New memories (2/2) (¡Feliz Cumpleaños, Fuyumi!)
Shiwasu.
El mes en el que incluso los maestros corren.
Ese era sólo uno de los títulos que el mes de diciembre recibía, pero era de los que más competían a Fuyumi debido a su labor de dueña de aula.
Sus colegas corrían de arriba a abajo decorando sus aulas, incluso si hacían dinámicas para que parte de sus niños a cargo ayudarán con actividades de manualidades, el resto de la presentación iba por parte de los maestros. La escuela ya había anticipado lo difícil que sería para los más pequeños desprenderse del espíritu festivo que había en las calles.
Japón se caracterizaba por sus parques cargados de luces y adornos navideños, la influencia estadounidense había cobrado particular atención debido a sus colores hace un par de años y fue aún mayor cuando la leyenda viviente, All Might, era partícipe activo de las celebraciones de su colega y viejo amigo, el talentoso ingeniero, David Shield.
Que el Héroe Número Uno se vistiera de Santa Claus en sus días de mayor gloria había vuelto loco a Japón, la mercancía se había vendido a montones y eventualmente, la festividad vino para quedarse.
Se había vuelto costumbre que varios héroes de todos los rangos tomaran está temporada para conectar con los más pequeños, así que más de algún infante entraba a la escuela con el pechito inflado de orgullo, la cara redonda, brillante y sonrojada, y un saquito de regalos que algún héroe había estado repartiendo.
Si los maestros querían ser escuchados, debían de mantener ese espíritu festivo dentro de los salones también. Lo cual era sumamente agotador, además de estar dando clases, estas debían ser aún más dinámicas y entusiastas. Y luego las decoraciones... los centros comerciales no eran amables en esas temporadas cuando todos estaban locos por acompañar la esencia fiestera.
Y Fuyumi adoraba la Navidad y el Año Nuevo. Sobre todo este año que finalmente iba a poder pasarlo con Shōto sin tener que ocultarse o con la constante mirada penetrante de su padre como un fantasma en la oscuridad.
Si las cosas salían bien, incluso su madre podría estar presente el próximo año. No podía estar más agradecida de tener a su familia reunida en torno a una comida casera de nuevo. No era momento de desacelerar, ¡tenía que esforzarse más!
Pero puede que competir con la presión de su familia y dos semanas cargadas de preparaciones festivas, sumada a unos alumnos especialmente energéticos y realizar doble turno en algunas aulas a causa de faltas de otros docentes, habían sido suficientes para que la joven maestra tuviera un decaimiento en sus labores y terminara en la enfermería.
Era común que algunas maestras tuvieran ataques de estrés y ansiedad por las fechas, pero tal parecía que el aspecto de Fuyumi era un poco más lamentable que tuvieron que despacharla a casa dos horas más temprano para que descansara un poco; debía retirarse en el próximo receso de la escuela.
Fuyumi apretó los labios, inconforme con la enfermera, Nagisa Kinomoto, mientras está le hacía el permiso para volver a casa. Tenía en la punta de su lengua que todavía podía hacer más, que el dolor de cabeza ya había disminuido, que todavía podía ejercer. No podía manejar la repentina falta de trabajo. No tener nada que hacer de pronto la estresa más que seguir trabajando, incluso con el peligro de volver a recaer.
Escuchó la puerta abrirse, y su atención a la excusas para convencer a Nagisa desaparecieron, en su lugar, vio a la joven enfermera extender una suave sonrisa en cuanto los compañeros de aula del mismo nivel de Fuyumi entraron a la enfermería con un pequeño cupcake y un florero.
No pudo evitar parpadear cómicamente sin comprender la situación, demasiadas cosas en su cabeza como para que la idea encaje en su mente. Por unos instantes pensó, con cierto pánico, que se había visto tan mal que sus compañeras de trabajo vinieron a dejarle condolencias.
—¿Bromeas, chica? ¡Es tu cumpleaños! —resopló Makoto aguantando una risa mientras acomodaba el florero con un grupo de brillantes Viola tricolor en sus manos.
Fuyumi seguía sin reaccionar, todavía sentada en la camilla de la enfermería después de que le recetaran unos relajantes; desvió el rostro cuando sus compañeras comenzaron a cantar en torno al cupcake en una falsa impresión de vergüenza, ocultando su rostro mortificado.
Sabía que en el salón de profesores había una enorme pancarta de pastel donde estaban los meses del año, y a su vez, los cumpleaños correspondientes de cada temporada. Fuyumi solo había puesto el suyo por compromiso y presión de Makoto, porque realmente a ella no le interesaba ese asunto.
No recordaba cuándo había tenido un cumpleaños que en realidad esperaba, era sólo un día más. Se empeñaba más en hacer algo significativo para el día de sus hermanos, en cambio, era complaciente con ella misma. No pedía mucho. Ya no. Incluso si nadie lo recordaba, ella no tenía ninguna especie de contramedida. Estaba bien. Darle importancia a un día en especial no tenía valor alguno, prefería construir una mejor relación que esperar algo solo una vez al año.
Una parte de su corazón se había convencido de que no esperara nada extraordinario. Y era mejor que ella misma se diera algún otro gusto y siguiera adelante.
Pero la sensación de incomodidad persistía.
La sensación de haber sacrificado tanto para levantar una carga en los hombros de su familia. Lo que para ella había sido todo, había repercutido tan poco en un cambio. No podía decir a ciencia a cierta si siquiera merecía un feliz cumpleaños cuando ella no había podido brindar un mísero momento feliz a sus familiares en una vida. Así que con el tiempo, le había tomado poca relevancia. O, a lo mejor, se había obligado a restarle importancia si con eso hacía que sus hermanos se sintieran menos tristes.
Fuyumi era conocida por ser un poco distraída, así que cuando no reaccionó mucho a su pequeña sorpresa o simplemente sonrió demasiado cuando la felicitaron, sus compañeras lo atribuyeron a que tenía demasiadas cosas en la cabeza. Y era así hasta cierto punto.
Entre las decoraciones de navidad y fin de año, sus clases, los dobles turnos, contactar a su padre, recuperar los lazos con Shōto, empeñarse en empujar a Natsuo a formar parte de la familia, atender los cambios de su madre e inclusive su propia salud; lo menos en que pensaba Fuyumi era que su cumpleaños quedaba varado en algún punto del caótico mes o hacer algo para celebrarlo.
—Muchas gracias, chicas —musitó un poco más centrada en el asunto, el cupcake en sus palmas extendidas.
Que ella no le tomará importancia y le resultará incómodo pensar en ello, no alteraba que se sintiera un poco conmovida de que sus compañeras de trabajo se hayan tomado la molestia de darle algo; finalmente, terminó sonriendo con sinceridad mientras el grupo de maestras la rodearon en un suave abrazo, aceptando, con un poco de optimismo, la suave sensación de calidez.
...
Después del momento emotivo, Makoto y Kayo coincidieron con Nagisa que Fuyumi debía volver a casa. Con la tríada de acuerdo, Fuyumi solo fue a dejar el florero a su escritorio en el salón de profesores, entregar el permiso de retirada al director y proceder a retirarse, con Kayo cuidando sus pasos.
—¡Tendré a tus pollitos muy bien cuidados! ¡Ve y descansa! —La despidió en la puerta, agitando su mano con energía.
Fuyumi caminó como si fuera a la estación, deteniéndose en una parada mientras suspiraba. En realidad, no quería volver a casa temprano.
El pequeño acto de sus compañeras la habían dejado descubierta con la guardia baja y lo menos que quería era llegar a casa, y enfrentar sus antiguas memorias. Sabía que ahora podría tener un momento íntimo con sus hermanos, pero no quería tentar a su suerte y ver cómo era ella quien regresaba a sacudir los fantasmas en el armario. Tenía que reforzar sus murallas primero.
