I THINK I CAN.


Esta capitulo sera un poco largo, espero que disfruten el final de este mini arco tanto como yo al escribirlo. 

Gracias.

...







Shoto miraba la vitrina, pero su reflejo en el cristal le devolvía una expresión cansada, mucho más propia de alguien mayor que de un niño de su edad. Las figuras de acción llenaban el escaparate, todas ordenadas y brillantes, pero había una que destacaba por encima de las demás.

All Might.

El héroe sonreía con confianza, como si nada en el mundo pudiera derribarlo. Esa sonrisa... no se parecía a la de su padre. Esa sonrisa transmitía una fuerza distinta, una calidez que parecía llegar hasta él incluso desde el otro lado del vidrio.

La calle alrededor estaba llena de ruido y de gente, pero Shoto apenas era consciente de ello. Tenía la mano de su madre aferrada a la suya, como si fuera la única cosa que le daba estabilidad en ese momento.

—¿Te gusta esa figura, Shoto? —preguntó su madre en voz baja, tratando de romper el silencio entre ellos.

Él dudó antes de responder, con la mirada fija en All Might. "¿Es que alguien como él podría sonreír tanto?", pensó, comparándolo en su mente con las expresiones serias y casi severas que veía en casa.

—Mamá... —murmuró al fin, sin apartar los ojos de la figura—. ¿Por qué crees que él siempre sonríe? ¿No le duele... estar tan fuerte?

La mano de su madre tembló un poco, pero enseguida lo disimuló, apretándole suavemente los dedos. Sus ojos reflejaban algo parecido a la tristeza.

—Shoto... No sé si siempre le es fácil sonreír —respondió ella, con la voz suave y lejana—. Pero creo que All Might lo hace para que otros se sientan seguros... aunque él esté cansado. Quizás para que los demás no tengan miedo.

"Que otros no tengan miedo..." Shoto sintió que algo en esas palabras resonaba en él. Esa seguridad que veía en All Might, esa confianza... era diferente de la fuerza a la que estaba acostumbrado. "¿Es que podría ser fuerte de esa manera... sin ser como él?"

Shoto pensó en su padre.

—Pero... yo no quiero ser fuerte solo para... —Shoto se interrumpió, dudando—. No quiero que otros me teman.

Su madre le acarició el cabello, enredando sus dedos en sus mechones bicolores. Su expresión era suave, pero había algo en sus ojos que parecía tan frágil como una hoja de otoño a punto de caer.

—No tienes que ser fuerte como él, ni como nadie, Shoto. Solo tienes que ser tú. No dejes que nadie te haga creer lo contrario.

Él asintió débilmente, aunque una parte de él no entendía del todo lo que eso significaba. Estar "bien como era" ... eso no se parecía a lo que escuchaba en casa, donde la fuerza era una exigencia, una meta inquebrantable.

"Entonces... ¿qué pasa si no soy lo que esperan?", pensó en silencio, mientras sus dedos se apretaban más contra la mano de su madre. La figura de All Might seguía sonriendo, como si esa pregunta no fuera nada, como si él siempre tuviera la respuesta a todo.

La figura de All Might seguía inmutable en el escaparate, su sonrisa radiante contrastando con el silencio de Shoto y Rei. El niño seguía mirando al héroe con una mezcla de admiración y duda, como si algo de su corta edad intentara encontrar sentido a esa imagen tan contradictoria de poder y bondad.

—Mamá... ¿por qué All Might parece tan diferente a otros héroes? —preguntó Shoto, sin apartar la mirada de la figura—. Él... él no se ve tan... tan...

—¿Aterrador? —completó Rei suavemente, entendiendo la dirección de su pensamiento.

Shoto asintió, inseguro de cómo expresar exactamente lo que sentía. "Aterrador, como... como papá", pensó, pero sin atreverse a decirlo en voz alta.

Rei soltó un suspiro, uno suave, casi imperceptible, pero en su rostro apareció una sombra, una tristeza que intentaba disimular. Ella acarició la mano de Shoto con ternura, intentando transmitirle algo de calma.

—Shoto, todos los héroes son distintos... —empezó a explicar en voz baja—. Algunos tienen una forma de ser que los hace cercanos a la gente, como All Might, que siempre sonríe y da esperanza. Pero otros... otros pueden parecer más... rígidos, o serios.

—Como papá... —murmuró Shoto, bajando la mirada. Sus ojos se desviaron al suelo, pero no soltó la mano de su madre—. Mamá, ¿por qué papá es tan... tan aterrador? Él no es como All Might. Ni siquiera como los otros héroes que veo en la televisión.

Rei no respondió de inmediato.

Su rostro reflejaba una tristeza profunda, como si en esa pregunta de su hijo resonaran años de dudas y miedos. Sabía que él aún no podía comprenderlo del todo, y aun así, deseaba poder decir algo que apaciguara esa incomodidad en su pequeño corazón.

—A veces, Shoto... —empezó con voz suave, intentando encontrar las palabras adecuadas— las personas... sufren cosas que los cambian, que los hacen ser diferentes a los demás. No todos pueden sonreír como All Might, o ser cálidos. Hay quienes enfrentan... otros tipos de luchas, y esas luchas los marcan.

—¿Entonces...? —Shoto frunció el ceño, mirando a su madre con confusión y, a la vez, con algo de esperanza—. ¿Eso significa que papá es aterrador porque algo malo le pasó?

Rei sintió un nudo en el estómago al escuchar aquella pregunta tan directa. Agitó la cabeza, sin saber cómo responder. No quería mentirle, pero tampoco tenía respuestas claras para dar. Al final, se obligó a levantar la mirada, clavando sus ojos en los de Shoto. El niño la miraba fijamente, esperando una respuesta.

Pensó un momento, mientras sus dedos se apretaban suavemente alrededor de la mano de su hijo, como buscando en ella la calma que su mente no podía encontrar.

—Quizás... no es que algo malo haya pasado, sino... —hizo una pausa, escogiendo cada palabra con cuidado— que tu padre ha sentido mucha frustración.

Shoto ladeó la cabeza, sus cejas se fruncieron levemente mientras pensaba en aquella palabra.

—¿Frustración? —repitió, en un tono curioso y pensativo—. ¿Es eso... malo?

Rei asintió lentamente, pero una sonrisa melancólica apareció en sus labios, una sonrisa que reflejaba resignación y compasión.

—A veces, Shoto... cuando alguien no puede lograr lo que desea, esa frustración se vuelve algo muy difícil de cargar. Si no pueden controlarla... puede llenar sus corazones de sentimientos tristes, incluso de cosas malas.

Shoto escuchaba con atención, tratando de comprender lo que su madre intentaba transmitirle. Era una respuesta vaga, pero el niño percibía una verdad en ella, algo que parecía encajar con esa imagen que tenía de su padre.

—¿Entonces el corazón de papá está... mal? —preguntó, con inocente curiosidad y, al mismo tiempo, con cierta tristeza en la voz.

Rei rió suavemente, pero no con burla, sino con un dejo de melancolía que llenó el aire de una pesada ternura. Miró a su hijo y, por un momento, parecía tan vulnerable como él.

—No lo sé, Shoto... —susurró, casi como si se lo dijera a sí misma más que a él—. A veces me pregunto lo mismo.

Shoto asintió, en silencio, bajando la mirada. No era la respuesta clara que deseaba, pero en ese instante comprendió que, quizás, su madre también sentía dudas, que no tenía todas las respuestas.

Rei observó a Shoto en silencio, como si buscara en su pequeño rostro alguna respuesta. Luego, regresó la vista a la figura de All Might en el escaparate, con una expresión que mezclaba nostalgia y tristeza.

—No sé si el corazón de tu padre está... mal, Shoto —murmuró finalmente—. Pero... parece estar en un lugar donde no debería estar.

Shoto frunció el ceño, procesando aquellas palabras. Su mente se esforzaba por entender el significado detrás de esa extraña afirmación.

—¿Cómo... cómo se sabe dónde estar? —preguntó, con esa mezcla de curiosidad y perspicacia infantil que tanto sorprendía a Rei.

Ella lo miró, visiblemente tocada por la pregunta. "Eres un niño curioso, Shoto", pensó con ternura, y luego miró de nuevo hacia la vitrina, hacia All Might. Había algo en ese héroe que llenaba los corazones de los niños con tantas preguntas, con sueños y esperanzas que tal vez ellos aún no comprendían del todo. Una sonrisa suave se dibujó en su rostro.

—Saber dónde estar no es fácil, Shoto —respondió al fin, con una voz tranquila pero impregnada de una leve tristeza—. Encontrarlo es un camino... duro, a veces triste. A veces también solitario y desesperante. Pero... creo que en algún punto, siempre puedes encontrar una luz que te guíe, algo que te muestre el camino. Eso es la... esperanza.

Rei se agachó, quedando a la altura de su hijo, y ambos miraron de frente la figura de All Might. Madre e hijo, lado a lado, con las manos entrelazadas, enfrentando aquella sonrisa brillante y segura que se mostraba en el escaparate.

—Quizás, Shoto, en un futuro te duela sonreír... Pero debes saber que, mientras puedas hacerlo, todo va a estar bien. Así lo dice él, ¿no? —añadió, tratando de imitar la voz de All Might—. ¡Todo está bien!

Shoto soltó una risita, sorprendido por la torpe imitación de su madre. Rei fingió indignación, llevándose una mano al pecho como si estuviera ofendida.

—¿Te estás burlando de mí? ¡Me vas a hacer llorar! —bromeó, con una sonrisa traviesa, aunque en sus ojos aún brillaba algo melancólico.

—No es eso, mamá... —replicó Shoto, tratando de aguantar la risa—. Es solo que eres muy graciosa.

Ambos rieron juntos, creando un recuerdo que, aunque pequeño, parecía llenar de calidez el aire alrededor de ellos. Fue como una pequeña burbuja de alegría en medio de un día nublado.

Entonces, tras unos segundos de silencio, Shoto miró de nuevo a All Might y, pensativo, volvió a su pregunta inicial.

—¿De verdad crees que... que yo podré sonreír como All Might algún día?

Rei no respondió de inmediato, pero la luz del mediodía se filtró entre las nubes, iluminando sus rostros. Miró a su hijo, y con una sonrisa llena de cariño y certeza, respondió:





—————[Yo creo que puedes...]—————











La enorme sala se extendía ante ellos, un espacio amplio y elevado, lleno de columnas y muros salidos que parecían moverse al compás de un ritmo siniestro. Izuku observaba el centro desde un costado de la sala, rodeado de sus compañeros que, desde distintos puntos, trataban de ubicar la figura del minotauro metálico.

—¡Ah! ¿Dónde están todos...? —susurró, girando la cabeza mientras esquivaba unas rocas desprendidas de un muro que acababa de caer.

A lo lejos, apenas distinguía el destello de hielo que se alzaba y serpenteaba por el aire. Todoroki estaba construyendo un puente, aparentemente usando a Mineta como lastre mientras ambos flotaban gracias al hielo.

—¡Todoroki! —Izuku alzó una mano, tratando de hacerle una seña.

Pero antes de que pudiera hacer nada más, un rugido estremecedor llenó la sala. Izuku sintió su cuerpo congelarse, casi como si aquel sonido atrapara cada célula de su ser. Se giró lentamente, sus ojos encontrándose de lleno con los ojos rojos y relucientes de la bestia metálica.

El minotauro estaba a solo unos metros, su gigantesco martillo alzándose sobre su hombro, preparándose para aplastarlo.

—No... no puedo moverme...

—¡Izuku, quítate de ahí! —Una sombra morada apareció en su campo de visión, y antes de que el martillo bajara, una fuerza poderosa lo tomó del brazo y lo jaló fuera de la trayectoria del golpe. Un estruendo resonó en la sala, sacudiendo el suelo cuando el martillo del minotauro impactó uno de los muros centrales, dejando una enorme grieta en la pared.

Izuku parpadeó, recuperándose del susto y mirando a su alrededor. Tenko Shimura, su compañero volador, lo sostenía con una sonrisa amplia y traviesa en el rostro.

—¿Estás bien, Izuku? —preguntó Tenko, estáticos ambos en el aire mientras la nube de polvo del impacto los rodeaba.

—S-Sí... ¡Gracias, Tenko! —respondió Izuku, tratando de recomponerse.

La adrenalina hacía que sus manos temblaran, pero agradecía profundamente no haber sido convertido en estampilla de héroe.

Tenko soltó una carcajada mientras miraba hacia el minotauro, que giraba con pasos lentos y amenazantes, como si estuviera buscando su próxima víctima.

—¡Esa cosa es enorme! —exclamó Tenko, riendo con entusiasmo—. Es como esos robots gigantes de esas películas absurdas que vi el otro día, ¿sabes? ¡Los que lanzan rayos láser y hacen "zap-zap" sin parar! Aunque este parece un poco más serio.

Izuku se rió nerviosamente, todavía impresionado por el tamaño de la bestia.

—Bueno, sí... aunque ojalá que este no lance rayos láser, eso sería realmente problemático.

Tenko asintió y luego lo soltó en el suelo con cuidado, sin dejar de mirar a la enorme figura metálica.

—¿Y qué vamos a hacer ahora, Izuku? —preguntó, con una sonrisa llena de emoción—. ¿Tienes alguna idea genial en mente?

Izuku, tratando de pensar, observó a su alrededor y notó cómo sus compañeros comenzaban a llegar de diferentes direcciones. Un destello de hielo y púas púrpuras indicaba que Todoroki y Mineta ya habían aterrizado en el centro también, ambos levantándose y quitándose el polvo.

Izuku giró hacia Tenko, quien lo miraba expectante.

*¡ZONK!*

Izuku apenas alcanzó a girarse hacia el sonido de los gritos de Jirou, cuando sintió el inconfundible cosquilleo de alerta recorriéndole el cuerpo.

—¡Idiotas! —gritó Jirou desde abajo, sus cables extendiéndose mientras se aferraba al suelo para no caer.

La desesperación en su voz bastó para que ambos miraran hacia abajo.

—¡Quítense de ahí! —exclamó, agitando sus jacks y señalando algo tras ellos.

