Capítulo 11

Capítulo Once

Tenía un horrible dolor de cabeza y se sentía como si lo hubiera arrollado una horda de hipogrifos.

—Así que estás despierto. Comenzaba a creer que el "Enervate" no funcionaría.

Se le congeló la sangre en las venas al escuchar la familiar y paternal voz que conocía de sus días de escuela. Pero bajo ese tono pudo distinguir el odio dirigido directamente hacia él.

Lentamente levantó la cabeza y miró unos brillantes ojos azules. Cuando intentó moverse se percató de que estaba atado a una silla y sus manos amarradas frente a él con tanta fuerza que le cortaba la circulación.

No quería que Dumbledore usara Legiremancia en él, así que rápidamente alejó la mirada. Nunca podía saber si alguien se colaba en su mente porque no era bueno en Oclumancia. En lugar de ello intentó mirar a cualquier lado menos a los ojos del director. Para su satisfacción, Harry notó que el viejo parecía haber activado varias de sus trampas mientras estuvo inconsciente.

—Buenos días, profesor. Me gustaría decir que es un placer verlo, pero sería una mentira— dijo Harry solemnemente y miró su mano que aun tenía la marca de detención con Umbridge. Los años provocaron que la cicatriz se desvaneciera, pero todavía era visible. Pensaba en ella como parte de su colección.

—Imagina mi sorpresa, Potter, cuando regreso a mi oficina después de una agotadora noche en el Ministerio, y te encuentro desmayado en mi piso arruinando mi alfombra con tu sangre. Añade a eso que toda mi oficina está llena de Merlín sabe qué.

Harry no pudo evitar abrir la boca pese a las consecuencias.

—Pero, profesor, pensé que le gustaban los calcetines. ¿No fue eso lo que me dijo en mi primer año?

—¡Chico idiota! ¿No entiendes nada? Nadie sabe qué estás aquí. Deberías temerme en lugar de intentar burlarte de mí— exclamó Dumbledore danto una fuerte palmada en el escritorio.

Harry observó interesado cómo el calcetín en la barba del viejo se movió.

—Comparado con Voldemort, usted es nada.

—¿Cómo se siente, Potter, saber que la persona que te amaba ahora está tras tu sangre? ¿Saber que nunca podrán estar juntos porque él querrá matarte debido a la profecía?

Los hombros de Harry cayeron. Se había olvidado de la profecía, aunque esa era la razón por la que Voldemort fue por primera vez tras él.

—Y ahora es el momento en que debe decirme que la profecía era falsa y que usted la inventó para darle esperanza a la gente— dijo Harry con el anhelo disfrazado en su voz.

—No, Potter. La profecía es verdadera, yo estaba ahí cuando fue dicha.

Harry sintió que sus esperanzas se aplastaban antes de que pudieran crecer. Agachó la cabeza, rehusándose a que el director viera las lágrimas en sus ojos.

—Supongo que no hay nada qué hacer al respecto. Pero se da cuenta de que soy yo el único que puede matar a Voldemort. Y para ser sincero, no tengo ganas de hacerlo.

Para su sorpresa, la noticia pareció no afectar al director.

—No importa. La profecía también le calza a Longbottom, y él será más fácil de manipular que tú. Pronto comenzaré a entrenarlo y lo proclamaré el Nuevo Niño Que Vivió. Haré creer a todos que tu familia desde el principio siguió al Señor Oscuro y que nos engañaron a todos usando magia oscura.

Harry sintió que se le detenía el aliento. Aunque no había conocido tan bien a Neville como hubiera querido, no le deseaba eso a nadie, menos al torpe pero gentil Gryffindor. Por las clases de Pociones, Harry sabía que el tímido chico no lidiaba bien con el cambio de ánimo y opinión del mundo mágico.

—Sólo hay un problema con tu plan, Dumbledore. Voldemort me marcó como su igual, no a Neville. No hay manera de que la profecía hable de él— refutó Harry con aire de suficiencia. Al parecer el director no había pensado las cosas bien.

—La misma noche en que tus padres fueron asesinados, los padres de Longbottom fueron torturados hasta la locura por Bellatrix Lestrange. Fue de esa manera en que Voldemort lo marcó también.

Harry parpadeó lentamente sin creer lo que escuchaba.

—Eres un maldito enfermo.

No pudo evitar estremecerse cuando Dumbledore, repentinamente, apuntó la varita en su dirección.

—Cuidaría mi lengua si fuera tú, Potter. Nadie sabe qué estás aquí; y si lo supieran, no levantarían un dedo para ayudarte. Ellos, todos, creen que apoyas al Señor Oscuro y eres malvado.

—Esa es una mentira. Sólo espera, algún día se enterarán de la verdad y tú estarás en graves problemas.

Habiendo tenido suficiente, Harry alcanzó su magia, estaba listo para hacer explotar a Dumbledore y terminar con todo eso. Sus ojos se abrieron cuando no encontró nada. No, no podía ser cierto. Podía sentir su magia, pero parecía fuera de su alcance. Por la manera en que Dumbledore lo miraba, tuvo la impresión de que el hombre sabía lo que sucedía.

—Como habrás notado, esas esposas que usas no son como las del mundo muggle. Contienen tu magia para que no puedas usarla contra otros. Fueron encontradas entre las cosas de Umbridge, junto a una pluma de sangre.

Sabiendo que Dumbledore esperaba algún tipo de reacción de su parte, Harry guardó silencio. No había manera en que le diera al viejo lo que quería.

