3
Estoy destinado a ir de vuelta a tí
Y de tí a mí.
La brisa de mañana acariciaba los cabellos sueltos que salían de su coleta simple, sus ojos azulados que disimulaban como un mar, infinito y hermoso.
No era muy común de Chuuya saltarse de una clase, en su defensa, anteriormente estuvo en la enfermería pero el olor a medicamentos le removió el estómago, entonces inconscientemente se fue a la azotea, sentado en el suelo, y observando entre las rejillas la cuidad.
No tenía pensado encontrar a nadie, o que alguien le encontrará, hay momentos en donde le gustaba simplemente esconderse del mundo y que nadie lo encontrará, aunque extrañaría algunas cosas, se sentía mejor solo.
Pero, luego sintió una mirada fija en su espalda, giró su cabeza, sorpresa era lo que podía sentir. Sintió como una oleada de alivio y alegría, lo pudo relacionar tal como un niño asustado de la oscuridad y al ver los pequeños rayos de sol. Fue algo similar.
¿Se puede alguien feliz el atardecer?
Le sonrió, ante sus ojos Atsushi sería alguien a quien debía proteger.
— Hola, Atsushi.
Tal vez ahora la mente del pelinaranja entendía ese sentido de "protección" que había escuchado en los demás. Él nunca tuvo a quien proteger o ser protegido.
Pero instintivamente nacía al ver al albino.
Su alegría fue completa al ser saludado de la misma forma.
— Hola, Chuuya-san.
Le hizo una señal para que se sentará a su lado, este tímido lo hizo.
— ¿Por qué estás aquí? — Le preguntó por curiosidad, pero al ver el rostro frustado del albino, supo que el menor no está pasando por un buen momento.
— Me sentía mareado, así que vine a tomar aire. — Dijo suspirando, demostrando una leve sonrisa.
«Está mintiendo.»
Su instinto nunca fallaba, y del principio lo supuso, pero si no quiere contar tal vez fue por algo.
Solo insistiría una vez.
— ¿Seguro? — Lo pronuncia lento pero dulce.
El albino desvío la mirada.
— En realidad.., no es tan así.
Chuuya suspiró, y estuvieron por unos segundos en silencio, hasta que el albino le miró y le preguntó confundido:
— ¿No quieres que te cuente?
— ¿Tú quieres contarme?
El albino estuvo en silencio unos segundos, indeciso. Luego asintió lentamente.
— Te escucho. — Murmuró.
— Hay una persona.. que antes pasaba cada momento conmigo, incluso pero hizo sentir dichoso hoy en la mañana, — Un rubor apareció, junto a una leve sonrisa, se desvaneció como burbujas al recordar. — pero.., hoy ni me miró, y a estado todo el tiempo con alguien más, me siento feliz..
Chuuya le miraba atentó, dando su mirada de consuelo, esperando a que continúe.
La punzada de la mañana volvió, ahora atacaba su garganta, y sentía un leve ardor el los ojos, suspiró varías veces para no dejarse arrastrar por su mente, pero si quería contarle tenía que ser sincero consigo mismo.
— Pero tengo miedo de que me reemplace, solo empezó hoy, pero se siente como si ya fueran varías veces. No debería porque pensar así, pero simplemente tengo miedo..
Se sentía desolado en su mente abrumada, el brazo del mayor lo atrajó a su pecho, su mano acariciaba sus cabellos plateados.
Intentaba regular su respiración, no quería verse débil.
— No quiero llorar por algo insignificante. — Siseó.
— Importa lo que sientes, y si sientes ganas de llorar, puedes llorar. — Susurro acurrucado en su pecho.
Lo acurrucó en su manto de consuelo.
Dejando que el tiempo pasara.
Un pensamiento abrumador solo se complica si no es desahogado.
Atsushi dejó que las lágrimas contenidas se derramarán, dejando cuanto le importaba aquella persona, no podía reprimir el estanque de sus ojos.
«Odio ser sensible.»
(…)
Atsushi desde temprana edad se a catalogado a si mismo como un inútil e inservible.
Siempre llorando de algo o emocionando se sin razón importante. Aunque Atsushi no haya vivido en un ambiente para un niño de cinco años, él no a dejado de brillar.
