103.HOKKAIDO DREAMLAND.
El baño estaba en completo silencio, salvo por el eco de una gota que caía de vez en cuando en el lavabo.
Hanna observó a Uraraka desde la puerta, manteniendo su habitual expresión calmada, aunque la escena frente a ella le resultaba inusual.
Uraraka estaba inclinada sobre el lavabo, con la respiración entrecortada y un rastro de sangre en la comisura de sus labios.
Hanna entrecerró los ojos, pero su tono al hablar permaneció sereno.
—¿Te encuentras bien? —preguntó sin moverse de su lugar, su voz apenas un murmullo.
Uraraka se giró rápidamente, colocando una mano sobre el lavabo como si buscara apoyo. En su rostro apareció una sonrisa que parecía demasiado amplia para ser genuina.
—¡Ah, claro! Todo bien. Solo... me mareé un poco.
Hanna inclinó ligeramente la cabeza, sin dejar de mirarla.
—Estás sangrando.
—¿Sangrando? —Uraraka llevó la mano a su boca, frotándola con torpeza—. ¡Ah, esto! No es nada. Creo que me mordí sin querer... ya sabes, cosas que pasan.
Hanna permaneció en silencio por unos segundos, observándola con cuidado. Uraraka se movió ligeramente, como si estuviera incómoda con la quietud de su interlocutora.
—Te veías... alterada —continuó Hanna finalmente—. Por eso te seguí.
Uraraka se rió nerviosamente, un sonido demasiado ligero para la tensión del ambiente.
—¿Alterada? ¡No, para nada! Solo necesitaba un momento a solas, eso es todo.
Hanna dejó caer la mirada hacia las manos de Uraraka, que estaban tensas a sus costados, como si escondieran algo. No hizo ningún comentario al respecto, pero tampoco apartó su atención de ese detalle.
—¿Qué estás escondiendo? —preguntó después de unos segundos, con una neutralidad desconcertante.
Uraraka se tensó de inmediato, pero trató de suavizar su expresión con una sonrisa.
—¿Escondiendo? Nada en absoluto.
Hanna ladeó la cabeza, dando un paso más hacia el interior del baño.
—No me parece.
Uraraka retrocedió un poco, apoyándose más contra el lavabo.
—En serio, no es nada. Solo... me siento un poco mareada, ya sabes. Quizás necesito algo de agua.
Hanna no respondió de inmediato. Sus ojos se enfocaron en los movimientos nerviosos de Uraraka, quien parecía estar evitando su mirada a toda costa.
—Si te sientes mal, deberías decírselo a alguien.
—Estoy bien. Te lo prometo.
La indiferencia de Hanna al hablar contrastaba con la incomodidad creciente de Uraraka, quien intentaba mantener una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—No lo parece —replicó Hanna con tranquilidad, cruzándose de brazos mientras permanecía en el umbral de la puerta.
Uraraka parecía buscar desesperadamente una forma de salir del incómodo interrogatorio.
—Es solo un mal rato, nada de qué preocuparse. No quería alarmar a nadie.
Hanna inclinó la cabeza ligeramente, como si analizara cada palabra con detenimiento.
—Entonces, ¿qué haces aquí, sola?
—Ya te lo dije, necesitaba un momento.
La neutralidad de Hanna parecía poner más nerviosa a Uraraka que cualquier otra reacción.
Ella miró de reojo hacia la puerta, calculando la posibilidad de escapar, pero la postura relajada de Hanna no dejaba de ser imponente, bloqueando la salida.
—Si estás escondiendo algo, no me importa —añadió Hanna, como si leyera su mente—. Pero no me gusta la gente que miente. Es raro.
Uraraka abrió la boca para responder, pero cerró los labios inmediatamente, apretándolos con fuerza.
Uraraka levantó la cabeza al escuchar las palabras de Hanna, deteniéndose por un momento en su intento de limpiarse la cara con el dorso de la mano.
—¿Eso crees? —dijo con un tono a la defensiva, arrugando ligeramente el ceño—. A mí me parece que la rara aquí eres tú.
Hanna ladeó la cabeza, observándola con calma, pero esta vez había un destello peculiar en su mirada.
—¿La rara? —repitió, su voz sin ninguna pizca de molestia.
—Sí. Dices que no te gustan los mentirosos, pero... —hizo un gesto vago con la mano—. ¿Esa es tu verdadera cara? Porque pareces otra cuando estás con Izuku.
Hanna no respondió de inmediato. En cambio, dejó escapar una leve risa, casi inaudible, antes de esbozar una pequeña sonrisa.
—¿Mi verdadera cara? —repitió con un matiz burlón—. Solo unas pocas personas tienen el privilegio de verla. Izuku es una de ellas.
Uraraka parpadeó, sorprendida por la respuesta directa.
—¿Privilegio? —preguntó con incredulidad, arrastrando la palabra como si fuera difícil de tragar.
—Así es —respondió Hanna con serenidad, pero ahora había un toque más humano en su expresión, algo cálido y real que no había mostrado antes. Dio un paso hacia Uraraka, quien automáticamente retrocedió un poco—. Pero no te preocupes por mi actuación. Estoy acostumbrada.
Uraraka frunció el ceño, sintiéndose acorralada no por el espacio, sino por las palabras de Hanna.
—¿Actuación?
Hanna asintió con una calma desconcertante.
—Quizás yo no sea la única que actúa, ¿no crees? Todo el camino has estado tensa, Uraraka Ochako.
El uso de su nombre completo hizo que Uraraka se tensara aún más. Su boca se abrió ligeramente, pero no encontró palabras inmediatas para responder.
—No sé de qué hablas... —murmuró, desviando la mirada mientras frotaba nerviosamente sus manos entre sí—. Simplemente no me siento bien.
Hanna inclinó la cabeza, observándola con cuidado, como si estuviera analizando cada palabra, cada gesto.
—Eso no lo niega —dijo con suavidad, aunque su mirada seguía siendo penetrante—. Pero tampoco lo explica.
Uraraka apretó los labios, su expresión una mezcla de molestia y confusión.
—Eres demasiado directa.
—¿Es eso un problema?
—Es... molesto.
—¿Por qué? —preguntó Hanna sin titubear, dando un paso más hacia ella.
Uraraka levantó la vista, tratando de sostener la mirada de Hanna, pero algo en esos ojos tranquilos y calculadores la hacía sentirse descubierta.
—Porque siento que intentas meterte donde no te llaman.
Hanna esbozó otra pequeña sonrisa, esta vez con un toque de desafío.
—Quizás —dijo, inclinándose ligeramente hacia ella—. Pero alguien que no tiene nada que esconder no debería sentirse incómodo con una pregunta.
—¡No estoy incómoda! —replicó Uraraka, su voz subiendo ligeramente de volumen antes de que se corrigiera, bajando el tono apresuradamente—. No es eso...
Hanna no respondió, pero su expresión sugería que no se creía nada de lo que acababa de escuchar.
—Deberíamos volver... —murmuró Uraraka después de un incómodo silencio, mirando hacia la puerta con cierta urgencia.
—Cuando quieras —respondió Hanna con tranquilidad, pero no se movió del lugar.
Mientras Uraraka daba un paso hacia la salida, Hanna añadió en voz baja:
—Espero que no sea nada grave lo que estés ocultando. Sería... problemático.
Uraraka se detuvo un instante, pero no se giró.
—No oculto nada —dijo, casi en un susurro, antes de salir del baño.
Hanna permaneció en el lugar por unos segundos más, observando la puerta cerrarse lentamente tras Uraraka.
Sus ojos se entrecerraron, y sus pensamientos se quedaron en silencio, pero una ligera tensión en su postura sugería que algo no cuadraba.
En una esquina menos concurrida de la calle, Jirou y Todoroki permanecían ocultos detrás de un poste de luz, vigilando discretamente los movimientos de Momo, quien todavía estaba sentada en la banca frente a la tienda de regalos.
A pocos metros de ellos, Mina, Toru y Aoyama compartían una banca, aparentemente relajados, pero también echando miradas furtivas hacia el mismo punto.
—¿Cuánto tiempo más vamos a quedarnos aquí? —preguntó Jirou, con los brazos cruzados y una expresión claramente molesta.
Su mirada se desvió rápidamente hacia Mina, quien estaba sentada de manera despreocupada, con las piernas cruzadas y una sonrisa divertida.
—¡El tiempo que sea necesario, por supuesto! —respondió Mina con entusiasmo, agitando una mano en el aire—. Además, es divertido, ¿no crees? ¡Como una misión encubierta!
—¿Misiones encubiertas normalmente implican estar en una banca a la vista de todos? —interrumpió Jirou, arqueando una ceja con incredulidad.
—¡Por supuesto! —replicó Mina, riendo—. Si estás tan visible, nadie sospecha de ti. Es una estrategia psicológica avanzada.
—Claro... "avanzada" —murmuró Jirou con sarcasmo, frotándose la sien.
—Oh, vamos, Kyoka. Relájate un poco. No todos los días tenemos oportunidad de ir a otra ciudad para relajarnos. —dijo Mina, inclinándose hacia adelante para mirarla con una sonrisa radiante.
—Relajarme sería más fácil si no estuvieras aquí arruinando el sigilo —replicó Jirou, lanzándole una mirada rápida antes de regresar la vista hacia Momo.
Mientras tanto, Toru, quien estaba al lado de Mina, movía las piernas con energía y hablaba casi sin parar.
—¡Es tan emocionante ver a todos interactuar así! ¿Creen que Yaomomo se dará cuenta de que la estamos observando?
—Si no lo hace, sería preocupante —comentó Aoyama, quien estaba sentado con una pose elegante, ajustando su cinturón brillante—. Con lo brillante que soy, es difícil no llamar la atención, ¿sabes?
—Más bien es imposible no verte desde la otra calle —dijo Jirou en voz baja, aunque con suficiente intención para que todos la escucharan.
Aoyama puso una mano en su pecho, fingiendo estar ofendido.
—¡Kyoka, querida! Me duele que digas eso. Mi brillo es natural, no puedo apagarlo.
—Puedes intentarlo —respondió Jirou sin rodeos.
