Capítulo 13


Capítulo Trece

Voldemort fulminaba con la mirada la puerta cerrada frente a él, impidiéndose explotar por el mal genio.

"¿Sucede algo malo?" Podría decir que es tu tiempo del mes, como dicen los humanos. Si no fuera porque no eres hembra…"

Miró molesto a Nagini antes de volver toda su atención a la puerta.

"No he estado en mi propia habitación durante una semana y media. Es frustrante observar gente entrar y salir y saber que no puedo entrar porque le causo dolor. Incluso tú puedes entrar y salir cuando quieres."

Nagini rió en voz baja.

"Deberías escucharte. Suenas como un niño malcriado al que le han negado acceso a su juguete favorito y ahora está de mal humor."

"No tengo manera de saber cómo está Evan, aparte de lo que me dicen otras personas. Ya ha pasado mucho tiempo. Quiero verlo y asegurarme de que de verdad está bien."

"Tendrás que confiar en Severus y Narcissa sobre eso. Después de todo, ellos han sido entrenados para manejar situaciones así."

En lugar de responderle a la serpiente, Voldemort suspiró y se hundió en el sillón. Sabía que no era normal actuar así. Pero parte de él le decía que Evan desaparecería si no cuidaba la puerta. Por eso es que sólo había dejado la habitación un puñado de veces, y sólo cuando era inevitable. Incluso había traído la mayor parte de su oficina a sus habitaciones, de esa manera podía seguir planificando y estar cerca de Evan en caso de que algo sucediera.

"Deberías dejar de preocuparte tanto."

Voldemort fulminó con la mirada a Nagini.

"Es fácil para ti decirlo. No es tu presencia la que inflinge dolor en mi Evan. "

Nagini suspiró cansada.

"Si eso es lo que quieres entonces me iré. Quizá tenga suerte y encuentre a la rata en su forma animaga. Siempre es divertido de perseguir."

El mago observó en silencio salir a la serpiente por la puerta, dejándolo solo. Miraba la puerta de su dormitorio de tanto en tanto, intentando trabajar con un montón de papeles en su escritorio. Sabía que no tenía que preocuparse por Evan. No sólo los elfos domésticos lo vigilaban, también los hijos de sus seguidores, que estaban con él en la habitación. Esos chicos morirían protegiendo a Evan antes que permitir que algo le sucediera mientras estaba bajo sus cuidados. Y no se atreverían a nada.

Había sido fascinante ver cómo sus seguidores habían seguido el ejemplo de los Malfoy. Habían retirado a sus hijos del colegio; algunos ofrecieron como excusa los peligros de la guerra en la que se encontraban. Otros simplemente aparecieron un día en el castillo y se llevaron a sus vástagos. El director era incapaz de hacer nada, ya que la ley no prohibía que los padres retiraran a sus hijos para educarse en casa. Y con Lucius y otros miembros del Ministerio fue fácil correr la voz para que otras familias sangrepura también removieran a sus hijos del colegio. La culpa fue puesta sobre Dumbledore, y Fudge estaba dispuesto a creer lo peor del director de Hogwarts.

Recordó su conversación con Lucius el día que Evan había regresado a él. Lo que escuchó fue bastante interesante, aunque todavía tenía que decidir cómo actuar respecto a ese conocimiento. Dumbledore. Voldemort tenía planeado matarlo desde hace mucho tiempo. Ahora el deseo sólo había incrementado después de enterarse de lo que había hecho el viejo. Después de todo, ¿quién más habría puesto a Evan en esa celda? No había manera de que alguien hubiera guardado el secreto y que él no se enterara.

Ronald Weasley.

El Señor Oscuro se apoyó más en la silla. Sabía de la familia Weasley. Abraxas le había contado sobre el escándalo entre ambas familias. Y aunque el rubio no lo hubiera hecho, se habría enterado de todo por los periódicos.

Los Weasley eran una familia de la Luz y apoyaban a Albus Dumbledore, y su visión sobre los nacidos muggle y los propios muggles. Eran sangrepura, pero pobres; algo de lo que los Malfoy se habían asegurado. Ronald Weasley había sido amigo de Evan desde su primer año en el colegio, y Evan había salvado a la hermana menor del pelirrojo durante su segundo año.

Aunque Voldemort era un Slytherin, ni siquiera él veía con ligereza lo que había hecho Ronald Weasley. Había traicionado a su amante, incluso entre los Slytherin la confianza no se traicionaba sin una muy buena razón.

