90.SOSTEN TU CORAZON.
Todoroki Shoto, heredero de un poder temido y venerado. Su lado derecho, frío como la muerte misma, capaz de generar enormes cantidades de hielo que pueden detener cualquier cosa en su camino. Su lado izquierdo, el legado de su padre, un poder que arde con la intensidad del sol mismo.
Sin embargo, ese fuego, tan temido como lo es su hielo, ha sido sellado dentro de su propio cuerpo, encerrado en una jaula de voluntad propia. Un fuego que representa más que solo calor... representa dolor, frustración y las cicatrices de una familia rota. Por años, Shoto rechazó esa parte de sí mismo.
Pero ahora, en este campo de batalla, esa jaula ha sido destruida.
El fuego se levantaba como un monstruo liberado, rugiendo hacia el cielo. Las llamas danzaban en todas direcciones, envolviendo a Todoroki en un halo ardiente que lo hacía parecer invencible, desatado. La cortina de calor era tan intensa que Bakugou, desde su posición, sentía cómo le quemaba la piel a pesar de la distancia.
Bakugou, con los ojos entrecerrados para protegerse del resplandor, apretó los dientes. Las explosiones de su propio quirk apenas lograban disipar el calor sofocante, y la rabia comenzaba a hervir en su interior. A pesar de eso, había algo más profundo que lo inquietaba... un recuerdo que se arrastraba desde el fondo de su mente. "Ese maldito fuego..." pensó.
La última vez que había visto ese fuego fue en el ataque al USJ. Shoto había usado su fuego, por solo un segundo, para salvar a sus compañeros. Pero incluso entonces, se notaba el rechazo, la furia contenida en ese poder que él mismo se negaba a liberar. Y Bakugou, nunca pensó que lo vería de nuevo. "Ese tipo odia tanto su lado izquierdo que lo tiene sellado. Pensé que había decidido no usarlo nunca más..."
Pero ahí estaba, frente a él, ese fuego desatado. Bakugou no podía dejar de observar, sorprendido y, de alguna forma, inquieto. "¡¿Qué demonios te pasa, Todoroki?! ¿Qué hiciste?" Los pensamientos de Bakugou giraban como un torbellino mientras recordaba aquel incidente en el USJ.
Bakugou observaba cómo las llamas se elevaban cada vez más, sintiendo una mezcla de sorpresa.
Momo estaba paralizada, su cuerpo aún temblaba por el frío que había sentido hace apenas unos segundos. El hielo que la recubría comenzaba a derretirse rápidamente, pero en lugar de alivio, el frío helado fue reemplazado por un calor abrasador que comenzaba a consumir todo a su alrededor. El cambio era brutal. Lo que antes le había congelado hasta los huesos ahora le quemaba la piel.
"Midoriya-san..." fue lo único que logró pensar. Su mente estaba completamente enfocada en él. Miraba alrededor, tratando de encontrar su figura entre el caos, pero todo lo que veía era el cuerpo de Shoto, envuelto en un fuego que parecía fuera de control. Las llamas lo rodeaban como una bestia desatada, cegando todo lo que estaba a su alrededor.
La figura de Izuku había desaparecido.
Momo trató de llamarlo, de gritar su nombre. "¡Midoriya-san!" quiso decir, pero el sonido nunca salió de su garganta. El calor era tan intenso que el aire se volvía más pesado con cada segundo, y Momo se dio cuenta de que no había suficiente oxígeno. Sus labios estaban secos, y su garganta, ardiente y agrietada, le impedía emitir sonido alguno.
Estaba demasiado cerca del fuego.
Con cada paso, el calor aumentaba. Apenas lograba mantenerse de pie, tambaleándose mientras el ardor comenzaba a sobrecogerla. Su cuerpo no podía soportarlo más. "Midoriya-san... ¿dónde estás?" pensaba con desesperación. Su mente giraba entre el miedo y la necesidad de encontrarlo. Sabía que no podía seguir ahí, el fuego era insoportable, así que empezó a retroceder, intentando alejarse del calor asfixiante.
Pero mientras lo hacía, su preocupación no desaparecía, solo crecía. No podía ver a Izuku, y eso la llenaba de pánico. "¿Estará bien? ¿Lo habrá alcanzado también el fuego?" Cada paso que daba hacia atrás solo hacía que su corazón se hundiera más en la angustia.
Shoto no podía detenerse.
El fuego brotaba de su lado izquierdo como un torrente incontrolable, envolviendo todo a su alrededor. Las llamas eran intensas, devorando el aire, pero en su mente, el caos era aún más abrasador que el fuego. Estaba perdido, atrapado en una espiral de emociones que no lograba comprender del todo. Era como si su mente fuera un mar de furia, y cada pensamiento que intentaba aferrarse a algo más concreto era arrastrado por la corriente.
"No debería estar haciendo esto..." pensaba fugazmente, pero la idea se desvanecía tan rápido como surgía. "¿Por qué no puedo parar? ¿Por qué... por qué estoy tan furioso?" sus pupilas fuera de orbita. Su mente regresaba siempre a Izuku, aunque intentara resistirse.
La imagen de Midoriya, de su rostro, de su sonrisa, de sus actos heroicos, se interponía en cada rincón de sus pensamientos, contaminándolo todo.
El calor a su alrededor no lo afectaba, pero el peso de su propia confusión lo aplastaba. "¿Qué se supone que debo hacer ahora? ¿Detenerme? No... no puedo detenerme." Había algo profundo, muy arraigado, que lo impulsaba hacia adelante, una fuerza que no podía controlar ni entender. Era como si cada vez que liberaba más fuego, se alejaba más de quien creía ser, y eso lo llenaba de pánico.
Shoto sentía que estaba al borde de un precipicio, el borde de algo oscuro y desconocido. "¿Cómo llegué hasta aquí?" pensaba, con imágenes sueltas de su infancia mezclándose con la realidad de la batalla. La figura de su padre se desdibujaba, a veces reemplazada por la de Izuku.
La ira que había acumulado durante años, esa ira que había crecido en silencio, ahora se proyectaba en Midoriya, aunque en lo más profundo de su ser no estaba seguro del por qué.
"Todo es por él, ¿no es así? Él... siempre ha estado ahí, siempre ha sido... mejor, más fuerte, más..." Las palabras en su mente eran incoherentes, atropellándose unas con otras. No había lógica, solo emociones que se arremolinaban sin control.
Era como un puente de cuerda que se tensaba bajo el peso de los años.
