74.HOGAR, DULCE HOGAR.



INTRODUCIR: DESCENT - BERLINIST

Una joven mujer, con el pelo suelto ondeando al viento, de pie en la orilla de una playa bañada por la luz dorada del atardecer. Sus movimientos son gráciles, fluidos como las olas que besan la arena. Cada gesto suyo parece estar en perfecta armonía con el ritmo del mar que murmura a sus pies.

Ella comienza lentamente, con pasos que imitan el vaivén de las olas, su cuerpo se inclina y se estira como si estuviera abrazando el horizonte. Sus brazos se elevan y caen con una delicadeza que evoca la danza de las gaviotas sobre el agua.

Conforme avanza la danza, sus movimientos se vuelven más enérgicos y expresivos. Puede parecer que está conversando con el océano, contándole historias antiguas que solo ella y el mar entienden. Cada paso, cada giro, está lleno de pasión y emoción, como si estuviera liberando su alma en cada movimiento.

No sigue ningún patrón preestablecido ni técnica convencional; su danza es única, nacida del momento y del entorno que la rodea. El chico que la observa se siente transportado a otro mundo, donde la naturaleza y el espíritu humano se encuentran en una danza eterna y sublime en la orilla de la playa.

Ante la pupila esmeralda de un chico que admira la danza de la luna, sus lágrimas caen sobre la arena. Él despierta. Al principio, solo percibe una sensación cómoda en su espalda y posaderas. Inhalando profundamente, llena sus pulmones de oxígeno antes de explorar el entorno a su alrededor y notar la tranquilidad que lo rodea.

Izuku está sentado en un sillón dentro de un compartimento del tren, específicamente en el tren bala. A través de la ventana a su lado, observa cómo la naturaleza pasa velozmente, las colinas y la vegetación que se deslizan junto a las vías.

Por unos instantes, se queda estático contemplando el apacible día que se vive afuera del tren, hasta que un sonido lo saca de su ensimismamiento. Gira a su derecha y se encuentra con la mujer de sus sueños.

Su cabello plateado suavemente recogido detrás de una gran oreja llama la atención de Izuku, quien encuentra curiosa la forma en que se extiende aquel esponjoso bulto de pelo blanco, que crece del costado de su cabeza y termina en una oreja de conejo.

Rumi Usagiyama está sentada a su lado, absorta en su teléfono, con el mentón apoyado sobre sus nudillos.

Ambos ojos de Izuku están fijos en Rumi, admirando su perfil. Por unos momentos, está completamente absorto en observarla, hasta que Rumi percibe su mirada y mueve sus ojos por el rabillo para encontrarse con él. Lentamente, su cabeza sigue la dirección de su mirada hasta que sus ojos se conectan en un instante que parece detener el tiempo.

Rumi baja su teléfono hasta sus muslos y la conexión de miradas continúa unos segundos más, creando un vórtice de colores mezclados entre sus ojos carmesíes y esmeralda, como el yin y el yang en fusión.

—¿Qué me ves? —pregunta Rumi, rompiendo el vórtice al golpear suavemente la frente de Izuku con su uña, sacándolo de sus pensamientos—. Pensé que ibas a dormir hasta llegar a la ciudad.

Rumi aparta la mirada de Izuku y vuelve a su celular, ajustándose en su asiento.

—Cielos, estos sillones son tan incómodos. Especialmente con mi cola. ¿Sabes lo fastidioso que resulta sentir algo presionando constantemente en la zona lumbar? Es verdaderamente irritante.

—No lo sé realmente. No tengo una esponja en mi espalda. Pero puedo decir que dormí profundamente.

—Me alegra que coincidamos —respondió con un tono áspero—. ¿Debería optar por los sillones del frente?

—No creo que sea una buena idea, Rumi —replicó Izuku, volviendo su atención a la ventana y acomodándose en su asiento—. No sabemos si pertenecen a alguien.

—¡Ja! Como si me importara. Además, han pasado siete estaciones sin que este lugar se llene, así que tu opinión no cuenta.

Rumi se deslizó hacia los sillones delanteros con un gesto audaz, recostándose sobre ellos y extendiendo sus piernas sobre los reposabrazos con despreocupación.

—¡Ay!

De reojo, Izuku vio cómo Rumi golpeaba una de sus piernas vendadas, lo cual parecía aumentar el drama de la situación.

—¿No deberías tener más cuidado con eso? —preguntó, mientras observaba los árboles que pasaban velozmente, sus hojas parecían un remolino de colores verdes y dorados.

—¿Y tú no deberías estar dormido? —contestó con sarcasmo, ajustando sus piernas para aliviar el dolor—. Ambos hacemos siempre lo contrario a lo que se espera.

Rumi esbozó una sonrisa al recostar la cabeza sobre el respaldo del sillón, sus ojos brillaban con una mezcla de travesura y cansancio.

Ahora, la mujer contemplaba el techo del tren con esa sonrisa en su rostro, hasta que notó algo faltante en sus manos: su teléfono celular, que reposaba en el sillón del frente, junto a Izuku. Frunció el ceño al darse cuenta de que tendría que moverse cuando se sentía tan confortable. Había logrado acomodar su cola entre los sillones como si hubiera excavado un hueco en la playa para su trasero y se hubiera tumbado de cara en la arena.

—Oye, Izuku... —llamó Rumi al chico.

—¿Hmm? —Aún absorto en la ventana, solo murmuró eso.

—¿Podrías pasarme el celular? Lo dejé a tu lado.

Izuku apartó la mirada de la ventana y observó a Rumi recostada, mirándolo con una sonrisa consentida, como si intentara sobornarlo con dulzura, aunque esa no fuera precisamente una de las cualidades más notorias de Rumi. Aunque fue un buen intento.

—¿Debería hacerlo? —preguntó Izuku con sarcasmo—. Siempre vamos en contra de lo que se espera, ¿verdad?

Una sonrisa astuta se dibujó en su rostro.

Rumi se detuvo un momento, visiblemente sorprendida.

—Vas mejorando en eso —contestó, algo orgullosa del tono de Izuku—. Aunque aún te faltan algunas cosas, como levantar más la ceja y hacer menos evidente el sarcasmo, ¿entiendes?