Solo en fondo oculta lo mal que se siente en alguna ocasiones, pero su autocontrol, que a construido con el pasar el tiempo, pero ahora a sido destruído con tanta facilidad, que se avergüenza.
«Te sientes importante con el poco mínimo de atención.»
No quiere sentirse así, pero lo sigue haciendo.
Ahora mismo solloza en los brazos de un desconocido, simplemente porque dudaba de que estuviera bien.
«¿Alguna vez estuvo bien realmente?»
La extraña sensación después de llorar a mares, no la comprendía, pero se sentía raro.
Odiaba era palabra.
Raro.
Le recordaba a un grupo de su niñez que le llamaban así.
Raro.
Las lágrimas cesaron, pero el sentimiento aún persistía en su interior.
— Todo estará bien.
Le murmuró con dulzura.
Cuanto extrañaba esa dulzura.
Suspiró. Lleno sus pulmones de la brisa fresca de otoño, y se alejó un poco del cuerpo cálido del otro.
Le regaló una sonrisa que demostraba lo cuan agradecido estaba en ese momento.
— Gracias, Chuuya-san.
Este le dio una cariñosa palmada en su cabello albino.
— Aquí estaré para tí, Atsushi.
— No me haga llorar de nuevo. — Dijo entre risitas sin aliento.
— En cualquier caso, estaré para tí. — Dijo también de buen humor.
Se sonrieron y la duda entró en Chuuya, así que franco tanto como directo, preguntó:
— Sí se puede saber, ¿Quién es esa persona tan querida por ti?
El albino desvío la mirada.
— No quiero que le diga algo, además ya lo conoce. — Respondió tan suave, que parecía un susurro.
Chuuya quedó en confusión por breves segundos, después con una mueca dijo:
— Creo que ya sé quien es.
El albino le miró con súplica.
— Por favor, no le diga nada.
Lo que más se lamentaría sería que el azabache pensará que era su culpa, la culpa era de él.
— No pensaba decirle nada de todos modos, aquí la culpa no es ni de él, ni tuya.
El albino intentó corregirle, pero el pelinaranja se le adelantó.
— Es culpa de los malos pensamientos. Tú estás bien así.
Atsushi realmente quería llorar por encontrar a alguien tan maravilloso.
— Gracias.
Dio una risita.
Tal vez hubieran pasado un gran tiempo para que terminarán de hablar, pero en ese momento tocaron la campana anunciando el segundo descanso del día.
La cara de cansancio del albino lo decía todo, tenía que seguir, y aparte conseguir se los apuntes de la clase.
— Chispas. — Maldijo agotado.
Chuuya se rió de aquella tierna maldición, se levantó y ayudó a levantar al albino.
— Te acompaño. — Dijo con una sonrisa decidida.
— Claro. — Sonrió ilusionado.
(…)
Al fin.
Al fin tenía consejos de conquistas que le había dado Higuchi. Anoche habían quedado en que ella le ayudaría en su problema de sentimientos.
Creía sentir algo, tan cálido como el sol de verano, pero a la vez como una tormenta.
Pero aún le faltaba organizar algunos conceptos e ideas.
Al sonido de la campana, buscó en su mochila su colación, entre meter su mano a la mochila y sentir muchas cosas con el tacto pero no lo que necesitaba, y entre ello, sintió algo redondo, frunció el seño y al sacarlo vió que era una mandarina.
Tal vez lo dejó Atsushi.
Sonrió inconscientemente al recordarlo, miró el lugar correspondiente de este y no estaba, pero aún estaban sus cosas encima, confundido guardó la mandarina en unos de su bolsillos.
Y salió en busca de este.
Este descanso era cortó, por lo tanto debería apurarse.
Lo buscó, lo buscó, y lo buscó, lo encontró en el patio sentado hablando con alguien que conocía bien, para no interrumpir los esperaría hasta el último descansa para estar con él.
Esperaba que así fuera.
(…)
— ¿Cómo que tú y Dazai-san son casi vecinos? — Preguntó asombrado.
— Lamentablemente lo es. — Dijo fastidiado.
Atsushi dio una risita, aunque uno y el otro se dieran a ver como personas no tan cercanas, el albino creía lo contrario.