Al parecer Draco encontró al menos de los Weasley torturando a Evan. Eso no lo perdonaría. Se aseguraría de que el chico lamentara sus acciones antes de matarlo finalmente. Tal vez debería eliminar a toda la familia Weasley, uno por uno. Claro que tendría que dejarles saber por qué lo hacía. Pero no habría nada que pudieran hacer al respecto.

Ojalá Evan no intentara detenerlo.

Voldemort estaba dispuesto a hacer casi lo que fuera por su amante, mientras no significara un peligro para su chico. Sin embargo había algunas cosas que no aceptaría o cambiaría. O Evan aceptaba o tendría que asegurarse de que nunca se enterara de aquello. Lo que Evan no sabría no lo lastimaría. Y los accidentes sucedían, en especial en época de guerra. No sería su culpa si toda la familia desaparecía repentinamente. Había sucedido antes y probablemente no sería la última de los dos bandos.

Suspiró y se frotó dónde se suponía que tenía la nariz. De verdad dudaba avanzar en su trabajo. Quería estar con Evan, pero mientras la conexión entre ellos le causara dolor eso no sucedería. Todavía no podía creer que alguna vez había disfrutado el efecto secundario de esa conexión, antes de saber que Potter era Evan. Tendría que poner a Severus a trabajar en una cura apenas el Maestro de Pociones terminara con la poción para él.

Como si hubieran escuchado sus pensamientos, alguien tocó a la puerta. Observando fijamente uno de los papeles sobre su escritorio, creó la ilusión de haber estado trabajando todo el tiempo y abrió la puerta con un movimiento de su mano.

Lucius entró, seguido de cerca por Severus, quien sostenía un pequeño frasco con una poción rosada dentro.

—Mi Lord— dijeron ambos haciendo una reverencia.

Voldemort dejó a un lado el papel que había estado observando y bajó la pluma antes de volver su atención a los dos amantes que estaban de pie frente a su escritorio.

—¿Está lista?

—Sí. Como le expliqué a Lucius, terminé la poción anoche, pero tenía que esperar a que enfriará bien o las escamas de dragón harían explotar la poción al consumirla.

Voldemort asintió, se puso de pie y salió de atrás del escritorio.

—¿Cómo lo haremos?— inquirió mirando directamente a Severus, sabiendo que el pocionista ya debía haber pensado en eso.

—Será mejor que se recueste. No le mentiré: será doloroso ya que la poción obligará a su cuerpo a ser como era antes.

El Señor Oscuro asintió y tomó la poción de la mano de Severus antes de caminar hacía el sofá y acostarse. Sin más palabras, removió la tapa y bebió de un solo trago.

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Severus observó con interés cómo Voldemort tragó la poción sin vacilar. Había encontrado la receta en uno de los libros de Salazar Slytherin. El antiguo mago había sido un verdadero genio, y Severus daría su brazo derecho por la oportunidad de conocer al fundador. Desafortunadamente ningún Giratiempo podía llevar a alguien tan lejos en el tiempo. Y se rehusaba a que la maldición asesina lo alcanzara esperando llegar al tiempo al que quería ir. Además, probablemente sólo Potter podía salir con algo así y sobrevivir.

Su concentración volvió al Señor Oscuro cuando los ojos rojos de éste se volvieron vidriosos y su cuerpo comenzó a retorcerse de manera similar a una víctima de la maldición Cruciatus. Se sentó junto a Lucius en los dos sillones frente al sofá. Era algo que no podía perderse, y nada aparte de Potter muriendo lo obligaría a marcharse. De verdad dudaba que el Señor Oscuro y Lily lo perdonaran si dejaba que algo le pasara al chico.

Ya sabía en qué lo pondría a trabajar Voldemort enseguida. Aparte de hacer las pociones para Potter, tendría que encontrar una manera de detener el dolor que el muchacho sentía cada vez que el Señor Oscuro se acercaba a él. Aunque encontrara una solución, Severus dudaba que sirviera de mucho. Ambos tenían asuntos que debían solucionar, y sabía que no era el único que lo había notado. Él, Narcissa y Lucius ya habían tenido muchas conversaciones sobre qué hacer. Hasta ahora no habían encontrado una solución.

Voldemort insistía en llamar a Potter "Evan", como si eso hiciera desaparecer el hecho que había asesinado a sus padres, o que había intentado matarlo varias veces. A su vez, Potter veía a Voldemort como un malvado señor oscuro, y a Tom como la persona de la que se había enamorado, pero que ahora estaba muerta. Quizá lo mejor que podían hacer era encerrar a ambos en la misma habitación hasta que arreglaran sus asuntos. O se daban cuenta de que estaban equivocados, o terminaban matándose. Severus esperaba que fuera lo primero.