Izuku intentó alzar la ceja y adoptar una expresión más neutral, pero solo logró que se le formara una mueca graciosa en el rostro, lo que hizo que a Rumi se le inflaran las mejillas antes de estallar en un estridente carcajada. Finalmente, estaba levantando bien la ceja, aunque con una expresión de desagrado al notar la reacción de Rumi.

—Supongo que no querrás tu celular —dijo Izuku, volviendo su mirada al paisaje.

—N-No, espera... —entre risas, Rumi intentaba hablar—. S-Solo... s-solo era una broma...

Sosteniendo su estómago, se recostó de lado en el sillón y extendió la mano hacia Izuku.

—S-S-S-Solo una b-broma...

Aún seguía riendo mientras Izuku parecía querer ignorarla.

Izuku la observó de reojo mientras Rumi reía imparablemente, su cabello cayendo en mechones sobre su rostro mientras ella luchaba por mantenerlo bajo control. Por unos momentos, Izuku la contempló y luego suspiró. No estaba molesto en absoluto; de hecho, se sentía bien. Ver a Rumi reír de manera tan espontánea le traía un gran reconforte.

—Bien, tú ganas.

Movió la cabeza hacia un lado y con su brazo izquierdo extendió la mano hasta el teléfono, lo tomó y se lo entregó a Rumi, quien aún estaba conteniendo sus carcajadas.

—G-G-Gracias...

Rumi recibió el teléfono con una sonrisa burlona y traviesa, mientras Izuku le devolvía la sonrisa.

La atmósfera en el tren parecía más ligera después de ese intercambio. Afuera, el paisaje seguía deslizándose rápidamente, como si estuvieran en un viaje lleno de momentos cómodos y divertidos entre amigos.

Cuando Izuku observaba el rostro de Rumi poco a poco su mirada se difumino hasta que poco a poco su atención se poso sobre su mano derecha. Las vendas en su mano cubierta le hicieron prestar atención a ella al regresarla a él.

Observó su palma vendada durante un buen rato. En esos momentos, parpadeos del día lluvioso en su pasado regresaban como destellos que golpeaban su tranquilidad, aunque solo fuera un poco.

Recordaba su mano vendada, y la otra, desnuda y manchada de sangre. Era evidente que algo estaba perturbando su calma, pero ya no como antes, cuando cualquier desequilibrio podría haber derrumbado su vida entera. Ahora, esos pequeños pero punzantes momentos de recuerdo eran como rocas que caen en el mar, agitando solo ligeramente la serenidad del agua.

Le bastó cerrar el puño junto a sus ojos y respirar profundamente para borrar los recuerdos dolorosos.

Rumi notó algo entonces. Su oído captó el sonido de los latidos acelerados de Izuku. Aunque estaban en un tren con pocas personas alrededor, el silencio era tal que Rumi pudo escuchar el corazón de Izuku, lo que hizo que volviera su mirada hacia él.

Ella dejo de reír.

—¿Estás bien? —preguntó Rumi, elevando un poco la mirada hacia Izuku.

—Sí —respondió Izuku, abriendo los ojos y relajando su puño hasta que su palma se abrió de nuevo—. Estoy bien.

Rumi reunió algo de valor en su pecho y decidió abrirse.

—Lo que sea —dijo, buscando las palabras con determinación—. Puedes contarme lo que sea, Izuku...

El chico notó el esfuerzo evidente que Rumi hizo para decir aquello, lo cual lo llenó de felicidad, pero también de cierta incomodidad. No le gustaba verla esforzarse de esa manera, sabiendo que ella estaba cambiando gradualmente.

—Gracias, Rumi. Pero no es necesario que te esfuerces tanto —respondió con una sonrisa melancólica.

Ella quería acercarse más a Izuku y estaba dispuesta a esforzarse por ello. Izuku entendía ese deseo, pero también la preocupación que Rumi sentía hacia él.

—Solo... —hizo una pausa, tratando de expresarse claramente—. Recordé algunas cosas.

Enderezó su espalda contra el respaldo del asiento, sintiéndose vulnerable pero decidido a compartir sus pensamientos.

—Es solo que me pregunto, bueno... todavía me sigo cuestionando cosas que pensé que ya había superado. ¿Sabes? Lo siento como un círculo vicioso del cual no puedo salir. Aunque hay momentos en que siento que estoy fuera. Es extraño, como si me viera a mí mismo dentro, pero nunca fuera.

Rumi asintió, sintiendo empatía por las palabras de Izuku. Ella comprendía la sensación de estar atrapado en recuerdos dolorosos, incluso cuando creías haber avanzado.

—Te entiendo —dijo con suavidad—. A veces, esos momentos regresan sin previo aviso, ¿verdad? Es como si estuvieras atrapado entre el pasado y el presente, luchando por encontrar la salida.

Izuku asintió lentamente, agradecido por la comprensión de Rumi.

—Hay algo que recuerdo. Algo que ha vuelto a mí con fuerza. Hace tiempo, me encontré con alguien que atravesaba muchos problemas. Esa persona, en su desesperación, optó por un camino oscuro. Podría decirse que se desvió por malas decisiones —Izuku envolvió su rostro en una expresión de profunda melancolía—. Él creía que los demás vivían sin dificultades, y se convenció de que no tenía otra opción más que esa.

Mientras hablaba, el viento fuera del tren era tan intenso que creaba remolinos alrededor del vagón. Las hojas de los árboles danzaban como la arena que se levantaba en aquel callejón, donde Izuku había enfrentado a aquel chico tiempo atrás.

—"Todos tenemos una salida, incluso yo" —el eco de sus propias palabras resonó en la mente de Izuku, haciendo eco de la determinación que había mostrado en aquel momento.

—Creo que fui demasiado imprudente entonces. Pero... —sus pensamientos se dirigieron al recuerdo del chico en las gradas del festival deportivo—. Creo que pude haber cambiado algo.

Sus ojos se abrieron un poco más, revelando una mezcla de esperanza y preocupación por aquel encuentro del pasado que ahora cobraba una nueva relevancia en su mente.

—Todo esto solo me hace preguntarme que tipo de salida escogí yo, Rumi. ¿Qué salida hubiera tomado si All Might no me hubiera extendido la mano aquel día? ¿Tal vez yo hubiera optado por algo como él?

"...un mundo de soñadores donde no todos podamos soñar."

Izuku recordó al hombre de barro.