"He esperado por este día durante muchos años. La última vez te maté muy rápido—. Harry se preguntó de qué vez estaba hablando Dumbledore. ¿La vez que lo mató en su oficina o la vez en la que él, Harry, mató a Grindelwald? Viajar en el tiempo era algo confuso—. No sé cómo sobreviviste, pero no cometeré el mismo error que la última vez. Eso será el pago por lo que le hiciste a Gellert.

Mientras Dumbledore hablaba, Harry mantenía los ojos en la varita. No confiaba en que el hombre no fuera a lanzarle algo mientras estaba distraído.

—¿Sabes qué? Grindelwald planeaba dejarte, así que desde mi punto de vista creo que deberías estarme agradecido en lugar de planear cómo matarme.

El rostro de Dumbledore comenzó a adquirir un interesante color que le recordó mucho a Harry cuando Vernorn se enojaba. El pensamiento le hizo estremecer. Pese a que se había vengado aún podía sentir el miedo que le provocaba su tío cuando era un niño.

—Te equivocas. Gellert me era fiel, jamás habría pensado en dejarme. Es una mentira, y voy a asegurarme de que lamentes tus palabras.

Harry entrecerró los ojos.

—¿Qué crees que puedes hacerme? Ya hiciste que mis amigos me dieran la espalda, no me interesan los Dursley, así que no me importa si les haces algo a ellos; y Voldemort ya quiere matarme. ¿Qué puedes hacerme que ya no me hayas hecho?

Harry dejó de gritar y jadeó pesadamente mientras Dumbledore se acercaba.

—Te haré sufrir como nunca has sufrido antes. Antes de que termine contigo, rogarás por la muerte, pero no encontrarás alivio en mucho tiempo. Todo es por el bien mayor, chico.

Harry no tuvo opción de esquivar el "stupefy" enviado en su dirección, el rayo rojo le dio directo en el pecho.

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El laboratorio de pociones de la Mansión Malfoy era muy similar al suyo en Spinner´s End, sólo que de mejor calidad. Sabía con seguridad que muchos de los Malfoy estuvieron interesados en el arte de preparar pociones, aunque sólo algunos pocos demostraron verdadero talento como para convertirse en Maestros de Pociones. Y aún era menos lo que lo lograron.

Una de las primeras habitaciones a la que Severus aprendió a llegar por sí solo era el laboratorio de Pociones. Habría sido la primera de no ser porque Lucius y Narcissa habían insistido en que conociera primero el dormitorio si quería conocer el laboratorio. A él no le molestó, después de todo amaba a los dos Malfoy tanto como amaba sus pociones.

Mientras Severus picaba los ojos de tritón para la poción del Señor Oscuro, no pudo quitarse la sensación de que algo estaba pasando. Lucius y Narcissa habían sido llamados la noche anterior y todavía no regresaban. Aunque odiaba admitirlo, no podía evitar sentirse un poco preocupado. Los tres estaban consientes de que quizá algún día uno no regresaría de una misión. Durante los últimos quince años fue él quien estuvo más en riesgo por trabajar directamente junto al enemigo.

Ser el que tenía que esperar el regreso de sus amantes no era un papel que Severus disfrutara. Prefería sentarse en una reunión de la Orden que estar arrestado en casa sin saber lo que sucedía.

Dejó caer los ojos en la poción burbujeante y observó cómo cambiaba de un verde ácido a un matiz mucho más ligero.

La última vez que estuvo en arresto domiciliario fue en su niñez. Y entonces había escapado de su casa y había ido a la de Lily y su familia a pasar unos días mientras su padre se calmaba. Ahora no tenía cómo escapar de la Mansión. Narcissa se aseguró de ello al ordenarle a los elfos que lo vigilaran diciéndoles que era porque él tendía a olvidarse de sí mismo cuando preparaba pociones. Era cierto, pero significaba que no podría marcharse mientras ellos no estuvieran.

Supuso que lo tenía merecido. Debió entregar a Potter a su lord cuando lo encontró fuera de las protecciones de la Mansión. Pero pensar en los ojos de Lily apagados tras la muerte, le había hecho imposible respirar, y había actuado antes de pensar las cosas. Debió decirle al Señor Oscuro que Potter estaba en su casa cuando el chico le contó su historia. Pero una vez más, Severus Snape había temido que Voldemort no se tomara el tiempo de escuchar lo que le decían.

Todo lo había hecho por Lily y hasta ahora no le había traído nada bueno.

Lanzó un hechizo de estasis al caldero y limpió a mano el desorden que había causado. Aunque sería más rápido y fácil con magia, o permitir que los elfos domésticos se encargaran, prefirió hacerlo así. Con sus amantes lejos no había nadie esperándolo fuera de la puerta, y le daba tiempo de pensar.

Suponía que su castigo pudo haber sido peor. Al menos estaba con sus amantes y podía preparar pociones. Si hubiera sido otra persona el que ocultó información, dudaba que hubiera salido con vida. En especial cuando se enteró de lo que Voldermort sentía por Potter. Seguramente le tomaría mucho tiempo volver a recuperar la confianza del Señor Oscuro.

Cuando estuvo satisfecho con su trabajo volvió su atención a la segunda poción en la que estaba trabajando. Era gris y más espesa que la otra. Se sorprendió cuando Voldemort le ordenó que continuara trabajando en la cura para Potter, pero decidió tomarlo como una buena señal. No había punto en sanar a alguien que estaba muriendo, a menos que quisiera seguir torturándolo.

Sin importar qué, esperaba que Potter fuera encontrado pronto. La primera poción que le había dado al mocoso sólo funcionaría un tiempo. Y conociendo a Potter y su suerte, iría en contra de su consejo y usaría magia. En el mejor de los casos tendría un ataque como los anteriores, en el peor podría yacer muerto en un lugar desconocido y jamás lo sabrían.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando un elfo doméstico apareció.

