Capítulo 10
Capítulo 10
Harry recordó que una vez en la escuela primaria un profesor le dijo a la clase que el hogar está dónde está el corazón. En ese entonces supo que nunca encontraría un hogar con los Dursley, pese a lo mucho que lo deseara. Durante un tiempo pensó que Hogwarts era su hogar, pero mayormente era el castillo, no la gente en él. No había pasado el suficiente tiempo en La Madriguera y Grimmauld Place era, simplemente, demasiado escalofriante.
El único lugar que podía llamar hogar era la casa en la que se encontraba, pero sin Tom y Nagini no era lo mismo. Harry suspiró y pasó una mano por su cabello aun mojado por el baño que recién había tomado. Sabía que Hubert lo observaba, el fantasma sólo lo dejó a solas cuando entró al baño, y solamente porque le había prometido no desaparecer mientras estaba allí. Si hubiera sabido que su desaparición tendría semejante efecto en el fantasma habría regresado antes, aunque pensaba que unas semanas de diferencia no habrían hecho alguna diferencia.
La casa estaba casi en el mismo estado en que la había dejado. El cuerpo de Ares no estaba, pero un tour por el jardín lo llevó a una pequeña lápida bajo un árbol donde la lechuza negra a menudo descansaba cuando estaba viva. Era un lugar adecuado para Ares, y si estuviera viva ahora, él, Harry, estaba seguro de que ella estaría agradecida por lo que habían hecho con su cuerpo.
Unas cuantas cosas habían desaparecido de la casa. Las cosas de Tom y algunas de él. Harry suponía que Tom se las llevó cuando tuvo que regresar al orfanato. Su baúl no estaba, pero no se preocupó; los hechizos en el baúl impedirían que cualquier persona lo abriera, así que Voldemort no había podido sacar su capa o el mapa. Aparte de eso la casa lucía tal y como la había dejado aquél día.
Parecía que una tormenta hubiera pasado por el lugar; sólo unas cuantas cosas habían sido movidas, aunque Harry sospechaba que había sido para que Tom pudiera moverse por la casa. No había razón para que el chico limpiara el lugar si volvería al orfanato.
Hubert le había dicho que nadie, excepto Tom, había visitado la casa debido a las protecciones.
Al parecer Hubert no había estado tan solo como había creído. Durante sus últimos cursos en Hogwarts Tom lo visitaba con regularidad con el fin de que el fantasma no se sintiera tan solo. Después de su graduación había regresado unas cuantas veces; normalmente el día en que Harry lo había adoptado, el cumpleaños de Harry, y en la fecha de su supuesta muerte. Pero hacía quince años que Tom no había regresado y Hubert asumió que había muerto. Harry sabía lo que había sucedido, pero no tenía corazón para decirle la verdad al fantasma.
Hasta ahora Harry había evitado hablar con Hubert del porqué desapareció durante todos esos años. No podía contarle sus planes, suponía que el fantasma le impediría marcharse. En el peor de los casos lo volvería a poseer, cosa que Harry no quería experimentar de nuevo. Una vez había sido más que suficiente para él.
Ello aún lo dejaba con el problema de cómo salir sin que Hubert lo detuviera.
Se alejó de la ventana, desde la cual observaba Hogwarts. Tenía que moverse pronto. Gracias a la poción que Snape le había dado se sentía mejor que en mucho tiempo, pero no estaba dispuesto a esperar hasta que el efecto terminara. Tenía que hacer algo y pronto; iría a una misión de reconocimiento. Necesitaba entrar al castillo sin que Dumbledore lo averiguara. Por suerte conocía una manera de entrar al colegio, una de la que el viejo no sabía nada, de eso estaba seguro.
—Voy a salir.
—¿Volverás?
Hubert estaba frente a él, flotando en la puerta para que Harry no pudiera pasar sin atravesarlo.
Harry vaciló. No quería que Hubert intentara detenerlo, pero tampoco sería justo que el fantasma lo esperara si él mismo no sabía si saldría con vida.
—Para ser honesto, no estoy seguro. No deberías esperarme. Quizá sería bueno que permitieras que alguien más se mudara. Así no estarás solo.
Hubert lo miró pensativo, Harry se quedó lo más quieto posible mientras le devolvía la mirada. No tenía idea de cómo pelear contra una fantasma, pero estaba dispuesto si era necesario.
Finalmente Hubert suspiró, parecía que había encontrado algo que buscaba. Si era algo bueno o malo para él, Harry no tenía idea. El fantasma se hizo a un lado para que pudiera pasar por la puerta. El mago sonrió al pasar a lado de Hubert.
—Gracias, Hubert, ha sido un placer conocerte.
El fantasma bufó.