Izuku giró rápidamente, solo para ver cómo de la espalda del minotauro se desplegaban proyectiles puntiagudos, brillando como cuchillas bajo la luz de la sala.

"¡No... no hay forma de esquivarlos a tiempo!", pensó Izuku, notando que estaba completamente expuesto. Estaba colgando del brazo de Tenko, y aunque él reaccionó para alzarse, sus reflejos no eran tan rápidos. Los proyectiles parecían inevitables.

*¡BOOM, BOOM!*

Un estruendo resonó cuando algo se interpuso entre ellos y el ataque. Chispas de metal saltaron en todas direcciones, y un crujido intenso llenó el aire.

—¡Vamos! —exclamó una voz inconfundible.

Izuku sintió un aliento de alivio al ver una figura endurecida y firme justo frente a ellos.

Kirishima estaba ahí, bloqueando el impacto de los proyectiles con su cuerpo endurecido.

—¡Kirishima! —gritó Izuku, la sorpresa y la gratitud reflejándose en su rostro.

Kirishima, con una sonrisa audaz, empujó los proyectiles hacia un lado, sus músculos temblando bajo la presión.

Izuku y Tenko observaron con ojos como platos cómo Kirishima caía al vacío, sus piernas moviéndose en el aire mientras trataba de encontrar algún punto de apoyo.

El chico se abalanzo hacia el tomándolo.

—¡Kirishima! —gritó Izuku, intentando estirarse aún más desde el brazo de Tenko—. ¡No te sueltes!

—¡¿Crees que quiero caerme, idiota?! —respondió Kirishima con una mezcla de nervios y humor, extendiendo los brazos en dirección a Izuku y Tenko.

Mientras tanto, en el suelo de la plataforma, Bakugou observaba la escena con los brazos cruzados, una mueca de exasperación en el rostro.

—Tch, ¿Falle? —gritó Bakugou hacia arriba, sus explosiones listándose en sus manos.

―¿Fallaste? ¿En que forma fallaste? ―pregunto Momo a su lado.

Bakugou inclino su cara hacia un lado mientras Momo miraba algo confundida.

—Bakugou-Kun, espera un segundo. Si ellos se están moviendo tanto, cualquier ataque podría desestabilizar a Kirishima y a los demás.

—¿Y tú qué sugieres, Yaoyorozu? ¿Hacer una fogata y esperar a que el monstruo decida irse? —respondió Bakugou con sarcasmo.

Arriba, Izuku y Tenko intentaban desesperadamente encontrar una manera de sujetar a Kirishima, pero la situación se complicaba cada segundo.

El minotauro, al ver la oportunidad, giró su cuerpo masivo hacia ellos y levantó su martillo, listo para atacar con un golpe devastador.

—¿Ah... no escucharon a Jirou? —preguntó Tenko con una sonrisa nerviosa—. ¡Debemos quitarnos de aquí!

Jirou, aún desde el suelo, hizo un gesto con el puño.

—¡Idiotas! ¡Les dije que se quitaran! ¡Ese martillo va en serio!

—¡¿Cómo se supone que nos quitemos si estamos en el aire, Jirou?! —replicó Tenko, alzando la voz para que ella lo escuchara.

―¡VUELA! ―grito de nuevo.

―Cierto.

Kirishima, aun colgando, aprovechó para gritar.

—¡Hey, ya que todos están gritando consejos, alguien podría intentar agarrarme!

Antes de que alguien pudiera reaccionar, el minotauro lanzó su martillo con una velocidad inesperada. La bestia metálica gruñía, sus ojos rojos fijos en los héroes colgantes. El martillo giró en el aire, acercándose con una fuerza devastadora.

—¡Midoriya-San, Shimura-San! —gritó Momo desde abajo—. ¡Cúbranse!

Izuku miró a todos lados, sin saber qué hacer, hasta que vio una sombra en el suelo que se movía rápidamente hacia ellos.

—¡¿Eh?! —dijo, sintiendo el peso de algo tironeando de él.

—¡Eso me parece una idea! —gritó Tsuyu, quien desde abajo extendía su lengua a la altura de los pies de Kirishima, enrollándola alrededor de su pierna para mantenerlo firme en el aire.

—¡Buena idea, Tsuyu! —dijo Izuku, admirado por la rápida reacción de su compañera.

Kirishima se miró la pierna con sorpresa.

—¿Qué demonios...? Oh, ¡gracias, Tsuyu! Pero... ¿puedes sostenerme así?

Tsuyu, con su característica tranquilidad, mantuvo su lengua firme.

—Claro, Kirishima, siempre y cuando no te des un tirón raro y te caigas de una vez.

Mientras tanto, el martillo del minotauro se acercaba rápidamente. Justo antes de que los alcanzara, Bakugo levantó la mano y lanzó una explosión que desvió el martillo hacia el lado.

—¡Muevan el trasero de una vez! —gritó Bakugo, sus ojos fijos en ellos, mientras sus palmas chisporroteaban de pura irritación.

—¡Vamos, chicos, tenemos que bajar! —dijo Izuku, lanzando una mirada agradecida a Bakugo antes de mirar a Tenko.

Tenko, aún sosteniendo a Izuku, soltó una risa despreocupada.

—¡Jaja! ¡Este bicho metálico se cree todo un jefe final!

Izuku sonrió, sorprendido por la energía despreocupada de Tenko, y lo miró con complicidad.

—Sí... pero tenemos que enfrentarlo, ¿verdad?

—Oh, ¡ni lo dudes! —dijo Tenko, bajando lentamente hasta que ambos estuvieron más cerca del suelo.

De repente, Todoroki apareció a lo lejos, con Mineta en su hombro mientras ambos llegaban deslizándose en una pista de hielo.

—¡Hey! ¡Los héroes llegan a la escena! —gritó Mineta, saludando con una expresión confiada, aunque claramente estaba aterrado—. ¡¿Nos extrañaron?!

Bakugo frunció el ceño, mirando a Todoroki.

—¡Sobreviviría perfectamente sin verte a ti y a tu bicho bola!

—¡No soy un bicho bola! —gritó Mineta indignado, aunque claramente mantenía su distancia de Bakugo—. ¡Estoy aquí para aportar mis habilidades!

—¿Sus habilidades? —repitió Tsuyu con una expresión de duda, manteniéndose concentrada en sostener a Kirishima—. Ribbit... no sé si eso cuenta como una habilidad.

Finalmente, Jirou hizo señas desde abajo, desesperada por reunir al grupo.

—¡¿Piensan quedarse charlando o van a moverse?! ¡Porque si no bajan, esa cosa los va a aplastar como tortillas!

Izuku y Tenko intercambiaron miradas antes de aterrizar cerca de sus compañeros, con Kirishima finalmente llegando al suelo gracias a Tsuyu.

—¡Gracias, Tsuyu! ¡Me salvaste! —dijo Kirishima, respirando con alivio, mientras le daba un pulgar arriba.

—Ribbit, no hay problema, Kirishima. Solo intenta no volver a colgar en el aire como un pez.

El minotauro, enojado por la interrupción, volvió a alzar su martillo, sus ojos brillando mientras se giraba para apuntar a todos ellos.

—¡De acuerdo! —dijo Momo, tomando aire y poniéndose en posición—. ¡Ahora que estamos juntos, es momento de trabajar en equipo y vencerlo!

—Sí... pero ¿qué plan tenemos exactamente? —preguntó Mineta, nervioso mientras observaba al minotauro—. Porque no quiero que mi último recuerdo sea este maníaco con cuernos.

Momo miraba al minotauro con una mezcla de determinación y tensión; a su lado, todos parecían concentrados, aunque el cansancio era evidente.

El rugido del minotauro resonó, estremeciendo el suelo y la estructura misma de la sala. Bakugo se cruzó de brazos, observando el monstruo metálico con una expresión de fastidio mezclada con exasperación.

—¿Por qué siempre tenemos que enfrentar cosas tan exageradas? —murmuró Bakugo, mirando de reojo a Momo—. Tienes algo en mente, ¿verdad, Yaoyorozu?

Momo asintió, dándole una sonrisa rápida.

—Sí. Pero voy a necesitar que todos trabajemos en equipo... y que sigamos un plan. —Hizo una pausa, observando a los demás mientras les explicaba—. Hay puntos débiles en las articulaciones del minotauro; si atacamos desde varios ángulos a la vez, podríamos conseguir que pierda el equilibrio.

—¿Varios ángulos? —preguntó Tokoyami, con una ceja levantada—. La sombra es eficaz desde las sombras, pero no podemos confiar en un único punto de ataque.

—Por eso necesitamos atacar en equipo —explicó Momo, y señaló la estructura de la sala—. Esta plataforma tiene elevaciones a diferentes alturas, y si las aprovechamos bien, podríamos atraparlo en una posición vulnerable.

—No quiero sonar grosera contigo, Yaomomo, pero... —Jirou miró a sus compañeros y luego a Snipe, quien parecía agotado detrás de los escombros—. Kirishima, Iida-kun, Shoji y yo hemos estado intentando esto desde hace rato... y no parece que funcione.

Shoji miró hacia atrás, hacia Snipe, quien estaba pegado contra un muro, respirando entrecortadamente.

—¿Está bien, Snipe-Sensei? —preguntó Tenko, que estaba un poco más cerca de los escombros.

Jirou soltó un suspiro antes de contestar.

—Supongamos que sí... —Suspiró, apartando la vista de Snipe y observando cómo sus compañeros finalmente se reunían en la sala desde diferentes direcciones.

Bakugo se llevó una mano a la frente, entrecerrando los ojos hacia el minotauro.

—Yaoyorozu, ¿cómo estás tan segura de que servirá? —preguntó, sin un rastro de impaciencia, solo esa seriedad que parecía tan peculiar en él últimamente.

—No lo sé al cien por ciento —admitió Momo, aunque su voz sonaba firme—. Pero esto es un ejercicio de trabajo en equipo, y estoy convencida de que juntos podemos superarlo.

El minotauro volvió a lanzar otro rugido, su cuerpo metálico rechinando mientras estiraba sus brazos enormes, haciendo que todo el grupo diera un paso atrás. Iida, quien observaba con preocupación, alzó la mano.

—Momo tiene razón. Debemos trabajar unidos para superar este obstáculo. Si permanecemos separados y dispersos, esta criatura tendrá la ventaja sobre nosotros.

Tokoyami asintió, su expresión sombría mientras Dark Shadow parecía lista para atacar.

—La oscuridad nos da poder, pero la luz de la camaradería nos guiará en esta batalla —declaró Tokoyami solemnemente, ganándose una mirada divertida de Asui.

—Ribbit, ya, Tokoyami, eso sonó muy heroico, pero... ¿de verdad va a servir contra esa cosa? —preguntó Asui, observando de reojo al minotauro que comenzaba a moverse de nuevo.

Izuku se mordió el labio, sus pensamientos girando rápidamente mientras analizaba las palabras de Momo.

"Tiene razón... si atacamos desde varios puntos y logramos distraerlo, podríamos encontrar una oportunidad para golpearlo donde más le duele...". Su mirada se dirigió a Todoroki, quien parecía estar mirando hacia otro lado, sumido en sus propios pensamientos.

—Todoroki... —murmuró Izuku, sintiendo una leve punzada de preocupación por su compañero.

"Espero que aún tenga fuerzas para luchar..." pensó.

De pronto, la voz de Kirishima resonó con su energía característica, rompiendo la tensión.

—¡Oigan, lo que sea que planeemos, tenemos que hacerlo rápido! —exclamó, endureciendo sus puños con su Quirk—. ¡Vamos a darle una paliza a este tipo como verdaderos héroes!

Bakugo soltó un suspiro y se inclinó hacia Izuku.

―¿Kacchan?

Bakugou observo de pies a cabeza Izuku observando que ahora tenia un traje puesto.

―¿Hmm?

―¿K-Kacchan...?

Shoji, que estaba escuchando la conversación, extendió sus brazos para cubrir a sus compañeros en caso de que el minotauro intentara un ataque repentino.

—Entonces, ¿ya tenemos un plan claro? —preguntó Shoji, observando a Momo con una mirada seria.

Momo asintió.

—Sí. Tokoyami, tú y Asui atacaran desde la izquierda; Bakugo, cubre el lado derecho; Kirishima, Iida y Shoji, manténganse cerca y protéjanos. Yo iré preparando apoyo y armamento para lo que necesitemos. Y todos, manténganse atentos a cualquier apertura.

—¿Qué se supone que hagamos si todo sale mal? —preguntó Mineta, mirando nervioso al minotauro y abrazando sus propias manos.

—Hmm, si todo sale mal, al menos nos veremos geniales peleando juntos, ¿no? —dijo Tenko, sacando su lengua de manera despreocupada mientras los demás reían, aliviando un poco la tensión del momento.

Su actitud despreocupada era algo que podría ser un buen bálsamo contrastado en una situación así, pero viniendo de Tenko para algunos es algo cansino.

—Ribbit, ¿me estás imitando? —respondió Asui, alzando una ceja y con una sonrisa burlona.

En ese momento, el minotauro lanzó otro rugido que reverberó por toda la sala, haciendo que el suelo temblara con cada uno de sus pasos. El tiempo se agotaba, y todos se pusieron en posición, listos para la batalla.

La atmósfera era densa, pero la camaradería seguía fluyendo entre ellos.

Izuku volvió a mirar al minotauro, su expresión de asombro se transformó lentamente en determinación. "Es grande... supongo", pensó mientras observaba la creación colosal que seguramente Mei había ayudado a diseñar. No pudo evitar sonreír al pensar en ella. "Es grande y aterrador, pero por alguna razón... no me siento aterrado".

Desvió la mirada hacia el resto de sus compañeros, cada uno de ellos con su propia mezcla de nerviosismo y emoción.

Después, bajó la vista hacia sus pies y comenzó a subir su mirada hasta la palma de sus manos, o más bien a sus guantes, admirando el trabajo que Mei había hecho con su traje. Se llenó de orgullo y, por algún tipo de reacción tonta, se abrazó a sí mismo.

—¿Estás bien? —preguntó Tokoyami, arqueando una ceja al ver a Izuku abrazándose como un tonto.

—¡¿A-Ah...?! S-Sí... ¡Sí! —respondió Izuku, riendo avergonzadamente mientras se soltaba rápidamente.