Toru soltó una risa nerviosa mientras trataba de mediar.
—Bueno, bueno, no peleen. ¡Estamos todos aquí por una razón, ¿no?!
—¿Y cuál sería esa razón, exactamente? —preguntó Todoroki, quien hasta ese momento había permanecido en silencio, mirando a los otros con una expresión neutral.
Mina, sin perder el ritmo, se giró hacia él con una sonrisa exagerada.
—¡Para asegurarnos de que nadie haga nada raro, claro!
Todoroki inclinó la cabeza, como si procesara las palabras lentamente.
—¿Raro?
—¡Sí, raro! —repitió Mina, alzando las manos como si fuera evidente—. Ya sabes, cosas como que alguien se confiese a alguien más, o... algo así. ¡Aunque si lo hacen mejor! ¡Estoy segura de que lo harán!
—Eso suena más específico de lo necesario —dijo Jirou, mirándola de reojo.
—¡No sé de qué hablas! —exclamó Mina, aunque su sonrisa nerviosa la delataba.
Toru intervino rápidamente, levantando las manos invisibles como si intentara calmar las aguas.
—Creo que lo que Mina quiere decir es que todos somos curiosos. ¡Nada malo en eso!
—Curiosos... —repitió Todoroki en voz baja, como si analizara el término—. ¿Y cómo entra el puntaje en esto?
—¿Puntaje? —preguntó Mina, parpadeando confundida.
—Estaban hablando de eso hace un momento, antes de que Jirou nos arrastrara aquí —explicó Todoroki, señalando hacia la banca donde estaban sentados.
Aoyama se rió suavemente, agitando una mano.
—Oh, querido Todoroki, solo estábamos discutiendo quién tiene más probabilidades de... ganar, por así decirlo.
—¿Ganar qué? —preguntó Todoroki con total seriedad, inclinando la cabeza.
Jirou soltó un suspiro.
—No le hagas caso, Todoroki. Lo único que están ganando aquí es un boleto de ida a la humillación pública si Momo los descubre.
—¡Oh, pero es una competencia justa! —insistió Aoyama, levantándose dramáticamente de la banca—. Cada uno tiene sus propias ventajas.
—¿Ventajas? —repitió Jirou, sintiendo que un dolor de cabeza comenzaba a formarse.
—¡Por supuesto! —dijo Mina, alzando un dedo como si estuviera a punto de dar un discurso importante—. Por ejemplo, yo tengo carisma natural y una actitud positiva. ¡Nadie puede resistirse a eso!
—¿Carisma? —murmuró Jirou, rodando los ojos.
Toru saltó al lado de Mina, alzando un brazo invisible.
—¡Y yo soy una persona muy amable y fácil de llevar! Eso también cuenta, ¿no?
—Claro, porque definitivamente estás compitiendo aquí —dijo Jirou, su tono empapado de sarcasmo.
Aoyama suspiró dramáticamente, mirando hacia el cielo.
—Oh, la competencia es feroz, pero no puedo evitar brillar entre todos ustedes.
Jirou apretó los dientes y murmuró:
—Si sigues brillando, alguien va a llamar a la policía pensando que es una señal de emergencia.
Mientras tanto, Todoroki miró a todos con su expresión neutral habitual, antes de volver su atención a Jirou.
—¿Por qué estamos aquí otra vez? —preguntó, genuinamente confundido.
Jirou cerró los ojos y respiró profundamente, sintiendo que la paciencia se le escapaba lentamente.
—Porque aparentemente a nadie le gusta dejar que las cosas sigan su curso normal.
Mina rió y le dio un ligero codazo a Jirou.
—¡Vamos, Kyoka, admítelo! Esto es divertido.
—Sí, claro. Nada más divertido que un grupo de idiotas escondiéndose detrás de un poste y una banca —respondió Jirou, su tono seco mientras miraba de nuevo hacia donde estaba Momo.
Al otro lado de la calle, Momo permanecía sentada, aparentemente ajena a la atención que recibía.
Sin embargo, Jirou no podía evitar sentir que, de alguna manera, su amiga sabía exactamente lo que estaban haciendo. Y eso, por supuesto, la inquietaba aún más.
La conversación entre los cinco continuó, con el grupo hablando cada vez más alto, aunque seguían fingiendo estar totalmente interesados en cualquier cosa que no fuera Momo, Izuku y compañía al otro lado de la calle.
El tiempo paso...
—No puedo creer que sigamos aquí —dijo Jirou, frotándose las sienes—. Literalmente podríamos estar haciendo cualquier otra cosa más productiva.
—¡Pero esto es productivo! —replicó Mina, inclinándose hacia adelante con una sonrisa astuta—. Estamos recopilando información clave sobre... bueno, sobre cómo se desarrolla el destino.
—Claro, "el destino". Qué conveniente —murmuró Jirou, cruzándose de brazos.
De repente, Toru se inclinó hacia Mina con curiosidad.
—Oye, hablando de eso... ¿no te parece extraño lo de Midoriya?
Mina parpadeó, inclinando la cabeza.
—¿A qué te refieres?
—Ya sabes... —Toru gesticuló con las manos invisibles—. Cómo siempre parece estar rodeado de chicas.
Hubo un momento de silencio mientras las palabras se asentaban en el aire. Aoyama fue el primero en romperlo, llevando una mano dramáticamente a su pecho.
—Oh, pero por supuesto. ¡Es como si fuera un héroe romántico sacado de una novela shoujo!
Jirou bufó, aunque su mirada evitó al grupo por un momento.
—No es para tanto. Están exagerando.
—¿De verdad? —preguntó Mina, levantando una ceja con escepticismo—. Piénsalo, Kyoka. Está la chica del taller de apoyo.
—Ah, ella —dijo Aoyama, sonriendo—. Muy sofisticada.
—Y Nejire-Sempai también parece muy cómoda con él, ¿no? —añadió Toru.
Jirou frunció los labios y respondió con rapidez:
—Nejire es amigable con todos. Eso no cuenta.
—¿Seguro? —preguntó Mina con una sonrisa traviesa—. Porque recuerdo que cuando hablamos con ella en la primera vez, mencionó que Izuku es súper interesante.
Jirou abrió la boca para responder, pero luego se quedó en silencio, claramente buscando una refutación. Finalmente, soltó un suspiro.
—Bueno... no importa. Olviden eso.
—¡No tan rápido! —dijo Mina, señalándola acusatoriamente—. Tú también lo notaste, ¿verdad?
Jirou rodó los ojos.
—Miren, Midoriya es... bueno, es Midoriya. No tiene sentido buscarle lógica a eso.
—¡Pero justo por eso tenemos que buscarle lógica! —dijo Toru, casi saltando en su asiento.
Todoroki, quien había estado observando la conversación en silencio, intervino de repente.
—Quizás sea porque es amable.
El grupo se quedó en silencio por un momento, mirando a Todoroki con sorpresa. Mina fue la primera en reaccionar.
—Oh, sí. Eso tiene sentido. Midoriya es muy amable.
—Eso no explica todo —dijo Jirou, frunciendo el ceño—. Amabilidad sola no debería ser suficiente para... ya saben.
—¿Y si no es solo eso? —preguntó Toru, apoyando el mentón en una mano—. También es muy valiente.
—Y tiene ese aire de determinación constante —añadió Aoyama, levantando un dedo como si estuviera enumerando cualidades—. Siempre está dispuesto a sacrificarse por los demás.
Mina asintió enérgicamente.
—¡Y no olviden que trabaja duro! ¡Eso es atractivo para mucha gente!
—¿Estamos hablando de un chico de secundaria o de un protagonista de novela ligera? —dijo Jirou, su tono cargado de sarcasmo, aunque un leve rubor aparecía en sus mejillas.
—Quizás es ambas cosas —bromeó Mina, riendo.
Toru ladeó la cabeza, como si estuviera pensando profundamente.
—Pero aun así... ¿cómo puede una sola persona reunir tantas cualidades buenas?
—Eso no significa que sea perfecto —dijo Jirou rápidamente, como si sintiera la necesidad de equilibrar el debate—. También es un desastre la mayor parte del tiempo. Siempre se mete en problemas.
—Pero es un desastre adorable —replicó Mina con una sonrisa traviesa.
Aoyama soltó una risita y añadió:
—Oh, querida, suenas como si estuvieras describiendo a un cachorro travieso.
—No estoy describiendo nada. Solo estoy diciendo hechos —respondió Jirou, desviando la mirada con un leve puchero.
Todoroki, que hasta entonces había permanecido callado otra vez, volvió a hablar.
—Quizás no se trate solo de sus cualidades. Tal vez sea cómo hace que otros se sientan.
Mina y Toru intercambiaron miradas antes de asentir lentamente.
—Eso... tiene sentido —dijo Toru, sonriendo—. Midoriya hace que todos se sientan importantes.
—Y esa es una cualidad difícil de encontrar —añadió Mina, dándole una palmada amistosa a Jirou en el hombro—. Quizás por eso tiene tanto éxito sin siquiera intentarlo.
Jirou permaneció en silencio por un momento, pensando en las palabras de Mina y Todoroki. Finalmente, suspiró y se encogió de hombros.
—Bueno, lo que sea. Al final, él no está aquí para defenderse, así que supongo que podemos decir lo que queramos.
—¡Exactamente! —exclamó Mina, riendo—. Y por eso vamos a seguir observándolo.
—Yo no estoy "observándolo" —corrigió Jirou rápidamente, pero nadie parecía creerle.
Toru se rió suavemente mientras se giraba para mirar hacia la tienda de regalos una vez más.
—Bueno, sea como sea... creo que no vamos a entender a Midoriya tan fácilmente.
—¿Y quién dijo que debíamos entenderlo? —murmuró Jirou, aunque una leve sonrisa apareció en su rostro.
El grupo estaba acomodado en la banca, aun observando de reojo la tienda al otro lado de la calle.
Poco a poco, la conversación derivó hacia un tema que ninguno esperaba abordar, pero que, de alguna manera, se sentía inevitable.
—Bueno... —empezó Mina, con una sonrisa astuta—. Si lo piensas, últimamente Uraraka y Hanna parecen competir algo... ¿De más?