—El almuerzo está servido, travieso amo maestro de pociones Snape.

Severus fulminó con la mirada al elfo, pero éste desapareció antes de que pudiera decir nada. No había pasado mucho tiempo antes de que los elfos se dieran cuenta de que estaba dispuesto a usar su lengua contra ellos. Era una buena manera de liberar el stress.

Respiró profundamente y se aseguró de que ambas pociones pudieran estar solas por un tiempo. Después de almorzar probablemente tomaría un largo baño, algo que no tenía tiempo de hacer mientras trabajaba en Hogwarts. Al menos era una de las cosas buenas de no tener que trabajar o espiar. Tenía mucho más tiempo para ocuparse de sí mismo. Y mientras más se ocupaba de sí mismo, menos tenía a Narcissa sobre él.

Con su túnica negra flotando detrás, dejó el laboratorio de pociones. Esperaba que sus amantes regresaran pronto y, si tenía suerte, le traerían buenas noticias.

Pese a la armada de elfos domésticos que vivían en la Mansión, Severus no se encontró con ninguno en su camino. Tampoco vio a ningún mortífago, pero no le sorprendió. Con la posibilidad de que el Ministro visitara el lugar, no sería prudente que los mortífagos anduvieran libres por ahí.

Al menos no tenía que temer que Dumbledore viniera por una visita. El Director de Hogwarts evitaba este lugar lo más posible. Rumores decían que era por el baile que los Malfoy tenían cada año. Algo sucedió en el tiempo del abuelo de Lucius, cuando Evan James, también conocido como Harry Potter, había estado allí

Aunque no sabía lo que había sucedido, Severus estaba seguro de que debió ser grandioso.

Como si sus pies tuvieran voluntad propia, se encontró frente al retrato de Mortimus. Severus no se había molestado en aprender el verdadero nombre del lord cuando el retrato le dejó claro que prefería que lo llamaran Mortimus.

—¡Severus! No te he visto hace tiempo. ¿Has decidido salir? Quiero ver si puedo ganar la apuesta sobre si eres un vampiro o no.

Severus no comprendía cómo Lucius podía estar relacionado con ese hombre. Mortimus no actuaba para nada como debía hacerlo un lord sangrepura.

—No, no esta vez. Me han dicho que el almuerzo está listo, y ya que las pociones en las que trabajo han llegado a un punto en que no necesitan toda mi atención, he decidido ir al comedor.

—Oh, ¿pero podrías salir afuera aunque sea por un breve momento? Si te vuelves ceniza gano la apuesta.

Severus levantó una ceja, inseguro de cómo reaccionar a eso.

—Ya veo. Que tengas un buen día, Mortimus. Tengo que marcharme antes de que un elfo aparezca y me arrastre.

El antiguo lord Malfoy asintió lentamente.

—Sí, esos elfos domésticos pueden ser bastante insistentes. Antes de que te vayas, ¿podrías decirme lo que sucede? Narcissa y Lucius se han negado a decirme nada.

Severus maldijo suavemente. Mortimus y Potter habían sido buenos amigos cuando el primero aún vivía. ¿Cómo reaccionaría la pintura al saber que Evan y Potter eran la misma persona? Era asombros que sus dos amantes hubieran logrado mantener el secreto hasta ahora. Mortimus tenía la peculiar habilidad de averiguarlo todo. Severus tenía la sensación de que algo tenía que ver su ahijado en ello. Tendría que tener una conversación con Draco sobre espiar a la gente por órdenes de un familiar loco. Aunque fuera un retrato.

—Desafortunadamente no. Desde que el Señor Oscuro me ordenó trabajar en la poción no he sido invitado a ninguna reunión donde se difunda información.

—Es una manera muy Slytherin de responder mi pregunta, Severus. Lo dejaré ir por ahora, pero quizá te gustaría explicarme cómo una poción va a regresarle su antiguo cuerpo a Voldemort.

Aunque Mortimus nunca fue seguidor de Voldemort, sí le era leal a su familia. Eso podría ser dicho de todos los Malfoy. Además, pociones era un tema que podría hablar por horas a menos que alguien lo detuviera.

—La poción que me ordenó hacer el Señor Tenebroso no sólo restaurará su cuerpo. Para que los efectos sean duraderos tuve que hacer unos cambios en una poción ya existente. Cuando el Señor Oscuro beba la poción obligará a todos los trozos de su alma a volver a su cuerpo, así que volverá a ser un hombre completo. Es necesario, ya que el proceso para realizar los horrocruxes destruyó su cuerpo en primer lugar.

Severus no pudo evitar sentirse un poco orgulloso de sí mismo. No era una poción fácil, ni siquiera para un maestro de pociones. Se necesitaba mucha experiencia para hacerla, podía nombrar a varios maestros que no lo lograrían, incluso algunos eran seguidores de Voldemort.

Había una razón por la que él era el Maestro de Pociones más joven de la historia.

—Te dejaré ir ahora. Los elfos domésticos probablemente se están preguntando dónde estás—. Severus asintió y se giró para marcharse—. Siempre he creído que el negro es un color muy feo.

Severus sintió que una cubeta con algún tipo de fluido fue vaciada sobre él, y la sustancia lo cubrió de pies a cabeza.

—¿Qué hiciste?— logró preguntar apenas. No era la primera vez que el retrato de Mortimus le hacia una broma, y temía descubrir lo que le había hecho esta vez.

—Digamos que he decidido hacer tu vida más colorida. No te preocupes, se quitará con el tiempo… creo.

