LUNA LLENA.

El cumulo de rocas detrás de ella había caído en un estrepito.

Sus largas orejas temblaron ante los susurrantes sonidos de los huesos revolviéndose dentro de Six. Y mientras ella miraba sorprendida, bajo su brazo mientras que limpiaba su rostro de la sangre que fluia a través de él.

»Han pasado 2 minutos...

El significado de sus pensamientos simples solo se asimiló a la situación actual tras unos momentos.

Parecía que el cuerpo de Miruko había llevado la cuenta de cuanto tiempo, incluso en ese estado, ella había sido capaz de analizar que estaba ocurriendo delante de ella.

El golpe tan duro que ella había recibido más el duro impacto provoco que un agotamiento abrumador cayera sobre ella de repente. Sus parpados se volvieron pesados como el plomo.

Quizá ella estaba en su límite.

Estaba aprovechando cada segundo que el enemigo no la atacara para descansar. Pues a pesar de haber anulado el impacto casi en su totalidad, su cuerpo estaba respondiendo muy brevemente al dolor.

Su mente parecía ponerse en blanco mientras su percepción se tornaba borrosa.

*Rumi, rumi...*

Escucho una voz familiar.

Escucho la voz de su madre.

Tras unos momentos ella cerro sus ojos por unos segundos.

Ella acepto la invitación de su pasado.

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CAPITULO 20.

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―Rumi, ¿Estas bien?

Rumi levanto la vista sobresaltada.

Una linda mujer con el cabello oscuro liso y ojos rojos estaba parad frente a ella, con el ceño fruncido.

―¡Tienes agallas para soñar despierta cuando tu madre te está hablando!

La mujer peli negra hablaba energéticamente y golpeaba con el dedo en el aire.

Rumi la miro atentamente antes de finalmente abrir la boca.

―Lo siento, mamá. No estaba concentrada.

Se disculpo arrepentida.

No cuestiono el hecho de que su madre estaba parada frente a ella.

―¡Bien, siempre y cuando te des cuenta de lo que hiciste!

Dijo de nueva cuenta su madre, sonriendo alegremente.

[Esto es...]

Rumi lo supo de inmediato.

Era un sueño.

La prueba era que su cuerpo no hacia lo que quería. Sus labios decían palabras que no estaban relacionadas con su voluntad como si simplemente estuviera volviendo sobre un viejo recuerdo.

El sueño estaba reproduciéndose un día de hace diez años.

Estaba ubicado en el lugar que era muy importante para ella, en un momento que se su familia aún estaba tan unida.

―Deberías de apresurarte y alistarte. Aun tenemos tiempo antes de que salga nuestro tren ―la mujer adulta de cabello oscuro camino hacia atrás dejando a rumi en el lugar que estaba―. ¿Ya tienes tus cosas?

Al momento de que su madre daba un paso, la oscuridad en bruma que rodeaba su recuerdo se disipaba. Ella estaba en su hogar, en aquella casa donde vivió casi la gran parte de su vida.

―Si. Pero, ¿En serio tenemos que ir?

―¿Cómo dices? ―replico.

―Tengo muchas cosas importantes que hacer. Además, los exámenes para las licencias provisionales se acercan. Creo que seria mejor concentrarme en eso que ir a perder el tiempo...

―¡Rumi! ―la mujer gruño horriblemente, lo suficiente como para que la chica de cabello blanco retrocediera―. Es tu abuela, ¡Por dios! Se que no han estado muy juntas durante los últimos años, pero ella de verdad quiere verte.

―Lo dices como si fuera mi culpa.

―No, claro que no es tu culpa, pero si está en nuestras manos cambiar eso, lo haremos. Así que te pido que dejes tu egoísmo y arrogancia a un lado. Y al menos por un momento te preocupes por tu familia.

La adolescente torció el gesto tanto que parecía que la cara se le quedaría así. Ella tenia sus brazos cruzados y ambas orejas tan grandes que ascendían por encima de su cabeza temblaban de ira.

Estaba muy molesta y su madre lo había notado.