Cada resentimiento, cada duda, cada herida no cicatrizada tiraba de las cuerdas. Y ahora, con el fuego liberándose, el puente finalmente se rompía, dejándolo caer en un abismo sin fondo.
Un niño perdido en la oscuridad, rodeado de monstruos que él mismo había creado. Pero uno de esos monstruos tenía nombre, tenía rostro: Izuku Midoriya.
"Él lo arruinó todo." Era la única certeza que le quedaba. "Él tiene la culpa... de todo esto." La figura de Izuku se convertía en el centro de su ira, el catalizador de todas sus frustraciones. Y a medida que las llamas aumentaban, esa ira se hacía más grande, más fuerte. Shoto ya no sabía a quién estaba atacando, o por qué lo hacía. Solo sabía que no podía parar, no hasta que esa furia encontrara una salida.
Shoto miró su mano izquierda, observando cómo las llamas continuaban brotando sin cesar, como si su cuerpo fuera una fuente interminable de poder. El calor lo envolvía por completo, pero no lo sentía, solo veía el fuego danzar en su piel, reflejando el caos de su mente. Cada chispa, cada centella, era, furia que había estado guardando durante tanto tiempo.
Mientras admiraba las llamas, un recuerdo surgió en su mente, uno que había intentado enterrar. Las palabras de Izuku resonaron en su cabeza como un eco imposible de silenciar.
"Es imposible que me alcances."
Sus labios se movieron antes de que siquiera pudiera pensar en detenerse.
—Es imposible que me alcances... — repitió en un susurro, y entonces, algo se rompió dentro de él. Su mirada se endureció, y una sonrisa oscura se dibujó en su rostro, algo que nunca habría permitido en otro momento.
Pero ahora... ahora todo era diferente.
—Toda la culpa es tuya, Izuku... — murmuró, su voz llena de una certeza fría—. Todo esto... es por tu culpa.
Y en ese instante, lo aceptó. No había vuelta atrás.
Ya no importaba si sus pensamientos eran racionales o no. Izuku Midoriya, Laughing Boy, era la raíz de todo, el origen de su tormento. "Pero ya te alcancé..." pensó, la sonrisa ensanchándose mientras sus ojos reflejaban las llamas a su alrededor.
Dejó que todo el poder acumulado dentro de él explotara.
Las llamas se extendieron en una inmensa ola de fuego que arrasó con todo en la gran cámara, como si su furia estuviera materializándose en cada centímetro de ese infierno desatado.
Y con un grito que resonó en cada rincón del lugar, liberó todo lo que tenía dentro.
—¡LAUGHING BOY!
Momo retrocedía tambaleante, su piel ya no sentía el frío anterior, sino el calor sofocante que comenzaba a rodearla. El ardor del fuego de Shoto era insoportable, y su respiración se volvía más difícil con cada segundo que pasaba. Al ver la ola de fuego arremolinándose y acercándose rápidamente, supo que no le quedaba mucho tiempo. Sus manos se movieron instintivamente, intentando crear algo, cualquier cosa que pudiera protegerla.
"¡No es suficiente!" pensó con desesperación mientras intentaba formar una barrera, pero su quirk no respondía como debía. El calor secaba el aire a su alrededor, y sus ideas se desmoronaban antes de que pudieran tomar forma. El fuego se acercaba demasiado rápido.
*FWOOOOOM!*
El rugido de las llamas llenó el aire, aplastando cualquier sonido que Momo pudiera emitir.
*CRACK-CRACK!*
Las lámparas blancas sobre su cabeza estallaron una tras otra, quebrándose bajo la presión del fuego, sumiendo el lugar en una penumbra que solo dejaba ver los contornos rojos de las llamas danzando.
*BAM! BAM! BAM!*
El sonido de explosiones resonó desde algún lugar cercano. Antes de que pudiera procesar lo que ocurría, Momo sintió una fuerte presión en su brazo, seguida de un tirón violento que la alzó en el aire.
*¡BOOM!*
Otra explosión ensordecedora resonó justo detrás de ella.
"¡Bakugou!" pensó, sin apenas tiempo para reaccionar.
Con un rugido de su quirk, Bakugou la elevó hacia el techo junto a él, ambos escapando apenas de la embestida de fuego que se extendía implacablemente por todo el lugar.
*BOOM! FWOOOSH!*
Las explosiones se mezclaban con el sonido del fuego, mientras Bakugou mantenía su impulso, llevándolos fuera del alcance de la devastación.
El suelo bajo ellos se sumió en una oscuridad sofocante, solo iluminada por el carmesí abrasador de las llamas que aún se propagaban, quemando las lámparas que una vez parpadearon desesperadamente, hasta que finalmente se apagaron por completo.
Apenas aterrizaron en una plataforma elevada, ambos jadeaban por el esfuerzo y el calor insoportable que los rodeaba. El sudor resbalaba por sus frentes, y el ambiente estaba sofocante, cada respiro quemaba.
—Tenemos que salir de aquí —gruñó Bakugou, su voz tensa por la frustración y el calor—. Nos estamos sofocando. El fuego ya tapó la salida por donde vine.
Momo intentó recuperar el aliento mientras miraba a su alrededor, pensando en la situación.
—¿Y qué... qué vas a hacer? —preguntó entrecortada, con la garganta seca por el calor.
—Voy a romper un muro —respondió él de inmediato, como si fuera lo más obvio del mundo.
Momo abrió los ojos sorprendida, sacudiendo la cabeza.
—¡Espera! Si rompes un muro... nos van a reprender por destrozar la estructura. Esto sigue siendo un entrenami—
—¡No seas tonta! —Bakugou la interrumpió, fulminándola con la mirada—. A este punto, ya no importa el entrenamiento.
Por un segundo, todo se quedó en silencio. El rugido de las llamas continuaba resonando en la distancia, pero entre ellos solo había un vacío sofocante. Bakugou bajó la mirada, algo más calmado, pero su tono era serio, casi sombrío.
—Deberías preocuparte más... por Deku. —Las palabras salieron despacio, como si cada una pesara más que la anterior.
Momo, sin palabras, sintió un escalofrío recorrer su espalda a pesar del calor abrasador.
Ambos miraron hacia abajo desde su posición elevada, pero lo único que veían era un mar de llamas consumiendo todo a su paso. El fuego danzaba vorazmente, engullendo las estructuras que antes parecían invulnerables. El aire caliente ondulaba frente a sus ojos, deformando su visión y llenando el ambiente de humo sofocante.
