3. Colapso
Tras el rechazo de HoSeok, toda energía se drenó de su cuerpo, incluyendo aquella que sus amigos le dieron al recibirlo de nuevo entre sus brazos. De vuelta en su departamento, deambula sin saber qué hacer en esa noche de domingo que prometía ser tranquila y esperanzadora, pero se convierte en una pesadilla de soledad, tal y como lo eran sus noches después de un día al lado de HyunSoo.
Poco a poco, él lo fue absorbiendo, convirtiéndolo en un ente necesitado de compañía a todas horas, aunque fuera dañina. En tiempos anteriores, no podía evitar extrañar incluso los malos gestos, las bromas pesadas y la carente amabilidad con la que su ex novio solía tratarlo. Ahora le ocurre justo lo mismo: desearía ir a arrodillarse ante HoSeok otra vez, sin importar que este le escupa en la cara, pero su ansiedad no le permite salir de su departamento otra vez.
"Eres tan inútil, desperdiciaste el tiempo con HyunSoo y ahora estás pagando las consecuencias. Tenías qué abrirle las piernas cada vez que te lo pedía, tenías qué moldearte siempre a su gusto, tenías qué mandar a la mierda todo lo bueno que tenías para que él fuera feliz. ¿Verdad que eres patético? Sí, lo eres."
De nueva cuenta, el llanto le vence, pero está solo y tiene miedo de llamar a SeokJin, no quiere preocuparlo ni molestarlo, pues es tarde y seguro está en medio de su ritual de belleza. ¿Y ahora qué? Solo le queda intentar dormir, sabiéndose libre de no avisarle a nadie que ya está a punto de conciliar el sueño. Por primera vez en algún largo tiempo, no tiene qué asegurarle a HyunSoo que no está hablando con nadie más antes de dormir, está exento de cuidar su actividad en redes sociales, puede hacer lo que quiera. Sin embargo, eso no le reconforta tanto como esperaba, porque dejar las viejas costumbres es tan difícil como evitar parpadear.
Aún vestido con la ropa que usó durante el día, se acurruca bajo las cobijas, abrazado de su almohada. En pocos segundos, el esponjoso remedo de compañía se humedece y absorbe los gemidos de dolor emocional. La soledad lo consume, como si se ramificara desde el suelo, envolviéndolo en espinas que le perforan la piel. Así se siente no tener a nadie para abrazar en la noche, así se siente no poder pedir ayuda porque no sabe a quién recurrir.
Llora hasta quedar dormido, pero ni siquiera en sus sueños puede librarse del dolor y el miedo. Las pesadillas van inundando su débil inconsciente, como olas furiosas, una tras otra, sin parar. Así, la almohada blanca se va convirtiendo en un receptáculo de angustias que, si pudiera hablar, rogaría por que JiMin dejara de estrujarla.
A las cuatro de la mañana, al fin logra librarse de las pesadillas, pero despierta en una situación desfavorable. Está agitado, sudoroso y tiene fiebre. Se levanta de la cama, los huesos le crujen y duele cada músculo de su cuerpo. Al encender la luz del baño, logra espabilarse y se da cuenta de que está enfermo. Afiebrado, se arrastra como puede hasta la cocina por los medicamentos usuales para este tipo de casos. Dos tabletas de paracetamol serán suficientes, o al menos eso él espera, porque no puede faltar al trabajo en lunes.
Intenta dormir de nuevo, pero es imposible. El sueño se ha espantado debido al dolor que su cuerpo sufre en cada mínimo movimiento. Su piel arde, su cabeza se siente como si fuera a explotar, pero sigue intentando cerrar los ojos. Son, tal vez, unos treinta minutos los que logra dormir hasta que su alarma suena.
Se siente solo un poco mejor, pero no lo suficiente como para lidiar con un día laboral. Sin embargo, eso no le impide forzarse a continuar. Es curioso, puesto que siempre hizo lo mismo con HyunSoo: aprendió a soportar cada doloroso día con él, y así estuviera sintiéndose más triste que nunca, lo seguía intentando, su "valentía" (como lo llamaba él), no tiene límite alguno, ni siquiera le importa rebasar la línea del autocuidado, con tal de no rendirse.
