6. Un día a la vez


     Poner los pies en la tierra fría y cruel es abrumador, pero no puede negar que su realidad está en ruinas todavía, la bola demoledora fue liberada el día que decidió dejarlo ir, a sabiendas de que su vida cambiaría para siempre. Todos saben que un corazón roto siempre es ciego, nunca sabe lo que pasará en el futuro, no ve más allá de su sufrimiento actual y por eso a veces es tan difícil levantarse, con las rodillas raspadas, la tierra pinchando las manos, mientras que en la cabeza abundan las dudas, inseguridad y culpas.

     Duro es el nuevo comienzo, pero llorar le hace bien, se desahoga por un largo momento, abrazando uno de los cojines de su sofá. Luego de un rato, logra responderse esa pregunta con una simple respuesta: vivir un día a la vez.

     Se levanta del sofá, con sus huesos crujiendo un poco por la inactividad de los últimos días. Se estira y libera su cuerpo de la tensión y la pereza, aunque sus ojos pesen y su cabeza se sienta revuelta, va hacia el refrigerador por un poco de agua fría para aclarar su garganta. Despejarse de la secuela del llanto se le complica, pues su cabeza duele, pero nada que una pastilla y un poco de respiración no puedan lidiar.

     Entonces, SeokJin llega a su hogar, lleva cajas de comida rápida y solo una botella de soju, pues es muy temprano para beberse más de dos, pero siempre es buen momento para acompañar la comida con un vasito. Así, JiMin ve la paz restaurarse solo por ese día. Gracias a la comida y la compañía es que puede ponerse de pie entre las ruinas y sentir que sobrevivió, como si lo más difícil ya hubiera pasado. Se siente tan débil y tan fuerte a la vez, como una flor creciendo a medio campo de batalla, o al menos así es como SeokJin se lo hace ver mientras conversan, ríen y se permiten vivir ese momento.

     Por supuesto que SeokJin nota que lloró, idiota no es, pero decide dejar de hostigarlo con ese rollo exhaustivo de expresar y compartir sus emociones, necesita dejarlo que las viva también en privado, pues las personas necesitan su espacio a solas para lidiar con los demonios de su cabeza, para todo hay tiempo, para todo hay espacio. Eso es lo que convierte a SeokJin en el amigo que JiMin realmente necesita.

     Así, el pensamiento de vivir un día a la vez se instala en su cabeza para poder lidiar con su nueva vida. Bien le dijo su madre que no puede resolver todos sus problemas a la vez, que será lento el recuperarse de tanta destrucción, pero con buenos amigos y autocuidado, siente que podrá ir escalando hasta alcanzar algo de estabilidad.

     El siguiente día es difícil de recibir, pues ahora está solo en su departamento, no hay un SeokJin que le dé los buenos días, ni un mensaje en su teléfono, como solía ser con HyunSoo cada mañana. Hay silencio total, tanto que lo abruma, no puede soportarlo, así que decide poner música a un nivel considerable. Le permite a los ritmos llenarle el cuerpo de felicidad, logra sonreír, bailar y cantar mientras se da una ducha caliente. Se siente renovado y fresco, incluso su apariencia ante el espejo es más radiante que nunca, los demás tienen razón, su cabello rubio le hace ver muy diferente, más vivo que cuando lo usaba negro.

     Decide ponerse su ropa favorita, pantalones negros y sus botas preferidas, a pesar de que no es una vestimenta muy formal para un profesor, nada le impide ir así, hoy solo quiere sentirse bien, a pesar de lo sucedido el día anterior con su ataque de pánico.

     Tras quedar lindo de pies a cabeza, se prepara un desayuno abundante, suficiente café para terminar de despertar. Así, la faceta del Profesor Park sale a relucir en cuanto sale de su departamento, imponente y radiante, pero a penas da dos pasos, siente que la energía que logró recuperar, es absorbida por el miedo que le provoca el exterior. Los pasos confiados se convierten en titubeos, su espalda recta se joroba a penas baja las escaleras y su sonrisa de abultados labios se convierte en una línea tensa, se los muerde por dentro como acto ansioso y mira para todos lados. Hoy no están ni HyeJin ni HoSeok en la caseta, solo está esa señora que nunca le ha caído bien y que muy a penas saluda, por lo que no puede sentirse bien recibido al salir de la seguridad de su edificio.

