102.LA GUERRA DE LAS TRES FACCIONES.
Rumi se miró las manos y la camiseta con una mezcla de exasperación y resignación, ambas manchadas de lo que parecía ser un intento fallido de guiso.
Caminó hacia la cocina murmurando para sí misma mientras intentaba limpiar el desastre.
—No entiendo por qué demonios le hice caso al mocoso. Podría haber pedido comida a domicilio, ya sabes, como una persona normal. Pero no... —bufó, limpiándose un poco la cara con el dorso de la mano—. 'Rumi-san, preparé un montón de platillos que te gustan para el fin de semana, por favor pruébalos', me dice con esa carita de cachorro feliz.
Cerró los ojos un momento, recordando cómo Izuku había insistido con una sonrisa llena de entusiasmo.
"Tiene esa maldita sonrisa... como si el mundo se fuera a acabar si no le digo que sí." Pensó.
Suspiró pesadamente y miró el desastre en su ropa.
—Necesito una toalla... y un poco de dignidad, de paso —dijo, arrancándose un trozo de zanahoria que inexplicablemente había quedado pegado en su cabello.
Caminó hacia el baño, cruzando el departamento que aún le parecía demasiado grande para dos personas.
Había vivido allí el tiempo suficiente para sentirse cómoda, pero había ciertas áreas que casi nunca visitaba. Una de ellas estaba al fondo del pasillo.
Tras encontrar una toalla, se lavó la cara y refunfuñó al verse en el espejo.
—Rumi Usagiyama, gran heroína, capaz de vencer villanos, pero vencida por una olla de comida mal calentada. Qué glorioso historial.
Salió del baño, pasando la toalla por su cabello húmedo.
Al levantar la mirada, notó algo que normalmente habría pasado por alto: una puerta entreabierta al fondo del pasillo. La puerta que casi nunca veía.
—¿Qué rayos...? —murmuró, curiosa.
Al acercarse, empujó la puerta con suavidad y se encontró con una habitación sorprendentemente vacía. O al menos eso parecía a primera vista. Todo estaba en orden, limpio, pero había algo que destacaba: un altar en una esquina, cuidadosamente montado, con una foto enmarcada en el centro.
Rumi se acercó lentamente, casi conteniendo la respiración. Cuando llegó lo suficientemente cerca, vio el retrato de una mujer de cabello oscuro, sonriente y de rasgos suaves.
—Así que esta es tu madre, Izuku... —susurró, inclinando la cabeza mientras examinaba los detalles del altar.
Había un pequeño recipiente de incienso humeante, flores frescas y una pulcra disposición de velas que parecían haber sido encendidas recientemente.
Rumi se arrodilló frente al altar, sintiendo una extraña mezcla de solemnidad y calidez.
—Bueno... no soy buena en esto, pero gracias. Gracias por dejarme quedarme aquí. Sé que esto no es algo que alguien como yo haga muy seguido, pero... supongo que es justo.
Se inclinó levemente hacia adelante, un gesto respetuoso que no estaba segura de estar haciendo bien.
—Tu hijo es un buen chico. Un poco obsesivo con la limpieza y un completo maniático del orden... pero buen chico. —Sonrió con suavidad, mirando el retrato como si hablara con la mujer misma—. Supongo que eso es gracias a ti, ¿no?
Se quedó en silencio unos segundos, dejando que el incienso llenara el aire.
—A veces pienso que lo malacostumbro... pero, bueno, si no me preocupo por él, ¿quién lo hará? Parece tan fuerte por fuera, pero hay momentos en los que lo veo... y no sé, es como si todavía estuviera buscando algo que le falta. —Su mirada bajó, fija en el suelo—. Me aseguro de que no esté solo, ¿sabes? O al menos trato.
Levantó la vista, mirando de nuevo el retrato, y por primera vez sintió que la mujer en la foto le devolvía la mirada, como si aprobara sus palabras.
—No sé si estoy haciendo un buen trabajo, pero puedes estar tranquila. Izuku va a estar bien. Es un buen chico... incluso si me obliga a comer su desastre de cocina.
Dejó escapar una risa breve pero sincera, inclinándose hacia atrás y sentándose sobre sus talones.
—Es raro, ¿sabes? Hablar contigo así. Pero no me siento incómoda... supongo que eso también es gracias a Izuku.
De repente, el sonido de su celular vibrando la sacó de sus pensamientos. Sacó el dispositivo del bolsillo y vio la notificación de la aplicación de comida rápida.
—Por fin... comida decente. —Sonrió maliciosamente, poniéndose de pie con cuidado y lanzando una última mirada al altar—. Bueno, gracias por escucharme. Y... supongo que hasta la próxima.
Rumi salió de la habitación con pasos ligeros, limpiándose aún las manchas de comida mientras tarareaba para sí misma.
Detrás de ella, el altar permaneció en completo silencio, con el incienso ardiendo suavemente.
La foto de Inko parecía observar todo con una serena comprensión.
El reloj en la pared marcaba las siete con un tic tac insistente que se mezclaba con el débil rumor del viento frío golpeando las ventanas del comedor. Izuku estaba sentado en una de las mesas pequeñas cerca del ventanal, con una taza de té humeante entre las manos. Su mirada, aunque fija en el líquido oscuro, no estaba realmente ahí. La noche había sido larga, y el cansancio seguía pesándole en los párpados, pero la idea de volver a su habitación y enfrentarse al insomnio otra vez lo había hecho salir. Quizás un poco de té pudiera ayudarlo.
—¿Todo en orden, joven? —preguntó una voz femenina detrás de él, con un tono suave pero curioso.
Izuku alzó la mirada, encontrándose con la camarera que acababa de traerle la taza. Era una mujer delgada, de cabello castaño que caía en ondas suaves por sus hombros, y con un par de aureolas que flotaban alrededor de su cabeza, dándole un aire etéreo que contrastaba con la sencillez de su expresión.
—Ah, sí, gracias —respondió Izuku rápidamente, enderezándose un poco en su asiento.
Ella no parecía convencida y ladeó la cabeza mientras lo observaba detenidamente.
—Perdón si me meto donde no me llaman, pero... no parece que haya descansado muy bien.
Izuku se quedó en silencio un momento, dudando si debería admitir la verdad. Finalmente, esbozó una pequeña sonrisa.
—Supongo que no. Fue una noche un poco... complicada. Pero estoy bien, de verdad.
—Hmm —murmuró ella, no del todo satisfecha con la respuesta, pero tampoco queriendo insistir demasiado. En su lugar, tomó el trapo que llevaba colgado del delantal y empezó a limpiar una mesa cercana—. Complicadas suelen ser las noches cuando hay mucho en la cabeza.
Izuku asintió levemente, sintiendo cómo sus palabras daban justo en el clavo. Por un momento, el silencio volvió a instalarse entre ambos, roto solo por el sonido del trapo contra la madera. Finalmente, fue la mujer quien habló de nuevo, esta vez con un tono más ligero.
—¿Sabe? No suelo ver a muchos huéspedes madrugar tanto, especialmente cuando están de vacaciones. ¿Es de los que prefieren aprovechar cada minuto del día?
Izuku soltó una risa suave, sacudiendo la cabeza.
—No, nada de eso. Normalmente dormiría más, pero... —Se detuvo, considerando cómo continuar—. Digamos que el descanso no fue exactamente el mejor esta vez.
Ella asintió lentamente, como si entendiera perfectamente a qué se refería, pero no dijo nada al respecto. En cambio, se acercó un poco más, mirando con curiosidad la taza que sostenía.
—¿Le gusta el té?
—Mucho. Es... reconfortante, creo.
—¿Y los bocadillos? —preguntó, señalando el plato frente a él, que apenas había tocado.
Izuku miró el plato y parpadeó, dándose cuenta de que no había probado ni uno solo.
—Ah, sí... Perdón, estaba distraído.
Ella rio suavemente, pero no con burla, sino con comprensión.
—Está bien. Aunque le recomiendo que no los deje enfriar. Son mejores cuando están recién hechos.
Izuku asintió, tomando uno de los bocadillos para darle un pequeño mordisco. La mujer lo observó con interés, apoyando las manos en la mesa.
—¿De dónde es, si no es mucha indiscreción?
Izuku tragó el bocado antes de responder.
—De Musutafu.
—Oh, bastante lejos de aquí. Entonces, ¿qué lo trae a Hokkaido?
—Es mi cumpleaños... lo fue, no se. —explicó, sonriendo ligeramente al pensar en los demás aún dormidos o preparándose para el día—. Decidimos hacer un viaje como clase.
—Eso suena encantador. Debe ser agradable tener un grupo tan unido.
Izuku asintió, pero su mente volvió a desviarse hacia los eventos recientes, hacia Toga, hacia todo lo que había sucedido en las últimas horas. Sin querer, dejó escapar un suspiro.
La mujer lo observó con atención, como si estuviera tratando de descifrar algo.
—Musutafu... cabello verde, cicatriz en el rostro... —murmuró para sí misma, frunciendo ligeramente el ceño.
Izuku la miró, confundido.
—¿Perdón?
Ella levantó la vista, sus ojos brillando con un destello de reconocimiento.
—Disculpe si esto es inapropiado, pero... ¿es usted Laughing Boy?
La pregunta lo tomó completamente desprevenido, pero antes de que pudiera responder, ella levantó las manos rápidamente.
—¡Oh, lo siento! No quise ser indiscreta. Es solo que...
—No, no pasa nada —dijo Izuku, tratando de calmarla—. Solo me tomó por sorpresa.
Ella asintió, aun pareciendo un poco avergonzada.
—Entonces... ¿es usted?
Izuku respiró hondo, tomándose un momento antes de responder.
—Sí. Soy Laughing Boy.
La mujer se quedó en silencio por un instante, sosteniendo la mirada de Izuku como si tratara de confirmar que realmente era él, como si las palabras no fueran suficientes.
Finalmente, una sonrisa tímida se dibujó en su rostro, y apretó las manos frente a ella.
—No sé si debería decir esto, pero... es un honor.
Izuku ladeó la cabeza, desconcertado. Había escuchado muchas reacciones al nombre de Laughing Boy, pero "honor" no era precisamente una de las palabras comunes.
—¿Un honor?
Ella asintió con entusiasmo, aunque su expresión también reflejaba un toque de nerviosismo.
—Sí. Verá, no es algo que diga solo porque sí. Es... —Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Hace un par de meses, mi madre y mi sobrino viajaron a Osaka. Y... bueno, durante ese tiempo ocurrió un altercado bastante serio allí.
Izuku sintió que su estómago se apretaba.
No tenía que esforzarse mucho para recordar aquel evento; las imágenes de los daños, el caos, y las personas que había ayudado a salvar estaban grabadas en su memoria.
—Yo... recuerdo lo que pasó en Osaka —dijo en voz baja, sin saber exactamente a dónde quería llegar ella.
La mujer dejó escapar un suspiro largo, como si necesitara reunir valor para continuar. Entonces, lentamente, deslizó una mano dentro del bolsillo de su yukata y sacó algo: una pequeña fotografía.
La colocó sobre la mesa frente a Izuku, empujándola suavemente hacia él.
Izuku bajó la mirada.
En la foto, un niño pequeño de no más de cinco años sonreía ampliamente mientras una mujer mayor, probablemente la madre de la camarera, lo abrazaba desde atrás.
—Ellos son mi madre y mi sobrino. Durante aquel incidente... —Se interrumpió un momento, su voz temblando ligeramente—. Estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado. Pero gracias a usted, ambos regresaron a casa sanos y salvos.
Izuku abrió los ojos con sorpresa.
—Yo...
—Sé que probablemente no lo recuerde. Había tantas personas ese día... —Continuó rápidamente, como si temiera que Izuku lo negara—. Pero ellos no dejan de hablar de usted. Mi sobrino, especialmente.
Izuku no supo qué decir. Se quedó mirando la foto, sintiendo una mezcla de emociones que no podía describir del todo.
—Gracias —murmuró finalmente la mujer, inclinando la cabeza en una reverencia. Su voz era clara y firme, aunque sus manos temblaban ligeramente—. Gracias por salvarlos.
Izuku se removió incómodo en su asiento.
No estaba acostumbrado a este tipo de gratitud directa, y aún menos a recibirla de una forma tan personal.
—No necesita agradecerme —dijo finalmente, con un tono suave—. Solo... hice lo que debía hacer.