—Por cierto, te queda bien el traje, Midoriya —dijo Tokoyami, y esto llamó la atención del grupo, que de inmediato se volvió hacia él, como si hubieran escuchado la campana de un llamado a la acción.

—Oye, es verdad, ¡tienes tu traje! ¡Te ves genial! —gritó Tenko, sacudiéndose alrededor de Izuku con energía contagiosa, sus ojos brillando de emoción—. ¡Es ultra mega increíble! ¿De dónde lo sacaste?

Se apartó de un salto, mirándolo con una expresión inquisitiva que hacía que Izuku se sintiera aún más nervioso.

—A...

Izuku iba a responder, pero se dio cuenta de que era complicado.

Tendría que explicar que había tenido cierto altercado con Todoroki, lo que llevó a una pelea, y luego, cuando pensaba que iba a perder, un proyectil le había traído su maletín con el traje.

Fue una cadena de eventos que, en su mente, parecía más confusa que cualquier laberinto en el que podrían estar atrapados. Así que agitó su mano detrás de su nuca, buscando las palabras adecuadas.

—P-Por... ¿ahí? —murmuró, sintiendo que el calor de la vergüenza le subía por las mejillas, pero no podía evitarlo.

Tokoyami alzó una ceja, mientras Jirou soltaba una carcajada, cruzándose de brazos con una sonrisa burlona.

—¿"Por ahí"? —repitió Jirou, sacudiendo la cabeza—. Qué clase de respuesta es esa.

Kirishima, con una expresión que oscilaba entre confusión y emoción, dio un paso al frente.

—¿Eso significa que tu traje apareció como por arte de magia? ¡Eso es muy varonil! ¡Como si el destino mismo te preparara para esta batalla!

Bakugo, recostado con aire despreocupado contra uno de los pilares, rodó los ojos.

—"Varonil", sí... o "imprudente" sería más acertado, si te aparece el traje a media pelea —murmuró, lanzándole a Izuku una mirada que, si bien menos intensa que de costumbre, estaba llena de esa ligera exasperación tan suya—. A ver si lo usas bien y no solo para verte "genial".

Tenko asintió con entusiasmo, mientras sus ojos brillaban al observar los detalles del traje de Izuku.

—¡Claro que va a usarlo bien! —exclamó, llenándose de emoción.

Izuku rió nerviosamente, sin dejar de notar cómo los demás lo observaban con atención. Su mente revoloteaba por la batalla reciente y el equipamiento que Mei le había preparado; no podía evitar sentirse orgulloso y conmovido.

"Es increíble cómo un traje puede hacerte sentir tan seguro," pensó, recordando la dedicación de Mei en cada detalle. "Ella realmente se aseguró de que estuviera listo para cualquier cosa..."

Izuku sonrió con calidez, sintiendo el apoyo de sus compañeros, y luego se inclinó hacia el suelo en posición de combate.

—¡Bien, entonces no podemos rendirnos ahora!

Iida, siempre atento a los detalles, se ajustó las gafas con seriedad.

—¡Es hora de probar la eficacia de tu traje!




[...]




Los ocho estudiantes se quedaron completamente estáticos, alineados como si fueran parte de un coro esperando su turno, mirando al gigantesco minotauro que llenaba casi toda la sala.

El silencio era tan denso que parecía que hasta el eco del rugido aún resonaba, atrapado en las paredes de aquel sitio. A lo lejos, el resto de sus compañeros también estaban tomando posiciones, pero para este grupo, la confusión y el asombro parecían estar ganando la batalla.

—A ver, una pregunta seria... —comenzó Ojiro, sin dejar de mirar al minotauro—. ¿Esto todavía cuenta como "entrenamiento"?

—Si esto es entrenamiento, ¿alguien podría decirme dónde están las instrucciones para sobrevivirlo? —respondió Mina, con una sonrisa nerviosa mientras agitaba las manos frente a su cara como si con eso lograra deshacer la imagen de la enorme bestia frente a ellos.

—¡Oh! Claro, Mina, seguro en la hoja de instrucciones decía algo así como "En caso de enfrentar una bestia colosal de metal, sigan las indicaciones básicas de combate básico... o corran por sus vidas" —comentó Sero, en un tono tan serio que parecía un anuncio de servicio público.

Kaminari frunció el ceño, cruzando los brazos con una mirada tan pensativa que podría haber pasado por alguien muy reflexivo... si no fuera por el contexto.

—¿Pero cómo llegaron a la conclusión de que necesitábamos un minotauro metálico en el centro de este laberinto? ¿Quién tuvo esa idea, y cómo no se le ocurrió que era un poquito... excesivo? Digo, ¡esto es entrenamiento para estudiantes de primer año!

—Es que están elevando los estándares —dijo Toru, quien parecía particularmente entretenida con la situación—. Nada mejor que un minotauro gigante para probar si realmente estamos prestando atención en clase, ¿no?

—A este paso, creo que los estándares están sobreestimando nuestro amor por el riesgo —añadió Sato, mirando a sus amigos, tratando de encontrar en sus miradas algún indicio de que alguien sabía qué hacer.

Aoyama dio un paso adelante, recobrando un poco de su confianza característica, pero aún observando a la bestia con una expresión mezcla de terror y fascinación.

—Yo digo que, si vamos a enfrentarlo, al menos hagámoslo con un toque de... ¿cómo decirlo? ¡Glamour! —Aoyama lanzó una pose dramática, y un pequeño destello de su Navel Laser surgió, pero solo sirvió para hacer rebotar su propio reflejo en la estructura de metal del minotauro.

Mina intentó mantenerse seria, pero no pudo evitar reírse.

—Sí, claro, Aoyama. Brillemos ante el monstruo que probablemente podría pulverizarnos con solo un golpe. Seguro va a apreciar nuestro estilo mientras nos aplasta como si fuéramos... insectos elegantes.

Sero se frotó la barbilla, mirando al minotauro con una mezcla de respeto y desesperanza.

—¿Se han dado cuenta de que este tipo de pruebas siempre terminan con algo así? No, en serio, ¿es una regla? ¿Entramos a la U.A. y automáticamente tenemos que pelear contra algo cinco veces más fuerte y grande que nosotros cada semana?

Mina asintió lentamente, levantando una ceja.

—Ya es como una tradición, ¿no? Un entrenamiento normal, clase de matemáticas, y, ¡oh!, de repente, "Enfréntense al Gigante Metálico de la Desesperación". En serio, ¿por qué no tenemos clases normales, como... economía básica o técnicas de relajación?

Kaminari miró a su alrededor, con una mueca de frustración.

—¿Alguien tiene un plan o... seguimos en la fase de "no me lo puedo creer"?

Ojiro levantó una mano en señal de calma.

—No podemos simplemente entrar a lo loco. Si vamos a hacer algo, necesitamos un poco de estrategia... o al menos alguien que esté dispuesto a ir primero.

El grupo se miró unos a otros, esperando que alguien levantara la mano.

Todos permanecieron en silencio.

Finalmente, Aoyama se llevó una mano al pecho con una expresión digna.

—Yo diría que soy el candidato ideal para brillar en esta batalla... pero, después de todo, también hay que considerar el factor de conservación de la energía, ¿no?

Ojiro suspiró y sonrió.

—¿Entonces, nadie?

Estaban lo suficientemente lejos como para que el minotauro no los alcanzara en un par de zancadas... al menos eso querían creer.

—Bueno... ¿alguna idea brillante que no incluya salir corriendo? —preguntó Mina, cruzándose de brazos, como si simplemente estuviera evaluando un proyecto escolar particularmente difícil.

—Podríamos intentar hablarle... —murmuró Kaminari en tono sarcástico—, tal vez logremos que se retire por las buenas.

Sero miró a Kaminari con expresión seria antes de decir, muy despacio y fingiendo sorpresa:

—Wow. No se me había ocurrido. ¿Quieres intentarlo tú?

Todos se quedaron en silencio, observando a Kaminari, quien alzó las manos en señal de rendición.

—Eh, era solo una idea. No hay necesidad de mirarme como si acabara de proponer algo estúpido... aunque lo haya hecho.

Uraraka se rió entre dientes, relajando un poco la tensión.

—De acuerdo, tenemos que mantenernos en movimiento. A menos que alguien tenga un plan maestro que aún no quiera compartir...

Ojiro estaba examinando el entorno, tratando de encontrar alguna ventaja estratégica.

La verdad era que el espacio era enorme y apenas contaban con un puñado de obstáculos para cubrirse.

—Lo importante es no perder la cabeza. Mantengamos la calma y la atención en el minotauro. ¿Nos está mirando, verdad?

Todos miraron hacia el monstruo, pero justo en ese momento, el minotauro giró un poco y dejó ver lo que había detrás de él: al otro lado del centro de la sala, sus compañeros del otro grupo.

Sato señaló emocionado, como si acabara de encontrar un oasis en el desierto.

—¡Oye! ¡Ahí están los otros! ¿Ven? ¡Miren, ahí está Yaoyorozu! ¡Y también... Tenko, y Bakugou, y...!

Los demás entrecerraron los ojos, divisando las figuras al otro lado de la enorme sala. A lo lejos, Momo, Bakugou, y los demás estaban formando una especie de formación, como si estuvieran debatiendo algo con seriedad.

—¡Y claro, Midoriya! Siempre terminando en el centro del caos. —murmuró Sero, un poco exasperado—. Dime, ¿qué clase de destino tenemos que nos coloca siempre en estas situaciones?

—Ah, bueno, una parte mía aún tiene esperanzas de que esto sea un error administrativo —replicó Aoyama, mirando al minotauro que, ahora que se había girado, parecía mirarlos a ellos con especial interés—. Después de todo, el sistema no puede estar tan perfectamente organizado como todos piensan.

Kaminari rodó los ojos.

—¿De qué sistema estás hablando, Aoyama? Aquí solo estamos nosotros y un minotauro metálico gigante que no parece particularmente amistoso.

—Uh, sí, sobre eso... chicos, creo que el minotauro nos está mirando —dijo Ojiro, con un tono de advertencia que parecía estar pasando desapercibido.

Sin embargo, el grupo continuaba hablando entre ellos, discutiendo ideas sobre lo que podría estar ocurriendo.

Sato incluso bromeaba sobre cómo alguien debería haber traído bocadillos, considerando el tamaño de la reunión que tenían frente a ellos.

—¿Y qué, de casualidad, alguien escuchó si esto era el "centro" de la prueba? ¿O solo estábamos vagando hasta encontrar al señor de los temblores? —preguntó Mina, fingiendo un tono inocente.

—Bueno, en mi humilde opinión —Aoyama se colocó en su pose dramática característica—, este lugar tiene un sentido estético... intenso. Por supuesto, yo me lo habría imaginado con un toque más... dorado.

Nadie le respondió, y Aoyama volvió a su postura normal, un tanto decepcionado.

—¡Chicos! —Ojiro habló de nuevo, mirando al monstruo—. Digo, ¿pueden ver que el minotauro ya nos está mirando, verdad?

—Sí, claro, claro, Ojiro —contestó Mina—. Estamos justo en el mejor ángulo de su mirada intimidante. Es un detalle menor... seguro.

Pero la calma del grupo comenzó a desmoronarse cuando el suelo empezó a vibrar más fuerte.

Las pisadas metálicas del minotauro resonaron como golpes de martillo, y los ecos reverberaban a través de toda la sala.

—Ah... creo que está avanzando, ¿no? —murmuró Toru, quien estaba al lado de Mina y apenas podía contener su nerviosismo.

Ojiro, perdiendo un poco la paciencia, finalmente alzó la voz.

—¡El minotauro se está acercando!

La advertencia de Ojiro llegó justo en el momento en que el gran mazo del minotauro comenzó a elevarse en el aire y, con un rugido, el monstruo osciló el mazo hacia ellos.

—¡CUIDADO! —gritó Sero, lanzándose al suelo mientras envolvía sus cintas alrededor de Kaminari y Uraraka, tirándolos a un lado justo a tiempo para esquivar el golpe.

Sato reaccionó al instante, agarrando a Ojiro, y brincando hacia atrás con el, casi cayendo de espaldas al aterrizar.

Aoyama, por su parte, se activó en el momento justo, usando su Navel Laser para impulsarse lejos del lugar del impacto, mientras gritaba "¡Eso no fue nada glamoroso!"

Mina y Toru lograron rodar hacia un lado, girando sobre el suelo justo cuando el mazo del minotauro se estrelló contra el piso con un estruendo ensordecedor, enviando escombros y polvo por todos lados.

Cuando el polvo comenzó a disiparse, el grupo se reincorporó lentamente, tratando de recuperar el aliento y organizándose en una formación más o menos estable.

Mina miró a todos los que habían quedado dispersos tras el ataque y, finalmente, soltó:

—Bueno, si la idea era que empezáramos a "movernos", creo que el minotauro hizo un excelente trabajo.

Kaminari se sacudió el polvo de su traje, mirando a Mina con una mezcla de cansancio y resignación.

—¿Alguien aquí es bueno hablando con los monstruos? Porque parece que solo va a complicarse desde aquí.

Aoyama soltó un suspiro dramático, recuperando la compostura.

—¡Muy bien, amigos! Entonces, propongo... ¡una retirada estratégica hacia... cualquier lado donde no esté esa cosa!

Sero se rió entre dientes, pero luego asintió, como si en realidad Aoyama hubiera dicho algo con sentido.

—¿Sabes qué? No es la peor idea que has tenido.

Y entonces los ojos rojos del minotauro se encendieron...




[Corran.]





La escena se desató en un caos total.

Los ocho miembros de la Clase A corrían como si sus vidas dependieran de ello... y, honestamente, probablemente así era.

Cada uno lanzaba gritos y frases inverosímiles mientras esquivaban los escombros y las paredes que temblaban con cada paso del minotauro.

—¡No mires atrás, no mires atrás! —Kaminari gritaba con la cara llena de terror, aunque, paradójicamente, sus pies le llevaban directo hacia una pared.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Mina, echando un vistazo rápido por encima del hombro, solo para ver al minotauro acercándose con el mazo en alto—. ¡Por eso! ¡Claro que lo voy a mirar! ¡Nos va a aplastar como moscas!

