4. Chantajes.

—¿Cómo estás?

La mujer entró con lentitud a esta habitación, la cuál era mi cuarto provisional por el momento dentro de la casa de los Grimes, lo cuál me hizo sentirme un poco curiosa por su preocupación hacia mi, quizás y había que admitirlo, esta mujer era un poco extraña. Había estado observando a Peletier durante todo el día de ayer, parecía ser muy amigable con todos pero con su grupo se comportaba de forma muy seria.

—Un poco mejor que antes, ¿sabes?—respondí—de echo, estaba pensando en algo extraño de aquí.

—¿En qué?—cuestionaba la mujer, abrí la boca dispuesta a decir algo más pero Carol se detuvo frente a mi y me observó casi de forma seria—Por cierto, no te recomiendo que salgas de aqui, te lo digo porqué haber estado deshidratada durante mucho tiempo puede conducirte a padecer otros factores más graves.

—Oye Carol—llamé con interés tocando mi cabeza y observandola—¿Qué hay con la venda que tengo en la cabeza?—cuestioné con molestia y aburrimiento—¿Ya puedo quitármela?

—No, apenas ha pasado un día Becka—respondía ella seriamente—La herida que tienes allí deberá cicatrizar y cerrarse por completo para que por fin puedas quitarte la venda, ya te lo expliqué.

—Ah, demonios—me quejé con rapidez reconociendo que estar con aquel objeto en la cabeza era muy irritante para mi—me molesta mucho.

—Al menos demorará en cicatrizar un par de semanas, falta muy poco—informaba Carol nuevamente—No te precipites.

—¡Carl, Carol, es hora de desayunar!—la voz serena de Rick me hizo prácticamente dejar de observar a la mujer que estaba frente a mi, ahora qué ella se iría yo no tendría a nadie con quien hablar, aunque de echo aquel tema no me interesaba, es solo que Carol me parecía una mujer muy misteriosa—¡Bajen ya!—gritaba nuevamente desde el primer piso—¡Ya está todo listo!

—¿Puedo darle un vistazo a toda la comunidad?—pregunté con curiosidad antes de que la mujer se fuera.

—¿Para qué?, de todas formas pronto te irás.

—Si, es que solo quiero ver las parcelas de la comunidad—respondí, me levanté por un instante y me acerqué hacia la ventana con rapidez—Mira, mira...

—No te apresures—me ordenaba ella otra vez—Becka, haz un poco de conciencia.

—Tranquila, yo me siento bien, incluso puedo caminar muy bien—solté con entusiasmo—Mira, yo quería ir a ver las parcelas porqué cuando llegué note que muchos de los vegetales que plantaban estaban resecos y...

Lo que yo decía quedó en el aire porqué alguien más se asomó por mi habitación, debido a que la puerta estaba abierta pude ver y reconocer al instante de quién se trataba, el hijo del líder de la comunidad estaba aquí con su típico semblante serio y cruzado de brazos. El muchacho nos observó a las dos para luego abandonar su posición demandante y comenzó a hablar.

—Se más cuidadosa con tu salud Becka—ordenaba Carl con una mirada de molestía hacia mi—Carol dice que no es nada bueno que estés caminando cuándo debes recuperar tus energías, es simple, ¿Por qué no lo entiendes?

Justo en ese momento abrí mi boca para quejarme por su abrupta interrupción mientras yo hablaba con Peletier, nadie lo había llamado, nadie habia pedido su opinión, pero él estaba aquí como si nosotras necesitáramos de su ayuda. Por otro lado, me limité a observarlo con un rostro sereno y de molestia, reconociendo que no nos llevábamos para nada bien por el claro echo de que recién nos conocíamos.

—Hazme caso Becka—decía la mujer, yo me crucé de brazos y me senté en la cama obedeciendola—Solo quédate aqui

Sin más que decir ambos se retiraron con rapidez, podía oír cómo estos bajaban las escaleras con velocidad mientras hablaban sobre algo que no llegué a escuchar. Solté un suspiro de aburrimiento y me tiré en mi cama ideando que cosa hacer para más tarde, Rick no me dejaba salir de aquí, y quizás era porqué realmente aún no se fíaba de mi. De todas formas aquello no me importaba, yo solo quería sanarme lo más rápido posible para irme de este lugar.

Me levanté al instante cuándo sentí que habían pequeños murmullos casi inaudibles alrededor de este segundo piso, lo cuál todas las personas que estaban desayunando abajo no oían pues hasta incluso reían y brindaban por algo que yo desconocía. Cuándo me acerqué al cuarto en el que escuchaba el ruido, ubicado frente a mi habitación, pude ver a una pequeña bebé rubia removiendose inquieta en su cuna, solo era la pequeña hija de Rick, Judith.

