PUNTO CRITICO.
En el corazón del laboratorio, donde la luz apenas lograba romper las sombras, los pasillos serpenteaban como venas de un organismo vivo.
El aire era espeso, cargado con el hedor de sustancias químicas y algo más profundo, algo que parecía impregnarse en los pulmones como un veneno invisible.
De entre la penumbra emergía la figura del doctor Murata, su caminar rítmico y elegante resonando como el compás de una sinfonía sombría.
Las paredes estaban cubiertas de tubos que pulsaban con líquidos burbujeantes de colores antinaturales, iluminando la estancia con un resplandor enfermizo.
Cada rincón albergaba maquinaria que zumbaba y chirriaba como si sufriera, y en las mesas, cuerpos desmembrados yacían en silencio, esperando el toque maestro de su creador.
Murata se detuvo junto a una consola llena de botones y luces intermitentes, acariciando su superficie como si fuera el teclado de un piano. Su sonrisa torcida era el preludio de una ópera maldita.
—¡Oh, el arte de la creación! —exclamó con un entusiasmo que rozaba la locura, su voz reverberando en la vasta sala—. ¿Quién diría que la carne humana podía ser tan... maleable? Tan perfecta para albergar la voluntad de los dioses caídos.
Se inclinó hacia un tanque cilíndrico lleno de un líquido verde viscoso.
Dentro, flotaba un cuerpo incompleto, con cables conectados a su cráneo y extremidades. Sus ojos vacíos parecían seguir los movimientos del doctor, aunque no mostraban signo alguno de vida.
—No te preocupes, mi querido proyecto, tu momento de gloria se acerca. —Murata ajustó un dial en la consola, y el líquido comenzó a hervir mientras el cuerpo se sacudía violentamente—. Pronto conocerás el propósito para el cual fuiste diseñado.
Caminó hacia el centro de la sala, donde una mesa metálica giratoria albergaba un cuerpo diferente, más grande, más grotesco.
Las costuras que unían sus partes brillaban bajo la luz mortecina, y un respirador chisporroteaba con cada inhalación forzada que emitía la criatura.
—¡Ah, pero qué obra maestra! —continuó, extendiendo los brazos como si estuviera frente a una audiencia invisible—. A veces me pregunto si All For One aprecia realmente la magnitud de mi genio. ¡Esto no es simple ingeniería genética, no! Esto es poesía, esto es... ¡arte!
El sonido de unas cadenas tensándose lo interrumpió.
Una criatura en una jaula al fondo de la sala gruñó con furia, lanzándose contra los barrotes. Sus ojos brillaban con una luz roja intensa, y su mandíbula se abría y cerraba en espasmos frenéticos.
—Ah, siempre tan impaciente, ¿verdad? —dijo Murata, girándose hacia la jaula con una sonrisa indulgente—. Pero paciencia, paciencia. ¿No te das cuenta de que la perfección no puede apresurarse?
Se acercó a la jaula, su figura pequeña pero imponente bajo la luz intermitente. Apoyó una mano enguantada en uno de los barrotes, inclinándose hacia la criatura.
—¿Sabes? Siempre me ha fascinado esa chispa de rabia que todavía conservan, esa última migaja de humanidad. —Su voz se volvió más baja, más peligrosa—. Es lo que los hace tan efectivos, ¿sabes? Esa furia ciega, ese odio sin dirección... Todo ello canalizado hacia un propósito superior. Mi propósito.
La criatura gruñó de nuevo, pero Murata solo rió suavemente mientras se alejaba.
Regresó a la mesa central y tomó un bisturí de una bandeja cercana, haciéndolo girar entre sus dedos con la destreza de un mago en pleno truco.
—Ahora, ¿dónde estaba? Ah, sí. —Colocó el bisturí contra la carne de su "obra maestra", comenzando a hacer un corte meticuloso mientras murmuraba para sí mismo—. La ciencia es un teatro, ¿sabéis? Y yo soy su dramaturgo. Cada corte, cada punto de sutura, es un acto en esta tragedia sublime que hemos decidido llamar evolución.
Se detuvo, limpiando la hoja con un trapo manchado de sangre y fluidos oscuros.
Luego, miró hacia arriba, hacia una cámara que colgaba del techo y que lo observaba como un ojo omnipresente.
—¿Estás viendo esto, Sensei? —preguntó, su tono burlón y reverente a partes iguales—. Espero que estés tomando notas.
INTRODUCIR: HABANERA- CARMEN
Sonrió de oreja a oreja.
Murata movía sus dedos con elegancia, como si trazara en el aire los compases de una sinfonía secreta.
Los tubos y las máquinas del laboratorio producían un silbido constante, casi rítmico, que parecía acompañar su andar.
Mientras caminaba entre tanques de líquido burbujeante y mesas cubiertas de instrumentos quirúrgicos, comenzó a tararear una melodía que resonaba con una calidad envolvente.
— "El amor es un pájaro rebelde,
pero... ¿y la vida? Es un amo cruel."
Se detuvo frente a un tanque donde una figura amorfa comenzaba a tomar forma. Sonriendo de manera siniestra, inclinó su cabeza y cantó, su voz envolviendo la sala como un hechizo:
— "La vida, Sensei, es mi esclava.
La doblo, la rompo, la refuerzo...
Y estas criaturas,
pobres hijos sin destino,
no aman, pero obedecen."
Alzó una mano y la apoyó contra el cristal frío del tanque, mirando fijamente a la criatura mientras su tono se volvía más profundo y juguetón:
— "Pronto marcharás, pequeño titán,
sin alma, pero con propósito.
Y tú canción, no será de amor,
sino de destrucción."
Giró sobre sus talones con un movimiento teatral, barriendo la sala con su bata de laboratorio. Señalando una jaula donde se encontraban Nomus a medio formar, comenzó a bailar lentamente, cada paso resonando en el suelo de metal:
— "Amor, destino, libertad...
Palabras inútiles para quienes no sienten.
Mis Nomus no necesitan tales cosas,
¡porque yo soy su destino!"
Con un movimiento dramático, levantó una jeringa brillante llena de un líquido rojo vibrante, que reflejaba las luces parpadeantes del laboratorio. La sostuvo en alto, como si brindara, y entonó las palabras principales de su canto, adaptadas a su obra:
— "La habanera de la ciencia cruel,
es no preguntar, sino crear.
¡Ven, criatura! Tu sangre cantará,
no de amor, sino de servidumbre eterna."
La música se volvía más intensa en su mente mientras se inclinaba hacia el tanque.
