✿ Capítulo 2 ✿

Me quedé muy pensativa cuando me dijo su nombre. ¿Luis Villarreal? Pero si la última vez que lo vi solo era un niño de pelo corto, que gustaba de los skates y patines, del fútbol, y que ponía en problemas a mi amiga Ada al delatarla con sus padres cuando le preguntaban en dónde había estado cuando llegaba tarde a casa. Ahora, tal como lo veía, no se parecía en nada a aquel pequeño.

—Sí, me acuerdo de ti, de Ada... Dios, ¡cómo has cambiado!

Se rio.

—¿Y qué fue de ella? —agregué—. ¿No se habían mudado ustedes a Arequipa?

—Así es, pero hace unos meses a mi papá lo pasaron al retiro del ejército, así que toda mi familia regresó a Lima. Aunque yo llevo viviendo en la capital hace dos años, por tema de estudios.

—Ya veo.

Estaba muy feliz de saber que mi buena amiga estaba de vuelta en la ciudad. En estos instantes, en los que me sentía tan reflexiva respecto a qué hacer con mi vida, echaba de menos la época de mi adolescencia, en la que mis únicas preocupaciones eran solo estudiar, verme bonita para gustarle a los chicos, estar pendiente de los grupos musicales y series de moda; cosas de la adolescencia, vamos. Y, sobre todo, añoraba las charlas interminables y de complicidad que tenía con Ada.

Ahora todo era tan distinto para mí, tan negro y confuso. Echaba de menos a mi mejor amiga para conversar como antes. Quizá podría ayudarme a darme un consejo, como hacía años, para saber qué rumbo tomaría mi vida.

Debió de ser evidente el mar de pensamientos y de pesar que me llenaban, que las palabras de Luis me hicieron volver a la realidad:

—¿Te pasa algo?

—No, no es nada —afirmé, conteniéndome las ganas de llorar.

—Tienes los ojos rojos —señaló con una expresión de preocupado.

—Debe de ser la alergia que me produce el polen de las flores de este parque —mentí con lo primero que se me ocurrió—. Estoy evitando estornudar hace un buen rato.

—Por mí no te cortes —habló más relajado—. Se dice que, si uno se contiene un estornudo, puede morir.

—¿Cómo? —pregunté riéndome de lo que había dicho—. ¿Morir por un estornudo?

—Bueno... No quiero que mueras, no. Sería una pena que, luego de reencontrarnos, lo hicieras. Aún no me he graduado de médico en la universidad, así que no puedo ayudarte.

—¿Estás en la universidad?

—Segundo año de medicina.

—¡Vaya!

Me causó mucho asombro que, con la pinta tan estrafalaria que tenía, estuviera estudiando para ser un futuro médico. Y no solo por ello; si hacía cálculos, él no debería tener más de dieciocho años. Eso quería decir que había ingresado a estudiar una de las profesiones más demandadas del país y con un examen de admisión muy difícil, ¡y con tan solo dieciséis años!

—¿Qué sabes de Ada? ¿Vive aún con tus padres?

—Sí. ¿Quieres venir a verla a mi casa?

—Me encantaría.

—Seguro que tienen mucho de qué hablar. Si deseas, luego de que me desocupe con mis amigos, te llevo a mi casa para que se reencuentren.

—¿En serio? —pregunté muy emocionada.

—Pues, claro.

Me alegré mucho.

¿Cómo estaría Ada? ¿Se habría teñido el pelo de rubio como siempre había deseado, pero no lo había hecho porque sus padres no se lo permitían cuando era adolescente? ¿Tendría de enamorado a un actor de cine famoso, como era su sueño, cuando vivía enamorada platónicamente de Brad Pitt? Esas y otras tonterías más solo hicieron que sonriera para mis adentros. De pronto, el quejido de Luis me sacó de mis recuerdos:

—Ay. ¡Oye, malnacido! ¡No me muerdas! —chilló porque el cachorro le había mordido el dedo.

No pude contener la risa.

—¡Dios! El perrito es muy travieso, ¿eh?

—Bastante.

Cogió al cachorro y lo puso en el suelo. Empezó a darle vueltas mientras le daba masajitos en la panza.

—Eso te pasa por meterte conmigo —dijo, mientras The Notorius B.I.G. trataba de zafarse de él, mordiéndole los dedos.

¡La guerra estaba declarada! Todo lo que un pequeño mordisco había producido sacaba al niño interior que tenía en él. ¡Qué risas!

—Oye, Luis, ¿vas a venir o qué?

Un chico, con la misma pinta estrafalaria que Luis, lo llamó. Era del grupo de raperos que había visto antes.

—Ya voy, choche(1) —señaló—. ¿Me puedes hacer un favor, Margarita?

—¿Cuál?

—Estoy ensayando con mis amigos unas canciones de rap. Según veo por acá, no hay señal alguna de mi hermano —dijo mientras buscaba entre la gente que estaba en el parque—. ¿Podrías cuidar un rato a The Notorius B.I.G.?

Observé al cachorro. Este, con sus grandes ojos negros, me miraba con avidez. Parecía que quería que lo volviera a tener en mis brazos, así que decidí aceptar.

¿Qué más daba? No tenía nada que hacer esa tarde. Ya había pedido permiso en el trabajo para ir a ver los papeles de mi divorcio con mi abogada. Por la hora que era, ya me tocaba la salida, así que no valía la pena que volviera a la oficina.

