ No interrumpes nada, ya el Señor Keene y yo hemos terminado ¿no es así?

_ Si, por supuesto.

_ Señor Keene si lo desea puede almorzar con nosotros.

_ Será un placer milady.

En el almuerzo Michael no pudo concentrarse en la conversación que llevaba el administrador con su prima ya que su mente estaba es Sussex, bebió un sorbo de vino tinto. Apenas fue consciente del excelente sabor y cuerpo del vino en su lengua, sus pensamientos se concentraron en Theresa, no entendía esa necesidad imperiosa de verla, de saber que estaba bien, nunca antes una mujer lo había deslumbrado tanto.

_ ¿Primo, pero ¿cómo es posible que mañana volverás a irte? _ preguntó Louisa una vez que estuvieron solos.

_ Debo regresar.

_ ¿Pero para dónde vas?

_ No puedo decírtelo.

_ ¿Edward por qué tanto misterio? Todos estos años sin saber de ti, y ahora que has regresado, te vas nuevamente.

_ No será por mucho tiempo.

_ Llévame contigo no quiero quedarme sola en esta enorme casa, te prometo que no te molestaré.

_ Es imposible, no puedo llevarte.

_ ¿Cuándo volverás? _preguntó Louisa disgustada colocando los brazos alrededor de su pecho.

_ Estaré viniendo constantemente.

_ ¿Constantemente cada ocho años?

Michael se acercó y la tomó por los hombros

_ Te prometo que vendré cada vez que pueda, además mi deber así me lo exige.

_ Siento tanto incomodarte Edward, pero eres mi único pariente vivo, no quiero perderte a ti también.

_ Créeme que te entiendo, pero por ahora tiene que ser así, pero será por poco tiempo, además estoy seguro que debe haber un pretendiente que se quedará destruido si te vas.

_ No hay nadie _ Dijo Oliva disgustada.

_ ¿Ah entonces no te interesa el señor Keene? Es un alivio así podré despedirlo sin remordimientos.

_ No, por favor no lo hagas.

Michael soltó una carcajada.

_ Ves primita que tu lugar es aquí, cuando yo regrese definitivamente, arreglaremos ese asuntillo tuyo con el administrador_ dijo Michael divertido tocando la nariz de Louisa.

_ ¿No te opones a esa relación?

_ ¿Y por qué debería oponerme?

_ Porque no pertenece a la nobleza, solo depende de su trabajo... Pero yo lo quiero.

_ Sabes muy bien que la nobleza a mí me tiene sin cuidado.

_ Claro eso lo dices porque eres hombre y además un Duque.

_ Lo digo porque es la verdad y daré mi consentimiento para que puedas casarte con él.

_ Oh Edward, no sabes lo feliz que eso me hace _ Louisa cubrió a Michael con un caluroso abrazo. Tenía los ojos humedecidos por las lágrimas.


Era ya de noche cuando Michael llegó a Sussex.

_ Hola George _ Saludó Michael a su ayuda de Cámara cuando entró en la modesta casa donde se alojaba.

_ Mi Señor bienvenido, permítame ayudarlo con esta maleta.

Michael le entregó el equipaje.

_ Dame novedades... recuerdo que te di la orden de no despegarte de la Baronesa.

_ Eso es correcto mi Señor, pero Lady Theresa se encuentra ya en su casa, yo solo he venido a asearme para regresar a vigilarla.

_ ¿No ha ocurrido nada?

_ No, ha estado todo muy tranquilo, ella ha salido solo para la escuela, el día después que usted se marchó visitó a Clarita a su casa acompañada de la Señorita Madison, después de eso no ha habido otro detalle digno de mencionar.

_ Excelente.


Theresa se había levantado un poco más tarde de lo habitual, debido a que era sábado y no tenía que trabajar, esa mañana después de desayunar aprovechó para leer un rato, pues en toda la semana no había podido sumergirse en la lectura que era una de las cosas que más le apasionaba, se acomodó en el sofá que estaba cerca de la chimenea mientras que Jenny se sentó a su lado a tejer.

A pesar de sus esfuerzos Theresa no pudo concentrarse en el libro que tenía en sus manos, ya había pasado una semana que no sabía nada de él, erróneamente pensó que si no lo veía dejaría de pensar en Michael, pero nada más alejado de la realidad, pensaba en él más de lo que hubiera querido.

_ No puedo con esto _ se dijo enojada.

_ ¿Qué le sucede Milady?

_ No puedo concentrarme en la lectura... Jenny por favor léela tú en voz alta a lo mejor así puedo entender.

La chica la miró con ojos desorbitados, después se puso nerviosa.

_ No quiero Milady.

_ ¿Por qué? ¿No te gusta los libros de historia?

_ No lo sé.

_ ¿Cómo que no lo sabes?

