Capítulo 16
Capítulo 16
—Me has disgustado enormemente, Bellatrix— dijo Voldemort mientras caminaba lentamente por la habitación, moviendo su varita entre los dedos. Estaba consciente de la manera en que los ojos hambrientos de la mujer seguían cada uno de sus movimientos. Alguna vez disfrutó de ese tipo de atención de su parte, porque sólo era hacia él que ella se comportaba así.
Apenas podía contener la rabia que sentía desde que Narcissa le había informado sobre lo que su hermana había hecho.
—Viniste a mi casa sin ser invitada y atacaste a mis huéspedes.
—Pero mi Lord, vi a Potter en su cocina, haciendo galletas con…
—¡Silencio!— acalló Voldemort levantando la voz pero sin gritar.
El silencio en la sala de reuniones era abrumador. Sus seguidores estaban reunidos, habiendo sido llamado a ese encuentro. Voldemort quería que vieran el castigo para Bellatrix. El mago oscuro pasó a lado de la bruja, hasta que estuvo tras ella. Observó cómo la mujer se estremecía, preguntándose si era por miedo o algo más.
—Uno de los que atacaste era Draco Malfoy, heredero de Lucius y Narcissa Malfoy; tu sobrino y un sangrepura.
Los susurros irrumpieron entre la multitud vestida de negro, Voldemort lo permitió. Esa era su intención, su mejor don: manipular a la multitud hasta que hicieran lo que él quería.
Continuó su camino rodeando a Bellatrix; el único sonido que podía escucharse en el gran salón era el de sus zapatos contra el suelo.
—El otro al que atacaste, al que te atreviste a llamar "Potter", es un querido amigo y un poderoso aliado. Originalmente habría dejado que él se encargara de tu castigo, pero tengo la sensación que sería muy blando contigo.
El Señor Oscuro había estado pensando en un castigo adecuado desde que Narcissa había entrado a su oficina a contarle lo sucedido. Suponía que debió saber que algo sucedería. Después de todo, Evan tenía la peor de las suertes. Si podía meterse en problemas, siempre terminaría en medio de ellos, sin importar lo imposible que pareciera. Al mismo tiempo era la misma suerte que sacaba a su amante de todo tipo de situaciones, así que suponía que era la forma del Destino de compensar las cosas un poco.
Evan había logrado que accediera a dejarlo salir de la habitación por el día. Le había dicho que se estaba volviendo loco de mirar las mismas cuatro paredes todos los días. Voldemort había accedido, conocía a Evan y comprendía que su amante necesitaba salir y moverse. Algunas personas no estaban hechas para estar quietas. La única demanda que pidió fue que llevara a un guardia con él. El guardia lo guiaría, asegurándose de que nada le sucediera y de que Evan no encontrara una forma de escapar.
Ya que todos habían estado ocupados en ese momento la elección había caído sobre Draco Malfoy.
Ahora que lo pensaba, pudo ver los fallos en su plan. Después de todo Draco era un menor y pese a su entrenamiento como sangrepura y futuro lord, no estaba capacitado para enfrentarse a una bruja completamente entrenada.
—Aunque claro, tú lo insultaste y trataste de usar la maldición asesina en él, así que quizás él estaría más que feliz de encargarse de tu castigo—. Voldemort mantuvo su voz baja y suave, sin dejar ver lo enojado que estaba. El pensar en perder a Evan era suficiente para que le hirviera la sangre—. Eres una vergüenza para todos los sangrepura.
Alejo su mirada de la asquerosa figura de Bellatrix. El pelo negro estaba enmarañado, lleno de sudor y suciedad. Su rostro estaba pálido y estaba casi seguro de que sus manos temblaban, pero no estaba tan cerca de ella para estar completamente seguro.
—Aquí esta aquella que alguna vez fue una de mis seguidoras más importantes, una bruja orgullosa que honraba nuestra causa. Me temo que los años en Azkaban la han dañado más de lo que había creído en un principio. ¡Crucio!
Voldemort observo con poco interés como la bruja cayó al suelo, gritando de dolor.
—Sí recuerdo correctamente, usaste esta misma maldición para torturar a los Longbottom hasta la locura. Ahora ellos están en un ala permanente de San Mungo, viviendo en su mundo—. Los gritos pararon cuando detuvo la maldición. Voldemort le dio la espalda a su audiencia y camino hasta quedar al lado de la bruja que yacía en el suelo, jadeando como si hubiera corrido una maratón—. Pero no creo que puedas mantener la boca cerrada, así que no compartirás su suerte.
El rostro de Bellatrix se lleno de alivio y estiro una temblorosa mano hacía el borde de su túnica.
—Gracias mi lord. Yo soy su sirvienta más leal. Sus deseos son mis órdenes. Le prometo que no cometeré otro error como este...
La bruja dejo de hablar cuando él se agacho hacia ella.
—Pero Bellatrix, aun tienes que ser castigada, después de todo casi usaste una Maldición Imperdonable contra mi amante. No puedo aceptar eso.
Los ojos de la bruja se abrieron con sus palabras.
