Día 1: Tritones
— ¡Señora Midoriya!, ¡Señora Midoriya!
Le gritaban a la anciana, la gente rodeaba su vehículo mientras se dirigía a una reunión.
Su rostro aparecía en todos los lugares, la mujer por primera vez había aceptado hablar de la civilización que encontró hace más de cuarenta años. Pues, si bien sus papeles y cargo de arqueóloga le fue arrebatado por ocultar semejante información, había dicho que jamás hablaría de este tema a no ser que ella viera un grupo merecedor de la información.
Y por fin ese grupo apareció.
—Noticia de último minuto —una chica a su lado subía el volumen de la radio, Midoriya era transportada en un vehículo que el grupo elegido envió, creían que la mujer se lo merecía—. El grupo arqueólogo UPSSY ha hecho alianza con la primera arqueóloga en descubrir la historia de la civilización perdida de UAES, en unos momentos se sabrá la verdadera historia de esta ciudad perdida.
—¿Escuchaste eso, abuela? —le dijo su nieta, quien la acompañaba; le parecía gracioso que hicieran tanto alboroto por una simple historia, una que por supuesto, la niña ya sabía.
—No los juzgues —le dijo la mujer con lentitud, su avanzada edad ya no le permitía hablar como hace años, sus ojos entre abiertos se enfocaron en la niña—. La curiosidad los carcome, déjalos ser —ambas rieron.
El camino no era lo suficientemente largo, solo fueron 20 minutos de viaje, pero que se sentían eternos por la cantidad de gente que la rodea y obstaculiza su camino. La mujer con su nieta no paran de ver las reacciones de la gente, pues, después de cincuenta y ocho años los secretos de UAES serían conocidos.
La policía llegó a interferir, separaba a la gente del camino para un mejor avance y prontitud, finalmente ambas mujeres llegaron a su destino. El museo de la ciudad.
Afuera del lugar estaban unos guardias de seguridad que las esperaban, ellos se acercaron a ayudar a ambas, Midoriya usaba silla de ruedas, así que con un poco de trabajo la bajaron y guiaron dentro del lugar. La mujer miraba las paredes con amor y nostalgia mientras era dirigida por un guardia, además de que estaba un poco nerviosa, solo había hablado del tema con sus familiares y, si bien ellos creían que era una historia como cualquier otra, nunca se cansaban de escucharla.
De pronto su viaje tuvo fin, estaba en la parte central del museo, según le dijeron, debía esperar unos minutos para que todo el grupo llegara, lo cual no fue mucho, sonrió al verlos, todos tan nerviosos y emocionados le hacía llenarle el corazón de vida.
—Bueno, por fin la conocemos Señora —dijo uno, debe ser el líder. Reconocía esa voz, además de que le brindaba confianza y tranquilidad.
—El gusto es mío —dijo.
Todo el grupo chilló, pero uno se quedó de brazos cruzados, según ve, puede ser el sub líder; decide analizar, su mirada cansada ve a cada uno de los chicos y chicas que conforman el grupo, ah, son tan iguales.
—Este maldito silencio no nos ayuda en nada, ¿nos dirá la puta información o no?
Su sonrisa se borró al escuchar el comentario, su nieta se acercó a ella asustada, el resto del grupo miró al chico con reproche y el líder le cubrió la boca, el contrario le miró enojado, gruñía pero no apartaba la mano, hasta que el otro la quitó por reflejo y la secó disimuladamente en la camisa que portaba.
—Jóvenes —dijo el guardia que seguía acompañando a la mujer.
Nuevamente quedaron con seriedad, con ese porte maduro que se había perdido con la actitud del sub líder.
—Lo siento mucho, perdone el comportamiento de mi compañero —reprochó con molestia, viendo de soslayo al mencionado, el cual, restando importancia a la situación solo chasqueó la lengua.
Se llevó una mano a los labios aguantando una risa. —Está bien, es normal en jóvenes.
—Bueno, podemos hablar aquí o si gusta...
—¿Tienen un barco? —preguntó la nieta con más confianza.
El grupo le vio extrañada y con obviedad, la respuesta era muy clara, pero para no contestar con tanta abusividad y rudeza el líder contestó que si. La chica dibujó una mueca maléfica ante la respuesta.
...
Fue de un momento a otro, sin querer ahora se encontraban en su barco y en mitad del océano atlántico. El grupo se veía confundido, mareado y asustado, no saben qué pasó solo que ahora ya estaban en otro lugar.
La mujer junto con su nieta estaban en la proa, dejando que el aire del océano les pegara directamente a la cara, su cabello y ropas danzaban a la par con las ventiscas sin importarles si estas se arruinaban por el movimiento.
La joven los miró y rió a carcajadas un poco—. Deberían ver sus caras.
Salieron de la confusión y aceptaron la broma de la chica, ¿Qué más podían hacer? El líder y sub líder caminaron lentamente a la anciana, la voltearon para que ella los mirara, de alguna forma, al verla notaron una enorme ilusión por estar en el barco, bueno, a esa edad es normal que ya no la dejen viajar.
—Me recuerda a mi niñez —soltó.
Nuevamente el silenció salió a la luz, uno de los del grupo se retiró para detener el braco, puesto que notó que se acercaban a la ciudad perdida. Por otro lado, las chicas acompañaron a la abuela y a la nieta a dentro de la cubierta para que comieran algo y se relajaran, los líderes se quedaron un rato afuera asimilando que son muy afortunados de haber llegado hasta donde están y por ser seleccionados por la mujer.
