115.UN MUNDO PARA ÉL.















INTRODUCIR: PROXIMA - PRETTY PATTERNS




El coloso cayó.

Un estruendo sordo resonó mientras toneladas de concreto y acero cedían bajo su peso.

El parque de diversiones, una ruina ya consumida por el caos parecía sostener su respiración mientras el polvo y los escombros se alzaban en una nube densa, envolviendo la escena en un silencio sepulcral.

Izuku, jadeando, observaba desde una distancia segura, su brazo izquierdo aun temblando con los ecos del Decay que había desatado.

En lo profundo de la pila de escombros, bajo el metal retorcido y las grietas abiertas del suelo, el cuerpo de Vincent Turner —el Nomu— permanecía inmóvil.

La temperatura de su piel metálica hacía chisporrotear los restos a su alrededor, y aunque parecía vencido, algo en su interior seguía ardiendo.

En algún rincón de su mente destrozada, algo se encendió.

El silencio absoluto lo envolvió, y cuando sus ojos se abrieron, ya no estaba en el parque.

Estaba de pie en un corredor infinito, un espacio vacío donde la oscuridad parecía viva, densa y opresiva.

A cada lado del pasillo, los muros no eran sólidos; eran espejos, aunque sus superficies brillaban con una luz tenue, como si quisieran mostrarle algo.

Dio un paso, inseguro, y entonces lo vio: su vida reflejada en los cristales.

Un niño pequeño corría por un prado, riendo mientras una cometa roja ondeaba en el cielo.

Sus pies descalzos golpeaban la hierba, y una voz cálida lo llamaba desde la distancia.

El reflejo cambió, y ahora estaba sentado en una mesa de madera, ensamblando un pequeño motor con manos pequeñas y torpes.

Frente a él, un hombre alto lo observaba con severidad.

Cada movimiento estaba bajo escrutinio, y aunque el niño intentaba mantener la calma, el sudor en su frente delataba su nerviosismo.

El reflejo siguiente lo mostró un poco mayor, sosteniendo un trofeo de metal brillante con ambas manos.

Estaba en una feria de ciencias, rodeado de aplausos y sonrisas forzadas.

Entre la multitud, algunas miradas lo seguían con burla.

Incluso en su triunfo, la incomodidad se filtraba en su expresión.

La escena cambió de nuevo.

Ahora era un adolescente sentado solo en un banco del taller escolar, ajustando un prototipo.

Afuera, sus compañeros reían, compartiendo bromas de las que él no formaba parte.

Aunque sus dedos trabajaban con habilidad, su rostro mostraba una mezcla de concentración y aislamiento.

Un grupo de figuras nuevas apareció en otro reflejo.

Estaba en una pequeña competencia de robótica, su proyecto funcionando a la perfección, pero alguien más había ganado.

Vincent observaba desde la distancia cómo otro joven subía al escenario a recibir el premio, su sonrisa amarga apenas disimulada.

Dio media vuelta antes de que comenzaran los aplausos.

Un recuerdo más avanzó hacia él, más nítido que los demás.

Era un joven adulto en una sala llena de planos y herramientas, trabajando febrilmente en algo que aún no tenía forma.

Sus manos temblaban mientras escribía ecuaciones en una pizarra, borrándolas y reescribiéndolas sin descanso.

La habitación estaba desordenada, y su rostro tenía ojeras profundas.

Una radio en el fondo emitía noticias sobre avances tecnológicos revolucionarios, mencionando nombres que no eran el suyo.

Vincent se detuvo en seco.

Su reflejo en el último cristal no era ni el niño, ni el joven, ni el hombre que trabajaba con fervor.

Era un vacío, un rostro desprovisto de rasgos, como si el espejo no pudiera decidir quién debía aparecer.

Se acercó, pero antes de poder tocar el cristal, todo el pasillo se estremeció.

La oscuridad comenzó a engullir los reflejos, y un eco sordo retumbó en su mente, una voz grave y fría que susurraba promesas que no entendía del todo.

Dio un paso atrás, confundido, y entonces el corredor desapareció, devolviéndolo al peso de los escombros y al calor abrasador de su propio cuerpo.

La realidad lo golpeó de nuevo.

El metal quemaba, el concreto oprimía, y las risas de un pasado lejano resonaban en su cabeza como un eco burlón, alejándose mientras la imagen de lo que había sido se desvanecía entre las sombras.







[¿Qué habría sido de mí si nunca la hubiera conocido?]









Los escombros lo aplastan, pero el peso en su mente es mayor.

Antes de ella, todo era tan claro... tan sencillo.

Sus días estaban llenos de planos, motores, ecuaciones.

Cada línea que trazaba tenía un propósito: cambiar el mundo.

Eso era lo que Vincent Turner había nacido para hacer.

Pero entonces apareció Alissa.

Si no la hubiera conocido...

¿sería ahora el hombre que soñó ser? ¿Seguiría construyendo las máquinas que el mundo necesitaba, esas máquinas que nunca le dieron la oportunidad de terminar?











[¿Eso fue un error?]











Quizás habría alcanzado la cima mucho antes de que un tal David Shield siquiera fuera un nombre en la ecuación.

No habría espacio para dudas, ni para distracciones.

Pero ella fue... ella era luz.

Una luz que llenó las grietas que nunca supo que tenía.











[¿Fue ella quien me debilitó?]











Cuando la conoció, vio un mundo distinto, uno donde las cosas no se medían solo en logros y avances.

Ella le enseñó a detenerse, a respirar, a mirar algo más allá de sus proyectos.











[¿Pero qué hizo eso conmigo? ¿Qué ganó el mundo con un Vincent Turner más humano?]











Perdió tiempo.

Perdió enfoque.

Se volvió... blando.

Empezó a creer en cosas como amor, en pequeñas felicidades que nunca se sienten eternas.

Al final, todo lo que construyeron juntos se rompió.











[Me rompí yo también.]











Tal vez si nunca hubiera salido de ese taller, si nunca hubiera tomado su mano en aquella fiesta... habría permanecido intacto.

Firme.

¿Es culpa de ella? ¿O simplemente es su incapacidad de sostener algo más allá del hierro y el acero?

Y luego llegó él.

El niño prodigio, el que parecía tener respuestas para todo lo que yo aún buscaba.

David Shield, el gran innovador. ¿Qué habría sido diferente si nunca se hubiera cruzado en su vida? ¿Fue su sombra la que lo empujó al borde?

Recuerda cada mirada de admiración que recibía, cada aplauso que resonaba cuando él hablaba.











[Yo estaba ahí, en las sombras, viendo cómo mi mundo se desmoronaba. No porque él fuera mejor —no lo era—, sino porque el mundo decidió que yo ya no era suficiente.]











¿Y si el mundo nunca lo hubiera conocido? ¿Habría sido Vincent quien brillara en ese mundo, en esos escenarios?

Quizás Alissa no lo habría visto a él como algo que él, no era.

Quizás ella se habría quedado.











[¿Qué me queda ahora?]











Nada de lo que tiene es de él.

Ni esa piel de metal, ni esta fuerza abominable, ni esta mente fragmentada que apenas puede sostener recuerdos.

Antes, tenía un propósito.

Luego, ella le dio un nuevo sentido, algo que él ni siquiera sabía que necesitaba.

Y ahora... no hay propósito, no hay sentido.

Solo un vacío que lo consume desde adentro.

¿Es esto lo que queda de un hombre que aspiraba a transformar el mundo?

A veces se pregunta... Si Alissa pudiera verlo ahora, ¿qué pensaría? ¿Lo odiaría por lo que se ha convertido? ¿Por no haber sido lo que ella necesitaba, por haber fallado en ser más que un hombre con herramientas?










[Pero no importa. Nada importa ya.]











El frío se extendía implacable por el cuerpo de Vincent, cubriéndolo con una capa invisible de hielo que mordía hasta los huesos.

Su respiración se volvía pesada, cada exhalación parecía más un último aliento que una señal de vida.

Dentro de su mente, en ese largo pasillo que había recorrido tantas veces, una brisa etérea comenzó a filtrarse, silbando entre las grietas de los recuerdos. "¿Esto es frío?"

La pregunta se alojó en su mente con la insistencia de un eco.

Su frente se arrugó levemente mientras sus dedos aún sostenían aquel cristal opaco, inerte.

Lo había tenido por tanto tiempo que había olvidado por qué lo mantenía consigo.

El viento a su alrededor parecía susurrar una respuesta, pero no podía descifrarla. Una palabra resonó en su interior, frágil, temerosa. "¿Esto es... muerte?"

Por primera vez en mucho tiempo, dirigió toda su atención al cristal, esa superficie que una vez había prometido reflejar algo.

Ahora, nada.

Solo vacío.

Pero ¿Qué quería realmente que reflejara? "¿Un rostro que ya no reconozco como mío? ¿La vida que dejé atrás?"

La helada se intensificó.

En el exterior, Todoroki endurecía su expresión, canalizando el lado gélido de su quirk con una determinación que solo se alimentaba por la urgencia de Jirou.

Ella observaba con el ceño fruncido cómo el hielo comenzaba a envolver a Vincent, mientras, detrás de ella, Momo acomodaba con cuidado la cabeza inconsciente de Izuku sobre sus muslos, murmurando una oración silenciosa.

—¡Más frío, Todoroki! ¡No dejes que se mueva! —gritó Jirou.

Todoroki asintió, su quirk rugiendo con fuerza renovada, mientras que en el interior de Vincent, el pasillo comenzó a crujir.

La brisa se había convertido en una ventisca que arrastraba los recuerdos, congelándolos en su lugar. "No importa ya. Esto está bien. Seguramente este es mi castigo... por no haber luchado, por haber huido."

