Capítulo 4

"Su alteza, su mente está en otra parte" –dijo el comandante Linden, mirando a Keldarion que yacía boca abajo en el suelo después de haber perdido una vez más en su entrenamiento de espada. 

Recogiendo la espada que había soltado al caerse, el príncipe suspiró y aceptó la mano tendida de Linden, que lo ayudó a ponerse en pie. 

"Lo siento, Linden. Sigamos" –dijo Keldarion, comprobando su postura e intentando concentrarse en la pelea. 

Pero el comandante negó con la cabeza. 

"No hasta que estés completamente enfocado, su alteza. Has dejado caer ya la espada tres veces, lo cual es muy inusual, y eso te podría haber costado la cabeza. ¿Algo te preocupa?" 

Keldarion bajó la espada, derrotado. Linden estaba en lo cierto. No había podido concentrarse. Sus pensamientos no se alejaban de su hermano pequeño, donde quiera que estuviese. 

"Es Legolas. Algo lo asusta, pero no sé el qué." 

Linden elevó las cejas. 

"Debería haberlo sabido. Ese niño es siempre tu primera prioridad. Lo estás echando a perder, mi príncipe." 

Keldarion sonrió con timidez. 

"No puedo evitarlo. ¡Es tan lindo y adorable! ¡Pero no le digas que dije eso! ¡Odia que le digan que es 'lindo'!" 

Linden se rio entre dientes. Sabía que la razón por la que Keldarion se preocupaba tanto era el profundo amor que sentía por su hermano. Todo el mundo podía verlo. Entonces el comandante frunció el ceño cuando se dio cuenta de lo que el príncipe había dicho. 

"¿Está asustado, su alteza? ¿Qué te hace pensar eso?" 

Keldarion le contó el incidente de la noche anterior. 

"No dejaba de temblar, ni siquiera después de abrazarlo y llevarlo a dormir. Estaba demasiado angustiado hasta para cenar –Keldarion también recordó cómo su hermano se había despertado varias veces durante la noche, con el miedo brillando en sus ojos. Luego el elfling se abrazaba a él más fuerte y sollozaba contra su cuello-­. El escape de Gusanote no le molestaría tanto. Era otra cosa." 

Una ráfaga de viento sopló repentinamente a través del campo de entrenamiento, haciendo que se quedarán inmóviles un momento. Siempre en contacto con la naturaleza, Keldarion entendió el mensaje que la brisa intentaba transmitirle. 

"Oh, no –murmuró-­. ¡Legolas!" 

Cuando el príncipe corrió hacia el río en el patio trasero, el comandante Linden lo siguió inmediatamente. 

Dior estaba perdiendo la razón. No pensaba con claridad, dirigido solamente por sus emociones peligrosamente fuera de control. Y el pequeño príncipe elfo se había convertido en la víctima. 

Legolas estaba cada vez más débil. Sus luchas se debilitaban, pues el dolor y la sensación de muerte inminente iban superando su miedo. No sabía cuántas veces Dior lo había sumergido bajo el agua y ya no le importaba. Solo quería dormir. 

Y entonces escuchó el rugido más fuerte y enojado que había oído nunca. Keldarion. 

Dior no supo lo que lo golpeó. En un momento estaba empujando la cabeza de Legolas bajo el agua, y al siguiente estaba nadando hacia la superficie. Miró a su alrededor y vio al príncipe heredero del Bosque Negro recoger del agua el cuerpo inerte de su hermano y dejar al elfling semiinconsciente al cuidado de un guerrero igualmente enojado. 

Antes de que Dior pudiera decir nada, Keldarion llegó a donde estaba y lo sacó de la corriente, lanzándolo al suelo. Cuando empezó a levantarse, el príncipe le pateó el estómago con fuerza. 

"¡No te muevas! –gritó Keldarion, furioso. Se dio la vuelta un momento para ver a su hermano, revisando el estado del principito-­. ¿Estás bien, enano?" 

Legolas no pudo responder por lo fuerte que estaba llorando. Eso solo enfureció más a Keldarion. Sin decir niuna palabra, le quitó la espada a Linden y se la lanzó a Dior antes de recoger su propia espada del suelo. 

"K... Kel... ­-al ver esto, Legolas se asustó aún más. Recordó lo que Dior le había dicho que iba a hacer. Su primo era varios cientos de años mayor que Keldarion y obviamente tenía una gran habilidad con la espada-­.Él... él te matará. Lo... lo había dicho." 

Linden abrazó al elfling más fuerte. 

"Calla, mi príncipe. Tu hermano sabe lo que hace." 

Como dijo Linden, Keldarion sabía lo que iba a hacer. Quería que su primo pagara por lo que le había hecho a Legolas. Finalmente entendía lo que había causado el extraño miedo de su hermano. Dior debía haberle hecho algo y lo había amenazado para que no lo contara. 