     Es complicado caminar hasta la parada de su transporte, pero lo logra, el pánico no logra vencerlo porque aún lleva en su cabeza el ritmo de la música matutina, su apariencia aún le da un poco de seguridad. Así, con el poco combustible que logró recuperar de su agradable mañana, es que la esencia del Profesor Park se conserva y una vez que entra a la escuela, un escudo protector lo empodera e invisibiliza del tormentoso afuera, del miedo al monstruo que, siente, se esconde silencioso entre los edificios, esperando el momento perfecto para atacar.

     Así, un día le transcurre al siguiente, con miedo, dudas, irracionalidades, amigos que lo acompañan, miradas temerosas hacia el exterior, la duda de un nuevo vecino misterioso que no ha visto aparecer para nada, es como un fantasma para él, pero lo ignora, pues es más importante mantenerse viviendo un día a la vez, a pesar de las pesadillas, de los recuerdos dolorosos que se cuelan como sombras en sus momentos más luminosos. Pareciera que todo está en relativa paz, solo está tratando de vivir su recuperación. Las capas de maquillaje se pintan y despintan en su rostro, sus raíces negras crecen y las retoca, sus mejillas se van tornando ligeramente más rellenitas, su horno prepara las más perfectas exquisiteces para regalar a sus amigos y a uno que otro alumno. La renta de su departamento se paga, sus botas desgastadas son reemplazadas por otras, hasta que así, el invierno se vuelve más crudo y sus miedos, el pánico y la paranoia, cada vez menos presentes.

     Vivir un día a la vez ha sido funcional, porque suprime todo lo que puede aquel futuro incierto, aquel miedo de que él aparezca, ya ni siquiera menciona su nombre, no hay necesidad pues, aunque su cara de loco posesivo aún está en su mente y en sus noches malas, se queda ahí, como un mal sueño, un pasado oscuro del que nadie quiere saber más. El peso sobre sus hombros se aligera cuando el primer mes de libertad se cumple, es entonces que por fin puede atreverse a ir a ese centro comercial donde todo terminó, rondar en las tiendas con la seguridad de que nada le pasará, de que nadie lo seguirá.

     Se siente glorioso respirar con libertad, sonreír con ese mismo derecho y sentarse en donde se le dé la gana a tomar un café, sin estar jugueteando con su gas pimienta dentro de su bolsillo, sin planear cómo huir o desfundar su navaja para defenderse si algo sucediera. El temblor que le precedía a salir y disfrutar casi se ha esfumado, su sonrisa ya no se borra tan fácil.

     Luego de un día de ocio a solas en el centro comercial, regresa a su departamento, siendo recibido por una cálida HyeJin que está pasándole la batuta a HoSeok para que tome su turno. Ambos lo abrazan y cuidan como siempre, se ponen al día en cinco minutos y se despiden, dándose la espalda con la seguridad de que volverán a verse. Así se siente el mundo últimamente: extrañamente seguro y silencioso. Bien se sabe que no hay que confiarse de los océanos calmados, pues en cualquier momento puede regresar la tempestad y atestar el barco contra las rocas más salvajes y afiladas de la costa.

     Así como siente seguridad, también siente que esta pende de un hilo. Si bien, no lo comunica, es algo que pasa cada vez que regresa a casa y el día se termina. Esa monotonía se siente agradable, a pesar de ser la fachada de ese miedo que intenta reprimir y que a veces se escapa, como el vapor de una olla a presión.

     Sin embargo, hoy la monotonía se ha roto, pues al fin el dichoso vecino ha aparecido. Está ahí, frente a la puerta de JiMin, tocando la puerta con nerviosismo. Cuando ve su rostro, este le parece muy familiar y de pronto siente ganas de socializar, como impulsado por un carisma especial que lo caracteriza, pero que estuvo dormido durante su relación con el innombrable ex novio.

—¡Hey! Tú debes ser mi vecino —el chico hace una venia bastante exagerada y su sonrisa de rosadas encías y pequeños ojos le recibe.