Vincent dejó caer su frente contra el cristal, el helado contacto lo hizo cerrar los ojos.

Sus manos, temblorosas, se unieron sobre la superficie opaca.

El hombre estaba rindiéndose, permitiendo que el frío lo reclamara.

Pero entonces, algo cambió.

Una luz, tan pequeña como un suspiro, comenzó a chisporrotear en el cristal.

Él no lo notó al principio, perdido en sus pensamientos. "¿Qué reflejaría si pudiera? ¿Algo digno? ¿Algo mío?"

La brisa se detuvo por un instante.

El silencio absoluto fue interrumpido por un leve brillo que creció en intensidad.

Más allá del cristal, esa luz comenzó a tomar forma, alargándose como una mano que se extendía hacia él.

Pero antes de que pudiera alcanzarla, una voz resonó, profunda, cargada de un eco que parecía venir de todas partes y de ninguna.

"No se trata de perfección. Se trata de trascendencia. Si no aspiramos a más, nos quedamos estancados. Yo no nací para quedarme en un solo lugar."

Vincent abrió los ojos de golpe y retrocedió, alejándose del cristal.

La mano de luz se desvaneció antes de tocarlo, y el pasillo comenzó a fracturarse.

El espacio a su alrededor dejó de ser un pasillo; ahora, era un fragmento de realidad distorsionado, un reflejo de su propia mente que traía consigo un recuerdo olvidado.

"Esas palabras... son mías." El eco de su propia voz se desvaneció, pero antes de que pudiera procesarlo, otra voz, mucho más grave, mucho más intensa, lo envolvió.




















INTRODUCIR: THE DEMON LORD - YUKI HAYASHI.





No naciste para quedarte en un solo lugar, Vincent Turner.















El tiempo pareció detenerse.

De entre las sombras, un hombre emergió, caminando con una calma inquietante.

Su figura era imponente, envuelta en una negrura que parecía devorar la luz a su alrededor.

Su rostro estaba cubierto por una máscara de oscuridad asimétrico, y de su presencia emanaba un aura de poder absoluto.

All For One se colocó a su costado, sus pasos resonando con una gravedad que aplastaba cualquier atisbo de esperanza.

La mirada invisible del rey de los demonios se fijó en él, y aunque Vincent sabía que no podía ver los ojos detrás de aquella máscara, sintió que perforaban directamente su alma.

El aire se sentía pesado, inmóvil, como si toda la existencia se detuviera en ese momento.

Los ojos de Vincent, llenos de una furia naciente, se alzaron hacia la figura de All For One, un monstruo envuelto en una gran oscuridad.

Esa breve chispa de esperanza que había sentido, el deseo de redimirse se desvaneció, reemplazada por una ira abrasadora que se extendía por su pecho como un incendio sin control.

El cristal del recuerdo a su alrededor comenzó a agrietarse, respondiendo a esa ira incontenible.

Las fisuras se expandieron como raíces, hasta que cada fragmento estalló, llenando el espacio con un caos de esquirlas brillantes que se incrustaron en las sombras.

Ahora solo quedaban ellos dos, rodeados por un vacío infinito que devoraba todo.

—¿Acaso tu odio también lo habías olvidado, Vincent? —dijo All For One, su tono bajo, calmado, pero lleno de una autoridad aplastante.

Vincent no respondió.

Su mirada estaba fija en el hombre que tenía delante, su cuerpo temblando mientras apretaba los puños con tal fuerza que sus uñas perforaron la piel.

El villano inclinó ligeramente la cabeza, sosteniendo un fragmento de cristal entre sus dedos, observándolo con un interés casi académico antes de que se desvaneciera en polvo.

—Aferrarse a la vida es natural. Es un reflejo de la misma vida. Pero aferrarse a los recuerdos... no lo es. —Su voz resonó como un eco, y a pesar del frío que llenaba el lugar, sus palabras tenían un peso ardiente.

El hielo que había comenzado a envolver la oscuridad incluso se había atrevido a tocar los pies de All For One.

Bajó la mirada hacia la escarcha que intentaba reclamarlo y dejó escapar un leve suspiro.

—Es un buen plan —comentó, como si admirara la estrategia sin ningún tipo de emoción real.

Pero Vincent no lo escuchó.

Su cuerpo, incapaz de contener más su rabia, se lanzó hacia adelante, primero tambaleándose, después arrastrándose a cuatro extremidades como un animal salvaje.

—¡ALL FOR ONE! ¡ALL FOR ONE! —gritó con una furia desgarradora, su voz rasgando el aire.

Corrió, tropezó, pero no dejó de moverse.

Sus gritos no cesaban, cada uno impregnado con una furia que parecía querer desintegrar al hombre frente a él.

—¡BASTARDO! ¡TE MATARÉ! ¡TODO ES POR TU CULPA! ¡TODO!

Las palabras apenas eran comprensibles mientras la baba caía de su boca, salpicando el suelo y manchando su rostro.

Antes de que pudiera alcanzarlo, la misma oscuridad que envolvía a All For One se alzó como serpientes vivas, atrapándolo de las extremidades y el cuello.

Vincent se sacudió, luchando con una fuerza desesperada, mientras All For One se giraba lentamente hacia él.

Ahora estaban cara a cara, o lo más cerca de eso que podían estar.

—Vincent Turner —dijo All For One, su tono cargado de una calma antinatural, casi burlona.

Vincent gruñó y tironeó de las sombras que lo ataban, pero no sirvió de nada.

—Vincent Turner —repitió All For One, más despacio esta vez, como si saboreara cada sílaba del nombre.

La baba de Vincent alcanzó su máscara, salpicando la superficie metálica.

Por un momento, los labios visibles de All For One se tensaron ligeramente, su disgusto apenas perceptible.

—Vincent Turner. Vincent Turner. Vincent Turner.

Cada repetición era como un golpe, hundiéndose en la mente de Vincent con una mezcla de desprecio y autoridad.

—Vincent Turner, dime, ¿también desaparecerás? ¿Te desvanecerás como un simple suspiro al viento? —La voz de All For One se hizo más grave, más penetrante—. Lo mismo pasó con Six. El muy malagradecido. Decidió ir en contra de mis deseos más de una vez. Y mira dónde terminó. ¿Es eso lo que quieres? ¿Desaparecer sin dejar nada atrás?

Vincent rugió, tirando de las sombras con todas sus fuerzas, pero estas no cedieron.

—¡CALLA! ¡CALLA! ¡CALLA! ¡TE VOY A DESTROZAR! —Su voz era un grito desgarrador, cargado de rabia y desesperación.

All For One inclinó la cabeza nuevamente, como si estudiara a un insecto atrapado en su red.

—Vincent Turner. ¿Qué queda de ti? ¿Qué queda de ese hombre que una vez tuvo un propósito? —dijo, y su tono se volvió casi melancólico—. ¿Solo gritos? ¿Solo lágrimas? ¿Solo... baba?

Una sonrisa apenas perceptible se dibujó bajo su máscara, aunque no era de burla, sino de algo mucho más aterrador: genuino interés.

—Vincent Turner. Vincent Turner. Vincent Turner.

El nombre reverberaba en el vacío, como un mantra, como una sentencia.

La rabia de Vincent crecía con cada repetición, pero con ella también aumentaba su desesperación.

—¿Es acaso mi culpa que tu debilidad te haya superado? —dijo, su tono cargado de una falsa incredulidad—. ¿Es acaso mi culpa que la mujer que amabas te abandonara? ¿Qué perdieras todo? ¿Que hayas tratado de transformar tu vida en un miserable intento de poder?

Vincent apretó los dientes, sus manos temblando mientras las sombras continuaban aferrándose a su cuerpo como grilletes vivos.

—¡CALLA! —rugió, su voz quebrada por la ira y la frustración—. ¡Cállate de una vez, maldito!

All For One ignoró sus gritos, avanzando un paso mientras su presencia parecía devorar lo poco que quedaba del espacio de Vincent.

—No, Vincent. No es mi culpa en lo absoluto. De hecho, me parece increíblemente arrogante de tu parte pensar que siquiera tuve algún interés en tu miserable vida. Ni siquiera sabía quién eras tú.

Vincent forcejeó, su respiración pesada y sus gritos volviéndose tartamudos por la furia.

—¡No... no digas eso! ¡Cállate! ¡Deja de... de... de hablar!

—¿Wolfram? —All For One dejó escapar una carcajada seca, fría como el hielo—. ¿Qué nombre tan ridículo? Admito que tu quirk es interesante, pero requiere una inversión de tiempo que, lamentablemente, no tengo.

Los ojos de Vincent se llenaron de furia al escuchar esas palabras.

—¡Eres un bastardo! ¡No sabes nada! —gritó, su voz quebrándose mientras maldecía una y otra vez.

—Es por eso que ni siquiera serviste para eso, como ese tipo de Human Rise. —All For One soltó un leve suspiro, como si se burlara del esfuerzo inútil que representaba Vincent—. Tu papel terminó siendo un despropósito de energía, Vincent. Nada más.

El rostro de Vincent se contorsionó en una mezcla de desesperación e ira.

—¡CÁLLATE! ¡CÁLLATE! ¡SAL DE MI CABEZA! —Su cuerpo temblaba mientras gritaba, tartamudeando con cada palabra—. ¡NO TIENES DERECHO! ¡NO ME TOQUES!

Pero All For One solo sonrió, su risa creciendo lentamente, llenando cada rincón del vacío.

Vincent forcejeaba contra las sombras que lo inmovilizaban, gritando insultos que se desvanecían en la inmensidad oscura.

—¡NO TE RÍAS! ¡BASTA, MALDITO! ¡TE LO PROHIBO!

