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¿Qué hay de malo en ser confiado?

El frío viento removía las diferentes banderas de partidas que hay en el gran patio de la academia, había llegado el día, ya era lunes.

Y el grupito maravilla estubieron de acuerdo en irse juntos al recinto junto a otras personas, y esas personas incluyeron a otras, y esas otras otras más, al final, Atsushi aún no comprendía como estaba rodeado de todo el instituto, aunque fuera una locura, todos ahí se conocían, era como una familia, todos son hermanos.

Claro, él iba a la cabeza junto al azabache a su lado, pero quienes iban al frente, parecido a jefes de un grupo militar, Chuuya y Dazai, sorprendentemente iban en silencio. Chuuya llevaba una pequeña mochila que colgaba de su hombro derecho, en el cual suponía que llevaba sus pertenencias de cambio, y en su mano izquierda llevaba una botella con agua, su cabello rebelde era sostenido por una floja coleta baja, los pequeños rayos de sol le relucía su ser, llevaba puesto el buzo del recinto junto al abrigo abierto dejando ver la camisa blanca manga corta. Y a su lado, Dazai, sin razón en su cabeza llevaba orejas de gato, iba igual que el menor, solo que tenía dos botellas con agua.

Miró por el rabillo del ojo a su lado al azabache, él iba igual que el resto, solamente que iba con tres botellas de agua, y el cierre del abrigo hasta arriba logrando tapar todo su cuello y parte de su boca. La atmósfera atrás era de una optimista y alegre.

«Todos están de buen humor.»

Atsushi sonrió gozando el momento hasta llegar al recinto, y el albino iba con su lonchera, la cual adentro venía una camisa de cambio, mandarinas y cuatro botellas con agua, al igual traía esas almohadas que se usan en el cuello ahora iba en su cadera, aún le dolía pero no tanto como ayer, ayer fue un infierno para él y los oídos de quienes estuvieron a su lado.

Al llegar, Atsushi supo que ahí abría una confrontación, al frente de ellos estaba la academia contraria, la atmósfera quedó tenso, sobretodo con los "jefes" que se miraban fijamente.

«Santo Chazuke

La voz serena del castaño se escuchó entre la multitud de ambos bandos.

— Les deseo suerte.

Un albino con cabello cortado en puntas sonrió arrogante, le respondió al castaño.

— Claro, la necesitarán.

Atsushi al tener de muy pequeño los sentidos agudos, logró escuchar la risita burlesca del pelinaranja, y supo que quien debería pedir tener suerte y piedad, es el otro bando.

Dazai tan solo sonrió, y entró al recinto, con toda la academia detrás que les miraba con ceños fruncido, se sentían infravalorados.

Kunikida que llegó con los demás, corrió al lugar donde estaría el micrófono, para dar la bienvenida. Corría diciendo que se le hacía demasiado tarde y detrás venía un perezoso pelinegro con un futón encima. Y en breves segundos tenía todo arreglado, gracias a su compañero que ahora dormía encima de la mesa de los jurados con su futón abrigandolo, todo eso sin que el rubio se diera cuenta.

— Bienvenidos al día del deporte, prepárense, el primer juego comienza en treinta minutos con tres segundos y medio. —cumunicó por el micrófono, sonrió por la brisa fresca y al darse vuelta se percató de su compañero dormido, una cara de asombro que casi se le caen los anteojos.

Los bandos se iban a cada lado correspondiente, Atsushi no tenía idea de nada, ya que a su lado no estaba el azabache que era a quien iba a seguir, así que simplemente fue a donde fueron todos. Lastima que siguiera a alguien parecido al Kenji que conocía, solo que fuera del bando contrario.

Entró al lugar de cambió, sin ver algo extraño o diferente en las personas que le rodeaba. Sacó una mandarina y le comenzó a sacar la cáscara, se sentó en una banca dejando a un lado su lonchera.

De repente alguien se sentó a su lado, no le dio importancia, y al tener lista la mandarina que se iba a comer, el individuo a su lado se la arrebato de un solo movimiento, el albino indignado miró al ladrón a su lado, se sorprendió al ver era alguien del bando contrario, era un chico de cabellera oscura castaña, el flequillo le caía por la frente y tenía dos mechones delgados y largos que caían por detrás, de ojos claros, y debajo del ojo izquierdo tiene tres marcas. Le miraba sin expresión mientras se comía la mandarina.

Atsushi no era actuar de manera violenta, así que tan solo se quedó en silencio y mirándolo de mala gana. Hasta que otro chico, de cabellera clara que en las puntas había mechones rojos, mantenía los ojos cerrados, y la oreja derecha llevaba un pendiente largo, con expresión calmada se acercó, le sonrió y le preguntó:

— ¿Qué haces aquí?, ¿Te perdiste?

Atsushi estaba confundido, los nervios le hicieron tiritar, pero sin saber de donde sacó la valentía y confianza para responderle.

— Estoy en mi lugar, ¿Ustedes no estarán perdidos?

— Claro que no, nosotros estamos con nuestro grupo. —habló por primera vez en todo ese momento el pelinegro, apuntó al grupo de gente que hablaba y se preparaban, luego apuntó al albino.— Tú no eres de aquí, tú eres el perdido.

Y el albino incrédulo observó al rubio que creyó que era unos de sus compañeros, estaba hablando animadamente con un alto peliazul.

«Ah... En mi defensa se parecía a Kenji

Alguien se opuso entre el albino y los mayores, sorprendido observó que era Akutagawa, con un semblante completamente serio —se podría decir que hasta molesto— miraba a los mayores.

Akutagawa ya sabía que Atsushi no estaba a su lado al entrar al recinto, pero tan solo creía que se había entretenido con algunos de su amigos o simplemente paso al baño. No pensó que se había perdido y ahora hablaba con el bando contrario, al verlo en la lejanía, el sentido protector se activo al ver al albino hablando, y se notaba que el albino estaba nervioso eh incómodo, no dudó en ir a su rescaté dejando hablando solo a un pelinaranja.

— No se le acerquen. —intervino con su voz grave, posicionandose delante de los desconocidos.

