89.TODOROKI SHOTO.
"Cuando el niño miro hacia la oscuridad lo único que vio fue sombras. Esperando jamás acercarse a lo que en ellas se escondían, el se dio la vuelta sin percatarse de algo importante. Aquello que del otro lado estaba..."
...
No pudo verlo.
Un mazo invisible lo habia golpeado en el estómago, sacudiéndolo hasta los huesos. Sintió como si el aire le faltara, como si su mundo entero se estuviera desmoronando. su visión se fragmento en un mosaico de luces y sombras, como un caleidoscopio roto.
¿Qué habia hecho? ¿Cómo habia podido conectar ese golpe?
Un dolor agudo se expandió por su cuerpo, nublando sus pensamientos. La vergüenza lo abrumo, como una ola fría. que lo envolvió por completo.
Midoriya Izuku habia acertado un golpe directo al estómago de Todoroki Shoto con tal fuerza que le sacudió la consciencia.
Shoto sentía como si estuviera cayendo por un pozo sin fondo, un vacío oscuro y frío que lo engullía por completo. Su consciencia, antes clara y lúcida, comenzaba a fragmentarse como un espejo roto. Las imágenes se superponían, los sonidos se distorsionan y las sensaciones se volvían confusas.
Un dolor agudo, pulsante, se extendía por todo su cuerpo, como si cada célula estuviera siendo sometida a una tortura individual. La sensación de frío se intensificaba, adentrándose en sus huesos y congelando su aliento. Su visión se nublaba, las luces parpadeaban y se convertían en manchas borrosas. Los colores se desaturaban, el mundo se tornaba gris y monótono.
Los sonidos a su alrededor se amplificaban, convirtiéndose en un ensordecedor ruido blanco. Las voces, antes familiares y reconfortantes, ahora eran ecos lejanos y distorsionados. El tiempo se estiraba y contraía, los segundos se convertían en horas y las horas en eternidades.
La línea que separaba la realidad de la fantasía se desvanecía. Shoto veía rostros familiares transformarse en monstruos grotescos, y objetos inanimados cobrar vida y moverse de forma errática. El suelo se inclinaba y giraba bajo sus pies, haciéndole perder el equilibrio.
A medida que su consciencia se desvanecía, Shoto sentía una sensación de paz irónica. Era como si estuviera siendo liberado de una carga demasiado pesada para soportar.
Sus párpados se cerraban lentamente, y con ellos, el mundo exterior se apagaba. Todo el ruido, el caos, y la rabia que lo envolvía se desvanecían. Era como si por fin estuviera a punto de rendirse, de dejar que la oscuridad lo consumiera.
"¡...YA!"
Hubo un grito en su interior, profundo y familiar, uno que había enterrado muy dentro de sí.
"¡...OUYA!"
El eco del nombre lo sacudió. Su cuerpo reaccionaba, pero su mente estaba perdida en un abismo de dolor, de recuerdos que lo arrastraban.
"¡¡TOUYA, NO!!"
Y entonces, como si esas palabras detonaran algo, las llamas azules encendieron el mundo. Los ojos de Shoto se abrieron de golpe, llenos de desesperación y furia.
*¡GAHG...!*
Escupió saliva, el dolor en su pecho era tangible. La fuerza del golpe de Izuku lo había lanzado brutalmente hacia atrás. Su cuerpo chocó con el suelo y rodó violentamente a lo largo de la sala, sin poder detenerse. Cada vez que intentaba recuperar el control, otra sacudida lo mandaba más lejos.
El aire escapaba de sus pulmones, y su visión comenzaba a nublarse por el impacto. Se obligó a detenerse, pero el cuerpo no le respondía. Era como si, por un instante, toda la rabia acumulada en él hubiera sido borrada por el golpe.
Shoto se quedó tendido, intentando respirar, sintiendo cómo cada fibra de su ser dolía. Pero ese dolor físico no se comparaba al incendio que se estaba formando en su mente. Las palabras de Izuku seguían resonando en su cabeza. Ese tono firme, sin titubeos, como si entendiera algo que él nunca había podido comprender.
Se tambaleó al ponerse de pie, sus piernas temblaban por el esfuerzo. La furia se acumulaba en su pecho de nuevo, más intensa, más destructiva.
Izuku aterrizó con una ligereza que sólo subrayaba la facilidad con la que había lanzado el golpe. Se irguió con una calma imperturbable, sus ojos fijos en Shoto, quien yacía en el suelo. No había arrogancia en su postura, pero tampoco disculpas. Era como si el golpe hubiera sido un mero trámite, un paso más en el camino que ambos sabían inevitables.
Shoto, aún aturdido por la fuerza del impacto, lo observó desde su posición. Sentía su cuerpo temblar, no tanto por el dolor físico, sino por la rabia acumulada que hervía bajo la superficie. "¿Cómo puede...?" El pensamiento lo atormentaba. Ese golpe, que había sacudido su cuerpo, no parecía haber requerido esfuerzo alguno de Izuku.
Frustración. Humillación. Desesperación.
Las emociones se entrelazaban en su mente, cada una intensificando la siguiente, hasta el punto en que todo parecía fusionarse en un solo sentimiento abrumador. El golpe que lo había derribado era solo el catalizador de algo mucho más profundo. No era sólo la derrota, no era sólo el hecho de que Izuku lo hubiera superado con una facilidad insultante; era lo que representaba.