Empezó a caminar hacia una cafetería en lo que ganaba tiempo y sacó su celular. Una llamativa hilera de mensajes con la característica forma de escribir de una sola persona en sus contactos, la recibió sacándole una sonrisa y considerando sus opciones.
Con su típico tono alegre, Fuyumi hasta podía escuchar su voz y su risa con tal solo leer los mensajes. Su celular siempre pasaba en vibrador durante las clases y lo revisaba hasta el final, así que el emisor estaba al tanto que vería los mensajes hasta el final de su jornada.
Keigo compartía su cansancio en las épocas, y aunque el joven héroe raras veces se veía cansado por ello debido a que tenía demasiados ojos clavados en su imagen todo el tiempo, eso no le impedía que viniera a recogerla y a acompañarla a casa siempre que podía. Decía que caminar a su lado, sin necesidad de volar y solamente escucharla, le daba la calma que necesitaba para recuperar energías, además que le gustaba asegurarse que llegara a salvo.
Una cosa boba, porque estaba segura que su Quirk no tenía ninguna habilidad para quitar el cansancio y toda su vida había vuelto a casa sola, viviendo solo un par de sustos sin mayor repercusión, al menos su padre se había asegurado que fuera un vecindario seguro. Pero eso no evitaba que el estómago se le revolviera de emoción y la sonrisa le picara el resto del camino hasta que se despedían.
Y, por supuesto, si se desviaban un poco del camino para comer o tomar algo, ninguno de los dos se quejaría.
Tal parecía que ese día no era la excepción. Keigo decía que había preparado su apartamento para ellos y que le esperara en el lugar de siempre. Él no tenía idea que ella había colapsado y la habían despachado temprano.
Se mordió los labios inferiores mientras ahogaba una risa, se veía tan despreocupado, pero siempre estaba tomándose molestias por ella. Siempre se desviaba mucho del camino solo para verla, solo para asegurarse que estaba bien, así que bien ella podría ayudarle un poco adelantándose y ahorrándole el viaje, que estaba segura, que esas hermosas alas carmesí agradecerán. Tampoco eran fechas prometedoras para Hawks.
Además, el especial cuidado que Keigo le estaba dando este día desde muy temprano había sembrado una pequeña esperanza. Él había recordado su cumpleaños y buscaba darle una sorpresa. Una anticipación que no había surgido desde que ella era una niña la empujaron a empezar a tararear, pensando en lo mucho que quería a su bonito novio volador.
No quería hacerse ilusiones, pero con Keigo siempre podía esperar algo.
Esto la llevó a este preciso momento. Aspiró profundamente mientras sostenía la perilla de la puerta, lista para girarla y abrirla, tratando de desligar la pequeña llama de emoción que se empeñaba en quemar en su pecho y la llenaba de afecto.
Este discreto apartamento, que habían escogido juntos al ser demasiado llamativo el lugar donde Keigo se alojaba cuando venía de visita a Shizuoka, lo habían decorado juntos y lo habían convertido en algo parecido a su santuario o como a Keigo le gustaba decirle, su nido. Fuyumi siempre sentía chispas en su estómago cada vez que entraba, pensó que así debería sentirse un hogar al que anhelas volver.
Todavía se quedaba en el aire al pensar en su relación con Hawks. No habían empezado con las intenciones más honorables. Hawks había querido establecer una mejor relación con Endeavor a través de su familia, con lo audaz que era se había percatado que tenía que taladrar más profundo en Endeavor si quería demostrarle al mundo que Número 1 y Número 2 Pro Heros estaban en la misma sintonía y estaban dispuestos a protegerlos, no como la enorme brecha descascarada que All Might y Endeavor siempre tuvieron, apuntar cuidadosamente a su familia era solo uno de sus métodos sutiles para conseguirlo. Y Fuyumi quería estar más cerca del mundo heroico para comprender más cómo acercarse a su padre y ayudar a su hermano más pequeño; finalmente, enfrentando ese mundo que tanto daño había hecho a su familia por el bien de la misma.
En un principio, era un beneficio mutuo. Fuyumi era un pilar para la familia Todoroki, alguien que incluso Enji respetaba. Hawks era el Héroe Número 2, pero más que eso, había sido el único héroe que había mantenido un equipo con Endeavor por más tiempo y que también estaba ayudándolo con su imagen que tenía el público del héroe en llamas. Su vinculación había sido estratégica.
No sabían que en realidad terminarían comprendiendo al otro. O que el proceso había sido más divertido mientras trabajan en equipo.
Fuyumi recordaba tener miedo. Mirar un poco más allá de la máscara de Hawks había sido más emocionante y conmovedor de lo que imaginaba, tenía muchas capas cubriendo su corazón humano, pero entre ellos, un trauma tan semejante al suyo que la espantó.
Pero había sido más aterrador cuando fue el mismo Hawks quien retrocedió como si lo hubieran desplumado, sus ojos dorados vibrando por primera vez con tantas emociones que era abrumador tan solo de intentar leer o entender.
Comprendió que, aunque ella estaba asustada, Keigo lo estaba aún más. Siendo sincera, él tenía más que perder en esta relación que ella.
Hawks era tan famoso que todo lo que él había construido colgaba de un hilo constantemente; sus fans podrían decepcionarse al ver a la persona que él había escogido como pareja y descender en el Ranking del que dependía su salario. Sin embargo, cuando él sostenía sus manos, el frío que siempre tenía, desaparecía. El silencio en el que había crecido era llenado por la melodía que era su risa. Y no quería hacer nada más que seguir sosteniendo recelosamente ese corazón quebradizo que había encontrado en el interior del héroe. Un corazón que ni él mismo estaba seguro de que todavía existiera.
Un ruido desconcertante dentro del apartamento la arrancó de sus divagaciones y la hizo pasar precipitadamente, las palmas de sus manos escarchándose.
Los oídos le zumbaron cuando vio plumas rojas desprendidas en el sillón, y el corazón se le detuvo buscando con urgencia a su novio.
—¡Keigo!
—¿Fuyumi?
Fuyumi dejó caer la cartera de trabajo y corrió a su lado, revisándolo con escrutinio, buscando cualquier cosa fuera de su lugar. Más allá de ver su propio delantal de gallina un poco sucio en el torso de su novio, los cabellos dorados rebeldes domados por una diadema roja y un poco de hollín en sus extremidades, todo estaba en orden, así que el alivio se escapó de sus labios con un suspiro.
Revisó el panorama en búsqueda de la causa del ruido, la cocina se veía recién usada y un poco caótica, pero al menos estaba fuera de peligro, no como las cacerolas mal arregladas del lavadero, las cuales debieron de estar a punto de caerse chocando entre sí, lo que debió provocar el sonido que la alertó.
—¿Qué estás haciendo? —finalmente preguntó, viendo su pobre cocina como si fuera un campo de batalla.
Keigo era encantador en casi todo lo que hacía, pero no era muy bueno cocinando, en realidad, nunca lo había dicho, pero era posible que lo odiara. Podía hacer un par de cosas que no requería verdadera cocción, pero a la hora de usar algo de fuego se volvía elegantemente inútil.
Las alas volvieron a formarse tras Keigo, tapándole la vista del desastroso escenario, un tono de rosa tiñendo sus orejas mientras extendía sus manos para hacerla retroceder.
—¿Qué estás haciendo TÚ aquí? —regresó la pregunta—. Son las 11 de la mañana, todavía falta más de una hora para tu horario de salida.
—Oh, bueno —Sus mejillas se colorearon un poco antes de sonreír con timidez—. ¿Sorpresa?
