4. Familia


     Minutos antes del alba, el sueño se agota y su cuerpo se siente ligero, descansado, con todas las fuerzas que necesita para soportar un nuevo día en esta etapa de su vida que se llama "libertad". SeokJin aún duerme, por lo que prefiere no despertarlo porque se pone algo gruñón. Deja el café preparado en la cocina, le escribe una pequeña nota de agradecimiento y de temporal despedida, pues debe salir temprano de la ciudad para ir a la provincia pequeña de su mamá, necesita aprovechar el tiempo con ella tanto como sea posible.

     La felicidad se arremolina en su pecho mientras hace su maleta en su departamento, baja las escaleras como si fuera un campeón que acaba de recibir la copa mundial de algún deporte importante. Abajo, HyeJin nota su radiante humor matutino y no puede evitar bromear sobre ello, también lo felicita por verse tan feliz.

—Iré a ver a mi madre a la provincia, volveré mañana en la noche.

—Ten un buen viaje, mi dulce sol —contesta ella con voz melosa y le guiña un ojo, tan coqueta como siempre.

—¿Por qué soy un sol?

—Porque tu cabello es dorado como su brillo y tu sonrisa opaca incluso la de Hobi.

—Imposible, Hobi es la persona más risueña que conozco.

—Bueno, acostúmbrate porque ahora eres más brillante que él, eso me hace feliz.

—No digas eso, me avergüenzo —tapa su risita penosa con su mano.

—Pronto dejarás de ser modesto y te convertirás en una maldita perra empoderada que reconoce su belleza y la presume, ahora vete, perderás el tren.

     No puede evitar soltar unas melódicas carcajadas contagiosas, HyeJin siempre ha sido así de malhablada y atrevida, pero la adora y no la cambiaría de ninguna manera.

     Tras la risueña despedida, camina hasta la estación cercana a su edificio. El aroma de la lluvia nocturna todavía está impregnado en el aire, las calles están mojadas, el cielo gris pero lleno de esperanza, el olor a petricor le inspira a sentirse libre. Dentro de esos breves minutos que camina, no puede pensar en nada más que en la sonrisa de su madre y en lo mucho que la ha extrañado.

     Lo curioso es que ni siquiera llamó para avisar que iba. Está envuelto en una ironía donde no quiere incomodar a su mamá con una llamada, por miedo a que esta la rechace, pero allá va, sentado en el tren a hacer algo más incómodo e inesperado que una llamada: una visita. Pero el arrepentimiento no es algo que le preocupe en este momento, porque entre menos edificios ve, más libre se siente, como si el paisaje montañoso lavara todas las heridas de su corazón que tanto tiempo estuvo encadenado.

     En sus auriculares, la música nostálgica se reproduce. Esas canciones viejas que le recuerdan a su mamá, las baladas lentas llenas de sentimientos, vibrattos poderosos que le hacen temblar el corazón hasta casi sacarle las lágrimas. De esta manera, el trayecto se consume canción tras canción, hasta que las pequeñas casitas rústicas decoran y asombran la visión de JiMin.

     Es entonces que empieza a sentir ansiedad de verdad, toda la que no pudo experimentar durante el camino, ahora le está consumiendo las piernas, haciéndolas temblar como gelatina. Con su pequeña maleta en mano como su único sostén, se obliga a dejar de tener miedo para poder enfrentar sus miedos. En esta ocasión, tal vez como lo ha hecho durante los últimos días, prefiere confiar en su intuición. Su corazón le dice que habrá amor y sopa caliente cuando toque la puerta de su madre y se disculpe por la lejanía que él mismo instaló.

     Así, con la esperanza y el miedo entremezclados como gatos peleando en una caja, camina las pocas cuadras hasta la modesta casita de su mamá. Al tocar la puerta varias veces, no escucha platos chocando, pasos de tacón o el típico "¡voy!", de su mamá cada vez que acude a abrir la puerta.

     Otra vez toca, pero no hay respuesta, solo se queda ahí, con miedo de que quizá su viaje fue en vano. ¿Y si se fue de vacaciones? ¿Y si está visitando a JiHyun en Busan?