Shoto apretó los dientes, sintiendo el frío habitual de su quirk mezclarse con algo que crecía en su interior, algo cálido pero corrosivo. Las palabras de su hermano, los recuerdos de sus propios traumas, las expectativas no cumplidas, todo regresaba como un torrente imparable.
"Ni siquiera le importó," pensó, incapaz de deshacerse de la sensación de insignificancia. Para Izuku, él no era más que un obstáculo... ¡No! No era nada, ni si quiera un obstáculo. Pero lo que más le dolía no era el golpe en sí, sino la manera en que había sido propinado: con indiferencia.
"Es imposible que me alcances."
La furia de Shoto comenzó a tomar forma en su mente, mezclándose con su frustración hacia todo lo que representaba Izuku en ese momento.
Shoto se levantó tambaleante, con el frío mordiendo el aire a su alrededor, su cuerpo temblando no por el agotamiento físico, sino por la furia que se desbordaba dentro de él. Sin pensarlo, extendió su brazo derecho y liberó una ráfaga masiva de hielo, como si pudiera congelar la misma rabia que sentía. Las enormes estacas cristalinas se precipitaron hacia Izuku a una velocidad vertiginosa, cubriendo todo el espacio entre ellos.
Pero Izuku ni siquiera pestañeó.
En un solo movimiento fluido, levantó su pierna derecha y lanzó una patada devastadora, pulverizando el hielo antes de que pudiera siquiera rozarlo. El ataque de Shoto se deshizo en fragmentos, como polvo esparcido por el viento, incapaz de sostenerse ante la fuerza brutal de Izuku.
La onda expansiva del impacto hizo que Shoto saliera despedido de nuevo, rodando por el suelo bajo la presión del golpe. Se detuvo jadeando, sus manos hundiéndose en el suelo helado mientras trataba de recuperar el aliento, pero la frustración solo crecía dentro de él.
"¿Cómo...? ¿Cómo puede ser tan fácil para él?" pensó.
Sin dejarse intimidar, Shoto se levantó de nuevo, esta vez más decidido que antes. No había espacio para la duda. Lanzó otra ráfaga de hielo, más grande, más feroz que la anterior, esperando, deseando que esta vez fuera suficiente. Pero Izuku, sin cambiar su expresión, simplemente se movió, esquivando el ataque con una rapidez que dejó a Shoto boquiabierto.
Izuku comenzó a acercarse a él con pasos medidos, su mirada tranquila, pero implacable. Shoto lo observó avanzar, el pánico comenzando a brotar en su pecho. No había tiempo para pensar; no había tiempo para dudar. Con el hielo acumulándose en su mano izquierda, lanzó un ataque directo a quemarropa, desesperado por detenerlo antes de que llegara a su alcance.
Pero de nuevo, Izuku desvió el ataque sin esfuerzo alguno, su brazo moviéndose como un relámpago, destruyendo el hielo antes de que pudiera impactar.
Shoto retrocedió instintivamente, sorprendido, casi aterrorizado. "No... no puede ser..." apretó sus dientes.
El calor de la ira bullía dentro de él, pero afuera, solo quedaba frío.
—¡¡YAAAAAGGH!!
Con un rugido que resonó por toda la sala, lanzó un puñetazo directo al rostro de Izuku, descargando toda su frustración, toda su impotencia, en ese golpe.
El impacto fue sordo, retumbando en el aire como un eco distante. Bakugou y Momo, que observaban desde sus posiciones, permanecieron inmóviles, sus ojos fijos en la escena. Ninguno pronunció palabra; el silencio pesaba más que cualquier comentario.
Shoto, jadeando, esperaba que algo hubiera cambiado. Que al menos ese golpe, nacido de toda su rabia y desesperación, hubiera logrado algo. Sin embargo, cuando levantó la mirada, la realidad se impuso con una frialdad absoluta.
Izuku no se había movido. Ni siquiera un milímetro.
El puño de Todoroki seguía clavado en la mejilla de Izuku, pero su rostro no mostraba ninguna señal de haber sentido el golpe. Ni un parpadeo, ni una mueca. Nada. Shoto comenzó a sentir cómo un frío diferente, uno que no podía controlar, se apoderaba de su cuerpo, invadiendo su pecho y helándole el alma.
"No... esto no es posible..." la saliva se le atoro en la garganta.
Shoto apartó lentamente su puño, sus ojos fijándose en el rostro de Izuku. Fue en ese momento cuando notó algo que lo paralizó. La cicatriz que cruzaba el lado derecho de la cara de Izuku. Recordaba esa cicatriz; antes, era solo una pequeña línea, una marca sutil que apenas se notaba. Pero ahora...
Ahora era más profunda, más prominente, como si el propio rostro de Izuku hubiera sido destrozado por algo aún más terrible que cualquier ataque físico. Esa cicatriz... era más aterradora que la suya propia, que la quemadura que su padre le había dejado en su infancia.
Había algo en esa cicatriz, en cómo se curvaba y oscurecía, que hacía que el frío en su interior se extendiera más allá de lo que él mismo podía controlar.
El rostro de Izuku, inquebrantable y sereno, se mantenía allí, tan cerca que Shoto podía sentir el peso de su presencia, la enormidad de lo que enfrentaba.
[GIGANTE.]
Ese pensamiento lo envolvió como una tormenta helada, y por primera vez, no sabía qué hacer.
Izuku lo miró con la misma serenidad imperturbable, mientras su voz rompía el silencio de la sala.