—Bueno, mejor mantente con vida, o Tom te matará. Y si mueres, eres bienvenido a quedarte aquí conmigo. Podemos hacerle bromas a quienes se muden—. Harry no pudo evitar sonreír ante el tono optimista del fantasma. Esa era una reacción que no había esperado—. Verás, uno se pone un poco solitario al estar aquí, así que serás más que bienvenido.
Aunque el corazón de Harry se sintió cálido ante esa declaración, también le ponía un poco los pelos de punta. Le recordó mucho a su segundo año, cuando Myrtle la Llorona le ofreció compartir su baño si moría en la Cámara de los Secretos. Al menos estaba seguro de que Hubert no estaba enamorado de él.
—Gracias, Hubert, aunque no te prometo nada. Esto es algo que tengo que hacer porque no hay nadie más que lo haga. Pero esa es la historia de mi vida— sonrió con amargura.
No era como si Voldemort y los mortífagos no lo hubieran intentado pero, a diferencia de Harry, no tenían los medios para hacerlo. Harry podría entrar a un lugar donde Dumbledore jamás esperaría un ataque.
—Sólo asegúrate de hacer lo que tienes qué hacer. Y si necesitas avanzar a la otra vida, no dejes que lo yo dije te detenga. Quién sabe, tal vez Tom estará esperando por ti en el otro lado.
Harry asintió, aunque sabía que ese no era el caso.
—Gracias otra vez, Hubert. Has sido un buen amigo y, sin importar lo que suceda, siempre te recordaré.
Se miraron mutuamente sin necesidad de decir nada más.
Con una última sonrisa para Hubert, Harry dejó su hogar sin mirar atrás. Había dejado dentro de su antigua habitación la motocicleta. Dudaba que la volviera a necesitar pero, sin importar lo que sucediera con él, la motocicleta de Sirius estaría segura. También dejó su túnica exterior en la casa, le sería más fácil moverse sin ella. Prefería estar preparado en caso de que algo sucediera. Sólo esperaba que nadie le viera así, probablemente pensarían que algo andaba mal con él por andar vestido sólo con la túnica interior con el frío que hacía. Lo último que necesitaba era que la gente le prestara atención.
Antes de marcharse conectó las protecciones a su fuerza vital; de esa manera caerían cuando él muriera. Hubert podría dejar que alguien se mudara, si así lo deseaba. No podía hacer mucho más en caso de que Voldemort monitoreara las protecciones.
—Uno pensaría que a Voldemort se le ocurriría buscarme aquí. Quizá cree que es demasiado obvio— se dijo a sí mismo mientras miraba alrededor para ver si nadie lo observaba.
Ya había arriesgado al darle a Lucius las suficientes pistas. No tardaría mucho tiempo antes de que Voldemort se diera cuenta de lo que había querido decir, pero Harry ya no estaría cuando eso sucediera.
Observó Hogsmeade. La última vez que había visto el pueblo éste estaba envuelto en humo e incluso desde el lugar en el que estaba había podido oír los gritos cuando Grindelwald y su gente atacaban. No pudo evitar estremecerse. Mucha gente había muerto ese día y él había matado a una buena parte. No se arrepiente, lo hizo para proteger a aquellos a los que amaba; aunque al final no hacía mucha diferencia. Después de todo, todavía estaba tan solo como cuando sus padres murieron.
Mirando por última vez la casa, donde creyó ver a Hubert en una de las ventanas, los músculos de Harry comenzaron a cambiar y a encogerse. El proceso fue más lento porque hacía mucho que no se transformaba. Por suerte, la poción de Snape no interfirió con el proceso, no sabía cuáles podrían ser las consecuencias.
Poco después un pequeño gatito negro con un rayo blanco en la frente se encontraba donde antes había estado un muchacho. Con un agraciado salto cruzó las protecciones y se dirigió a Hogsmeade. Se movía rápido y libre, y se mantuvo en el camino para que nada lo detuviera. Por los aromas a su alrededor supo que hacía tiempo alguien había estado por allí.
Había sentido que alguien tocó las protecciones antes, cuando se daba el baño. Decidió no reaccionar ya que aquella persona no había hecho nada más que estudiar las protecciones. Ya que no podía oler a la persona, aparte del aroma en el camino, Harry supuso que no podía haber sido algún niño del pueblo que andaba husmeando por ahí.
Al acercarse a Hogsmeade disminuyó el paso. Había mucha más gente por ahí de lo que había esperado. La gran mayoría usaba túnicas de Hogwarts. Harry se maldijo a sí mismo por no seguir el rastro de los días. Justo había ido al pueblo en un día de salida de los estudiantes. ¿Sería mucho pedir que no hubiera chicas ese día? Quizá las chicas no vendrían porque todos se aburrieron de ellas.