—¿Prohibirme? —La voz de All For One se alzó, firme y aplastante como un trueno—. ¡¿A mí?! ¡¿A un rey?! Claro que puedo reírme. ¿Por qué no lo haría? Puedo hacerlo, Vincent. Quiero hacerlo. ¿Y sabes qué? Eso es lo único que importa.

El villano extendió un dedo hacia la cabeza de Vincent, su gesto cargado de una amenaza gélida.

—En esa miserable mente tuya, debe quedar algún residuo de lo que eras antes de intentar alcanzar el velo humano con esa mujer patética. Pero entiéndelo de una vez, Vincent. Lo único que define a un hombre verdadero es el poder que reside en sus acciones y en sus resultados.

Las palabras cayeron como martillazos, aplastando cualquier esperanza que pudiera quedar.

—Si un hombre es incapaz de cumplir sus deseos, no es más que un desecho. Un ser inútil, indigno de su propia existencia.

Vincent cerró los ojos con fuerza, tratando de bloquear las palabras, pero la risa de All For One se hacía cada vez más fuerte, más opresiva.

—¿Es que no lo ves, Vincent? Tu vida me pertenece. Tu futuro es mío. Tu pasado... lo desecho como yo desee. ¿Y sabes por qué? —Se inclinó, su tono volviéndose un susurro venenoso—. Porque puedo hacerlo.

Vincent gritó, su voz ahogada por la risa que resonaba en cada rincón.

—¡NO PUEDES! ¡NO TIENES DERECHO!

—¿Derecho? —All For One lanzó una carcajada profunda, su voz llena de un júbilo perverso—. ¡No necesito un derecho! ¡Soy un rey, Vincent! ¡Y eso es lo que hacemos los reyes!

La risa del villano se alzó como un coro grotesco, resonando interminablemente.

—¡Reinamos! ¡Reinamos sobre todo lo que vemos! ¡Incluso aquí, en este lugar que debería ser tuyo, soy yo quien lo domina!

Vincent podía sentir las carcajadas atravesando su mente como espinas, el eco burlesco rebotando en cada fragmento de lo que alguna vez fue él mismo.

—¡Basta...! ¡Detente...! —susurró, su voz quebrándose mientras las lágrimas caían de sus ojos.

Pero All For One continuó riendo, cada vez más fuerte, más imponente, como si la propia oscuridad se deleitara con la humillación de Vincent.

La frustración era un veneno que se extendía lentamente por las venas de Vincent, paralizando sus pensamientos, ahogando cualquier chispa de resistencia que aún pudiera quedarle.

Su mente, inundada de gritos y recriminaciones, empezó a derrumbarse sobre sí misma, como un castillo de arena bajo una tormenta.

El odio que sentía hacia All For One había alcanzado su límite.

Pero incluso ese odio, ferviente y corrosivo, estaba cediendo paso a algo más oscuro: un deseo desesperado de desaparecer, de extinguirse, de dejar de existir.

Con los ojos cerrados y la cabeza gacha, dejó escapar un suspiro entrecortado.

[Que termine ya. Por favor, que todo acabe ahora.]

Un pensamiento desesperado y profundo se formó en lo más hondo de su ser.

Deseó con toda su alma desaparecer, borrar su existencia como si nunca hubiera estado allí.

[Yo.... ¡Deseo desap....

Destruir a David Shield.

Los ojos de Vincent se abrieron de golpe.

El aire se quedó atrapado en su pecho, y su corazón dio un vuelco tan violento que sintió un dolor agudo en su pecho.

Por un instante, no supo si había escuchado bien, pero las palabras seguían flotando en su mente, reverberando como un eco interminable.

No podía levantar la cabeza.

Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, como si estuviera encadenado por un peso invisible.

Entonces, como un gesto magnánimo lleno de crueldad, All For One se inclinó hacia él, acercándose lo suficiente como para que Vincent sintiera su presencia abrumadora y fría, casi como si fuera un espectro susurrándole al oído.

—¿Qué pasa, Vincent? —la voz de All For One era un veneno dulce, con un tono burlón que perforaba cualquier intento de resistencia—. ¿Eso captó tu atención? Me alegra. Déjame proponerte algo...

Vincent no respondió.

Ni siquiera podía mover los labios.

Pero sintió cómo unas manos, fuertes y despiadadas, lo sujetaban por la cabeza, obligándolo a enfrentar aquello que lo aterrorizaba.

All For One giró su rostro con una facilidad humillante, obligándolo a mirar hacia las sombras deformes que cubrían su rostro.

Las sombras se movían como si fueran vivas, respirando, invadiendo cada rincón de la visión de Vincent.

—Te lo diré sin rodeos —continuó All For One, acercándose aún más, hasta que Vincent podía sentir el peso opresivo de su presencia—. Vas a morir, Vincent Turner. Eso no está en discusión. Eres un producto defectuoso, algo que hice con prisas, sin importancia real. Un mero entretenimiento para mis propios juegos...

La burla en su tono era tan evidente que Vincent sintió un nudo de humillación formándose en su garganta.

—Pero... —All For One extendió la última palabra, como si saboreara su propio discurso—. Justo como lo dice mi nombre, aquel que lo toma todo, también puede dar. Todos para uno... y uno para todos.

Vincent sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando All For One rió entre dientes, como si su propia declaración lo divirtiera.

Las manos que sujetaban su cabeza lo empujaron hacia adelante, hasta que la frente de Vincent golpeó contra la sombra que cubría el rostro de All For One.

Fue un contacto breve, pero suficiente para que una punzada de dolor recorriera su cráneo.

—¡Te lo daré, Vincent! —exclamó All For One con una intensidad que hizo temblar el aire a su alrededor—. ¡Tu oportunidad de oro! ¡Tu deseo más grande! ¡Tu martirio en vida!

El dolor aumentó cuando All For One apretó su cabeza con ambas manos, obligándolo a jadear.

Pero el dolor físico era insignificante comparado con el peso de las palabras que seguían saliendo de su boca.

—¡Destruye todo! ¡Destrúyelo todo!

Vincent ya no sentía ira.

Ni siquiera frustración.

Todo había sido reemplazado por un miedo visceral, un temor tan profundo que parecía estar desdibujando los límites de su propia cordura.

Pero ese miedo... estaba cambiando.

Poco a poco, era moldeado por las palabras de All For One, transformándose en algo más oscuro, más profundo.

—Has vivido una vida miserable, Vincent Turner. Una existencia patética que te ha obligado a abandonar todo lo que eras una y otra vez, hasta el punto de que ni siquiera sabes quién eres en realidad. Pero eso no importa.

Vincent trató de responder, pero no encontró las palabras.

No había nada que pudiera decir para detener aquello que se estaba gestando en su mente.

—¡Obtengamos resultados, Vincent! —rugió All For One, su voz llenando cada rincón de la conciencia de Vincent—. ¡Resultados a nuestras acciones, como hombres de progreso! ¡Te daré lo que siempre has deseado! ¡Te daré tu venganza!

De repente, Vincent sintió cómo era levantado del suelo por el cuello.

Las sombras alrededor de All For One se arremolinaban con una fuerza casi caótica, mientras el villano reía con una intensidad desquiciada.

—¡Usa tu poder! —gritó All For One, sacudiéndolo como si fuera un muñeco de trapo—. ¡Usa todos los dones que te he otorgado! ¡Destruye todo a tu paso, y llegarás al hombre que te arrebató todo!

El miedo que había estado atenazando a Vincent vaciló, solo por un instante.

Y en ese instante, una imagen nítida apareció en su mente.

El rostro de él.

All For One se inclinó hacia Vincent una vez más, susurrando con un tono que parecía resonar hasta en los huesos de Vincent.

David Shield.

La mención del nombre lo paralizó.

Las sombras, el dolor, las palabras... todo quedó eclipsado por ese nombre que había estado enterrado en lo más profundo de su ser.

Algo dentro de Vincent se rompió, y a la vez, algo nuevo comenzó a formarse.

Una chispa, un fuego... un propósito.

Vincent Turner cayó de rodillas como si el peso del mundo hubiera decidido asentarse de golpe sobre sus hombros.

El frío del suelo, duro e implacable se extendió a través de su cuerpo, pero su mente estaba lejos de allí, atrapada en un vórtice de pensamientos y sensaciones que lo alejaban de cualquier noción de tiempo y espacio.

Sus manos, temblorosas y marcadas por las cicatrices de un pasado que jamás logró superar, se levantaron lentamente ante sus ojos.

Miró sus palmas con una mezcla de terror y desconcierto, como si en ellas estuviera inscrita la verdad de lo que se había convertido.

La piel se veía pálida bajo la tenue luz de aquella prisión de sombras.

El contorno de sus dedos temblaba, incapaz de sostener la carga invisible que lo carcomía desde adentro.

A su alrededor, All For One se movía como un espectro desbordante, un dios oscuro que parecía ser parte del mismo tejido del universo.

Las sombras que lo rodeaban se extendieron hacia las paredes, hacia el aire, hacia las profundidades de la mente de Vincent, reclamando todo cuanto tocaban.

Era como si el lugar mismo respirara su esencia, consumiendo cada fragmento de luz y esperanza con avaricia insaciable.

Extendió sus manos hacia Vincent con un gesto que resultaba casi irónico, como un amo que recoge a su más fiel y desdichado sirviente.

Sus dedos, envueltos en una bruma impenetrable, lo rodearon con una delicadeza escalofriante, como si estuviera sosteniendo a un ave frágil cuya vida dependiera de su compasión.

Mírate, Vincent —murmuró, y su voz se deslizó en la mente del hombre como un susurro helado—. Un alma hecha pedazos, un hombre cuyo propósito ha sido arrancado de raíz. Pero incluso en esta ruina, hay belleza. Belleza en la destrucción. Belleza en lo que podemos crear a partir de ella.

