91.LLAMAS INFERNALES VS ONE FOR ALL.
La luz suave de la luna se filtraba a través de las ventanas, proyectando sombras sobre la mesa de madera donde Izuku y Rumi estaban sentados. Afuera, la noche era tranquila, interrumpida solo por el sonido lejano del viento.
Izuku, con la cabeza baja y los dedos jugueteando con el borde de la mesa, acababa de mencionar el nombre del poder que aún intentaba comprender: Látigo Negro.
Rumi, quien parecía haberse desconectado por completo de la conversación durante unos segundos, alzó una ceja y se inclinó hacia adelante, su expresión un cruce entre confusión y entretenimiento.
—¿El Lati-qué? —preguntó con un tono de incredulidad.
Izuku levantó la vista y repitió, algo nervioso, como si supiera que no iba a ser tomado completamente en serio.
—Látigo Negro. Es uno de los nuevos poderes que tengo desde... bueno, ya sabes, desde lo de One For All.
—¿Látigo? —repitió Rumi.
—Sí, un látigo. Pero es más que eso, ¡es una técnica muy compleja! —Izuku se inclinó hacia adelante, con una chispa de emoción en sus ojos—. Verás, lo que pasa con el Látigo Negro es que no es solo una extensión de mi cuerpo, sino que está vinculado directamente a mi energía interna. Creo que su potencia está ligada a mi estado emocional... como si el poder respondiera a lo que estoy sintiendo en ese momento. Cuando lo uso, no solo lanzo energía, sino que también... siento una especie de conexión con lo que me rodea. Como si pudiera agarrar y manipular el mundo a mi alrededor.
Rumi alzó una ceja, ahora prestando un poco más de atención. Al parecer, las palabras «manipular el mundo» captaron su interés.
—¿Así que un látigo emocional? —comentó, con un tono burlón—. No suena muy heroico que digamos. ¿Qué vas a hacer, llorarles a los villanos mientras los azotas?
Izuku parpadeó ante la broma, completamente desconcertado por la forma en que Rumi había tergiversado su explicación.
—¡N-No! —exclamó, ruborizándose ligeramente—. No se trata de llorar... Es más como... como... bueno, como una extensión de mi voluntad. Si estoy decidido, el látigo es más fuerte. Si estoy en calma, es más flexible y preciso.
Rumi soltó una carcajada, inclinándose hacia adelante y golpeando su muslo.
—¡Jaja! Entonces depende de si estás decidido o no. Lo que me estás diciendo es que tu látigo tiene mal humor... Genial, un poder con estado de ánimo propio.
Izuku soltó un leve suspiro y cruzó los brazos sobre la mesa, apoyando la barbilla en una mano mientras lo observaba.
Rumi tenía que admitirlo, fue un poco brusca por lo cual pudo controlarse algo.
—Vale, vale. Así que tienes un látigo negro que... ¿qué hace exactamente? Fuera de lo del tema emocional —dijo, su tono mezclando el desinterés con la diversión—. Porque hasta ahora solo suena como algo sacado de una película de superhéroes mala.
Izuku se rascó la nuca, buscando cómo explicar algo que ni siquiera él entendía del todo.
—Bueno... —comenzó, vacilante—, la verdad es que no estoy completamente seguro. La única vez que lo usé fue cuando estaba en peligro, y apareció por instinto. Es como si fuera una extensión de mí mismo, como... como un lazo hecho de pura energía que sale de mi cuerpo. Pero no he podido activarlo a voluntad desde entonces, y eso me tiene un poco confundido.
Rumi lo miró con los ojos entrecerrados, como si estuviera tratando de procesar sus palabras.
—Así que tienes este poder nuevo, pero ni siquiera puedes controlarlo bien. Suena bastante inútil por ahora, ¿no? —comentó con una sonrisa traviesa, claramente buscando picar un poco a Izuku.
Izuku soltó una risa nerviosa, aunque sabía que Rumi solo estaba bromeando, no podía evitar sentir un leve toque de frustración. Pero se recompuso y siguió adelante.
—Es complicado —dijo.
Rumi se echó hacia atrás en su silla, levantando una ceja.
El ambiente se hizo un poco más serio. Rumi dejó de reír, aunque todavía se veía entretenida por la conversación.
—Y... ¿has pensado en pedirle ayuda a All Might? —preguntó, mirándolo con interés renovado—. Digo, si el tuvo el poder antes, tal vez sepa cómo manejar esta parte nueva.
Izuku bajó la mirada hacia la mesa, pensativo. Luego de unos segundos, respondió con tono más bajo.
—Eso sería lo ideal. Pero... Al parecer soy el primero en esto. Pensé en que quizás alguno de los antecesores podría darme una idea, incluso preguntárselo a Banjo-San pero llevo un tiempo que no puedo hablar con ellos.
Rumi frunció el ceño, sorprendida.
—¿Perdón? —preguntó, incrédula.
Izuku suspiró, sintiendo que esto sería difícil de explicar.
—Los antecesores, los anteriores usuarios de One For All... ellos no parecen tener mucha fe en mí. De alguna forma, siento que me rechazan.
Rumi abrió los ojos, claramente sorprendida por esa revelación.
—Espera, ¿me estás diciendo que puedes hablar con esos tipos? —exclamó, claramente sorprendida—. ¿Los usuarios anteriores están... dentro de ti?
Izuku asintió lentamente, sintiéndose un poco raro al decirlo en voz alta. Pero era la verdad.
—Sí. De vez en cuando, cuando ellos quieren... puedo hablar con ellos. No siempre es claro, y no siempre ocurre cuando lo necesito. Pero están ahí, de alguna forma.
Rumi se quedó en silencio por un segundo, luego se cruzó de brazos y lo miró con una mezcla de asombro y extrañeza.
—A ver... —dijo, su voz seria por primera vez en toda la conversación—. Entonces, básicamente tienes un grupo de personas muertas viviendo dentro de ti. Y... puedes hablar con ellos a veces.
Izuku asintió de nuevo.
—Más o menos, sí.
Rumi se echó hacia atrás y soltó una risa incrédula, como si acabara de escuchar el giro argumental más loco de una película.
—Eso es... escalofriante, Izuku. ¿Sabes eso, verdad? —dijo, todavía riendo—. ¡Hablas con muertos! Eso suena como algo sacado de una película de terror.
Izuku bajó la cabeza, soltando un suspiro nervioso.
—No es tan malo como suena... —murmuró.
Pero Rumi no dejó pasar la oportunidad.
—Espera, espera. ¿Entonces ellos pueden aparecer de repente en tu cabeza y decirte algo? —preguntó con una expresión de burla en su rostro—. Porque si eso me pasara a mí, me volvería loca.
