Capítulo IX
Todo el mundo tiene secretos. La única cuestión es encontrar donde están.
Stieg Larsson
Cuando Theresa bajó a la fiesta se encontró con el salón de baile repleto de personas, se abrió paso a través de la muchedumbre y entró al enorme salón de baile. Estaba brillantemente iluminado por altos cirios de cera y el centelleo de las urnas de plata repletas de rosas de alabastro, cuyo suave aroma se mezclaba con el denso perfume usado por las damas. Aquél baile era una de las grandes celebraciones de la temporada social en Sussex. La condesa de Headfort había invitado a toda la crema y nata de la aristocracia inglesa que residía en aquel lugar.
No transcurrió mucho tiempo antes de verse rodeada de algunos caballeros que conocía como a otros que no. Ser el centro de atención de esos hombres la hizo sentirse incomoda, aunque trató de disfrutar un poco de tales atenciones mientras les sonreía con gracia y trataba de disfrutar de su compañía.
En lo que iba de noche, su hermano y su cuñada no habían aparecido en la fiesta al parecer el avanzado embarazo de Danielle estaba siendo mella en ella y estaba agotada y lo más seguro era que Andrew estuviera haciéndole compañía, Miranda estaba muy atareada con sus invitados fue muy poco lo que pudieron hablar y Jenny estaba en la pista bailando muy animadamente realmente se veía que estaba divirtiendo. No le quedó otro remedio que disfrutar de aquella velada sola.
Tomó mucho ponche para sofocar el calor, pero fue en vano decidió salir a la terraza para tomar un poco de aire.
Se mezcló con el gentío y se abrió paso hacia el final del salón de baile. La única manera de poder llegar a una de las terrazas era subir por la escalera principal que estaba junto a la puerta del salón, ya casi la había divisado cuando, de repente, una figura masculina surgió ante ella, y Theresa chocó con él, estaba tan concentrada en escabullirse del atestado salón como para detenerse a tiempo.
Unas manos fuertes la agarraron de los brazos para sujetarla, y ella se encontró con el hombre que perturbaba sus sueños. Ella inclinó la cabeza hacia atrás, y se sobresaltó al verlo sus miradas se cruzaron, y la respiración y el corazón de Theresa de detuvieron.
Él la soltó y murmuró una disculpa con expresión cortes, no la había reconocido, estaba a punto de continuar su camino, pero luego fijó sus hermosos ojos en ella.
Michael parpadeó. Y entonces, una sonrisa lenta se dibujó en su boca, que era sin duda la boca más escandalosa, deliciosa y atractiva del mundo. Él estiró el brazo y la agarró por el codo con la mano, fue el más ligero de los roces, muy en los límites del decoro, pero su contacto era de fuego.
Él se acercó más y deslizó un dedo por su nuca y le susurró con voz ronca:
_ Esta noche estás absolutamente hermosa.
Theresa se estremeció su sola voz le inundó el cuerpo de deseo con una conciencia electrizante.
_ Michael... _ fue lo único capaz de decir.
La magia del momento quedó opacada cuando una voz femenina le inundó los sentidos.
_ Aquí estás amor mío _ dijo Samantha.
Él frunció el ceño y miró a la mujer.
_ Hola soy Samantha, pero llámame Sam _ se presentó al ver que ninguno de los dos hablaba.
_ Mi nombre es Theresa. _ Contestó ella en tono seco.
_ ¿Theresa?... ¿eres la misma que trabaja en la escuela?
_ La misma.
_ He escuchado mucho hablar de ti... Me encanta ese disfraz y no es por nada te queda espectacular... Me hubiese encantado disfrazarme también, pero llegué hace unos pocos días y ese pilluelo no me dijo nada de la fiesta hasta hoy... Hombres. _ Samantha le acarició la mejilla a Michael.
Theresa los miró y les dio una sonrisa forzada mientras trataba de controlarse, le molestaba oír con que camaradería Sam le hablaba a él. Intentó convencerse de que no se trataba de celos.
_ Si me disculpan debo retirarme, necesito tomar un poco de aire fresco estoy un poco acalorada y ustedes deben estar ansiosos de disfrutar la noche.
El sarcasmo no le pasó inadvertido a Michael que levantó una ceja y la miró ceñudo.
_ Querida me encantó conocerte.
Theresa quería gritarle que para ella no era ningún gusto conocerla, pero era una mujer educada y debía contestar como se debía en estos casos.