Hizo un gesto extraño con su rostro y camino hacia la chica dejando su bolso sobre la mesa de entrada.

―Se que es importante para ti ese examen. Se que todo lo que es heroísmo tiene un gran significado para ti. Pero por favor no olvides que nosotras aún estamos aquí ―ella tengo las mejillas de su hija―. Aun queremos estar ahí para ti en un futuro. Así que, por favor, Rumi. Vayamos, y disfrutemos ese día con tu abuela.

Los ojos de Rumi se entornaron hacia su madre. Aun no parecía lo suficientemente de acuerdo peor no tenía otra opción. No quería comenzar una nueva pelea con su madre. Honestamente ella ya estaba cansada de que prácticamente diario ella tuviera que pelear con ella de cierta forma.

Quizás ya era tiempo de pensar en una manera mejor de manejar los caprichos de su madre o quizás simplemente intentar comprender.

Su madre soltó su mejilla y camino hasta la puerta de la entrada tomando su bolso y su gran saco oscuro que le llegaba a los tobillos.

Rumi la observo con detenimiento.

Era una hermosa mujer con facciones perfectas.

Para su edad era muy impresionante que dicha mujer conservara los vestigios de una juventud esplendida. Y también esto le hacia darse cuenta en que no tenia nada de parecido con ella. Tanto su cabello como su color de piel. Las facciones de conejo.

Rumi Usagiyama no había heredado en lo absoluto algo de su madre. Fueron todos los genes de su padre los cuales dominaron con astucia sobre los de la madre trayendo consigo a una chica con aquel quirk.

Pensar en esto solo hacía que su expresión se volviera agria y su voz elevada.

Era una joven y su expresión eran extremadamente vulnerable. Solo dejando que vieran su lado inflexible y juvenil

Estaba llena de cosas que la Miruko de hoy había perdido.

―Tengo que estar aquí antes del lunes. Si estas bien con eso, no rechistare en lo absoluto.

―Wow. Esa manera de negociar con tu madre. Creo que al menos sacaste algo de mí.

Su madre rio. Aparto el mechón de cabello liso sobre su rostro y con una sonrisa elegante extendió su mano hacia el portillo. Abrió la puerta y una gran luz soleada entro de golpe.

[Ven, Rumi.]

Entre la ceguera ella camino hacia los rayos de luz saliendo de su hogar.

Ambas emprendieron un camino hacia la estación de tren mas cercana con dirección a la casa de su abuela.

Pues ambas que vivían en Osaka tenían que viajar hacia el este donde se ubicaba un pequeño pueblo conocido como Shirakawa, al este de Osaka justo a un lado de la prefectura de Gifu.

Ellas tenían que tomar un tren bala que las llevaría a la prefectura y de ahí tomarían un tren locomotor que las llevaría a ese pueblo.

Este lugar más que un pueblo es una villa. Una tan pequeña que sus habitantes se estiman en unos mil quinientos.

Es una pequeña villa en las que se encuentran casas del estilo tradicional «Gassho -Zukuri».

Rodeado de montañas y bosques tan densos que cualquiera que no fuera de ese lugar se perdería en una noche.

En ese lugar el cielo es azul y el pasto es tan verde que parece irreal. Si se tuviera que comparar con algo seria a los primeros hogares de los pueblos humanos de hace miles de años.

Las calles se dividen con el corte del césped pues para proteger su antigüedad se ha rechazado el pavimento. Prácticamente esta villa es un tesoro nacional del antiguo Japón.

Rumi no era mucho de estos lugares pues ella creció en la ciudad, rodeada de lo que sería conocido como, «Futuro». Lugares como el hogar donde su abuela creció no le hacían mucha emoción ya que Rumi es del tipo «Adolescente del nuevo milenio».

También ese era un hecho del cual se podía comparar con su madre ya que ella también creció en ciudad. No fue hasta que conoció a su esposo en una excursión escolar lo cual años despues se convertiría en amor.

Un amor tan puro como el cielo azul. Un amor tan grande como el espacio que se expande en el celeste del cielo.