La mente de Vincent, rota y vulnerable, se hundió aún más en un abismo que parecía no tener fin.

Allí, en lo profundo, las palabras de All For One resonaban como campanas fúnebres, cada eco abriendo grietas más profundas en su ser.

Era como si él mismo estuviera siendo desmantelado, pieza por pieza, mientras una oscuridad líquida lo invadía, llenando los vacíos con algo nuevo, algo desconocido...

Un recuerdo emergió.

El olor a café recién hecho en una mañana de verano.

La luz dorada del sol filtrándose a través de las cortinas.

Y allí estaba ella.

Alissa.

Su cabello se movía con la brisa ligera mientras se inclinaba sobre la mesa, observando con atención un plano que había dibujado la noche anterior.

Siempre haces esto, Vincent —decía ella con una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor—. Te obsesionas tanto con los detalles que olvidas disfrutar el momento.

Él había sonreído en respuesta, sintiendo un calor en el pecho que ahora parecía un recuerdo distante, como el eco de una canción que había olvidado cómo cantar.

Pero ese calor pronto se desvaneció, devorado por el frío metálico que lo rodeaba.

De vuelta en el presente, Vincent cayó más profundamente en su propia mente, como si estuviera descendiendo por una escalera infinita.

Y entonces lo sintió.

El suelo bajo él dejó de ser una abstracción.

Era duro, sólido... y frío.

Metal.

Su mirada se alzó en un instante, y la realidad lo golpeó como un rayo: no estaba solo en su mente.

Había regresado.

El Nomu abrió los ojos.

Un destello rojizo cruzó sus pupilas, y en ese mismo instante, el metal que lo rodeaba reaccionó como si hubiera estado aguardando su despertar.

Las placas metálicas en las paredes temblaron, chirriaron, y comenzaron a moverse como si estuvieran vivas.

Columnas de acero se levantaron del suelo, retorciéndose y alzándose hacia el cielo con un propósito nuevo, frenético, casi instintivo.

Dentro de la oscura cavidad de su alma, cada extremidad de Vincent Turner se sintió tomada, como si hilos invisibles se adhirieran a su carne y hueso.

Los puntos de apoyo que una vez consideró suyos, aquellos que le permitían sostenerse, fueron usurpados.

La oscuridad danzaba a su alrededor, no como un enemigo, sino como una extensión de sí mismo, una sombra viva que se mezclaba con su esencia.

Los hilos tensados convergían en una única figura, oculta pero omnipresente: All For One, el titiritero que movía cada fibra de su ser.

¡Recuérdalo, Vincent! ¡Tu propósito! —tronó la voz, resonando como un golpe que no solo sacudió su pecho, sino que rompió las compuertas de su memoria.





INTRODUCIR: OUT OF TIME - HIDDEN CITIZENS








El impacto no fue físico, sino mental.

Una onda expansiva que destrozó las murallas de su mente y desnudó los cimientos de su vida.

Las escenas comenzaron a correr, no como una película, sino como pinceladas frenéticas de un artista desesperado.

Corriendo, siendo solo un niño, con los pies descalzos sobre un suelo áspero.

Aprendiendo, adolescente, con los dedos manchados de tinta y sueños que parecían demasiado grandes para caber en su cuerpo.

Sonriendo, pero con labios tensos, fingiendo felicidad ante los adultos que lo miraban con indiferencia.

Y luego, avanzando.

Siempre avanzando.

No por los demás, no por ideales, sino por la ambición que ardía como un fuego insaciable en su pecho.

El amor llegó, cálido y prometedor.

Pero se desvaneció, arrancado de su vida como un pétalo al viento.

Aprendió a perder.

Aprendió a odiar.

Aprendió que la esperanza era un arma de doble filo, cortante en ambos sentidos.

Todo eso, todo aquello que había sido su vida, se desplomó de golpe.

Colores vivos, matices que alguna vez lo definieron, fueron drenados.

Ahora, ante él, solo quedaba un lienzo en blanco, vasto, inmenso, infinito.

Miró al frente y no vio nada.

Un vacío puro y absoluto que no ofrecía respuestas ni amenazas.

Giró la cabeza lentamente, buscando alguna señal, pero no había más que ese blanco impoluto.

Bajó la mirada hacia sus manos, y allí estaban: las mismas palmas que habían sostenido herramientas, que habían construido sueños, que habían acariciado un rostro amado.

Un destello fugaz, un recuerdo infantil, se filtró entre sus pensamientos como un rayo de luz antes de desvanecerse.

Parpadeó.

Y entonces lo entendió.

Ese mundo en blanco no era un castigo ni una prisión.

Era suyo.

Solo suyo.

Una página sin escribir, un cosmos sin moldear. "Esto... esto es mi mundo. No hay cadenas aquí. No hay sombras ni titiriteros. Aquí soy creador, soy dueño, soy autor."

Vincent respiró profundo, como si absorbiera cada rincón de esa nada.

Su pecho se hinchó con una determinación que no había sentido en años.

Este mundo no era vacío; era un terreno fértil, una promesa de infinitas posibilidades.

El lienzo esperaba, y él era el pintor.

Extendió su mano hacia el frente, como quien saluda a un futuro incierto.

La palma se abrió lentamente, y de ella surgió una chispa, pequeña pero luminosa.

No era solo luz; era vida, era esencia, era él mismo.

Cada fibra de su ser se convirtió en las herramientas de un artesano.

La oscuridad que alguna vez lo controló ahora era el carbón con el que dibujaba.

El dolor que lo había moldeado era el cincel que esculpía su visión.

Su ambición se transformó en los colores que daban forma a su mundo.

—Esto es mío... para mí, por mí.

Y con ese primer trazo en el lienzo blanco, Vincent Turner dejó de ser un hombre que corría detrás de un propósito.

Ahora era el propósito.

Su mundo se extendió ante él.

El Nomu que una vez fue Vincent Turner flotaba en el cielo de Hokkaido, un gigante de acero y carne, su cuerpo una amalgama grotesca de metal retorcido y músculos endurecidos por la ciencia y el tormento.

Bajo él, el parque de diversiones colapsaba como un castillo de naipes, cada estructura convirtiéndose en una extensión de su ser.

Torres, ruedas, rieles; todo era absorbido, desmantelado, reconstruido.

Y Vincent... Vincent no estaba presente de la manera en que se esperaría.

En el cielo, el monstruo alzó una mano, pero lo que antes eran dedos ahora eran chorros de líquido metálico que fluían como ríos serpenteantes, extendiéndose por el aire en busca de más materia para devorar y transformar.

Era como si la gravedad se hubiera convertido en un capricho que él podía ignorar, cada gota de su esencia viajando en todas direcciones, moldeando todo a su alcance.

En su mente, todo estaba en movimiento. "Si tomo este ángulo y lo combino con el vector de la fuerza centrípeta, la estructura resistirá al doble de presión. Pero si el calor excede los 120 grados... no, eso sería ineficiente. Mejor lo transformo en un dispersor."

Ecuaciones complejas giraban frente a él, flotando en el aire como proyecciones holográficas.

Cada línea, cada fórmula, cada símbolo tenía un significado que solo él podía comprender.

Era un flujo continuo, como si los límites de su mente y su cuerpo se hubieran roto, dejando que su ingenio, su ambición, y su obsesión tomaran forma en el mundo real.

El metal a sus pies se alzó, curvándose, ensamblándose, hasta convertirse en una esfera perfecta.

Pero no era suficiente.

Las esferas comenzaron a abrirse, desplegándose como flores mecánicas, revelando engranajes internos que giraban con precisión impecable.

El aire resonaba con el zumbido de su creación, una sinfonía industrial. "Centrifugadoras en el núcleo... multiplicadores de torque alrededor... sistemas redundantes para maximizar la eficiencia térmica..." pensaba mientras sus manos se movían, transformando estructuras inútiles en obras de arte funcionales.

El parque de diversiones ya no era un parque; era un laboratorio.

Las atracciones desmoronadas se convirtieron en andamios gigantes, las luces parpadeantes en haces de energía canalizada.

Todo era suyo.

Todo era posible.

En su mundo de blanco, Vincent danzaba.

Con un salto ágil, giró sobre sí mismo, aterrizando con una carcajada en sus labios.

El lienzo bajo sus pies vibraba, como si respondiera a cada paso.

Frente a él, el vacío se llenaba de formas.

No eran solo máquinas; eran ideas, sueños que alguna vez había esbozado en cuadernos olvidados.

Un puente colgante que parecía flotar en el aire.

Torres que ascendían en espirales imposibles.

—Esto es lo que siempre quise... —murmuró, pero su voz resonó como un trueno en ese espacio vacío.

Vincent alzó los brazos, y el mundo respondió.

Un torrente de colores emergió, pintando las formas con matices metálicos y cálidos tonos anaranjados que recordaban el amanecer.

Cada trazo era perfecto, cada detalle pulido.

Era su ideal reformado.

El líquido metálico continuaba fluyendo, infiltrándose en las ruinas y extrayendo cada onza de utilidad de su entorno.

Ruedas de la montaña rusa se transformaron en sistemas de poleas gigantes.

Cabinas de la rueda de la fortuna se ensamblaron en módulos compactos con un propósito aún desconocido. "Esto... esto es solo el principio. Si logro aumentar la conductividad sin comprometer la resistencia estructural, podría crear un reactor autosuficiente... pero no, aún no. Primero necesito una base más sólida. Algo más..."

El cielo comenzaba a oscurecerse, aún más, porque las nubes de polvo metálico se arremolinaban alrededor de él, girando como si respondieran a su voluntad.

En su mundo de blanco, Vincent se detuvo por un momento.

Miró a su alrededor, admirando las formas que ahora llenaban el vacío.