—Pero mi lord, yo puedo ser la amante que desea. No necesita a un chico para calentar su cama. Los cuerpos de las mujeres son más satisfactorios que…
Voldemort no se molesto en esconder su sonrisa.
—En eso te equivocas. Tú jamás serás capaz de ocupar el lugar de mi Evan. Hay una razón por la que nunca pudiste meterte en mi cama en todos estos años. Avada Kedavra.
Voldemort se levanto y se alejo del cuerpo inerte de Bellatrix.
—Que ésta sea una lección para todos ustedes. Métanse con lo que es mío, y sufrirán el mismo destino que ella, sólo que no seré tan piadoso— dijo haciendo un gesto a la bruja en el piso—. Pueden marcharse.
No se sorprendido cuando Rodolphus Lestrange, el esposo de Bellatrix, se quedo después que todos los demás se habían marchado.
—Mi lord, sé que mi esposa lo indignó y lo que ella hizo es imperdonable, pero por favor permítame sepultarla.
El Señor Oscuro observo al mago por un largo rato, tratando de decidir qué debía decir.
—Sácala de mi vista, no me importa lo que hagas con ella luego.
Rodolphus hizo una reverencia y se apresuró hacía el cadáver de su esposa. En lugar de levantarla con sus manos la levitó con su varita y salió con ella flotando tras él.
Voldemort salió de la sala de reuniones. Iría a ver como se encontraba Evan. Narcissa y Severus ya deberían de haber terminado de examinar a los chicos. No dejaría que Evan supiera cuál había sido el castigo de Bellatrix. Sería mejor para su amante no saberlo.
Sabía que Lucius no estaría feliz cuando supiera lo que le había sucedido a los chicos cuando volviera de su misión. Voldemort sospechaba que le tomaría un tiempo el trabajo que le había encargado, más de lo que había pensado en un principio.
Por lo que había oído de los hijos de sus seguidores, quienes habían ido a la escuela con Evan y por lo que le había contado Severus, el abuso que había sufrido su amante había sido peor de lo que había creído. Pero en realidad no importaba lo serio que hubiera sido. Cualquiera que tocara lo que le pertenecía pagaría el precio.
Sin embargo encontrar a los Dursley probó ser una tarea mucho más difícil de lo presupuestado. Parecía que los tres muggles habían desaparecido de la faz de la tierra. Voldemort sospechaba que Evan tenía algo que ver en eso. Su amante quizás le había hecho algo a los tres muggles durante el tiempo en que estaba huyendo, quizás antes de que supiera que el chico había vuelto en el tiempo; después de todo, no estaba seguro de cuándo Evan había vuelto al presente.
Dudaba que Evan hubiera matado a los muggles. Pese a todas las cosas que le hicieron; su amante tenía muy buen corazón para realmente causarle daño a un ser vivo. Pero Voldemort no tenía nada que le impidiera cobrar la venganza que tanto deseaba.
Esos Dursley lamentarían el día en que encontraron a su amante en su puerta.
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—Más despacio, Evan, o me envolveré a tu alrededor con tanta fuerza que no podrás ni mover los dedos.
Harry hizo una mueca y se alejó del alcance de la serpiente.
—Tómalo con calma, Nagini. Ha pasado mucho tiempo desde que lo vi, así que tengo todo el derecho de estar feliz— le susurró a la serpiente mientras avanzaban por el pasillo.
—Tengo una pregunta…
Harry miró hacia atrás, a la gran serpiente que lo seguía de cerca, esperando que continuara. Desde el incidente de la cocina, Voldemort había estado renuente a dejarlo salir de la habitación. Pese a que Snape y Narcissa le habían dicho que estaba bien, el Señor Oscuro había insistido —para consternación de Harry— que pasara el resto del día en cama y que alguien lo vigilara para asegurase que se quedara allí.
Antes de enfrentarse a Bellatrix, Harry había logrado ignorar el hecho de que estaba indefenso entre enemigos potenciales. Si no fuera porque Narcissa llegó en el momento adecuando tal vez él, y probablemente también Draco, habrían muerto. Aunque habría resuelto muchos problemas el haber muerto en esos momentos no podía permitirle a Bellatrix el honor de matarlo. Ella había matado a su padrino y Harry había jurado que ella moriría antes que él.
Habían pasado dos días antes que pudiera convencer a Voldemort de que lo dejara salir una vez más del dormitorio. Había gritado y amenazado hasta que el otro cedió. Desde entonces había sido seguido por alguno de los Malfoy o Snape. Aunque esta vez era Nagini quien jugaba a la niñera.
—¿Por qué estamos susurrando? No es como si Tom estuviera aquí y él es el único que puede entendernos.
Harry sonrió y disminuyó el paso hasta quedar al lado de la serpiente.
—Uno nunca sabe quien podría estar escuchando, y no quiero alertarlo de nuestra llegada.
Había dejado a Lucius en la biblioteca, junto a Narcissa y Snape, con el permiso de no dejar la mansión. Pero primero Snape lo había obligado a beber otra de sus horribles pociones. Harry esperaba con ansias el día en que no tuviera que beber más de esas asquerosa preparaciones. Sentía como si hubiera consumido demasiadas pociones por el resto de su vida.