—Ya luego, en un rato, te llevo a mi casa. —Me guiñó el ojo—. No me va a tomar más de media hora o cuarenta y cinco minutos —dijo mientras miraba un reloj marrón que tenía en su muñeca derecha.

—Bien.

Sentada en una banca de la plaza, jugué un rato con The Notorius B.I.G. En pocos minutos, se quedó cómodamente dormido en mi regazo. No debería de tener más de dos meses de edad, así que sus energías de juego se habían acabado rápido para dar lugar a su cómodo descanso. Mientras dormía, vi los ensayos del grupo de Luis. Practicaban varias canciones y bailes de raperos que nunca había conocido, todas en idioma inglés.

Mi mayor acercamiento al rap se había ceñido a cuando era una niña y se pusieron de moda las canciones de M.C. Hammer y Vanilla Ice. Después de ello, mi conocimiento sobre ese género musical era nulo.

—Adiós, brothers —dijo Luis, despidiéndose de sus amigos luego del término de su ensayo. Se dirigió hacia mí para coger a su mascota.

Siseé indicándole silencio para que no despertara al perrito.

—¡Bah! —dijo mientras recogía al cachorro y se colocaba una mochila verde en un hombro—. ¿Nos vamos?


✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿


De camino a casa de los Villarreal, Luis y yo conversamos de varias cosas. De su estancia en Arequipa, de cómo, luego de que su familia se mudase, sus papás habían decidido tener otro hijo, su hermano Guillermo —el responsable del cuidado del perro, quien se había descuidado de él antes—; de Ada y de su ocupación actual: entrenadora de fitness.

Sobre él, me relató su anhelo de ser un cantante y de estudiar música, a pesar de que, por presión paterna se encontraba estudiando una carrera universitaria. Según me confesó, la medicina no lo llenaba y estaba planteándose, seriamente, abandonar sus estudios universitarios. ¡Cuán identificada me sentía con lo que me contaba!

Cuando llegamos a su casa, era tal y como yo la recordaba. Un inmueble de dos pisos, con sus rejas en la fachada y un jardín de hermosas margaritas que adornaban la entrada.

—No ha cambiado nada —dije.

—¿Te trae viejos recuerdos?

—Así es. Yo solía conversar con tu hermana aquí, sentadas en la entrada de tu casa o nos íbamos al parque de la vuelta y paseábamos en bicicleta.

—Ese parque ya no existe. Ahora lo han convertido en una cancha de fútbol y de básquet.

—Vaya. —No pude evitar hablar con un poco de desilusión.

—Pero sí recuerdo que tú y Ada solían pasear allí. Jugaba con mis amigos fútbol al otro lado. Me acuerdo, en especial, del verano antes de que nos mudáramos a Arequipa. Fueron las primeras vacaciones en las que pude irme solo a jugar, sin vigilancia de mis papás.

—Sí y recuerdo que nos pusimos a jugar carnavales en febrero, tirándonos globos de agua con todos los chicos de la cuadra. Te caíste y te lastimaste la rodilla. Lloraste mucho en aquella ocasión —dije con mucha nostalgia.

—Así es. Y tú estuviste ahí, echándome alcohol en mi pierna para que sanara y diciéndome que todo estaría bien.

Solté una ligera risa.

—Sí, lo recuerdo.

—Entonces te veías como un ángel para mí, cuidándome y sanando mis heridas. ¡Muy bella! Pero ahora lo estás más —afirmó observándome de manera fija.

No supe qué decir. De solo oírlo, la sangre me subió a la cara.

¿Era un piropo? ¿Pero si él era solo un niño para mí? ¿En qué estaba pensando este chico?

—¿No vas a avisar que llegamos? —Cambié rápido de tema de conversación.


✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿


Ya dentro, Luis puso al día a su madre sobre nuestro encuentro y las ganas que tenía de volver a encontrarme con Ada.

—Margarita, hija, ¡cómo has crecido! —Me abrazó Blanca Villareal, fuertemente, mientras me daba un beso en la mejilla—. ¡Cuánto gusto volver a verte!

—El gusto es mío, señora. Siempre los eché de menos —dije al tiempo que le devolvía el abrazo.

—Y ya eres toda una mujer hecha y derecha —indicó soltando su abrazo y mirándome al rostro—. ¡Estás preciosa!

—No me haga ruborizar, por favor...

—Mi mamá tiene razón. Estás más hermosa que nunca —refirió Luis mientras me miraba de manera penetrante

Me ruboricé de solo escuchar su cumplido. Tan evidente debió de ser, que la señora le llamó la atención a su hijo.

—¡No seas impertinente, Lucho! Más respeto con Margarita.

—Bah. No empieces, mi viejita —dijo mientras abrazaba a su mamá y le hacía cosquillas en el cuello.

¡Qué inquieto era!

—Ella no es de esas chiquillas a las que sueles silbar en la calle —mencionó muy firme, al tiempo que trataba de contener las risas por las cosquillas.

—Pero eso no quita que la considere muy hermosa. Solo digo la verdad —afirmó muy pícaro mientras me seguía observando con sus bellos ojos marrones.

Me sentí incómoda al percibir cómo su mirada quería entrar a mi alma. Volteé el rostro hacia un lado a modo de escape de aquella situación.

¿Qué estaba ocurriéndome?

✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿

(1) Amigo.

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