8

¿Quién necesita ir a dormir
cuando te tengo a mi lado?

— Abrió lentamente la puerta, todo estaba en orden. Pero de un momento a otro algo se le puso encima, asfixiandolo en su pena y temor. Ahora tan solo es un alma en pena que pasa merodeando en las noches para buscar un enfermo y.. —rozo su pie con el otro que le estaba escuchando atentamente, pegando un chillido del susto.

Dazai río en carcajadas por el chillido que soltó, el menor tomó la linterna que antes tenía el contrario debajo de su rostro y con ella lo golpeó en la cabeza, el castaño dejó de reír y se quejó adolorido sobándose en el lugar del golpe.

— Por puto.

Río Chuuya.

Era de madrugada, habían despertado porque Chuuya tenía ganas de comer algo dulce, y Dazai de sueño ligero despertó y lo acompañó, luego al castaño se le ocurrió la idea de narrar historias de terror con una linterna, para dar el toque. Chuuya tan solo se acomodó mientras comía unos dulces de miel junto a un peluche grande de dinosaurio.

— No es para recurrir a la violencia, además no dio tanto miedo, Atsushi-kun si cuenta historias terroríficas. —tomó un dulce de miel y se lo comió.

— Cállate, Atsushi es un ángel.

— Bueno, bueno, tú tienes una?

Chuuya saboreó el dulce en su boca, derritiéndose con el dulzor de este, mientras asentía.

Dazai se acomodó en posición de indio y puso una manta sobre su cuerpo, miraba atentamente al pelinaranja con curiosidad una leve sonrisa. El pelinaranja tomó la linterna y la posicionó debajo de su rostro, con una voz neutral e indiferente, dio comienzo a su breve relato.

— Era apenas las cinco de la madrugada, todo estaba ahogado en un silencio sepulcral, y nuevamente, del pasillo unos pasos que lentamente se acercaban. Con temor, se escondió debajo de las sábanas haciéndose bolita, los pasos cesaron y en su puerta tocaron tres veces, no más ni menos. Sentía la respiración lenta y pesada de aquella criatura detrás de la puerta, que lo atormentaba cada despertar del sol. Tomó el impulso que se guardaba y lo empujó, con una exclamación de agobió, habló. "¿Qué quieres?", Detrás de la puerta no se escuchó nada, pero después de unos segundos en la ventana escuchó el molestó chillido, miró a ese lugar. El vidrio estaba completamente empañado y en el, había escrito un "Jugar" Esto aterró, pero la curiosidad le invadió, grave error.

»Está vez en un susurro habló: "¿A qué?" En el vidrio empañado fue escrito "Tú te pones en la pared, y cada segundo mirarás atrás y nuevamente lo harás, hasta que yo llegué a tu lado"  El chico susurro: "Está bien" Se levantó, pero nuevamente en el vidrio escribieron "Ábreme la puerta primero, estoy escribiendo esto desde el otro lado de la ventana" Sintió un escalofrío, ¿Sería bueno dejarlo pasar? Aún no quisiese, ya estaba caminando a la puerta, suspiró y cerró los ojos con fuerza, la abrió. Al mirar no había nada ni nadie. Fue a una pared que estaba enfrente de la puerta abierta, le dio la espalda a la puerta, y cuando se acercó a la pared escuchó lentamente pisadas a su dirección, se dio la vuelta con brusquedad, las pisadas se detuvieron. Sentía el sudor frío en su frente, se dio la vuelta, lo escuchó, ahora más cerca, se giró, y antes de darle la vuelta, habló con temor "ya no quiero jugar" se dió la vuelta, y escuchó el molestó chillido en la ventana, luego sintió las pisadas a su dirección, y nuevamente se volteo, el aire en su habitación estaba frío, miró a la ventana, se congeló por lo escrito "si continúas, te daré una sorpresa, y te podrás ir a descansar" el niño con una mueca se dio por última vez vuelta, y está vez sintió el aliento frío en su espalda, y un susurro de ultratumba en su oreja "te pillé, y ahora te daré tu sorpresa"  No supieron más del niño, y al entrar en la habitación al otro día, en la ventana solo estaba escrito "Al fin lo atrapé, ahora es mío, para siempre" Y así-

No pudo continuar ya que el castaño nuevamente lo asustó con un roce, y está vez gritó.