Es así como logra mantenerse de pie, no puede probar bocado de nada porque solo quiere dormir, pero su cara no se ve tan mal. "Puedo hacerlo, el día será breve, mejoraré a medida que pase el día", piensa mientras se coloca su maletín cruzando su torso que tiembla por el peso de sus cosas, aunque sean pocas. Se siente inseguro al bajar las escaleras, como si cambiaran por sí solas y evitaran sus pies. Se tiene qué sostener de la barra y baja con letargia. Si alguien lo viera de lejos, diría que está borracho por la forma en que desciende cada escalón. Opta por tomar el camino contrario a la caseta del guardia, porque sabe que HoSeok sigue ahí, pasando las últimas horas de su turno. Prefiere evitarlo, no quiere seguir sintiendo más rechazo del que puede soportar.
Y así, todo moribundo y con la fiebre aumentando su peligrosidad, aborda su transporte público hasta su adorada escuela, donde están sus preciados alumnos. Él espera que, como cada día, ellos le hagan sentir mejor. Cuando JiMin se para frente a sus grupos y comienza a enseñar, se siente otra persona. Es El Profesor Park JiMin, un hombre con una sonrisa preciosa, vida perfecta, dignidad incuestionable, todos sus alumnos lo adoran y siempre es atendido y respetado por ellos. A pesar de lo que HyunSoo siempre criticó sobre su profesión, la enseñanza era eso que a JiMin todavía le pertenecía, lo que jamás le dejó de importar, así su ex novio lo humillara y criticara, se aferró porque le hace feliz.
Por eso, es capaz de pararse nuevamente frente a su grupo de primer grado. No tarda en recibir halagos de todos debido a su cambio de color en el cabello, sobre todo por parte de las niñas. Eso le hace sonreír y olvidarse de que tiene fiebre. A pesar de que se siente terrible, logra dar su primera clase con éxito. Pero la segunda hora se torna un poco difícil, pues a la fiebre se le agregan las náuseas.
—Profesor Park, ¿se siente bien? —un alumno se acerca a él para entregarle su trabajo, Park lo toma con manos temblorosas, intenta leerlo, pero las letras bailan ante sus ojos.
—Sí, YeonJun, estoy bien...
—Soy SooBin, profesor —JiMin levanta la mirada y se da cuenta de que su mente está tan confundida por la fiebre, al grado de ni siquiera saber el apellido del chico que tiene frente a él.
—Perdón —suspira y le entrega de vuelta el cuaderno—. Está bien hecho, puedes salir a receso.
—Pero a penas son las diez, el receso es a las once... Profesor, no se ve bien, parece que tiene fiebre. ¿Quiere que lo acompañe a la enfermería?
—No, YeonJun, estoy bien —insiste, su voz altera a todo el grupo porque es un tanto tosca. El profesor Park jamás le ha levantado la voz a ningún alumno, pero ahora la enfermedad lo consume y le cambia la actitud. No puede negar que se siente de la mierda, pero no va a permitirse admitirlo frente a todos.
—Disculpe, profesor Park, iré a sentarme —el chico hace una reverencia casi de noventa grados y se retira.
JiMin ve a todos mientras trabajan en un excesivo silencio, sabe que es producto de su mala actitud, se culpa por eso, pero no puede hacer nada más que esperar a que el día termine e ir al médico. Pasados quince minutos de silencioso trabajo, el timbre suena, todos se levantan y el barullo característico del cambio de clase inunda la clase. JiMin se levanta también, rumbo a la ventana para tomar un poco de aire, pero en el trayecto, su cuerpo no puede más y se tambalea.
—¡Profesor Park! —SooBin grita, alertando a todos, y entre él y YeonJun logran sostener a tiempo el cuerpo inconsciente de su profesor—. ¡Rápido, tenemos qué llevarlo a la enfermería, tiene fiebre!
De la enfermería, lo trasladaron al hospital más cercano porque presentaba más signos de alerta de los que una simple unidad médica escolar puede manejar. Fue la directora Moon quien dio la orden, porque no quería meterse en algún problema, en caso de que la situación de JiMin empeorara. Y en vista de que JiMin no tenía ningún contacto de emergencia en su expediente, enviaron, para su extraña suerte, al profesor Kim NamJoon a hacerle compañía mientras le daban de alta.