—¿Ya terminaste?
Esa simple pregunta golpeó a Todoroki más fuerte que cualquier puñetazo.
Sintió cómo sus pies retrocedían un par de pasos instintivamente, el miedo mezclado con la frustración latente en su interior. Sus ojos, aunque intentaban mantenerse firmes, no podían evitar titubear. El aire se sentía denso, opresivo, como si toda la habitación se cerrara sobre él. Todoroki apretó los puños, temblando, buscando una salida, algo que decir.
Finalmente, rompió el silencio con una voz cargada de ira, pero también de vulnerabilidad.
—¿Crees que... con haber salvado a unas cuantas personas en Osaka... ya está? —Su voz se fue alzando, las palabras llenas de resentimiento y furia—. ¿Crees que eso borra todo lo que has hecho? ¡Que eso limpia tus manos manchadas de sangre?
Izuku seguía en silencio, sus ojos clavados en Todoroki, escuchando cada palabra sin interrumpirlo.
—¡No puedes simplemente... salvar una ciudad y esperar que todo desaparezca! —continuó Shoto, la voz quebrándose levemente, pero su rabia no disminuía—. ¿Acaso te crees un héroe solo porque ahora la gente te mira como tal? ¿Porque tu nombre está en las noticias? ¡¿Cuántas veces has actuado sin pensar en las consecuencias?!
Todoroki sentía que su corazón latía con fuerza, cada palabra que salía de su boca era un reflejo de su propia desesperación. Todo lo que había reprimido finalmente salía a la superficie.
—¡Tú no eres un héroe, Midoriya! —gritó, sus ojos ardiendo con una mezcla de rabia y dolor—. ¡Eres un maldito hipócrita! ¿Crees que puedes cargar con todo? ¿Que puedes seguir adelante sin pagar el precio? ¡Nada de lo que hagas va a cambiar lo que pasó hace años! ¡No puedes escapar de lo que eres!
Shoto sintió que su respiración se volvía errática, cada vez más rápida, mientras las palabras salían como una avalancha.
—¡No puedes pretender que todo está bien solo porque sigues peleando! ¡El hecho de que sigas de pie no significa que tus decisiones sean las correctas! —Sus ojos se llenaron de una furia contenida, pero había algo más debajo de todo eso, algo más profundo—. ¡Eres tan arrogante... tan increíblemente ciego! Sigues hablando de justicia, de salvar a los demás, pero no puedes salvarte a ti mismo, ¡y lo sabes!
Todoroki lo miraba, esperando ver alguna reacción, alguna señal de que sus palabras habían hecho mella. Pero Izuku seguía ahí, sereno, casi imperturbable. Y eso solo encendía más la ira de Shoto.
—¡¿Qué te hace pensar que puedes simplemente caminar por encima de todos nosotros, de nuestras vidas, de nuestros problemas, como si tuvieras la respuesta a todo?! —Shoto casi escupió las palabras—. ¡No importa cuánto intentes salvar a los demás, no importa cuántas veces te pongas en la línea, siempre habrá algo que no puedes cambiar... a ti mismo!
Había silencio, roto solo por la respiración agitada de Todoroki, mientras sentía cómo sus palabras se estrellaban contra la pared impenetrable que era Izuku.
El silencio que siguió fue pesado, casi tangible, como si las palabras de Todoroki hubieran quedado suspendidas en el aire. Su respiración seguía acelerada, su pecho subía y bajaba con furia, esperando una respuesta, esperando algo que rompiera el muro que era Izuku.
Y finalmente, esa respuesta llegó. Con una calma que casi dolía, Izuku habló.
—¿Cómo a ti?
Las palabras fueron como un golpe directo al estómago. Shoto sintió que el suelo se le escapaba de debajo de los pies, y por un instante, todo su mundo se tambaleó. Izuku no alzó la voz, no mostró enojo, pero su pregunta fue más devastadora que cualquier ataque. Shoto apretó los dientes, intentando mantener su compostura, pero sabía que algo en su interior se estaba desmoronando.
Izuku lo observó con seriedad, pero había algo más en su mirada ahora. Algo empático, casi preocupado. Dio un paso adelante, rompiendo la distancia entre ellos, su presencia era tan imponente como tranquila.
—Todoroki... tal vez no te conozco tanto como debería. Tal vez es mi culpa por nunca haber intentado acercarme a ti. —La voz de Izuku era serena, pero no distante, sino cálida—. Sé que he cometido muchos errores. No soy perfecto. Pero... si hay algo mal, si hay algo que te está pesando, si quieres hablar de algo... puedo escucharte. Puedo ayudarte.
Todoroki lo miró, aún en estado de shock. Las palabras de Izuku lo atravesaban, derribando todas las barreras que había construido. No era lo que esperaba escuchar. No era la respuesta que su ira había querido provocar.
—Yo no podía ayudarme ni a mí mismo antes, lo sé —continuó Izuku, su voz manteniendo esa calma, esa madurez que ahora emanaba de él—. Por mucho tiempo no pude. No sabía cómo. Pero he aprendido, Todoroki. He aprendido a lidiar con mis propias culpas.
El aire parecía haberse detenido en la sala. Momo y Bakugou, que habían estado observando desde su lugar, se quedaron inmóviles, en completo silencio. Incluso Bakugou, que normalmente intervendría con algún comentario explosivo, no tenía palabras en ese momento.
