Capítulo 13
Infierno
Le doy un empujón que lo aparte de mi camino para poder entrar con mi maleta y los macutos en mis manos hasta dentro. De reojo veo su cara y expresión, enfado e ira en un mismo momento.
De un momento a otro, noto su mano agarrando mi brazo con fuerza, suelto la maleta del agarre de mi mano y cae al suelo, doy un grito cuando los macutos colgados del brazo también se caen y mi espalda chica contra la pared de la entrada.
Mi respiración se vuelve irregular, mis ojos se encuentran con los suyos que tienen un aspecto de deseo, oscuros como la noche, las aletas de la nariz las tiene abiertas y su respiración está agitada, sus labios están apretados y sus manos tienen una fuerza sobre mi brazo.
- La última vez, escuchame - me levanta la cara de una forma bruta, ya que he bajado la mirada para mirarme los pies para no mirar sus ojos -. La última vez, que me levantas la mano, y más, que me pegues - su agarre sobre mi brazo es aún más fuerte y me hago más pequeña ya que me está haciendo daño.
- Me estás haciendo daño - lo digo tan bajo debido a que mi respiración está insistente en este mundo.
- Te aguantas, ¿te has enterado de lo que ya no debes hacer más? - pregunta con un tono de voz más relajado, aunque sus ojos siguen estando igual y parece enfadado.
Decido armarme de valor, entornar mis ojos, envalentonarme para apartar de un fuerte tirón su agarre sobre mi brazo, acercarme tanto a él que tiene que dar un paso atrás para poder mirarme bien.
- Nadie me dice lo que debo hacer o lo que no, así que, si no quieres que te vuelva a dar otra ostia, empieza hacer las cosas bien - dejo de mirarlo en cuanto termino y paso por su lado rozando nuestros hombros, hasta que he pasado un metro de él y me paro en seco -. Algo me dice que te vas a llevar muchos palos en la vida - digo dirigiéndome hacia dónde están mi maleta y mis macutos para subir las escaleras hacia mi nueva habitación a partir de ahora.
Entro en la habitación y, antes de cerrar la puerta y quedarme dentro ordenando todo, me fijo en la puerta de enfrente. Esto va a ser más difícil de lo que pensaba, tenerlo frente a mi habitación. Sacudo la cabeza enérgicamente y cierro la puerta para empezar a guardar cosas y pensar que poner nuevo o que quitar porque sobra.
Empiezo mirar la posición de las cosas: para empezar no tengo escritorio, por lo tanto tengo que apuntar comprar uno; luego mover el armario de sitio, está al lado de la ventana y lo voy a poner en la otra parte de la habitación, en un lateral de la cama pegado a la pared, obviamente; la cama está perfecta, frente a la puerta; el color de la habitación no es el mejor que se pueda decir, está de un color amarillo pastel, yo la quiero blanca o de un tono gris claro, apuntar también preguntar si puedo pintar mi habitación, espero no tener que volver a soltar ninguna ostia más a lo largo del día.
Mi móvil suena en el mismo momento que pongo la maleta encima de la cama para empezar a sacar mis pertenencias. Mi amiga Colette. ¡Dios! He estado pasando de ella en estos días. No porque yo quisiera, es que no he podido con tantas cosas que he tenido que llevar. Le tengo que contar muchas cosas.
- ¿Pero tú te puedes creer que lleves 3 días sin dar señales de vidas? - pregunta nada más que le acepto la llamada, con su voz de interesante y de molesta con un poco de alegría de escucharme de nuevo.
- Lo siento, tía. He estado estos días muy ocupada y no he tenido tiempo ni para ver mis series pendientes - ambas soltamos una carcajada juntas que nos dura un poco de tiempo. Intento parar en varias ocasiones no vaya a ser que el señorito se llegue a enterar y le dé por entrar en mi habitación para quitarme el móvil como norma nueva.
- Bueno, ¿qué tal te va? - esa pregunta da a mucho que contar y va para largo.
- Pues siéntate y coge algo de picar, porque esto va para largo - escojo un tono de escepticismo para darle más misterio a la cosa, aunque no la tenga.
Empiezo a contarle mi búsqueda de piso, como terminé viendo casa realmente desastrosas, conseguí visitar un piso - realmente una casa, en la que estoy ahora -, que el propietario y actualmente compañero es el querido hombre del día del tropiezo en medio de la calle, le cuento y enumero las normas impuestas por él y, como hoy, el día que venga hacer la mudanza, ya me lo encuentro con un ligue en casa. Y la ostia que le he metido, eso no se puede obviar.