Al cabo de unos minutos también entraron a la cubierta, notaron un ambiente muy agradable y hogareño, sus demás integrantes charlaban amigablemente con la mujer, les daba consejos y cháchara de la vida y su juventud.
Un pequeño temblor los sacudió, el barco se había detenido, el conductor llegaría con ellos en unos minutos, pues el barco era lo suficientemente grande para pasar de la cabina a la cubierta en un prolongado periodo de tiempo.
El vehículo no era tan grande pero ni tan pequeño, más bien, tenía el tamaño de un barco pesquero, pero con unas cuantas mejoras.
—Bueno, creo que hemos sido demasiado descorteces con usted señora —dijo una de las chicas. La otra le siguió, los varones no entendían a qué se referían—. Mi nombre es Mina.
—Yo soy Kyoka —se señaló, luego apuntó a cada uno de los varones mientras mencionaba sus nombres, presentó a Ojiro, Sato y Tokoyami dejando de ultimo al conductor del barco y a sus líderes para que ellos se presentasen.
—Ustedes ¿Cómo se llaman? —cuestionó la mujer apuntando a los líderes.
El primero nerviosamente le contestó—. Soy Akatani y soy el líder de nuestro grupo —le acertó—. Y este es mi compañero y sub líder Go-chan.
—¿Go-chan y Akatani? —respondió con cierta decepción.
—Me haría un favor grande si solo le dice Gogo —forzó una sonrisa, la cual solo generó gracia en ella, aceptó sin descuido.
—Díganos de una vez la puta historia ¿quiere? No he esperado este día por años —se quejó el peli rubio.
—¡Go-chan calla! ¡Estamos tan cerca y lo arruinas!
—¡No es mi culpa que no se de prisa!
—¡Cállense ya, van a joder todo! —les gritó Mina.
Luego de unos minutos todos comenzaron a gritarse y a ofenderse, la nieta veía el desastre asustada y oculta detrás de la abuela, pero se sorprendió al verla reír, posteriormente todo el grupo guardó silencio al escucharla carcajearse, hasta se sintieron incomodos por mostrarle esa faceta infantil nuevamente.
—Lamentamos el comportamiento, señora Midoriya —se apresuró a decir Tokoyami.
—Me tiene sin cuidado —les dijo—. Es lindo ver la confianza que se tienen para gritarse de esa forma, yo no podía darme esos lujos con mi equipo, pero —hizo una pausa, sonrió pero hablaba con seriedad—. Lamento decirles que solo dos de ustedes podrán escuchar mis palabras.
—¡¿Qué?! —gritaron todos ofendidos, el nombrado Gogo casi se le echa encima, de no ser porque el líder peli verde lo sostuvo de la cintura evitando que se destrozara a la anciana.
—Yo ya los he elegido —sonrió dulce y los apunto, por un momento nadie se sorprendió, se lo esperaban, pero no pueden evitar sentirse frustrados.
En cambio, los elegidos se vieron entre ellos sorprendidos. Pues a pesar de ser las cabezas del grupo y que siempre daban la cara por él, por su comportamiento no siempre eran los principales y los elegidos para algo. Así que, esta decisión por parte de la mujer les cayó de sorpresa.
—Listo, todo ya está en orden para que... —el conductor del barco llegó, encontrándose con ese ambiente un poco lúgubre e inquietante, vio a cada integrante de su equipo, los ojos de los demás reflejaban decepción, menos de sus líderes—. ¿De qué me perdí?
—Te pondré al corriente después —se acercó Mina y le abrazó, la fémina solo quería algo de apoyo después de semejante pisada a sus ilusiones, en verdad quería escuchar la historia.
—Lamento esta noticia, pero así lo decidí —agachó la mirada, no era su intención quebrar así el entusiasmo de los chicos, de hecho pensó mucho tiempo sobre mencionar si solo se lo diría a dos personas, pero estaba segura que nadie iría por la información, era mejor un grupo—. Ustedes dos —apuntó a Akatani y a Gogo—. Más les vale colocarse unos buenos trajes de buceo.
Ambos asintieron.
...
El quipo salió y ayudaron a la mujer, la llevaron a la proa y esperaron a los dos mencionados. Ahora rodeaba un aire incomodo y severo en el aire, claro que Midoriya no le prestaba atención, sin embargo, una de las chicas no se podía quedar callada así que, se acercó hasta quedar a sus espaldas de la mujer y la joven acompañante para cuestionarle de la forma más amable que pudo.
—¿Por qué a ellos?
Bufó con diversión al escuchar la pregunta, no la miró pero mantuvo su semblante serio—. Lo entenderás después, Ashido —la mencionada se quedó estática, no pudo acercarse con la mujer para exigir respuestas puesto que Gogo y Akatani habían llegado, la nieta y Midoriya se fueron con ellos dejándola sola.
Según recuerda, nunca le habían mencionado su apellido a la mujer.
Por otro lado, los demás integrantes preparaban todo para que ambos se sumergieran, ahora el problema sería el de la señora, puesto que nunca pensaron en qué traje le podían dar a ella o si bien ella prefería estar en la superficie con el equipo.