Se dejó caer de espaldas, sintiendo el frío lienzo bajo él, pero no sintió soledad.

—Todo esto... todo esto es mío.

Un destello cruzó su mente.

La risa de Alissa.

Su sonrisa cuando hablaban de sus sueños, de las cosas que construirían juntos.

—Esto también es para ti...

Se puso de pie con renovada energía, y el blanco a su alrededor comenzó a arder con formas aún más intrincadas, complejas, perfectas.

El metal bajo él reaccionó como si despertara, moviéndose al unísono.

Las estructuras comenzaron a brillar, y un calor intenso emanó de cada creación, energía convertida en propósito.

Y Vincent, atrapado entre el sueño y la realidad, no pudo evitar pensar: "El mundo no está listo para esto. Pero yo sí."

Sus ojos, ahora un fulgor apagado, se posaron en Hokkaido como si analizara cada centímetro de la ciudad desde lo alto.

La vista era abrumadora: una red interminable de acero, vidrio y concreto que serpenteaba por el horizonte.

Un caos perfectamente organizado.

En la superficie, Hokkaido era una urbe vibrante, llena de movimiento, de historias humanas entrelazadas.

Pero para Vincent, no era más que un vasto lienzo en espera de ser moldeado.

"Ejes de soporte verticales... La densidad de población aquí requiere sistemas estructurales más ligeros pero resistentes. Si los puentes son reforzados con titanio y los sistemas de transporte son subterráneos, se podría maximizar el espacio aéreo para nuevas construcciones."

Sus pensamientos fluían como un río, implacables, una cascada de ideas que se mezclaban con recuerdos y cálculos.

Todo lo que observaba era desmenuzado en variables: distancias, pesos, cargas, fuerzas vectoriales.

Incluso los edificios más imponentes eran para él simples bloques de materia listos para ser transformados. "David Shield jamás pensó en esto. Sus diseños, aunque impresionantes, estaban limitados por su perspectiva: crear para el mundo existente. Pero yo... yo puedo crear el mundo nuevo."

La brisa fría del norte acariciaba el rostro deformado del Nomu, pero Vincent no la sentía.

En su mente, el viento era una variable más que podía manipular.

Si lograba redirigir las corrientes de aire sobre la ciudad, podría optimizar la dispersión de energía térmica para sus futuros sistemas.

Sus pensamientos comenzaron a teñirse de algo más profundo, más visceral: el deseo de dejar una marca eterna. "David construyó una isla flotante sobre el mar... Una maravilla tecnológica, sí, pero no era más que un monumento a su ego. ¿Dónde quedó la verdadera innovación? ¿Dónde está el propósito de construir algo que transforme la existencia misma de las personas?"

Vincent cerró los ojos, y en su mente se formó la visión: una isla, pero no flotante.

Una ciudad que surgiera desde las profundidades del abismo, como una criatura titánica que emerge de su letargo.

Torres que parecían tocar el cielo, puentes que se curvaban como olas congeladas en el tiempo, sistemas autónomos capaces de alimentar a millones sin depender de recursos externos.

—Mi I-Island... pero no será un refugio para héroes o un centro de exhibición. Será un mundo donde la ciencia reine, donde la lógica y la razón sustituyan a los caprichos de los quirk.

Sus pensamientos matemáticos se entrelazaron con reflexiones más abstractas. "El metal no miente, no traiciona. Su forma es una consecuencia directa de las fuerzas que lo moldean. Pero las personas... las personas son caóticas, impredecibles, frágiles. Si pudiera moldear a la humanidad como al acero, si pudiera purgar sus defectos y reconstruirla..."

La ciudad de Hokkaido seguía extendiéndose ante sus ojos, pero ya no era solo una ciudad.

Era el cimiento de algo más grande, un rompecabezas esperando ser ensamblado.

Cada rascacielos se convertiría en una pieza de maquinaria, cada calle en un conducto que alimentara su visión. "No se trata solo de construir una isla... Se trata de crear un sistema. Uno donde todo esté interconectado, donde las variables sean predecibles, donde los errores sean imposibles. Una sociedad de engranajes perfectos."

El Nomu levantó una mano, y el metal a su alrededor comenzó a responder.

Líneas finas de líquido plateado se extendieron por el aire, creando formas geométricas intrincadas: esferas, cubos, hélices.

Eran como prototipos en tiempo real, modelos de lo que podría ser. "La eficiencia es belleza. La estabilidad, perfección."

En un destello de claridad, un pensamiento lo golpeó como un rayo. "I-Island fue un símbolo de supremacía para David Shield. Pero mi isla será un símbolo de redención. Una segunda oportunidad para mí, para este mundo... para todos aquellos que no encajaron en el sistema anterior."

El Nomu volvió su mirada hacia el horizonte.

—Hokkaido será el principio... pero no será el final.

En su mente, el lienzo blanco se llenó de estructuras que brotaban como árboles metálicos, enredándose y elevándose hacia un cielo irreal.

Vincent giraba, saltaba, reía como un niño.

Allí, en ese espacio infinito, era libre de soñar.

Y en el mundo real, el Nomu avanzó.

El suelo bajo él comenzó a cambiar, las estructuras cercanas empezaron a doblarse y moldearse en algo nuevo, algo imposible.

El sueño de Vincent estaba tomando forma, y el mundo no tenía elección más que ceder ante él.

En el mundo de Vincent, el espacio blanco que antes había sido un lienzo vacío ahora estaba colmado de colores vibrantes y estructuras imposibles.

Columnas translúcidas de un azul eléctrico conectaban cielos dorados con suelos carmesíes; engranajes titánicos giraban sincronizadamente, como si el mismo tiempo estuviera bailando al ritmo de sus pensamientos.

En el centro de todo, Vincent se movía con gracia casi divina.

Su silueta fluía entre las formas, sus manos moldeaban el aire como si fuera arcilla, y cada gesto traía a la existencia algo nuevo: una torre que rasgaba los cielos, un puente que se curvaba como el arco de un violín, o una máquina que latía con vida propia.

—Todo... Todo es mío. Todo es posible aquí.

Sus palabras resonaban en el vacío infinito, mientras el mundo respondía a sus pensamientos con un estallido de luz y creación.

Vincent saltaba, giraba y reía como un niño descubriendo la magia por primera vez.

Alzó la mano hacia el cielo, y este comenzó a dividirse en miles de fragmentos de luz, cada uno una ventana a una posibilidad infinita. Era un creador, un dios en su propio universo.

Sus pensamientos se desbordaban como una cascada sin fin, sus manos extendidas hacia las estrellas que él mismo había pintado.

Pero entonces... 



...todo cambió.






Una grieta rasgó la perfección.

Una luz púrpura, intensa y afilada, cruzó su mundo como una lanza arrojada por una mano invisible.

El horizonte comenzó a temblar, las formas perfectas se fracturaron como vidrio bajo presión. Vincent se detuvo, sus ojos destellaron con alarma.

—¿Qué es esto?

La luz púrpura, que parecía fluir como un torrente furioso, comenzó a arremeter contra su universo.

Cada impacto resonaba con un estruendo que sacudía los cimientos de su paraíso.

Vincent intentó contenerla, moldearla, transformarla como había hecho con todo lo demás, pero esta fuerza era diferente.

Desobedecía, resistía, destruía.

—No... No puede ser.

Entonces la vio.

Una figura emergió del destello púrpura, surcando el cielo a una velocidad vertiginosa.

A cada paso, a cada giro, aquella presencia destruía todo a su paso, como si el lienzo entero se retorciera bajo su poder.

En la realidad, el Nomu que era Vincent también alzó la mirada.

Sus ojos, vacíos y mecánicos, reflejaron el rastro púrpura que cruzaba los cielos de Hokkaido.

Shimura Tenko.

Un nombre que resonó en el aire como un desafío, una advertencia.

Desde la lejanía, Vincent observó cómo la figura se acercaba, una tormenta encarnada, arrasando todo lo que encontraba.

Sus planos comenzaron a desmoronarse, su mente, inundada de fórmulas y geometrías, intentó buscar un patrón, un cálculo para detenerlo, pero todo se reducía a una sola conclusión: aquel intruso no podía ser contenido.

Tenko surcó el aire con movimientos zigzagueantes, acelerando y frenando en explosiones precisas de energía.

Su respiración era un ritmo controlado, medido, mientras esquivaba los restos de estructuras que se alzaban y caían a su alrededor como si fueran piezas de un rompecabezas imposible.

Cada impulso de sus pies contra el aire lo hacía cambiar de dirección, dejando estelas apenas visibles en su paso.

Desde lo alto, el parque temático era un campo de pesadilla: una espiral de acero y concreto deformado, girando en torno al coloso que una vez fue Vincent.

A pesar del caos, las líneas de su ruta eran claras para Tenko.

El parque aún contenía los estragos, pero era cuestión de tiempo antes de que ese monstruo avanzara hacia la ciudad.

Un rugido metálico lo sacó de sus pensamientos.

Un torrente de metal líquido se elevó frente a él, tan rápido que parecía un relámpago sólido.

Tenko se impulsó hacia un lado con un giro, usando la inercia para deslizarse por encima del chorro.

—Está intentando cerrarme el paso... pero no lo permitiré.

Volvió a acelerar, dejando un destello de luz en el aire mientras zigzagueaba hacia su objetivo.

Su cuerpo reaccionaba instintivamente, un reflejo de las enseñanzas de Gran Torino: movimientos impredecibles, ataques desde ángulos imposibles.

Cuando un enorme fragmento de una torre caía hacia él, lo usó como punto de apoyo, golpeándolo con fuerza para propulsarse más arriba y ganar velocidad.

Los destellos de luz a sus pies marcaban su trayectoria como si fueran pulsos de energía.

Desde esa altura, pudo ver las calles al otro lado del parque.

