OVER WORLD.

—Hablamos de un estado crítico en la sociedad. No obstante, ¿deberíamos cuestionar los métodos usados hasta ahora? Personalmente, no lo creo. Pero si buscamos hacer lo correcto, hundir a alguien bajo miles de culpas... no es para nada la solución adecuada.

—Sin embargo, refuto esa idea. Estamos enfrentándonos a un poder que puede hacer temblar los cimientos de nuestra sociedad.

—Si esa es la idea, la mayoría de los héroes famosos nunca habrían llegado donde están hoy. No podemos jugar con fantasías, Yoshida-San. Necesitamos abordar el problema y enfrentarlo como una sociedad unida, no dividida.

Dos hombres se encontraban frente a una cámara en lo que parecía ser un programa de televisión matutino típico de Japón. Sentados uno al lado del otro en un cómodo sofá, vestían trajes oscuros y debatían un tema de considerable interés.

—Eres bastante perspicaz, Tanaka-San. Permíteme plantear esto —dijo, haciendo un gesto con la mano—. Las personas que sobrevivieron al desastre hacen más de una década siguen heridas. Algunas no pueden perdonar ni avanzar. Es como si el asesino de alguien amado aún estuviera libre por las calles.

—No vamos a ser hipócritas. Puede sonar duro, pero no es la primera vez que un asesino anda libre sabiendo que hay una víctima. Se trata de transparencia y aceptación. Además, está la creencia en la bondad y la redención, así como en la inocencia —explicó Tanaka—. Un niño que despierta su quirk de manera estruendosa. Durante años, este caso ha sido debatido en redes sociales y pocos han llegado a una conclusión satisfactoria. Aun así, abundan cientos de debates y nadie puede decidir cuál es el lado correcto.

El otro hombre frunció el ceño y cruzó la pierna derecha sobre la izquierda.

—¿Sabes qué pienso, Tanaka-San?

—No, Yoshida-San, ¿en qué estás pensando?

Ambos parecían estar inmersos en un intercambio verbal intenso, captando cada vez más la atención de los televidentes.

—Laughing Boy podría ser inocente. Un niño que reaccionó de manera inusual debido a su corta edad y falta de control emocional. Puedo creer en esa verdad. Pero si dejamos de lado su origen... ¿qué nos queda? ¿Qué más ha desencadenado esto? Piénsalo. El festival deportivo, el incidente en la USJ, Osaka y ahora Tokio. Cuatro eventos significativos en los que el chico estuvo involucrado.

—¿Qué intentas decir?

—Lo que quiero decir es que algo no cuadra del todo, Tanaka-San. Hay algo extraño en todo esto.

Tanaka-San frunció el ceño, pensativo. La discusión se había vuelto más intensa, los argumentos se entrelazaban como las cuerdas de un intrincado nudo.

—Entiendo tu punto, Yoshida-San —respondió finalmente—. Pero ¿estamos seguros de que esos eventos están directamente relacionados con Laughing Boy? Podrían ser simples coincidencias, ¿no crees?

Yoshida-San se inclinó hacia adelante, los ojos entrecerrados en concentración.

—No puedo aceptar la idea de que sean simples coincidencias, Tanaka-San. ¿Cómo explicamos entonces la secuencia de eventos tan dramáticos que han seguido su presencia? Primero el festival deportivo, donde su quirk se descontroló públicamente. Luego el incidente en la USJ, que casi resulta en una catástrofe mayor. Osaka y Tokio han sido testigos de enfrentamientos directos relacionados con él. ¿Acaso todo esto es casualidad?

Tanaka-San asintió lentamente, considerando las palabras de su colega.

—Entiendo tu preocupación, Yoshida-San. Pero no podemos saltar a conclusiones precipitadas. Existen muchas variables en juego. Además, ¿cómo afectaría una cacería de brujas a nuestra sociedad? ¿Nos haría más fuertes o simplemente aumentaría el miedo y la desconfianza?

Yoshida-San cruzó los brazos, visiblemente molesto por la cautela de Tanaka-San.

—Comprendo tu punto de vista, Tanaka-San, pero la sociedad ya está fracturada. La gente está dividida en cuanto a la percepción de Laughing Boy: algunos lo ven como un héroe, otros como una amenaza. Necesitamos respuestas claras y acciones concretas para restaurar la confianza y la seguridad de todos.

El debate continuó durante varios minutos más, cada uno presentando sus argumentos con pasión y determinación. La cámara capturaba cada gesto, cada mirada intensa, mientras los televidentes se mantenían absortos en la discusión sobre el destino de Laughing Boy y su impacto en la sociedad japonesa.

Finalmente, Tanaka-San y Yoshida-San parecieron llegar a un punto de acuerdo provisional, reconociendo la complejidad del problema y la necesidad de un enfoque equilibrado y justo para abordarlo.

—En última instancia, Yoshida-San, creo que estamos de acuerdo en que se necesita una investigación más profunda y una evaluación imparcial de los hechos —concluyó Tanaka-San, ofreciendo una mano extendida hacia su compañero de debate.

Yoshida-San asintió con solemnidad, aceptando el gesto de Tanaka-San.

—Sí, Tanaka-San. Debemos proceder con cuidado y responsabilidad. Solo así podremos encontrar la verdad y hacer justicia, tanto para Laughing Boy como para nuestra sociedad.

Cuando las manos se cruzaron, parecía que la pantalla que transmitía el debate había cambiado de canal. Más allá de los decenas de canales que pasaron en un momento, el viento soplaba a través de un ventanal, empujando las cortinas hacia un lado y revelando un hermoso cielo azul.

Dentro de la habitación del hospital, una mujer estaba recostada en el suelo con ambas piernas enyesadas y elevadas sobre una camilla de soporte. Su cabello blanco caía sobre el azulejo blanco del suelo, y su mirada, de un ojo, de Rumi, estaba fija en la pantalla que cambiaba constantemente de canal.

—Aburrido... —murmuró con un tono abatido.

La habitación era tranquila, solo interrumpida por el suave zumbido de la televisión y el ocasional susurro del viento. Rumi cerró el ojo que no estaba enfocado en la pantalla y suspiró. El debate sobre Laughing Boy y su impacto en la sociedad japonesa había capturado la atención de muchos, pero para ella, atrapada en esa habitación de hospital, se sentía desconectada de todo lo que estaba ocurriendo afuera.

Volvió a mirar la pantalla con cierta resignación. Los argumentos de Tanaka-San y Yoshida-San les recordaban a debates que había escuchado antes, aunque ahora su interés en ellos parecía distante. La televisión seguía cambiando de canal, mostrando noticias, dramas y comerciales sin cesar.

El cielo azul fuera de la ventana parecía tan lejano como los eventos que discutían en la pantalla. Rumi suspiró nuevamente y se acomodó mejor en la camilla, tratando de encontrar una posición más cómoda para sus piernas enyesadas. Había pasado mucho tiempo desde el accidente que la dejó en esta situación, y aunque los médicos decían que se recuperaría, el proceso era lento y frustrante.

Cerró los ojos por un momento, dejando que la calma de la habitación la envolviera. Los sonidos distantes de pasos en el pasillo y el murmullo de conversaciones llegaban hasta ella de vez en cuando. La televisión seguía encendida, pero ahora solo era un fondo sonoro, una compañía constante en sus días solitarios en el hospital.

—Estoy recuperando poco a poco la audición.

Rumi sacudió ambas largas orejas blancas de conejo, una de ellas con la punta ligeramente faltante, como si estuviera recordando su forma original. Con cuidado, elevó sus brazos y los dejó caer sobre el azulejo frío.

—¡AUN ESTOY ENTUMIDA! —gritó con frustración, su voz sonaba ronca por la falta de uso y el ambiente seco del hospital.

Ella yacía desplomada de cintura para arriba sobre el suelo, sus piernas enyesadas apoyadas en la camilla a un lado. Su mirada estaba fija en el techo de la habitación, mientras intentaba ignorar la sensación de entumecimiento que aún persistía en su cuerpo.

Parte de su rostro seguía cubierto por vendajes, dejando solamente su ojo izquierdo visible. Su hermoso iris rojo, característico de los miembros de su especie, reflejaba los puntos oscuros dispersos en el techo de la habitación. La luz del día se filtraba suavemente por la ventana, pintando el suelo con una luz tenue y cálida.

Rumi suspiró pesadamente, sintiendo el peso de la recuperación lenta y frustrante. Había pasado mucho tiempo desde el accidente que la había dejado en esta situación, y aunque los médicos le aseguraban que estaba mejorando, cada día era una batalla contra el dolor y la incomodidad.

A lo lejos, el murmullo de voces y el trajín del personal del hospital recordaban que la vida seguía afuera de su pequeño mundo de vendajes y paredes blancas. La televisión en la esquina de la habitación seguía emitiendo programas y noticias, pero Rumi apenas prestaba atención, concentrada en su propia lucha interna.