—Yo... —Izuku mantuvo una mirada perdida.

"...no puedo ser un héroe."

Un miedo empezó a emerger en Izuku.

—Si no hubiera tomado su mano...

"Tu puedes ser un héroe..."

En el eco de su mente el recuerdo de la espalda de aquella chica de cabello oscuro y ojos escarlata.

_____________________________________________

"La catarsis por haber tomado esa elección y..."

________________________________________________

Rumi estaba por alcanzar la mano de Izuku, pero este pudo calmar su corazón.

Realmente habia algo diferente en Midoriya.

Izuku devolvió su mirada hacia Rumi.

—Cuando Ozda Majiro entro en mi mente me hizo recordar toda mi vida olvidada y por igual me hizo volver a vivir la vivida hasta ahora. Fueron... —Izuku contuvo su voz un momento—. Demasiadas cosas para asimilar, pero, de algún modo pude hacerlo. Alguien me dijo una vez que, aunque haya más desgracias que bendiciones no tiene por qué predominar la oscuridad.

Shimura Tenko se poso al lado de su hermana en un recuerdo ominoso en la mente de Izuku.

—No solo tome la mano de All Might aquel día... —Izuku observo a una sombra mas pasar a su lado y colocarse al lado de Tenko—. También tome la mano de otros.

"Nosotros de queremos, Izuku."

Poco a poco mas siluetas comenzaron a formarse en una larga fila en aquel lugar en su mente creando un cuadro de personas disueltas por aquel lugar. Todas miraban a Izuku con una sonrisa.

—Entonces me di cuenta de que no podía huir más.

Con aquella mirada y certeza en sus palabras Rumi frunció un poco el ceño.

"¿Hasta cuando vas a seguir huyendo?"

Rumi recordó a aquella chica en la playa en su juventud. Su nombre era Lili.

—Alguien alguna vez me dijo algo —finalmente Rumi parecía unirse en voz a la conversación—. "Las personas necesitan ayuda de otras personas para poder crecer". En ese momento yo odiaba el mundo tal y como era. No preste atención y decidí dejar que sus palabras se desvanecieran de mi interés. También me advirtió que si seguía por el camino que habia tomado en ese tiempo me quedaría sola y creo que tuvo razón. Al creer que estaba sola, finalmente lo estuve.

[Yo...]

Rumi parecía inmersa en sus recuerdos.

"¡Si no miras hacia atrás, si no lo haces...! ¡¿Cómo sabrás cuando es momento de parar?! ¡¡RUMI!!"

Sintió remordimiento.

Ella volvió a mirar Izuku y una pregunta surgió en su cabeza.

—¿Cuándo decidiste mirar detrás de ti?

Tan solo conectados por sus miradas, en diferentes posiciones uno del otro como dos peces gato en el lago viniendo de direcciones opuestas.

Era un flujo continuo de recuerdos en ambas partes.

"En base a todo lo que has visto de mi... ¿Soy bueno o malo?"

"Tengo que compensarlo."

"¡Un horizonte de una nueva era es lo que tienen que ver!"

"No todos tenemos un final feliz."

Entre todos esos pensamientos Izuku se veía a si mismo parado en aquel lugar donde todas esas personas lo miraban y sin darse cuenta habia una silueta más detrás de él. Al girar se dio cuenta que la persona que estaba a su espalda era él mismo.

Habia llegado a una conclusión.

[Siempre.]

Rumi abrió sus ojos.

Levanto su mirada con orgullo.

"Yo tengo miedo."

"¿¡Alguien sin un quirk puede llegar a ser como tú?!"

"¿Qué clase de persona quieres ser?"

"Tu tampoco eres un santo..."

"Puedes convertirte en héroe..."

"¡ME ARREPIENTO!"

"¡No pienso rendirme nunca más!"

"Me convertiré en un héroe."

"Por que aquello que se ha de destruir..."

"Todos estamos contigo..."

"Tu eres mi escape, el escape de este vacío."

"Amo esta flor."

"¡Es por lo que tu madre se decidió suicidar!"

"Todo comenzó cuando tu me extendiste la mano... gracias."

"Mi nombre de héroe... ¡Es Decay!"

"Eres el mas grande maleficio de todos."

"¡DESTRUIRE MIS ERRORES!"

"Voy a destruirte."

"¿Qué gracia tiene para ti?"

"¡YO ESTOY FURIOSO!"

"Tu desdichada vida cubierta de polvo y creyente de la mentira."

"Incluso los que vienen tras de nosotros entraran por ti. Por que tu historia ya ha sido contada. Y es una historia donde tu eres el villano."

"¿Por qué los proteges? ¡Ellos te temen a ti, no a mí!"

"¡NO TE RINDAS!"

"A quien vi en aquel instante fue a él, fue a All For One."

"Eres un chico al cual puedo respetar y admirar."

"¡Laughing Boy! Todos hablan de ti. Todos se encuentran mirándote desde cada extremo de su moral. ¿Por qué? Sencillo, por que tienes un quirk maldito."

"¡Mi rol es derrotarte!"

"¡Todos tenemos una salida!"

"Hasta nunca, Laughing Boy."

"No eres bueno ni malo, solo eras un niño inocente."

"¿Qué eliges?"

"Gracias..."

"Gracias por haberme heredado el One For All."

Todo su camino hasta ahora solo habia sido el comienzo de su historia.

He Izuku finalmente lo habia entendido.

La silueta que miraba al frente no solo se limito a pensar en el futuro. El mismo se habia atado al pasado para no olvidar y siempre estar mirando en esa dirección.

_____________________________________________

[Siempre he estado viendo hacia atrás.]

_____________________________________________

Al salir del bosque los rayos del sol atravesaron la ventanilla llegando a iluminar los rostros de Rumi he Izuku a la par que la ciudad de Musutafu se veía a lo lejos.








INTRODUCIR: OLD STORIES - KEVIN PENKIN

Cuando el mediodía llegó, Midoriya Izuku y Rumi Usagiyama regresaban a Musutafu, caminando lentamente hacia su hogar. Ambos se apoyaban en dispositivos para caminar; Rumi en muletas y Izuku en un bastón. Rumi llevaba un short corto que apenas cubría sus rodillas y una gran sudadera con capucha. Su cabello caía suelto por su espalda, y una de sus orejas estaba doblada como si se protegiera del viento. Por otro lado, Izuku vestía pantalones de mezclilla, una camiseta de manga corta y una camisa a cuadros azules. Su brazo estaba enyesado y asegurado con dispositivos metálicos, y una venda aún cubría su frente, junto con un pequeño tapón de tela sobre la cicatriz bajo su ojo derecho.

