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Charity:

Le hago saber a los reyes que deseo visitar a mi madre y me ofrecen un carruaje, no alisto más que mi presencia y un bolso, me coloco la capa con la capucha y salgo del palacio, pero cuando voy a subir los escalones del carruaje, es Max quien está ahí para ofrecerme la mano.

—Princesa.

Trago saliva y me olvido de nuestro altercado recibiéndola, ingreso al carruaje y antes de darme cuenta lo veo poner un pie en el primer escalón.

—No. —Lo detengo y se me queda viendo. —No es necesario que los soldados me acompañen, estoy yendo a mi hogar, no necesito custodia.

—Lo lamento, Lady Charity. —Me responde Max. —Pero está saliendo del palacio y no permitiremos que vaya sin un guardia que lo acompañe.

Trago saliva y observo a los otros soldados, no me queda de otra así que.

—De acuerdo, pero preferiría que otro guardia me acompañe.

La expresión en el rostro de Max es para grabarla.

El aprieta la mandíbula. —¿Quién? —Suelta con un tono molesto. —No creo a nadie más calificado que yo y no es por presumir ante usted, pero yo soy el jefe de guardia.

—Y yo no quiero que el jefe de la guardia me acompañe.

Ambos nos miramos en silencio, nuevamente esa expresión cruza su rostro, serio y con un rastro de asombro, es curioso que el gesto que tiene ahora me resulte sumamente atrapante.

—Lamento no conceder su orden, pero...

—Soy la princesa. —Le interrumpo. —Te estoy dando una orden y deseo que la respetes.

Lo siento, Max, pero quiero escapar de ti y del dolor que aún me desgarraron tus palabras, por favor, al menos hoy no deseo verte.

Max vuelve a apretar la mandíbula. —Princesa...

—Tú. —Pido observando a otro de los guardias, quien se señala así mismo. —Me acompañaras a Althea.

—No, yo.. —Max se niega. —Yo doy las ordenes.

—¿En serio? —Pregunto confusa. —Creo que las palabras de la princesa están por encima de...

—Con todo respeto, pero yo estoy a cargo de la guardia, nadie además de mi sabe quién puede protegerla y soy...

—¿Se niega a acatar la orden de la futura reina de Alejandría? —Me dan vergüenza mis propias palabras, pero solo deseo que desista.

—Yo nunca haría tan cosa.

—Esta dicho. —Le hago una señal al guardia. —Sube.

Da un paso, pero al recibir la mirada de Max se detiene a medio camino.

¿Por qué se ve como si no supiera a quien obedecer? Por más que él sea el jefe de guardia, soy la princesa.

Max se gira hacia mí y sus ojos me suplican. —Charity.

—Mi madre está esperando. —Le respondo y paso saliva. —Y creí que ya no habría tuteos entre nosotros.

—No hagas esto, necesito protegerte.

—Y yo necesito que me dejes ir. —Hablo con una presión en mi pecho. —Y además con nuestra conversación en el jardín, dejaste claro que si necesito protección, pero de lo que tus palabras puedan a llegar a herir a uno.

—Si lo que dije te last...

—Vámonos. —Le ordeno al guardia, quien esta vez no duda en venir.

—Mi señor. —Se dirige a Max y esta tan descolocado por mis palabras que solo se aparta.

El guardia ocupa el asiento a mi lado y le ordeno al cochero avanzar.

El coche empieza su ruta y sé que está mirando, aunque no me volteo ni una sola vez.



(***)



Pasamos un camino que está empezando a construirse, aunque no nos detienen ya que se encuentran en hora de almuerzo, el carruaje pasa de largo y unos minutos más tarde reconozco la entrada de Althea, sonrio viendo el pueblo en la ruta y respiro el aroma refrescante del aire.

El carruaje se detiene frente a nuestro palacio y aroma medicional me llega a las fosas nasales antes de bajar, el guardia es el primero en salir y me ofrece la mano para yo bajar también.

Mamá y nuestras criadas salen a darme la bienvenida.

—¡Charity! —Mamá corre sujetando su vestido y voy hacia ella rodeándola con los brazos. —Cariño...

Me acaricia el cabello y la aprieto con más fuerza.

—Oh Charity...

En los brazos de mamá soy capaz de desahogarme.



(***)



Las criadas nos traen las charolas con las tazas que contienen él te propio de Althea y las dejan sobre la mesita, dejándome a solas con mamá en la sala.

Miro a mis alrededores sujetando la taza con mis manos. —¿Cambiaste el tapiz?

—Necesitaban un cambio, sabes que amo redecorar.

Sonrio.

—Pero dime, cariño. —Sujeta la taza y lo lleva a sus labios, probando un poco. —¿Qué ha pasado, cariño? Y no me digas que vienes aquí por una visita, siempre recurres a mi cuando algo te pasa y tu abrazo... siento que no fue porque me extrañaras.

—Madre, si te he echado de menos.

—Lo dudo, aunque no te culparía por olvidar a tu madre al estar tan ocupada con el príncipe. —Baja la tasa a la altura de sus rodillas. —¿Acaso tienes algunas dudas sobre... el ámbito sexual?

—¡Mamá!

—No te juzgo, cariño, Tu padre y yo no pudimos aguantar hasta..

—¡Madre! —La cara me arde. —No estoy segura si deseo saber si mi padre y tú.

Hago una pausa y mamá ríe.

—Si esa no es tu duda ¿Cuál sí?

