4
Nada menos que Dazai Osamu se le ocurriría hacer una pijamada improvisada en plena semana cuando al otro día tendrían clases, solo a él y al trío que le sigue.
Y con ello nos encontramos en la casa del castaño, este con una gran sonrisa presentándole su casa a los menores, el pelinaranja ya la conocía desde hace mucho.
— ¡Taran! ¿Qué tal? — Exclamó emocionado.
El azabache miraba a todos lados en silencio, a lo contrario Atsushi miraba asombrado cada cosa.
— Es realmente bonita su casa, Dazai-san — Sonrió en grande, mirándole.
La primera planta tenía su encanto, repleto de plantas y cuadros abstractos, era la sala suponía, y al fondo tal vez la cocina.
Dazai le sonrió.
— Gracias, Atsushi-kun — Al fondo escuchó un "tch", y tenía una sospecha de quien pudiera ser. — Mejor subamos y dejen sus cosas, vamos.
Subió las escaleras que daban al segundo piso, y con el peso las tablas rechinaron, Atsushi aquello le dio un escalofrío, antes de dar un paso a un escalón el azabache le ganó y subió antes, al llegar arriba este le miró retador, el albino le sostuvo la mirada, y al subir un pasó siguió, el azabache se alejaba de la orilla del precipicio, el albino aceleró el paso y al llegar arriba el azabache caminaba no tan lento pero también tan rápido, el albino dio un paso y el azabache comenzó a correr a la habitación del fondo del pasillo la cual era del castaño, el albino aceleró también.
Este pequeño juego improvisado entre ellos dos, consistía en darse miradas retadoras y hechar a correr y quien tocará algo antes que el otro ganaba. Pero Atsushi le gustaba llamarlo "gato y ratón"
Akutagawa dio un golpe al marco de la puerta, mientras se giraba, el albino llegaba, unos pocos centímetros los separaban en ese corto lapso de tiempo que captaron sus ojos. Cayeron al suelo siendo la mochila del azabache que amortigua la caída, mientras el albino cayó encima del pecho del mayor, al levantar la mirada se encontró la del azabache, se sonrojo pero sonrió de alegría y una risitas nerviosas salieron.
No esperaba escuchar la tímida risa del azabache.
Ahora era su sonido favorito.
Sentía la punta de sus orejas calientes, los labios secos y sin ninguna palabra para describir con palabras lo que aquello le hizo sentir. Pero con un gesto sí, pero la inseguridad le hizo dudar, y tan solo se levantó.
Y allí, de primer espectador fue Dazai, con su sonrisa felina, se sintió avergonzado.
Y a mitad del pasillo miraba Chuuya, al igual con una sonrisa, aunque más cariñosa que le daba el castaño.
con los nervios a flor, prefirió observar la habitación. Todo era relativamente normal, lo que observó más de la cuenta fue el gran ventanal que que daba al patio trasero, el cual en ese época estaba seco, y con ello habían hojas secas desparramadas por todos lados.
Miró al castaño con ojitos luminosos.
— ¿Puedo?
Dazai antes de responder a esa simple pregunta, miró a los otros integrantes que estaban husmeando por su habitación, y sonrió con inocencia.
— Claro, ve con Akutagawa. — Dijo lo más alto posible para el azabache le escuchara.
Y así fue, ya que este miró a su dirección confundido. El albino con un leve rubor, dejó su mochila en suelo a unos metros de la cama y se aproximó a la puerta, con una sonrisa dijo:
— Vamos, Ryu. — Salió por la puerta y unos breves segundos le seguía el azabache.
Atsushi no conocía la casa realmente como para conocer la orientación del patio, pero por sus sentidos agudos, supuso que el patio estaría por la puerta que estaba en la cocina, fueron allí y así era.
Emocionado abrió la puerta y ahí está la pila de hojas secas, árboles desnudos y por ello, dejando ver un cielo a punto del anochecer.
Llenándose de euforia e intentado contener el grito de autonomía ahogado en su garganta, corrió hasta la otra punta del patio, y a su paso crujían las hojas caídas por el crudo otoño, y a la par la risa del albino alegraba el ambiente.
Corriendo de aquí para allá, tirándose como si fuese una piscina, en total libertad. Y en ese momento su mente recordó que no estaba solo, estando en el suelo repleto de hojas, miró a la puerta y ahí estaba, en el marco de la puerta observándolo sin expresión alguna, ahí está Akutagawa.
— ¿No quieres venir? — preguntó confundido, con la cabeza ladeada a un lado.
— Tengo frío. — respondió cortante.
— Sí te mueves no te dará tanto frío. — sonrió, se levantó y fue cerca de él, pegó una patada a las hojas secas escondiendo entre ellas los zapatos del azabache.