_ Para mí también fue muy agradable. _ Sin mirarlo a él se fue y subió las escaleras rumbo a la terraza.
_ Estás muy callado... son ideas mías o creo que mi presencia interrumpió algo.
_ No interrumpiste nada.
_ No se te olvide que te conozco querido... Y si mi intuición femenina no me falla creo que la baronesa te interesa ¿No es cierto?
_ Eso no es algo que no pienso decirte pequeña metiche.
_ No se te olvide que soy tu prometida _ dijo Sam riéndose.
_ Una prometida falsa.
_ Pero prometida al fin.
_ Es hora de ponerse a trabajar encanto, mi vida privada no es tema de conversación en estos momentos. _ dijo él en tono irritado.
Michael tuvo que recordarse que el único propósito esa noche en esa fiesta era cumplir la misión asignada y conseguir el cómplice de Lexinton, sus sentidos estuvieran al máximo esa noche, cosa que se le dificultó desde el mimo instante que se había cruzado en su camino esa deslumbrante mujer que perturbaba cada día su vida, esa noche Theresa iba disfrazada en la encarnación del pecado. La voz de Samantha lo sacó de sus cavilaciones.
_ ¿Comenzamos cariño?
_ Si es hora de separarnos.
_ Yo me voy a ir para la sala de juego de los caballeros a representar mi papel de damisela en apuros a ver consigo.
_ Perfecto.
Theresa caminó hasta el final del pasillo y salió a un saloncito con salida a la terraza. Contempló los maravillosos jardines que poseía la impresionante mansión y la calma volvía lentamente a ella.
Se dijo una y mil veces que le daba igual, que le traía sin cuidado lo que Michael hiciera con su vida. Él era libre y podía hacer lo que le diera la gana, y no estaba dispuesta a sentir celos; aun así, el desasosiego que sentía al imaginárselo con otra mujer en indescriptible.
Se obligó a dejar de pensar en eso, y se dispuso a disfrutar lo que quedaba de la fiesta.
Samantha se escabulló a la sala de juego donde los hombres más importantes de la noche se encontraban allí reunidos. Algunos estaban de pie o sentados muy cerca unos de otros, permanecían claramente separados. Solo unos pocos hablaban en voz baja entre sí. La mayoría estudiaba encubiertamente a sus compañeros o miraba fijamente algún punto del salón con expresión meditabunda y calculadora.
<< ¿Cuáles de aquellos hombres trabajará para el gobierno de España? ¿Cuál será el cómplice del Barón? ¿Cuál de estos ingleses atendían a sus propios asuntos, sin importarle que estaban atentando contra la seguridad de su propio país? >> Se preguntaba la joven mientras observaba cada movimiento. Sintió que alguien se le colocaba a su lado por un momento se asustó, pero luego reconoció al intruso.
_ Me has asustado.
_ ¿Perdiendo condiciones?
_ Sabes que eso es imposible, sino que tú eres bien habilidoso.
_ ¿Qué has encontrado?
_ Nada, todos están muy tranquilos.
_ Sí, todo está demasiado calmado para mi gusto.
_ ¿Crees que saben que andamos detrás de sus pasos?
_ Es posible.
_ No quiero que se nos compliquen las cosas.
_ Sam, si hacemos lo que sabemos hacer nada se complicará.
_ Bueno tú eres el que está al mando así que yo confió en ti.
_ Vamos a relajarnos un poco y dejar que nuestro hombre se equivoque y ahí tú y yo lo estaremos esperando.
Theresa volvió al salón y en ese momento comenzaba una animada danza folclórica, y ella empezó a mover el pie bajo la falda sin darse cuenta. Un caballero se le acercó era un hombre corpulento que se apareció de imprevisto y estaba disfrazado de pirata.
_ ¿Hermosa Cleopatra me permite bailar con usted?
_ Oh no, yo no bailo. _Dijo Theresa firmemente.
Ella estaba a punto de volverse a negar rotundamente cuando el hombre volvió a insistir pero en ese momento su mirada se desvió hacia un extremo de salón y vio a Michael que salía de la sala de juego sonriéndole a la dama que estaba a su lado, que no era otra que Samantha. No podía pasar toda la noche pendiente de lo que, hacia ese par, por lo que fijó su mirada en el hombre que estaba enfrente de ella la miraba expectante.
_ Bailaré.
