Capítulo 26

Puedes confiar en mí

Despierto sobresaltada y sudando. Me incorporo en la cama y me quedo sentada con la espalda apoyada en el cabecero. Miro alrededor y veo que estoy en mi habitación de mi nueva casa.

Me quedo sentada en la cama y cierro los ojos para respirar profundo y relajarme o, por lo menos, intentarlo. Escucho pasos fuera de mi habitación y abro los ojos lentamente cuando la puerta se va abriendo despacio.

Entra Logan con un vaso de agua en las manos. Se acerca a la cama y se sienta en el borde. Me tiende el vaso de agua para que lo coja.

- Bebe - me ordena y, sin saber porqué, hago lo que me pide. Se me queda mirando como bebo sorbos pequeños y trago lentamente.

Cuando me canso, dejo caer las manos despacio con el vaso entre ellas en mi regazo. Y mi mirada se posa en ellas y en el vaso, sin saber que decir o que hacer.

- ¿Cómo te encuentras? - pregunta dulcemente pero con el toque que le da su voz grave a las cosas.

- Bien. Un poco mareada y desorientada, pero bien - respondo con total naturalidad y tranquila, ahora más porque sé que él está cerca de mí.

- ¿Te acuerdas de algo?

- Sí - digo en voz baja, casi en un susurro que solo puedo escuchar yo, pero sé que él también lo ha escuchado, porque sus ojos no se apartan de mí. Esta esperando que siga hablando -. Sólo me acuerdo de lo que estábamos haciendo y, que de repente, empezó a faltarme el aire... - hago una pausa solo de recordarlo, porque recuerdo todos los detalles de lo que pasó.

- ¿Por qué, Amanda? - vuelve hacer la pregunta con el tono dulce pero su voz grave. Me encanta.

- No sé... - lo dejo en el aire y aparto los ojos de los suyos, no puedo mirarlo más porque siento que mira dentro de mí y tengo miedo.

- ¿De qué tienes miedo, Amanda? - parece que me ha leído la mente.

- De nada... - que mentira más grande acabo de decir. No se lo cree nadie que tan solo me conozco un poquito.

- No me lo creo - efectivamente me lee la mente.

Nos quedamos en silencio, yo con la mirada fija en mis manos con el vaso de agua todavía entre ellas, y él, con la mirada posada en mí.

- ¿Sabes que puedes confiar en mí? - mis ojos se levantan de la nada para fijarlos en los suyos y creo ver un destello en ellos de ternura. Los míos, instintivamente, se llenan de lágrimas que quieren salir, pero no las voy a dejar, y menos delante de él.

Se acerca más a mí para acomodarse mejor sentado en la cama y, a su vez, acerca sus manos para retirar el vaso de agua de las mías y poder agarrarlas entre las suyas.

- Puedes confiar en mí, Amanda - repite, pero esta vez no es una pregunta, es una afirmación.

- Cuando era pequeña, mis padres tenían muchos problemas entre ellos. Yo intentaba apartarme de ellos por todos los medios posibles, me escapaba de casa para irme andando por las calles de mi ciudad para intentar olvidarme de lo que estaba pasando en casa, me encerraba en mi habitación y me ponía los cascos con música alta para no escuchar nada,... Pero de nada servía, porque al final siempre acababa pagando sus problemas de alguna manera - sus manos aprietan más fuerte las mías, cada vez un poquito más a medida que voy contando -. Mi padre... Él era el causante de todo. Cuando tenía 11 años, una noche salí a tirar la basura a los contenedores que había en la misma acera de mi calle. Mi padre ese día estaba fuera por temas de trabajo.

«Iba con mis cascos puestos y sin echar cuenta a nada, solo iba a tirar la basura y volver dentro. Hasta que me encontré con el coche de mi padre a pocos metros de la casa. Estaba encendido y el reflejo de las luces de la calle me hacían ver lo que había dentro. Mi padre estaba con una mujer que en esos momentos no alcanzaba a ver con detalle. Le agarraba la cara y se estaban besando - empiezo a temblar solo de contar lo menos fuerte de todo -. Me quedé paralizada, con los pies quietos en la calzada sin dejar de mirar como mi padre le ponía los cuernos a mi madre.