Severus se miró y sus negros ojos se abrieron. Su piel estaba cambiando de color cada tantos segundos.

—Apenas descubra qué es lo que te permite hacer magia voy a encontrar una manera de contrarrestarla— bufó sin muchas ganas.

Ambos sabían que jamás haría algo para lastimar el retrato. A demasiada gente le agradaba el viejo Malfoy. Amaban al retrato aunque él a menudo no comprendía por qué.

La risa de Mortimus siguió a Severus hasta el comedor donde un nervioso y sorprendido elfo doméstico lo esperaba. Por suerte el elfo no fue tan estúpido como para comentar el color cambiante de su piel. Severus dudaba poder sobrevivir si tenía que explicarle a Narcissa porqué otro de sus elfos domésticos había desaparecido cuando había sólo una persona viviendo en su mansión.

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Cuando Harry despertó el suelo de piedra fue lo primero que vio, estaba helado hasta los huesos. Maldiciendo en voz baja obligó a su adolorido cuerpo a sentarse, haciendo una mueca cuando se movió. Se preguntó cuánto tiempo llevaba en el suelo. Todo el lado izquierdo de su cara estaba adolorida o dormida. Cuando lentamente enderezó su espalda, escuchó múltiples "crack".

Miró alrededor y descubrió que estaba en algo como la celda de la mansión Malfoy. Probablemente Dumbledore lo había puesto ahí. Después de todo el mundo pensaba en él como muerto, y el viejo querría lidiar con él por sí mismo.

Por ende, Harry supuso que aún estaba en Hogwarts. El castillo había sido construido hacía mil años, no era sorprendente que hubiera calabozos.

Su estómago gruñó recordándole que había pasado mucho tiempo desde que comió por última vez. Pero ya que no había ventana no tenía idea de qué hora era, y aunque fuera así no sabía cuánto estuvo inconsciente. El sonido de su estómago hizo eco en las paredes a su alrededor, y lo hizo sonar más fuerte de lo que fue en realidad. Sonaba como un animal y Harry sonrió. Con todo lo que había vivido no le sorprendía que hubiera una especia de monstruo en las mazmorras de Hogwarts.

Se apoyó contra la pared y cerró los ojos, sintiéndose cansado pese al hecho de que apenas había despertado. Una vez más intentó alcanzar su magia, sólo para no encontrarla. Podía sentirla, pero no conseguía que hiciera su voluntad.

Maldijo en voz alta.

Las esposas alrededor de sus muñecas aún bloqueaban su magia, y a menos que pudiera sacárselas sería menos que un muggle. Ese no era un pensamiento agradable dada la situación.

Por suerte aún tenía su collar. Si iba a morir al menos lo haría con él. Esa era la única cosa buena en la que podía pensar en esos momentos. Era improbable que Dumbledore no hubiera intentado sacarle la joya. Probablemente el director lo habría intentado mientras él estaba inconsciente. Por suerte había puesto una protección que le daba un choque eléctrico a cualquiera que quisiera tocarlo sin permiso. Era una buena lección para que nadie se metiera con sus cosas.

El sonido de voces que llegaba a su dirección provocó que Harry se enderezara con rapidez. Golpeó su cabeza contra la pared tras él. Justo lo que necesitaba: gente que lo mirara como si estuviera en un zoológico. Quizá ello podría trabajar a su favor si conseguía que alguien lo dejara salir o le quitaran las esposas que aún bloqueaban su magia.

Al acercarse los pasos, Harry intentó ponerse de pie sin éxito. Su cuerpo estaba entumido por el frío.

Una fuerte luz iluminó sus alrededor, haciendo que sus ojos se llenaran de lágrimas. Parpadeó varias veces para aclarar su vista, y cuando finalmente pudo ver se encontró con Hermione y Ron parados al otro lado de la reja.

Harry miró a sus amigos con inseguridad. No quería nada más que sonreír y saludarlos, pero la celda le recordó demasiado por lo que había pasado. ¿Podía confiar en ellos?

No habían cambiado mucho desde que los había visto en el Callejón Diagon. Ambos vestían el uniforme de Hogwarts, cosa que confirmaba su teoría de que aún estaba en el castillo. Era poco probable que Dumbledore los sacara del colegio en medio del año escolar.

Hermione estaba parada a lado de Ron y miraba a todos lados menos a él. Era como si tuviera miedo de mirarlo a los ojos. Harry respiró profundamente, era tiempo de actuar. Esperaba que funcionara y pudiera salir pronto de allí.

Sonrió.

—¿Creen que podrían dejarme salir?

Se levantó y cojeó hasta los barrotes. Su cuerpo comenzó a pinchar cuando la sangre recorrió su cuerpo. Ambos lo observaban desconfiados.

—¿Harry?

La voz de Hermione tembló ligeramente al mirarlo.

Ninguno de los dos lucían como la vez anterior. Harry se preguntó cuál parte de ellos eran una farsa. ¿Acaso escondían sus verdaderas emociones a Dumbledore? Quizá tendría suerte y no perdería a sus amigos.

Levantó la mirada para mirarlos a los ojos.

—Por favor, sáquenme de aquí— pidió casi quejándose, aunque se dijo a sí mismo que nunca haría algo así.

Su corazón se hundió cuando Ron sonrió de medio lado. Eso no prometió nada bueno para él.

—Dumbledore nos advirtió que intentarías convencernos de liberarte.

Sus ojos verdes recorrieron los rostros de sus dos amigos. Ron tenía una expresión satisfecha, Hermione se mordía los labios.

—¿Dumbledore los envío aquí o bajaron sin su permiso?— inquirió fríamente y sin emoción. Ayudaba haber pasado tanto tiempo con un Malfoy. Se podía aprender algo de ellos.

