9. SASHA
Adrián me pidió que lo llevara al apartamento en el que vivía.
Me estacioné a un costado del edificio de tres pisos que estaba ubicado al frente de una cancha de basquetbol que siempre se encontraba llena de pandilleros que se reunían ahí para jugar y fumar mariguana. Adrián vivía en el último piso del edificio, una construcción con diminutas ventanas rectangulares, pintura que en el pasado debió ser azul pero que ahora se encontraba deslavada y se mezclaba con el grisáceo del cemento.
En cuanto Adrián se bajó del auto me apresuré a hacer lo mismo para seguirlo, creí que se opondría, que me pediría que me marchara y lo dejase solo, en cambio, Adrián me miró y una discreta sonrisa le curvó los labios como agradecimiento.
Apenas y los pandilleros que estaban en la cancha lo reconocieron, comenzaron a chiflarle y a gritarle obscenidades.
—¿Quieres chuparme la verga por un dólar, preciosa? —le gritó un sujeto que dejó de jugar para acercarse a la reja metálica y que luego comenzó a tocarse los genitales y a burlarse.
Me detuve durante un par de segundos, dispuesto a encarar al sujeto, sin embargo, de inmediato, Adrián se dio la vuelta y negó, con la mirada me pidió que avanzara.
—¡Ahora traes a tus clientes al barrio, maldita prostituta! —gritó otro sujeto que se paró al lado del primero.
Mi instinto me obligó a detenerme una vez más, pero luego vi que Adrián no dejó de avanzar, solo levantó la mano y les paró el dedo a los pandilleros.
—Ese es el que quieres que te meta, ¿verdad, perra? —gritó una vez más el primer sujeto.
Ya no me detuve, decidí ignorarlos tal cual Adrián lo hacía y en silencio admiré su resiliencia, la fuerza que tenía para mantenerse firme ante el odio de personas a las que no les había hecho nada; esperé a que abriera la puerta con las llaves y entré al edificio detrás de él.
A un par de metros de la entrada principal se encontraba una estrecha escalera por la que Adrián subió, y con la mano me pidió que lo siguiera, los escalones eran tan pequeños que los pies no lograban caber en el espacio por completo, me vi obligado a tomarme del barandal por el miedo que me daba caer. Dejamos atrás la primera planta y avanzamos hacia la tercera, las paredes estaban llenas de grafitis y borrones, y a pesar de que era de día, el edificio, por dentro, no contaba con los espacios suficientes para que la luz pudiera colarse, tampoco habían focos suficientes para suplir lo claustrofóbico del lugar, un escalofrío me recorrió la columna vertebral.
Llegamos a la tercera planta y ante mis ojos surgió un pasillo en el que podían observarse tres puertas: dos a la derecha y una al centro de la izquierda. Adrián caminó hacia la de la izquierda y volvió a sacar las llaves para abrirla, pero antes de que lo consiguiera, la puerta se abrió desde adentro y una persona se asomó. En cuanto reconoció a Adrián, la persona salió y le dio un fuerte abrazo: era un hombre, negro, alto, más o menos de mi estatura, tenía la cabeza rapada, pero en cuanto vi su rostro noté que llevaba maquillaje en los ojos, mejillas y labios, quizá de la noche anterior o tal vez se preparaba para salir e iniciar el día, abrazó a Adrián con fuerza.
Adrián volvió a llorar, se quebró de la misma forma que lo hizo conmigo cuando llegó durante la madrugada a mi apartamento. Yo me recargué en la pared y dejé que Adrián se desahogara; noté que la persona que sostenía a Adrián mientras lloraba, me miraba de arriba abajo con recelo, me sentía incómodo pero no podía hacer nada más que esperar.
Cuando Adrián logró tranquilizarse dio un paso atrás y miró a su alrededor, me reconoció y se limpió las lágrimas deprisa, luego se acercó a mí y me tomó de la mano para que me acercara.