Coches frenaban en seco, personas corrían en todas direcciones, algunos con rostros de pánico, otros ayudando a los que tropezaban en el caos.

Las sirenas se mezclaban con los gritos.

Tenko sintió un nudo formarse en su pecho.

—Esto no puede llegar a la ciudad. Si lo hace, no habrá manera de contenerlo.

Una ráfaga de escombros flotantes salió disparada en su dirección.

No había tiempo para pensar.

Su cuerpo se inclinó hacia atrás, haciendo un giro en el aire que lo llevó a esquivar la mayoría, pero una viga metálica rozó su costado.

Apretó los dientes y usó la energía acumulada en su pierna para golpearla, enviándola lejos antes de que lo atrapara.

El calor de la fricción quemaba su piel, pero no era suficiente para detenerlo.

—Si dejo que esto siga... —Pensó en los niños que estarían en esas calles, en las familias que no tendrían tiempo de huir—. No puedo permitirlo.

Volvió a impulsarse hacia adelante, acelerando con más fuerza, su mente enfocada en el monstruo en el centro del desastre.

Cada movimiento lo acercaba más.

—Es ahora o nunca. Esto termina aquí.

Con un último impulso, cambió de trayectoria, lanzándose en picada hacia el epicentro del caos, decidido a terminarlo antes de que fuera demasiado tarde.

[...]

Unos minutos antes~

Tenko flotaba en el aire, con las manos firmemente entrelazadas con las de su hermana Hanna.

Su rostro estaba completamente rojo, no solo por el esfuerzo físico, sino por la ira que sentía al cargar con un peso tan descomunal.

Inflaba las mejillas, como si eso pudiera contener el torrente de pensamientos exasperados que lo consumían.

"¡Todos son unos pesados!", pensó con furia, lanzando una rápida mirada hacia la esfera escarlata que flotaba detrás de ellos, a unos dos metros de distancia.

Dentro de esa tormenta de pétalos estaban Denki, Sero, Tokoyami, Momo, Mina, Jirou, Iida, Aoyama, Shoji y Kirishima.

Solo imaginar el peso colectivo lo hacía crujir los dientes.

"Shoji debe ser un maldito gorila... ¡Apuesto a que pesa más de cien kilos! Kirishima tampoco es ligero. Esto debe ser al menos... ¡600 kilos o más! ¡Maldita sea, podrían ponerse a dieta!"

El esfuerzo quemaba sus brazos y piernas.

Aunque su quirk y el fragmento de poder que llevaba consigo eran impresionantes, este nivel de peso estaba fuera de lo que había imaginado soportar.

"Si sobrevivo a esto, les haré pagar con entrenamiento extra... aunque me maten en el intento."

De pronto, un grito desgarró sus pensamientos.

—¡MIDORIYA!

Era Todoroki, quien estaba a unos diez metros más adelante, parado sobre un pilar de hielo que se elevaba en medio del caos.

Tenko giró la cabeza instintivamente, siguiendo la mirada de Todoroki, y su corazón dio un vuelco al ver a Izuku.

El cabello verde de su compañero fue lo último que distinguió antes de que una lluvia de escombros lo envolviera.

Las rocas y fragmentos caían con furia, llevándolo hacia las profundidades del parque.

"¡Izuku!"

Un segundo grito cortó el aire.

—¡VINCEEEEENT!

La voz de Izuku fue como un rayo que atravesó todo el ruido a su alrededor.

Luego, el silencio.

La figura de Midoriya desapareció por completo bajo la avalancha de escombros.

—¡Izuku! —gritó Hanna, su voz quebrada.

Tenko sintió cómo su garganta se cerraba.

La escena lo dejó paralizado por un instante, pero Hanna lo sacó de su trance.

—¡M-muévete, hermano!

"¡Mierda, mierda, mierda!" Giró la cabeza frenéticamente, observando cómo los escombros caían a su alrededor.

Un enorme bloque de concreto se desplomó justo a unos metros, levantando una nube de polvo y fragmentos de metal que golpearon la esfera escarlata.

—¡Mierda! —gritó Tenko, canalizando toda la energía acumulada en sus piernas y lanzándose hacia adelante en una explosión de velocidad.

El aire rugió a su alrededor mientras zigzagueaba entre la lluvia de escombros.

Las vigas de metal caían como cuchillas gigantescas, y Tenko apenas lograba esquivarlas con movimientos rápidos y precisos.

Su estilo ágil, una combinación de las enseñanzas de Gran Torino y sus propias adaptaciones, se desplegaba en cada maniobra.

"¡Vamos, vamos, no puedo detenerme ahora!", pensó mientras giraba bruscamente para evitar un bloque de cemento que cayó de manera impredecible frente a ellos.

Los pétalos escarlata seguían detrás, formando una barrera que se sacudía y crujía con cada impacto.

Aunque la esfera protegía a los que estaban dentro, las marcas de desgaste eran cada vez más visibles.

—¡Tenko, arriba! —Hanna gritó con fuerza.

Él reaccionó al instante, mirando hacia arriba para ver un enorme pilar de concreto que caía directamente hacia ellos. "¡No hay espacio!"

Con un impulso desesperado, soltó una de las manos de Hanna y usó el brazo libre para girar en el aire, lanzándose hacia un lado en un movimiento que apenas los sacó del camino.

Su cuerpo giró violentamente, pero logró estabilizarse con un rápido ajuste de su vuelo.

—¡Sujétame bien! —gritó Hanna, aferrándose con más fuerza a su mano mientras el sudor resbalaba por su frente.

"¡Lo sé, lo sé! ¡No me lo recuerdes!", pensó, mientras una ráfaga de aire polvoriento lo golpeaba de lleno en la cara.

El final del parque finalmente apareció a la distancia: una apertura amplia que prometía al menos un respiro temporal.

Pero el camino hacia allí estaba plagado de más obstáculos. "Solo un poco más... solo un poco más..."

Tenko apretó los dientes, impulsándose con todas sus fuerzas hacia adelante.

Cada movimiento requería un cálculo preciso, cada maniobra drenaba más energía de la que creía tener.

Pero no podía detenerse.

No cuando tenía tantas vidas colgando de su propia fuerza.

Tenko seguía volando, con cada músculo en su cuerpo al borde del colapso.

El sudor le caía a chorros por el rostro, empapando su ropa, mientras sentía cómo la fuerza en sus brazos disminuía con cada segundo.

"Es demasiado... no puedo más..." Su mente, envuelta en el agotamiento, comenzó a llenarse de pensamientos oscuros. Por un instante, creyó que iba a soltar todo y rendirse.

Pero entonces, al mirar hacia abajo, vio el rostro de su hermana.

Hanna sostenía con fuerza su mano, su expresión tan concentrada como agotada.

Ella también estaba sufriendo, pero no decía nada.

Su quirk mantenía a todos a salvo dentro de esa esfera de pétalos, pero la conexión entre ellos, esa cadena física de sus brazos entrelazados seguía soportando una parte crucial del peso. "Idiota... ¡ella también está luchando! ¿Cómo pude pensar solo en mí?"

Mordió su labio inferior, sintiendo el sabor metálico de la sangre en su boca mientras apretaba los dientes con furia.

Su rostro comenzó a tornarse morado por el esfuerzo, las venas hinchándose en su frente y sus brazos. "¡Lo haré mejor! ¡No puedo dejar que caig...."

Sin embargo, antes de que pudiera terminar su juramento, algo dentro de él cedió.

Sus músculos se rindieron.

Sus fuerzas lo abandonaron.

—¿Qué...? —murmuró, sintiendo cómo sus dedos se aflojaban.

En un instante que pareció eterno, su agarre con Hanna se soltó.

La miró con los ojos muy abiertos, su corazón hundiéndose en su pecho mientras veía cómo su hermana caía. "¡Hanna!"

El tiempo pareció detenerse.

Pero entonces, de repente, un enorme puente de hielo surgió del vacío, extendiéndose hacia ellos.

Hanna cayó sobre el puente junto con la esfera, que se deshizo al impactar.

Todos los que estaban dentro salieron disparados hacia atrás y adelante como hojas arrastradas por el viento.

—¡Todoroki! —gritó Tenko, al ver la figura de Shoto corriendo por el puente, extendiendo más hielo para mantener el camino intacto.

El caos se desató.

Kirishima fue el primero en reaccionar.

—¿Qué ocurre? —preguntó, levantándose con esfuerzo.

Aoyama lanzó un comentario nervioso mientras se levantaba, pero sus palabras quedaron ahogadas por un fuerte crujido a su alrededor.

Jirou gritó, resbalando peligrosamente hacia el borde junto con Mina.

Pero Sero, rápido como el rayo, disparó sus cintas y las atrapó.

—¡Las tengo! —exclamó, tirando de ellas hacia la seguridad del puente.

Momo rodó por el suelo, jadeando por el impacto.

Sin perder tiempo, se puso de pie, su mente en un solo pensamiento.

—¡¿Dónde está él?! —gritó desesperada, buscando a Izuku con la mirada.

Antes de que pudiera moverse, un enorme trozo de concreto cayó del cielo, justo hacia ella.

—¡No se queden quietos, corran! —gritó Todoroki, sin detenerse mientras continuaba construyendo el puente.

Iida reaccionó justo a tiempo, lanzándose hacia Momo y apartándola del peligro.

Llevaba a Denki en su espalda, pero no dudó en cargar con ambos mientras gritaba:

—¡CORRAN!

El puente de hielo crujía bajo sus pies, desmoronándose por secciones mientras avanzaban.

Cada paso era una lucha, pero nadie se detenía.

—¡Sigan corriendo, no miren atrás! —gritó Tenko, forzando a su cuerpo a moverse mientras veía cómo sus compañeros seguían luchando por sus vidas.