Tan pronto como agarró la espada, Dior se lanzó. Keldarion estaba más que listo. Podía ser más joven, pero el príncipe era el mejor espadachín y Dior llevaba tiempo sin práctica. Legolas se encogió y escondió el rostro en el cuello de Linden mientras los dos jóvenes elfos se enfrentaban mediante la espada. El sonido del acero golpeando acero era aterrador y el principito no se atrevía a mirar. 

Linden se dio cuenta de que Keldarion había recuperado la concentración, que había estado ausente durante su reciente entrenamiento. El príncipe blandía su espada con gracia, lleno de determinación, sin apartar los ojos de Dior. Atacó y encadenó una serie de golpes, lo que obligó a Dior a ponerse a la defensiva. Su primo ni siquiera podía devolver el ataque, debido a los poderosos ataques de Keldarion, consecuencia de su furia cegadora. 

Dior intentó esquivar a Keldarion pero calculó mal el paso y cayó al suelo, soltando la espada. Se quedó mirando con horror la punta afilada de la espada del príncipe que estaba solo a unas pulgadas de distancia de su garganta. 

"¡Keldarion! ¿Qué está pasando aquí?" –el rey del Bosque negro apareció de repente. 

Alguien le había informado de la conmoción al lado del río. Keldarion levantó la vista y vio que el altercado había atraído a los curiosos. Observaban y susurraban entre ellos, preguntándose sobre lo que había sucedido. 

Keldarion miró brevemente a Thranduil, cogió a Legolas de los brazos de Linden y acunó al elfling que seguía sollozando contra su pecho. Luego señaló secamente a Dior, que yacía tirado en el suelo. 

"Pregúntale" –dijo justo antes de darse la vuelta y dirigirse a palacio, con su hermoso rostro retorcido de furia. 

Dior se atrevió a levantar la cabeza para mirar al rey, e inmediatamente deseó no haberlo hecho. El rostro del rey Thranduil era una máscara en blanco, pero sus ojos brillaban peligrosamente y la vena de su cuello palpitaba visiblemente. De alguna forma, el rey había comprendido la situación. 

"Habla" –ordenó Thranduil en voz baja. Sin embargo, Linden y los otros podían detectar la enorme ira que el rey estaba intentando contener. 

En el suelo, Dior solo pudo tragar nerviosamente, sabiendo que su destino estaba sellado. 

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Legolas no estaba en su habitación cuando Thranduil fue a buscarlo. Pero el rey sabía dónde podía estar, así que se dirigió a la de Keldarion. 

Efectivamente, encontró a su hijo pequeño acunado en los brazos de su hijo mayor, profundamente dormido por el cansancio. Keldarion estaba de pie en el balcón, balanceándose suavemente con la canción de cuna que tarareaba mientras acariciaba amorosamente la nuca de Legolas, cuya cabeza descansaba en su hombro. El príncipe se dio la vuelta al escuchar a su padre. 

"No quiero volver a ver la cara de Dior, padre –dijo Keldarion con los dientes apretados, todavía evidentemente enojado­-. ¡Si lo hago, te juro que lo mato, aunque sea mi primo!" 

Legolas se movió levemente ante la voz agitada de su hermano, así que Thranduil alargó la mano para acariciar dulcemente la espalda del pequeño príncipe que ya estaba vestido con una túnica seca. El elfling se quedó inmóvil, una vez más. 

"Sé lo que quieres decir, Kel. Apenas pude evitar romperle el cuello, ¡que los Valar me ayuden! ¡Estuve tan cerca de dejar a tu tío Maeglin sin hijos...!" 

Hubo un momento de silencio hasta que Keldarion volvió a hablar. 

"¿El tío Maeglin sabe de esto?" 

Thranduil asintió. 

"No tengo más remedio que desterrarlos a los de este reino, así que tu primo nunca pondrá un pie aquí de nuevo. ¡Si Dior no fuera un pariente nuestro, lo habría ejecutado con mucho gusto!" 

Keldarion entró en la habitación y fue hasta la cama para acomodar a Legolas bajo las sábanas. El elfling suspiró con satisfacción, como si supiera que ahora estaba a salvo de cualquier amenaza o daño. Keldarion miró a su hermano, con la tristeza y el lamento nublando sus características. 

"Legolas me acababa de decir que Dior lo encerró en un armario ayer –dijo el príncipe en voz baja-­.Gusanote no se escapó, pero Dior tiró a la serpiente del agarre de Legolas en medio de su ira. De alguna manera, culpa a Legolas por su amor condenado con una de las doncellas de Mirkwood." 

Thranduil se quedó atónito. 

"¿Por qué no nos lo dijo?" 

"¿Por qué? ¡Porque Dior lo amenazó con que nos mataría si lo hacía! ¡Oh, padre, no puedo creer que alguien le hiciera algo así a un niño! ¡Y menos a Legolas!" 