Ella levantó la cabeza, con una expresión que mezclaba admiración y determinación.
—Puede que sea lo que "debía" hacer, pero no todos lo hacen. No todos arriesgan tanto como usted lo hizo ese día.
Izuku bajó la mirada a sus manos, sintiendo el peso de sus palabras.
—Es mi trabajo —respondió simplemente.
La mujer negó con la cabeza.
—No. Es más que un trabajo. Lo que hizo ese día cambió vidas. La mía, la de mi familia... —Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran hondo—. No sé por todo lo que ha pasado, pero... por favor, sepa que lo que hace importa.
Izuku tragó saliva, sintiendo un nudo formarse en su garganta. De repente, la mujer empujó la foto un poco más cerca de él.
—¿Podría...?
Izuku la miró, confuso.
—¿Podría qué?
—¿Firmarla? —preguntó ella, sonriendo tímidamente—. Mi sobrino y mi madre nunca tuvieron la oportunidad de agradecerle en persona, pero creo que les encantaría tener algo suyo.
Izuku abrió la boca para responder, pero cerró los labios de nuevo, sorprendido.
En el pasado, este tipo de petición lo habría puesto nervioso, quizás incluso a la defensiva. Pero ahora, algo dentro de él lo hizo asentir lentamente.
—Claro —dijo, su voz más firme de lo que esperaba.
La mujer pareció iluminarse.
Sacó un bolígrafo de su bolsillo y se lo entregó, mirándolo con expectación. Izuku tomó el bolígrafo y, con cuidado, escribió en la esquina inferior de la foto.
"Gracias por creer en los héroes. Decay."
La mujer tomó la foto con cuidado, como si fuera un tesoro invaluable.
—Gracias... ¿Decay?—dijo suavemente.
Izuku levantó la mirada. Sonrio orgulloso.
—Es mi nombre de héroe.
—¿Es como lo llaman ahora? Ya veo —preguntó ella con una sonrisa ligera—. Me parece apropiado. Usted no solo destruye lo malo; ayuda a que algo nuevo crezca en su lugar.
Izuku se quedó sentado mientras la mujer hacía una última reverencia y se retiraba con la foto firmada, dejando un ligero aroma a incienso en el aire.
Por primera vez desde que amaneció, sintió cómo la tensión en su pecho comenzaba a disiparse.
El rostro de Toga, que había estado clavada como espina en su mente, ahora parecían desvanecerse en un segundo plano.
"Es la primera firma que doy...", pensó de repente, sus ojos abriéndose como platos.
La siguiente oleada de pensamientos llegó como un torrente: "¡Es mi primera firma oficial! ¡Como héroe! ¡Aunque técnicamente no estoy vestido como tal, pero cuenta! ¡Tiene que contar!"
Izuku, resistiendo la necesidad de dar saltos en el lugar, exclamo:
—¡Tendré que contárselo a All Might! — bramo ignorando por completo que estaba hablando solo.
Su rostro cambió de color rápidamente, y no era difícil imaginar un leve vapor saliendo de su cabeza. "¡Rumi también tiene que saberlo! ¡Y Tenko, y Hanna, y...! No, espera, mejor no les cuento aún. ¿Y si piensan que estoy exagerando? ¡Pero es mi primera firma, no es cualquier cosa!"
Finalmente, soltó un suspiro, dejando caer los hombros mientras apoyaba la cabeza sobre la mesa.
La ansiedad que lo había mantenido despierto toda la noche se sentía lejana ahora, desvaneciéndose como las sombras ante el amanecer.
[...]
Izuku estaba como un toro esa mañana.
Izuku estaba sentado al borde de un pequeño muro de piedra en el estacionamiento, mirando al cielo despejado mientras un humo imaginario parecía salir de su cabeza. En su mente, una canción que él mismo había inventado se repetía con fervor:
"¡Primera firma, primera firma, soy un héroe con carisma! ¡Oh sí, oh sí, ya lo ves, soy el mejor en esto de ser Decay!"
De tanto repetir la tonada en su mente, estaba comenzando a tararearla en voz baja, llamando la atención de Hanna y Tenko, quienes estaban a unos metros de distancia.
—¿Qué tarareas, Izuku? —preguntó Hanna, girándose con curiosidad mientras terminaba de ajustar el cinturón de su vestido. Tenko, que estaba de pie con los brazos cruzados, soltó un chasquido teatral de admiración.
—No lo interrumpas, Hanna. Nuestro querido hermano está claramente componiendo el próximo himno nacional. Mira esa concentración. ¡Es arte en su máxima expresión! —dijo, llevándose la mano al pecho con exageración, como si estuviera a punto de llorar de orgullo.
Hanna rodó los ojos, pero no pudo evitar reír. Dio un par de vueltas en su lugar, mostrando su vestido con un movimiento elegante.
—¿Qué te parece este, Tenko? ¿No crees que es un poco sencillo para un día como hoy?
Tenko alzó las manos como si estuviera juzgando a una modelo en una pasarela. Dio un paso hacia un lado, luego al otro, y finalmente se inclinó hacia delante como si estuviera inspeccionando un cuadro en un museo.
—Sencillo, sí... pero devastador. ¡Esto no es solo un vestido! Es una declaración. Es... —Hizo una pausa dramática y señaló a Hanna con ambos dedos—. Es la razón por la que los corazones se rompen y las nubes lloran. Eres una amenaza para la paz mundial, hermana.
Hanna se llevó una mano a la boca para intentar contener la carcajada, pero fracasó estrepitosamente.
Mientras tanto, en otro extremo del estacionamiento, Denki y Mineta estaban siendo escoltados a regañadientes por Asui y Toru. Asui tenía los brazos cruzados y los observaba con una mezcla de aburrimiento y autoridad.
—De verdad, no puedo creer que hayan hecho eso. ¿En qué estaban pensando? —preguntó Asui, sacudiendo la cabeza mientras su lengua se movía como un látigo imaginario sobre sus hombros.
Mineta, con las manos juntas en gesto de súplica, se inclinaba hacia adelante con cada paso.
—¡Lo sentimos, Asui! ¡Fue un error de cálculo! ¡Un error juvenil y estúpido! —decía mientras Denki asentía enérgicamente a su lado.
—Sí, ¡somos perros! —exclamó Denki, levantando ambas manos—. ¡Perros tontos que necesitan correa!
Toru, que estaba caminando a su lado con los brazos en jarras, soltó una risa burlona.
—¿De verdad creen que eso los va a salvar? Ni siquiera saben lo que está planeando Yaoyorozu para ustedes.
—¿Yaoyorozu está planeando algo? —preguntó Mineta, palideciendo visiblemente—. ¡Por favor, tengan piedad!
—No sé, Mineta... —dijo Asui con un tono casi reflexivo—. Tal vez deberíamos dejar que aprendan una lección. Algo me dice que un poco de disciplina no les haría daño.
Denki y Mineta intercambiaron miradas de terror.
—¡Prometemos ser mejores perros! ¡Los más obedientes! ¡Incluso aprenderemos trucos si hace falta! —gritó Denki, juntando las manos en un gesto exagerado de súplica.
Toru dejó escapar una risita antes de señalar hacia donde estaban Izuku, Hanna y Tenko.
—Bueno, si están tan desesperados, pueden empezar pidiéndole disculpas al cumpleañero. Aunque no sé si será suficiente.
Denki y Mineta miraron hacia Izuku, que en ese momento seguía canturreando su tonada de "Primera firma". A juzgar por el aura brillante que parecía emanar de él, estaba en su propio mundo.
—¿Crees que nos perdone? —susurró Mineta.
—No lo sé, pero si no lo hace, siempre podemos culpar al otro. Es el plan B. —Denki asintió con decisión.
Toru y Asui rodaron los ojos simultáneamente, sin molestarse en ocultar su exasperación.
La puerta de la posada volvió a abrirse suavemente, dejando entrar un destello del sol matutino, y con él apareció Aoyama, luciendo una chaqueta brillante con detalles dorados que parecían reflejar cada rayo de luz. Con su habitual aire dramático, avanzó unos pasos y se detuvo en medio del grupo, haciendo una pose que nadie le había pedido.
—¡Ah, mis chers amis! —anunció, extendiendo los brazos con teatralidad—. ¿No os parece que esta mañana es simplemente magnifique? Perfecta para un día radiante, como yo.
Ojiro, quien estaba ajustándose la mochila sobre un hombro, levantó una ceja.
—Aoyama, ¿de verdad necesitabas ese reflector portátil? —preguntó, señalando el extraño aparato que colgaba del cinturón de Aoyama y que claramente era el responsable de que la luz pareciera seguirlo.
Aoyama sonrió, llevándose una mano al pecho.
—Mon cher Ojiro, no es solo un reflector. Es un accesorio de estilo. ¡El glamour es mi deber, después de todo!
—¿Un deber para quién? —interrumpió Jirou, cruzando los brazos mientras lo observaba con escepticismo.
Antes de que Aoyama pudiera responder, Mina apareció de un salto desde detrás de la puerta, aterrizando con un movimiento exagerado de brazos abiertos.
—¡Buenos días, gente maravillosa! —gritó, con su característico entusiasmo—. ¿Qué me perdí?
—Aoyama está brillando, literal y metafóricamente —respondió Sero, que ya había despertado un poco más después de sus intentos fallidos de ignorar la conversación.
—Ah, entonces, lo de siempre —bromeó Mina, colocándose junto a Jirou y dándole un leve codazo.
Aoyama giró hacia ella, ignorando el comentario, y señaló su chaqueta con orgullo.
—Mina, querida, por favor, dime que esta chaqueta no es lo más fabuloso que has visto hoy.
—¿Hoy? Hmm... —Mina fingió pensar mientras miraba alrededor—. Bueno, Yaomomo también se ve increíble, así que estás compitiendo fuerte.
—¡Mina! —protestó Momo, sus mejillas enrojeciéndose ligeramente mientras ajustaba la caída de su vestido.
—Es la verdad, Momo. Mira, hasta Midoriya está de acuerdo —dijo Mina, señalándolo con un movimiento travieso de la cabeza.
Izuku, que había estado intentando mantenerse al margen, sintió todas las miradas girar hacia él.
—Eh... —balbuceó, mirando a otro lado mientras rascaba la parte trasera de su cabeza—. Bueno, es verdad... se ve muy bien. Muy elegante, digo.
Las palabras de Izuku hicieron que Momo bajara ligeramente la cabeza, su mente llenándose de pensamientos contradictorios mientras miraba de reojo a Jirou, quien levantó los pulgares en señal de aprobación.
—¡No es eso, Jirou! —protestó Momo rápidamente, aunque su tono traicionaba cierta inseguridad.
—Claro que no... —murmuró Jirou con una sonrisa burlona.
—No puedo creerlo, ¡Izuku aprobó el vestido de Momo-Chan antes que el de mi hermana! —exclamó Tenko, entrando en escena con una voltereta espectacular antes de aterrizar justo frente a Momo. Se llevó las manos al pecho como si estuviera herido—. ¡Momo-Chan, has robado el protagonismo de mi hermana y ahora el mío! ¡Qué audaz!
—¡Shimura-San, deja de decir tonterías! —respondió Momo, cruzándose de brazos pero sin poder ocultar una sonrisa.
—¿Tonterías? ¡Jamás! —dijo Tenko, señalando dramáticamente hacia el cielo—. Tú, Momo-Chan, luces como si fueras a conquistar el mundo con ese atuendo. Si este fuera un manga, ya estarías en la portada del capítulo.
Mientras tanto, Aoyama, que se había sentido ligeramente opacado, alzó la voz para recuperar el centro de atención.
—Mes amis, no olvidemos que yo también soy un contendiente digno. ¡Incluso el sol está de mi lado hoy!
—Sí, sí, Aoyama. Eres radiante, como siempre —dijo Jirou, rodando los ojos mientras Toru aparecía detrás de ella.
—¡Buenos días, chicos! —saludó Sato alegremente, acercándose al grupo y fijándose en la escena que se desarrollaba frente a ella—. ¿Qué me perdí?
—Drama. Mucho drama —resumió Sero, quien había sacado un bocadillo de su mochila y masticaba despreocupadamente.
—¿Entonces, lo normal? —preguntó Sato, riendo mientras se unía al círculo creciente de estudiantes.
Poco a poco, más integrantes de la Clase A comenzaron a llegar, cada uno trayendo su propia energía al bullicio general.