—Tú y Tom se aparearon.
Harry trastabilló y miró a Nagini, que continuó avanzando como si nada hubiera sucedido.
—¿Cómo supiste eso?
—Ambos olían con fuerza a sexo cuando por fin salieron de su nido. Además, oí a ese hombre, Severus Snape, decir que los dejaría salir cuando se volvieran amigos una vez más.
Harry frunció el ceño, recordando el día en que él y Voldemort habían tenido sexo y se sonrojó. Aun no podía creer que había dejado que Voldemort lo cogiera. Harry suponía que había sido uno de esos momentos cuando su lado Gryffindor había estado en control. Una vez más había actuado sin pensar en las consecuencias.
No podía evitar sentir que había engañado a Tom al dejar que Voldemort lo poseyera. Harry sabía que no eran iguales, pero ahora que Voldemort había recuperado su cuerpo antiguo, no podía evitar ver más y más a su amante en el hombre. Por suerte Voldemort no había hecho otros intentos de acostase con él. Harry no estaba seguro de qué sentir al respecto. Por un lado estaba contento de no tener que pasar más tiempo con el Señor Oscuro del que ya había pasado. Pero por otro lado había olvidado con quien estaba durante el acto y mientras dormían juntos. A pesar de la brusquedad casi había sido como estar de nuevo con su Tom.
Parpadeó para que las lágrimas no pudieran caer. No quería que nadie supiera sobre la confusión que estaba sintiendo. Sin duda tratarían de decirle lo que era mejor para él, cosa que odiaba. Había tenido control sobre su vida durante tanto tiempo para que se lo arrebataran cuando regresó, de verdad lo odiaba. Quería que retrocediera el tiempo a cuando él podía tomar sus decisiones respecto a su vida.
—Alto, ¿quién está allí?
Harry saltó a la seguridad de una esquina y casi pisó a Nagini mientras observaba el lugar donde había estado un segundo antes. El suelo estaba quemado. Harry rodó sus ojos.
—Claro, se aseguraría de encontrar una manera de usar magia aun siendo un retrato. ¿Por qué no estoy sorprendido?— gruño, ignorando las risitas de Nagini— ¿Esa es manera de recibir a un viejo amigo, Mortimus?
Harry esperó por una respuesta, sabiendo muy bien que no debía salir aun de su escondite. Mortimus había usado este tipo de tácticas antes en él. Si salía a donde Mortimus pudiera verlo, lo maldeciría hasta el cansancio. O al menos sería la víctima de una fea broma.
—¿Amigos? Los amigos que tenía ya murieron. Asómate, intruso, o sufrirás las consecuencias.
—Como si no supiera eso. Yo hice las protecciones que están alrededor de este lugar. Y sé con seguridad que no podrás hacer nada a menos que permitas que alguien cambie las protecciones en las que trabajé con tanto esfuerzo.
Mientras hablaba, Harry salió de su escondite, ignorando los siseos de Nagini al seguirlo. No estaba interesado en oír como sus padres probablemente lo habrían hecho rodar por el piso cuando aún era un huevo.
Escaneó sus alrededores, divisando con rapidez el retrato de Mortimus que era el único en el hall de entrada. Harry no pudo contener una sonrisa al mirar a su viejo amigo. El retrato de Mortimus no era muy diferente del hombre que había conocido. Su cabello estaba más gris y tenía más cicatrices en el rostro que la última vez que lo había visto. Pero incluso como retrato Mortimus era una persona impresionante. Harry con facilidad podía imaginar cómo el hombre habría asustado a Lucius y Draco cuando los rubios habían sido niños.
—Bueno, de verdad luces como un amigo mío, pero él murió hace mucho tiempo— dijo el hombre en el retrato mientras Harry veía cómo sus ojos lo recorrían de pies a cabeza, fijándose en cada detalle de él.
—Quizás es porque de verdad soy Evan James.
Por la forma en que Mortimus lo miró, Harry supo que el hombre no le creyó.
—No es la primera vez que veo a un intruso usar poción multijugos para lucir como alguien que ha muerto, pero normalmente no esperan tanto tiempo.
Harry se mordió los labios preguntándose cómo podía demostrar que en realidad era él.
—¿Y si te digo algo que sólo los dos sabríamos?
—Habla.
—Me invitaste a la fiesta invernal Malfoy. Hechizamos la túnica de Dumbledore, así que cada vez que alguien decía su nombre se le veía la ropa interior.
Ambos rieron.
—Sí, recuerdo ese incidente. Aunque muchos saben sobre eso, sólo hay dos personas que saben quién estaba tras la broma.
—¿Entonces me crees ahora?— preguntó Harry esperando la maldición que estaba seguro iría dirigida hacia él.
—Es bueno verte de nuevo, Evan, ¿o debo llamarte Harry ahora?
Harry balbuceó, mirando con ojos bien abiertos al retrato.
