114.EL ULTIMO.
Los encuentros entre los antiguos portadores del One For All y Midoriya Izuku siempre han sido tensos, confusos, e incluso en ocasiones abrumadoramente frustrantes para ambas partes.
Para Izuku, aquellos momentos que deberían haber sido reveladores o llenos de guía se transformaron en un campo minado de miradas severas, silencios incómodos y críticas apenas disfrazadas.
Para los portadores, especialmente los primeros, encontrarse cara a cara con el joven sucesor era como intentar resolver un acertijo cuya respuesta no querían aceptar.
¿Por qué Midoriya Izuku?
Desde el inicio, había algo en él que no cuadraba con la imagen de un portador ideal.
Tal vez era su temperamento, su tendencia a correr hacia el peligro sin pensar en las consecuencias, o tal vez era su pasado, ese oscuro capítulo que lo marcó como "Laughing Boy".
El chico que había reído en medio de una tragedia, desintegrando cuerpos con su quirk mientras el caos lo rodeaba.
¿Cómo alguien así podía portar un poder tan ligado a la esperanza y la unidad?
Para los más recientes portadores, como Nana Shimura o En, la respuesta parecía simple: Izuku era un riesgo.
Su impulso y su incapacidad para mantenerse fuera de problemas lo convertían en un imán de tragedias.
Incluso el más neutral, Hikage Shinomori, a menudo se encontraba en desacuerdo con la forma en que Izuku usaba el One For All, considerándolo demasiado emocional, demasiado imprudente.
Pero para los primeros portadores, aquellos que vivieron la era oscura del nacimiento del quirk, la opinión era más matizada.
Ellos, más que nadie, entendían lo que significaba mancharse las manos de sangre para sobrevivir.
En su tiempo, la justicia era un lujo que pocos podían permitirse; el mundo estaba sumido en un caos donde los términos "héroe" y "villano" carecían de sentido.
Para ellos, el hecho de que Izuku hubiera matado en el pasado no era un impedimento en sí mismo.
Al contrario, lo veían como una consecuencia inevitable de las circunstancias.
Entonces, ¿cuál era el verdadero problema?
La respuesta no era sencilla, pero podía resumirse en una sola cosa: Izuku era él mismo.
Midoriya Izuku, con todas sus contradicciones, era un enigma viviente.
Era alguien que abrazaba un poder construido sobre la unión de voluntades, pero que al mismo tiempo cargaba con un profundo sentimiento de aislamiento.
Alguien que hablaba de proteger a todos, pero cuya presencia parecía atraer el peligro hacia quienes estaban a su alrededor.
Los portadores veían en él una amalgama de potencial y amenaza.
Y más allá de eso, lo que les inquietaba era la forma en que Izuku abordaba el One For All.
Para la mayoría, este poder era un símbolo, un legado que debía protegerse a toda costa.
Pero para Izuku, parecía ser algo más personal, algo que tenía que dominar no solo para cumplir con su deber como sucesor, sino también para demostrar algo... ¿a quién? ¿A ellos? ¿A All Might? ¿O quizás a sí mismo?
Este enfoque individualista chocaba con los ideales de los portadores, especialmente los primeros.
Para ellos, el One For All no era un poder que se debía moldear según la voluntad del usuario.
Era un poder que requería sacrificio, disciplina, y sobre todo, un entendimiento profundo de lo que significaba cargar con las esperanzas de generaciones pasadas.
Y sin embargo, ahí estaba Izuku.
A pesar de sus reservas, los portadores no podían ignorar algo fundamental: Izuku seguía avanzando.
No importaba cuántas veces tropezara, cuántas veces dudara de sí mismo, o cuántas veces enfrentara miradas de desaprobación.
Él siempre encontraba una forma de seguir adelante, incluso cuando el camino parecía cerrado.
Para algunos, este impulso era una señal de que, tal vez, Midoriya Izuku podría ser lo que el One For All necesitaba en esta era.
Para otros, era simplemente otra razón para preocuparse.