El encargado de conducir el barco llegó con ella un poco nervioso—. Lo siento, señora, no tenemos un traje para usted
—Eso no será necesario —volteó a su nieta, quién luego se colocó atrás de ella para empujarla a una de las orillas despejadas del barco—. Ustedes pueden tirarse ahora —se dirigió a Gogó y a Akatani.
Ellos, aún que un poco confundidos acataron la orden, para segundos más tarde observar como otra cosa caía junto con ellos. Sin embargo, cuando las burbujas se retiraron observaron a la mujer cayendo hasta el fondo del mar.
Rápidamente trataron de alcanzarla, ahora que lo notan, su equipo está gritando, quizá es por la alocada acción de la mujer.
Justo cuando van a tomarla en brazos una luz sale de su pecho iluminando a ambos y causando una ceguera momentánea, unos pestañeos más tarde son suficientes para devolverles el enfoque visual.
Y no creen lo que ven.
La señora Midoriya, luce como de veinte años y tiene una aleta de sirena, la cintura para arriba tiene el mismo camisón con el que llegó. Pero de la cintura para abajo pueden divisar una preciosa aleta de sirena color roja con destellos plateados y verdes.
La ven subir a la superficie, pues están tan encismados con lo que acaban de ver, que, les es imposible apartar la mirada y preguntar por sus compañeros, solo pueden captar ligeros movimientos de ella para luego volver a hundirse y sonreírles.
—Por aquí muchachos —les dice lo más normal del mundo, como si no estuviera transformada en sirena y que puede respirar bajo el agua.
Sin más opciones en su merced, deciden seguirla, en el camino que ya han explorado sienten el agua es tan helada que te puede cortar los huesos sin siquiera tener un arma blanca, como agujas clavándose en todo su cuerpo, es normal, están en el mero océano atlántico.
Akatani observa a su acompañante, está igual de encismado que él, su mirada no se aparta de la cola de la mujer, admite que quiere tocarla sin su guante, porque ambos tenían un traje de buzo con un casco, guantes, traje y aletas, ¿Será que la cola es viscosa como un pescado? ¿Olerá como uno? ¿Si son escamas lo que lleva?
No puede evitar sentir un poco de celos al notarla nadar con naturalidad, mientras ellos usan un traje incomodo que los protege de las aguas y los peligros del océano.
—Llegamos —les dice, los vuelve a mirar y extiende sus brazos—. Bienvenidos a UAES.
No es que fueran aguafiestas, pero atrás de ella solo hay ruinas y algas, no es como si necesitara una gran ovación de bienvenida.
—Son restos, ¿Para qué lo presentas así? —dice Gogo, justo ahora ya no le molesta esa actitud, porque es la misma que se carga Akatani.
—Ese es el secreto —nada en retroceso y antes de tocar una de las piedras que formaban el lugar añade: — No todo es lo que ves.
Y lo toca, las burbujas aparecen a centenares, cubren todo el lugar junto con ellos, los rodean y hace que los únicos hombres tomen poses defensivas.
—No les recomiendo hacer eso —escuchan de la mujer, nuevamente ella se encuentra como si nada, con los brazos en la espalda y esperando con una infernal paciencia a que todo pase—. Al mar no le gusta que le arruinen las sorpresas.
Gogo sujeta el brazo de Akatani con fuerza y le mira, en esos ojos solo cabe la duda de "¿Con qué puta loca nos hemos metido?" Por supuesto, sabe que está asustado, nunca lo admitiría pero lo está. Solo puede contestarle con la mirada un "No tengo idea"
Las burbujas desaparecen y dan lugar a la ciudad de UAES, como si estuviera existiendo, como si ellos vivieran en el pasado de las ruinas.
Abren los ojos con sorpresa, la boca la dejan entre abierta, sus pupilas se pasean por todo el lugar, quieren tocar, estudiar y recoger muestras de todo lo posible.
La mujer los detiene antes de que puedan hacer algo - Ver, no tocar - les da la espalda y con su cola hace un ademán para que la sigan.
No les queda de otra.
—Esta es la entrada principal de la ciudad —dice, al cabo de unos minutos llegan a una gran plaza con rocas colocadas perfectamente en circulo y con separaciones de caminos—. Este es el centro de la ciudad, a la derecha está la biblioteca, a la izquierda el mercado y atrás de mi... —señala el lugar como si fuera el mejor tesoro nunca antes encontrado—. Está el palacio de los reyes.
—¿Se dirigía por monarquía? —susurró el rubio admirando la estructura a lo lejos, todo el lugar fue elaborado con piedras y arena, era tan moderno pero tan antiguo.
—Increíble —Akatani no separaba su mirada de la biblioteca, quería entrar y descubrir todos los secretos que se ha perdido ¿Libros de qué hay? ¿Lengua? ¿Contabilidad? ¿Estudios del mar? ¿Especies no descubiertas?
—No hay nada interesante, solo la historia de la caza e instrucciones de como hacer manualidades —le restó importancia ella, justo iba a reclamarle que significa la evolución de los pobladores, pero de nuevo le dirigió una mirada seria—. Este lugar no es real, es solo una adaptación de lo que fue. El mar nos está enseñando el pasado.
No saben porqué, pero esas palabras les llegó muy profundo en su mente, de sentirse lo más grande en la historia de la humanidad, ahora se sentían como unas pequeñas bacterias rodeados por un montón de historias y lugares nunca antes conocidos.