El paso se sacude con el tiento en la llanura y las vías tiemblan al paso del tren. La flora que rodea las vías se tambalea, vibra.

Las nubes parecen seguir a Rumi mientras ella mira a través de la ventana del tren.

Admirando pequeños lagos que rodea el puente por donde pasa, los arboles que se encuentran unidos uno con otro formando una especie de túnel por el cual el tren pasara.

Incluso a lo lejos puede ver pequeñas edificaciones como casas de campo y pequeños talleres, incluso almacenes.

Ella ya había salido de la prefectura de Gifu. Ahora mismo ella se encontraba viajando con su madre en el tren, atravesando la gran llanura de naturaleza.

Los caminos son estrechos y largos. La naturaleza se encuentra en su apogeo y esto no causa ningún sentimiento en rumi. A pesar de que ella, aunque no lo quiera, es parte de esto. Este lugar también es su hogar. Es el lugar de donde viene su padre, el lugar de donde su sangre provino.

Su parpadeo se convirtió en un sueño tan largo que cuando abrió sus ojos nuevamente estaba sentada sobre sus piernas en un suelo de tatami. A su lado su madre se encontraba por igual sentada sobre sus piernas y a su costado se encontraba un pasillo de madera que se extendía a lo largo.

Un pequeño jardín con un lago en medio y rocas sobresalientes.

Era la típica casa japonesa antigua.

En medio de la habitación había una pequeña mesa de madera vieja que se interponía entre Rumi, su madre y su abuela.

―Ha pasado un tiempo, Shun.

―Si, madre.

La mujer de cabello oscuro hizo una pequeña reverencia hacia la mujer adulta de cabello blanco como la nieve y orejas tan largas como las de Rumi. Pero con la pequeña diferencia de que estas estaban con un pelaje mas liso, limpio y puro. Que a comparación del pelaje de Miruko parecía que esta fuera una mascota de la calle mal cuidada.

Dicha mujer portaba unos anteojos de media luna que quedaban justo en medio de su pupila tan roja como una gota de sangre.

Ella vestía un kimono antiguo con florales en la tela.

Portaba una elegancia que jamás había visto Rumi, o más bien recordaba.

―Veo que has crecido muy bien Rumi.

Rumi se limito a asentir con su cabeza. Sus palabras no salieron de la boca y no sabía por qué. Se sentía tan tensa que parecía que en cualquier minuto le cortarían la cabeza.

Ella jura recordar como pasaba los días con su abuela en la infancia, pero ahora, tras tantos años de no haberla visto... todo había madurado en esa dirección.

Ya no era una niña con una mujer, era una mujer con una anciana.

―¿Sucede algo? ―pregunto la anciana.

Rumi negó con la cabeza.

Sentía debajo de ella el fulgor del piso de tatami. La delgada tela que salía y adornaba el suelo como el pelaje de un perro le daba comezón justo en sus rodillas.

La sensación que golpeaba las pieles de Miruko luchaba incansablemente con esa pequeña y adormecido golpeteo en su pecho. Era como si un pequeño tambor estuviera haciendo sonar notas musicales con la intención de presentar algo o alguien.

Su abuela, Rumiko Usagiyama. Era una mujer que imponía un aura que incluso Rumi sentía como agresiva. Creía desde lo mas hondo de su corazón que una palabra errónea, que una simple acción que mostrase ofensiva hacia la mujer podría resultar en su destierro o en el peor de los casos, su muerte.

No era normal que se sintiera así he incluso Rumi se dio cuenta de esto.

No era la primera vez que convivía con su abuela, pero ya hace tanto tiempo que dejo de verla que casi olvidaba o más bien olvido cada vestigio de lo que era la madre de su padre.

Viento nula interacción con su nieta, la mujer adulta decidió torcer su mirada hacia un lado dirigiendo su atención hacia Shun, la madre de Rumi.

―Veo que trajeron sus maletas. ¿Tienen pensado pasar el festival con nosotros? ―pregunto Rumiko.

―Así es Madre ―Shun levanto su cabeza con astucia―. Creo que a rumi le parecería algo interesante el festival así que supuse que ella estaria encantada de venir.