—Ah, eras tú—logré decir tocando su pequeño rostro, su cabello estaba todo despeinado y parecía que recién había despertado—Hola, pequeña—saludé tomando su mano y apoyándome en su cuna poniendo mis brazos allí—Es curioso, todos se divierten allá abajo y nosotras estamos aquí, solas.

La bebé comenzó a sonreír mientras yo le pasaba el único juguete que parecía ser de ella, pues es lo único que estaba cerca en una pequeña mesa, eran unos pequeños vasos de plástico rojos, ¿este era su juguete?, ¿en serio?. Durante mi estadía en Atlanta había recorrido muchos caminos y lugares, en los cuáles lamentablemente siempre había encontrado algo referente a bebes; lo cuál siempre me había echo recordar a mi madre, mi hermano que jamás llegó a nacer y la muerte de ambos.

—¿Sabes algo?—murmuré al instante jugando con ella—Escaparé un día de estos e iré al Oeste a conseguirte un par de sonajas, recuerdo que vi muchas un día en una tienda olvidada de por allá.

Judith, cómo si me comprendiera, había comenzado a sonreír enormemente y no dejaba de apretar mi mano derecha con sus dos pequeñas manos tratando de morderlas, no tenía ni la menor idea de que hacía aquí cuando quizás podría haber estado leyendo un libro, pero la sonrisa de la pequeña bebé era muy hermosa, tan linda que me apetecía hacerla sonreír nuevamente.

—Mi mamá amaba a los bebés—comencé a decir observando a la pequeña—Creo que eso es en lo único que me parezco a ella, menos mal—solté sonriendole—A Lucy le hubiera gustado mucho haberte conocido, ella tambien era muy amigable—la pequeña bebé en ese instante me ofreció todos sus vasos con una sonrisa y yo tuve que tomarlos para seguirle el juego—Oh vaya, gracias, gracias por haberme dado el único juguete que tienes—la risita de la niña me hizo observarla con curiosidad y sonreí enormemente—Eres la única que ha sido amable conmigo, aparte de Carol.

—Es la primera vez que te veo sonreír—la voz me hizo prácticamente alejarme de la cuna de la bebé teniendo aún sus pequeños vasos en las manos. Me había tomado desprevenida, me había asustado completamente por su presencia aqui.

—¿Hace cuánto tiempo estás allí?—pregunté con molestia cediendole su juguete a Judith con rapidez mientras la pequeña reía.

—Parece que te llevas muy bien con ella—soltó—Oye, ¿realmente escaparás de aquí solo para conseguirle un juguete a Judith?

Su mirada fija en mi me hizo sentir una gota de molestia porqué éste otra vez había sido capaz de interrumpirme cuándo me la estaba pasando súper bien con su hermanita, de todas formas lo que yo había dicho era cierto, algún día de estos me atrevería a escapar hacia el Oeste para conseguirle un juguete a la pequeña antes de mi partida, además me sabía de memoria los callejones y los atajos más seguros, llegaría allí sin ningún rasguño para conseguir sonajas.

—¿No piensas contestarme?

—Lo que haga yo no es de tu incumbencia, niño—musité cruzándome de brazos—¿entiendes?

—Deja de decirme niño, Becka—se quejó Carl observandome, luego de un segundo su mirada se centró en su hermana, quién por cierto trataba de salir como sea de su cuna—Tenemos la misma edad así que deja de hacerlo.

Su postura me había echo recordar que todo lo que me habia pasado era culpa suya y de un tipo de su comunidad, la venda me incomodaba y quería largarme de este lugar lo más rápido posible, pero habia un par de impedimentos. Me acerqué con molestia hacia el chico y con una pizca de curiosidad, nuestros rostros apenas estaban separados un metro por simple ética.

—No soy un niño—había dicho él.

—Si lo eres—me atreví a decir buscando que se enojara—si no fuera así, ni siquiera te molestarías en contestarme de la misma forma en la que yo lo hago—cuando éste esbozó una mueca de molestia yo sonreí victoriosa. Por cierto, el muchacho incluso había sido capaz de relatarle mi caída del árbol a Carol cuando estabamos en la enfermeria y yo le había prometido que le haría pagar por lo que había dicho—Y te lo dije antes Grimes, no te será fácil lidiar conmigo.