_ Es que yo... _ Sus labios temblaron nerviosamente _es que yo no sé leer. _Logró decir al fin.

_ ¿Jenny por qué no me lo has dicho antes?

_ Me daba vergüenza ¿ahora que va pensar usted de mí?

_ No voy a pensar nada malo, no todos tienen las posibilidades de recibir educación, pero me gustaría que confiaras más en mí

_ Yo confío en usted Milady.

_ No es lo que parece... aunque ya no importa, lo que realmente importa es que tienes que aprender a leer.

_ No _ dijo la doncella negando con la cabeza _ ya yo estoy muy vieja para eso.

_ Vieja _ Theresa se sonrió _ Si tan solo tienes veintidós años.

_ Donde yo nací ya las mujeres de mi edad son unas ancianas _ dijo en tono jocoso.

_ Tonterías el lunes te vas a ir conmigo para la escuela, para que inicie tus clases de lectura.

_ ¡Milady que vergüenza! ¿se imagina?... todos mis compañeros serán niños

_ Estás muy equivocada hay personas de tu edad que están en tu misma condición y van a la escuela para aprender.

_ ¿Van personas de mi edad? _Preguntó con curiosidad.

_ Si y ya verás que te va a gustar... y en muy poco tiempo no solo aprenderás a leer sino muchas cosas más.

Sentada en el tocador de su dormitorio esa tarde, Theresa estaba completamente vestida para su salida de esa noche, solo le faltaba arreglar su cabello por eso dejó que Jenny, le sujetara el abundante cabello en un elegante recogido a la moda, dejando que algunas hebras cortas se rizaran en un favorecedor desorden en sus sienes y mejillas.

_ Se me hace tarde Jenny no quiero hacer esperar a mis amigas.

_ Milady no se preocupe, que todavía no es la hora.

_ ¿Estás segura que no deseas venir conmigo al teatro?

_ Estoy segura, prefiero quedarme _ contestó mientras le daba los últimos toques al peinado de Theresa _ Lista, quedó hermosa. _ Dijo la joven sonriendo.

_ Gracias Jenny, estoy tan emocionada.

_ Se le nota Milady.

Minutos después tocaron la puerta y ella abrió y se quedó sorprendida al ver quien era.

_ Buenas noches Lady Theresa.

_ ¿Señor Asthon? _ Ella se quedó mirándolo sin tapujos, sintiendo todo tipo de cosas al verlo después de tantos días.

_Veo que le sorprende verme aquí _Dijo él sonriendo, esa noche estaba particularmente cautivadora con su vestido de muselina azul que susurraba alrededor de sus generosas curvas. Que inmediatamente hizo volar su imaginación.

Ella desvió su mirada escrutadora.

_ No sabía que usted estaba en Sussex. _ Soltó con nerviosismo

_ Llegué anoche.

_ Que modales los míos _ se reprendió ella _ pase por favor.

_ No creo, se nos hace tarde.

_ ¿Se nos hace tarde?

_ He venido a buscarla para ir al teatro.

_ ¿Usted va a la ópera? _Preguntó con un tono turbado.

_ Si, _ respondió Michael mirándola de tal manera que las mariposas revolotearon por su estómago de Theresa _espero que no tenga usted inconveniente Clara y Rose me han invitado.

_ Oh... Por mí no hay inconveniente. _ mintió, claro que tenía inconveniente, porque ahora toda su atención estaría centrada solo en él, en ese momento no sabía si le gustaba o le disgustaba.


_ Perfecto entonces vamos _ él le ofreció su brazo, ella dudó por unos segundos, pero luego aceptó y colocó su mano enguantada. La rodeó la conciencia del calor de su cuerpo. El suave aroma de la colonia masculina despertó anhelos prohibidos.

Se montaron en el carruaje, Michael se sentó enfrente de ella.

Theresa pensó que era demasiado fácil caer en sus redes porque era un hombre absolutamente encantador.

Negar que se sentía atraída por él sería un absurdo, meditó mientras no podía dejar de mirarlo, su pulso era irregular, cada vez que estaba cerca de ella su respiración se volvía superficial como si no pudiera absorber suficiente aire. Estar confinada en un carruaje con él a menos de un metro de distancia era una verdadera tortura.

Alto, ancho y fuerte como un roble, sus hombros llenaban su abrigo color negro a la perfección, no tenía la necesidad de utilizar relleno como lo hacía su desagradable esposo para ocultar sus defectos. Todo en Michael era centímetros de deliciosos y fuertes brazos, sólido pecho, musculosas piernas revestidas de un par de pantalones que se ceñían a cada centímetro de sus extendidos muslos y que le calzaban como un perfecto guante.

Cerró los ojos para intentar calmar esos anhelos prohibidos que clamaban por salir, desvió su atención de él para centrarse en la carretera.