— ¡Maldito bastardo, basta! —exclamó exaltado, golpeó al castaño con el peluche, haciendo que caiga de cama junto a las mantas.

El castaño que antes se estaba riendo, ahora solo tenía una mueca de dolor, pero en segundos sonrió con malicia, aún sin levantarse del suelo habló en voz grave.

— Eres malo, necesitas un castigo, Chuuya.

Chuuya ni se inmutó por el intento de asustarlo, observó como el castaño en completo silencio se levantó, le estaba dando la espalda con toda la manta encima, un escalofrío por su espalda sintió, mientras lentamente la manta se daba vuelta a su dirección, y ahí, Chuuya temió por su vida.

Delante de él, estaba el castaño observando con malicia, esos ojos marrones intensos le advertían que corriera, que si le atrapaba no lo dejaría ir, y la sonrisa de picardía que se mostraba levemente, la manta blanca la tenía en su cabeza, reteniendo la mitad de su cabello, y lo demás cabellos rebeldes que salían de la manta estaban con algunos rulos, otros parados, y algunos cayendo en su frente, en las manos se movían los dedos lentamente. Como cual gato al ver a su pequeña presa.

Chuuya se intentó levantar para correr, pero el castaño le tomó de los tobillos haciendo que cayera nuevamente a la cama, el contrario se posicionó encima de él, sin dejarle escapatoria.

— Oh Chuuya, ¿Creías que te ibas a escapar? —su tono era más grave, y aquello ponía nervioso, nunca Dazai le había hablado así, de ese modo, tan solo de una que otra vez lo había escuchado usándolo en las mujeres que coqueteaba. Pero en él no.

— Suéltame, Dazai —dijo con molestia, para ocultar los nervios. Puso su brazos en ambos hombros del castaño para alejarlo, pero este, con una mano tomó a ambas manos de la muñeca y las posicionó arriba de su cabeza.

— Te mereces un castigo. —susurró cerca del rostro del pelinaranja.

Chuuya ya en su casillas, le advirtió:

— Sino te alejas ahora, te daré un golpe.

Dazai, se acercó aún más al rostro del pelinaranja, este se sonrojo por la cercanía, y sentía su corazón saltar en su pecho cual tambor, pero él tan solo escuchaba aquel tamborero tormentoso, el castaño se acercó a su oreja, le dijo un murmullo malicioso.

— Inténtalo.

El pelinaranja con la intención de darle una patada para alejarlo, no espero lo siguiente. El castaño ya sabía lo que haría, así que con velocidad separó ambas piernas, posicionarse entre ellas.

Ambas miradas se enfrentaron, Chuuya miraba aquellos par de ojos cafés, tan peculiares por ese tono carmesí que los invadía, está vez, estaban de un color miel, lo que le trasmitía aquellos era una ternura y cariño inexplicable, algo muy diferente a lo que era Dazai siempre, el no era para nada cariñoso, no había razón de que esa ternura y cariño sean dirigidos a él. El impulso de querer abrazarlo y aferrarse a el como koala le invadieron, abrazarse como hace un par de horas, sin tener que hacerlo solo en esos momentos, sino que en todos los momentos, quería ese cariño tan solo para él, quería que siempre sus ojos le mirarán a él.

— Caíste.

Le dijo el castaño con voz burlona.

El pelinaranja le miró confundido saliendo del mar de pensamientos en donde se había sumergido.

— ¿Ah?

Y sin más palabras, el castaño le hizo cosquillas. Río intentando alejar esas manos vendadas de su cuerpo, se retorcía en la risa, y cosquilleos que le daban por todo el cuerpo, y sin pensar que el contrario estaría bien o no, le dio una patada alejándolo y botandolo nuevamente de la cama.

Jadeó, recuperando sus fuerzas, sin entender los anteriores pensamientos confusos. Se tapó con su peluche, intentando cubrir su enorme rubor en su rostro y orejas, la vergüenza lo invadió, y con un tormento en su interior abrazó fuertemente el peluche de dinosaurio. Aturdido y confundido.