Sabiendo que no podría dirigirse a la entrada secreta si no pasaba por el pueblo, respiró profundamente; levantó la cola y siguió caminando. Lo haría por Tom, y nada haría que se arrepintiera.
Dumbledore jamás sabría qué lo atacó una vez que terminara con él.
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—¿Por qué accedimos a que ella nos trajera a esta tienda?
La voz de Blaise no era nada más que un susurro y sólo Draco, que estaba a su lado, pudo escucharlo. El rubio se acercó disimuladamente a su amigo mientras observaba a la gente.
—No tengo idea. Pero es tu novia, así que dile que queremos marcharnos.
Blaise palideció ante a idea y rápidamente miró alrededor para fijarse que una tercera persona no estuviera alrededor.
—¿Estás loco? Pansy ha estado hablando sobre éste lugar durante siglos. No tomaría a bien el saber que queremos irnos.
Draco se encogió de hombros.
—Aún no entiendo por qué tuve que venir con ustedes. Este lugar es para parejas y, admitámoslo, tres son multitud.
—Si te sientes así debiste decirnos, Draco. Pansy y yo habríamos…
Draco lo silenció con una sola mirada.
—No me siento así…, es sólo que no me gustan este tipo de lugares.
—Entonces vete. Cuando Pansy regrese iremos a buscarte; así tendrás un poco de tiempo para ti. Sólo recuerda lo que el profesor Snape siempre dice: somos más fueres en grupo; así las demás Casas no se atreven a atacarnos.
Divisando a Pansy, que salía del baño, Draco bebió de golpe el resto de su té earl grey.
—Ve cuanto tiempo puedes mantenerla aquí. Iré a dar una vuelta por ahí, regresaremos juntos a Hogwarts, como siempre.
Sin esperar una respuesta de su mejor amigo, Draco dejó el Salón de Té de Madame Puddifoot. En silencio se juró a sí mismo que sería la última vez que entraba a ese lugar. Ni siquiera Pansy podría lograr que volviera. ¿Para qué se engañaba? Pansy volvería a arrastrarlo a ese lugar como lo había hecho muchas veces. Esa chica era demasiado fuerte para su propio bien, y sabía cómo usar esa fuerza para conseguir lo que quería.
Draco agachó rápidamente la cabeza para no ser visto por un grupo de Gryffindor que pasó por su lado sin prestar atención a sus alrededores.
Severus sabía de qué hablaba cuando les dijo que se mantuvieran en grupos. Desde que Potter había muerto parecía que los Gryffindor sentían la necesidad de mostrar que eran los buenos. Y la mejor manera de hacerlo era ir tras los malvados Slytherin. Draco había perdido la cuenta de las veces que había encontrado a algún chico de primer año llorando porque los Gryffindor se habían unido para atacarlo.
Estaban solos. Los profesores hacían lo posible, pero no podían estar en todas partes. Draco sabía que algunos de los profesores giraban el rostro si se encontraban con una escena así. Quizá era porque también necesitaban renovar sus creencias de que los Slytherin eran malos. Además, ¿por qué ayudar a alguien con quien probablemente se enfrentaría después en el campo de batalla? No recibían ayuda de Dumbledore, ni la querían, y sin Severus no tenían a nadie que los defendiera.
Viendo cabellos rojos dirigirse hacia él, Draco siguió con un grupo de Hufflepuff, éstos estarían demasiado asustados para delatarlo; él se limitaba a ignorar sus miradas de miedo. Mientras estuviera a la vista de todos, nadie sería tan estúpido para intentar atacarlo. Al menos esperaba que los adultos en Hogsmeade detuvieran alguna pelea, después de todo era malo para sus negocios.
El sonido de una campana alcanzó los oídos de Draco. Miró alrededor tratando de averiguar de dónde provenía. Realmente no había mucha gente a su alrededor. Los Hufflepuff habían desaparecido en una tienda. No estaba seguro de si en realidad habían visto algo interesante o fue una táctica para alejarse de él, aunque no le importaba.
Miró otra vez a su alrededor y tuvo la sensación de que estaba siendo observado. Severus le había enseñado a confiar en sus instintos, era algo que había mantenido con vida a su padrino cuando tenía que lidiar con el profesor Dumbledore y la Orden del Fénix.
Se movió hacia dónde provenía del sonido, un pequeño callejón entre dos tiendas. Había basura en el suelo pero supuso que podría cambiarse la túnica cuando volviera al castillo y quemar la que estaba usando ahora.