—Eh, sí, soy Park JiMin. Tú debes ser el tan nombrado vecino nuevo del que HyeJin me habló.

—Más o menos nuevo, llegué hace un mes, pero soy un poquito ermitaño —él se sonroja un poco al confesarse, luego aclara: —Bueno, soy demasiado ermitaño, ansiedad social, la verdad, pero hoy lo hablé con mi terapeuta y me mandó a conocer a al menos dos vecinos.

—Entonces supongo que yo saqué el boleto ganador —bromea, algo saturado por la rapidez de su discurso y la transparencia de este. Se notan los nervios y puede notar en él un jugueteo nervioso donde frota las yemas de sus dedos, pero por alguna razón, el chico le inspira confianza.

—Lo siento, es que... —suspira con una risita nerviosa, se talla la cara y empieza de nuevo—. Bueno, otra vez, haz de cuenta que nunca te dije lo anterior.

—Ya, entendido.

—Mi nombre es Min YoonGi, soy de Daegu pero me mudé aquí por trabajo, es un gusto conocerte y te he traído esta caja de pasteles de arroz y algo de soju para que me aceptes como tu nuevo vecino.

—Qué maravilla, te pareces a mis estudiantes cuando les hago exámenes orales y me lo dicen todo memorizado de un papel.

—Ay no, ¿así soné? Lo siento, perdón, es que...

—Hey, tranquilo —se da cuenta de que quizá ha sido muy sarcástico y hasta molesto, en su afán por tratar de caerle bien—. Perdóname tú, estaba bromeando, yo tampoco soy bueno socializando. ¿Quieres pasar? Y luego puedes seguir contándome sobre tu mudanza.

—¿De verdad? Ehm, bueno, nunca había llegado tan lejos, el otro vecino solo me recibió los obsequios y me dijo que no pusiera música alta o me cortaría las bolas.

—¿El tipo del trece?

—Sí.

—Es un idiota amargado, anda, pasa ya porque me estoy congelando y no tengo intenciones de morir así —con gracia, abre la puerta de su departamento y le da la bienvenida—. Te prestaría esas pantuflas, pero son las que usa mi amigo Jin cuando me visita, no le gusta que nadie más las use. Espera aquí, te traeré otras.

—Claro, gracias.

     La cortesía tan tranquila, de pronto llena a JiMin de mucha paz y curiosidad. Hay algo en el rostro de ese tal vecino que le sigue pareciendo familiar, pero no logra captar qué es. Aún así, confiado, le lleva otras pantuflas y YoonGi se las coloca con torpeza, lo cual le parece sumamente lindo a JiMin. Al ver a ese extraño en su casa, se pregunta de dónde demonios surgió de nuevo su carisma y su facilidad para socializar, pero la duda queda en el aire cuando el otro habla.

—Tu cara me parece familiar, vecino, siento que te he visto en algún lado.

—Creí que el loco era yo, gracias por decirlo primero —suspira aliviado, camina hacia la barra de su cocina y el invitado lo sigue.

—O tal vez los dos lo estamos —ríe, se sienta con confianza en el taburete mientras JiMin saca los vasitos y otra botella de soju de su refrigerador.

—Pero ya, en serio. ¿De dónde te conozco? Esto es como un deja vú...

—¡En el autobús! —exclama de pronto YoonGi, como si hubiera descubierto el secreto más grande de la humanidad.

—Oh por... no puede ser... ¡Lo siento, lo siento, de verdad lo siento! —JiMin se quiere desvanecer de vergüenza en ese momento al recordarlo todo—. Perdóname, no quise hablarte así, no sé qué me pasó, tuve un ataque de pánico, juro que no soy un patán, de verdad.

—Te creo —le calma con una sonrisa y voz apacible—. También he tenido uno de esos, es por eso que traté de acercarme con calma para ayudarte, no creí que fueras un patán, solo una persona con un ataque de pánico y la necesidad de salir corriendo. Ya pasé por eso y tuve todo tipo de reacciones, la mayoría malas.