Ron lo fulminó con la mirada.

—Dumbledore nos dijo que usaste magia oscura para sobrevivir. Fue una estupidez que regresaras. Por suerte, Dumbledore es demasiado poderoso para ti, Potter.

Harry ignoró al pelirrojo y miró a Hermione, que todavía no decía nada. No podía recordar ni una sola ocasión en que Hermione dejara a Ron guiar toda la conversación. Pero al parecer mucho había cambiado mientras no estuvo.

—¡Escúchame cuando te hablo!— exclamó Ron.

Harry giró lentamente su cabeza y lo miró a los ojos.

—No me gusta que me griten, Weasley. Ya no somos amigos, como claramente declaraste al usar mi apellido. Y ya que no somos amigos me gustaría que me dejes en paz, no tenemos nada de qué hablar. Pero si estás dispuesto a responder mis preguntas te permitiré quedarte; si no, te deseo un buen día—. Cuando ninguno de los dos se movió, Harry continuó fulminándolos con la mirada— ¿Dónde está Dumbledore?

Una vez que saliera de ahí se aseguraría de que el viejo recibiera su merecido.

—Está afuera, ayudando a la gente. Después de todo, alguien tiene que salvarnos de Voldemort. No creo que un traidor como tú entienda el significado de eso. Así que responde a mi pregunta: ¿cómo sobreviviste a la maldición asesina otra vez? En esta ocasión no hubo nadie que se sacrificara por ti.

Cansándose de escuchar a Ron, Harry le dio la espalda al dúo y caminó hacia la pared más alejada. Dumbledore probablemente los había enviado para mostrarle que estaba verdaderamente solo. Probablemente creía que su opinión le importaba

Aunque odiaba admitirlo, en realidad le importaba. Pero no les mostraría cuánto. Su tiempo lejos le había enseñado eso. Si esto hubiera sucedido antes de que Harry viajara en el tiempo probablemente ya les habría dicho todo lo que quisieran saber sólo porque se lo habían preguntado. Pero vivir con Tom le había enseñado un par de cosas; sólo tenía que recordarlas antes de lanzarse de cabeza sin pensar en las consecuencias.

Se dejó caer por la pared y contuvo un gemido. Suponía que estaría adolorido por un tiempo. Era dudoso que Dumbledore hubiera puesto una cama en su celda para hacerla más cómoda, tendría que conformarse con el suelo.

Cerró los ojos y dejó de prestar atención a las palabras de Ron. Ni siquiera era una amenaza para él. Como le había dicho a Dumbledore: ¿Qué podían hacerle que no le hubieran hecho ya? La única cosa buena en la que podía pensar era que pronto todo terminaría. La poción de Snape ya no funcionaba así que la enfermedad progresaría. Suponía que un día simplemente perdería el conocimiento y no despertaría más.

En esos momentos eso le parecía una bendición.

Tenía un nudo en el estómago. Ya no eran amigos. Si lo fueran, Ron y Hermione estarían intentado liberarlo en lugar de culparlo por cosas que no tenía idea. Al parecer la vida siempre sería injusta con él.

—Vamos, Hermione. Es obvio que se cree demasiado bueno para nosotros, ni siquiera contesta nuestras preguntas— dijo Ron con un resoplido y se marchó antes de que la chica tuviera oportunidad de responder.

Harry abrió un ojo y miró a Hermione. Por primera vez la encontró mirándolo y le dio una débil sonrisa para animarla. No tenía idea de por qué lo hizo. Por lo que sabía, Hermione era igual que Ron, pero ella no lo había culpado de nada hasta ahora. Por otro lado, tampoco había hecho nada para defenderlo cuando Ron comenzó a gritarle.

Se observaron en silencio hasta que los pasos de Ron desaparecieron. Ella abrió la boca varias veces, pero al parecer no encontraba las palabras. Si hubiera sido otra la situación, Harry lo habría encontrado divertido. No podía recordar ni una sola ocasión en la que Hermione hubiera tenido problemas encontrando palabras.

—¿Sabes? Tenía mis dudas— habló ella al fin en voz baja y fue difícil oírla. No hablaba para nada como la chica que había visto por última vez—. Al principio no le creí a Dumbledore cuando nos dijo que te habías vuelto oscuro. Quiero decir, desde que te conocí en el tren nunca hubo una señal de que apoyarías a Quien Tú Sabes. Después de todo, él fue quien mató a tu familia. Pensé… no sé qué pensar. ¿A dónde fuiste?— preguntó limpiándose las lágrimas— ¿A dónde se fue el niño que solía molestarme pidiéndome la tarea porque había olvidado hacer la suya? ¿A dónde se fue el niño que me defendía de aquellos que me llamaban "sangresucia", aunque eran más grandes y fuertes que él?

Harry giró el rostro, incapaz de mirar a Hermione a los ojos.

—Aunque te lo dijera, no lo creerías, Hermione. Tú, Ron, Todos los demás, son demasiado inocentes. No tienen idea de lo que la guerra hace a las personas, cómo las cambia. Aunque uno no tome parte directamente, todo cambia— dijo él, mirándola brevemente—. Lo creas o no, Hermione, maduré. Sólo espero que ustedes lo hagan antes de que sea demasiado tarde. Recuerda que sólo porque alguien es poderoso, no significa que siempre tendrá la razón o que no conoce la diferencia entre el bien y el mal. No todo es blanco o negro—. Sabía que ella le observaba, queriendo escuchar más, aunque probablemente no le gustaba lo que estaba diciendo sobre el director. Pero ya que ella todavía no protestaba por lo dicho, Harry se permitió un pequeño destello de esperanza. Quizá no había perdido a todos sus amigos—. Si nuestra amistad alguna vez significó algo para ti, Hermione, me ayudarías a salir de ésta celda.

