Capítulo 10
En el tramo final del camino y para tratar de obviar el dolor de mi cuerpo, me dedico a bombardear a Ariel con mis preguntas. Y aunque el rubio ya me advirtió de no molestarle demasiado, accede a responder a ellas sin ponerme mucho problema.
—¿Este mundo siempre fue tan horrendo? —Me dedica una mirada de un segundo, alza una ceja y luego regresa su vista al trayecto.
—Hay algunos libros y fotos de la antigüedad y no, no siempre fue así. —¿De verdad no lo fue?
—¿Y qué ocurrió? —Resopla y voy a replicar para que me responda pero no me deja, lo hace por su cuenta.
—Los científicos lo llamaron «tercera guerra mundial».
Los países del mundo entraron en un conflicto que duró muchos años. Todo quedó reducido prácticamente a cenizas. —Me explica en un resumen pues parece que la historia es muy larga para ser contada en su totalidad.
—¿Y por qué nadie intentó reconstruirlo? —Ya parece harto pero no puede abandonarme en el camino. Tenemos un acuerdo.
O eso espero.
—La guerra duró tanto que al final, los que la empezaron ya
habían muerto y los que seguían eran sus hijos e incluso nietos.
Ya no quedaba nadie que recordara la vida antes de la desolación y tampoco había recursos para intentar hacerlo.
—Por primera vez, Ariel es amable y no me amenaza o grita.
Pero sé que sólo lo hace porque se librará de mí en menos de veinte horas.
Lleno mi cerebro con la información obtenida y presento una última duda.
—¿El mundo era igual que Binhtown antes de la guerra?
—Ríe.
—No. Había violencia, crímenes y cosas mucho peores. Pero era parecido. —Decido callar después de eso, no tengo más dudas por ahora.
Bueno, sí que las tengo. Pero no quiero que Ariel me lance a los lobos. Me cuesta creer que este mundo fuera y sea un lugar tan enfermo y las palabras de mi padre rebotan de un lugar a otro dentro de mi cerebro.
—Eso no es real, Laurie. Son actores en platós, tienen guiones que les dicen lo que hacer. ¿Por qué alguien haría algo así? ¿Por qué alguien robaría o dañaría a otra persona? Esas cosas no suceden en el mundo real, hija.
Ahora me gustaría poder hablar con él, poder decirle que se equivocaba, que siempre lo hizo.
Pero tal vez nunca tenga la posibilidad de hacerlo, ni siquiera de volver a verle. Una cortina de lágrimas cubre mis ojos pero me veo obligada a frotarlos y deshacerme de ellas.
Entonces oigo la voz de Ariel a mi lado.
—Mira allí, pequeña. —Señala en la distancia y mis iris observan una pared de color rojizo y alargada.
—¿Es el lugar al que vamos?
—Sí. El muro. —Relamo mis labios, ansiosa por llegar. Dejamos el espeso bosque atrás y alcanzamos un llano.
Es arenoso, agrietado y desagradable. Es tal y como lo veía en mis sueños sólo que está aún peor, mucho peor. Pero en ellos, nunca ví el lugar otro lado del muro y eso provoca que mi curiosidad despierte.
Ahora puedo ver más allá del muro y lo que veo son edificios blancos cuyos techos tienen formas ovaladas. Otros son edificios altos del mismo color, que apuesto tienen más de treinta plantas. En la puerta hay varios hombres uniformados que portan armas y cuando miro hacia ellos, sus expresiones son serias y frías. Un escalofrío recorre mi espina dorsal viendo sus ojos vacíos e intensos.
El frío se hace más intenso para mí y decido apartar mi vista y regresarla al rubio.
—¿Este lugar sí se reconstruyó? —interrogo, caminando más cerca de él.
—Este lugar poseía la tecnología más avanzada del mundo, incluyendo un campo de fuerza que le sirvió de escudo. Nunca se destruyó, vamos. —Tira de mí pero yo no puedo despegar mis ojos del muro.
—Vamos, Laurie. —Me obligo a mi misma a volver mi vista hacia él y seguir avanzando. Finalmente, llegamos al lugar acordado. Veo las rocas negruzcas, ahora que estoy cerca de ellas puedo apreciarlas con más calidad.
Son bastante grandes, algunas lisas y otras llenas de relieves. e imperfecciones que hacen que caminar por ellas parezca tan complicado como en mi sueño.
Pero ahora tienen algo que en mis sueños no; pequeñas raíces salen de algunas de ellas, incomodando aún más el paso.
Me adentro en ellas, pisando sólo en las lisas.
Pero parece que ha llovido o que yo me he vuelto más torpe pues cada paso que doy es una odisea.
Son resbaladizas y peligrosas. Me cuesta avanzar y temo que en cualquier momento uno de mis pies me falle y acabe cayendo.
Me detengo más o menos en la mitad y distingo el hueco -ahora vacío- donde el peluche Bonnie se encontraba.
—¡Es el lugar de mi sueño! Mi madre solía traerme aquí para buscar a mi osito. —Sonrío, me llevo las manos a mi pelo y me giro para encarar a Ariel. Pero cuando doy media vuelta, ya no le veo. Las rocas son tan grandes que impiden mi visión total, me pongo de puntillas y entonces le encuentro.
Su cuerpo yace sin moverse sobre el suelo. De su frente herida, emana una cantidad considerable de sangre.
—¡Ariel! —grito. Salto de una piedra a otra, cuando piso una de ellas, mis pies descalzos patinan y casi caigo pero no dejo de correr. Salto de la última roca hasta el suelo, provocando que mi mano toque éste.
Me encamino hasta él y me pongo sobre mis rodillas para tomarle el pulso. Mis dedos se ponen en su cuello, noto los latidos de su corazón.
—Ariel. —Intento que despierte, busco algo en su cuerpo y detecto un pedazo de tela que me puede servir.
Con la mano izquierda levanto su cabeza y con la derecha maniobro para poner la tela a su alrededor. La ato en uno de los laterales de su cabeza, tapando la herida y ejerciendo presión. Me enseñaron esto en el colegio en caso de que alguien sufriera un accidente cerca de mí. No sé si funcione pero ruego al cielo porque lo haga.
Toco su mejilla y le doy palmadas suaves, intentando que reaccione.
—Ariel. —Vuelvo a repetir su nombre, pongo mi mano bajo su nariz y está respirando. Entonces se mueve un poco, lo suficiente para hacerme saber que me oye.
Abre un poco los ojos y me mira, yo sonrío.
—Menos mal. —Voy a apoyar el peso de su cuerpo sobre el mío para levantarle.
Pero en ese instante, algo es rociado en mi rostro desde atrás, una bolsa negra es puesta sobre mi cabeza y pocos segundos después, pierdo el conocimiento.
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