Con la misma jeringa, inyectó el líquido directamente en los tubos conectados al corazón de la criatura.
A medida que el líquido fluía, un destello de energía iluminó todo el tanque, haciendo que las sombras en el laboratorio danzaran como espectadores invisibles.
— "El destino es mío,
lo moldeo, lo quiebro, lo retuerzo.
Y tú, criatura, mi testamento eterno,
llevarás mi voz a cada rincón oscuro."
Murata levantó una bandeja llena de frascos diminutos, cada uno conteniendo un líquido de colores opacos que parecían pulsar al compás de una melodía invisible.
Caminaba con pasos amplios y gráciles, como si cruzara un escenario iluminado por luces dramáticas en lugar de los fríos focos del laboratorio.
— "Ah, mi obra maestra... mi estrella naciente,
en el laboratorio oscuro, brilla tu corazón latente.
Un cuerpo único, resistente al impacto,
la ciencia y el arte danzan en pacto."
Se inclinó sobre una cápsula gigante, donde un cuerpo humanoide flotaba inmóvil, envuelto en un líquido viscoso de tonalidades doradas.
El hombre en el tanque no era un Nomu cualquiera.
Su estructura muscular era demasiado precisa, su forma demasiado perfecta.
Un destello de su rostro, aún inacabado, sugería que no era solo un monstruo, sino un recipiente cuidadosamente moldeado.
Murata giró con teatralidad, sosteniendo un bisturí que brillaba con luz azulada.
— ¿Qué hace falta para crear la herramienta perfecta? Resiliencia, fuerza, y...—golpeó ligeramente un teclado cercano, haciendo que los indicadores en una pantalla parpadearan en un espectro caleidoscópico—, ...un toque de ambición.
Un brazo robótico descendió del techo, sosteniendo una aguja enorme cargada con un líquido negro.
Murata extendió un brazo hacia la aguja, como si estuviera guiando a una pareja en un vals.
— "Una gota de metal viviente,
fusionada con el alma paciente.
Tu cuerpo será maleable y fuerte,
con la dureza del acero como suerte."
Primer quirk: Manipulación metálica.
Murata conectó los tubos a las extremidades del Nomu, que comenzaron a brillar con un resplandor rojizo.
Un rugido bajo emergió del tanque, casi imperceptible, como el zumbido de un motor que despierta.
El segundo quirk: resistencia anormal.
— Ah, pero no basta con resistir golpes. ¿Qué clase de obra maestra sería si no pudiera responder al ataque? Mi querido Sensei lo ha dejado claro: el arte debe ser tan ofensivo como defensivo.
Murata se acercó al panel de control, donde un gráfico tridimensional mostraba al Nomu desde distintos ángulos. Movió los dedos por la pantalla, ajustando parámetros.
— "Y la fuerza bruta, aunque esencial,
necesita ser afinada con precisión mental.
Un toque de cálculo, una mente brillante,
aunque vacía, será obediente."
El tercer quirk: Nulificación de impacto
El líquido en el tanque burbujeó violentamente, y Murata dio un salto hacia atrás, extendiendo ambos brazos como si hubiera planeado la reacción.
— "Ah, ¿lo sientes? Está vivo, pero falta una chispa.
Un último regalo, mi toque maestro, mi marca.
La ciencia avanza, la carne se pliega,
y con este paso final, el destino se sella."
El cuarto quirk: Reflejos acelerados
Murata canturreó mientras introducía el último componente, un microchip incrustado con datos tácticos y de combate avanzados, capaz de coordinar el uso de múltiples quirks de manera estratégica.
— Y finalmente, mi truco bajo la manga. Una obra sin sorpresas es un acto aburrido, ¿no es así?
El quinto quirk: Kairós
Murata se inclinó dramáticamente, mirando al tanque donde el Nomu comenzaba a moverse. Sus ojos brillaban con una luz rojiza, pero lo que más destacaba era la extraña sensación de control absoluto que emanaba de su forma.
— "Ahora, mi querido Nomu, despierta.
Despierta al mundo que teme tu llegada.
Sé un ariete, una fuerza, un artefacto,
que canta la canción de la ciencia en su acto."
Con un chirrido ensordecedor, el tanque se abrió, y el cuerpo del Nomu cayó al suelo con un impacto que hizo temblar el laboratorio.
Se puso de pie lentamente, su altura imponente proyectando una sombra larga sobre Murata, quien sonrió con satisfacción.
— Perfecto. Sensei estará complacido. Y tú, mi estrella, serás la sinfonía final que arrasará con sus enemigos.
El Nomu rugió, un sonido profundo y metálico que resonó en las paredes del laboratorio como un acorde final de la ópera más macabra jamás escrita.
Varios trozos de metal se dispersaron del muro y fueron dirigidos hacia ese nomu sin que Murata se diera cuenta.
En el silencio roto únicamente por el eco de sus apresurados pasos, Murata dejó caer los brazos hacia los costados, deteniendo su canto mientras observaba con una mezcla de fascinación y horror cómo el Nomu recién despertado comenzaba a absorber metales de todos lados.
Pedazos de maquinaria, herramientas olvidadas, e incluso fragmentos del propio tanque que lo había contenido fueron arrancados y atraídos hacia su cuerpo, incrustándose en su carne como si fueran parte de él desde siempre.
—Oh, no, no, no. ¡Detente! ¡Eso no es parte del protocolo! ¡Detente, criatura magnífica pero completamente desobediente!—gritó Murata, agitando las manos con teatral desesperación.
El Nomu soltó un rugido que resonó en las paredes del laboratorio, y su cuerpo comenzó a aumentar de tamaño mientras los metales se fusionaban con él, dándole un aspecto cada vez más imponente y aterrador.
Murata retrocedió un paso, luego otro, hasta tropezar con una bandeja de instrumentos quirúrgicos que cayó al suelo con un estruendo.
—¡Por la ciencia y mis canas, esto no estaba en el guion!
Con un sonido gutural, el Nomu volteó hacia él, sus ojos rojos ardían con una furia ciega, y avanzó con pasos pesados que hacían temblar el suelo.
Murata, con su usual aire de dramatismo, puso ambas manos sobre su pecho como si fuera un actor en una tragedia shakespeariana.
—¡No te acerques, criatura ingobernable! ¡Todavía no he activado el programa que garantiza tu obediencia! ¡Y yo, viejo como soy, no puedo correr tan rápido como antes!
El Nomu levantó una mano gigantesca, repleta de placas metálicas y cables expuestos, y la bajó en dirección a Murata, quien gritó con un tono que no concordaba con su dignidad habitual.