El azabache movió de a poco los pies, despegando se del congelamiento que tenían estas, y no solo pegó la patada de vuelta, sino que tomó en sus brazos un montón de hojas y se las tiró al albino, que con fingido enojó fue tras él.
Crearon un juego, un lugar seguro.
Entre hojas secas, la alegría las sucumbirá junto a la esperanza, y la nostalgia.
Ambos se querían, y dejando ver sus sonrisas sinceras lo demostraron todo.
El cabello plateado estaba completo de hojas pero no se daba cuenta, escapaba y contraatacaba a su contrincante con el mismo objeto, solo reía y disfrutaba el momento singular como este. El azabache le iba detrás ataque masivamente y de vez en vez escapaba.
En el momento de quedar sin aliento se dejaron atraer por la gravedad y cayeron a las pilas de hojas que aún no habían sido masacradas, dejando un sonido de dulzor en los oídos y recuerdos con el crujido de las hojas y las risas sin aliento.
El azabache estaba inquieto, y por ello se desahogó quitando con cariño y delicadeza cada hoja que quedó enredada entre los cabellos de nieve del menor. Atsushi al observar lo que estaba haciendo el azabache se quedó en silencio, su corazón zumbaba tan fuerte en sus oídos, los labios entre abiertos y secos, la garganta ahogando los mil y un gritos de euforia, los ojos atardecer tan brillantes y el toque fue su rubor rojizo intenso, de la puntas de los dedos hasta la punta de las orejas. Rígido quedó al igual que su corazón.
¿Cómo conseguía con un simple toque revolver sus sentidos pero a la vez darle calma?
Pero al albino le vino otra terrible pregunta, una que lo atormentaba en su momento de Morfeo, una que le robaba el ánimo y lo dejaba en los suelos al ya saber el porqué de esa pregunta.
«¿Por qué tú?»
(…)
Al quedar solos, el castaño no pudo evitar mirarlo con malicia.
Así que comenzó a hablar, con su toque burlón y juguetón:
— ¿Sigues enojado, Chuuya? — arrastró con picardía su nombre.
El escalofrío que tuvo el pelinaranja fue controlado por la energía del enojo, más que estar molesto diría que se sentía estresado. Ante la idea de una pijamada improvisada obviamente se iba a negar, pero no pudo con los ojitos insistentes de cierto albino, y ahora, solo quería tomar su mochila y largarse a su cómoda cama.
Dejando de lado sus quejas pensó:
¿En dónde dormirian?
Hay solo una cama y ni siquiera es tan grande.
Dio mil maldiciones a todo el mundo por pensar en la sola idea de tener que compartir cama con el castaño.
Así que, con lo que suponía el castaño tendría otro lugar a donde dormir, y preguntó con voz afilada:
— ¿En dónde dormiremos? — Lo preguntaba en general, dudaba que los menores quisieran dormir apretados.
Pero, en lo profundo de su mente ya sabía la respuesta.
— Mmm, tenía planeado que Atsushi-kun y Akutagawa durmieran en la cama, y... — Y acertó, desgraciadamente acertó lo que temía, con esa sonrisa de gato sonriente y esos ojos tal como un demonio, lo supo. — Tú y yo dormiremos en un futón.
Los insultos dirigidos a todo y a todos pero en especial al castaño se acumularon en su garganta, solo le salió un murmullo de frustasion.
Y con resignación habló:
— Bien, mejor acomodemos todo.
Dazai fue al armario y de ahí sacó un gran futón y se dio a Chuuya, este lo tomó y lo dejó acomodado cerca de la cama, pero no se había dado cuenta que el castaño venía con un montón de almohadas y mantas que le topaba la vista, chocaron, se tambalearon y se tropesaron con la mochila del albino que antes había dejado, cayeron a la cama y las almohadas y mantas quedaron por el suelo.
Chuuya por el reciente choque había cerrado los ojos, y al abrirlos se encontró con el rostro sin expresión del castaño a unos centímetros de distancia, con ambos brazos tendidos a un lado de su cabeza.
Pensó que a los segundos el castaño se alejaría y diría alguna burla, pero ya pasando los segundos y ver que no se movía, tan solo lo observaba con un brillo singular en esos ojos chocolate que a cualquiera podía derretir con solo verlos. Ya un poco avergonzado de que le mirará de esa forma hizo lo primero que hacía al estar nervioso, insultar.
— Muévete, imbécil. — Colocó sus brazos en los hombros del contrario y ejercicio un poco de fuerza para que captará la posición comprometedora que habían quedado.