—Quizás debería intentar moverme un poco más hoy —murmuró para sí misma, consciente de la importancia de la rehabilitación para su recuperación.

Decidió esperar un poco más antes de intentar levantarse. La fatiga mental y física la invadía, pero también sentía una determinación silenciosa por mejorar, por recuperar la plenitud de sus capacidades.

Los minutos pasaron en silencio mientras Rumi contemplaba el techo y la luz del día cambiaba lentamente. Estaba sola con sus pensamientos, buscando encontrar fuerzas para el próximo paso en su largo camino hacia la recuperación.

Entonces, en ese silencio abrumador, sintió un vacío profundo en su pecho, acompañado de un dolor punzante que parecía absorber el aire de sus pulmones. Su corazón, aun latiendo debajo de las vendas y la fría tela del hospital, parecía ser el único testigo palpable de su existencia en aquel momento.

Con delicadeza, colocó su mano sobre el lugar donde el dolor parecía concentrarse más intensamente, justo en el centro de su ser. Al cerrar los ojos, se sumergió en los recuerdos dolorosos que la asaltaban. Recordó vívidamente el instante en que llegó al hospital: las luces brillantes que se deslizaban rápidamente sobre ella mientras los enfermeros la transportaban en la camilla. El recuerdo de la sangre que manaba de su pecho y la sensación de ahogo que la envolvía aún estaba fresco en su mente.

El sonido del mundo exterior se desvaneció gradualmente mientras ella revivía esos momentos angustiantes. Podía sentir cada latido de su corazón como un eco de aquellos días tumultuosos. Su respiración se volvió más lenta y profunda, como si intentara contener toda la emoción que la invadía.

La sensación de estar al borde de la muerte la envolvía por completo, sumiéndola en un torbellino de emociones intensas y contradictorias. Miruko, o también conocida como Rumi, había enfrentado la muerte en numerosas ocasiones a lo largo de su vida como heroína, pero en los últimos eventos había sentido su presencia de una manera que la había sacudido hasta lo más profundo.

Recordaba claramente los momentos críticos en Osaka y luego en Tokio, cuando estuvo al borde mismo de perderlo todo. En Osaka, había encontrado dentro de sí una fuerza inquebrantable, una determinación feroz que la impulsó a seguir luchando contra viento y marea. Pero ahora, después de lo vivido en Tokio, algo había cambiado irrevocablemente en ella.

Antes de ser llevada al quirófano, mientras yacía en la cama de hospital, aturdida por el dolor y perdida en sus pensamientos, su mente se aferraba a un rostro en particular: Izuku Midoriya. Él había sido una luz en medio de la oscuridad, un rayo de esperanza que había brillado incluso en los momentos más desesperados. Anhelaba desesperadamente verlo de nuevo, no solo para asegurarse de que estaba bien, sino también para encontrar consuelo en su presencia reconfortante.

Sin embargo, junto con ese anhelo, también había un temor palpable que la abrazaba con fuerza. Temía profundamente descubrir que tal vez nunca tendría la oportunidad de reunirse con él nuevamente, que los eventos turbulentos habían truncado cualquier posibilidad de un reencuentro.

En esos momentos de quietud antes de la cirugía, su corazón latía con una mezcla de esperanza y temor.

Rumi se preguntaba a sí misma si se había vuelto más débil. Recordaba con ferocidad esos días en los que salía de su hogar para luchar, cada combate iniciado con la conciencia de que podría no regresar, y, sin embargo, eso no le importaba. Con una sonrisa arrogante, enfrentaba cualquier problema que se interpusiera en su camino.

Pero ahora, cada vez que recordaba lo cerca que estuvo de la muerte, un escalofrío la recorría. El dolor y el vacío en su pecho parecían intensificarse, y sentía emociones que nunca había experimentado apoderarse de su corazón. Rumi se encontraba luchando contra el miedo, un miedo que no le era ajeno pero que ahora amenazaba con desbordarse: miedo a la muerte, miedo a la posibilidad de no volver a ver a Izuku.

En esos momentos de introspección, se cuestionaba si esta nueva vulnerabilidad era una debilidad o simplemente una faceta desconocida de sí misma. A pesar de su valentía innata y su determinación férrea, enfrentaba ahora una batalla interna contra sus propios temores más profundos. Buscaba respuestas en sus recuerdos y en la fuerza que había encontrado en otros momentos difíciles, tratando de reconciliar la imagen de la guerrera indomable que había sido con la mujer que ahora se sentía tan frágil y expuesta.

El deseo de ver a Izuku era un ancla en medio de la tormenta emocional que la envolvía. Más que nunca, anhelaba la seguridad y el consuelo que su presencia podría brindarle.

Rumi inhaló profundamente y su rostro se deformó en una mueca que ella misma consideró fea, haciendo una pausa frente al espejo. Se preguntó si alguien podría realmente lucir bien con esos yesos en las piernas. "Parece que estoy planeando algo sospechoso", pensó para sí misma con una risa nerviosa. Decidió dejar de lado esos pensamientos profundos y preocupantes, arrugándolos mentalmente como una hoja de papel y tirándolos lejos. Con una sonrisa maliciosa que solo ella podía esbozar, Rumi se puso de pie, decidida a enfrentar lo que viniera.

Aunque los yesos la hacían caminar como un pato cojo, ella recordó con orgullo que tenía las cualidades de un conejo. "¡No hay obstáculo demasiado grande para mí!", se animó, sacudiendo las piernas torpemente mientras se dirigía hacia la puerta de su habitación. Al llegar, empujó la puerta corrediza con tanta fuerza que casi se tambaleó hacia afuera, primero asomando sus orejas blancas y luego su cabeza con una expresión traviesa.

Echó un vistazo rápido a ambos lados del pasillo, como si estuviera a punto de perpetrar una travesura secreta en pleno hospital. "¿Alguien me ha visto? ¡Qué emoción!", murmuró para sí misma con una risita nerviosa, disfrutando de la adrenalina de la situación.

Su objetivo; llegar con Izuku.

¡Perooooooo! Para poder alcanzar su objetivo tendría que pasar del punto A al punto... Z. No punto B, punto Z.

Debido a sus recurrentes escapadas no autorizadas de su habitación, Rumi había sido reubicada del área de recuperación a un rincón menos glamoroso del hospital: el ala de quimioterapia. La diferencia de altura entre ella y el séptimo piso, donde se encontraba Izuku, era tan grande que parecía estar en una dimensión paralela hospitalaria. En términos simples, Rumi ahora estaba a más de tres pisos por debajo de Izuku, en la punta opuesta del hospital.

El personal del hospital, cansado de sus travesuras y del caos que causaba a su paso, había tomado la decisión de moverla gradualmente hacia la nueva ubicación. Durante tres días consecutivos, Rumi había sido "exiliada" poco a poco hacia el ala de quimioterapia, como si fuera una heroína rebelde relegada a un área menos privilegiada del hospital.

En su nuevo entorno, Rumi se encontraba rodeada de pacientes que, a diferencia de ella, necesitaban tranquilidad y cuidado especializado. Aunque había sido una lección dura de aprender, Rumi no podía evitar encontrar cierto humor en la situación. "¡Vaya viaje me he ganado!", pensaba para sí misma con una sonrisa traviesa, incluso en medio de las circunstancias menos ideales.

Desde su nueva ubicación, planeaba estratégicamente cómo podría acercarse nuevamente a Izuku sin que el personal se diera cuenta. La distancia no iba a ser un obstáculo para alguien como ella, decidida y, a veces, un tanto terca en su determinación.

Y como si no quisiera esperar más, su viaje comenzó.









En el otro extremo del hospital, Shinji Nishiya se encontraba reposando en un pequeño banco frente a la camilla ocupada por Izuku. La atmósfera en la habitación era serena, a pesar de las cicatrices visibles en ambos jóvenes.

—Me gustaría estrecharte la mano, ¿sabes? Aunque me temo que eso tendrá que esperar, chico —comentó Shinji con una leve sonrisa.

—Podríamos intentarlo con la punta de mi pie, aunque está igualmente enyesado —respondió Izuku, devolviendo la sonrisa con un atisbo de humor.

Shinji asintió, apreciando el espíritu ligero de su compañero.

—Entonces, ¿hoy te dan el alta? —preguntó Izuku, curioso por la respuesta.

—Sí, esta tarde recogeré mis cosas y seguramente estaré de vuelta en Musutafu para mañana por la mañana —contestó Shinji, con un gesto decidido, pero también cargado de agradecimiento por su recuperación.

Izuku inclinó la cabeza ligeramente hacia un lado, observando con atención el rostro de Shinji. Notó las marcas que las quemaduras y los moretones habían dejado en su piel, así como la ausencia parcial de una de sus orejas.

—¿Todavía te duele mucho? —preguntó Izuku, con preocupación genuina en su voz.

Shinji desvió la mirada por un momento antes de responder:

—No tanto como seguro te duele a ti —dijo, tratando de quitarle importancia al asunto—. Aunque aún tienes algo de ese rojo en tus ojos.