—¡Voy, voy! ¡No me aplastes todavía!
Con un salto torpe, Murata esquivó el ataque, cayendo al suelo de manera aparatosa.
—¡Demasiado viejo para esto, demasiado viejo!—jadeó mientras se arrastraba hacia el teclado de control al otro lado de la habitación.
El Nomu rugió nuevamente, lanzando escombros en todas direcciones mientras se abalanzaba hacia él, cada paso causando un terremoto en miniatura que hacía caer instrumentos y partes de Nomus inacabados desde las repisas.
Murata apenas alcanzó el teclado, sus dedos volando sobre las teclas con una rapidez que contrastaba con su usual postura grandilocuente.
—Vamos, vamos... ¡Actívate, maldito programa de control! ¡Lo construí yo, no puedes fallar ahora!
El Nomu levantó ambos brazos, listo para aplastar al científico con la fuerza de una avalancha de acero. Justo antes de que los brazos descendieran, Murata apretó el último botón con un golpe dramático.
Un zumbido resonó en el aire, y el Nomu se detuvo, congelado a mitad del movimiento.
Su cuerpo temblaba, como si luchara contra el control que ahora lo dominaba, pero finalmente cedió, relajando sus brazos y quedándose inmóvil.
Murata se dejó caer de espaldas al suelo, jadeando como si hubiera corrido un maratón.
—Ah... ¡demasiado viejo para dar saltos como ese! ¡Mi pobre corazón no está diseñado para estos sustos! Pero, vaya, vaya...—miró a su alrededor, observando el desastre que había quedado en el laboratorio: cápsulas rotas, herramientas destrozadas, y los restos de otros Nomus que yacían incompletos en el suelo—. Lo desafortunado, mi querido laboratorio, no es más que una nueva oportunidad para crear algo aún mejor.
Se puso de pie con esfuerzo, su cabello desordenado y sus lentes torcidos, mientras una risa nerviosa comenzaba a brotar de su garganta.
—¡Sí, sí! ¡Esto no es un fracaso! ¡Es solo el preludio de la grandeza!
De repente, un monitor colgado en una esquina del techo parpadeó antes de encenderse, mostrando una imagen oscura y opresiva.
Una voz resonó desde las bocinas, profunda y calmada, pero con un poder innegable que hizo que la risa de Murata se detuviera al instante.
—Murata...
El científico levantó la mirada hacia la pantalla, enderezando su postura como si fuera un actor que acaba de escuchar su señal para entrar al escenario principal.
—Sensei...—respondió, una mezcla de reverencia y nerviosismo en su voz.
La voz continuó, inmutable, mientras Murata sonreía ampliamente, sus ojos brillando con una mezcla de locura y devoción.
—Veo que mi proyecto especial está avanzando. Pero dime... ¿por qué escucho caos donde debería haber orden?
Murata se inclinó ligeramente, en un gesto teatral que habría sido ridículo en cualquier otro contexto.
—Ah, Sensei, caos y orden son dos caras de la misma moneda. Este pequeño... desliz, solo subraya el potencial desbordante de nuestra obra maestra. Cuando esté listo, este Nomu será el ariete que derrumbe cualquier obstáculo en nuestro camino.
La voz guardó silencio por un momento, y luego habló de nuevo.
—Espero que tengas razón, Murata. La perfección no tolera errores.
El monitor se apagó, dejando al científico solo en el destrozado laboratorio, con el Nomu inmóvil frente a él.
Murata suspiró y luego comenzó a reír, primero suavemente y luego con una intensidad que llenó la habitación.
—¡Perfección! ¡Sí, Sensei, eso es lo que crearé! ¡La perfección no tolera errores, pero los errores son la raíz de toda perfección!
Se giró hacia el Nomu, una sonrisa maníaca en su rostro.
—Ahora... sigamos perfeccionando esta obra maestra.
—————[Mi querido Wólfram]—————
El impacto resonó como un trueno, pero no hubo el resultado esperado.
Izuku y Tenko se quedaron congelados por un momento, jadeando, sin apartar la vista del Nomu.
Una onda de luz blanca se expandió desde el punto de contacto, envolviendo al monstruo por un instante antes de desvanecerse como si nunca hubiera estado ahí. Luego, silencio.
Un vacío denso que sólo duró un segundo antes de que el rugido del Nomu rompiera todo.
*¡¡RAAAAAAAAAAAAAGRH!!*
Izuku apenas tuvo tiempo de levantar los brazos para protegerse antes de que la fuerza del rugido lo lanzara de regreso al interior de la Casa de Misterios.
El impacto contra la pared lo dejó aturdido, con trozos de madera y yeso cayendo sobre su cuerpo mientras el aire helado del exterior se colaba por el agujero.
Afuera, Tenko retrocedió en el aire, cubriéndose los oídos instintivamente mientras el rugido parecía atravesarlo como una corriente eléctrica.
—¡Dios, cállate de una vez! —gritó, aunque su voz se perdió entre el estruendo.
El Nomu, sin embargo, no parecía interesado en detenerse.
Su grito continuó, agitando el metal del parque como si un imán gigantesco lo atrajera. Fragmentos de barandas, postes de luz y partes de los juegos comenzaron a volar en todas direcciones.
A lo lejos, la Clase A estaba dividida en grupos, trabajando para evacuar a los civiles. El caos los alcanzó como una ola.
—¡Cuidado! —gritó Iida, su motor rugiendo mientras lanzaba una patada para desviar un trozo de metal que iba directo hacia un grupo de adultos.
Kirishima se plantó frente a un grupo de niños, endureciendo su cuerpo para detener un fragmento de reja que se dirigía hacia ellos.
—¡Todo bien! ¡No se preocupen, están a salvo! —les aseguró, aunque su expresión mostraba la tensión del momento.
Tokoyami usó Dark Shadow para cubrir a un par de personas que habían quedado atrapadas junto a un banco, su sombra absorbiendo los proyectiles como si fueran simples hojas al viento.
—La situación está fuera de control —murmuró para sí mismo mientras Dark Shadow gruñía, como si sintiera la presencia opresiva del Nomu.
Momo, más adelante, convocó un escudo grande con su quirk justo a tiempo para proteger a una madre y su hijo.
El impacto del metal contra el escudo resonó, y la mujer tembló al ver a Momo levantarse de nuevo, con el rostro enfocado.
—Sigan avanzando, no se detengan —les dijo, con una firmeza que escondía el nudo en su garganta.
Ella giro hacia donde Tenko he Izuku.
[Midoriya-San...]
El sonido de los escombros cayendo y las luces parpadeantes inundaban el ambiente.