—Becka—la voz de Rick Grimes me hizo apartarme de su hijo al instante, el se encontraba justo en la habitación de en frente, llamándome, sin embargo, después de unos segundos descubrió que estaba aquí con su hijo y nos observó a ambos con una mirada serena que parecía demostrar curiosidad—¿Sucede algo?

—No es nada.

[...]


—Yo estaba hablando de los tulipanes.

La voz animada de Carol resonó en mi cabeza, al parecer, la mujer y alguien más que yo desconocía se encontraban hablando sobre flores por los pasillos, ambas hablaban casi tan fuerte que ni siquiera me había tenido que esforzar para oírlas. Sin embargo, mi mente solo pudo viajar en mis recuerdos estancandose en uno de ellos, mi madre.

"—Estaremos solas desde ahora—había dicho mi madre envolviendome con sus brazos—Saldrá todo bien, no es nada de qué preocuparse.

Aquel día, tanto para ella y para mí, había sido realmente muy extraño enterarnos que había un virus que estaba matando personas, no era de esperarse que algo tan fatídico fuese a suceder casi dos meses después de que mi padre nos abandonara. Y ver a personas comiéndose entre no había sido la mejor manera para estar al pendiente de aquello.

—¿Estás segura mamá?—había preguntado yo con curiosidad—Hay mountros afuera y las pocas personas que quedan ya están locas.

Mi casa aún lucia reluciente, no había pasado nada con nosotras y llevábamos soportando durante dos meses, debido a que vivíamos alejadas de la ciudad no nos habíamos metido en ningún problema grave, ni tampoco nos habíamos topado con grupos de errantes grandes. Estábamos sobreviviendo a base de lo que cazabamos y ya.

—¿Bromeas, pequeña?—decía ella tomando mi hombro en son de diversión—No todo el mundo está podrido, ya lo verás.

—Lo estará pronto, ¿no lo crees?—cuestionaba yo con un poco de molestia—Tarde o temprano el mundo perderá sus valores.

—¡Hey!—se quejaba mi madre con un tono autoritario—Confia en mi, no todo el mundo está podrido—me limité a asentir casi de forma incrédula—Ahora ve al jardín y tráeme unas flores para adornar la mesa—Tuve que asentir soltando un puchero antes sus órdenes mientras ella se sentaba rápidamente en el sillón—Ten mucho cuidado hija.

Mi mente se había centrado en ese momento en buscar los tulipanes que ella amaba tanto, siempre estaban en la esquina más oculta del jardín. Con una mirada rápida analicé el lugar solo para buscar si había algún muerto rondando por aquí, y al ver la zona despejada me atreví a bajar la guardia sacando dos ramos cortos de tulipanes.

—No se porqué a mamá le gustan tanto estas flores—solté para mi misma con curiosidad regresando a casa—Ya hasta se están secando.

Mi madre, desde que yo tenía uso de razón, había sido un persona muy trabajadora, honesta, sencilla y humilde, puede que no fuese una buena esposa, pues discutía muchas veces con mi padre hasta por la más mínima cosa, pero lo que más admiraba de ella era su esfuerzo y la gran ayuda que le ofrecía a cualquier vecino de los alrededores.

—¡Mamá!—gracias a que mi madre despejaba todas las mañanas nuestro lugar de los caminantes yo tenía la plena libertad para gritar ya que no había ni uno cerca—Mira lo que le están pasando a los tulipanes—informaba yo con serenidad entrando a casa sin saber porqué las flores se estaban marchitando si las regabamos a diario—Yo creo que...

Lo que yo estaba diciendo quedó en el aire porqué apenas me adentré a la estancia el cuerpo de mi madre cayó fuertemente al suelo, el vaso de agua que ella llevaba en sus manos se había estrellado en el suelo y los trozos de vidrio estaban unos metros lejos de ella.

—¿Es la fiebre?—cuestionaba yo—¿Nuevamente?

Desde que era pequeña siempre había sabido distinguir cómo se comportaba mi madre mientras decía una mentira, me encantaba inspeccionar cada emoción que reflejaba su rostro tratando de averiguar qué sucedía dentro de su cabeza, a tal punto de que ya me sabía de memoria sus gestos al hablar.

—No es nada—su voz suave me hizo reconocer que ella estaba intentando engañarme solo para hacerme sentir mejor, me estaba mintiendo solo para no darme más miedo—Me he resbalado con algo.

—Estás embarazada y no es normal que tengas fiebres muy seguido, algo debe estar sucediendote—me acerqué a levantarla con suavidad recibiendo su ayuda—Mama...—mi madre me había observado casi con impresión, al parecer ella seguía creyendo que yo era una simple niña y que no estaba al tanto de nada—Ten, aquí están tus pastillas.