Bakugou entrecerró los ojos, su mandíbula tensa, aunque no dijo nada. En lo profundo de su mente, las preguntas lo carcomían: "¿Dónde demonios estás, Deku? ¿Sigues ahí abajo, atrapado entre todo esto?" Bakugou formo un par de puños.
A su lado, Momo apretó los labios, el corazón le latía con fuerza, no por el calor, sino por la angustia creciente que la asfixiaba. "Midoriya-san... ¿dónde estás? ¿Estás bien?" pensó.
En el fulgor de aquel fuego, entre sus velos y olas, una figura se cernía entre ellas, mirando al frente con aquellos ojos esmeralda brillantes.
Midoriya Izuku seguía allá abajo.
INTRODUCIR: DESCENT- BERLINIST
En el pequeño departamento, la tarde se deslizó tranquila. Izuku sostenía su taza de té caliente con una mano, sus dedos entrelazados con el asa mientras observaban el líquido oscuro en su interior. Al otro lado de la sala, el sonido de los botones del control se escuchaba intermitente, con Rumi tumbada en el sofá, absorta en su videojuego, su típica sonrisa confiada adornando su rostro.
Izuku dejó que su mente vagara mientras sorbía un poco de té, sus pensamientos flotando hacia algo que había ocupado su mente desde aquel día en Tokio. "Látigo Negro... ¿será tan difícil de controlar?" Se preguntó en silencio. Una pregunta casi ingenua, como las que solía hacerse cada vez que adquiría un nuevo poder. Pero esta vez, algo le hacía sentir que no era tan sencillo.
"Banjo lo manejaba sin problemas, ¿verdad? Se movía con tanta naturalidad..." pensaba mientras giraba la taza ligeramente. "Quizás solo es cuestión de tiempo. Un par de semanas de entrenamiento y lo habré dominado como lo hice con el resto." La confianza de esos primeros pensamientos se iba desvaneciendo poco a poco, como el vapor de su té.
Sus dedos tamborilearon en la mesa, y su mirada se quedó fija en la madera mientras su mente comenzaba a ahondar más profundo.
"Aunque..." El recuerdo de Tokio, de ese momento en el edificio derrumbándose sobre él, empezó a cobrar vida en su cabeza. El poder había surgido en el peor de los momentos, incontrolable, voraz. "No fue como esperaba... apareció cuando más lo necesitaba, pero no pude controlarlo realmente." La duda se instalaba lentamente en su pecho.
"Sigo sin entenderlo del todo. ¿Realmente puedo usarlo otra vez?" Izuku cerró los ojos por un segundo, sintiendo el peso de esa incertidumbre. "¿Qué pasa si...?" se detuvo a pensar más concretamente. En realidad no estaba seguro si podría volver a usarlo. Sintió... o mas bien sigue considerando que ese «Despertar» fue más forzoso que nada.
Aun puede recordar el rostro del segundo, molesto.
El silencio del departamento era interrumpido por una risa ligera de Rumi, sumergida en su propio mundo. Pero Izuku estaba cada vez más atrapado en el suyo. Las preguntas que al principio parecían casuales se volvían más serias, más pesadas.
"¿Podré realmente controlar este poder?" se cuestionó.
Izuku dejó escapar un largo suspiro mientras su mente seguía envuelta en pensamientos sobre el Látigo Negro.
Sabía que cada nuevo poder traía consigo retos, pero este parecía más caótico, menos predecible. "El peligro no está solo en los villanos... también está dentro de mí", reflexionaba. "¿Y si no puedo contenerlo? ¿Y si, en medio de una pelea, vuelve a activarse sin que lo controle?"
Frunció el ceño, recordando cómo ese poder había surgido en medio del derrumbe. Las columnas cediendo, el polvo llenando el aire, y entonces... Látigo Negro. "Sentí que me controlaba más él a mí que al revés." Izuku giró la taza en sus manos, sus dedos acariciando la cerámica tibia, buscando respuestas en el patrón de la madera de la mesa. "Tengo que entrenar más. Dominarlo... Pero, ¿cuánto tiempo me tomará? Ni si quiera he intentado usarlo otra vez ¿Y si no puedo hacerlo?"
Un murmullo al otro lado de la sala le interrumpió, apenas un sonido, pero lo suficiente para desviar su atención. La risa de Rumi lo sacó de su ensimismamiento, ligera al principio, pero cada vez más fuerte. Era contagiosa, y a pesar de sus preocupaciones, Izuku no pudo evitar sonreír levemente al escucharla.
"¿Qué tan gracioso puede ser ese videojuego?" pensó, y luego, incapaz de contener su curiosidad, levantó la vista.
—¿Es tan gracioso tu juego, Rumi? —preguntó, tratando de sonar casual mientras se recargaba en el respaldo de la silla.
Rumi dejó de reír un segundo, pero luego soltó una nueva carcajada, rodando sobre su espalda en el sofá, el control de su videojuego a punto de caer de sus manos.
—¡Oh, Izuku, no tienes idea! —logró decir entre risas, su mirada divertida dirigida hacia él—. Estos NPCs son tan tontos a veces... Estoy aquí, intentando completar una misión súper seria, y de repente... ¡uno de ellos se lanza al río como si fuera la mejor idea del mundo! ¡Ni siquiera estaba luchando con nadie!
Izuku no pudo evitar reírse también, contagiado por la risa sincera de Rumi. Aunque todavía tenía los pensamientos de Látigo Negro en el fondo de su mente, escuchar a Rumi disfrutar tanto de algo tan trivial como un videojuego le daba un respiro necesario.
—¿Se lanzó al río sin razón? —preguntó, alzando una ceja, claramente intrigado—. ¿Y qué pasó después?
Rumi se incorporó un poco, aun sonriendo, y tomó el control con ambas manos como si estuviera narrando una de las batallas más épicas.
—Bueno, después de que el NPC decidió que era buen momento para nadar, los otros simplemente... ¡lo siguieron! —empezó a reír otra vez, sacudiendo la cabeza—. Estaba a punto de morir en el juego, pero verlos hacer eso me salvó. ¡Creo que los enemigos también estaban confundidos!
Izuku río, dejando a un lado por un momento sus preocupaciones.
—¿Así que tus enemigos también se confundieron? —preguntó con incredulidad, disfrutando la forma en que Rumi narraba la historia.
—¡Exacto! —Rumi levantó las manos, simulando la confusión de los personajes—. Estaban como... "¿Eh? ¿A dónde van todos?" ¡Y mientras tanto yo ya estaba lejos, completando la misión! ¡Fue perfecto!