Izuku se puso de pie lentamente, limpiándose el polvo de los hombros mientras evaluaba el lugar.
Era una habitación de control, llena de pantallas ahora inutilizadas, con cables colgando del techo y paneles chispeando.
Frente a él, un hombre con uniforme de seguridad temblaba visiblemente, los ojos abiertos como platos al ver al joven que había atravesado la pared como si fuera de papel.
Izuku apenas le dedicó una mirada mientras pensaba, su mente un torbellino de preguntas y emociones enredadas.
"¿Uraraka-san...? No, claro que era ella... ¿verdad?" Su ceño se frunció mientras las imágenes de los últimos minutos se cruzaban con otras más antiguas, recordando la confusión que le provocaba su comportamiento. "¿Por qué está aquí? ¿Por qué ahora? ¿Y el Nomu...? Definitivamente es un Nomu."
Sus pensamientos comenzaron a hilvanarse, conectando piezas que había intentado ignorar desde Osaka.
"All For One."
La certeza golpeó su mente como una avalancha.
Claro que era él. Tonto pensar lo contrario.
Su garganta se tensó al reconocer lo obvio: había estado siendo vigilado todo este tiempo. Lo había sabido, lo había sentido, pero lo había empujado al fondo de su conciencia, permitiendo que se desvaneciera con el tiempo.
Hasta ahora.
"Esto es lo que hace ese hombre... Lo que quiere, donde quiere, cuando quiere." Pensó con frustración. Escupió un poco de sangre al suelo, sintiendo el ardor en su garganta.
El oficial de seguridad frente a él retrocedió instintivamente, aún paralizado por el miedo. Izuku levantó la vista, observando al hombre con una mezcla de cansancio y determinación.
—Tienes que salir de aquí —dijo con voz firme pero baja.
El oficial lo miró, todavía congelado, incapaz de procesar si Izuku era un salvador o una amenaza más.
Izuku suspiró, apartando los pensamientos sobre el Nomu por un momento.
Caminó hacia la pared lateral, pasando junto al hombre. Su mano izquierda se posó suavemente sobre el muro, y al instante, Decay se activó.
Un pequeño orificio comenzó a abrirse en el concreto, polvo y escombros cayendo al suelo mientras se formaba un camino estrecho que llevaba al pasillo más allá.
—Por ahí —indicó Izuku, girándose ligeramente para mirarlo.
El oficial titubeó, mirando el agujero y luego a Izuku.
—¿Y tú...?
—No te preocupes por mí —respondió Izuku con una sonrisa ligera, aunque no había calidez en sus ojos.
El hombre, aun temblando, dio un paso hacia el pasillo iluminado por luces que parpadeaban intermitentemente, y desapareció entre las sombras.
Izuku lo observó hasta que se fue, luego se giró nuevamente hacia el agujero por el que había entrado.
Caminó.
Paso a paso, sus pensamientos se arremolinaban.
"¿Uraraka-san ya salió? ¿Está bien?"
Dio otro paso, y la imagen de su rostro flotó en su mente. Luego vino el recuerdo de otras cosas, otras personas.
"Six..."
Paso.
"Himiko Toga."
Paso.
Cada nombre, cada recuerdo, lo envolvía como una chispa que encendía algo más grande en su interior. Su frustración crecía, el calor bajo su piel aumentando con cada paso.
El One For All comenzó a envolverlo, sus usuales relámpagos verdes ahora transformándose en algo más intenso, más feroz: llamas verdes fluctuantes que bailaban alrededor de su cuerpo, iluminando el camino detrás de él.
Pensaba en All For One.
Paso.
Pensaba en el parque, en la risa de sus amigos, en el día que todos habían trabajado tan duro para que fuera especial para él.
Paso.
Pensaba en cómo todo eso había sido arrebatado, destrozado por una fuerza que parecía ineludible, un recordatorio de lo que estaba enfrentando.
Izuku se detuvo por un segundo, levantando el rostro. Sus puños se apretaron con fuerza mientras su cuerpo brillaba con la intensidad de sus emociones.
Todo. Arruinado.
Levantó la cabeza, sus ojos verdes brillando con una ira contenida, su respiración pesada mientras el fuego del One For All se alzaba a su alrededor como un faro en medio de la oscuridad.
[...]
INTRODUCIR: Misha Mansoor - "The Beast"
*¡¡GRAAAAARH!!*
El rugido del Nomu resonó como una explosión, sacudiendo los cimientos de la cima de la mansión del misterio.
Fragmentos de metal volaron en todas direcciones, cortando el aire con velocidad mortal. La Clase 1-A reaccionó de inmediato, esquivando y bloqueando el aluvión mientras trataban de entender qué era esa criatura.
—¡¿Es como el del USJ?! —preguntó Kirishima, endureciendo su brazo para desviar un pedazo de viga.
—¡Se parece! Pero no es el mismo —respondió Jirou.
Frente a ellos, el Nomu se alzaba como un coloso.
Su altura superaba los tres metros, y su cuerpo púrpura estaba recubierto por escamas metálicas que brillaban bajo la tenue luz.
Un casco de acero, grueso y sin fisuras, cubría completamente su cabeza, enterrándose en los hombros como si hubiera sido forjado directamente en su carne.
De su torso emergían tubos y cables negros que chisporroteaban, conectando varios puntos de su cuerpo con un núcleo visible en su pecho, que pulsaba con un resplandor irregular.
Su brazo derecho era grotescamente desproporcionado, casi el doble del tamaño del izquierdo, y terminaba en garras enormes que parecían diseñadas para desgarrar todo a su paso.
Las protuberancias metálicas de su espalda chisporroteaban con descargas eléctricas, y cada movimiento suyo hacía temblar todo, dejando una sensación de inminente destrucción.
—Es como si alguien hubiera mezclado un Nomu con un tanque de guerra... —murmuró Tokoyami, sus ojos fijos en el monstruo.
—Da igual lo que sea —dijo Tenya, con un tono firme mientras se preparaba para entrar en acción—. Nuestra prioridad es mantenernos unidos y proteger a los civiles.
Tenko permanecía inmóvil, observando al Nomu.
No había miedo en sus ojos, solo una mirada calculadora. Desvió su atención hacia Hanna, quien ayudaba a levantar a un grupo de ancianos que habían caído durante el caos.
Por un momento, sus miradas se encontraron. Ella no dijo nada, pero sus ojos le transmitieron un mensaje claro: no dejaría que nada le pasara.
Asintiendo levemente, Tenko giró su atención de vuelta al Nomu. Dio un paso adelante mientras el One For All comenzaba a envolverlo.