Mi ojos se quedaron fijos en ella, viendo cómo tragaba la pastilla con dolor, cerraba sus ojos y luego sobaba su frente, quizás buscando que el dolor se desvaneciera. Sabia lo que pronto llegaría, sabia que ella no resistiría, siempre era así, momentáneamente su fiebre mejoraba y luego volvía a padecer de lo mismo, pero...¿qué podía hacer?. Ya no había solución alguna.

—Tranquila—decía, al parecer, se había dado cuenta de mi preocupación hacia ella—he oido en la radio que hay un grupo de refugiados muy cerca de aquí, iremos allí unos cuántos dias—comentaba con una sonrisa, yo sabía porqué, le ansiaba ver a personas vivas y cuerdas, ella aún mantenía esa esperanza—Hay médicos allá que pueden ayudarme.

—¿Cómo sabes si eso es verdadero?

—Solo créeme—murmuraba de forma testaruda tomando los tulipanes que estaban en mis manos y apreciandolos por un momento—Creo que debemos empezar a cuidar mucho mejor a los tulipanes en estas épocas de frio.

Solté un suspiro intentando hacer una mueca de aceptación, ella quería intentar cambiar de tema y dar por muerta aquella conversación, quería que me tragara aquel cuento de que se encontraba en perfecto estado cuándo no lo estaba, mi mente ya estaba preparada para aceptar lo que sucediese algún día, apenas tenía 11 años y la responsabilidad total parecía recaer bajo mis hombros. De todas formas no me queje, ya no se podía hacer nada, no podía volver el tiempo atrás, ahora yo debía afrontarlo."

—¡Becka!—el grito fuerte y sereno de Carol me trajo a la realidad—He estado llamándote desde hace un par de minutos, levántate—la orden me hizo reincorporarme del suelo, pues había estado ahí sentada sin hacer nada y tan solo recordando el pasado—¿Qué estas haciendo allí?

—No es nada, yo solo estaba descansando—Peletier me observó de pies a cabeza y yo solo me removi un poco inquieta mientras ella entraba completamente a mi habitación—No tengo nada bueno y productivo que hacer.

—¿Que hay de esos libros que llevabas en tus mochilas?, ¿ya los leíste?

—No son libros—sentencié yo con tranquilidad—Y si, tres veces, ya me he cansado de releer esos cómics—tuve que alzar mi cabeza soltando un suspiro de aburrimiento—Realmente ya no tengo nada interesante que leer—solté con una sonrisa gentil recibiendo la ropa que ella me entregaba, me detuve a acomodarlo en unos cajones provisionales de esta misma habitación y al terminar, la observé—Es más, creo que lo último que leí fue un Manual de Motocicletas.

—¿Un Manual de Motocicletas?—cuestionaba la mujer observandome.

—Sip.

—¿Y fue interesante?

—No tanto, preferiría haber leído un cómic de acción o alguna otra historia.

—¿Comics de acción?—una mujer morena se adentró en la habitación y se situó al lado de Carol mientras en sus manos llevaba un par de polos y chompas, sin embargo me centré en observar la increíble katana que llevaba colgada en la espalda—Acabamos de traer un par de comics esta mañana.

—¿Son de acción?—me apresuré a preguntar, la mujer asintió con una sonrisa—¿Dónde están?

—Carl los tiene en su habitación, ¿verdad?—cuestionaba Carol observando a la morena, yo solo la observé intentando saber si aquello era cierto—¿Qué estas tratando de hacer?

—¿Puedo quedarme con uno?—pregunté interrumpiendo su conversación—Digo, no es por ser molesta pero Rick no me deja salir de aquí y no tengo nada en que ayudar, ni mucho menos nada que hacer.

—Michonne, lo único que lograrás es que Becka y Carl peleen más seguido—informaba Peletier frente a ella, como si el chico del sombrero y yo fuésemos unos niños que no se llevaban bien, yo solo hice un ademán en signo de negación ante su hipotesis, claramente era mentira pues aquel muchacho aún no me caía bien—Ellos no se llevan bien.

—Bueno...—decía la mujer morena—Puedes pedirselos a Carl, no creo que vaya negarse a prestartelos.

[...]

Mis ojos se enfocaron directamente hacia la barrera pues desde mi ventana tenía la plena libertad de ver la parte trasera de la comunidad, y allí estaba Carl Grimes, escalando hacia dentro sigilosamente cómo si supiera que nadie lo estaba viendo, observaba hacia ambos lados y, al parecer, con mucho cuidado, caminaba de regreso a su casa cómo si nada.