Pero Dazai se encontraba sumergido el azul de esos faros, en un lugar en donde ningún ruido existía, solo el de su corazón rebosaba y buscando piedad ante de estar a la merced de esos ojos o de quien los tenía. El brillo de orgullo y terquedad en ellos lo dominaban, cada fracción que hacía en ellos se refleja, y ahora, sentía que se derretía al ver que en ellos se refleja él, en ese mar lleno de misterios que estaban lo profundo, deseaba saberlos todo, y entenderlos.
Desearía que tan solo esos faros le mirarán a él, con todas la emociones, con ese cabello rebelde, con esa sonrisa de orgullo, que le mostrará cada una de su facetas, ¿Cómo sería un Chuuya avergonzado? Quería descrubirlo. Sentía estar al borde de caer en un lugar en donde nunca a sentido, y nadie se lo a demostrado con sinceridad, estaba inquieto, estaba contento, estaba feliz, ¿Cómo se lo trasmitiria sí nadie se lo trasmitió a él?
Mientras tenía una discusión con su subconsciente, su rostro de a poco se acercaba al del pelinaranja, este con intentos vagos lo intentaba alejar, el rubor hacía brillar aún más sus ojos azulados, tal vez solo se dejaría fluir. Las consecuencias, se las dejaría a Chuuya del futuro.
— ¡Chuuya-saaaaan!
¿Acaso aquel quejido era de Atsushi?
Era Atsushi, claro que sí.
Y con ello lo motivó a sacar al castaño de encima de una patada, dejándolo en el suelo. Salió corriendo sin pensar en la situación que antes estaba, solo con la preocupación de que le había pasado al albino.
— ¡Ahí voy Atsushiiii! — Exclamó bajando de saltos grandes los peldaños, y corrió a la cocina donde había luz.
Y ahí estaba el radiante albino con una sonrisa amable le preguntó:
— ¿Le gusta el queso?
Chuuya, que estaba en el marco desconcertado y sin aliento por la corrida. El azabache que estaba atrás con con ocho panes en un plato, los dejó de lado y con el seño fruncido le regaño.
— Te dije que lo ibas a preocupar.
El albino miró apenado al pelinaranja y con un leve puchero habló:
— Perdón Chuuya-san, solo quería saber si le gustaba el queso, perdón si lo asusté. — Agachó la cabeza y jugó con la punta de sus dedos, estaba completamente apenado.
Dio un suspiró y sonrió con ternura, habló sutil para calmar al albino.
— Descuida, y sí me gusta el queso.
El albino subió la cabeza y le sonrió. Así que, con la confirmación, en pocos segundos todo estuvo listo, entre ellos tres charlaron de cosas peculiares, y en todo momento el castaño no había bajado, pero no preocupó a ninguno.
Decidieron comer en la sala, el pelinaranja pondría un película, mientras ambos menores traería los panes con queso derretido junto a té.
Acomodaron el sitio, ahora solo faltaba Dazai.
Quien se ofreció a ir a buscarlo fue el albino. Subió la escaleras en dos y al llegar, primero tocó la puerta y le llamó en un susurro tímido.
— Dazai-san — Abrió despacio la puerta.
Se sorprendió al ver todo ordenado, miró a todos lados, y lo encontró en suelo mirando por el gran ventanal el atardecer, se acercó con cautela, se posicionó a su lado.
Tal vez Dazai quería pensar solo, pero para Atsushi nadie debe estar solo.
La expresión pensativa del castaño, dejaba dudando al albino.
Hasta que el silencio que había fue rompido por el mayor.
— ¿Alguna vez te has sentido confundido, Atsushi-kun? — Un murmullo con cautela salió, su cuerpo estaba ahí pero su mente volaba en otro sitio.
En la mayoría de veces se a sentido de esa manera tan extraña, sin encontrar aún un respuesta.
Asintió, y sin mirarle le preguntó:
— ¿Por qué se siente confundido, Dazai-san?
Sintió que el mayor se removía en su lugar. Pasaron algunos segundos para la respuesta, pero Atsushi era paciente, y si al castaño le cuesta decir lo, será porque es importante, y él estaría para escucharlo.
Y luego, un suspiró y la voz tímida del castaño sonó a la lejanía.
— Porque antes sabía lo era, y ahora.. han cambiado tanto las cosas que no sé quien soy.
El albino lo abrazó, simplemente lo abrazó, dejando que el mayor tengo un poco de consuelo ante tantas dudas sin respuestas.
— Sí sirve de algo, yo creo que aún eres el Dazai que conozco, el amable y divertido. — Susurro en su oído.
— Gracias, Atsushi-kun.
Así estuvieron por algunos minutos hasta que el grito que les dio el pelinaranja para que bajarán ya se estaban enfriando.