Lo siguió hasta el pabellón de baile. La música era una de sus melodías favoritas, se introdujeron en el grupo de baile. Por un momento se quedó helada, mientras los demás bailarines hacían los movimientos adecuados a su alrededor.
La música se apoderó de ella. Comenzó a mover un pie, y después el otro, y de repente empezó a moverse con el cuerpo lleno de gozo, siguiendo a la perfección los pasos del baile.
Cuando terminó aquella pieza estaba decidida a marcharse, pero el siguiente era una danza más lenta, majestuosa, y no pudo resistirse a girar alrededor del corpulento caballero que resultó ser un buen bailarín y ella le daba gracias al cielo pues no había dado ni un solo paso equivocado. Después, la música se animó, y ella comenzó a bailar más deprisa, riéndose de alegría.
Le faltaba el aliento, pero se echó a reír con ganas cuando terminó el baile. Su compañero de baile se retiró de puro cansancio, luego un joven caballero fue el siguiente en invitarla a bailar, el chico rebosaba de vitalidad debería tener alrededor de unos veinte años, este la agarró con entusiasmo, y Theresa volvió a bailar con un aplomo asombroso. Nunca antes en su vida había reído y disfrutado tanto, y sentía el cuerpo fuerte, glorioso, mientras giraba al son de aquella música maravillosa.
Por el rabillo del ojo pudo ver a su doncella Jenny que estaba disfrazada de gitana bailando con un caballero que conocía muy bien y no era otro que Lord Cockburn, su amor de juventud; por la expresión de la chica ella también la estaba pasando muy bien esa noche, ellos pocos minutos después, se unieron a otro grupo de danza y Theresa miró como las parejas comenzaban a moverse y cambiaban de parejas. Y entonces llegó otro movimiento, y ella tomó la mano de su nueva pareja y giró a su alrededor sin darse cuenta de quién era, hasta que volvió a él y la envolvió en sus brazos, cuando alzó la mirada se dio cuenta que estaba frente a Michael, lo tenía tan cerca, que podía sentir el calor de su cuerpo y oler su colonia y el jabón del afeitado. La tenía sujeta por la mano y por la cintura, y era lo más parecido a dejar que la abrazara en público... se puso roja como un tomate, y luchó por disimular lo que sentía. No podía imaginarse que ninguna mujer se resistiera a aquel cuerpo largo, elegante, a aquellas manos maravillosas, a su mirada hipnótica y a su boca sensual. Ella se armó de valor para resistir la peligrosa tentación de derretirse entre sus brazos y tomó la decisión de aprovechar la oportunidad de preguntarle algo tenía varios días atormentándola.
_ ¿Por qué haces esto? _ Quería que su voz saliera normal, pero sin quererlo su tono era de reclamo, no quería estar molesta, pero lo estaba, porque en cierto modo él le había ocultado que estaba comprometido.
Michael la miró en silencio por unos segundos.
_ ¿A qué te refieres? _ Preguntó él en tono suave.
_ Sabes muy bien a lo que refiero... ¿Por qué me buscas si estás comprometido?
_ Es difícil de explicar.
Ella frunció el ceño.
_ Eres un cínico. _ Intentó separarse y terminar el baile, pero Michael no se lo permitió. Con total naturalidad, él la pegó más a su cuerpo, mientras continuaban girando y no aflojó su agarre. De repente, ella fue consciente aún más de sus cuerpos, del sutil roce de sus caderas, de su muslo separando los de ella mientras giraban.
Alzó la mirada y se encontró con la de él.
_ Theresa mi vida es complicada.
Ella resopló y lo fulminó con la mirada cuando lo vio que una sonrisa comenzaba a formarse en sus labios.
_ ¿De qué te ríes?
_ Lo preciosa que te ves, cuando estás enojada.
_ Yo no estoy enojada. Y estás desviando el tema para no contestar mi pregunta.
_ Muchas veces nada es lo que parece. _ contestó al fin.
_ No entiendo... ¿Qué tratas de decirme?
_ Tenemos que hablar, pero no aquí, en otra oportunidad te lo explicaré.
La necesidad de conocer todo sobre él la llenó de curiosidad e inquietud.
_ Michael, no quiero hablar en otra oportunidad... Quiero que sea ahora mismo.
_ ¿Estás segura?
_ Si lo estoy. _Ella lo miró a los ojos y luego escrutó su expresión.