—Jayden, ella es Sasha, Sasha, él es Jayden. —Adrián nos presentó a ambos, estiré la mano con la intención de estrecharla, quien ahora sabía que se llamaba Sasha, volvió a mirarme de arriba abajo con recelo, dudó durante un par de segundos, pero luego extendió su mano y con delicadeza tomó la mía para corresponder a mi saludo.
—Adrián, ¿qué ha ocurrido? —lo cuestionó Sasha, preocupada por el estado en el que el chico se encontraba.
—Es mejor que hablemos dentro del apartamento —dijo Adrián y se estiró para abrir la puerta, luego se hizo a un lado y nos cedió el paso.
Al entrar al apartamento me encontré con dos pares de ojos que de inmediato me miraron de arriba abajo y con el mismo recelo que Sasha lo hizo. Adrián se apresuró a presentarme, el chico rubio de brazos musculosos se llamaba Tony, el delgado de piel morena, Isaac. Estreché la mano con ambos y después me senté al lado de Adrián.
—¿Dónde está Ryan? —cuestionó de inmediato el que se llamaba Tony—. Dime, por favor, que sabes dónde está.
Tony fijó su mirada en Adrián en espera de una respuesta, sin embargo, la única respuesta que recibió de Adrián fue un sollozo que vino junto con las lágrimas que volvieron a descender por sus mejillas, sonrojadas de tanto llorar.
Vi que Sasha se llevó las manos al rostro, luego, se puso de pie, caminó hacia la esquina y comenzó a negar con vehemencia.
—¿Qué pasó con Ryan? —exigió Tony y alzó la voz.
Se me formó un nudo en la garganta y el estómago se constriñó, sabía que en el estado en el que se encontraba, Adrián sería incapaz, al menos por el momento, de darles una respuesta. Tuve que tomar el valor necesario para ser yo quien les diese la noticia. No lo pensé demasiado, tomé un respiro profundo y me tragué el nudo que se me había incrustado en la garganta.
—Ryan... Ryan ha muerto —dije con la mayor claridad que me fue posible, luego apreté los labios.
Isaac se llevó las manos al rostro y al igual que Sasha comenzó a negar, el impacto de la noticia lo hizo ponerse de pie y correr para encerrarse detrás de la primera puerta que encontró abierta. Tony, en cambio, solo enmudeció, se quedó paralizado en el sillón con sus ojos fijos en los míos.
—¿Cómo sucedió? —cuestionó Sasha desde el rincón en el que se encontraba.
—Fue asesinado —respondí con voz calma, quise poner en práctica el entrenamiento que recibí al convertirme en policía, el ver a Adrián destrozado a causa del dolor que sentía me hizo recordar la promesa que le hice, tenía que ser fuerte por él.
Un par de lágrimas descendieron también por las mejillas de Sasha, el maquillaje que hacía que sus ojos lucieran más grandes comenzó a corrérsele alrededor de los parpados.
—¿Eres el amigo policía de Adrián, verdad? —inquirió Sasha y se acercó de nueva cuenta a la sala.
—Sí, soy uno de los detectives al frente del caso de los asesinatos de chaperos en el último mes.
—¿Ryan fue asesinado por la misma persona que asesinó a los otros chicos?
—No puedo afirmarlo con certeza, todavía no he leído el informe forense, pero estoy noventa y nueve por ciento seguro de que fue así, el patrón es el mismo.
Sasha caminó hacia mí, despacio, y cuando la distancia entre nosotros fue de menos de medio metro, me dio una bofetada que me hizo girar el rostro. No necesité ninguna explicación, las palabras no fueron necesarias, tampoco intenté defenderme ni hice algún reclamo; entendí desde donde nacía esa acción, empaticé con el odio y la impotencia que Sasha sentía. Fue Adrián quien reaccionó al actuar de su amiga, enderezó el rostro y en un susurro dijo: «Déjalo, él no tiene la culpa», luego me abrazó.