Keigo dejó caer sus manos mientras la miraba con sospecha, sus pobladas cejas juntando en el puente nasal.
Oh, sus ojos se estaban estrechando. Estaba usando su modo héroe para sacarle información. A Fuyumi no le gustaba cuando hacía eso, pero era casi una segunda naturaleza para él que era imposible apagarlo por completo. Sin embargo, cuando ella no estaba dispuesta a comunicar su malestar, Keigo recurría a otras técnicas de análisis. Y ella no podía evitar sentirse un poco engreída y feliz de que él tratara de hacerla sentir mejor de cualquier manera.
—¿... Fuyumi?
—Me sacaron temprano y bueno yo quería-
—¿En temporada festiva? Yo lo dudo —ladeó la cabeza—. ¿Esto tiene que ver con tu doble turno por la maternidad de tu compañera?
—No me acuses de exceso de trabajo, señor "creo que puedo tomar un tercer turno este año".
—¡Dije que era una broma! —Se exasperó levantando las manos, Fuyumi negó con la cabeza sin creerle, de no ser por que Keigo quería hacer tiempo para verla, probablemente llenaría sus horarios de montañas de trabajo extra como ya había escuchado de su padre que sucedía en años pasados—. De cualquier forma, evasión, tengo razón.
Fuyumi hizo un puchero, dispuesta a negarlo cuando las tibias manos de su novio envolvieron sus mejillas, la escarcha de sus propias manos se derritió.
Encorvó sus cejas rubias mientras la inspeccionaba con preocupación. La manera suave en que sus ojos afilados la miraban siempre la ponía débil.
—Estás pálida, y eso para ti ya es alarmante. Debiste llamarme, podría haber ido por ti más temprano.
—Quería sorprenderte.
—Se supone que esa es mi línea —bajó una mano y la envolvió con la de Fuyumi, una de sus plumas fue por su cartera. Empezó a empujarla hacia el sillón—. Ya sabes, algo como "feliz cumpleaños, bebé" ¿te suena? —resopló una pequeña risa—. Me hacía mucha ilusión cuidarte hoy, pero creo que debería mejor haberte convencido de tomar más descansos. Podrías desmayarte.
El tono suave y preocupado de Keigo le hizo imposible verle a la cara, el rubio parpadeó lentamente con la comprensión brillando en sus ojos.
—¿Qué? ¡Fuyumi! —reprendió.
—Mejor dime que planeabas aquí —giró su rostro hacia la cocina, pero las plumas ya habían cerrado la puerta—. Pensé haberte dicho que no cocinaras nada mientras yo no estuviera contigo.
—Recibí ayuda —aclaró de inmediato, sentándola con suavidad, él se acuclilló frente a ella, acunando su cuello—. Y no es una sorpresa si te digo, puede que ya perdí el factor incógnito por tu repentina entrada, pero todavía puedo maravillarte.
—Keigo, no lo hace menos especial si me dices —colocó ambas manos en sus mejillas y las acarició, el inicio de la barba haciendo cosquillas en sus palmas provocando una sonrisa—. Anda, dime.
—Hmmmmmmm.
Se hacía el difícil, pero la sonrisa estaba tirando de sus labios, sus ojos vibrando con emoción. Con el tiempo, Keigo había demostrado ser impaciente para algunas cosas y le causaba ternura que la mayoría era cuando se trataba de hacerla feliz, él no podía esperar mucho tiempo para ver su reacción. Fuyumi no podía evitar sentir que flotaba cuando él la miraba con sus pupilas dilatadas, incapaz de contener su cariño.
—Muy bien —cedió—, pero cierra estos bonitos ojos.
Se levantó para posicionarse detrás de ella, sus manos callosas puestas delicadamente en sus ojos.
Empezó a escuchar varios zumbidos a su alrededor. Las plumas más grandes haciendo de las suyas en la sala. No pudo evitar reírse cuando sintió que el pecho de su novio se hinchaba de orgullo.
—Es extraño que las plumas sean una parte de ti cuando ellas si son cuidadosas con la cocina.
Sintió que él sacudía su cabeza con violencia.
—¡Vamos, Yumi! ¡Déjame tomar un descanso!
Ella empezó a reír con más ganas, sintiéndolo temblar por la risa contenida. Finalmente, él separó sus manos de sus ojos.
...
La imagen parpadeó frente a ella. En lugar de la bonita mesita de madera frente al sillón mullido de Hawks, estaba una mesa grande, con platos fríos y olvidados, un pastel desmoronándose y el olor a tela, madera y cabello chamuscado invadiendo sus fosas nasales, tan reales que podía sentir la irritación en su nariz. Sintió que sus ojos parpadeaban debido a la creciente e involuntaria humedad.
Keigo, a su lado, zumbaba de emoción, sus pequeñas alas hinchándose como un polluelo llamando la atención de su madre. El gesto fue lo suficientemente entrañable como para sacarla un poco de su estupor, girándose para distraerse de la imagen residual que se empeñaba en afianzarse en su mente.
La forma en que los ojos dorados de Keigo se achicaron al ver la mesa llena de comida cálida no ayudó mucho a espantar sus memorias. Sus ojos dorados mirando, por una fracción de segundos, una imagen completamente diferente a lo que tenía enfrente, él espantó sus propios fantasmas y visión invisible al negar con su cabeza, y se volvió a ella con una sonrisa tenue, pero cargada de cariño.
—Una vez me dijiste que te gustaría probar un poco de comida nativa de Fukuoka, en especial algo que yo hubiera probado y me gustara. Sinceramente, no compartí muchas comidas con mis padres —Se frotó la nuca con timidez, el sonido de la risa quedaba fuera de lugar cuando sus ojos estaban un tanto más apagados—. Pero luego recordé este platillo así que trate de traerlo a la vida.
—¿Y eso es...?
—Motsunabe. Mi madre lo cocinó una vez y fue la gloria.
Las alitas se agitaron con energía, como un cachorro moviendo la cola frente a su dueño, esperando que lo felicitaran por cuidar la casa. Keigo se movió hacia la mesa y destapó la olla, el olor a caldo de res, salsa de soya, ajo y chile hicieron que su cabeza diera vueltas, pero su corazón saltaba en su pecho con tanta fuerza que le costaba respirar.
No habían hablado mucho de sus padres, Keigo sabía por encima cómo estaba su relación con su padre, y había optado por guardar distancia hasta que ella estuviera lista. El hecho que él mismo mantuviera una conexión profesional con Endeavor también complicaba las cosas, pero había optado por confiar en Fuyumi, entendiendo, de una manera bastante sombría, que siempre había más que rasgar donde había mucho que perder y ocultar. Si Endeavor mantenía su vida privada tan fuera del radar de los medios no era solo una razón de prudencia, y eso había entristecido al joven héroe, como si se diera vencido por algo.
Con respecto a sus propios padres, Keigo había dado suficientes señales para indicar que no habían sido los mejores, si es que podía ser educada con respecto al tema. Había telarañas y sombras, donde todavía había vidrio quebrado que al pisar en el lugar equivocado, iba a dejar una herida tan profunda como para dejar cicatrices.
Keigo nunca sonreía cuando el tema de sus padres se resbalaba, e incluso si lo hacía, era hueca y más un gesto de costumbre que algo que realmente sentía. Incluso si fue con su madre con quien mejor relación tuvo, no daba ningún indicio que su recuerdo fuera 100% grato de traer de regreso.
Así que hubiera hecho memoria a una época donde no era más que un niño frágil y expuesto, y pensar de más en una madre con una relación complicada y un sentimiento amargo; solamente para complacer un capricho suyo, hizo que campanas resonasen en su pecho y no la dejaran en paz.
—¿... Por qué?
