10

Charity:

—¡Por aquí, por favor! —Grita una de mis criadas, abriendo las puertas del área noreste del palacio.

—¡No! —Los detengo. —Llévenlo a una habitación en el palacio.

—Pero princesa...—Intenta razonar una de las criadas conmigo.

—No. —Repito observando a Max, quien ayuda a caminar a Peck, con el brazo rodeando su cuello. —Este hombre estaba a punto de sacrificarse por mí, no lo llevare a otro lugar que no sea una habitación del palacio.

Max asiente.

Subo detrás de ellos cuando se adentran esta vez en el palacio y mi madre se me acerca toda preocupada.

—¡Charity!

—Necesito paños limpios y toallas, mucha agua también, madre.

—Cariño ¿No estas herida?

—Me protegió. —Le aseguro y niego. —Por favor, necesito ayudarlo.

Sus ojos me observan analizándome, madre pasa saliva y asiente.

—Por favor, cariño, dime lo que necesitas.

Observo la rama con las hojas rojas en mis manos. —Tengo lo que necesito aquí. —Corro hacia las escaleras. —¡Que vengan el mayor número de criadas que se encuentre disponibles!



(***)



Llego a la habitación, Peck se encuentra sobre la cama como lo ordene, tiene la frente llena de sudor y me siento sobre la cama para medir su temperatura.

Escucho pasos detrás de mi. —¡Tenemos las toallas y paños limpios!

Me volteo hacia las criadas. —Gracias.

Una de ellas me alcanza el mismo recipiente que usaba para lavarme el rostro y las demás me pasan los paños, le abro la camisa al hombre y Max da un paso a mi lado.

Trago saliva cuando veo la marca de las garras del animal en su piel.

—Es un solo rasguño. —Digo después de examinarlo y recojo mi cabello en un moño para que no me estorbe. —Necesito limpiar la herida y.. cubrirla, debe tomar medicamento, lo preparare enseguida.

Doblo las toallas y las hundo en el agua limpia, escurro todo y empiezo a limpiar la herida, el hombre reacciona quejándose, las criadas me ayudan sujetando su tórax.

—Princesa, ya has hecho demasiado. —Escucho decir a Max mientras continúo limpiando, pero no hago caso. —¡Lady, Charity!

Me sujeta del brazo obligando a voltearme hacia él, Max aprieta la mandíbula.

—Que sus criadas se encarguen.

—Ha sido culpa mía, no me apartare de alguien que se dañó a mi causa y por protegerme.

—Su deber es protegerte.

—Y yo lo traje aquí. —Me quito su agarre para seguir limpiando la herida.

—El proteger a la corona tiene riesgos, princesa, no necesita hacer...

—Estamos en mi reino, soldado. —Mis palabras lo callan. —Conozca su lugar.

Los ojos se le abren mucho, pero no tengo tiempo de contemplar su sorpresa y continúo limpiando la herida, esta vez y desde ahora en el silencio que deseaba.



(***)



Preparo la medicina con las hojas rojas chancándolas con una piedra en un recipiente del mismo material y vaceo todo el contenido en la taza que la criada me ofrece, en otro recipiente las criadas le sacan las hojas y me la entregan.

Regreso a la habitación y le ayudo a levantarse al hombre, pidiendo que beba todo el contenido mientras le cubro la herida con las hojas.

—Las hojas rojas son grandes antinflamatorios, además eliminan las bacterias que pueda conservar una herida, necesitas supervisión, pero estas de suerte de que haya sido un rasguño superficial.

—Muchas gracias, princesa. —Me agradece Peck y sigue bebiendo del tónico haciendo un gesto de desagrado.

Me rio.

—Princesa...—Escucho la voz de Max. —Quisiera poder hablar con usted.

Trago saliva y asiento con la cabeza.

Le sonrio a Peck por última vez y le ordeno a las criadas cuidarlo en mi ausencia.



(***)



—Gracias. —Son las primeras palabras de Max cuando estamos solos en los pasillos y suenan bastante honestas. —Por lo que hizo por Peck.

—No es nada, le salve la vida, es lo menos que podía hacer.

—Aunque esto se pudo haber evitado si me hubiera echo caso. —Max levanta las manos. —Con todo respeto.

—¿Por qué haces eso?

—¿Disculpe?