(…)

El movimiento brusco que sentía a un lado de suyo le despertaba poco a poco, despertó perezoso, se giró con el ceño fruncido pero despertó de golpe al ver la imagen enfrente suyo. Un Dazai, con un lápiz en la oreja izquierda mientras a su alrededor rodeado de libros y cuadernos, y en la mesita de noche había dos sandwiches, uno a medio comer, y dos tazas, una de café completamente amargo y otro un té con poca azúcar.

El pelinaranja miraba sorprendido todo y en especial al castaño, este, al percatarse de ser observando le miró, sonrió por la expresión que tenía.

— Sé que es extraño, pero tampoco me mires tanto que me sonrojo. —dijo con burla, girando leve el rostro a un lado demostrando vergüenza, dándole al rostro la cálida luz de la mañana, iluminando esos ojos miel que le miraban fijamente con un sonrisa dulce.

Chuuya frunció leve el ceño, sintiendo su mejillas cálidas, con su fiel peluche le pegó en la cabeza al castaño, este río un poco, para después extenderle la taza que tenía café, y unas pastillas. Aceptó y lo tomó todo, el amargo sabor se quedó en su lengua, mientras el líquido caliente pasaba por su garganta de a poco, dándole calor a su cuerpo, sonrió con gusto. Dazai, él observó hipnotizado como la manzana de Adán bajaba y subía, al igual observó la sonrisa del pelinaranja, su pupilas se dilataron y en su interior algo se agitó, tomó un largo sorbo de su té, mirando a otro lado con un ligero sonrojo.

— ¿Por qué tienes todo esto? —la voz del menor le hizo nuevamente observarlo, dejó su taza a un lado y sonrió olvidando su apenado pensamiento.

— ¿No te lo dije una vez? Te ayudaré a estudiar. —le guiño confiado.

Chuuya dejó a un lado su taza, y le miró, tan agradecido, en su momento creyó que lo dijo solo para levantarle el ánimo, no pensó que realmente lo haría, le sonrió emocionado.

Comenzaron comparando los resúmenes de cada uno de los temas, para a veces agregar algo importante o quitar algún detalle insignificante, se preguntaron sobre alguna materia, y en varías hojas la llenaron de su caligrafía, una cursiva que a simple vista no se entiende, y otra de una ordenada que se entiende a la perfección, en esas hojas la completaron de ellos, y a los costados uno que otro dibujo.

Y de algún modo terminaron hablando de cosas personales, en hacer preguntas de que haría el otro en x situación, o que pensaría.

Un momento solo para ellos.

De repente, por toda la habitación sonaba la canción Poker face - Lady gaga, el castaño tarareando la melodía tomó su celular y contestó un tono cantarin.

— Ah, Akutagawa, ¿Qué pasa? —sonrió viendo algún lado de la habitación.

Del otro lado se escucharon exclamaciones demasiadas rápidas, el castaño con calma, lo tranquilo.

— Eh, eh, tranquilo, cuéntamelo despacio, Akutagawa.

Eso tomó la atención de Chuuya, que se acercó al celular pegando su oreja en el, solo el aparato separaba su rostros.

Escucharon un suspiró de agotamiento.

— Es Jinko, Dazai-san.

Chuuya intentando calmar su impulso de tomar el celular y gritarle que le diera una explicación, tan solo preguntó inquieto:

— ¿Qué le pasa a Atsushi?

Antes de que el azabache respondiera, ignorando la curiosidad del porqué el pelinaranja estaba con el castaño, un sollozo que era del albino se escuchó de fondo, tan solo un:

— Me duele, Ryu...

Que dejó la línea en un silencio incómodo. El pelinaranja no se contuvo, tomó el celular.

— ¡¿Qué mierda pasa, Akutagawa?! —exclamó con los nervios de punta.

Y a su lado estaba el castaño con los ojos abiertos como platos y sus labios formaron un perfecto círculo, y con una mano tapaba su boca. Asombrado.

— E-Eh, mejor vengan para acá Chuuya-san. Estamos en casa del Jinko. —cortó.

