✿ Capítulo 17 ✿
Luis
—¿Qué es lo que sabes? —solo atiné a preguntar. Traté de disimular lo nervioso que me encontraba ante la exclamación de mi hermana.
Debía ir con cautela. Si había descubierto que yo tenía una relación con Margarita, trataría de convencerla de que no nos juzgara.
La bruja siempre había sido mi compinche en muchas cosas. Desde que éramos chicos, a pesar de nuestra diferencia de edad, habíamos compartido nuestros secretos. En más de una ocasión, el uno había ayudado al otro a tapar sus jugarretas ante nuestros papás para que no nos regañaran.
Durante el tiempo que tenía con Margarita, más de una vez intenté tocarle el tema. No a modo personal, sino del típico caso de un amigo de otro amigo que tiene una relación con una mujer mayor; pero cuando me armaba de valor para hablar sobre el asunto, recordaba los miedos de mi novia. Sus ojos llenos de temor, cuando me pedía tiempo para hacer frente a la sociedad, solo hacían que se me ablandara el corazón y me frenara ante mis intenciones de confesarlo todo.
De este modo, no tenía que pensar solo en mí, sino también en Margarita, en sus miedos e inseguridades, porque lo que menos quería era meterla en aprietos con sus padres y con los míos. Si ellos se enteraban ahora, podrían ocasionarle muchos problemas. Y quizá, al enfrentarlos, ella no estaría en capacidad para asumir sus desaprobaciones, no aún.
Ya antes, con el problema de Diana, Margarita me había demostrado que, a pesar de que me quería, era solo un ser humano, no tan perfecto como la había idealizado durante todos estos años. Era una persona con muchos temores y prejuicios en su vida. Pero, por encima de todo eso, se había dejado llevar por lo que su corazón le dictaba, anteponiendo sus sentimientos por mí ante sus miedos, y esto era una muestra de la gran mujer de la que yo me había enamorado. Por todo esto, no me vi con el valor de confesarle a nadie lo que tenía con ella, pero ahora parecía que las cosas ya habían cambiado.
Yo estaba ahí, echado en mi cama, hablando con mi hermana. Pude sentir que las manos me sudaban y una gota fría bajaba por mi frente. Ada solo se me quedó observando con una expresión indescifrable. ¿Qué diablos tramaba?
—¡Ya lo sé, pues, callejero! —habló levantándose de la cama.
Se cruzó de brazos y me miró de manera fija.
—A qué... ¿a qué te refieres?
¡Carajo! ¡Tenía el corazón en la boca!
—Ay, hermanito, tú no tienes remedio. —Suspiró observando hacia el suelo y negando la cabeza a modo de desaprobación.
‹‹¡Suelta de una puta vez lo que tienes que reprocharme, bruja! ¡Sí, estoy de novio con tu amiga! ¿Y qué?››.
—Ya lo sé —continuó en lo que parecía ser una eternidad—. ¡Hazte una prueba de paternidad! Y así te sacas de dudas de si el niño que espera la apestada es tuyo o no.
‹‹¡Menuda mierda! ¿Tanto teatro para eso? ¡Me la vas pagar, desgraciada!››.
Si me hubiera sido posible, me hubiera levantado de mi cama, le hubiera lanzado dos almohadazos y la hubiera envuelto en una sábana, por toda la agonía que me había hecho pasar. Sin embargo, debía fingir que estaba sereno. Para mi mala suerte, mi sufrimiento en vano me delató.
—¿Qué diablos te pasa? —indicó moviendo el rostro y con una expresión de sorpresa—. Parece que hubieras visto un fantasma.
—Pensé que me ibas a decir algo que no sabía. ¡Yo que sé! —señalé con evidente fastidiado.
—¡Todavía que te quiero ayudar y te pones así!
—No me has dicho nada que yo no sepa —dije malhumorado—. Pero esas pruebas son carísimas y dinero no es algo que me sobre, lo sabes.
—Pues si trabajas desde ahora, de aquí para cuando nazca ‹‹tu hijo››, señor padre del heredero de Diana... —Estaba picándome.
—¡No me llames de ese modo! Me da alergia de solo pensar en la idea —referí temblando y haciendo el ademán de que me picaba todo el cuerpo.
—¡Lo que sea! Trabaja y junta tu dinero para eso. También, no te comenté antes, pero conseguí un trabajo para hacer de trainer en otro gimnasio, en donde me pagan más —señaló, muy orgullosa.