Toru ladeó la cabeza, perpleja.
—No lo creo, es natural querer....
—Acaparar la atención de Midoriya. Si tienes, razón ―dijo Mina.
Aoyama, que estaba recostado con gracia en la banca, levantó una ceja.
—Oh, ¿es así? Entonces... ¿de dónde salió ese sentimiento de Yaoyorozu hacia él?
El grupo se quedó en silencio. Incluso Mina, quien parecía tener una respuesta para todo, frunció el ceño mientras reflexionaba.
—Es cierto... —murmuró Toru—. No parece algo que haya estado ahí desde siempre.
Jirou suspiró pesadamente, rodando los ojos como si el tema le aburriera, aunque claramente estaba atenta a la conversación.
—Ustedes están haciendo un escándalo por nada. Pero, si les interesa saber, Midoriya y Momo solían pasar bastante tiempo juntos al final de las clases.
Mina, quien estaba tomando un sorbo de su bebida, casi se atraganta.
—¡¿Qué?! —exclamó, dejando caer su vaso al suelo—. ¿Cómo no sabíamos esto? ¡Toru, toma nota!
—¡Anotando, anotando! ¡Esto es oro puro!
Jirou se masajeó las sienes, claramente arrepentida de haber abierto la boca.
—No es un gran secreto. Midoriya solo quería aprender a escribir con la zurda y Momo pues lo ayudaba... Nada del otro mundo.
Aoyama, con una expresión serena, levantó un dedo como si estuviera a punto de hacer una revelación importante.
—Eso está muy bien. Pero Midoriya pasa tiempo con muchos de nosotros, y yo... aún no siento nada por él.
El grupo se quedó en silencio por un segundo antes de estallar en risas.
—¡Eso es porque eres tú! —se burló Mina, dándole un codazo juguetón.
—¡O tal vez Midoriya no ha sacado todavía su encanto oculto contigo! —añadió Toru, riendo.
De repente, Todoroki habló, rompiendo la conversación con su tono serio y directo.
—A mí me gusta Midoriya.
El efecto fue inmediato.
Mina, Toru, Jirou y Aoyama giraron hacia él casi al unísono, con expresiones que oscilaban entre la sorpresa y la incredulidad.
—¿Qué? —dijo Mina, tartamudeando mientras trataba de procesar lo que acababa de escuchar—. ¡¿Cómo que te gusta?!
—¿Midoriya es tan enigmático que incluso entre los hombres causa ese efecto? —murmuró Toru, llevándose una mano invisible al pecho mientras parecía salir vapor de su cuerpo—. ¡Todavía estoy tratando de asimilar esto!
Aoyama parpadeó, confundido, pero sonrió con elegancia.
—Oh, querido Todoroki, no sabíamos que tenías ese lado oculto. ¡Qué valiente eres al admitirlo!
Todoroki parpadeó, claramente desconcertado por la reacción del grupo.
—¿Qué tienen todos? —preguntó, mirando a cada uno con su expresión habitual de neutralidad—. Solo dije que me gusta Midoriya.
—¡Sí, claro! ¡Lo dijiste muy claro! —dijo Mina, luchando por contener su risa mientras Toru ya estaba cubriéndose la cara, como si no pudiera lidiar con la emoción del momento.
Todoroki, impasible, continuó:
—Es amable, comprensivo. Apoya a los demás incluso si eso lo lastima. Es un buen amigo.
El grupo quedó en silencio por un momento, asimilando sus palabras. Fue Jirou quien rompió la quietud con un suspiro exasperado.
—Por supuesto que eso es lo que querías decir... —dijo, llevándose una mano a la frente—. ¿No sabes cómo suena lo que acabas de decir?
—¿Cómo suena? —preguntó Todoroki, genuinamente curioso.
—¡Como si estuvieras escribiendo tu carta de amor! —respondió Mina, agitando las manos en el aire mientras Toru ya estaba a medio camino de inventar un guion romántico en su cabeza.
Toru le dio una palmada en el hombro a Todoroki, riendo mientras fingía secarse una lágrima invisible.
—¡No te preocupes, Todoroki! Te apoyamos completamente. ¡El amor no tiene límites!
—¿De qué están hablando? —preguntó Todoroki, completamente serio—. Solo estoy diciendo que lo respeto como amigo.
—Sí, claro... "respeto" —dijo Mina, levantando las manos para hacer comillas en el aire mientras reía—. Creo que Midoriya está acumulando un club de fans sin siquiera darse cuenta.
Jirou negó con la cabeza, aunque no pudo evitar sonreír ligeramente ante la ridícula escena.
—Ya basta, ustedes dos. Todoroki no está enamorado de Midoriya. Solo es... Todoroki. No es bueno explicándose.
—Lo que dice Jirou es cierto —añadió Todoroki, como si no entendiera que acababa de darle la razón a Mina y Toru sin querer.
El grupo estalló en risas nuevamente mientras Todoroki los miraba, todavía con esa expresión de confusión que parecía ser su marca registrada.
—Saben... en todo caso, me alegra que Midoriya pueda encontrar algo de amor.
Jirou alzó una ceja, sorprendida por el comentario.
—¿A qué te refieres con eso?
Mina suspiró ligeramente, apoyando los codos sobre sus rodillas mientras jugaba distraídamente con un mechón de su cabello rosado.
—Después de todo lo que ha pasado, de la vida que ha tenido... —Se quedó en silencio por un momento, como si buscara las palabras correctas. Luego levantó la vista hacia la tienda donde aún se encontraba el grupo de Midoriya—. Me detuve a pensar en lo difícil que ha sido para él. Todas esas veces que casi muere, que carga con todo sobre sus hombros... creo que es bueno verlo tener este tipo de experiencias normales. Como cualquier chico de nuestra edad. Me alegra mucho por él.
Jirou quedó momentáneamente sin palabras.
Ese nivel de reflexión no era algo que asociara con Mina, y por un momento, su visión de ella pareció cambiar ligeramente. Giró hacia Toru, buscando alguna reacción, y la chica invisible asintió con entusiasmo.
—Es cierto —dijo Toru, con su tono más animado—. Midoriya ha pasado por tantas cosas que se merece un respiro. Y si eso incluye un poco de romance... ¡mucho mejor!
Aoyama, quien parecía haberse perdido en sus propios pensamientos, levantó la cabeza con elegancia y añadió:
—Oui, estoy de acuerdo. Midoriya merece algo más brillante en su vida. Algo lleno de amor y belleza.
Incluso Todoroki, quien hasta ahora se había mantenido callado, esbozó una pequeña sonrisa y asintió.
—Midoriya es un buen amigo. Me alegra verlo bien.
Jirou cruzó los brazos, reflexionando en silencio mientras veía cómo todos coincidían. Quizás Mina no era tan tonta como aparentaba. Había algo genuino en sus palabras, algo que incluso ella podía respetar.
Pero justo cuando ese pensamiento comenzaba a asentarse en su mente, Mina lo destruyó de la manera más típica.
—¡Pero escúchenme bien! —exclamó de repente, levantándose de un salto de la banca con una sonrisa traviesa—. Sea quien sea, ¡hoy alguien, ya sea Yaomomo, Uraraka o Shimura Hanna, se le va a confesar a Midoriya! ¡Y yo voy a estar ahí para verlo! ¡Y tomar fotos de todo!
Jirou cerró los ojos con un largo y exasperado suspiro mientras Mina reía como una maníaca, claramente encantada con su propio plan.
—Realmente eres una idiota... —murmuró Jirou, llevándose una mano a la frente mientras el resto del grupo reía ante la energía inagotable de Mina.
Mientras tanto, Mina ya estaba dando instrucciones a Toru de cómo camuflarse para "la operación confesión".
—¡Toru! Tú serás mi infiltrada. ¡Tienes que moverte sigilosamente, como una sombra!
—Pero no tengo sombra...
—¡Exacto! ¡Eso es lo genial!
Jirou rodó los ojos de nuevo. Definitivamente, Mina no había cambiado nada. Pero de alguna manera, eso también la hacía sonreír.
[...]
El aire en la calle estaba cargado con el bullicio típico de la ciudad: voces entremezcladas, motores rugiendo a lo lejos, y el eco de pasos contra el concreto.
Izuku esperó a Uraraka justo frente a la entrada de la tienda. Cuando ella apareció, se encontraron con una sonrisa sencilla pero cálida. Uraraka le devolvió el gesto, aunque la curva de sus labios parecía más contenida, casi insegura.
Detrás de ella, Hanna emergió del pasillo con pasos silenciosos, sus ojos centrados en la figura de Uraraka. No era una mirada hostil, pero sí intensa, como si intentara descifrar algo que solo ella podía percibir.
Uraraka lo notó al instante; no era difícil sentir el peso de esos ojos fijos en su espalda. Sin girarse, apretó levemente los labios y ajustó su postura, pero no dijo nada.
Hanna tampoco.
La primera parada del grupo fue una plaza abierta, donde el sol del mediodía bañaba con luz dorada las fuentes y las jardineras llenas de flores.
Tenko, siempre bromista, encontró un puesto de helados y no dudó en señalar con entusiasmo los sabores más peculiares, como "cereza fantasma" y "wasabi tropical". Izuku rió por lo bajo, mientras Momo, algo más seria, observaba con los brazos cruzados.
En contraste, Hanna apenas parecía interesada en el ambiente, dedicando pequeños vistazos a Uraraka desde la distancia, quien, a su vez, evitaba deliberadamente encontrarse con esa mirada.
Siguieron caminando por un mercado al aire libre, donde los colores vibrantes de los textiles y las especias parecían competir por la atención de los transeúntes.
El grupo se detuvo frente a un puesto de artesanías. Izuku se inclinó sobre la mesa de exhibición, sosteniendo una pequeña figura tallada en madera. Parecía fascinado, pero no dijo nada; solo la giró en sus manos, dejando que la textura rugosa hablara por sí misma.
Detrás de él, Uraraka lo observó por un instante, pero el sonido de un ligero movimiento detrás de ella hizo que girara la cabeza. Hanna estaba a solo un par de pasos, observándola nuevamente. Esta vez, Uraraka sostuvo la mirada por un momento, pero ambas permanecieron en silencio.