—¿JiMin? —la voz familiar de su hermano termina por asustarlo, casi cayéndose por la sorpresa. Sale de atrás de la casa, con el overol lleno de tierra porque seguro estaba dándole mantenimiento a los huertos.

—Hey tú... —se acerca con una sonrisa temblorosa, donde sus ojos se humedecen por la agridulce emoción que experimenta al ver a su hermano después de tantos años.

—No puedo creer que estés aquí... mierda, te ves tan bien con el cabello rubio —se acerca con algo de cautela, mirando alrededor—. ¿Vino él contigo?

—No —responde casi a la defensiva—. Él y yo ya no... ya no más.

     Está cansado de explicar, de que le pregunten por él, de buscar que le crean, pero siente que debe hacer el esfuerzo por convencerlos a todos, ya que HyunSoo siempre fue un peligro para todos. Desde su familia, hasta sus amigos, todos le temían, pero les causaba más conflicto pensar en que JiMin podía ser gravemente dañado por ese hombre. No se equivocaban...

—Bueno... eso me da gusto —cuando su hermano sonríe, tiene mucha más similitud con JiMin: sus párpados gorditos ocultando sus ojos, sus lindas mejillas abultándose orgullosas mientras se acerca a abrazar con fuerza a su hermano, pues lo ve tan decaído.

     Si hay alguien que cree en JiMin más que nadie, es JiHyun, su hermano menor, quien siempre vio en él a su ejemplo a seguir. Por más errores que cometiera en la vida, por más regaños que recibiera de sus padres en el pasado, JiHyun defendía y amaba a su hermano a capa y espada. Pero por esa misma razón fue que JiMin terminó aislado hasta de su hermano: un violentador siempre se asegurará de acabar con tus redes de apoyo hasta enloquecerte y dejarte a la deriva, en un mar furioso donde lo único que tienes para sostenerte, es ese pedazo de madera flotante infestado de clavos oxidados, sin más opción que seguir haciéndote daño.

—Creí que no querrías verme —se separa y toma un poco de aire fresco, su hermano le ofrece un pañuelo de su bolsillo para que se limpie las lágrimas.

—Yo siempre quiero verte, me alegra que estés aquí, pero hubieras avisado para poder prepararnos y recibirte como se debe. Mamá fue al mercado, ya no debe tardar en regresar, se va a volver loca cuando vea tu nueva apariencia.

—Sí, bueno... todo el mundo se ha asombrado —peina su cabello hacia atrás, tal vez con un poco de vanidad porque también le gusta mucho cómo se ve—. A mí me alegra más que estés aquí, no creí que te encontraría. ¿Estás de vacaciones?

—No... renuncié a mi trabajo —responde con ánimos decaídos.

—¿Por qué? —pregunta sorprendido y aliviado de tener otra cosa de qué hablar además de su ruptura.

—Creí que mamá te había contado.

—Tengo mucho tiempo sin hablar con ella, ya sabes por qué.

—Sí, debí suponerlo, lo siento —toma un gran respiro y expulsa el aire para sentirse menos tenso—. Es que me echaron la culpa de un robo que no cometí, sé quien fue, pero la persona que se robó el dinero, se acostaba con el jefe, así que como yo era la víctima perfecta por ser el más nuevo y el menos asertivo, me obligaron a renunciar para no pagarme lo que me correspondía y pues aquí estoy, viviendo de nuevo con mamá porque no pude seguir pagando el alquiler de mi departamento.

—Hyunie... lo siento tanto. ¿Eso cuándo pasó?

—Hace un par de meses, mamá me acogió y decidí ayudarla con su huerto, lo vamos a expandir para empezar a vender a los mercados locales, al menos aquí le soy útil, pero es como si echara a la basura todos los años de universidad.

—Claro que no, eres muy talentoso, el más listo respecto a finanzas, estoy seguro de que hallarás otro trabajo. En algún lugar necesitarán un contador experto como tú, ya lo verás.