—¿En serio? ¡Felicitaciones!
—Así es. Y si gano más dinero, eso quiere decir que te puedo prestar para tu problemita —dijo sonriendo de manera triunfal.
—¿De verdad? —pregunté, asombrado—. Mira que no quiero causarte inconvenientes. Ya me has ayudado antes con mis estudios de música.
—Lucho, por algo eres mi hermano; si está en mis posibilidades ayudarte, ten por seguro que haré lo posible para hacerlo.
Estaba conmovido por lo que me decía.
—Aunque me hubiera gustado darte una lección por la estupidez que cometiste —señaló mirándome muy seria. Luego su expresión se relajó—. Pero... creo que ya vas a tener suficiente con abandonar tus estudios universitarios, el grupo de rap, aguantar a Diana y lo que te espera por delante.
—Ni lo digas —dije, cabizbajo.
Hacerme la idea de todo lo que tenía que afrontar, me desilusionaba. Solo saber que, a pesar de todo, Margarita y mi hermana estarían a mi lado apoyándome, me hizo sentir mejor por toda la mierda futura que me esperaba.
—Y tu reacción ante esa noticia ha sido de lo más madura, Lucho. Así que... pues eso, te ayudaré en lo que pueda. Y recemos para que el niño que espera Diana no sea tuyo.
—Gracias, hermana. ¡Te debo una!
—¿Una? Me debes varias, enano —señaló con una mirada de autosuficiencia.
¡Cómo te quiero, hermanita!
✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿
Lo que me quedaba por delante era conversar con mi padre, con los padres de Diana y con los chicos del grupo de rap.
Como mi papá se encontraba en provincia, de visita a unos familiares, acordé con mi hermana contarle la verdad cuando llegara, pero una llamada de él nos alertó de que ya lo sabía.
El padre de Diana, Vicente Aponte, mayor retirado del Ejército Peruano, lo había llamado a su celular muy enojado la noche anterior. Le llevó quejas de que su hija lo había contactado diciéndole que me había portado como un patán con ella, que por ningún motivo había decidido regresar con su ‹‹niñita››. Y ahí sí estaba en lo cierto, pero había algo peor.
Mi papá, tan pegado a la antigua, insistió en que yo me tenía que casar con Diana. El padre de ella le dijo que tenía un deber con su hija y que, sí o sí, tenía que hacerlo.
¡Estaban locos los dos! ¡Ni con un rifle en la sien lo haría!
—No pienso casarme, ¿bien? ¡Que te quede claro! —grité a través del hilo telefónico.
—¿Tienes los huevos para embarazar a esa niña y no querer asumir las consecuencias? —vociferó.
—Claro que las asumo. Le he dicho que trabajaré y que no les faltará nada a ella ni al bebé en lo económico. ¡Pero lo que tú y ese señor me están pidiendo es ridículo!
—¿Cómo? ¡Asume las consecuencias de tus actos y pórtate como un hombre!
—¡Lo hago! Pero tú y ese señor viven en la época de las cavernas. ¡En la actualidad nadie se casa por culpa de un hijo!
—¡Vas a asumir tus obligaciones y te casarás con esa chica!
—¡NI TÚ NI NADIE ME VAN A DECIR CON QUIÉN LO HARÉ! Cuando algún día me case, lo haré con la mujer que amo y no con alguien que solo quiere atarme por un hijo. ¿Te quedó claro?
—Luis, vas a hacer lo que yo te diga, si no...
—¿Si no qué? —le interrumpí. Sabía por dónde iban sus amenazas.
—¡NO VAS A RECIBIR NINGÚN CÉNTIMO DE MÍ! —Estaba muy fuera de sí.
—Tu apoyo económico me importa un comino, papá. Hace buen tiempo que has dejado de apoyarme en lo que verdaderamente me importa.
—Si te refieres a tus sueños estúpidos de ser cantante, puedes olvidarte de todo. AHORA SÍ, ¡NI LA UNIVERSIDAD TE PAGARÉ!
—Mejor para mí. Por si no lo sabes, tenía pensado que este semestre sería el último en el que estudiara Medicina —dije muy decidido.
Estaba harto de su falta de apoyo, de sus amenazas a mis sueños y de querer vivir mi vida como mi padre quisiera.
—Pues si así lo has decidido, que así sea. ¡Y ya hablaremos seriamente cuando regrese a Lima!