Miraba retador a los individuos, odiaba en gran cantidad que alguien sintiera incómodo al albino, y antes de dejarse guíar por completo por el impulso de agresividad, tomó la lonchera y la puso en su hombro, luego, con delicadeza pero firme, tomó la mano del albino y lo llevó consigo, caminando no tan rápido por el dolor del menor. Sin dejar de mirar con una advertencia en esos ojos plateados cubiertos por la furia que quería salir.

Lo sentó en una banca, rodeados de las personas que conocía Atsushi. Este se encontraba bastante apenado por equivocarse, y a la vez avergonzado por la forma en que fue protegido, o quien lo protegió.

Pero por lo contrario, el azabache estaba de algún modo ¿preocupado? Ni él entendía ese revoltijo en el estómago.

— ¿Por qué estabas ahí? —sabia la respuesta, pero quería hacer un poco sufrir al menor por hacerlo sentir ese revoltijo en su estómago.

Atsushi bajó la cabeza jugando con la punta de sus dedos.

— Esto..Te perdí de vista y.. me perdí, luego ví a un chico parecido a Kenji, y pensé que era él, pero... me estafaron.—relato brevemente el trágico acontecimiento.

El azabache retenía las ganas de sonreír.

— Lo hicieron muy bien para engañar a un felino. —se burló.

Atsushi le miró molestó, dejando ver sus ojos brillosos de un atardecer precioso.

— ¿Qué hace la feliz pareja?

La voz picarona de Dazai hizo a ambos voltear a otro lado, Akutagawa tosiendo, y Atsushi ruborizado hasta las orejas  y las puntas de su dedos.

— ¡Dazai-san! —chilló el albino.

Este, tan solo sonrió juguetón. Aún tenía las orejas de gato en su rizados cabellos castaños, cualquiera diría que parecía el gato de Cheshire por esas orejas, su sonrisa tan carismática y burlesca, y su singular manera de ser.

— Tranquilo Atsushi-kun, solo venía a dejarles esto. —les extendió cintas de color rojizas. — Se la pueden poner de diferentes maneras, hasta podría ser una perfecta cuerda para ahorcarse. —les sonrió a ambos menores con inocencia, y en pocos segundos le había llegado en la cabeza una botella con agua. — Ayyy~, era bromita Chuuya~ —se alejó de ambos menores, quienes ya estaban acostumbrados a esto.

Por el gran patio se escuchó la voz del rubio.

—En pocos minutos comenzaremos con la corrida, así quienes van a correr que vayan a sus puestos.

Atsushi le temblaban las piernas por los nervios, intentó calmarse con tomar otro sorbo a unas de sus botellas con agua, miraba a cada lado, hasta que el azabache le tomó de los otros y lo llevó a la partida, le quitó la botella y la almohada. Atsushi por los nervios dijo que quería renunciar, que cualquiera le tomara el lugar, Akutagawa frustado le tomó firmé de los hombros, mirándose fijamente, de los ojos atardecer se trasmitía su miedo a fracasar, a decepcionar a alguien, o verse débil. Aflojó el agarré, y de ello tan solo le daba caricias para calmar el temblor de las piernas del contrario. Pasó su mano en la nuca del albino, enredando entre sus largo dedos pálidos, fríos como una noche de invierno. Se acercó un poco al rostro del menor, para que lo que dijera tan solo quedará entre ellos.

— Imagina que estás solo, y has lo mismo que la primera vez, libera tu euforia y emoción, dejalos fluir en tus piernas. Sé que podrás, Atsushi. —susurró con dulzura.

El albino le miró con los ojos como platos, toda esa adrenalina de le trasmitieron esas palabras, le hizo sonreír decidido, regalando le tan solo a Akutagawa el brillo singular en sus ojos atardeceres.

— Y por cualquier cosa, te tendré listo el botiquín, a veces eres bien menso.

Atsushi río por lo bajo, tomó la mano del azabache y la beso en su dorso, dejando rígido a este.

— Confía, lo lograré. —dijo decidido el albino.

El azabache desvío la mirada.

— Lo hago. Y sé que lo harás.

Por el micrófono nuevamente anunciaron que ya comenzará la carrera. Se dirigieron una mirada, una que es de ellos. Atsushi se puso en su lugar mientras el azabache se alejaba.

Al comienzo de la partida se puso un maestro con un silbato.

— ¿Listos?

Todos los competidores se pusieron alerta.

— Preparados...

Atsushi miró la pista, sus ojos brillaron de dorados con intensidad, su mente se hundió de pensamientos tan confusos que removió su alma trastornada, el tornado de pensamientos se transformó en sentimientos que revotaban en su pecho intentando salir, todo aquello se demostraba en su mira tintilante.

Espero el sonido del silbato con atención. Y en breves segundos el silencio fue cortado por el silbato tocado con euforia. Se tropezó con su propios pies cayendo de cara contra el suelo, se levantó rápidamente y comenzó a correr con pasos torpes, alcanzó al grupo quedando atrás, intentó concentrarse.

Visualizando todo oscuro y en el final tan solo un brillo, suspiró y cerró los ojos lentamente.

La potencia de su sentimientos se concentró en su piernas, los talones le ardían, pero por ningún momento dejó de correr. Sentía la liberación, el viento corriendo por su rostro haciendo oídos sordos a los gritos y aplausos de euforia de sus compañeros o a las pisadas que le seguían detrás. Él solo corría, disfrutando la adrenalina por su cuerpo.

Llegó a la meta sin darse cuenta, y en ella le esperaba el azabache con una botella de agua, sin poder contener la emoción, corrió a donde el azabache y le saltó encima.

Akutagawa no dijo nada, tan solo vió que iba a saltar lo intentó agarrar para que no se llegará a lastimar mas de lo que ya estaba.

Este estaba sonriendo con la cara toda sucia, portando algunos raspones en la mejilla, en ambas palmas de las manos y en las piernas, y teniendo un gran raspón en el tobillo derecho.

Tomó entre sus manos el rostro del albino, examinando sus ojos los cuales brillaban intensamente de un hermoso atardecer.

— Lo hice, Ryu. —dijo en un sollozo de alegría.