—¿Y qué harás cuando salgas?

—Matar a Dumbledore— contestó tajante. No vio razón para no ser honesto.

Ella estuvo en silencio bastante tiempo.

—No creo que pueda hacerlo, Harry. Lo siento.

Harry la fulminó con la mirada.

—Entonces vete, y no esperes que te ayude cuando todas las estrellas ardan a tu alrededor.

Ella asintió y se marchó, arrastrado los pies.

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Harry supuso que habían pasado unas horas desde que Hermione se marchó hasta que recibió otra visita. En la celda era imposible saber qué hora era sin magia o ventanas.

Lo único que le indicó que había pasado el tiempo era que ya no tenía hambre. Su estómago se sentía entumecido, como si hubiera vuelto donde los Dursley y no hubiera sido alimentado. Sólo que esta vez no había paquetes enviados por sus amigos con comida para asegurarse de que no muriera de hambre.

Al abrir los ojos lo primero que vio fue una brillante túnica purpura con verde limón. Conociendo solamente a una persona que vestía de tal manera, Harry lo fulminó con la mirada mientras se enderezaba para no estar con la espalda apoyada contra la pared. Sin importar lo que hiciera mientras estuviera en esa celda, estaría helado.

No necesitó mirar más que la túnica para saber quién lo observaba.

—¿Cuánto tiempo crees que podrás mantenerme aquí?

—Lo que sea necesario. Verás, encontré algo interesante mientras no estabas, Potter—. Harry no pudo evitar estremecerse, algo le dijo que no le agradaría lo que Dumbledore estaba a punto de decirle—: Hay una razón por la que Voldemort no murió después de atacarte. Creo que él hizo varios horrocruxes.

Harry frunció el ceño. Recordaba haber leído sobre ellos en uno de los libros que le había prestado Mortimus.

—Tom nunca haría algo así.

—Después de tu muerte, Ryddle cambió bastante, pero sólo yo vi a través de su farsa de estudiante perfecto. Después de todo, uno nunca puede confiar en un Slytherin.

Harry cerró los ojos por un breve momento para calmar sus pensamientos. Un horrocrux era un objeto en el que un mago o bruja oscuros escondía un fragmento de su propia alma con el propósito de conseguir la inmortalidad. Como Dumbledore decía, explicaba perfectamente bien cómo Voldemort había vuelto a la vida después de supuestamente morir.

Abriendo los ojos una vez más, Harry miró al director.

—En ese caso, no tienes opción de ganar esta guerra. ¿Sabes cuántos ha hecho? No hay manera de que los encuentres todos. Y aunque lo hicieras, tendrías que encontrar una manera de derrotarlo— replicó sintiéndose satisfecho.

—Pero ahí es donde te equivocas. Tú ya destruiste uno de ellos.

Harry sintió que la sangre dejaba su cabeza.

—¿Qué… qué quieres decir?

—¿Recuerdas el diario? Era un horrocrux.

Harry sintió como si alguien lo hubiera golpeado. Sabía que no podría haber dejado morir a Ginny, pero pensar en que había matado una parte de Tom le dolió más de lo que había creído. Lo menos que podía hacer era asegurarse de que Dumbledore no pudiera hacer más daño del que ya había hecho.

—Sólo espera, Dumbledore. Cuando me quite estas esposas, vas a lamentarlo. Y no vas a ganar esta guerra.

—Eso lo veremos.¡Crucio!

Un increíble dolor recorrió el cuerpo de Harry. Cayó al suelo, temblando incontrolablemente mientras sentía cómo si mil cuchillos ardientes e invisibles perforaran su piel. Apretó con tanta fuerza los dientes que creyó que se le quebrarían.

Quería gritar y quizá lo hizo. No estuvo seguro. La única cosa en la podía enfocarse era el dolor que estaba sintiendo. Se retorció por el suelo mientras la maldición seguía su curso. Parecía que le explotaría la cabeza.

De repente, antes de que el dolor causara que perdiera el conocimiento, la maldición fue levantada. Harry yacía de costado, respirando como si hubiera corrido mil millas sin descanso.

—¿Todavía crees que se preocupa por ti? Piensa en esto: Voldemort no quiere nada más que matarte. Quizá estará dispuesto a terminar la guerra si te entrego. De esa manera serás torturado por aquél a quien veías como familia. ¿Qué piensas de eso, Potter? Sé que disfrutaré cada momento de ello.

—Sí, pero eres un masoquista.

Esta vez no se sorprendió cuando llegó el dolor. Lo había esperado y había planeado que Dumbledore reaccionara así. Cualquier cosa sería mejor que escuchar al viejo hablar sobre Tom. Aunque el sentir la maldición lo hizo odiarse y maldecirse por causarse eso, no pudo evitar sentirse orgulloso de sí mismo. Dumbledore podía hacer lo que quisiera. No se doblegaría o pediría clemencia. Ni muerto. Ni aunque muriera le daría al viejo la satisfacción de tener lo que quería.

Estaba en el cielo cuando el dolor se detuvo. De repente era muy cómodo yacer en el frío suelo de piedra. No podía quejarse.

El único sonido que se escuchaba era su respiración. No le importaba. Lo único que sabía era que el dolor se había detenido, y eso era lo más importante.

—Tal vez esto te enseñe modales, Potter. Vas a quedarte aquí por mucho tiempo. Una vez que termine contigo no podrás recordar ni tu nombre. Lamentarás haber matado a Gellert. Me aseguraré de pagarte con intereses.