La risa de Rumi llenaba el pequeño departamento, y por un momento, Izuku se permitió olvidar las dudas que lo habían estado acosando. Había algo reconfortante en esa normalidad, en la forma en que Rumi podía encontrar humor en lo más inesperado. Y aunque ella no lo sabía, estaba ayudando a Izuku más de lo que creía.
—Parece que estás muy enganchada con ese juego —comentó Izuku, sonriendo.
—Bueno, sí, ¡lo estoy! —respondió ella, encogiéndose de hombros con una sonrisa pícara—. Es una buena forma de distraerse de todo el caos del mundo real. A veces necesito un descanso de ser la heroína número cinco, ¿sabes?
Izuku asintió con algo de inseguridad. La presión de ser un héroe siempre estaba ahí, incluso en los momentos más tranquilos. Rumi, sin embargo, parecía haber encontrado una manera de balancear su vida. Aunque desde la perspectiva de Izuku la palabra «Balancear» en Rumi no estaba bien definida.
Izuku terminó su té, bajando la taza a la mesa con un suave golpeteo.
—Tienes razón... Quizás debería jugar un poco también —dijo con una sonrisa ligera, pero algo más en sus pensamientos comenzaba a burbujear.
Rumi le guiñó un ojo y, sin dudar, alzó el control con confianza.
—¡Cuando quieras! Aunque no creo que seas tan bueno como yo. Soy imparable.
Izuku soltó una breve risa, pero sus pensamientos vagaban en otra dirección. "Imparable... Claro, porque has estado en esa misma posición en el sofá desde que regresamos de Tokio", pensó con una pizca de sarcasmo, pero sin mala intención. No podía evitar notar cómo Rumi había cambiado desde el incidente. Claro, seguía siendo su enérgica y segura de sí misma, pero algo en su actitud era diferente.
Tal vez llamarlo «descanso» era subestimarlo. Desde que regresaron, ella no había salido mucho del departamento. No para entrenar, no para luchar, solo para jugar videojuegos y descansar. Y aunque sabía que Rumi se había ganado cada segundo de ese respiro, a Izuku le parecía más que un simple descanso.
—¿Qué? —preguntó Rumi, notando el silencio de Izuku mientras se acomodaba en el sofá—. Estás pensando algo raro, ¿verdad?
Izuku la miró y sonrió suavemente, sacudiendo la cabeza.
—Nada raro, solo que... Me sorprende lo "necesario" que es este descanso para ti —respondió con un tono apenas sarcástico, algo no muy común en él, pero que surgía espontáneamente.
Rumi soltó una carcajada.
—¡Hey, hey! ¿Qué quieres decir con eso, mocoso? —dijo, girando un poco en el sofá para mirarlo de frente—. ¿Estás insinuando que me estoy tomando demasiado tiempo?
Izuku levantó las manos en señal de rendición, aunque sus pensamientos aún giraban en torno a la situación.
—No, no, nada de eso. Solo... bueno, desde que volvimos de Tokio no has salido del departamento —admitió, entre risas nerviosas.
Rumi alzó una ceja, pero no parecía molesta. Solo encogió los hombros.
—A veces, el mejor entrenamiento es no entrenar, Izuku. Aunque sé que tú no entiendes ese concepto. —Lo miró directamente con una sonrisa burlona, y luego añadió—. Pero sí, tal vez sea más que un simple "descanso".
Izuku se quedó callado por un segundo, evaluando sus propias palabras antes de soltar un suspiro y cambiar ligeramente de tema. Quería hablar sobre algo que llevaba rondándole la cabeza, algo que no podía sacarse de encima.
Sus pensamientos volvían al One For All, al Látigo Negro y a todo lo que conllevaba tener ese poder.
—Sabes, he estado pensando en lo que pasó en Tokio, sobre... el One For All —comenzó a decir, su tono más serio ahora, buscando las palabras adecuadas—. Es... algo grande, ¿no? Toda esa responsabilidad.
Rumi lo miró por un segundo, dejando el control de lado. Su expresión se relajó, pero no parecía demasiado impresionada por lo que decía.
—Sí, lo es... supongo —dijo con una indiferencia casual que lo descolocó un poco.
Izuku frunció ligeramente el ceño, sintiéndose algo ofendido por su respuesta tan desinteresada. Se había estado matando la cabeza sobre el One For All, la carga que representaba y cómo afectaba todo en su vida, y escuchar a Rumi responder de esa manera lo hizo sentir como si estuviera siendo incomprendido.
—¿"Supongo"? —repitió, claramente molesto—. Pensé que entenderías lo que significa...
Rumi, al notar la incomodidad en su rostro, se río suavemente y agitó la mano en su dirección, como si quisiera quitarle importancia a lo que acababa de decir.
—Vamos, no pongas esa cara, Izuku. —Su sonrisa se ensanchó un poco, y luego añadió con un tono burlón—. Después de que me ocultaste lo del One For All durante tanto tiempo, no tienes derecho a sentirte ofendido si no me interesa mucho.
Izuku se quedó sin palabras por un momento. Sus hombros se relajaron, y no pudo evitar sonreír un poco a su pesar. Claro, ella tenía razón. La había mantenido al margen de todo ese asunto durante bastante tiempo, protegiendo el secreto como si su vida dependiera de ello. Rumi, por supuesto, no era del tipo que se tomaba bien los secretos, y él lo sabía.
—Tienes razón... otra vez —admitió, su voz más tranquila ahora.
Rumi lo miró con una sonrisa que era a la vez juguetona y comprensiva.
—Sabes que te apoyo en todo, Izuku, pero el One For All... —Rumi se encogió de hombros—. No es algo que me quite el sueño. No soy yo quien lo lleva, ¿verdad?
Izuku asintió, todavía procesando lo que ella había dicho. Tenía razón, como siempre.
Un silencio corto llenó la sala.
Rumi dejó escapar un suspiro, rompiendo la quietud de manera casi imperceptible. Izuku, que aún sostenía su taza vacía, escuchó los pasos de ella sobre el suelo de madera, suaves pero decididos.
Luego, el sonido característico del control de videojuegos siendo depositado en la mesa junto al sofá captó su atención. Levantó la mirada hacia esa dirección y se encontró con Rumi de pie, observándolo. Sus pensamientos vagaron un poco más de la cuenta al ver cómo ella había cambiado ligeramente desde Tokio.
No podía evitar notarlo. "¿Subió de peso?" pensó Izuku, sorprendido. Los pequeños rodillos de grasa en su abdomen, aunque apenas perceptibles, resaltaban más de lo que recordaba,
lo que le pintó una expresión extraña en la cara, una mezcla de curiosidad y algo de confusión.