Ojiro, que intentaba mantener la compostura, miraba a todos tratando de encontrar algún tipo de lógica en su escape, pero se rendía de inmediato cada vez que veía las caras de pánico de los demás.

Toru se mantenía invisible y simplemente iba gritando sin parar.

—¡Dejemos que el mazo pase sobre nosotros y salgamos corriendo después! —sugirió, sin que nadie pudiera verla, hasta que decidió soltar una carcajada nerviosa—. ¿Quién soy yo para opinar? ¡Hagan lo que quieran!

—¡La lógica, Toru, la lógica! ¡Por el amor de dios... eres invisible! —Sero agitaba las cintas intentando hacer alguna maniobra, pero sus movimientos lo hacían parecer más una bailarina descoordinada en medio del desastre.

Terminó sujetando a Uraraka, que gritaba al sentir la cinta en la espalda.

—¡Oye! ¡Suéltame, que puedo correr sola!

—Perdona, pero si corres, al menos que sea al compás, ¡como si fuéramos a algún lado juntos! —Sero respondió, riendo a medias mientras tropezaba al notar la mirada vacía y severa de Sato.

Aoyama, por su parte, había intentado escapar con su rayo láser, pero el resultado fue un movimiento errático que solo lo desvió de la trayectoria principal, poniéndolo peligrosamente cerca del minotauro.

—¡Mis amigos, no me dejen atrás! —gritó, lanzando destellos como si fuera un faro de auxilio en alta mar, pero el grito pasó desapercibido en medio de la tormenta de gritos y quejas.

Desde el otro lado de la sala, Izuku y el resto observaban el espectáculo en una mezcla de horror y asombro.

—¿De verdad se ve así de caótico? —preguntó Momo, boquiabierta.

—Es... mucho, para ser honestos —Tokoyami cruzó los brazos, intentando entender el desorden.

—¿Y ellos son los héroes? —Tenko murmuró, arqueando una ceja.

Bakugou estaba absolutamente perplejo y, aunque no lo admitía, casi divertido.

—Vaya... esto es ridículo —dijo, sin ningún intento de ocultar la burla.

De repente, un fuerte rugido del minotauro reverberó en la sala, y todos se estremecieron. El mazo de la criatura descendió en un golpe demoledor hacia el grupo de ocho que huía.

—¡Cuidado! ¡Está bajando el martillo! —gritó Kaminari, aunque sus piernas ya iban tan rápido que apenas logró decirlo.

—¡El martillo! ¡A cubierto! —repitió Sato, quien tomó a un par de compañeros bajo los brazos y dio un salto increíble hacia un lado, como si llevara sacos de arroz.

En medio de la confusión, Sero usó sus cintas para atrapar a los pies de Ojiro y arrastrarlo hacia un lado, haciendo que ambos rodaran fuera del alcance del golpe.

—¡Esto es lo menos heroico que he hecho! —gritó Sero mientras rodaba por el suelo, envuelto en su propia cinta como un burrito de emergencia.

Aoyama, lanzando su láser en un intento de escapar, acabó deslizándose dramáticamente en el suelo, emitiendo luces de colores.

—¡Ay, la gravedad me ha traicionado de nuevo! —exclamó, encandilando a todos con su brillo descontrolado.

Uraraka y Mina lograron esquivar en el último segundo, tirándose al suelo en una confusión de extremidades y risas nerviosas.

—¿Por qué estamos corriendo hacia el otro lado de la sala? —preguntó Uraraka, levantando la cabeza desde el suelo—. ¡No tiene sentido! ¡Nos estamos yendo de un peligro y directo a otro!

Mina rió, ya resignada.

—Pues, mejor ir hacia donde están nuestros compañeros, ¡quizá hagan algo por nosotros!

El impacto del mazo del minotauro estremeció toda la sala, y una nube de polvo se levantó, oscureciendo todo por un momento.

Desde el otro lado, Izuku y los demás veían la escena en completo silencio, preguntándose si alguien había sobrevivido al caos.

Cuando el polvo comenzó a despejarse, se dieron cuenta de que los ocho compañeros seguían en pie, cubiertos de polvo, jadeando y mirando hacia arriba con expresiones de horror.

—¿Qué tal el entrenamiento? —murmuró Kirishima, sin poder contener una risita.

Izuku suspiró, aliviado.

—Al menos están todos... más o menos...

La tensión entre el grupo era palpable, especialmente al ver a sus compañeros correr despavoridos mientras el enorme minotauro los seguía como si fuera un juego de caza.

Sus pasos hacían vibrar el suelo, y cada rugido sacudía las paredes del laberinto.

Momo, que hasta hace un segundo estaba concentrada en su plan, se quedó congelada mirando la escena, la determinación inicial en su rostro comenzando a desvanecerse.

—¡Yaoyorozu! —gritó Iida, tratando de sacarla del trance.

—¡Momo, el plan! —insistió Jirou, intentando llamarle la atención.

Pero Momo solo tragó saliva, con los ojos fijos en el minotauro y en sus compañeros huyendo hacia ellos.

—E-esto... bueno, el plan sigue en pie, pero con algunos... detalles, eh... cambiados —respondió finalmente, aunque su voz temblaba un poco. Sus ojos no dejaban de mirar al minotauro acercándose—. Quizá... quizá tengamos que ajustar algunos aspectos, como el punto de impacto, la fuerza de contención, y... y...

—¡¿Y qué más?! —gritó Bakugou, apretando los dientes mientras la miraba con exasperación.

—Sí... bueno, también puede que debamos reconsiderar el enfoque frontal porque... uh... —Momo empezó a soltar una serie de ajustes y complicaciones sobre el plan, explicando con palabras técnicas y frases cada vez más enredadas mientras el tiempo se agotaba.

Su nerviosismo se notaba, y aunque intentaba ser clara, cada frase parecía más un trabalenguas.

De repente, un grito desesperado de Mina resonó en la sala, sacándolos de su trance.

—¡Aaaah! ¡MUEVANSEEE!

*¡ZONK!*

Izuku sintió un escalofrío recorrerle la espalda y un instinto feroz de alerta lo sacudió como una descarga eléctrica.

Su sentido del peligro se activó de inmediato, y antes de que pudiera pensar, su cuerpo reaccionó.

Con un impulso en sus piernas, se inclinó hacia adelante, tomando una posición defensiva. A su lado, Tenko, sin dudarlo, hizo lo mismo, como si compartieran el mismo instinto.

Todo sucedió en un segundo.

El mazo del minotauro descendía hacia ellos con una velocidad brutal.

Era enorme, y el viento generado por su peso parecía cortar el aire, generando un zumbido ensordecedor.

Por un instante, el tiempo se detuvo.

El mundo pareció congelarse mientras una luz verde y otra morada se encendían como dos destellos explosivos en la oscuridad.

Izuku y Tenko se lanzaron al frente en perfecta sincronía, dejando un rastro borroso de sus colores, fusionándose en un borrón de fuerza.

El mazo cayó con un estruendo que reverberó por toda la sala.

*¡CLAAAANK!*

Sin embargo, en lugar de aplastar a la Clase A, el mazo quedó suspendido en el aire, bloqueado a escasos centímetros de sus cabezas.

La confusión se apoderó de todos al ver el arma masiva flotando sin lógica aparente.

Detrás de ellos, con respiraciones jadeantes pero firmes, estaban Izuku y Tenko, cada uno con sus manos firmemente clavadas en el mango del mazo, sosteniéndolo contra el empuje del minotauro.

Ambos tenían sus pies plantados en el suelo, sus expresiones tensas y concentradas. Parecía casi imposible que estuvieran manteniendo el arma suspendida en el aire, pero lo habían logrado.

Izuku giró su cabeza, y aunque su voz sonaba tranquila, sus palabras tenían un tono de urgencia.

—¿Están... están bien? —preguntó, todavía sosteniendo el peso del mazo junto a Tenko.

Todos los miraban boquiabiertos, sin creer lo que acababan de presenciar.

—¡¿De dónde sacaron toda esa velocidad?!... si claro, ¡Como si me fuera a preguntar eso! —exclamó Kirishima, impresionado, pero Izuku solo se limitó a sonreír.

—T-tuvimos que improvisar, un poco... —respondió, apretando los dientes mientras sentía la presión del mazo.

—¡Cambio de planes! —gritó Tenko, girando la cabeza hacia el grupo con una expresión intensa, su voz retumbando en el eco de la sala—. ¡Ya no tenemos tiempo para estrategias complejas! ¡Es hora de ir directo al ataque y desarmar a este grandulón!

El minotauro, confundido por un momento, no tardó en recuperarse.

Rugió de nuevo y trató de forzar el mazo hacia abajo, poniendo más peso en el ataque. Izuku y Tenko se miraron, sabiendo que no podrían sostenerlo así para siempre.

—¡Yaoyorozu! ¡Es tu oportunidad! —gritó Izuku con todas sus fuerzas—. ¡Cualquier cosa que hayas planeado, ponlo en marcha ahora!

Momo respiró hondo y, aún algo nerviosa, asintió.

—¡Bien! ¡Kirishima, necesito que uses tu fuerza para mantenerlo en posición! ¡Bakugou, crea una distracción para que no pueda ver lo que estamos haciendo! ¡Iida y Shoji, ayuden a estabilizar el mazo desde los laterales para aliviar la presión de Izuku y Tenko! ¡Y el resto... cubran a los que estén en la línea de fuego!

Bakugou asintió, sin su usual resistencia, con una leve sonrisa determinada.

—No suelo seguir órdenes, pero esta vez... tiene sentido.

Izuku intercambió una rápida mirada de determinación con Tenko, y en un impulso coordinado, ambos empujaron el mazo hacia atrás, desestabilizando al minotauro.

En ese instante, Bakugou saltó al frente, creando explosiones a diestra y siniestra, cegando momentáneamente al monstruo.

—¡Vamos, Yaoyorozu! ¡Demuéstranos que tu plan tiene lo necesario!

La chica se lleno de valor, Momo se le lleno del pecho.

Mientras tanto, Todoroki aún estaba pensativo...




[...]




Shoto se encontraba solo en el dojo, con el sudor aún fresco sobre su piel y el cuerpo cubierto de marcas rojizas y moretones oscuros.

Un cansancio punzante se instalaba en sus músculos, adentrándose hasta sus huesos como raíces profundas que buscaban alimentarse de su propia fuerza.

Cada latido que sentía en sus sienes era como un recordatorio de la realidad ineludible que lo aguardaba siempre: la de ser fuerte, la de ser invencible... la de ser como su padre.

Las palabras que acababa de escuchar de su boca todavía flotaban en el aire como un eco.

—Deja de ser terco y usa mi fuego, Shoto. Podrías mejorar, pero sigues poniéndote obstáculos. Hazlo de una vez... como debería ser.

Con un último vistazo, Endeavor había abandonado el dojo, cerrando la puerta tras de sí con esa determinación pesada que parecía traspasar cada palabra y cada movimiento.

El sonido de la madera resonó un momento en la estancia, y después, un silencio absoluto volvió a instalarse a su alrededor. Shoto sintió que se desmoronaba un poco más.

"No debería doler", pensó, observando sus manos, notando cómo la piel se sentía fría y adormecida.

Su mirada recorrió el dojo vacío, perdido en el espacio, buscando algo, una respuesta, tal vez, o una razón que le devolviera el sentido a todo aquello. "No debería doler", se repitió, aunque era imposible que esas palabras hicieran que el dolor desapareciera realmente.

Era casi como si buscara convencer a alguien más que a sí mismo, pero ¿a quién? ¿Acaso había alguien ahí, escuchando? Solo las sombras que la luna proyectaba en las esquinas del dojo parecían ser sus únicas testigos.

"Estoy cansado," pensó, aunque la idea le pareció errónea apenas surgió. "No importa que esté cansado." Era como un ciclo interminable; cada pensamiento, cada impulso de rendirse quedaba atrapado en una red de palabras que se contradecían. "Debería seguir, debería dejar de fingir..." Sin embargo, había otra voz que siempre aparecía, una que le exigía callar esos impulsos.

Fingir era su única opción.

Fingir que las expectativas de su padre no pesaban, que el dolor físico no importaba, que podía ser el héroe que otros esperaban.

La idea de romper ese molde se sentía como algo tentador pero imposible, como tratar de imaginar el sabor de algo que jamás había probado.

El tiempo se deslizó lentamente, y cuando finalmente levantó la mirada, ni siquiera estaba seguro de cuánto había pasado.

Los rayos de la luna entraban tímidos, trazando caminos de luz que transformaban el dojo en un paisaje fantasmal.

Por un momento, creyó ver la figura de su padre regresando, como si hubiese olvidado una última instrucción.

Pero antes de que la idea tomara forma, la puerta se abrió y una silueta familiar, aunque inesperada, apareció bajo la luz plateada.

—¿Fuyumi...? —murmuró, sorprendido, tratando de recordar cuándo había sido la última vez que la había visto allí.

No era común que ella cruzara el umbral de aquel espacio, el territorio donde su padre se adueñaba del tiempo y de cada rincón, donde su voluntad y disciplina transformaban hasta el aire en algo denso e impenetrable.

Fuyumi estaba en silencio, y sus ojos reflejaban algo que Shoto no podía descifrar, algo que él no había visto antes.

Como si en su mirada habitaran años de noches en las que había observado, desde la distancia, la rutina de su hermano, su entrenamiento sin tregua, su aislamiento.

La luz de la luna le caía en los hombros como un manto, cubriéndola de un aire casi etéreo, y Shoto sintió una extraña incomodidad, una pequeña punzada que no era ni miedo ni dolor.

—¿Estás bien? —preguntó ella, su voz suave rompiendo el silencio. Y aunque la pregunta parecía simple, se sintió más como un eco en su mente, retumbando y descomponiéndose en fragmentos que le costaba entender del todo.

"¿Estoy bien?" El concepto de bienestar le parecía tan ajeno, tan extraño y lejano.

Su vida era una sucesión de entrenamientos, de exigencias, de miradas de desaprobación que lo hacían sentir insuficiente, como si estuviera atrapado en una carrera sin meta.

Miró a Fuyumi, y por un momento, pensó en decirle que sí, que todo estaba bien, que solo estaba... cansado.

