Capítulo 7

Capítulo 7.

Volver a la conciencia después de ser alcanzando por un hechizo no era una experiencia agradable. Eso pudo concluir Harry cuando despertó. Manteniendo los ojos cerrados para no alertar a sus captores, intentó averiguar cuál era su situación.

Tenía un horrible dolor de cabeza, sin duda concecuencia de haber chocado contra la pared. Se movió ligeramente y no pudo evitar gemir cuando el dolor recorrió los músculos de su espalda. No tuvo dudas de que ahora tenía un gran moretón y agradeció estar de costado.

Donde fuera que estaba era un lugar frío, al parecer esa gente no sabía de hechizos de limpieza. Piedritas se enterraron en su costado e hizo una mueca. Supuso que debía estar en un sótano o mazmorra. Por el tipo de gente que lo había capturado, dudó que lo dejaran salir pronto.

Queriéndo saber dónde estaba abrió los ojos y parpadeó varias veces para acostumbrarse a la mala iluminación. Yacía en un suelo de piedra, enfrente había una pared que, por lo que pudo ver, también era de piedra. Respiró profundamente sólo para lamentarlo cuando sus costillas dolieron más de lo que ya lo hacían.

Necesitaba saber dónde estaba, así que posó sus manos bajo de sí y las uso para empujarse. Sus brazos temblaron bajo su peso, pero logró al menos sentarse. Sabiendo que no tenía que apoyar la espalda contra la pared se sentó derecho, sus ojos escaneaban la habitación.

Una vez que se acostumbró a la oscuridad pudo ver más del lugar. Era pequeño, y sólo por su tamaño enjunto es que había logrado estar acostado sin necesidad de acurrucarse. Jamás pensó que encontraría una razón para estar contento de ser más pequeño que las demás personas.

No había ventanas en la celda, y la única luz provenía de debajo de la puerta. Podía distinguir sombras moviéndose, pero no podía escuchar nada. Supuso que la puerta tendría protecciones silenciadoras para que no pudiera escuchar nada que proviniera del otro lado.

Moviéndose un poco se preguntó qué le habría sucedido a Remus. Obviamente el licántropo no estaba ahí con él. Y era práctimamente imposible que alguien pudiera esconderse en una celda tan pequeña. Eso significaba que tedría que encontrarlo antes de marcharse.

No estaba seguro de cuánto tiempo esperó en la oscuridad antes de que la puerta finalmente se abriera. Había temido y esperado por ello. Dormitó varias veces, sólo para despertar de golpe cada vez que su espalda hacía contacto con la pared.

Las lágrimas llenaron sus ojos y los protegió de la luz.

—Señor Potter, es bueno ver que está despierto. Comenzaba a temer que no despertara antes de que el señor Oscuro arribara.

Harry retiró el brazo que cubría sus ojos y sonrío ante el cabello rubio, hasta que recordó que ya no estaba en el pasado. El tono sarcástico se lo recordó.

—Hola, Lucius. Te ofrecería un asiento pero no hay ninguno, y la verdad dudo que te me unas aquí en el suelo— sonrió cansadamente a Lucius.

El hombre lucía muy similar a como había esperado que Abraxas luciera cuando fuera mayor. Casi no se parecía a Mortimus. El pie de Lucius tocó su pierna, como si quisiera tener el mínimo contacto con él.

—Señor Potter, sería mejor que me llamara por mi título. Hasta que el señor Oscuro llegue está bajo mi poder. Y puedo asegurarle que no será agradable si me molesta.

A pesar de la punzada de temor, Harry le miró directamente a los ojos.

—He conocido a muchos Malfoy durante mi vida, Lucius. Para no volverme loco te llamaré por tu nombre de pila. Eres libre de llamarme Harry si lo deseas.

Lucius frunció el ceño.

—Los únicos Malfy vivos somos mi hijo, Narcissa y yo.

Harry cerró los ojos por un breve momento. Así que Abraxas y Mortimus estaban muertos. Aunque lo suponía, no había forma de que Lucius fuera "lord Malfoy" si alguno de ellos seguía con vida. Pero de todos modos le dolió escucharlo. Y ya que Lucius no sabía sobre su pequeño viaje en el tiempo no tenía razones para mentirle.

—Lo que haga tu día, Lucius.

Para esos momentos Harry pensaba que ya debería haber sido maldecido, pero Lucius sólo lo miró indescifrablemente.