Se aventuró al callejón sin salida, asegurándose de tener la varita en la mano por si el autor del ruido se decidía a atacar. Fácilmente podía ser una trampa de los Gryffindor, y Draco estaba seguro de que terminaría lamentándolo si ese era el caso. Aunque quizá así les pagaría de vuelta a esos idiotas que se dedicaban a atacar a su Casa.
Algo pequeño y oscuro se movió en un rincón; Draco levantó la varita.
—Lumos— susurró y una suave luz iluminó el lugar.
Era seguro de que aquello lo volvía un blanco fácil, pero ya que era mediodía nadie podía esconderse entre las sombras. Y cualquiera que pasara por allí podría verlo; si alguien era tan estúpido como para atacarlo, la ayuda vendría en pocos minutos.
Era una pena que sólo bastaran unos segundos para lanzar la maldición asesina.
Conteniendo el aliento y con la varita lista para atacar, Draco llegó al rincón donde vio moverse algo. Su corazón latía demasiado rápido y la mano que sostenía la varita le temblaba; encontró poco probable que fuera a ser capaz de lanzar un hechizo si alguien lo atacaba.
De pronto miró una pequeña bola peluda con grandes ojos verdes. Cuando el gatito se movió ligeramente, el sonido se escuchó otra vez. Draco se percató de la campanita plateada que colgaba del cuello del animal. Con rapidez miró alrededor para asegurarse de que nadie lo observaba. Se agachó y estiró su mano para que el animal pudiera olerlo.
—Hola, pequeñín, ¿estás perdido? No te preocupes, estoy seguro de que podremos encontrar a tu dueño—. Cuando fue a tomar al gatito, éste siseó y se alejó de él, aunque no muy lejos porque chocó contra la pared. Draco se quedó quieto para no asustarlo más de lo que ya estaba. Sólo pocos sabían de su interés por los felinos. Blaise y Pansy seguían diciéndole que era una sorpresa que no hubiera sido sorteado en Gryffindor en lugar de la Casa de las Serpientes—. Bueno, ¿no eres un gatito lindo? —. El animalito siseó en desacuerdo— Que gracioso, me recuerdas mucho a Potter: pelo negro y ojos verdes. Incluso tienes un rayo como él—. El gatito ladeó la cabeza, como si pudiera comprender lo que le decían—. Es mejor que tengas cuidado de que nadie te vea. Potter no es muy popular desde que la gente cree que traicionó a todos. En realidad, Potter era su Chico Dorado, no hay manera de que hubiera hecho algo así. Desafortunadamente somos muy pocos lo que creemos en su inocencia.
El gatito se alejó de la pared y chocó su cabeza contra la mano del chico. Comprendiendo el significado, Draco comenzó a rascarle tras las orejas. Como recompensa, el gatito ronroneó y el rubio no pudo evitar sonreír. Había muy poca gente frente a la que podía dejar caer su máscara. Pero ese no era el caso con los animales; a ellos no les importa quién era o su familia mientras amigable con ellos.
—Vamos— le dijo al animalito tomándolo y afirmándolo para que no escapara—. No pareces ser un gato de la calle, aunque estás muy delgado. Quizá te lleve conmigo a Hogwarts para preguntar si a alguien se le perdió un gato. Si no tendré que encontrar un lugar seguro para ti. Probablemente lejos de la escuela, no es seguro estar con una serpiente en estos tiempos—. El gatito le lamió la mano y Draco volvió a sonreír—. Parece que estás de acuerdo conmigo.
Sabiendo que Pansy y Blaise probablemente lo estaban buscando y se preocuparían si no lo encontraban, Draco se puso de pie. El gatito maulló y le enterró las garras en el brazo.
—Tranquilo, pequeño. Aunque resbales no debes preocuparte. Soy el mejor Buscador de Hogwarts así que te atraparé antes de que llegues al suelo—. Si el gatito hubiera tenido cejas, Draco tenía la sensación de que habría levantado una—. Está bien, Potter era el mejor Buscador, pero ahora que no está tengo el derecho de clamar el título.
Al dejar el callejón sin salida Draco siguió hablando, manteniendo la voz baja para que la gente no pudiera oírlo.
—Ahora que Potter no está no hay competencia. Hufflepuff y Ravenclaw nunca nos dan razón para preocuparnos, los únicos contra los que perdíamos eran los Gryffindor. Pero después de la muerte de Potter la chica Weasley tomó su lugar. En realidad Potter era mejor Buscador que ella, y él estaba casi ciego sin sus anteojos. Pero lo peor de todo es que dejaron que la Comadreja tomara el lugar de Capitán. Lo he visto jugar ajedrez, pero no es lo mismo que jugar Quidditch. A veces no da ganas de jugar, no es satisfactorio si no tienes que luchar por la victoria.
—¡Draco!