«En un momento, dejaron de besarse y ella miró en mi dirección y, cuando me vio, mi padre inmediatamente giró la cabeza en dirección también. Se quedaron quietos y podría decir que hasta sin respiración. No sabían que hacer. Ni yo en esos momentos tampoco. Entonces, con los ojos llenos de lágrimas, los cascos puestos, y la mandíbula tensa de la impotencia que tenía dentro, me giré para tirar la basura en el contenedor y volví dentro de la casa. Me encerré en mi cuarto, pero sin dejar de pensar en lo que acababa de ver.

«Pasaron los días y yo evitaba a mi padre lo mejor que podía. Mi madre me veía rara, cuando entraba y salía del instituto intentaba sacarme conversación, pero yo no hablaba apenas porque sabía que se me iba a escapar, y no sabía que hacer. Hasta que mi padre me cogió una tarde en mi habitación a solas, aprovechó que mi madre había salido hacer unos recados. Cerró la puerta y se acercó a mí. Me dijo que yo no había visto nada, no había necesidad de contar nada porque él ya no tenía nada con esa mujer. Le dije que era mentira, que nos estaba mintiendo a mí y a mi madre. Fue la primera vez que me levantó la mano y me pegó una bofetada - las fosas nasales de Logan hacen ruido al inspirar tan fuerte y sus manos aprietan más y más fuerte las mías.

«Me quedé quieta, sin saber que hacer. Se me llenaron los ojos de lágrimas y cuando salió de mi cuarto, lloré en silencio. Durante los días posteriores seguíamos igual, pero mi madre ya sospechaba algo. Empezaron las peleas entre ellos, los gritos, los golpes en los muebles, los portazos,...

«Yo me intentaba quitar de en medio, hasta que una noche, mi padre había bebido más de la cuenta, se había pasado con el alcohol. Yo me encontraba en el salón con mi madre cuando él llegó a casa. Empezó a recriminar cosas a mi madre que yo, a día de hoy, todavía no sé el porqué de esas recriminaciones. Se acercó a ella de la nada, la zarandeó y le cogió el pelo - las lágrimas salen solas de mis ojos, no las puedo controlar más -. Empecé a llorar y solo escuchaba los gritos de mi madre y los golpes que le daba mi padre.

- Dios - escucho que dice apretando más aún mis manos entre las suyas y respirando lentamente pero profundamente.

- Cuando acabó con mi madre, se acercó a mí...

- Dime que no te hizo nada - me interrumpe cogiéndome la barbilla entre sus dedos para que lo mire a los ojos. Ya no puedo controlar más las lágrimas y salen más, y más, y más.

- Me tiro al suelo, puso sus manos alrededor de mi cuello y empezó a apretar fuerte, con todas sus fuerzas - poco a poco mi voz va perdiendo intensidad por la falta de aire.

- Hijo de puta - dice en un susurro y aparta la mirada de mí.

- Recuerdo sus palabras como si hubiera pasado ayer. Me decía que me iba a quedar sin aire, no iba a parar hasta verme... verme muerta por sus manos - el llanto me juega una mala pasada y ya no puedo seguir hablando más.

Logan suelta mis manos para pasar sus brazos alrededor de mi cuerpo y abrazarme contra él.

- Joder - maldice en voz baja sin dejar de abrazarme.

Mis sollozos se hacen más fuerte a medida que sigo y sigo recordando.

- Ya ha pasado, no te va a pasar más nada. Estoy yo contigo. No voy a dejar que nada malo te pase.

En sus brazos caigo y me quedo dormida. Oliendo su aroma y degustando su tacto en mi cuerpo.

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