Nadie en la escuela, excepto ellos dos, saben sobre las amenazas que NamJoon recibió del ex novio aquel, fue un asunto que nació y murió entre ellos, nadie se dio cuenta cuando dejaron de dirigirse la palabra, por lo que NamJoon no pudo negarse a la orden de la directora. ¿Con qué pretexto se libraba de eso? No había manera, porque lo que ella mandaba, se tiene qué hacer sí o sí.
Así que ahí lo tienen: meciéndose incómodo, acomodando innecesariamente sus lentes y su cabello cada dos minutos, mientras su antiguo amigo yace inconsciente en la camilla, conectado vía intravenosa a una bolsa con soluciones salinas y medicamentos para la fiebre. Es tan triste verlo así, con los labios partidos y marcadas ojeras bajo sus ojos. Su piel está tan pálida, que su color rubio de cabello le hace lucir como si estuviera muerto. Nunca lo vio tan débil, ni siquiera cuando tenía problemas con HyunSoo. También, está preocupado por que el tipo aparezca de la nada y le encuentre haciéndole guardia, por eso es que ruega a mil deidades por que JiMin despierte pronto y le den de alta, antes de que algo terrible suceda.
Aún recuerda con nitidez aquellos mensajes, demasiado peligrosos como para tomárselos a la ligera. Fotografías de NamJoon caminando en su cotidianeidad, señal de que le estuvo siguiendo; de su casa, avisándole que sabe dónde vive; amenazas de tortura, falsas acusaciones, revelación de secretos bochornosos. No hay razón para no temer, porque NamJoon tiene una vida decente, lejos de aquellas calumnias hacia su ser. Sin embargo, el miedo continúa latente, mirando de reojo la puerta y volviendo a observar a su deteriorado amigo, contando los segundos y adivinando a qué hora el temible HyunSoo aparecerá.
Pero nada pasa. Las horas transcurren, los alumnos mandan flores y regalos para su adorado profesor Park. Su acompañante no se sorprende de ver tanto amor entregado de forma material, porque sabe de la buena reputación de JiMin en la escuela. Lo que sí le sorprende, y a la vez agradece, es que HyunSoo no haga acto de presencia pero, a la vez, se pregunta por qué.
Entonces, Park da señales de que está por despertar. Frunce su ceño porque la cabeza le duele un poco, hay demasiada luz a su alrededor y eso es muy molesto para él. NamJoon se tensa en su asiento, esperando que no se malinterprete su presencia ahí. Cuando JiMin logra abrir un poco sus ojos, gime de dolor, pero puede notar que se siente mucho mejor que antes. La fiebre se ha ido, su mente no está tan nublada, y está rodeado de lindas flores, osos de peluche, dulces, todo etiquetado con tarjetas llenas de buenos deseos. Reconoce varios nombres ahí y sonríe, se da cuenta de que fue a parar al hospital y eso le avergüenza, pero le da gusto saber que sus alumnos le apoyan, a pesar de lo mal que se comportó.
—¿Cómo te sientes? —se exalta, pues conoce esa voz. No había notado su presencia, hasta ahora.
—Ehm... mejor —contesta con timidez, lo mira solo de reojo—. ¿En qué hospital estoy?
—En el central, te trajimos aquí porque en la enfermería de la escuela no te podían atender por completo. La directora Moon me ordenó que viniera a cuidar de ti, por cierto, no... no vayas a molestarte.
JiMin nota la tensión en la voz de NamJoon, sabe bien que su miedo tiene una razón válida. Se siente culpable por eso, pero a la vez siente que no habrá un mejor momento para acercarse a su viejo amigo y reconciliarse. Es como si todo se hubiera acomodado para que esto ocurriera.
—No estoy molesto —se sienta en la camilla y lo mira con una sonrisa débil. Al menos tiene fuerzas suficientes para mantenerse erguido—. Al contrario, me siento agradecido de que estés aquí. Sé que puede ser incómodo, dado lo que pasó, pero ya no debemos temer más. Terminé con HyunSoo y no volverá a joderme la vida.