Rumi frunció el ceño y gruñó con esa mezcla de mal humor y diversión que la caracterizaba.
—¿Qué demonios estás mirando, mocoso? —preguntó, medio en broma, aunque con ese tono gruñón que la hacía parecer siempre lista para saltar.
Izuku rápidamente desvió la mirada y se disculpó, apretando los labios con algo de nerviosismo.
—¡Lo siento! No, yo... —se apresuró a decir, su tono vacilante—. No es nada, solo estaba... pensando.
Rumi lo miró con una sonrisa que denotaba más malicia que molestia, pero no dijo nada más. Caminó hasta la mesa, arrastrando una silla con una sola mano. El sonido de las patas de la silla raspando el suelo resonó en la sala, mientras Rumi se sentaba frente a él, cruzando los brazos y fijando su mirada en Izuku.
—Mira, sé que tuviste tus razones para no contarme sobre el One For All... —comenzó, su tono menos ligero y mucho más serio ahora—. Pero, Izuku, sinceramente, creo que no fue lo correcto. Siento que me dejaste al margen cuando debí haber estado ahí, ayudándote.
Izuku bajó la mirada, sintiendo un nudo formarse en su estómago. Sabía que ella tenía razón. Siempre lo había sabido, pero en ese momento era más difícil enfrentarlo, más aún cuando era Rumi quien lo decía.
—Lo sé... —murmuró, la vergüenza claramente marcada en su voz—. Tienes razón, Rumi. Sé que debí haberte dicho antes... pero...
Rumi levantó una ceja, esperando la continuación. Izuku tragó saliva y tomó aire antes de hablar.
—Sentía que... no era el momento adecuado —admitió finalmente, levantando su mirada para encontrarse con la de ella. Su voz era baja, casi como si quisiera que esas palabras no existieran en absoluto—. Había tantas cosas ocurriendo, y pensé que te estaba protegiendo al no decirte. O tal vez me estaba protegiendo a mí mismo.
Rumi lo observó en silencio, su expresión endurecida por un instante. Pero entonces, algo en ella cambió. Bajó los brazos, relajando los hombros y suspiró.
—Mira, mocoso —dijo, esta vez con un tono más suave—. No puedo decirte cómo manejar todo esto, pero... —se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa—. No tienes que cargar con todo tú solo. Y si crees que no es el momento, está bien, pero no subestimes a la gente que te rodea.
Izuku asintió lentamente, procesando sus palabras. Sabía que había cometido un error al ocultárselo tanto tiempo, pero también sabía que no era fácil para él compartir ese tipo de cosas.
Estaba acostumbrado a enfrentarse solo a las dificultades.
—Prometo que no volveré a hacer eso —dijo, con la firmeza que nacía de la sinceridad.
Rumi le dio un pequeño golpe en el hombro, no demasiado fuerte, pero lo suficiente como para hacerle saber que lo aceptaba.
—Mira, Izuku, a este punto... ya no hay por qué guardarnos secretos, ¿no crees? —dijo, de manera casual, como si estuviera comentando cualquier otra cosa trivial—. Digo, después de todo, somos familia.
Aquellas palabras golpearon a Izuku de manera inesperada. "Familia", pensó, un término que había resonado tanto en su mente últimamente. Al principio, no dijo nada. Rumi lo había dicho con tal naturalidad que, por un segundo, parecía no haberse dado cuenta del peso de lo que acababa de decir.
Izuku, sorprendido, sintió cómo el calor subía a su rostro, sus mejillas se encendían de un leve sonrojo. Apartó la mirada, tratando de disimular su incomodidad.
—¿F-Familia? —murmuró, torpemente—. No lo... no lo había pensado de esa manera...
Rumi, al notar lo que acababa de decir, también se sonrojó, cosa rara en ella, que normalmente nunca se dejaba intimidar por nada.
—¡Tsk! No le pongas tanta importancia —gruñó, apartando la mirada con una ligera risa nerviosa—. Sabes lo que quise decir... no es para tanto.
Izuku, todavía algo avergonzado, intentó recomponerse.
—S-Sí, claro... no para tanto —dijo, con una sonrisa vacilante, aunque la idea de Rumi refiriéndose a ellos como familia seguía revoloteando en su mente.
Ambos se quedaron en silencio por unos segundos, tratando de disipar la incomodidad. Rumi soltó un suspiro profundo, y, poco a poco, su postura cambió. El aire relajado que había tenido desapareció, y en su lugar volvió la Rumi feroz, la que Izuku recordaba perfectamente de hace tiempo.
Se inclinó un poco hacia adelante, apoyando los brazos en la mesa, su expresión más seria y directa.
—A ver, Izuku, dime —dijo, cortando el aire con su voz firme—. ¿Qué es lo que te está preocupando tanto? Porque algo te tiene la cabeza revuelta, y no puedes ocultármelo.
Izuku parpadeó, sorprendido por el cambio repentino en el tono de la conversación. Quería responder de inmediato, pero las palabras se atoraban en su garganta. "¿Cómo empezar?" pensó. Lo que menos quería era preocupar a Rumi más de la cuenta, pero sabía que ella tenía razón: ya no había lugar para secretos entre ellos.
Soltó un suspiro profundo y finalmente habló.
—Es el... Látigo Negro —dijo, mirando a Rumi a los ojos.
El nombre del Quirk resonó en el aire entre ambos, cargado de la seriedad que Izuku había estado sintiendo desde el día que despertó esa nueva habilidad.
[...]
Bakugou lanzó una potente explosión contra el muro, destruyéndolo en un instante. Los escombros volaron por la sala, despejando el camino hacia la siguiente área del laberinto. Sin perder tiempo, se dio la vuelta para mirar a Momo, quien seguía al borde de la plataforma, inmóvil.
—¡Ya está! ¡Vámonos! —le gritó, impaciente, pero ella no se movía.
Momo permanecía en silencio, con la mirada fija hacia el fuego que aún ardía debajo de ellos, el calor subiendo como una amenaza imparable. Su respiración era errática, casi sofocada, como si el aire mismo le fuera escaso. Apenas audible, su voz rompió el silencio.
—... Midoriya-san...
Bakugou se tensó. De inmediato, giró la cabeza hacia abajo, siguiendo la dirección de su mirada. El mar de llamas aún consumía todo a su paso, y la visión del infierno ardiente parecía interminable. Sin embargo, entre las brasas y las cortinas de fuego que se alzaban como gigantes rojos, algo cambió. Algo rompió la monotonía carmesí.