Iida apareció con su habitual eficiencia, empujando un carrito lleno de mochilas y botellas de agua mientras revisaba una lista mental.
Shoji llegó poco después.
El estacionamiento estaba lleno de vida.
Los estudiantes de la Clase A se agruparon alrededor de Momo, quien, con su habitual porte elegante, daba instrucciones detalladas sobre el plan del día.
La atención de casi todos estaba centrada en ella mientras señalaba un pequeño mapa que había producido de su cuerpo, explicando las rutas hacia la estación de tren más cercana.
Izuku, sin embargo, estaba en otro mundo.
Sentado en una barda ligeramente alejado del grupo, balanceaba las piernas distraídamente mientras intentaba reprimir los restos de la euforia por su primera firma.
Pero aquella sensación... ese escalofrío, esa alerta interna que tanto conocía, lo había atrapado.
Era como cuando su sensor de peligro apenas estaba despertando en él.
Sin embargo, esto no tenía nada que ver con amenazas inminentes. Era más... desconcertante.
Como si alguien estuviera demasiado cerca de algo importante, algo que no debía ser visto.
"¿Qué... es esto?" pensó, llevándose una mano al pecho como si eso fuera a calmar el extraño cosquilleo.
Entonces, una voz suave rompió su trance.
—Izuku-kun.
Izuku giró la cabeza de golpe.
Uraraka estaba ahí, de pie frente a él, inclinando ligeramente la cabeza con curiosidad.
Su cabello castaño ondeaba suavemente con la brisa, y había algo en su expresión: una mezcla de timidez y ternura que parecía amplificada por los pequeños detalles de su apariencia.
Vestía ropa sencilla, pero de algún modo... todo en ella se veía perfecto.
Los hoyuelos rosados en sus mejillas se acentuaban con su sonrisa cautivadora, y sus ojos brillaban con una calidez que hacía que Izuku olvidara cómo respirar.
Un calor repentino subió a su rostro. Antes de que pudiera detenerse, las palabras escaparon de su boca:
—Te... te ves muy linda, Uraraka-San.
Por un segundo, el mundo pareció detenerse.
Uraraka parpadeó sorprendida, su rostro tornándose de un suave tono rojizo que solo hacía resaltar más su sonrisa.
—¿Eh? —Su voz fue apenas un murmullo antes de que bajara la mirada con timidez—. Ah... muchas gracias, Izuku-kun.
Izuku, sintiendo que su cerebro trabajaba a toda velocidad pero sin llegar a ningún lado, comenzó a rascarse la mejilla mientras desviaba la mirada, pero no podía evitar volver a mirarla de reojo.
Por alguna razón, su mente estaba en completo caos.
"¿Por qué dije eso? ¡Fue tan directo! Aunque... no estaba mintiendo. Pero... ¿por qué siento que estoy a punto de explotar?"
Uraraka levantó la mirada de nuevo, atrapando a Izuku con la guardia baja.
Sus ojos se encontraron, y por un instante, el ruido a su alrededor se desvaneció. Era como si el tiempo les estuviera dando un respiro, un espacio donde solo existían ellos dos.
Ella fue la primera en romper el silencio, inclinando la cabeza hacia un lado como si lo estudiara.
—¿Estás bien? Pareces... distraído.
Izuku tragó saliva, luchando por encontrar una respuesta coherente.
—Ah... sí, estoy bien. Solo... estaba pensando en algunas cosas.
—¿Cosas importantes?
—Bueno, supongo que sí... o algo así.
Uraraka se sentó en la barda junto a él, dejando suficiente espacio entre ellos para que no se sintiera incómodo, pero lo suficiente cerca como para que su presencia fuera palpable.
—Ayer fue un día pesado para todos. Tal vez por eso te sientes un poco raro —dijo con una sonrisa suave, sus ojos nunca alejándose de los de él.
Izuku asintió lentamente, pero las palabras de ella solo parecían revolver algo más profundo en su interior.
Había algo en Uraraka que lo hacía sentir... diferente. No podía identificar qué era, pero cada vez que estaba cerca de ella, su instinto lo empujaba a prestar más atención, a buscar algo que no sabía qué era.
"Esto no es normal. Es como si... como si mi mente estuviera intentando decirme algo y no pudiera escucharlo del todo."
—¿Te pasa seguido? —preguntó Uraraka de repente, rompiendo sus pensamientos.
—¿Eh? ¿Qué cosa?
—Eso de quedarte en tu mundo, como si algo te preocupara mucho.
Izuku se tensó ligeramente. No estaba seguro de cómo responder a eso, pero trató de forzar una sonrisa.
—Bueno... creo que es parte de mí. Siempre estoy pensando en algo.
Ella rió suavemente, un sonido ligero que lo hizo relajarse un poco.
—Sí, eso suena a ti. Pero deberías intentar desconectarte un poco. Estamos de viaje, después de todo.
Izuku asintió, pero las palabras de Uraraka tenían un peso extraño. Algo en su tono, en la forma en que lo miraba... era familiar y, al mismo tiempo, inquietante. Sin embargo, antes de que pudiera pensar demasiado en ello, Momo alzó la voz desde el centro del grupo.
—¡Bien! Ahora que estamos todos reunidos, quiero explicarles lo que haremos hoy.
Uraraka se levantó rápidamente, extendiéndole la mano a Izuku.
—Vamos, Izuku-kun. No querrás perderte las instrucciones de Yaoyorozu.
Uraraka tomó su mano sin pensarlo demasiado, pero el breve contacto hizo que su corazón latiera más rápido de lo que habría querido admitir.
Algo en ella era tranquilizador y desconcertante a la vez, y aunque no podía explicarlo, tampoco podía ignorarlo.
"Quizás... solo estoy cansado."
Ambos se unieron al grupo, pero en la mente de Izuku, las palabras de Uraraka y esa extraña sensación seguían resonando.
La brisa matutina soplaba suavemente mientras todos se reunían frente a la posada. Tenko flotaba alrededor de Momo, Todoroki e Iida, haciendo volteretas en el aire y luego imitando las posturas exageradas de cada uno mientras hablaban.
—Como decía —comenzó Iida, ajustándose las gafas con un movimiento decidido—, tomaremos un tren en el pueblo cercano que nos llevará a la estación del tren bala.
—¿Un tren bala? —preguntó Ojiro, inclinando ligeramente la cabeza con curiosidad—. No sabía que había uno aquí en Hokkaido.
Iida, casi ofendido por la falta de información, dio un paso al frente y señaló hacia el horizonte como si estuviera anunciando un gran descubrimiento.
—¡Así es! Fue inaugurado el año pasado. Este tren cruza toda la isla de Hokkaido en un tiempo récord, lo que nos permitirá llegar a Sapporo en aproximadamente dos horas.
Mientras hablaba, Tenko imitaba sus gestos exagerados desde arriba, moviendo las manos de manera frenética y ajustándose unas gafas imaginarias con movimientos aún más dramáticos.
—¡Increíble! —exclamó Mina, saltando hacia adelante con los ojos brillantes—. ¡Vamos a Sapporo!
En un movimiento perfectamente sincronizado, se puso espalda con espalda con Aoyama. Ambos sacaron de quién sabe dónde unos lentes de sol que brillaban intensamente bajo la luz del sol.
—Es momento de turistear con style —dijeron al unísono, posando como si estuvieran en la portada de una revista de moda.
—¡Eso es inaceptable! —tronó Iida, agitando el brazo con vehemencia, su rostro rojo de indignación mientras señalaba hacia ellos—. ¡Estamos aquí para celebrar el cumpleaños de Midoriya-kun! ¡Turistear sin una razón válida sería un insulto a la ocasión!
Tenko aterrizó justo detrás de él, imitando su postura rígida y el movimiento frenético de sus manos, aunque con una expresión exagerada y cómica.
—¡Sí, exactamente! ¡Nada de turistear sin permiso oficial del cumpleaños boy! —dijo, alzando una ceja y poniéndose una mano en el pecho como si fuera un guardián sagrado.
Sero levantó la mano con una sonrisa traviesa.
—¿Seguro que no estás tentado, Iida? Porque... —Sacó unos folletos del bolsillo trasero y los agitó ligeramente—, encontré estos. Son de un museo en Hokkaido y tienen anotaciones escritas a mano. ¿Te suenan?
El color del rostro de Iida cambió a un rojo intenso mientras daba un paso atrás, completamente acorralado.
—¡Eso no es...! ¡Yo no...! ¡Traidor! —exclamó con una mezcla de nervios y vergüenza, intentando arrebatar los folletos de las manos de Sero, pero este los mantuvo fuera de su alcance con facilidad.
—¡Lo sabía! ¡Estabas planeando turistear también! —gritó Kaminari, riendo mientras se unía al coro de acusaciones.
En ese momento, Izuku apareció junto con Uraraka, quienes caminaban tranquilamente hacia el grupo. Uraraka seguía con su sonrisa habitual, pero Hanna, que estaba del otro lado del grupo, entrecerró los ojos en dirección a ella, como si estuviera evaluándola en silencio.
Izuku, sin notar las miradas cruzadas, levantó las manos para calmar a todos.
—No tengo problema si quieren conocer algún lugar mientras estamos aquí. Este viaje también es para que todos disfrutemos.
Toru, que hasta ese momento había estado observando la escena con atención, saltó hacia adelante con los brazos alzados.
—¡No digas eso, Midoriya-kun! ¡Tenemos que estar todos juntos para celebrar tu cumpleaños! ¡Es una regla no escrita del grupo! —proclamó, agitando los brazos como si estuviera a punto de ponerse a marchar.
—Tiene razón, Midoriya —dijo Mina, dándole un golpe en el hombro a Aoyama—. Lo siento, me dejé llevar.
—Yo no me disculpo —dijo Aoyama con orgullo, cruzando los brazos con una sonrisa altiva.
Mina lo golpeó en la espalda otra vez, esta vez con más fuerza, provocando que Aoyama se tambaleara un poco.
—Está bien, está bien. Perdón.
Todoroki, que había estado observando la escena en silencio, decidió intervenir.
—Vamos a dar un paseo por Sapporo hasta la una de la tarde. Eso les dará aproximadamente una hora para hacer lo que quieran. Después de eso...
Antes de que pudiera terminar, Momo se adelantó rápidamente, colocándose frente a él con una sonrisa nerviosa.
—¡Después de eso les diremos! —exclamó, interrumpiendo a Todoroki mientras levantaba las manos para desviar la atención.
Todos la miraron con curiosidad, pero antes de que alguien pudiera preguntar algo, ella rápidamente cambió de tema.
—Lo importante es que nos mantengamos juntos. Así que... ¡vamos a prepararnos para salir!
Mientras el grupo comenzaba a organizarse, Izuku notó que Hanna seguía mirando de reojo a Uraraka, quien ahora charlaba animadamente con Mina.
Era una mirada calculadora, que casi parecía escanear cada movimiento de la chica. Por alguna razón, Izuku sintió que algo estaba a punto de suceder, pero decidió ignorarlo por el momento.
El ambiente en el estacionamiento se llenó de conversaciones cruzadas mientras Hanna se acercaba a Uraraka, con una sonrisa tranquila pero llena de intención. Al llamar su nombre, la castaña giró hacia ella con una expresión un tanto sorprendida.
—¿Lo estoy diciendo bien? Uraraka, ¿cierto? —preguntó Hanna, inclinando ligeramente la cabeza.
—Sí, sí. ¡Está bien! —respondió Uraraka con una risa breve—. Y tú... Hanna, ¿verdad?
—Así es. —Hanna asintió y extendió la mano para estrechar la suya—. Es un placer conocerte. Escuché que eres buena amiga de Izuku.
La mención de su nombre hizo que Izuku levantara la mirada desde su lugar.
Aunque trató de actuar con naturalidad, sus ojos se desviaron entre ambas, incapaz de ignorar lo extraña que parecía esta interacción.
Mientras tanto, más lejos, Momo se detuvo en medio de una conversación con Jirou, su mirada captando el intercambio. Aunque intentó centrarse en lo que Jirou decía, sus ojos inevitablemente regresaron hacia Izuku.
—¿Tú y él son cercanos? —preguntó Uraraka con curiosidad, sus dedos jugueteando con el borde de su camisa.
—Podría decirse que sí —respondió Hanna con tono sereno—. Lo admiro mucho, y me alegra verlo tan rodeado de gente buena como tú.