Porque un poder como este, en manos de alguien tan impredecible, no solo era una bendición, sino también una amenaza.
Y así, cada encuentro entre Izuku y los portadores se convertía en un choque de ideales y percepciones.
Pero al final del día, la pregunta que realmente importaba no era si ellos creían en él, sino si él creía en sí mismo.
Y en ese aspecto, incluso los portadores más críticos no podían negar que había algo en Izuku que les daba una pequeña chispa de esperanza.
Algo que, quizás, ellos mismos no alcanzaban a comprender del todo.
La sala se encontraba sumida en un silencio expectante.
Las figuras de los antiguos portadores del One For All se materializaban una a una, iluminadas por la tenue luz dorada que siempre acompañaba estos encuentros.
Los ecos de sus voces resonaban en el espacio vacío.
Era una discusión que ocurría en su ausencia, pero cuyo centro de atención no era otro más que él.
—No puedo evitar preguntármelo —comenzó Nana, cruzando los brazos y mirando a los demás con una mezcla de preocupación y determinación—. ¿Qué tan lejos puede llegar Midoriya antes de que esto lo consuma?
—Esa pregunta tiene dos respuestas —respondió Hikage Shinomori con voz calmada, sus manos escondidas en las mangas de su túnica—. La primera es simple: si sigue usando el One For All a este ritmo, la copa se llenará. Y cuando eso suceda, se romperá.
—Y la segunda —intervino Daigoro Banjo, balanceándose ligeramente en sus pies con una postura relajada pero unos ojos serios—, es que ese chico no parece del tipo que se detendría a vaciar la copa. No con la forma en que sigue empujando sus límites.
Nana inclinó la cabeza, su ceño fruncido.
—¿Entonces estamos condenándolo al fracaso desde el principio?
—No necesariamente al fracaso —respondió En con voz tranquila, aunque su expresión reflejaba la misma inquietud que Nana—. Pero hay algo que debemos aceptar: Izuku no es como Toshinori, y no solo porque tenga un quirk. Es porque usa el One For All de una manera que ninguno de nosotros podría haber imaginado.
—¿Y eso es algo bueno? —interrumpió Bruce, el segundo portador, quien hasta ahora había permanecido en silencio. Sus ojos oscuros y afilados escaneaban el grupo como si evaluara su fuerza de carácter—. El poder no se creó para experimentos. Se creó para luchar. Para destruir a ese maldito demonio llamado All For One.
—¿Luchar? —preguntó Kudou, el tercer portador, con un tono ácido mientras apoyaba un codo en la rodilla y se inclinaba hacia adelante—. Lo que tú llamas luchar, Bruce, otros lo llaman suicidio. Pero admito que tienes razón en algo. Este chico... Izuku... no tiene ni idea de lo que está manejando.
—Eso no es justo —intervino Daigoro, con una sonrisa ladeada, aunque había un filo en su voz—. Admitámoslo: el chico ha hecho cosas con este poder que ninguno de nosotros habría considerado posible. Ni siquiera All Might.
—Pero a qué costo —gruñó Bruce, su voz grave como un trueno distante—. La copa no está diseñada para sostener dos poderes. Y aquí estamos, viendo cómo él intenta llenar el recipiente con algo que no le pertenece.
—Y no olvidemos lo que significa llenarlo por completo —añadió Shinomori, cerrando los ojos con un suspiro lento—. La muerte.
Nana golpeó una mano contra la otra, exasperada.
—¡Lo sabemos! Pero no estamos aquí para enumerar problemas. Estamos aquí para encontrar soluciones.
Kudou dejó escapar una risa seca.
—¿Soluciones? ¿Y cuál sería esa gran solución, Shimura? ¿Decirle que lo deje? Porque sabemos que no lo hará.
—Podemos guiarlo —dijo En con voz firme, aunque no tan enérgica como para sugerir un optimismo ciego—. Podemos enseñarle lo que significa manejar este poder de forma que no se pierda en él.