Harry sabía que Dumbledore seguía hablando, pero la voz desapareció y sólo vio oscuridad.

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—Gatito, gatito, gatito— llamaba Crabbe mientras intentaba mirar dentro de una armadura.

Draco rodó los ojos ante las acciones de Crabbe, aunque no podía decir que Goyle estuviera haciéndolo mejor. El chico estaba de rodillas mirando bajo una alfombra en espera de encontrar al gatito perdido.

Habían despertado temprano ante los gritos de Pansy. No les tomó mucho tiempo averiguar la razón de aquello.

Draco casi lamentaba haber encontrado al gatito y llevarlo con él a Hogwarts. Si no hubiera sido así ahora estaría dormido en su cálida cama en lugar de vagar por el castillo buscándolo. Claro que había sido la única manera para que Pansy dejara de molestarlos a todos.

—Chicos, dudo que Beleza esté escondido en estos lugares.

Los dos chicos lo miraron como si no comprendieran de qué estaba hablando. Por lo que Draco sabía ese podía ser el caso.

—Pero Pansy dijo que debíamos buscar en todos lados— dijo Crabbe, Goyle asintió.

—Sí, y Pansy da miedo si uno no hace las cosas como ella las quiere.

Draco suspiró y pasó una mano por su cabello.

—Lo sé, pero dudo que Beleza esté ahí. Quizá el gatito encontró la cocina y en esos momentos se está dando un banquete auspiciado por los elfos domésticos.

Cuando encontraron que Beleza había desaparecido Pansy les había ordenado que buscaran al gatito. Ella temía que algún Gryffindor lo hubiera encontrado y estuviera torturándolo en esos momentos. Claro que ella había ido a buscarlo con Blaise y a él lo había dejando con Crabbe y Goyle. Por lo menos así tenía quien buscar en los lugares sucios, pero aún así deseaba que no obedecieran tan seriamente las ordenes de la chica de buscar en todas partes.

—Oye, Draco, ¿qué tan viejo puede llegar a ser un gato?— preguntó Crabbe interrumpiendo sus pensamientos.

—Dieciséis o quizá hasta veinte sí su dueño lo cuida muy bien.

—¿Pero Beleza no era la mascota de Ryddle?— continuó Crabbe mientras Goyle asentía con entusiasmo.

—Sí, eso lo haría tener más de cincuenta años de edad. Me pregunto cómo ha logrado vivir tanto y aún seguir siendo un gatito.

—Yo tengo una idea—. Draco le hizo un gesto a Crabbe para que continuara. Ya podía sentir que le comenzaba a doler la cabeza, entre más pronto terminaran con todo eso más pronto tomaría una poción para el dolor—. Tengo una idea.

—Ya dijiste eso.

Crabbe no dejó que el tono de Draco lo molestara.

—Cuando encontremos a Beleza se lo entregaremos al Señor Oscuro. Él quiere vivir para siempre, y el gatito quizá quiera compartir sus secretos con él.

—Estoy seguro que si Lord Voldemort le da un poco de leche estará feliz de contarle. Mi hermana tiene un gato y ama la leche.

Draco estaba a punto de gritarle a los chicos por su estupidez cuando el sonido de voces elevadas alcanzó sus oídos. Hizo una seña para que guardaran silencio y lo siguieran. Por suerte Crabbe y Goyle estaban acostumbrados a seguir sus órdenes sin hacer preguntas. Eran felices siempre y cuando no tuvieran que pensar nada más complicado de que tendrían para cenar.

La parte de Hogwarts en la que estaban ya no era usada, pero estaba tan limpia como cualquier otra parte del castillo. Draco suponía que era porque algunas parejas decidían pasar algo de su tiempo a solas en esos lugares. Eso o los elfos domésticos no soportaban la suciedad en ninguna parte donde trabajaban.

Pero los sonidos provenientes de algún lugar en la oscuridad no parecían ser de dos personas amándose. Sonaba más como gritos de dolor.

Los tres Slytherin avanzaron furtivamente. Draco fue capaz de moverse más rápido y en silencio mientras que Crabbe y Goyle lo seguían de cerca. Sabían muy bien que no podían dejar a su líder vagar por sí solo.

Draco se preguntó qué había causado esos gritos de dolor, y por qué estaba caminando en la dirección de donde provenían. Él era un Slytherin, no un Gryffindor. Pero el Slytherin en él quería saber qué estaba sucediendo. Muchas criaturas habían estado dentro de esas paredes mientras había sido alumno de ese colegio. Un perro de tres cabezas, si se podía confiar en los rumores, un troll y un basilisco. Si averiguaba que Dumbledore había permitido la entrada de otra criatura le daría pie a su padre para poder despedir al viejo.

No le tomó mucho llegar a un lugar donde pudo ser capaz de ver lo que sucedía. Cuando Draco captó la escena tuvo que cubrirse la boca con una mano para no decir algo que delatara su posición.

Ronald Weasley estaba parado en medio del mal iluminado pasillo frente a lo que parecía una celda. Ya que Hogwarts había sido construido hace mil años, Draco no se sorprendió que existieran celdas. Seguramente era una manera de castigar estudiantes en otros tiempos. El pelirrojo bajó la varita después de terminar su hechizo. Draco deseaba haber oído cuál había sido para saber qué sucedería.

Un grito de dolor alejó su atención de la Comadreja. Potter yacía en el suelo del otro lado de los barrotes. Su piel estaba pálida y su ropa hecha pedazos haciéndolo lucir en harapos. El cabello negro le llegaba hasta las caderas y estaba sucio con tierra y algo que se veía pegajoso.