— Lo hiciste, Atsushi. —felicitó con una leve sonrisa.

Atsushi sonrió cerrando un momento los ojos, sintió un ardor en la frente, se llevó ambas manos al centro de su frente, sobándose por el golpe recibido del azabache.

— Te lastimaste, Jinko. —dijo frustrado Akutagawa, agarró el botiquín que tenía a un lado, y de el saco desinfectante, algodón, parches, vendas, y curitas con logo de tigres blancos.

Al ver esto último Atsushi sonrió emocionado.

— ¡Las conseguiste, gracias!

Akutagawa le fulminó con la mirada.

— Recuerda porque te las pondrás.

Atsushi le miró apenado.

— Lo siento.

El azabache suspiró.

— No vas a poder jugar al siguiente juego. —tomó un pañuelo y limpió el rostro del albino.

Este, miró atónito a su compañero.

— ¡¿Por qué?!

El azabache tomó de las muñecas y se las mostró, estas estaban rojas por los raspones, junto con la mirada irritada de este. Atsushi comprendió apenado por no notar el fuerte ardor en su cuerpo por los raspones.

— No te muevas, así terminaré rápido y no te dolerá tanto.

El albino asintió. Luego pensó de quien tomaría su lugar, y en ese preciso momento sintió un ardor en su tobillo, dio un chillido de dolor, aquel dolor se calmó a los segundos. Miró su tobillo ya cubrido y notó, que sobre el parche blanco había un curita de dragón. Miró disimuladamente al azabache, quien estaba concentrado en desinfectar rápido todo, su mirada fría y calculadora. Sonrió, tomó un gran sorbo de agua, para tal vez, así ahogar lo que se removía adentro de su pecho.

(...)

En el subterráneo se almacenaban los objetos deportivos, al igual, en ese lugar se encontraba la sala de computación. Por ese largo pasillo se hacía eco las pisadas de ambos jóvenes, que fueron encargados de buscar los objetos que faltaban. El silencio no existencia entre ellos dos, junto al eco le acompañaba la amena conversación que llevaban.

— Cállate, estúpido gato. —distó el pelinaranja irritado.

— Callame. —sonrió burlón el castaño.

El pelinaranja le propinó un golpe en la cabeza.

— Callado. —sonrió victorioso.

Llegaron al pequeño cuarto. La poca luz que entraba gracias a las lámparas del pasillo, daba un toque escalofriante, el pelinaranja se adentro primero, y dio con el interruptor, lo encendió, aquello dio tan poca luz que Chuuya hizo un sonido con la lengua por la molestia. Buscaron unos conos, banderas y una cuerda.

Entre las pilas de cajas polvorientas buscó Chuuya, tarareó una melodía dulce, tan solo para pasar más rápido el tiempo. Dazai le escuchó atentó en silencio, la melodía le parecía cautivadora, tal como una canción de cuna, pero a la vez le parecía el murmullo de desesperación y anhelo, tan melancólica y entristecida.

— Please, please stay here for me, dear... Because i had never needed a friend si much..

Aquel susurro vino acompañado de un notó suave y melancólico. Al castaño sintió una punzada en el pecho, lo intentó ignorar.

— Que bonito cantas. —dijo en un susurro tímido.

Chuuya se sobresalto, creyó que el castaño no lo escucharía. El rubor llegó hasta sus orejas, avergonzado desvío la mirada.

— Gracias. —con mucho autocontrol intentó no tartamudear, lo logró, pero el sonrojo aún estaba.

— ¿De dónde la conoces? —habló el castaño para mantener una conversación.

El pelinaranja encontró los conos, y banderas, sonrió por ello, pero en segundos la borró por la pregunta.

— No lo sé, no recuerdo con precisión ese momento... simplemente un día lo supe. —suspiró, y al no tener respuesta, observó en dirección al castaño.

Quedó perplejo al ver a Dazai con la cuerda, que sería para el siguiente juego y por la cual le mandaron a ambos a buscar, en su cuello con un perfecto nudo. Dazai al verse descubierto, le sonrió inocente.

— La encontré.

— Si serás imbécil. —intentó controlarse, las ganas de golpearlo no le faltaban.

Y lo hubiera hecho, pero en ese momento llegó Kunikida preguntando porque demoraban tanto, al ver al castaño con la cuerda alrededor de su cuello, en su frente se instaló un vena de la ira. Dazai recibió una golpiza por retrasar el horario del rubio, y claro que entre los golpes que daba el rubio recibió la motivación y apoyo del pelinaranja que le pasaba cualquier objeto para que lo golpeará.

Al final, Chuuya debió ayudar a caminar a un castaño medio aturdido por los golpes.

Kunikida suspiró, y tomó el micrófono.

— Disculpen la tardanza, en breves minutos comenzará el siguiente juego, tirar la cuerda, suerte.

Al terminar el anuncio, se frotó la sien con su mano, su compañero a un lado, le abrió su futón diciendo en simples gestos que entrará, un símbolo de consuelo, el rubio sonrió pero negó. Su compañero se escondió nuevamente en su futón.

Por otro lado, en el lado donde comenzaría el siguiente juego los competidores se prepararon. Atsushi llegó corriendo a ese lugar y a su lado el azabache, buscaron con la mirada al pelinaranja o al castaño, encontraron a ambos, se acercaron a ellos.

— ¡Chuuya-san! —le llamó el albino llegando a su lado.

El pelinaranja le miró y sonrió en grande.

— Felicidades por ganar, Atsushi.

El albino le miró apenado, desviando la mirada por recibir una caricia en su cabello por parte del castaño, quien le sonreía con orgullo, aquello lo sonrojó aún más.

— E-Eh, g-gracias, p-pero... ehh —se trabó de lo nervioso que estaba.

El azabache suspiró a su lado.

— Jinko no podrá participar en este juego. —al recibir ambas miradas confundidas alzó las manos del albino, demostrando que estaban vendadas.

— Estás a la moda, Atsushi-kun. —sonrió mostrando las vendas en su antebrazo.

Chuuya le fulminó con la mirada, pero en poco volvió a concentrar su atención en los menores.

