Capítulo 11: Buscando explicaciones

Las palabras formaron un nudo de corbata en mi garganta y nada coherente logré articular.

—Eeeee...estoooo... —sus ojos me perforaban por dentro, pero sabía que aún no era demasiado tarde para defender mi inocencia—. Esto no es lo que parece.

—Por supuesto, Bek, es obvio que tu protegido está embelesado mirando a esta preciosa pared de ladrillo. ¿Cómo podía pensar siquiera que nosotros fuéramos su objetivo si no es más que un simple humano y no está en su naturaleza vernos? Qué cosas más disparatadas se me pasan por la cabeza...

Su voz no es que tuviera un matiz de sarcasmo, se podía decir más bien que cada uno de sus sonidos desprendían la esencia de la pura ironía hecha palabra.

—Todo tiene una explicación lógica —me apresuré a contestar. Sabía que era importante emplear el término "lógica" con mis superiores. Seguro que por aquello ganaba algún punto a mi favor.

Mi superior alzó una ceja con incredulidad y al ver que no decía nada me soltó:

—¿Y bien?

En cuestión de fracciones de segundo tuve que inventarme algo convincente. Miré al chico con la esperanza de encontrar en él algo que me pudiera ayudar. Me di cuenta de que uno de sus pantalones se había roto por el golpe que nos habíamos dado contra el suelo. También su barbilla y nariz estaban algo magulladas.

Entonces lo vi claro:

—El chico... —comencé a decir. Mi protegido dio un pequeño respingo al escucharme mencionarlo—. Una de las bandas de delincuentes más peligrosas de esta ciudad intentó asaltar al chico cuando salió del instituto. Por fortuna pude evitar un desastre de dimensiones descomunales, pero tan enfrascada me encontraba acabando con los atacantes que no pude evitar que el muchacho se resbalara con la acera mojada y que se pegara un golpe en la cabeza con una farola. Perdió el conocimiento por un momento y cuando despertó ya podía verme...¿no es asombroso?

Intenté camuflar mi mentirijilla con una expresión de sorpresa y desconcierto en mi rostro. Tampoco me tuve que esforzar mucho porque no era algo completamente diferente a lo que sentía en ese momento, con mi superior delante de mis narices.

—Asombroso, sí que lo es, desde luego —me confesó posando su mirada sobre el asustado de mi protegido.

Parecía que mi invención había resultado creíble. Al menos había logrado deshacerme de sus ojos durante unos segundos y eso ya era un auténtico alivio. Pude retomar incluso la respiración que había dejado en pausa por su presencia.

—¿Y dices que fue tan solo con un golpe en la cabeza? —se interesó al tiempo que se acercaba al muchacho.

Este comenzó a temblar al ver a aquel personaje de pocos amigos aproximarse a su posición.

—Bien... Veamos pues si otro golpe en la cabeza puede librarnos de este testigo tan molesto.

Pude ver con horror cómo uno de los balcones que daban al callejón en el que nos encontrábamos y que se situaba justo encima del chico se resquebrajaba peligrosamente.

Aún no sé qué fue lo que se me pasó por la mente cuando vi los primeros ladrillos y cascotes caer, pero lo cierto es que aquella decisión truncó mi vida para siempre.

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