—Oh, gracias. Yo también pienso que es increíble. Siempre está ayudando a todos.
Ambas se miraron por un momento, sonriendo de forma cortés, pero sin ceder terreno en esa extraña conexión que parecía surgir entre ellas. Desde un costado, Mina observaba la escena con los ojos entrecerrados, mientras le daba un codazo a Toru.
—¿Notas lo mismo que yo? —susurró Mina, como quien comenta un juego estratégico en desarrollo.
—Definitivamente —respondió Toru, girándose ligeramente hacia Mina—. Es como un choque de titanes, pero con sonrisas y halagos.
—Esto va a ponerse interesante. —Mina sonrió ampliamente mientras se acomodaba para observar mejor.
Por otro lado, Tenko, quien flotaba unos metros por encima, ladeó la cabeza en dirección a Hanna.
—¿Desde cuándo eres tan social, hermanita? —bromeó mientras descendía suavemente hasta posarse junto a Izuku—. ¿Estoy viendo un milagro?
Hanna giró los ojos hacia él con paciencia.
—Es bueno conocer a las personas que son importantes para Izuku—respondió con calma, sin perder el ritmo.
—¡Ah, claro! Porque la diplomacia siempre ha sido tu fuerte. —Tenko soltó una carcajada y le guiñó un ojo a Izuku—. Oye, Izuku, ¿sabías que ella ni siquiera se aprendió los nombres de los vecinos?
—Tenko, ¿puedes guardar silencio al menos un minuto? —replicó Hanna con un suspiro, pero sin perder la compostura.
Izuku no pudo evitar sonreír ante el comentario.
—Creo que es bueno que se lleven bien —dijo, rascándose la nuca, aunque notaba que algo en la conversación tenía un aire curioso.
—Eso parece, ¿verdad? —respondió Uraraka, volviendo su atención a Hanna con una sonrisa amable—. Me alegra conocerte. Seguro que tendremos muchas cosas de qué hablar.
—Sí, eso espero. —Hanna le devolvió la sonrisa, pero sus ojos permanecieron serenos, analíticos.
Mientras la conversación continuaba, Momo desvió la vista de nuevo, fingiendo ajustar la bandolera de su bolso. Jirou, quien no era precisamente ajena al lenguaje corporal, sonrió de lado mientras apoyaba el codo en la mesa más cercana.
—Hey, Momo, ¿te importaría explicarme qué tiene Midoriya de especial? Porque parece que últimamente capturas todo lo que hace en cámara lenta.
—¡No es eso! —protestó Momo rápidamente, cruzando los brazos—. Simplemente me distraigo... a veces. Además, ni siquiera estaba mirándolo.
—Mhm, claro. —Jirou alzó una ceja y le lanzó una mirada que no necesitaba palabras para expresar lo que pensaba.
Mina, al escuchar esto, intervino sin dudarlo:
—Oh, ¿qué es lo que pasa aquí? ¿Nuestra estratega estrella también está en el juego? Esto se está poniendo aún mejor. ¡Anótalo Toru!
―¡Anotado Mina!
Momo se llevó una mano a la frente, soltando un pequeño suspiro.
Mientras tanto, en su interior, intentaba convencerse de que estaba imaginando cosas. ¿Por qué esto tenía que ser tan complicado?
Con las dinámicas cada vez más evidentes, el grupo se preparaba para el siguiente paso del día, mientras la tensión y las conexiones seguían creciendo bajo la superficie.
Hanna y Uraraka se miraron con sonrisas tensas mientras que Izuku solo le caía una gota de sudor del rostro.
[¿Por qué siento que esto está mal...?]
Con una risa seca Izuku sonrió nerviosamente.
[...]
INTRODUCIR: ZEN ZEN ZENSE -RADWIMPS
La jornada hacia Sapporo comenzó con una mezcla de emoción y caos. Mientras el grupo se dirigía al pueblo cercano, el bullicio llenaba el aire. Algunos hablaban de las vistas, otros discutían itinerarios, y unos pocos simplemente intentaban mantenerse al día con el ritmo.
—¡Izuku! —La voz de Hanna se alzó por encima del murmullo mientras se acercaba al joven, quien caminaba ligeramente rezagado, disfrutando del paisaje—. ¿Has notado lo fresco que está el aire esta mañana? —preguntó con una sonrisa, caminando a su lado con una tranquilidad que parecía ensayada.
—Eh, sí, es... muy refrescante. —Izuku asintió, algo desconcertado, mientras trataba de mantener su ritmo relajado.
—Creo que es el lugar perfecto para despejar la mente. Es importante, considerando que siempre estás pensando tanto. —Hanna agregó aquello con un tono casual, aunque sus ojos parecían buscar algo más en su reacción.
Antes de que Izuku pudiera responder, Uraraka apareció corriendo desde atrás, con su característico brillo en los ojos y un ligero toque de cansancio.
—¡Izuku-kun! ¿No es increíble este lugar? —preguntó, agarrando su brazo con naturalidad, como si fuera lo más normal del mundo.
Hanna alzó una ceja, aunque mantuvo su sonrisa serena.
—Sí, parece que lo está disfrutando —comentó, mirando a Izuku con una expresión que, aunque amable, tenía un matiz competitivo.
—Es lindo verlo relajarse un poco, ¿no? —Uraraka soltó una risa, mirando directamente a Hanna esta vez, como si compartieran un secreto.
Izuku, atrapado entre ambas, solo pudo balbucear algo ininteligible mientras sentía cómo las miradas de las dos chicas se cruzaban por encima de él.
[...]
Cuando llegaron al pequeño pueblo, se encontraron con un lugar pintoresco, con calles adoquinadas y tiendas locales que parecían sacadas de un cuadro. El grupo decidió tomar un breve descanso antes de dirigirse a la estación de tren.
Momo, quien había permanecido algo distante hasta ahora, aprovechó la oportunidad para acercarse a Izuku mientras este observaba una tienda de dulces tradicionales.
—Midoriya-San, ¿te gustan los dulces? —preguntó, fingiendo un interés casual mientras sostenía un pequeño paquete de dulces de arroz.
—Ah, sí, aunque no como muchos. —Izuku rió nerviosamente mientras se rascaba la nuca.
—Quizá deberías probar estos. —Momo le extendió el paquete, sus dedos rozando ligeramente los de Izuku mientras él lo tomaba.
Desde unos metros de distancia, Jirou, que observaba la escena, no pudo evitar reírse por lo bajo. Mina, vigilaba esto con sus manos abrazando sus ojos como binoculares.
—¿Lo ves? ¿Te lo dije o no? Yaomomo está moviendo ficha —murmuró Mina, haciendo un gesto exagerado de aprobación―. ¡Toru dale dos puntos a Momo!
—Sí, pero lo hace tan torpemente que es adorable. —Jirou negó con la cabeza, divertida.
Mientras tanto, Hanna, que había estado hablando con Tenko, notó el intercambio y decidió intervenir con sutileza.
—Izuku, ¿podrías ayudarme con algo? —preguntó, apareciendo a su lado con una sonrisa tranquila—. Parece que no entiendo cómo funciona este mapa.
Izuku, siempre dispuesto a ayudar, dejó los dulces y se giró hacia Hanna.
—Claro, ¿qué necesitas?
Mientras él explicaba, Hanna lanzó una mirada a Momo, quien rápidamente fingió estar interesada en los dulces una vez más.
Uraraka, quien había estado observando desde lejos, frunció ligeramente el ceño antes de decidir unirse al grupo con una excusa.
Poco a poco Sero y Denki se acercaron a la tabla que Toru llevaba con ella observando tres nombres y varios puntos negros puestos bajo estos.
[...]
El tren estaba lleno de risas y conversaciones. Mina, siempre el alma del grupo decidió iniciar un juego de palabras mientras Toru y Aoyama hacían de jueces. Sin embargo, la verdadera atención estaba en la fila de asientos donde Izuku, Hanna, y Uraraka estaban sentados juntos.
—Izuku-kun, ¿qué opinas de este paisaje? —preguntó Uraraka, señalando por la ventana hacia los campos verdes que se extendían por kilómetros.
—Es... increíble. Se siente muy diferente a la ciudad. —Izuku sonrió mientras miraba por la ventana.
—Sí, es hermoso. —Hanna asintió, inclinándose ligeramente hacia Izuku para mirar por la misma ventana—. Pero creo que lo mejor es la compañía.
Uraraka rió suavemente, aunque el brillo en sus ojos mostraba que no dejaría pasar el comentario sin respuesta.
—Es cierto, estar con personas importantes siempre hace que todo sea mejor. —Dijo esto mientras miraba directamente a Izuku.
Izuku, sintiéndose cada vez más acorralado, trató de cambiar de tema.
—¡Ah! ¡Miren eso! Creo que hay una granja de caballos allí. —Señaló hacia un campo cercano, logrando desviar la conversación.
Más atrás, Momo estaba sentada junto a Jirou, quien no podía dejar de notar cómo la estratega parecía algo distraída.
—Momo, ¿estás bien? —preguntó Jirou con una sonrisa, dándole un codazo suave.
—Sí, claro. Solo... estoy disfrutando del paisaje. —Momo trató de sonar convincente, pero su mirada seguía desviándose hacia Izuku.
Jirou soltó una risa discreta.
—Si eso es disfrutar del paisaje, entonces yo soy una guía turística profesional.
Mina estaba jugando cuando torció su gesto y alzo su teléfono.
―¿Cómo va la ruta? ―pregunto ella y la voz más allá del teléfono le contesto algo.
Toru, Sero, Denki y Aoyama quienes miraban a Mina esperanzada vieron rápidamente como esta agito su mano con señas militares.
―¡STRAIGHT BET, THREE POINTS!
Ahora Shoji junto a Tokoyami observaban la tabla de puntos.
[...]
El grupo finalmente abordó el tren bala, emocionados por la experiencia. El vagón reservado para ellos tenía amplios asientos y ventanas panorámicas que ofrecían vistas espectaculares de las montañas y campos de Hokkaido.
Mientras Izuku se maravillaba con la velocidad del tren, Uraraka se inclinó hacia él, sonriendo.
—Es impresionante, ¿verdad? Los trenes bala.
—Sí, es como... volar. —Izuku asintió, sin darse cuenta de lo cerca que estaba Uraraka hasta que giró la cabeza.
Mientras tanto, Hanna, que estaba sentada frente a ellos, observaba la interacción con calma, aunque sus dedos tamborileaban suavemente sobre el brazo del asiento.
Desde otra fila, Mina y Toru miraban la escena como si fuera una novela.
—Esto es oro puro. —Mina sonrió ampliamente—. ¿Hanna va a intervenir? ¿O Yaomomo tomará el siguiente turno?
—Hagan sus apuestas. —Toru rió, inclinándose hacia Mina.
―Voy por Hanna esta vez ―dijo Todoroki.
Ya habia casi la mitad de la clase mirando la tabla mientras extendían billetes a Toru quien los recibía amablemente.
Cerca de ellas, Momo se ajustó el cabello nerviosamente, mirando hacia Izuku como si buscara el momento adecuado para hablar. Sin embargo, antes de que pudiera decidirse, Tenko apareció flotando por el pasillo, canturreando una melodía dramática.
—¡Ah, el amor, el romance! —dijo, girando sobre sí mismo con exageración—. ¿Podrá el joven Izuku sobrevivir a tanta atención? ¡Yo digo que no!
El tren bala avanzaba a toda velocidad, cortando el paisaje de Hokkaido mientras los miembros de la Clase A llenaban el vagón con risas, conversaciones y, para algunos, estrategias ocultas.
—¡Está clarísimo! Uraraka lleva la delantera. ¿Viste cómo lo miró cuando señaló esa granja? —susurró Mina, inclinándose hacia Toru, quien tenía una libreta pequeña abierta frente a ella.
Entre risas y burlas, el viaje continuó.
En un momento, Hanna y Uraraka volvieron a intercambiar comentarios amigables pero claramente competitivos, mientras Izuku intentaba mantenerse al margen.
—Izuku, ¿qué prefieres? ¿Montañas o playas? —preguntó Hanna, inclinándose ligeramente hacia él.
—Eh... creo que montañas. Me gusta la tranquilidad. —Izuku sonrió, pensando en las vistas.
—Las montañas tienen su encanto, pero las playas son más divertidas, ¿no crees? —añadió Uraraka, sin perder el ritmo.