_ Entonces sígueme _ le susurró al oído, su voz aterciopelada hizo que se estremeciera.
Caminaron al amparo de la oscuridad solo un rayo de luna guiaba su camino, el aire cálido y estaba impregnado de la fragancia de jazmín que florece durante la noche, los sonidos de los compases casi imperceptibles de la orquesta llegaban con la brisa.
Se detuvieron cuando estuvieron suficientemente alejados de la mansión y de los invitados.
Estaban un enfrente del otro, ella preguntó sin rodeos:
_ ¿Qué es eso que tienes que explicarme?
El acortó la poca distancia que había entre ellos y le acarició una mejilla con un dedo.
Ella tuvo la sensación de que la piel le ardía ante su contacto. Sin saber cómo, resistió el poderoso impulso de permitir que le acunara la mejilla en el hueco de la mano, intensificando la caricia. Se sintió simultáneamente mortificada y fascinada por su propia reacción ante él. Estaba sintiendo ya de nuevo como crecía su excitación en su interior, apretándose como el nudo de una soga.
_ Entre Samantha y yo solo hay una amistad, pero antes los demás debemos fingir que estamos prometidos.
Michael sabía que estaba cometiendo un error al revelar información confidencial, pero no podía permitir que Theresa pensara que él se había burlado de ella. Esa mujer le importaba demasiado.
_ ¿Por qué deben fingir? _Preguntó ella con incredulidad.
_ Eso es algo que por ahora no puedo decirte, solo te pido que confíes en mí.
_ Eso que me dices no tiene ni pies ni cabeza.
_ Lo sé, pero debes creerme cuando te digo, que entre Sam y yo no hay absolutamente nada, ella es como una hermana para mí.
Ella guardó silencio por unos momentos, sopesando lo que él le decía y aunque pareciera descabellado ella supo que él estaba siendo honesto.
_ ¿Por qué estás envuelto en tanto misterio?
_ Se que es una locura lo que te pido, pero confía en mí, jamás te haría daño, y si hubiera alguien en mi vida, no estuviera aquí contigo.
_ No sé por qué, pero te creo.
Él sonrió y ella supo que estaba perdida.
Iba a decir algo, pero él apoyó un dedo es sus labios. _ Te deseo Theresa... Te deseo con locura _ murmuro mientras que sus dedos cruzaron su mandíbula como un susurro y se deslizaron por su cabello y le cubrieron su cuello y atrajo su boca hacia la de él. El contacto fue explosivo.
Sus grandes manos se cerraron alrededor de su cintura atrayéndola aún más, Michael necesitaba sentirla contra su cuerpo tanto como pudiera. Su necesidad por ella era acuciante, ella incitaba todos sus sentidos.
El beso fue sorprendentemente seductor y pausado. La exploró, saboreó, atormentándola con delicados asaltos a sus sentidos. Besó su labio superior, las comisuras de su boca y finalmente atrapó el labio inferior entre los suyos y lo succionó con dulzura. El placer era profundo y abrumador. La voz interior de Theresa le gritaba que eso no era correcto, que ella era una dama respetable y casada con un desgraciado, pero casada al fin y no debería estar de libertina con aquel hermoso seductor, pero está vez ella se negó a escuchar la voz de su conciencia.
Michael continuó con la lenta y fascinante exploración de su boca y finalmente se abrió paso entre sus labios, momento en el que el beso se tornó más urgente y profundo. Besó su boca sin tregua. Había dicho que la deseaba y ella podía sentirlo en ese momento, sentía su deseo como si se tratara de algo tangible. Ella se irguió y arqueó contra él, devolviéndole aquellos besos con una pasión. Respondió a las enérgicas ofensivas de su lengua con avidez e impaciencia.
Sus labios y sus manos lo recorrieron con el mismo descaro y afán posesivo con que la recorría él; le acarició los hombros, introdujo las manos bajo su chaqueta y después siguió descendiendo hacia sus nalgas, que empujó hacia ella para frotarse contra su endurecida erección.
Ardía de deseos por él.
Michael cortó el beso y pegó su frente a la de ella.
_ Quiero hacerte el amor _susurró él con urgencia.
Theresa sintió que el corazón le daba un vuelco mientras contemplaba su rostro, tan vital y excitado.
La besó nuevamente con vehemencia que la dejó aturdida.
_ Theresa no te niegues a esto que sentimos.
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