El siguiente destino fue un parque cercano, donde los árboles proyectaban sombras alargadas sobre los senderos y un aroma a tierra húmeda flotaba en el aire.
Los pájaros cantaban, ajenos al ligero nerviosismo que parecía acumularse entre las dos chicas.
Tenko caminaba unos pasos por delante, señalando algo en la distancia, probablemente otra de sus bromas. Izuku escuchaba con interés, mientras Momo caminaba a su lado, asintiendo ocasionalmente.
Sin embargo, Hanna se mantuvo un poco más atrás, siguiendo a Uraraka con pasos calculados. Cada vez que la chica de cabello castaño se detenía para mirar algo, como las hojas cayendo o las ondas en un pequeño estanque, podía sentir los ojos de Hanna perforándola desde atrás.
En una calle más transitada, pasaron frente a una tienda de antigüedades. Las vitrinas reflejaban sus siluetas mientras caminaban, y aunque la conversación entre los demás era relajada, el intercambio mudo entre Hanna y Uraraka se mantenía constante.
Uraraka bajó ligeramente la cabeza, como si quisiera desaparecer entre los ruidos de los autos y los murmullos de los peatones. Pero Hanna no retrocedía; sus pasos siempre coincidían, manteniendo una distancia precisa, como una sombra imposible de evitar.
Finalmente, llegaron a un puente peatonal que cruzaba un río.
La luz del medio día teñía el agua con reflejos dorados, mientras una brisa suave revolvía sus cabellos.
Izuku, fascinado por la vista, se detuvo junto a la barandilla y apoyó las manos sobre el metal frío. Momo se colocó a su lado, intercambiando una mirada tranquila con él antes de señalar algo en el horizonte.
Tenko, por su parte, intentaba atraer la atención de ambos, probablemente con algún comentario sarcástico.
Detrás, Uraraka se detuvo un poco antes de llegar al borde del puente.
Hanna, como siempre, estaba justo allí, un poco más cerca esta vez. El silencio entre ellas era casi palpable, mezclado con el murmullo del río.
Por un momento, Uraraka giró la cabeza, encontrándose de lleno con los ojos de Hanna. Esta vez, Hanna no desvió la mirada; en cambio, sus labios se curvaron en una sonrisa casi imperceptible, enigmática y difícil de leer.
Era una sonrisa que no ofrecía respuestas, solo más preguntas.
[...]
La Torre del Reloj en Sapporo marcaba con precisión las dos de la tarde cuando el grupo de Izuku llegó al punto de encuentro.
Las agujas parecían moverse más lentas bajo el cielo despejado, y el sol reflejaba sus rayos sobre la superficie vidriosa del reloj.
—Llegamos justo a tiempo —dijo Izuku, mirando el reloj y soltando una pequeña sonrisa aliviada.
—Eso es discutible. Si hubiéramos apurado un poco el paso, habríamos llegado hace diez minutos —comentó Hanna.
—¿Por qué tan estricta, hermanita? —respondió Tenko con un brillo divertido en los ojos mientras cruzaba los brazos detrás de la cabeza—. ¡Está bien llegar con estilo! Y hablando de estilo... —Giró rápidamente hacia Momo, que ajustaba un pequeño bolso al costado de su cintura.
—¿De qué se trata la sorpresa, Momo-Chan? —preguntó, usando un tono que pretendía sonar serio, pero que claramente ocultaba sus intenciones juguetonas.
Momo le lanzó una mirada paciente, como si ya hubiera anticipado esa pregunta.
—Es una sorpresa, Shimura-San. Lo sabrás cuando sea el momento.
—Pero, Momo-chan... —Tenko comenzó a caminar en círculos alrededor de ella, frotándose las manos como si fuera un villano de caricatura planeando algo—. ¿No confías en mí? Yo, tu amigo, tu camarada, tu cómplice en esta aventura tan noble...
—No funciona así, Shimura-San —respondió Momo, sin inmutarse y sin siquiera detenerse a mirarlo.
—¡Pero, pero! ¡Yo necesito saberlo! ¡Es vital para mi salud mental! —protestó Tenko, ahora poniéndose de rodillas frente a ella como si estuviera rogando.
—Tu salud mental parece estar bastante bien sin saberlo —replicó Momo con calma, aunque había una leve curva en sus labios que delataba que encontraba la situación ligeramente divertida.
Izuku miraba la escena con una mezcla de diversión y ligera incomodidad, rascándose la nuca mientras pensaba que tal vez debería intervenir.
Pero antes de que pudiera decir algo, Uraraka dio un paso al frente.
—Creo que Yaoyorozu tiene todo bajo control, Tenko. —Uraraka sonrió, aunque no alcanzaba a ocultar completamente la leve tensión en su mirada.
—¡Eso es exactamente lo que alguien diría para encubrir algo! —dijo Tenko, señalándola dramáticamente antes de volver su atención a Momo.
Mientras tanto, desde la esquina opuesta de la plaza, otro grupo se acercaba a la torre.
Mina era la primera en notar a Izuku y compañía.
—¡Oh, los encontramos! —exclamó, alzando una mano emocionada mientras comenzaba a acelerar el paso.
—No los hemos perdido en ningún momento, Mina —dijo Jirou con un suspiro, ajustándose los auriculares alrededor del cuello mientras caminaba con más calma.
—Es el espíritu del momento, Kyoka-chan. Hay que dramatizar las cosas un poquito —respondió Mina, deteniéndose justo frente a Todoroki con una expresión llena de curiosidad—. ¡Oye, Todoroki! Dime, dime, dime, ¿cuál es la sorpresa?
—No puedo decirlo —respondió Todoroki con su típico tono indiferente, manteniendo su mirada fija en el grupo de Izuku que estaba más adelante.
—¡Vamos, Todoroki! ¡No seas aguafiestas! —insistió Mina, poniéndose de puntillas para tratar de llamar su atención.
—No es cuestión de ser aguafiestas, es cuestión de respetar el plan —contestó Todoroki sin siquiera parpadear.
—¿Respetar? ¡Es mi derecho saber! —protestó Mina, ahora siguiendo a Todoroki mientras él continuaba caminando con calma hacia el punto de encuentro.
Toru, quien caminaba a un lado de Mina, se unió al ataque con entusiasmo.
—¡Sí, Todoroki! No seas cruel, dinos algo, cualquier pista... ¡Un detalle pequeño, insignificante!
Todoroki se detuvo un momento, giró hacia ellas y las miró con total neutralidad.
—Está relacionado con el cumpleaños de Midoriya.
—¡Eso ya lo sabemos! —dijeron Mina y Toru al unísono, casi cayéndose al suelo por la frustración.
Aoyama, que caminaba justo detrás, se detuvo para dramatizar un suspiro exagerado.
—Todoroki es un hombre de secretos. ¡Qué enigma tan fascinante!
Jirou, que observaba toda la escena desde la retaguardia, cruzó los brazos y dejó escapar un suspiro exasperado.
—¿Cómo puedes vivir así, Todoroki?
—Estoy bien —respondió Todoroki, sin entender el problema.
Finalmente, ambos grupos se encontraron justo frente a la Torre del Reloj.
El momento de la reunión se sintió como una pequeña colisión de energías: el grupo animado y ruidoso de Mina contrastaba con el más relajado y discreto de Izuku.
—¡Por fin nos encontramos! —dijo Mina, dando un salto hacia Izuku y levantando las manos al aire—. ¿Cómo te sientes, cumpleañero?
Izuku se rascó la nuca, algo abrumado por toda la atención.
—Bien, gracias.
Mina volvió su atención a Momo con una mirada inquisitiva.
—Entonces... ¿ahora qué sigue? ¿O todavía no es el momento de la gran revelación?
Momo sonrió con calma, sacudiendo la cabeza.
—Todo a su tiempo, Ashido. Solo esperemos un poco más.
La plaza frente a la Torre del Reloj ya estaba llena de vida con los miembros de la Clase A reunidos poco a poco. Risas, conversaciones cruzadas y uno que otro comentario casual flotaban en el aire mientras esperaban que todos llegaran.
—¡Anda, diiiime! ¿Qué es lo que planeaste? —preguntaba con voz melosa mientras caminaba a su alrededor, exagerando gestos de súplica.
—Ya te dije que es una sorpresa —respondió Momo, con una mezcla de firmeza y paciencia mientras se cruzaba de brazos.
—¡Pero no es justo! Yo también quiero saber para prepararme psicológicamente. ¿Qué tal si me emociono tanto que necesito respirar hondo? ¿Eh? —Tenko colocó una mano sobre su pecho, fingiendo dramatismo.
—Podrás respirar todo lo que quieras cuando lo descubras junto a los demás —replicó Momo, alzando una ceja.
—¡Qué cruel! ¡Izuku, haz algo! —Tenko giró hacia Izuku, que observaba la escena con una sonrisa divertida.
—Lo siento, Tenko, pero creo que tendrás que esperar —dijo Izuku mientras se rascaba la nuca, claramente acostumbrado a este tipo de bromas de su amigo.
Mina iba pegada como un imán a Todoroki, replicando casi palabra por palabra lo que Tenko hacía con Momo.
—¡Shoootooo, dime qué es! ¡Por favor! ¡Soy muy mala con las sorpresas! —decía, aferrándose al brazo del chico de cabello bicolor.
—No. —Fue todo lo que Todoroki respondió, mirando al frente como si el resto del mundo no existiera.
—¡Vamos, un adelanto! Aunque sea una pista pequeñita. —Mina comenzó a saltar a su alrededor.
—No puedo —replicó Todoroki, sin alterar su expresión.
—¿Por qué eres tan hermético? ¡Esto no es un interrogatorio policial! —dijo Mina, llevándose ambas manos a la cabeza como si estuviera desesperada.
Jirou, caminando justo detrás de ellos, suspiró mientras observaba la escena.
—Esto es ridículo —murmuró, aunque la leve curva en sus labios traicionaba cierta diversión.
—Quizás podríamos adivinarlo —dijo Toru, emocionada, aunque no se sabía exactamente a dónde estaba mirando por su tono animado—. Tal vez sea algo con nieve, o comida, o... ¡ambas cosas juntas!