Izuku sonrió tímidamente.
—Bueno, no es que me hablen todo el tiempo. Solo cuando es... necesario, supongo. Aunque a veces puede ser bastante molesto.
Rumi se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.
—¿Molesto? ¿Como qué te dicen? "¡Eh, niño, no uses mi poder de esa manera!" —imitó, riendo.
Izuku no pudo evitar reírse un poco, aunque sabía que era más complicado que eso.
—Es más una sensación. Como si no estuvieran del todo contentos con las decisiones que he tomado. No es que lo digan directamente, pero lo siento. Como si hubiera algo en mí que no les gusta.
Rumi lo miró con curiosidad, aunque todavía con una sonrisa en los labios.
—Bueno, suena como si esos fantasmas tuvieran un problema de actitud. Pero si están dentro de ti, ¿no deberías ser tú quién mande? —dijo, en tono bromista pero con una pizca de seriedad.
Izuku asintió lentamente, dándose cuenta de que, al final del día, ella tenía razón.
—Supongo que sí. Pero aun así... no puedo evitar sentir la presión de estar a la altura de lo que ellos hicieron. Todos ellos fueron héroes, y yo... bueno, sigo aprendiendo.
Rumi lo observó por un momento antes de encogerse de hombros.
—Mira, yo no sé mucho de héroes muertos, pero sí sé una cosa: el poder es tuyo ahora. Y si no les gusta cómo lo usas, que se aguanten. Después de todo, tú eres el que está aquí, peleando.
Izuku sonrió, sintiéndose un poco más ligero después de la conversación.
—Gracias, Rumi. Eso ayuda más de lo que crees.
Ella le guiñó un ojo, devolviéndole la sonrisa.
—De nada... Pero en serio... habla menos con fantasmas. Es raro.
Izuku recordaba con claridad el momento exacto en qué Látigo Negro se había manifestado por primera vez. Todo sucedió tan rápido, tan fuera de su control.
Fue una sensación abrumadora, casi violenta. Los látigos oscuros emergieron de su cuerpo sin previo aviso, llenos de una energía salvaje y descontrolada. En ese momento, no sabía qué estaba sucediendo; era como si el poder lo hubiese poseído, forzándolo a reaccionar sin pensar. Se sintió aterrador, y por un segundo pensó que no era él quien estaba en control de su cuerpo.
Aquel instante se había quedado grabado en su mente, como un recordatorio constante de su falta de control sobre ese aspecto del One For All. Cada vez que lo recordaba, el miedo volvía a surgir. ¿Y si no podía controlarlo la próxima vez? ¿Y si, al tratar de usarlo, hería a alguien cercano, a sus compañeros, o incluso a aquellos a quienes quería proteger?
El rechazo de los anteriores portadores solo hacía esa carga más pesada.
Izuku siempre había creído en la conexión con sus predecesores como un apoyo, como una guía. Pero últimamente, esa misma conexión parecía más como un muro. Una barrera que lo mantenía alejado de la aceptación plena del One For All. Era como si los portadores anteriores no estuvieran convencidos de que él, Izuku Midoriya, era digno de llevar su legado.
"¿Por qué me rechazan?", pensaba, mientras los recuerdos de la conversación con Rumi seguían rondando su mente.
La voz de Rumi lo sacó de sus pensamientos en ese momento, en aquella noche, cuando la conversación cambió de tono. Ella lo miraba con una expresión seria, pero llena de convicción.
—Cuando todo se derrumbe a tu alrededor, cuando sientas que el mundo está a punto de consumirte... —dijo, haciendo una pausa mientras lo observaba directamente a los ojos—, sostén tu corazón.
Izuku parpadeó, desconcertado por la frase. No era la típica charla motivadora que había esperado de ella, ni la manera en la que los héroes solían hablarle. Pero había algo en la sencillez y la fuerza de esas palabras que lo hizo reflexionar profundamente.
—¿Sostener... mi corazón? —preguntó, casi en un susurro, como si tratara de entender el peso de esas palabras.
Rumi, siempre directa, lo observó con una sonrisa pequeña pero llena de determinación.
—Sí, sostén tu corazón Izuku—Dijo mientras señalaba su pecho con fuerza—. Cuando las cosas se pongan feas, cuando no entiendas qué camino tomar, lo único que tienes que hacer es recordar por qué sigues de pie. Tú controlas tu corazón. Nadie más. Ni el mundo, ni tus poderes, ni siquiera los que te precedieron. Ellos no están aquí, tú sí. Y solo tú puedes decidir cómo enfrentarte a todo lo que venga.
La sencillez con la que lo decía, la certeza con la que lo expresaba, le llegó a lo más profundo de su ser. Rumi no era del tipo de héroe que daba largos discursos inspiradores; su manera de motivar era cruda, directa, como todo en su vida. Y esa simpleza, esa fuerza honesta, lo alcanzó en un nivel que otras palabras no habían logrado.
—No te preocupes tanto por lo que piensan esos usuarios anteriores o lo que te dicen. —continuó ella, inclinándose hacia él—. Si ellos no están dispuestos a ayudarte, que se jodan. Tienes que hacer las cosas a tu manera. Sostén tu corazón. Ahí es donde encuentras tu fuerza. No en los fantasmas de un pasado que ya no puede tocarte.
Mientras Rumi hablaba, Izuku comenzó a sentir algo que no había sentido en mucho tiempo: claridad. Había estado tanto tiempo sumido en la confusión, tratando de cumplir con las expectativas de los anteriores portadores, que había olvidado algo fundamental. El One For All ya no les pertenecía a ellos.
Ahora era suyo.
Él tenía el poder, él estaba al mando. Incluso si los antecesores lo rechazaban, incluso si no lo aceptaban por completo, él seguiría adelante.
"Sostén tu corazón."
Esa frase resonaba en su mente una y otra vez, como un eco que lo llenaba de una fuerza nueva, distinta. Recordó los momentos más difíciles que había pasado desde que adquirió el One For All. Las batallas, las derrotas, los sacrificios... y también los momentos de crecimiento, de victoria. Cada paso que había dado lo había acercado más a convertirse en el héroe que siempre había soñado ser.
Los pensamientos sobre Látigo Negro volvieron. Aún sentía un nudo en el estómago al pensar en ese poder incontrolable, ese poder que parecía querer arrastrarlo. Pero ahora, había algo distinto en cómo lo veía. Antes lo había enfrentado con miedo, con incertidumbre, preocupado por lo que podía salir mal. Pero ahora, al recordar las palabras de Rumi, se dio cuenta de algo crucial.
