Capitulo 2


Otro día. Un nuevo día para explorar.

- Sentado debajo de un mango, Debajo de un árbol de mango ~

Letra por letra, seguia en su canto con voz poco fuerte sin importarle las miradas curiosas de las personas. Le gustaba cantar a pesar de que no tenía una voz privilegiada, cuando el alma llama para cantar lo hace sin pena.

Las gente pasaba y miraban al distraído joven, algunos con sorpresa otros con diversión. No todos los días de veía algo así. Pues, a pesar que el joven cantaba un poco bajo lograban escuchar a la perfección.

Todo podría seguir de la misma manera, sin interrumpir los asuntos de otras personas, eso hasta que una joven reconoció aquel hombre y se acerco a pasos vacilantes a pesar de la negativa de su padre.

- D-disculpe - llamo al joven que seguía en su teatro, no la escucho por lo bajo de su voz. Apresuro su paso y grito - ¡Disculpe!

Fabrizio detuvo su andar y cantó por el abrupto grito a su lado. Miro hacia abajo, dónde su manga estaba sujeta por una callosa mano. Curioso por la interrupción, solo sonrió a la joven avergonzada.

- Discúlpeme señor... Sir. Rosemberg y-yo

Los nervios se apoderaron de la adorable adolescente, las palabras no salían como debían y su cuerpo comenzó a sudar por el continuo esfuerzo para hablar.

Sintió la perturbación sobre ella, miro nerviosa alrededor y lo que vio, la asusto mucho. La gente la miraba de mala manera. Su cuerpo tembló pero no soltó su agarre. Parecía no ser buena idea el hablar de esa forma a un importante crítico de comida. Podría ser castigada por su insolencia.

- ¿Si? ¿Se te ofrece algo? - tranquilizó a la joven con una sonrisa suave, para nada molesto por la interrupción.

- O-oh yo... - tomo aire y apretó más el agarre en la ropa del hombre. - ¡Me gustaría que probará mi comida!

El ambiente alrededor de ellos se volvió tenso. Aquel griterío molesto mucho mas a los transeúntes y no dudaron en demostrar su malestar con miradas furtivas.

- ¿En cerio? ¿Me está invitando a su casa, My Lady? - cuestionó sorprendido. La joven se removió incómoda y asíntio temerosa, para su sorpresa, el joven sonrió brillantemente. -

Inclino su cabeza su cabeza en forma de agradecimiento. Pese a las suposiciones de la chica, Fabrizio no pareció importarle los demás.

La chica encantada, lo llevo lejos de las miradas ajenas. Junto a su padre (que saludo al hombre con un apreton de manos) se aproximaron a una pequeña casa en la concurrida calle y entraron uno a uno.

Delicioso. Era la palabra perfecta para describir el aroma esparcido por los rincones de la casa. Sutil pero exquisito.

Catherine cómo se hacía llamar la dama, ofreció un asunto a Fabrizio y nerviosa tropezó hacia la cocina dejando solo al pelinegro con su padre.

- Sir. Rosemberg, estamos muy halagados con su presencia en nuestro humilde hogar. - abrió y cerro sus manos, nervioso con la mirada onix del otro. - Mi hija y mi esposa son seguidoras de usted desde que comenzó a publicar columnas sobre... ¿Comida? - busco en su memoria la mucha palabrería que su esposa soltaba cuando leia sobre el. - Disculpe, no suelo interesarme mucho en esa clase de cosas.

Aquello descolocó un poco al pelinegro, no por lo último, si no por lo dicho sobre secciones de el. ¿Cuando había hecho algo así? No recordaba haber... Haber...

Tenía una idea de quién podría ser el responsable de aquellas publicaciones.

Fabrizio asíntio en comprensión.- No se preocupe. Me alegra saber que existen personas... que aman mis publicaciones.

Su plática se vio interrumpida por la llegada de la comida. Una sopa como entrada.

Sin medir palabra, Fabrizio junto sus manos y agradecido por la comida. Probó el primer bocado y el siguiente y el siguiente hasta terminarlo. Sintió satisfecho. Catherine sirvió el plato fuerte, algo bastante peculiar aún así lo probó y al terminar tardó en sonreír y darles las gracias.

- Debo decir... Bastante interesante la combinación.

No quería decir mucho. No era un profesional en esos ámbitos aunque a veces se le soltaba la lengua en esta ocasión no lo haría. No después de lo que descubrió.

La mirada levemente decepcionada de la dama no pasa desapercibida para el hombre. Siguió la dirección y se encontró con su libreta de cuero.

Algo confuso la tomo y comenzó a escribir un poco solo para admirar de reojo su reacción, no se decepcionó al verla temblar de emoción. Aquella expresión solo lo hizo detenerse, se sintió mal al solo escribir cosas sin sentido por lo que tacho disimuladamente las palabras y escribió con normalidad sobre los platillos servidos.

Después de terminar de despidió de la familia y volvió a su posada. Cansado y con un dolor de cabeza tremendo.

Paso entre las personas de la posada y se dirigió al dueño con una sonrisa.

- ¿Cómo se encuentra, Sir. Camel? - apenas llegó lo saludo- ¿Alguna novedad para mí?

El hombre sudo nervioso y con manos temblorosas deslizó la carta. - Esto llegó hace unos momento... Tiene el sello real estampado enfrente.

- Oh, que maravilla. - guardo el sobre en su saco como si nada, sorprendiendo al dueño. - ¿No a llegado alguna carta más? ¿Un pergamino? ¿Alguna nota?

- Me temo que no, Sir.- respondió aún en shock. Fabrizio asíntio decepcionado y con un leve ademán se despidió del dueño.

El hermano que estaba sentado a unos metros de ellos, se levantó y le dió unas palmadas en la espalda con pesar.

- Muy famoso puede ser pero listo no lo creo.

- Cállate, ¿Que sabrás tu idiota? El es un crítico, seguramente tiene mucho que hacer para sentarse a leer una carta.

- Si, claro, claro.

Movió su mano con desdén y salió de la posada. Camel comenzó a limpiar el lugar, sin darse cuenta de la persona encapuchada que estaba sentada en una esquina, observando todo lo que sucedía.
Aquella persona se levantó y salió de la posada a pasos apresurados.

Con la intención de dar un informe al emperador.

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