—¿Nieve y comida? —Aoyama se llevó una mano al mentón, fingiendo un pensamiento profundo—. Suena como una combinación estéticamente intrigante.
Antes de que alguien pudiera responder, un nuevo grupo apareció en la distancia. Kirishima lideraba la marcha, levantando un brazo para llamar la atención.
—¡Aquí estamos! Perdón por la tardanza, pero fue difícil movernos rápido con tantas cosas geniales alrededor.
—Es cierto. ¡Esto está lleno de lugares para visitar! —añadió Denki, que parecía menos energético que de costumbre, probablemente por todo el caminar.
Shoji y Sero los seguían con un paso relajado, mientras Tokoyami hablaba con su usual tono grave.
—Hokkaido... Una tierra que respira historia y reverencia. Las sombras aquí tienen peso; son los ecos de antiguos dioses que aún vigilan estas tierras.
—¿Siempre habla así? —preguntó Tenko en voz baja, inclinándose hacia Jirou.
—Casi siempre —respondió ella, encogiéndose de hombros.
—¡Oh, Tokoyami, tienes que escribir un libro algún día! —dijo Mina, aparentemente fascinada.
—Sus palabras serían demasiado profundas para una obra común —comentó Aoyama, observando a Tokoyami como si estuviera analizando una obra de arte.
Poco después, Asui, Mineta y Sato aparecieron juntos, con Mineta claramente agotado.
—¿De verdad era necesario caminar tanto? ¡Esto no es un entrenamiento físico! —se quejó, inclinándose hacia adelante con las manos en las rodillas.
—Sí, sí lo era —respondió Asui, ajustándose el sombrero que llevaba puesto para protegerse del sol.
—Aquí tienes —dijo Sato, ofreciéndole una botella de agua a Mineta, quien la tomó de inmediato.
Mientras tanto, otra figura apareció caminando con paso firme. Iida se unió al grupo, ajustándose las gafas con orgullo.
—Lamento el retraso, compañeros. ¡Mi visita al museo fue una experiencia enriquecedora e invaluable!
Denki arqueó una ceja, mirando al presidente de la clase con curiosidad.
—¿Museo? ¿Qué museo?
—Ah, bueno... —Iida vaciló, pareciendo buscar una forma de desviar la conversación, pero un pequeño objeto brillante colgando de su mano lo delató.
—¡Espera un segundo! ¿Eso es... un llavero de cerveza? —Denki señaló el objeto, su tono lleno de incredulidad.
—¿¡Qué!? —Iida rápidamente trató de esconderlo detrás de su espalda, claramente incómodo—. ¡Es un simple recuerdo cultural! Nada más.
—¿Cultural? —repitió Kirishima, conteniendo una risa mientras cruzaba los brazos—. ¿De un museo de cerveza?
—¡Exactamente! Es importante valorar las tradiciones y aportes históricos de cada lugar que visitamos.
—Iida... Creo que necesitas relajarte un poco —comentó Sero, riendo mientras le daba una palmada en la espalda.
Finalmente, todos estaban reunidos, formando un amplio círculo frente al reloj. Las conversaciones poco a poco se redujeron hasta que solo quedaba el murmullo del viento.
Momo y Todoroki intercambiaron una breve mirada, y ambos dieron un paso al frente.
—Muy bien, chicos. Creo que ya es hora —anunció Momo, con una sonrisa serena pero segura.
Todoroki, a su lado, asintió.
—Gracias a todos por estar aquí. Ahora, queremos anunciar el siguiente paso en la celebración del cumpleaños de Midoriya-San.
Un silencio expectante cayó sobre el grupo, y todas las miradas se dirigieron a los dos organizadores.
Izuku estaba en el centro del grupo, rodeado de conversaciones y risas que rebotaban en todas direcciones.
Aunque intentaba mantener su atención en el momento, sentía que una parte de él estaba desconectada, como si estuviera viendo todo desde una distancia. Entonces, una voz tranquila, casi inaudible entre el bullicio, lo llamó de vuelta.
—Qué bueno es esto, ¿no? —Uraraka estaba a su lado, mirando hacia la Torre del Reloj con una expresión relajada.
Izuku parpadeó y giró hacia ella, sorprendido por su tono reflexivo.
—¿Eh? Sí, sí que lo es.
Ella sonrió levemente, pero no dejó de mirar hacia el frente.
—Estar aquí, rodeado de personas que te aprecian... que te quieren, que te cuidan. Es una sensación agradable. Muy diferente a la soledad, ¿no lo crees, Izuku-kun?
Sus palabras tenían un peso inusual, y por un momento, Izuku no supo cómo responder.
Miró a su alrededor: todos estaban hablando, riendo, disfrutando del momento. Pero ahora que lo pensaba, había algo distinto en cómo Uraraka lo decía.
—Sí... supongo que sí —respondió finalmente, tratando de descifrar el trasfondo de sus palabras.
Ella inclinó la cabeza ligeramente, sus ojos brillando con algo que no podía identificar.
—La soledad es extraña, ¿verdad? No siempre se trata de estar físicamente solo. Puedes estar rodeado de gente y, aun así, sentirte...
—¿Vacío? —completó Izuku sin pensar.
Uraraka lo miró, un destello de sorpresa en su rostro antes de asentir con una sonrisa casi melancólica.
—Eso. Vacío. Pero a veces... ese vacío se vuelve un lugar cómodo. Al menos ahí no tienes que preocuparte por cómo te ven los demás.
Izuku frunció el ceño ligeramente.
—¿A qué te refieres?
—Bueno, piensa en esto: cuando estás con personas como ahora, las que te aprecian y te quieren, hay una expectativa, ¿no? Una especie de... —hizo un gesto vago con la mano, como buscando la palabra correcta— ...ideal que sienten que deberías cumplir. Como si el tú que ven no fuera exactamente el tú que eres.
Izuku se quedó en silencio, procesando lo que decía. Algo en sus palabras empezaba a hacer eco en su interior, pero no podía identificar por qué.
—Pero entonces, si te ven de esa forma, y tú decides actuar según lo que ellos esperan... ¿sigue siendo realmente soledad? —continuó Uraraka, su mirada ahora perdida en el horizonte—. O más bien, ¿es una máscara que usas para que no noten que el verdadero tú está escondido?
—¿Una máscara? —repitió Izuku, sintiendo cómo las palabras comenzaban a enredarse en sus pensamientos.
Ella asintió lentamente.
—A veces creo que todos usamos una. Es más fácil, ¿no? Ser el que todos esperan que seas en lugar de arriesgarte a mostrar quién eres realmente. Porque si lo haces y no les gusta lo que ven...
Dejó la frase incompleta, pero el peso de sus palabras colgó en el aire. Izuku sintió que algo dentro de él se removía, incómodo pero familiar.
—¿Eso es lo que sientes? —preguntó finalmente, con un tono más serio de lo que pretendía.
Uraraka lo miró directamente por primera vez, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
—A veces. Pero no importa lo que yo sienta. Lo importante es... ¿qué hay de ti, Izuku-kun? ¿Alguna vez has sentido que las personas no ven al verdadero tú, sino solo una parte de ti que es más fácil de aceptar?
Izuku abrió la boca para responder, pero se dio cuenta de que no tenía una respuesta clara. "¿Qué estoy sintiendo ahora?"
—¿Es más fácil así? —insistió ella, su tono suave pero con un filo inesperado—. ¿Ser el héroe sonriente, el pilar inquebrantable que todos necesitan? ¿O alguna vez te has preguntado si alguien puede ver más allá de esa máscara y entender lo que realmente eres?
Izuku sintió que las palabras se arremolinaban en su mente, enredándose con pensamientos que había intentado evitar.
Algo en Uraraka había cambiado; su forma de hablar, su expresión, incluso su presencia.
No era la misma chica que siempre irradiaba energía positiva y confianza. Ahora parecía más introspectiva, como si compartiera algo que llevaba tiempo guardando.
—Supongo que no hay nada de malo en usar una máscara, ¿verdad? —añadió Uraraka después de un momento, su voz apenas un susurro—. Al menos hasta que encuentres a alguien que pueda ver lo que hay detrás.
—¿Y si nadie lo hace? —preguntó Izuku antes de poder detenerse.
Ella lo miró de nuevo, esta vez con una expresión que no pudo descifrar.
—Entonces, tal vez... eso sea algo que tengas que aceptar.
El silencio entre ellos se hizo denso, como si el tiempo mismo hubiera decidido detenerse.
Izuku sintió un peso extraño en el pecho, una mezcla de confusión, incomodidad y algo más profundo que no podía identificar.
—¡Midoriya-San! —La voz de Momo rompió el momento, llamándolo desde el frente del grupo.
Izuku parpadeó, volviendo a la realidad.
Miró a su alrededor y notó que todos lo estaban mirando, esperando algo de él. Incluso Uraraka había cambiado su expresión, volviendo a la sonrisa amable de siempre.
—¿Estás bien? —preguntó ella, con un tono que parecía más neutral que antes.
Izuku asintió lentamente y comenzó a caminar hacia donde Momo lo llamaba. Pero mientras lo hacía, no pudo evitar mirar a su alrededor, sintiendo que el ruido y las risas eran un contraste abrumador con lo que acababa de experimentar.
[¿Es más fácil usar una máscara?]
La pregunta seguía resonando en su mente, como un eco que no podía ignorar. Mientras se unía al resto del grupo, sintió que una parte de él estaba todavía atrapada en ese intercambio, buscando una respuesta que quizá no quería encontrar.
[...]
El autobús se detuvo frente a la entrada principal, un arco inmenso decorado con luces brillantes y coloridas que deletreaban el nombre del lugar: Hokkaido Dreamland.
La estructura era imponente, con una gran rueda de la fortuna girando lentamente en el horizonte y montañas rusas serpenteando como gigantes dormidos.
El grupo descendió uno por uno, algunos todavía estirándose tras el trayecto, mientras otros no podían contener su emoción.
—¡¿Un parque de atracciones?! —gritó Mina, prácticamente brincando en su lugar.