Volvió su completa atención al Señor Oscuro cuando éste jadeó de dolor y los cambios comenzaron. El sudor recorrió su rostro y su cuerpo temblaba por los cambios que estaba experimentando. Tendría que hablar con sus dos amantes sobre su idea después. Ahora tenía otras cosas de qué preocuparse.

Al principio los cambios fueron pequeños y lentos. La piel de Voldemort comenzó a lucir más saludable, aunque todavía muy pálida. Cabellos negros comenzaron a crecer en su cabeza, al mismo tiempo que aparecían las cejas. Pronto tuvo todo su cabello de vuelta, liso y oscuro como una noche sin luna. Su cuerpo comenzó a llenarse un poco, por lo que ya no parecía un cadáver andante. Lo último en cambiar fue su nariz y labios, que habían sido inexistentes antes pero que ahora estaban donde pertenecían.

Severus miró en silencio al hombre en el sofá. Voldemort otra vez se veía como lo había hecho antes de dividir su alma. Este era el hombre que había conseguido que la gente lo siguiera a él y a su causa con sólo una sonrisa y unas cuantas y adecuadas palabras.

El Señor Oscuro abrió la boca en un grito mudo, su espalda se arqueó por el dolor y su cuerpo se retorció. Severus observó en silencio junto a su amante.

Voldemort abrió los ojos al fin y lentamente se sentó. Miró sus manos y las giró varias veces, como si encontrara difícil de creer lo que veía. Sin una palabra conjuró un espejo y se miró, observando cada detalle de su rostro. Pasó una mano por su cabello y sonrió de medio lado.

—Buen trabajo, Severus.

El pocionista asintió frunciendo el ceño.

—Sin embargo, la poción no trabajó completamente. Sus ojos deberían volver a su color original, pero aún siguen rojos.

Voldemort volvió a mirarse al espejo imitando el ceño fruncido de Severus.

—Tienes razón. Podría ser…

Un penetrante grito se escuchó tras la puerta del dormitorio de Voldemort, interrumpiéndolo. Antes de que ninguno de los otros dos pudiera reaccionar, Voldemort ya se había levantado del sofá y había cruzado la puerta a su habitación. Severus parpadeó sorprendido. Con el dolor que sabía debía estar sintiendo el mago oscuro, fue una sorpresa que se levantara de esa manera. Sabía que sólo sería cuestión de tiempo antes de que Voldemort sintiera los efectos de la poción. Era muy probable que terminara agotado.

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La lista de gente de la que tenía que vengarse estaba aumentando. Dumbledore la encabezaba, seguido de Ron por la tortura a la que lo habían sometido. Snape y Narcissa Malfoy por obligarlo a quedarse en cama y pasar por un tratamiento que no le importaba. Apenas tuviera la oportunidad iría de nuevo tras el vejete. Y esta vez se aseguraría de matarlo.

Luego estaban todos sus compañeros de curso de Slytherin. Al parecer les habían asignado quedarse con él durante todo el día. No tenía permitido ir al baño solo, alguien debía acompañarlo. Pero pudo haber sido peor. Al menos las chicas no lo acompañaban al sanitario; no habría podido sobrevivir con eso. ¿Acaso era posible morir por tanto ruborizarse?

En esos momentos estaba en la cama, con la espalda apoyada contra la cabecera, rodeado de Slytherins. Si alguien le hubiera dicho que alguna vez se encontraría en esa situación lo habría maldecido hasta el cansancio. Pero ahí estaba, sentado en el dormitorio de Voldemort, rodeado por aquellos que había visto como sus enemigos en la escuela.

Sus heridas estaban sanando bien gracias al ungüento que Snape le había hecho. Era un proceso lento y su antiguo profesor le había explicado que el ungüento no reaccionaría con la poción. Harry no sabía qué podría suceder, pero después de la última advertencia del hombre, aprendió a confiar en sus palabras.

La mayor parte de su cuerpo todavía estaba vendado y había muchas cosas que no podía hacer, y aun menos que se lo permitiera la gente a su alrededor. Era como si temieran por sus vidas si se rompía una uña. Se preguntaba si Voldemort dijo algo para hacerlos actuar así.

Sin importar qué, lo estaba volviendo loco que le impidieran hacer las cosas más básicas por sí mismo.

Observó a Blaise Zabini y Pansy Parkinson en una discusión sobre su futuro, o la falta de éste.

—Pero Pansy, nadie se molesta por planear lo que quisiera hacer. Nuestros padres ya lo tienen todo planeado. Algunos sólo piensan con quién casar a sus hijos para fortalecer el nombre familiar. Aparte de eso no nos permiten tener las manos libres.