El comentario de Shinji hizo que Izuku se detuviera por un instante. Se refería a la sangre que había teñido parte de la esclerótica de sus ojos tras el violento incidente.

—El médico dijo que en aproximadamente un mes todo esto debería desaparecer. No debería dudar de eso, pero... espero que tenga razón. Mi visión todavía es un poco complicada —confesó Izuku, dejando ver una mezcla de esperanza y preocupación en su tono de voz.

—Es comprensible, después de lo que pasaste —respondió Shinji con empatía—. Te golpearon como si fueras un costal durante todo un día.

Ambos jóvenes dejaron escapar una risa breve y contenida, encontrando un momento de ligereza en medio de la seriedad de sus circunstancias.

Un breve silencio llenó la habitación, durante el cual Izuku observó a Shinji detenidamente antes de decidirse a hablar de nuevo.

—¿Kamui-San...?

—Shinji —corrigió Shinji, interrumpiéndolo amablemente.

—¿Perdón?

—Creo que deberíamos empezar a llamarnos por nuestros nombres, ¿no crees, Izuku? Después de todo, arriesgué mi vida por ti. ¿Eso no nos hace más cercanos? —propuso Shinji con una sonrisa leve pero sincera.

A pesar de la sangre que todavía marcaba gran parte de la esclerótica del ojo de Izuku, se pudo ver un brillo enternecedor en su mirada.

—Tienes razón... Shinji-San —aceptó Izuku, pronunciando el nombre de su compañero con un gesto de complicidad.

—Y deberías dejar los honoríficos también, Izuku —añadió Shinji, riendo suavemente.

—No creo que pueda hacerlo. Eres mayor que yo, así que creo que debería mantener algo de respeto —respondió Izuku, con una sonrisa.

Shinji asintió, admirando la integridad y la cortesía de su joven amigo.

—¿Sabes? Es curioso. A pesar de que nos conocemos desde hace años, siento que esta es la primera vez que tenemos una conversación tan íntima entre nosotros. Algo más cercano —comentó Shinji, reflexionando sobre la conexión especial que parecía haber surgido entre ellos tras el incidente.

Ambos jóvenes compartieron una mirada significativa, conscientes de que habían atravesado juntos una experiencia que los había unido de una manera única.

El silencio se hizo presente de nuevo, pero esta vez estaba cargado de una tensión palpable, como si ambos sintieran una necesidad latente de plantear ciertas preguntas, aunque uno más que el otro.

Finalmente, fue Shinji quien decidió romper el hielo.

—¿Cómo estás manejando todo esto? —preguntó con un tono serio pero lleno de interés genuino—. Me refiero a ese tipo, ¿Majiro?

Izuku elevó la mirada hacia Shinji, sus ojos reflejando una mezcla de reflexión y determinación.

—¿Majiro? —respondió con una sonrisa leve, como si recordara algo lejano—. Creo que mejor que antes. Aunque aún hay momentos en los que sigo pensando mucho en lo que sucedió.

—Es comprensible. Han pasado apenas dos semanas desde entonces. Los recuerdos aún están frescos —comentó Shinji, asintiendo con empatía.

Izuku desvió la mirada por un momento, como si buscara las palabras adecuadas antes de continuar.

—He tenido la oportunidad de hablar con Rumi... —comenzó, pausando brevemente mientras evaluaba cómo expresar sus pensamientos.

—¿Sin usar los honoríficos con ella? —interrumpió Shinji con una ceja arqueada, mostrando una pizca de humor.

Izuku no pudo contener una risa suave ante la observación de Shinji.

—Aprendí de la manera más difícil que a ella no le agrada mucho la formalidad, ¿verdad?

—¿Verdad? Si se trata de suponer, supongo que te patearía la cabeza si escuchara ese comentario.

—Y por eso mismo, esto queda entre nosotros dos, ¿no es así? —respondió Izuku con complicidad, reconociendo la complicada dinámica con la temeraria Rumi.

Shinji asintió, relajándose un poco más en su asiento.

—Podemos discutirlo. Pero por ahora, sí —concedió, antes de inclinarse ligeramente hacia adelante—. Entonces, cuéntame, ¿sobre qué conversaste con ella?

—Abordamos un sinfín de tonterías y quejas, especialmente sobre la monotonía del hospital y lo predecible que resulta la gente aquí. Rumi incluso mencionó una vez que le parecería emocionante un incendio, donde tendría que saltar de piso en piso para rescatar a los pacientes en camillas. ¿Puedes imaginarlo? —expresó Izuku, con una mezcla de asombro y diversión en su voz.

—¿De Miruko? Me sorprende que no haya mencionado algo más dramático, como explosiones simultáneas —respondió Shinji con una sonrisa irónica, recordando la personalidad audaz de la heroína.

Ambos jóvenes compartieron una risa cómplice, reconociendo lo peculiar y a veces exagerado del carácter de Rumi.

El aire entre ellos se hizo más ligero, como si el compartir esas anécdotas los acercara aún más después de los eventos difíciles que habían enfrentado juntos.

El tiempo transcurrió lentamente mientras Izuku y Shinji compartían anécdotas y trivialidades del día a día en el hospital. Cada risa y sonrisa compartida entre ellos era un bálsamo para el alma de Izuku, elevando su ánimo más de lo que hubiera imaginado posible en aquel lugar sombrío.

Entre historias sobre pequeñas travesuras con las enfermeras y reflexiones sobre la monotonía hospitalaria, encontraron en su conversación una conexión especial. Para Izuku, la compañía de Shinji no solo ofrecía distracción, sino también un sentido de apoyo y camaradería que necesitaba desesperadamente en esos momentos difíciles.

La calidez de su interacción, libre de preocupaciones externas, creó un refugio temporal donde podían compartir sus experiencias y encontrar consuelo mutuo en la comprensión silenciosa de sus desafíos compartidos.

Finalmente, el tiempo paso entre risas.

*¡CRIC!*


INTRODUCIR: DEPARTURES-EVAN CALL

El banco emitió un ligero crujido cuando Shinji se puso de pie con cuidado.

—Me alegró mucho poder hablar contigo, Izuku —dijo con una sonrisa sincera—. Ahora debo regresar a mi habitación y preparar mis cosas. Seguramente habrá algunos documentos que debo firmar antes de irme.

—Igualmente, Shinji-San. Nos vemos en un par de días cuando vuelva a Musutafu —respondió Izuku con calidez, aunque una sombra de duda cruzó su mirada por un instante.

Shinji permaneció en silencio por un momento, dejando que las palabras de Izuku resonaran en su mente. "Nos vemos en Musutafu". Era algo que daban por sentado debido al trabajo que la comisión le había encomendado: proteger a Laughing Boy, es decir, a Midoriya Izuku. Pero ahora que la comisión prácticamente había dejado de existir, las cosas podrían cambiar. La incertidumbre se instaló en su mente mientras reflexionaba sobre las implicaciones de esa simple despedida. ¿Cómo sería mantener el contacto ahora? ¿Sería más complicado?

La relación que habían forjado bajo circunstancias tan intensas ahora parecía estar en una encrucijada. Shinji no estaba seguro de cómo abordar el futuro sin el respaldo y la estructura que la comisión les había proporcionado. Sentía una mezcla de gratitud por haber conocido a Izuku y preocupación por lo que vendría después.

Él escondió una sonrisa tras su rostro y dio un paso hacia atrás, girándose lentamente antes de que Izuku tuviera la oportunidad de hablar.

—Shinji-san —mencionó Izuku en tono respetuoso.

El hombre se detuvo en seco, con medio talón aún en el aire. Volvió la cabeza sobre su hombro, encontrando la mirada de Izuku.

—Gracias —agregó Izuku con sinceridad, su expresión revelando gratitud genuina por el gesto de Shinji.

El parpadeo se hizo lento y sus ojos se empañaron. ¿A quién exactamente estaba viendo?

En aquella noche desgarradora en Tokio, exhausto dentro del edificio y plagado de dolor, él miró hacia fuera donde una pantalla transmitía un video. A duras penas, en los límites de su consciencia, pudo distinguir el rostro de Izuku.

No solo veía al niño que había observado desde lejos tantos años atrás. Por primera vez, Shinji vislumbró mucho más allá de lo que jamás había imaginado. Vio a un héroe.

Vio cómo un niño se transformaba en un héroe.

Un nudo apretó su garganta, abrumado por la revelación y el orgullo que surgían en su interior.

[Cuando lo vi por primera vez... no pensé que fuera alguien diferente.]

La luz inundó la habitación con un brillo reluciente, como si un rayo de sol golpeara el suelo del cuarto de hospital. Al empujar las cortinas, el viento entró furiosamente y movió los mechones de cabello de Kamui, revelando sus brillantes iris.

Al parpadear de nuevo, su vista se aclaró, ocultando las lágrimas mientras una sonrisa genuina se dibujaba en su rostro.

[Ahora que lo veo, estoy feliz de haberlo percibido como mi igual.]