Dazai un poco más aliviado dijo que mejor bajarán, y así fue, mientras comían hablaban, el castaño ya más animado dio burlas gratis al pelinaranja.
Y así, se divirtieron, jugaron, y vieron una película. Ya eran las diez y sabían que tenían escuela mañana, así que fueron todos arriba.
El albino sin querer le tiró una almohada a Chuuya, se disculpó cien veces pero el pelinaranja ya le había golpeado con la misma almohada, un golpe de parte del pelinaranja le llegó al castaño, y este le había lanzado una a este, pero la esquivó y le llegó al azabache, y al lado suyo estaba el albino riéndose de él. Comenzó la guerra de almohadas, todos contra todos y al quedar sin aliento se dejaron caer al suelo riendo.
Después de acomodar todo nuevamente, una pregunta curiosa paso por la cabeza del pelinaranja, y preguntó directo al punto:
— ¿Cómo son sus familias? — el ambiente se volvió pesado, una pregunta sencilla para el resto, menos para ellos.
— Yo vivo solamente con mi abuelo, el me a criado desde que nací. Y es agradable, cariño, y protector. Gracias a él conocí a Ranpo-san — Sonrió, recordando cada momento que vivió con su abuelo.
Con ello se animó a contar ahora el azabache.
— Vivo con mi hermana, nuestros padres...— Suspiró, y volvió a narrar— La madre de Chuuya-san nos a ayudado desde ese momento.
Así se conocieron, y Chuuya protegía también al azabache solo que ahora él sabía luchar con sus temores, y no necesitaba que estuviera todo el tiempo para él, pero aún es parte de él.
Chuuya sonrió con cariño.
— Vivo con mi madre, y ella conoce a un montón de familias, por lo tanto de pequeño sentí que ellos serían parte de mí. — Sonrió, tuvo una buena infancia si lo recuerda bien.
Quedaron en silencio esperando que el castaño hablará.
— Ah, vivo con mi.. padre y hermana pequeña, él trabaja de doctor por lo que no pasá tanto tiempo en casa, y mi hermana ahora pasá más tiempo afuera que aquí. Aunque de pequeño me llevaba siempre con él a su clínica, y por aquello variedades de familias me conocen. — No sonrió, ni siquiera había una mueca, no había nada.
Cada vez que recordaba su pasado empezaba a tiritar, pero la verdad en perspectiva no se veía tan mal, pero se sentía mal.
El albino curioso iba a preguntar, pero le fue interrumpido por Chuuya.
— Mañana tenemos que levantarnos temprano, así que a dormir. — Ordenó.
Gracias a las órdenes del pelinaranja, estuvieron rápidamente acostados y listos para dormir. La cama era cómoda por lo tanto el albino rápidamente se quedó dormido. Chuuya estaba cansado por todo, así que también se quedó dormido.
Por lo contrario, Dazai miraba el techo, hace un tiempo que no lo hacía, el perderse en los recuerdos del pasado, la soledad, y el dolor.
Miró a su lado, le estaba dando la espalda, así que con cautela se levantó y fue a la cocina, agradecía que no fuera tan fuerte, solo necesita moverse un tiempo y estaría tranquilo, todo un vaso con agua lo bebió con rapidez. Cuando se disponía ir al patio se encontró con el azabache. Dio un saltito, intentando disimular una sonrisa, aunque parecía más una mueca.
Lo habían pillado.
— A-Akutagawa, — Maldición. Había tartamudeado, sentía como las gotas de transpirar resbalaban por su frente. — No me dí cuenta que estabas ahí, eres todo un ninja.
Intentó tomar el rumbo con humor, aunque claramente, ahora ya no era así.
— Este tranquilo, Dazai-san. — Su "sonrisa" se esfumó, estaba atónito, mientras el azabache hablaba con confianza y.. — Sí necesita algo, nosotros estamos con usted. — Y aprecio.
Se sirvió agua y antes de salir de la cocina, con voz completamente de cariño habló:
— Descansé un poco. Buenas noches, Dazai-san.
Las palabras de agradecimiento quedaron en la nada.
Tal vez no tenía nada para enfrentar de frente su tormento, pero tal vez tendría un poco de consuelo.
Al estar nuevamente en el futón, junto a él, estaba dado vuelta, con la dificultad de la oscuridad no podía ver esos faros tan hermosos que tenía, pero podía apreciar su labios, su cabello revuelto, su piel de ensueño.
La mano del pelinaranja estaba ahí, tan dispuesta para él, con lentitud se acercó, sus yemas pasaron por los nudillos del contrario, y con sutil delicadeza entre lazo sus dedos.
Se acurrucaria en el cariño ajeno, y dejaría dar amor.
Se dejaría amar y amaría.
Aunque en el intentó se ahogaría.
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