La próxima vez que Látigo Negro apareciera, lo enfrentaría de manera distinta.
No con dudas, no con inseguridades, sino con una determinación renovada. Sostendría su corazón, tal como Rumi había dicho. Colocaría su mano en su pecho, donde sabía que residía la verdadera fuente de su poder, de su voluntad.
Y aunque los anteriores usuarios no estuvieran contentos con él, aunque lo miraran con desdén desde dentro de su mente, él seguiría adelante. No era el héroe perfecto que ellos querían, pero era el héroe que debía ser.
—La próxima vez que lo use... —pensó Izuku, mientras recordaba las palabras de Rumi—, lo haré con todo mi ser. No lo dejaré escapar de nuevo. Soy yo quien controla el poder, no al revés.
El eco de la conversación de esa noche seguía resonando en su mente, y ahora, mientras las dudas se desvanecían, Izuku sintió que había dado un paso más hacia adelante. No sabía cuándo volvería a usar Látigo Negro, pero cuando lo hiciera, estaría listo.
Estaría listo para sostener su corazón y enfrentarlo con valentía.
Izuku miraba a Todoroki con una determinación inquebrantable mientras la temperatura alrededor de ambos comenzaba a aumentar. Sabía lo que tenía que hacer, lo que quería demostrar.
Todoroki lo miró incrédulo por un segundo, pero la ira y frustración en sus ojos no disminuyeron ni un poco. Era como si esas palabras no fueran más que aire para él. Izuku respiró profundamente, sus pensamientos ya organizándose. Necesitaba que Látigo Negro reaccionara, y lo necesitaba ya.
"Diez..." comenzó a contar en su mente. Sabía que el fuego de Todoroki no tardaría en arremeter contra él. La tensión en el aire era palpable.
"Látigo Negro es una energía maleable", pensó Izuku mientras intentaba visualizarlo con claridad. "Fluye como una extensión de mi voluntad, adaptándose a lo que necesito. Ya lo he sentido antes, aunque fuera por accidente. No es tan diferente del Sensor de Peligro."
[Nueve.]
El calor empezaba a intensificarse a su alrededor. Sentía la presión en el aire como si una tormenta de fuego estuviera a punto de desatarse. Pero sabía que, de alguna manera, tenía que encontrar el equilibrio.
Controlar sus emociones era la clave.
"Si el Sensor de Peligro se ha potenciado, entonces Látigo Negro también debería haber evolucionado. Tiene que ser así. Debo poder controlar esta energía, hacer que funcione como quiero." Analizo. Con aquella energía brotando de su pecho.
[Ocho.]
El fuego de Todoroki comenzaba a cobrar forma, envolviéndolo en un manto de llamas que parecía crecer con cada segundo que pasaba. Izuku sabía que no había mucho tiempo. El calor que irradiaba el fuego de Todoroki comenzaba a volverse insoportable.
"Si eso es cierto... entonces puedo hacer 'eso'. Puedo hacer que Látigo Negro se convierta en un escudo, un conducto para disipar el impacto. Tiene que funcionar..." quizás lo haría.
[Siete...]
Las primeras llamas comenzaron a lamer el suelo, arrasando con todo lo que tocaban. Momo gritó su nombre desde la distancia.
—¡Midoriya-San!
La desesperación en su voz era palpable, pero Izuku no podía darse el lujo de perder el control. Sabía que tenía que mantenerse enfocado, confiar en que su plan funcionaría.
[Seis...]
El poder de Todoroki alcanzaba su punto máximo.
El fuego crecía, salvaje, imparable. Pero Látigo Negro ya empezaba a responder, brotando de sus brazos como hilos oscuros que se enroscaban a su alrededor, creando una barrera de energía que comenzaba a cubrirlo.
[Cinco...]
El calor lo envolvía, quemaba su piel, pero no se detendría. Pero eso no importaba ahora.
[Cuatro...]
Todoroki gritaba algo. La furia en su voz era innegable, pero todo sonaba amortiguado para Izuku, como si estuviera bajo el agua. Sus pensamientos eran lo único claro. Sabía lo que estaba a punto de hacer.
—¡No tienes escapatoria, Midoriya! —gritó Todoroki, su voz llenando el aire—. ¡Todo terminará aquí! ¡Al igual que mi hermano, las llamas te consumirán!
[Tres...]
El fuego lo envolvía completamente. Pero las sombras de Látigo Negro*continuaban extendiéndose, cubriendo su cuerpo. Sentía el poder tomando forma, protegiéndolo, resonando con su voluntad.
[Dos...]
El dolor del calor era insoportable, pero Izuku no se dejó intimidar. Sabía que estaba cerca de lograrlo. A su alrededor, todo parecía estallar en llamas, pero él estaba concentrado en el latido de su corazón, en la energía oscura que fluía a través de él.
[Uno..]
Los pensamientos de los antecesores lo acosaban, sus miradas de desaprobación pesaban sobre él, pero Izuku no dejaría que lo derrumbaran. Sabía que tenía el poder dentro de sí, que podía controlar Látigo Negro.
[Cero.]
El fuego lo abrazó por completo, pero al mismo tiempo, una explosión oscura envolvió su cuerpo. Momo gritó su nombre nuevamente, y por un instante, todo pareció enmudecer.
En la distancia, Bakugou, que había estado observando, murmuró para sí mismo:
—Los veinte minutos... se han terminado.
Y entonces, el suelo tembló.
—El laberinto va a...
*¡BOOM!*
Un estallido ensordecedor sacudió todo a su alrededor. El laberinto comenzó a moverse, como si sus paredes y estructuras estuvieran vivas, reajustándose en un estruendo atronador. Las llamas de Todoroki chocaron con la oscuridad de Látigo Negro en una lucha de fuerzas, pero algo más estaba ocurriendo.
El poder de Izuku, que había estado en disputa dentro de él, ahora fluía con una precisión impresionante.
El estallido resonó como un trueno en el corazón del laberinto, desatando una explosión tan poderosa que el suelo tembló bajo los pies de todos los presentes.
En un instante, las distancias entre Izuku y Todoroki se alargaron mientras el suelo se fragmentaba, dividiéndose en plataformas que comenzaron a alejar a los dos héroes. El laberinto se transformaba, como si respondiera a la batalla, estirando y retorciendo su estructura para crear un terreno aún más desafiante.
—¡Midoriya! —Todoroki gritó, su voz ahogada por el estruendo.