—La verdad, en ese momento no me importó cómo me veía la gente, solo quería salir huyendo porque... bueno, el por qué no importa, solo sé que fue horrible y que lamento haberte tratado mal.

—Acepto tus disculpas si bebes el soju conmigo —JiMin le sonríe en respuesta y abre la botella.

—Es un trato —le sirve el licor con suma delicadeza y el otro abre la caja de pastelillos—. Es soju de mandarina, nunca había conocido a alguien que le gustara o lo obsequiara, solo mi amigo Jin y yo, aunque a él no le gusta tanto, solo lo compra porque es mi favorito.

—¿De verdad? No había conocido a alguien que le gustara igual que a mí, creo que lo compré sin recordad que no es usual que a la gente le guste, me alegra haber acertado.

—Brindemos, por tener esta cosa en común —levanta su vasito hacia YoonGi, ambos brindan con una sonrisa cálida y beben el licor, la mueca por lo fuerte del alcohol se dibuja en ambos rostros, pero ríen juntos al respecto y cada uno se lleva un pastelillo a la boca.

—Y el pánico, probablemente. No quiero verme muy entrometido, pero me gustaría saber si ya estás mejor o si lo que te provocó el ataque ya pasó.

     Entonces, JiMin se incomoda un poco, haciendo una mueca evidente, pues hablar de ya-saben-quién con una persona ajena al tema, le genera un conflicto interno y un gran miedo a ser juzgado o a que, mágicamente, él aparezca si se le menciona o se narra su historia.

—Ya estoy mejor, no te preocupes, realmente me siento mejor que antes, ese día del ataque de pánico fue la última vez que me sentí mal.

—Ya, entendido, perdón si incomodé.

—No te preocupes, no es tu culpa, es cosa mía, pero ya no hablemos de mí. Cuéntame sobre ti, vecino. ¿Por qué dejar el hermoso Daegu para venir a la capital? ¿Qué puede ser mejor que estar en tu ciudad natal?

—El cáncer en etapa terminal de mi mamá —contesta con mucha seriedad, haciendo que JiMin trague en seco, pero luego suelta una carcajada que hace enojar un poco a su vecino.

—No es gracioso, tonto.

—Lo siento, a veces soy muy idiota y mi humor no es el mejor, es la consecuencia de no saber socializar, perdón —al disculparse, le sirve al anfitrión otro vasito de soju—. Pero ya, la razón es el trabajo. Mi amigo Jungkook me ofreció trabajar en su estudio de yoga y en su restaurante vegano, para ayudarme porque perdí mi empleo en Daegu, así que acepté.

—Oh, todo un saludable millenial, ya veo —bromea—. ¿Y de qué trabajabas en Daegu?

—Era profesor de música en una preparatoria privada, pero como estaba construida en territorio de una iglesia, las monjas se apoderaron de la escuela y despidieron a todo aquel con apariencia o historial de ser un hereje.

—Adivinaré, te sacaron por ese tatuaje en el cuello.

—No solo por eso —ríe sin incomodidad alguna, como si estuviera orgulloso de serlo—. También por mi motocicleta y mi pelo teñido, antes era rubio, me lo pinté de negro otra vez para ver si así las monjas me dejaban conservar mi empleo, pero la decisión ya estaba tomada y fui el primero al que sacaron.

—Es una pena. Yo soy maestro en una secundaria, si te interesa y extrañas enseñar, podría dejar accidentalmente tu currículum en el escritorio de la directora Moon.

—Ese sería un favor excelente, pero primero debo responderle a Jungkook, hizo mucho para poder abrirme un espacio en su restaurante, así que me quedaré un poco más, me gusta el trabajo, por ahora.

—Bueno, no es como que mañana te fueran a contratar, la directora Moon es estricta, pero lo haré si me lo pides, entiendo lo que es tener miedo de perder tu trabajo, sobre todo cuando lo amas. ¿Eres músico licenciado?

—Sí, fueron cinco años de composición y apreciación musical para terminar enseñando piano a adolescentes sudorosos y desobedientes... pero la verdad me gustaba.