—JiMin... eso me da más miedo todavía —se retrae contra la silla, poniendo tensas sus manos que se entrelazan una con la otra.
—¿Por qué?
—¿No te parece obvio? Podría hacer realidad sus amenazas si es que me vuelve a ver junto a ti, podría estarnos espiando en este momento, sabes bien cómo es.
—HyunSoo no es ese tipo de persona —eso se oye mal, no debería defenderlo, pero es lo único a usar para que NamJoon deje su paranoia—. Es decir... sé que se comportó como un psicópata cuando te mandó esos mensajes, pero no es de los que cumplen promesas ni amenazas. Lo dejé hace dos días y no he vuelto a saber de él. Eso es una buena señal. ¿No lo crees?
—¿Estás seguro?
—Sí —sonríe, no del todo porque se siente mareado, pero intenta ser lo más amigable que puede—. Y si llegara a pasar, te juro que esta vez iré a la policía para poner una orden de alejamiento, tienes mi palabra.
—JiMin, no lo sé...
—No me crees, lo sé —se encoge de hombros, desviando su mirada hacia abajo con mucha vergüenza—. Pero quisiera que lo intentaras esta vez. Nam... por fin me he dado cuenta del monstruo que es y con ello, también he abierto los ojos y no me gusta lo que veo. Alejé a todos los que amaba porque le tenía tanto miedo, pero ya no más, estoy intentando recuperar mi vida, o al menos hacerme una nueva donde no tenga más miedo. Te entenderé si prefieres mantener tu distancia, por tu seguridad, pero de verdad quisiera que volviéramos a ser amigos, como antes, por favor.
—Estoy sorprendido de ti, pero, ¿cómo sé que no volverás a caer ante él, si te vuelve a llamar?
—No me volverá a llamar, cambié mi número, destruí el otro.
—¿Y si te visita?
—Jamás lo hizo antes, ¿por qué lo haría ahora?
—Los monstruos evolucionan, JiMin, no sabemos qué podría hacer ahora.
—¿Crees que no tengo miedo? —termina por agotarse su paciencia, harto de tantas preguntas sin respuesta—. ¿Crees que pude librarme fácil? No es así, Nam. Me amenazó, dijo que no me dejaría en paz, que me perseguiría siempre, no he podido quitarme eso de la cabeza desde que lo terminé hace dos días. ¿Por qué me sigues cuestionando? ¿Crees que es mi culpa haber vivido eso?
—JiMin, no, yo jamás te culparía...
—¡Entonces deja de hacerme preguntas! —el llanto le hace doler la cabeza, pero no lo puede controlar—. ¡Solo quiero ser feliz por una puta vez! ¡Quiero recuperar mi vida, estoy harto de que todo gire en torno a él, por eso lo terminé! Pero si no quieres, no estás obligado a quedarte conmigo, a fin de cuentas, solo molesto a quienes son cercanos a mí, no tiene caso, vete de aquí si es mejor para ti.
—Oye, tranquilízate —tarde, se da cuenta de que quizá no debió presionarlo en un momento de vulnerabilidad, que debió ser más empático. Aún así, se acerca y toma su mano, mirándolo fijo—. Perdóname, no quise ofenderte, a veces no pienso antes de hablar.
JiMin no lo mira, solo deja que su llanto corra en sus mejillas hinchadas y enrojecidas. Sintiéndose culpable, NamJoon toma un pañuelo para limpiarle la cara, es su forma de demostrar que se siente arrepentido de haber dicho tonterías. El chico en la camilla solo cierra sus ojos un instante y termina recostándose de nuevo, para al fin tomar la valentía de observar a su compañero a través de la culpa que él mismo siente por tantas cosas desagradables que le hizo pasar.
—Esto es un desastre —dice al fin, sorbiendo su nariz—. Yo soy quien debería pedir perdón, soy tan inestable, tú viniste a cuidarme y yo te traté mal. Lo siento, Nam... en mi defensa, solo puedo decir que estoy devastado, he llorado tanto y he rogado a mis amigos por su atención en estos días, siento que no puedo hacer otra cosa para recuperar mi vida, solo rogar.