Con desesperación, Sasha sacó la cajetilla de cigarros y el encendedor que llevaba guardados en la bolsa trasera de sus jeans; con torpeza intentó encender un cigarrillo, pero las manos le temblaban tanto que apenas y pudo ponérselo entre los labios. Con calma, me desprendí del agarre de Adrián y me puse de pie, saqué mi propio encendedor y me acerqué a ella para ayudarla, mi acción tenía dobles intenciones y por la forma en la que me miró supe que lo entendía. Ella me ofreció uno de sus cigarrillos luego de que la dio una calada profunda al suyo, lo tomé y asentí, llevamos a la literalidad el fumar juntos la pipa de la paz.
Cuando Sasha se terminó el primer cigarrillo, se sentó junto a Tony y lo abrazó, el chico seguía en estado de shock, perdido en sus pensamientos, tal vez en los recuerdos que tenía con Ryan. Sasha volvió a mirarme a los ojos, me analizó en silencio, me enjuició desde sus adentros. Yo me senté una vez junto a Adrián y lo volví a abrazar, él correspondió de inmediato a mi gesto, quizá fue dicha acción la que hizo que Sasha me diese un voto de confianza.
—Necesito que me cuentes detalle por detalle qué fue lo que sucedió —dijo sin dejar de mirarme.
Yo sabía que Adrián era el indicado para contar lo sucedido, sin embargo, el chico no se encontraba en condiciones de relatar los hechos por tercera ocasión, tampoco era mi intención someterlo a ese martirio. El relato de Adrián se había incrustado en mi memoria con una sorprendente nitidez; asentí y, tras tomarme de nueva cuenta un respiro profundo, relaté los hechos sucedidos la madrugada anterior, tal cual Adrián me los contó a mí.
Terminé el relato algunos minutos después, me di cuenta de que varias lágrimas descendían del rostro de Sasha y también de Toni, guardé silencio para darles el espacio que sabía que necesitaban. Para entonces, Adrián ya se había recuperado, dejó de usar mi pecho como almohada y se enderezó. La puerta al fondo se abrió e Isaac salió con el rostro hinchado de tanto llorar, corrió hacia el sillón en el que Sasha y Toni se encontraban y los abrazó, Adrián hizo lo propio y se unió al abrazo. Por mi parte, me puse de pie y caminé hacia la diminuta ventana rectangular para mirar hacia la calle, despejarme un poco y darles a Adrián y sus amigos el espacio que necesitaban.
—¿Qué piensa hacer la policía respecto a lo que ocurre? —cuestionó Sasha y se puso de pie tras retomar fuerzas.
—Nada, la policía no hará nada, al contrario, para el sistema somos una escoria, es como si estuviesen haciéndoles un favor. —La sinceridad con la que respondí me sorprendió a mí mismo, pero tanto las personas que estaban frente a mí como yo mismo, era lo que necesitábamos, no lograríamos nada con tibiezas.
—¿Y entonces qué demonios haces aquí? —me riñó Sasha y caminó hacia mí, estuvo a punto de volver a abofetearme, pero se contuvo.
—Sasha, esto ya va mucho más allá de lo que yo sea —me dirigí a ella por su nombre—, ¿escuchaste lo que sucedió? ¡Adrián está en peligro y yo no pienso dejarlo solo! No pienso dejarlo solo porque lo... porque es mi amigo.
—Perdóname que dude de ti y de tus intenciones, pero como tú mismo lo has dicho, ¡el maldito sistema nos odia!, ¡odia lo que somos!, ¡odia nuestra libertad! Y tú eres parte de ese sistema.
—Te equivocas, yo también pertenezco a eso que el sistema odia y es por ello que este caso va mucho más allá de lo que me dedico. ¡Nunca quise ser policía! Acepté serlo solo por cobarde, pero si consideras que ese es un problema, no te preocupes, estoy seguro de que ya no lo soy, apenas y vuelva a la estación van a quitarme mi placa. Pero con placa o sin placa, no voy a permitir que a Adrián nada le pase, tampoco que el maldito sistema se salga con la suya.
El impacto de mis palabras hizo que Sasha me tomase de las manos para unirlas con la suyas, así derribábamos las barreras entre nosotros, así terminábamos de sellar nuestro pacto de paz y de unión.