- ¡No te creo! ¡Le has metido una ostiaaaaaaa! - la escucho descojonarse al otro lado de la línea como una posesa, parece que el momento de la ostia le ha hecho gracia a mi amiga -. ¡Es buenísimo, tía! Lo mejor que has podido hacer, con dos cojones bien puestos. Se lo merecía.
- Y tanto que se lo merecía. A partir de ahora, si las normas las ha puesto él, o jugamos todos o no jugamos ninguno.
- Quien juega con fuego se acaba quemando - dice mi amiga con un tono de misterio y con algo escondido detrás de esa frase que no logro averiguar.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Ten cuidado en lo que te metes, todo puede ser utilizado en tu contra - me quedo pensando en esa frase cuando mi amiga cuelga y nos despedimos.
No me voy a meter en nada, porque las normas ya están impuestas y encima por él. Si quiere que yo las cumpla todas, él debe hacer lo mismo.
Decido salir de mi habitación sin pensar en nada más de la conversación que he tenido con mi amiga y voy a las escaleras para ir al salón o a la cocina, donde se suponga que esté el señorito.
Escucho trasteo de platos, cubiertos y cosas en la cocina, así que, voy hacia allí.
- ¡Joder! - escucho antes de dar la vuelta a la esquina para entrar en la cocina y aparecer por allí, maldice en voz alta y suelta varios tacos seguidos. Resopla y suspira, lo veo delante del fregadero con la mano metida debajo del grifo, cayéndole agua encima.
- ¿Qué ha pasado? - pregunto alarmada de ver un cuchillo encima de la encimera. Me temo lo peor y corro a su lado para verle la mano -. ¿Pero qué has hecho, dios mío?
- Nada, estaba guardando los cubiertos y me he cortado con el cuchillo - explica viendo como mis manos están sobre su brazo ya que estoy asustada de que sea un corte grande o profundo o como sea -. No es nada, de verdad. Me lo curo ahora y todo arreglado.
- No, qué dices. ¿Dónde tienes el botiquín? - pregunto dispuesta a curarle la herida que tenga.
- En el cuarto de baño - dice señalando con la cabeza en dirección a las escaleras. Subo enseguida al cuarto de baño para cogerlo y bajar a curarle.
Cuando vuelvo a la cocina, tiene un trapo puesto sobre la herida y está apoyado en la encimera. Deposito el botiquín a su lado y saco vendas, gasas, alcohol, tijeras,... Con una gasa en la mano impregnada de alcohol me acerco para quitarle el trapo que tiene y poder curarle la herida.
- ¡Dios mío! - suelto de repente al ver la herido que se ha hecho. Me llamaría exagerada, pero es más grande que mi dedo de largo -. ¿Esta herida no tendrá para puntos? - pregunto, y me tengo que agarrar a la encima para no caerme, ya que me estoy marean un poco. Su mano buena se posa sobre una de mis caderas para sujetarme y que no me caiga. Mi respiración se corta y elevo mi mirada hacia la suya.
- Vaya enfermera estás hecha, te mareas por una herida de nada - dice con una sonrisa de medio lado.
- En mi vida quería ser enfermera, no me ha gustado de nada. Y eso que en mi familia hay gente que trabaja en hospitales, pero a mí nunca me ha llamado la atención. Siempre me ha gustado la administración y... - su mano herida de repente está posada encima de mi boca y me callo rápidamente.
- Eres una parlanchina, bruja. Cualquiera te calla - dice bajito para nosotros dos, vaya, obviamente en la casa no hay más nadie, que tonta soy.
Nos quedamos mirándonos un buen rato hasta que su mano se va deslizando por mi boca destapandola, su dedo meñique roza mis labios y estos se entreabren solos y sueltan un suspiro que hace que él también haga lo mismo con los suyos.
Sabedora de esta situación, sacudo la cabeza y cojo de nuevo la gasa con el alcohol.
- Esto...esto puede molestarte un poco - le advierto antes de ponerle la gasa encima de la herida. Pega un salto y rápidamente se muerde el labio inferior. Mi mirada se centra en él y no puedo apartar los ojos de ese gesto -. Te lo...he advertido - tartamudeo un montón y lo digo todo muy bajito, apenas me entero yo misma.
- Está atenta de lo que haces, bruja - dice sonriendo de medio lado de nuevo, pero mi vista sigue en sus labios, hasta que sacudo la cabeza para volver mi vista a su mano y seguir limpiando la herida -. Mi mano es la que está ahora en tus manos, enfermera - me susurra tan cerca del oído que no se en que momento se ha pegado tanto.
Mi convivencia aquí va a ser un infierno.
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