Cualquier observador habría notado de inmediato que ambos habían sufrido un accidente grave recientemente.

—Qué gran antecesor —comentó Rumi con ironía.

—¿Perdón? —preguntó Izuku.

—Si no me equivoco, dijo que estaría esperándonos en la estación para llevarnos a casa —dijo Rumi con evidente disgusto.

—Tuvo algunos problemas. Algunos villanos atacaron la represa al oeste de aquí —respondió Izuku.

Rumi levantó una ceja.

—Y como siempre, excusándolo.

—¿Como siempre?

—Desde mi punto de vista, siempre has tenido mala suerte al rodearte de personas peligrosas en momentos inoportunos. ¿Lo entiendes? Y cuántas veces ha estado él en medio de todo eso, ¿eh, Izuku?

—Él también es un héroe, Rumi. Tiene trabajo que hacer. Además, no es cualquier héroe, es el símbolo de la paz, así que no tiene las cosas fáciles. No puede estar siempre a mi alrededor. Si lo deseara, sería egoísta.

—¿Me estás llamando egoísta? —cuestionó Rumi, arqueando una ceja.

—N-No, no... Solo necesitas entender que a veces las cosas suceden. Y bueno, ¿sabes? Ha pasado un tiempo desde que los dos salimos a caminar por la ciudad de esta manera, ¿no? Casi como cuando me arrastrabas por la noche para perseguir a los tipos malos.

—Eso es muy diferente —respondió Rumi.

—¿Ah sí? ¿En qué sentido?

—Primero, no tengo que lidiar con el sol. Sabes que tengo sensibilidad al sol cuando es muy fuerte. Además, la noche es mi fuerte —dijo Rumi con orgullo.

—¿Será porque los conejos están más activos por la noche?

—¿¡Eh!? —exclamó Rumi visiblemente irritada.

Le molestaba cuando la comparaban con los instintos naturales de los conejos, y Izuku lo sabía, aunque esta vez se le escapó.

Su lenta caminata continuó durante un tiempo más, atravesando parques, calles comerciales, mercados y otros lugares concurridos de Musutafu. Cada paso era cuidadoso y medido, pero también lleno de determinación mientras avanzaban juntos por la ciudad.

Finalmente, llegaron a lo que parecía ser un sendero junto a un río que serpenteaba por el paisaje urbano. El camino curvado desaparecía a lo lejos entre las casas, ofreciendo un respiro de tranquilidad en medio del bullicio de la ciudad. A la izquierda de ellos, un barandal blanco cortaba el paso hacia el río, mientras que a la derecha de Izuku se alineaban unas cuantas casas con postes de luz que iluminaban su camino a medida que avanzaban.

El entorno era sereno, con el murmullo suave del agua del río y el crujir de las hojas bajo sus pies mientras seguían avanzando. La luz del sol de la tarde se filtraba entre las ramas de los árboles cercanos, creando patrones de sombra y luz en el sendero. A pesar de sus heridas visibles y las dificultades que enfrentaban, el ambiente tranquilo del camino junto al río ofrecía un momento de calma y reflexión para Izuku y Rumi.

A pesar de ser mediodía, el sol se había calmado considerablemente, lo cual tranquilizó a Rumi. Las nubes comenzaron a acumularse rápidamente con una fuerte ventisca, y gradualmente el cielo se fue cubriendo. Esta cambio en el clima levantó un poco el ánimo de Rumi, quien parecía más relajada mientras caminaba, con Izuku a su lado observando el sendero por el que avanzaban.

No fue sino hasta que llegaron a una sección donde el río continuaba, pero el camino estaba bloqueado por el mismo barandal blanco que los guio hacia la izquierda, llevándolos por un puente que cruzaba las aguas. Mirando hacia atrás, sólo veían la orilla del camino que habían recorrido, y al otro lado del río se extendía una pequeña vegetación de árboles y arbustos. Del otro lado, el río continuaba flanqueado por casas a lo largo de sus orillas.

Debido a la topografía de Musutafu, situado en un cráter rodeado de colinas que casi se asemejaban a montañas, Izuku pudo divisar una gran montaña emergiendo en el horizonte, hacia donde el río y las casas se agrupaban gradualmente más.

Se encontraban en la zona de Ashigara, conocida por ser un lugar tranquilo y poco poblado donde se ubicaban diversas residencias. Mientras continuaban su camino, algunas madres, padres y niños que se asomaban desde las calles se detenían al ver a la pareja avanzando por el sendero prácticamente vacío del vecindario.

El ambiente tranquilo y la belleza natural del entorno contrastaban con la agitación y el caos que habían experimentado previamente. Izuku y Rumi continuaban su camino, enfrentando juntos las consecuencias de los eventos recientes, mientras el entorno sereno les ofrecía un breve respiro en medio de sus pensamientos y conversaciones.

—No parecen despegarnos las miradas —murmuro Rumi lo suficientemente alto para que Izuku pudiera escuchar.

—No creo que toda la atención sea por ti.

Rumi alzo la ceja.

—¿Eso es arrogancia? Pareciera que fueras feliz. Como te has hecho un poco mas famoso. ¿Eh, como te sientes?

—¿Famoso dices? Estoy acostumbrado a ese tipo de miradas de la gente así que no me afecta —Izuku miro hacia arriba pensativo—. Aunque siento que me miran por otra razón.

—Eso es orgullo en verdad. El video se ha difundido bastante y las personas no dejan de verte por eso. Tal vez este cambiando el entorno.

Hasta ahora realmente habían pasado tantas cosas que Izuku no podría agrupar en sus manos. En realidad, ¿Qué tanto habia pasado?

Si se empezara por el principio, Izuku hablaría de la tragedia de su despertar. Después el incidente con Himiko Toga. También estaba el hecho del enfrentamiento con el monstruo de lodo y aquel chico en el callejón. La prueba de la U.A, las clases y entrenamientos. La USJ y el festival deportivo.