Pero las palabras se le trabaron en la garganta.

—Shoto, no tienes que... —empezó ella, con una pausa, como si sus propias palabras fueran un campo minado que debía cruzar con cautela—. No tienes que cargar con esto solo.

Esa declaración le pareció a Shoto una promesa, una esperanza extraña.

Su mente quiso refutarla, buscar alguna lógica que justificara la necesidad de seguir adelante por su cuenta. Pero en lugar de eso, sintió cómo una parte de él se soltaba, aunque fuera solo un poco. "No tienes que cargar con esto solo."

—No lo entiendes, Fuyumi —respondió finalmente, sintiendo cómo el tono de su voz se volvía bajo, apenas audible—. No sé qué hacer si no... si no hago esto.

Ella lo observó en silencio, sus ojos azules tan abiertos y sinceros, como si tuvieran el poder de exponer todo lo que él guardaba bajo capas de dolor, duda y cansancio.

La relación entre ellos, aunque siempre había sido cercana, se sentía a veces tan distante como aquella luna que los iluminaba. Una presencia constante, pero siempre fuera de alcance.

Fuyumi dio un paso hacia adelante, acortando esa distancia, y en el mismo movimiento le tendió la mano, como si fuera una pequeña tregua en esa guerra silenciosa que él llevaba consigo mismo.

—No es necesario que lo entiendas todo ahora, Shoto. Solo recuerda que alguien... aun está aquí contigo.

Era extraño que Fuyumi dijera esas palabras tan directamente. De hecho, ¿Cuándo fue la última vez que parecía tan cercana a él? ¿Por qué lo hacia ahora? ¿Quizas por que estaba a punto de entrar a la U.A? Quizás era eso.

Pero no quería juzgar a su hermana, no de ese modo. No quería meter a otra parte de su familia en el mismo saco, no quería medir a su hermana con la misma bara que media a su padre.

Pero le fue imposible no hacerlo.

Todoroki noto un gafete en la camisa de Fuyumi. "Maestra..." pensó Todoroki al verlo.

—¿Entonces, realmente decidiste ser maestra? —preguntó Shoto, observando a Fuyumi de reojo.

Sus palabras parecían surgir más como una simple curiosidad que como un interés genuino, como si la distancia entre ellos fuera palpable incluso en una conversación tan básica.

—Sí, bueno, después de tanto tiempo estudiando... supongo que pensé que ya era hora. —Fuyumi sonrió, pero notaba que él no la miraba directamente. Tal vez no esperaba más interés de su parte, pero aun así trataba de hacer que la conversación fuera ligera—. Siempre fue un sueño, ya sabes. Poder enseñar y hacer algo diferente, algo que... bueno, algo que ayude a otros.

Shoto asintió lentamente, sus ojos fijos en algún punto de la pared, como si el espacio a su alrededor tuviera mayor importancia que las palabras que ella estaba diciendo.

—Sí, ayudar a otros... suena bien —murmuró, casi como si estuviera recitando algo en voz baja.

Fuyumi dejó escapar una pequeña risa para aligerar el ambiente, aunque su tono sonó un poco triste.

—¿Es raro, no? Tal vez no me imaginas en esa posición —intentó bromear—. Pero, bueno, tú también quieres ser héroe, y yo... —su voz se fue apagando un poco, como si no supiera si debía expresar esa comparación o si él estaría siquiera dispuesto a escucharla.

Shoto bajó la vista, sus dedos jugando con el dobladillo de su manga.

—No es tan raro. Tú siempre has querido hacer algo por tu cuenta. Yo... yo también estoy en eso, supongo.

Fuyumi ladeó la cabeza, mirándolo con una mezcla de ternura y preocupación.

—"Supongo". No suena como algo muy seguro, ¿verdad? Aunque bueno, en este caso, tal vez es suficiente.

―Aja...

Fuyumi sonrió, buscando suavizar la rigidez entre ambos mientras se sentaba al borde del tatami, con las piernas cruzadas.

—Bueno, no tienes que fingir interés si no lo tienes, ¿eh? —bromeó, sin perder esa calidez en su tono—. Aunque, ¿sabes? A veces también pienso en lo que serás capaz de hacer cuando logres graduarte. Seguro que vas a sorprendernos a todos.

Shoto la miró de reojo, cruzando los brazos.

—No estoy buscando sorprender a nadie —respondió, como si sus palabras fueran un hecho incuestionable—. Solo quiero... hacer lo que tengo que hacer.

—¿Y qué es eso exactamente? —preguntó Fuyumi, inclinando la cabeza con curiosidad, intentando desentrañar las emociones ocultas en la inexpresividad de su hermano.

—Convertirme en héroe, supongo. Esa es la meta, ¿no?

Fuyumi asintió, pero percibió la falta de convicción en su tono.

—Sí, claro... Supongo que muchos querrían ser héroes solo por el título —comentó suavemente—. Pero cuando se trata de eso, hay un montón de cosas detrás... es decir, el esfuerzo, el sacrificio, la responsabilidad. Todo lo que debes estar dispuesto a hacer.

Shoto miró hacia el suelo, sus labios formaron una línea rígida.

—Ya... lo sé —dijo, en tono serio—. Es lo que siempre nos han dicho. Si quieres lograr algo, tienes que estar dispuesto a soportar lo que venga.

Fuyumi lo observó en silencio por un momento, notando el peso en sus palabras, el eco de las enseñanzas de su padre.

Sabía que Shoto lo había oído mil veces, pero también sabía que no lo decía con la misma perspectiva.

—No siempre es solo soportar, Shoto —añadió, intentando suavizar el tono—. A veces también se trata de entender tus propios límites, y saber cuándo es demasiado. Porque la capacidad no siempre es solo... lo que puedes hacer en el momento.

Shoto desvió la mirada, como si las palabras fueran ajenas a él.

—Suena como algo de lo que hablarías con tus alumnos —respondió con una leve ironía en su voz.

Fuyumi soltó una risa suave.

—Tal vez sí, pero no por eso es menos cierto. Saber lo que uno puede hacer, lo que uno es capaz de soportar... eso también es importante. Al final, cada persona tiene su propia manera de definir su capacidad.

Él guardó silencio un instante, como si evaluara si sus palabras realmente tenían algún sentido para él.

—Supongo que siempre lo he visto de otra manera. Lo que eres capaz de hacer... o puedes hacerlo o no. Pero "definir" no cambia el resultado, ¿verdad?

Fuyumi lo miró, tratando de leer entre las pocas palabras que él le daba.

—¿Eso piensas? Entonces, ¿crees que si una persona fracasa es porque simplemente nunca tuvo la capacidad? —preguntó con un tono suave, pero en su mirada se notaba un atisbo de desafío.

Shoto frunció el ceño, mirando de nuevo al suelo.

—No es tan sencillo... pero tal vez. Al menos... así lo ha sido siempre.

La respuesta la hizo suspirar, no de molestia, sino de una especie de tristeza al comprender cuán profundamente esa creencia estaba arraigada en su hermano.

—¿Y qué tal si... —su tono era casi una invitación a reflexionar— hay veces en que esa capacidad no tiene que ver solo con fuerza o habilidades, sino con la voluntad de seguir adelante, aun cuando sea difícil?

Shoto no respondió de inmediato.

Era como si esas palabras se quedaran en el aire entre ellos, esperando a que él realmente las considerara.

La quietud del dojo se volvió más densa mientras Fuyumi permanecía junto a la entrada, apenas alcanzada por la luz de la luna.

La intensidad de sus palabras y la manera en que resonaban en el vacío hacían que Shoto sintiera que la distancia entre ellos disminuía en cada segundo de aquel silencio.

Ella suspiró y, con una sonrisa que parecía intentar disimular una tristeza añeja, murmuró:

—La voluntad, ¿eh? Creo que a veces es lo único que tenemos realmente. Tal vez es lo único que necesitamos. Es como una especie de... chispa interna, ¿no? Algo que no nos deja detenernos, aunque tengamos todas las razones para hacerlo.

Sus palabras, cargadas de una honestidad poco común, hicieron eco en la mente de Shoto.

No era como si no hubiera oído hablar de la voluntad antes, pero viniendo de Fuyumi, el concepto tomaba otro matiz, algo más humano, más tangible.

Sin embargo, aunque él la escuchaba, mantenía su expresión neutral, casi hermética.

Ella lo notó y soltó una risa breve, cargada de una leve ironía que no logró disfrazar la amargura en su voz.

—Aunque bueno, ¿quién soy yo para hablar de voluntad, no? —Fuyumi bajó la mirada, jugueteando con el dobladillo de su camisa, en un intento de contener algo que solo ella entendía—. A veces me pregunto si tengo la suficiente... como para decir que realmente creo en lo que estoy haciendo. Hay días en los que siento que... podría simplemente renunciar. Que quizá ni siquiera soy tan fuerte como quiero pensar.

Shoto desvió la mirada hacia el suelo.

Por un instante, sintió una especie de urgencia por desmentirla, por decirle que estaba equivocada, que ella era más fuerte de lo que pensaba.

Sin embargo, no encontró las palabras; su forma de expresarse siempre había sido limitada.

—No creo que seas débil —murmuró, rompiendo el silencio de forma vacilante.

—Gracias, Shoto, pero la verdad es que... a veces, me siento así. Las personas nos encasillan en roles, en cosas que creen que podemos hacer o que creemos que debemos hacer... —Su voz se tornó más baja, casi un susurro—. Y terminamos atrapados en ellos.

Fuyumi hizo una pausa y se aventuró unos pasos dentro del dojo, como si necesitara estar más cerca de él para desentrañar lo que quería decirle.

Shoto percibió que ella ahora estaba lo suficientemente cerca como para que la luz de la luna dejara de iluminarla, volviéndose ambas sombras compartiendo el mismo espacio oscuro.

—¿Es por lo que decidiste ser maestra? —preguntó Shoto finalmente, alzando la vista hacia ella, captando el leve brillo en sus ojos que denotaba una emoción que no alcanzaba a comprender.

Ella se quedó quieta, como si la pregunta la hubiera desarmado un poco, pero luego asintió, más para sí misma que para él.

—Sí... en parte, sí. Desde pequeña, siempre quise ayudar a otros, proteger a los indefensos. Y me gustaba pensar que tenía esa capacidad. Que realmente podía hacer una diferencia en la vida de alguien. Pero... —su voz titubeó, revelando una fragilidad oculta que casi nunca dejaba ver—... de alguna forma, lo dejé pasar. No hice nada con ese deseo durante mucho tiempo, como si simplemente... no fuera lo bastante fuerte, o no estuviera lista.

Shoto sintió una punzada en el pecho al escucharla hablar así.

Era como si sus palabras le revelaran un fragmento oculto de su hermana, una parte de ella que él desconocía. Aquello que parecía tan obvio ahora, pero que él nunca había percibido. Fuyumi había ocultado mucho más de lo que él había supuesto.

—Así que, en cierto modo —continuó, en un tono que mezclaba algo de tristeza y una risa suave—, este trabajo como maestra... es una forma de redención. Quizá un poco egoísta, ¿no? Intento ayudar a esos niños, darles el apoyo que yo no tuve el valor de darme a mí misma antes. Que no pude darte...

Shoto guardó silencio, pero sus ojos estaban fijos en ella.

Las palabras de su hermana comenzaron a hacer eco en sus pensamientos, como si en aquella revelación sobre sus propias fallas, Fuyumi le estuviera mostrando un camino diferente, algo que él aún no podía comprender del todo.

—Es... extraño, ¿no? —Fuyumi continuó, su mirada fija en algún punto más allá de él, como si estuviera viendo un recuerdo que él no podía ver—. Al final, más allá de si tengo o no la capacidad, este trabajo es algo que siento que necesito hacer. Es como... una manera de compensar todo lo que no pude hacer antes. Quizá no tengo la capacidad de hacer una gran diferencia, pero siento que al menos puedo intentarlo. Aunque sea algo tan pequeño como enseñarle a un niño a creer en sí mismo.

Sus palabras cayeron en el silencio del dojo, llenando el aire con una especie de melancolía tranquila. Shoto la observaba, sintiendo cómo su hermana se volvía cada vez más cercana, a pesar de los años de distancia emocional que había entre ellos.

Fuyumi, sin moverse, lo miró de nuevo, y su expresión adquirió una firmeza inesperada.

—¿Y tú, Shoto? —preguntó suavemente—. ¿Qué es lo que te impulsa a seguir adelante?

Él la miró, confundido por la pregunta, pero la intensidad en la mirada de su hermana le hizo comprender que ella no estaba buscando una respuesta sencilla.

Shoto apartó la mirada, buscando cualquier detalle en el vacío que llenara el silencio que se había instalado entre ellos, como si así pudiera evadir el peso de la pregunta de Fuyumi.

Pero no importaba cuánto intentara huir de ello, la pregunta seguía colgando en el aire, implacable, hiriéndolo. "¿Qué es lo que me impulsa a seguir adelante?"

En un intento de encontrar alguna respuesta, comenzó a rasgar las primeras capas de sus pensamientos, pero pronto el peso de su propio enojo, su propio desprecio hacia la idea misma de encontrar un propósito cubrió cualquier intento de claridad.

Su respiración se volvió lenta, pero tensa, mientras el recuerdo de las palabras de su padre se hacía más fuerte, apretándole el pecho.

"Es inútil. Por más que lo intente..." Se encontró recordando las horas pasadas entrenando hasta el límite de sus fuerzas, el eco de las órdenes de Endeavor clavado en su memoria como un puñal constante, cada frase recordándole que su único valor residía en su poder. "Ríndete, o usa tu fuego."

"¿Qué me impulsa?" Esa pregunta solo lo llevaba a enfrentarse con su propio vacío. No quería seguir el mismo camino, pero... ¿alguna vez había tenido otra opción? La frustración lo llenaba de una ira que crecía desde lo más profundo de su ser, como una sombra negra que le cerraba el paso.

El desprecio hacia sí mismo se mezclaba con una furia muda hacia su padre, hacia la persona que le había arrebatado cualquier posibilidad de elegir.