Respiro profundo. —Solo necesitaba reconectarme un día con mi reino.

—Entiendo, extrañas Althea. —Me mira con pena. —¿Fue un cambio muy drástico ir a Alejandría?

—Todo es diferente allá, incluso el aroma de las plantas. —Digo mirando las plantas que se encuentran dentro de la casa. —La de papá.

—Tranquila, cariño. Todos los días se ocupan de ella.

Siento un alivio.

—¿Entonces te quedaras...?

—Creo que pasare a visitar algunas plantas y recorrer el palacio, después ... volveré cuando deba volver.



(***)



Es la primera vez que no puedo decirle a mi madre lo que sucede y por donde debo empezar si ni yo sé lo que sucede.

Alejo a Max de mis pensamientos y ocupo mis horas en Althea recogiendo las plantas medicinales.

—Tal vez no deberíamos alejarnos tanto del palacio. —Escucho decir al guardia quien me acompaña y lleva consigo una canasta en la que voy colocando las hiervas medicinales.

Levanto mi vestido para poder adentrarme más donde se encuentran las zonas en las que puedo arrancar las plantas con todo y raíz.

Arranco una y me voy para atrás.

—¡Princesa!

Me rio.

—Estoy bien, estoy..

—Permítame ayudarle. —Me ofrece el guardia extendiendo la mano, la cual tomo con gentileza y vuelvo a ponerme de pie.

—No he preguntado su nombre, disculpe.

Hace un gesto de saludo presentándose.

—Soy Peck de la guardia real.

—¿Peck?

Asiente con la cabeza.

—Es un nombre raro.

—Si así lo considera su majestad, es un honor.

Me llevo la mano a la boca riéndome y vuelvo a adentrarme más al bosque.

—Princesa, tal vez deberíamos...

—Me falta encontrar una planta roja, ya casi nos vamos. —Le hago saber y mientras me sigue, parezco tener más experiencia que el en meterme en lugares que no debería. —¿Hace mucho que estas bajo la orden de Max?

—Max...

Lo miro con una ceja arqueada. —Max, tu jefe de guardia.

—Si. —Responde enseguida y lo veo mirar hacia arriba. —¿De casualidad?

Levanto la mirada al árbol, las hojas rojas.

—Bueno, debo...

—¡No, por favor! —Exclama Peck a mi lado . —No haga eso, yo subiré por usted.

Abro mucho los ojos.

—Si dejo que se haga daño, el príncipe no me lo perdonara.

—Dudo mucho que el príncipe llegue a ver si me causa alguna lesión, es probable que regrese cuando ya no haya nada de la herida si me la hago.

—Princesa, no voy a permitir que suba.

No insisto. —Bien.

El guardia pasa la saliva y baja su arma antes de pararse frente al árbol, levanta ambas manos y se sujeta de una protuberancia del árbol mientras sus ojos buscan donde poner la siguiente extremidad.

—Ahí. —Señalo indicándole y se deja guiar por mi cuidando sus pasos hasta llegar a las hojas rojas.

—Con mucho cuidado. —Pido. —Son muy valiosas.

Me da una mirada incrédula.

—Y también tenga cuidado.

Niega y logra atrapar las hojas, tomando toda la rama, le digo de donde arrancar, pero no las alcanzas, sin embargo, no sirve de mucho solo llevar las hojas.

—Un poco más... un poco.

—¡Lo tengo!

Lo alcanza, pero su equilibrio se pierde y con un grito cae contra el suelo.

—¡Dios mío! ¿Te hiciste daño?

Se lleva la mano al pecho. —Estoy bien... estoy...

De pronto sus expresión son invadidas por el miedo y cuando levanto la mirada, lo veo.

Es un lobo. Un lobo gris.

Un lobo maduro, bastante grande y el que se muestra salivando.

El pánico se apodera de mí, mientras el guardia con las hojas rojas en su mano izquierda, intenta tomar su arma con la derecha, pero el arma está a varios metros de nosotros.

—Princesa, corra.

—¿Qué? No.

—¡Por favor! —Grita y el lobo se acerca sigilosamente entre los árboles.

—¡No voy a dejarlo!

—Es la princesa, no vale sacrificarme si moriremos ambos. ¡Corra ahora! —Me grita y me entrega la rama con las hojas rojas. —Y llévese esto.

Escuchamos el gruñido y me vuelvo hacia el lobo, el animal corre hacia nosotros y..

—¡Corra!

Echo a correr hasta que escucho un rasguño y un grito desesperado, el animal cubre a su presa, mientras el soldado intenta contenerlo.

¿Qué hago?

—¡Corra, princesa, corra! —No deja de gritar mientras lucha.

El corazón se me agita por el pánico y miro a varios lados buscando lo que sea.

El arma.

Me apresuro en correr en su dirección y lo sujeto con ambas manos.

¿Cómo se usa?

—¡Corra, princesa o mi sacrificio no valdrá nada!

Dios mío... ¿Qué ha...

Una flecha.

Una flecha sale disparada y se incrusta en la piel del animal, el lobo aúlla de dolor y se desespera tratando de sacarse la flecha del cuerpo, lo logra, pero dos flechas más marcan territorio alrededor del soldado, evitando que el animal avance.

Giro la cabeza en la dirección que vinieron, el lobo aúlla y echa a correr.

—¡Charity!

Cabalgando en el caballo, armado con un arco y flecha, aparece ante mi vista:

Max.

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