Abandone mi antigua posición solo para asomarme por el pasillo, buscando verlo por allí para quitarle el comic de acción que yo estaba esperando tener solo para matar el aburrimiento ya que gracias a él aún mi cabeza no sanaba. El chico del sombrero, al subir, se detuvo solo a verme y, luego continuó con su camino hacia su cuarto.

—Siempre sales, ¿eh?—intervine al instante observando cómo había polvo y barro en su camisa.

—No sé a qué te refieres—contestaba él casi de forma obstinada—No he salido a ningún lugar.

—No creas que soy una tonta, Grimes—murmuré con serenidad—Le diré a tu padre que escapas—No sabía que rayos hacía el chico fuera de la comunidad, pero con tan solo ver su rostro nervioso pude notar que estaba mintiendo pues tocaba su sombrero con rapidez—Es eso, o me das aquel cómic.

—¿Qué comic?—preguntaba.

—Ese de allí—solté señalando hacia su cuarto, ya que desde donde estábamos podíamos ver aquel cómic apilado en una mesa dentro de su cuarto—Lo necesito.

—Pero si es el único modelo que tengo—informaba con rapidez—Jamás nadie ha podido encontrar alguna copia y al parecer es el único que queda.

—¿Y cuál es el problema con eso?—empecé a cuestionar yo con altanería—Se supone que ya no debes salir, Daryl lo dijo antes.

—¿Acaso estás chantajeandome?—siseaba éste con una sonrisa malhumorada—¿Es eso?

—Nah, cómo crees, no es eso—secundaba yo con sarcasmo—Solo digo que si no me das el comic que tienes allí en tu cuarto, Daryl y el resto de tu grupo sabran de tu salida.

—¡Bien!—espetó molesto—¡Ese comic será tuyo!—habló con fuerza y una pizca de incomodidad, que yo al instante reconocí, estaba enojado—Vaya, realmente eres una chica muy molesta y testaruda.

Estaba dispuesta a contestarle algo más, no es que me molestara lo que me había dicho, realmente aquello no me importaba mucho, sin embargo, mis intenciones por hacerlo enojar iban ganando, además, se lo merecía, todo su grupo por poco y me mataba gracias a que creían que yo lo había asesinado a él.

—Chicos—la voz serena y autoritaria de alguien me hizo abandonar las ganas que tenía de molestar al chico solo para poder observar al hombre que estaba frente a mi, Rick grimes estaba allí con nosotros observandonos a ambos—Al menos traten de llevarse bien, es lo único que les pido. No siempre tendrán que estar peleando.

—Pero papá, Becka empezó—pude oír que se quejaba Carl con rapidez mirando a su padre, éste solo soltó un suspiro observando a su hijo de forma serena—Vamos, no me digas que estás del lado de ella.

—Carl—pronunciaba su padre arrastrando la voz observando a su hijo—tienes muchos cómics en tu cuarto, dale unos cuántos a Becka, ella recién acaba de llegar. Sé amable.

—¿Darselos?—cuestionaba él con molestia—¿Por qué debería hacer eso?, son míos.

—Por dios, mini Grimes, no seas tan dramático. Solo me los prestaras—comentaba yo cruzandome de brazos—Apenas termine de leerlos te los devolveré, no pienso quedarme con ellos y jamás devolvertelos.

No sabía hasta que punto el papá de Carl había escuchado nuestra conversación, aunque de todas forma aquel adulto aún no parecía notar lo sucio que estaba su hijo, y a juzgar por cómo parecía estar de mi parte, lo más seguro es que no haya oído nada de mi chantaje, eso esperaba yo.

—Me alegra que estés mucho mejor Becka—decía el lider con una sonrisa dirigida hacia mi—Gracias por poner de tu parte—yo solo asentí sin saber porqué Rick grimes estaba siendo muy gentil conmigo—Por cierto, Tobin llegará de una expedición mañana por la noche, tendrás mi permiso y todo el tiempo del mundo para hablar con él si es que así lo deseas.

Jamás me había puesto a pensar en la pronta charla que tendría con Tobin, aunque, ¿qué debía hacer?, no podía negarme a hablar con él, Tobin era la personas más preciada para mi y a la que más había estado extrañando desde el inicio del virus, pero estaba muy segura de que me preguntaría sobre mi madre, me preguntaría sobre todo lo que me había pasado, y recordar aquellos momentos no serían de mi agrado definitivamente.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top