— ¿Estás bien? —preguntó preocupado Chuuya.

El albino le miró, asintió mientras sonreía.

— No me duele, en poco tiempo se sanará.

Chuuya suspiró y acarició el cabello del menor.

— Solo que... —ambos mayores le prestaron atención. — ¿Quién jugará en mí lugar?

— No te preocupes, tengo una carta bajó la manga. —le sonrió a los presentes, en esos ojos miel brillaba la malicia.

(...)

Y entre varios demonios, se encontraba un peliblanco con la mitad lila, atónito.

— Vamos, Sigma-kun —motivó Dazai.

A unos cuantos metros estaba Gogol junto a Fyodor, el primero tenía una sonrisa de oreja a oreja.

— Tan solo fue una pequeña sorpresita, Sigma. —dijo con inocencia, dando leves palmadas en la espalda del menor que se encontraba sorprendido.

Dazai con anterioridad le había comentado que tal vez lo necesitaría en algunos juegos, el acepto con tal de ayudar. Pero, vaya sorpresa se llevó al ver que jugará en la mayoría de juegos y quienes lo pusieron en ello no fue nada más que sus dos amigos, vaya dolor de cuerpo se llevaría de aquello.

«Ratas traidoras

Y ahora era empujado al juego que menos le gustaba, no era fuerte, nunca se concidero alguien con potencial en lo físico.

Antes de lograr arrepentirse, el maestro quien guiará aquel juego, ya estaba dando el comienzo.

Estaba de los terceros, adelante estaba quien conocía de Chuuya, y detrás de pelinaranja estaba Dazai, luego venía él, y detrás, Akutagawa, Gogol y por último Fyodor. El último dijo que si llegaban a ganar tendría el tiempo suficiente para correrse antes de caer al suelo, por otro lado Sigma tenía una suerte que ni se dignaba a mirarle a los ojos. Algo tenía en claro, Dazai tan solo estaba ahí por capricho, ya que quien estaría ahí en vez de Dazai, sería Kenji, pero no supo como terminó el castaño ahí, detrás del pelinaranja y con una sonrisa traviesa.

Para Chuuya, la adrenalina viajaba por su cuerpo dando uno que otro escalofrío, su mirada fija en el contrincante.

Chuuya conocía a todos gracias a Dazai. Quien había quedado de último es un peliazul, llamado Lovecraf, adelante, un rubio llamado Jhon, un pelinegro con tres marcas debajo de su ojo izquierdo llamado Tetchō Suehiro, un peliblanco con puntas rojas y un pendiente en la oreja derecha llamado Saigiku Jōno, una chica de baja estatura de cabello rosa oscuro, casi a un color carmesí, largos y ondulado tomados de una coleta, llamada Teruko Okura, y ahí de los primeros era el albino de los había visto de poca cosa, y ahora le mostraría a Ōchi Fukuchi de lo que era capaz, él y su equipo.

El pitido que dio el maestro, dio comienzo a los jalones, el equipo que llevaba la delantera era el contrario, estaban confiados, pero él también lo estaba, dio una pisada atrás, agarró fuerte la cuerda he impulso la cuerda a su lado, tomando ventaja, su equipo se motivó, y comenzó a jalar, tan solo debían hacer que esa cinta que tenía al medio de la cuerda diera para su lado. Creía que la conseguirían así, pero, repentinamente Tetchō se tropezó por tener los zapatos desabrochados, eh hizo que todos cayeran hacia delante por la fuerza, y quien se llevó la peor parte fue Ōchi, había caído de cara contra el suelo.

Todo pasó rápido. La cuerda se aflojó y él cayó, cayó de cara contra el pecho de alguien, escuchó el tamboleo del corazón, rápido y desesperado. Pero que le trasmitía tranquilidad al escucharlo.

— Al fin, caes ante mí, Chuuya.

Ahora recuerda de quien es ese corazón, y una mueca se formó en su rostro, a la vez crecía un sonrojo.

Se levantó con aire de gloria, ignorando lo sucedido, mirando con victoria a Ōchi, este parecía un perro enfadado.

Por otro lado, la suerte no le tubo piedad, le habían pisado los pies, las manos le quedaron rojas, y el cabello mitad lila y blanco estaban revueltos, y en su rostro, una que otra mancha de suciedad, y al parecer había caído en alguna roca.

Odia su suerte.

Y como había predicho Fyodor, tubo el tiempo de salir sin ninguna mancha de suciedad.

Ōchi tenía una lucha de miradas contra Chuuya, quien se negaba apartar la mirada primero.

Atsushi había llegado con siete botellas de agua, se las dio a cada integrante de su grupo dando las gracias por su esfuerzo con una tierna sonrisa. Llegó al lado del azabache de puntas blancas, le miró preocupado.

— ¿Estás bien Ryunosuke? —le miró fijó con las pupilas dilatadas.

Akutagawa le miró, y para calmarlo, le sonrió leve.

— Estoy bien, Jinko. —y sin más tomó agua.

Atsushi sonrió aliviado, luego le dio un botella a Dazai, quien le sonrió de igual forma.

— Chuuya-san. —le llamó despacio al sentir el ambiente tenso alrededor del pelinaranja, pero al escucharlo, le miró con suavidad. —. Tomé. —le entregó la botella con agua. —. Gracias por su esfuerzo. —le sonrió con ternura.

Chuuya le sonrió con gratitud.

— Gracias a tí, Atsushi.

El albino se sonrojo leve por el sincero sentimiento que trasmitía esa frase.

Por el micrófono se escuchó la voz estricta de Kunikida.

— Tan solo hay veinte minutos y quince segundos de descanso.

Un descanso tormentoso.

Atsushi pudo escuchar la conversación ajena, no era culpa de él tener sentidos agudos.

— Te dije que te abrocharas los zapatos. —esa voz la reconocía, era el chico peliblanco de puntas rojas.

— Los abroche. —era el chico azabache de tres marcas en su mejilla izquierda. Al parecer tenían una leve discusión entre ellos dos.

— ¿Entonces?

— No sé.

— ¿Cómo no sabes?

— No sé, simplemente los abroche, y de repente, ya estaban desabrochados. No lo sé, Jōno.