—No necesitas rogar —la sonrisa tranquila de NamJoon le es dada como un regalo tranquilizante—. No deberías, más bien, todos tus amigos deberíamos rodearte como un escudo para que él no pueda dañarte de nuevo. Empecemos otra vez, sin rencores, olvidemos todo. Sé lo difícil que debe ser para ti sentirte solo ahora, pero cuenta conmigo, como antes, prometo no volver a alejarme de ti.
—Gracias, Nam... de verdad muchas gracias —contesta con su voz constipada por el llanto, su dolor es bien recibido, su amigo lo abraza con cuidado y le permite desahogarse.
—Ya, no hay nada qué agradecer —lo deja tranquilo en su cama, permitiéndole respirar tras tanto llorar—. Por cierto, me gusta tu cambio de imagen. De rubio te ves muy bien.
—Gracias, realmente me hacía falta el cambio, yo...
—¡JiMin, aquí estás, por dios, estaba tan asustado! —entonces, una voz aguda muy familiar interrumpe el momento, quizá para alegrarlo más y disipar la incomodidad.
—Jin, ¿qué haces aquí? —le sonríe sorprendido, mientras que NamJoon solo hace una reverencia y se sonroja por la imponente presencia del chico de escultural rostro.
—Fui a la escuela de sorpresa para almorzar contigo, pero me dijeron que te desmayaste y viniste a parar aquí, ¿qué mierda pasó? ¿Estás bien?
—Estoy bien, Jinnie, no te preocupes. Solo tuve mucha fiebre, no sé por qué, tal vez colapsé por todo lo sucedido.
—No debiste ir a trabajar si te sentías mal, JiMin. Parece que has olvidado las lecciones de autocuidado de las que hablamos, niño malcriado.
—¡Ya no me regañes! —ríe algo apenado—. Más bien, yo debería regañarte por falta de modales. Mi amigo Nam te saludó y no le hiciste caso.
—Oh, ¡cuánto lo siento! —ríe con algo de descaro, pues apenas se ha dado cuenta de la presencia del apuesto hombre de lentes—. Soy Kim SeokJin, tú debes ser NamJoon, el colega del que JiMin tanto me hablaba.
—Sé quien eres, JiMin también hablaba mucho de ti —un pequeño silencio incómodo se instala entre ellos, seguido de un estallido de risas por parte de los tres presentes, lo cual aligera bastante el ambiente. Desde su lugar, JiMin pudo notar cierto sonrojo por parte de NamJoon, como si la gran belleza de Jin le hubiera apantallado la mirada.
—Bueno, me alegra que estés bien, Mimi —revuelve sus rubios cabellos y se sienta junto a él y saca la caja de almuerzo que preparó—. Ahora come, debes reponerte si quieres que te den de alta pronto. Sé que odias los hospitales, mejor te llevaré a mi casa hoy para que descanses.
—¿Pero no tienes trabajo?
—Claro que sí, pero me preocupas más tú. Además, soy el puto gerente, puedo hacer lo que quiera. Come, anda.
—Bueno, entonces creo que me retiraré —NamJoon vuelve a recordarles que existe a los dos chicos, se siente como la tercera rueda ahí—. JiMin, la directora Moon dijo que, si necesitabas más días para descansar, se lo hicieras saber a través de mí. Yo me haré cargo de tus grupos.
—No quiero faltar, yo...
—Se tomará dos días a partir de mañana, el doctor pidió reposo —contesta Jin, por encima de lo que JiMin realmente quiere.
—Pero no puedo faltar...
—Ya, pequeño workaholic, debes descansar, no has estado bien, así que te repondrás estos dos días y volverás a trabajar —luego, se dirige hacia NamJoon con una mirada imponente—. Dile eso a la tal directora Moon, este chico de aquí necesita descansar su cuerpo y mente.
—Eh... claro, se lo diré, no te preocupes —un tanto intimidado por la presencia de Jin, termina sonrojado al hacer su reverencia y se despide.
—Eres tan intimidante e imponente... creo que le gustaste a Nam.