—Espera… ¿Cómo lo sabes? Quiero decir, ¿cuándo, cómo y por qué?—. Harry cerró la boca de golpe cuando se dio cuenta que estaba balbuceando.
—De verdad, cualquiera con ojos puede verlo— resopló Mortimus, y Harry suspiró y se sentó en el piso apoyado en la pared contraria al retrato para mirarlo de frente.
—Entonces la mayoría esta ciega. Porque me ven como Harry o como Evan.
Mortimus bufó.
—Tonterías. Ustedes son ambos. Ambos son parte de quien tú eres. Aunque uno podría decir que ahora no eres ninguno porque estás en una nueva etapa de tu vida. En realidad es como decidas verlo.
Harry gruñó y golpeó su cabeza contra la pared.
—¿Entonces desde cuándo sabes la verdad?
—Desde el día en que supuestamente derrotaste a Tom. La similitud era demasiado grande para que fuera una coincidencia. ¿Cuántos magos tienen el cabello negro, ojos verdes y una cicatriz en la frente? Y comprendí la razón por la que elegiste tus nombres, era una buena manera de honrar a tus padres al mismo tiempo que escondías tu identidad.
Harry agachó la cabeza y cerró los ojos.
—Me gustaría haberme quedado en el pasado. En ese entonces las cosas eran menos complicadas y quizás habría tenido la oportunidad de conocer a mis padres antes de que murieran.
—Eso pudo ser, pero estoy seguro de que todos te han dicho que ellos estaban en el bando de Dumbledore; así que eso habría sido muy poco probable.
Harry asintió, oyendo la verdad en las palabras de su amigo.
—Tienes razón, pero aun tengo permitido soñar.
Usó el silencio para mirar a su alrededor. La última vez que Harry había estado en la Mansión Malfoy sólo había visto el interior de su celda en las mazmorras. Por lo que veía, no había cambiado mucho con el tiempo. Algunas cosas habían sido añadidas pero permanecía igual. Con facilidad podría haber sido ayer cuando recorría estos mismos pasillos con Mortimus para tomar té con galletas.
Harry sonrió al pensar en las galletas que había horneado. Ni siquiera había pasado una hora desde que las sacó del horno y habían desaparecido. Quizás sería una buena manera de eliminar a los enemigos. Darles tantos dulces que estarían muy gordos para poder defenderse. Tendría que comentarle su idea a Mortimus en otra ocasión.
Una cola que lo golpeó en el costado lo trajo de vuelta al mundo real. Harry parpadeó y ladeó su cabeza.
—¿Qué?— le siseó a Nagini, que sólo meneo la cabeza y apuntó hacia Mortimus, que los observaba con un extraño brillo en los ojos.
—Por la manera en que reaccionó Nagini supongo que no debo maldecirte, ¿podrías decirme por qué?
Pese a la manera en que habló, Harry sabía que no era una solicitud.
—Al parecer, viajar por el tiempo no es bueno para la salud—. Ante la mirada molesta del Lord Malfoy supo que tenía que continuar—. Por lo que entiendo, el viaje en el tiempo me enfermó. Al principio sólo eran ataques de tos, pero evolucionaron. Por lo que me explicó Snape las células en mi cuerpo estaban destruyéndose a sí mismas, como el cáncer.
Harry iba a explicarle el concepto de la enfermedad muggle, pero decidió que en esos momentos no era importante. Además, no sabía mucho sobre el tema para responder las preguntas que vendrían después.
—¿Y ahora? ¿Aun estás enfermo?— la voz de Mortimus amenazo problemas si ese era el caso.
—No, Snape está dándome pociones que me están ayudando. Y hasta ahora no he tenido más ataques.
Mortimus parecía complacido con la respuesta.
—Ya veo, ¿y puedo preguntar por qué estas usando esposas de supresión mágica?
Harry miro sus muñecas e hizo una mueca. Las mangas de la túnica se habían corrido y las esposas estaban a la vista.
—Intenté matar a Dumbledore. Desafortunadamente, me atraparon y para asegurase que no huyera me las pusieron. Por suerte Draco, Crabbe y Goyle Jr. me rescataron antes que pudiera recibir verdadero daño. Y nadie pensó que alguien se atrevería a atacarme mientras fuera invitado de Voldemort.
—Por la manera en que lo dices al parecer ese no fue el caso.
Harry asintió y levantó la mirada para mirar a Mortimus directamente a los ojos.
—Bellatrix Lestrange trató de matarme y puso a Draco bajo la Maldición Cruciatus en la cocina del Señor Oscuro hace tres días.
Mortimus se erizó.
—La conocía. El padre de la chica era el hermano de Walburga, y si recuerdo correctamente su madre era Druella Rosier. ¿Quién habría pensado que saldrían tres chicas tan diferentes de ese matrimonio? Una salió loca, otra fue desheredara por casarse con un muggle y la ultima se casó con mi nieto.
Harry sonrió. Recordaba a Orion y Walburga Black. Ambos sabían que tenían que casarse después que se graduaran así que decidieron hacer lo mejor de la situación.
—Así que tú y el pequeño Tom volvieron a estar juntos.
Harry balbuceó.