Lo que lo sorprendió más aparte de ver al niño maravilla con vida era la sangre que ahora salía de heridas que repentinamente habían cubierto el cuerpo del chico. Conocía esa maldición, era una que Severus había creado en su época de estudiante. Severus se la había enseñado en caso de que alguna vez necesitara defenderse, pero Draco nunca había visto en realidad cómo funcionaba.

"Sectumsempra" trabajaba como una espada invisible que cortaba al objetivo repetidamente. Los cortes parecían seguir los movimientos de la mano de quien la lanzaba y, al parecer, La Comadreja no se había contenido. La cabeza del chico de cabellos negros cayó hacia atrás y el pelo se hizo a un lado dejando su frente descubierta.

—Draco… ¿ese no es…?

El rubio cubrió la boca de Goyle antes de que pudiera decir otra palabra. No quería que La Comadreja se enterara de que no estaba solo hasta haber descubierto lo que pasaba. Sus ojos recorrieron al jadeante Potter. El chico era un desastre, eso estaba claro. Desde donde se encontraba, las heridas se veían feas, pero no podía opinar más hasta verlas de cerca.

—¿Te gustó eso, Potter? La encontré en un libro de Pociones que me prestó el profesor Slughorn. La inventó alguien llamado "Príncipe Mestizo". Quien fuera el tipo sabía lo que estaba haciendo.

A Draco le molestó oír a La Comadreja hablar así de su padrino. Severus había inventado el hechizo para defensa propia, no para ser usado de esa manera, aunque podía entender su utilidad.

Decidió que no podía seguir mirando aquello. Le lanzó un "stupefy" a La Comadreja y salió de su escondite.

—¿Qué están esperando ustedes dos? ¡Ayúdenme a abrir los barrotes para que podamos sacarlo de allí!— les dijo con fuerza a Crabbe y Goyle, que se habían quedado quietos con la boca abierta. El grito los sacó de su trance y se apresuraron a ayudarlo.

Cansándose de intentar abrir la celda manualmente, Draco sacó su varita. Sabía que el profesor Dumbledore probablemente había puesto hechizos que lo alterarían si algo como esto pasaba. Eso significaba que tendrían que dejar el colegio. Dada la situación eso no lo perturbaba ni un poco. Draco sabía que muchos Slytherin lo seguirían después.

Sin esperar que el polvo de la explosión se asentara, Draco se dirigió de inmediato a lado de Potter. Detuvo a Crabbe cuando éste intentó levantar al chico.

—Sólo dame un momento y nos iremos— dijo, después respiró profundamente y lanzó un hechizo que detuvo el sangrado, y otro para asegurarse que las heridas de Potter no empeoraran. Luego se hizo a un lado y permitió que Crabbe levantara la figura de Potter.

Al parecer Potter estaba totalmente inconsciente, cosa que probablemente era lo mejor. Draco podía con facilidad imaginar el dolor que Potter debía estar pasando. Parecía que La Comadreja no sólo había usado "sectumsempra". Por la manera en que su cuerpo se retorcía cada cierto tiempo, parecía que también había usado la maldición Cruciatus.

—Vámonos antes de que alguien nos encuentre.

Draco tomó la delantera mientras Crabbe lo seguía de cerca y Goyle tras ambos. De esa manera se aseguraban de que Potter estuviera protegido de ataques. El rubio frunció el ceño. No estaba seguro del por qué había querido proteger a Potter. En su mayoría era porque quería respuestas. ¿Por qué Ron Wealey había torturado a su mejor amigo? ¿Por qué Dumbledore clamaba que Potter estaba muerto y era malvado cuando era obvio que no era cierto? Había muchas preguntas, y todavía no tenía la respuesta a ninguna de ellas.

Potter tenía las respuestas, y Draco lo mantendría con vida hasta encontrarlas. Tenía que entregarle al chico a su lord. De eso no había duda. Sería hombre muerto si lo escondía y luego él se enteraba.

Decidió que se preocuparía por eso después. Ahora tenía que enfocarse en una manera de salir del colegio. No sabía si lo imaginaba, pero creyó oír a gente corriendo por los pasillos.

No estaba seguro por qué, pero la suerte parecía estar de su lado y Draco fue capaz de guiarlos hasta una entrada secreta que Salazar Slytherin había construido en caso de que alguna de las serpientes necesitara un rápido escape. Draco estaba seguro de muy pocos sabían sobre esa entrada.

Draco se detuvo frente a la gran estatua de una serpiente.

—Los Slytherin son mejores y los Gryffindor son idiotas— dijo observando cómo la estatua siseó antes de hacerse a un lado, dejando a la vista la entrada a un angosto túnel. Miró dentro con el ceño fruncido—. Justo tenía que ser el día que estoy usando mi túnica nueva.

Lo demás que tenía planeado decir fue interrumpido cuando escucharon pasos rápidos que venían en su dirección. Al parecer alguien había descubierto que Potter ya no estaba en la celda.

-Mejor nos vamos. Dudo que estén felices de encontrarnos, esa es una fiesta en la que no quiero estar— murmuró a sus amigos mirando la inerte figura de Potter.

La única prueba de que estaba con vida era el leve movimiento de su pecho. Si no fuera por eso creería que estaba muerto.

Al oír que los pasos se acercaban con rapidez Draco entró en el pasaje, seguido de cerca por los otros dos Slytherin. Apenas Goyle entró, la estatua recuperó su posición tapando la entrada.

Draco lanzó un lumus, quería ver hacia donde se dirigían. No tenía idea donde terminaría el pasaje, pero ojalá fuera en algún lugar seguro. Una vez que saliera vería qué hacer.

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