—Ven si quieres, que mamá te extraña. La tienes sola aquí, mientras tú te vas de fiesta por ahí —le reclamé.
Mi padre, a pesar de haberse jubilado, solía viajar mucho con el pretexto de que quería disfrutar de sus últimos años de vida. Sin embargo, no llevaba a mi madre a sus viajes para que lo acompañara, lo cual me causaba mucha, pero mucha suspicacia...
—¡¿Quién te crees que eres para reclamarme así?! ¡No te metas en mis asuntos de pareja! —gritó hecho un energúmeno.
—¡Pues lo mismo te lo digo yo a ti! Así que, si quieres venir, hazlo, pero para acompañar a mi mamá, ¿bien?
—Luis, te repito que...
—Si vas a regresar para convencerme de que me case —le interrumpí—, te repito que será en vano. Nadie, repito, ¡nadie decidirá en mi vida! ¡¿ENTENDISTE?!
Y diciendo eso, colgué y tiré el auricular a uno de los sofás de mi sala.
¡Mierda! Siempre hablar con él me sacaba de mis casillas, pero ahora estaba más insoportable que nunca.
¿Quién se creía que era para obligarme a casarme? ¿Matrimonio? ¿A mi edad? ¡Estaba loco!
✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿
Esa tarde de domingo, luego del mal rato que me hizo pasar mi padre con sus amenazas, decidí ir donde los chicos del grupo de rap, los Five Minutes, para contarles lo sucedido con Diana y mis planes a futuro. Y se decepcionaron mucho.
Luego de que El Chino, Ariel e Iván se marcharan, Pablo, mi mejor amigo, estaba fumando marihuana en su garaje. No me había dirigido palabra alguna después de que les comunicara mi decisión de renunciar.
—¿Vas a decir algo o qué? —le pregunté mientras me sentaba a su lado.
Soltó una bocanada de humo. El olor a hierba me daba asco. Aunque en una ocasión me invitó a probarla, me negué a hacerlo. Después de eso, nunca más insistió en invitarme, pero siempre que nos reuníamos a practicar con el grupo, fumaba delante de nosotros; decía que solo con esto le venía la inspiración para crear las letras de nuestras canciones.
—¿Y qué quieres que haga, huevón(1)? ¿Qué te felicite? ¡Eres un imbécil! —me dijo mirando al techo. Su gesto era serio.
—¿Qué voy a hacer, bro? La cagué, ya lo sé.
—A ver si me quedó claro... ¿Embarazaste a tu ex?
—Así es —señalé, afirmando con la cabeza.
—Pero, El Chino y los demás me contaron que te vieron ayer en plena ‹‹acción›› con otra chica, que era mayor que tú. ¿Quién es esa?
Se refería a cuando mis amigos me vieron conversando con Margarita en la calle de su departamento, la noche anterior.
Respiré profundo. Me sinceré con él y le conté todo lo respecto a mi novia.
Pablo se soltó el gancho con el que tenía amarrado su pelo. Me observó con una cara entre divertida y enojada.
—O sea —refirió—, ¿embarazaste a tu ex, a la cual no soportas, pero estás de novio con tu gran amor de la infancia?
—Efectivamente.
—Lo dicho, Lucho. ¡Eres un imbécil! ¿Imbécil? ¡Eres un reverendo baboso! —dijo dándome un apanado en la cabeza.
—Oye, deja de insultarme y de pegarme, ¿sí?
Ya estaba bien de ofensas, ¿no?
—¡Huevón! —gritó.
Se paró, lanzó al tacho, que estaba en el garaje, los restos de su porro y luego de ello me habló:
—Hay algo que no sabes, Lucho. Ven, vamos para adentro para hablar con más calma.
✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿
Ya en su dormitorio, sacó un fólder con algunos documentos y me los entregó.
—Toma. Lee con calma y luego me dices qué opinas.
—¿De qué hablas? ¿Qué es esto? —pregunté mientras observaba el fólder rojo con un gran logo en forma de globo sobre él.
—Tú calla y hazme caso. Lee detenidamente esos papeles y luego me dices.
Obedecí.
El documento en cuestión era un contrato con una empresa de espectáculos llamada Global Entertaiment Enterprises S.A., la cual organizaba eventos sociales y mini conciertos en pubs y similares.
—¡Es un notición, huevón! ¡Nos van a contratar a los Five Minutes! —grité de alegría—. ¿Por qué no me lo dijiste antes!