Mina, desde su lugar, no podía contenerse.
—¡Esto es mejor que cualquier programa de televisión! —susurró mientras Toru asentía frenéticamente, apuntando cada momento clave en su libreta.
[...]
La Clase A continuó su viaje entre risas, momentos incómodos y un ambiente romántico creciente que parecía contagiarse a todos. El tren bala seguía su curso, y Sapporo estaba cada vez más cerca, junto con nuevas oportunidades para que esta dinámica tan particular evolucionara.
El tren bala rugía con velocidad mientras cortaba el paisaje de Hokkaido, pero dentro del vagón, la Clase A había convertido el ambiente en un espectáculo digno de una telenovela.
Cada estudiante estaba inmerso en una especie de conspiración tácita, donde todos participaban en el "juego de amor por Midoriya", excepto una persona: Yaoyorozu Momo, quien no tenía idea de que su tímido interés por Izuku ya era objeto de análisis exhaustivo.
En un rincón del vagón, Todoroki, sentado con los brazos cruzados, miraba por la ventana. Sin embargo, su aparente calma se rompió cuando Mina y Toru se acercaron con su libreta.
—Shoto-kun, necesitamos tu análisis. —Mina golpeó suavemente la mesa frente a él—. ¿Qué opinas de las jugadas de Hanna y Uraraka hasta ahora?
Todoroki arqueó una ceja, pero respondió con seriedad.
—Hanna está jugando a largo plazo. Mantiene una postura estratégica, mostrando interés sin parecer demasiado evidente. Sin embargo, Uraraka está aprovechando su conexión previa con Midoriya para obtener ventaja emocional. —Señaló con sutileza hacia Uraraka, quien reía con Izuku mientras tocaba casualmente su brazo.
Kirishima, que estaba cerca, asintió con entusiasmo.
—¡Eso es lo que yo decía! ¡Es un duelo entre precisión y ataque directo!
Toru, emocionada, apuntó todo rápidamente en la libreta.
—¡Shoto-kun es el mejor analista! Deberíamos hacer que sea el árbitro oficial.
—No lo soy. Solo estoy observando. —Todoroki volvió su mirada a la ventana, pero no antes de agregar—: Aunque creo que Yaoyorozu también tiene potencial, si alguna vez decide entrar al juego.
[...]
Momo estaba sentada junto a Jirou, ajustando los guantes de su abrigo y mirando hacia el frente donde Izuku, Uraraka y Hanna conversaban. Su expresión era tranquila, pero había una ligera tensión en sus ojos.
—Debería acercarme... ¿verdad? —murmuró Momo, como si estuviera reflexionando en voz alta.
Jirou sonrió con ironía, dándole un codazo.
—Momo, ya estás en medio de todo esto. Si no haces algo, Mina y Toru van a decidir tu estrategia por ti.
—¿Qué quieres decir con "en medio"? —preguntó Momo, confundida.
Antes de que Jirou pudiera responder, Mina apareció de la nada y se sentó a su lado, colocando una mano en su hombro.
—Querida Momo, ¿qué estás esperando? —dijo con una sonrisa traviesa—. Estás en una posición única. Mientras Hanna y Uraraka están peleando con todo, tú tienes el factor sorpresa.
—¿Factor sorpresa? —Momo ladeó la cabeza, visiblemente confundida.
—¡Exacto! Nadie espera que te metas al juego, pero ahí está la clave para ganar.
—No entiendo... ¿qué juego? —preguntó Momo, ahora completamente desconcertada.
Jirou dejó escapar una risa nerviosa mientras Mina huía hacia otro asiento para seguir con su "estrategia".
En otro grupo, Iida, que inicialmente había intentado ignorar la situación, terminó involucrado al ser abordado por Ojiro y Sero.
—Es impresionante cómo Uraraka usa su proximidad previa a Midoriya. Es como si estuviera leyendo un manual táctico —comentó Sero, dibujando un esquema en una servilleta.
—Sí, pero Hanna es impredecible. ¿Notaste cómo controló la conversación antes? Fue como un golpe maestro. —Ojiro asintió con aprobación.
Iida, ajustándose las gafas, intervino con su tono serio.
—¡Esto no es un juego, compañeros! Estamos hablando de sentimientos reales. Es inapropiado tratar esta situación como si fuera una competencia.
—Oh, por favor, Iida. —Sero lo miró con una sonrisa traviesa—. No finjas que no estas en esto. Vi cómo le disté esos billetes a Toru.
Iida se sonrojó y golpeó la mesa.
—¡Eso es irrelevante! Mi único interés es que todos mantengamos la unidad del grupo durante este viaje. Además... —hizo una pausa, mirando hacia una pequeña pila de folletos en su asiento—. Tal vez voy por Uraraka-Kun...
—¡Sabía que eras uno de los nuestros! —exclamó Sero, dándole una palmada en la espalda.
[...]
En el frente del vagón, Hanna y Uraraka seguían midiendo fuerzas, aunque todo parecía superficialmente cordial.
—Izuku, ¿te has dado cuenta de lo linda que es la decoración de este tren? —comentó Uraraka con una sonrisa encantadora, inclinándose un poco hacia él.
Izuku asintió, sonrojándose ligeramente.
—Sí... Es bastante agradable.
—Es cierto. —Hanna intervino con voz suave pero firme—. Aunque creo que lo más interesante de este viaje no está en el tren, sino en las conversaciones que podemos tener. —Sus ojos se encontraron con los de Izuku.
Izuku parpadeó, algo sorprendido por la intensidad en el comentario de Hanna.
Desde el fondo, Mina y Toru casi gritaron al mismo tiempo.
—¡Punto para Hanna!
Momo, aún ajena a las apuestas y estrategias de sus compañeros, observó cómo Uraraka tocaba el brazo de Izuku con una risa suave. Sintió una punzada extraña en el pecho, pero rápidamente desvió la mirada.
—¿Por qué estoy actuando así? No tiene sentido... —pensó, mientras sus dedos jugueteaban con la cremallera de su chaqueta.
Jirou, sentada a su lado, la miró con una sonrisa comprensiva.
—¿Vas a quedarte en las gradas todo el tiempo?
—¿Qué...? No, no estoy en las gradas. Solo estoy observando.
—Claro, claro. Observando cómo las demás toman la delantera. —Jirou le dio un codazo suave—. Haz algo, o al menos diviértete con todo este lío.
Momo suspiró, aún insegura.
[...]
La estación de Sapporo estaba llena de movimiento, con turistas y locales llenando el andén mientras el tren bala se alejaba en la distancia. Sin embargo, nada de eso importaba a la Clase A, quienes habían convertido el lugar en su propio campo de batalla romántico.
Izuku caminaba al frente del grupo, su chaqueta ligeramente abierta por el frío. Detrás de él, Hanna y Uraraka mantenían una conversación que parecía amistosa a primera vista, pero sus palabras estaban cargadas de subtextos que él, ingenuamente, no captaba.
—Es curioso, ¿no crees, Uraraka? —Hanna dijo con una sonrisa neutral—. El viaje ha sido bastante revelador. Me gusta cómo Izuku siempre encuentra tiempo para todos, incluso en momentos tan ocupados. Eso dice mucho de su carácter.
—Ah, sí, Izuku-kun es tan amable con todos. —Uraraka devolvió la sonrisa, pero su tono era igual de calculado—. Aunque creo que también es porque tiene un corazón muy tierno. No cualquiera puede ser tan atento, ¿verdad?
Izuku giró la cabeza brevemente, notando la conversación detrás de él.
—¿Eh? ¿De qué hablan?
—Oh, nada importante. —Ambas respondieron al unísono, sus sonrisas más brillantes que el sol de invierno.
Hanna aprovechó la distracción para dar un pequeño paso más cerca de Izuku, pero Uraraka no se quedó atrás, ajustándose el abrigo mientras hacía lo mismo.
"¿Por qué siento que esto es más complicado de lo que parece?", pensó Izuku, con una gota de sudor bajándole por la sien.
En el andén, el resto de los estudiantes de la Clase A ya había comenzado su debate habitual sobre "el juego". Mina, con su libreta abierta, estaba anotando frenéticamente.
—Ok, gente, necesitamos una decisión. ¿Quién está dominando hasta ahora? —preguntó Mina, golpeando la libreta con un lápiz.
—¡Hanna definitivamente tiene ventaja! —exclamó Kirishima, levantando un puño al aire—. Es tranquila, estratégica y sabe cómo hacerse notar sin ser obvia.
—¿Qué? —Toru saltó, agitando los brazos—. ¡Uraraka es más directa! ¡Tiene historia con Midoriya! Es como si estuviera jugando con una ventaja inicial. ¡Eso no se puede ignorar!
―¡Mi hermana también tiene HISTORY! ―Tenko se agacho y soplo sobre el suelo―. Ella es una gladiadora de corazón.
—Ambas están fuertes en sus estrategias, pero... ¿nadie va a hablar de Yaoyorozu? —preguntó Ojiro levantando una mano—. Puede que esté detrás ahora, pero si decide moverse, podría cambiarlo todo.
—Yo diría que necesita más determinación. —Todoroki, que estaba escuchando desde un lado, intervino con calma—. Su potencial es alto, pero si no toma acción, podría quedar rezagada.
Mina lo miró impresionada.
—¡Todoroki-kun, deberías ser analista profesional!
—Solo estoy observando. —Todoroki volvió a cruzar los brazos, mirando hacia el frente como si no fuera parte del caos.
Iida, quien estaba al margen, intentó calmar el debate levantando las manos.
—¡Por favor, compañeros! No deberíamos estar evaluando las relaciones personales de Midoriya-kun como si fueran un deporte. ¡Esto es inapropiado y poco respetuoso!
—¡Habla el que tenía folletos turísticos para "ciudades románticas de Japón"! —le espetó Sero, señalándolo con un dedo.
Iida se sonrojó violentamente, ajustándose las gafas con movimientos nerviosos.
—¡Eso fue puramente académico!
Tenko, flotando boca abajo sobre el grupo, soltó una risa exagerada mientras señalaba a Iida.
—¡Puramente académico! Claro, y yo solo estoy aquí para la cultura. —Giró en el aire y aterrizó junto a Mina, golpeando la mesa imaginaria frente a ellos—. Bueno, yo apuesto por Hanna. Mi hermana es una fuerza de la naturaleza. Además, ¿has visto su postura? ¡Dominante! ¡PRETTY!
—¡Uraraka! —gritó Toru desde el otro lado, sosteniendo la mano de Denki como si estuvieran en una competencia de animadoras.
—¿Nadie va a considerar a Yaoyorozu? —insistió Ojiro, indignado.
—¡Cállate, Ojiro! —respondieron en coro Kirishima, Toru y Mina, provocando una nueva ola de risas.
En ese momento, Momo y Jirou finalmente salieron del tren, siendo las últimas en bajar. Momo miraba alrededor con curiosidad, ajena a toda la conspiración que se estaba desarrollando a su alrededor.
—Vaya, es una estación hermosa. —Momo comentó, ajustándose la bufanda.
Jirou sonrió de lado.
—Hermosa, claro... Pero no más que el espectáculo que está pasando allá. —Señaló discretamente hacia el grupo de sus compañeros, quienes ahora discutían tan acaloradamente que parecían estar organizando un partido de fútbol.
—¿Qué están haciendo? —preguntó Momo, frunciendo el ceño.
Jirou suspiró, con una sonrisa traviesa.
—Nada. Cosas de ellos. Mejor no preguntar. Pero si de algo sirve, te apoyo.
Momo inclinó la cabeza, confundida, pero decidió dejarlo pasar.
Jirou hizo una seña detrás de su espalda hacia Mina con sus dedos y Mina asintió, le susurro a Toru y en la tabla se apuntaron dos puntos a Hanna.
El grupo finalmente se reunió en la entrada de la estación de Sapporo, un área amplia y vibrante llena de turistas y locales.
Izuku llegó al centro del grupo, con Hanna y Uraraka casi pegadas a él. Ambas tenían esa habilidad innata de mantenerse cerca sin parecer descaradas, aunque sus movimientos eran casi una coreografía sincronizada.
Momo y Jirou, por otro lado, venían desde la derecha. Momo vio a Izuku desde lejos y, por un instante, su mirada se cruzó con la de él.
Le dedicó una pequeña sonrisa tímida, pero no pudo evitar tensarse cuando Hanna dio un paso hacia Izuku, acercándose más a él, mientras Uraraka también hacía lo propio, su sonrisa luciendo un poco más... desafiante.