El chico giró la cabeza de golpe y entrecerró los ojos antes de notar que Pansy y Blaise se dirigían hacia él. Se relajó. No temía ser atacado por ellos. Sintió tensarse el cuerpo del gatito al acercarse sus amigos y pasó una mano por su pelaje hasta que el gatito se tranquilizó y comenzó a ronronear.
—¡Draco Lucius Malfoy! ¿Cómo te atreves a marcharte de esa manera? Sabes que el profesor Snape nos ordenó estar juntos para mantenernos a salvo, ¿por qué te marchaste?
Draco no pudo evitar estremecerse. La voz de Pansy comenzaba a atraer la atención de la gente hacia ellos.
—Hola, Pansy, es bueno verte. Pensé que Blaise y tú querrían un momento a solas.
La expresión de la chica se suavizó un poco y Draco respiró.
—Aún así, esa no es razón… ¿Qué es eso? ¿Es un gatito? —. Antes de que Draco pudiera responder le quitaron el gatito de los brazos— ¡Qué lindo! ¿Es tuyo? ¿Dónde lo compraste? Está un poco sucio pero nada que un baño no arregle.
El gatito miró horrorizado cuando Pansy mencionó el baño, como si comprendiera lo que decía.
—En realidad no es mío, lo encontré en un callejón. Probablemente se escapó o lo dejaron abandonado. Si no tiene dueño le encontraré un lugar.
—Bueno, puede quedarse conmigo hasta que encuentres a alguien. Debemos volver al colegio, hay alguien que necesita un baño— sentenció Pansy y arrulló al gatito que gruñó mientras los dos chicos se miraban.
—Es tu novia— susurró Draco para que la chica no los escuchara.
—Lo sé, y todavía me pregunto qué fue lo que bebí para invitarla a salir conmigo.
—Blaise, si quieres cualquier cosa en el futuro cercano, mejor piensa antes de hablar—. Blaise palideció y Draco sonrió— ¿Azotado?
—Cállate. El día que te juntes con alguien veremos quién termina azotado.
—Como si eso fuera a suceder. Hay mucho de mí para que lo ame sólo una persona— respondió el rubio con una media sonrisa. No era secreto que nunca se quedaba mucho tiempo con alguien.
—Vaya, vaya. Miren esto, tres pequeñas serpientes solitas.
Draco, que había comenzado a caminar junto a Pansy y Blaise, se detuvo al ver quienes estaban de pie frente a ellos.
—Comadreja, Pelirroja, Sangresucia— dijo mientras él y Blaise se paraban frente a Pansy para que el gatito quedara escondido de los Gryffindor.
Mirando alrededor se dieron cuenta de que los leones, probablemente Granger, habían planeado todo. Estaban en lugar donde nadie de Hogsmeade podría verlos, y donde nadie de Hogwarts podría escucharlos. Por supuesto, no era tan tontos como para pedir ayuda.
—Cierra la boca, Malfoy. Ustedes las serpientes se rehúsan a aprender cuál es su lugar. Incluso los más pequeños no aprenden a pesar de las lecciones que les hemos dado.
Draco apretó los puños.
—Ten cuidado, Sangresucia. Para alguien que dice ser tan inteligente estás siendo bastante estúpida.
—¡No llames así a mi novia, Hurón!
—Fue tu novia la que admitió estar tras los ataques a los niños en el colegio— dijo Pansy atrás de los dos Slytherin.
—¡Cállate! — exclamó la chica Weasley.
Blaise suspiró.
—Tal parece que ser bueno con las palabras es algo que le falta a tu familia, al igual que el dinero.
Observaron cómo los tres se pusieron de un interesante color rojo.
—Les vamos a demostrar quienes son superiores— dijo Ginny Weasley y sacó su varita— ¡Impe…!
Antes de que pudiera terminar la maldición una bola de pelo negro saltó desde los brazos de Pansy y se aferró a la cabeza de la pelirroja. La chica gritó mientras trataba de sacarse al gato del rostro. Granger se acercó a ayudarla, ya que tenía un gato pensó que podría lidiar con ese, pero sólo emporó las cosas.
Draco volvió sus grises ojos hacia Weasley, que había levantado su varita y la tenía apuntada hacia el rostro de su hermana mejor.
—Yo no haría eso si fuera tú— le advirtió al pelirrojo.
—¿Y por qué tengo que escucharte, Hurón?
—Porque hemos observado tu habilidad con la varita durante todos estos años, y sabemos lo malo que eres con una en la mano, sea mágica o de otro tipo— respondió Pansy.
La cara de Weasley se puso más roja, Draco no habría creído eso posible.