Ubo unos segundos de silencio, hasta que habló el peliblanco.

— Creo que nunca te abrochaste realmente, Tetchō.

— Basta, Basta, en vez de estar peleando deberían estar preparándose. —esa voz no la conocía, pero al parecer era la voz de la chica de cabellos rosados oscuros.

— Descuida, Teruko. Lo conseguiremos. —esa voz arrogante era del peliblanco de cabellos con punta.

— No te fies mucho, Fukuchi. —habló, quien conocía era Teruko.

Seguiría escuchando pero Akutagawa le llamó.

— ¿Estás seguro en seguir jugando, Jinko? —el albino le miró atentó, con una sonrisa confiada.

— Solo faltan dos juegos más, y con ello ganaremos este año. —comentó alegré.

Akutagawa suspiró.

— ¿Al menos sabes jugar voleibol? —la mirada nerviosa que le dio, lo dice todo.

— No, pero... podría aprender en el acto. —le sonrió nervioso.

Akutagawa le miró por unos segundos en silencio, no le gustaba ver al albino lastimado, verlo así le daba un incómodo presión en su pecho, y sabe que en este juego saldrá lastimado. Pero al ver lo emocionado que está, esa presión se vuelve una corriente cálida que pasa por su cuerpo y lo relaja, no puede, y menos quiere quitarle esa alegría tan pura.

— Yo te enseño, Jinko. —y con ello fue a buscar una pelota voleibol.

Atsushi le miró marchar, sentía algo cálido en su pecho, una comodidad que solo le trasmitía Ryunosuke. Sonrió, una sonrisa que nadie pudo contemplarla.

El azabache volvió y le enseñó de todo, como era mejor golpear, cuando era mejor moverse y cuando no.

— Los que sacan son de la derecha al fondo, si por obra del destino te toca a tí, sacas con la muñeca, es más cómodo. —hizo un ejemplo, mientras el albino le miraba atentó, que con cualquier cosa se sorprendía, hacía un perfecto círculo con su boca.

— Y aún así me tengo que mover, ¿No?

El azabache asintió.

— Para golpear, hazlo con el ante brazos unidos, o juntas una mano sobre la otra y juntas los pulgares, y así es otra manera de golpear. Solo intenta que la pelota no golpe tu lado, sino el contrario, y así ganan. —dijo simple.

El albino asintió, hasta que se dio cuenta de un detalle.

— ¿No vas a jugar?

Akutagawa negó.

— No quiero doblarme un dedo —miró fijó al albino.—, y espero que tú tampoco saldrás así.

El albino asintió nervioso.

De un momento a otro, un mapache llegó a los pies del azabache, el albino lo reconoció, se agachó he intentó acariciarlo.

— ¡Es Karl! —respondió contento, ya que el azabache le miraba confundido.

— El mapache de esa vez. —dijo curioso el azabache.

El mapache trepó por el cuerpo del azabache hasta llegar a los hombros de este, Atsushi le dio ternura ver esos ojitos, y le acarició las orejas.

— Debe estar perdido, busquemos a Ranpo-san y a Poe-san. —dijo el albino encaminando por el montón de gente.

El mapache de vez en cuando frotaba su cabeza con la mejilla del azabache, y este le daba caricias en la cabeza.

Caminando entre la gente, vieron que alguien se le acercaba, notaron que era Poe, el mapache saltó a los brazos de él y se unieron en un abrazo mientras les decía gracias a ambos, y detrás venía Ranpo con una sonrisa inocente, en los labios tenía chocolate corrido, y en los labios de Poe tenía también una que otra mancha de chocolate. Atsushi lo notó, y un sonrojo le apoderó las mejillas, miró nuevamente a Ranpo, este abrió sus ojos verdes, los cuales brillaban con intensidad, y le guiño. No había duda de lo que había pasado. Akutagawa ya lo notó, pero para confirmar iba a preguntar, pero la palabra se le fue arrebatada por el oji esmeralda.

— Deberían ir a buscar a sus compañeros, de seguro necesitan ayuda. —sonrió con malicia.

— Cla-Claro, vamos. —tomó el brazo del azabache, y se fueron casi corriendo a buscar al dúo maravilla.

Mientras veía a ambos marcharse, Poe, en un susurro habló:

— No hagas de nuevo eso. —le miró nervioso, y leve rubor se apoderaba en su rostro por el recuerdo vívido.

Ranpo le miró fijó, con una voz inocente habló:

— ¿Qué cosa? Deberías hacerme una demostración para recordar. —y lentamente pasaba su lengua por los restos de chocolate que quedaban en la camisura de su labio inferior. Todo eso mientras Poe le miraba ya casi con un ataque.

Y sin más caminó a otro lado. Ranpo río, para luego seguirlo mientras le llamaba en un tono meloso.

(...)

— Esto es tu culpa, bastardo.

— Tú me seguiste, babosa. —le saca la lengua, aquello irrita más al pelinaranja, que por la poca luz que entraba por las ventanas lo pudo ver.

— Pensé que harías alguna estupidez.

— La estupidez fue que me siguieras.

Esta vez recibió un golpe en la cabeza, dio un quejido de dolor por ello.

Con anterioridad, Chuuya había estado en los cambiadores, pero al ver al castaño ir detrás de una puerta, la curiosidad le llamó a la puerta, un impulso que no pudo contener, y lo siguió. Resulta que aquella puerta era el lugar donde guardaban cosas de la limpieza, con una ventana que iluminaba no mucho. Chuuya pasó como si nada, tropezando con el castaño ambos cayeron al suelo, provocando una pelea. Y alguien tuvo la idea de cerrar por fuera la puerta, quedando ambos encerrados.

Ahora, cada uno estaba en la esquina contraria, sin mirarse o hablarse, hasta este momento.

— Estaba preocupado por tí, Imbécil.

Los ojos miel, se volvieron opacos, una sonrisa irónica se instaló.

— No lo sientas más, no lo vale.

Chuuya le miró fijó, esos ojos azulados similares a una tormenta en el mar, brillaban como faroles.

— Lo vale, porque eres tú.

