11
Solo el amor puede doler así.
— Chuuya...
Su sentidos volaron con aquel susurro de anhelo. La persona frente de él se sentía tan lejano pero, de algún modo, el tenerlo delante hacía crecer un calor en su pecho. Su garganta se encontraba seca, un nudo allí impedía que alguna palabra escapara de su boca.
Pensaba huir, irse como si nada por donde vino, pero su cuerpo no le respondía, por todo lo contrario, sentía una atracción que lo persuadió a caminar, y estar mas cerca del castaño.
— Dazai.
Como pudo nombró al contrario, este le miro fijó por el llamado, dejo su peso contra la antigua baranda, manteniendo los brazos a un lado de su cuerpo como soporte, su mente era un tormento, tantas preguntas, teorías, impulsos, impulso de abrazarlo, pero si lo hacia todo se iría al caño, y no quería aquello. Chuuya creyó que Dazai iría directo al grano, pero se equivocó.
— ¿Estás bien?
«La verdad no lo sé.»
Se apenó por aquella respuesta mental, pero así era. Se sentía como un muñeco que colgaba de débiles hilos controlados por alguien más, cada hilo amenazaba con dejarlo caer a la realidad, los cambios repentinos lo golpea en la cara, y revienta su burbuja, y la verdad es que, esta comenzando a sentir algo por Dazai Osamu.
No fue participe de esa decisión, nunca quiso sentir algo por él, hace tan poco tiempo lo veía como un amigo, casi hermano. Ahora, era la persona que sucumbia su mente, corazón y alma en una tormenta de emociones. Se sentía mal por ello, de verlo y sentir que el corazón palpitase como si estuviera en una maratón, de sentirse afectado por las despedidas al volver a casa, con una mirada lo ponga de los pelos de punta. Se sentía ahogado en su pesar.
No era justo.
No era justo sentir aquello solo él.
No es justo.
Los ojos avellanas del contrario que les miraba de una forma tan extraña, pero que hacia enloquecer sus sentidos. Una completa de cariño, anhelo y deseo, las pupilas dilatadas y envuelta en ese manto de sentimientos cálidos. Deseos y preocupados de su respuesta.
¿Le mentiría?
¿Qué conseguiría de ello?
¿Por qué mentirle?
¿Por qué esconderlo?
Porque él no siente lo mismo.
Una punzada removió su cuerpo, nuevamente se estaba su mente le estaba consumiendo de aquella cruel manera. Reunió todas su fuerza, y le mintió.
— Estoy bien.—soltó.
La mirada del contrario se volvieron estacas, que atravesaron su pecho.
— Dime la verdad.
Lo sabía.
Ahora se veía desprotegido, sabía que la única manera de salir es esquivando todo. Esto le dolía, le dolía recordar, le dolía sentirlo.
— Ya te la dije. —soltó a la defensiva.
La mirada del castaño se suavizo.
— Tus ojos me dicen otra cosa.
Mierda.
¿A caso le había gustado aquello?
Sí.
Le estaba prestando atencion, se preocupaba por él.
No quería que se alejara de él, se sentía tonto sentirse de este modo con solo esa frase.
Su corazón se acelero de sobre manera, sus mejillas se tiñeron de un suave rojo.
Dazai, al no recibir respuesta, se acercó lentamente a Chuuya, y es que, sus ojos azulados hace poco mostraban un profundo dolor, desesperanza y desesperación, que se removía contenidos en sus ojos, como una tormenta en el mar abierto. Y ahora, brillaban como un farol, trasmitiendo anhelo y cariño.
Chuuya sintió en su mejilla izquierda, un frio toque, salió de su trance, eran los dedos de Dazai en su mejilla, se sonrojo hasta las orejas por la cercanía, el objetivo del castaño no era ponerlo nervioso, si no era descubrir la razón de su vista tan melancólica. En un tono suave, le dijo:
— Recuerda que puedes confíar en mí, Chuuya.
Esas palabras envueltas en cariño, lo cautivaron, lo impulsaron a decir su pesar, pero recordó que, al decir su pesar tenía que decir el motivo de ello, el motivo era él.
— No puedo.
La mirada de Dazai se profundizo.
— Sí puedes, solo que no quieres.
Chuuya, apesar de ser descubierto no desvío la mirada, frunció el ceño leve.
— De todos modos no es tema tuyo ni de tu importancia
— Te equivocas, lo es. Eres importante.
Dejó de fruncir el ceño de la impresión de aquellas palabras. Dazai se acercó al delgado y pequeño cuerpo del pelinaranja, y en su oído, con tono suave habló:
— Habla, Chuuya.