—¿Te deja salirte con la tuya llamándolo así?
Un escalofrió recorrió su cuerpo cuando Mortimus sonrió.
—Es una de las cosas buenas de ser sólo un retrato. Además, después de que todos creyeron que estabas muerto, Tom, Abraxas y los demás de su grupito pasaban bastante tiempo aquí en la mansión. Era uno de los pocos lugares donde estaban seguros que las palabras de sus planes no alcanzarían las orejas de Dumbledore. Además, la pequeña serpiente a tu lado vivió aquí hasta que Tom se graduó de la escuela.
—Dile que si me llama así otra vez, averiguaremos si los retratos son inmunes a mi veneno.
Harry deliberó el mensaje a Mortimus, quien rió.
—¿Por qué eso no me sorprende? Entre tú y Tom no es de sorprender que sacara la personalidad que saco.
Harry bufó y meneo la cabeza.
—Sólo tú serías el único en no asustarte cuando Nagini te amenaza.
—Suficiente de bromas, ¿cómo está tu relación con el pequeño Tom? Puedo imaginar que no es fácil para ti.
El mago de cabello negro suspiró y asintió.
—Tienes razón. Yo… ¿sabes?, en realidad no sé cómo decirlo. Deje que Voldemort, no, creo que es más correcto decir que no protesté cuando Voldemort me llevó a la cama. Pero ahora es sólo…
—¿No se siente correcto?—. Ante la mirada de Harry, Mortimus continuó—. Te conozco. Tú eres del tipo de persona que se preocupa demasiado por los demás y que toma los problemas de todas las personas sobre sus hombros. Déjame decírtelo con claridad, tú y Tom se pertenecen, no hay discusión sobre eso.
Harry suspiró.
—Sí, Tom y yo nos pertenecemos, pero no puedo verme envejeciendo con Voldemort.
—¿Sabes Evan?, en estos momentos estoy muy tentado a maldecirte.
El gruñido en la voz de Mortimus hizo que Harry se estremeciera.
—¿Qué? No he hecho nada.
— A veces eres demasiado testarudo para tu propio bien—. El chico ladeó la cabeza y frunció el ceño tratando de comprender de qué estaba hablando el retrato. Mortimus suspiró y comenzó a explicar—. Yo soy lord Voldemortes un anagrama de Tom Sorvolo Ryddle, que, si comprendí bien al chico, decidió usar en tu honor ya que tú fuiste quien le sugirió el nombre en primer lugar. Ese hombre que tú ves como Voldemort nació como Tom Ryddle, un huérfano que adoptaste y del cual te enamoraste. Él ha cambiado, sí, pero también cualquier persona que madura. Por favor, recuerda que han pasado cincuenta años para los demás. Y él pasó muchos años en la locura por los horrocruxes que hizo—. Harry se removió pero escucho al hombre con mucha atención—. No estoy diciendo que debes perdonarlo por lo que te hizo y a las demás personas, después de todo, no soy estúpido. Pero quizás deberías tratar de comprenderlo. Trata de averiguar qué lo hizo la persona que es hoy, qué quiere hacer con el mundo mágico si gana esta guerra, ¿cuál es su impulso? Y si estabas escuchando lo que te dije antes sabrás que, ya que tú eres Evan James y Harry Potter, eso también podría aplicar al pequeño Tom.
Pensativo, Harry asintió.
—Hablare con él la próxima vez que estemos solos.
Mortimus sonrió, al parecer satisfecho con la respuesta.
—Bien, ahora saquemos esas esposas. No sería bueno que estuvieras indefenso si algo volviera a suceder.
Harry, captando la mirada del hombre hacia Nagini comprendió lo que quería decir.
—Por supuesto, habría sido mucho peor si Narcissa no hubiera llegado cuando lo hizo. Pude haber muerto.
Nagini siseó.
—No permitiré que Tom y yo te perdamos otra vez, Evan, no luego de haberte recuperado. Sácate esas esposas, lidiare con cualquier problema que se presente después.
Harry le sonrió a su amigo, ahora sabían que la serpiente no haría nada para detenerlos.
—Está bien, comencemos, esto probablemente dolerá un poco.
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Albus suspiró cansado en el nuevo cuartel de la Orden del Fénix, también conocido como la cocina de La madriguera.
Así no era como había imaginado las cosas al crear la orden. Claro, sabía que no podrían reunirse en grandes lugares y comer caviar en cada reunión a menos que un rico sangrepura se uniera a la causa. Desafortunadamente, la mayoría de las sangrepura apoyaban la causa de Voldemort, aunque no podía comprender por qué. Para él no importaba. Una vez que Voldemort muriera, todos caerían con él.
En esos momentos acaban de terminar otra reunión, donde no habían conseguido mucho. Desde que Snape había desaparecido de la faz de la tierra habían perdido su espía en el círculo interno del Señor Oscuro. Ahora estaban dando botes en la oscuridad sin pistas de cuál sería la siguiente maniobra de Voldemort.