—Cuéntame lo que sabes —me pidió.
—Por lo que yo he investigado y debido al testimonio de lo que Adrián tuvo que vivir, tengo un perfil bastante definido del asesino —declaré en voz alta para que todos los presentes pudiesen escuchar.
Con un movimiento de cabeza, Sasha me invitó a que continuara con lo que tenía que decir.
—El asesino es un hombre joven, debe tener entre veintiocho y treintaidós años, es blanco, de cabello rubio y de complexión fuerte, también de clase alta. Los tres primeros cuerpos tuvieron coincidencias, tanto en la forma en la que se les arrebató la vida como en sus características físicas, en los cuerpos se encontraron residuos de materiales con los que se fabrican los bates de beisbol y también de las cuerdas que suelen usar quienes practican la equitación, nuestro sujeto gusta de los deportes.
Sasha asintió y pude notar que, en sus adentros, sopesaba la información que acababa de darle.
—De igual forma, los tres primeros chicos murieron al desangrarse porque el asesinó los castró, creo que ese acto nos dice mucho... es como silos castigara, como si quisiera arrebatarles su hombría y, al quitárselas, intentara sentir menos culpa de su deseo, ese deseo que los chicos a los que asesina le provocan... por lo que Adrián nos relató que sucedió cuando Ryan intentó tocarle los genitales, por la forma en la que apretaba los puños cuando estuvo en la orgía, por el hecho de que solo los contratara para humillarlos como sus mascotas pero que no se relacionara sexualmente con ellos, a mí me queda claro que nuestro sujeto es un homosexual reprimido. Y he llegado a esa conclusión porque por mucho tiempo yo también me reprimí, también intenté luchar en contra de mis sentimientos.
El silencio se apoderó del apartamento, los presentes reflexionaban en silencio mis deducciones.
—¿Descartas la opción de que haya más de un asesino? —me preguntó Sasha luego de un tiempo.
—¿Por qué lo preguntas? —inquirí mientras reflexionaba las implicaciones de su pregunta.
—Yo también he hecho mis investigaciones —respondió Sasha—, sabía de ese, ¿club? Al que el cabrón ese llevó a Ryan y a Adrián, pero no había conseguido descubrir dónde se realizaban las reuniones, al parecer cambian de lugar de forma constante, y hay mucho dinero de por medio; fueron dos chicos los que me contaron lo que ahí sucedía, pero ahora esos chicos están muertos... el resto se niegan a hablar, ya sea porque les pagan muy bien o porque tienen miedo. Mi pregunta surgió porque al ser un club, tal vez podrían ser varios los implicados.
—Sin duda es una línea que debemos seguir. —Noté que Adrián tenía su mirada fija en mí.
—¡Y no podemos perder el tiempo! —exclamó Sasha.
—Tengo un compañero que está ayudándome con el caso, él dijo que intentaría conseguir una orden para poder acceder a los registros de propiedad, creo que ese es un buen punto en el que podemos comenzar.
—Vamos entonces a con tu compañero. —Sasha sacó un pañuelo de la bolsa frontal de sus jeans y comenzó a desmaquillarse.
Asentí, luego correspondí a la mirada de Adrián, su rostro reflejaba un montón de sentimientos encontrados, sin embargo, noté que luchaba por mantenerse entero, por no quebrarse.
—Ustedes no pueden salir de aquí bajo ninguna circunstancia —amenazó Sasha a los tres chicos que nos miraban expectantes—, tampoco abrirle la puerta a nadie que no seamos nosotros, ¿entendido?
Los tres asintieron.
—Vámonos, entonces, guapetón. —Sasha me tomó del brazo y me jaló hacia la puerta.
Antes de salir, Adrián se interpuso en nuestro camino y nos abrazó a ambos, primero a Sasha y después a mí; conmigo el abrazo se prolongó: «Gracias por todo», me susurró al oído, luego se desprendió de mí para dejarme avanzar.
Nuestras miradas coincidieron hasta que la puerta se convirtió en una barrera entre ambos.
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