—¿Por qué te refieres al mar como una presencia? No es que esté vivo .
—Posiblemente no, pero el mar es más viejo de lo que crees, recuerda todo, lo sabe todo, siempre estando en el mismo lugar, adaptándose a los cambios —giró sobre si misma dando más énfasis a sus palabras—. Observando, repasando y estudiando, dando las mismas especies de flora y fauna pero enamorándonos cada vez más, es tan misterioso que nadie puede conocerlo en un cien por ciento.
Ambos le dan la razón, ni siquiera los más avanzados científicos y la mejor tecnología puede abarcar el cinco por ciento del mismo.
—Avancemos —menciona ella.
Dudan un poco pero hacen caso, al parecer ella los guía al palacio de los reyes. No se quejan, es lo que más desean observar, solo esperan que puedan entrar y fotografiar algunas cosas.
—El camino es de dos kilómetros, pueden hacer unas preguntas para facilitar el camino.
El rubio aprovecha y pregunta: —¿Cuántas veces visitante este lugar para saber lo que sabes?
Ella emite un sonido de pensar, luego responde: —Las suficientes para decirte que me sé de memoria los caminos y la historia entera.
Bueno, ya no están con una puta loca.
—¿Se puede saber cuántas veces? —cuestionó Akatani.
—Bueno, venía aquí tres veces al mes, solo multipliquen doce por tres.
—Treinta y seis —respondió Gogo con obviedad.
—Correcto, ahora sumen ocho veces treinta y seis.
—¡¿Visitante este sitio por ocho putos años?!
Ante la pregunta de ambos solo se detuvo y les miró con gentileza—. Los mejores ocho años de mi vida —para luego, continuar con su camino.
Bueno, retiran el dicho, si están con una loca.
En la marcha, Akatani le cuestiona acerca de porqué le quitaron la licencia y los permisos de arqueóloga.
Según ella, uno de los tipos de su equipo la vio escabullirse por el sitio, el hombre la reportó y le dijo que lo hizo para protegerla a ella y al lugar. En realidad, el hombre estaba celoso de que ella tuviera más avances que el resto del equipo.
—Nunca le creí las mentiras que me dijo, yo sabía lo que hacía y porqué, pero una vez que me avisaron quemé y me deshice de todas las pruebas de mis descubrimientos.
Cerraron los puños, era una lástima, esperaban que ella pudiera cederles sus encuentros y así ellos los compartirían con el mundo. Hasta que llegó su esperanza.
—Toda mi investigación la guardé desde hace años en mi libreta electrónica, o como le dicen comúnmente, una tableta digital.
—¿La conserva? —se apresuró el rubio.
—Claro que sí —contestó ofendida—. s
Sería estúpido de mi parte no guardar todo mi trabajo.
Suspiran aliviados, claro, no saben si ella les heredará sus conocimientos pero quieren pensar que sí. Aun que deban obligarla, ellos necesitan esa tableta.
Siguen nadando un poco más, sienten eterno el recorrido pero, no es desagradable.
—Bien, creo que es mi turno —dice ella alegre y con una mirada algo maléfica.
—De... ¿qué? —pregunta Mikumo asustado.
—Ustedes ya hicieron sus preguntas, ahora es mi turno —le restó importancia la mujer, los jóvenes respiraron con tranquilidad.
—Adelante —autorizó Gogo con indiferencia y cruzando sus brazos.
Avanzaron unos cuantos metros más hasta que por fin la mujer se le ocurrió qué preguntar, los volteó a ver muy risueña—. ¿Cuánto hace que se conocen?
—Desde la secundaria, mi equipo y yo hemos sido amigos desde hace mucho tiempo, encontramos el gusto por la arqueología en un curso que tomamos; Kirishima es el que pone los transportes, su padre es aficionado, Ashido y Kyoka siempre ven las noticias y lugares que explorar, Sato es experto en reliquias, Tokoyami y Ojiro en estructuras, Go-chan adora las pinturas y lenguas y yo llevo el equipo necesario y veo los pases de entrada a todos los sitios —explicó el peli verde animado.
—Es muy bueno saber eso, pero —le dirigió otra mirada—. Yo no hablaba de tu equipo —intercambió miradas con Gogo y Akatani para dejar en claro la respuesta que buscaba.
—¡Ah! —gritó él al caer en cuenta qué tipo de información buscaba la mujer, los nervios y el sonrojo llegaron a su cara y orejas delatándose.
—Desde secundaria, Yamikumo ya le ha dicho —respondió el rubio un poco frustrado, la mujer les dio la espalda otra vez, continuaba con su camino—, nos conocimos en la cafetería, luego nos tocó en el mismo salón de clase, hasta llegar al tercer grado, cuando iniciamos la preparatoria fue cuando...
—¿Empezaron a salir? —sonrió para si esperando sacar alguna sorpresa en los muchachos, pues al voltear de nueva cuenta notó que su broma si fue acertada.
Gogo la miraba con el ceño fruncido y sonrojado, Mikumo... él escondía su cara en sus manos enguantadas pero notaba sus orejas un poco rojas, al menos es lo que el casco le dejaba ver.