—Shoto... —La voz suave de Fuyumi lo hizo salir de su ensimismamiento, sacándolo poco a poco de su oscuro torbellino mental. Ella lo observaba con la misma mirada tranquila de siempre, pero sus ojos tenían un brillo que él no reconocía del todo.

—... Hm, sí —respondió, casi sin querer mirarla.

Fuyumi sonrió un poco y se sentó a su lado, estirando las piernas de manera casual, como si solo quisiera compartir el momento con él sin presiones.

Con la punta de los dedos, comenzó a trazar círculos en el suelo polvoriento del dojo.

—¿Sabes? Hoy, uno de mis estudiantes casi se queda dormido en plena clase de literatura —comentó, dejando que una risa breve rompiera la tensión en el aire—. Fue casi como verte a ti cuando papá nos hacía estudiar juntos... ¿Recuerdas? Tú siempre caías dormido, con esa misma expresión de calma que tienes ahora. Nunca lograbas aprender las fechas de historia.

Shoto no pudo evitar soltar una risa corta, aunque se sintió forzada, casi incómoda en medio de su frustración.

Aquellos recuerdos eran tan lejanos y sencillos, casi difíciles de asociar con la vida que tenía ahora.

—Supongo que no era muy bueno en historia —murmuró, sin demasiada emoción en su tono, pero aun así dejando escapar una sonrisa fugaz.

Fuyumi asintió, sin dejar de trazar círculos en el suelo.

—Sí, pero eso no te hizo menos capaz, ¿sabes? —su voz se volvió más pensativa, como si estuviera hablando tanto para él como para sí misma—. A veces, creo que nos obsesionamos con pensar en lo que podemos hacer y en lo que no podemos hacer. Con lo que deberíamos ser, o con lo que alguien más espera que seamos... cuando en realidad, hay algo más, algo que no depende de nada de eso.

—¿A qué te refieres? —preguntó Shoto, su tono aún distante, aunque su curiosidad comenzaba a asomarse.

—A veces es cuestión de permitirnos ser —dijo ella, en voz baja—. Sea lo que sea, tengamos o no la capacidad. Querer algo, sentir algo... tiene un peso propio, aunque a veces no podamos verlo.

Shoto frunció el ceño, sus pensamientos aún enredados en el rencor y la ira hacia su padre.

Sin embargo, algo en las palabras de Fuyumi comenzaba a atravesar la niebla, a abrir una pequeña rendija por la que se filtraba una extraña sensación de paz, casi imperceptible.

—Entonces, ¿crees que...? —empezó a decir, buscando poner en palabras algo que ni siquiera él entendía.

—Creo que hay más en nosotros que solo lo que podemos hacer o no hacer. Más que lo que nos falta, Shoto. Y tú... puedes decidir ser quien quieras ser, aunque no lo creas ahora. Puedes elegir tu propio camino, aunque no esté claro todavía.

Hubo un silencio profundo entre ellos, mientras Shoto procesaba aquellas palabras.

El torbellino en su interior pareció detenerse, aunque solo fuera por un instante, permitiéndole ver más allá del odio y la frustración.

Fuyumi, aún sentada a su lado, se inclinó ligeramente hacia él, con un gesto que parecía pedirle permiso para compartir su carga.

—Shoto... yo sé que tienes miedo. Y sé que a veces crees que ese odio es todo lo que tienes, que es lo único que te impulsa a seguir adelante. Pero te prometo que hay algo más. Algo que está esperando a que tú mismo lo descubras.

Shoto sintió una punzada en el pecho, una mezcla de tristeza y alivio que no podía explicar.

No estaba acostumbrado a ese tipo de cercanía, a esa calidez que su hermana le ofrecía sin reservas. De alguna manera, ella había logrado cruzar esa distancia que él siempre había mantenido entre ambos, como una barrera invisible que los separaba.

—Pero... ¿y si no soy capaz? —murmuró, más para sí mismo que para ella—. ¿Y si al final... solo soy...?

Antes de que pudiera terminar la frase, Fuyumi se arrodilló frente a él, inclinándose hasta quedar a su altura.

La oscuridad del dojo envolvía su figura, pero él podía sentir la firmeza en su mirada, esa determinación tranquila que ella siempre había tenido, incluso en los momentos más difíciles.

—Shoto... no tienes que ser nada más que tú mismo —dijo en voz baja, con una suavidad que lo atravesó como un rayo de luz en la penumbra—. No tienes que ser como él. Ni como nadie más. Solo sé quién quieras ser. No dejes que el odio, o el miedo, te definan. Porque te prometo que puedes ser más que eso. Mucho más.

Shoto la miró, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que alguien realmente lo entendía, que alguien veía más allá de las paredes que él había levantado alrededor de su corazón.

Fuyumi estaba allí, frente a él, en la penumbra, como un faro en medio de la oscuridad.




—————[Estoy segura de que tu...]—————




La sala de transmisiones estaba en caos, pero Power Loader, con el ceñofruncido y los dedos tensos, logró finalmente restaurar la señal de algunas de las cámaras del laberinto.

La imagen parpadeó un par de veces antes de estabilizarse, mostrando el centro del laberinto en una escena intensa: la Clase A, al completo, enfrentándose a la imponente figura del minotauro metálico, que oscilaba su gigantesco mazo con fuerza brutal.

Desde el otro lado de la pantalla, los profesores observaban la batalla con una mezcla de tensión y fascinación.

A su lado, la Clase B miraba fijamente, algunos con expresión de nerviosismo, otros con emoción, mientras veían a sus compañeros de la Clase A moviéndose en un esfuerzo de equipo que mostraba su fuerza y sincronización.

Vlad King cruzó los brazos, su mandíbula apretada, y un murmullo de asombro recorrió la sala cuando uno de los golpes del minotauro se estrelló contra el suelo, levantando una nube de polvo y destrozando las baldosas a su paso.

Todoroki estaba en el centro del caos, observando el rugido de sus compañeros que se lanzaban al ataque o se defendían de los embates del minotauro, sus habilidades entrelazándose en una sinfonía improvisada de destellos y movimientos ágiles.

Pero, a pesar de estar rodeado de sus compañeros, sentía una distancia emocional, como si en su mente existiera un eco persistente que lo arrastraba a otro tiempo, otro momento.

——————————

[Es curioso... ahora estamos todos aquí, peleando, pero en otro tiempo, no estaba seguro de si alguna vez me sentiría parte de algo así.]

——————————

Recordó el primer día que pisó la U.A, cuando todo lo que llevaba consigo eran la frialdad de su propio propósito y el peso de una expectativa implacable.

Pensaba en sus primeros encuentros con sus compañeros, en cómo los había tratado con una indiferencia calculada. Todo aquello parecía tan distante ahora, como si fuera otra vida, pero esos recuerdos permanecían vivos en su mente, imposibles de borrar.

—¡Midoriya! ¡Rápido, cúbreme! —exclamó Kirishima desde la izquierda, su piel endurecida como roca mientras bloqueaba un golpe del mazo que iba dirigido a Asui.

Izuku se lanzó con rapidez, empleando su poder para cambiar el ángulo del mazo, desviándolo lo suficiente para dar espacio a Kirishima, que gruñó al recibir el impacto, pero se mantuvo firme.

Todoroki observó la fuerza de Kirishima y la determinación de Izuku, y sintió una punzada de gratitud.

——————————

[Ellos siempre se entregan, pase lo que pase. Yo... nunca he tenido esa confianza, ni siquiera en mí mismo.]

——————————

Su mente volvió a vagar, a esos momentos en que dudaba de su propio fuego, cuando lo consideraba un recurso prohibido, un símbolo de todo lo que odiaba.

Pero en USJ, cuando se vio enfrentado a la posibilidad de perder a sus compañeros, lo usó como una necesidad de supervivencia, casi sin darse cuenta. Ahora, en medio de esta lucha, volvía a surgir una pregunta en su interior.

——————————

[¿Qué soy capaz de hacer realmente... y para quién?]

——————————

La Clase A se movía como un engranaje en acción.

Ya no había una figura de liderazgo clara; todos estaban contribuyendo. Sato y Shoji se mantenían al frente, sirviendo de escudos mientras recibían los golpes más fuertes.

Shoji, con su fuerza multifacética, bloqueaba cada intento de ataque al grupo, mientras Sato empleaba su fuerza bruta para desviar los embates que lograban llegar más cerca.

Desde atrás, Momo observaba la situación con ojos calculadores, buscando cualquier brecha en los movimientos del minotauro.

Creó pequeñas bolas de humo que lanzó hacia la criatura, una tras otra, con el objetivo de desorientarla, mientras Iida y Jiro la cubrían, asegurándose de que no fuera sorprendida. Todoroki la miró de reojo, impresionado.

——————————

[Siempre tan estratégica... siempre pensando en todos. Y yo, aquí, sin hacer más que observar.]

——————————

En su mente, una voz insistente lo sacaba de su ensimismamiento.

——————————

[Eres parte de este equipo ahora. No eres solo un espectador en esta lucha. Todos están aquí, peleando por lo mismo...]

——————————

—¡Vamos, Shoto, tenemos que movernos! —gritó Kaminari mientras lanzaba una descarga eléctrica que alcanzó a rozar al minotauro, atrayendo su atención lo suficiente para que Bakugou y Mineta se replegaran rápidamente.

Todoroki asintió, sus pensamientos aún lejos de la realidad.

En un momento, sus ojos se encontraron con los de Fuyumi en su memoria, en aquella noche en el dojo.

Recordó sus palabras sobre la capacidad y el propósito, y sintió el peso de esa promesa sin verbalizar que había hecho consigo mismo.

——————————

[Prometí no ser como él... prometí que encontraría algo más, una razón para estar aquí, aparte de cumplir con una expectativa.]

——————————

Observó el caos que lo rodeaba, el rugir de sus compañeros, el eco de sus propios poderes resonando en la sala.

Kirishima y Asui estaban protegiendo el lado derecho, sus movimientos sincronizados y precisos.

Tokoyami y Dark Shadow aprovechaban la oscuridad en la sala para atacar al minotauro desde los flancos, su precisión y destreza intimidantes. Iida, al ver una apertura, corrió a una velocidad vertiginosa, casi invisible, flanqueando la bestia mientras lanzaba una patada directa hacia la base de su torso, desestabilizándola por un breve instante.

——————————

[Pero fui incapaz de hacerlo... dejé que el odio me dominara. Hice lo mismo que mi padre y lancé una carga hacia Midoriya. Como si no me importara en lo absoluto todo lo que el ha sufrido.]

——————————

Todoroki dejó escapar un suspiro, y en ese instante de calma aparente, sintió un estallido de claridad.

Miró a sus compañeros una vez más, esta vez sin el peso del pasado, sin el juicio de ser insuficiente.

La voz de Fuyumi resonó en su mente, recordándole que la capacidad no era solo una medida de poder o control, sino de voluntad. Y su voluntad estaba aquí, al lado de estos compañeros, luchando a su lado.

——————————

[Olvide lo que Fuyumi me dijo, olvide lo que mi madre me dijo. Ignore por completo todo eso de lo que soy capaz de hacer. Aun cuando Midoriya se esforzó tanto...]

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El tiempo pareció detenerse a su alrededor.

Los ecos de la batalla se desvanecieron, y en medio del caos y el retumbar de los muros, Shoto quedó inmóvil, observando a sus compañeros a través de una especie de cristal entre el presente y el pasado, sintiéndose más ligero de lo que alguna vez creyó posible.

Por primera vez, algo dentro de él se abrió, una brecha en su propio horizonte que había pasado tanto tiempo tratando de bloquear.

Observó a Bakugou, que con explosiones precisas cubría cada flanco, moviéndose con una mezcla de rabia y estrategia que solo él poseía.

No era solo la fuerza, sino la pura determinación de proteger a quienes tenía al lado, de defender algo sin pedir permiso, sin buscar aprobación.

——————————

[Bakugou... siempre tan abrasador y directo. Él nunca duda de su propio poder, nunca piensa en los límites. Para él, cada batalla es una declaración.]

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A su izquierda, vio a Kirishima enfrentarse al minotauro de frente, endureciendo su cuerpo hasta un nivel que cualquiera pensaría imposible, enfrentando cada golpe de la criatura como si fuera el último.

Un sacrificio que hacía sin titubear, porque para él, proteger era su mayor fortaleza, lo que lo hacía sentirse verdaderamente invencible.

——————————

[Kirishima... en su convicción, en su amabilidad... hay algo inquebrantable. Incluso en los momentos en que todos dudan, él sigue adelante sin miedo, siendo un verdadero escudo para quienes ama.]

——————————

Asui se movía como una sombra en torno a la criatura, sus saltos calculados y su precisión creando una danza letal a su alrededor.

La seguridad y el control de sus movimientos reflejaban una claridad de propósito que le hacía pensar que ella, sin pretensiones, simplemente hacía lo que debía hacerse.

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[Ella... sabe quién es. Sabe su lugar, su propósito. No necesita ser otra persona para encontrar su camino. No es como yo, que he buscado ser cualquier cosa, menos quien soy.]

——————————

Los ojos de Todoroki se posaron en Momo, que entre la confusión y el polvo, trataba de idear alguna estrategia para bloquear al minotauro.

Era meticulosa, sin dejar que el miedo entorpeciera su mente brillante, su mirada fija en su equipo, siempre buscando la forma de ayudar a los demás.

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[Yaoyorozu... es increíble en cada paso que da. Nunca le tiembla la voluntad. Y yo... ¿Cuándo fue la última vez que me sentí así de seguro en lo que hago?]

——————————

Vio a Jiro, atenta y precisa, observando cada detalle con los auriculares en alto, lista para detectar el más mínimo cambio en el entorno, cuidando las espaldas de sus compañeros, recordándole lo necesario de cada pieza en una misión.

Aoyama, aún con sus propias dudas, lanzaba rayos de luz que permitían distracciones cruciales.

Toru y Shoji, coordinando movimientos para proteger el grupo desde las sombras, mientras Iida tomaba la delantera con su velocidad incomparable, uniendo a todos en un ritmo que casi parecía ensayado.

——————————

[Cada uno de ellos tiene algo único. Algo que yo nunca he tenido... o que nunca me permití tener.]

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Miro hacia todos los demás.

Sus ojos llegaron a Tenko.