Aunque no lo estuviera mirando, no pudo evitar desviar la mirada a algún lugar de la azotea que no sea parte de esa persona. Sus mejillas se tiñeron de verguenza. Su mente le ordenaba a que dejará salir ese sentimiento retenido, parecía fácil, pero Chuuya sentía que podía morir con ello, su orgullo se sentía traicionado por haberse fijado en alguien, que más que posible, no le corresponderá, y le lastimará, aquello era lo peor.
— Es que...es solo una tontería.
— Chuuya —se alejó un poco para mirar sus ojos azulados, los cuales le miraban fijamente.—, si no me dices no te podré ayudar.
El pelinaranja frunció el ceño.
— No te pedí que me ayudaras con nada.
Dazai le sonrió.
— Lo hago porque no me gusta verte así.
— ¿Así cómo?
— Triste, frustrado, tus ojos lo demuestran todo.
— No siento nada de eso.
El castaño se acercó al rostro del menor, con una mirada seria.
— No me mientas, Chuuya.
La intensa mirada del castaño le atraía, la distancia entre ambos se cortaba, era tan mínima que Chuuya sentía el tibio aliento del mayor. Y él, Chuuya de a poco suavizaba su fuerza de mantenerse cerrado, la mirada se suavizo por aquel tono chocolatoso en los ojos de Dazai, este le traía una tranquilidad con ver sus ojos.
— Te lo diré — Dazai sonrió triunfante por hacerlo confiar que se acercó a él de manera lenta, estaban demasiado cerca, que lo siguiente lo dijo casi en un susurro.—, me gusta alguien.
Dazai, él tan solo sentía el palpitar de su corazón ir lento y doloroso, el tacto de las manos del pelinaranja en su mejilla se sentía como si quemarán, una presión en su pecho lo hizo alejarse, aquello lo acompaño un nudo en la garganta, ese dolor nublo su visión y sus pensamientos. La persona frente suyo se veía borrosa, tan solo su palpitar se escuchaba en la lejanía, solo aquello. Las piernas las sentía como gelatina, sentía en cualquier momento caer, buscó la solución más rápida, huir.
— ¿Dazai? —dijo confundido al ver al contrario alejarse bruscamente del abrazó, que a su parecer era tan cómodo y ameno, vió al contrario ir caminando tambaleante a la puerta de metal.
Antes de irse, se detuvo, y dandole la espalda le respondió en tono leve molesto.
— Me tengo que ir, Chuuya.
Pero aquello sonaba como una súplica de profundo dolor.
Y, sin mirar hacía atras, se fué. Dejando a un corazón hundido en su pesar.
(...)
A pesar de ser martes, Atsushi ya no podía más, el cansancio mental y físico lo tenían agobiado, ahora, caminaba solitario rumbo a su hogar, y a un lado lo acompañaba Natsume, y Atsushi por el aburrimiento, comenzó a contarle sus problemas al felino.
— De la nada comenzó todo. Yo solo me preocupaba de mis amigos, no dije nada que le ofendiera como para que se enojé conmigo. —recibió un maullido.— exacto, Dazai-san me dijo que le diera su tiempo —recibió nuevamente otro maullido. —, lo hare, créeme, le daré todo el tiempo que necesite.
Suspiró.
— Solo espero que no se demoré demasiado.
El cielo se había oscurecido por completo, ya era invierno.
Atsushi miró nostálgico el movimiento de las pocas ramas que quedaban en las copas de los árboles. Los recuerdos de la época otoñal venían lentamente a su mente, tantas cosas habían pasado, tantos sentimientos encontrados, el recuerdo de aquel día en el patio de Dazai, envueltos en hojas secas, sonrisas dedicadas, y aquella pregunta interna, tan confuso aquella época.
— Aquel otoño.
(...)
El pensamiento positivo de Atsushi en aquella mañana vientosa de día miércoles, era:
Un tecito te cura el frío.
Mientras tomaba un té de menta en la cocina, tenia compañia, de Natsume y Fukuzawa.
— Antes de salir abrígate, lloverá.
Atsushi no cuestionaba las predicciones de su abuelo, solo le parecía extraño, ya que en la televisión habían dicho que para la tarde estaría tan solo nublado, pero de todos modos le haría caso.
Se abrigó, con ayuda de Fukuzawa, y marchó listo para comenzar otro día de examen, hoy de Química.
Al salir el viento le pegó en la cara.
— No vuelvas tarde. —dijo desde la puerta con el gato en uno de sus hombros.
Atsushi sonrió y asintió.
— Adiós, abuelo.
Fukuzawa lo acercó y con el dedo pulgar limpió una mancha en su mejilla.
— Se dice adiós, cuando no se volverán a encontrar. El hasta luego es el adecuado.