El grupo corría a toda velocidad, con el puente extendiéndose y desmoronándose a la vez, dirigiéndose hacia la entrada del parque y la salvación.

El puente de hielo temblaba y crujía con cada paso, sus secciones desprendiéndose al ritmo de la destrucción que rugía alrededor.

La estructura se extendía rápidamente gracias a Todoroki, pero la presión era inmensa.

—¡No paren, sigan adelante! —gritó Todoroki, sus brazos ardiendo de frío y calor mientras alternaba entre crear más hielo y reforzar lo que ya había hecho.

—¡Esto es un desastre! —se quejó Aoyama, tambaleándose mientras intentaba mantener el equilibrio.

El suelo resbaladizo le complicaba cada paso.

Jirou, que todavía estaba recuperándose de la caída, miró hacia atrás y vio cómo enormes fragmentos de concreto caían del cielo, rompiendo lo que quedaba del puente.

—¡Cielos! —gritó.

Sintió un jalón repentino cuando Sero tiró de ella con sus cintas.

—¡No te detengas! —le dijo Sero con urgencia, apenas logrando mantenerse erguido con Mina también bajo su cuidado.

—¡Gracias por salvarme, Sero! —Mina se aferró a él con fuerza, pero no pudo evitar mirar hacia el borde donde las grietas se extendían.

Su rostro palideció.

Kirishima corría unos pasos adelante, golpeando las rocas más pequeñas que caían con sus brazos endurecidos para despejar el camino.

—¡Vamos, chicos, podemos hacerlo! —gritó con una sonrisa forzada, aunque en su interior sentía que las piernas le temblaban.

Shoji llevaba a varios en sus brazos extendidos, usando su fuerza para protegerlos.

—No es momento para bromear, Kirishima. Esto está peor de lo que parece —dijo, su voz profunda, mientras con uno de sus brazos apartaba un fragmento que caía directamente hacia ellos.

Iida, cargando a Denki en su espalda y habiendo salvado a Momo momentos antes, lideraba un grupo que trataba de mantener el ritmo.

—¡Todos, mantengan una formación! ¡No se separen! —exclamó, acelerando para evitar que otro pedazo de hielo se desplomara frente a ellos.

Momo, aun jadeando, miraba frenéticamente a su alrededor.

—¿Dónde está Midoriya-San...? —susurró, su voz casi ahogada por el caos.

—¡Yaoyorozu-San, sigue corriendo! —Iida giró la cabeza hacia ella, sus motores rugiendo mientras los impulsaba hacia adelante.

—¡Más rápido, más rápido! —gritó Denki, completamente pálido mientras miraba cómo el puente detrás de ellos desaparecía en una tormenta de escombros.

—¡Esto parece un maldito videojuego! —exclamó Sero, resbalando mientras arrastraba a Jirou y Mina hacia adelante.

De repente, un bloque enorme de concreto cayó justo frente al grupo.

El impacto sacudió el puente, haciendo que muchos cayeran de rodillas.

—¡Cuidado! —Shoji se lanzó hacia Kirishima, quien estaba a punto de ser golpeado por una roca que rebotaba.

—¡Estoy bien, estoy bien! —Kirishima se puso de pie rápidamente, endureciendo todo su cuerpo para soportar los fragmentos que seguían cayendo.

Mina gritó al perder el equilibrio, pero Jirou reaccionó rápidamente, usando sus cables de jack para engancharse al hielo y jalar a su amiga hacia arriba.

—¡No te caigas ahora, Mina! —gritó Jirou, su voz llena de urgencia.

Aoyama se tambaleó más atrás, soltando un grito agudo cuando otro pedazo del puente cayó, separándolo del grupo.

—¡Oh là là, esto no puede ser peor! —se lamentó, usando su rayo láser para impulsarse hacia adelante y volver a alcanzar a los demás.

—¡No te quejes tanto y sigue corriendo! —le gritó Shoji, apartando otro fragmento con uno de sus brazos.

Mientras tanto, Todoroki seguía al frente, sudando y respirando con dificultad.

Sus brazos apenas respondían, pero su determinación no flaqueaba.

—¡Todoroki! ¡Necesitamos más camino! —gritó Iida, llevando a todos detrás de él.

—¡Estoy haciendo lo que puedo! —respondió Todoroki, extendiendo el hielo tan rápido como podía.

Cada metro construido costaba un esfuerzo titánico, y el agotamiento comenzaba a cobrarle factura.

El sonido de grietas recorriendo el puente fue un recordatorio constante de lo frágil que era su situación.

Un estruendo aún más fuerte los hizo mirar hacia arriba, donde un fragmento masivo de una estructura metálica estaba cayendo directamente hacia el grupo.

—¡Cuidado! —gritó Todoroki, haciendo aparecer un muro de hielo para desviar el impacto.

El muro resistió por un momento, pero el peso lo aplastó, enviando una ráfaga de esquirlas hacia todos.

—¡Agáchense! —gritó Kirishima, cubriendo a los más cercanos con su cuerpo endurecido.

—¡Esto no puede seguir así! —jadeó Momo, mirando a Todoroki con desesperación.

—¡Estamos cerca! ¡Solo un poco más! —gritó Todoroki, su rostro tenso mientras avanzaba a toda velocidad, extendiendo el puente hacia la entrada del parque.

El grupo, exhausto pero impulsado por la desesperación, continuó avanzando, con los escombros cayendo cada vez más cerca y el puente de hielo desmoronándose tras ellos.

Tenko volaba a la misma velocidad que Todoroki corría, pero en un momento comenzó a girar sobre sí mismo para mirar atrás.

Sus ojos se fijaron en el caos que se desataba con cada roca y trozo de concreto cayendo a su alrededor.

Cada fragmento era un peligro latente, y su cuerpo reaccionaba casi por instinto.

Se lanzó hacia atrás, impulsándose con una energía desbordante, destruyendo todo lo que representara una amenaza.

Era un espectáculo vertiginoso para quienes corrían por el puente helado.

En la distancia, el movimiento de Tenko dibujaba un túnel de luces púrpuras, destellos que iban de un lado a otro como si un cometa enfurecido surcara los cielos.

La velocidad con la que se desplazaba lo hacía casi invisible, dejando apenas una sombra fugaz que marcaba su trayectoria.

A cada impacto, la energía de su quirk resonaba como un eco en el aire, desmenuzando enormes bloques de piedra que se desvanecían antes de tocar el puente.

"Tengo que mantenerlos a salvo", pensó mientras el sudor le corría por la frente. "No puedo detenerme... no hasta que todos lleguen."

Detrás de él, las voces de sus compañeros resonaban en el aire.

—¡Tenko está limpiando el camino! —gritó Kirishima, su rostro iluminado por la luz de los destellos.

—¡No te quedes atrás, Mina! —Dijo Sero.

—¿Pero qué está haciendo? —preguntó Jirou entre jadeos, sus ojos clavados en las figuras que se movían en el cielo.

Cada fragmento que Tenko destruía parecía una victoria, pero la presión sobre sus hombros no disminuía.

Se mordió el labio, concentrado en el siguiente obstáculo.

No podía detenerse, ni permitirse un solo error.

Mientras tanto, Todoroki corría adelante, expandiendo el puente de hielo bajo sus pies.

Sus ojos estaban fijos en el horizonte, pero no podía evitar lanzar miradas rápidas hacia sus compañeros. "Ya falta poco", pensó mientras aumentaba el ritmo.

Fue entonces cuando todos vieron algo que hizo que sus esperanzas se encendieran por un breve momento: el gran arco de Hokkaido Dreamland.

Sin embargo, ese instante de alivio se esfumó tan rápido como llegó.

El arco se desmoronaba frente a sus ojos, fragmentándose en pedazos enormes que caían como lluvia sobre ellos.

—¡La entrada! —exclamó Todoroki, acelerando el paso.

—¡Corran más rápido! —gritó Momo, su voz casi quebrándose por la adrenalina.

—¡Vamos, no se detengan! —apremió Iida, cargando a Denki en su espalda mientras avanzaba a zancadas largas.

Tenko seguía deslizándose entre las lluvias de escombros, rompiendo todo lo que amenazara con alcanzar a sus amigos.

En su mente, las imágenes de Izuku cayendo y el grito de Hanna no dejaban de repetirse. "No puedo detenerme ahora. Si lo hago, no lo lograrán."

Finalmente, el grupo vio una figura que agitaba los brazos a lo lejos. Sato, junto a Asui, Mineta, Toru y Ojiro, esperaba al borde de lo que quedaba del arco.

—¡Por aquí! —gritó Sato, haciendo gestos amplios.

—¡Apúrense! —vociferó Mineta, saltando nervioso de un pie al otro.

—¡Vamos, rápido! —insistió Ojiro mientras ayudaba a Toru a mantener el equilibrio en el suelo desigual.

A medida que se acercaban a la entrada, el alivio se hacía palpable en el aire, pero también lo hacía el peligro que aún los acechaba.

Tenko se detuvo por un instante, su mirada fija en el grupo que corría hacia la zona segura.

Sus ojos se alzaron entonces hacia el cielo, donde algo comenzaba a formarse entre los escombros: una estructura metálica que se erguía como un monolito, y sobre ella, la figura del Nomu.

—Vincent... —murmuró entre dientes mientras apretaba los puños.

Hanna, quien corría en el centro del grupo, se detuvo de golpe.

Sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, como si algo invisible la estuviera empujando a mirar atrás.

Giró rápidamente, sus ojos encontrando a su hermano justo en el instante en que este alzaba el vuelo hacia el cielo.

—¡Tenko! —gritó, extendiendo su mano hacia él.

Pero Tenko ya había tomado su decisión.