El fuego y el hielo de Todoroki no tardaron en aparecer. En un parpadeo, el joven utilizaba ambos elementos a la vez, creando un impulso masivo para acortar la distancia. Sus llamas rugían como bestias desatadas, mientras que su hielo se extendía, creando caminos helados que se rompían y reconstruían en su avance.
Izuku, por su parte, se mantenía firme, con el Látigo Negro cubriendo casi todo su cuerpo como una armadura oscura. De su espalda y sus brazos surgían pequeños tentáculos de energía negra, como si la misma sombra estuviera viva, ondeando en el aire con cada uno de sus movimientos.
"Este poder..." pensó Izuku, mientras sentía el peso de la energía cubriéndolo. El Látigo Negro no era solo una herramienta ahora. Se sentía como una extensión de su ser, envolviéndolo por completo, pero también aplastándolo con su inmenso poder. "Es difícil... casi insoportable..."
Cada paso que daba, cada movimiento, lo sentía como si estuviera corriendo con una carga infinita sobre sus hombros. Podía sentir cómo sus músculos luchaban por no colapsar, cómo su respiración se volvía más pesada con cada segundo que pasaba.
[Mi cuerpo va a rendirse en cualquier momento...]
Pero eso no le importaba. Había algo más fuerte dentro de él que lo mantenía en pie, algo más poderoso que el dolor o el cansancio.
[Todoroki... tengo que ayudarlo. Tengo que sacar toda esa frustración, todo ese odio que lo consume. No importa lo que me cueste, no importa lo que tenga que soportar.]
El suelo bajo ellos se fragmentaba y cambiaba mientras las plataformas los alejaban y acercaban al mismo tiempo, creando un espacio dinámico y caótico. Izuku esquivaba los ataques de Todoroki, moviéndose con agilidad, mientras Látigo Negro lo protegía de los estallidos de fuego que lo rodeaban.
Todoroki avanzaba, implacable. Usaba su hielo para generar rampas, lanzarse en el aire y crear caminos de escarcha que se deshacían en segundos. Al mismo tiempo, su fuego creaba explosiones devastadoras a su paso, envolviendo todo el espacio en una tormenta de calor y frío.
—¡No puedes seguir huyendo, Midoriya! —gritó Todoroki, con su mirada encendida por la ira y la desesperación—. ¡No puedes escapar de esto!
Izuku, con los ojos firmes, detuvo por un momento su avance. El Látigo Negro lo envolvía de forma más apretada ahora, como si estuviera adaptándose a su voluntad.
—No estoy huyendo, Todoroki —dijo Izuku, su voz resonando con calma pero con fuerza—. Estoy aquí... para ayudarte.
Todoroki soltó una carcajada amarga, casi desesperada, y lanzó una ráfaga de fuego hacia Izuku. El calor era inmenso, pero los látigos que cubrían su cuerpo parecían absorber parte del impacto, como si la oscuridad misma consumiera parte de las llamas.
Desde la distancia, Momo y Bakugou observaban el duelo con ojos entrecerrados. Las plataformas seguían alejando a Izuku y Todoroki en el vasto espacio del laberinto, pero podían ver las figuras moviéndose a través del caos.
—¡Qué demonios están haciendo esos dos! —gritó Bakugou, frunciendo el ceño. Sin embargo se detuvo, al ver a Izuku—. ¿Qué es eso...?
Momo, por otro lado, se mantenía en silencio, su mirada fija en Izuku. Podía ver cómo el Látigo Negro lo envolvía, cómo ese poder oscuro parecía casi devorarlo. Pero había algo en la forma en que Izuku se movía, algo en su postura que le decía que no estaba luchando solo para ganar.
Estaba luchando para salvar.
—Es como... una llama persiguiendo un meteoro —susurró Momo, con los ojos brillantes por la preocupación.
Bakugou giró la cabeza hacia ella, su rostro lleno de incredulidad, pero algo en sus palabras tenía sentido. Todoroki, con su fuego y hielo, era como una tormenta inclemente, una llama furiosa que destruía todo a su paso. Y Midoriya, con su Látigo Negro, se deslizaba a través del caos como un meteoro oscuro, siempre avanzando, siempre tratando de mantener el control.
—¡No puedo dejar que esto termine como terminó para él! —gritó Todoroki desde la distancia, su voz llena de rabia.
Izuku se detuvo por un momento, mirando a Todoroki. Sabía lo que significaba. Sabía lo que estaba intentando decir.
[Sostén tu corazón.]
Recordó las palabras de Rumi en medio del caos.
[Tengo que ser más fuerte... no solo por mí, sino por el...]
Izuku cerró los ojos por un segundo, sintiendo el peso del Látigo Negro en su cuerpo. Pero también sintió algo más. La determinación dentro de él, el deseo de ayudar, de salvar.
Esa era la verdadera fuerza de One For All.
—¡Todoroki! —gritó Izuku mientras avanzaba nuevamente, las sombras del Látigo Negro arremolinándose a su alrededor—. No voy a dejar que te consumas en este odio. ¡Voy a ayudarte, aunque tenga que quemarme en el proceso!
Todoroki rugió, lanzando otra oleada de llamas hacia Izuku, pero esta vez, el chico de cabello verde no retrocedió
Ambos chocaron en medio del caos del laberinto, con las plataformas cambiando a su alrededor, y en ese momento, aquellos más allá del laberinto pudieron verlo.
En la sala de transmisión, un pesado silencio cayó sobre todos los presentes mientras las pantallas mostraban en tiempo real el caos que se desarrollaba en el laberinto.
La Clase B estaba reunida, junto a los profesores y Nezu, observando con ojos incrédulos lo que sucedía. El brillo de las llamas y las sombras del Látigo Negro de Izuku se reflejaban en los rostros de todos. Era difícil creer lo que veían.
—¿Qué es eso? —preguntó Ren, con los ojos muy abiertos, casi incapaz de comprender lo que estaba viendo en la pantalla.
—¿Es... Midoriya? —dijo otro, sin estar seguro. El nombre de Izuku resonaba en sus pensamientos, pero aquella figura envuelta en oscuridad, enfrentándose a una tormenta de fuego, no era la imagen habitual de su compañero.
Algunos reconocieron la silueta inconfundible de Todoroki, pero la presencia oscura que lo enfrentaba causaba confusión. ¿Era Midoriya realmente esa figura envuelta en sombras? El Látigo Negro lo cubría casi por completo, como una armadura viviente que parecía una extensión de su propio cuerpo.
—¡Es él! —exclamó Monoma, finalmente reconociendo el estilo de pelea de Midoriya, la forma en la que se movía a través del espacio.