—Me hizo ilusión la idea —Keigo empezó a moverse para servirle un plato—. No soy como tú, que en lugar de pensar en lo que perdí, pienso en las mínimas cosas buenas y sigo adelante. Me aterra pensar que no encontraré ninguna, y no es bueno para el oficio verme tan decaído —intentó bromear, sacudiendo sus alas—. Siendo sincero, no quería pensar en...
La cuchara sopera tembló un momento, Keigo mordió su labio inferior de manera casi imperceptible. Siempre tenía dificultades para hablar de las cosas profundas que giraban en torno a su familia. Mencionaba que su padre no era el mejor, y que probablemente era la cosa más desagradable que había conocido, pero lo decía como si hablara de alguien más, no de su propio familiar, desconectarse de su vinculación era su manera de lidiar con el problema.
Pero su madre era diferente, ni siquiera podía nombrarla tan seguido en una misma oración. El sustantivo en sí se sentía fuera de lugar. Había algo pastoso y delicado flotando en medio de esa relación.
—No debo detenerme —Cambió de tema de forma repentina—. No puedo detenerme. Si lo hago puede que no logre seguir avanzando.
Los fideos champon y el repollo sobresaliendo del líquido oscuro mediante se deslizaban en el plato hondo, parecían más interesantes que las memorias atacando su mente. El olor de las vísceras invadía con más fuerza la habitación. Las palabras no dichas entre ellos deslizándose como el alimento en el plato.
—Entonces, pensé en ti —Keigo todavía no la veía, colocando el plato hondo en una bandeja y buscando un nuevo cubierto para servir el arroz—. Como tu deliciosa comida siempre hacía qué no solo mi estómago se sintiera lleno; tienes esa delicadeza para transmitir tu cariño en todo lo qué haces y yo... bueno, quería hacer algo para ti. Incluso si no fuera un platillo que yo hubiera probado, quería recrear algo de... de mi hogar.
Apretó los ojos y sacudió la cabeza, una sonrisa desconcertante extendiéndose repentinamente.
—¡No tuve mucho éxito hurgando en mi mente! Pero vi un puesto de Hakata Motsunabe mientras volaba un día de estos y recordé que lo había comido de pequeño. Los despojos no habían sido de la mejor calidad, pero habían sido lo mejor que había probado en mi vida. ¡Así que me decidí por ello!
Por fin la miró, sus ojos más suaves y cálidos que nunca.
—Me hubiera gustado tener más comidas sentimentales como las tuyas, pero siempre me alimento como si estuviera muriendo de hambre; quería transmitir un poco de mi aprecio tratando de hacer esto por ti —sus mejillas se colorearon—, aunque necesite algo de ayuda. Quería hablar tu mismo idioma con la comida, pero no soy muy bueno en eso.
Le extendió el plato de arroz servido mientras su sonrisa se ensanchaba más y esperaba su reacción.
Una comida cálida llena de mucha anticipación y sentimiento.
Unas enormes ganas de transmitir su aprecio por medio de la preparación de la misma.
Una forma de juntarse un poco más.
A Fuyumi se le había enseñado que cocinar era más allá que llevar a cabo un conjunto de acciones para suplir una necesidad básica, era una manera de cuidar y de expresar amor. Cuando te preocupabas lo suficiente por alguien como para asegurarse que estuviera sano, lleno y feliz, era un nuevo peldaño en el camino del amor.
La cocina no era para todos, y no siempre era tan gratificante con todas las cosas que conlleva, pero siempre podía haber un empujón extra para seguir adelante. Por años pensó que la comida podía unir a las personas y por más años siempre estuvo decepcionándose. Pero no pudo dejarlo, con la esperanza de que su entusiasmo alcanzase a su familia.
Que Keigo hubiera aceptado esos sentimientos y haya querido corresponderle de la misma forma fue un golpe directo a las imágenes en sus memorias congeladas.
De pronto, no podía respirar.
Él tenía esa forma de apuntar y disparar directo en el blanco, acostumbrado a su trabajo como héroe a no tener ataques faltos de precisión para acabar con el asunto lo más rápido posible para sacar del peligro a las personas. Tan en modo automático estaba que raras veces notaba que había adoptado esa misma actitud en sus relaciones, tomando el vendaje y jalando de él sin pensarlo mucho una vez la idea había brotado en su mente.
A sus ojos, la idea debía haberle parecido grandiosa, íntima y llena de sentimiento. No podía haber sabido que iba a excavar en sus memorias antiguas de cenas fallidas y desastrosas y comidas perdidas con una familia que había estado congelándose cada día más.
En momento así, se convencía que quería tomar las manos de Keigo y arrancarle a Hawks para siempre. Sacarlo de ese mundo, volar juntos lejos de todo eso que les había hecho daño y vivir de nuevo, libres. Sin nada que los preocupe.
Pero ella nunca abandonaría a su familia y él nunca dejaría de auxiliar a alguien que necesitase de su ayuda, acomplejado con sus alas, tan grandes y fuertes, que debía de darles un uso tal y como el mundo las percibía.
En su lugar, llevó sus manos a su pecho y ahogó un graznido. El sonido alarmó a Keigo y dejó a un lado el plato, acercándose a ella.
—¿Qué sucede? —interrogó preocupado, sentándose a su lado—. ¿Te duele algo? No pregunté si habías tomado algún relajante —Sus plumas volvieron a zumbar, trayendo su cartera a su alcance—, ¿te recetaron algo? ¿Necesitas que vaya a una farmacia? Cielos, probablemente querías dormir y no comer-
Sintió su mano tibia en la espalda mientras que con la otra rebuscaba la dosis en su cartera. Sus ojos dorados pegados a ella con marcada preocupación.
Fuyumi intentó hablar, pero las lágrimas se habían hecho tan anchas que no podía detenerlas, todo volviendo a ella como un huracán. Extendió sus manos al pecho de su pareja y ahogó un sollozo.
De pronto, un ruido sordo a su costado irrumpió en sus emociones agitadas. Ambos adultos se giraron hacia la dirección del sonido.
Entrando por la ventana campantemente, con una bolsa de compras transparente y una chaqueta oscura, Tokoyami se cernía acomodando a Dark Shadow fuera de su ropa y subiendo sus goggles protectores, ajeno a la interrupción.
Fuyumi parpadeó enjugándose los ojos, Tokoyami no era del tipo de persona que entraba sin avisar a un lugar, menos por la ventana. Era un chico sensato y educado, bastante serio hasta donde podía recordar. Sintió a Keigo reírse un poco y encontró al culpable. Quien diría que el Héroe Número Dos era una mala influencia para su protegido.
—Maestro, finalmente encontré el sabor que me pediste, ¿empiezo con el-?
Levantó la cabeza después de quitarse los zapatos, encontrándose con la pareja en el sillón. Hizo una mueca y dio un paso atrás, girando sus ojos a lo largo de la habitación como haciendo tiempo para decir algo inteligente que lo sacara del embrollo incómodo.
Después de todo, Hawks no solo era mala influencia, ya que Fuyumi notó que sus gestos eran mucho más precisos que la última vez, pensando en una reacción rápida y coherente para eludir el asunto, y puede que lo hubiera encontrado de no ser porque detuvo su vista directamente en ella. Dark Shadow zumbó una expresión de horror mientras Tokoyami ya estaba caminando a su dirección con paso seguro.
—¡Está llorando! —graznó la sombra del cuervo, llegando a ella primero y tendiéndole un pañuelo.
Tokoyami estaba al frente y alejó a Hawks estirando su brazo, sin una muestra mínima de respeto, tomando su lugar al lado de ella mientras dejaba la bolsa de compras en la mesa.