La sonrisa se borró como espuma, sus ojos se encontraron con los azulados.

— Chuuya...

El pelinaranja entendió lo que iba a decir, lo tomó de su abrigo lo acercó quedando a tan solo unos centímetros de distancia. Su mirada se afiló, dando una advertencia de lo que iba a decir.

— No, Dazai.

La mirada opaca que le daba el castaño, hacía que una presión creciera en su pecho. La impotencia de no poder hacer nada, no ser útil en aquellas situaciones.

Las yemas de los largos dedos del castaño tocaron sus manos, que estaban envueltas en puños en el abrigo del mayor, una fría corriente pasó por su espalda, pero aún así no soltó al castaño. Dejaba que este acaricié suave y lentamente el dorso de sus manos.

— Eres decidido y valiente, eres alguien que no se rinde tan fácil. Sé que ganarás muchas batallas, pero.. —le dedicó una sonrisa envuelta en melancolía, en sus ojos miel se podía reflejar su al pelinaranja. —, en está batalla, no podrás ganarla, Chuuya.

Un nudo se formó en su garganta, impidiendo pasar alguna palabra, la presión en su pecho dolía, sus latidos se volvían desesperados, su mente se nublaba de posibles situaciones que no quería vivirlas. Pero la realidad es como un balde de agua fría.

En un murmullo consolador, trasmitió su cariño.

— Si no puedo, entonces déjame certe un consuelo por toda esa lucha, y compartamos ese pesar juntos.

Un roce.

Un roce de calor sintió en su pálidos labios. Aquello no se considera un beso, tan solo en ese pequeño roce le dio todo su cariño.

Ese cariño que no lo había sentido desde hace mucho, un sentimiento sincero trasmitido de forma inocente.

La luz que daba la ventana, le daba a los ojos profundos del pelinaranja, ese celeste cielo, le daba paz, sentía que podía verlos por horas sin cansarse, se acercó para darle un roce de cariño.

Pero fueron interrumpidos por un llamado, que hizo que ambos se separaran ruborizados.

— ¡Dazai-san! ¡Chuuya-san!

Era Atsushi, la vergüenza de fue de su rostro, y preocupado le contestó:

— ¡Atsushi!

Unos pasos se acercaron veloz a la puerta, y la abrieron dejando ver un preocupado albino.

— ¿Están bien?

Chuuya asintió.

— Estamos bien, no te preocupes.

— Bien, porque en poco tiempo empezará el juego. —interrumpió el azabache.

— ¡Vámonos! —exclamó Chuuya.

Ambos menores le siguieron. Atrás había quedado un confundido castaño, no podría controlar el palpitar de su corazón, todo le daba vueltas, no tenía sentido nada. Como pudo salió de ahí, y fue a su lugar seguro.

(...)

— ¿Dónde está el imbécil de Dazai? —ambos menores subieron y bajaron los hombros.

Al lado de albino apareció Lucy, este dio un saltito por el susto.

— Dazai-san me pidió que viniera a tomar su lugar. — habló la pelirroja, que tenía el buzo de la escuela y una camisa manga corta, blanca.

Chuuya suspiró, y en segundos apareció un cansado Sigma.

— Bien, — los participantes le miraron, Chuuya desprendía un aura de confianza que hizo sonreír a los demás. —, demos todo de nosotros, equipo.

Con Chuuya sabían que ganarían, aparté de su capacidad en los deportes era por la forma en que motivaba al equipo.

Akutagawa le mostró el pulgar arriba al albino y se le alejó, por cosa del destino le tocó quedar a la derecha al final, a su lado estaba Sigma, al frente de él Lucy, y en frente del albino estaba Chuuya.

Detrás de la red estaban, Tetchō a la derecha al final, en la misma fila al lado, Jōno, en frente de él Fukuchi y a su lado Teruko.

Solo hay que esperar el silbato y los cuatro minutos de la partida comenzaría.

Y así fue, Tetchō dio el primer golpe, la pelota parecía caer lentamente hasta ser golpeado por Chuuya, y quien dio el siguiente atraque fue Teruko, anotó un punto pues Sigma no fue demasiado rápido.

Atsushi sacó, tal y como le había enseñado Akutagawa, el albino lo buscó entre la multitud, lo encontró mostrándole el pulgar arriba, sonrió por el apoyo.

La pelota venía de ida y vuelta, básicamente iban empatados y quienes se negaban a un empate oficial era Chuuya y Fukuchi. El primero tenía algunos cabellos caídos por su frente y la coleta estaba ya por caer, su mirada afilada iba totalmente dirigida a Fukuchi, las ganas de convertir esto en boxeo no le faltaban, pero por ello le podían sacar puntos. No quería hacer eso a sus compañeros.

De repente, su instinto le hizo mirar a la azotea, y ahí, tenía un espectador de cabellos rizados castaños, sentía su mirada clavarse en lo profundo de su ser. Cruzaron miradas, en un íntimo momento, fue tan solo por un segundo, ese segundo le costó caro.

La pelota caer a su lado y el pitido dio finalizado el juego, habían perdido.

«Por mi culpa.»

Escuchaba los gritos de victoria del equipo contrario, y las preguntas preocupadas de su equipo.

Él no escuchaba, sentía la culpa invadir su mente. No podía culpar al otro, él fue quien miró cuando estaba en mitad de un juego. Fue culpa suya.

Sintió unos brazos a su costados que lo aferraban al cuerpo contrario, vió una cabellera albina, era Atsushi.

— Sé como se siente —murmuró el albino contra su ropa.—, no fue su culpa, Chuuya-san.

Entendió esas palabras de consuelos, acarició su cabellera lentamente.

— Gracias, Atsushi.

— Díez minutos, los equipos van empatados el siguiente juego veremos cual es el equipo vencedor. —se escuchó la voz del rubio, totalmente calmada.

Chuuya miró con confianza al albino, este le miró de igual manera.

— ¿Estás listo para el show?

— Listo.

Sí, "las quemaditas" será el juego principal.

Chuuya se hizo nuevamente la coleta, tomó agua, se limpió el sudor y estuvo al lado del albino todo el tiempo.

Nueve minutos.