Pero antes de que pudieran formular otra pregunta, el aire se llenó de una sensación de inminente desastre. En las pantallas, el caos se intensificaba. El fuego de Todoroki arrasaba las plataformas, mientras el Látigo Negro de Izuku respondía, ambos destrozando el terreno que los rodeaba.
—¡Están...! —gritó un coro casi al unísono, los ojos de todos clavados en la imagen de las plataformas dividiéndose y los muros siendo destrozados por la furia de ambos.
—¡DESTRUYENDO TODO! —exclamó Power Loader, mientras se llevaba las manos a la cabeza.
En la transmisión, se veía cómo las plataformas del laberinto se movían de un lado a otro, elevándose y cayendo en un patrón caótico.
Los muros se abrían y se cerraban, como si el propio laberinto estuviera vivo, respondiendo al frenesí de la batalla. El terreno se retorcía bajo los pies de Izuku y Todoroki, mientras ambos viajaban a velocidades asombrosas, desafiando la estabilidad de todo el lugar.
—¡No tienen control! —exclamó Vlad King, con los puños apretados—. Si siguen así, no quedará nada de ese laberinto.
Nezu, con su característico semblante tranquilo, observaba la situación con una mezcla de preocupación y reflexión. Sus ojos pequeños brillaban con una curiosidad intelectual, pero incluso él comprendía que estaban al borde de un desastre.
—Midoriya... está empujando su cuerpo más allá de sus límites otra vez —murmuró, apenas en un susurro, aunque los profesores cercanos pudieron escucharlo.
Mientras tanto, en el laberinto, la batalla entre Izuku y Todoroki continuaba sin freno. Las plataformas se movían con violencia bajo sus pies, creando un campo de combate impredecible, pero ambos héroes estaban totalmente concentrados en su enfrentamiento.
Izuku, cubierto por la energía oscura avanzaba con agilidad, utilizando los látigos que sobresalían de su cuerpo para balancearse, saltar, e incluso bloquear los ataques de fuego y hielo que Todoroki lanzaba sin tregua.
La velocidad de ambos era tal que parecían dos destellos de energía, uno de fuego y otro de sombras, que atravesaban el espacio como si estuvieran danzando en una coreografía destructiva.
Todoroki no dejaba de atacar, empujando sus poderes más allá de lo que normalmente usaría. El fuego ardía con una intensidad que casi no había mostrado antes, y el hielo surgía con una ferocidad que rompía los muros del laberinto.
—¡Midoriya! —gritó Todoroki, su voz llena de frustración mientras lanzaba una ráfaga de fuego en dirección a Izuku—. ¡No puedes seguir huyendo! ¡Esto termina aquí!
Izuku apenas esquivó la llamarada, utilizando el Látigo Negro para balancearse hacia una plataforma más alta. Sentía el calor del fuego de Todoroki rozando su piel, pero no retrocedía. Sabía que debía continuar.
[Tengo que hacer que todo ese dolor, toda esa frustración salga...]
A pesar de la intensidad del combate, los pensamientos de Izuku se mantenían firmes.
[Seguiré...]
El fuego y el hielo causaban estruendos iguales a los de aquel día.
[Porque yo...]
Aquel día tormentoso en Osaka.
*¡RUMBLE!*
Entre la bruma oscura de los látigos, los brillantes ojos esmeralda de Izuku brillaron con tal intensidad que su propia imagen del pasado se sobrepuso a la actual. Aquel Izuku de Osaka brillo en el presente junto al relámpago de ese día tormentoso, junto a las llamas de este día sombrío.
——————[¡AUN ESTOY AQUÍ!]——————
Las plataformas seguían moviéndose, desmoronándose y reconstruyéndose mientras ambos combatientes viajaban a través del vasto espacio del laberinto. Las llamas de Todoroki parecían devorarlo todo a su paso, mientras la oscura figura de Izuku avanzaba imparable, como una sombra que se negaba a ser consumida.
Desde la sala de transmisión, los estudiantes y profesores observaban con los ojos bien abiertos, incapaces de apartar la mirada, de aquel envuelto en llamas brillantes y aquel...
Envuelto en la oscuridad.
[...]
La luna filtraba su luz tenue por las cortinas del departamento mientras Izuku limpiaba tranquilamente la pequeña cocina.
Era una de esas noches tranquilas, donde el mundo exterior parecía lejano, reducido a los pequeños sonidos que hacían los platos al ser apilados o el ligero crujido del sofá bajo el peso de Rumi, quien seguía concentrada en su juego. El ambiente entre ambos era de una calma familiar, de esas que solo se sienten cuando dos personas han convivido el suficiente tiempo como para que el silencio sea cómodo.
Izuku terminó de enjuagar el último plato, asegurándose de que no quedara ningún residuo antes de colocarlo en el escurridor. "¿Lavé todo?" se preguntó a sí mismo, mirando con detenimiento la pila ya limpia.
Recordó vagamente que había olvidado recoger la ropa del tendedero antes de que anocheciera. "Mañana, a primera hora", se dijo con resignación, secándose las manos en un paño que colgaba cerca del fregadero.
Miró hacia el baño. ¿Lo había limpiado? Sí, lo había hecho más temprano.
Una ligera sonrisa se asomó en su rostro al darse cuenta de lo obsesivo que a veces podía ser con los quehaceres, pero era algo que le daba tranquilidad.
Un entorno limpio y ordenado hacía que las cosas parecieran un poco más manejables, incluso cuando en su interior sentía que la incertidumbre le susurraba constantemente al oído. Sin embargo, hoy no era uno de esos días pesados.
Rumi seguía en el sofá, sin despegar la vista de la pantalla de su consola.
Parecía sumergida en su juego, ocasionalmente moviendo los dedos con rapidez o soltando algún resoplido cuando algo no salía como esperaba. No decía nada, pero su presencia llenaba la sala. Izuku notaba que ella estaba a gusto en este espacio compartido, y eso le hacía sentir que, por ahora, todo estaba bien.
Volvió a repasar mentalmente la lista de cosas por hacer. ¿Faltaba algo? El cansancio comenzaba a acumularse en sus hombros, y sus ojos se sentían un poco pesados. Se frotó la nuca mientras se estiraba, soltando un pequeño suspiro.
—Bueno, creo que ya está todo listo por hoy —murmuró para sí mismo, aunque sabía que Rumi lo escuchaba desde el sofá.
Se dirigió hacia el pasillo que daba a las habitaciones, deteniéndose frente a la puerta que siempre dejaba entreabierta.
—Rumi, no te quedes hasta muy tarde jugando —dijo, con una sonrisa suave mientras la observaba por el rabillo del ojo.