No sólo eso, sino que más y más gente estaba teniendo dudas sobre Longbottom siendo el niño de la profecía. A diferencia de Potter, él no había hecho nada heroico en sus años de escuela, no jugaba Quidditch y no hacía nada que hiciera que la gente lo notara. La única cosa que parecía interesarle al chico eran las plantas.
Tendría que arreglar algo que hiciera que Longbottom luciera como el héroe que necesitaban. Aunque Potter supuestamente eran quien debía matar al Señor Oscuro no podía usar al chico. Sin dudas el chico jamás lo escucharía. Era una pena que hubiera intentado matarlo pero no había nada que pudiera hacer ahora al respecto. Todo habría sido más fácil si hubiera esperado en matar a Potter hasta después que el chico hubiera terminado con la vida de Voldemort. Después de eso habría sido fácil clamar que el chico se había vuelto oscuro y mandarlo a Azkaban o matarlo y aun conseguir la gloria.
Con Potter había sido fácil hacerlo ver como un héroe ante los ojos del mundo mágico. Todo lo que había tenido que hacer era preparar las cosas, luego hacerse a un lado y esperar que todo se desarrollara. Y de vez en cuando tenía que aparecer y jugar su papel de abuelo querendón.
Si no fuera por los eventos de Potter al final de su quinto año y durante el trascurso del mismo, probablemente habría dejado que sus planes continuaran como estaban, cosa que habría terminado con la muerte de Voldemort y Potter. Pero Potter había probado muchas veces que había oscuridad en su interior y después de la muerte de su padrino se había alejado de sus amigos. Además lucía tan similar al Evan James que Albus había conocido cuando había ido a convencerlo para que enviara a Ryddle de vuelta al orfanato donde sería más fácil echarle un ojo al chico Slytherin.
Potter había animado a Ryddle a continuar en su camino oscuro.
—¿Es cierto que el cuerpo estudiantil de Hogwarts ha sido reducido a la mitad porque los sangrepura sacaron a su hijos de la escuela?
Al parecer Molly Weasley había decidió que la paz había durado suficiente. Albus parpadeó, dándose cuenta que ya la mayoría se había marchado. Los únicos que quedaban en la cocina eran los esposos Weasley y él. Suspiró en silencio, sabiendo que debió marcharse cuando tuvo la oportunidad pero el pensar en regresar a su oficina no era tentador. Muchas de la bromas de James aun estaban allí y por esa razón se había vuelto el hazmerreir de muchos de los profesores.
—Sí, creo que muchos de ellos apoyan a Voldemort, de algunos de ellos sabíamos pero otros habían logrado estar en la oscuridad.
La matriarca Weasley se limpió la nariz con su pañuelo.
—Esta es una guerra horrible. Espero que termine pronto, ya ha costado muchas vidas. Mis queridos Fred y George, ellos habrían sido grandes si hubieran sobrevivido. Aunque habíamos estado alejados últimamente, no merecían tal destino. Después de todo tenían una tienda de la cuál encargarse aunque habría deseado que usaran sus cerebros en otra cosas. Al menos ganaban buen dinero para la familia.
Aunque no estaba de ánimo para esto, Albus sabía que tenía que usar su máscara de abuelo querendón una vez más. No podía arriesgarse a perder más apoyo del que ya había perdido.
—Fred y George Weasley lucharon por lo que creían. Lucharon por un futuro donde todos pudiéramos vivir en paz sin preocuparos por señores oscuros y cosas como esas.
Albus escondió una mueca cuando los ojos de la Sra. Weasley se llenaron de lágrimas. Voldemort había roto la paz al ir tras una familia de la luz. Sin Snape habían sido incapaces de salvar a la familia a tiempo. Las únicas sobrevivientes de la familia habían sido dos niñas pequeñas que actualmente se encontraban en San Mungo, donde estaban siendo tratadas por los sanadores aunque en realidad no habían resultado heridas, cosa que era una sorpresa considerando quien estaba tras el ataque.
Las dos niñas no habían dicho ni una palabra sobre lo sucedido esa noche y molestaba a Albus que fueran demasiado pequeñas para usar Legeremancia en ellas. Ni siquiera podía colarse y echar una ojeada en sus mentes porque el Ministerio había ubicado aurores en la puerta de su habitación para asegurarse que nada malo les sucediera. Y ya no era popular dentro del Ministerio debido a la pérdida de los hijos de los sangrepura en la escuela.
Para resumir, los gemelos habían sido los primeros en llegar, aunque nadie había logrado averiguar cómo lo habían hecho. Albus había aprendido hace mucho tiempo en no pensar demasiado en como hacían las cosas, ya que sólo le resultaba en un dolor de cabeza. Al parecer Voldemort y sus mortífagos habían decidido terminar rápido con los gemelos. Los chicos no habían sido torturados mucho antes de ser asesinados con Avada Kedrava.
Fue un muerte piadosa y, aunque Albus no podía decir que había conocido muy bien a los gemelos, después de todo sólo había sido su director, sabía que serian extrañados grandemente. Una cosa buena, aunque no se atrevió a decir nada, fue que los gemelos habían logrado ganar un buen dinero. Y aunque no era mucho era suficiente para él, y a menos que hubieran dejado un testamento él se apoderaría del dinero sin que nadie se diera cuenta. O sería capaz de convencer a Molly y Arthur de que se lo dieran.