Son tantas cosas que Izuku ahora que lo pensaba era tan complicado recordar los detalles.

El tiempo ahora parecía más distante que antes.

—El tiempo transcurre y las cosas cambian supongo.

Incluso el cielo de Musutafu, estaba cambiando sin parecerlo. Pues en ese tiempo que no sabia nada, el cielo de verano era mas frio que ahora.

Delante de sus ojos se extendía un hermoso cielo templado y con el verano comenzando y el invierno aproximándose, su consciencia estaba siendo guiada hacia el cielo.

Midoriya Izuku sumergía sus pensamientos en los recuerdos del "Del día de su comienzo".

[Habia un libro que leí hace tiempo, bastantes años atrás para ser conciso. Dicho libro hablaba sobre la aventura de un chico y el comienzo de esta. En una parte de la historia, un hombre anciano que parecía ser su abuelo le hablo del mundo exterior al chico. Le hablo de que podría encontrar de todo a todo en el mundo. Chicas hermosas, elfos tan pulcros y bellas diosas donde podría encontrar algo predestinado. También le hablo de las riquezas y fama que podría conseguir y por igual hablo de un estatus que podría obtener si tenía la suficiente resolución.]

Mientras mas caminaban alrededor de aquellas calles que poco a poco se comenzaban a abarrotar de gente, Izuku no podía evitar recordar aquel mismo recorrido que hacia cuando era más pequeño.

Poco a poco las calles extrañas se convirtieron en parte de la nostalgia al recordarlas.

Las personas que salían de sus hogares para hacer algún pendiente u otro tipo de gente que tenia que abrir sus negocios y tratar con mas personas notaron como el chico caminaba en medio de la calle.

["No sigas las instrucciones de otros. Decide por ti mismo. Esta es tu historia." Esas era las palabras del hombre hacia el joven quien pregunto cual era aquel estatus que podría conseguir si tenía la suficiente convicción. El hombre le respondió con una sonrisa que era absolutamente inolvidable.]

Desde ser un niño en brazos de su madre hasta un infante que camina sostenido de la mano de su madre hasta un niño que aprende a andar solo para finalmente ser un joven que avanza con la mirada en alto, justamente en contraste con aquella sombra de su pasado que se posa a su lado en forma de memoria residual.

Ambos Midoriya Izuku recorriendo el mismo camino, pero con diferentes miradas en sus rostros.

Una de orgullo y valor, otra de miedo y culpa.

El pasado y el presente.

____________________________________________

[El estatus de héroe.]

____________________________________________

Dando un paso hacia un claro de luz que se derramaba desde una apertura en las nubes, la sombra que lo acompañaba se disipó en una lluvia de luces arcoíris, dejando solo a Midoriya Izuku avanzando hacia el futuro con determinación. Las miradas que antes le dirigían odio, repugnancia u otros sentimientos maliciosos ahora reflejaban sorpresa y asombro en los rostros de quienes lo observaban.

Las personas, con imágenes frescas de videos y entrevistas en sus memorias, no podían evitar recordar vívidamente el rostro del chico bajo la lluvia torrencial en Osaka. Recordaban las palabras cargadas de emoción de sus vecinos de Osaka, que habían gritado en su defensa hacia aquel chico singular.

Rumi caminaba dos pasos detrás de Izuku, observando en silencio cómo las miradas de los transeúntes y residentes a su alrededor se volvían gradualmente hacia él. A medida que avanzaban, las voces susurrantes se transformaban en murmullos que rápidamente atrajeron a más personas.

—¿Ese es Midoriya Izuku?

—Laughing Boy...

—Entonces él realmente...

Las palabras se mezclaban en el aire mientras las personas se agrupaban a su alrededor, llenando las calles tanto detrás como delante y a los lados. Desde los vehículos y negocios cercanos, desde las ventanas y balcones de las casas e incluso desde los techos, rostros de todas las edades y caminatas se asomaban para capturar una visión del joven héroe.

Estudiantes que llevaban uniformes de secundaria, adultos apresurados con maletines y bolsas de compras, y ancianos con miradas reflexivas, todos se detenían por un momento para presenciar la presencia de Midoriya Izuku en medio de su vecindario.

El aura de Izuku era notablemente distinta a la del chico que una vez fue.

No se trataba únicamente de las cicatrices visibles en su cuerpo o rostro, ni de su mirada ahora más seria. Había algo más, algo que muchos percibían, pero no lograban explicar con claridad. ¿Podría ser su postura? No, era algo más sutil. ¿Acaso el color de sus ojos había cambiado? Nadie podía confirmar con certeza.

Para aquellos que observaban al chico caminar con su bastón, el brazo enyesado, las heridas visibles aún sanando y todas las señales de haber pasado por tiempos difíciles, ese "algo" diferente no se limitaba a lo físico. Había una presencia que resonaba en sus corazones, una sensación de que Midoriya Izuku, también conocido como Laughing Boy, Decay... aquel niño que alguna vez río, había experimentado una transformación profunda.

No era solo la evidencia física de sus heridas o la gravedad de lo que había enfrentado. Era algo en su manera de moverse, en la serenidad con la que ahora caminaba hacia su futuro incierto. Era como si hubiera encontrado una fortaleza interior que antes no había sido visible, una determinación tranquila y una madurez que inspiraba respeto y admiración en quienes lo veían pasar.

Aquella percepción intangible, aquel "algo" que muchos sentían, pero no podían nombrar, era la marca de un joven que había atravesado el fuego y había emergido transformado. Izuku era ahora más que un símbolo de perseverancia; era un recordatorio viviente de que las adversidades pueden moldearnos de formas inesperadas, fortaleciendo el alma y el espíritu más allá de cualquier cicatriz visible.

Algo que nadie más veía, algo que pocos sabrían describir.

Rumi Usagiyama lo sabía.

Midoriya Izuku, se habia vuelto fuerte... mucho más fuerte.

[...]

No había muchos lugares que ambos pudieran recorrer en el estado en que se encontraban. Sin embargo, Izuku aún tenía un destino en mente que quería visitar antes de que terminara el día.

El mediodía avanzó lentamente mientras Izuku y Rumi caminaban por Musutafu. Rumi se movía con cuidado debido a sus muletas, y Izuku apoyado en su bastón, ambos avanzaban con determinación a pesar de las dificultades físicas que enfrentaban. El sol, que inicialmente brillaba intensamente, se calmó gradualmente con la llegada de nubes que cubrieron el cielo, proporcionando un alivio bienvenido para Rumi.