Harry se movió un poco haciéndo una mueca cuando su espalda tocó la pared tras él.

—Estás lastimado.

Harry parpadeó sorprendido ante las palabras del hombre. Si no fuera porque lo conocía habría creído que el rubio estaba preocupado.

—No te preocupes, he sufrido cosas peores.

—Por supuesto, lo olvidé. Después de todo eres el Niño Que Vivió.

Harry rodó los ojos.

—Sí, aunque la última vez que reparé el mundo mágico me había dado un nombre más largo.

Una mano pálida agarró su barbilla y fue obligado a mirar los ojos grises.

—Dime, Potter: ¿Por qué Dumbledore te declaró un traidor cuando tú y yo sabemos que no eres seguidor del señor Oscuro?

Harry se encogió de hombros pero se acercó más a Lucius, como su fuera a compartir un gran secreto con él.

—Yo creo que es por esos malditos caramelos de limón que siempre come. Probablemente no es saludable comer tal cantidad como él lo hace, supongo que eso lo ha vuelto loco— le dijo el chico y liberó su barbilla para sonreírle—. Pero, ¿quién soy yo para decir cómo funciona el cerebro del vejete? Tendría un dolor de cabeza más grande del que ya tengo si tuviese que encontrar una razón para todas las cosas que hace—. No había manera de que le contara a Lucius lo que sabía. Dumbledore lo odiaba desde que se rehusó a enviar a Tom de vuelta al orfanato; eso había empeorado cuando Grindelwald puso sus ojos en él.

"Ahora que respondí tu pregunta, ¿te importaría decirme qué le sucedió a Remus?

Aunque lo intentó, Harry no pudo mantener la esperanza y preocupación fuera de su voz. La última vez que vio a Remus éste estaba medio enterrado por los escombros. Quería saber qué tan lastimado estaba. Además sería más fácil ayudarlo si sabía dónde estaba.

El desprecio volvió al rostro de Lucius y por un momento Harry temió que el hombre no respondiera su pregunta. Reunió su magia, listo para usarla si era necesario. Ojalá no le hubieran lanzado un encantamiento para ipedirle usar magia sin varita.

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Lucius miró el rostro esperanzado incapaz de quitar la mueca de desprecio en el suyo. El chico Potter tenía la misma edad que Draco, sólo unos meses menor que su hijo. Podía con facilidad ver a su hijo en el lugar de Potter, algo en lo que prefería no pensar mucho. Como padre no quería aquello para ningún chico, pero no pondría a su familia en riesgo interponiéndose al señor Oscuro.

Algo así no lo llevaría a nada bueno.

Su mano acarició su bastón, donde escondía su varita, mientras pensaba cómo actuar. Aunque el chico había sido maleducado, finalmente respondió su pregunta. Quizá era miedo lo que le hacía actuar así, y el hecho de que era un Gryffindor. Lucius sabía muy bien, por su tiempo como estudiante de Hogwarts, que los Gryffindor nunca pensaban antes de actuar, y que siempre tenían un frente valiente. Era una de las cosas que hacía tan divertido molestarlos lo más posible.

Mirándolo de cerca, se percató de que el chico lucía enfermo y adolorido. En la tenua luz se veía más pálido de lo que era saludable, y el sudor corría por su frente. Mantenía el cuerpo rígido y respiraba de forma irregular, como si le doliera aspirar profundamente.

Miró en silencio al chico que Severus había jurado proteger. Hasta ese día aún no entendía lo que Severus vio en la madre de Potter. Aunque los muggles podían ser fascinantes también eran inferiores, y por lo tanto no merecedores de su atención. Y lo mismo podía decir de los nacidos muggle.

Lo único bueno que vino del matrimonio entre Evans y Potter fue que Severus lo había buscado a él y a Narcissa para ayudarlo a sanar su corazón. De alguna manera uiponía que debía estar agradecido con los Potter. Si ellos no se hubieran encontrado probablemente nunca habría tenido a Severus en su cama, con su esposa.

Potter se movió un poco y Lucius enfocó su atención de nuevo en él. El chico había cambiado bastante desde la última vez que lo vio. Se suponía que nadie podía cambiar tanto a menos que magia y pociones estuvieran involucradas. El cabello podía haber sido arreglado con un hechizo alargador, y una poción para correguir la vista con facilidad se habría encargado de eliminar esos horribles anteojos que usaba.