—Ya basta —dijo en voz baja, su tono casi cansado pero firme—. Si vas a hacer destrozos, hazlos en otro lugar.
El Nomu pareció reaccionar al instante, deteniéndose por completo.
Su casco de acero no mostraba ojos, pero estaba claro que su atención estaba completamente fijada en el chico frente a él. Algo en la energía que emanaba Tenko resonó con la criatura, y su núcleo pulsó con mayor intensidad.
—...Izu...ku...
La voz del Nomu surgió de lo más profundo de su garganta, un sonido gutural y distorsionado que hizo que algunos de los presentes se tensaran.
La imagen de Izuku Midoriya surgió en la limitada conciencia del Nomu, pero rápidamente comenzó a superponerse con la figura de Tenko.
En un movimiento increíblemente rápido para su tamaño, el Nomu lanzó una serie de metales hacia Tenko, que apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de ser envuelto por placas de acero que se cerraron sobre él como una prisión.
El peso lo hizo caer lentamente del aire, hasta que el Nomu lo atrapó con su brazo gigante.
Las garras enormes envolvieron a Tenko, apretando el rollo de metal donde estaba atrapado.
Un quejido de dolor escapó de sus labios mientras la presión comenzaba a aplastarlo.
*¡NGH...!*
Desde la distancia, Hanna levantó la vista.
Sus ojos captaron de inmediato la situación, y un destello frío cruzó su rostro.
No gritó, no mostró pánico. En cambio, alzó su rostro con una calma que parecía peligrosa, aunque un destello de enojo era inconfundible en su mirada.
A su lado, Asui observaba el peligro creciente, pero algo más llamó su atención: los fragmentos de metal que volaban hacia ellas.
—¡Hanna-san, cuidado!
Hanna no respondió.
En lugar de moverse, cerró los ojos por un instante. Cuando los abrió, sus pupilas se habían teñido de escarlata, y una energía densa comenzó a emanar de su cuerpo.
De su espalda surgieron tentáculos translúcidos de un rojo carmesí, alzándose como serpientes que danzaban en el aire. Los proyectiles de metal se detuvieron en seco, atrapados por los tentáculos antes de caer al suelo con un ruido sordo.
—¿Qué es eso...? —murmuró Jirou, asombrada.
—Esa es... —dijo Kaminari en un tono apenas audible—. La Flor de la Putrefacción.
Los tentáculos seguían creciendo, envolviendo a Hanna en un capullo que parecía tan protector como mortal. Aunque algunos de la Clase A sabían del quirk de Hanna, nunca la habían visto usarlo de esta manera.
Hanna dio un paso hacia adelante, sus movimientos tranquilos. Los tentáculos golpearon el suelo, rebotando como látigos antes de ascender al techo de la mansión.
Con un movimiento rápido, atraparon al Nomu, envolviendo su torso y sus extremidades con una fuerza devastadora. La criatura luchó, soltando un rugido que parecía hacer eco en todo el lugar, pero Hanna no flaqueó.
Sus ojos escarlata brillaron con intensidad mientras apretaba con más fuerza, y los tentáculos comenzaron a arrastrar al Nomu hacia el suelo.
Hanna observó con fría determinación cómo el Nomu, atrapado entre sus tentáculos, forcejeaba en vano.
Sus garras pasaban a través de las extensiones carmesí sin poder tocarlas realmente, como si intentara aferrarse a humo sólido. Pero esos tentáculos no eran inertes: respiraban, se expandían y contraían en un ritmo lento y rítmico, brillando tenuemente con una luz escarlata que pulsaba como un corazón vivo.
De repente, el Nomu fue jalado con fuerza, arrancado del techo de la casa como si no fuera más que un muñeco de trapo.
Cayó al suelo de loza frente a la entrada con un estruendo, el impacto dejando grietas en el pavimento.
Alrededor de él, más tentáculos emergían de Hanna, ondulando como serpientes hipnóticas mientras rodeaban su cuerpo masivo.
Cada movimiento de sus brazos parecía dirigir a los tentáculos con precisión calculada, envolviendo a la criatura en un capullo de energía oscura.
Hanna se giró brevemente hacia la Clase A y los civiles que aún permanecían cerca. Su mirada rápida y analítica confirmó que todos estaban a una distancia segura.
Satisfecha, volvió su atención al Nomu.
Sus ojos escarlata brillaron con un resplandor gélido mientras su respiración se hacía más profunda y rítmica.
Los tentáculos comenzaron a emitir un vapor apenas visible, una niebla densa que parecía moverse con vida propia.
Esa niebla se condensaba en esporas microscópicas que flotaban en el aire antes de ser absorbidas por los tentáculos como si fueran conductos vivos.
Dentro de ellos, las esporas viajaban rápidamente, fluyendo como sangre a través de venas luminosas.
El interior de los tentáculos parecía un caleidoscopio de movimiento orgánico: las esporas eran arrastradas por corrientes de energía roja que pulsaban con cada respiración de Hanna, empujadas más y más hacia el núcleo del capullo.
Cada bifurcación de esos canales parecía dividir las partículas en ríos más pequeños, ramificándose como raíces hasta alcanzar al Nomu.
Desde la perspectiva del Nomu, la primera señal de peligro fue un leve ardor en la garganta, seguido por una dificultad creciente para respirar.
Sus garras rasparon las paredes internas del capullo en un intento instintivo de liberarse, pero los tentáculos no cedieron.
Cuando intentó arrancarlos, sus dedos atravesaron las formas etéreas sin causar daño alguno.
El ardor en su pecho se intensificó, y pronto el dolor lo envolvió como un fuego interno.
Era un dolor desgarrador, punzante, como si cada célula de su cuerpo comenzara a pudrirse desde adentro.
En medio de esa agonía, imágenes empezaron a inundar su mente, como si algo, o alguien, estuviera arrancando los recuerdos más profundos de su ser.
Podía verse a sí mismo, no como el monstruo que era ahora, sino como alguien más... como un hombre.
Estaba atado a una mesa metálica bajo una luz blanca y cegadora.
Las correas que lo mantenían inmovilizado se hundían en su piel, y una figura apareció sobre él, su silueta definida por el resplandor.
"Ah. Qué maravilloso recipiente eres."
La voz de Murata era suave, casi melódica, como si estuviera hablando con un amigo querido mientras apretaba los bordes de un bisturí brillante.
El hombre se inclinó hacia él, sus ojos llenos de un brillo insano.
