✿ Capítulo 6 ✿
—Margarita, ¿vamos a ir a comprar este fin de semana?
Mi madre estaba al teléfono. Me había llamado para planificar las compras que haríamos ese sábado. Una amiga de la familia, Paula, se casaba el próximo verano. Aunque todavía teníamos mucho tiempo, quería que la ayudara a escoger el vestido perfecto. Pero, en el fondo, intuí que eso era un mero pretexto para otra cosa mayor.
—Sí, mamá —respondí, mientras me echaba boca arriba sobre mi cama para conversar de manera cómoda a través del celular.
Hacía poco había agarrado la costumbre de mirar el techo de mi dormitorio cuando charlaba con alguien al teléfono. Aquel estaba adornado con unas pegatinas de estrellas que se encendían al apagar la luz. Esa fue una de las primeras cosas que hice cuando me separé. Una de mis continuas discusiones con César eran nuestras diferentes opiniones para la decoración del departamento. Así que, cuando él se fue, aproveché para adornarla a mi gusto y esto incluía el techo de mi habitación.
—¿Te parece bien si paso por tu casa después del almuerzo? —me preguntó mi madre.
—No hay problema.
—¿Y todo bien? ¿Ninguna novedad en tu vida?
Su pregunta me cayó como un baldazo de agua fría.
¿Mamá sospechaba acaso de mi relación con Luis? ¡Imposible! En los días que ambos nos habíamos visto, él venía a mi casa o muy temprano, antes de ir a la universidad, o muy entrada la noche, después de reunirse con sus amigos. Habíamos sido muy cuidadosos de que nadie nos espiara. Aunque, en más de una oportunidad, nos habíamos despedido con un gran beso en la entrada de mi edificio.
¿O quizá su pregunta tenía que ver con el monotema de las últimas semanas? Una imposible e indeseada reconciliación con César.
—Nada —contesté.
—Bueno —continuó con una voz algo culpable—, quería comentarte que el otro día me encontré con la madre de César, Raquel...
¡Confirmado! Mis temores eran sobre lo segundo.
—Oh, sí —dije con total indiferencia.
Me llevaba fatal con la señora Raquel. Ella siempre había perdonado y justificado las ‹‹travesuras›› de su hijo, por no decir que tenía la ligera sospecha de que lo había alcahueteado en su relación con más de una de sus amiguitas.
—¿Y sabes qué me dijo?
—¿Qué, mamá?
—Pues que a la boda de Paula van a ir César y su nueva mujer...
—¡¿En serio?! —dije casi gritando, muy sorprendida por lo que ella acaba de decirme. Me senté rápido sobre mi cama y crucé mis piernas, como si me preparara a ver una interesante película en la gran televisión de mi cuarto.
—Sí, Maggi. ¡Vaya descaro! Ustedes no terminan aún de divorciarse y este ya te ha reemplazado tan rápido. Yo que pensaba que todavía tenían esperanzas de reconciliarse... Y él que parecía tan buenito... ¡Qué decepción! —señaló conmocionada.
Su yerno ‹‹perfecto›› acababa de destrozarle las ilusiones de vernos de nuevo juntos. ¡Qué desilusionada debía de estar!
¡Estaba saltando en un pie de felicidad! Si la noticia era real, eso significaba que, por fin, me dejaría tranquila.
—Mamá, a mí me importa un carajo lo que haga César con su vida.
—Cuida ese vocabulario, niña.
—Lo siento.
—Así está mejor.
—¿Cuándo vas a moderar esa boquita de caramelo que tienes, Maggi? ¡Qué horror!
No pude menos que sonreír al escucharla.
El apodo de ‹‹boquita de caramelo›› me lo había puesto Luis el día anterior, pero no por los motivos que mi mamá me reclamaba —el soltar malas palabras de vez en cuando—. Todo lo contrario, él decía que mi boca le parecía tan dulce como un caramelo, que le hacía imposible no contenerse a besarme varias veces.
De solo acordarme de Luis, de sus pequeños detalles y tonterías que hacían mi vida más divertida desde que nos habíamos reencontrado, volví a sentir unas mariposas en mi estómago. ¡Qué agradable sensación se producía en mi interior!
—¿Maggi? ¿Estás ahí?
—Sí, mamá.
—Parece que estás muy distraída. Te hablo y no me haces caso. ¿Te ocurre algo?
—No. Solamente que... —Traté de buscar cualquier excusa para salir del paso—. Estaba pensando en lo que me dijiste.
—¿Te duele saber que César va a presentar a otra mujer ante nuestras amistades?
—En lo absoluto, mamá. Es más, creo que así es mejor. Así él tendrá algo en qué concentrarse.
Mi aún esposo, desde que se había ido de la casa, hacía varios meses atrás, se había tomado muchas atribuciones conmigo. Me llamaba muy seguido y venía a mi departamento, so pretexto de querer saber cómo me encontraba, para luego preguntarme si salía con alguien y celarme con cualquiera. ¡Hasta con el portero!
Pero, todo esto había cambiado alrededor de hacía dos meses atrás. Ahora ya sabía el motivo. Nunca mejor oportuno porque coincidía con mi reciente relación con Luis.
—¿Ya no ha ido a tu casa?
—Para nada. Lo último que supe de él fue a través de la ‹‹bonita›› demanda judicial de divorcio que me interpuso —dije con pesar.
De solo recordar los adjetivos que usó Cesar en su escrito judicial para referirse a mí, hizo que me enojara. Me plasmaba como una mujer superficial, a la que solo le interesaba el dinero, quien no lo atendía en la casa, no cumplía con sus deberes de esposa y, lo peor de todo, me describía como ‹‹una coqueta que no sabía guardar la compostura y flirteaba con cualquier tipo en la calle››. ¡Por el amor de Dios! ¡Nada más alejado de la realidad!