Tenko la imitó con una exagerada sacudida de sus brazos al aire.
—¡¿Es esto real?! ¡Momo-Chan, Todoroki, ustedes son genios absolutos!
Mina asintió frenéticamente, mirando a Tenko con una energía que parecía contagiarse entre ellos.
—Esto es increíble. ¿Viste eso? —Señaló una torre de caída libre que se elevaba en el centro del parque—. ¡Eso tiene que ser lo primero que probemos!
—¿Primero? ¡Claro que no! —replicó Tenko, chocando sus manos con dramatismo—. Primero tenemos que ir a la montaña rusa más alta, El Dragón de Hielo. ¡Mira eso, parece que te va a lanzar directo al cielo!
—¡No, no, no! —interrumpió Mina, empujando suavemente a Tenko mientras reía—. La torre es claramente superior. ¡Tienes miedo de caer desde esa altura, admítelo!
—¿Miedo? ¿Yo? —Tenko puso una mano en su pecho, fingiendo ofensa—. Mina, por favor, estoy más que preparado para enfrentar cualquier cosa... ¡Además, vuelo!
Mientras ambos discutían con entusiasmo exagerado, Momo y Todoroki observaban desde un lado, satisfechos con la reacción del grupo.
—Es un buen lugar, ¿no? —murmuró Todoroki, con su expresión calmada habitual.
Momo asintió.
—Lo es. Midoriya-San se merece algo especial después de todo.
Cerca de ellos, Iida ya había sacado su teléfono, buscando información sobre el parque.
—Hokkaido Dreamland, inaugurado el año pasado, cuenta con 45 atracciones principales, incluyendo tres montañas rusas y la rueda de la fortuna más grande de Japón —comenzó a decir, con su voz clara y firme—. Además, es conocido por su integración de tecnología avanzada en los espectáculos nocturnos.
—¿Espectáculos nocturnos? —repitió Kaminari, inclinándose hacia él con interés—. ¿Cómo sabes tanto?
Iida ajustó sus gafas, claramente orgulloso.
—La planificación es esencial para cualquier experiencia grupal. Este lugar fue destacado en varios artículos como un destino obligatorio en Hokkaido. Por ejemplo, esa montaña rusa...
—¡Iida, no digas nada más! —lo interrumpió Mina, corriendo hacia él con un dedo acusador—. No queremos spoilers, ¿verdad, Tenko?
—¡Exacto! —Tenko se unió al drama, poniéndose del lado de Mina—. Spoilers arruinan la experiencia. Déjanos descubrirlo todo por nosotros mismos, capitán datos!
Iida levantó las manos en señal de rendición, pero no pudo evitar murmurar algo sobre la importancia del conocimiento previo.
—¿Y ustedes qué van a hacer primero? —preguntó Mina, girándose hacia Uraraka, quien estaba cerca de Izuku.
—Hmm... no lo sé. —Uraraka sonrió, mirando a Izuku de reojo—. Tal vez algo tranquilo para empezar.
—¿Tranquilo? ¡No puede ser! —exclamó Mina, agitando los brazos como si hubiera escuchado una blasfemia.
—Podemos dividirnos en grupos y decidir luego —propuso Shoji con su tono calmado, siempre el mediador del grupo—. Así cada uno puede hacer lo que más le guste.
—Yo voto por algo que nos deje comida al final —añadió Sato, ya revisando un mapa del parque donde marcaban los restaurantes.
—¿Comida? Apenas llegamos, Sato —se rió Tokoyami, aunque su tono seguía siendo tan sombrío como siempre—. Aunque debo admitir que algo espiritual parece estar emanando de este lugar. Quizás los dioses locales de la diversión...
—No existen los dioses de la diversión, Tokoyami —lo interrumpió Hanta, dándole una palmada en el hombro—. Pero si los hubiera, seguro estarían aquí, porque este lugar parece una locura.
Mientras todos intercambiaban ideas, Izuku miró a su alrededor, una sonrisa suave en su rostro al ver cómo todos estaban llenos de energía. Esto era lo que más valoraba: ver a sus amigos juntos, disfrutando del momento.
Mina se acercó de nuevo a Tenko, dándole un codazo.
—Oye, ¿ya pensaste en qué comida vas a atacar primero?
—¿Comida? Mina, por favor, primero está la aventura. Aunque... si tienen crepas, no me quejaría.
—¡Hay un puesto de crepas al lado de la rueda de la fortuna! —gritó Kaminari desde el fondo, escuchándolos—. Ya lo vi en el mapa.
—¿Ves? Destino —dijo Tenko, cruzándose de brazos con una sonrisa triunfal.
—Tú y tus crepas. —Mina puso los ojos en blanco, aunque no pudo evitar reírse.
Iida, que los había estado observando desde un lado, suspiró.
—Quizás deberíamos organizar un itinerario para no perdernos entre tantas atracciones.
—¡Ni lo sueñes, Iida! —gritó Mina, lanzándose frente a él con los brazos abiertos como si fuera a bloquearlo físicamente—. Hoy es un día para improvisar y dejar que el espíritu del parque nos guíe.
Tenko se unió, dramatizando un movimiento de genuflexión.
—Sí, líder Iida, ¡te pedimos libertad! ¡Sin horarios! ¡Sin planificación!
Izuku soltó una risa, observando cómo todos interactuaban. Este era su momento, el tipo de día que hacía que todo el esfuerzo y sacrificio valieran la pena.
—¡Te digo que deberíamos ir al río salvaje primero! —proclamó Tenko, con los brazos extendidos en un gesto exagerado—. ¿Quién no quiere empaparse en pleno parque de diversiones? Es la experiencia.
Mina negó con la cabeza y puso las manos en las caderas.
—Eso es tan típico de ti, Shimura-Kun. Pero te estás olvidando de lo más importante: ¡la montaña rusa! Si no comenzamos con eso, estamos desperdiciando la noche.
Ambos continuaban su intercambio hasta que Todoroki intervino con su característico tono calmado, aunque algo severo.
—Deberían pensarlo mejor. Es el cumpleaños de Midoriya. Deberíamos dejar que él decida.
El grupo quedó en silencio por un segundo, y rápidamente todas las miradas se dirigieron a Izuku, que estaba observando distraído el mapa del parque.
—¡Oh, claro! —exclamó Mina, corriendo hacia él y poniéndole un brazo alrededor del hombro—. ¡Izuku tiene que decidir! Es su día especial.
—Sí, sí, sí —añadió Tenko, acercándose por el otro lado y apuntándolo con un dedo dramáticamente—. Vamos, Izuku, ¿qué quieres hacer primero?
Izuku se rascó la nuca, nervioso ante tanta atención repentina.
—Ehm, yo...
—¡No, espera! —interrumpió Denki, que apareció de la nada, sujetándolo por el brazo—. ¿Y si hacemos algo épico? ¡Como el simulador de realidad virtual! Dicen que parece real, pero sin el riesgo de morir.
—Eso suena aburrido —dijo Mineta mientras se unía al grupo, mirando a Izuku con una sonrisa traviesa—. ¡Yo digo que vayamos a la casa del terror! Nada como gritos para unir a la clase. ¿Me entienden? Jejeje.
Toru suspiró y empujó a Mineta con un dedo invisible, aunque firme.
—¿Por qué no dejas de ser raro por un segundo?
—Estaba siendo práctico... —protestó él, aunque su voz perdió fuerza ante la mirada reprobatoria de Asui, quien también intervino.
—Creo que Midoriya-chan debería decir algo antes de que lo volvamos loco. —Asui miró a Izuku con una sonrisa tranquila—. ¿Tienes alguna preferencia?
Pero antes de que pudiera responder, Tokoyami, con su porte sombrío, levantó una mano.
—Sugiero que sigamos el flujo de la energía del parque. Comencemos en el lado oeste, donde se concentra el balance de emociones intensas.
Shoji asintió desde un lado, cruzando sus brazos.
—Tiene sentido. También podríamos dividirnos en grupos según lo que quiera hacer cada uno.
Iida, que había estado tomando notas mentales de todo lo que se decía, levantó la voz.
—¡Eso sería desorganizado! propongo que sigamos un orden lógico. Primero, las atracciones que están más lejos para optimizar el tiempo.
—¿Y si solo hacemos una lista de lo que queremos hacer y después votamos? —añadió Kirishima, con una sonrisa optimista—. Es lo más justo, ¿no?
Las ideas comenzaron a acumularse como un aluvión, cada uno hablando más fuerte para ser escuchado. Izuku, en el centro de todos, miraba a un lado y al otro mientras trataba de procesar tantas sugerencias.
—Ehm... bueno, yo creo que... —intentó hablar, pero sus palabras se perdieron en el ruido del grupo.
—¡Una montaña rusa sería épica! —gritó Denki.
—¡No, no! ¡Primero el río salvaje! —insistió Tenko, apuntando dramáticamente hacia la dirección de la atracción.
—¿Qué tal algo más tranquilo para empezar? —propuso Shoji, con una calma que contrastaba con la energía a su alrededor.
El caos solo se detuvo cuando Toru aplaudió con fuerza.
—¡Silencio, por favor!
Todos se volvieron hacia ella, sorprendidos por su tono autoritario. Toru señaló a Izuku.
—Déjenlo decidir de una vez.
Izuku tragó saliva, sintiendo la presión de todas las miradas sobre él. Respiró hondo, tratando de calmarse.
—Creo que...
—Sí, Midoriya, dinos, ¿qué será? —preguntó Mina, inclinándose hacia él con una sonrisa expectante.
—Lo que sea estará bien, siempre y cuando nos divirtamos juntos, ¿no? —añadió Kirishima, dándole un amistoso golpe en el hombro.
Izuku levantó la vista hacia el parque, observando todas las luces y escuchando el murmullo de la música de fondo. Finalmente, una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.
—¿Por qué no empezamos con algo sencillo? Podríamos ir al carrusel y luego decidir sobre la marcha.
El grupo quedó en silencio por un momento, procesando su decisión.
—¿El carrusel? —repitió Tenko, incrédulo.
Mina estalló en risas.
—¡Eres demasiado humilde, Midoriya! Pero está bien. Carrusel, aquí vamos.