_ Por aquí era el camino a la casa de Clarita. _afirmó ella cuando observó por la ventanilla del vehículo.

_ Que mente la mía... Ellas no van a venir.

_ ¿Cómo que no van a venir?

_ Rose tiene una de sus jaquecas y Clara se ha quedado con ella.

_ Debemos regresar, no puedo yo ir a la ópera mientras Rose está enferma.

_ Tranquila, ellas están bien, me han pedido que la lleve al teatro, que jamás se perdonarían arruinarle la noche porque sabían de lo mucho que usted deseaba asistir a la ópera.

_ No es conveniente que salga sola con usted, puede dar pie a malas interpretaciones.

_ No estamos en Londres, recuerde que esto es Sussex y la gente de por aquí sabe que suelo venir con frecuencia acompañado de mis amistades... ¿O es que no desea ir conmigo?

Su voz, sedosa y ronca como un trago de ron caliente que la hizo dejar a un lado todos los remilgos.

_ Si lo deseo _ admitió en un murmullo.

Él le regaló una sonrisa con el hoyuelo dibujado en su mejilla.

Una ola de calor y fuerte anhelo embargó a Theresa.
Michael la condujo por el interior repleto del teatro, desde que habían llegado tuvieron que esperar en el carruaje pues la fila de coches era inmensa, subieron unas escaleras y entraron a un palco que él no le dio explicación alguna a quien pertenecía y ella tampoco le pareció pertinente preguntar.

_ ¿Está seguro que es aquí que están nuestros puestos?

_ Si este es el Palco.

Ello lo miró recelosa, porque era evidente que el palco donde se encontraban tan lujoso debía pertenecer a alguien de la nobleza y de alto rango pero no acotó nada más al respecto.

_ Le gusta_ preguntó señalando el bonito teatro.

_ Mucho... es muy bonito y amplió más de lo que me imaginé.

Asthon volvió a sonreír mientras la ayudaba a sentarse, él hizo lo propio a su lado.

_ Debo decirle que usted esta noche está absolutamente hermosa. _Dijo mirándola intensamente, en ese momento ella fue incapaz de romper el contacto visual, quedó atrapada en su enigmática mirada. Theresa tuvo que admitir que se sentía demasiado bien que él coqueteara con ella.

_ Gracias _Dijo escuetamente y acalorada, apartó sus ojos de la tentación llamada Michael.

Comenzó el primer acto acompañado de los tambores que sonaban al unísono con las trompetas, se unían los violines, y las voces eran cada vez más y más agudas. Ella se dedicó a memorizar cada detalle de aquel sitio que siempre había querido conocer.

Michael solo podía observar el rostro entusiasta de ella.

Theresa levantó los anteojos para mirar a los cantantes, con una sonrisa en sus labios.

_ ¿Michael? _susurró.

A él le gustaba como se oía su nombre en sus labios. Se inclinó hacia ella, el suave olor de agua de rosas flotó hacia sus sentidos, desde sus hombros desnudos y cremosos.

_ ¿Sí?

_ ¿Qué están cantando, realmente? Solo logro entender algunas palabras sueltas. Mi italiano no es muy bueno.

Michael escuchó un rato la voz de la mujer, captando todas las palabras.

_ Extraña a su hermana _ él incapaz de contenerse, se inclinó acercándose mucho más, y agregó _ la única vez que fue feliz fue cuando eran niña y ella estaba a su lado.

Theresa inclinó la cabeza hacia él y levantó una ceja.

_ Creí que hablaba de su esposo y que estaba muerto.

_ Realmente tu italiano está más distorsionado de lo que admites _ Dijo él en tono divertido.

Los dos se rieron.

A medida que la ópera se iba desarrollando, lo mismo iba pasando con la fascinación de él hacia Theresa.

Bajó la barbilla, todavía mirándola. Sus ojos no se habían despegado del escenario. Contenía la respiración cada vez que las voces poderosas rompían el aire. Y por supuesto, cada vez que no respiraba, la vista se le iba, atraído por esos hermosos pechos, perfectos, redondos.

La mano de ella tocó la de él en un gesto de emoción por lo que venía. fue un gesto inconsciente de parte de ella, y él sintió que algo desconcertante, ella lo afectaba profundamente. Era algo extraño, pero a la vez delicioso y avasallante. Se dio cuenta entonces de que la deseaba y eso le sorprendió porque era la mujer menos indicada en la cual debería fijarse, pero le gustaba y mucho, y ese deseó se abrió paso en él.


Lo más sensato era apartarse de ella y lo más prudente era no inmiscuirse en una relación peligrosa como esa, pero sabía que iba no se resistiría a sus encantos. Su ser ardía tan solo pensar en tenerla en sus brazos y tuvo la certeza que esa noche cedería a la tentación...



Hola mis bellas lectoras les mando un besote... espero sus comentarios 

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