Thranduil agarró el hombro de su hijo y notó los músculos tensos. 

"Tranquilo, Keldarion. Dior no pondrá un pie en el Bosque Negro y no dañará a Legolas de nuevo, lo juro –el rey se sentó en la cama al lado del niño dormido y recorrió con sus dedos la suave mejilla del elfling-­. Nunca más." 

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Al día siguiente, Thranduil llevaba de la mano a su hijo más pequeño hacia el campo de entrenamiento. Keldarion y los guerreros de Mirkwood ya estaban allí desde el amanecer para su entrenamiento. Al verlos llegar, el príncipe heredero abandonó lo que estaba haciendo y se reunió con ellos a la vez que el rey alcanzaba a Linden, que estaba vigilando los ejercicios de los guerreros. 

"Linden, mi hijo tiene algo que decirte." 

El comandante miró a Legolas directamente, sonrió y se arrodilló sobre una pierna. 

"¿Sí, mi príncipe?" 

"Enséñame" –dijo Legolas tímidamente. 

"¿Enseñarle qué, su alteza?" 

"Por favor, enséñame a pelear. ¡No me gusta ser un debilucho!" 

Linden puso una mano en el hombro de Legolas, mirándolo con orgullo. 

"Su alteza, no saber luchar no te hace un debilucho. Solo hace que estés indefenso, así que para empezar,me sentiré honrado de enseñarle autodefensa. Después de eso, te entrenaré para que seas un guerrero, como prometí." 

"¿Tan bueno como Kel?" 

"Sí, tan bueno como tu hermano, y podrías ser aún mejor si eres un buen estudiante." 

Legolas lanzó sus brazos alrededor del cuello de Linden. 

"¡Gracias, Linden!" 

El comandante se rio, al igual que Thranduil y Keldarion. 

"De nada, mi príncipe –dijo Linden, sonriéndole al elfling ampliamente y entonces le hizo un gesto a un guerrero cercano-­. Pero primero, ve a la práctica de tiro con Béregund. ¡Y asegúrate de no dispararle a inocentes transeúntes!" 

El príncipe solo rio en respuesta mientras agarraba la mano de Bérengund y tiraba del guerrero hacia el campo de tiro con arco. La expresión de Béregund era una mezcla de horror y pánico cuando fue arrastrado por el príncipe manyan. Legolas había comenzado las clases de tiro con arco la semana anterior y su puntería era todavía demasiado peligrosa para su tranquilidad. Linden se enderezó, sin dejar de observar al príncipe en retirada. 

"El guardia del bosque me ha informado de que Maeglin y Dior han traspasado la frontera del Bosque Negro"–dijo en voz baja. 

Thranduil asintió, mirando brevemente a Keldarion. El príncipe ya había apretado los puños ante la simple mención de su primo. 

"¡Que se vayan! –exclamó Keldarion-­. No me fío de mí para contenerme de matarlo... ­tomó una respiración profunda, intentando calmarse. La furia aun ardía en su interior y negó con la cabeza mientras volvía a hablar­. Pero pobre tío Maeglin. Su hijo solo le ha traído vergüenza y desgracia." 

Thranduil le rodeó los hombros con el brazo. 

"Maeglin es un padre con mala suerte. Pero yo me siento bendecido por tenerte a ti y a Legolas –dijo el rey con orgullo-­. Estoy tan orgulloso de ustedes dos." 

El príncipe miró a su padre y le devolvió la sonrisa. 

"Al igual que yo, padre." 

De repente, se oyó un grito estridente de Béregund desde el campo de tiro, y Linden ya había empezado a correr después de haber visto lo que había ocurrido. 

"Ese niño apuntó al pie de Béregund... ¡y no falló!" –le dijo el comandante a los otros dos, riendo. 

Keldarion y Thranduil se miraron entre sí, pusieron los ojos en blanco y rompieron a reír. 

"Es bueno que Legolas sea un sanador manyan –dijo Keldarion mientras corrían tras Linden hacia la multitud que ya se estaba formando en el campo-­. ¡O podríamos perder a nuestros guerreros a un ritmo aterrador!" 

"Tu hermano y su arco... ­-respondió Thranduil, sacudiendo la cabeza con diversión-­. ¡Gracias a los Valar que aún no puede levantar espadas o podría decapitarse a sí mismo!" 

Legolas sonrió cuando su familia se acercó. 

"¿Veis? ¡Os dije que soy bueno con el arco y las flechas! ¡Ahora soy el príncipe más temible de la Tierra Media!" 

Béregund, que aún estaba sentado en el suelo frotándose el pie que Legolas acababa de sanar, le sonrió débilmente. 

"Ya lo eres, alteza. ¡Lo eres!"

En la próxima historia: Keldarion se enoja con el pequeño Legolas por romper un recuerdo de su madre muerta. ¿Podrá el elfling arreglar las cosas con su hermano?   

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