El gran patio estaba preparado tan solo para ese juego.

Al ser un juego grande necesitan a una pareja de cada grado.
Los de primero eran: Kyoka y Kenji.
Los de segundo: Atsushi y Akutagawa.
Los de tercero: Sigma y Lucy.
Y los de cuarto: Dazai y Chuuya.

Los que quedarían afuera para quemar, serían: Gogol y Fyodor.

Los del equipo contrario eran los mismos, parecían fieras con una gran aura de competitividad.

Estaban todos, todos listos en sus lugares, pero tan solo faltaba una cosa, no está Dazai.

— ¿Dónde putas está ese bastardo? —gruñó Chuuya.

Todos negaron, nadie quería decir algo al respecto, por miedo de empeorar el enojo del pelinaranja.

Ocho minutos.

— ¿Dónde está ese idiota? —habló molesto Kunikida, realmente él es el más nervioso.

Algo se le vino a la cabeza.

La mirada miel embalsamada de admiración y cariño de aquel individuo, era él.

— Ya sé donde está.

Los demás lo vieron partir adentro del recinto, Kunikida lo iba a seguir siendo retenido por Kenji y Atsushi, hasta que la voz de un pelinegro detuvo todo.

— Déjalo, Mr. Fancy Hat lo hará. —sonrió Ranpo.

(...)

Las emociones golpeaban con fuerza su pecho queriendo salir de su interior, buscando la manera de trasmitirlo a quien las hace florecer.

El chillido de la puerta al abrirse le estremeció, quien tiene delante es el dueño de de esas emociones que crecen sin cesar.

Le esta dando la espalda, por los hombros se notaba tranquilo, dejando caer su peso en el barandal ya oxidado firmado por sus antebrazos para no caer por completo. La brisa removía lentamente el abrigo verde de la academia, al igual, acariciaba suavemente los rizados cabellos castaños.

Chuuya admiró la espalda del contrario, fijando su mirada en él. El viento removía su camisa blanca lentamente, también lo hacía con los rebeldes cabellos anaranjados.

No sabía como comenzar esto, los recuerdos volvieron, y se repetían como una película.

— Dazai..

— Iré, no te preocupes.

Dijo normal, pero aún no se dignaba a mirarlo. Chuuya se acercó a pasó lento y cauteloso, pero la voz del mayor lo retuvo de su caminar.

— Iré, pero vete Chuuya.

Unos segundos en silencio, tan solo el susurro del viento estaba.

— Lo haré, pero al menos mírame, Dazai.

El susurro del viento los sucumbia a ambos con intensidad, y el corazón de Chuuya llegaba a su límite.

— Por favor, mírame.

La intensa mirada café le removió el estómago. Dazai le miraba intensamente, como si fuera un enigma que debía resolver. Una mirada perdida y cansada de vagar en la nada.

Antes de articular algo, la mirada que le dirigió congeló su sentidos.

— Vamos, Chuuya. O Kunikida-kun nos regañara. —y volvió hacer lo mismo.

La sonrisa burlesca volvió, la actitud indiferente volvió.

Pero la mirada que le dio antes de volver a lo mismo, y antes de dejarlo ahí sintiendo la brisa aún más helada.

Era una rendida. Estaba resignado a vivir en la melancolía y tristeza. Sin consuelo.

Y Chuuya, indirectamente se sintió rechazado.

Rechazado de algo que recién había florecido en su interior.

¿Ahora debía sacarlo de la raíz?

¿Debería siquiera pensar en aquello?

Tal vez tan solo es una confusión.

Tal vez sea así realmente.

Como fuera, la brisa lo congelaba, y el pecho se reprimía con cada latido. Con cada pensamiento.

«Volver a casa se ve tentador.»

(...)

El pitido dio comienzo al gran juego.

Los nervios hacían temblar su piernas, se quedó inmovil cuando todos se movían, lo tomaron del brazo corriendolo a un lado en el momento preciso que la pelota pasó por frente de ambos.

— Jinko muévete. —le dijo el azabache nuevamente esquivando la pelota.

— S-Sí.

El pitido alertó a ambos que miraron como Lucy salía del cuadrado tomando lugar al lado de Gogol, tomó la pelota y la arrojaba para quemar.

Atsushi notó como se acariciaba el brazo izquierdo, al parecer ahí le pegaron, y no fue nada suave. Aquello lo motivó y comenzó a esquivar la pelota con agilidad.

Akutagawa notó los movimientos que le recordaba a un gato, sonrió para sus adentros.

Chuuya esquivaba con dificultad, sentía la pesadez de sus pensamientos en su cuerpo impidiendo moverse con libertad. El sudor bajaba por su frente, sus ojos captaron la sonrisa de Fukuchi, la sangre se hervía en su interior al ver la sonrisa arrogante del contrario, deseando borrarla a golpes.

Sonrió confiado.

Levantó su pierna hasta hacer una perfecta línea recta con ellas, tan solo para esquivar la pelota, con su ojos azulados brillando de orgullo.

La multitud silbó por ello, pero entre todas esas miradas ninguna se sintió tan profunda como la que sentía en su espalda.

Esta vez no miró al individuo.

No perdería por un descuido.

No valía la pena.

Intencionalmente Fyodor dejó caer mal la pelota dirigida al pelinaranja, este le sonrió al pelinegro, y se la tiró al equipo contrario quemando a Teruko.

Resignada fue a su lugar dispuesta a quemar, sabía que ese año sería distinto, ahora sabía porque.

Las miradas de la multitud iba de un lado a otro, viendo como los participantes esquivaban con agilidad la pelota, atentos a ver el siguiente en ser quemado.

Dazai, esquivaba como podía la pelota, su mente estaba enfocada en el rostro de desilusión que portaba el pelinaranja antes del juego, todo indicaba que había sido su culpa, pero no comprendía el como ahora se movía con tanta facilidad, pero de cierto modo le alegraba verlo más animado.

Sus sentidos captaron el momento preciso que el pelinaranja esquivaba, pero rápidamente la pelota ya iba nuevamente dirigida a su persona, inevitablemente, un impulso de protección nació y nublo todo razonamiento, se impulso a donde estaba el menor, tomando su lugar.