"¿Sabes? Siempre he querido probar esto. Podría funcionar... o no. Pero, eh, ¿qué importa? No es como si fueras a quejarte después, ¿verdad?"
El bisturí descendió, y el grito resonó en su mente como un eco interminable.
Murata comenzó a tararear una melodía infantil mientras su mano bajaba y subía, como si jugara en lugar de diseccionar.
"♫ Uno, dos, tres, ¿qué ves? ♫"
Las palabras se mezclaban con el sonido metálico de las herramientas que golpeaban la mesa, y la risa de Murata llenaba cada rincón del recuerdo.
"¡Maravilloso! Mírate, tu cuerpo acepta cada modificación como si estuvieras hecho para esto. Bueno, supongo que lo estás ahora."
En algún lugar del fondo, otra voz se alzó, fría y autoritaria:
"Acelera el proceso, Murata. No tenemos todo el tiempo del mundo."
Era All For One. Su tono era sereno, pero la amenaza en sus palabras era inconfundible.
El Nomu gritó en su mente, intentando liberarse de esas imágenes, pero los recuerdos seguían superponiéndose: Murata riendo, tarareando, cantando una canción tras otra mientras sus herramientas destrozaban lo que quedaba de su humanidad.
El dolor físico del presente se combinaba con el sufrimiento de su pasado, creando un infierno interno.
Las esporas que Hanna había liberado se adentraban más y más en su cuerpo.
A través de sus venas improvisadas, las partículas seguían un trayecto implacable hacia su núcleo. Se infiltraban en su sistema sanguíneo, destruyendo las células desde adentro.
Finalmente, las esporas alcanzaron su corazón.
Allí, el órgano comenzó a palpitar erráticamente.
Las fibras musculares se contrajeron en un espasmo violento, y el flujo sanguíneo se ralentizó mientras el Nomu se retorcía dentro del capullo.
En medio de ese caos, una voz femenina emergió, clara como un campanazo en la oscuridad:
——————————
"¡Vincent...!"
——————————
Todo se detuvo.
El capullo comenzó a estremecerse, contrayéndose como si cada uno de los tentáculos que lo envolvían respiraran en sincronía con algo profundo e invisible dentro del Nomu.
Mientras tanto, Tenko se liberaba del metal que lo aprisionaba.
Su cuerpo se inclinaba con esfuerzo, los restos del acero cayendo a su alrededor como cáscaras despojadas, mientras observaba la escena frente a él.
Su hermana permanecía inmóvil, rodeada de esa marea escarlata que fluía y danzaba en ondas etéreas, conectándose al ser atrapado.
Pero algo cambió.
Desde dentro del capullo, la superficie se iluminó con destellos irregulares, como venas cargadas de energía que no deberían existir.
En el interior, las mangueras que atravesaban el cuerpo del Nomu comenzaron a brillar con una intensidad enfermiza.
Cada conexión temblaba con vida propia, como si se hubieran convertido en arterias que bombeaban una sustancia desconocida.
La carne del Nomu se tensaba; cada músculo se retorcía en movimientos espasmódicos, como tambores bajo el látigo de un músico furioso.
– Paciente 78-B. Nombre: Vincent Turner. Nombre clave: Wolfram. Estado: Alpha."
La voz de Murata se filtraba desde el interior de aquella memoria enloquecida, mezclándose con los gritos del propio Nomu, un eco de algo que ya había sucedido.
La voz era fría y calculadora al principio, pero pronto adquirió un matiz retorcido, como si el hombre disfrutara con cada palabra que pronunciaba.
– ¿Cómo te sientes, Vincent? Ah, no importa. No necesito tu respuesta, solo tu cuerpo. Solo tus límites... y el placer de romperlos."
En el interior del Nomu, cada espora enviada por Hanna viajaba como pequeñas estrellas en un universo inverso.
Se movían a través de canales orgánicos, brillando como un río de fuego líquido en medio de la oscuridad.
Cada partícula parecía desgarrar la vida desde adentro, multiplicando el dolor y haciendo eco de los gritos de su huésped.
Murata reía, esa risa entrecortada y despreocupada que arañaba los sentidos como uñas sobre metal oxidado.
A veces tarareaba algo que no tenía melodía clara, un ruido infantil y cruel que resonaba junto a las imágenes de bisturís, mangueras y agujas perforando la carne.
– " Solo fuiste... utilizable."
El Nomu intentó resistir, pero sus memorias lo arrastraban al abismo.
Escuchó a All For One, una voz oscura y envolvente que le hablaba con serenidad autoritaria.
"Acepta lo que eres. La perfección requiere sacrificio."
Las palabras se repetían como un mantra, aplastándolo aún más.
Los tentáculos de Hanna parecían insuflarse, como si bebieran de la resistencia final del ser atrapado.
Pero entonces ocurrió.
El Nomu dejó de temblar y comenzó a irradiar un calor sofocante.
Los tentáculos conectados a su cuerpo vibraron, y una explosión sorda nació en su núcleo.
La onda resultante viajó a través de las conexiones, impactando directamente en Hanna.
Ella retrocedió, los tentáculos desvaneciéndose en una nube de cenizas escarlatas que flotaron en el aire como polen infernal.
Cuando el capullo estalló, el Nomu quedó de pie en medio de un cráter que había destrozado el suelo de loza frente a la entrada.
La figura de Wolfram emergió entre la niebla de escombros y polvo. Su cuerpo, ahora expuesto, era un paisaje de terror: la piel morada estaba cubierta de grietas donde la luz brillaba como lava atrapada, y los fragmentos de metal incrustados se movían, ajustándose como si fueran placas de una armadura viviente.
El casco que cubría su cabeza brillaba con líneas rojizas, pulsando como el corazón de un volcán activo.
El calor que lo rodeaba distorsionaba el aire, convirtiendo su silueta en algo irreal.
Cada paso que daba era pesado, resonando como un golpe en una campana metálica.
Sus ojos, escondidos detrás del acero, brillaban con una luz anómala, casi humana pero profundamente rota.
El mundo alrededor de Wolfram parecía doblegarse; el cielo sobre la mansión del misterio se oscureció, y las sombras de las vigas caídas parecían alargarse hacia él, como si la realidad misma lo reconociera como un destructor.
Desde la perspectiva del Nomu, el interior de su cuerpo era una tormenta: las esporas de Hanna seguían avanzando como veneno en sus venas.
Podía sentirlas, quemando cada fibra, cada célula, mientras su respiración se volvía un acto imposible.
Su corazón latía desbocado, y el sonido de aquel bombeo se entremezclaba con los recuerdos más oscuros.
Murata continuaba hablando.