— Yo y Akutagawa no vivimos cerca, pero nos vamos por la mismas calles. — Comentó feliz.
— Siempre tuve curiosidad, ¿Cómo conociste a Dazai? — Preguntó Chuuya antes de beber de su botella con agua.
— Bueno, era nuevo así que desconocía todo el territorio, y de repente me fuí a la parte trasera del patio lo encontré acostado, dudó que haya estado durmiendo, pero bueno, le pregunté sobre mi salón y me lo dijo con pereza, pero durante el día nos seguimos topando, hasta que al final nos dijimos nuestros nombres, aparté dijo que si ya nos encontrábamos tantas veces es por algo. — Dijo contentó, Dazai le a acompañado desde el comienzo, y aunque fuese alguien misterio y burlón, en el fondo era alguien amable.
— Vaya.— Dijo sorprendido.
— ¿Y tú cómo lo conociste? — Preguntó curioso.
Fue distinto al del albino, mucho más distinto.
— Intentó suicidarse en la azotea, y un poco después me molestó para que le dijera mi nombre, parecía una garrapata, y al final ni con fuego se fue. — Contó molestó.
— Es algo que haría Dazai-san. — Río.
En ese momento tocaron la campana, se levantaron y fueron hacía las escaleras, y antes de que pudieran hablar, de la nada apareció el castaño con una enorme sonrisa.
— Vayan al gimnasio después de clases. — Y así como lo llamaron se fue sin mas.
Ambos se quedaron mirando extrañados.
En fin, es algo que haría Dazai.
Se despidieron y cada uno fue a su salón.
(…)
No había venido la maestra de inglés, eso indicaba tiempo libre.
El albino su audífonos, y se puso a dibujar.
Dejaría que su mano fuera expresiva mientras de fondo sonaba Heather - Conan Gray.
En su mente se perdía como en un bosque, entre los arbustos de pensamientos extraños.
La mano se deslizaba ágil sobre la hoja, ya formándose objetos ya reconocibles, se deslizaba y cortaba igual que el son de una guitarra, suave y delicado, a veces agrave y agresivo.
El perderse entre la multitud de extravagantes cosas que uno podría crear y modificar.
Su punto clave fue el pintado mas que el dibujar bocetos, así que intentaba lo que podía con el lápiz mina.
La canción acabó, y suponía que con ello el dibujo.
Lo vió de distintas formas y aún no sabía porque había dibujado aquello, era un bosque y entre ello un especie de lobo y alrededor mariposas negras.
¿La razón?
No había, ni existía.
No le tomó mucha atención, así que simplemente sacó el cuaderno de la anterior clase perdida y siguió con los apuntes que le prestó Lucy.
(…)
Tenía extrañamente mucho sueño, y eso que anoche, que apresar de las emociones alborotadas durmió bastante.
Iría a un lugar calmado e intentaría dormir por un rato.
Estando en el rincón más profundo del recinto, por su agudo oído escucharía la campana, ahora solo se acomodó entre el pasto y contra unos de los árboles que habían, con su sudadera estaba mas que abrigado.
Suspiró en grande, estaba cansado y aún tenía otra clase y por último reunirse con Dazai.
El peso de su párpados lo adormeció y despejando cualquier pensamiento, para caer en la oscuridad, entre la calma y floreciente del lugar.
(…)
Akutagawa estaba buscando al albino, nuevamente pasando por los lugares anteriores, ahora en el patio sintió que debía adentrarse un poco más, y así fue, con cada paso podía visualizar una cabellera albina. Apresuró el paso con la alegría en su ojos que brillaban.
Se tomó su tiempo para contemplarlo, se encontraba dormido, con la cabeza ligeramente posada en el hombro derecho, las manos escondidas entre las mangas del gran suéter rojizo oscuro, las expresión calmada, y pudo notar leve mente los labios entre abiertos que salía uno que otro suspiró con lentitud.
Su corazón bombardeo de calidez, su manos temblaron ante la idea de que alguien inclusive él le pudiera dañar.
Mientras este a su lado nadie lo hará.
Se sentó con lentitud al lado del albino, apegado a él, le miró y al ver que este aún se encontraba como lo anterior postura, con lentitud torpe acercó su mano derecha a la mano escondida del albino en la manga, la sacó de su refugio, y entre lazo sus dedos, sintiendo la calidez que dejó ir.