Y en ese momento, un choque de miradas los conectó a ambos. Una mirada basto para sentir una corriente que lo estremeció por completo. Una corriente cálida abrazo su corazón y lo estrujó con dulzura. Y ahora tan solo sentía en su costado izquierdo un fuerte golpe provocado por la pelota, y el pitido que aturdió sus oídos, dio un quejido de dolor que fue alcanzado a escuchar por Chuuya.

— Dazai, ¿Qué..

Lo calló la sonrisa orgullosa que le dirigió.

— Aplastalos, Chuuya.

Susurro para alejarse y tomar su lugar.

Chuuya no comprendía como esas simples palabras lo elevaron a la sima, se sentía tan importante, su ego y orgullo se expandieron.

Sigma tenía claro un punto que antes estaba difuso. Ese dúo daría una parte de sí con tal de mejor al contrario. Algo tierno pero que los demás fácilmente pueden usar en contra, y con ese frustante pensamiento, tiró la pelota dándole a uno. Sonrió, no la estaba pasando tan mal como esperaba.

Pero de repente sentía que las pelotas venían una tras otra, estaba claro que lo querían derribar.

«Joder.»

Resbaló, por suerte aquello lo ayudó a salvarse de una, quien lo ayudó a levantarse fue Kenji. Pero, como siempre, la suerte lo estaba de su parte, la pelota le había dado al rubio. Le miró apenado.

— Perdón...

El rubio le sonrió.

— Descuidé, ¡de lo mejor! —le motivó.

Y claro que lo hizo.

Ese era el trabajo en equipo.

El pitido extrañamente sonó dos veces. Sigma buscó con la mirada el otro caído, sorpresa fue ver como salía Akutagawa.

¿Cómo pasó?

No lo sabía, pero en los ojos atardeceres de su compañero se notaba lo decidido que estaba en ayudar a ganar.

Pero iban perdiendo, el equipo contrario tenían a cinco, y ellos eran cuatro.

Y un descuido quedó quemado, porque un mechón se le metió en la boca, terrible y vergonzoso descuido.

«Joder, Dios.»

Ahora solo eran tres contra cinco.

El silbato sonó nuevamente.

Ahora eran tres contra cuatro.

El lugar donde le golpearon fue en la pierna, y de seguro después tendría un moretón. Vió con su mirada agotada a su amigos que le tenían el pulgar arriba, sonrió.

El silbato sonó, había salido Kyoka.

Todo quedaba en las manos de Atsushi y Chuuya, estos esquivaban con agilidad y flexibilidad.

Chuuya, estiró los cabellos naranjas que le obstaculizaban la vista, en un movimiento lento, su mirada fruncida, y el sudor cayendo por su frente. Una imagen a más de uno sonrojó.

Atsushi estaba decidido y al lado de Chuuya, confiado. Había visto como Akutagawa se sacrificó por él de un golpe que de seguro le tubo que doler hasta el alma, pero lo que le cautivó fue la sonrisa cálida que le dirigió antes de sentir el pelotazo entre el hombro y cuello.

Ahora, al igual que Chuuya, quería borrar esa sonrisa arrogante que portaba Fukuchi

Concentró su frustración en el golpe que, realmente era dirigida a Fukuchi, pero él la esquivó dándole a Tetchō.

Así fue, durante cualquier oportunidad tomaban la pelota y la dirigían al peliblanco, pero siempre la esquivaba y le terminaba dando a alguien más.

Ahora eran Atsushi y Chuuya contra Fukuchi.

Eran ellos. Y la multitud eufórica lo sabía.

La pelota venía y volvía, en un vaivén veloz. La pelota rozó a Fukuchi y aquello hizo gruñir al pelinaranja de frustasion.

La pelota iba veloz a Atsushi, este lo notó en último momento.

Todos creyeron que quedaría quemado, pero Atsushi se agachó, lo esquivó y al final, la pelota le dio en el estómago a Fukuchi.

El silbato dio por finalizado el juego.

— ¡Y los ganadores son la academia Bungo! —exclamó conmocionado el rubio por el micrófono. Sacudiendo a su adormilado compañero, Katai.

Atsushi agachado quedó, pues observó su rodilla derecha que tenía un raspón, hizo una mueca, no sé había dado cuenta de la gente que festejaba a su alrededor, él solo pensaba en lo molesto que estaría Akutagawa por ese raspón.

Sintió como la gente lo rodeaba, gritando en uniso su nombre, confundido miró entre la multitud viendo como a Chuuya lo tenían igual.

Entonces, buscó a su salvador.

Akutagawa lo miraba en la lejanía, esperándolo. Atsushi se alejó de toda la gente llendo a su lado.

— Lo hiciste, Jinko.

— ¿No te duele? —preguntó con la mirada perdida en su hombro y cuello.

Akutagawa le miró confundido, pero luego entendió.

— Descuida. —miró el raspón que se había hecho.— Ay Jinko.

— Perdón... —jugó con los dedos de sus manos nervioso.

El azabache, tomó con delicadeza las manos de Atsushi, haciendo que chocarán miradas.

— Vamos a curarte para irnos de aquí.

— Vamos a casa, Ryu. —le sonrió dejándose caer el hombro del azabache.

(...)

El ocaso pintaba el recinto casi vacío. Había buscado a Dazai por todos lados, no lo encontró, frustado armó su bolso para irse de ahí.

Se quería bañar, repasar los conceptos de los exámenes de esta semana, y dormír en su cómoda cama.

Un póster lo detuvo, era del teatro, habrá una obra en cuatro semanas y necesitan a gente que participé.

Le interesaba, pero debía pensarlo mejor, no tomaría aquello como un impulso para luego terminar estresado hasta los huevos.

Sintió una mirada penetrante a su espalda, su instinto le decía que se volteara, pero su orgullo no lo permitía.

Suspiró, y siguió su caminar.

Hoy tendría que tomar el camino silencioso a casa.

Más que su orgullo, esa presión en su pecho no lo permitía, sentía que lo asfixiaba.

A final de cuentas, no podía ganar todas las batallas.

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