—Dime, Todoroki —Izuku suavizo su expresión—. ¿Qué es lo que ocurre?
El peso de esas palabras se asentó en el pecho de Todoroki.
Toda la furia, la frustración, el odio que había sentido hacia Izuku se desmoronaba ante la simple realidad que el otro joven le presentaba.
Izuku ya no era el chico inseguro que conoció al principio. Había madurado, se había vuelto alguien capaz de entender el dolor de los demás, alguien que ofrecía una mano cuando antes solo podía luchar en silencio con sus propios problemas.
Y Shoto, por primera vez en mucho tiempo, no sabía qué hacer con ese ofrecimiento.
El silencio que siguió a las palabras de Izuku fue denso, cargado de todo lo que no se había dicho, de todo lo que Todoroki estaba procesando. Izuku, delante de él, había extendido una mano figurativa, ofreciendo apoyo, ofreciendo comprensión.
Por un momento, solo un breve momento, Shoto lo consideró.
[Sin embargo...]
El eco de esa palabra resonaba en su mente mientras el frío se desvanecía lentamente de su cuerpo.
Un extraño calor comenzó a llenar el vacío que había dejado su frustración. Shoto bajó la mirada, pensando, reflexionando sobre lo que Izuku había dicho. Estaba a punto de dar un paso hacia adelante, hacia esa posibilidad de dejar ir, de permitir que alguien más compartiera su carga, cuando lo vio.
Frente a él, no estaba solo Izuku. Había algo más, una sombra del pasado. No, no era una sombra. Era un reflejo.
Touya.
Las llamas azules de su hermano encendieron su visión como si la realidad se hubiera distorsionado.
El rostro de Izuku, por un instante, desapareció, y en su lugar estaba Touya, envuelto en aquel fuego destructor que había consumido su vida. Shoto sintió su corazón detenerse por un segundo.
Sus ojos se abrieron con horror mientras sus recuerdos lo arrastraban de vuelta a aquellos momentos terribles, las peleas, los gritos, el calor abrasador que sofocaba su propio aliento.
"Touya..." el corazón ardía.
El nombre de su hermano resonó en su mente, y antes de poder detenerlo, la ira que se había estado desvaneciendo se encendió de nuevo, con más fuerza que antes. Era como si las llamas de Touya hubieran prendido fuego en su alma. Toda la calma que había estado a punto de encontrar se desmoronó al instante.
La mano de Shoto, que había comenzado a relajarse, volvió a cerrarse en un puño. Sus dientes rechinaron, su cuerpo se tensó, y la ira lo consumió, avivada por el dolor de aquel pasado que no podía dejar atrás. Frente a él, Izuku seguía ahí, sereno, inamovible, pero Shoto ya no veía a su compañero.
Solo veía el reflejo de todo lo que había perdido. De todo lo que había sido destruido.
"No puedo... no puedo dejarlo ir." Sus ojos brillaron.
El fuego interno de su ira crepitaba dentro de él, y con un rugido lleno de furia, Shoto volvió a lanzarse hacia Izuku, su mente nublada por la imagen de su hermano.
El sol estaba a punto de ocultarse, tiñendo el cielo de un naranja profundo que abrazaba la fría atmósfera del jardín interior. Shoto, pequeño y silencioso, estaba sentado en el césped junto a Natsuo y Fuyumi. Sus ojos, amplios y llenos de incertidumbre, observaban la escena frente a ellos. Del otro lado del jardín, su padre y Touya estaban en medio de una discusión que parecía no tener fin.
La tensión en el aire era sofocante, como si cada palabra afilada entre ellos agitara las sombras que comenzaban a alargarse con el ocaso.
—¡No entiendes nada! —gritaba Touya, con la voz quebrada por la furia y la frustración—. ¡No me importa lo que tú quieras! ¡Esto no se trata de ti, nunca lo fue!
Endeavor, con su mirada severa y el ceño fruncido, se mantenía firme, aunque Shoto pudo notar cómo la expresión de su padre se tensaba más con cada grito de su hermano mayor.
—Touya, tu poder no es suficiente. Deja de intentar ser algo que nunca podrás ser —la voz de su padre era fría y tajante, llena de ese desprecio que Shoto conocía demasiado bien. Pero esta vez, había algo más. Algo oscuro.
El pequeño Shoto apretó los puños sobre sus rodillas, incapaz de moverse o de desviar la mirada de la escena que se desarrollaba ante él. Sabía que no debía estar allí, que no debía escuchar, pero sus piernas no respondían. Estaba congelado en su lugar, atrapado entre el deseo de entender y el miedo a lo que estaba presenciando.
—¡No me digas qué puedo o no puedo hacer! —Touya dio un paso hacia adelante, su rostro encendido, no solo por el reflejo del atardecer, sino por el ardor de su propia rabia—. ¡Soy tu hijo! ¡Merezco más que esto!
Shoto sintió la mano de Fuyumi sobre su hombro. Ella lo miró, pero su preocupación no podía ocultar la impotencia que sentía. Natsuo, de pie al lado de ellos, tenía la mandíbula tensa, sus ojos siguiendo cada movimiento de su hermano mayor como si temiera lo que vendría después.
—Touya... —murmuró Natsuo, como si quisiera intervenir, pero su voz quedó ahogada en el aire.
Endeavor, con su imponente figura, dio un paso más hacia su hijo, reduciendo la distancia entre ellos. La sombra de su cuerpo caía sobre Touya, quien no retrocedió ni un centímetro.