—Gracias, Mimi —sonríe, pero no lo suficiente para verse feliz—. Ahora mismo solo quisiera tomarme un descanso de la maldita ciudad, juntar un poco de dinero con esto de los huertos y quizá volver al ruedo dentro de un año.

—¿Por qué no mejor vienes a vivir conmigo en Seúl? Tengo espacio en mi departamento y Jinnie te puede dar trabajo en la tienda mientras hallas algo mejor.

—Me encantaría, pero la verdad ahora solo quiero estar aquí con mamá, el campo me hace bien, necesito desintoxicarme de la ciudad.

—Lo sé, creo que en parte también vine por eso.

—¿No deberías estar trabajando?

—Verás... ayer colapsé, me dio fiebre y me dieron dos días de reposo, así que decidí venir a pasarlos aquí. Estoy tratando de recuperar mi vida, mi familia, todo lo que perdí.

—Jamás nos perdiste, Mimi, siempre estuvimos y estaremos para ti, pero entendíamos que tenías miedo, nosotros también le temíamos.

—Eres el primero que no me cuestiona sobre esto —sonrió aliviado—. Todos me preguntaban si de verdad era definitivo, pero tú me recibes aquí como si pudieras ver a través de mí, te lo agradezco tanto.

—No es mi deber ni de mi incumbencia cuestionar tus decisiones, porque te conozco y sé que eres una persona que sigue sus instintos. Aunque sufriste, aquí estás y eres bien recibido.

—¿Cuándo maduraste tanto? Hace unos años creías que tenías el derecho de gobernar la vida de otros y ahora eres tan pensativo e inteligente.

—La ciudad me hizo así, en parte, pero también tú. Siempre quise ser como tú. Cuando te fuiste a la ciudad te volviste tan maduro e independiente, me inspiraste, aunque a mamá le da miedo cuando le hablo mucho de esta forma, dice que perdí mi toque divertido, pero es que cuando uno crece, deja de tomarse el mundo como una broma.

—Ay, cállate, eres pequeño todavía y siempre has sido bromista, solo que ahora estás en crisis —ambos terminan riendo, porque saben que es verdad.

     Se abrazan una vez más, sabiéndose reparados en ese dulce apapacho donde no existe más sufrimiento. El volver juntos a su hogar de la infancia, les trae tantos lindos recuerdos, la charla se hace amena entre ellos, sentados en el pórtico de madera, riendo y molestándose como siempre. Nadie habla de HyunSoo, nadie habla del trabajo de JiHyun, solo se ríen como chiquillos y son felices otra vez.

     Entonces, a lo lejos pueden ver una figura femenina pequeña y delgada, vistiendo un vestido floreado y un gran sombrero, va cargando con su carretilla repleta de bolsas de papel del mercado. Es una mujer muy fuerte, ella sola reparaba las goteras de la casa, arreglaba los electrodomésticos dañados y llevó la crianza de dos hijos por su propia cuenta. Nunca necesitó de su esposo, el cual la abandonó luego del nacimiento de JiHyun. Siempre fuerte, fue un gran ejemplo para sus dos hijos. Inquebrantable, pero dulce y compasiva.

     En cuanto ve de nuevo a sus dos polluelos juntos, no puede evitar dejar la carretilla y correr hacia JiMin para abrazarlo fuerte, llorando sin miedo ni barreras. Ambos se conectan como si no hubieran estado separados por dos años y un poco más. Cuando se miran a los ojos, las preguntas se instalan sin ser pronunciadas, pero no son necesarias, tan solo basta con un abrazo más para saber que todo está bien. Ella sabe, dentro de su corazón, que JiMin ha adquirido la libertad que tanto deseaba, lo puede ver en sus ojos, en el deterioro de su piel, en el brillo de su cabello, ahora dorado.

     Como hormigas trabajadoras, todos meten las bolsas a la casa y JiHyun guarda la carretilla en la casita de las herramientas en el patio trasero. Una vez dentro de la casa, todo parece tan animado y feliz, con el sonido de la fuerte lluvia ambientando y la música llenando de armonía cada rincón de la casa.