Toru, quien seguía sosteniendo la tabla de apuestas, alzó el lápiz para escribir algo, pero Mina la detuvo con un golpe rápido en el hombro.
Todoroki, con su habitual calma, dio un paso al frente. Sacó su reloj de bolsillo con una expresión neutral y lo miró fijamente.
—Tenemos una hora y media para explorar Sapporo.
Un murmullo de emoción recorrió al grupo. Mina fue la primera en levantar la mano.
—¡Siempre quise visitar esta ciudad! Tiene algo tan... mágico.
—He oído que hay un estanque cercano. —comentó Asui, ajustándose la bufanda—. Podría ser bonito verlo antes de que caiga nieve.
—¿Un estanque? —preguntó Kirishima, cruzando los brazos con entusiasmo—. ¿Es algo turístico o más un lugar tranquilo?
—No lo sé, pero suena refrescante. *Ribbit*—Tsu respondió.
Denki interrumpió alzando ambas manos como si estuviera en clase.
—¡Yo voto por la comida! ¿No dicen que Sapporo tiene el mejor ramen del país?
—Eso dicen. —añadió Sato, levantando una ceja—. Pero también he escuchado que su cerveza es famosa.
—¿Qué? —gritó Iida, ajustándose las gafas con un gesto severo—. ¡No podemos estar pensando en beber cerveza durante un viaje asi! ¡Es irresponsable!
Tenko, quien estaba flotando casualmente boca abajo sobre el grupo, sonrió ampliamente mientras apuntaba a Iida con un dedo.
—¿Entonces por qué tienes un folleto del museo de la cervecería de Sapporo, eh, teniente justicia?
Un murmullo colectivo seguido de risas estalló entre los compañeros mientras Iida se ponía completamente rojo y agitaba las manos frenéticamente.
—¡Eso es una calumnia! ¡Solo estaba investigando!
Todoroki, sin prestar atención al alboroto, continuó.
—A las dos de la tarde, todos deben estar en la torre del reloj. Según el mapa, hay una estación de metro que nos puede llevar cerca, pero... —hizo una pausa, mirando el mapa en su mano— no estoy seguro de si también hay un autobús.
—¿Eh? ¿No sabes cómo llegar? —preguntó Mina, inclinándose hacia él con una ceja levantada.
—Lo resolveremos en el camino. —respondió Todoroki con total seriedad.
—Siempre tan confiado. —Jirou comentó, susurrando hacia Momo, quien estaba parada junto a Todoroki pero claramente más callada de lo habitual.
Mientras Todoroki hablaba, Hanna y Uraraka seguían conversando, ahora más en voz baja. Aunque sus palabras eran aparentemente corteses, había una cierta intensidad detrás de ellas.
—¿Entonces tú y Midoriya-kun se conocen desde hace mucho? —preguntó Hanna con una sonrisa que era tan amable como intrigante.
—Oh, sí. Desde los primeros días en la U.A. —respondió Uraraka, devolviendo la sonrisa—. Tenemos una conexión muy especial.
Hanna asintió, aparentemente impresionada.
—Eso es lindo. Aunque Izuku y yo compartimos algo único también. Pero claro, no es algo que cualquiera entendería.
Izuku, que escuchaba fragmentos de la conversación, giró hacia ellas con una expresión de desconcierto.
—¿De qué hablan?
—¡De lo genial que eres, Izuku! —respondieron las dos al unísono, antes de mirarse mutuamente con sonrisas que no eran tan amigables como parecían.
Uraraka dio un paso más cerca de Izuku, ajustándose el cabello casualmente.
—Es lindo estar en un viaje juntos, ¿verdad, Izuku-kun?
—Sí, supongo... —respondió Izuku, rascándose la nuca, visiblemente incómodo.
Hanna, no dispuesta a quedarse atrás, se inclinó ligeramente hacia Izuku, con una expresión que parecía despreocupada.
—Aunque espero que este tiempo sirva para que algunos nos conozcamos mejor, ¿no crees?
La conversación comenzó a tomar un rumbo caótico mientras todos discutían sus planes para la hora y media libre. Había un aire de emoción entre ellos, pero la coordinación era, como siempre, un desafío monumental para la Clase A.
—¡Yo digo que exploremos en grupos! —propuso Mina, dando un paso al frente como si fuera la líder oficial—. Así cubrimos más terreno. Además, ¡esto es una oportunidad única de ver Sapporo!
—Estoy de acuerdo. —dijo Asui, levantando una mano—. Pero yo prefiero un lugar tranquilo. Escuché que hay un estanque cerca. Me vendría bien un momento de calma... *Ribbit*
—¡Yo quiero ramen! —exclamó Sato con energía, alzando ambos brazos—. ¿Quién quiere venir conmigo? ¡Sapporo es famoso por eso, chicos!
—Eso suena increíble. —respondió Sero, chocándole los cinco—. ¿Alguien más se apunta?
—Pueden contar conmigo. —añadió Kirishima—. Un poco de comida y energía nunca viene mal.
Mientras estos tres comenzaban a formar su pequeño grupo, Tokoyami se adelantó unos pasos hacia el centro del círculo. Sus ojos brillaban con una intensidad dramática.
—Yo me retiro. Hay un lugar cerca de aquí donde siento que las fuerzas arcanas convergen. Es un destino que debo explorar solo.
Todos lo miraron en completo silencio durante varios segundos. Mina inclinó la cabeza, tratando de procesar sus palabras.
—¿Qué...?
—Sí, suena importante. —dijo Shoji, aparentemente el único que no se veía completamente desconcertado—. Te veremos luego.
—Que la oscuridad me guíe. —Tokoyami dijo, dándose la vuelta con un movimiento de su capa antes de desaparecer entre la multitud.
—No entiendo qué acaba de pasar. —Denki murmuró, rompiendo el silencio.
—Es Tokoyami. Es mejor no intentar entenderlo. —Sero respondió, encogiéndose de hombros.
Mientras tanto, Iida comenzaba a alejarse lentamente, mirando de un lado a otro como si tratara de no llamar la atención.
—¿Y tú? ¿Adónde vas? —preguntó Mina, señalándolo.
—Ah... ahora que lo recuerdo, hay un lugar... educativo que me gustaría visitar. —respondió Iida con una sonrisa tensa, ajustándose las gafas.
Los murmullos comenzaron entre los estudiantes mientras veían cómo se alejaba más y más hasta salir del andén. Justo cuando parecía que había escapado, Shoji alzó una de sus manos múltiples con un gesto calmado.
—Iida, olvidaste esto. —dijo, sosteniendo un folleto brillante con letras grandes que decían "Museo de la Cervecería de Sapporo".
Iida se detuvo en seco, giró sobre sus talones y regresó corriendo.
—¡No es lo que parece! ¡No es mío! —dijo rápidamente mientras lo tomaba con movimientos torpes. Luego se dio la vuelta y corrió nuevamente hacia la salida.
—Bueno, parece que algunos ya tienen su plan claro. —comentó Jirou con una sonrisa, mientras el resto de la clase se reía.
Poco a poco, las pequeñas parejas y grupos comenzaron a formarse. Mina, Toru y Aoyama se fueron a explorar tiendas de ropa y accesorios.
Shoji y Ojiro decidieron buscar un parque cercano, mientras que Asui se unió a ellos en busca del estanque que había mencionado.
Denki, Sato, Sero y Kirishima ya estaban en camino al restaurante de ramen más cercano.
Finalmente, el grupo se redujo a Izuku, Hanna, Uraraka, Momo, Jirou, Tenko y Todoroki.
—Hay una tienda de música a unas cuadras de aquí. —dijo Jirou, mirando a Todoroki—. Quiero ver si tienen algo interesante. ¿Vienes?
—No tengo nada mejor que hacer. —respondió Todoroki con su habitual tono neutral.
Jirou sonrió levemente y, justo antes de darse la vuelta, le dio un pequeño golpe en la espalda a Momo.
—¡Ánimo, Yaoyorozu! —le susurró con una sonrisa traviesa, aunque lo suficientemente baja como para que solo ella escuchara.
Momo, sin poder evitarlo, se sonrojó intensamente.
—¿Q-qué...?
Sin responder, Jirou comenzó a caminar con Todoroki siguiéndola.
—Nos vemos más tarde. —dijo ella, levantando una mano para despedirse.
Con ellos fuera, solo quedaron Momo, Izuku, Hanna, Uraraka y Tenko. Por un momento, el grupo se quedó en un silencio incómodo, como si ninguno supiera exactamente qué decir o hacer.
Momo bajó la mirada, sintiéndose un poco fuera de lugar. Sus pensamientos comenzaron a divagar mientras observaba a Izuku de reojo.
"¿Debería invitarlo a algún lado? ¿Pero a dónde? No planeé nada... No tenía pensado pasar tiempo a solas con él. Aunque... ¿por qué siento esto? Solo somos amigos, ¿verdad? ¡Solo amigos!"
Su corazón comenzó a latir con fuerza mientras se sonrojaba, completamente atrapada en sus pensamientos.
Mientras tanto, Izuku rompió el silencio, levantando una mano.
—Voy a caminar un rato por el centro. Quiero buscarle algo a Rumi como recuerdo.
Tenko giró hacia él con una velocidad sorprendente.
—¿Qué dijiste? Vamos, mejor dicho. —dijo mientras se lanzaba sobre los hombros de Izuku, haciendo que este casi perdiera el equilibrio.
Izuku sonrió con diversión.
—Claro, puedes venir.
Uraraka, quien estaba observando todo con atención, no dejó pasar la oportunidad.
—¡Yo también voy! —dijo rápidamente, moviéndose para caminar junto a Izuku.
Tenko, desde su posición sobre los hombros de Izuku, miró hacia su hermana.
—¿Qué estás haciendo ahí atrás, Hanna? ¡Muévete, vamos de Exploring~!
Hanna suspiró con una sonrisa ligera y comenzó a caminar hacia ellos.
Finalmente, Izuku giró hacia Momo, quien seguía completamente atrapada en sus pensamientos.
—Yaoyorozu-san.
Momo alzó la mirada rápidamente, sorprendida de que le hablara directamente.
—¿Q-qué?
—¿Quieres acompañarnos? —preguntó Izuku con esa amabilidad característica que lo hacía parecer tan accesible.
Por un momento, Momo se quedó en silencio, su mente tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Sus ojos se fijaron en la sonrisa de Izuku, y sintió cómo el calor subía por su rostro.
—S-sí. —respondió finalmente, asintiendo rápidamente—. Quiero decir, claro, si no les molesta...
Izuku sonrió aún más.
—No hay problema. Vamos.
Momo asintió, caminando hacia el grupo mientras su corazón seguía latiendo con fuerza.
Por alguna razón, sentía que aquel simple paseo por Sapporo iba a ser más complicado de lo que imaginaba.
El grupo caminó hacia las calles del centro de Sapporo, rodeados de la energía vibrante de la ciudad.
El aire era fresco, lleno del aroma de castañas asadas que se vendían en carritos al borde de las aceras, y de dulces melódicos provenientes de músicos callejeros que animaban los rincones más transitados.
Las luces de neón que decoraban los letreros de las tiendas se mezclaban con el tenue brillo del sol invernal, creando un ambiente que parecía sacado de una postal.
Momo caminaba unos pasos detrás de Izuku, con Hanna y Uraraka cerca de él, sus voces llenas de entusiasmo mientras hablaban sobre todo lo que veían.
Hanna señalaba una tienda de artesanías mientras Uraraka comentaba sobre una cafetería con vitrinas llenas de postres coloridos.
Tenko no paraba de bromear con todos, jugando con una bolsa de castañas que había comprado y lanzándoselas a Izuku como si fueran pelotas de béisbol, mientras Izuku las atrapaba hábilmente.
[Qué amable es Midoriya-San...]
El pensamiento cruzó la mente de Momo mientras veía la forma en que Izuku respondía a todos con una sonrisa genuina, interesándose por lo que cada uno decía. Se mordió ligeramente el labio, sintiendo un calor inesperado en su pecho.
[Siempre ha sido así, ¿verdad? Siempre dispuesto a escuchar a los demás, a dar su tiempo sin esperar nada a cambio. Pero... ¿es justo que yo...]
Su mirada se desvió hacia Hanna, quien ahora caminaba un poco más cerca de Izuku, mostrándole algo que acababa de comprar en una tienda.