Ella, sin despegar la vista de la pantalla, levantó una mano en un gesto vago de despedida. Izuku se rió por lo bajo y sacudió la cabeza. Dio media vuelta, dispuesto a entrar a su habitación, pero justo cuando su mano tocó la perilla, un silencio extraño y repentino llenó la sala. Un segundo después, escuchó su nombre.
—Izuku.
El tono de Rumi era bajo, casi suave, pero lo suficientemente claro como para detenerlo en seco.
—¿Um?
Sin moverse, dejó que su mano cayera de la perilla y giró lentamente sobre sus talones.
—Tu... ¿Estas bien? —Ella no lo miraba, aún concentrada en su juego, o al menos eso parecía.
Sin embargo, algo en la atmósfera había cambiado.
—¿Qué pasa? —preguntó, con una pequeña sonrisa—. Creí que habíamos zanjado todo con lo de "Sostén tu corazón". Lo dije muy bien, ¿no? —Intentó darle un toque gracioso, recordando el consejo que ella le había dado horas antes, pero su comentario no fue recibido con una risa ni una sonrisa.
Rumi no se movió, ni lo miró. Sus dedos dejaron de moverse sobre los botones de la consola, y durante un par de segundos, solo el suave zumbido del aparato llenó el espacio.
—No me refería a eso —dijo ella, finalmente, con un tono más bajo de lo habitual.
Izuku sintió cómo su estómago se apretaba ligeramente.
Había algo en esas palabras que lo hizo ponerse un poco más alerta, como si de repente el ambiente liviano de la noche se hubiera vuelto algo más denso. Se quedó de pie, sin saber si debía acercarse más o esperar que ella continuara.
La habitación estaba en silencio, salvo por los sonidos lejanos de la ciudad que se colaban por las ventanas. Las luces tenues de la calle iluminaban parcialmente la sala, mientras una brisa leve movía apenas las cortinas. Izuku sintió una ligera incomodidad, no por las palabras de Rumi, sino por lo que había detrás de ellas. Algo que no se decía, algo que no veía, pero que flotaba entre ambos.
—¿Qué te pasa? —preguntó con cautela, dando un paso hacia ella.
Rumi permaneció inmóvil, aún sin mirarlo.
Rumi continuaba con su juego, los sonidos de botones presionados y las luces del televisor llenaban el ambiente, pero esa calma se interrumpió por un pequeño silencio que ella misma provocó al llamar a Izuku.
—¿Recuerdas lo que me contaste? —preguntó, sin apartar la mirada de la pantalla—. Sobre tu sueño.
Izuku, quien ya estaba a punto de irse a dormir, se detuvo de nuevo en su camino. Le sonrió desde la puerta, relajado y despreocupado, con esa naturalidad que le salía casi sin esfuerzo.
—Claro que lo recuerdo —respondió en tono de broma—. Es mi sueño, ¿cómo iba a olvidarlo?
Rumi soltó un pequeño suspiro, no precisamente porque no le gustara la respuesta, sino porque lo conocía bien. Esa capacidad de tomar las cosas a la ligera a veces hacía que los momentos más serios se sintieran, de alguna manera, menos tensos. Pero había algo que ella necesitaba preguntar, algo que había estado en su mente desde hacía rato.
—¿Te acuerdas lo que dijiste? —su voz fue un poco más baja—. Dijiste que querías ayudar a otras personas... personas como tú.
Izuku no respondió de inmediato. El silencio se alargó entre ellos, y Rumi notó cómo el juego, que hasta ahora había servido como una distracción para sus pensamientos, ya no tenía la misma importancia. Sus dedos se detuvieron sobre los botones, y el leve sonido de la consola se apagó cuando pausó el juego.
—¿A qué te refieres con "gente como tú"? —preguntó, esta vez girando su cabeza ligeramente, aunque sin llegar a mirarlo directamente. El peso de la pregunta la hizo dudar por un instante, temiendo cómo podría reaccionar Izuku. No porque le tuviera miedo a él, sino porque sabía que, por muy fuerte que lo mostrara, había heridas que probablemente aún seguían abiertas.
Ese momento de silencio prolongado, ese lapso en el que él no dijo nada, la hizo preguntarse si había ido demasiado lejos, si quizás había tocado algo delicado.
Sintió su corazón latir un poco más rápido, pero con una respiración profunda, reunió el valor para girarse completamente hacia él. Y cuando lo hizo, lo encontró con una sonrisa tranquila en el rostro. No había enojo, ni tristeza, solo esa calma que parecía característica en él.
—Personas que sufren —respondió Izuku, con una serenidad que no reflejaba el peso de sus palabras.
Rumi abrió los ojos un poco más, sorprendida por la simplicidad de la respuesta. Pero su sorpresa pronto se transformó en algo más profundo, algo más personal.
—¿Tú... todavía sigues sufriendo? —preguntó casi por instinto. Había algo en su tono que dejaba entrever preocupación, aunque intentó que sonara neutral. Aun así, no pudo evitarlo.
Izuku negó con la cabeza, su sonrisa permaneciendo en su rostro.
—No, ya no lo hago —respondió con una sinceridad que resonaba en la habitación—. Claro, hay días que son peores que otros, pero son cosas normales. Cosas que a todo el mundo le ocurren. De hecho, es algo nuevo para mí, algo que me agrada. Es la primera vez en mi vida, desde hace diez años, que siento que... mi vida es normal.
Rumi lo observaba detenidamente. Por un lado, le aliviaba escuchar eso, saber que aquel chico al que admiraba y respetaba había encontrado algo de paz en medio de todo lo que le había pasado. Pero por otro lado, no podía evitar preguntarse si realmente estaba bien, si esa "normalidad" que sentía era lo suficientemente fuerte como para sostenerlo a largo plazo.
—¿Pero no por eso debes olvidar tu responsabilidad, cierto? —preguntó, esta vez con un tono más neutral, queriendo entender mejor lo que pasaba por la mente de Izuku.
Él asintió suavemente.
—Exactamente. No puedo olvidarla, porque sé lo que está en juego. Pero también sé que no puedo cargar con todo solo. Esa es la lección más importante que he aprendido.
Rumi se cruzó de brazos y lo miró fijamente por unos segundos antes de hacerle la pregunta que había estado rondando en su mente desde hacía rato.
—¿El One For All tuvo algo que ver con eso? —preguntó, aún sin apartar la mirada de él.
Izuku sonrió nuevamente, una sonrisa que esta vez parecía más ligera, como si recordara algo que lo llenaba de esperanza.
—Sí. Desde el momento en que la mano de All Might se extendió hacia mí, la oscuridad que me rodeaba... desapareció. El One For All influyó en todo. —Hablaba con una convicción tranquila, como si aquello que decía fuera una verdad innegable para él.