– "Oh, Vincent, mira lo que has hecho. Has arruinado mis planes otra vez. Pero no importa, ¿sabes por qué? Porque te hiciste eterno."
La risa se transformó en un canto monocorde, palabras sin sentido que se repetían mientras el cuerpo del Nomu intentaba resistir el ataque.
Entonces, la voz femenina irrumpió entre los gritos y los ecos. "Vincent..." Su tono era dulce, sereno y distante. "Vincent, vuelve."
El corazón del Nomu palpitó una vez más, y el capullo de recuerdos se fracturó.
El nomu rugió de nuevo, y el sonido resonó como un trueno a través de las paredes destrozadas, como si el mismo aire se hubiera partido en dos.
INTRODUCIR: TO ASHES AND BLOOD - WOODKID
*¡GRRRAAAAARGH! *
El rugido del monstruo, profundo y bestial hizo que la tierra misma pareciera estremecerse.
El suelo bajo él crujió con cada zarpazo que lanzaba hacia abajo, como si la furia en su interior estuviera desgarrando todo a su paso.
Sus enormes garras se hundieron en las losas, arrancándolas con una fuerza titánica, dejando profundas grietas y esparciendo fragmentos de concreto por los alrededores.
A pesar del estrépito de la pelea, Hanna apenas podía respirar. Su garganta, quemada por el calor de su poder, le dificultaba la respiración. Aun así, no se detuvo.
Tenko observó cómo el monstruo se abalanzaba hacia su hermana, el terror reflejado en su rostro. Su cuerpo reaccionó de inmediato, el miedo a perderla acelerando sus reflejos.
"¡NO!" Pensó mientras arrancaba con desesperación el metal que lo mantenía atrapado.
Tenía que llegar antes de que fuera demasiado tarde.
El nomu no parecía detenerse.
Su mirada era fija, llena de rabia, su cuerpo giraba con un movimiento fluido y brutal.
Los miembros del equipo de la clase A se dispersaron, algunos gritaron de advertencia mientras otros se lanzaban a proteger a los civiles, pero la amenaza parecía inalcanzable.
Solo un par de metros separaban el monstruoso brazo del nomu de la cabeza de Hanna, cuando de repente, un estallido de hielo lo frenó.
*TZZZSHHHHHH*
El suelo se congeló al instante, convirtiéndose en una capa de escarcha que se expandió rápidamente, alcanzando las piernas del nomu.
Todoroki había intervenido, pero el nomu comenzó a romper el hielo con un desdén monstruoso.
Los trozos de escarcha cayeron como fragmentos de cristal roto, dispersándose por el aire mientras el nomu rugía, deshaciéndose de las cadenas de hielo que lo apresaban.
Era como si cada movimiento suyo fuera una tormenta en sí misma, su cuerpo un caos que no se podía controlar, ni siquiera por el hielo de Todoroki.
Antes de que pudiera llegar a Hanna, Tenko, en un impulso de desesperación, embistió al nomu con todo su peso.
Su cuerpo fue un proyectil, impulsado por el poder del One For All, llevándolo a través del aire como una flecha en llamas.
El impacto sacudió el suelo y el nomu fue desviado, pero no mucho.
Tan solo cinco metros antes de que el monstruo se detuviera, sus pies se hundieron en el concreto como si el suelo fuera manteca, con una fuerza inhumana que casi parecía arrancar la tierra misma.
Tenko luchaba contra las garras del nomu, que lo apresaban con una fuerza brutal.
Su piel ardía por el calor, y las esporas que aún recorrían su cuerpo parecían interferir con las conexiones del monstruo.
"¡Ahh! ¡Maldito...!" La frustración y el dolor se mezclaban en su grito, pero lo peor fue cuando el nomu levantó su otro brazo, listo para destrozarlo.
En ese momento, un estruendo sacudió los alrededores y el Nomu fue empujado hacia atrás, lejos de Tenko.
"¡BOOM!"
Un estruendo resonó por todo el parque y, como una flecha, el monstruo salió disparado.
Izuku, emergiendo del interior de la casa de los misterios, se desató como una tormenta.
Con sus dos pies juntos como una lanza, impactó al nomu con una brutalidad casi indescriptible.
*¡CRACK!*
El nomu fue lanzado tan lejos que terminó incrustado en un muro de un restaurante cercano.
Allí, su cuerpo quedó suspendido por un momento, como una marioneta rota.
Izuku se acercó, avanzando paso a paso hacia el nomu caído.
*¡CLANCK!*
El sonido metálico resonó en el aire con cada pisada que daba sobre su casco, aplastándolo cada vez más con cada golpe.
*¡CLANCK! ¡CLANCK! ¡CLANCK!*
——————————
Murata observaba la pantalla, su mente funcionando a toda velocidad, repasando los datos de Wolfram, el Nomu.
Su control sobre los metales era impresionante, pero algo le decía que no era lo único que lo hacía invulnerable.
"Primer quirk... Control de metales..." Murmuraba para sí mismo mientras sus ojos brillaban de emoción. "Permite manipular cualquier material metálico en su cercanía con facilidad... Aunque no es invencible, la mayoría de los metales con los que interactúa poseen propiedades similares... eso es lo que le permite crear esta exoestructura de armadura. Un sistema de control altamente efectivo para defenderse."
Las garras de Wolfram eran como cuchillos de acero forjado, letales, y su fuerza era algo más allá de lo humano. Pero el control de los metales le permitía no solo defenderse, sino... destruir con eficacia.
Murata frunció el ceño, avanzando hacia otro punto de análisis.
"Segundo quirk... Resistencia". El análisis de Murata se extendió en su mente. "A pesar de los daños, este espécimen no muestra signos de agotamiento. Su cuerpo tiene una capacidad de resistencia impresionante, algo que debe ser una propiedad intrínseca. Sus músculos se reconfiguran rápidamente, haciéndole prácticamente invulnerable a la fatiga. Fascinante..."
"Tercer quirk... Reflejos mejorados..." Murata continuó su análisis sin apartar la mirada de la pantalla, viendo cómo el nomu reaccionaba a cada movimiento. "Este en particular sería algo más difícil de utilizar debido a su tamaño pero en cuanto se adapte, será algo contra personas de rápido impacto o fuerza explosiva. Reflejos a nivel sobrehumano. Sensei.... Un quirk fabuloso"
Murata, aún sin apartar la vista, analizó el último quirk del Nomu. "Cuarto quirk... Nulificación de daño..." Murata escribió rápidamente en su cuaderno "El nomu está completamente adaptado a recibir daño. Cada golpe que le das lo absorbe... como si el daño nunca hubiera existido."