Después de todo, seria por el bien mayor.
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Hermione era la bruja más brillante de su año, nadie se atrevía a discutir ese hecho. Y había una razón por la cual ella tenía ese título. Era un ratón de biblioteca, claro, pero eso no era todo sobre ella.
Una de las cosa buenas de pasar tiempo con libros era que le daba la oportunidad de evitar a las personas. Hermione nunca había sido muy sociable. Ella amaba sus libros y estaba contenta mientras tuviera algo que expandiera su conocimiento.
Harry había sido su primer amigo verdadero. Incluso antes de Hogwarts ella no había tenido a nadie a quien llamar amigo. Sólo había muchos sobrenombres y profesores que no se molestaban en corregir las bromas y burlas de los demás compañeros hacia ella. Pero cuando se trataba de trabajos y asignaciones esos mismos compañeros se desvivían por estar cerca de ella. Cuando el trabajo estaba concluido, estaba sola de nuevo.
Ella había entrado a Hogwarts, preparada para pasar siete años de soledad. Pero Harry había cambiado eso. Él no sólo había salvado su vida. Nadie lo habría culpado si le hubiera dado la espalda y corriera hacia el otro lado. Después de todo en ese entonces sólo había tenido once años y nadie habría esperado que fuera capaz de enfrentarse a un trol.
Pero Harry había estado preparado a morir por salvarla. Y después de eso se habían vuelto amigos. Claro que ella lo había ayudado con sus tareas, y él no había sido muy bueno en los estudios. Pero él la había incluido en su vida diaria, o al menos había tratado de hacerlo. Cuando tenía que ver con Quidditch ella fallaba en ver qué tenia de bueno ese deporte. Y con todo el daño que Harry había sufrido por eso menos comprendía como él no lo odiaba o al menos lo evitaba como a la muerte.
Él le había mostrado un mundo fuera de los libros y Hermione había encontrado que le gustaba, al menos cuando estaba con la gente correcta.
Echando una ojeada a la mesa, Hermione frunció el ceño tras su libro. Ron estaba sentado al lado de Neville, que había sido proclamado el Nuevo-Niño-Que-Vivió. Estaba echando comida a su boca mientras hablaba. No parecía que estuviera sufriendo por la muerte de los gemelos.
Ron hizo un gesto hacia la mesa Slytherin donde sólo quedaba un cuarto de los estudiantes. Mirando alrededor pudo notar que la mesa Gryffindor era la que tenía más estudiantes, pero incluso ahí había puestos vacios.
Cuando el Director Dumbledore les contó de la traición y muerte de Harry, sin entrar en detalles, Hermione se había sentido dividida. Ella había sido criada por sus padres para seguir a la autoridad pero también había conocido a Harry. Había razones para muchas de las cosas que se habían dicho sobre él. Harry había sido testigo del regreso de Voldemort, había pasado un año donde había sido llamado mentiroso y además había perdido a su padrino. Si alguien tenía razón de actuar extraño era él.
Pero ella no había hecho nada para protestar o probar la inocencia de Harry, en realidad había hecho lo opuesto. Había sido su oportunidad de mostrarse al mundo, de mostrarle a la gente la brillante bruja que asistía a Hogwarts y que había conocido a uno de los brujos más famosos de la historia aunque se había vuelto malvado. La gente había pagado bien para oír su historia y Hermione sabía de varios trabajos que la esperaban una vez que terminara la escuela. Todo había parecido tan fácil y perfecto.
Pero luego todo había cambiado. Harry apareció luego que el Director Dumbledore les había dicho a todos que él mismo había matado a Harry Potter. La única manera de levantar a alguien de los muertos era usar la nigromancia y Hermione había leído suficiente sobre el tema para saber que ese no era el caso.
Se estremeció cuando recordó la última vez que había visto a Harry. Ron la había llevado hasta las mazmorras, diciéndole que había alguien que el Director Dumbledore quería que conociera. Lo que había esperado Hermione, de seguro no había sido con lo que se había encontrado.
Harry había cambiado tanto en los meses que había pasado desde la última vez que lo había visto, pero no había duda en su mente de que era el verdadero Harry quien estaba frente a ella. Eso había dejado a Hermione con un problema. ¿Cómo explicar la aparición de Harry cuando se suponía que estaba muerto?
O de alguna manera había logrado convencer al Director Dumbledore de que estaba muerto, sólo para esconderse. Pero eso no explicaba cómo había terminado de vuelta en Hogwarts o por qué Dumbledore no le había dicho nada a la Orden al respecto.
O el Director Dumbledore había mentido y no había matado en realidad a Harry. Pero si el Director Dumbledore decía la verdad sobre el peligro que era Harry, ¿por qué tenía escondido al chico del resto del mundo mágico?
A Hermione no le gustaba ninguna de las posibilidades. Aunque le gustaban los acertijos, en este caso sólo quería enterrar su nariz en un libro y olvidar todo lo que estaba sucediendo a su alrededor.