A medida que exploraban la ciudad, hicieron varias paradas. Rumi necesitaba descansos frecuentes para usar el baño, y de vez en cuando se detenían en puestos callejeros para disfrutar de comida rápida y recuperar energías. La tarde avanzaba rápidamente mientras seguían su camino a través de calles comerciales, parques y áreas residenciales, cada rincón ofreciendo una pausa en su viaje.

Cerca del atardecer, después de haber recorrido varios lugares y callejones de la ciudad, Izuku guio a Rumi hacia un punto particularmente tranquilo y solitario en ese momento del día.

Era un sitio peculiar en la ciudad, alejado del bullicio y el movimiento constante de la vida urbana. Un lugar donde el silencio era interrumpido solo por el murmullo del viento entre los árboles y el crujir suave de las hojas bajo sus pies. Era el cementerio.

Este lugar sagrado y sereno resonaba con una calma profunda y una atmósfera de contemplación. Izuku y Rumi, en medio de su propia reflexión personal y silenciosa, se adentraron en el cementerio con respeto y reverencia.

El chico tenía a alguien muy especial a quien quería visitar, alguien a quien había dejado de lado por mucho tiempo, ya sea por temor, dificultades o simplemente por estar ocupado. Pero ahora, finalmente tenía algo de tiempo para dedicarle.

Se trataba del lugar donde yacía Inko Midoriya, su madre. Su tumba se encontraba en una pequeña elevación en el pastizal, como una colina suave que se alzaba apenas dos metros por encima de las demás, dando la impresión de ser un lugar apartado y tranquilo en el cementerio.

El camino desde la entrada hasta este lugar sagrado no fue particularmente largo, pero cada paso era cargado de significado para Izuku. Rumi, acompañándolo en silencio, notaba la seriedad y la determinación en los ojos del chico mientras avanzaban por entre las lápidas y los cuidados jardines.

A lo largo del camino, Rumi decidió descansar brevemente en una de las tumbas que encontraron en el camino. Izuku, sintiendo una mezcla de incomodidad y respeto por el lugar sagrado, le pidió amablemente que se levantara, expresando su deseo de no usar las tumbas como asientos. Al principio, Rumi ignoró las quejas del chico, pero después de unos momentos, decidió acatar su petición para evitar cualquier conflicto innecesario en un momento tan íntimo y delicado.

Finalmente, tras recorrer el último tramo del camino, llegaron al lugar donde descansaba Inko Midoriya. Ante ellos estaba la lápida de mármol, una obra esculpida con delicadeza siguiendo las tradiciones japonesas. Las inscripciones sobre la piedra recordaban su nombre y las fechas de su nacimiento y fallecimiento, evocando la presencia y el legado de una mujer que había sido madre, confidente y guía para Izuku en los momentos más difíciles de su vida.

El ambiente en el cementerio era sereno y solemne, con el susurro suave del viento entre los árboles y el canto ocasional de los pájaros que habitaban el lugar. A medida que Izuku se paraba frente a la tumba de su madre, una mezcla de emociones lo embargaba: el dolor de su ausencia, el agradecimiento por todo lo que ella había sacrificado por él y una profunda sensación de paz al recordar su amor incondicional.

Rumi, observando en silencio y respetando la intimidad del momento, se mantuvo a una corta distancia, permitiendo que Izuku tuviera su espacio en silencio para recordar a su madre con la reverencia y el cariño que ella merecía.

Sentada sobre un montón de rocas al costado de un árbol robusto, Rumi colocó con cuidado sus muletas a un lado y dejó vagar sus pensamientos mientras observaba el paisaje sereno del cementerio. El sol se filtraba entre las hojas del árbol, creando un juego de luces y sombras sobre el suelo cubierto de hojas caídas. Para Rumi, este lugar ofrecía un respiro tranquilo en medio del bullicio cotidiano de Musutafu.

Mientras tanto, Izuku se acercó con reverencia a la tumba de su madre. Lentamente, dejó su bastón a un lado con un cuidado meticuloso, consciente de cada movimiento debido a las fracturas recientes en sus piernas. Arrodillándose frente a la lápida de mármol, notó el pequeño vaso negro colocado con esmero en su parte superior, que contenía tres palillos rojos.

Con mano temblorosa pero firme, Izuku tomó uno de los palillos, asegurándose de sacudir suavemente el polvo de la lápida antes de proceder. La serenidad del lugar y la quietud del momento le dieron espacio para concentrarse en el ritual que estaba a punto de llevar a cabo.

—¿Tienes el encendedor que compramos? —preguntó Izuku a Rumi, cuya respuesta fue rápida al sacarlo de su bolsillo y lanzárselo con cuidado. Izuku lo recibió con gratitud, sintiendo el peso del gesto de apoyo de su compañera.

Con movimientos cuidadosos, Izuku encendió el palillo de incienso con el encendedor, dejando que la llama bailara un instante antes de que el humo perfumado comenzara a elevarse lentamente hacia el cielo. El aroma dulce y suave llenó el aire alrededor de la tumba, envolviéndolos en una atmósfera de respeto y solemnidad.

Devolviendo el vaso a su posición original, Izuku llevó el palillo encendido hacia la abertura designada en la lápida. Entonces, con una reverencia profunda y respetuosa, abrió su palma izquierda y la colocó frente a su rostro. Aunque su brazo derecho estaba enyesado y no podía unir ambas palmas en un gesto de oración completo, la intención de Izuku resonaba con sinceridad y amor.

Cerró los ojos con devoción, permitiéndose unos momentos de silenciosa comunión con los recuerdos de su madre. Recordó su risa cálida, su apoyo incondicional y todas las enseñanzas que le había impartido durante su vida. Oró en su corazón, expresando gratitud y cariño, deseando que ella encontrara paz en su descanso eterno.

Rumi, desde su lugar cercano, observaba en silencio y con profundo respeto, comprendiendo la importancia de este momento para Izuku. El tiempo parecía detenerse mientras ambos compartían el espacio sagrado del cementerio, cada uno inmerso en sus propios pensamientos y emociones, pero unidos en el reconocimiento de un amor perdurable y un vínculo que trascendía la distancia entre el mundo de los vivos y el de los que ya no estaban.