Una luz verde.
Brillante, incandescente, más allá del fuego. Emergiendo desde lo más profundo del caos.
—...Deku... —susurró Bakugou, sorprendido, sin poder evitar que el nombre de su antiguo rival escapara de sus labios.
La luz verde crecía, parpadeando y pulsando como si luchara por abrirse paso entre las brasas, irradiando una fuerza familiar.
Todoroki dio un paso al frente, su voz llena de una mezcla de ira y amargura que nunca había mostrado antes. El fuego a su alrededor se agitaba violentamente, rodeándolo como una prisión de llamas, expandiéndose, envolviendo todo a su paso.
—¡Resistirse es inútil! No importa lo que hagas. Estas llamas... te van a consumir. Porque para eso sirven —su mirada se endureció mientras observaba el caos ardiente a su alrededor—, para quemarlo todo, para no dejar nada.
Las llamas crepitaron, rugiendo con furia mientras Todoroki alzaba su mano, observando el fuego que brotaba sin control de su lado izquierdo. El calor era insoportable, sofocante. Pero, para él, ahora solo quedaba un propósito: la destrucción.
—No queda nada, ¡Laughing Boy!. Eso es lo que hacen... lo que siempre han hecho. Quemar y arrasar.
La vida de Izuku Midoriya no había sido diferente a las llamas que ahora lo rodeaban. Desde que cumplió cuatro años, el mundo le había mostrado lo cruel que podía ser. Fue entonces cuando, en medio de las muertes y las miradas de desprecio de los adultos, le dieron ese nombre: Laughing Boy.
Un apodo que lo marcaría para siempre.
La tragedia de su vida comenzó con esa risa vacía, una risa que escondía el dolor, una risa que nunca debió ser motivo de burla.
Lo apartaron, lo señalaron, lo condenaron. Por más de una década, el mundo lo torturó, lo hundió en el desprecio y en el odio. Fue un niño sin esperanza, sin futuro, sin el derecho a soñar. ¿Por qué él? ¿Por qué no podía ser normal?
En las fauces de la oscuridad, donde todo parecía perdido, algo inesperado ocurrió.
Una llama se encendió. No era una llama como las que Todoroki ahora lanzaba para destruir. Era pequeña, pero brillante. Era la esperanza. Y de esa llama, se extendió una mano.
All Might.
Aquel hombre, el símbolo de la paz, le ofreció una oportunidad que jamás había esperado. Una promesa de que, a pesar de todo el dolor, aún podía convertirse en alguien importante. En alguien que salvaría a los demás. La oscuridad que lo había rodeado durante años no podía apagarse de un día para otro, pero All Might encendió esa chispa que lo cambió todo.
Esa mano, esa luz, fue lo que lo sacó de la desesperación. Fue lo que le permitió seguir adelante, a pesar del odio, a pesar del miedo.
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[Sostén tu corazón.]
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Izuku alzó la vista entre las llamas que lo rodeaban. La luz verde de su energía brillaba intensamente, contrastando con el rojo carmesí del fuego que amenazaba con consumirlo todo. Su respiración era pesada, pero no por el calor; era por la intensidad de las emociones que sentía al observar a Todoroki.
—Todoroki... —murmuró, su voz firme a pesar de la destrucción a su alrededor—. Lo que estás sintiendo ahora... es desesperación.
Izuku se dio cuenta de la intensidad en los ojos de Todoroki, una furia que cegaba su juicio. El fuego era la manifestación de esa frustración, de esa desesperanza que lo empujaba a querer destruirlo todo.
Y lo entendía, más de lo que quería admitir.
—Todo lo que puedes ver es lo que tienes justo delante de ti. Esa ira, ese dolor... te están cegando —continuó Izuku, su voz llena de una calma inesperada ante el caos—. Pero tienes que mirar más allá. No solo hacia este momento, sino hacia el horizonte, hacia lo que podría ser una nueva era.
Las llamas crujieron a su alrededor, pero Izuku no retrocedió. En su mente, las memorias de su propia lucha comenzaron a mezclarse con la imagen de Shoto. Recordó lo que había sentido durante su batalla con Hanna, cuando ella había perdido toda esperanza, cuando todo lo que deseaba era destruir para borrar su propio sufrimiento.
—Sé lo que es querer borrar el dolor —dijo Izuku, su mirada ahora más intensa—. Querer acabar con todo para dejar de sentir. Pero no es ese el camino. No puedes destruir lo que te duele sin destruirte a ti mismo.
Mientras hablaba, una imagen se formó en su mente, una similitud que no había notado antes. Shoto y Hanna... ambos estaban hartos del mundo. Ambos querían acabar con todo lo que los atormentaba, quemarlo todo hasta que no quedara nada. Y entonces, la realización golpeó a Izuku con fuerza.
"Todoroki es igual a mí", pensó. Él había estado en el mismo lugar, consumido por la misma desesperación, pero All Might le había mostrado un camino distinto. Un camino en el que no tenía que destruir para ser libre, en el que podía construir algo nuevo.
Izuku dio un paso adelante, enfrentando las llamas con determinación.
—No eres diferente a mí, Todoroki. Yo también quise destruir lo que me hacía daño... pero aprendí que no era la solución.
Las palabras de Izuku se desvanecieron en el aire, ahogadas por el calor que lo rodeaba. El fuego, antes una amenaza lejana, ahora lo envolvía por completo, robándole el aliento. Apenas podía respirar; el humo se arremolinaba a su alrededor, sus pulmones ardían y su garganta se cerraba. Todo lo que le quedaba eran sus pensamientos.
"Todoroki... No puedes hacer esto...", pensaba mientras intentaba recuperar el control. Pero no podía pronunciarlo. Las llamas estaban demasiado cerca, tan abrasadoras que era imposible luchar contra ellas con palabras.
Todoroki lo observaba desde el otro lado, sus ojos fieros y desesperados. Parecía a punto de explotar.
—¡¿Alguna vez has pensado en lo que has hecho?! —gritó Shoto, su voz quebrándose bajo el peso de sus emociones—. ¡Tu sola existencia ha alterado las vidas de todos los que te rodean, incluso de las personas que no te conocen!
Izuku levantó la vista hacia él, incapaz de responder. Las palabras de Todoroki eran como golpes directos a su corazón, un torrente de dolor y recriminaciones que lo dejaban sin aire.
—Familias destrozadas... vidas que se han terminado por tu culpa. Laughing Boy... —escupió el nombre con veneno—. ¡Eres un símbolo de terror!