—¡Tu, maldita! —el rubio nadó a ella con furia, con facilidad lo esquivó, dio unas cuantas vuelvas al rededor de Gogo para luego dirigirse disparada al castillo mientras gritaba:
—¡Solo fue una pregunta!
Y aquella oración no pudo enfurecerlo más, él mismo se delató en responder a su pregunta con solo una maldición y un sonrojo, así que, nadando cómo podía trató de alcanzar a la mujer dejando atrás a Mikumo.
Al notar el desastre, quitó sus manos del casco y nadó hacia ellos, las risas y los gritos se dejaban escuchar como un eco en todo el lugar, no le dio tiempo a observar todo lo que había en el camino enfocándose en su pareja y en la mujer, al llegar Midoriya estaba siendo tratada como trapo viejo por el rubio, quien la movía adelante y hacia atrás con euforia y enojo.
—Basta, basta —los separó, Midoriya reía sin descanso y sujetándose el estómago cayó al suelo del castillo, levantando un poco de arena tras su caída. Mikumo y Katsuki la veían de forma extraña e incomoda.
Finalmente la señora dejó de reírse, se estiró un poco en el suelo, para luego levantarse, sacudirse el camisón y avanzar a la puerta.
—Bueno, hemos llegado caballeros —colocó ambas manos en la puerta del palacio. Los dos mencionados abrieron los ojos pasmados, habían olvidado con todo el ajetreo que Midoriya iba en camino hacia el castillo. Solo al ver que ella abría la puerta les trajo más emoción a su sangre.
Primero se veían los reflejos de las luces ocultando momentáneamente lo que se encontraba dentro. Sus corazones iban a un ritmo anormal, no recuerdan cuando ni dónde fue la última vez que reaccionaron así, Mikumo tomó una de las manos de Katsuki quien no la rechazó.
Al fin, a sus ojos se presenciaban los secretos del castillo, era más hermoso por dentro, en definitiva, toda la ciudad era un grano de arena en comparación a todo lo que había en la estructura.
—Tokoyami y Ojiro se volverían locos con esto —murmuró el peli verde al entrar y adelantar a la mujer.
—Por aquí —les dijo. Con disimulo, Gogo colocó una cámara en uno de los bolsillos del traje, en la parte superior, esta oportunidad no la iba a desaprovechar, las pruebas de su expedición debían quedar en una foto y no en su jodido cerebro.
Continuaron el recorrido unos minutos más, no sabían a dónde los guiaba Midoriya, pero estaban consientes que sería a una sala muy importante, pues en los pasillos donde pasaban cada uno se volvía más elegante que el anterior.
Las paredes echas de piedra caliza, adornado con perlas y ostras dejaban más detalle de la elegancia y jerarquía que se portaba en el lugar, de hecho, también la corriente había cambiado un poco, volviéndose cálido y agradable haciéndoles olvidar la sensación fría del exterior.
Con un poco de timidez acercaron sus manos hasta una de las paredes, quitaron un guante de sus manos y se cercioraron de la corriente, si es cálido. Posteriormente, tocaron una de las paredes.
Se sorprenden, es más suave de lo que imaginaron, se siente agradable al tacto.
—Les dije que no toquen —regaña Midoriya, pero de inmediato suspira resignada—. Bueno, supongo que el castillo está bien, hice lo mismo cuando llegué aquí la primera vez —la vieron doblar en una esquina, piensan que finalmente llegaron a la habitación que ella les quería mostrar.
Vuelven a enguantar sus manos, llegan con ella y quedan maravillados, la sala es circular y grande, giran sobre ellos mismos para apreciar de mejor forma las fotografías y adornos de coral impregnados en las paredes.
—Wow —sueltan ambos.
—Bonito ¿no? —oyen decir a Midoriya.
—Es impresionante —corrige Gogo.
Ella mueve la cabeza con ego al saber que si logró impresionar a los jóvenes. Deja que admiren un poco más del lugar para luego contar la historia que hay detrás.
Y al cabo de unos minutos por fin pudo hablar, se acercó un poco a ellos y los movió hasta los tronos de los reyes los cuales eran tapados por ella cuando ellos llegaron.
—¿Esos...esos son? —Mikumo simuló cubrir sus labios con sus manos, el casco evitaba un poco su acción, pero no lo detuvo del todo.
—Sip —contestó Midoriya.
Gogo se acercó por reflejo, tocó el trono que piensa que es de la reina y se sienta en el, no sabe cómo, pero es cómodo, agradable y solitario.
Atrás de los tronos observa dos cortinas cubriendo una pared, quiere quitarla de ahí pero la mujer lo detiene, le sujeta la muñeca con gentileza y le sonríe—. A eso voy —dice.
Ella lo jala hasta el centro donde pueden verse de mejor forma todos los recuadros que hay, desgraciadamente todos están llenos de moho y no son fácil de apreciar, sin embargo la mujer nada al primer recuadro y ahí es dónde la historia escondida del lugar será contado.