―Ya veo. Pero no es la primera vez que lo vive, ¿No lo recuerdas Rumi? ―Rumiko volvió su atención a su nieta quien obtuvo el valor de mirarla.

―A-ah, si... un poco.

En realidad, rumi no recordaba en lo absoluto el dichoso festival el cual mencionaban ya que como se dijo antes, Rumi no había visitado ese pueblo hace tanto tiempo que ni si quiera en sus recuerdos mas antiguos esta la imagen de algún tipo de lugar especial en el pueblo.

Ni si quiera era capaz de recordar con firmeza la entrada del pasado. Esta vez, su madre como ella entraron por un camino algo distante al usual que se usa en el pueblo. Un camino que las llevo hacia la enorme casa antigua de su abuela.

Los pasillos eran largos y viejos. Aun así, las maderas que constituían cada metro de camino no crujían con las pisadas. El tatami en las habitaciones de color verdoso casi como el pasto a pesar del tiempo que debe de haber estado en esa casa parece tan limpio y puro. Los techos de madera, las ventanas de ese vidrio delgado, los pequeños matices en los detalles de los muros.

Era una casa antigua en toda regla, pero a la vez tan cuidada que parecía ser una joya nacional.

Y el centro de toda esta casa era aquella habitación donde el trio de mujeres se encontraba.

Una hermosa vista a un jardín con un pequeño lago, no mas de unos 5 metros cuadrados, pero por encima del floral y las ramas se extendían muros de madera como bambú.

Lejos de su propiedad los árboles caían en ramas sobre ese jardín.

A pesar de que Rumi no recordaba esto con veracidad, la extraña sensación familiar de haber vivido ahí toda su vida viajaba a través de su sangre hasta su cerebro.

Era como memoria muscular.

A través de sus pupilas, observando esa roca que sobresalía de la mitad del pequeño lago por delante de los muros de madera en forma de bambú.

El goteo que cae de la punta de la roca sobre el pequeño lago azul difiriendo la pacifica onda que viaja hasta las orillas en el pasto.

Sus pupilas carmesíes se revelan hacia una luna en pleno.

Un anochecer donde el viento sopla con fuerza golpeando las copas de los arboles sacudiendo sus ramas.

El cielo es claro y la brisa fría.

Ella camina con la mirada en alto.

Sus pies parecen arrastrarse por un camino que no estaba pavimentado en lo absoluto. Un largo camino que se extiende por una llanura con pequeñas casas a una orilla del camino y a la otra algunas plantaciones como arroz o trigo.

Pequeñas luces se asoman por las ventanas de los pequeños hogares y el camino es alumbrado por pequeños postes con lamparás de gas.

Cada diez metros una de estas ilumina un claro en la oscuridad de la víspera de una luna clara.

Se puede escuchar los pasos lentos pero firmes de la mujer anciana a la vez que los pasos rápidos pero arrastrados de Rumi.

Su vestimenta va totalmente en contra de la de su abuela.

Ella viste un short de mezclilla color azul y un suéter de color blanco que cae sobre sus muslos. Ambas orejas caen hacia un lado cubriendo sus tímpanos. Su cabello este suelto y se sacude junto a las copas de los árboles.

Su abuela viste un kimono de florales cuadros verdosos junto a sus zapatillas de madera que parecen mas unas sandalias. Su cabello se encuentra en una cola hacia atrás envuelta sobre si misma formando una bola. Sus orejas están firmes no como las de su nieta.

Ambas al poseer orejas tan sensitivas eran capaces de poder apreciar el sonido del viento al chocar con los plantíos de arroz que sobresalían del agua.

Rumi miraba el suelo distraído con el pasto que avanzaba en línea recta justo al borde del camino de tierra.

El silencio casi era impoluto.

INTRODUCIR: NOT MERT DOUBT

―No tienes que forzarte a esto Rumi.

Enseguida la mirada de la chica de tez morena se realzo. Ella había dejado de prestar atención al borde del camino y rápidamente miro hacia su abuela.