—Fuyumi-san —empezó el adolescente con un tono ronco y una expresión seria, en contraste con la suave mano que estaba en su hombro tratándola de consolar—. Me disculpo si mi maestro cometió una tontería, muchas veces no tiene tacto para decir las cosas, pero estoy seguro que eso no fue lo que quiso decir —el chico hizo una reverencia, poniendo ambas manos en sus rodillas mientras que Dark Shadow se pegaba al costado de Fuyumi como disculpándose también.
Hawks recuperó la compostura, sus plumas se erizaron con indignación.
—¡Tokoyami-kun! ¡Me hieres! —escupió dramáticamente.
—Por favor, dele otra oportunidad para enmendar su error —continuó el muchacho ignorándolo olímpicamente—, usted realmente le gusta. Mi maestro puede hacerlo mejor.
Las alas rojas chirriaron como si derrapara un auto, vio como su novio adoptaba una expresión complicada que acompañada con sus mejillas un poco sonrojadas, le daban a su rostro un aspecto tan tierno. Sus cejas estaban fruncidas y la reprensión en la punta de la lengua.
Luego estaba Tokoyami, que continuaba con la reverencia sin levantar el rostro. Tan dedicado y serio como si realmente estuviera pidiéndole por una segunda oportunidad para Hawks, sin importarle que secreto revelara, como si comprendiera que había cosas que su maestro no podía decir o pedir y él no estuviera dispuesto a dejarle perder algo que lo hiciera feliz sin tratar de ayudarlo a solventarlo. Hawks tenía un buen chico como pasante.
Las imágenes residuales de una época congelada empezaron a descongelarse mediante la burbuja de felicidad explotaba en su pecho, y antes que alguien pudiera decir algo más, empezó a reír.
Como si eso fuera una buena señal, Dark Shadow vibró a su lado, sonriendo ampliamente y la tensión abandonó las alas de Hawks.
—Fumikage-kun —dijo con el aliento perdido, tocando su hombro mientras los ojos escarlatas estaban sobre ella con curiosidad—, tu maestro no hizo nada malo, en serio, más bien es todo lo contrario —añadió con una sonrisa radiante, el peso congelando lentamente derritiéndose desde sus hombros—. Gracias por preocuparte por él.
El chico contempló un rato más su expresión antes de asentir con comprensión. Fuyumi tomó aire mientras se relajaba más, todavía tenía la mano en el hombro del adolescente cuando él volvió a tensarse.
—¿Estás segura de eso? No necesitas ocultar sus desvergonzadas acciones, Fuyumi-san. Lo entenderé —añadió el muchacho de nuevo con tono serio y aire de sospecha, Dark Shadow lo secunda al asentir con la cabeza.
—¡Muy bien! ¡Creo que todavía tienes algo que hacer, muchacho!
Con un tono alto, una sonrisa amplia que temblaba y el ceño fruncido, Keigo tomó de los hombros a su pasante y empezó a empujarlo a la cocina, las plumas rojas llevaban la bolsa de compras.
Tokoyami refunfuñaba, ejerciendo oposición a la fuerza de Hawks sin despegar la mirada de Fuyumi, como esperando su confirmación. Fue hasta que ella asintió con una pequeña sonrisa que el chico dejó de forcejear, jalando la bolsa transparente de las plumas y caminando por su propia cuenta.
—Este chico... ¿Desde cuándo entró en la etapa rebelde? ¿Se olvida que soy su jefe? —refunfuñó el adulto, pero el tono estaba lejos de ser un verdadero reproche.
Fuyumi no dudaba del cariño que le tenía a su pasante, su pequeña interacción le hizo soplar una risa.
Hawks recuperó el puesto que antes le habían arrebatado, el pañuelo que Dark Shadow había traído ahora estaba en su mano, limpiando suavemente los restos de lágrimas.
—¿Qué sucedió? —susurró con suavidad, retomando el asunto—, ¿Qué te incómodo?
Bajó la cabeza, avergonzada por ser incapaz de controlar el desborde de sus emociones. Keigo no estaba intentando hacerla llorar, sólo quería corresponder parte de lo que ella le había dado y brindarle un cumpleaños agradable. No era culpa suya que había sacudido el polvo de una época donde sólo había cenizas.
—Yo... no lo sé. Solo... —suspiró, temblando. Keigo sostuvo su cuerpo con su mano libre y envolvió un poco sus alas a su alrededor, la seguridad que le provocaban sus gestos le dio el ánimo de seguir, después de sorber su nariz. Le fascinaba que él fuera tan fuerte, ya que era más que suficiente para sostenerla— no sé si merezco esto, si debo disfrutar esto. Siento que todavía no hago nada digno de una celebración. Que todavía debería de hacer mucho más, que-
—Muy bien, puedes detenerte ahí —Su tono duro le hizo cerrar la boca de golpe—. Perdón, no era mi intención asustarte —agregó en un tono suave y arrepentido.
Soltó el pañuelo y llevó su mano a su cabeza, con un suave empujón y un reajuste de sus piernas, atrajo a Fuyumi a su pecho, con una pierna a cada lado de ella. Las alas acariciando su espalda y sus brazos enrollados en su cuerpo con una mano peinando su cabello.
Por unos segundos eternos donde solo se escuchaba el traqueteo de Tokoyami en la cocina. El pecho de Keigo bajaba y subía con profundas respiraciones, no decía nada, pero su gesto protector y cariñoso hacían que las ganas de llorar regresaran a Fuyumi, escondiendo su rostro en el delantal de su novio.
—Muchas veces pienso en esto —empezó Keigo, el tono bajo haciéndole cosquillas en la espalda, los dedos entrenados pasando con dulzura entre sus hebras plateadas—. En qué eres tan increíble que más bien pareces un sueño, que algún día me despertaré y todo esto no fue nada más que una treta mental o un recuerdo impuesto por mis jefes para mantener mi cordura.
—Keigo...
—Shhh, déjame seguir. No soy fácil de querer, Fuyumi. No realmente. Y no soy tonto, sé que por como soy, por ser quien soy, puedo hacerte mucho daño y nunca me lo perdonaría. Nunca te arrastraría a un lugar para que sufrieras solo porque me empeño en mantenerte cerca porque me haces feliz.
Los ojos grises volvieron a picar al llenarse de lágrimas, levantó la cabeza para ver el rostro de Keigo. Sus ojos dorados temblando con su propio huracán de emociones, aún así, se empeñaba en mantener una sonrisa que brillaba de determinación y dulzura.
—Estoy seguro que puedes encontrar a alguien que te cuide como te mereces, alguien mejor que yo que no te pondría en peligro solo por enamorarse de ti.
Fuyumi se aferró a la ropa del héroe, sus ojos brillando con reproche y las lágrimas; había cedido a muchas cosas en su vida, que todas las cosas buenas se le escaparan de las manos como hielo derretido todo por el bienestar de alguien más, dejando olvidado su corazón en alguna parte. Keigo había sido la primera persona que se había empeñado en buscarlo, sacudirlo de todo el lodo acumulado y sostenerlo en sus manos como si fuera un objeto valioso que podía romperse en cualquier momento, pero al mismo, se aferraba a su corazón como un ancla a la deriva, aquello que lo mantenía en una realidad no tan descorazonada, reconociendo su fortaleza. Fuyumi ya no veía el mundo de la misma manera si Keigo no estaba en él. Le había dado alas y la fuerza suficiente para levantarse a volar, y aterrizar sin hacerse pedazos.
La suave risa de Keigo reverberó todo su ser. Ahora él sostenía su mejilla y juntaba sus narices, sus pestañas doradas ocultando sus ojos cerrados.