Pero no había explicación del por qué Potter lucía tan parecido al hombre que el señor Oscuro buscaba: Evan James.

Lucius frunció el ceño sabiendo que estaba frente a un gran descubrimiento, si sólo pudiera hacer que las cosas calzaran. Algo le faltaba, quizá lo descubriría después.

Dándose cuenta de que aún no le respondía al chico le miró sin parpadear.

—El señor Lupin está bajo el cuidado de Greyback, que ha mostrado un gran interés en llevar a su pareja a dónde pertenece.

Listo, ahora no podría decir que no le dijo nada. Y si alguien miraba sus recuerdos pensaría que únicamente molestaba al chico.

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Harry palideció ante las palabras de Lucius y un escalofrío recorrió su espalda. Era muy fácil imaginar qué clase de tortura sufriría Remus bajo el supuesto cuidado de Greyback. Y para hacer las cosas peores Remus ya estaba lastimado. Al menos Harry sabía que no tenía que preocuparse de Remus cuando huyera. Greyback seguramente ya se lo habría llevado con su manada, y aunque odiaba saber que no podía hacer nada, ni siquiera él sería tan estúpido de enfrentarse a una manada de hombres lobo. Sería una misión suicida.

Ojalá Remus pudiera perdonarlo por no ir a su rescate…

—Espera, ¿qué quisiste decir con "pareja"?

—¿Es en serio, Potter? Creo que Severus te asignó un ensayo sobre eso en tercer año. Supuestamente debías leer sobre los hombres lobo, y si lo hubieras hecho sabrías que Greyback no lastimará a Lupin, porque Lupin es su pareja.

Harry se apoyó en la pared aliviado, sólo para tensarse y alejarse cuando su espalda una vez más tocó la muralla.

—Potter, ¿qué te sucede?

Si no lo conociera, Harry creería que Lucius sonaba preocupado por él.

—Como dije antes, no es nada de qué preocuparse. Fui maltratado un poco antes de que los perros falderos de Voldemort me capturaran—. Una vez más vio una expresión en los ojos de Lucius que no comprendió—. Dejáme entender esto: Remus está con Greybak, que clama ser su… ¿pareja? Y yo estoy, dónde sea que estoy, esperando que Voldemort llegue…

—Una vez más, Potter, estás equivocado.

Aquella voz le envió desagradables escalofríos a Harry. Recordó otra voz, una cálida y gentil que también le habían provocado escalofríos, pero por una razón totalmente diferente.

El chico miró cómo Lucius le hacia una reverencia al señor Oscuro, no arrodillándose en la tierra, pero sí besando el borde de la túnica como había hecho durante el regreso de su amo en el cementerio.

—Mi lord, no pensé que llegaría tan pronto. Lo habría esperado en el vestíbulo, listo para darle la bienvenida.

—No te preocupes por eso. Tu esposa estaba ahí para informarme que tú estaba aquí, entreteniendo a tu otro invitado.

La puerta de la celda fue cerrada pero la luz continuó igual. Harry supuso que era obra de Voldemort.

El dolor recorrió su cicatriz y Harry no pudo evitar estremecerse; aún así observó a Voldemort sin mirarlo a los ojos directamente.

—¿Voldemort? Tanto tiempo sin verte—. La voz del chico no era tan casual como sus palabras. Comenzó a preocuparse cuando Voldemort no respondió; el hombre estaba muy tenso, mirándolo con los ojos entrecerrados. Era muy similar a la manera en la que Tom le miraba cuando su mente quería respuestas que él no estaba dispuesto a dar—. Tal vez has olvidado cómo es esto. Lo próximo que debes hacer es maldecirme, amenazarme o algo así. No estarás perdiendo tu toque, ¿verdad?

El jadeo de Lucius fue la única reacción ante sus palabras. Harry decidió empujar un poco más y ver qué sucedía.

"Déjame adivinar, finalmente te has dado cuenta de que jamás serás capaz de ganarme. Debo decirte, Voldemort, que estoy orgulloso de ti. Has crecido.

La verdad era que Harry se divertía molestando al señor Oscuro. Sabía que su castigo llegaría pronto y probablemente sería peor. Pero encontraba que era mejor distraer al hombre; así había menos opción de que usara legeremancia en él.

Suspiró.