—Hace mucho tiempo, habían dos reinos, el del norte y del sur —limpia la primera foto, en ella se plasman los reinos que ella menciona y al rededor de estos hay artículos de batalla e incendios ¿eso es posible?—. Estos reinos se odiaban a muerte, nadie recuerda porqué, pero así era —va al segundo y lo limpia—. Un día la reina del norte dio a luz a un bebé varón sano y fuerte —fue al tercero—. Sin embargo, un años después la reina del sur también dio a luz a otro bebé —fue al cuarto—. Ellas querían crear un nuevo imperio donde el odio aun residiera, pero sus herederos no estaban del todo conformes con las decisiones de sus madres —el quinto—. Conforme crecían los pequeños, más intensiones de mejorar tenían, todos eran la misma especie ¿Qué importaba odiarse? las ventajas que traería una unión entre reinos sería superior y serían una potencia marina —el sexto— Los dos jóvenes querían probar que ambos reinos podrían prosperar al volverse uno, pero sus padres no estaban del todo de acuerdo —séptimo—. Un día, ambos príncipes se conocieron, desde ese entonces trataron de unir sus ideales y acabar con el odio entre sus padres —octavo—. Pero, terminaron por enamorarse.
En ese cuadro a comparación de los otros dejaba ver los rostros de los príncipes, al menos solo las bocas y el color del cabello, los arqueólogos se vieron entre ellos viendo la similitud del cabello en los príncipes.
—Llevaron su relación en secreto por tres años —continuó y se dirigió al noveno—. Hasta que finalmente sus padres se enteraron —en el décimo cuadro se plasmaban ambos reinos de color rojo y en una batalla que pudo durar mucho tiempo, los acompañantes de la mujer hicieron una mueca preocupada—. Ambos, con determinación, fingieron su muerte y escaparon de sus castillos para formar un nuevo mundo —en el onceavo cuadro se podía apreciar el castillo donde ellos estaban, pero con más vida y resplandor—. Los nuevos reyes llamaron a su ciudad UAES en honor a uno de sus magníficos tritones guardia que ellos tuvieron en sus filas, pues este era un espía por parte de ambos reinos —les guiñó el ojo.
—¿Cuáles eran los nombres de los anteriores reinos? —preguntó el rubio con sospecha, desde la mitad de la historia presentía que la mujer les ocultaba algo, puesto que su tono de voz se había vuelto nostálgica.
Ella sonrió con gentileza y tristeza, nadó hasta la pared que Gogo quiso descubrir por su cuenta y tiró de la tela que ahí estaba, no sin antes añadir: —Los del norte se llamaba Bakugou, los del sur Midoriya —la tela cayó.
Un poco de arena fue levantada por la caída de la cortina, por reflejo ambos jóvenes se cubrieron las caras para que la arena no entrara en sus ojos, pero al percatarse de su idiotez bajaron los brazos. La mujer estaba estática de espaldas a ellos, su larga cabellera se ondeaba con la poca corriente que se dio por su acción. Justo frente a ellos se apreciaba el doceavo y último recuadro.
Ocupaba toda la pared que había ahí, en el cuadro estaban un hombre de cabello peli verde y a su lado un rubio con ojos escarlata y con ellos, pero, entre sus brazos, una pequeña de cabellos plateados y con ojos rubí como los del rubio.
Los tres con una sonrisa.
—¿Son ellos? —susurró Mikumo.
—Ellos son los anteriores reyes de aquí y la que está entre sus brazos fue su hija adoptiva —su voz se desgarró comenzó a llorar, siempre odiaba esta parte de la historia, desde que el mar se lo contó, nunca a dejado de llorar esta parte, le duele.
—¿Qué ocurrió aquí? —sospechó el rubio. Ese tono de voz en Midoriya no le gusta.
Hipó un poco antes de contestar como debía —Luego de cinco años —limpió su nariz—. Un grupo de piratas atacó, cazaron a cada tritón y sirena que encontraron, los reyes hicieron lo posible para evitar la desgracia. La reina peleó con todo lo que tenía, pero el rey pereció ante la batalla, pues cómo no tenían peleas o enfrentamientos, no eran necesarios los conocimientos de combate, pero la reina siempre quiso convencerlo de lo contrario, fallando en cada intento —los chicos empuñaron sus manos, cerraron los ojos con impotencia—. Él lo vio morir frente a sus ojos, intentó pelear más pero lo obligaron ir por su hija, lo cuál hizo —la mujer tocó el cuadro con cariño y recelo, continuando—. La pobre estaba escondida en una de las cocinas del reino, al ver a su padre lo abrazó y huyeron, sin embargo... —cubrió sus labios, cedió ante el dolor y cayó sentándose sobre su aleta.
Los dos la escucharon murmurar e hipar, no sabes qué hacer, la quieren animar pero no saben cómo, así que solo se acercan a ella y le tocan los hombros para darle un poco de fuerza para que termine de contar la historia. Ella acepta ese apoyo tomando de las manos a ambos.— Los piratas los vieron huir, lastimaron de muerte a la reina y la pobre princesa tuvo que salir del mar y continuar con su vida en el reino de los humanos, dónde no conocía absolutamente a nadie, aprendió su lengua y se forjó en una carrera para poder recordar lo que tuvo alguna vez.
Hubo una pequeña pausa, los tres estaban cohibidos por los datos recibidos y dados, ellos ya no están seguros de contar esta historia a sus compañeros, es demasiado triste e hiriente para que la población la conozca. Claro, ninguna ruina encontrada tiene un final feliz, pero consideran esta cómo una de las más tristes, por no decir, la más triste.
—¿Cómo se llama la princesa? —pregunta Katsuki muy directamente, ahora que lo menciona ella no dijo los nombres principales de ninguno de los descendientes de la corona, ahora Mikumo está curioso de saber.