—Eso es suponer que nos escuchará —murmuró Bruce, cruzando los brazos y mirando a un punto lejano—. Ese chico no tiene la cabeza de un estratega ni el corazón de un mártir. Tiene el fuego de un sobreviviente, como nosotros en nuestra era. Pero sobrevivir no es suficiente cuando portas algo tan grande como el One For All.
—¿Y qué sugieres entonces? —preguntó Daigoro con una ceja alzada—. ¿Que lo condenemos porque no encaja con tu estándar?
Bruce no respondió de inmediato.
Cuando habló, su tono fue cortante como el filo de una espada.
—Digo que no es nuestra elección. El One For All lo eligió. Nosotros estamos aquí solo para observar cómo termina todo.
El grupo cayó en silencio, las palabras de Bruce resonando en el aire como un eco amargo.
Finalmente, Nana habló, su voz más baja pero cargada de una convicción que no había mostrado antes.
—Entonces, si el One For All lo eligió, también debemos elegir confiar en él.
Kudou soltó un bufido, pero no dijo nada más.
Por primera vez, parecía que no tenía una respuesta inmediata.
Y así, la discusión continuó, un ir y venir de perspectivas que reflejaban no solo la diversidad de los portadores, sino también la pesada carga que Midoriya Izuku ahora llevaba sobre sus hombros.
El espacio etéreo que los rodeaba estaba impregnado de una calma tensa.
Las corrientes de niebla púbrea y dorada se arremolinaban lentamente, como si fuesen reflejo de los pensamientos intrincados de cada portador.
No era solo preocupación lo que compartían, era una mezcla de fascinación, miedo e incertidumbre lo que se instalaba en ellos.
Cada uno sabía lo que significaba portar el One For All; lo habían vivido, lo habían sentido devorar sus cuerpos y exigir un precio que a menudo resultaba demasiado alto.
Yoichi miraba hacia el horizonte nebuloso, sus ojos reflejaban una mezcla de tristeza y resolución.
El silencio lo rodeaba como una barrera, pero cuando al fin habló, su voz era baja, cargada de un peso que no podía ignorarse.
—Aunque le ofrezcamos guías, el One For All por sí mismo lo destruirá. No importa cuánto lo apoyemos o cuántas respuestas le demos. No es una cuestión de fortaleza o de voluntad, es una realidad inevitable.
La flama que representaba la silueta de Toshinori Yagi crujo suavemente.
No era una conciencia plena, pero algo de la esencia de All Might estaba presente en ese espacio, y ese crujido llevaba consigo una culpa indescriptible.
Toshinori había entregado el poder a Izuku con la esperanza de que él pudiera llevar la antorcha de la justicia, pero ahora esa esperanza parecía tambalearse.
Pensar que, indirectamente, había puesto en camino la destrucción de alguien tan joven, tan puro en su intención de ayudar, lo llenaba de una amargura que no podía expresar.
Fue entonces que Nana Shimura alzó la mano, rompiendo el hilo de pensamientos oscuros que parecían encadenarlos.
—Eso es verdad —dijo, con su característica firmeza—, pero hay un detalle que no hemos considerado completamente.
Todos volvieron sus cabezas hacia ella.
Cada uno, sentado de maneras diferentes en sus tronos etéreos, miró en la dirección que Nana indicaba.
Más allá de las nieblas que definían ese lugar, había una fractura visible, una grieta que fluía constantemente con el mismo ritmo de las corrientes purpúreas y doradas. No necesitaron palabras para comprender.
En sus mentes, en unísono, resonó un pensamiento: Decay.
En fue el primero en hablar, su voz grave y pausada.
—Tal como dice mi sucesora, Midoriya Izuku posee una carta interesante en este juego.
Daigoro Banjo, tamborileando con los dedos sobre el reposabrazos de su silla, murmuró en voz baja, como si no quisiera romper del todo el peso de las palabras de En.
—Más bien su carta salvadora.
Esa declaración encendió una chispa de debate entre los portadores.
Comenzaron a discutir sobre el hecho irrefutable de que Izuku seguía vivo, a pesar de que todos los pronósticos habían apuntado a un destino diferente.