—Eres mi hijo, pero no puedes ser lo que esperabas. No puedes ser lo que yo soy. ¡Deja de intentar seguirme! —Endeavor alzó la voz, más fuerte de lo que Shoto había escuchado jamás. Cada palabra era como un golpe directo al corazón de Touya, y Shoto lo sabía. Lo veía en los ojos de su hermano mayor, cómo las lágrimas luchaban por no salir.
—No... no quiero ser como tú... —Touya respiraba entrecortadamente, pero su determinación era palpable—. ¡Quiero ser mejor que tú! ¡Siempre lo he sido! Pero nunca me diste la oportunidad...
El jardín se sumió en un silencio momentáneo, interrumpido solo por el crepitar distante de una llama que Touya intentaba controlar. Shoto podía sentir la presión en el aire, como si algo estuviera a punto de romperse.
Endeavor bajó la mirada solo un segundo, como si las palabras de Touya hubieran calado más hondo de lo que quería admitir.
—Touya... esto no puede repetirse. No contigo. —La voz de Endeavor se endureció una vez más, y esa fue la última chispa que encendió el fuego.
—¡Esto nunca fue por mí! ¡Siempre fue por ti, por tu maldito orgullo! —Touya gritó, y su quirk estalló en llamas azules, iluminando el jardín en la oscuridad creciente.
Shoto sintió el calor invadir el ambiente, el poder incontrolable de su hermano mayor envolviéndolo todo, y, por un segundo, el miedo lo paralizó.
El anochecer envolvía el jardín interior, las llamas azules de Touya destellaban en la penumbra. En ese momento, el pequeño Shoto no podía comprender del todo lo que estaba ocurriendo, pero lo sentía en lo profundo de su ser. Algo se rompía. Touya había cruzado una línea que su padre no estaba dispuesto a perdonar.
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[No puedo dejar de preguntarme... si todo esto fue culpa de alguien más. ¿De Touya, por no ser suficiente? ¿O de mi padre, por nunca dejar de exigir más de lo que cualquiera podría darle?]
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INTRODUCIR: LIVINGROOM -KENSUKE USHIO.
Años después, Shoto estaba en su habitación, mirando las sombras que bailaban en el techo. Era una noche sofocante, una de tantas donde el ambiente en la casa parecía estallar en silencio.
Escuchaba los murmullos, las peleas que ya no eran tan explosivas, pero seguían dejando cicatrices. Natsuo y Fuyumi apenas cruzaban palabras con su padre, pero él... él seguía cargando con las expectativas de Endeavor, mientras intentaba comprender qué había sucedido con Touya.
Shoto apretó los puños mientras su mente vagaba entre recuerdos distantes y la constante presión que sentía en su propio pecho. Su hogar, una vez lleno de esperanza y sueños, se había vuelto un campo de batalla. Nadie lo decía, pero todos lo sabían. Incluso las noches más silenciosas eran cargadas de un rencor invisible.
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[Aquella noche solo puedo recordar las llamas inundar aquel camino que mi padre siguió. Mientras Natsuo, Fuyumi y mi madre mirábamos hacia delante... Touya habia desaparecido en aquel pico. El jamás quiso decirnos que ocurrió.
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En la sala de estar, un día lluvioso. Shoto, un poco mayor, observa cómo Fuyumi intenta desesperadamente mantener la armonía. Se sienta junto a ella en el sofá mientras ella se esfuerza por hablar con Natsuo, quien parece cada vez más distante.
—No podemos simplemente... ¿seguir así? —dice Fuyumi, su voz es apenas un susurro mientras sus ojos buscan alguna señal de entendimiento en su hermano mayor.
Natsuo no responde. Su expresión es de frustración contenida, de agotamiento por una carga que nadie pidió llevar.
Shoto mira a sus dos hermanos y siente el peso del vacío que Touya dejó. El peso de las palabras nunca dichas.
—Papá... —comenzó Fuyumi, intentando sonar optimista—. Ha cambiado, ¿verdad? Está intentando...
Natsuo la cortó, con los ojos llenos de rabia contenida.
—¿Cambiar? —río con amargura—. Papá no cambia. Solo nos está moldeando de nuevo, a su conveniencia.
Shoto escuchaba en silencio.
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[Es como si hubiera dejado un agujero en nuestra familia, uno que todos intentan ignorar, pero que siempre está presente. ¿Cómo esperas arreglar algo que ni siquiera puedes nombrar?]
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Más adelante, en la oscuridad de su habitación, Shoto recuerda el último enfrentamiento entre Touya y su padre. Las llamas de Touya nunca parecieron tan vivas como en esa ocasión. Nunca pareció tan lleno de desesperación, de rabia. La conversación resonaba en su cabeza como un eco lejano, pero las emociones seguían frescas, como si lo estuviera viendo de nuevo.
"Touya no aguantó más. No fue suficiente... y yo sigo aquí, viviendo bajo las mismas expectativas que lo destruyeron."
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[La verdad es que siempre hemos sido piezas en su tablero. Y cuando Touya ya no encajaba, simplemente lo apartó.]
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Una tarde, en el dojo de entrenamiento de la familia, Shoto estaba practicando solo. A pesar de la soledad, podía sentir las miradas ausentes de sus hermanos. Natsuo apenas se aparecía por casa, Fuyumi lo hacía cuando podía, pero siempre con un brillo apagado en los ojos. La única constante en la vida de Shoto seguía siendo la expectativa incansable de su padre.