Había algo en su actitud que Momo encontraba fascinante. Hanna no parecía insegura ni ansiosa, simplemente... confiada. Como si supiera exactamente lo que quería y no tuviera miedo de ir por ello.
[¿Es eso lo que me falta? ¿Esa seguridad? ¿O simplemente estoy siendo egoísta al pensar siquiera en...?]
—Yaoyorozu-san, ¿quieres probar? —La voz de Izuku la sacó de sus pensamientos.
Momo levantó la mirada, encontrándolo frente a ella con una castaña en la mano, una pequeña sonrisa en sus labios.
—Oh, yo... Claro, gracias. —Aceptó la castaña, sintiendo que sus mejillas se calentaban mientras la sostenía entre sus dedos.
—¿No las has probado antes? —preguntó Izuku con curiosidad.
—Eh... creo que no. —Respondió con sinceridad, llevándosela a los labios para probarla. El sabor dulce y cálido la sorprendió gratamente, y no pudo evitar una ligera sonrisa—. Está deliciosa.
Izuku asintió, satisfecho con su reacción, antes de girarse nuevamente hacia Hanna, quien estaba llamando su atención para mostrarle algo más.
[Siempre atento. Siempre amable.]
Mientras seguían caminando, el grupo pasó por una plaza donde un espectáculo callejero estaba en pleno apogeo.
Una pareja de acróbatas realizaba trucos impresionantes, levantando aplausos de la pequeña multitud que se había reunido a su alrededor. Izuku se detuvo para mirar, y el resto del grupo lo siguió.
Momo se quedó al margen, observando cómo Hanna y Uraraka parecían competir por captar su atención.
Hanna hacía comentarios ingeniosos sobre los acróbatas, mientras que Uraraka reía con fuerza ante cualquier cosa que Izuku decía, incluso cuando no era especialmente graciosa.
[Es tan evidente... y yo aquí, sin saber qué hacer.]
Un grupo de niños pequeños pasó corriendo frente a ellos, con globos en las manos y risas que llenaban el aire. Uno de los globos se escapó, flotando hacia el cielo, e Izuku, sin pensarlo dos veces, saltó ligeramente para atraparlo y devolvérselo a su dueño.
Momo observó el gesto con una mezcla de admiración y... algo más.
[¿Es esto lo que todos sienten cuando están cerca de él? ¿Esa calidez? ¿Ese impulso de querer estar a su lado? Pero... ¿qué derecho tengo yo de querer más? Él tiene suficiente con todo lo que carga... con lo que es.]
Hanna y Uraraka no parecían compartir esa reserva.
Ambas seguían interactuando con Izuku, con una energía que Momo no podía igualar. Cada vez que una hablaba, la otra encontraba la forma de interrumpir sutilmente, manteniendo una tensión constante entre ellas que parecía aumentar con cada paso.
Mientras continuaban su paseo, el grupo pasó por una calle llena de pequeñas tiendas locales. Hanna insistió en entrar a una de artesanías, mientras que Uraraka señalaba una tienda de dulces justo al lado. Izuku, atrapado entre ambas opciones, rió nerviosamente antes de ofrecerse a visitar ambos lugares.
Momo se quedó afuera por un momento, observando desde la distancia.
[No puedo competir con eso. No sé cómo. Y tampoco estoy segura de sí debiese intentarlo. ¿Qué sentido tendría? ¿No sería egoísta de mi parte tratar de forzar algo que tal vez no exista?]
El sonido de un par de músicos callejeros comenzó a llenar el aire.
Una melodía suave y melancólica que parecía resonar con sus pensamientos. Se acercó lentamente, dejando que la música la envolviera, aunque sin dejar de mirar hacia la tienda donde Izuku estaba.
[Pero... si no lo intento, si no trato de entender este sentimiento... ¿No me arrepentiré más tarde?]
Una voz la sacó de su ensimismamiento.
—Yaoyorozu-san, ¿estás bien? —Era Izuku, que había salido de la tienda con una pequeña bolsa en la mano.
Momo parpadeó, dándose cuenta de que se había perdido completamente en sus pensamientos.
—¿Eh? Sí, estoy bien. Sólo... estaba disfrutando la música. —Respondió rápidamente, forzando una sonrisa.
Izuku le devolvió la sonrisa, pero antes de que pudiera decir algo más, Hanna y Uraraka salieron detrás de él, ambas hablando al mismo tiempo sobre lo que habían comprado.
Momo dio un paso hacia atrás, dejándolos ocupar su lugar junto a Izuku.
[Quizás... sólo necesito tiempo. Tiempo para entender lo que realmente siento y lo que debería hacer con ello.]
El paseo continuó, y aunque la ciudad de Sapporo les ofrecía paisajes hermosos y momentos para recordar, Momo apenas podía ver más allá de la maraña de pensamientos y emociones que la rodeaban.
La tienda de regalos era pequeña pero acogedora, decorada con linternas de papel y figuras talladas a mano que evocaban la esencia tradicional de Hokkaido.
Izuku abrió la puerta, dejando que Hanna y Uraraka entraran primero. Ambas parecían emocionadas, y sus voces llenaban el espacio con comentarios animados sobre los artículos que veían.
Antes de seguirlas, Izuku miró hacia atrás, encontrándose con Momo.
Ella le sonrió, pero había algo distinto en su expresión: una mezcla de duda y resignación.
—Esperaré aquí afuera, Midoriya-san. —Su voz era suave, casi distante, mientras señalaba una banca cercana.
Izuku inclinó la cabeza ligeramente, como si dudara por un instante, pero antes de que pudiera responder, la voz de Hanna lo llamó desde adentro.
—¡Izuku, ven a ver esto! —gritó con entusiasmo.
Izuku se giró hacia la tienda y luego de nuevo hacia Momo, devolviéndole una sonrisa amable.
—De acuerdo, Yaoyorozu-san. Si necesitas algo, avísame.
Momo suspiró otra vez, hundiendo los hombros mientras miraba la tienda de regalos desde la banca. Hanna y Uraraka estaban justo al lado de Izuku, sus risas podían escucharse incluso desde afuera.
Era extraño lo incómoda que se sentía con eso.
[No debería importarme... esto no tiene nada que ver conmigo.]
Apretó ligeramente el dobladillo de su falda, obligándose a mantener la mirada fija en el escaparate. Sin embargo, una voz familiar rompió el incómodo silencio.
—Vaya, vaya, vicepresidenta. —Tenko se dejó caer a su lado con su característico aire despreocupado y un batido a medio terminar en una mano—. ¿La gran Yaoyorozu Momo no entra porque está ahorrando para el fondo de emergencia de la clase?
Momo ni siquiera giró la cabeza.
—Déjalo, Shimura-San. No estoy de humor.
—Eso es obvio. —Tenko se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre sus rodillas y observándola con una sonrisa traviesa—. Con esa cara cualquiera pensaría que perdiste un desafío de química o que alguien tocó tu preciada sala de suministros.
—No es nada. —dijo ella, secamente, sin mirarlo.
—"No es nada" suena mucho a "definitivamente es algo". —replicó él, ignorando por completo su tono.
Momo cerró los ojos con fuerza, tratando de bloquearlo, pero Tenko no se desanimó.
—¿Sabes? —continuó, esta vez apoyándose hacia atrás con los brazos extendidos sobre el respaldo de la banca—. Siempre pensé que eras una de las personas más serenas de nuestra clase. Es raro verte tan... no sé, humana.
Eso hizo que ella finalmente lo mirara, con el ceño fruncido.
—¿Qué se supone que significa eso?
—¡Nada malo! Nada malo. —Tenko levantó las manos como si se rindiera, aunque su sonrisa seguía en su rostro—. Solo digo que es agradable ver que incluso alguien como tú tiene días en los que su cerebro parece un enredo de cables.
—No estoy enredada. —espetó ella, cruzando los brazos.
—Ah, claro. Entonces explícame por qué estás aquí fuera suspirando como si fueras protagonista de un drama romántico barato mientras Midoriya Izuku está allá adentro con dos chicas peleándose por su atención.
Eso la hizo tensarse por completo.
—¡Eso no tiene nada que ver conmigo!
Tenko soltó una carcajada, llamando la atención de un par de transeúntes.
—¡Por supuesto que no! ¿Cómo podría? —Tenko se inclinó hacia adelante, poniendo un dedo en su barbilla con exageración—. Aunque... ahora que lo pienso, la vicepresidenta suele ser muy buena resolviendo problemas. Entonces, ¿por qué no resuelve el suyo propio?
—Shimura-San, en serio. No estoy de humor para tus bromas. —Momo suspiró, tratando de apartar la mirada, pero él no parecía tener intención de detenerse.
—Eso lo explica todo. —Tenko volvió a recostarse, su expresión tornándose un poco más seria, aunque no perdió del todo su tono burlón—. Sabes, para alguien tan metódica e inteligente como tú, llevas muy mal las relaciones personales, ¿no crees?
Momo apretó los labios, sintiendo que sus mejillas comenzaban a arder.
—Eso no es asunto tuyo.
—No, pero es difícil ignorarlo. —dijo él, cruzando los brazos mientras la miraba de reojo—. La Momo-chan de hoy está muy encantadora, ¿sabes? Deberías ser más asertiva contigo misma.
—¡Shimura-San, por favor, para! —Momo levantó una mano como si quisiera detenerlo, completamente ruborizada.
—Ah, entonces sí es eso. —Tenko chasqueó los dedos como si acabara de resolver un misterio, lo que solo la hizo fruncir más el ceño.
—No es lo que crees.
—Claro que lo es. —dijo él con una sonrisa ladeada—. Y no me digas que no, porque aunque actúe como un tonto la mayor parte del tiempo, soy el tercero en la clase, ¿recuerdas?
Momo levantó una ceja, incrédula.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Que soy inteligente, por supuesto. —replicó él, imitando un acento exageradamente serio.
—Eso no tiene sentido. —murmuró ella, cruzando los brazos.
La sonrisa de Tenko se suavizó un poco mientras se inclinaba hacia adelante.
—Escucha, no importa si dudas de lo que sientes o si no estás segura de lo que quieres hacer. Lo importante es que hagas algo. —La intensidad en su voz hizo que Momo lo mirara directamente—. Si te quedas estancada por miedo a las consecuencias, terminarás arrepintiéndote. Y créeme, el arrepentimiento es una maldición.
Momo tragó saliva, desviando la mirada hacia sus manos.
—No es lo que crees. —repitió en un susurro, aunque su voz sonó más débil esta vez.
—Tal vez no. —admitió él, recostándose de nuevo con los brazos detrás de la cabeza—. Pero incluso si no lo es, eso no cambia lo que sientes, ¿verdad?
Momo no respondió, pero la expresión de su rostro fue suficiente para que él supiera que había acertado.
—Además... esto también es complicado para mí. —dijo Tenko.
—¿Complicado? —Momo lo miró, confundida.
—Es Hanna. —respondió él, mirando hacia la tienda de regalos—. Es mi hermana pequeña. Y verla en esta situación... duele.
—Shimura...
—Pero si Izuku es el chico que ella quiere, no podría estar más feliz de apoyarla. —añadió con una sonrisa algo melancólica antes de girarse hacia ella—. Aunque tampoco quiero dejarte atrás, Momo-Chan.
Las palabras la tomaron por sorpresa, y por un momento, no supo qué decir. Tenko, sin embargo, no esperó una respuesta.
—Así que ahí lo tienes. Mi consejo gratuito del día. Ahora es tu decisión qué haces con él. —Se levantó, dándole una palmada ligera en el hombro antes de alejarse unos pasos—. Solo recuerda, el arrepentimiento pesa más que cualquier error.
Y con eso, la dejó sola con sus pensamientos, mientras el bullicio de la calle llenaba el espacio que él había dejado.
Momo no pudo evitar inflar las mejillas mientras veía a Tenko alejarse hacia la tienda de regalos, aun riéndose por lo bajo.
—¿Qué tan difícil es no ser molesto por un minuto? —murmuró para sí misma mientras cruzaba los brazos con fuerza, mirando hacia otro lado.
Sin embargo, su expresión de enfado se desmoronó rápidamente cuando volvió a sentirse atrapada en sus propios pensamientos. Sus hombros se desplomaron, y su mirada se perdió en el suelo.
"¿Por qué estoy tan afectada por esto? Esto no debería importarme..." pensó.