Decay era el elemento que alteraba todo.
Sin embargo, lo que más los desconcertaba era que ninguno de ellos entendía realmente cómo funcionaba ese quirk o por qué había logrado tal sinergia con el One For All.
Fue Kudou quien rompió el hilo de las especulaciones, con una pregunta directa que hizo que todos miraran a Hikage Shinomori.
—Shinomori, dime, ¿cuánto tiempo lograste vivir con el One For All antes de que te destruyera?
Shinomori no apartó la mirada.
Su voz era baja, pero clara, cargada de una serenidad casi escalofriante.
—Dieciocho años. Pero cada uno de esos años fue una batalla. Mi cuerpo se desmoronaba día tras día, y sabía que el final era inevitable.
Un silencio sombrío cayó sobre ellos tras esa respuesta.
La verdad era implacable, y todos lo sabían.
Sin embargo, En volvió a tomar la palabra, su tono más reflexivo esta vez.
—El que más tiempo duró fue Toshinori, y sabemos por qué. Su cuerpo no tenía un quirk que interfiera. Eso permitió que el One For All se asentara sin resistencia. Pero Midoriya Izuku... él ya poseía un quirk cuando recibió este poder.
La narración se desplazó a los pensamientos de cada uno.
Todos habían asumido que Izuku no duraría más de unos meses con el One For All.
Su cuerpo debería haber comenzado a deteriorarse rápidamente, hasta seguir el mismo destino que Hikage Shinomori.
Pero ese destino nunca llegó.
Contra toda lógica, Izuku había resistido.
Seguía avanzando, incluso en medio de un sufrimiento que habría quebrado a cualquiera.
Decay.
Esa palabra seguía resonando en sus mentes.
Era como si ese quirk, que había nacido para destruir, también actuara como un amortiguador, protegiendo a Izuku del colapso que debería haber llegado hace tiempo.
Pero la cuestión seguía siendo un misterio. ¿Era Decay un milagro inesperado o un pacto con un destino aún más terrible?
Yoichi tomó aire antes de hablar, sintiendo la tensión crecer con cada palabra pronunciada.
—No solo han podido manifestarse correctamente en el núcleo del One For All, sino que la energía dentro de él ha aumentado considerablemente.
Shinomori, quien permanecía en silencio, interrumpió con voz calmada pero firme:
—Los quirks de todos están despertando.
Un murmullo recorrió el lugar, rompiendo el ritmo sereno de la conversación.
Kudou habló primero, con el ceño fruncido y el tono severo:
—El primero que despertó fue Sensor de Peligro. No es casualidad. La necesidad hizo que el quirk se activara. Decay no solo evitó que su cuerpo se deteriorara, por muy incongruente que suene, sino que está permitiendo que el One For All evolucione.
—¿Evolucionar? —replicó Bruce con un tono incrédulo—. No estamos hablando de un animal adaptándose a su entorno, Kudou. Esto es un poder que no tiene precedentes.
En, quien observaba todo con atención, añadió con una leve sonrisa:
—Dominar el One For All.
Las palabras resonaron como un eco entre todos, pero fue Daigoro quien rompió el silencio.
—¿Dominarlo? —rió suavemente, aunque sin humor—. Está bien, supongamos que eso es posible. Pero... ¿cuánto tiempo puede resistir su cuerpo?
El hombre giró hacia Yoichi con una mirada inquisitiva.
—Primero, ¿cuánto tiempo de vida le queda a este muchacho?
Algunos sintieron un escalofrío recorrerlos, otros permanecieron inmóviles, escuchando.
Yoichi, sentado de forma más relajada que el resto, llevó una mano a su mentón y se tomó un momento para reflexionar.
—No lo sé con certeza —admitió finalmente. Sus ojos se fijaron en la grieta que flotaba en el cielo—. Hasta ahora, el One For All se ha mantenido estable. La energía que va en aumento parece desvanecerse una vez que entra en esa fractura. Si ese fenómeno se mantiene indefinidamente, Midoriya Izuku podría sobrevivir... Quizás incluso a gran escala. Quizás ser el sucesor perfecto.