"Esto sería más diveritido si comenzaras a hablar también. Es como insultar una pared y, créeme, lo he intentado varias veces como para saber de qué estoy hablando.

Después de todo había tenido que hablar con algo cuando Hubert lo evitaba y Ares estaba afuera con una carta para Tom.

—Potter.

Harry parpadeó sorpendido.

—¡Es un milagro! ¡Puedes hablar!

En realidad el milagro era que aún no lo maldecían, pero supuso que era cosa de tiempo. Voldemort probablemente quería saber algo antes de comenzar la tortura. Y si no le daba las respuestas que quería, la tortura comenzaría más pronto.

—¿Cómo es que todavía estás vivo?

Harry ladeó la cabeza sin sacar a los dos magos oscuros de su vista.

—Para ser honesto no tengo idea. La próxima vez que intentes matarme, por favor usa algo diferente a la maldición asesina. Ya me cansé de ella. ¿Acaso el mundo mágico no tiene imaginación? Quiero decir, los muggles tienen miles de formas de matar a una persona, mientras que nosostros sólo usamos las Imperdonables…

Harry cerró la boca cuando una varita se posó en su cuello.

—Harías bien en mostrar algo de respeto para nuestro amo, Potter.

El chico fulminó con la mirada a Lucius, que era quien tenía la varita presionada contra su piel.

—Voldemort puede ser tu amo, Lucius, pero no el mío. Yo no me inclino ante nadie.

—Dime, Potter, ¿cómo es que logras engañar a la muerte una y otra vez?

Harry se removió un poco y alejó la mirada de Voldemort y Lucius.

—En realidad y para ser honesto no tengo idea. Supongo que el destino me odia tanto y no me deja morir. Es decir, ¿cuánta gente es alcanzada por un Avada tres veces y no se muere? Creo que soy la persona con más mala suerte en el mundo.

Harry gimió de dolor cuando una mano lo tomó del cuello y lo golpeó contra la pared tras él. No sólo el impacto dolió, también su cicatriz debido a la cercanía.

—Dime, chico, ¿quién más a parte de mí ha tratado de matarte y por qué no has sufrido las consecuencias? Tu madre ya no está para protegerte. ¿Por qué no estás muerto?

Harry siguió mirando a otra parte para que Voldemort no tuviera oportunidad de leer sus pensamientos.

—¡No hables así de mi madre! ¡Ella me protegió con su vida y fue una mujer maravillosa!— le siseó Harry a Voldemort, enojado por la manera en que éste habló de su madre, como si ella no hubiera sido importante— No tengo idea de cómo sobreviví, y tampoco intentaré averiguarlo. ¿Hablas de consecuencias? No tienes idea de las consecuencias. Si supieras lo que sucedió las últimas dos veces que esa maldición fue usada contra mí no te atreverías a usarla de nuevo.

Cerró la boca, determinado a no decirle una palabra más al hombre que había asesinado a sus padres. Ese no era su Tom. Tom estaba muerto y Voldemort había tomado su lugar. Su amante de verdad ya no estaba.

Finalmente Voldemort lo soltó y Harry pudo respirar con libertad de nuevo. Respiró profundamente varias veces, desesperado por llenar sus pulmones con suficiente aire.

—Has cambiado, Potter— le dijo Voldemort mirándolo—. Me recuerdas a alguien que conocí. Desafortunamente no es suficiente para perdonarte la vida.

Harry rodó los ojos. Si no fuera porque lo conocía pensaría que Voldemort estaba hablando de Evan James. Pero por Remus supo que todos pensaban que había muerto cuando Grindelwald atacó Hogsmeade. Dumbledore supuestamente lo había visto morir a manos del rubio justo antes de que él, Dumbledore, acabara con el otro mago.

Era típico de Dumbledore tomar el honor por el trabajo de otros. Harry no sabía cómo había confiado en él. Pero tenía seguro que no volvería a cometer ese error.

Sus pulmones comenzaron a doler y sus ojos se abrieron. Aunque Voldemort no era Tom no tenía intenciones de dejar que alguien fuera testigo de ese dolor. No cuando había logrado esconderlo, incluso de Remus.

Observó atentamente mientras Voldemort sacaba su varita. No comprendía para qué la quería, finalmente él mismo se había asegurado de que Tom aprendiera a hacer magia sin varita. Aunque nunca había pensando que sería usada en su contra.