Su silueta desapareció en un destello de energía mientras se dirigía hacia la figura en el cielo, dejando atrás a sus compañeros y el caos que los rodeaba.




[...]




INTRODUCIR: BREATHE - FLEURIE

De vuelta al presente, el cielo parecía un lienzo desgarrado por la furia de la tormenta.

La noche se teñía con una opresiva oscuridad, rota únicamente por los destellos de energía púrpura que chisporroteaban alrededor del cuerpo de Tenko, como si su propia existencia fuera una tempestad encapsulada.

El aire estaba cargado de tensión, un peso casi físico que hacía vibrar cada partícula de polvo suspendida, y el mundo entero parecía contener la respiración.

Tenko se desplazaba a través del caos con una precisión que bordeaba lo irreal, una ráfaga de luz que cruzaba el cielo como un rayo decidido a alcanzar su objetivo.

El Nomu Wolfram se alzaba sobre un pilar de metal flotante, una figura que parecía forjada por la misma destrucción que lo rodeaba.

Su cuerpo, un grotesco amasijo de placas metálicas y carne distorsionada, reflejaba la escasa luz del entorno en destellos macabros.

Las primeras defensas de Wolfram reaccionaron en cuanto Tenko cruzó la línea invisible que marcaba su espacio de dominio.

Pilares de acero salieron disparados hacia él como lanzas, perforando el aire con un sonido agudo y brutal.

Tenko no se detuvo.

Un giro de su cuerpo bastó para esquivar el primer ataque, dejando apenas un rastro de luz púrpura en su estela.

Una segunda ola de escombros, esta vez en forma de fragmentos metálicos giratorios, emergió desde el suelo, girando a velocidades vertiginosas.

Tenko no vaciló.

Sus brazos se movieron en sincronía, y cada giro, cada impulso de sus piernas, desvió los proyectiles con una fluidez sobrehumana.

Wolfram, al darse cuenta de que los ataques a distancia no eran suficientes, flexionó sus extremidades monstruosas, liberando una explosión de energía cinética que hizo temblar el aire.

El impacto creó un torbellino de escombros y polvo que se expandió en todas direcciones, cubriendo el espacio entre ambos con una densa nube gris.

El mundo desapareció por un instante tras aquel muro opaco.

Pero Tenko no necesitaba ver.

Con una descarga repentina de su quirk, rompió la nube de polvo en un destello cegador.

Emergió de la tormenta como un espectro imparable, avanzando directamente hacia Wolfram.

Piezas de metal se lanzaron contra él desde todos los ángulos, pero ninguna encontró su marca.

Cada movimiento de Tenko era preciso, casi mecánico, pero al mismo tiempo cargado de una energía vibrante que hacía imposible discernir dónde terminaba su cuerpo y comenzaba su quirk.

La distancia entre ambos se reducía con una rapidez abrumadora.

Wolfram soltó un rugido, y su brazo derecho se expandió grotescamente, transformándose en una enorme garra metálica que descendió con toda la intención de aplastarlo.

Tenko giró en el aire, un movimiento que dejó tras de sí una estela de chispas violetas, y pasó por el lado del ataque como una hoja al viento, sin perder velocidad.

El último tramo fue el más violento.

Los restos del puente, ahora fragmentos ingobernables de concreto y acero, se elevaron del suelo, formando una barrera casi impenetrable.

Pero la energía de Tenko aumentó exponencialmente, sus luces púrpuras transformándose en pequeños relámpagos que golpeaban el aire con un sonido seco y cortante.

A cada carga, los fragmentos desaparecían, reducidos a polvo o desviados con violencia.

Finalmente, todo se detuvo.

En un instante, Tenko flotaba a un par de metros de Wolfram, ambos inmóviles como si el tiempo hubiera decidido pausar su curso.

El contraste entre ellos era abrumador: el cuerpo monstruoso de Wolfram, una amalgama de fuerza bruta y deformidad, frente a la figura pequeña pero resplandeciente de Tenko, que parecía contener un poder que apenas podía ser contenido por su propio ser.

Detrás de Tenko, las explosiones de los restos del puente continuaron sacudiendo el cielo, pero todo el ruido parecía apagado.

Una onda expansiva de humo negro y fuego se dispersó alrededor, creando un marco casi teatral para el momento.

Ambos eran el centro de un universo desmoronado, los únicos actores en un escenario destruido.

La mirada de Tenko se clavó en los ojos de Wolfram.

No había nada más que enfocar, nada que importara más en ese momento.

La bestia, que momentos antes había parecido un depredador salvaje, ahora tenía una expresión completamente diferente.

Sus ojos, hundidos en ese rostro grotesco, no mostraban furia ni caos, sino algo mucho más inquietante: consciencia.

Una chispa de humanidad que parecía haber regresado desde lo más profundo de su ser.

El aire entre ellos era pesado, cargado con una tensión eléctrica.

Tenko permaneció en su lugar, sus brazos flexionados contra su cuerpo, con sus codos recogidos hacia los costados.

Alrededor suyo, las auras boreales que emitía se convertían en pequeños relámpagos que chisporroteaban de manera impredecible, iluminando sus facciones con destellos fugaces.

Ambos se enfrentaban en silencio, una pausa solemne antes del inevitable choque.

El mundo seguía desmoronándose a su alrededor, pero en ese instante, solo existían ellos.

Aquel que desafía y aquel que es desafiado.

Shimura Tenko.

Wolfram.

[...]

El tren avanzaba imperturbable, serpenteando como una criatura de metal a través de túneles y pasos que se hundían más y más en las profundidades de la isla.

En el vagón iluminado por luces blancas y pálidas, una joven de cabello dorado permanecía en silencio, sentada junto a la ventana.

Su mirada vagaba por el paisaje exterior, donde el caos reinaba como un rey tiránico, imponiendo su voluntad sobre el horizonte.

A lo lejos, columnas de humo se alzaban hacia el cielo, manchas negras que eclipsaban las estrellas.

Entre las ruinas y los destellos de explosiones, podía distinguirse el movimiento errático de luces rojas y azules: vehículos de emergencia que intentaban restaurar el orden en un mundo que se desmoronaba.

Los reflejos de las llamas en su rostro creaban un contraste peculiar, destacando la calma de su expresión frente a la turbulencia del exterior.

Sus dedos trazaban líneas invisibles sobre el cristal empañado por el aliento colectivo del vagón, mientras el sonido de las ruedas del tren reverberaba como un latido constante.

Lejos de allí, en los cielos gélidos de las montañas de Hokkaido, una flama atravesaba la oscuridad como un cometa.

Era un punto incandescente que se movía con un propósito claro, surcando las alturas con una velocidad y determinación que parecían desafiar a la misma gravedad.

Endeavor, envuelto en un resplandor que apenas parecía humano, cruzaba los picos nevados, dejando una estela ardiente tras de sí.

La luz anaranjada de su cuerpo iluminaba brevemente los picos, proyectando sombras oscilantes que desaparecían tan rápido como habían llegado.

El paisaje a su alrededor era un lienzo caótico: las montañas, usualmente silenciosas y majestuosas, parecían ser testigos mudos de la destrucción que se gestaba en la distancia.

Y allí, al cruzar una última cima, se desplegó ante él el espectáculo que lo había llevado hasta ese punto.

El horizonte, dominado por la ciudad de Sapporo, era un teatro de luces violentas.

Explosiones y destellos de energía iluminaban el cielo nocturno, creando un siniestro contraste con las sombras que se retorcían entre el polvo y el fuego.

Las nubes reflejaban aquellos colores irregulares, como si la tormenta misma se hubiera convertido en un espectador del enfrentamiento.

Endeavor mantuvo su mirada fija en el epicentro del desastre.

No había palabras ni gritos, solo el rugido del viento y el calor abrasador que lo rodeaba mientras continuaba su vuelo hacia lo inevitable.

Mientras tanto...

En el fondo del gran cráter que una vez fue el parque, Midoriya Izuku permanecía inmóvil.

Rodeado de escombros y pedazos de lo que alguna vez fue un lugar lleno de vida, su figura destacaba como un faro de quietud en medio de la desolación.

Estaba sentado sobre una roca, con la espalda ligeramente encorvada y las manos apoyadas sobre sus rodillas.

Su pecho subía y bajaba lentamente, un ritmo pesado y marcado que hablaba de la batalla que acababa de librar.

El sudor caía por su rostro en finas líneas, mezclándose con la suciedad y la sangre seca que cubrían su piel.

Su cabello, desordenado y empapado, se pegaba a su frente mientras los mechones verdes reflejaban los destellos del caos que continuaba más arriba.

Sus ojos estaban cerrados, pero no con cansancio, sino con concentración.

En el silencio que lo rodeaba, parecía estar inmerso en un mundo completamente distinto al que existía fuera de ese cráter.

Las rocas y los escombros se deslizaban ocasionalmente hacia abajo, resonando con un eco metálico que parecía apagarse antes de tocarlo.

Más allá del cráter, la ciudad seguía vibrando con destrucción.

Las explosiones y los gritos eran ecos lejanos, apenas audibles para él en ese momento.

Sin embargo, dentro de su pecho, algo más fuerte que cualquier explosión resonaba.

En su interior, algo estaba surgiendo.

Era como una chispa atrapada en el núcleo de un incendio, creciendo lentamente, alimentándose de todo lo que él era.

El sudor continuaba cayendo por su rostro, pero su respiración comenzaba a estabilizarse.

El aire frío del fondo del cráter no parecía afectarlo, como si su cuerpo estuviera completamente ajeno a las condiciones externas.

Y mientras el mundo fuera de ese agujero seguía colapsando, Izuku permanecía inmóvil.

Algo nuevo estaba despertando.

....











Proximo capitulo:

SUPERHERO VS WOLFRAM 

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