Sin dejar que Weasley tuviera la oportunidad de lastimar al gatito, el rubio apartó a Granger del camino y con gentileza tomó al animal del pellejo del cuello. Para su sorpresa el gatito dejó de moverse y se quedó lánguido mientras lo alejaba de la chica y lo acercaba a su cuerpo.
Sin otra palabra Draco, Blaise y Pansy se alejaron de los Gryffindor y continuaron caminando como nada hubiera pasado. Cuando se alejaron lo suficiente Draco volvió su atención al gatito en sus brazos, que lo miraba con ojos inocentes.
—Haré que los elfos domésticos te den la mejor comida esta noche, Beleza.
—¿Qué estás diciendo? Beleza era el gato de Tom Ryddle, y no hay forma de que sea el mismo, no es más que un gatito.
Blaise dio un gritito cuando Pansy le dio un golpe en la cabeza.
—¿Olvidaste lo que hablamos en clase de Historia? El gatito luce exactamente igual al de Tom Ryddle. Por eso es una buena idea llamarlo Beleza. Además creo que el nombre le queda bien.
Caminaron hacia Hogwarts mientras Pansy y Blaise continuaban discutiendo como una pareja de viejos. Draco los ignoró a ambos y se concentró en el gatito que tenía en los brazos.
El animalito en realidad se parecía mucho al Beleza de Tom Ryddle ahora que lo pensaba bien. Seguramente era una coincidencia.
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Voldemort dejó escapar un gruñido cuando el último de los mortífagos dejó la sala de audiencia y la puerta se cerró tras él. Se dejó caer en su trono con un suspiro, sintiéndose repentinamente cansado y viejo como Dumbledore.
Nagini desapareció por la puerta que llevaba a sus habitaciones privadas. La serpiente le había dejado claro que no pensaba lidiar con él mientras estuviera así. Ella también quería que Evan volviera a donde pertenecía, pero eso no significaba que ella también estuviera insoportable.
Voldemort no había maldecido a nadie, pero estuvo cerca. No había nada más que quisiera en esos momentos que hacer sentir a alguien como si estuviera en el infierno. Bueno, quería a Evan a su lado, pero ya que eso parecía ser imposible, tenía que conformarse con algo más.
No entendía cómo su amante había evitado ser visto desde que escapara de la casa de Severus. Ni Evan ni Potter tenían conexiones ahora. No tenía un lugar dónde esconderse, ni siquiera Gringotts estaba de su lado. Voldemort estaba bastante seguro de ser contactado por los globins si Evan decidía esconderse con ellos.
Pero aún así el chico parecía haber desaparecido de la faz de la Tierra. Algo que no debería haber sido posible.
Lo pero era que ahora sabía sobre la enfermedad de Evan. Tenía a Severus trabajando en una cura para su amante. El pocionista ya había comenzado cuando el chico vivió con él, pero le había explicado que será un largo proceso antes de que Evan fuera sanado. Y aún así existía el riesgo de que algo sucediera.
Se rehúso a pensar más en ello. Se enfocaría en encontrarlo primero; después jugaría a la enfermera con su amante todo lo que quisiera. Mientras tuviera que ver en el asunto, Evan jamás tendría que sufrir de nuevo.
Pero antes tendría que hacer la misión imposible y encontrar a su rebelde amante.
Frunciendo el ceño cerró la mano alrededor del collar que Evan le regalara hacía tantos años. Todavía recordaba lo que le había dicho sobre las habilidades de dicho objeto. En especial la de rastrear al poseedor del otro collar.
Voldemort sintió el deseo de darse un golpe en la frente. Por suerte no había nadie cerca cuando cumplió con ese deseo. Debió pensar en ello antes y ya tendría a Evan a su lado, donde lo quería. Se sacó el collar y lo observó como si tuviera la respuesta a todas las preguntas del Universo.
—Muéstrame a Evan James— dijo sin casi atreverse a respirar mientras esperaba que algo pasara. No estaba seguro de que sucediera, pero Evan usó ese método cuando él huyó al orfanato. Desafortunadamente su amante nunca le había mostrado cómo lo hizo, y ahora él se encontraba lamentándose el no haberle hecho preguntas en ese entonces. Maldijo cuando nada sucedió y levantó la mano para arrojar el inútil collar. Pero antes de hacerlo su rostro se iluminó en realización— ¿Será tan fácil? — se preguntó. Bajó lentamente el brazo y volvió a mirar el collar— Muéstrame a Harry James Potter.
Se sentía extraño al usar ese nombre, pero lo haría si ello le devolvía a su amor.
El collar flotó levemente sobre su mano y apuntó hacia el Norte. Voldemort no pudo contener una sonrisa.
—¡Colagusano! — llamó.
El animago abrió la puerta de la habitación y se arrodilló frente a él.