—‹‹Nos›› son muchas personas. Lee concienzudamente, vamos.
Volví a repasar el documento. En la cabecera, luego de un espacio en blanco, señalaba lo siguiente:
‹‹... a quien, a partir de ahora, llamaremos EL DÚO...››.
—¿Dúo? —pregunté, sorprendido.
—Así como lo lees. Te voy a contar todo con más detalle.
Me dijo que su hermano mayor, Eduardo, era un buen amigo de la infancia de Miguel Cobeñas, gerente de Global Entertaiment Enterprises S.A. Esta empresa tenía proyectado hacer una audición para lanzar a un nuevo dúo musical masculino de música pop y baladas, a lo Andy y Lucas.
Miguel, sabiendo de la pasión por la música de su hermano menor, le habló a Eduardo de esta noticia y lo animó a que le dijera a Pablo para que se presentara a la audición que sería dentro de dos meses. Pero, a mi amigo le desagradó por completo la idea. Odiaba el género musical del pop y de las baladas románticas porque las consideraba cursis y pastelosas, muy lejos del rap que tanto lo apasionaba.
A su vez, él quería persistir en su sueño de salir adelante dentro del rap, ya fuera con nuestro grupo o en forma individual, pero siempre dentro de lo suyo. No obstante, me habló que su padre, al igual que el mío, le dijo que ya estaba harto de que ‹‹desperdiciara el tiempo en tonterías››.
Le había dado un ultimátum. O se dedicaba a estudiar con ahínco en la universidad, en la cual le iba fatal con peligro de desaprobar tres materias en el semestre, o se conseguía un trabajo para mantenerse. Como Pablo, al igual que yo, ya era mayor de edad, pues su viejo no estaba dispuesto a seguir manteniendo a un ‹‹vago bueno para nada››.
—Y bien, ¿qué es lo que piensas? —me preguntó.
—Pues no sé. Si crees que lo tuyo es ser el próximo Alejandro Sanz de la canción romántica cantando Pisando Fuerte... —dije agarrando su guitarra que estaba encima de una silla de su dormitorio, haciendo el ademán de que la tocaba y poniendo una mueca estúpida—. ¡Ay sí, Pisando Fuerte! ¡Chicas, láncenme sus calzones y sostenes, buah!
—¡Calla, idiota! —indicó, quitándome de mala gana la guitarra.
Solté una gran carcajada, al tiempo que me sentaba en la silla donde antes había estado su guitarra.
Imaginarme a mi amigo, con la barba larga y el pelo sin peinar en una cola, cantando baladas cursis, en un escenario ficticio y a miles de mujeres gritando por él, hizo que, literalmente, me muriera de risa. La barriga me dolía de tanto reírme.
—¿Vas a dejar de burlarte de mí? En tal caso, también tendrías que burlarte de ti mismo, huevón. Porque si te he contado esto es porque quiero que me acompañes —dijo con una mueca de complicidad.
—¿Eh?
Me contó que, como a ambos nos apremiaba lo económico, no estaría mal probar suerte en dicha audición. ¿Quién sabe? Quizá sonaría la flauta, éramos escogidos y por ahí comenzábamos a ganar dinero. Cantando canciones cursis, traicionando a nuestros ideales; pero, para sacarnos del apuro temporal en el que nos encontrábamos, no estábamos para hacer asco a nada.
Ahí me di cuenta de que tenía razón, ¡cuánta razón!
—Pues no sé, brother. ¿Cantar canciones románticas? Arghhh —alegué con una cara de espanto.
—¿Nunca has cantado alguna canción de ese tipo? —me preguntó, para luego sentarse en la silla del costado de donde yo estaba, dándome un codazo y observándome con una cara inquisitoria. ¡Mierda!
¿Que si no había yo cantado canciones románticas? ¡Por supuesto! Desde que estaba con Margarita, me había vuelto en una versión peruana de cantantes como Pablo Alborán o Alberto Plaza. Pero eso solo era para mi novia y porque me encantaba ver sus ojos del gato con botas de Shrek cuando lo hacía.
Pero, ¡caray! ¡Eso solo era para mi intimidad! El entonar canciones cursis frente a un gran público femenino era otra cosa, muy distinta a lo que esperaba de mi futuro como cantante.
Mi silencio debió de ser obvio para Pablo, que ahora el que imitaba a Alejandro Sanz y decía tonterías sobre mí era él.