Respiró profundamente, llenando sus pulmones de aire.

[Porque gracias a eso puedo decir ahora que él no solo es igual a nosotros... es más que eso.]

Quizás Shinji no siempre había tomado las mejores decisiones a lo largo de los años. Durante mucho tiempo, solo fue la sombra que seguía al chico, pues ese era su trabajo. Le costó tiempo y órdenes acercarse a él. Sabía que, si no hubiera seguido la orden de hacerlo, jamás lo habría hecho, y eso lo atormentaba. Ahora se daba cuenta del daño que podría haber evitado.

Quizás podría haberlo ayudado, pero al mismo tiempo, Shinji encontraba una extraña satisfacción en haberse acercado a él en aquel entonces. Quizás fue esa soledad lo que lo impulsó a convertirse en la persona que era.

Podría cambiar mucho de cómo trataba al chico, pero nunca... nunca dejaría de sentir un profundo orgullo por él.

Tan solo levantó la mano y apartó la vista de Izuku. No necesitaba decir más, no quería prolongar la despedida... así estaba bien. Decidió encaminarse hacia la puerta.

Cada paso, cada leve giro de cintura, parecía abrir un velo en el aire, trayendo a su mente recuerdos que surgían uno tras otro... un torrente de emociones contenidas. Al llegar finalmente a la puerta y deslizarla hacia un lado, inclinó la cabeza ligeramente, recordando el rostro de aquel niño, y no pudo evitar sonreír.

—Cuídate, Izuku.

—Sí, lo haré, Shinji-san.

Shinji asintió con solemnidad y salió al pasillo, cerrando la puerta tras de sí. Al alzar la mirada, giró hacia la derecha y se encontró con el cálido resplandor del sol filtrándose por una ventana al final del pasillo.

Con una calidez profunda y una mezcla de nostalgia y satisfacción en su corazón, comenzó a caminar con las manos en los bolsillos, hacia la luz que lo envolvía y parecía absorberlo.

Tal vez de cierto modo, esta era la despedida de aquel puesto que el héroe Kamui Woods tomo recién egresado de la academia de héroes.

Su primer trabajo que persistió hasta el día de hoy y que con gran orgullo cumplió.

Vigila a Laughing Boy.

[...]

En los largos pasillos del hospital, atestados de enfermeros y personal de servicio, una joven mujer se escondía torpemente detrás de camillas y mesillas, intentando moverse de un lado a otro sin ser vista por el público. El único problema era que sus piernas estaban enyesadas, así que, en lugar de agacharse correctamente, se inclinaba hacia adelante, haciendo que su cola esponjosa se asomara por la abertura de su camisola.

Miruko frunció el ceño mientras evaluaba su siguiente movimiento. "Vamos, Rumi, necesitas ser más sigilosa que esto", se reprendió a sí misma mentalmente. Observó a los enfermeros que pasaban y pensó en su estrategia.

"Si puedo llegar hasta la esquina sin que me vean, puedo deslizarme hacia el ala oeste del hospital.", pensó, trazando un plan en su mente.

Decidió esperar un momento más y, cuando los pasillos estuvieron momentáneamente despejados, se agachó con torpeza para intentar avanzar hacia su objetivo sin llamar la atención.

"Voy bien, casi lo logro", se dijo con determinación, mientras su cola se sacudía involuntariamente, delatándola un poco más de lo que hubiera deseado.

Justo cuando creyó haberlo logrado, su pie izquierdo se enredó en el dobladillo de su bata y, con un grito ahogado, Miruko se precipitó hacia adelante. Aterrizó de cara en medio del pasillo, su cola esponjosa se movió con descontrol mientras intentaba levantarse rápidamente, sintiéndose avergonzada y con la esperanza de que nadie la hubiera visto.

—¡Ay, ay, ay! ¡Qué torpeza!

Murmuró para sí misma, intentando recomponerse lo más rápido posible antes de que alguien se acercara a ayudarla o, peor aún, la reconociera.

Cuando creyó que finalmente se había puesto de pie sin llamar la atención... fue todo lo contrario. Varios doctores y enfermeras dispersos en el pasillo se giraron al unísono para mirar a la mujer que levantaba la cara roja del suelo, como si fuera una escena sacada de una comedia en cámara lenta. Rumi tragó saliva mientras un mar de sudor caía por su rostro. Sabía que, si la reconocían, su intento de pasar desapercibida se desmoronaría.

Intentó forzar una sonrisa nerviosa, pero solo logró que pareciera que había comido algo agrio. Los doctores comenzaron a intercambiar miradas de confusión y murmullos discretos.

Miruko, con la dignidad de un pato resbaladizo, comenzó a retroceder torpemente, moviéndose de lado a lado con las piernas enyesadas, pareciendo más una danza improvisada que un intento de escapar discretamente. Los presentes en el pasillo no podían evitar mirar con curiosidad y cierto asombro ante la escena tan poco habitual.

Finalmente, al doblar la esquina y estar fuera de la vista directa de los médicos y enfermeras, dejó escapar un suspiro de alivio. Se apoyó pesadamente en la pared, ocultando su rostro en las manos y lamentando su espectáculo involuntario.

Se repitió que todo estaba bien, nadie parecía haberla reconocido al instante, pero fue una conclusión apresurada por su parte. Al separar las manos de su rostro, encontró a dos vigilantes mirándola. Los ojos se le abrieron como platos.

—Señorita Usagiyama.

—¿Podría regresar a su habitación? —concluyó el segundo compañero con una seriedad que contrastaba con la situación absurda.

Rumi comenzó a reír nerviosamente, tratando de mantener su compostura mientras pensaba rápidamente en una excusa.

Sin embargo, sus intentos de pasar desapercibida fallaron estrepitosamente. En cuestión de segundos, los gritos y el caos llenaron los pasillos del hospital. La mujer de tez morena y cabello blanco corría como podía, seguida de cerca por los vigilantes que intentaban alcanzarla entre una lluvia de objetos que ella arrojaba desesperadamente para ralentizarlos.

Los pacientes y el personal del hospital observaban con asombro y desconcierto, sin entender completamente lo que estaba sucediendo. Algunos pacientes incluso se animaron a animar a Rumi con aplausos y gritos de ánimo, confundidos pero entretenidos por la inusual escena.

[¡Ya voy... Izuku!]

[...]

INTRODUCIR:MAGDALENE-AKIRA YAMAOKA

[Recientemente he tenido algunos sueños.]

En el velo de la oscuridad, una silueta se expande hacia adelante, abriendo una grieta en la densa niebla que lo rodea. El chico avanza con pasos que parecen flotar sobre el suelo, su figura apenas iluminada por destellos de luz difusa que se filtran a través de las sombras.

El agua fría le llega hasta los tobillos, susurrando un eco suave y constante que se mezcla con el aire gélido que lo rodea. El viento, aunque inexistente, parece jugar con su cabello y ropa como si tuviera vida propia, añadiendo una capa de surrealismo a la escena.

A pesar de la oscuridad opresiva y el entorno desconocido, el chico no siente miedo ni ninguna forma de inseguridad. Al contrario, hay una serenidad en su expresión, como si supiera que todo lo que experimenta no es más que un sueño vívido. Sin embargo, una voz interior le susurra que hay algo más en este lugar, algo que trasciende la simple realidad onírica.

Cada paso que da parece llevarlo más profundamente hacia adelante, hacia un horizonte que se desdibuja entre sombras y luces intermitentes. Las formas y contornos a su alrededor se transforman lentamente, como si el paisaje mismo estuviera vivo y cambiando a su alrededor.

En este estado entre la vigilia y el sueño, el chico se siente atraído por una sensación de destino inminente, como si hubiera llegado a este lugar por una razón que aún no comprende completamente. Mientras avanza, las sombras danzan a su alrededor, creando figuras etéreas que parecen querer comunicarle algo, pero las palabras se desvanecen antes de que pueda entenderlas.

En este extraño y evocador sueño, el chico continúa su camino con una mezcla de curiosidad y determinación, cada paso resonando en el silencio del paisaje onírico, esperando descubrir qué secreto o mensaje aguarda al final de este viaje a través de la oscuridad en expansión.

[Veo a las personas cercanas a mí agrupándose a mi alrededor. Todas y cada una de ellas me observan con solemnidad, como si estuviera perdido. Pero sé, en lo más profundo de mí ser, de dónde he venido y donde estoy.]

Al detenerse, el agua a sus pies se aquietó también. Miró hacia adelante con una mirada firme, mientras todas esas personas lo rodeaban, sus miradas fijas en él. Echó un vistazo hacia atrás y vio su vida entera desplegarse en un túnel de refracciones de luces, como escenas de películas transmitiéndose simultáneamente.

Cada imagen, cada destello de luz, parecía contener fragmentos de momentos significativos de su existencia: risas compartidas, desafíos superados, momentos de tristeza y momentos de triunfo. Las luces danzaban alrededor de él, formando una especie de collage luminoso que narraba su historia de una manera única y surrealista.