—Sí, mi lord.
Por una vez la voz de la rata no temblaba.
—Dile a Lucius que lo quiero aquí en quince minutos sin importar lo que esté haciendo—. Cuando la rata no se movió lo suficientemente rápido para su gusto, Voldemort envió un hechizo cortante en su dirección; sonrió de medio lado cuando el hechizo alcanzó su objetivo—. Al parecer la cacería terminará pronto, mi querido Evan.
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Harry se situó frente a la gárgola durante la noche, escuchando atentamente por si alguien lo había seguido hasta el despacho del director. Notó que no había retratos. Probablemente era para que el director pudiese ir y venir sin que nadie lo viera.
Supo por las conversaciones de los Slytherin que Dumbledore no estaba en Hogwarts; tenía que aprovechar la oportunidad porque no sabía cuándo se le presentaría otra.
Había salido de la Sala Común de Slytherin apenas las serpientes se quedaron dormidas. Tomó más tiempo de que había supuesto, además de que el camino hasta la oficina del director siendo gatito le tomaba más tiempo.
Como Pansy prometió, le dio un baño y aunque Harry estaba limpio se sentía avergonzado al pensar que alguien lo había bañado, especialmente una chica. Aunque fue un baño como Beleza, no cambiaba el hecho de que él era un varón. Por suerte el pelaje había cubierto su cuerpo, pero sintió que se le subieron todos los colores. Desafortunadamente ahora no tenía pelaje que lo cubriera, aunque tampoco había nadie que notara lo rojo de su cara al recordar aquello.
Y como si no hubiera sido suficiente, ahora olía a lavanda. Al menos ahora el aroma no era tan malo como lo fue en su forma animaga.
Comenzó a nombrar diferentes golosinas mientras recordaba su tarde. Como lo prometió también, Draco le dio una recompensa después del baño. Queriendo mantener su imagen de gatito inocente, Harry había jugado con la bola que el rubio hizo para él.
Aún no podía creer cómo sus antiguos amigos habían cambiado. Se preguntó si siempre habían sido así y él no lo había notado, o si era algo que pasó con el tiempo. Sin importar cómo, no lamentaba lo que le había hecho a Ginny. No podía creer que hubiera estado a punto de maldecir a los Slytherin. Y si Draco no lo hubiera agarrado probablemente habría causado más daño.
Se preguntó cómo le explicaría Ginny sus heridas a madame Pomfrey. No era necesario ser un Ravenclaw para darse cuenta de que eran marcas de garras. ¿Acaso la pelirroja culparía al gato de Hermione o diría la verdad? Pero decir la verdad significaba decir lo que había hecho para que el gato la atacara. No saldría de ello fácilmente.
En el treceavo dulce nombrado, la gárgola se hizo a un lado y reveló la escalera. No sabía cuánto tiempo tenía antes de que Dumbledore regresara, pero ojalá fuera el suficiente para hacer lo que tenía que hacer.
Se aseguraría de que la muerte del viejo pasara a la Historia.
Subió corriendo las escaleras de caracol sin esperar a que ellas mismas lo llevaran. Se detuvo frente a la puerta cerrada del despacho. Dumbledore había aprendido de sus antiguos errores y había contratado a un profesional para que hiciera las protecciones alrededor de su oficina. Aparentemente el director temía que alguien le hiciera bromas igual a las que él. Harry, le había hecho durante la época escolar de Tom.
Desafortunadamente para Dumbledore, parecía ser muy tacaño.
Harry liberó su magia y la dejó escanear las protecciones en busca de un punto débil. Para su sorpresa su magia voló libre y sin problemas. Al parecer las advertencias de Snape eran falsas, nada sucedería si usaba su magia. Tal vez el profesor de Pociones lo había dicho para mantenerlo fuera de problemas por unos días.
Sonriendo, Harry empujó lo suficiente las protecciones, hizo un agujero en ellas para poder pasar sin alterarlas y que éstas no le avisaran a Dumbledore que algo sucedía.
Entró al despacho y dejó que la puerta se cerrara tras él. Antes que nada lanzó un hechizo que inmovilizó a los ocupantes de los retratos; no podía dejar que alguno corriera a avisarle a Dumbledore lo que estaba haciendo. Después de asegurarse de que ninguno era capaz de moverse, Harry se permitió prestarle atención al resto del lugar, aunque ya hubiera estado allí muchas veces antes.
Lentamente recorrió con los ojos la gran habitación circular, las muchas ventanas y los retratos de antiguos directores. Una serie de delgadas mesas estaban distribuidas alrededor, con delicados instrumentos de plata que zumbaban y emitían pequeñas bocanadas de humo. Vio el Pensadero del director y la increíble colección de libros que formaban una biblioteca privada. Al parecer el viejo había logrado recuperar la mayoría de las cosas que él, Harry, destruyó al finalizar su quinto año.