Rumi lo observó en silencio por unos momentos, dejando que las palabras de Izuku se asentaran en el aire. Sabía lo que el One For All significaba, no solo como poder, sino como un símbolo, un legado que Izuku había aceptado. Pero verlo desde su perspectiva, entender cómo había afectado su vida de manera tan profunda, la hizo reflexionar sobre cuántas capas había detrás de ese chico aparentemente normal, que hacía los quehaceres del hogar con una sonrisa, pero que cargaba con un peso enorme.
Pero también sabiendo que, a pesar de todo lo que compartían, siempre habría una parte de Izuku que seguiría siendo un misterio, un lugar al que solo él podría acceder.
—Supongo que, después de todo, ese poder te hizo más fuerte de lo que pensabas —dijo ella, retomando su postura relajada.
Izuku sonrió de nuevo, esta vez más suave.
—Sí, lo hizo. Pero también me enseñó que ser fuerte no significa cargar con todo solo.
Rumi permaneció en silencio por unos instantes después de que Izuku le respondiera sobre el One For All.
La habitación parecía más tranquila de lo habitual, con solo el leve sonido de la pantalla del televisor iluminando suavemente el espacio. Sus pensamientos comenzaron a desvanecerse en esa tranquilidad hasta que, como un golpe repentino, un recuerdo enterrado en lo profundo de su memoria emergió con fuerza.
Las palabras de su amiga resonaron en su mente como si fueran pronunciadas en ese mismo instante, con toda la energía y la fuerza que siempre caracterizaron a Lili.
"¡En algún punto de tu vida! Sea hoy, mañana o en diez años... ¡NECESITARÁS LA AYUDA DE ALGUIEN!"
El eco de esas palabras hizo que Rumi se detuviera, y una sonrisa melancólica se dibujó en su rostro.
Era extraño cómo algo tan lejano podía regresar con tanta claridad, como si fuera ayer cuando Lili le había gritado aquello. En ese momento, Rumi, con su orgullo intacto y su firme convicción de que siempre podría sola, había desestimado esas palabras.
Rumi alzó la mirada, apartando esos pensamientos por un momento. Izuku la observaba, aunque algo distraído, probablemente aún con la idea de irse a dormir. Pero antes de que pudiera moverse, ella decidió hablar.
—Gracias, Izuku.
Izuku se giró con una expresión de sorpresa, algo confundido.
—¿Eh? —dijo, rascándose la cabeza—. ¿Por qué me das las gracias?
Rumi sonrió, esta vez con una mezcla de nostalgia y alivio, y se inclinó ligeramente hacia adelante, estirando los brazos para desperezarse mientras soltaba una pequeña risa.
—No te pongas tan nervioso. Solo lo digo porque... bueno, me hiciste recordar algo. Algo importante. —Pausó un momento, mirando al suelo como si buscara las palabras adecuadas—. Una vez, alguien me dijo que en algún momento de la vida necesitaría la ayuda de alguien. Y bueno, aunque en ese entonces pensé que era una tontería, ya no lo creo tanto.
Izuku sonrió, aún sin entender del todo a qué se refería Rumi, pero la dejó continuar.
—Suena a un buen consejo —respondió, intentando aligerar el ambiente.
—Sí, lo es —Rumi asintió con una sonrisa más ligera—. Y creo que, en cierta forma, tú has sido esa persona para mí.
La sorpresa fue clara en el rostro de Izuku.
No era común que Rumi, tan decidida, independiente y con una mentalidad tan fuerte, reconociera que necesitaba la ayuda de alguien. Sin embargo, ella mantenía una expresión sincera, algo que desarmó cualquier intento de respuesta inmediata por parte de él.
—¿Sabes? No soy del tipo sentimental, ya sabes, esos que pueden leer a las personas y entender lo que piensan o sienten. A veces siento que las emociones son... confusas, como si fueran un rompecabezas que no puedo resolver. —Hizo una pausa—. Así que, honestamente, no sé si lo que te voy a decir tiene valor, pero igual lo intentaré.
Izuku no dijo nada, solo asintió, dándole su total atención.
—Quiero que sepas que creo en ti. Y cuando digo que creo en ti, me refiero a que no importa lo que ocurra, no importa lo que venga en el futuro, sé que lo que llevas dentro de ti es suficiente para superar cualquier cosa. Has pasado por más de lo que muchos pueden imaginar, y aun así, aquí estás, de pie, enfrentando lo que venga. —Se detuvo un momento, permitiendo que sus palabras resonaran en la habitación—. Eso, Izuku, es algo que respeto profundamente.
Izuku se sintió abrumado por el repentino cambio en la conversación. Las palabras de Rumi eran sinceras, y no había un rastro de duda en ellas.
—Rumi, yo...
—No es necesario que digas nada —lo interrumpió ella, con una sonrisa traviesa—. No lo hago por una respuesta ni por un gesto noble. Solo quiero que lo sepas. Porque... bueno, yo no soy buena en estas cosas de dar ánimo, pero creo que todos necesitamos que nos recuerden lo fuertes que somos de vez en cuando.
Izuku sintió cómo una calidez lo invadía, una sensación extraña pero reconfortante. A
Rumi se quedó en silencio por un momento, mirándolo directamente a los ojos, como si quisiera asegurarse de que él entendiera lo que realmente estaba tratando de decir. Finalmente, ella rompió el contacto visual, riéndose un poco para sí misma.
—Mira, probablemente estoy hablando tonterías —dijo, riendo—. Pero solo quería decirlo, ya sabes, pero si lo que he dicho te sirve de algo, me alegro. Así que, eso. Gracias.
Izuku, después de un momento de asimilar todo, sonrió, una sonrisa sincera que reflejaba lo mucho que esas palabras significaban para él.
—Gracias, Rumi. Realmente, gracias.
—Hagas lo que hagas de aquí en adelanta, hazlo con todo tu corazón. Incluso si dudas por un segundo, recuerda que yo te estoy apoyando.
[...]
INTRODUCIR: THE SPIRIT TO SUCCEED
El pie de Todoroki se hundía en el hielo que él mismo creaba, solo para deshacerse un segundo después bajo su siguiente pisada.
Era como si su avance congelara y derritiera el mundo a su alrededor, cada paso decidido y calculado, mientras levantaba el brazo izquierdo. Una poderosa estela de fuego se abría camino entre los muros del laberinto, arrasando con todo lo que tocaba, transformando el paisaje gélido en un caos abrasador.