La chica Slytherin cruzó los brazos y levantó la nariz mientras fulminaba con la mirada a su novio.

—En serio, Blaise, no tienes ambiciones.

—¿Entonces podrías decirnos qué tipo de planes tienes para el futuro, Pansy?— preguntó Draco arrastrando las palabras desde el otro lado de la cama de Harry, sin levantar la vista del libro de pociones que estaba leyendo.

—Por supuesto, Draco querido. Planeo casarme con un rico sangrepura. Luego él sufrirá una trágica e inexplicable muerte. Luego me apoderaré del Ministerio.

Harry observó con una leve sonrisa cómo Blaise se ponía pálido ante las palabras de la chica.

—Pero pensé que tú y yo nos casaríamos.

Pansy le sonrió y le dio una palmada en el hombro.

—Claro que lo haremos, Blaise. Fue después de que comenzamos a salir cuando creé mis planes.

Harry escondió su sonrisa con una mano. No estaba seguro de si Pansy hablaba enserio o no.

—Pensé que Voldemort controlaría la Gran Bretaña mágica.

Las cabezas de los Slytherin giraron con rapidez en dirección de Harry, y éste se sonrojó. Hasta el momento había hecho todo lo posible para mantenerse fuera de sus discusiones y todo eso. Pero ahora había hablado antes de que se diera cuenta de lo que estaba haciendo.

Pansy chasqueó la lengua, se puso de pie y se acercó a él. Harry se puso tenso mientras ella se sentaba al borde de su cama. Gracias al tamaño del colchón había bastante distancia entre ellos, pero no significaba que pudiera sentirse cómodo de algún modo.

—Por supuesto que el Señor Oscuro ganará la guerra. Pero antes de que eso suceda necesitará gente dentro del Ministerio para ayudarlo. Y para qué conformarse con ser Ministro de Magia cuando se puede ser mucho más.

Harry ladeó la cabeza, inseguro de comprender lo que ella decía. Pansy suspiró.

—¿Por qué querría el Señor Oscuro ser Ministro de Magia? Hay muchas cosas que quiere hacer para cambiar las cosas. Necesitará gente que se encargue de las cosas aburridas mientras él trabaja en otras metas.

Por la manera en que Pansy hablaba le recordó al joven Tom, el que le había contado sus esperanzas y sueños para el futuro del mundo mágico. En ese tiempo le había parecido todo tan simple y habían sido diferentes sus planes. Se preguntaba si su interferencia en el pasado había cambiado esos planes. Pero como le había explicado Remus, lo que había pasado tenía que pasar y quién controlará el mundo se había asegurado de que sucediera, de una manera u otra.

Asintió lentamente para mostarle que había comprendido lo que dijo, aunque en realidad todavía no comprendía. Hablaban sobre los planes de Voldemort como si fueran buenos para el mundo mágico. Suponía que eso no debería sorprenderle. Probablemente ellos habían sido criados para creerlo. Mientras estuviera obligado a su cercanía, creía que era mejor mantener la boca cerrada para no correr el riesgo de decir algo que no les agradara. Pese a cómo actuaba, en realidad valoraba su vida. Si tenía que morir no sería por causa de un estúpido argumento, sería por algo que valiera la pena.

Draco bufó a su lado.

—En serio Pansy, ¿de verdad crees que un Gryffindor comprenderá lo que estás diciendo?

Harry giró el rostro hacia Draco y entrecerró los ojos.

—¿Qué quisiste decir con eso?

El rubio lo miró a los ojos, obviamente sin inmutarse. Aunque Harry tenía que admitir que no lucía muy impresionante, vendado y siendo el más bajo en la habitación.

—Potter, lamento decir esto, pero tú eres demasiado Gryffindor. Nunca comprenderías algo tan complicado como la política, sin ofender.

—Bueno, pues te aviso que varias personas han dicho que soy muy Slytherin, cuando quiero serlo— respondió Harry removiéndose cuando se dio cuenta de que tenía toda la atención de los presentes. Eso no era lo que había planeado. Solamente que estaba cansado de que lo trataran como un niño.

—¿Y quién sería tan estúpido para pensar que tú podrías ser un Slytherin?

Harry no se molestó en esconder su sonrisa de las serpientes.

—Tom, al que ustedes conocen como Voldemort. También otra gente, y el Sombrero Seleccionador.

El silencio llenó la habitación por varios minutos y Harry comenzó a preocuparse. Tal vez había roto a los demás adolescentes. ¿Cómo les explicaría a sus padres lo que había sucedido?