El fuego en los ojos de Todoroki no era solo físico; era un fuego que venía del dolor, del resentimiento acumulado por años. Y Izuku lo sintió. Sintió la culpa de la que Shoto hablaba, aunque no entendía completamente la magnitud de lo que había hecho.
—¡Mi hermano...! —Shoto continuó, y entonces, de golpe, la furia en su voz se transformó en algo mucho más profundo.
En tristeza.
En desesperación.
Izuku se obligó a enfocar su vista en Todoroki, viendo cómo los hombros del chico temblaban, cómo su ira se mezclaba con una angustia que lo sobrepasaba.
—¡Por tu culpa... por tu maldita culpa...! —gritó Shoto, su voz resonando con una ferocidad que desgarraba el alma—. Mi hermano fue llamado un fracaso. Touya... ¡Touya murió por tu culpa!
El corazón de Izuku dio un vuelco.
Touya... Las palabras de Shoto atravesaron su mente como un rayo, golpeándolo con una revelación que no esperaba. La voz de Todoroki se rompía a medida que hablaba, y cada palabra era como un cuchillo para ambos.
—Mi familia se destruyó... porque mi hermano fue considerado un fracaso... ¡porque no pudo superar lo que se esperaba de él! —Las lágrimas comenzaban a acumularse en los ojos de Shoto, pero él las ignoraba, impulsado solo por el peso de su dolor—. ¡Y todo porque tu existencia cambió el mundo, porque alteraste el destino de todos!
Izuku no podía responder. Apenas podía pensar. Todo lo que podía hacer era sentir el peso de esas palabras aplastándolo. Shoto estaba de pie frente a él, devastado, consumido por el odio y la tristeza.
—¡Nunca te lo perdonaré! —gritó Todoroki, su voz quebrándose completamente, llena de rabia y de una tristeza que parecía insuperable—. ¡Nunca te perdonaré por lo que le hiciste a mi hermano!
"¡¿Por qué no te largas?!"
"¡Lárgate de una buena vez!"
"¡Eres una basura, una vergüenza para estar con chicos tan honestos!"
"¡Asesino! ¡Tus manos están manchadas como aquel día!"
"¿Qué tal si aceptas la realidad razonablemente de una vez? Que un asesino como tu continue al lado de inocentes... ¡¿No crees que ya los estas manchando?! Después de todo si es difícil para nosotros el verte por unos momentos, no me puedo imaginar lo duro que será que esos chicos tengan que ver el rostro tuyo día tras día."
"¡Mira a tu alrededor! ¡Las personas comenzaron a huir por temor a terminar como los pobres niños de hace diez años! ¡¿Acaso lo recuerdas o solo lo ignoras?! ¡Desgraciado!"
"¡Es exactamente como dice el hombre!"
"¡Retírate bastardo!
"¡¡¡Por eso tu madre se decidió suicidar!!!"
"¡Midoriya Inko pario a un monstruo asesino y fue tan duro para ella que decidió matarse ella misma! ¡¿No es así...?!"
"¡¡¡¿No te basto matar a mis amigos y también obligaste a que tu madre se matara?!!!"
"¡¡Te odio!! ¡¡TE ODIO!!"
"¡Estamos cansados de ti, incluso haces que mi madre sufra horas extras por tener que cuidar a tu moribundo padre! ¡Mi madre es débil y aun así se esfuerza mucho por mantener su empleo! Aun así... si tu... ¡Si tu no existieras ella no tendría que cuidar a ese padre tuyo que tanto dolor le causaste!"
*BADUMP*
—————[Sostén tu corazón.]—————
Todoroki Shoto no era como él.
*BADUMP*
—————[Sostén tu corazón.]—————
Izuku lo entendió.
*BADUMP*
—————[Sostén tu corazón.]—————
Shoto era una víctima.
*BADUMP*
—————[Sostén tu corazón.]—————
Su víctima.
*BADUMP*
—————[Sostén tu corazón.]—————
"Mi victima..." Izuku sostuvo su pecho.
INTRODUCIR: WE'LL PUT A STOP TO THEM FOR SURE-
*BADUMP*
El corazón de Izuku se hundió al escuchar esas palabras. Durante todo este tiempo, había conocido personas que habían sufrido por su culpa, víctimas de los incontables desastres que siguieron al incidente de Laughing Boy. Pero siempre eran extraños, personas cuyo dolor no entendía de cerca, sombras distantes que, aunque pesaban en su conciencia, no lo tocaban de la misma forma. Sin embargo, ahora... Todoroki. Shoto.
Y ahora, se enteraba de que la familia de Shoto, la vida de su hermano, habían sido destrozadas por su sola existencia.
"Todo por mi culpa..." pensó, mientras las palabras de Shoto seguían resonando en su cabeza como martillazos.
"¡Nunca te lo perdonaré!"
Las palabras eran afiladas como dagas, y cada una de ellas perforaba el alma de Izuku con una claridad abrumadora. "Touya murió... por mí... por lo que soy, por lo que represento."
Shoto seguía gritando, su voz cargada de odio y desesperación, una mezcla de ira y tristeza que no parecía agotarse. Cada grito desgarraba a Izuku un poco más, cada acusación lo hundía más en ese abismo de culpa y dolor.
El corazón de Izuku latía con fuerza, un ritmo irregular y salvaje. "¿Cómo pude ser tan ciego? Kacchan... y ahora Shoto..." Izuku sintió cómo su corazón se desgarraba. Esta vez no había extraños que lo culpaban desde la distancia.
Era alguien cercano.
Su pecho se apretó aún más, el dolor físico mezclándose con el dolor emocional que lo consumía. Shoto seguía gritando, lanzando una acusación tras otra, como si no pudiera detenerse, como si toda esa furia contenida estuviera saliendo al fin.
Izuku sentía que su corazón iba a explotar. La presión era abrumadora, la culpa insuperable. Pero en medio de todo ese caos, de toda esa desesperación, una chispa se encendió. Una pequeña luz, una voz lejana en su mente.
"Sostén tu corazón"
Recordó de repente.
Las palabras de Rumi, pronunciadas en una noche tranquila mientras ambos hablaban en la mesa de su departamento, resonaron en su cabeza.
En ese momento, cuando había sentido que perdía el control de sus pensamientos, de su poder, Rumi le había dado ese consejo simple pero poderoso.
"Cuando todo se derrumbe a tu alrededor, cuando sientas que el mundo está a punto de consumirte... sostén tu corazón."