Alguien fuerte y confiable, tonto y divertido. Quizás en su extremo, bufón. Pero Todoroki veía algo mas que nadie podía percibir de Tenko.

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[Su corazón solo tiembla de alegría. No esconde lo que siente, vibra de una forma alegre y siempre parece estar jugando pero, en los momentos mas cruciales... Huh, ¿Por eso es el presidente de la clase no?]

——————————

Entonces, sus ojos se posaron en Izuku.

Izuku estaba al frente, miraba hacia el minotauro con una valentía casi serena, una intensidad que Shoto apenas podía entender.

Era un hombre que llevaba una carga en sus hombros sin dudar, sin miedo de lo que podría significar fracasar.

Y en esa visión, en esa imagen de Izuku luchando, sintió que algo en su pecho se desmoronaba, pero no de la manera usual.

Fue algo más profundo, algo como un muro cayendo dentro de su propio ser, dejando ver aquello que había mantenido enterrado todo ese tiempo.

Miró la espalda de Izuku, una espalda que había cargado tantas cosas, tantas heridas y expectativas.

Vio cómo cada movimiento de él parecía conectar con el de todos, y cada vez más algo comenzó a hacerse claro en su mente: Izuku nunca había peleado por ser el mejor, o el más fuerte.

No luchaba para imponer algo a los demás. Luchaba por algo que trascendía cualquier objetivo personal. Y en esa lucha... lo había incluido a él también.

——————————

[¿Qué soy capaz de hacer? ¿Para qué estoy realmente aquí?]

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Se preguntó, pero esta vez las preguntas no parecían hundirse en el eco del pasado. Al contrario, en este instante, se sentían más livianas, más posibles.

En medio de esa escena, mientras sus compañeros peleaban, Todoroki sintió que la oscuridad de sus dudas y el peso del odio se diluían, como una niebla desapareciendo en el aire.

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[Yo también... puedo elegir.]

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En ese instante, Todoroki vio cómo la batalla de sus compañeros dejaba de ser solo una pelea.

Era un reflejo de todo lo que habían aprendido y de todo lo que querían proteger.

Su pecho latía con fuerza, y por primera vez en mucho tiempo, no se sintió solo ni encerrado en el reflejo de su propio odio.

Estaba aquí, en esta batalla, con ellos, compartiendo algo que finalmente podía entender.

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[El poder... la capacidad... la voluntad. Todo está en decidir para qué lucho.]

——————————

Shoto miro hacia el frente y la imagen de su padre y Touya se dividió dejando ver a su madre y hermana quienes tomaban la mano de un pequeño niño que sonreía felizmente. Delante de aquel niño, mas allá de cualquier otro en esa luz tan extensa, estaba él.

Otro niño con las manos heridas.

Midoriya Izuku le estaba extendiendo una mano y Shoto recordó finalmente las palabras finales de su hermana las cuales se unieron a unisonó con las de su madre y las de Izuku.











——————————

[¡Tú puedes hacerlo!]

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Shoto sonrío riendo como un niño.




—————[Creo que...]—————







*¡ZOOOOONK!*

En medio de la batalla, Izuku giró en el acto, su sensor de peligro alertándolo de algo detrás de él.

Al voltear, sus ojos se abrieron al ver cómo un cúmulo masivo de hielo envolvía la mitad del imponente minotauro metálico, helando incluso el suelo alrededor de sus patas de acero.

Toda la Clase A giró hacia Todoroki, quien estaba a varios metros de ellos, con el rostro bajo, su expresión oculta bajo una sombra.

Izuku sintió que algo en su pecho se inflaba, un calor extraño que reconocía como emoción y sorpresa.

—Todoroki... —murmuró, sin poder evitar que una pequeña sonrisa asomara en sus labios al notar un detalle sorprendente:

Todoroki estaba sonriendo.

—¿Qué... qué demonios? ¿Todoroki está sonriendo? —exclamó Tenko junto a él, casi tan horrorizado como si fuera el minotauro quien se hubiese congelado de la sorpresa.

La figura de Todoroki empezó a irradiar un calor tan intenso que incluso desde esa distancia, Izuku podía sentir el aire distorsionarse a su alrededor. "Él... él está decidido," pensó, con el corazón latiendo a mil por hora. Un fuego brillaba en los ojos de Todoroki mientras alzaba la cabeza, y cuando su mirada se encontró con la de Izuku, fue como si una brecha se abriera entre ambos, conectándolos en un impulso compartido.

—¡Todos, aléjense! ¡Aléjense de Todoroki y del minotauro, lo más lejos que puedan! —gritó Izuku a pleno pulmón, alarmado, y su aviso no pasó desapercibido para nadie. Uno tras otro comenzó a mirar alrededor, dudosos pero preocupados, y los primeros en moverse hacia los costados fueron Sero y Uraraka.

—¿Lo escucharon? ¿Por qué estamos aquí parados todavía? ¡Corraaan! —gritó Sero mientras jalaba a Toru.

—¿Eh? Pero si siempre estamos en el centro del caos. ¿Qué podría pasar ahora? —comentó Mineta, algo incrédulo pero retrocediendo junto a todos de todas maneras.

—¿Acaso no sienten eso? ¿Cómo si el aire estuviera burbujeando? —se quejó Kaminari, mirando a su alrededor mientras intentaba sujetar el cabello de Mina que volaba debido al calor creciente.

—Oh, ¡esto no me gusta nada! ¿Cuántos grados aumentaron? ¡Quiero salir de aquí antes de convertirme en chicharrón! —gimió Aoyama, apretando su cinturón mientras hacía brillar su cinturón con nerviosismo.

Del otro lado de los escombros, en la sala de transmisión, Snipe levantó la cabeza, aun sacudiéndose el polvo y el aturdimiento después de haber recibido un mazazo al comienzo.

Asomó apenas lo suficiente para ver a Todoroki en medio de esa intensa aura de calor.

—¿Qué demonios está tramando ahora ese chico? —balbuceó, confundido al ver cómo el joven de hielo y fuego irradiaba una energía tan intensa que parecía empezar a deformar el aire a su alrededor.

En la cabina de monitoreo, Power Loader se dejó caer de espaldas en su silla, con el rostro cubierto de incredulidad.

En el monitor de la derecha, la temperatura en la gran sala mostraba un ascenso alarmante, tanto que apenas podía distinguir las imágenes debido a la distorsión térmica en las cámaras.

—No... ¡No otra vez! ¡Me va a desmantelar el sistema de temperatura de la instalación! —exclamó con horror.

Mientras tanto, de vuelta en el laberinto, el minotauro comenzó a retorcerse, logrando romper el hielo en sus brazos con un rugido que resonó en toda la sala.

Izuku observó cómo el monstruo parecía enfurecido, con su objetivo fijo únicamente en Todoroki.

Un pensamiento claro, inmediato, se apoderó de él. "No va a lograrlo... si es ese ataque, le tomará tiempo cargarlo. Tengo que... detener al minotauro."

La criatura alzó su gran brazo en el aire, la sombra de su masivo cuerpo cubriendo a Todoroki, quien parecía estar concentrado, ignorando la amenaza que avanzaba en su dirección.

Izuku se lanzó hacia adelante, su mente acelerándose mientras trataba de calcular el ángulo.

—¡No lo tocarás! —exclamo, y en un acto instintivo, un poder oscuro se activó a través de su cuerpo.

Como si su voluntad hubiera invocado algo profundo, la habilidad de Látigo Negro surgió de sus brazos, extendiéndose como raíces de energía oscura, que en cuestión de segundos atraparon una de las piernas del minotauro, envolviéndolo y anclándolo al suelo.

Los tentáculos de energía se expandieron en torno a la pierna metálica de la criatura, inmovilizándola por unos instantes.

Los ojos de Izuku brillaron con determinación mientras sus pies se hundían en el suelo, soportando el peso de la criatura que intentaba liberarse.

—¿Pero qué...? —exclamó Momo, observando la escena con incredulidad mientras el resto de la Clase A miraba la habilidad de Izuku sin poder creerlo―. Otra vez esas cosas...

—¿Alguien quiere explicarme... qué clase de superpoder oscuro es ese? —susurró Kaminari, observando a Izuku.

—Esto... es como de una película. ¡¿Desde cuándo tiene Izuku una habilidad así?! —exclamó Mineta, sin poder despegar los ojos de los látigos oscuros.

—Midoriya... —murmuró Todoroki, con una leve sonrisa asomando en sus labios.

"Siempre estás buscando proteger a todos," pensó, viendo cómo el esfuerzo de Izuku le daba el tiempo que necesitaba para su ataque.

Mientras tanto, el minotauro gruñía con furia, golpeando el suelo en un intento de liberarse de los látigos oscuros de Izuku.

Tenía la vista fija en Todoroki, intentando arrastrarse hacia él. Pero Izuku, aún con el esfuerzo que le suponía contenerlo, no cedía, manteniendo su postura firme mientras sus compañeros observaban la escena con asombro y tensión.

—No vas a tocarlo... ¡No te dejaré! —gritó Izuku, clavando los talones en el suelo con más fuerza, su voz resonando por toda la sala.

Izuku sintió cómo el dolor comenzaba a invadir cada fibra de su cuerpo.

Sus brazos temblaban mientras los látigos oscuros se debilitaban, volviéndose cada vez más finos y traslúcidos.

La voz de Banjo retumbaba en su mente, susurrando con una insistencia feroz.

¡NO!

Las palabras de Banjo eran graves, casi una advertencia, pero Izuku no podía detenerse.

Los látigos negros de energía oscilaban, y con cada segundo que pasaba, era como si su alma misma estuviera siendo desgarrada.

Kirishima, mirando a su amigo, murmuró con preocupación.

—No... No va a aguantar.

—Izuku... —dijo Ochaco, llevando una mano a su pecho.

Sero y Mineta se miraban, temblando al ver cómo Izuku daba lo mejor de sí, mientras Momo intentaba pensar en una estrategia para ayudarlo, aunque el peso de la situación parecía demasiado abrumador.

Snipe, desde los escombros, observaba con los ojos muy abiertos.

Miró a su alrededor, notando a los estudiantes alejándose del epicentro, y luego su mirada se posó en la espalda de Todoroki.

Sus ropas chisporroteaban, pequeñas lenguas de fuego brotaban de su traje. Y en el instante en que el calor lo envolvió como una ola abrasadora, Snipe, asustado y resignado a la vez, murmuró para sí mismo:

—No... —Dejó caer los hombros, como si ya supiera lo que iba a pasar—. No... ¡No, e-espera!

En ese preciso momento, cuando los látigos negros de Izuku estaban a punto de romperse, sintió algo cálido y firme junto a él.

Una mano.

—Yo te ayudo. —La voz de Tenko era serena pero determinada.

Izuku, desconcertado, sintió cómo la presencia de Banjo se disipaba de su mente en un instante.

Su corazón, que latía desenfrenado, comenzó a estabilizarse, como si algo lo estuviera anclando de vuelta a la realidad. El poder del One For All en su interior se entrelazó con la energía de Tenko, conectando sus espíritus en una sincronía inesperada.

En un destello interno, ambos se hallaron frente a los portadores, quienes los miraban con ojos feroces, como si estuvieran allí para enfrentarlos.

De regreso a la realidad, el minotauro emitió un rugido ensordecedor, pero los látigos negros cobraron fuerza, envolviendo su cuerpo de acero y limitando su movimiento. Izuku miró a su lado y encontró los ojos decididos de Tenko.

—Te tengo, amigo, —dijo Tenko, sonriendo.

Ambos, al unísono, gritaron con toda su fuerza, y en un estallido de energía, los relámpagos verdes de Izuku y las aureolas moradas de Tenko se fundieron, tirando del minotauro hacia atrás, sometiéndolo con una fuerza que resonaba en toda la sala.

Mientras tanto, en medio de esa atmósfera electrizante, Todoroki se quedó quieto, observando la escena ante él.

Era como si el tiempo mismo se hubiera detenido para darle ese instante de reflexión.

Los recuerdos se arremolinaban en su mente, un torbellino de momentos que lo habían llevado hasta aquí.

Pensó en su vida, en todo lo que había soportado.

Su padre, el entrenamiento, las heridas, las veces que había querido detenerse y las veces que, sin entender por qué, decidió continuar.

Los primeros días en la U.A., el USJ... el fuego que había usado por necesidad más que por convicción.





INTRODUCIR: I THINK I CAN - PILLOWS






——————————

[¿De qué está hecho el verdadero poder? se preguntó, sintiendo que algo dentro de él había empezado a cambiar.

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Frente a él, en su mente, visualizó la figura de su padre, esa llama que tanto lo había perseguido y atormentado.

Pero esta vez, Todoroki sonrió, una sonrisa ligera, despreocupada, y dio un paso al frente, dejando que el fuego fluyera de su propia voluntad.






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[Esto es mío, Esta llama... es mía, no tuya.]

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Snipe observaba con el rostro pálido mientras el fuego comenzaba a rodear a Todoroki, formando una gran llamarada que crecía más y más.

—¡No...! ¡No, no! —exclamó, poniéndose de pie con horror cómico, intentando alzar una mano en vano.

En la sala de transmisión, el asombro era palpable.

Cada profesor y cada estudiante de la Clase B miraba las pantallas con los ojos desorbitados, observando el espectáculo de fuego y poder que se desplegaba ante ellos.

—¿Es real esto? —susurró una estudiante de la Ibara, apretando la mano de su compañero sin despegar la mirada de la pantalla.

Nezu y los profesores miraban desde la cabina, pegados a las pantallas, mejillas con mejillas, mientras Power Loader corría de un lado al otro, en estado de absoluto pánico.

—¡No otra vez, no otra vez! ¡Mi pobre laberinto! —gritaba, mientras el calor en las cámaras parecía aumentar peligrosamente.

En el bosque sobre el laberinto, Mei Hatsume corría con una pantalla en la mano, riéndose emocionada

—¡Sigue resistiendo, belleza mía! ¡No pensé que aguantarías tanto!

Alrededor de la U.A., otros estudiantes y profesores comenzaron a notar un temblor.

Todos alzaron la vista, observando con incredulidad cómo un resplandor se encendía en el área trasera de la escuela.