No había ido a la celda de Harry en mucho tiempo. Había tratado de evitar recordar como él la había mirado. Primero acusadoramente, luego su expresión había cambiado, como si no la conociera. Ese recuerdo la había seguido a sus pesadillas. Por primera vez Hermione se encontraba dudando de lo que le habían enseñado.
Desde que había sido una niña pequeña le habían enseñado a escuchar a aquellos que sabían más que ella. Eso incluía sus padres, maestros y la policía. Para resumir, a los adultos. Pero Harry le había probado que los adultos no siempre tenían la razón. Juntos habían ido en contra de órdenes directas pero habían sido recompensados en vez de ser castigados.
Ahora era tiempo que ella se enfrentara a una importante decisión. ¿Ella le creía al Director, que sólo decía medias verdades, o a su mejor amigo que nuca la había abandonado?
Hermione levantó la mirada cuando repentinamente todo el Gran Comedor se quedó en silencio. Girándose en su asiento rápido, escondiendo su sonrisa, tras su libro. Desde que Harry había sido capturado alguien había estado haciéndole travesuras al Director. Pero aunque no se necesitaba un genio para saber quién estaba tras esto, al parecer ella era la única que lo había deducido.
El silencio continuó mientras el Director caminaba hasta la mesa de profesores. Había una cabeza de burro donde debería estar su cabeza. Pero en vez del color normal, negro, café o gris, el pelaje del burro era rojo y dorado.
Ella se marchó apenas la atención de los estudiantes volvió a su comida. Tenía cosas que hacer y sería mucho mejor que nadie supiera sobre eso.
Hermione estaba demasiado sumergida en sus pensamientos para notar los ojos azules que siguieron su salida sin que los demás estudiantes y profesores le prestaran atención.
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Harry se sobó las muñecas, evitando las marcas que había aparecido cuando Mortimus removió las esposas. Por primera vez en lo que parecía una eternidad podía sentir la magia corriendo como sangre por sus venas. Era una sensación tan diferente a todo lo que había sentido antes. Harry se abrazó a sí mismo, sin preocuparse por las lágrimas que corrían por sus mejillas.
—Evan, ¿estás bien?—.Nagini se envolvió al rededor de su cuerpo hasta que pudo echarle una mirada a sus muñecas—. Entiendo por qué gritaste. Parece que duele.
La piel alrededor de su muñeca ahora estaba a carne viva. Sabían que estaban adoloridas y sin poder consumir pociones probablemente estarían así por mucho tiempo. Quizás podría hablar con Snape para que el hiciera de esa crema que habían usado para sanar sus antiguas heridas.
—Estoy bien—. Ante las dos miradas dudosas que recibió, Harry cambio su declaración—. Estaré bien. De verdad, no es como si no hubiera pasado por cosas peores, y además tener mi magia de vuelta vale todo el dolor del mundo.
—¿Vas a huir otra vez?
Harry se quedo helado ante la pregunta y comenzó a morderse los labios. El agarre de Nagini alrededor de su cuerpo aumento hasta que casi le dolía respirar. Pese a la restricción Harry se forzó a respirar profundamente antes de mirar a los ojos de Mortimus.
—Dumbledore tiene que morir.
—¿Pero tienes que hacerlo tú?
Harry se encogió de hombros lo mejor que pudo en su actual posición.
—Supongo que no, pero creo que soy el mejor para el trabajo. Dumbledore sabe que volví, pero no sabe dónde estoy. Por lo que él sabe yo podría estar muerto en alguna parte, solo. Probablemente soy el que tiene más posibilidades de matarlo. Tengo trucos bajo la manga que él no va a esperar. Considerando que ya me he enfrentado a él unas cuantas veces, creo que mis opciones son bastante buenas.
Dejo de lado el hecho que en esos encuentros había terminado muerto. En realidad había sido enviado de vuelta en el tiempo, pero el asunto era que había sido alcanzado por la maldición asesina y se suponía que debía morir.
—¿Y cómo crees que puedes irte?
—Yo hice las protecciones de este lugar. ¿Qué tipo de hacedor de protecciones sería si no pudiera marcharme de aquí si algo sucediera?
Mortimus frunció el ceño.
—Pero aunque eso sucediera, tendrías que llevarte a Nagini contigo porque ella está enrollada a tu alrededor. Y mientras ella te impide marcharte yo podría alertar a mi nieto, que arribaría a tiempo para impedir que el veneno de la pequeña serpiente te mate.
Harry hizo un mohín.
—Bien, tú ganas. Me quedaré y me portaré bien con los demás niños.
—Eso es todo lo que podría pedir, al menos hasta que estés curado. Después de todo tienes derecho a patear todos los traseros que quieras, si es lo que quieres. Pero por ahora, ¿por qué no trabajamos juntos y planeamos una venganza contra mi nieto y sus amantes? Después de todo, ellos te encerraron en tu habitación con Tom—. Harry asintió lentamente con una sonrisa igual a la de Mortimus—. Tengo planeada la cosa justa para ellos.
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