Iida asintió, ajustando sus lentes.
—Es una elección sensata. Un inicio tranquilo para aclimatarse al entorno.
El grupo se comenzó a mover lentamente hacia el carrusel, siguiendo la propuesta inicial de Izuku, pero no pasaron ni dos pasos antes de que Tenko decidiera convertir el sencillo trayecto en todo un espectáculo.
—¡Adelante, caballeros! —gritó Tenko, adoptando una pose heroica mientras señalaba hacia el horizonte—. ¡Nuestro noble rey debe cruzar el gentío con dignidad y gracia!
Kaminari, sin dudarlo un segundo, se unió al juego, alzando una mano como si sujetara una lanza invisible.
—¡Por la gloria del Reino del Verde, protejamos al heredero del trono!
—¿Qué rayos están haciendo? —preguntó Jirou, mirando con incredulidad mientras Mineta se colocaba estratégicamente frente a Izuku, extendiendo los brazos como si fuera un escudo humano.
—¡Escudos en alto! ¡Nadie tocará a nuestro monarca! —declaró Mineta, poniendo su mejor voz grave, aunque su tamaño lo hacía más ridículo que imponente.
Kirishima se rió y chocó los puños.
—¡Es nuestra oportunidad de brillar como verdaderos caballeros sacros! ¡Vamos, chicos, todos juntos!
Ojiro, aunque al principio parecía dudar, no pudo resistirse a la energía del momento. Dio un paso adelante, usando su cola como si fuera una capa ondeante detrás de él.
—¡Por el honor...! ¿Y la justicia...? ¡Abramos paso!
Izuku, en el centro de todo el espectáculo, no podía contener la risa.
—Chicos, no es necesario hacer esto...
Pero Tenko no se detuvo.
—¡Oh, mi señor! ¡El peligro acecha en cada esquina! ¡El pueblo debe saber que estamos aquí para protegerte!
La gente en el parque, que paseaba tranquilamente, comenzó a apartarse del grupo, algunos riendo al ver el extraño cortejo de "caballeros" que abría paso en medio del gentío.
—Esto es vergonzoso... —murmuró Todoroki.
—Es como ver un desfile de cosplay mal hecho *Ribbit* —comentó Asui, ladeando la cabeza mientras Toru reía a su lado.
—¿Cómo pueden tener tantos errores de postura? —preguntó Tokoyami en voz baja, negando con la cabeza como si estuviera decepcionado del nivel de "sacrilegio" que presenciaba.
Mientras tanto, Jirou aprovechó el bullicio para acercarse a Momo, quien caminaba a su lado, un poco más callada de lo habitual.
—Oye —susurró Jirou, inclinándose ligeramente hacia ella—. ¿Cómo te fue con Midoriya?
Momo la miró de reojo, claramente desconcertada por la pregunta.
—¿Qué quieres decir?
—Hace rato, en tu tiempo con Midoriya. ¿Ya sabes no?
Momo apartó la vista hacia el grupo que seguía al "escuadrón sacro", donde Uraraka y Hanna caminaban separadas, cada una en su propio mundo, aunque lo suficientemente cerca para que la distancia fuera... notable.
—No importa —respondió Momo, frunciendo el ceño mientras aceleraba el paso, dejándola atrás.
Jirou se detuvo un momento, parpadeando por la reacción de Momo.
—¿Qué fue eso...?
Izuku caminaba en medio del grupo autodenominado "Caballeros Sacros", con Tenko liderando la marcha con su teatralidad característica.
A su alrededor, las voces de sus compañeros resonaban entre risas y bromas mientras avanzaban por el parque.
Sin embargo, él no podía evitar desviar la mirada constantemente: los coloridos puestos de comida, los juegos mecánicos en movimiento, las luces parpadeantes y las caras emocionadas de los visitantes lo mantenían en un constante estado de fascinación silenciosa.
INTRODUCIR: SPIN THE WHEEL - MICK WINGERT
—Oye, Midoriya —dijo Denki de repente, llamando su atención mientras caminaba a su lado. Izuku lo miró, todavía absorto en todo lo que lo rodeaba—. ¿Es la primera vez que vas a un parque de diversiones?
La pregunta lo tomó desprevenido. "¿Es la primera vez...?" Intentó buscar una respuesta en su memoria, pero su mente se quedó en blanco.
Cerró los ojos por un momento, tratando de recordar algo, cualquier cosa que pudiera indicarle si había estado en un lugar como ese antes. Pero no encontró nada.
—Sí... creo que sí —respondió finalmente, su voz un poco más baja de lo habitual.
Denki lo miró por un segundo antes de sonreír ampliamente, con ese entusiasmo despreocupado que siempre lo caracterizaba.
—¡Eso lo explica todo! Deja de mirar todo como si estuvieras analizándolo. No eres Iida, ¿o sí?
Izuku soltó una leve risa, pero antes de que pudiera responder, Denki puso un brazo alrededor de sus hombros.
—¡Es un parque de diversiones, hombre! No es un examen, no tienes que sacar conclusiones de todo. Así que... ¡diviértete!
Denki sonrió tan grande que, por un instante, el sol que atravesaba las nubes pareció reflejarse directamente en él, cegando brevemente a Izuku. Parpadeó, sorprendido, y al abrir los ojos, su mirada se dirigió una vez más a su alrededor.
Vio a Mina corriendo hacia Toru, las dos intentando tomarse una selfie en movimiento mientras Asui les decía que se detuvieran antes de que se tropezaran.
Más allá, Tokoyami hablaba con Shoji, señalando un enorme globo de aire caliente en forma de dragón, probablemente explicándole alguna metáfora oscura sobre la simbología del fuego.
Más cerca, Kirishima y Ojiro discutían sobre cuál sería la mejor estrategia para elegir el caballo más rápido del carrusel, mientras Mineta intentaba convencerlos de que eligieran alguno cerca de un grupo de chicas que reían despreocupadas en otra fila.
Más atrás, Momo parecía estar en una conversación con Jirou y Mina, pero de vez en cuando desviaba la mirada hacia él, como si quisiera asegurarse de que estaba bien.
Y ahí estaban todos, cada uno inmerso en su mundo, pero compartiendo algo en común: la risa, la diversión, la compañía.
Izuku respiró hondo.
Por un momento, no importaba que no pudiera recordar si había estado antes en un parque de diversiones. No importaba que su mente estuviera llena de dudas. Aquí y ahora, estaba rodeado de personas que, de alguna manera, lo hacían sentir... en casa.
Denki lo empujó suavemente hacia adelante.
—¡Vamos, Midoriya! Todavía no hemos llegado al carrusel, y no podemos dejar que el "rey sacro" se quede atrás.
Izuku sonrió, más sincero esta vez, y asintió.
—Sí, tienes razón.
Y con cada paso, ese sentimiento de pertenencia comenzaba a crecer, ligero pero constante, como un eco dentro de su pecho.
El parque de diversiones era un caleidoscopio de luces, sonidos y movimientos constantes, un lugar donde el tiempo parecía diluirse en risas y emociones.
El grupo de la Clase A, disperso en pequeños conjuntos y a veces en masa, era como un río de energía inagotable, fluyendo de un rincón a otro del parque.
En un rincón, Tenko y Kaminari habían encontrado una atracción clásica: el juego de disparos con pistolas de agua.
Ambos estaban absortos en una competencia feroz, sus caras llenas de una intensidad casi ridícula mientras disparaban a pequeños blancos móviles. Tenko no paraba de hacer gestos exagerados al fallar, llevándose las manos a la cabeza como si hubiera perdido un duelo de vida o muerte.
Kaminari, por su parte, usaba toda su "estrategia" al disparar, inclinándose en ángulos improbables y casi cayéndose de la plataforma en un momento.
Shoji, observando desde el fondo, levantó dos de sus brazos extra para atrapar a Kaminari justo a tiempo, mientras Tokoyami murmuraba algo sobre cómo "la verdadera oscuridad reside en los que disparan sin propósito".
En otro punto, Mina y Toru habían convencido a Kirishima de subir a la montaña rusa más alta del parque, argumentando que era una prueba de "verdadero espíritu".
Mientras ascendían en el carrito, Kirishima mantuvo su expresión de determinación inquebrantable... hasta que el carrito comenzó a descender.
La fuerza del aire desordenó su cabello, y su grito, a pesar de ser potente, tenía un tono agudo que no coincidía con su imagen habitual.
Mina y Toru, entre carcajadas, intentaban aguantar las lágrimas mientras señalaban su cara congelada en puro terror al pasar por las cámaras automáticas.
Cerca de la zona de juegos de destreza, Iida estaba de pie con los brazos cruzados, claramente impresionado con un juego de lanzamiento de aros. Observaba cada movimiento como si fuera un evento olímpico.
Cuando llegó su turno, tomó un aro y lo lanzó con precisión casi quirúrgica... solo para que el aro rebotara de forma caótica, golpeara una fila de botellas y terminara derribando una pirámide entera.
El encargado del puesto le entregó un premio enorme: un oso de peluche gigante, mientras Iida intentaba explicarle que el golpe fue accidental. Kaminari, que había llegado en ese momento, no perdió la oportunidad de señalar que Iida era capaz de aplicar su "análisis impecable" incluso cuando no quería.
El grupo también se detuvo en la casa del terror, un recorrido oscuro lleno de sustos y efectos.
Tokoyami, por supuesto, lideró el camino, convencido de que nada podría intimidarlo.
Sin embargo, un animatrónica particularmente ruidoso lo sorprendió tanto que tropezó con Shoji, quien trataba de mantener la calma mientras protegía a Asui de los sobresaltos.
Mineta, que iba al final del grupo, intentó usar la confusión para colarse entre las filas y quedar cerca de las chicas, pero un fantasma mecánico lo empujó accidentalmente a una pared acolchada.
El resto salió riendo del recorrido mientras Mineta trataba de recomponerse con dignidad.
Kaminari y Mineta intentaron competir por un dragón doble, pero Shoji terminó llevándoselo, acomodándose con una sonrisa satisfecha mientras los dos se resignaban a caballos comunes.
Mientras tanto, Mina y Jirou habían encontrado un puesto de golosinas.