—Sé que soy egoísta —La voz era apenas un hilo en el aire, pero con la cercanía Fuyumi podía escucharlo perfectamente—. Una vez tengo algo en mis brazos, no quiero soltarlo jamás. Así que quiero asegurarme que soy todo lo que puedo para ti, para volverme digno de tu cariño y confianza —Abrió lentamente los ojos—, que como te trato se que nadie más lo hará y que puedo protegerte y hacerte feliz, ser alguien que vale la pena para ti, Fuyumi, incluso si eso puede traerte problemas en el futuro. Que lo que te he dado es mayor que la angustia que nunca deseo causarte.
Dió un fantasmal beso en su frente y se quedó ahí.
—No digas que no mereces cosas felices, mereces eso y mucho más, ¿si? —murmuró con los labios todavía pegados a la piel albina.
Ella hizo solo un pequeño asentimiento, fundiéndose en el abrazo y dejando que la confesión se instale en su corazón. Todavía tenía heridas abiertas en su pecho, pero estaba segura que si se quedaba donde estaba, lentamente la venda que había colocado este hombre empezaría a surtir efecto. Y Keigo se estaba tomando en serio eso de bañarla en dulzura para asegurarse que su curación sea efectiva.
Presionó sus ojos y sus brazos envueltos en su novio, sabía que Hawks pertenecía a muchas personas menos a ella; pero tampoco estaba dispuesta a soltarlo, quería quedarse al lado de Keigo, no deseaba que esa calidez que él le brindara se extinguiera y desapareciera. También quería corresponder esa confianza que él le daba. Ella era la egoísta, que aún sabiendo que podía columpiarse en una cuerda floja, no estaba dispuesta a renunciar a esto que tenían, incluso cuando a Keigo todavía le aterraba.
Una vez más, el ruido ajeno explotó la burbuja que se había formado entre ellos, lentamente se incorporaron levantando las cabezas. Tokoyami estaba mirando hacia abajo al darse cuenta que no había logrado escabullirse en silencio con éxito, Dark Shadow por otro lado, se miraba enternecido por la escena.
—¿Te escapas sin despedirte, chico? Pensé que tenías mejores modales.
Hawks regresó a su aspecto perezoso, todo ápice de la seriedad e intensidad escapándose como una nube mientras la sonrisa se extendía en su rostro. Claro, no soltó a su novia, apretándola como si fuera un peluche a sabiendas de lo incómodo que ponía a su pasante con sus muestras de afecto.
Fuyumi trató de liberarse, empujándolo con diversión sin éxito real, consciente de la broma del rubio. Buscó algo para salvar al pobre chico pájaro del momento incómodo, vio la comida servida y no le costó imaginar a Tokoyami ir de arriba a abajo por mandados para el almuerzo por órdenes de Hawks. En serio, el adulto se aprovechaba de la buena disposición de su pasante. Y teniendo en cuenta que Keigo había recibido ayuda y sabiendo de antemano que no tenía muchos conocidos que supieran cocinar o que él estuviera a gusto de pedir ayuda, la buena fe de Tokoyami salió a relucir. El muchacho también merecía estar presente.
—¿Por qué no te quedas, Fumikage-kun? —inquirió con una sonrisa, logrando incorporarse en el asiento a costa de los pucheros de su novio—. Tengo entendido que esto fue gracias a ti, ya que mi cocina está con vida todavía.
Tokoyami levantó la vista agradecido antes de bufar.
—Eso es un eufemismo, sinceramente, estoy sorprendido de lo peligroso que se vuelve Hawks en la cocina. Mis mayores condolencias, Fuyumi-san.
—Hey, chico, estás muy irrespetuoso el día de hoy —Se quejó Hawks llevando una mano al pecho como si estuviera dolido.
—Le queda un largo recorrido para mejorar —Aceptó Fuyumi con una sonrisa.
—Yumi, ¿Tú también? —intentó recuperar su calor atrayéndola de nuevo a sus brazos, pero la chica mantuvo una mano alzada en su pecho para mantener la distancia.
—¿Qué me dices, Fumikage-kun? No sería la primera vez que nos acompañas a una cita.
El chico cuervo se apoyó en un pie y luego en el otro mientras sopesaba sus opciones, terminó observando fijamente a su maestro, como pidiendo su opinión.
Keigo dejó de forcejear para regresar a Fuyumi a sus brazos, se sentó de forma correcta y apoyó su barbilla en una palma, sonriendo de forma despreocupada.
—¿Qué más da? ¿No es mejor si somos más? Además hay más que suficiente. Eso si, no esperas que te sirva, muchacho. Eso solo es un privilegio para mi chica.
Fuyumi se rió cuando el chico sombrío puso los ojos en blanco, caminando para incorporarse en torno a la comida con una pequeña sonrisa.
...
—No puedo creer que tenga que separarme de ti, siento que podría morir, Yumi, por favor, no te vayas.
Fuyumi podía ver por el rabillo de su visión como Tokoyami entornaba sus ojos por el drama de su mentor mientras revisaba algo en su teléfono. Y la risa volvió a burbujear en sus labios.
A simple vista, parecía que Hawks estaba usando su típico tono juguetón, pero sostenía las manos albinas con firmeza, sus ojos detrás de lentes aviadores brillando con un deseo infantil.
Ella llevó una mano a su mejilla y Keigo se inclinó a su toque, en otras circunstancias habrían compartido cama viendo una película con un par de golosinas, mientras ella le acicalaba las alas que habían trabajado arduamente todo el día y él le hacía cosquillas en las piernas y apoyaba el rostro en sus pechos; pero no en este día, incluso con el lapso libre en el almuerzo, Hawks debía volver a los cielos.
Había notado varías veces el teléfono de Tokoyami vibrar durante la convivencia, el chico miraba la pantalla y por un segundo observaba a su maestro, para luego esconder de nuevo el aparato. Fuyumi estaba demasiado familiarizada con los gestos de doble sentido de los héroes como para saber que el mundo requería de Hawks y que el hombre probablemente había desconectado su teléfono un par de horas para dedicarlas a ella.
No podía negar que dicha acción calentará su corazón y le hiciera sonreír demasiado en toda la velada, pero luego se había percatado de la expresión cada vez más abatida del joven pasante y tuvo que esforzarse en recordar la temporada festiva. Todo el mundo estaba desquiciado por la decoración navideña, más que villanos, había muchos accidentes entre civiles. Hawks se había hecho la fama por detener los conflictos antes que empezaran debido a su velocidad, y aunque generalmente la balanza se inclinaba a su rápido accionar contra los villanos, en realidad, su punto fuerte estaba en las contra medidas ante desastres y evitando daños humanos, y muchas veces hasta materiales. En sus propias palabras, dedicarse a eso le resultaba nostálgico.
Era claro que con la temporada navideña acercándose a pasos agigantados y con todos queriéndose aprovecharse de ello, Hawks era más requerido que nunca. Quería tenerlo un rato más para ella y también, dejarlo descansar un poco más. Pero no podía con la culpa de que al día siguiente, Keigo se fatigara el triple por haberse extraviado un día, teniendo que recuperar el ritmo pronto, no importaba que le dijera que todo estaba bien, que no era la gran cosa, ella estaba preocupada por sus costumbres heroicas que muchas veces olvidaban que también se trataba de un ser humano. Ella ya había sido muy feliz por hoy.
Por más que no le gustara la idea, tenía que soltarlo antes que Tokoyami terminara levantándose un poco nervioso por las llamadas de la agencia pidiendo su presencia ante las pocas manos que había debido a tanto incidentes. Necesitaban de Hawks.
Y aunque Keigo no tuviera ningún problema extraviándose un día, Fuyumi no iba a poder con ese pesar. Así que después de comer y ponerse al día en una agradable convivencia mientras comían el helado que Tokoyami había decorado con cerezas y galletas; disimuladamente se había apoyado en su novio y había empezado a bostezar, se excusó con su colapso, la carga extra de las clases y en cómo debería descansar en su casa.