     Cuando comienzan a cocinar la sopa favorita de JiMin, es entonces que las preguntas surgen, sin poder evitar las lágrimas al momento de contar su historia, la misma que ya contó a sus amigos. Al hablar y ser comprendido por su madre, se da cuenta de que ya no queda más culpa ni tristeza en su corazón, como si hubiera escalado el último tramo de una escabrosa montaña. Recibir el perdón y el abrazo de su madre es como estar en la cima, sintiéndose victorioso, completo, ella y su hermano eran la última pieza del rompecabezas. Salvo TaeHyung, su primo, pero las posibilidades de volver a verlo son pocas, por lo que todas sus culpas han sido lavadas y sus heridas, reparadas.

—Creí que no volvería a verte —suspira su madre, tras servir los tres tazones de sopa—. Ese imbécil... no quería molestarte con mis advertencias, pero siempre fue un psicópata e incluso tuve miedo de que te fuera a golpear o a matar, tan impulsivo, una bestia, peor de lo que era tu padre.

—Alguna vez también llegué a temer eso. Todavía lo temo, él me amenazó.

—Pues ahora te ordeno que pongas una restricción —su hermano le apunta con la cuchara y su mirada severa—. No importa si tienes pruebas de violencia o no, deben hacerte caso, ese tipo es peligroso.

—Lo haré, pero no me presionen, todavía me cuesta mucho asimilar esto.

—¿Por qué no vienes a vivir un tiempo acá? JiHyun necesita compañía, todo el tiempo está melancólico, le haría bien tenerte.

—¡No es cierto! —ríe el hermano menor, sonrojado, aunque sabe que es verdad.

—No puedo venir a vivir aquí, pero puedo visitarlos los fines de semana, Jinnie puede venir conmigo si tiene oportunidad.

—¡Ay sí! Ese chico, tan hermoso y amable. ¿Por qué nunca intentaste algo con él? Hubo un tiempo en el que te miraba con tanto amor.

—Ma, es mi mejor amigo, no digas esas cosas —se sonroja, tratando de no morir de vergüenza, porque sabe que hubo un tiempo en el que sí estuvo enamorado de SeokJin.

—Sí, además no creo que quiera saber de amor ahora, primero tiene qué sanar todo lo que el idiota aquel destruyó. ¿No has pensado en ir a terapia, Mimi?

—Sí, lo he pensado, está dentro de mis planes, pero ya no me molesten con eso, ahora solo quiero ser el niño de mamá y no pensar en nada de eso.

—Mamá, cámbiale el pañal a tu bebé, ya empezó a oler mal —se burla JiHyun, causando que JiMin casi escupa su sopa sobre todos.

—Imbécil, vas a ver cuando termine de comer, iré a revolcarte en el lodo.

—Nadie va a revolcar a nadie en el lodo, si lo hacen, ambos dormirán afuera —les sentencia su madre, causando un repentino silencio, pero un instante después, las carcajadas inundan la mesa y de lejos lucen como una familia tan feliz y amorosa, justo como lo son.

     El corazón de JiMin ahora está en paz. Si es sincero con sí mismo, siente que debería quedarse ahí con su familia, alejado de todo lo que le hizo daño, pero allá en la ciudad tiene una vida, un trabajo, amigos que lo esperan, cosas que tiene por hacer. Pero, también, se encuentra ese hombre que le destruyó la vida.

     Aunque el temor permanece, JiMin permite que la esperanza le bañe el corazón y la felicidad dure tanto como pueda extender su tiempo ahí en la provincia pequeña de su mamá, trabajando en los huertos, saliendo a correr en el bosque y nadando en el lago con su hermano. Cada rincón de ese pueblo es seguro para él, incluso si se perdiera en el bosque, diría que está a salvo y es feliz.

     Ojalá esa felicidad pudiera durarle siempre, ojalá que, con esa visita a su familia, mágicamente pudiera estar protegido de todos los males que lo acecharán.


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