—Con el tiempo les tomas amor a esos monstruos hormonales que se esconden tras los baños a besuquearse —se carcajean, es tan espontáneo y perfecto el momento, los vasos de soju se llenan de nuevo y los pastelillos se van acabando poco a poco mientras hablan de sus trabajos, de los adolescentes y de la simple pero divertida historia de YoonGi con la escuela invadida por las monjas.

     Realmente logra sentir una increíble paz al charlar con su vecino nuevo, la ansiedad que sentía al inicio por no haberse ido a presentar, se esfuma igual que el sabor amargo por el ataque de pánico, ese día cuando se conocieron sin querer. También, en el transcurso de la charla llena de sonrisas, JiMin no puede evitar sentir que ha conectado muy bien con su vecino, su sonrisa le hipnotiza y carga una energía tan agradable que le provoca querer permanecer a su lado muchas horas, hablando de lo que sea.

—Bueno, creo que ya estoy un poco borracho, debo volver a mi departamento a limpiar, muchas gracias por recibirme, me dio mucho gusto conocerte.

—El gusto fue mío, realmente no tenía planeado conocerte porque me volví algo ermitaño también, pero fue divertido, seamos amigos —con cierta decepción, decide no pedirle que se quede más tiempo, no quiere verse tan necesitado de compañía, aunque sí lo está.

—Amigos, vecinos por largo tiempo y si algún día se puede, compañeros de trabajo.

—Probablemente —guiña su ojo y acompaña a su medio ebrio vecino hasta la puerta, quien se calza de nuevo sus zapatos, intercambia número de teléfono con JiMin y vuelve a su departamento.

     Ambos cierran sus puertas con el pecho inflado de felicidad, como si acabaran de tener el mejor día de sus vidas. JiMin no puede evitar sentirse muy cómodo con aquella visita, sobre todo porque YoonGi le pareció sumamente atractivo e interesante, un músico con diferentes habilidades, cosas en común como el soju de mandarina y el gusto por enseñar... de pronto, la idea se enciende en su cabeza, pero de inmediato la apaga porque siente que es demasiado pronto.

—No, Park JiMin, no vas a enamorarte todavía, definitivamente no, además, él se ve bastante heterosexual —se regaña a sí mismo y distrae su mente de esos tontos pensamientos, limpia la barra de la cocina, tira la basura y va a darse un baño.

     Sin embargo, su vientre no puede dejar de sentir cosquilleos y tampoco puede parar de suspirar al recordar la bonita sonrisa de YoonGi, pero entre más pasa eso, más se regaña porque no se siente merecedor de nada todavía, aún se percibe demasiado roto o defectuoso como para iniciar algo. Además, el temor de que él aparezca de nuevo sigue latente, por lo que no puede arriesgarse a tener un nuevo amorío, por la seguridad del otro, no por la suya.

     ¿Por qué se siente tan escabroso ese nuevo comienzo? ¿Será que algún día podrá volver a amar sin miedo? La rutina de vivir un día a la vez, encerrado en un cuadrito de monotonía, ahora se ve intercedida por un mensaje que promete tanto disfrute como destrucción en potencia:


Vecino Min:

Hey, vecino, ya que eres el único amigo que tengo en este edificio, ¿te gustaría ir de paseo al parque mañana conmigo? Todavía no conozco el vecindario y me gustaría que me lo enseñaras.


     Oh no... ¿Salir? ¿Estar afuera con otra persona? Su tan presumible equilibrio de pronto se rompe, pero no puede decirle que no, se supone que, como un sobreviviente de una relación violenta, debería de darse la oportunidad de recuperar su vida, de eso se estuvo tratando, pero salir con alguien, gente nueva, más cuando se siente atraído...

     Se ve venir el caos a la vuelta de la esquina, exista o no el peligro, él lo presiente, la ansiedad vuelve y sus demonios comienzan a acecharlo de nuevo.





Holi, no sé quién estará leyendo esta huevada, pero a menudo es lo único para lo que tengo inspiración, agradezco a quienes lo estén leyendo y pido paciencia para los otros fics que dejé tirados, últimamente estoy lenta como tortuga, pero les recuerdo que quien llegó primero a la meta, fue la tortuga y no la liebre.

Arriba la esperanza, abuelita, AgustDina algún día terminará sus fanfics xD

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