—Mira, mamá, no quiero hablar más del asunto. Todo esto me pone de mal humor. ¿Podemos cambiar de tema, por favor? —añadí de manera entrecortada.
Debió de ser evidente el malestar en mi tono de voz que mi madre, por primera vez desde mi separación, no insistió en hablarme de su yerno favorito.
—Está bien —me contestó de modo inexpresivo.
Traté de descifrar esas dos palabras, pero decidí no darle más vueltas al asunto.
Solo una cosa me quedó clara de toda esta conversación: ¡Por fin ella se había dado cuenta de la verdadera clase de persona que era César!
✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿
—Comprar películas piratas son más baratas que alquilarlas.
Era una noche de jueves. Luis y yo estábamos cómodos sentados en el sofá de mi sala, escuchando música y hablando de lo que nos había pasado ese día. Habíamos planeado pasar toda la tarde y noche del viernes en mi departamento, en una maratónica sesión de películas.
—¿No crees que debemos contribuir a las ganancias de los realizadores de esas películas y alquilarlas?
Yo estaba a favor de la protección de los Derechos de Autor. Hacía poco acababa de ver un reportaje en la televisión sobre lo mal que le iba a la industria nacional, tanto en música y cine, debido a la gran proliferación de la piratería. Los índices de ganancias eran paupérrimos y más de un artista estaba planeando emigrar hacia otro país. Por ello, a partir de entonces, había dejado de consumir productos piratas; y se lo hice saber a Luis.
—Margarita, tú siempre tan pegada a las normas.
—Pero, sabes que estoy en lo cierto, ¿no?
—No.
—Si queremos seguir disfrutando de esas películas, hay que pagar por ellas.
—¡Ni loco!
—¿Vas a ser capaz de negarte ante una petición mía? —dije haciendo un puchero y dándole un beso en la boca para convencerlo.
—¡Mierda! —señaló con evidente ‹‹enfado››, luego de besarme y abrazarme de manera tierna por la cintura.
Después de mi actuación de damisela desvalida a la que su novio no consentía sus caprichos y la promesa de último minuto que Luis me hizo hacer —cocinarle su plato favorito, ají de gallina(1)—, él accedió a mi petición. Alquilaría dos películas para ver al día siguiente. Sin embargo, respecto a la elección del tipo que veríamos, la conversación también fue parecida a la que habíamos tenido...
—Odio las comedias románticas, Margarita.
—¿Por qué?
—Me parecen tan sosas y predecibles.
—No son así. Estás equivocado.
—¡Bah! ¡Todas son cursis! Con un argumento tan típico para las mujeres.
—Oye, yo soy mujer —dije sintiéndome ofendida.
—Y también eres cursi.
—¡Hey, más respeto hacia mí...! —Fruncí el ceño.
—Ya sabes que me encantas así —expresó con su clásica sonrisa y mirada tan traviesa.
Después de una gran capitulación de su parte, decidimos alquilar dos tipos de películas. Yo elegiría ver Mi novia Polly, una comedia romántica protagonizada por Jennifer Aniston y Ben Stiller, la cual me había dado muchas ganas de ver años atrás al ver un tráiler de ella.
¿La otra película? Pues se la dejé a su libre elección. Solo esperaba que no fuera de esas películas sangrientas a las que parecía ser tan aficionado.
✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿
Cuando el gran reloj de la cocina de mi departamento dio las 06:00 de la tarde de ese viernes, me apuré en terminar lo cocinado. Había dejado todo listo en la mañana antes de irme a trabajar para que, ni bien regresar, se me hiciera más rápido y fácil la preparación de la cena.
Napoleón estaba muy ansioso, se movía alrededor de mí, agitando su cola sin parar, seguro que por el olor de la comida que estaba cocinando, para asegurarse de que su mamá, o sea yo, no se olvidara de convidarle algo de lo que estaba preparando.
A pesar de que Luis venía casi a diario a verme, hasta ahora no se llevaba muy bien con mi perro. En más de una ocasión, este le había gruñido ni bien lo veía pisar la entrada.
‹‹Deja de molestarme, perro feo››.
‹‹No lo llames así››.
‹‹Debería aprender de su dueña, la boquita de caramelo, quien me trata con mucho cariño porque está locamente enamorada de mí››.
‹‹Oye, tampoco te creas tanto››.
‹‹¿Acaso no es así?››.
Luego de darle de comer a Napoleón y el último toque a la sazón del plato que estaba cocinando, me preparé para darme un duchazo. Luis no tardaría en llegar y quería estar lista para él.
Ya en mi dormitorio, me desvestí y me puse mi bata. Me dirigí al baño y encendí la terma de la ducha para que el agua se calentara. En ese instante algo me interrumpió.
El timbre de mi departamento había sonado. Al dirigirme al intercomunicador para confirmar que fuese Luis el que me llamaba y así abrirle la puerta, una voz femenina me contestó:
—Maggi, soy yo. Ábreme, por favor. —Se oyó en el intercomunicador.
¡Era Paula! ¿Para qué había venido? Y eso no era lo peor de todo, ¡Luis ya estaba en camino!
¿Qué explicación le daría a ella si me veía en compañía de él? ¡Dios santo! ¡Estaba en una encrucijada de la cual no sabía cómo salir!
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(1) Es un plato típico de Perú, cuya preparación consiste en gallina cocida y posteriormente desmenuzada, junto con una crema de ají amarillo y pecanas, acompañada de papas.
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