Voldemort levantó la mano, listo para envíar la maldición que terminaría con la vida de Harry, cuando repentinamente se congeló. Sus ojos se enfocaron en el pecho de Harry. Preguntándose qué sucedía el chico bajó la mirada mientras contenía sus deseos de toser, entonces abrió los ojos: su collar estaba a la vista y se puso blanco como el papel.

—¿De dónde sacaste ese collar, Potter?

Harry se estremeció mirando a cualquier lado menos al par de magos que lo observaban. Lucius con confusión y Voldemort con rabia. ¿Qué diria?

—Yo… yo lo compré hace unos años en una pequeña tienda muggle de Londres, justo antes de Navidad— respondió doblándose y tosiento, sintiéndo ya la sangre en su garganta. Sin importarle los hombres que lo miraban se hizo un ovilllo y colocó sus manos en el estómago. Sentía como si estuvieran apuñalando sus pulmones y luego retorciendo los puñales.

Cayó al suelo sin darle importancia al dolor en su espalda, la agonía de sus pulmones era mucho peor. Sentía la sangre correr por su barbilla.

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Voldemort observó sin hablar cuando Potter de pronto se dobló y comenzó a toser. Sus ojos se abrieron cuando el chico cayó al mismo tiempo que sacaba su mano. La palma estaba cubierta de sangre y más corría por su barbilla.

Tenía la fuerte sensación de haber visto eso antes, aunque no podía recordar cuándo y dónde.

Vio el rostro de Evan en su mente y gruñó. Era cierto que el chico Potter se parecía mucho a su antiguo amante, pero no significaba nada. Evan sería mucho mayor ahora, a menos que hubiera encontrado una manera de conservar su juventud.

Pero eso no explicaba por qué Potter había terminado con ese collar. Voldemort sabía por su investigación que sólo existían dos copias. Y él tenía uno, el otro debía tenerlo Evan. O Evan lo había regalado o alguien se lo había robado y luego vendido a Potter. Esperaba que fuera lo último, aunque no estaba seguro. Tenía la sensación de que si Evan había querido esconderse, lo haría asegurándose de que no existiera nada relacionado a su pasado. Tal vez deshacerse del collar.

Al parece el ataque de Potter por fin había terminado. El chico yacía jadeando en busca de aire, como un pez fuera del agua; lentamente se movió. Voldemort resistió el deseo de masajear sus sienes para deshacerse del dolor de cabeza. Algo lo perturbaba, y hasta que no supiera qué era, el dolor no se iría.

Pese a que Potter, al parecer, todavía luchaba contra el dolor, finalmente se sentó jadeando. Aferró su costado e hizo una mueca. Para ser honesto, el chico se veía horrible. Estaba demasiado pálido, como si no le hubiera dado el sol en mucho tiempo. Su cuerpo temblaba y parecía que la más leve inhalación le provocaba dolor.

El muchacho abrió y cerró la boca varias veces, intentando formar las palabras que finalmente salieron:

—Lucius, tengo una pregunta: ¿Esta es la mansión Malfoy?

—Así es. Greyback te trajo aquí para que no pudieras huir antes de el señor Oscuro arribara.

Para sorpresa de Voldemort, el chico comenzó a reír. Incluso tuvo el coraje de sonreír cuando levantó la cabeza y lo miró derectamente a los ojos. Voldemort se encontró mirando esos sorprendentes ojos verdes, iguales a los de su Evan.

—¿Sabes? No deberías de inentar capturar a quien hizo las protecciones. Siempre nos aseguramos de tener una manera de huir.

El cuerpo del chico se sacudió y luego desapareció. Voldemort se quedó mirando el lugar en el que había estado el cuerpo de Potter.

—Lucius, ¿quién fue el último en actualizó las protecciones de éste lugar?

Existía la pequeña posibilidad de que Potter hubiese engañado a Malfoy y actualizara las protecciones, pero era poco probable. ¿Dónde habría conseguido el moscoso el conocimiento para hacerlo?

—La última vez que se actualizaron mi abuelo era Lord Malfory. Creo que lo hizo Evan James, el mismo hombre que usted nos ha mandado buscar.

Si Voldemort no fuera Voldemort probalemente se habría desmayado. Pero los señores oscuros nunca se demayaban. Sabía que no había manera de actualizar las protecciones de un hogar sin que el jefe de casa lo supiera. Entonces no había opción de que el chico lo hubiera hecho.