Endeavor entró al dojo, su presencia dominando la habitación.
—Shoto, tienes que controlar mejor tu fuego. Aún te falta.
Las palabras eran como un veneno. Shoto se mantuvo en silencio, asintiendo solo porque no tenía opción. Sin embargo, la sombra de Touya siempre lo seguía, como un recordatorio de lo que podía ocurrir si no lograba alcanzar esas expectativas.
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[Papá aún me mira con los mismos ojos con los que miraba a Touya. Como si esperara que yo también falle.]
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Una noche en particular, Shoto recuerda estar junto a la ventana de su cuarto, mirando las estrellas mientras la casa dormía en un silencio tenso. No podía evitar pensar en cómo todo se había deteriorado. El aire dentro de esas paredes era pesado, denso, lleno de lo no dicho, de lo que todos preferían ignorar.
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[Touya ya no está aquí, pero su sombra sigue viva. Mi padre lo convirtió en un símbolo, en una advertencia para mí, para todos.]
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La familia Todoroki siempre fue una bomba de tiempo. Y ahora que Touya se habia convertido en un crudo recuerdo, por alguna razón, aquellas llamas heredadas en su sangre lo quemaban mas que nada en el mundo.
Alguien como él, quien nació con una alta capacidad para soportar el fuego. Shoto no podía con esas llamas.
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[¿Qué opciones tenía? El mundo que delante de mí existía simplemente se desvaneció en estas llamas infernales.]
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Shoto estaba en el patio de su escuela, sentado en un rincón apartado como de costumbre.
Los murmullos de sus compañeros lo rodeaban, pero él apenas les prestaba atención. Siempre había sido así: distante, observando desde las sombras mientras los demás hablaban de temas que no le interesaban. Pero hoy, una conversación en particular lo atrapó, haciéndolo volver a un recuerdo que había tratado de enterrar.
—Dicen que Laughing Boy volvió a hacer algo horrible —comentó uno de sus compañeros, casi con emoción morbosa—. Peleó contra un villano en pleno centro de la ciudad. Parece que destruyeron los ductos del centro.
—Escuché que es un completo loco —añadió otro, sacudiendo la cabeza—. Y lo peor es que siempre se ríe, como si nada de lo que hace importara.
Shoto no pudo evitar que su mente se detuviera en ese nombre. Laughing Boy. Un nombre que había resonado en su casa hace años, durante una de las muchas discusiones acaloradas entre sus padres. Ese nombre estaba ligado a un incidente que dejó cicatrices profundas en su familia... y en él.
—Dicen que el tipo es indetenible, ¿verdad? —murmuró alguien—. Sigo sin entender como no lo han encerrado, o porque lo dejaron libre.
Shoto sintió una punzada de frustración. Aquella discusión, ese momento...
"...convertiste a Touya en un fracaso."
Desde ese incidente, desde esa discusión entre sus padres, algo había cambiado en la dinámica de su familia. Touya se había vuelto más distante, más obsesivo. Endeavor, por su parte, parecía más decidido que nunca a empujar a sus hijos más allá de sus límites. Y su madre... su madre había empezado a desvanecerse, a ser consumida por sus propios miedos.
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[Yo abandone mi fuego...]
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A un año de entrar a la U.A., Shoto aún se sentía atrapado en esa sombra. En esa constante expectativa de ser moldeado en lo que su padre quería que fuera. Pero la mención de Laughing Boy lo hacía recordar que no solo estaba luchando contra las exigencias de Endeavor. Había algo más profundo, algo que había corroído los cimientos de su familia durante años.
Mientras sus compañeros seguían hablando de Laughing Boy como si fuera un simple villano, Shoto se levantó del rincón, decidido a alejarse. Había demasiados fantasmas que cargaba, demasiadas expectativas, y la mención de Laughing Boy siempre traía consigo la sensación de que todo en su vida estaba destinado a desmoronarse... tal como lo había hecho en esa noche oscura, cuando las llamas de su hermano mayor comenzaron a consumirlo todo.
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[No quería convertirme en otra historia trágica.]
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INTRODUCIR- A BURNING MEMORY - REECE
Shoto estaba en su habitación, el silencio llenándolo todo. Las luces apagadas, la tenue luz del atardecer entrando por las cortinas entreabiertas. Estaba sentado en la orilla de su cama, los codos apoyados sobre las rodillas, con la mirada perdida en un punto indefinido del suelo.
Afuera, la vida seguía, los sonidos de la ciudad apenas llegaban hasta su refugio, pero en su interior, todo se sentía distante, desprovisto de sentido.
La televisión estaba encendida, pero no le prestaba atención. Apenas podía recordar la última vez que había hecho algo más que existir en ese cuarto. Su vida, sus pensamientos, todo giraba en torno a un vacío insostenible. Un agujero en su corazón que se había alimentado de la frustración, el odio reprimido y los recuerdos de una familia rota.
Pero entonces, algo en la televisión cambió. Las imágenes del noticiero captaron su atención de forma inesperada. Su mirada, hasta ahora fija en la nada, subió lentamente hacia la pantalla. Las imágenes de Osaka llenaron el televisor. El caos. Los escombros. Las calles destrozadas. Pero lo que realmente capturó su atención no fue la destrucción... sino las entrevistas.