Antes de que pudiera ponerse histérico, Draco comenzó a reír a carcajadas de una manera muy poco Malfoy.

—Pero si en verdad tenías que estar en Slytherin y el Sombrero Seleccionador lo dijo, ¿cómo es que no sucedió?

Harry miró a Pansy y le dedicó una pequeña sonrisa que la chica correspondió.

—Bueno, el Sombrero Seleccionador quiso ponerme en Slytherin, pero yo le pedí que no lo hiciera.

Ante esa declaración los tres comenzaron a reír, mientras Crabbe y Goyle sólo se miraban, obviamente preguntándose qué sucedía.

—Parece que tenemos una verdadera serpiente entre nosotros— dijo Blaise y le dio una palmadita en el hombro, provocando que Harry jadeara de dolor y se alejara del chico italiano—. Cierto, sólo un verdadero Slytherin podría evitar entrar a Slytherin.

Draco sonrió de medio lado.

—Piensen en esto: el Chico Dorado Gryffindor es en realidad una plateada serpiente. ¿Quén lo hubiera pensado?

Harry frunció el ceño y cruzó los brazos.

—No es como si importara ahora.

—¿Qué quieres decir?— preguntó Blaise sentado al borde de la cama y abrazando a su novia.

—Acabé en Gryffindor, lo que significa que pertenezco allí.

—Quizá— intervino Pansy—. Pero el Sombrero Seleccionador también quería hacerte una serpiente, lo que significa que también eres uno de nosotros.

Un grito escapó de su garganta y sus manos se dirigieron con rapidez a su cicatriz. Sus dedos arañaron la marca, tratando de remover el dolor. Manos ajenas agarraron sus muñecas e intentaron separar sus manos de su frente. Harry gritó de dolor y pateó a la persona que sostenía sus manos. Podía sentir la sangre corriendo por su rostro, pero no tenía idea de cuán malo era.

Era como si algo quisiera liberarse de su cabeza. Tenía los ojos cerrados y se concentró completamente en detener lo que estuviera intentando abandonarlo. Era algo que le pertenecía, de eso estaba seguro, y no tenía intenciones de dejarlo ir.

Apretó los dientes, gruñendo. Todavía estaba consciente de las manos que intentaban alejar sus dedos de su cicatriz. Pero se enfocó en lo que sucedía dentro de su cabeza. No perdería eso, y quien fuera que le estuviera lastimando no tenía idea de con quién estaba lidiando. Le mostraría a esa persona porqué no era buena idea tratar de quitarle algo. Ya no era el niño que vivió con sus parientes dejando que otros lo pisotearan. Era Harry Potter y Evan James, vencedor de Gellert Grindelwald.

Un segundo grito escapó de su garganta. Las manos lo soltaron y Harry cayó sobre la suave cama haciéndose un ovillo para protegerse. Se mordió los labios para detener los gritos que querían salir, y el sabor a sangre llenó su boca.

Unos fuertes brazos lo envolvieron y Harry se vio colocado en un fuerte regazo. Se giró hasta que pudo enterrar su rostro en el pecho ajeno, sin importarle quién pudiera verlo. Lo único que le importaba era que el dolor parecía haber disminuido ahora que esa persona estaba cerca.

Mientras el dolor lentamente desaparecía, Harry notó una mano acariciando su cabello. La sensación le era familiar y frunció el ceño, intentando pensar quién podría ser. Se dio cuenta de que probablemente era la misma persona que había estado con él cuando estuvo inconsciente. Nadie había querido decirle quién era, sólo que lo descubriría cuando fuera el momento adecuado.

Quería saber quién era, así que Harry soltó la túnica que había estado aferrando, puso las manos en el pecho y se alejó del otro cuerpo para poder verlo.

La mano que estaba en su espalda no se movió, y ahora era usada para mantenerlo en posición. Harry frunció el ceño e intentó moverse una vez más, quería ver quién era la otra persona; aparte de saber que era hombre, no sabía nada de él.

—No te muevas.

Harry frunció ceño, conocía esa voz. Le había susurrado palabras de afecto cuando habían hecho el amor, y lo había regañado cuando había hecho algo estúpido. Y lo había confortado cuando despertaba de una pesadilla.

La respiración se le quedó atorada en la garganta. Lentamente se alejó del cálido cuerpo y el hombre se lo permitió. Los ojos de Harry no se despegaron del pecho frente a él, donde sus manos descansaban sobre una túnica azul.

Poco a poco se aventuró a mirar más arriba, fijándose en cada pequeño detalle. El fuerte pero delicado cuello y la pálida piel. La boca con labios rojos, el pequeño bigote y la nariz recta. Se detuvo ante sus ojos. Tan rojos que parecían sangre, y tan fríos que probablemente congelarían su alma.