A pesar del entorno desconcertante y las miradas expectantes de quienes lo rodeaban, una calma profunda lo envolvía. Sabía que este era un momento crucial, una encrucijada donde cada experiencia vivida convergía en un instante de claridad y comprensión.

Las voces de aquellos que lo rodeaban resonaban suavemente en el aire, como un eco lejano que buscaba guiarlo. Sin embargo, en medio de la cacofonía de recuerdos y emociones, encontró una certeza interior que lo impulsaba hacia adelante, hacia un destino aún por descubrir pero que sentía intuitivamente familiar.

[Y todo esto solo me hace preguntarme... ¿A dónde voy?]

Izuku devolvió su mirada al frente, encontrando un resplandor que poco a poco lo envolvió, hasta que sus ojos se abrieron de golpe, despertando del profundo sueño.

Cuando finalmente abrió su ojo se encontró con un hombre sentado en aquel lugar donde estaba Kamui hace un rato.

—¿Te desperté? Lo siento —dijo este.

La intensidad del sueño se desvaneció gradualmente, pero las imágenes y sensaciones aún flotaban en su mente. Se encontraba de nuevo en la realidad, sintiendo el contraste entre la serenidad del sueño y la agitación del despertar.

—All Might.

—¿Cómo te sientes?

—Adormecido, aunque poco a poco estoy recuperando la sensibilidad en mis extremidades.

—Eso es fantástico. De hecho, hablé con el médico. Mencionó que tal vez tardes un poco más en que te podamos quitar los yesos y que posiblemente necesites refuerzos en tus piernas por un tiempo después de que salgas del hospital.

Izuku se recostó un poco más en la cama del hospital, procesando la información con calma antes de responder.

—Entiendo. Supongo que es parte del proceso de recuperación. No hay prisa mientras mejore cada día.

All Might asintió con una sonrisa tranquilizadora.

—Exactamente, Midoriya. Tu salud es lo más importante ahora mismo.

Izuku apartó la mirada por un momento, reflexionando sobre sus lesiones y cómo afectarían su regreso a la actividad heroica.

—¿Dijo algo de mi brazo? —preguntó finalmente, volviendo la mirada hacia All Might.

El héroe desvió la mirada hacia el brazo derecho de Izuku y luego la bajó con cierta seriedad.

—No mucho. Parece que es un asunto complicado. Recovery Girl no quiso darme detalles específicos, estaba bastante enfadada. Y sabes, a su edad, prefiere evitar viajes largos.

Izuku frunció el ceño ligeramente, sabiendo que, si Recovery Girl estaba molesta, era algo serio.

—Entiendo. Supongo que no siempre todo puede repararse fácilmente, ¿verdad?

All Might asintió con gesto comprensivo.

—Así es, Midoriya. A veces, las circunstancias nos llevan por caminos que no esperábamos. Pero tú siempre has sido fuerte, estoy seguro de que encontrarás la manera de adaptarte.

Izuku sonrió con gratitud ante las palabras de aliento de su mentor.

—Gracias, All Might. Tendré que aprender a lidiar con esto también.

—Estoy aquí para ti.

Al decir esto, All Might esbozó una sonrisa, pero bajo esa máscara de tranquilidad se ocultaba una culpa que le pesaba en el alma. Entrelazó sus dedos sobre sus muslos y bajó la mirada con una expresión apenada, sintiendo el peso de sus propias fallas. A pesar de estar allí, junto a Izuku, no podía evitar cuestionarse cómo había fallado en protegerlo en momentos críticos. La pregunta resonaba en su mente con insistencia: ¿cómo era posible que en dos ocasiones tan peligrosas no estuviera a su lado? Y, si sumaba el desastroso incidente en USJ, la culpa se intensificaba, como una sombra sobre su legado como símbolo de la paz.

Osaka y Tokio habían dejado una huella profunda en Izuku. La experiencia había transformado su mirada, llevándola de la inocencia juvenil a una seriedad y determinación que impresionaban incluso a All Might. Aunque había visto las transmisiones y escuchado las entrevistas con los habitantes agradecidos de Osaka, no podía evitar sentir que algo se había quebrado en el proceso. El heroísmo de Izuku había sido celebrado públicamente, pero bajo la superficie de los elogios se escondía un precio personal elevado que ambos conocían demasiado bien.

Aquello que había ocurrido en Osaka no solo había marcado un hito crucial en la vida de Izuku, sino que también había desencadenado una serie de consecuencias imprevistas. La intervención de la Comisión de Seguridad Pública, el enfrentamiento con All For One y otros eventos posteriores habían dejado cicatrices profundas en el tejido de la sociedad y en la psique de Izuku.

All Might reflexionó con sinceridad sobre las implicaciones de estos eventos. No se sentía capaz de sopesar los pros y los contras de todas estas situaciones con claridad. La carga emocional y moral era abrumadora, y a menudo se encontraba luchando contra sus propias dudas y limitaciones como mentor para Izuku.

Sin embargo, mientras observaba a Izuku, decidido y firme en su determinación de seguir adelante a pesar de todo, sintió un atisbo de esperanza. Quizás juntos, con el tiempo y el apoyo mutuo, podrían encontrar la manera de sanar las heridas del pasado y enfrentar el futuro con valentía y resolución. En ese momento, más que nunca, comprendió la importancia de su papel como guía y protector de Izuku, aunque la sombra de sus propios errores nunca dejara de acechar en el fondo de su conciencia.

"Has tenido mala suerte."

All Might salió de su ensimismamiento al escuchar el murmullo, desviando su mirada hacia Izuku quien parecía sumido en sus pensamientos más profundos.

—No puedo ser un héroe... aún recuerdo ese pensamiento. Parece tan lejano ahora.

La confesión de Izuku resonó en el silencio tenso de la habitación del hospital. All Might se enderezó en su asiento, tomando aire antes de responder.

—¿Cómo dices? —preguntó con curiosidad, sintiendo un nudo en la garganta por la vulnerabilidad que Izuku mostraba.

—Yo pensaba que, aunque aspirara con todo mi corazón a convertirme en un héroe, nunca sería capaz debido a todo lo que he causado con mi quirk. Pero, a pesar de eso, deseaba desesperadamente que alguien me dijera que yo podía ser un héroe —Izuku miró intensamente a All Might, buscando comprensión—. Y entonces apareciste tú.


INTRODUCIR: YOU CAN BECAME A HERO-OST

"...Puedes convertirte en un héroe."

All Might asintió lentamente, dejando que las palabras resonaran en su propia mente mientras procesaba el impacto que había tenido en la vida de Izuku.

—Las únicas cosas que podía recordar de mí mismo eran pesadillas donde veía a gente lastimada por mí. No puedo mentir diciendo que aún no tengo esas pesadillas, aunque, realmente se han transformado en algo más. Cada vez que enfrento un desafío, vuelven a mí como un recordatorio.

—¿Qué tipo de recordatorio? —preguntó All Might.

Izuku frunció el ceño ligeramente antes de responder con una determinación que desafiaba sus propios temores:

[Uno que me dice que no puedo rendirme.]

El tono de Izuku resonó con una intensidad emocional que llenó la habitación. All Might sintió un nudo en la garganta, consciente del peso de las palabras de su discípulo.

—"No aferrarme al pasado" —cito Izuku—. En ese entonces lo consideraba algo difícil y ciertamente hoy lo sigo pensando. Pero, tal cual como una carga no lo creo. Siento que gracias a siempre aferrarme al pasado es que puedo impulsarme hacia delante. De cierto modo he crecido gracias a aferrarme a mi pasado.

La mirada enternecedora de Izuku se torció en un gesto genuino hacia All Might.

—Naciste para ayudar a las personas —volvió a citar Izuku—. No quiero que pienses que no me has ayudado en nada.

—E-Espera yo...

—No, lo entiendo —interrumpió Izuku—. Puedo verlo.

Izuku recordó a Rumi, ambos tenían el mismo rostro.

—No quiero sonar arrogante, pero creo que ya has hecho suficiente por mí. Claro, tampoco desagradecido ni anticipado... Bueno, ¿Me entiendes? Me has dado mucho. Me diste lo más importante —Izuku jugueteo con las palabras debido al nerviosismo—. Me diste una segunda oportunidad.

"...Afirmando que la llama dentro de su corazón arde por la justicia. Y seguramente esa llama se extenderá hacia muchos lugares como lo fue hoy cuando su grupo lo protegió."

Cada grabación, cada entrevista... All Might las habia escuchado y visto.

Cada gracias, cada sonrisa... cada vida salvada.

"¡Les suplico por favor que permitan a Midoriya Izuku convertirse en un héroe! ¡¡Se los suplico!!"

Cuando el pasillo descubría una silueta acercarse con velocidad, las lagrimas en Toshinori Yagi se hicieron presentes.

—Estos días fui algo cruel al evitarte, pero no era por nada malo, solo estaba pensando. Creo que no es algo de lo que te haya dicho nunca, pero... gracias.