Chuuya, apuntó al castaño que aún tenía la misma expresión.

— ¿Sabes dónde vive Atsushi? —le preguntó con el ceño fruncido.

El castaño le miró y asintió.

— Entonces vamos, imbécil.

Chuuya estaba buscando su ropa y zapatos, pero lo que insinuó el castaño le molestó.

— ¿Y sí interrumpidos algo? —preguntó inocente.

La respuesta, una avalancha de todas las almohadas, y al levantarse de toda esa montaña, a su cabeza recibió el peluche de dinosaurio. Justo en el blanco.

(…)

— ¿Cómo putas terminó así? —preguntó confundido Chuuya.

Ambos mayores miraron al azabache, este desvío la mirada.

— Cuéntales Jinko.

— ¿Y yo por qué? —preguntó indignado el albino.

— Tú fuiste el tonto que se tropezó.

Atsushi suspiró, él estaba en la sala de su casa, en unos de los sofás con muchas almohadas alrededor de su cadera. Fukuzawa había salido temprano por lo cual tan solo estaban ellos cuatro un sábado en la mañana ya casi tarde.

— Bueno... Íbamos a ir a la cocina a prepararnos algo para comer, de camino discutíamos del porque Ryu me dice "Jinko" y no "Atsushi" y en el último peldaño de la escalera... p-pues..

— El muy tarado se tropezó en el último peldaño antes de tocar el suelo, se cayó de espalda, pero lo que más le duele es la cadera. —terminó de contar Akutagawa.

Atsushi bajó la cabeza, jugó con la punta de sus dedos, apenado.

— P-Perdón...

Chuuya, se acercó al albino y le abrazó, el castaño le acarició el cabello, y el azabache le tomó de la mano y con la yema de su dedo pulgar dio caricias cálidas y delicadas en el torso de la mano contraria.

— Si me sigo así, no podré correr..—dijo en un murmullo el albino.

No quería decepcionar a nadie.

Se escondió en el pecho del pelinaranja, no sentía ganas de llorar, tan solo se sentía mal, el peso en su pecho crecía.

Fue separado de ese cómodo abrazo, al mirar se encontró con la mirada azulada de Chuuya y su común entrecejo fruncido, pero está vez le miraba de forma orgullosa, y una sonrisa radiante le dedicaba.

— ¿Tú quieres correr? —preguntó con calma.

Atsushi confundido y apenado que fuera el centro de atención, respondió.

— S-Sí.

— ¡Dilo más fuerte!

— ¡Sí!

— ¡¿Qué quieres?!

— ¡Correr! ¡Sí quiero correr! —la mano cálida posada en su mejilla, le despertó de lo que acaba decir.

— Te cuidaremos para que puedas hacerlo sin ningún problema, Atsushi.

— ¡Pijamada! —gritó Dazai emocionado.

— No abuses estúpido. —advirtió Chuuya.

Atsushi río por ello, una risa llena de felicidad y gozo, que hizo sonreír a todos.

— Gracias. —agradeció.

— No es nada, Atsushi. —habló Chuuya sonriendo.

— Sí me das algo para comer te agradecería mucho. —dijo el castaño, entrando a la cocina como si nada.

— Imbécil. —susurró Chuuya siguiéndolo, para asegurarse que no hiciera alguna idiotez.

— Ryu. —le llamó agarrando las manos contrarias que no se alejaron en ningún momento de las suyas.

— ¿Hmm? —le miró atentó.

— Gracias por cuidarme con tanto apreció. —le sonrió.

La incomodidad en su pecho subió hasta su garganta haciéndolo toser, se cubrió con su diestra. Al parar, le miró con un poco de color su mejillas.

— ¿Estás bien, Ryu? —preguntó preocupado.

— Sí... No es nada, Jinko.

— Dime Atsushi. —le exigió con un leve puchero.

— Jinko.

— Atsushi.

— Jinko.

— Atsushi.

De la cocina se escuchó un gran estruendo, junto a las carcajadas del castaño, y los insultos del pelinaranja.

«Esto será agotador.»

Suspiró Atsushi.

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