Esta vez nada lo detuvo cuando se alejó. Se movió lentamente sin apartar la mirada, como si estuviera enfrentándose a un animal peligroso. Los ojos verdes se sumergieron en los rojos como si no existiera nada más alrededor. Una bomba podría haber explotado en la habitación y Harry estaba seguro de que ninguno de los dos lo habría notado.

—Evan.

La suave palabra fue suficiente para sacar a Harry de su trance. Saltó de la cama alejándose lo más posible de ese hombre.

—Aléjate de mí. Puedo no tener magia ahora, pero todavía puedo usar esto—. Mientras hablaba había cogido la cosa más cercana a él y la sostenía como un escudo entre los dos, sin dejar de mirar a Voldemort, que lo observaba con expresión divertida.

—¿Te das cuenta de que sostienes una almohada? No es exactamente el arma más impresionante que podrías haber elegido.

—¡Joder!— siseó Harry, dándose cuenta de que estaba verdaderamente jodido. Incluso sin esas esposas sabía que Voldemort probablemente limpiaría el piso con su cara en un duelo. Bufó ligeramente y Voldemort levantó una ceja— ¿Qué le pasó a tu cara?

—¿Qué quieres decir?

—¡Ahora tienes una!—. Aunque Voldemort parecía molesto, Harry no sintió nada en su cicatriz, ni el más mínimo dolor. Eso provocó que frunciera el ceño— ¿Por qué no siento dolor? La última vez que estuviste cerca de mí no podía pensar en nada más que en el dolor, pero ahora no hay nada… ¿Y cómo recuperaste tu cuerpo?

—Una poción. Hay una razón por la que Severus es el Maestro de Pociones más joven de los últimos tiempos.

—Pero eso no explica por qué no siento dolor.

Voldemort parecía sumido en sus pensamientos, y Harry no se atrevió a moverse por miedo a llamar su atención. En lugar de ello, miró alrededor de la habitación y notó que estaban solos. Quizá To… Voldemort había hecho que los demás se marcharan, y como él había estado sumido en el dolor no había notado nada.

Cansado de la pesada atmósfera en la habitación, Harry decidió romper el silencio.

—Mira— comenzó y vaciló brevemente cuando tuvo toda la atención del hombre frente a él—. En realidad no importa. No quiero tener nada que ver con la guerra. Quiero irme. Dumbledore es mío, yo lo mataré y no pienso morir hasta lograrlo. ¿Es eso mucho pedir? En realidad no me importa lo que pase con el mundo mágico, pueden joderse ellos mismos si quieren.

Voldemort había permanecido en silencio mientras hablaba, y eso sorprendió a Harry. Habría jurado que el hombre lo interrumpiría.

—¿Terminaste?—. Harry asintió lentamente sin alejar la mirada del otro—. Bien. No permitiré que te marches ahora que estás donde perteneces. Te perdí hace cincuenta años, no voy a perderte de nuevo. Y no irás tras Dumbledore. La última vez que lo hiciste terminaste en una celda y fuiste torturado. Fue pura suerte que fueras liberado. Si hubieras seguido allí habrías muerto.

Harry bufó y se alejó cuando Voldemort comenzó a acercarse a él.

—Aléjate de mí.

—Evan, vuelve a la cama. Todavía no estás curado y no quiero que tus heridas se abran y deshagas todo el arduo trabajo de Severus y Narcissa.

Harry dio otro paso atrás y Voldemort siguió sus movimientos.

—Me marcharé y nada de lo que hagas podrá detenerme. No hay manera de que permanezca aquí.

—Aun estás lastimado; sin tu magia y fuera de mi hogar estarías rodeado de gente que está tras tu vida.

Harry tragó en seco mientras seguía caminando hacia atrás con Voldemort siguiéndole de cerca.

—No soy una mascota que puedes tener enjaulada. Soy un ser humano, tengo el derecho de elegir lo que quiero hacer y nada me lo impedirá.

No habló más cuando su espalda chocó contra la pared tras él y descubrió que ya no tenía más espacio para moverse. To… Voldemort dio un último paso y ahora estaban tan cerca que sus narices casi se tocaban. El mayor puso una mano a cada lado de su cabeza y él se encontró atrapado.

—No, no eres una mascota; eres mucho más que eso. Pero eso no significa que te dejaré ir. Me perteneces, y me aseguraré de que lo comprendas, Evan—. Voldemort se acercó para besarlo, pero Harry giró la cabeza, así que los labios del mago se posaron en su mejilla.