Eso sólo dejaba una sola explicación.

Evan James y Harry Potter eran la misma persona.

De repente sintió que se le doblaban las rodillas. Sin decir una palabra dio media vuelta y dejó la celda. Tenía que pensar muy bien las cosas antes de hacer algo que luego podría lamentar.

Si Evan y Potter eran el mismo, no estaba seguro de qué hacer. Todas las señales parecían indicar que así era. Su amante y su enemigo predestinado eran la misma persona. Si no fuera por la seriedad del asunto probablemente estuviera riéndo. Aquello parecía haber sido sacado de una de esas novelas que las mujeres muggles leían. Lo sabía poque la encargada del orfanato las leía a menudo.

Evan había tenido la misma enfermedad, recordaba haberlo visto. Pero antes de tener la oportunidad de ayudarlo su amante lo había obliviado. Sonrió pese a la situación. Evan aprendería que nadie intentaba engañarlo sin pagar las consecuencias. Qué consecuencias serían, aún no lo decidía.

—Encuentra al chico y traémelo. Aseguráte de que todos sepan que no deben lastimarlo. Es mío.

—Sí, mi lord. Informaré a los demás para que me ayuden a encontrarlo. No se preocupe, me aseguraré de traerlo de vuelta.

Voldemor desapareció sin querer oír el resto de las palabras de Lucius. Tenía cosas más importantes en las qué pensar.

Llegó a su hogar, siendo el único que podía aparecerse ahí. Todos los demás tenían que aparecerse fuera de los escudos y sólo aquellos autorizados podían atravesarlos. Era necesario para no ser atacado por la Orden del Fénix mientras se encontraba en su propio hogar.

Amo, ¿qué sucedió? Pensé que había ido a matar al chico Potter. Pero se ve confundido.

Voldemort pasó por sobre la serpiente y se sentó en un sillón.

Creo que vi a Evan hoy.

¿Cómo? ¿Dónde está? No lo esconda de mí, puedo olerlo en usted.

Voldemor se congeló y lentamente se giró a mirar a la serpiente.

¿Puedes olerlo en mí? ¿Estás segura?

Si hubiera sido posible Nagini bufaría.

Por supuesto que estoy segura, amo tonto. Pasé bastante tiempo con la pareja del amo como para reconocer su aroma.

Voldemort miró a la serpiente un rato antes de asentir y suspirar.

Creo que tienes razón, Nagini.

Claro que sí, amo. Siempre tengo razón.

Antes de poder responder Nagini ya había dejado la habitación. Voldemort miró la puerta por la que había desaparecido su mascota.

—Debí saber que eran la misma persona. El parecido entre ambos era demasiado grande para que hubiera otra explicación. Creo que de verdad el amor es ciego, y lo mismo puede decirse del odio—. Miró las llamas de su chimenea—. La próxima vez que nos encontremos tendremos una larga conversación, señor James… ¿o es señor Potter? No tendrás permitido marcharte hasta que tenga las respuestas que quiero.

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Severus Snape cruzó las protecciones de la Mansión Malfoy y respiró libremente. Tenía ya los últimos ingredientes que necesitaba para la poción del señor Oscuro. Ya que le habían permitido ordenar a los demás mortífagos reunir las cosas que necesitaba había sido más fácil y rápido de lo normal que si lo hubiera hecho solo.

No entendía por qué tenía que ir a buscar los ingredientes donde los Malfoy en lugar de que se los enviaran a su casa. Pero algo le decía que Lucius y Narcissa tenían que ver con ello. Probablemente estaban preocupados de que él trabajara demasiado hasta que la poción estuviera lista. Estaba seguro de que tenía algo que ver con las cartas que Draco les había envíado. Tendría que conversar con sus ahijado sobre ser un soplón.

Un ruido a su derecha lo hizo girar de golpe, con la varita lista en su mano. No hubo otro ruido, pero decidió investigar de todas maneras. Dejó el camino que había seguido y se metió entre los rosales, esperando que aquello valiera su tiempo.

Un bulto se movió entre las plantas y Severus se percató de que era una persona con túnica. Se acercó con la varita lista y observó a la persona.

El maldito Harry Potter hizo una mueca cuando lo vio.

—Pensé que había ido más lejos. Supongo que no puedo tener tanta suerte…

Los ojos de Potter rodaron hacía atrás y se quedó inerte.