La puerta corrediza se arrastró.

Izuku lo noto, pero aun así siguió con una sonrisa.




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[Gracias por haberme dado el One For All, All Might.]

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Al instante que la puerta se arrastro hacia un lado una mujer de orejas largas apareció en escena, justamente en el instante para escuchar aquella declaración.

Izuku despego su mirada de All Might y observo a aquella mujer de pie al marco de la puerta.

—One For All... —murmuro ella recordando ese nombre.

"Parece que el tipo de Osaka buscaba algo, o alguien."

Rumi, aunque no fuera alguien analítica, comenzó a atar cabos.

"Midoriya Izuku debe estar mas involucrado en cosas que ni tu ni yo sabemos rumi. Así que estate alerta."

El rugido de aquel hombre, de Six.

"¡D-Dame el One... For...! ¡¡ALL!!"

Rumi movió su mirada de la sonrisa de Izuku hacia All Might quien poco a poco se dio la vuelta bastante alarmado.

—All... ¿Might?

Un hombre delgado y desgastado, ¿Por qué Izuku...?

Las orejas de la mujer se agacharon y su mirada se llenó de confusión.

—Señorita Miruko... —Toshinori se puso de pie automáticamente, su expresión reflejando sorpresa y una leve inquietud, mientras un baño de sudor frío comenzaba a cubrir su rostro—. ¿Q-Qué hace aquí...?

Miruko, con sus orejas largas erguidas en atención, observó la escena con una mezcla de curiosidad y un destello de preocupación en sus ojos.

Como si intentara ocultar lo que se situaba detrás de él, All Might levantó sus manos en un gesto casi defensivo, pero antes de que pudiera articular una respuesta, Izuku tomó la iniciativa y habló con una calma que contrastaba con la tensión palpable en la habitación.

—Rumi... el quirk con el que nací siempre ha sido Decay. He vivido con él toda mi vida, cargando la pesada culpa que conlleva su despertar. Pero hace poco más de un año, ocurrió algo que podría describir como un verdadero milagro —Izuku se mostraba firme, sus palabras resonando con determinación—. All Might, el símbolo de la paz y el héroe más grande de Japón, me ofreció su mano. Me brindó la oportunidad de convertirme en un héroe y llegar hasta aquí.

Izuku sostuvo la mirada de Miruko con una intensidad que revelaba tanto gratitud como determinación. A pesar de estar rodeado de yeso y con todas sus extremidades inmovilizadas, hizo un esfuerzo consciente por enderezarse, tratando de transmitir la firmeza de sus convicciones incluso en su estado actual.

—El me dio un poder capaz de hacer que superara todos mis limites, un poder que me hizo poder alcanzar mi sueño.



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[El heredo en mi el One For All.]

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Fue un momento que dejó a All Might sin palabras. El silencio llenó la habitación, el sol de la mañana brillaba y el cielo azul parecía una pintura perfecta sobre sus cabezas, creando una atmósfera casi teatral...

—¡AHHHHHG!

Pero de repente, todo se desmoronó como un castillo de naipes.

—¡¿ONE FOR QUÉ?! ¡¡¿ALL MIGHT?! —Miruko se abalanzó hacia Izuku como un misil—. ¡¿DE QUÉ ESTÁS HABLANDO?!

Izuku pasó de ser el chico serio y firme a ser el niño nervioso y tímido más rápido que la velocidad de la luz cuando Miruko saltó sobre él.

—¡¡NO JUEGUES CONMIGO, IZUKU!! —gritó Rumi, sacudiendo a Izuku en la cama con una fuerza que desafió la física y la lógica médica.

El sol, testigo mudo de la escena, casi se desvió de su curso para mirar la trifulca entre la heroína de orejas largas y el pobre Izuku. All Might, perplejo ante el giro repentino de los acontecimientos, no sabía si reír o llorar ante la comedia inesperada que se desarrollaba frente a sus ojos.

En medio del tumulto, Izuku parecía un muñeco de trapo en manos de Miruko, quien lo sacudía como si quisiera sacarles las respuestas a golpes. La situación era tan absurda y fuera de lugar que incluso el universo parecía haberse unido al espectáculo, convirtiendo la escena en una caricatura surrealista digna de una película cómica.

En un intento fútil de apoyo hacia su discípulo, Toshinori tomo la decisión de tomar la forma de All Might.

—E-Espere, señorita Rumi, es verdad lo que dice.

Nuevamente, Rumi rugió.

—¡Aaaargh! —exclamó, lanzando un rugido que hizo temblar las paredes.

Al voltear hacia atrás, se encontró con All Might erguido y sonriente, pero esta vez su expresión comenzó a cambiar gradualmente a una mezcla de ansiedad y nerviosismo al enfrentarse a la mirada penetrante de Rumi. Ella alternó su mirada entre All Might e Izuku hasta que llegó a una resolución.

—Eres un mentiroso.

Parecía que el conejo ahora se había transformado en un lobo feroz que atacaba a mordidas la cabeza de Izuku.

—¡IZUKU! —gritó su nombre con rabia mientras le mordía un lado de la cabeza.

—¡Espera, señorita Rumi, Midoriya está...!

Antes de que pudiera decir algo más, pasos apresurados resonaron por el pasillo y pronto un grupo de vigilantes y enfermeros irrumpió en la habitación, jadeantes y sudorosos como si hubieran corrido una maratón.

—¡T-T-Te... t-tenemos, ¡señorita Miruko...! —dijo uno de los vigilantes, luchando por recuperar el aliento—. N-no podrá huir de nosotros.

Rumi, aún con la cabeza de Izuku entre sus fauces, giró lentamente hacia ellos con una mirada feroz.

Con un suspiro de alivio, el vigilante levantó la mirada y se encontró con la figura imponente que estaba delante de todos.

—¿All Might?

—¿Es real?

—No puede ser...

—¡¡ALL MIGHT!! —gritó uno de los enfermeros, casi desmayándose de la emoción.

El grito resonó por todo el séptimo piso, reverberando como un eco atronador hasta las últimas esquinas del hospital, mientras los enfermeros y vigilantes se agolpaban para ver al héroe legendario.

—¡¡ALL MIGHT ESTÁ AQUÍ!! —exclamaron todos al unísono, creando un alboroto que parecía más propio de un concierto de rock que de un hospital.

En medio del caos y la confusión, All Might simplemente sonrió con su típica tranquilidad, como si estuviera acostumbrado a este tipo de recibimientos.

El caos se desató en la habitación de Izuku cuando pacientes y enfermeros irrumpieron de golpe justo cuando una coneja furiosa lo estaba atacando. Allí, en medio del tumulto, All Might pareció recobrar su valentía perdida y estalló en carcajadas, como si nada fuera más divertido en el mundo.

—¡HAHAHAHA!

Su risa estruendosa se mezclaba con los rugidos de Miruko y los gritos emocionados de los fanáticos que habían acudido a ver al símbolo de la paz. Mientras tanto, los gemidos ahogados de Izuku se perdían entre los sonidos, sumergido en un sueño doloroso y surrealista.

En el extremo opuesto del séptimo piso, Bakugou Katsuki se encontraba recogiendo sus pertenencias junto a sus perplejos padres. El estruendo del alboroto les llegó como una ráfaga de sorpresa, mezclándose con las miradas confusas y los comentarios incrédulos de los presentes.

El chico miro hacia un extremo de su habitación encontrándose con la ventana abierta. Caminando hacia ella y mirando el exterior hacia el gran cielo azul solo miro pensativo hasta que su madre decidió hablar.

—Es hora, Katsuki.

Sostuvo el marco de la ventana con fuerza para después sostener su pecho.

—Si.

Hacia delante el comenzó a caminar dejando aquella habitación de hospital.

[...]

INTRODUCIR: ODD FUTURE - OP

Los días posteriores a esos tumultuosos eventos transcurrieron en relativa calma dentro de los muros del hospital, mientras fuera de ellos se desataba una de las luchas morales más complejas y destacadas, encabezada por el gobierno que movilizó al héroe clasificado en el top tres de la tabla: Hawks.

Tras los dramáticos sucesos en Tokio, el mundo entero se vio sacudido por un revuelo sin precedentes. Durante tres intensas semanas, conferencias se celebraron en todo Japón, donde los líderes de la comisión, enmascarados bajo diferentes roles gubernamentales, defendieron vigorosamente los acontecimientos ocurridos, aunque acompañados de numerosas disculpas.

Entre las revelaciones que alteraron la opinión pública, destacó la verdad detrás de los incidentes. Se señaló a Lady Nagant, una figura misteriosa que había desaparecido sin dejar rastro en los restos de la batalla. Fue acusada de la muerte de Hex en Osaka meses atrás y se la responsabilizó de los devastadores daños en Musutafu la noche previa al incidente de Tokio. Además, se especuló que la muerte del presidente de la comisión de seguridad pública fue más un ajuste de cuentas que un evento fortuito.