Algunos se acercaron a las ventanas, con sus rostros reflejando la curiosidad y asombro.

De regreso en el laberinto, Todoroki alzó la vista, mirando al minotauro con una expresión de determinación que iluminaba sus ojos con un brillo incandescente.

Detrás de él, su propia llama brillaba con una intensidad feroz, y cada chispa era como un eco de su propio deseo.

Dio un paso más, dejando atrás esa sombra de su padre y abrazando una llama más potente, una llama propia, sin ninguna sombra que la ensombreciera.

Snipe gritó, y al unísono, Izuku y Tenko tiraron con todas sus fuerzas, reforzados por la energía verde y púrpura que destellaba con una intensidad única, inmovilizando al minotauro.

La Clase A los animaba, cada uno gritando palabras de aliento hacia Todoroki, sus voces resonando en la gran sala, mientras los espectadores en la sala de transmisión observaban, más cerca que nunca de la pantalla, sus corazones latiendo al unísono con el espectáculo que tenían ante sus ojos.




[¡PUEDES HACERLO TODOROKI!]





Desde el principio, Todoroki había crecido rodeado de llamas; no las suyas, sino las de su padre, que parecían consumir todo a su paso.

El recuerdo de esas primeras luces, un fulgor que no podía comprender cuando era apenas un niño, le había dejado cicatrices más profundas que el fuego mismo.

Desde bebé, había aprendido a distinguir el calor sofocante del orgullo de Endeavor, que lo rodeaba sin compasión, cargado de expectativas.

Cada entrenamiento, cada instrucción rígida, cada mirada severa habían sido una carga; le recordaban lo que debía ser, y le negaban lo que podría llegar a ser.

Pero Todoroki había seguido creciendo, cada vez más consciente de que ese poder no era suyo, sino un peso que se le había impuesto.

Su mirada, en esos días, se dirigía siempre hacia abajo, temeroso de encontrarse a sí mismo.

Cuando entró en la U.A., su vida parecía haber sido definida: un guerrero destinado a heredar el puesto de su padre, a cumplir una promesa que nunca había hecho.

Sin embargo, en el fondo, un pequeño destello permanecía, algo que no lograba apagar ni el peso de su entrenamiento ni las sombras de su pasado.

Ese brillo, una chispa solitaria que había llevado toda su vida dentro de él, comenzó a cobrar vida en el momento en que sus propios compañeros comenzaron a mirarlo no como la sombra de Endeavor, sino como Shoto Todoroki.

En el USJ, había recurrido al fuego para sobrevivir, una decisión que había surgido de una necesidad, no de una obligación. Y en ese instante, aunque sólo fue un destello, el fuego había sido suyo.

"Yo... puedo," murmuró, mientras su fuego comenzaba a rodearlo, no como una sombra pesada, sino como una extensión de su voluntad.

Observó a sus compañeros, a Izuku que lo miraba con intensidad, a Tenko que sostenía el minotauro junto a él, y a todos sus amigos, que estaban ahí por sí mismos, luchando con su propia fuerza.

Por primera vez, Shoto veía lo que era luchar sin que el peso de su linaje lo aplastara.











——————————

[Creo que puedo...]

——————————









La llama a su alrededor creció, girando en espirales de un rojo y naranja intensos, un espectáculo de luz que envolvía sus pensamientos en una paz que nunca había sentido.

Cada chispa era un latido, y cada latido decía lo mismo: Tú puedes.

"Creo que puedo," susurró una vez más, cada vez con más fuerza, hasta que el murmullo se convirtió en un grito que resonó en su propio corazón, en un eco que parecía liberarlo de una vez y para siempre.

—¡YO PUEDO HACERLO!

El grito estalló en el aire, y con él, Todoroki desató una columna de fuego que lo rodeó por completo, incandescente y liberadora.

La explosión de calor fue tan intensa que Snipe salió volando por los aires, su grito de sorpresa y terror apenas se escuchó entre el rugido del fuego.

La Clase A también fue lanzada hacia atrás por la fuerza de la llamarada. Izuku, viendo el momento en que el fuego se desató, soltó al minotauro de inmediato, tirándose hacia Tenko para cubrirlo mientras ambos rodaban por el suelo, esquivando el estallido.

En la sala de transmisiones, Power Loader gritaba una y otra vez.

—¡NO, NO, NO, NO!

La llamarada ascendió, un pilar de fuego tan alto que rasgó el techo del laberinto y se extendió hasta el cielo, iluminando todo el bosque en la superficie.

En medio del bosque, Mei Hatsume fue sorprendida cuando una onda expansiva la alcanzó, empujándola por la espalda y lanzándola por los aires.

A pesar de todo, no dejaba de reír, emocionada por el espectáculo, mientras rodaba entre las ramas y el follaje.

Dentro de la U.A., todos sintieron el temblor.

Los alumnos que estaban en los pasillos se detuvieron, y algunos se asomaron por las ventanas, observando el resplandor que surgía desde el bosque.

Docenas de cabezas se asomaron, sus ojos fijos en el pilar de fuego que iluminaba el cielo.

Los pasillos del laberinto comenzaron a desmoronarse; paredes enteras se colapsaron mientras el fuego de Todoroki pasaba a través de cada grieta, arrasando con todo.

Las sombras y las estructuras temblaban bajo el poder del fuego, que retumbaba como un eco interminable.

Desde la sala de transmisión, la Clase B observaba con incredulidad y asombro el espectáculo, sus bocas abiertas en un grito mudo.

Los profesores estaban fuera de sus asientos, inmóviles, incapaces de apartar la mirada de la pantalla mientras la figura de Todoroki emergía en el centro de aquella tormenta de fuego.

Cada pasillo, cada rincón del laberinto se iluminó con un resplandor ardiente que lo consumía todo, mientras el pilar de fuego ascendía hacia el cielo, un testamento de la libertad recién hallada de Todoroki.

El fuego se alzaba, rugiendo con fuerza propia, llenando el cielo con una intensidad que, más allá de destruir, creaba.

Muy, muy lejos de ahí, una joven mujer que sostenía su propio pecho miraba a través de la ventana del hospital el sol del medio día mientras que otra joven mujer que sostenía la pierna lastimada de un pequeño niño miraba hacia la lejana.

Y un hombre lleno de convicción que tenia a un villano bajo sus pies solo se limito a sacudir su mirada hacia un lado.

Todo en el mismo momento que la llama de la liberación habia alcanzado su punto mas alto.

La emancipación de Todoroki Shoto.







[...]





INTRODUCIR: THE CHAIN - Fleetwood Mac

Desde el patio de la U.A., una multitud de alumnos y profesores observaba en silencio. Todos los ojos estaban clavados en el oscuro borde del bosque, donde las llamas y la bruma aún se alzaban como el telón de un escenario de batalla.

La destrucción reciente aún era palpable, las sombras de los árboles quemados formaban figuras extrañas y amenazantes, y una sensación de expectativa electrificaba el ambiente.

Los murmullos eran incesantes.

—¿Alguien sabe si están bien? —preguntó un estudiante de segundo año, con la voz temblorosa y los ojos fijos en el humo.

—Si alguien puede salir de ahí... seguro es la Clase A —respondió otro, mordiéndose el labio.

En medio de todos, Power Loader continuaba regañando a Mei Hatsume con fervor.

—¡¡No acataste ningún de mis ordenes!! ¡Te pasaste por diez kilómetros!

Mei, sin embargo, solo sonreía y asentía, totalmente despreocupada, como si le estuvieran felicitando.

Mientras tanto, Nezu mantenía su postura serena, sus ojos de ratón fijos en el humo. Entre la multitud de estudiantes y profesores, su calma parecía una pequeña isla en un océano de expectativas.

A su lado, los tres grandes intercambiaban miradas y comentarios entre susurros.

—Entonces... ¿esto es lo que hace la Clase A en un día normal de entrenamiento? —preguntó Nejire, mirando el humo con ojos enormes.

Mirio se rascó la cabeza, riendo.

—Parece que van en serio cada vez. Creo que este es su nivel de locura promedio.

Mientras los segundos pasaban, el suspenso se intensificaba, y las preguntas comenzaban a hacerse más y más urgentes.

¿Dónde estaba la Clase A? ¿Se encontraban bien? ¿Lograrían salir después de aquella devastación? Pero justo en ese momento, Nezu entrecerró los ojos y dio un paso adelante, como si hubiera notado algo.

—Miren... —murmuró, señalando hacia el borde de las llamas.

Todos los presentes contuvieron el aliento y miraron hacia el mismo punto.

Entre el humo oscuro y las llamas, aparecieron sombras. Una, luego dos, y finalmente una hilera entera de figuras avanzaba hacia ellos, cruzando la bruma como soldados regresando de una misión épica.

—¡Son ellos! —exclamó alguien desde el fondo.

Las sombras se hicieron más claras, y finalmente, la Clase A emergió de la bruma.

A la cabeza del grupo, Tenko Shimura avanzaba con una expresión tranquila y confiada, el sombrero de Snipe encajado en su cabeza y un palillo de madera que mordía entre los dientes.

Caminaba con un aire desafiante, como si no hubiera otra preocupación en el mundo, y detrás de él, el resto de la Clase A le seguía en una formación precisa y perfectamente sincronizada.

Todos estaban cubiertos de hollín y con los trajes destrozados, pero sus miradas eran tan firmes como las de héroes consagrados.

Y, en los brazos de Izuku, Snipe-sensei yacía desmayado, flácido como un muñeco, mientras Izuku lo llevaba con una expresión solemne, como si estuviera en una especie de procesión honorable.

—¡Miren! ¡Izuku tiene a Snipe-sensei! —gritó otro alumno, y las risas comenzaron a escaparse entre los estudiantes.

Detrás de Tenko, Bakugo caminaba con una mueca feroz, sus manos aún chisporroteando con pequeñas explosiones que dejaban una ligera estela a su paso.

Caminaba tan rígido como desafiante, cada paso golpeando el suelo como si quisiera que todos notaran que no estaba impresionado en lo más mínimo, y, sin embargo, era imposible no verlo como el guerrero implacable que había demostrado ser.

Kirishima, en contraste, mostraba una enorme sonrisa y lanzaba pulgares arriba a sus compañeros, sus manos endurecidas, brillando como escudos de hierro bajo los restos de polvo y ceniza.

Caminaba junto a Bakugo como si fuera el mejor día de su vida, saludando a la multitud con gestos de victoria.

A un lado, Mineta tropezaba un poco, con el parche improvisado en su cabeza y el brazo en alto en una pose exageradamente dramática, manteniendo una expresión de esfuerzo heroico que era imposible no notar.

Cada tanto lanzaba miradas hacia las chicas, intentando mantener una actitud digna pero fallando miserablemente, provocando algunas risas a su alrededor.

Sero y Kaminari caminaban hombro con hombro, con una actitud relajada, como si acabaran de salir de una película de acción en lugar de un campo de entrenamiento destruido.

Sero llevaba una rama rota en la boca, fingiendo que era un cigarro, mientras que Kaminari hacía gestos exagerados de victoria, dándole puños al aire.

Jiro, a pesar de intentar ocultarlo, sonreía ligeramente mientras caminaba junto a Momo.

Esta última había improvisado un pañuelo con los restos de su uniforme y lo llevaba al cuello como si fuera una bandana, añadiéndole un aire de determinación rústica que resaltaba su mirada decidida.

Y justo cuando el último de ellos cruzó el umbral del bosque, la multitud estalló en vítores.

—¡Clase A! ¡Clase A! ¡Clase A! —gritaban todos a coro, aplaudiendo y levantando los puños.

La clase A avanzaba entre los aplausos, y no pudo evitar sonreírse, cada uno a su estilo, recibiendo la ovación como héroes, aunque claramente intentaban mantener una expresión estoica.

—¡Miren sus caras! —susurró Mirio, casi sin poder contener la risa—. Parecen un maldito grupo de vaqueros.

Desde un poco más atrás, Tamaki, con una expresión confundida, levantó una ceja, sin entender del todo el comentario.

Nezu, al frente, mantuvo su expresión de serenidad, observando con un brillo en sus ojos mientras el grupo completo se detenía en la explanada.

Entonces, sin previo aviso, Tenko, aún mascando el palillo, se detuvo y miró a sus compañeros.

Izuku, respirando aún con algo de esfuerzo, alzó su voz hacia la multitud, sonriendo y diciendo:

—¡Nada de qué preocuparse, todos! ¡Snipe-sensei también está bien! —y levantó un poco más al desmayado profesor, que ni siquiera se inmutó.

—¿Qué les parece? —dijo Mirio, con una gran sonrisa—. ¡¿No se ven épicos?! —y la risa contagiosa no tardó en propagarse.

Mientras tanto, en las ventanas del segundo y tercer piso, otros estudiantes sacaban sus celulares y tomaban fotos, grabando cada instante de esta extraña y épica escena.

La imagen de la Clase A, cubierta en polvo, hollín y cortes en sus trajes, portando miradas de victoria y manteniendo el paso, quedaría grabada en la mente de todos los presentes.

A pesar de sus excentricidades, los alumnos más temerarios y temidos de toda la U.A. habían dejado una impresión innegable: una clase capaz de sobrevivir el caos... y aún salir sonriendo.

Izuku sonrió mientras que a su lado, Todoroki estaba con una sonrisa tranquila. Ambos se miraron un segundo y no pudieron evitar reír.

Una risa de dos... amigos.




















...

Finalmente el "Mini" arco termina. Hubo muchas cosas que me hubieran gustado tocar pero siento que alargaría el volumen y creo que estamos algo justos con eso. Además, prefiero ir tocando de poco en poco a otros personajes. Logramos profundizar con Momo, y creo que logre dar un nuevo enfoque al trauma de Todoroki por que, para quienes no lo han notado. El tema de la infernal familia Todoroki se mantendrá algo apegada al canon pero con detalles diferentes que harán el desenlace diferente.

Como sea, espero que a todos les haya gustado este viaje y como dije, de aquí hasta el final.

El siguiente "Mini" Arco, que espero que ahora si sea "Mini" lo voy a disfrutar como no tienen una idea. Y después... el arco final del volumen.

¡AMERICA!

Cada vez mas cerca. Gracias a todos por leer.

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