—Por última vez, no soy Evan. Mi nombre es Harry Potter, ¿sabes? ¿Ese que has intentado matar desde el día en que nació? Mataste a mis padres, mataste a Cedric y mataste a Sirius. ¿Cómo diablos piensas que voy a perdonarte?

Sin más palabras, Harry hizo lo único que se le ocurrió: lo golpeó. Si hubiera sido otra situación, probablemente se hubiera divertido con la expresión de Voldemort cuando la almohada le dio de lleno en el rostro. El hombre gruñó, alejó la almohada de su rostro y la lanzó a través de la habitación.

Ahora sin nada para defenderse, Harry estuvo muy consciente de lo cerca que se encontraban. El aliento de Voldemort acarició su rostro y envió un agradable escalofrío a través de su cuerpo.

Harry estaba inmóvil ante esa mirada, aunque sentía latir su corazón con tanta fuerza que creía que iba a explotar.

—Sólo déjame en paz.

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Voldemort observó a Evan mientras en silencio debatía su siguiente movimiento. Su amante no estaba actuando de la manera que había esperado. Claro, sabía que habría tropiezos en el camino, pero no significaba que Evan tenía que pelear con él por todo lo que hacía.

Habían pasado tantos años y Evan aún lucía como lo había hecho hace cincuenta años, aunque estaba más pálido y delgado. Pronto cambiaría eso. Ahora que podía estar cerca de él otra vez, lo cuidaría. Evan podría vivir el resto de su vida sin preocupaciones, como lo había planeado cuando era joven.

—Es posible que hayas sido uno de mis horrocruxes. Eso explicaría cómo es posible que pudieras ver a través de mis ojos y porqué puedo mandarte visiones. Tienes un trozo de mi alma dentro de ti. Durante todo este tiempo no supe nada al respecto, pero eso explica el por qué no pude matarte: porque estaría matando una parte de mí.

—Pero, ¿y la primera vez que intentaste matarme? Entonces no tenía un trozo de tu alma dentro de mí. Dumbledore me dijo una vez que fue el amor de mi madre lo que me salvó cuando se rehusó a hacerse a un lado.

Por la manera en que Evan lo miró, Voldemort estuvo seguro de que el chico sabía sobre los horrocruxes. Después de todo había sido en uno de los libros de su amante donde había encontrado por primera vez sobre dividir el alma.

—Evan, Evan, Evan…

—Harry— corrigió el muchacho con fuerza. Voldemort ignoró el tono.

Tendrían tiempo más que suficiente para figurar las cosas entre los dos más adelante.

—¿No has aprendido a no confiar en las palabras del vejete tonto? ¿Cuántas madres crees tú que se han interpuesto frente a la maldición asesina para salvar la vida de sus hijos? No estoy seguro del por qué sobreviviste esa noche, pero supongo que ya entonces tú te parecías mucho a Evan, y no lo intenté con ganas.

Parecía explicar también el dolor que Evan sintió cuando él bebió la poción. Su horrocrux habría querido regresar con él, pero probablemente después de estar tantos años en Evan, se había fusionado con su propia alma. No había duda en su mente de que el proceso había sido doloroso para el chico. También explicaba la reacción de su amante en sus encuentros anteriores. El trozo de alma trataba de regresar a su dueño mientras que el alma de Evan le impedía alejarlo.

—Di algo.

—¿Qué?

Evan ladeó la cabeza con una expresión inocente que envió su sangre al sur.

—Di algo en Pársel.

Reconoció la testaruda mirada en los ojos de Evan apenas comprendió.

—No entiendo por qué debo escuchar lo que dices.

Voldemort presionó su cuerpo contra el ajeno, y el mago más pequeño quedó atrapado entre él y la pared. Presionó sus labios con los de Evan en un beso dominante. Al principio el más joven luchó e intentó alejarlo. Pero lentamente dejó de protestar y comenzó a corresponder al beso.

El Señor Oscuro rompió el beso.

—Eres mío, Evan. Y mientras más pronto te des cuenta de eso, mejor será para ambos.

Evan lo miró con los ojos entrecerrados, vidriosos.

"Jódete"

Voldemort levantó una ceja. Al parecer Evan había mantenido la capacidad de hablar Pársel. Tendría que averiguar cómo más tarde. Ahora tenía cosas más importantes que atender.

—Me temo que estás equivocado, Evan. Tú serás el jodido. Quizá tengo que recordarte quién es el que da en ésta relación.

Voldemort ignoró la manera en que Evan palideció ante sus palabras. Sabía que era muy pronto para retomar su antigua relación, además las heridas del chico necesitaban sanar antes de poder hacer algo, pero eso no significaba que Evan le impediría lo que quería hacer.