El escrutinio y la controversia crecieron exponencialmente a medida que detalles adicionales salieron a la luz, alimentando aún más el debate moral y político en todas partes del mundo.

Además de todo esto, surgió la controversia sobre por qué se ocultó la verdad detrás de lo ocurrido en Osaka, esa batalla infernal que los periódicos de todo el mundo titularon simultáneamente como "Más allá de la tormenta". Esta frase, anteriormente apenas perceptible, emergió ahora claramente, provocando una profunda división de opiniones en todo el mundo acerca de la inocencia de Midoriya Izuku y qué tipo de castigo debería recibir, si alguno.

Las personas comenzaron a reconocer los esfuerzos y sacrificios del chico. Empezaron a ver su deseo de redimirse por los actos ocurridos y cómo un niño inocente había vivido una tragedia, siendo tratado posteriormente de manera injusta. Esto llevó a muchos a cuestionar profundamente las circunstancias que llevaron a Izuku a actuar como lo hizo.

Las emociones se convirtieron en un tema central de debate, haciendo hincapié en que Izuku, siendo solo un niño, no debería ser culpado por sus reacciones. Las disputas entre quienes consideraban a Izuku un héroe y aquellos que lo tachaban de asesino se intensificaron aún más. Finalmente, el nombre de "Laughing Boy" empezó a ser alcanzado por uno peculiar y más significativo.

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[Decay, el héroe de Osaka.]

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El título "Más allá de la tormenta" fue inmortalizado por el nombre de una joven en un blog de gran relevancia: Kazuho Haneyama. Apoyada por un sinfín de personas, elevó el nombre de aquel que casi sacrificó su vida por el bienestar de cientos de personas. Paralelamente, el respaldo de una figura crucial aseguró la difusión de esta narrativa, aunque el gobierno aún sigue buscando a Aiba Manami, cuyo nombre permanece desconocido por razones obvias.

Los implicados directamente en los eventos fueron llevados a juicio, acusados de participación en los daños a la ciudad de Tokio, siendo tratados inicialmente como terroristas. Sin embargo, gracias a la imputación total de culpa a Lady Nagant, figuras como Mount Lady, Kamui Woods, Miruko y Bakugou Katsuki fueron absueltos de toda responsabilidad.

Otros involucrados, como Hikari Misayama (conocida anteriormente como High Light y erróneamente declarada muerta junto a la heroína Shima en un evento catalogado como tragedia), resultó estar viva y trabajaba para la comisión bajo el alias de Eva. Fue puesta bajo custodia del gobierno japonés por diversos crímenes y sería juzgada posteriormente junto con el alemán extraditado, Adrien Krűger, conocido como Nacht.

Además, otro miembro fue enviado inicialmente a una de las instituciones gubernamentales más importantes de Japón para luego ser trasladado a una de las prisiones más grandes de todo el país: Tartarus. Esta medida se tomó debido a su implicación en numerosas víctimas y su papel en la desaparición de la rama familiar conocida como Nakoano. Se trata de Kano, cuyo nombre real es Chieko Nakoano.

Hawks, quien fue instrumentalizado como herramienta política, fue exonerado de toda culpa utilizando el argumento de que se dedicó a salvar a los habitantes de Tokio durante los eventos, una afirmación parcialmente verdadera. Decenas de grabaciones mostraron al héroe volando por la ciudad durante la confrontación, lo que apoyó su defensa pública.

En cuanto a Izuku, casi cuatro semanas después del incidente en Tokio, finalmente pudo ponerse de pie. El gran cielo azul se extendía sobre él mientras recuperaba su lugar en el mundo.

A diferencia de lo ocurrido en Osaka, las ominosas marcas negras que habían marcado su piel durante meses habían desaparecido por completo. Ahora, a pesar de las cicatrices y los vendajes que aún cubrían partes de su cuerpo, su piel había recobrado su tono natural.

Cada paso que daba era un testimonio de su tenacidad y determinación para sobreponerse a los desafíos que había enfrentado. A su alrededor, el ambiente era de expectación y respeto, con miradas que reconocían tanto su sufrimiento como su fuerza interior.

El regreso de Izuku a la normalidad no era solo físico, también simbolizaba su resurgimiento emocional y mental. Había encontrado la manera de reconciliarse con su pasado traumático, transformando las secuelas físicas en símbolos de su resistencia.

Junto a él, Miruko caminaba lentamente apoyada en muletas, mientras que Izuku utilizaba un bastón y soportes en las piernas. Su brazo derecho aún estaba enyesado y rodeado de algún material metálico para su recuperación.

La cicatriz en su rostro, que se había originado durante el festival deportivo, ahora era más prominente. En algunas partes profundas de su cabello verde, el color oscuro comenzaba a dominar, marcando los efectos de las experiencias recientes en su apariencia física.

A pesar de todo, sus ojos esmeralda todavía brillaban con determinación y fuerza, aunque ahora parecían un poco más opacos. Reflejaban la intensidad de sus experiencias y la persistencia que lo había llevado a sobrellevar los desafíos más difíciles de su vida.

Su caminar conjunto era un testimonio de su resiliencia compartida, un símbolo de la perseverancia que los unía en su camino hacia la recuperación y la renovación.

Fueron los últimos en salir del hospital, casi un mes después. Con paso firme, caminaron hacia un futuro mejor sobre el mundo que les esperaba, posando sus pies juntos con una sonrisa en sus rostros mientras regresaban a su hogar: Musutafu.

Desde más allá del cielo azul, sobre el mundo ellos seguían avanzando.

...



















































































































































































En medio de la oscuridad de la noche, el hombre corría desesperadamente por callejones estrechos y mal iluminados. Sus pasos resonaban contra el pavimento, marcando el ritmo agitado de su respiración entrecortada. Una herida en su costado derecho le hacía cojear ligeramente, cada paso una lucha entre el dolor y la urgencia de escapar.

El sonido lejano de sirenas de policía resonaba en el aire, intensificando su pánico mientras se adentraba más en el laberinto urbano. Las sombras se cerraban a su alrededor, haciéndole sentir como si el mundo entero estuviera conspirando en su contra.

El hombre miraba constantemente hacia atrás, buscando figuras amenazantes en la oscuridad que parecían perseguirlo. El eco de sus propios pasos era la única compañía en ese silencio ominoso, roto ocasionalmente por el crujido de alguna bolsa de basura o el siseo de una rata asustada.

Sus pensamientos se agolpaban en su mente, preguntas sin respuesta sobre cómo había llegado a esta situación, qué había salido mal y si lograría salir con vida de esta noche infernal. Cada esquina que doblaba era una apuesta con el destino, una oportunidad para escapar o ser atrapado.

El brillo de una farola al final del callejón ofrecía un destello de esperanza, un posible escape hacia la seguridad. Con un último esfuerzo, el hombre aceleró su paso, ignorando el dolor que le atravesaba el cuerpo. Se aferraba a la idea de que, una vez alcanzara esa luz, encontraría una salida hacia la libertad que tanto ansiaba.

Justo antes de que alcanzara la luz reconfortante de la farola al final del callejón, el suelo bajo sus pies se abrió de repente. Sin tiempo para reaccionar, el hombre se precipitó en un vacío oscuro y sin fin.

Durante la caída, el aire frío silbaba a su alrededor, envolviéndolo en una sensación de desamparo. El sonido del viento rugía como un lamento constante en sus oídos, mientras él giraba y daba vueltas en la oscuridad que lo devoraba por completo.

Al golpear finalmente contra el suelo, el dolor recorrió su cuerpo como un relámpago, pero no pudo ver nada. La negrura era total, cegadora en su completa falta de luz. No había farolas, ni edificios, ni siquiera una tenue luz de la luna que pudiera guiarlo. Estaba solo en un abismo de sombras y silencio.

El hombre jadeaba, tratando de controlar su respiración acelerada mientras se levantaba con cuidado. Sus manos exploraban el terreno, buscando algún indicio de dónde estaba o si había alguna salida de este lugar desconocido y aterrador.

Cada intento por avanzar era como una lucha contra lo desconocido, contra la oscuridad que parecía tener vida propia, cerrándose sobre él como un manto gélido y amenazante. Cada paso era incierto, cada sonido desconocido lo hacía estremecerse de miedo y paranoia.

INTRODUCIR: IN THE HOUSE, IN THE HEARTBEAT 

La desesperación lo invadió mientras intentaba orientarse, preguntándose cómo podría escapar de este abismo sin fin, con la esperanza menguando con cada segundo que pasaba en la oscuridad implacable.

El hombre continuó avanzando a tientas en la oscuridad, con el corazón martilleándole en el pecho y la respiración entrecortada por el miedo que lo envolvía como un manto helado. Cada paso resonaba con un eco siniestro que parecía devorar sus pensamientos.

"¿Dónde estoy?", su voz resonó débilmente en el vacío, perdiéndose entre las sombras que lo rodeaban. La sensación de estar completamente perdido, desprovisto de cualquier indicio de esperanza, lo hacía temblar de pavor. Intentaba recordar cómo había llegado a este lugar, pero sus recuerdos se desvanecían en un torbellino de confusión y terror.