Lo que realmente lo golpeó fueron las palabras de la gente, las personas que habían sido salvadas. Sus rostros agradecidos, emocionados, contaban cómo un joven los había rescatado, enfrentándose a una bestia.
"Un verdadero héroe..."
Las palabras resonaron en su cabeza como una campana que no podía dejar de sonar. Y entonces lo vio. El nombre, la imagen de alguien a quien conocía muy bien.
Izuku Midoriya.
Los videos mostraban a Izuku, su cuerpo bañado en sudor y sangre. Los sobrevivientes no dejaban de agradecerle. Las palabras que usaban eran como espinas clavándose en la mente de Shoto.
"Nos salvó... sin él, no estaríamos vivos..."
Las imágenes de Izuku cargando a personas heridas, usando todo su poder para protegerlas, luchando hasta el límite, lo llenaron de una sensación indescriptible. Pero no era admiración, ni respeto. Lo que sentía Shoto era algo mucho más oscuro, algo que había estado allí, escondido en lo profundo de su ser durante años.
"Un héroe..."
La palabra se repetía en los labios de todos, mientras las cámaras seguían mostrando los destrozos de Osaka. Izuku, ese chico que no hacía mucho tiempo todos señalaban como Laughing Boy, el villano que había causado tanta muerte y sufrimiento, ahora era alabado.
Eso fue lo que rompió el cristal.
Shoto sintió cómo su cuerpo se tensaba, sus puños se cerraron con tanta fuerza que sus uñas comenzaron a clavarse en la palma de sus manos. Durante tanto tiempo había enterrado la frustración, había guardado ese odio, pensando que podía controlarlo, que lo tenía bajo llave. Pero en ese instante, viendo a Izuku en la televisión, todo se desmoronó.
[Él... no debería ser esto.]
Las palabras se formaron en su mente antes de que pudiera detenerlas. El resentimiento, la ira que había intentado sofocar durante años, estallaron como un torrente incontrolable.
Laughing Boy.
Ese era el nombre que siempre había estado vinculado a Midoriya en su mente. La tragedia de Laughing Boy había sido el punto de inflexión en su vida, en su familia. Y aunque nunca lo decía en voz alta, siempre había sentido que, de alguna manera, Izuku representaba todo lo que estaba mal, todo lo que había destrozado su hogar, lo que había roto a su hermano, Touya.
[No debería ser él.]
Los pensamientos giraban, colisionaban entre sí.
Los recuerdos de su padre, de su madre, de Touya, todo se mezclaba con las imágenes de Izuku en la televisión. Ese chico que, sin pedirlo, se había convertido en el centro de atención, en el héroe que todos alababan.
Mientras tanto, la familia Todoroki seguía desmoronándose en silencio, y Shoto, atrapado en esa historia, no encontraba un respiro.
¿Por qué Izuku? ¿Por qué él? ¿Por qué ese chico, que no había vivido ni una fracción del infierno que él había atravesado, recibía el reconocimiento que Shoto anhelaba? Él había soportado tanto, había sido moldeado por el fuego de su padre, por la destrucción de su familia, y, aun así, seguía siendo una sombra.
Pero Izuku, ese chico que todos llamaban Laughing Boy cuando las tragedias ocurrieron, ahora era el héroe. Ahora era el salvador.
"Es él... quien siempre ha sido esa roca en mi camino." Pensó, con los dientes apretados. El nombre de Midoriya había estado presente, como una constante, en cada esquina de su vida desde que lo conoció. Y ahora, la idea de que Izuku fuera aclamado como héroe era insoportable.
Los ojos de Shoto se clavaron en la pantalla, su respiración pesada, su mente consumida por la furia que había intentado enterrar durante tanto tiempo. Ya no podía reprimirlo.
Izuku Midoriya. Héroe.
Eso era lo que finalmente había roto el cristal de su paciencia. Y, desde ese momento, su frustración no iba a desaparecer.
Entonces la llama se encendió.
INTRODUCIR: INTO THE NIGHT - KOHOTA YAMAMOTO
[¿Por qué sigo sin usarlo?]
El corazón de Shoto se acelero aun más.
[Mi fuego... Lo he rechazado tanto tiempo que casi he olvidado lo que se siente cuando arde dentro de mí. Pero no es porque no pueda, no es por debilidad, sino porque no quiero. No puedo permitir que lo mismo ocurra otra vez. El fuego de nuestro padre quemó todo lo que alguna vez fue bueno en nuestra familia. Fue ese mismo fuego lo que destruyó a Touya, lo que lo llevó a su final.... Papá fue quien encendió esa llama, pero fui yo quien permitió que ardiera sin detenerlo. Y ahora, estoy atrapado, prisionero de ese mismo poder, incapaz de escapar de lo que representa.]
"No esperes que te sea tan fácil."
[Nunca lo quise. Nunca quise ser el hijo perfecto que él pretendía moldear, el arma que utilizó para alcanzar su ambición enfermiza. Y sin embargo, aquí estoy, viviendo bajo la sombra de ese legado, mientras todo a mi alrededor se desmorona. Touya se fue, mamá se quebró, Natsuo se apartó y Fuyumi trata de mantener algo que ya está roto. ¿Y yo? Yo soy el que quedó atrapado en el medio, obligado a elegir entre dos extremos. Mi lado de hielo, la parte de mí que puede mantener el control, o ese fuego maldito que lo consume todo.]
"Así que ve con todo si tu intención es lastimarme."