— Oh, —rió levemente.— Hasta luego.
Fukuzawa le dedicó una sonrisa, demostrando su afectó.
— Hasta luego, Atsushi. Ve antes de que se te haga tarde.
Atsushi asintió, pero sus ojos captaron la foto que está al fondo del pasillo, hizo una leve reverencia y se dispuso a ir al recinto.
— Hasta luego para tí también,...
El sonido del viento acalló aquel nombre dicho en un susurro de nostalgia.
(...)
Atsushi al entrar se encontró con rostros decaídos y perturbados, algunos en susurros repitiéndose la fórmula del Perímetro y Área, otros memorisandose la melodía de alguna canción, otros recordándose las energías positivas, negativas o neutras y de cual científico es este modelo, otros en una esquina recordando alguna fecha o período político de cierto país, un caos. Él estaba tranquilo en ese tema, había estudiado lo suficiente, y había seguido cada tutorial de estudio que encontro, incluso habia comido pasas, ya que según su abuelo ayudaba a recordar, y lo hizo, estaba bien.
Aún no habían tocado y ahora se proponía a ir a la biblioteca, al cruzar una esquina, una ventana se encontraba abierta, y al pasar, una abalancha de papeles le cayó encima terminando en el suelo, uno le cayó en la cara, lo sacó y lo pudo leer, eran obras de teatros, con quien había chocado lo sacó de sus pensamientos, le miró.
— Perdón, no era mi intensión, perdón.
Atsushi sonrió gentil.
— Descuide, Alcott-chan. Le ayudó. —recogio los papeles que habían caído.
La chica se sonrojo leve, ocultando su boca con los pocos papeles que le quedaban en la mano, dejando tan solo a la vista sus ojos ámbar.
— Gracias.
— Descuide —rio leve.—, ¿A dónde va?
— Voy a la biblioteca, ahí está Scott.
Atsushi le entró la curiosidad sobre las obras, eran muchos papeles, ¿Serán muchas obras?
— ¿Qué hay en los papeles?
- Oh, bueno, algunos son permisos, otros obras, y otros los nombres de quienes participaran.
El albino hizo una mueca.
— Debe ser complejo.
Alcott sonrió.
— En realidad no tanto, cuando ya sabes como trabaja tu grupo todo se vuelve fácil y ameno, el trabajo no es complicado, cuando se vuelve complicado es cuando tienes compañeros con quienes no haz trabajado, es un total estrés te lo ha seguro.
Doblaron una esquina y se encontraron con Chuuya, este sonrió al ver Atsushi, luego hizo una leve reverencia a Alcott, ella se sonrojo pero le sonrio leve.
— La primera hora no hay clases, los maestros tienen una evaluación a ultimo minuto. —anuncio Chuuya.
Alcott sonrió nuevamente, en su mirada ambar se notaba la emoción.
— Acompañanos a la biblioteca.
Chuuya sonrió y asintió.
— ¿Qué exámen les toca?
— Historia. —respondió la chica.
— Química. —respondió Atsushi.
Chuuya silbó.
— Pobres almas en desgracia, les deseo suerte, sobre todo a tí, Atsushi.
Atsushi se aterró.
La confianza que momentos antes tenia se esfumó, Chuuya al ver el rostro nervioso del albino, le dió una palmita en la espalda.
— Todo saldrá bien. -le sonrió gentil.
Aquello alegró un poco al albino, solo le sonrió leve.
Al entrar a la biblioteca, vieron a Scott junto a Ranpo, y en una mesa descansando Karl, el rubio escuchaba atentó cada palabra que salía de la boca del pelinegro.
— ¿Creés que funcione? —preguntó incrédulo Scott, Ranpo asintió con una sonrisa inocente.
— Todo saldrá como lo plane.
Scott asintió confiado, se volteo y vió a los tres presentes, sonrió en grande.
— Mis estrellas.
Atsushi se avergonzó, desviando la mirada, en cambió Chuuya sonrió orgulloso.
Scott los admiraba con ua sonrisa boba, hasta que Alcott le llama en reproche este sale de su mundo y recuerda.
— Oh, verdad, los ensayos comienzan el viernes después de clases. —comentó animado.
— ¿Cómo se llama la obra? —preguntó curioso Atsushi.
Scott sonrió y puso el dedo índice sobre su labios.
— Es sorpesa.
El albino alzó una ceja, se dio cuenta que Ranpo ya no estaba, todo tan extraño.
Sin tomarle mucha importancia, se sentó en la mesa donde descansaba el mapache, y de vez en cuando le daba caricias en el lomo, mientras escuchaba la conversación amena de los otros tres. El viento golpeaba en la ventana y el tiempo volaba.