Ella aún seguía mirando al frente con una sonrisa.

―Se que no es de tu agrado venir aquí. Se que tienes muchas otras cosas que hacer y son mucho mas importantes que esto. Lo entiendo y no quiero que creas que es malo pensar así, es natural.

―N-no es eso... ―rápidamente en un juego de palabras ella interrumpió a su abuela―. La escuela y todo eso me llena la cabeza de mas cosas en las que pensar... es solo eso.

―No tienes por que mentir ―tercio―. No soy Shun. Está bien Rumi. Conozco tus metas, tus valores. Soy tu abuela y apoyo todo lo que desees ser. Y apoyare en todo lo que te conviertas. Incluso si tu madre o quien sea este en desacuerdo contigo. Mi trabajo siempre será estar ahí para ti. Es por eso que no quiero que te sientas obligada a mentirme. Ya soy una adulta Rumi, no necesito palabras dulces que oculten tus verdaderos sentimientos. Se que es bueno mentir a veces, pero, supongo que un poco de honestidad de tu parte será menos doloroso para este viejo corazón.

Rumi se había enmudecido. Sentía como si el mismo viento se hubiera vuelto un duro pegamento que sello sus labios sin la capacidad de poder moverlos.

Juraba que su pecho se había sacudido y su garganta se había cerrado como si tuviera una reacción alérgica.

[Era culpa... ¿Cierto? Lo que en aquellos días sentía, todo el momento en que miraba a mi abuela y esa sonrisa que mantenía pese a saber cómo me sentía. Yo, en ese momento sentía como mi pecho se quería salir.]

―Mi madre aun lo extraña. Y no es como que yo no lo haga, pero debemos seguir con nuestras vidas. Conozco las costumbres de ambos, conozco este pueblo y se que al menos se debe brindar un respeto por ellos. Pero, al mismo tiempo siento que estoy yendo en contra de mis deseos, de su deseo.

―¿A qué te refieres?

―Le dije que haría todo lo posible por ser una gran heroína, le dije que me centraría como nunca ―Rumi sentía como si sus manos temblaran―. Puede que parezca grosero, pero siento que estoy perdiendo el tiempo aquí. ¡Yo se que debo estar aquí! Pero no puedo dejar de pensar que el tiempo que estoy sacrificando en este sitio está consumiendo mi energía. Si es así, siento que no podre llegar al final del camino.

―Honestamente si es algo grosero.

―¡Abuela!

―Honestidad Rumi, honestidad ―ella rio exultante. Movió su cabeza hacia un lado. Oscilando su mirada hacia su nieta aclaro su garganta―. Pero no esta mal que te sientas así.

Rumiko se detuvo y tras dos pasos de Rumi, ella lo hizo por igual dándose la vuelta hacia su abuela.

Rumi evoco que quizás, tan solo como una manera de planear algo para suavizar sus palabras podría llegar a un punto en que tal vez, esos castillos de culpa en su pecho se disiparan.

Un golpe de viento había empujado un poco de partículas de polvo alrededor de ambas. El bosque de arboles frondosos dejaba agitar sus hojas. Tanto la hierba como los arbustos se sacudían.

El arroyo que cerca estaba de aquel monte alto parecía reflejar la luna que se escapaba de las nubes a través del céfiro en el cielo.

―No quiero que mi madre se sienta con una carga más. Quiero que ella siga adelante pero tampoco quiero que se hunda en la depresión. No quiero que ella se sienta mal por pensar que no sufro también.

Rumi se detuvo a pensar en lo que había dicho. Quizás había sido un poco mala. Estar centrando sus problemas en su madre seria ir en contra de lo que deseaba. Pero al final era una idea que se formo en su cabeza.

Era por algo que ella se sentía así.

―Tsukuyomi no hubiera querido que ambas sufrieran. Y no creo que tu madre vea ese lado tuyo como tu crees ―Rumiko discernió―. Ella puede que aun siga afectada. Era su esposo, la mitad de su vida.

―¡Ese mismo es el problema por el cual...!

Rumiko se detuvo al ver la enlutada expresión de su abuela.