Los ojos de Keigo vibraron, sus cejas se juntaron un poco y su sonrisa se tensó, leyendo entre líneas su comportamiento. Se había dado cuenta lo que ella quería dar a entender y aunque trató de alargar la fiesta un poco más, terminó cediendo ante la sutil insistencia de Fuyumi. Eventualmente, ambos chicos la habían acompañado hasta las puertas de la mansión Todoroki, incapaz de quitárselos de encima hasta asegurarse que había llegado a salvo.
Ahora a las puertas, Keigo todavía se negaba a soltarla, la culpa brillaba en las esferas doradas de sus ojos.
Fuyumi hizo presión en su mejilla con suavidad para bajarlo un poco a su altura y le dio un lento beso que no se profundizó, al separarse, todavía se quedó cerca de él.
—Todavía puedo quedarme contigo en tu cumpleaños —murmuró con una tenue sonrisa.
Las alas de Hawks se movieron un poco, y la sonrisa tiró de sus labios.
—¿Crees que puedas desde navidad? Sería una buena idea para despedirse de esta infernal temporada.
Fuyumi lanzó una risita, sus mejillas tiñéndose.
—Ya veremos.
Pasada la temporada navideña, las cosas solían calmarse un poco ya que la preparación para el Shōgatsu era más una época familiar e íntima, la gente limpiaba la casa, preparaba las postales de Año Nuevo, hacían juegos tradicionales en los núcleos familiares y las calles de vaciaban un poco; era un descanso adecuado para los héroes que habían ido de arriba para abajo. Todavía podía pasar tiempo con sus hermanos, pero un par de días afuera con Keigo sonaban demasiado tentadores.
—Bien, piénsalo, ¡la sugerencia no tiene fecha de caducidad!
Ella volvió a reír y le dio un beso más, en cuanto hizo ademán de soltarlo con recelo, Keigo volvió a agarrar sus manos y las besó rápidamente.
—Feliz cumpleaños, nena.
Y como si esa fuera la señal de Fumikage de acercarse, la felicito una vez más.
Se quedó con la mano en la puerta entreabierta mientras los veía volar, los dos muchachos despidiéndose de ella hasta perderse en las luces de la ciudad que anunciaban que la noche estaba cayendo.
Cerró las puertas tras de sí y entró caminando, casi flotando, con el estómago revoloteando de mariposas y colibríes volando en su pecho. La sensación de un cumpleaños muy feliz y la compresión que amaba a Keigo un poco más haciendo maravillas en su humor, hasta que se detuvo frente a la puerta que llevaba a su hogar.
La frialdad de la mansión la azotó sin piedad, casi sacándole el aire, sintiéndose intimidada por primera vez en mucho tiempo ante le impotente estructura tradicional que tanto le recordaba a su padre.
Aspiró profundo dándose ánimos y quitándose esas ideas de su cabeza, su padre ni siquiera estaba en casa todavía. Aún así, junto su cartera cerca de su pecho a modo de defensa, como si de esa manera pudiera preservar la sensación cálida que Keigo había instalado en su corazón, esperando con ingenuidad que no se extinguiera con el hielo de la mansión.
Dió un par de respiraciones más, antes de convencerse de que un pasillo solitario y una mesa vacía no iban a echar a perder su día. Ya la había pasado genial, ahora solo quedaba acabar con una sonrisa.
Sus dedos apenas habían rozado la puerta cuando ésta se deslizó y no reveló un pasillo vacío, oscuro y frío.
Shōto parpadeó en sincronización con ella al verse directamente. Antes que pudiera preguntar qué hacía ahí y no en el campus de la U.A. cuando el chico había cerrado la puerta tan rápido como la abrió.
—Ya está aquí.
Escuchó decir a Shōto al fondo, su tono siempre tan calmado y difícil de interpretar, esta vez, estaba teñido con un ligero tono de pánico.
—¡Genial, justo a tiempo! —El corazón se le subió a la garganta al reconocer a Natsuo contestando—. Por un momento pensé que ese idiota iba a abarcarla todo el día, ¡a ver si algún día contesta el teléfono!
—¿... Y ahora?
—¡Déjala pasar, Shōto!
El sonido de un par de pasos de regreso alertaron a Fuyumi, así que se incorporó. La mirada apenada de su hermano más pequeño otra vez aparecía al deslizar la puerta.
—Bienvenida a casa, Nee-san.
Shōto se hizo a un lado, tomando su abrigo y su cartera con cierta torpeza, pero la impresión seguía en ella, así que lo dejó hacer lo que quería y luego lo siguió al salón.
Al solo entrar sintió sus ojos irritarse un poco por el aire condimentado de una comida bien sazonada, no era gusto de su paladar ya que era ella quien generalmente se encargaba de la cocina; pero más que incomodarla, el aroma era nostálgico, intento hacer memoria de la última vez que había probado la comida de Natsuo.
La mesa también estaba decorada, un mantel nuevo y unas flores de papel que por las tiritas de colores que Shōto tenía pegadas en la mejilla, manos y ropa, eran su obra.
No veía a su hermano más pequeño realizando origami toda la tarde de no ser por influencia de Natsuo. Shōto seguramente hubiera comprado un par de flores bonitas del mercado, pero Natsuo sabía cuánto ella valoraba más las cosas hechas a mano y terminó convenciéndolo.
—Dile a tu pavo real que atienda el teléfono, ¡por un momento pensé que tendría que guardar todo esto! Estoy seguro que me ignoró a propósito —Natsuo entró al comedor con una cacerola que desprendía un humo rojo, el delantal y el protector para el cabello mostraban el labor de una lucha en la cocina—, todavía está enojado porque le dejé caer la nieve acumulada del canal.
—¿Pensé que habías dejado congelado su trasero al piso? —cuestionó Shōto frunciendo un poco el ceño mientras le acomodaba la almohada a su hermana antes de sentarse.
—Eso también. Para ser el número dos, cae mucho en mis trampas.
Fuyumi evitó añadir que Keigo prefería caer en sus trampas a tratar de verse arrogante esquivándolas, él no sabía mucho sobre tratar con hermanos menores y su relación con Natsuo siempre había sido de las más tensas. Al verlo comprometido con la relación había disminuido un poco la incertidumbre de su hermano, pero dejarlo comportarse un poco travieso había sido finalmente la mejor manera de llegar a su corazón. Muy en el fondo, el hueco del hermano mayor Todoroki esfumándose de forma repentina había dejado a Natsuo varado en un complejo de niño perdido que nunca pudo superar debido a que también creció con rapidez, chocar con Keigo de esa manera era una forma de asimilarlo como un poco más familiar.
A raíz de eso, había dejado de llamarlo exclusivamente "Hawks" a modo de levantar una barrera, todavía no lo llamaba por su nombre, pero ahora le decía barbaridad de apodos e insultos leves que indicaban una mínima aceptación.
Keigo lo dejaba salirse con la suya y parecía bastante conforme con ello. Había sido difícil tolerar a Natsuo bastante juguetón y grosero con su novio, sentía que cada vez que Keigo la visitaba salía con una parte de su cuerpo congelado.
Un día donde Natsuo había sido especialmente pesado, Fuyumi se había hartado. No podía soportar que cada vez que Keigo viniera saliera ya predispuesto al congelamiento, había sido un poco divertido al principio, pero cada vez se volvía más alarmante, Hawks tenía que volver al aire después de ser su novio en la mansión Todoroki y cualquier desperfecto podían entorpecer su trabajo, y ponerlo en peligro.
Vió como Keigo sacudía la nieve de sus hombros, demasiado cerca del inicio de sus alas mientras Natsuo se escabullía por el pasillo lanzando una carcajada de hiena. Fuyumi había dejado la cocina y había dado pasos pesados hacia su hermano pequeño, dispuesta a obligar a Natsuo a disculparse seriamente y prometer no volver a hacerlo.