—Dices con todo respeto después de soltar un comentario que me ofende.

—Por eso me disculpo.

—¿Qué?

—Yo tuve la razón, de no haber insistido en cambiar de guardia..

—¿Eso cree?

Da un paso hacia mí. —De no haber aparecido.

—Pero lo hiciste, no entiendo el reproche.

—Vaya manera de agradecerme.

—¿Por qué debo agradecer que haga su trabajo?

Abre mucho los ojos, pero su asombro desaparece enseguida. —Ya veo, intenta darme una lección.

Me cruzo de brazos.

—Me lo merezco... ¿Empezamos de nuevo?

Tomo un respiro.

—Le estaba agradeciendo.

Asiento. —Y lo recibo.

—Aun asi.

—Mejor no digas nada más, Max.

Respira profundo conteniéndose.

—Si era todo debo seguir cuidando a Peck...

Me dirijo a la habitación y no es el quien me para, sino yo, buscando explicaciones.

—Sabias usar el arco.

—Jamás pregunto.

—No te ofreciste.

—Pienso que es peligroso para usted.

—¿Y si te lo pido ahora?

Encoje los hombros.

—Es un No, supongo.

—No necesitas aprender el arco para impresionar al príncipe, Charity y sí, mi respuesta es "No"



(***)



—Estamos muy complacidas de tener al jefe de la guardia real de Alejandría con nosotros. —Anuncia mi madre y da la orden de que nos sirvan la comida.

Estoy sentada frente a Max y mamá ocupa el único asiento en medio de ambos, los platillos se sirven y como mis alimentos en silencio, mientras mamá no deja de interrogar a Max.

—Madre. —La llamo y niego.

Ella sonríe. —Lo siento si soy muy curiosa.

Nos traen el postre y mamá no deja de preguntar hasta finalizado la cena, ella pasa a retirarse primero al estar agotada y me besa la coronilla dejándome a solas con Max.

—Interesante reino.

—No es como Alejandría.

—No, pero Althea es igual de interesante que Alejandría. —Corta el postre con el cuchillo y lo lleva a sus labios. —Esto es delicioso ¿Qué es?

—Pastel de frutos rojos.

—Sí, el sabor es familiar.

Durante toda la cena le he prestado atención a mis alimentos, pero ahora.

—Tienes mejores modelas que yo. —Digo al ver que eligió los cubiertos correctos. —Suelo equivocarme bastante con las cucharas.

—Los guardias también tenemos excelente educación, servimos a la corona después de todo.

—Comprendo.

Bebo lo que queda del vino y me pongo de pie, el igual.

—Debo... cambiarle las vendas a Peck.

—La acompaño.

Accedo y ambos nos dirigimos a la habitación.



(***)



Peck achica los ojos cuando me siento a su lado en la cama, él se ríe.

—Aun ni he quitado la venda, Peck. —Le hago saber, tratando de no reír.

El abre los ojos y observa el lugar, procedo a ayudarlo con la camisa ancha de color blanco.

—Dejame...—le pido y alza los brazos.

Su piel dorada sale ante mi vista y los músculos marcados también, mis ojos lo recorren hasta la herida y...

Un carraspeo me hace voltear.

Max...

—Peck, recuerda tu lugar.

¿Y el que hizo?

—Es la princesa y...

Niego mirando a Max, el sigue sin estar de acuerdo y lo veo apretar la mandíbula.

Ignoro su malhumor y le agradezco a las criadas, quienes me alcanzan el agua limpia junto con vendas nuevas.

—¿Listo? —Me dirijo a Peck y el asiente.

Quito las vendas y limpio la herida, la crema junto a las hojas ha empezado a hacer su trabajo y al menos ya dejo de sangrar.

—Son grandes plantas medicinales. —Pronuncia Peck muy sorprendido.

—Es Althea. —Interviene Max y lo veo con los brazos cruzados contra su torso y toda su espalda apoyada en la pared.

No puedo evitar recorrer con mi mirada su postura y mi cara empieza a arder, para evitar ponerme en evidencia continúo remplazando las vendas y aun cuando acabo todavía siento las mejillas muy acaloradas.

—Acabe. —Anuncio y Peck me agradece.

Me levanto con las vendas anteriores y las criadas se me acercan.

—¿Me permite, princesa?