—¿De verdad? Pues que saque turno, esta belleza no tiene tiempo para novios.
—¿Por qué no te tomas la molestia de conocerlo? Lleva soltero mucho tiempo —le hace ojitos mientras se decide por fin a comer, aunque su cabeza aún duele.
—No voy a hacer caridad con hombres solitarios, si le gusto, pues que se acerque —se cruza de brazos, haciendo reír a JiMin por su actitud.
—Bueno, tal vez yo le diga que se acerque —guiña su ojo, a lo que SeokJin solo le apresura para que coma, cambiando de tema rápidamente porque no quiere tocar asuntos de su corazón todavía, no se siente listo, mucho menos ahora que sus prioridades son otras.
Entre pequeños regaños y más comida, JiMin termina quedándose dormido otra vez, con mucha más tranquilidad y seguridad, ya que su fiel y más cercano amigo le acompaña. Cuando es dado de alta, es este mismo amigo quien le ayuda a vestirse, juntar todas sus cosas y salir del hospital, rumbo al departamento de JiMin en un taxi. Cuando dejan ahí las flores, los dulces y los regalos de sus alumnos, se sientan en el balcón un rato a conversar sobre el futuro.
—Quisiera usar estos días de reposo para ir a visitar a mi mamá, si no te molesta.
—Adelante, pero hoy te quedas a dormir conmigo, por si te llegas a sentir mal de nuevo.
—De acuerdo, vámonos entonces.
Con rapidez, se hace de una mochila con algo de ropa para pasar la noche con su amigo. Juntos bajan por las escaleras, animados y tranquilos, listos para una tarde solo para ellos. Pero antes de que puedan dar un paso más afuera del edificio, alguien le llama.
—JiMinnie.
—HoSeok —su corazón se acelera un poco, está nervioso por la escenita que armó la noche anterior.
—Tu... tu cupcake estaba delicioso —el chico se sonroja, apenado por haber tratado mal a JiMin.
—¿De verdad te gustó?
—Sí —ignorando la presencia imponente de Jin, se acerca y le da un abrazo fuerte e inesperado—. Me porté como un idiota anoche, lo siento, no fue tu culpa, nada lo fue.
Poco a poco, se permite sentirse merecedor de ese abrazo, de ese cariño que tanto extrañaba por parte de HoSeok. No hay lágrimas, pero sí un profundo agradecimiento que nace desde su pecho como una cálida chispa y se esparce con ligereza por todo su cuerpo, como si se desbloquearan las tensiones y su vida se arreglara con las piezas que le hicieron tanta falta.
—Ya todo está bien, Hobi... todo está perdonado. Solo quiero recuperar mi vida, tú eres parte importante de ella —repite su preciado mantra, mirando tanto a SeokJin como a HoSeok, contento de que se esté haciendo realidad.
—Prometo compensarte todo el tiempo que perdimos —se suelta de él, volviendo dentro de su caseta.
—Más te vale, me debes muchas tardes de café, pero por ahora me conformo con saber que estamos bien.
—Te pagaré todas esas tardes de café —le sonríe con una luz que JiMin tanto extrañaba—. Por cierto... el rubio te sienta bien, tu cara se ve más feliz e iluminada.
—Gracias —se sonroja, no esperaba que el cambio de color de su cabello ocasionara tantos comentarios, pero son lindos, no le molestan en absoluto.
Del brazo, se va caminando con su amigo, bromeando y riendo, incluso cuando la lluvia otoñal los atrapa y se ven en la necesidad de correr, llegando empapados a la casa de SeokJin, repitiendo una escena que vivieron muchos meses antes: carcajearse por haber sido atrapados por el agua, cambiarse, secarse y acurrucarse juntos frente al televisor, arropados por una manta suave, dándose calor mutuamente.
Los lindos momentos que pasa ahora, logran anestesiarlo del miedo sobre las amenazas de HyunSoo, no sabe si se harán realidad, si tendrá que verlo de nuevo algún día, lo único que necesita tener en mente, es esa frase que no ha parado de sonar en su cabeza desde que despertó en el hospital.
Quiero recuperar mi vida.
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