Severus miró al chico mientras se preguntaba qué hacer. No podía dejarlo ahí. En realidad, no tenía duda de que Lily jamás lo perdonaría si lo dejaba ahí dónde cualquiera podría encontrarlo.

Llevarlo con Dumbledore o Voldemort no era opción. Ambos querían acabar con el chico y eso era algo que no podía permitir. Había invertido muchos años manteniéndolo a salvo, o al menos intentándolo.

Frunciendo el ceño Severus se agachó y tomó al muchacho entre sus brazos, como lo haría con un niño.

—Dile esto a alguien y haré tu vida miserable—. La única respuesta que recibió fue un murmullo bajo mientras Potter se acurrucaba más cerca de él. El hombre rodó los ojos—. Son los ojos, tienes los mismos ojos de Lily. Es la única razón por la que hago esto. No creas que de repente me he puesto suave.

Con una mirada alrededor para asegurarse que nadie los veía, Severus desapareció con el chico. No dudaba que la desaparición de Potter pronto sería notada, si es que no lo había sido ya. Eso sólo le daba más razones para volver a casa.

Se apareció directamente en su sala.

—¡Flubby, ven acá!

Con un "plop" su viejo elfo doméstico apareció.

—El amo maestro de Pociones Snape llamó, ¿qué puede hacer Flubby por el amo maestro de Pociones Snape?

Severus rodó los ojos ante las palabras de su elfo. Pese a sus muchos intentos la criatura se rehusaba a llamarlo por su nombre.

—Prepara una de las habitaciones de invitados en el segundo piso, la más cercana a la mía. Antes de que lo hagas tráeme algunas pociones de mi alacena para curar al mocoso.

Flubby desapareció con otro "plop" y Severus marchó hacia el sofá, colocó al chico ahí y luego dio un paso atrás para observarlo bien. Para su sorpresa Potter gimió de dolor y entonces lo levitó, así quedó flotando sobre el sofá.

El hijo de Lily había cambiado mucho desde la última vez que lo vio; aquél día en Hogwarts le había dado detención por correr en el pasillo. Ahora lucía más parecido a Lily, cosa que no debería ser posible. El mocoso se había dejado crecer el cabello y ya no se veía tan descontrolado. Le recordaba el largo y rojo cabello de Lily cuando ambos habían sido niños. También ayudaba que el chico no usara esos horribles anteojos. Eran muy parecidos a los que usaba su padre. Pero Severus suponía que tendría que conseguirle unos nuevos, después de todo el chico sin anteojos era tan ciego como un murciélago.

Sonrió ligeramente ante su pequeña broma. El "murciélago de las mazmorras" comparando al "chico dorado" con un murciélago. Qué ironía.

Poniéndose serio volvió su atención a su paciente. Como Maestro de Pociones tuvo que aprender lo básico de Sanación antes de comenzar su educación. Cierto, no era tan bueno como Madame Pomfrey, pero era mejor que nada. Y no era como si el muchacho estuviera en condiciones de quejarse.

Con un movimiento de varita Severus desapareció la túnica del chico, y fueron sólo los años de entrenamiento los que evitaron que mostrara algún tipo de reacción ante lo que vio. Dejó la ropa interior en su lugar decidiéndo evitarle a ambos la vergonzosa situación si el chico despertaba. Además sabía que Voldemort no violaba. Matar y torturar era aprobado, pero nadie violaba a otro sin sufrir un castigo después. Claro que no podían decirle a todo el mundo que no violaban, supuestamente eran los malos. Pero eso no evitaba su furia si eran culpados por esos crímenes.

Moretones cubrían el pecho y la espalda del chico. Al parecer había recibido una buena paliza antes de huir. ¿Y cómo lo había hecho? Severus tendría que preguntárselo una vez que despertara. Lucius no tendría una falla así en sus protecciones. Por lo que sabía las protecciones habían sido hechas por una reconocido maestro en ellas llamado Evan James. Aunque ambos trabajan en cosas distintas, Severus admiraba mucho el trabajo del otro. Si sólo sus estudiantes pudieran hacer un trabajo tan minucioso.

Negó con la cabeza volviendo al chico. Lo sanaría y luego vería qué hacer con él. No sería nada bueno que el señor Oscuro o cualquier otra persona se enterara que hospeada al Niño Que Vivió. Las consecuencias serían graves.