Izuku sintió un pulso en su pecho, un latido que lo devolvió al presente.
"Sostén tu corazón."
Cerró los ojos por un segundo, tratando de encontrar esa fuerza que Rumi le había dicho que siempre estaba dentro de él, sin importar lo perdido que se sintiera.
"Sostén tu corazón."
Su respiración, entrecortada, comenzó a estabilizarse. Aún podía sentir el calor de las llamas a su alrededor, el eco de las palabras de Shoto que seguían perforándolo como cuchillos. Pero algo dentro de él estaba cambiando. Las palabras de Rumi seguían repitiéndose en su mente.
"Sostén tu corazón."
Y entonces, lo sintió.
El latido de su corazón, firme y decidido, comenzó a resonar en su pecho, ganando fuerza poco a poco. La confusión y la culpa no desaparecieron, pero algo nuevo comenzó a surgir dentro de él. Una resolución. La claridad que había perdido volvió a encenderse.
Izuku levantó el rostro lentamente, susurrando una disculpa en voz baja.
—Lo siento —dijo, aunque apenas podía oírse.
Shoto no se detuvo, su ira seguía llenando el espacio entre ambos. Pero Izuku ya sabía lo que tenía que hacer. Sabía que las palabras no iban a cambiar el pasado, ni calmarían la tormenta en el corazón de Shoto. Pero no podía seguir huyendo de las consecuencias de su existencia.
El pecho de Izuku palpitaba con fuerza.
"Sostén tu corazón."
La voz de Rumi se grababa en su mente. Izuku respiró hondo, cerró los ojos un instante y sintió cómo todo su cuerpo comenzaba a llenarse de una nueva energía. No podía cambiar lo que había hecho, pero podía cargar con el peso de esa culpa. Y no permitiría que Shoto se destruyera por eso.
El fuego seguía consumiendo todo a su alrededor, pero ya no importaba.
Izuku se puso de pie, con el corazón latiendo con firmeza. Sus labios se movieron antes de que pudiera detenerse, y el grito salió de lo más profundo de su alma.
—¡Todoroki! —bramó, con una fuerza que hizo eco entre las llamas.
Izuku sintió cómo su corazón palpitaba violentamente bajo su puño, la presión era tan intensa que sus dedos comenzaron a hundirse en la tela de su ropa.
Mientras sostenía su pecho, la energía verde característica del One For All comenzaba a mutar.
La luz que siempre brillaba con tanta intensidad ahora empezaba a oscurecerse, tomando un tono más profundo, más denso.
Dio un paso adelante, un movimiento tan poderoso que el suelo bajo sus pies tembló, y el fuego a su alrededor se separó en un claro, como si incluso las llamas temieran su determinación. La ropa de Izuku se quemaba, las llamas subiendo lentamente por su cuerpo, pero él no se detuvo. Alzó la vista, encarando directamente a Shoto.
Shoto sonreía, pero no era una sonrisa de satisfacción, sino una cargada de ira y dolor. Su voz resonó con fuerza entre las llamas mientras gritaba su nombre completo:
—¡Izuku Midoriya!
Las palabras de Shoto llenaron el aire con la intensidad del fuego que lo rodeaba, pero Izuku no desvió la mirada. A medida que las llamas continuaban quemando sus ropas, su mente comenzó a trabajar, sus pensamientos analizando cada detalle de la situación.
"El fuego de Todoroki..." pensó Izuku, mientras observaba cómo el calor distorsionaba el aire a su alrededor. Era abrumador, sofocante, mucho más intenso de lo que había imaginado. "Este calor... es diferente..."
Inmediatamente, su mente lo llevó de vuelta a aquella noche antes del incidente en Tokio. Recordó a Eva, aquella mujer con el quirk lumínico que luchó contra él bajo el manto de la oscuridad. Eva podía concentrar su luz en forma de calor, creando un aura abrasadora que lo había forzado a adaptarse rápidamente.
Sin embargo, comparado con lo que sentía ahora, el calor de Eva palidecía en comparación.
"El fuego de Todoroki es mucho más caliente..." pensó, su mente evaluando el peligro que corría si se acercaba demasiado. "Si intento ir directamente... me consumirá antes de que pueda llegar a él."
Un pensamiento fugaz cruzó su mente, preguntándose si la solución era terminar todo de un golpe rápido. Un ataque decisivo, como lo había hecho antes en combates similares. Pero, por más que lo considerara, la respuesta se hacía clara: no.
Un solo golpe no resolvería esto.
Shoto no solo estaba lanzando fuego; estaba liberando toda su frustración, su dolor, su ira contenida.
Era exactamente lo que había visto en Hanna, aquella otra persona que había luchado contra él, deseando borrar el mundo con su odio. Ambas situaciones eran tan similares... Ambos, Shoto y Hanna, estaban tan abrumados por su propio sufrimiento que lo proyectaban hacia afuera, queriendo destruir todo a su alrededor para eliminar su propio dolor.
"Todoroki... No es igual a mí." Izuku lo entendió en ese momento. "No puedo derrotarlo, no con un golpe... No, si quiero salvarlo realmente, tengo que ayudarlo a liberar todo lo que lleva dentro."
Izuku tomó una decisión. No podría simplemente derribar a Shoto y esperar que eso lo calmara. Tenía que hacer lo mismo que había hecho con Hanna: permitirle sacar todo, confrontarlo, y estar allí para él mientras lo hacía.
Solo así podría realmente ayudarlo a encontrar paz.
Pero había un problema: su traje de héroe, diseñado específicamente para resistir combates como este, no estaba con él. Estaba luchando sin protección, y su cuerpo no aguantaría mucho más si seguía así.
"No puedo resistir este calor sin protección..." pensó, mientras las llamas continuaban mordiéndole la piel. Pero había una opción.
Un recurso.
Izuku abrió su mano sintiendo aquella energía oscura comenzar a salir de su pecho.
—Látigo Negro... —murmuró para sí mismo.
Con una nueva determinación en sus ojos, Izuku se preparó.
No sería fácil. Ayudar a Shoto a liberar todo ese dolor sería tan desgarrador como la propia batalla, pero Izuku sabía que podía hacerlo. Que debía hacerlo.
—Voy a ayudarte, Todoroki... aunque me queme en el proceso.
Apartando su mano izquierda del pecho, aquella energía que salía de su corazón finalmente lo habia cubierto.
Látigo negro habia sido activado por tercera vez.
....
Finalmente estamos cerca del final de este mini arco, y cada vez mas cerca de "Ella"
gracias por leer.
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