—¿Perfecto? —gruñó Kudou.
Bruce alzó la voz, su tono cargado de impaciencia y molestia:
—Cuando el quirk de Shinomori despertó, el cuerpo de Midoriya resintió eso. No me digas que es normal, Yoichi.
—Es natural que haya impactos —respondió Yoichi con calma—. El despertar de un quirk dentro de un cuerpo que ya está al límite no es algo sencillo.
—¡No trates de tapar el sol con un dedo! —reclamó Bruce, golpeando con fuerza el apoyabrazos de su trono—. Si seguimos en este camino y los quirks de todos nosotros despiertan, no importa cuán poderoso sea Decay. Tarde o temprano, su cuerpo no podrá soportar la carga.
Hizo una pausa, su voz volviéndose más grave y sombría.
—Después de todo, el One For All es un quirk más allá de las singularidades. Un poder incomprensible incluso para nosotros.
Shinomori, tranquilo como siempre, alzó la mirada hacia Bruce.
—Y por eso mismo, podemos suponer, Bruce. La incertidumbre nos permite tener esperanza.
Bruce rió con sarcasmo, inclinándose hacia él.
—¿Esperanza? Ni tú mismo tienes confianza en el chico. Dime, Shinomori, ¿por qué estás de su lado?
—No estoy del lado de nadie —respondió Shinomori, con un tono carente de emoción pero firme en su postura—. Mientras All For One sea derrotado, mi voluntad descansará. Hasta ahora, Midoriya Izuku es el único que tiene posibilidades reales de lograrlo.
Bruce lo observó durante un largo instante, antes de levantarse de su trono con un ademán frustrado.
—Esto es un desperdicio. —Se giro con una expresión de desdén—. No tiene caso tratar de hablar de esto entre ellos. Están cegados. ¡Todos!
—¿Y qué propones? —preguntó Shinomori con dureza, sin dejarse intimidar.
Bruce señaló directamente a Kudou, su voz retumbando con fuerza:
—¡Líder, tenemos que hacer algo!
Kudou alzó la mano, cortando en seco la arremetida de Bruce.
El gesto, simple pero cargado de autoridad, obligó al hombre a detenerse.
Bruce abrió los ojos, incrédulo ante la interrupción, y luego jadeó con indignación, volviendo a sentarse en su trono con un golpe audible.
Kudou giró lentamente hacia Yoichi, su expresión severa y la mirada perforando al líder.
—Yoichi —empezó con una voz firme, desprovista de cualquier rastro de cordialidad—, ¿cuál es verdaderamente tu postura ante esto?
Yoichi parpadeó, sorprendido, mientras el aire en el lugar se volvía más pesado.
—No quiero mentiras —prosiguió Kudou—. No quiero filtros. Quiero la verdad absoluta. Todos aquí la queremos.
Los ojos de Yoichi recorrieron a cada uno de los portadores.
Sentía la presión acumulada en sus miradas, como un peso invisible que oprimía su pecho.
Bajó la cabeza, apretando los labios, mientras sus pensamientos se agolpaban como una tormenta.
Alzó una mano temblorosa, admirándola por un momento.
Era la misma mano que había extendido hacia su hermano en un intento de salvarlo, y también la que le había fallado.
—Cuando era un niño —comenzó, con voz baja y pausada—, a pesar de tener la edad suficiente para saber leer, carecía de esa habilidad.
Hubo un murmullo de sorpresa entre algunos, pero Yoichi continuó sin detenerse.
—El entorno en el que vivía no era propicio para aprender. Estaba envuelto en caos, temor, muerte y desesperanza. Pero, incluso en medio de todo eso, encontré algo que me dio refugio...
Su mirada se levantó brevemente, encontrándose con la de All Might. La silueta del héroe lo observaba, sentimientos encontrados reflejados en sus ojos.
—Encontré refugio en los cómics —dijo, esbozando una sonrisa nostálgica—. Aunque no entendía las palabras, podía ver las ilustraciones. Hombres y mujeres alzando el puño, sonriendo ante la adversidad... como tú, All Might.