Al terminar su oración, Izuku abrió los ojos lentamente, permitiendo que su mirada se perdiera en el suelo cubierto de hojas secas y en los árboles que se mecían suavemente con la brisa veraniega. El sol comenzaba a descender hacia el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados que reflejaban la calma del momento.

—Hace mucho que no nos vemos, mamá —susurró Izuku con voz suave, como si sus palabras fueran un susurro al viento—. Lamento la demora y también haber permitido que este lugar se descuidara tanto. Pero recientemente han pasado tantas cosas en mi vida. Cosas que quizás no pueda contar todas en una sola tarde.

Izuku apartó la vista por un momento, sus ojos llenos de pensamientos y recuerdos que fluían en su mente con una claridad renovada.

—Quizás una de las cosas más importantes es que... ¡recordé mi pasado! —exclamó con un brillo de emoción en sus ojos—. Aunque solo eran unos dos años de mi vida que habían desaparecido en la niebla, eran dos años que necesitaba recuperar desesperadamente. Y no lo hice solo. Hubo un hombre que me ayudó en este camino. Su nombre es... era Ozda Majiro.

Una suave sonrisa curvó los labios de Izuku mientras sus recuerdos se entrelazaban con la brisa que mecía las hojas alrededor de la lápida.

"No eres bueno ni malo, solo eras un niño inocente"

Recordando las palabras llenas de compasión que aún resonaban en su corazón.

—Era un buen hombre.

El aroma sutil del incienso persistía en el aire, mezclándose con la paz y la serenidad que envolvían el cementerio. Rumi, sentada no muy lejos, observaba en silencio, respetando el espacio íntimo de Izuku y captando la intensidad emocional en sus palabras. El crepúsculo envolvía el entorno con su manto dorado, añadiendo una atmósfera de solemnidad y reflexión a este encuentro entre Izuku y el recuerdo de su madre.

—Ha conocido a muchas personas nuevas, y una de ellas ha logrado cambiar la percepción que otros tienen de él. Es un cambio gradual, lo entiende. No vive pendiente de lo que piensen los demás, pero es reconfortante sentir que están empezando a reconocer su esfuerzo —susurró Izuku, mientras el sol de verano brillaba alto en el cielo y la brisa cálida movía suavemente las hojas a su alrededor.

Durante el tiempo que estuvo en el hospital, Kazuho lo llamó varias veces. Ella se enteró rápidamente de lo que ocurrió en Tokio y hablaron largo y tendido al respecto. Al final, Kazuho le confesó que fue una de las personas involucradas en esos videos. Aunque no pudo agradecerle adecuadamente por lo que hizo por él, Izuku sabía que cuando la viera de nuevo, le expresaría su gratitud con todo su corazón.

—Además, quería contarte que ya no estoy solo. Ahora vivo con Rumi. Ella me ha aceptado tal como soy y me ha enseñado muchas cosas nuevas. A veces puede ser un poco descuidada en casa y no tiene mucha experiencia en las tareas domésticas, pero tiene otras cualidades que admiro profundamente. Es valiente y fuerte, y su apoyo ha sido invaluable para mí. Es una persona muy especial.

Mientras Izuku compartía sus pensamientos, el sol del verano bañaba el cementerio con su luz dorada, creando un ambiente sereno y tranquilo. Rumi, sentada a poca distancia, escuchaba atentamente cada palabra de Izuku, sintiéndose halagada y conmovida por sus palabras finales, lo que provocó que sus mejillas se colorearan ligeramente.

El ambiente tranquilo del cementerio y el cálido verano contrastaban con la intensidad emocional del momento, creando una atmósfera de paz y reflexión mientras Izuku compartía su vida y sus sentimientos con su madre.

—Finalmente, las cosas con la comisión han terminado. Creo que en parte soy libre, no solo de mucha culpa, sino también de las cadenas que me habían colocado. Aunque siempre seré consciente de lo que hice y asumiré la responsabilidad hasta el final de mis días, es una carga que he decidido llevar por mí mismo y no permitiré que otros me la impongan. Decidiré por mi mismo, yo elijo mi destino.

El viento sopló con fuerza ante tal declaración, agitando las hojas de los árboles y llevándose consigo un susurro de liberación. El sol del atardecer bañaba su rostro con una luz cálida y dorada, mientras Izuku cerraba los ojos, dejando que las emociones encontradas se mezclaran en su interior. Sentía un peso levantarse de sus hombros, pero también un profundo sentido de responsabilidad y determinación. Estaba decidido a seguir adelante, a aceptar su pasado y a construir un futuro basado en sus propias decisiones y convicciones.

Cuando abrió sus ojos, el ligero bostezo de Rumi resonó suavemente a su lado. Izuku dirigió una mirada compasiva hacia ella y notó el cansancio marcado en su rostro. Era comprensible después del día lleno de emociones que habían compartido juntos.

Una sonrisa cálida se dibujó en el rostro de Izuku mientras volvía su atención hacia la lápida de su madre. Se puso de pie con cuidado, apoyándose en su bastón, y se acercó lentamente. Al llegar, extendió su mano izquierda para tocar la fría superficie de la piedra con reverencia.

—Siento no haber sido el buen hijo que te merecías. Siento haber permitido que cargaras con tanto peso sola. Mi miedo me cegó y no supe ver cuánto sufrías —susurró Izuku, con la voz entrecortada por la emoción contenida. Al pronunciar esas palabras, sintió cómo los nudos en su pecho se desataban lentamente—. Pero de ahora en adelante, haré lo que siempre debí haber hecho.

Enderezó su espalda con determinación, deseando transmitir sus palabras al viento, al cielo y a su madre. Se inclinó hacia adelante, como buscando la complicidad y el perdón que sabía que solo podía hallar en sus propios pensamientos y en el recuerdo de ella.

INTRODUCIR: FIGHT - HIKARI MITSUSHIMA

[Gracias por haberme dado a luz, mamá.]

Cuando Izuku se levantó volvió a sonreír.

_______________________________________________________

[Estoy en casa.]

________________________________________________________

Con una sonrisa serena, Izuku se despidió en silencio de la tumba de su madre y comenzó a caminar hacia la salida del cementerio, seguido de cerca por Rumi. El sol se hundía lentamente en el horizonte, y el anochecer comenzaba a extender su manto sobre las calles de Musutafu.