—¡Ay, Margarita! Dime que canto muy bien, ¿sí, mi amor? —señaló con una mueca de idiota.
—¡Cállate, huevón! —hablé dándole un golpe en la cabeza.
—Sí, Luchito, sigue cantando para mí, ay —continuó actuando como zonzo, poniendo sus manos en su pecho izquierdo y observándome como retrasado mental.
—Mi novia no me dice ‹‹Luchito››, ni yo le digo ‹‹mi amor››. ¡Imbécil! —me quejé lanzándole un papel que encontré encima de su pupitre, el cual lo arrugué para que me sirviera de arma.
Él se rio y esquivó mi ‹‹ataque››.
Luego de ser objeto de bromas pesadas por parte del bueno de Pablo, me contó que, inclusive, aparte del casting que estaba haciendo el gerente de Global Entertaiment Enterprises, esta era dueña de un vídeo pub que se llamaba El Gato Azul, ubicado en el distrito de Lince. En este se solía hacer conciertos con minicovers de canciones de rock y pop de grupos famosos. En la actualidad estaban buscando con urgencia a un cantante que reemplazara al que se acababa de retirar la semana pasada.
Me dijo que me lanzara a la piscina. Entre este trabajo y la posibilidad de formar parte de un dúo masculino de baladas románticas, yo podría tener grandes opciones de conseguir ingresos económicos que me ayudaran a salir adelante en la situación tan delicada en la que me encontraba.
—Gracias por el dato, brother. ¿Y por qué me lo has dicho a mí y no al resto del grupo?
Después de todo, estaba en lo cierto. ¿Por qué había mantenido el secreto solo conmigo?
Cuando me contó sus razones, me sentí profundamente agradecido. Me di cuenta del gran amigo que era el huevón este.
Al resto de la banda no le urgía el dinero. Ellos tenían el apoyo de sus padres, en lo que a sus proyectos musicales se referían, y en lo económico también. Solo Pablo y yo estábamos entre la espada y la pared.
—Muchas gracias.
—No es nada, que tú y yo estamos en las mismas. Aunque... ¡yo sí sé usar un preservativo, futuro papá!
—¡No empieces, huevón!
Luego de que siguiera burlándose de mí por lo de Diana y de mi futuro hijo, toqué un tema que me había causado suspicacia:
—¿Y cómo así tu hermano tiene el contrato? —pregunté, porque ese detalle era algo que no me cuadraba.
Ahí me confesó que, ‹‹sin querer››, su hermano había cogido ‹‹prestado›› una copia del contrato del dúo musical de esa empresa, cuando fue a visitar a su amigo en su oficina. Quería asegurarse de que, si mi amigo salía escogido para el casting, las condiciones de su contrato con dicha empresa fueran de las más beneficiosas.
—Eduardo se las sabe todas, ¿no?
—¡Ese siempre!
Soltó una risa.
Después de dejar las bromas atrás, le pregunté cuándo podría presentarme para el trabajo de El Gato Azul. Me informó que al día siguiente, lunes, a partir de las cuatro de la tarde.
Con las buenas nuevas, me fui de la casa de Pablo directamente donde mi novia para contarle de estas grandes noticias.
✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿
—Y bien, ¿qué opinas?
Margarita estaba sentada en su comedor bebiendo un jugo de naranja. Desde que estaba conmigo, se había vuelto adicta a este. ¡Mierda! ¡No había momento en que no lo tomara!
Yo estaba sobre el respaldar de uno de los sillones. Su perro estaba echado abajo de la puerta de la sala. Ella había querido encerrarlo para que no me gruñera como siempre, pero ¡oh sorpresa!, Napoleón no lo había hecho en toda la noche. ¿Estaba comenzando a aceptarme?
—¡Estoy muy contenta! —respondió con una cálida sonrisa—. Estoy segura de que en cualquiera de las dos audiciones serás seleccionado.
—¿Tú crees?
—¡Pues claro! Siempre he dicho que me gusta cómo me cantas.
—Eso lo sé —dije cruzando los brazos con mi pose de galán de telenovela. Me encantaba hacerme el chulo delante de ella—. Pero...
—¿Pero? —me preguntó, mirándome preocupada.
—Una cosa es cantar rap a nivel amateur y cantarte aquí en esta cueva, viendo cómo pones los ojos de cordero degollado cuando me contemplas hacerlo —dije intentando imitarla con una mirada de mujer completamente enamorada.