Estaba de pie en medio de la oficina, mirando alrededor, intentando no tomar nada. Suponía que Dumbledore se había puesto más inteligente con los años. Sería típico del barbón poner trampas por si alguien lograba colarse a su despacho con la intención de hacerle una broma. Decidiendo tomar una página de su propio manual, Harry se giró y miró la puerta.
Al menos tendría algo que hacer mientras esperaba a que Dumbledore regresara. Y de esa manera Voldemort sabría quién estaba tras la muerte del viejo.
Hasta ahora no había tenido muchas ideas de cómo terminar con la vida de Dumbledore. Vale, había tenido demasiadas ideas, todas como la que le había dicho a Snape días atrás. Al final se decidió por un ataque sorpresa usando una maldición que encontró en uno de los viejos libros escolares de Snape. Seriamente dudaba que el maestro de Pociones supiera que el libro estaba allí, o no lo habría dejado sin supervisión.
Con todas las veces que la maldición asesina había fallado en él, Harry no se atrevería a usarla. No quería que Dumbledore sobreviviera o fuera enviado en el tiempo. ¿Quién sabía qué tipo de daño podría causar Dumbledore en el pasado? Aunque Remus le había explicado que sólo las personas que deberían ir al pasado podían llegar a él, prefería estar seguro.
Pensando en cuándo regresaría Dumbledore, Harry comenzó su trabajo. Se aseguraría de que el hombre recibiera una bienvenida que no olvidaría en su vida.
El despacho se iluminó con varios colores mientras Harry lanzaba hechizo tras hechizo. Repasó todos los que había usado en el director en el pasado. Todavía no tenía la oportunidad de utilizar las que inventó junto a Mortimus. Y algunas se le ocurrieron en el momento.
No estaba seguro de cuántas activaría Dumbledore antes de poder matarlo. De lo que sí estaba seguro era que la oficina quedaría inutilizable después de esto. La magia estaba en capas y anudaba varios lugares. Las ubicó en un patrón que sólo tenía significado para él. Para cualquiera que pudiera verlas, le parecería el dibujo de un niño.
Finalmente satisfecho, cansado y sudoroso, Harry dejó caer los brazos con un resoplido. No tenía idea de cuánto tiempo llevaba en la oficina, pero una mirada por la ventana le indicó que debió pasar horas.
Dándose una palmadita mental en el hombro, se dirigió a la gran silla tras el escritorio del director. Quería ser la primera cosa que viera Dumbledore una vez que regresara, y la silla era el lugar perfecto para ello. Le garantizaba ser visto y a la vez buscar refugio tras la mesa si es que Dumbledore lograba lanzarle una maldición antes de que sus trampas comenzaran a funcionar.
En camino al escritorio sus piernas cedieron repentinamente, cayó al suelo mientras el dolor recorría su torso. Jadeó por aire mientras se abrazaba con fuerza, como si quisiera eliminar el dolor, aunque sabía que no ayudaría.
Se mordió los labios para no gritar. No debía permitir que alguien lo escuchara, aunque dudaba que alguien pudiera hacerlo de todas maneras. Además, las protecciones lo impedirían.
Las lágrimas cayeron por sus mejillas y Harry encontró difícil que le importara. Todo lo que quería era hacerse un ovillo y que el dolor desapareciera. Golpeó su cabeza repetidamente contra el suelo, pero no sirvió de nada; la suave alfombra impidió que se causara daño, así que no pudo perder el conocimiento para poder escapar del dolor que le recorría y lo hacía retorcerse como un loco.
Al parecer la advertencia de Snape había sido real. Harry supo entonces que si no hubiera usado su magia no estaría en esa situación. La poción había mantenido a raya el ataque, pero debido al uso de magia ahora estaba obligado a pagar el precio de su estupidez.
Si volvía a ver al pocionista tendría que pedirle perdón por dudar de su palabra. Era un error que no volvería a repetir.
Antes de perder el conocimiento vio que se abría la puerta del despacho y colorida ropa quedó a su vista. Sonrió pese a que no podía hacer nada y todos sus instintos le gritaban que huyera lo más rápido y más lejos posible. Aunque no podría lidiar con Dumbledore por las suyas, al menos sabía que lo bajaría un poco de su pedestal.
Sólo tendría que confiar en que Voldemort se encargaría del resto por él.
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Siento dejaros en esta parte tan crucial pero no os preocupéis que ya mañana actualizo de nuevo y si lo hago bien en 3 días habré acabado de publicar este libro.
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