La cabeza del albino ahora se posó en el hombro del azabache, este con una leve sonrisa fugaz, dejó su cabeza descansar en la del albino, cerró los ojos, no dormiría, pero descansaría.
Después de todo, un gesto dice cien palabras.
(…)
Abría de a poco los ojos adormecido, pero con un poco más de energía para continuar, sintió una comezón en su mano izquierda al fijar su mirada ahí, se encontró con la de alguien más fundidas, siguió ese brazo y lo guío al azabache quien anteriormente también abría abierto los ojos para verlo despertar. Se encontró neutro, pero luego de unos segundos de procesar todo se sonrojo violentamente alejando su mano y levantándose en el acto.
— N-No me dí cuando llegaste, perdón. — Artículo las pocas palabras que podía.
— Descuida, te ví y descansé un momento contigo. Ya no importa — Lo hizo para restarle importancia.
Pero en realidad, cada momento que pasaba con él, el mínimo, era importante y le ponía el corazón y pensamientos eufóricos.
— ¿Tocaron? — Preguntó deprisa y desesperado, al darse cuanta que había pasado demasiado tiempo.
— Hace poco. — Respondió calmado.
— ¡¿Por qué no me despertaste?! — Exclamó desesperado el albino.
— Porque te veías cansado, y te ves lindo cuando duermes.
Simple y sencilla respuesta, pero que casi le da un ataque al pobre corazón del albino.
Estuvo quieto durante varios segundos, hasta que el azabache se levantó y comenzó a caminar nuevamente al recinto.
— Vamos, Jinko.
El albino aún ruborizado, le siguió.
Al menos está vez le miró.
El silencio y el murmullo de algunos llendo a su salón correspondiente los acogió en un ambiente cómodo, pero aún el albino se sentía nervioso por alguna razón desconocida.
El azabache recordó la mandarina que tenía en los bolsillos de su abrigo, lo buscó y le extendió la fruta.
El albino le miró curioso.
— La encontré en mi mochila y me recordó a tí. — Dijo sin darse cuenta de lo que dijo le sonrió leve, algunas de las cosas que le gustaba del al albino, eran sus ojos atardeceres, los miraría durante un buen rato, solo contemplarlo.
El rubor nuevamente renació, y su pupilas se dilataron.
— G-Gracias. — La tomó, rozando en el proceso sus dedos, al ya tenerla la observó con cariño entre sus manos.
El silencio fue interrumpido por el azabache.
— Perdón si te llegue a ignorar hoy, había algo que tenía que hablar.— Se disculpó solo por intuición.
El albino le dio una mirada que le trasmitió lo agradecido que estaba con su disculpa.
No dijeron nada por el restó del cortó camino, ya se conocían. Que aquella mirada que se trasmitieron, decía la simple palabra no dicha, pero si sentida.
(…)
Última clase concluida, solo faltaba ir al gimnasio para lo que les contaría el castaño.
Le entrego el cuaderno a su amiga, y se fue directo al gimnasio, nervioso pero tranquilo.
Al poco tiempo llegó Chuuya, este con unas ganas de mandar todo a la basura y ir a su casa y simplemente dormír.
No sé reiria, pero le daba gracia, le saludo con la mano, y se acercaron, y Chuuya necesitaba desahogarse así que, que mejor manera que insultando al castaño no presente.
El albino solo lo escuchaba, al parecer está vez el castaño le molestó más de la cuenta.
Al poco rato se acercó el azabache, estando a su lado, ambos se sonrieron pero estuvieron en silencio para no interrumpir la lista de insultos del pelinaranja.
Y un poco inparticular apareció el castaño llenó de alegría.
Quien se dio cuanta fue el pelinaranja gritándole para luego los menores tomando les atención a la posible discusión.
Pero antes de que el pelinaranja dijera otra maldición, el castaño posó su dedo en los labios del contrario y con una sonrisa felina dijo:
— Haremos una pijamada.
No fue una pregunta, ni una consulta, fue una advertencia.
Los tres respondieron de la misma forma, confundidos:
— ¿Ah?
Después de todo, ¿Qué tan malo puede ser?
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