Mina intentó convencer a Jirou de probar un algodón de azúcar azul del tamaño de su cabeza, pero terminó cubriéndose la cara con azúcar en el intento. Jirou, a pesar de su aparente resistencia, no pudo evitar reírse mientras intentaba quitarle un pedazo de algodón pegado al cabello.
En la noria, algunos del grupo habían decidido subir para disfrutar de la vista del parque desde las alturas.
Uraraka, que iba en una cabina junto a Hanna y Toru, miraba por la ventana con una sonrisa tranquila, apreciando el paisaje.
Hanna, sin embargo, estaba algo más distraída, lanzando miradas fugaces hacia otra cabina donde Izuku estaba sentado junto a Denki y Kirishima.
Las luces del parque se reflejaban en su rostro, y, aunque no decía nada, parecía absorta en sus pensamientos.
Finalmente, al caer la tarde, el grupo se reunió en una plaza central decorada con luces y faroles colgantes.
Mientras algunos descansaban, otros todavía buscaban su próxima aventura en el parque.
Y, aunque las risas y las bromas no cesaban, había algo innegablemente cálido en cómo todos parecían encajar, como piezas de un rompecabezas que, por un día al menos, habían encontrado su lugar perfecto.
Y entonces...
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[Te vas a morir.]
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INTRODUCIR: SHADOW OF THE LOVER'S TREE- AKIRA YAMAOKA
Era un recordatorio implantado en su cabeza, no... en su alma.
El parque estaba envuelto en una atmósfera casi irreal.
Las luces titilaban con una cadencia que parecía querer grabarse en la memoria de Izuku.
Las risas, los murmullos, el vaivén de las atracciones... Todo parecía fundirse en un mar de colores y sonidos que lo envolvían mientras caminaba con el grupo.
Estaba ahí, rodeado de amigos, de vida, de momentos que parecían hechos para quedarse por siempre. Y, sin embargo, algo tiraba de él. Algo más profundo. Algo que, como una sombra, comenzaba a cubrir los rincones de su mente.
Sus ojos viajaban de un rostro a otro.
Mina, con su energía contagiosa, reía mientras empujaba suavemente a Tenko, quien se tambaleaba exageradamente para seguirle la broma.
Denki, siempre en su propio mundo, hacía gestos teatrales mientras Kirishima asentía, claramente entretenido por el espectáculo. Asui y Jirou se mantenían más tranquilas, pero había algo en sus miradas que sugería que disfrutaban de ese caos a su manera.
Izuku sonrió, aunque era una sonrisa distraída, más un reflejo que una emoción. Sus ojos continuaron moviéndose, buscando algo. O tal vez alguien. No lo sabía. Solo sentía que tenía que mirar.
Entonces la vio.
Uraraka estaba de pie cerca de una pequeña estructura decorativa, un cartel pintoresco que mostraba una playa idílica con olas que parecían casi reales bajo las luces del parque.
Ella sonreía, pero había algo en esa sonrisa que lo detuvo. No era solo su alegría habitual; había algo más, algo que parecía cargado de significado.
El eco de su voz resonó en su mente, palabras dichas el día anterior, palabras que él había tratado de ignorar. "Yo conocí a Himiko."
[¿Conociste a Himiko...?]
El pensamiento surgió con una claridad dolorosa, empujando todo lo demás a un segundo plano. El parque, las luces, las risas, todo comenzó a desvanecerse mientras esa frase cobraba fuerza. ¿Qué significaba eso realmente? Himiko había muerto. Eso lo sabía con certeza.
Había muerto hacía... ¿cinco años? Sí, cinco años.
[Tenía once. Himiko tenía doce. Ella... no podía haber vivido después de eso. No después de lo que vi.]
Pero la duda se coló como un susurro en su mente, tan suave que al principio apenas lo notó.
[¿Y si...?]
El aire pareció volverse más denso, más pesado. Su mirada permaneció fija en Uraraka, pero ya no la veía realmente. Sus pensamientos estaban enredados, una maraña de memorias y posibilidades que no podía desenredar.
[¿Hace cuánto la conociste, Uraraka? ¿Antes de que yo la conociera? ¿Después? Eso no tiene sentido. No podía ser después. Himiko no podía...]
El sonido de una risa cercana lo sacó de sus pensamientos por un momento, pero no fue suficiente para devolverlo del todo. Su corazón latía con fuerza, cada pulsación como un tambor que marcaba el ritmo de su creciente confusión.
[Conocerla... Eso implica tiempo. Años. Pero si murió cuando tenía doce... ¿Cuánto antes de eso pudo haber sido? ¿Diez años? No... eso no tiene sentido. Uraraka tenía que haber sido una niña. ¿Qué podría haber compartido con ella? ¿Qué conexión...?]
El aire comenzó a parecer más frío, aunque sabía que era su mente jugándole trucos. A su alrededor, las luces del parque brillaban más intensamente, pero no sentía el calor de ellas.
Solo el peso de esa pregunta que no dejaba de crecer.
[¿Y si nunca murió? ¿Y si todo lo que pensé que sabía era una mentira? ¿Qué tan cerca de mí estuvo todo este tiempo? ¿Cuánto me he perdido sin siquiera darme cuenta?]
Su respiración se volvió irregular.
No podía permitirse pensar eso. No podía permitirse creer que ella seguía viva. Pero... si Uraraka la conoció, ¿qué más podía significar? Las piezas no encajaban, no de ninguna manera lógica.
Su mirada volvió a enfocarse en Uraraka, quien ahora caminaba hacia el grupo, despreocupada.
No había ningún indicio en su rostro, ninguna pista de que sus palabras habían plantado esta semilla en su mente. Y aun así, Izuku sentía que algo se había movido, algo que él no podía detener.
El parque seguía vibrando con vida, pero para Izuku, el mundo parecía haberse reducido a una sola pregunta:
[¿Himiko... realmente se fue?]
El parque de diversiones se iba sumiendo en una magia distinta mientras el cielo se teñía de tonos anaranjados y púrpuras.
Las luces de las atracciones brillaban con mayor intensidad, como si trataran de imitar las estrellas que empezaban a asomarse.
La música de fondo, interrumpida ocasionalmente por risas y gritos de emoción, le daba un aire cálido y nostálgico al lugar.
Izuku caminaba junto al grupo, aún rodeado por la atmósfera efervescente de la jornada.
Había reído, corrido, incluso probado alimentos que no recordaba haber comido antes, y en cada momento había encontrado una chispa de algo que podría llamar felicidad.
Pero esa paz que había encontrado al principio del día comenzaba a colmarse de algo más: pensamientos.
Primero eran como gotas, pequeñas y dispersas, que llegaban mientras miraba a sus amigos disfrutar.
Las risas de Mina, la euforia competitiva de Tenya, la manera en que Momo parecía preocuparse por cada detalle, aunque siempre con elegancia. Todo aquello era tan hermoso que dolía.
Izuku intentaba convencerse de que lo que sentía era solo gratitud por tenerlos en su vida, pero pronto esas gotas se transformaron en un río que fluía con preguntas más profundas.
[¿De verdad merezco esto? ¿Puedo mantener esto para siempre? Si supieran... si conocieran el peso que...]
Su mirada recorrió a todos, intentando absorber cada detalle. Kaminari contándole algo absurdo a Sero mientras ambos reían con Tenko; Mina intentando convencer a Jirou de probar una montaña rusa; Shoji y Tokoyami observando el atardecer en silencio.
Luego estaban Hanna, caminando tranquila pero siempre con una pequeña sonrisa hacia los demás, y Uraraka, cuya risa parecía tan pura que por un momento Izuku olvidaba todo lo demás.
—¡Atención, clase A! —la voz de Mina irrumpió de repente, sacándolo de sus pensamientos.
Izuku levantó la cabeza, notando que todo el grupo se había reunido frente a una atracción. Un enorme y llamativo letrero anunciaba: "La Casa del Misterio: Entra en pareja y resuelve los enigmas para salir."
—¡Esto es perfecto para cerrar la noche! —exclamó Mina, dando saltos de emoción.
—¿Otra vez tienes algún plan raro, Mina? —preguntó Jirou, entrecerrando los ojos.
—¡Nada raro! Solo que... —Mina hizo una pausa teatral—, ¡esto es mucho más divertido si vamos en parejas!
Hubo murmullos y risas entre el grupo.
Tokoyami levantó una ceja, Shoji suspiró, y Denki ya estaba señalando a Sero como su pareja.
Todos comenzaron a decidir rápidamente quién iría con quién, mientras Mina, como si fuera el destino mismo, se movió con una precisión quirúrgica para alterar ligeramente las decisiones.
Cuando Izuku se dio cuenta, Mina había hecho que quedara emparejado con Uraraka.
—Eh... ¿Nosotros? —preguntó Izuku, sorprendido, mirando a Uraraka, quien también parecía un poco desconcertada, aunque no dijo nada.
—¡Claro que sí! —respondió Mina, empujándolos ligeramente hacia la entrada. —¡Ambos son geniales resolviendo cosas, así que serán el equipo perfecto!
Antes de que pudieran protestar, el resto del grupo comenzó a entrar en parejas a la atracción. Izuku notó cómo Jirou miraba a Mina con un gesto que decía: "Esto no es casualidad." Mina, por su parte, solo le guiñó un ojo.
Izuku y Uraraka se quedaron quietos un momento frente a la puerta. Las luces de neón parpadeaban sobre ellos mientras las voces de los demás se desvanecían en el interior.
—Parece que somos compañeros otra vez, ¿eh? —dijo Uraraka, con una pequeña sonrisa.
Izuku asintió, tratando de ignorar el nerviosismo que se acumulaba en su pecho.
Las palabras de Uraraka de la noche anterior volvieron a golpearlo como un tambor. Mientras entraban, el mundo exterior se desvaneció detrás de ellos, y la atmósfera del parque quedó atrás.
Ahora, todo era un juego de sombras y acertijos, pero en la mente de Izuku, la verdadera interrogante no estaba dentro de la atracción.
De pie frente a la gran atracción con Uraraka a su lado, recordó...
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"¿Cuál es tu orden de vida?"
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