—Eri.
Gogo le toma de una mejilla y la obliga a verlo, seca con su pulgar lo que cree que son lagrimas y la mira fijamente.
—Debió ser duro para ti ¿no es cierto? —dice, luego la mujer no lo soporta más y termina abrazando al hombre que es la reencarnación de su padre. Este no lo niega, se ha dado cuenta de todo cuando vio su rostro en el cuadro que ella le impidió ver.
Siente los brazos y las manos de la antigua princesa sujetarse con fuerza en su traje, trata con desespero que le otorgue el calor que le fue arrebatado desde que tenía cinco años, extrañó tanto sentirlo, oírle hablar, gritar, insultar y que tuvieran esas patéticas peleas de antes.
Tuvo que contenerse con cielo, mar y tierra para evitar tirarse sobre ellos, pues son las vivas imágenes de sus padres. Los que siempre amó.
Akatani estaba en shock, aun le cuesta entender cómo su novio siempre le da en el clavo a todas las historias que escucha, mientras él queda atrás, ahora se pregunta quién es el verdadero líder del grupo.
—¿Cómo lo supiste? —pregunta ofendido al rubio, este alza una ceja y acomoda de mejor forma a Eri en su pecho.
—Ella se llama Midoriya, el príncipe peli verde era Midoriya, ella se llama Eri, la princesa del cuadro es Eri ¿quieres más respuestas o eres imbécil?
—Está bien, papá, no es su culpa —hipa otra vez, se aleja tranquilamente de Gogo para dirigirse a Akatani, dejando un raro y cálido sentimiento en el pecho del rubio tras las palabras "papá".
—No se oye mal —murmura para sí.
—Al principio es un poco complicado, yo soy la princesa de UAES Midoriya Eri, fui rescatada por el rey Izuku Midoriya cuando a penas era una bebé, mi madre biológica murió cuando se desató la guerra entre el norte y sur, fui criada por Izuku y Katsuki en el nuevo reino que ellos crearon, omití esa parte en la historia para no darles una sorpresa —sonrió nerviosa.
—Pero no lo entiendo, el cabello de la princesa es plateado natural —volteó al cuadro—. Y el tuyo lo es por vejez.
—Claro que no —respondió ofendida—. Mi cabello es plateado de nacimiento, se confunde porque ya tengo ochenta y cuatro años, pero no es así, padre —la misma palabra le deja una sensación agradable.
—Se oye bien —piensa.
—De acuerdo, ahora que conocemos la historia completa, debemos volver, llevamos horas aquí —les recalca el rubio, el pecoso mira su reloj contra agua y si lo nota, llevan abajo seis horas.
—¡Oh cielos!, nos debemos ir ya —sujeta la mano de Eri pero ella se niega a avanzar—. ¿Eri?
Niega con dulzura. —Yo no me puedo ir.
—¿Qué mierda? —susurra Katsuki con furia.
—Lo siento, pero no puedo volver, mis viajes al agua eran limitados y esta era mi última oportunidad de volver.
La corriente se vuelve fuerte, tratan de protegerse y el peli verde le suelta la mano, el mar los jala lejos de la chica pero logran sujetarse de la puerta donde ingresaron a la sala.
—¡Eri! —gritan ambos.
—¡Estarán bien, no peleen! —abren los ojos con sorpresa, la mujer ha cambiado y ahora se muestra como una niña, atrás de ella están sus versiones antiguas sujetándola de los hombros, ella voltea y los abraza, la reina la abraza y le da besos en las mejillas, el rey abraza a su reina y a su pequeña. La corriente los jala cada vez más, las burbujas cubren su visión, solo la oyen gritar:
—¡Mi tableta está donde el corazón los guíe!
Entrecierran los ojos y al volverlos a abrir para mejorar su visión, la familia monarca esta justo frente a ellos, Eri sonríe y los reyes hacen una reverencia.
—Gracias —les dice el rey.
—Ahora váyanse de aquí mocosos —la reina les sonríe ególatra y golpea el casco de ambos, por la sorpresa del impacto, ambos se sueltan sus agarres y se dejan llevar por la corriente que los hecha fuera del agua.
La última imagen que ven son a los monarcas y a su hija despidiéndolos como una visita casual.
Salen cómo proyectil del océano y aterrizan en su bote. El golpe los deja inconscientes y su equipo debe de actuar rápido, no saben qué acaba de pasar, obtendrán la respuesta después, ahora lo importante es salvar a estos dos idiotas.
...
Los ruidos le llegan a los tímpanos, el aire acondicionado entra de forma horrible a su garganta dejándola seca, se acomoda un poco en la cama y se incorpora, al hacerlo divisa a su novio en la cama de a lado, también está despertando.
Sonríe al ver qué esta bien, ahora no sabe lo que ha pasado, la voz de la mujer sigue en su cabeza al igual que la última imagen que vio.
Quiere pensar que todo fue un sueño, que bebieron muy fuerte anoche y este es el resultado de su juventud.
Pero, algo le dice que no es así. Lo vivido no fue un sueño, no es una fantasía o una mala historia hecha por el alcohol.
Mira sus manos para luego posar su mirada en Gogo, nota que también está dudoso de lo que pasó, la puerta se abre y ambos miran a sus visitas recién llegadas.
Es su equipo y la nieta de la mujer.