Su paso furioso se vio interrumpido cuando una larga ala carmesí se interpuso en su camino, su ceño fruncido ahora se dirigió a su novio.
—En realidad, no me hace daño —Había dicho con una sonrisa tímida, sacudiendo la escarcha acumulada en su cabello.
Fuyumi había hecho pucheros y muchas veces trató de hacer a un lado la ala extendida de Keigo, incluso rodearla, pero sus plumas la seguían e impedían que siguiera avanzando.
—Creo que le caigo mejor —añadió logrando atraparla en sus brazos y restregar su mejilla en la contraria—. Antes se negaba a verme a los ojos sino era con una mirada escéptica y fría.
—Ahora te ve como un ratón atrapado en una trampa —bufó, todavía forcejeando con soltarse.
—Bueno, no estaría muy equivocado —Volvió a frotarse contra su mejilla, estrechándola con un poco más de fuerza—. Estoy cautivado por ti, volé hasta la trampa cuando la veía claramente y no quisiera salir de ahí.
Terminó cediendo ante la suavidad de Keigo, aunque todavía había continuado a la defensiva con respecto a la actitud de Natsuo. Ahora que lo veía saliendo de la cocina, con una expresión afable incluso cuando hablaba de Hawks, supo que la decisión de su novio había sido la correcta. De haber intervenido ella, cabía la posibilidad que Natsuo nunca se habría abierto a un mínimo pacto de paz con Keigo. Había sido porque él había dejado abierta la puerta para que su hermano se acercara a él a su tiempo y de la manera que quisiera, que poco a poco, Natsuo empezaba a asimilarlo, incluso se había dejado a un lado la puerta y había entrado de forma forzada por la ventana, lanzando una bola de nieve.
—Bueno, ya estás aquí, y espero que tengas hambre —El albino sonrió ampliamente, sus ojos grises brillando.
—Natsuo...
—Ten cuidado con su comida, es poco picante —agregó Shōto señalando la cacerola, Natsuo bufó aguantando una risa y Fuyumi no pudo evitar comparar a su risueño hermano con el niño impregnado en sus recuerdos.
La última vez que estuvo en la mesa celebrando su cumpleaños, Natsuo no había volteado a verla en ningún momento, sus ojos puestos en Touya con preocupación y luego en su padre con temor; había demasiadas cosas en su mente para detenerse a pensar en el corazón roto de su hermana al otro lado en la mesa. Ahora la miraba y no estaba dispuesto a dejar pasar ni una muestra de inconformidad.
—Has crecido mucho, Natsuo —confesó con ternura.
—¿No es obvio? ¡Soy el más alto de los hermanos! —El sonido de una campanilla en la cocina le hizo voltear—, ¡Ya regreso!
Lo vio retirarse, mientras que mostraba como el lugar antes frío, se llenaba de una suave brisa cálida.
Es cierto, ya no estaba atrapada en una jaula de hielo.
Los antiguos recuerdos todavía estaban empañados por un vidrio roto y sostenido apenas por escarchas de hielo, aferrándose a ellos como un salvavidas. Todavía pesaban. Todavía quemaban. Pero finalmente, ya no se sentía como si estuviera traicionando sus memorias al soltarlos, porque ahora tenía una oportunidad de crear nuevos recuerdos que le permitirían aspirar a un futuro más brillante.
Sintió la mano de Shōto enlazarse con la suya y se giró a buscarlo. Los ojos se le empañaron cuando la mirada infantil de su hermano pequeño se superpone a su rasgos adolescentes.
Hubo una sonrisa pequeña en los labios de Shōto y sus ojos vibrando de esa misma forma cuando, en aquel entonces, se había mostrado sumamente agradecido por que lo tomaran en cuenta. Aquel día no pudieron hablar mucho, siendo arrancado de su alcance demasiado rápido como para hacer algo.
Ante el recuerdo, Fuyumi envolvió la mano de su hermano en sus dos manos, Shōto correspondió el gesto, poniendo su mano libre encima de las juntas.
El sonido de Natsuo en la cocina se volvió un ruido sordo ante la suave voz llena de emoción de Shōto.
—Feliz cumpleaños, Fuyumi-nee.
Era como si hubiera esperado años para poder decir esas palabras, ya que al decirlas, suspiró, como si por fin hubiera dejado caer esa carga en su hombros. Fuyumi se lanzó a sus brazos como si pudiera envolver a su hermano bebé de aquel día y expresarle lo feliz que estaba de tenerlo ahí; la recibió el cuerpo en entrenamiento de su hermano adolescente, pero al corresponder con torpeza el abrazo, se sintió como un niño pequeño una vez más.
Ya no tenía que esconderse, por fin, podía abrazar a su hermano pequeño. No tenía por qué agobiarse por la comida, Natsuo es perfectamente capaz de mantenerse a flote. No debía de angustiarse por su padre o su madre, ambos ya estaban encaminados al sendero que querían seguir. Por fin, podía ser solo ella, absorbiendo todas las cosas positivas como esponja sin culpa alguna.
La cantidad de amor acumulado en el día le dio la convicción suficiente para asegurarse de no rendirse con su familia. Las fuerzas renovadas a niveles que jamás hubiera soñado sentir.
El ruido en la cocina rompió la burbuja que tenía con Shōto y ambos se levantaron a ayudar.
Natsuo parecía estar maldiciendo entre dientes, intentaba servir algo, pero la cacerola estaba demasiado caliente. Shōto corrió a su lado para ayudarlo, dejando a Fuyumi en la puerta, la posición le dio un cuadro completo de la guerra en la cocina. Natsuo podría ser mejor cocinero que Keigo y Shōto juntos, pero todavía dejaba un caos.
La zona de mayor tristeza era un molde redondo tapado. Sus hermanos parecían muy ocupados en la cocina, así que ella tomó el trapo y empezó a limpiar y sacudir. Pensaba dejar el molde en el lavaplatos, cuando al levantar la tapa, se encontró con un bizcocho demasiado húmedo, con crema pastelera derretida y una parte quemada. Apenas podía distinguir las palabras "Feliz cumpleaños, Fuyumi" escritas de manera que se deshacían.
A sus espaldas hizo silencio y se giró a encarar a sus dos hermanos agarrándose de las manos, como si de esa manera pudieran darse apoyo mutuo, con una expresión abatida y los hombros encogidos.
Dejó la tapadera a un lado y empezó a temblar. No pudo evitarlo y la risa solo se escapó con libertad, fuerte y ahogada, sacándole todo el aire de los pulmones.
—Oh, chicos —musitó sin aire, envolviendo a sus dos hermanos pequeños con sus brazos—. Los amo mucho, deberíamos cocinar juntos alguna vez.
[***]
¡Por fin, el feliz cumpleaños súper atrado para nuestra hermosa chica!
Pasaron muchas cosas mientras escribía esto, entre esas, mi hermano mayor se puso al día con el anime de MHA y volví a ver la escena de la cena familiar de los Todoroki. Ahí se menciona que Natsuo cocina, pero es muy condimentado o picante, y me emocionó agregarlo. Se que hay un sketch de Horikoshi con Natsuo y Shoto cocinando y sale muy mal, pero no creo que haya sido tanto culpa de Natsuo.
Y bueno, ¿todavía escribiendo un libro de diciembre en marzo? Pues si, mi ciela, ¿Por qué? Porque me atrase ¡ah! ¡Espero que los disfruten de igual forma! Los otros episodios serán más cortos, pero no por ello me da menos ilusión. ¡Gracias a todos por leer! ¡Mil gracias por su apoyo! 💕✨
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