Se las entrego y limpio mis manos en las toallas, levanto la vista y mis ojos se encuentran con los de Max, oscuros y con una expresión seria en su rostro, la cual ignoro y paso de largo.

—¿Siempre te sonrojas al estar cerca de un hombre desnudo? —Me suelta con un tono molesto.

La cara me arde mucho más, pero paso de largo saliendo de la habitación.



(***)



Después de ocuparme de las plantas medicinales que deje en la cocina subo a mi habitación y encuentro a Max en la puerta, hace una reverencia de saludo y me detiene cuando voy a ingresar.

—Si queremos llegar al baile lo mejor será partir mañana.

Asiento con la cabeza. —En caso de que Peck se sienta con posibilidades de viajar nos iremos, de no ser el caso.. creo que...

—El baile...

—No me importa el baile, Max.

Se queda callado y de inmediato corrijo mis palabras.

—No me importa un baile sobre la vida de un soldado que intento salvarme.

—He escuchado eso mucho durante todo el día y princesa, lamento si lo repito, pero su trabajo...

—Ya sé que es su trabajo, pero existe algo que se llama estar agradecido.

Ambos nos callamos y él se me acerca unos pasos, provocando que este en alerta.

—El color de tus mejillas ya bajo. —Me examina. —Te sonrojaste con él.

Porque estaba mirándote, tonto.

—Realmente fue..

—Escoge bien tus siguientes palabras, soldado. —Lo reto y vuelve a callar.

—Lo siento.. —Se disculpa. —Solo estoy de malhumor..

—Siempre me lastimas cuando estoy de malhumor, al menos eso explica los últimos días.

—Charity.

—¿Tienes algo más que decir?

No responde.

—Bien.

Ingreso a mi habitación y cuando espero oír la puerta cerrarse, no sucede.

Max ingresa.

—¿Qué hace..

—¡No está bien!

Lo observo atónita.

—Lo de hace unos minutos me puso de muy malhumor, princesa.

Retrocedo en cuanto se acerca a mí.

—Verte tocándole el pecho a Peck me puso...

—¿Celoso?

El respira cerca de mí. —Sí, muy celoso.

El corazón se me agita. —No entiendo porque debería sentirse así, soldado. Usted mismo lo dijo, no soy mujeres para..

—Se lo que dije, maldición.

Otra mala palabra.

Max suele soltarlas cuando esta frustrado como ahora.

—Dijiste que experimente contigo...—Pronuncio despacio. —¿Y si digo que hice lo mismo con Peck hace unos minutos?

—Lo mataría. —Su mandíbula se aprieta.

Siento que mi corazón saldrá disparado y de modo de contenerme cierro las manos sobre mi vestido.

—Otra vez no me escuchas.

—Estoy oyendo, princesa. Yo siempre la escucho.

—Acabo de tocar a Peck.

—Y preferiría arrancarme los ojos antes de ver algo como eso de nuevo ¿Vas a seguir torturándome, Charity?

Trago duro.

—Lo toque, Max.

Veo que sus ojos irradian una mezcla de tantas cosas, pero sigue conservando los celos.

—Charity...

—¿Y adivina qué? Aunque lo toque no sentí lo mismo. —Confieso. —No se sintió igual como lo fue sentir tus manos tocándome las piernas.

El cierra los ojos, Max junta su frente a la mía y su cercanía me hace agitarme.

—Tampoco lo sentí cuando tu boca las remplazo y mucho menos cuando llego a mis muslos.

El niega.

—Cuando besaste mi piel y...

—No debería...

—No es un experimento, solo.. lo siento contigo. —Mis manos a su cuello y mis labios. —Solo estando contigo me siento así.

—Princesa...

—Max...—Me aparto para mirarlo a los ojos y suplico. —Max... bésame.

Se contiene, pero yo...

—Es una orden, Max, bésame.

Lo veo pasar saliva. —No.

El corazón me duele, pero luego...

—No es una orden, Charity, es un placer.

Y así en medio de mi habitación, una noche en Althea, Max me da mi primer beso.

Y yo le correspondo ese beso.

Beso, no al príncipe, como debería estar escrito, yo beso al guardia real de Alejandría.



Hola...

Estoy amando escribir esta historia.

Nos leemos.

>>Yiemir.

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