Mientras tanto, a unos metros de distancia, Jirou y Todoroki estaban escondidos detrás de una esquina, observando la escena con una mezcla de interés y desconcierto.
—Creo que eso es... triste. —dijo Jirou en voz baja, inclinándose para mirar mejor cómo Momo apretaba sus puños sobre su regazo, su rostro teñido de frustración.
Todoroki, que estaba de pie detrás de ella, inclinó ligeramente la cabeza.
—¿Qué es triste?
—¿En serio no lo ves? —Jirou giró para mirarlo con una ceja levantada, señalando sutilmente hacia Momo—. Está peleando con algo invisible. Literalmente parece que va a explotar de un momento a otro.
Todoroki observó a Momo durante un segundo más antes de encogerse de hombros.
—No parece tan grave. Quizás solo está pensando en qué hará con la hora libre.
Jirou rodó los ojos y volvió a mirar hacia la banca, suspirando.
—Claro, "pensando en qué hará". Seguro.
Hubo un breve silencio entre ambos mientras continuaban observando, hasta que Todoroki rompió la calma con su voz usualmente neutral.
—Entonces... la tienda de música que mencionaste, ¿ya estamos cerca?
Jirou giró lentamente la cabeza hacia él, sus ojos llenos de incredulidad.
—¿Me estás preguntando en serio?
Todoroki inclinó la cabeza otra vez, su rostro completamente inexpresivo.
—Sí. Dijiste que querías ir a una tienda de música, pero hemos estado caminando por un rato y no hemos llegado a ninguna.
Jirou cerró los ojos y exhaló profundamente, como si necesitara reunir toda la paciencia que le quedaba.
—Todoroki... por si no te diste cuenta, llevamos recorriendo la ciudad detrás del grupo de Izuku desde hace un buen rato.
—Ajá. —asintió él.
—Y eso no te dio ninguna pista de lo que está pasando aquí, ¿verdad?
—No.
Jirou lo miró fijamente durante unos segundos antes de rendirse por completo.
—Olvídalo. —dijo, levantando las manos en un gesto de derrota—. Simplemente olvídalo.
Todoroki parpadeó, confundido, pero no dijo nada más mientras Jirou comenzaba a caminar hacia otro lado, aparentemente tratando de sacarse de la cabeza toda la situación.
Él la siguió, tranquilo, como si nada hubiera pasado, mientras Momo seguía luchando con sus pensamientos al otro lado de la calle.
Jirou y Todoroki caminaban con una calma superficial por las calles de Sapporo, pero era evidente que tenían una misión no tan secreta.
—Esto es ridículo. —murmuró Jirou, lanzando un suspiro mientras pasaban frente a una tienda de dulces.
—¿Por qué lo dices? —preguntó Todoroki, mirando de reojo hacia la tienda.
—Porque estamos espiándolos. —respondió ella, enfatizando la última palabra.
—No estoy espiando. —dijo Todoroki con su tono neutral de siempre—. Estoy caminando.
Jirou se detuvo un momento, mirándolo con incredulidad.
—¿Y casualmente tomamos la misma ruta que ellos, con la misma velocidad, desde hace media hora?
—Es un camino lógico pensé. —respondió Todoroki, como si fuera lo más obvio del mundo.
Antes de que Jirou pudiera responder, doblaron una esquina y chocaron de lleno con otro grupo.
—¡Ah! —gritó Mina al tropezar hacia atrás, apenas evitando caer.
—¡Cuidado, cuidado! —exclamó Toru, tratando de sostener a Mina, aunque su falta de visibilidad no ayudó mucho.
—¡Mon dieu! —Aoyama se llevó una mano al pecho, como si el impacto hubiera sido el golpe más trágico de su vida—. ¿Pero qué ocurre aquí?
Jirou parpadeó, aun sosteniendo su teléfono, y luego suspiró al reconocer a los tres.
—Por supuesto que son ustedes. —dijo, dejando caer los brazos a los costados.
Mina, que ya se había recuperado, la miró con una sonrisa radiante.
—¡Jirou! ¡Todoroki! ¿Qué están haciendo aquí?
—¿Qué ustedes están haciendo aquí? —contraatacó Jirou, cruzándose de brazos.
—Explorando. —respondió Mina de inmediato, con una sonrisa un poco nerviosa que no convencía a nadie.
—¿Explorando qué? —preguntó Todoroki, inclinando ligeramente la cabeza.
—Ya sabes... la ciudad. —dijo Toru, balanceándose sobre sus talones—. Es una ciudad grande, con muchas cosas interesantes.
—Oh, bien sûr! —añadió Aoyama, ajustando su bufanda con elegancia—. Estamos absorbiendo la esencia de Sapporo.
Jirou arqueó una ceja, claramente escéptica.
—¿Absorbiendo la esencia?
—Exacto. —dijo Aoyama, señalando hacia el cielo con dramatismo—. Es lo que los viajeros más distinguidos hacemos.
—Claro. —murmuró Jirou, rodando los ojos.
—¿Y ustedes? —preguntó Mina, cambiando rápidamente el tema—. ¿Por qué están aquí?
—Estamos... —Jirou titubeó, mirando rápidamente a Todoroki, quien simplemente se quedó en silencio.
—Espiando —dijo Todoroki.
―¡¿Qué?! ¡N-No...! ―salto alarmada Jirou.
―¡Ajá! Lo sabia ―les apunto amenazadoramente Mina.
Jirou abrió la boca para negar otra vez, pero se detuvo al ver la mirada incrédula de Mina y Aoyama.
—¡Claro que no! —respondió finalmente, demasiado rápido como para sonar convincente.
—Hmm... —Mina cruzó los brazos, observándola con ojos entrecerrados—. Eso suena sospechoso.
—¿Y ustedes? —contraatacó Jirou, señalándolos con un dedo acusador—. ¿Qué están haciendo aquí, realmente?
—Ya lo dijimos. —respondió Toru, riendo nerviosamente—. Explorando.
—Oh, vamos. —Jirou bufó, mirando directamente a Mina—. ¿En serio esperas que me crea eso?
Mina se encogió de hombros, sonriendo de manera despreocupada.
—Bueno, si tú no admites lo tuyo, ¿por qué deberíamos admitir lo nuestro?
Jirou abrió la boca para responder, pero se detuvo al darse cuenta de que no tenía un buen contraargumento.
—Esto es absurdo. —dijo finalmente, llevándose una mano a la frente.
—Creo que es bastante lógico. —añadió Todoroki, asintiendo ligeramente.
—¡Claro que lo dirías tú! —exclamó Jirou, girándose hacia él.
Mientras tanto, Aoyama se había acercado a Mina y Toru, susurrándoles algo que provocó que ambas comenzaran a reír.
—¿Qué están tramando ahora? —preguntó Jirou, mirando al trío con sospecha.
—Nada, nada. —respondió Mina, agitando una mano para quitarle importancia—. Solo estábamos pensando en qué bonito grupo hacemos.
—¿Grupo? —repitió Jirou, parpadeando.
—Sí. —dijo Toru con entusiasmo—. Tú, Todoroki, nosotros tres... ¡es como una mini-aventura!
—No estoy interesada. —respondió Jirou de inmediato, girándose para seguir caminando.
—¡Oh, vamos, Jirou! —Mina corrió tras ella, agarrándola del brazo—. ¡Será divertido!
—¿Definirías "divertido" como perder el tiempo persiguiendo a Midoriya y los demás?
—¡Ja! ¡Sabía que los estaban siguiendo! —exclamó Mina, señalándola con dramatismo.
Jirou se detuvo en seco, dándose cuenta demasiado tarde de su error.
—Ugh, olvídenlo. —murmuró, volviendo a caminar.
Mina y Toru intercambiaron miradas triunfantes antes de seguirla, mientras Aoyama sonreía para sí mismo, como si todo estuviera saliendo según lo planeado.
—Esto no puede empeorar. —murmuró Jirou para sí misma, aunque no podía evitar sentir que acababa de invocar algún tipo de desastre.
[...]
La tienda de regalías estaba llena de vitrinas y estanterías que parecían apilarse hasta el techo. Figuras talladas, pequeños accesorios, y montones de objetos kitsch abarrotaban el espacio, creando un entorno caótico que para algunos podía ser abrumador, pero para Tenko era un escenario perfecto para sus bromas.
—¡Mira esto, Izuku! —exclamó, sosteniendo un llavero en forma de oso con ojos desorbitados—. Este definitivamente grita "gracias por salvarnos, Gran Héroe".
Izuku le lanzó una mirada entre divertida y exasperada mientras examinaba una colección de collares en otra esquina.
—No creo que sea algo que le guste a Rumi... —dijo, sosteniendo un collar sencillo pero elegante en sus manos.
—¡Por eso te digo que le lleves una pata de conejo! —respondió Tenko con una sonrisa traviesa, acercándose para examinar los collares con él.
Izuku suspiró, intentando no reírse.
—¿Sabes que eso es... completamente inapropiado, verdad?
—Oh, claro. Pero ¿no sería divertido ver su reacción? Aunque, pensándolo bien, probablemente te lance una patada giratoria. —Tenko fingió un escalofrío mientras agitaba una mano en el aire—. Mejor ignora mi sugerencia.
Hanna, que estaba observando la escena desde unos pasos atrás, no pudo evitar reírse.
—Tenko, no puedo decidir si quieres ayudar o simplemente causar problemas.
—¿Por qué no ambas? —replicó él, encogiéndose de hombros con una sonrisa descarada mientras tomaba un pequeño adorno de cristal en forma de conejo—. ¿Y esto? ¿No es lindo?
—Es lindo... —admitió Izuku, inclinando la cabeza mientras lo inspeccionaba—. Pero siento que es demasiado... delicado para ella.
—Buena observación. —dijo Tenko, devolviendo el adorno a su lugar con un gesto exageradamente cuidadoso—. Aunque debo decir que tienes un gusto más refinado de lo que esperaba.
—Gracias... supongo.
Mientras tanto, Uraraka había estado merodeando por los estantes cercanos, aparentemente interesada en unos brazaletes, pero de repente comenzó a alejarse hacia el mostrador de la tienda. Hanna la notó, pero no dijo nada, observando cómo la chica caminaba con calma pero sin mirar atrás.
—¿Y tú, Hanna? —preguntó Tenko, sin darse cuenta del cambio de comportamiento de Uraraka—. ¿No crees que un sombrero con orejas de gato le quedaría perfecto a Izuku?
Hanna rió suavemente, aunque sus ojos seguían a Uraraka.
—Definitivamente sería memorable.
—¿Memorable? —Izuku frunció el ceño, dejando de lado el collar que estaba examinando—. No sé si quiero ser recordado por eso...
—¡Claro que sí! —Tenko levantó un sombrero con orejas de gato que encontró en un estante cercano y lo colocó sobre la cabeza de Izuku antes de que este pudiera reaccionar—. Mírate, eres ¡Toda una lindura!
—¡Tenko! —protestó Izuku, llevándose las manos a la cabeza para quitarse el sombrero, pero no pudo ya que Tenko empezó a forcejear con él.
Hanna, sin embargo, había dejado de prestar atención a la escena.
Sus ojos seguían a Uraraka, quien desapareció por un pasillo hacia el baño. Frunciendo el ceño ligeramente, decidió seguirla, sintiendo que algo no estaba bien.
El ambiente cambió.
Hanna avanzó con pasos lentos, el ruido de las risas y los murmullos en la tienda volviéndose un eco distante a medida que se adentraba en el pasillo.
Las paredes parecían más cercanas, y el suelo bajo sus pies resonaba con el sonido de sus pasos.
Se detuvo frente a la puerta del baño, sintiendo un inexplicable peso en el aire. Alargó la mano y empujó la puerta, el chirrido de las bisagras resonando como un grito en el silencio.
Lo que vio dentro hizo que su corazón se detuviera.
Uraraka estaba frente al espejo, con la cabeza inclinada hacia adelante y el cabello cubriéndole parcialmente el rostro. Había manchas rojas en su boca, y pequeños hilos de sangre se escurrían por la comisura de sus labios.
Hanna se quedó paralizada, su mente intentando procesar lo que estaba viendo.
—¿Uraraka? —logró murmurar, su voz apenas un susurro en la tensión del momento.
La chica no respondió, ni siquiera se movió. Solo el sonido de una gota cayendo al suelo rompió el silencio.
*GULP*
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