[Ella lo sabía... lo que iba a decir en aquel momento.]

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[La razón por la que odio este pueblo.]




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Rumi se había detenido. Sus ojos aperlados de un color carmesí se mezclaban con la imagen del rostro de su abuela. Aquella sonrisa que se hundia en el mar carmesí de sus pupilas.

[Aun así ella nunca dijo nada, en cambio... ella fue amable.]

―Tu padre jamás fue alguien muy apegado a nuestras costumbres a pesar de haber crecido aquí. Sin embargo, tu madre al haber sido este lugar el único para ella en este mundo decidido que lo apreciaría como nada en su vida. Y fue gracias a que tu padre y ella se conocieron que el pudo entender la naturaleza de nuestra cultura. El amor que nace en los corazones de aquellos debajo de la luna florece en una gran fuerza. Su amor fue el vinculo que dejo una semilla para el siguiente eclipse, tu.

[Ella me conto un relato.]

...

»Hubo una vez, hace cientos de años donde el dios Tsukuyomi decidió bajar al mundo mortal y viajar alrededor de todo este. Su aspecto era el de un hombre común y corriente con un gran yukata color blanco que contrastaba con su cabello oscuro. Sus ojos eran grises y su piel tan pálida como la nieve. Siempre tenía una sonrisa amable, y en su rostro melancolía y nostalgia pintaba. Un día subió altas montañas y atravesó espesos bosques sin descanso. Al final de la jornada, se sintió agotado.

Había caminado tanto que decidió que era la hora de parase a descansar para recobrar las fuerzas. Satisfecho por todo lo que había visto, se sentó sobre una roca en un claro del bosque, dispuesto a disfrutar de la tranquilidad que lo proporcionaba la naturaleza de la tierra. Era una preciosa noche de verano.

Las estrellas titilaban y cubrían el cielo como si fuera un enorme manto de diamantes y, junto a ellas, una anaranjada luna parecía que lo vigilaba desde lo alto, como si esta esperara su regreso. El dios pensó que era la imagen más bella que había visto en su vida. Al cabo de un rato se dio cuenta de que, junto a él, había un conejo que le miraba sin dejar de masticar algo que llevaba entro los dientes.

―¿Qué comes lindo conejito? ―pregunto el dios.

―Solo un poco de hierba fresca. Si quieres puedo compartirla contigo ―respondió este.

―Te lo agradezco mucho, pero creo no poder comer esa hierba.

―Pero entonces ¿Qué comerás? Se te ve cansado y seguro tienes apetito.

―Tienes razón... imagino que, si no encuentro nada que llevarme a la boca, moriré de hambre.

El conejo se sintió fatal ¡No podía consentir que eso sucediera! Se quedo pensativo y en un acto de generosidad, se ofreció al dios.

―Tan solo soy un pequeño conejo, pero si quieres puedo servirte de alimento. Cómeme a mí y así podrás sobrevivir.

El dios se conmovió por tal bondad y la ternura de aquel animalito. Estaba ofreciendo su propia vida para salvarle a él.

―Me emocionan tus palabras ―le dijo acariciándole la cabeza con suavidad―. A partir de hoy, siempre serás recordado. Te lo mereces por ser tan bueno.

Tomándole en brazos le levanto tan alto que su figura quedo estampada en a la superficie de la luna. Despues, con mucho cuidado, le bajo hasta el suelo y el conejo pudo contemplar con asombro el conejo por primera vez en su vida había visto una luna de color blanco como si esta misma jamás hubiera sido anaranjada.

―Pasaran los siglos y cambiaran los hombres, pero allí estará siempre tu recuerdo. Tanto tu pureza como tu bondad. Y es por eso que la misma luna será amiga de los conejos. Mi corazón es el corazón de tu familia.

Su promesa se cumplió. El corazón del dios de la luna se había unificado con los conejos y todavía hoy, si la noche esta despejada y miras la luna llena con atención, descubrirás un destello anaranjado del pasado. Este mismo destello te cuenta la historia de aquel bondadoso conejo que hace muchos, muchos años, quiso ayudar al dios Tsukuyomi.