Esa noche, las luces de la ciudad se encendieron gradualmente, pintando cada rincón con destellos de vida y calor. Para Izuku y Rumi, cada paso hacia casa se convirtió en un recuerdo que atesorarían por siempre. El ambiente era mágico, como si el universo hubiera conspirado para tejer una tela de nostalgia y esperanza al mismo tiempo.

Caminaban juntos, compartiendo miradas cómplices y palabras que fluían como el agua de un río tranquilo. Hablaban de sus sueños, de los desafíos superados y de las pequeñas alegrías del día a día. Rumi, con su valentía a cuestas, encontraba en Izuku un refugio donde ser ella misma, sin necesidad de esconder sus miedos ni sus cicatrices.

A medida que avanzaban por las calles familiares, recordaban momentos pasados que ahora parecían aún más preciosos bajo la luz dorada del atardecer. Se detuvieron en un parque que solían visitar juntos, donde los columpios aún resonaban con risas del pasado. Recordaron las noches de aventuras improvisadas, las peleas con villanos y los momentos de quietud bajo el cielo estrellado.

El aire estaba impregnado de nostalgia y gratitud, como si cada esquina, cada farol y cada callejón conocido guardara un pedazo de su historia compartida. Y mientras el mundo seguía girando y el tiempo continuaba su marcha, Izuku y Rumi caminaban hacia su hogar con la certeza de que ese día, ese camino juntos, se convertiría en un recuerdo eternamente hermoso en el lienzo de sus vidas.

*DING*

*BEEP*

*PING*

*BIP*

El sonido de una notificación resonó en distintos teléfonos móviles, llamando la atención de un grupo disperso de personas a lo largo de la ciudad. En medio de sus rutinas diarias, ocupados con tareas y responsabilidades, el tono familiar captó su interés y rápidamente tomaron sus teléfonos para averiguar de qué se trataba.

El bullicio de la ciudad pareció detenerse por un momento mientras la noticia se propagaba entre ellos. Algunos compartían la información con sus amigos cercanos, otros simplemente se quedaban pensativos, imaginando las posibles razones detrás de esta repentina notificación.

Un mensaje que hablaba de la llegada de alguien a la ciudad.

Cuando Izuku llegó a su vecindario y vislumbró a lo lejos la imponente estructura residencial que albergaba su hogar, un aire de nostalgia lo envolvió por completo. Su corazón comenzó a palpitar con fuerza y sus pulmones se llenaron de aire fresco. Antes de que pudiera aumentar el paso, Rumi, ignorando sus muletas, tomó la mano izquierda de Izuku. Juntos dejaron a un lado sus herramientas de apoyo y apresuraron el paso.

Para ambos, cada paso parecía una eternidad mientras se acercaban al lugar tan preciado que representaba seguridad y tranquilidad para ellos. Era como regresar de una batalla al refugio seguro que habían anhelado durante tanto tiempo.

El camino familiar los acogió con sus calles conocidas y los vecinos que ocasionalmente asomaban la cabeza por las ventanas para ver su regreso. El crepúsculo teñía el cielo de tonos cálidos mientras el día llegaba a su fin, destacando la silueta reconfortante de su hogar que se recortaba contra el horizonte.

Cada paso resonaba con gratitud y esperanza renovada, marcando el final de un día lleno de emociones y el comienzo de una nueva etapa en su vida juntos.

La entrada al edificio, las escaleras que ascendían con familiaridad, cada pasillo conocido... El corazón de Izuku latía con fuerza, y el de Rumi también, mientras las risas y sonrisas llenaban el aire. La emoción fluía libremente desde lo más profundo de sus corazones.

Al llegar finalmente al cuarto piso, el último pasillo que los separaba de su destino, ambos se miraron de lado, entrelazaron sus manos y corrieron hacia su hogar con una alegría desbordante. Cada paso resonaba con la expectativa de reencontrarse con la familiaridad y la calidez que solo su espacio compartido podía ofrecerles.

El pasillo se extendía ante ellos como un sendero de bienvenida, iluminado tenuemente por lámparas que arrojaban destellos acogedores. Cada puerta que pasaban era como un hito que los acercaba más a ese lugar donde encontraban refugio y confort después de cada día de desafíos y aventuras.

El sonido de sus pasos resonaba en el pasillo vacío, un eco de su emoción compartida y de la certeza de que, al final de ese recorrido, los esperaba un hogar lleno de amor y seguridad.

*¡TAP!*

Detrás de Izuku quedo el pasado doloroso.

*¡TAP!*

Detrás de Rumi quedo el pasado doloroso.

*¡TAP, TAP!*

El paso juntos hacia el futuro.

Al llegar al final del pasillo, con las manos entrelazadas y los corazones llenos de emoción tras una caminata tan sentimental, Izuku y Rumi se detuvieron frente a la puerta de su hogar con una sonrisa amplia en el rostro. La expectativa de reunirse con su espacio seguro se desvaneció abruptamente cuando ambos notaron algo inesperado colgado en la puerta.

El cartel, con letras grandes y negras que anunciaban un "Aviso de desalojo por falta de pago", colgaba en silencio, como una sombra que oscurecía el regocijo que sentían. Izuku frunció el ceño, su mirada se clavó en el papel mientras intentaba procesar la información. Rumi, a su lado, observó el cartel con una expresión de incredulidad, sus ojos buscando respuestas que no llegaban.

Una mirada entre ellos fue suficiente para entender que el momento emotivo que habían compartido momentos antes se había desvanecido. Habían regresado con la esperanza de encontrar paz y estabilidad, pero el aviso en la puerta les recordaba cruda y repentinamente que enfrentaban una realidad más dura.

Ambos se habían quedado sin hogar, sin su dulce hogar.

...

[Quizás la paz tras la tormenta haya calmado los corazones de los involucrados, pero ahora tenían que volver a la vida real y enfrentar las consecuencias de sus actos. No solo como adultos, sino que también comenzarían las disputas del futuro de un menor de edad sin tutor. Pues ahora que la comisión de seguridad publica esta fuera... Midoriya Izuku no esta bajo custodia de nadie.]

Próximo capitulo: ¿Huérfano?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top