El héroe bajó la mirada, apretando los puños al escuchar esas palabras. Yoichi siguió, su voz cargada de emoción:
—Eso me hizo soñar. Quería ser como ellos... un héroe. Y, en esos días, aún tenía esperanza para mi hermano. Pensé que, si influía en su historia, algo cambiaría. Creía ver bondad donde otros veían maldad. Pero me equivoqué.
[Así que...]
Yoichi cerró su puño, su voz endureciéndose.
—Todo lo que deseo en este mundo es detener a mi hermano. Si eso implica confiar en un chico como Midoriya Izuku, entonces está bien para mí.
Un silencio denso cayó sobre el lugar. Fue Shinomori quien lo rompió, su tono más frío y calculador que nunca:
—¿Estaría bien entonces mandarlo a su muerte por tu deseo?
La pregunta cayó como un golpe.
Bruce se levantó de golpe, señalando a Shinomori con un dedo tembloroso de ira.
—¡Hipócrita! —gritó, con el rostro encendido de furia—. Dijiste que Midoriya Izuku tiene posibilidad de enfrentar a All For One.
Shinomori lo miró con calma, sus ojos inquebrantables.
—Y lo sostengo. Midoriya Izuku tiene posibilidades de lograrlo. Pero... en el gran esquema de lo que eso significa, la muerte es uno de los pequeños detalles del contrato que se firma sin leer al aceptar este poder.
El gruñido de Bruce resonó como un rugido.
Su odio hacia Shinomori era tan palpable que parecía que se lanzaría hacia él en cualquier momento.
Antes de que pudiera actuar, En levantó una mano, llamando su atención.
—Ya veo, ya veo... —dijo En, su tono ligero contrastando con la gravedad del momento—. Puedo entender tu punto de vista, Shinomori-kun.
Apuntó hacia él con un dedo, luego lo giró hacia Bruce.
—Pero... lamentablemente, Bruce tiene algo de razón en todo esto. Bueno, ambos la tienen. Es cierto que este poder, por más que lo queramos ver como un símbolo de esperanza y amor...
Se detuvo, bajando la mano mientras una sombra cruzaba su rostro.
—...es innegablemente una sentencia de muerte para quien no sea adecuado.
—En-san... —susurró Nana, con la voz cargada de pesadez.
Quería protestar, quería decirle que no era verdad.
Pero sus propios recuerdos la traicionaron.
La imagen de su hijo, las decisiones que la llevaron a abandonar su vida familiar, todo por el One For All...
Sabía que En tenía razón. Tristemente, tenía razón.
—El One For All... —dijo, con la voz apenas audible— es un poder que lleva a la muerte. Directa o indirectamente.
En se puso de pie, su figura irradiando una mezcla de solemnidad y resolución mientras ocupaba el centro de los ocho tronos.
Sus ojos recorrieron a cada uno de los presentes, y con un tono firme y grave, comenzó:
—Todos los que estamos aquí compartimos una perspectiva única de los eventos que nos han traído a este punto. Hemos vivido en épocas distintas, en contextos diferentes, pero hay algo innegable: somos producto del mundo que nos moldeó. No somos héroes excepcionales por elección divina; somos lo que el infortunio permitió que fuéramos. Nos formamos desafiando todo lo que nos rodeaba, no porque fuéramos mejores, sino porque nuestra realidad nos empujó a ir en contra de ella.
Hizo una pausa, su voz cargada de una mezcla de tristeza y orgullo.
—No estamos aquí porque seamos diferentes a aquellos que dejamos atrás. Estamos aquí porque fuimos desafortunados.
Yoichi bajó la mirada, sintiendo un profundo pesar en el pecho.
Esas palabras eran dagas, cortando el tejido de sus emociones.
Él había sido el inicio de todo esto: el joven que suplicó por un héroe, que extendió su mano hacia Kudou, iniciando un sendero infernal que había cobrado la vida de personas inocentes que solo deseaban sobrevivir.
