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     Una de las cosas que más recomiendan los terapeutas para terminar una relación, es que se haga en un lugar público, ya que de esa manera quien termina se sentirá más seguro, en caso de que su pareja tienda a la violencia o a hacer algún drama. Y es funcional, en la mayoría de los casos.

     Para Park JiMin, justamente está siendo funcional esa técnica, la cual no recibió de ningún terapeuta, pero por intuición y cuidados propios, decidió invitar a HyunSoo al café al aire libre el día sábado, en medio de una gran plaza comercial que suele abarrotarse de gente los fines de semana.

—No puedes hacerme esto, Park —HyunSoo lo mira como si quisiera matarlo o golpearlo.

—Es mi decisión final —titubea, guarda sus manos debajo de la mesa y trata de distraerse con el barullo que los rodea, pues hay muchas personas, una que otra los mira con curiosidad y con justa razón.

     JiMin está casi temblando, con los ojos rojos por el naciente llanto, y el hombre del otro lado de la mesa lo sigue observando con cara de asesino.

—Podemos arreglarlo, siempre lo arreglamos, no seas idiota que bien sabes que nuestro amor es más fuerte —insiste él, pero rechina los dientes al hablar, clara señal de que no quiere arreglarse por las buenas, sino con gritos y manipulaciones, como siempre solía hacerlo. Pero no puede porque está rodeado de gente.

     Personas como él, que aparentan la perfección y viven de sus manipulaciones, no pueden soportar ser mal vistas en público. Esa es su debilidad, y JiMin se está aprovechando de ella para librarse de él.

     Además... ¿Amor? ¿Cuál amor? ¿Cómo se atreve a hablarle de amor, después de todo lo que ha destrozado a JiMin en estos años? Ese sentimiento dejó de existir entre ellos desde el primer insulto propinado al hermoso y frágil ser que es JiMin.

—Esta vez es diferente —lo mira a los ojos, decidido—. Nos hacemos demasiado daño, HyunSoo, ya no puedo más. Sabes tan bien como yo que esto no tiene futuro. Ya no hay amor, acéptalo.

—De mi parte sí lo hay —miente, miente tan bien como siempre—. JiMin... hablamos muchas veces sobre mudarnos juntos, íbamos a vivir en la casa que me dejó mi madre. ¿Qué pasó con eso? —él intenta suavizarse, pero JiMin no cederá esta vez.

—Esas fueron solo fantasías para ocultar lo mal que estamos. Se terminó, HyunSoo, por favor vete y no me intentes manipular con mensajes como las otras veces. Tampoco llames porque no te contestaré. Ahora vete.

—Te amo, JiMin. ¿Tú ya no me amas? —utiliza su carta más confiable, pero no es efectiva.

     JiMin lo mira con más escepticismo del usual, se ríe de él en su cara disimuladamente, pensando en lo ridículo que se ve jurándole un amor que claramente no le tiene, porque HyunSoo es un manipulador patológico.

—Yo ya no —quizá miente, pero lo odia más de lo que lo ama, está seguro de eso—. Vete, no quiero saber más de ti.

     Eso es un golpe muy duro para HyunSoo, pero en su ego, no en su corazón, pues el hecho de sentirse gobernante de la vida de JiMin siempre era un gozo para él, y notar que ya no lo controla más a su antojo, le duele.

     Intenta con la técnica del llanto repentino, pero no funciona. Es como si JiMin estuviera protegido por un escudo invisible anti-manipulaciones. Por más que ruega, el otro se mantiene inmóvil, diciendo siempre que no.

     Finalmente, HyunSoo se fastidia y se levanta estrepitosamente de la mesa, llamando la atención de unos cuantos.

—Quiero que te quede algo muy claro, Park —le señala con el dedo, hablando entre dientes—. No vas a librarte de mí tan fácilmente, volveré a ti cuando menos te des cuenta, te lo juro, incluso si muero, incluso si me voy del país, te seguiré y te torturaré por haberme dejado. Lo vas a lamentar.

     Con un enorme autocontrol, se sale de su lugar y acomoda la silla de vuelta cerca de la mesa. JiMin ni siquiera le mira cuando se larga, tan solo se queda fijo en su plato de papas fritas, jugueteando con ellas. Cuando al fin mira a su alrededor y no lo ve cerca, empieza a llorar de felicidad y a la vez destensando su cuerpo por la horrible presión que pasó.

     Vaya que fue valiente. Soportó a ese imbécil por más de tres años, siempre creyendo que estaba enamorado de él, cuando la realidad era otra. El hombre siempre lo manipuló para hacerle creer que no valía nada, que era feo, gordo, infantil, bruto, inculto con gustos simples y demasiado afortunado por haberse encontrado con un "genio" como HyunSoo.

     Fue duro darse cuenta, con el tiempo la gente que lo rodeaba empezó a hacerle notar las señales de que algo andaba mal, pero no hizo caso hasta que se dio cuenta de lo solo que estaba, HyunSoo lo aisló del mundo, al grado de obligarlo a necesitar toda la aprobación de él para ser feliz.

Incluso el sexo al final ya ni siquiera era bueno, JiMin no lograba tener orgasmos, pero al otro imbécil solo le importaba el propio y el resto son dolorosas historias de abusos a su cuerpo, solo para complacer al otro.

     Por primera vez, JiMin siente la libertad rozarle la nariz a través de la suave brisa del otoño, al salir del centro comercial es lo que le recibe, al igual que un cielo parcialmente nublado, pero luminoso. A pesar de que sus mejillas están rojas e hinchadas por el llanto, él sonríe.

     Se ha librado al fin del monstruo... por ahora.

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