(...)
— Sí, como lo escucharon todos, habrá un paseó.
El bullicio nuevamente comenzó, chillidos de nerviosismo, comentarios de desinteres, todo aquello una vez interrumpio a Kunikida, este era acompañado por Ranpo quien no hacía nada, y Dazai este soltaba uno que otro comentario burlesco, y era quien comenzaba el bullicio, solo para molestar al rubio.
Dazai calló a todos con solo aclararse la voz.
Los grados más bajos lo admiraban y respetaban a morir.
Debian dar el anunció a cada salón, ya que era un paseó donde participará toda la academia, y ellos daban el anuncio por ser el centro estudiantil, y comenzaron por los grados más bajos, lugar donde Dazai era totalmente respetado y querido. Muchos de ese grado se preguntan porque no era él el presidente, lo había sido, pero él mismo le dio su lugar al rubio, la razón solo la sabe el castaño.
— Kunikida-kun. —lo insito a que siguiera con el anunciado.
Este se arregló las gafas.
— Como decía, este paseó será durante todo el día del día lunes de la próxima semana, el lugar es un museo de arte y al Minato Mirai. -el bullicio comenzó otra vez, nuevamente los calló el castaño, dedicandole una sonrisa burlesca al rubio.—, bien, tienen que traer este papel, —mostro un papel.— firmado por sus apoderados, tienen plazo hasta el viernes, sino lo traen firmado, no irán.
— No queremos una demanda. —dijo Dazai con una sonrisa burlesca, pasando por los asientos entregando el papel.
Kunikida le fulminó con la mirada.
— ¿Alguna pregunta? —habló Ranpo.
Nadie levantó la mano, el rubio asintió y se despidió junto con los otros dos. Sería agotador dar el mismo anuncio una y otra vez pero al menos así se disfrutaría un buen día, y Dazai, como el flojo que era, se saltaría clases.
Con el tiempo contado por su libreta, avanzaron al siguiente salón, el tiempo volaba y el no lo desperdiciaba.
(...)
— Iremos Minato Mirai. —dijo Chuuya dandole un bocado a su sandwich.
— Nunca he ido. —comentó Atsushi, dandole un sorbito a su jugo de fresas.
Chuuya le miró sorprendido y luego confundido.
— ¿Por qué?
— No lo recuerdo muy bien, pero mi abuelo me llevaba a muchos lugares, menos a ese —se rascó la cabeza intentando así recordar la razón.—, tal vez era peligroso, es muy protector conmigo.
Chuuya alzó los hombros.
— Que yo recuerde, tampoco he ido, tampoco conozco el mar. —dijo comiendo su bocado restandole importancia al comentario que soltó.
Atsushi abrió en grande los ojos, sorpendido, agarró los hombros del pelinaranja y lo sacudió.
— Yo tampoco lo he visto, bueno, solo por videos y películas, pero nunca en la vida real. —dijo rápidamente eufórico.
— A-Ah, espera dilo un poco más lento.
El albino se da cuenta de su descontrol de emoción, apenado lo suelta, se vuelve a sentar y da un largo sorbo a su jugo.
— Perdón, solo que desde siempre me sentía raro por desconocer algo tan famoso.
—;No te preocupes. — le da un suave codazo en el brazo, el albino le mira con un intento de sonrisa. —, somos dos raritos.
Atsushi da una risita.
— Lo somos.
En su mente, por primera vez el termino "raro" no le parecía afectar.
(...)
Chuuya se encontraba frustrado, no a podido hablar con Dazai desde el día anterior. Y a llegado a la conclusión de darle su espacio, era impaciente, un poco, per intentaría darle tiempo para que procesará la información, aunque pareciera raro, extrañaba la mirada del castaño, este no le a mirado en ningún momento.
Se sentía extraño.
Le parecía raro no tener costantemente al castaño parlanchín a su lado, sin peleas tontas, perseguidas nada.
Todo le parecía tan raro, incluso a notado el distanciamiento entre Atsushi y Akutagawa.
Pero sabe que con tiempo se aclara todo, y hablar soluciona los problemas.
Solo falta tiempo.
Apenas comienza el día, el segundo descanso ya terminó y comenzaría su examen de deporte, y con Atsushi comenzaría un examen mixto junto al salón de Sigma, ¿El porqué de ello? era que el salón de Sigma tenían una araña, y nadie quería entrar ni siquiera el maestro, así que fueron al salón de al lado, el de Atsushi.
Sin embargo, el tiempo es impaciente con los problemas.
Y lo que pasaría el resto del día sería un gran cambió de vista.
El tiempo vuela.
Bye Bye.
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