[Y luego está él... Izuku Midoriya. La raíz de todo este maldito lío. ¿Por qué es él el que siempre sale adelante? ¿Por qué es él a quien todos ven ahora como el salvador? No importa lo que haga, siempre está ahí, a la cabeza, recibiendo la gloria que no merece. Mientras mi familia se caía a pedazos, mientras Touya moría y yo me quedaba congelado, Izuku, el mismo que llamaban Laughing Boy, el que todos acusaban de ser un monstruo, ¡ahora es un héroe! Él no conoce el sufrimiento que conozco, no ha perdido lo que yo perdí, no ha visto a su familia arder desde dentro. Y, aun así, es él quien se alza victorioso, como si la tragedia jamás hubiera rozado su vida.]
"Por que ya sea con tu odio o con tu poder actual..."
[Mi fuego... ese poder que debería ser mío, lo rechacé para no convertirme en él, en papá. Pero, ¿de qué me ha servido? He intentado contenerlo, he intentado controlar la ira, la frustración. Pero, ¿para qué? Izuku siempre estará ahí, recordándome todo lo que no soy, todo lo que no podré ser. Él... siempre será esa roca en mi camino, el obstáculo que no puedo superar. Y ahora, cada vez que lo veo, siento que todo lo que he reprimido está a punto de estallar. La muerte de Touya, el odio hacia mi padre, la impotencia de ver a mi madre quebrarse, la ira de ser forzado a ser el hijo perfecto...]
"Es imposible que me alcances."
[No puedo seguir así. No puedo seguir siendo este. ¿Qué me queda si no exploto? ¿Qué sentido tiene contener todo este odio, toda esta frustración? Si no libero mi fuego, si no dejo que arda, ¿acaso no me consumiré de todos modos? Touya murió porque no pudo soportarlo más, y si no hago algo pronto, tal vez yo también me desmorone. Pero, ¿qué haría eso de mí? ¿En qué me convertiría si lo libero?]
"Es imposible que me alcances."
[No soy como Izuku. Nunca lo seré. Pero tal vez... tal vez es hora de dejar de intentar ser algo que no soy, de dejar de contenerme, de dejar de huir de lo que llevo dentro.]
"Es imposible que me alcances."
[Yo...]
"Es imposible que me alcances."
[¡Yo...!]
"Es imposible que me alcances."
"Es imposible que me alcances."
"Es imposible que me alcances."
"Es imposible que me alcances."
"Es imposible que me alcances."
"Es imposible que me alcances."
"Es imposible que me alcances."
"Es imposible que me alcances."
"Es imposible que me alcances."
[¡YO...!]
"Cuando el niño miro hacia la oscuridad lo único que vio fue sombras. Esperando jamás acercarse a lo que en ellas se escondían, él se dio la vuelta sin percatarse de algo importante. Aquello que del otro lado estaba..."
[¡YO TE VOY A ALCANZAR!]
—————"...era su propio reflejo mirando desde el interior de la oscuridad."—————
*¡FWOOOOOOSH!*
El aire alrededor de Todoroki cambió de golpe.
Una presión abrumadora emanaba de él, y sin previo aviso, su lado izquierdo comenzó a liberar una oleada de fuego intenso, más salvaje y furioso de lo que cualquiera hubiera imaginado. Las llamas se alzaron como una pared cegadora, envolviéndolo en una cortina ardiente que amenazaba con consumir todo a su alrededor.
Momo, que había estado observando con preocupación desde el otro lado del campo de batalla, se alarmó al ver la transformación. El calor era tan abrumador que apenas podía mantenerse en pie, pero su mente no estaba en eso.
Su mirada se fijó en Izuku, que se encontraba en medio de aquella vorágine.
—¡Midoriya-san! — gritó con desesperación, su voz temblando al ver cómo el fuego avanzaba hacia él, incapaz de detenerlo.
El sudor perlaba su frente mientras luchaba por encontrar una forma de intervenir, de ayudar, pero las llamas eran demasiado intensas. Sabía que Izuku era fuerte, pero esto... esto era diferente. La violencia de las llamas reflejaba algo más profundo, algo que estaba rompiendo dentro de Todoroki.
Del otro lado del campo, Bakugou observaba la escena con incredulidad. Las maldiciones comenzaron a brotar de sus labios, su cuerpo tensándose.
—¡Maldito Todoroki, qué demonios estás haciendo! —gritó, apretando los dientes mientras el fuego iluminaba el horror en su rostro.
Él conocía la fuerza de Izuku, pero lo que estaba viendo ahora le generaba una incomodidad que no podía ignorar. A pesar de toda su confianza, algo en la intensidad de Todoroki le hacía sentir vulnerable, fuera de control.
Mientras tanto, en la sala de transmisiones, los profesores y los estudiantes que observaban la batalla se quedaron paralizados. Los monitores mostraban la imagen de la cortina de fuego en toda su magnitud, el caos envolviendo a todos en el campo. Pero entonces, en un segundo, la imagen se congeló. La pantalla parpadeó una vez y, de repente, la transmisión se cortó.
La sala entera quedó en un silencio sofocante, roto solo por el eco de la tensión que colgaba en el aire.
Nezu frunció el ceño mientras la pantalla permanecía oscura. Los demás profesores compartieron miradas de preocupación. Algo había salido terriblemente mal, y la incertidumbre que llenaba la sala era palpable.
Todoroki, envuelto en llamas, estaba en su punto de quiebre.
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