Los minutos se estiraban como horas en este reino de tinieblas, donde cada susurro del viento era como un suspiro de algún ente oscuro y maligno. Cada sonido, ya sea el crujir de algún insecto invisible o el roce de algo indefinido en la distancia, lo llenaba de un temor visceral que lo paralizaba.

El miedo se apoderaba de él como un depredador acechando en la penumbra. La idea de estar solo en este abismo infernal, sin saber si había caído en alguna dimensión infernal o si estaba atrapado en las profundidades de su propia locura, lo llenaba de una desesperación que le cortaba el aliento.

Trató de llamar, pero el sonido se ahogó en el silencio sepulcral que lo rodeaba. Mientras se esforzaba por encontrar algún rastro de esperanza en la negrura que lo rodeaba, pero no encontraba más que la presencia palpable de algo oscuro y amenazador acechando en las sombras.

La oscuridad parecía tener vida propia, cerrándose sobre él como una maldición eterna. Cada sombra parecía contener criaturas indescriptibles, seres que se movían con un propósito maligno y desconocido. El aire se llenaba con un olor rancio y metálico, como si la misma esencia del mal estuviera impregnada en cada inhalación.

Con cada paso vacilante, el hombre se preguntaba si alguna vez encontraría una salida, una luz que lo guiara de regreso a la realidad. Pero en lugar de respuestas, solo encontraba el eco distorsionado de sus propios pensamientos, cada vez más fragmentados por el terror que lo consumía.

La oscuridad no solo envolvía sus sentidos, sino también su mente, creando una telaraña de pesadillas y dudas que amenazaban con devorarlo vivo. En este abismo sin fin, la única certeza era el creciente horror que lo acompañaba, como una sombra eterna que nunca lo dejaría escapar.

El hombre continuaba avanzando en la oscuridad, cada vez más desesperado y agitado.

— ¿Hay alguien ahí? — gritó hacia la negrura que lo rodeaba, su voz quebrándose con el miedo y la desesperación.

El eco de sus propias palabras regresó hacia él distorsionado y ominoso, como si la oscuridad misma estuviera burlándose de su angustia.

— ¡Por favor, alguien ayúdame! — volvió a gritar, sintiendo cómo las lágrimas de pánico y desesperación comenzaban a humedecer sus mejillas.

Sus manos se extendieron hacia adelante, buscando desesperadamente algo tangible que lo guiara o lo sacara de esta pesadilla interminable.

El silencio persistió como una presencia opresiva, apenas roto por el latido frenético de su propio corazón y el eco distorsionado de sus llamados.

— ¡Contéstame! — gritó una vez más, su voz ahora ronca y temblorosa. — ¿Dónde estoy? ¿Qué quieres de mí?

Las palabras resonaron en el vacío, sin esperanza de respuesta, mientras el hombre luchaba por mantener la cordura en un mundo que parecía haber sido diseñado para su tormento.

La oscuridad persistió, indiferente y sin forma, y el hombre se dio cuenta con horror creciente de que estaba solo en este abismo sin fin, enfrentando sus peores temores sin ninguna salida a la vista.

El hombre continuaba perdido en la oscuridad, su desesperación palpable en cada grito y súplica lanzada al vacío.

— ¿Hay alguien ahí? — gritó, su voz temblorosa reflejando su creciente terror.

El silencio sepulcral era su única respuesta, hasta que de repente una risa baja y siniestra comenzó a resonar desde alguna parte indefinida. La risa era escalofriante, como si emergiera de las profundidades de un abismo oscuro y retorcido.

Sin darse cuenta, el hombre comenzó a moverse de manera errática, girando en círculos mientras su mente se nublaba con el pánico. Cada vuelta era un intento frenético de escapar de la risa que lo perseguía, aunque no podía discernir de dónde venía ni qué lo provocaba.

La risa se intensificaba, enredándose en su mente como una maldición, mientras él continuaba corriendo sin rumbo en la negrura que lo envolvía. Sus movimientos eran frenéticos, desesperados, impulsados por un instinto primal de sobrevivencia ante lo desconocido y lo aterrador.

El hombre tropezaba con cada paso, su respiración agitada y entrecortada por el esfuerzo y el miedo creciente.

La risa persistía, retumbando en sus oídos con una intensidad que parecía aumentar con cada momento que pasaba en ese lugar maldito. El hombre estaba atrapado en un ciclo de terror y confusión, sin saber si algún día lograría romper el hechizo de la oscuridad y encontrar la libertad que ansiaba desesperadamente.

A medida que la oscuridad comienza a dominar sobre aquel desafortunado, la perspectiva retrocede lentamente desde el hombre atrapado en la oscuridad girando frenéticamente, la escena revela un panorama más amplio y perturbador. El hombre, aun corriendo en círculos desesperados, está encerrado dentro de una enorme esfera de cristal transparente. La esfera descansa en un espacio vacío, iluminada apenas por una tenue luz que destaca los reflejos distorsionados en su superficie pulida.

Afuera de la esfera, otro hombre está de pie, su rostro cubierto por una sombra profunda que oculta sus rasgos. Observa con calma y silencio a través del cristal, su presencia ominosa contrasta con la angustia palpable del hombre atrapado dentro.

Entonces, de repente, el hombre fuera de la esfera comienza a reír frenéticamente. Su risa es discordante y desquiciada, un contrapunto macabro a la agonía del hombre atrapado. Cada carcajada resuena en el vacío, llenando el espacio con una intensidad perturbadora.

Dentro de la esfera, el hombre atrapado se detiene en seco al escuchar la risa. Su corazón late con fuerza, el miedo paralizante lo envuelve.

El entorno alrededor de la esfera sigue siendo oscuro y vacío, intensificando la sensación de claustrofobia y desamparo. La risa del hombre se vuelve más frenética, más inquietante, como si disfrutara del sufrimiento ajeno de una manera perversa y retorcida.

Mas allá de la oscuridad, All For One sostiene aquella esfera donde Fobos, quien habia escapado del lugar habia sido capturado.

Y sin ser esto suficiente, detrás de aquel rey de la maldad, una camilla en medio de la habitación vacía reluce con un cuerpo deteriorado por el fuego y la sangre.

Un cadáver.

La risa se vuelve mas estridente mientras el rostro del fallecido Ozda Majiro es iluminado por una lampara en la cabeza de un hombre anciano.

Con una sonrisa bizarra sostiene un escalpelo.

Y al igual que en sobre el mundo se posan personas decididas a proteger las vidas de los inocentes, por igual se posarán aquellos que viven para gobernarlas como reyes.

Como un rey... un rey de villanos.

...







Como palabras finales de este arco tengo bastantes cosas que decir en verdad, pero no creo que las vaya a decir, quizás las resuma.

Primero toquemos el tema de lo complicado que fue este arco. Creo que subestime muchas cosas que antes no habia tomado en cuenta con IF y que tomare en cuenta a futuro para los arcos posteriores de los cuales uno de ellos tomara bastantes cosas de este, casi como una base. ¡De hecho! Eso es, este arco es una base.

Como lo vieron con los últimos tres capítulos o cuatro, no recuerdo... He cambiado.

A partir de ahora los capítulos serán mas largos si es posible, superando las 5k palabras, quizás rosando las 10k.

Partiendo de esto, creo que estoy listo para un poco de romance 7w7.

Me siento un poco fresco y siento mas flujo al escribir así que lo que viene en este volumen será un poco más tranquilo y tratará sobre la vida cotidiana de Izuku Midoriya y claro, algo más profundo y personal.

Quiero comenzar a desarrollar a los personajes principales de los próximos arcos partiendo por Tenko.

Fuera de esto no hay más que decir... O bueno, si les interesa, creo que estamos a la mitad del volumen. Es raro debido a que tan solo llevamos dos arcos principales y unos capítulos de relleno en este volumen. Si no me equivoco lo cual a veces hago... ¡Bueno! No sé cómo debería describir como "Principal" el arco de Osaka fue un principal, el de la comisión fue un principal y el que viene podría considerarse, ¿Uno? Puede que si por que tocare muchos temas importantes debido a que dos personajes serán protagonistas de esta siguiente parte.

Un chico bastante frio y una chica bastante... loca.

Después de esto viene el arco que sentara las bases para el arco final del volumen.

Así que, si hago los capítulos largos... ¿Quizás unos 40 capítulos más? Tal vez diría arriba de eso.

Creo que ya hablé mucho.

Es un placer escribir esta historia y seguirá siéndolo de aquí en adelante. Me esforzare por hacerla tan disfrutable como puede y a pesar de que dije al principio que Decay iba ser apegado al manga... hace tiempo decidí que no, y creo que fue una buena elección.

Decay es especial.

Por favor dejen sus opiniones y ya saben.

¿Cómo era?

Mi nombre es Zael, ¡Bye!

...

Próximo capitulo: Hogar dulce hogar.

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