—Entonces no fue un sueño —murmura.
Su equipo se queda con las palabras en la boca, sabían que el golpe les afectaría el cerebro, pero prefirieron pensar que no.
—¿Podemos hablar solo con la chica? —escucha de Gogo, los demás un poco decepcionados aceptan. Antes de salir de la habitación dicen que esperan con ansias saber de la historia.
El comentario les hace sentir avispas en el estómago.
La chica toma una de las sillas de descanso y la coloca justo en medio de los dos. Esta lista para las preguntas de ambos.
—La tableta la traje conmigo —se apura a decir—. Sé que ella les habrá dicho que la consigan ustedes, pero no quiero hacerles perder más el tiempo —saca el objeto de un maletín que llevaba y la deja justo en las piernas de Akatani.
—Ahórrate esa mierda, explica por qué —Mikumo intercala miradas entre su novio y la mujer, esta suspira pero sabe que debe decirlo.
—Mi abuela tenía sus visitas limitadas, el mar la castigó al ser descubierta, le dijo que desde ese día solo tendría una última visita por hacer, cuando la hiciera, volvería con sus padres.
—¿Porqué esperar tanto? —preguntó él.
—Su papá le dijo que, sin importar cuando, él volvería a verla —la mujer sonríe, pero no refleja alegría, solo una tristeza palpable que se postra en toda la habitación—. Katsuki le había dicho que volvería a verla sin importar qué, ella esperó y entonces los vio a ustedes en las pirámides de Egipto en un documental.
Recuerdan el momento, unos días después de su viaje ella los contactó, no cabían en la alegría, por fin serían los seleccionados, pero, ahora, aquella alegría ya no era la misma.
—Pensarán que fue un poco egoísta al solo hablarlos a ustedes por el parentesco físico a sus padres, no la culpen, ella no se despidió como debía.
Ambos suspiran, claro que entienden el sentimiento, pero, al menos esperaban que fueran elegidos por su trabajo y experiencia, no por recuerdos.
—¿Qué hay de ella? —pregunta, porque, no la ha notado desde que cayó inconsciente, espera que ella no se haya quedado en el mar.
—Al morir, las sirenas se vuelven uno con el mar, se desahacen hasta convertirse en espuma.
—Sabías que esto pasaría ¿No es así? —cuestiona Gogo, la joven solo asiente con la cabeza, al menos ella ya estaba mentalizada para esto, ellos no, a penas la conocen y ya no la tienen entre ellos, duele un poco.
—Ella fue la mejor abuela que pude tener, no me arrepiento de nada, la disfruté mientras pude, además, quiero darles las gracias —ambos la miraron un poco confusos, deberían ser ellos quienes den las gracias por lo que acababan de descubrir, pero antes de siquiera decir algo, las lágrimas de la joven les hicieron saber de qué estaba agradecida—. Gracias, por hacerla feliz otra vez.
Sonríe, al menos eso le levanta el ánimo, Eri fue feliz justo antes de morir y no les dijo nada, por eso estaba tan enérgica cuando se volvió a hundir en las aguas del mar.
Porque era su casa.
La joven limpian sus ojos con un pequeño pañuelo, justo al levantarse y abrir la puerta dirigió unas últimas palabras a los chicos.
—Les sugiero que no digan nada de esto.
Ofendidos por las palabras la miran con el ceño fruncido, claramente dirán todo lo que vieron en el fondo marino, era un descubrimiento sin igual y debía ser compartido.
La chica se voltea, sus ojos han cambiado a un tono azul profundo y los mira con cierto desdén y arrogancia. Se lleva un dedo a los labios y muestra los dientes.
—Podrán explorar más, si mantienen esto en secreto —su sonrisa se hace más grande y desaparece por la puerta, las luces del hospital parpadean un poco y un temblor sacude al hospital. Minutos más tarde sus compañeros llegan hasta ellos.
Mikumo oculta la tableta debajo de su almohada con disimulo, entonces, Gogo recuerda las fotos que tomó, entre sus cosas que están justo a lado busca su cámara.
Mientras lo hace, sus compañeros les empiezan a contar su historia de la borrachera que se echaron en el día de ayer debido a una nominación que les dieron.
Akatani frunce el ceño un poco confundido por la historia, pues no era eso lo que pasó ayer. Quiere interrumpirlos y decir la verdad, sin embargo, la risa amarga del rubio hace presencia.
Mira la cámara enojado y sonriente, en sus fotos solo se aprecia el fondo marino y a Akatani con él impresionados de la nada y de las celestes aguas donde están.
—Hijo de puta —murmura.
Gogo le lanza la cámara, las fotos no son lo que espera, nada de lo fotografiado está, revisa la tableta de inmediato, todo lo que Eri hizo está ahí, pero las fotos no.
Lenguaje, historia, arquitectura y habitantes, todo está, pero con lo que acaba de presenciar su cabeza empieza a darle vueltas.
El mar se las ha librado para hacerles olvidar a todos lo que ocurrió ayer.
Eri tenía razón, el mar es sabio y sabe todo, pero del mismo modo es tramposo y traicionero. Misterioso, amable, patán.
El mundo hace mal en no conocerlo al 100%
Y ellos, se acaban de dar cuenta de lo mal que hacen en no conocerlo bien. Aún que, de cierto modo, también se hacen un favor al no conocerlo.
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