—¡Pesado!
Me reí.
Dejándome de bromas y volviendo al tema principal, le hice saber que sí, por mucho que me la diera de chulo delante de ella, tenía miedo de que no me aceptaran en esas audiciones.
—Bueno, yo de música no sé mucho, pero solo te puedo decir que tienes una voz preciosa. Y que, muy aparte de que seas mi novio, me encanta escucharte cantar. ¿Qué me encanta? ¡Me fascina!
—¿En serio? —le interrogué, sorprendido.
—¡Por supuesto! Y aquí ya hablo objetivamente, aunque en casos así es muy difícil serlo. Le pones mucho sentimiento en tus canciones, y eso es algo que resaltar en ti. Haces que cuando una te escuche cantar, se sienta muy conmovida contigo.
—¿De verdad, mi boquita?
Me sentí muy bien de escucharla. No aguanté más y corté la distancia que nos separaba a ambos. Me senté a su lado, la abracé y llené de besos a Margarita.
—¡Yo que sé! Fue así cómo me conquistaste, bribón —señaló separándose de mí y bebiendo, de nuevo, su jugo de naranja.
—Oye, si sigues bebiendo tanto jugo, en un futuro en vez de tener hijos humanos vas a producir naranjos.
—¡Tonto! —exclamó sonriéndome.
Me encantaba bromearle. ¡Qué bella se veía con esa hermosa sonrisa y los hoyos en sus mejillas cuando lo hacía!
Con sus palabras me transmitía tanta tranquilidad y sobre todo seguridad, como años atrás cuando era un niño y me creía capaz de conquistar el mundo entero. Y todo por ella. ¡Solo por ella!
—Me gustaría celebrar esta noticia. ¿Quieres salir a cenar? —Me paré de la silla y me dirigí a la puerta.
—¿Afuera? —me dijo, dubitativa.
—¿Y por qué no?
—¿Y si alguien nos ve? —indicó Margarita desviándome la mirada y observando el vaso de vidrio que minutos antes había tenido su jugo.
¡Otra vez la burra al trigo!
La verdad que, en ocasiones así, en las que quería salir con ella y pasarla bien para celebrar o simplemente para relajarnos y divertirnos, me sentaba muy mal que me dijera que no. Pero, de nuevo, tuve que comprenderla y pasar la velada en su casa con lo que fuera.
—Entonces, ¿qué quieres comer? Tengo un hambre atroz y no quiero que cocines ahora. Yo invito.
—¿Está bien que lo hagas? Mira que vas a tener que ahorrar para lo de Diana...
—¡Olvida ese tema! Ahora solo quiero relajarme y celebrar el que no todo sea negro para mí —dije con determinación.
—Está bien.
Se le antojó comida china. Fue así como salí a un restaurante cercano para comprar tallarín chaufa para ella y arroz chaufa con gallina para mí.
Luego de comprar la comida, pasé cerca de un minimarket. Como todavía me sobraba dinero, decidí adquirir una botella de vino para acompañarlo a nuestra cena.
Cuando llegué a su departamento, puse una música más movida en una emisora local, Studio 92. No quería nada de baladas ni de música lenta. Hoy quería divertirme a su lado y pasar un rato ameno.
Bebimos una copa del vino que yo había traído. Rápidamente, sus mejillas se pusieron coloradas y se podría decir que estaba más alegre que de costumbre.
—¡Por ti! ¡Por ti! ¡Yujuuu! —dijo, levantando la copa para luego ponerla en la mesa de su comedor, riendo de manera tonta y haciendo círculos en el aire con su otra mano.
Ahí me di cuenta de que no estaba acostumbrada a beber alcohol. El vino pronto la había relajado, provocándole hacer tonterías, las cuales hicieron que yo soltara una sonrisa de verla en ese estado.
—Vamos, Napoleón, que mamá está ocupada —expresó al tiempo que lo sacaba de la sala y lo guardaba en su patio.
Cuando regresó, se acercó lento hacia mí. Se me quedó observando de un modo muy peculiar, con una expresión divertida, como si su rostro fuera un poema.
—¿Qué pasa? —le pregunté
Me agarró de la mano, levantándome de mi asiento, me arrinconó en uno de los sofás de un solo cojín y, literalmente, me abrazó y me devoró con sus besos.
¡Esta era la Margarita que yo hasta ahora desconocía!
✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿
(1) Idiota, tonto, imbécil.
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