Por suerte era muy difícil que alguien lo molestara. Dumbledore le había dado un tiempo libre en el colegio ya que le había informado que el señor Oscuro le solicitó una poción. Por supuesto que Dumbledore le ordenó que se asegurara de hacer algo para que la poción fallara. Severus se había limitado a asentir sin acceder a nada en realidad. Pero no estaba tan loco como para hacer algo malo en una de las pociones de Voldemort.

El señor Oscuro había prometido que nadie le molestaría hasta que la poción estuviera terminada. Eso significaba que tenía más o menos tres semanas. Tiempo suficiente para averiguar qué hacer con Potter.

Suspirando tomó uno de los frascos que Flubby había puesto en la mesita frente al sofá. La poción era espesa y de un color púrpura. Eso aseguraría que el chico siguiera durmiendo mientras lo examinaba. Con más gentileza de lo acostumbrado Severus abrió la boca del muchacho y le dio la poción mientras masajeaba con cuidado su garganta para que la tragara.

Cuando la poción fue consumida el hombre tomó su varita e hizo un hechizo de diagnóstico que había visto usar innumerables veces a Madame Pomfrey. Muchas de esas veces habían sido en sus años de colegio, cuando él y los merodeadores tenían uno de sus encuentros. Por suerte él no había sido el único que terminaba en la enfermería. Apareció un pergamino y una pluma y comenzó a escribir. Apenas terminó tomó el pergamino y comenzó a leer:

—Una costilla fracturada, moretones en la espalda y pecho y… ¿qué es esto?—. Severus frunció el ceño y sus ojos se posaron en la figura que dormía pacíficamente en el aire— Usted, señor Potter, tiene muchas cosas qué responder cuando despierte. Pero antes de que eso suceda me encargaré de las cosas que puedo arreglar.

Era una suerte que no lo hubieran lanzado un Crucio.

Unas horas después Severus finalmente pudo guardar su varita al terminar de sanar al muchacho. Al menos había hecho lo que pudo; los moretones ya no estaban y la costilla estaba casi sana. Potter tendría que tener cuidado los próximos días, ya que no tenía a la mano alguna poción que sanara hueso de inmediato. Quizá sería suficiente para mantenerlo en cama, aunque honestamente lo dudaba.

Aún estaba el problema de sus pulmones. Tendría que preguntarle sobre ello cuando despertara. Pero hasta entonces se aseguraría de que descansara. Estaba seguro de que Potter sería complicado de manejar una vez despierto. Ojalá no fuera antes del amanecer, él también necesitaba dormir.

Mágicamente vistió al chico con pijama, no quería que pensara que su antiguo profesor lo había visto casi desnudo. Claro que el pijama era verde Slytherin con botones plateados. Si Potter se quedaría en su casa se vestiría como él, Severus, deseara.

Con un cansado suspiro el hombre tomó al chico en brazos y subió las escaleras.

—Eres demasiado ligero para tu edad. ¿Acaso no comes, Potter?—. Por supuesto, no obtuvo respuesta. Pero eso no le impidió seguir hablando— Cuando despiertes habrás deseado quedarte con el señor Oscuro. De eso me voy a asegurar. Y voy a averguar qué tienen de malo tus pulmones. Nadie en mi casa anda enfermo; encontraré una cura, puedes contar con eso.

Colocó al chico en la cama de la habitación que Flubby le había preparado. Lo cubrió con una manta, pero sólo porque no quería que despertara a mitad de la noche porque estaba congelado.

—Es increíble que alguien tan molesto pueda lucir tan joven e inocente cuando duerme.

Después de lanzar un hechizo que le avisaría cuando Potter despertara, Severus dejó la habitación y cerró la puerta. Le echaría una mirada a la poción que estaba cocinándose en el sótano antes de acostarse. Esperaba poder dormir toda la noche antes de que el mocoso lo despertara.

Una vez más se preguntó por qué no le habían informado sobre la captura de Potter. Normalmente no le guardaban secretos. Quizá era porque se sabía que haría algo para salvarlo de una muerte segura; también podía ser que el señor Oscuro les había dicho que no lo molestaran mientras preparaba la poción.

Sin importar la razón, Severus se aseguraría de que el hijo de Lily estuviera protegido. Por lo menos eso podía hacer por su amiga de la infancia. Seguramente ella estaría horrorizada al ver el estado en que su hijo se encontraba. Por suerte ella nunca se enteraría.

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