...

[La luna llena...]

Cuando Rumi observo la estela rojiza que destellaba en el cielo despejado alrededor de la blanquecina luna ella pudo vislumbrar un delgado recuerdo formado a partir de un hilo.

Ella había vuelto su mirada hacia su abuela y sus orejas captaron el fulgor de cientos de estallidos a lo lejos.

Cercando al pueblo de aquel lugar comenzaron a destellar en el cielo decenas de luces provenientes de fuegos artificiales. Pero estos en vez de tener colores del arcoíris, solo tenían un solo tono.

Un blanco que iluminaba la noche.

―Hay algo que quiero enseñarte Rumi.

―¿...?

Rumiko volvió su mirada hacia el cielo y poco a poco su mano se abrió hacia la extendida del plano oscuro.

―Tu tiempo no será desperdiciado. Ya tienes la edad suficiente como para aprender sobre la unión de nuestros corazones con aquella esfera tan blanca como nuestro pelaje.

[Si pudiera regresar en el tiempo, abuela... Quisiera de verdad darte las gracias.]

―También...

[Quisiera que pudieras estar aquí.]

―Déjame contarte una vez más sobre aquella heroína.

Con una gran sonrisa aquella mujer había atrapado la luna en su puño.

Aquel mismo puño sería el que su nieta cerraría ante aquella calamidad delante suya.

La sangre de su mano corrió a través de su brazo al igual que en su rostro hacia el suelo del cual ella se colocaba de pie. Las partes blancas de su traje, sean sus guantes, su prenda superior y demás se habían manchado de un rojo carmesí como el pasado de aquella luna.

El día hace centenarios antes de que el dios de la luna bajara un día de luna llena.

Poco a poco el lacio cabello de Miruko se resquebrajaba y se esponjaba. Su postura cayo hacia delante y parecía que los músculos dentro de su piel estaban expandiéndose. A través de su traje de heroína se podía observar como su cuerpo se agrandaba tan solo un poco más.

Su palma derecha cayo sobre el cemento del techo del edificio. El pelaje de sus orejas se esponjó y sus pupilas carmesíes comenzaron a brillar tan intensamente que daba la impresión que un rio de sangre se movía dentro de sus ojos.

Su cola esponjosa se hizo aun mas grande, lo suficiente como para que el mismo pelaje pareciera un cumulo de telas detrás de ella sacudiéndose con el viento, justo como su larga cabellera.

Agachada con ambas rodillas flexionadas y con su palma derecha sobre el suelo. Su otro brazo extendido hacia su costado y con una gran sonrisa en su rostro.

Todo su cuerpo había rugido.

Y de la bruma de humo delante de ella emergía una enorme calamidad monstruosa que desplegaba grandes trozos de carne por todos lados.

*¡CRASH!*

El suelo debajo de six se destrozo con un solo pisotón.

De un edificio de 15 metros a uno de 25. Tan solo eran diez metros de altura lo que separaban a ambos.

―Ey abuela abre bien los ojos desde allá arriba que estas a punto de ver a la heroína Miruko en acción.

Tan solo por un momento el cielo se había despejado una vez mas en una ventana de humo donde se pudo ver muy, pero muy a lo lejos una gran luna.

Una enorme luna llena a plenitud del día que miraba hacia Miruko.

Rumi susurro un paso de danza y con ello había finalizado en un grito:

__________________________________________________

CONEJA LUNAR!]

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Sus dientes tan filosos, sus ojos en un mar de sangre y su pelaje tan puro como la luna, Miruko había comenzado un segundo round contra aquella bestia.

Ante los ojos de su abuela.



...







[Incluso antes de los quirks la danza lunar ha sido algo heredado a través de las generaciones. Ahora, con la sangre mestiza de aquella mujer las restricciones son ignoradas. Aquel conejo del pasado será recordado con su espirito heroico.]

Proximo capitulo: ¡LA GRAN CONEJA LUNAR!

...

No he vuelto totalmente. Solo publicare cuando me sienta lo suficientemente decente.

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