II
La Reina de Corazones se encuentra en la sala del trono, en completa soledad tocando una deprimente melodía con su shamisen, pensando con los ojos cerrados mientras fluyen las notas musicales como una ligera caricia para todo su reino.
Abre los ojos de golpe dejando de tocar abruptamente.
—Mi Reina— saluda formalmente el Rey entrando por el pasillo oeste.
—Mi Rey— se levanta saludándole con una reverencia.
—Eh venido a... ¿Reina mía? Te notas abatido— comenta, antes que nada.
—Es usted perceptivo, majestad. Hoy en la mañana revise los presupuestos reales, las inversiones, los desperfectos en el plan económico son demasiados mi Rey, el reino es insostenible...
El Rey de corazones le mira con sus penetrantes ojos azules. Suspira.
—Soy consciente de ello, Reina mía. He estado pensando sobre ese asunto, pero me temo que las soluciones que atraviesan mi mente son carentes de... humanidad.
—Sea usted tan amable de comunicarme aquellas opciones.
—Guerra— suelta directo y seco.
—Pensaba igual— admite—, estuve reflexionando sobre ello, una guerra solo será sostenible siempre y cuando logremos ganarla. Descarté de inmediato al Reino de Tréboles por eso mismo, la suerte siempre está de su lado y su rey posee una sangre fría impresionante sin mencionar a su reina que es de las mejores estrategas. El Reino de Espadas posee una riqueza considerable que de ser nuestra rescataría nuestra nación, sin embargo, también posee a los monarcas más extraños que he conocido, además que se rumora; su reina tiene en sus manos el poder de los demonios y no quisiera atacar directo a su sota...— piensa en aquel asiático mano derecha del reino de Espadas, su mentor— planteada la situación de esta manera espero que comprenda mis intenciones, su majestad— observa al rubio.
—Atacar al Reino de Diamantes.
—Su riqueza es inconmensurable, mas, su estrategia es pobre al igual que su poderío militar. No será una guerra fácil pero las probabilidades de ganarla son elevadas.
El Rey de Corazones asiente pensando en ello.
—Tienen armas fuertes— le recuerda a su reina.
—Soy consciente de ello, tienen al mejor fabricante de armas de los cuatro reinos.
—Veee— aparece de otro pasillo la sota de corazones que casualmente y no porque le encante el chisme ha escuchado toda la conversación de los monarcas—. Mis Reyes, un consejo que he de darles— muerde la manzana que acaba de robar de la cocina—. Compren las armas.
El rubio niega con la cabeza masajeándose el puente de la nariz.
—Soldado, no creo que una nación tan prospera especule, si quiera, en vender sus potentes armas— la Reina se lo comienza a pensar.
—¡Sí que lo harán! —responde tan contento— Su Rey pasa de las armas, su Reina es tan dulce que su voluntad mengua.
—Eso tiene su lógica, Feliciano-kun. Sin embargo, todos saben que cualquier negocio de importación o exportación es manejado por la sota real. Quien cuentan es duro cual roca con voluntad de hierro.
—Gatillo fácil— agrega el del rulo recordando cómo le disparó apenas tocar la frontera del reino.
—Gatillo fácil— le da la razón—. Por ello no creo que vendan tan fácil su armamento, sería lo más tonto que podrían hacer.
La Sota se encoge de hombros dando otra mordida a su manzana, avanzando hacia el Rey de corazones.
—Yo solo digo, mis Reyes. Los del Reino de Corazones somos personas sensibles, con una gran inteligencia, es por eso que puedes ver esos detalles, mi Reina— explica, acaricia traviesamente la cadena de oro que une la capa se su rey—. Pero ellos son envidiosos, llenos de avaricia en su corazón, no dudo que estén dispuestos a cualquier trato siempre y cuando haya dinero de por medio— el Rey se tensa.
—El problema reside también en que los recursos monetarios de nuestro Reino son escasos.
—Ajá ya lo sé— dice tan sonriente metiendo su mano por debajo de la capa de su rey con la excusa de arreglarle la cinta—, pero piense, mi Reina ¿No es una estrategia digna invertir capital para asegurar la victoria en la guerra?
—Comprando sus propias armas ¿eh? Es algo incluso humillante— reflexiona nervioso por los toqueteos de su Sota para seguidamente mirar a su Reina directamente a los ojos— el capital sería recuperado y triplicado al final de la invasión.
La Reina asiente tristemente, no desea atacar, no desea gastar en armas, pero por el bien de su gente entiende que no hay otra opción.
—¡Entonces está hecho! —festeja la Sota, en cuanto se retire de la sala irá a fabricar banderas blancas como loco. Abraza directamente a su Rey— ¿Puedo ir yo por las armas? ¡Hace tanto que no saludo al Rey de Diamantes!
—Nada de eso, Feliciano-kun— Le detiene la Reina tomando su instrumento dispuesto a irse—, podrá formar parte de mi escolta, pero será su Reina quien logre tratos— la sota le mira triste por un instante y al siguiente ya tiene su sonrisilla boba de nuevo extendiéndole la mano a su Reina.
—Venga, su majestad— le invita al abrazo—, veee~
La Reina mira tal acto con extrañeza. Busca la mirada aprobatoria de su Rey quien solo asiente con la cabeza, en plan: "¿Ya qué?"
La Reina se les acerca temblando, hasta que finalmente se recarga sobre el pecho de su Rey, la Sota sonríe pasándole un brazo por los hombros. El azabache tiembla más.
—Habrán de tomar la responsabilidad por esto— declara con voz nerviosa.
El Rey se encoge de hombros, abrazando a ambos como si la vida le fuese en ello, con todos los sentimientos desbordando de su pecho entregados en aquella unión, les abraza tratando de informarles sin palabras lo mucho que ama a ambos, lo valiosos que son. Que ellos son el corazón del reino.
—No quiero que esta guerra venidera nos separe— admite. La sota le abraza más fuerte, la Reina le mira.
—Haré lo posible por complacer su petición, mi Rey— declara la Reina.
—¡Yo igual!
El Rey respira más tranquilo.
—Haré que preparen la carroza lo antes posible. ¿No deseas que te acompañe en la travesía, Reina mía?
—Necesito a mi Rey cuidando los asuntos internos del Reino de Corazones, si algo obstaculiza nuestro viaje haré que la Sota sople la trompeta de Corazones para alertarle—el Rey no tiene de otra más que asentir.
—¡Tranquilo, mi Rey! Yo voy a cuidar muy bien a nuestra Reina— se propone abrazando ahora con más intensidad al mencionado.
—¡Sota de Corazones! ¡Contrólese por favor!
—Una joven reina como tú debe ser cuidada y protegida por una noble sota como yo.
—Su Reina es mayor que usted, Feliciano-kun— protesta logrando que sus mejillas se tiñan del carmín más puro y hermoso, el carmín de un corazón puro.
—¡No importa cuanto lo digas, Reina mía! Nunca creeré esa leyenda.
El Rey de Corazones niega con la cabeza, pero sonriendo un poco.
Se retira de la sala directo a su oficina ordenándole a alguien que prepara el carruaje de su reina con destino al Reino de Diamantes.
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Japón como reina es de lo más adorable del mundo.
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