En un movimiento cogió a Evan en brazos al estilo nupcial, y lo llevó de vuelta a la cama, ignorando la manera en que el otro intentaba golpearlo. Con su cuerpo de vuelta a los veinticinco años estaba más grande y más sano. Aunque su amante quisiera darle una buena pelea, él la ganaría con facilidad.

Gentilmente, pero con mano firme, acostó a Evan en la cama. Antes de que su amante tuviera la oportunidad de levantarse de la cama, Voldemort se le unió. Envolvió sus brazos alrededor del joven cuerpo, deteniendo afectivamente al otro de ir a ningún lado.

—¿Qué estás haciendo?

Evan sonaba aterrorizado mientras él enterraba su rostro en sus cabellos, respirando su aroma.

—Voy a dormir— dijo, aunque sólo era mediodía.

Evan necesitaba descansar y esa era la única manera en que, estaba seguro, su amante se quedaría en la cama. Además, ya había pasado demasiadas horas en el sofá y necesitaba dormir en su propia cama. Todo lo demás podía esperar.

El chico gruñó y se removió para liberarse.

—Suéltame.

—Cállate y duerme— exigió Voldemort apretándolo con fuerza antes de aligerar su agarre. No quería lastimarlo más de lo que ya estaba—. Dormiremos juntos como lo hacíamos antes. En ese entonces no tenías problemas con hacer esto.

Sonrió de medio lado cuando sintió el cuerpo de Evan relajarse contra el suyo.

—Esto no significa nada.

Voldemort sólo sonrió completamente y le dio un suave beso a Evan en el cabello antes de acurrucarse contra el costado del más joven y dormirse. Sabía que Evan no iría a ninguna parte ahora.

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—Así que…— dijo Crabbe siendo el primero en hablar desde que habían sido arrojados fuera de la habitación del Señor Oscuro.

Los gritos habían parado hace rato, pero ninguno se había atrevido a asomarse para ver si seguían con vida.

Los seis Slytherin estaban sentados alrededor de la chimenea encendida mientras sus padres y Severus estaban más allá, hablando en voz baja. Sin importar lo mucho que Draco esforzó sus oídos, fue incapaz de escuchar siquiera una sola palabra de lo que decían.

—Así que, Evan James y Harry Potter son la misma persona— continuó Crabbe después de una larga pausa, haciendo que Draco volviera su atención a él.

—Sí, Crabbe, eso es lo que hemos dicho todo este tiempo— respondió Pansy desde el regazo de Blaise.

—¡Pero Potter es nuestro enemigo y odia a nuestro Lord!— exclamó Goyle mientras Crabbe asentía.

—Sí. Y Evan debería ser muy viejo, después de todo él adoptó a Tom Ryddle.

Draco ya sentía el comienzo de una jaqueca. Algunas veces se preguntaba cómo esos dos habían logrado ser sorteados en Slytherin. Parecía como si estuviera tratando de explicarle algo a un Gryffindor. Decidió que trataría una vez más de explicarles todo, si tenía suerte quizá ellos comprendiera esta vez.

—Dumbledore intentó matar a Potter justo antes de que comenzaran las vacaciones de verano.

—Pero si Dumbledore lo mató, ¿por qué está vivo?

Crabbe abrió la boca para continuar la pregunta de Goyle, pero una mirada furiosa de Draco lo detuvo antes de ir más lejos.

—Pero como sabemos, las cosas no funcionan con Potter como se supone. Así que en lugar de matarlo, el viejo Dumbledore envió al Chico Dorado Gryffindor de vuelta en el tiempo, donde tomó el nombre de Evan James y adoptó a Tom Ryddle. ¿Me entienden ahora?—. Draco suspiró cuando los dos chicos asintieron ansiosos. Al menos ahora podía continuar—. El tío Severus ya nos dijo que el Señor Oscuro y Tom Ryddle son la misma persona. Así que Harry Potter es el amante del Señor Oscuro.

—¿Pero por qué el Señor Oscuro mataría a su amante?

Draco suspiró y se masajeó las sienes.

—El Señor Oscuro no sabía que Evan y Potter eran la misma persona.

—Pero ahora lo sabe— interrumpió Goyle.

—Sí— logró decir Draco con los labios apretados.

Crabbe asintió, pero se detuvo y frunció el ceño.

—Pero, si Potter es Evan, ¿por qué tiene la misma edad que nosotros?

Draco gruñó y se dio una palmada en la frente.

A veces, de verdad, se preguntaba por qué se molestaba en intentar explicarle algo a esos dos.

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