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El casco del nomu comenzó a resonar con un brillo extraño, y de repente una onda blanca se extendió desde el punto de impacto, viajando por su cuerpo.
El metal comenzó a brillar, pulsando con energía, como si todo estuviera regenerándose de manera automática.
Los ojos del nomu brillaron con un rojo intenso, mientras su cuerpo parecía crecer y tomar una forma aún más monstruosa.
Izuku fue arrojado hacia atrás, como si todo en su cuerpo hubiera sido repelido por una fuerza invisible.
El aire a su alrededor se distorsionó, y el suelo se quebró bajo sus pies mientras su cuerpo chocaba con el concreto.
*¡CRASH!*
La plaza en la que se encontraba se transformó en un campo de batalla.
Izuku, malherido pero decidido, se levantó, su cuerpo rodeado de esa energía verde vibrante, como un destello de furia incontrolable.
Por otro lado, el nomu comenzó a retorcerse.
El calor lo invadió, como si su propia energía lo estuviera quemando por dentro. Su cuerpo se expandió en tamaño, cubierto de un rojo carmesí.
Los músculos se tensaron, y el dolor que había estado oprimiéndolo empezó a desbordarse.
*¡GRRRRAAAAHH!*
Un rugido tan potente, tan lleno de agonía y furia, resonó por todo el lugar. La transformación de Wolfram estaba en su punto máximo.
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Murata no pudo evitar soltar una exclamación. "¡PUNTO CRITICO!"
Murata, mientras observaba cómo el nomu cambiaba, no pudo contener su excitación. "Y ahí está... El quirk final, Kairós. La habilidad de alterar el flujo temporal en su propio cuerpo, retrasando los daños que recibe y permitiéndole maximizar su fuerza en momentos críticos. En otras palabras, junto a nulificación de daño y Kairós que absorbe y altera. ¡Fuerza cinética ardiente!" Murata dejó escapar una risa. "Este es el verdadero punto de ruptura. No hay vuelta atrás después de esto..."
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El rugido del Nomu resonó como un trueno que desgarra el cielo, y su sonido arrasó con todo a su paso, como una explosión de fuego y metal.
En ese instante, el aire se volvió espeso, caliente, como si la misma atmósfera se quemara con cada respiración del monstruo.
El calor envolvió a Izuku, que permaneció de pie, firme, con la mirada fija en ese ser monstruoso que se erguía sobre él, desafiante y lleno de furia.
La sangre de su nariz comenzó a caer, tibia y oscura, pero a él no le importaba.
Su cuerpo entero parecía estar ardiendo, cada célula palpitando con el fervor de la batalla, pero su voluntad seguía siendo fría, calculada, como un acero bajo presión.
Las cenizas caían como nieve, cubriendo todo el lugar, mientras las telas del techo se desintegraban bajo el calor del rugido.
Los trozos de escombros flotaban en el aire, suspendidos en una danza de destrucción, como si el mundo entero hubiera sido tragado por la furia de una tormenta de fuego.
Izuku no movió ni un músculo, su mirada fija en el Nomu, como si pudiese sentir cada suspiro que escapaba de su garganta, cada chispa que volaba hacia él.
Wolfram, el monstruo de acero y furia se inclinó hacia adelante, su rostro torcido por el dolor y la rabia.
Otro rugido desgarró el aire, y por un segundo, el sonido del mundo entero desapareció, reemplazado solo por el retumbar de su fuerza.
La vibración del aire casi lo empujó hacia atrás, pero Izuku no se movió. Los ojos de ambos se encontraron en una conexión visceral, un combate de voluntades.
Tenko volaba hacia la derecha de Izuku, su cuerpo envuelto en una vibrante aura de energía, mientras Todoroki se deslizaba a su izquierda, la escarcha de su hielo dejando un rastro congelado sobre el suelo.
Juntos, los tres avanzaron hacia la bestia, sin un solo titubeo.
Los puños de Izuku se cerraron, la rabia recorriéndole como veneno en las venas, mientras la furia del Nomu parecía abrazar todo el aire a su alrededor.
Era un enfrentamiento inevitable, como la convergencia de dos tormentas, cada una tan destructiva como la otra.
En un solo movimiento, el Nomu se abalanzó hacia ellos, y el mundo pareció acelerarse, como si el tiempo mismo se plegara ante la magnitud del choque.
Izuku dio un paso al frente, sus puños volando en un torrente de furia contenida, mientras Tenko y Todoroki lo seguían, cada uno con su propio ritmo, su propia furia.
La bestia, enorme y abrumadora, les hacía frente con una furia animal, sus ojos brillando con una luz roja de odio y poder.
El aire se impregnó de la promesa de destrucción, pero la determinación en los ojos de los chicos nunca flaqueó.
La batalla estaba por comenzar.
Un paso pesado resonó sobre el suelo de madera del puerto, un sonido que hizo que los hombres que estaban por irse soltaran sus cosas, asombrados al ver la figura que se acercaba.
El hombre caminaba con pasos firmes, cada uno resonando con una fuerza que parecía sacudir el aire mismo a su alrededor.
Los pescadores miraron con respeto y algo de temor, sabían que no era alguien común.
El hombre levantó su mirada hacia el horizonte, donde la luna, la más joven de todas, brillaba débilmente en el cielo, como una mirada tímida en la oscuridad.
En el aire, se podía escuchar el distante estallido de fuegos artificiales, una explosión de luces que iluminaba el cielo, pero que no podía hacerle sombra a la presencia del hombre que estaba ahí, en el puerto.
Su cuerpo estaba rodeado por llamas, como si cada paso que diera dejara un rastro de fuego y furia a su paso.
Poco a poco, el hombre llegó a un claro, su rostro iluminado por las llamas que lo envolvían.
La intensidad del fuego se reflejaba en su mirada, un brillo feroz que nunca vacilaba. Era un hombre marcado por la batalla, por el sacrificio, por el poder.
Era Endeavor. Y había llegado a Hokkaido buscando a su hijo, Shoto.
El viento soplaba con fuerza, y las llamas a su alrededor danzaban como una extensión de su voluntad.
La calidez que emanaba de su cuerpo era como un recordatorio constante de la energía que contenía, un poder abrasador que solo él podía controlar.
Mientras miraba hacia el horizonte, sus pensamientos no eran para los fuegos artificiales, ni para las personas que lo rodeaban.
Estaba centrado en una sola cosa: encontrar a su hijo, y traerlo de vuelta. Pero... también confrontar al niño que ríe.
Laughing Boy.
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