Sus ojos, llenos de frustración y determinación, se enfocaban en una sola cosa: Izuku. A lo lejos, entre dos paredes que avanzaban en la misma dirección, pudo verlo. Allí estaba, como una sombra en medio de las llamas y el hielo. Los látigos negros se movían en el aire, cubriéndolo con su oscuridad, pero extrañamente brillaban, reflejando las luces del fuego de Todoroki, creando un contraste entre la sombra y la luz.
Izuku permanecía inmóvil, sus ojos fijos en Todoroki, quien se acercaba cada vez más.
El fuego avanzaba hacia él, consumiendo todo en su camino, pero Izuku no se movía. Parecía esperar, como si estuviera midiendo cada segundo, cada paso, cada respiración de su oponente.
Todoroki no dejaba de avanzar.
Las emociones se agolpaban en su mente, una mezcla de ira, cansancio y algo más profundo que apenas podía identificar. Las palabras de su padre, las hazañas de Izuku, todo se mezclaba en su interior, empujándolo a seguir adelante, a demostrar algo que ni él mismo entendía por completo.
Cuando ya estaba a pocos metros, el calor y el frío se encontraron, chocando en un punto central.
La tensión entre ambos era palpable.
Los látigos de Izuku se tensaron, listos para el impacto.
Todoroki gritó, su poder aumentando en intensidad, el fuego ardiendo más fuerte, pero Izuku no se movió.
El momento se había congelado en el tiempo, solo ellos dos en el centro de todo.
[Mi cuerpo... duele otra vez.]
Los fragmentos de escarcha y hielo flotaban brevemente antes de derretirse en el aire, evaporándose en una neblina helada.
[Es un dolor familiar, uno que siento que me envuelve como un viejo amigo.]
Las plataformas metálicas, que momentos antes habían sido firmes bajo sus pies, se fraccionaban con un crujido agudo, cayendo en pedazos. Los muros de porcelana a su alrededor, tan sólidos, comenzaron a agrietarse, y las superficies brillantes de los cristales estallaron en miles de destellos.
[Desde que recibí el One For All, este dolor se ha vuelto una constante, un recordatorio de lo lejos que he llegado. Lo que he ganado, lo que he perdido.]
Era como si el mismo laberinto cediera ante la energía desbordante de ambos.
[Es irónico... Desde que obtuvo este poder, mi vida ha sido un torbellino de luchas a muerte.]
En ese preciso instante, todo lo que los rodeaba parecía moverse en una sola dirección.
[Parece que no hay descanso... Pero no me quejo. Esto es lo que elegí.]
Los escombros, los fragmentos de metal, los trozos de cristal, incluso el aire mismo, se esparcían y arrastraban hacia un punto común, como si fueran absorbidos por el enfrentamiento entre el hielo ardiente de Todoroki y la oscuridad envolvente de Izuku.
[Ambos... hemos elegido esto.]
El brillo que emanaba de ellos era cegador, desdibujando las sombras y los contornos de las estructuras.
[Todoroki... he estado donde tu estas. Pero no por eso tenemos que ser iguales. Habia pensado que por compartir una ira igual y estar al borde de la desesperación tendríamos que ser iguales, pero no.]
Un mundo en blanco y luz intensa se formaba entre el choque de sus poderes. El fuego de Todoroki crepitaba y el látigo negro de Izuku, que irradiaba una energía casi etérea, brillaba con un resplandor negro que contrastaba.
[Que estúpido fui. No somos iguales.]
Todo parecía estar al borde de la destrucción, como si el choque entre sus voluntades fuese a partir el espacio mismo.
[Así que no te dejare. Aun así, no te voy a abandonar Todoroki. Sin importar hasta donde tenga que llegar.]
El tiempo estaba congelado.
[Nadie tiene que sufrir por alcanzar una catarsis. Justo como lo dijo Hanna.]
Ninguno de los dos se movía, ninguno retrocedía. Solo existía el momento en el que ambos se enfrentaban, sin palabras, dejando que sus poderes hablaran por ellos.
[¡No tenemos que sufrir más!]
Todoroki, con su fuego y hielo luchando en equilibrio, sintió la presión creciente dentro de él, una sensación que no podía sacudir. El recuerdo de su hermano, la imagen de Izuku como Laughing Boy... ¿Era realmente él el culpable de todo? ¿De las heridas de su madre, de la tragedia de su familia?
[Yo...]
La frustración hervía dentro de él, su fuego respondía a ese caos emocional, mientras que su lado gélido intentaba mantener la calma.
[¡Yo...!]
Mientras el mundo se agrietaba y el aire se tornaba pesado, Todoroki no pudo evitar preguntarse: ¿Era realmente este chico, Midoriya Izuku, la fuente de todo?
[¡ME ASEGURARE DE QUE SEA ASI!]
*CHSSK*
El sonido del látigo negro, debilitándose, resonó en el aire como un susurro apagado. Izuku sintió cómo los látigos desaparecían de su cuerpo, y de repente, un enorme peso cayó sobre él, casi llevándolo a la inconsciencia. Su respiración se volvió pesada, su visión borrosa.
Todoroki rompió ese instante de quietud con una llama ardiente, su grito desgarrando el silencio.
—¡IZUKU!
Las llamas rugieron, disparándose directo al corazón apagado de Izuku. Sin embargo, en el último momento, algo más se encendió. Casi por instinto, la mano izquierda de Izuku se movió hacia atrás, como si respondiera a una fuerza invisible. Una sombra se proyectó a su costado, una llama que tomaba la silueta de un hombre.
A su lado, el brillo del One For All se encendió de nuevo, y allí, sobre su hombro, la figura de All Might, formado de llamas, se acomodaba. El vestigio de su maestro estaba junto a él.
"¡Por que tu...!
—¡TODOROKI! —gritó Izuku con todo el aire que quedaba en sus pulmones.
El mundo en blanco que los rodeaba se rompió en fragmentos, estallando en un sonido sordo, cuando el puño de Izuku, guiado por el gran puño del vestigio de All Might, se extendió hacia adelante, con una fuerza que sacudía la realidad misma.
*¡FWOOOOOM!*
El impacto fue abrumador.
El fuego y la fuerza desatada por el golpe de Izuku hicieron temblar los cimientos del laberinto.
Un cegador brillo lo consumió todo, como si el mismo aire se incendiara y se congelara al mismo tiempo. El choque entre el One For All y las llamas de Todoroki crearon un destello ensordecedor que reverberó en el espacio, sacudiendo cada rincón.
—————"¡...Naciste para ayudar a las personas!"—————
Izuku acompañado del vestigio de All Might tenían el puño... en lo alto.
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