Pero antes de que el peso de la culpa pudiera hundirlo, En alzó la voz una vez más, con una energía renovada.
—¡Sin embargo...! En el infortunio se encuentra la fortuna.
Yoichi levantó el rostro, sus ojos encontrándose con los de En, llenos de una fuerza cálida y envolvente.
—El hecho de que aún estemos aquí —continuó En mientras extendía sus manos—, que el One For All haya resistido décadas de oscuridad, no es una casualidad. Es porque cada uno de nosotros, con nuestras vidas, nuestras decisiones y sacrificios, ha influido en ello. Incluso me atrevo a decir, con toda la arrogancia que puedan permitirme, que nadie más podría haber cargado con este peso como nosotros lo hemos hecho.
Su mirada recorrió el círculo de los presentes, deteniéndose en Shinomori.
—Es como tú bien dijiste, Shinomori-kun. Estamos enviando a un niño a enfrentar un destino que ninguno de nosotros pudo evitar, un destino moldeado por el deseo colectivo de todos aquí. No es solo tu carga, Yoichi-san.
Yoichi sintió cómo esas palabras aligeraban, aunque fuera un poco, la opresión que pesaba sobre su corazón.
En prosiguió, su voz cobrando fuerza, como un faro iluminando la penumbra que los rodeaba.
—A pesar de los años que separan nuestras épocas, hay algo que nos conecta de forma inquebrantable: el deseo de acabar con el rey de los demonios, el hombre que sumió al mundo en la oscuridad. ¡All For One!
La declaración resonó como un trueno, y En giró sobre sus talones, apuntando a Kudou.
—Kudou, ¿quieres saber mi postura?
El aludido asintió con una leve inclinación de cabeza.
—¡Yo creo en Midoriya Izuku! —exclamó En con un fervor que hizo eco en los confines del lugar.
Todos dirigieron sus miradas a All Might, quien observaba a En con los ojos abiertos de par en par, como si no pudiera procesar el peso de las palabras que acababa de escuchar.
Pero En no vaciló, sus siguientes palabras cargadas de intención casi terapéutica.
—No creo que nos hayamos equivocado al escoger a Midoriya Izuku como el sucesor. Porque, a diferencia de nosotros, que fuimos elegidos por el azar, el destino, o como quieran llamarlo, él fue escogido. No por un capricho, sino por alguien que entendió el verdadero significado de cargar con este legado.
En señaló directamente a All Might, su voz resonando con una mezcla de respeto y convicción.
—All Might vio en ese chico algo que todos nosotros compartimos. Una llama. Una llama que, incluso en medio del caos, nunca se extingue: el deseo de seguir luchando. Quizás no todos aquí podamos llamarnos héroes como la señorita Shimura o tú, All Might. Pero todos compartimos un deseo: un mundo más amable para quienes lo habitan. Por eso luchamos. Por eso morimos. Por eso seguimos aquí.
En ese momento, En dio un paso al frente, extendiendo su brazo hacia la grieta que se agitaba como un abismo viviente.
—¡Por eso existe el One For All! ¡Y por eso existe Decay!
INTRODUCIR: KIBOU NO HIKARI
El ambiente pareció congelarse, mientras todos observaban cómo la grieta respondía con un leve temblor.
La declaración de En había plantado una semilla, una chispa de algo que aún no terminaban de comprender.
―Si decidimos ir en contra de la elección del más grande héroe que conforma el One For All... ¿Qué nos quedara? ¿Qué seremos? Es acaso que quieren traicionar a aquel quienes sus ideales moldearon un mundo mas pacifico, algo que nosotros en siete generaciones no pudimos, ¿Es acaso eso?
Habia una luz, una incesante luz que luchaba contra la oscuridad, una luz que no quería desaparecer y por eso prevaleció.
―El One For All podrá ser una sentencia directa para aquel que no es adecuado, pero también al contrario es una llama de esperanza ―En giro en sus talones hacia todos―. No pido que cambien sus pensamientos del día a la mañana. Tenemos tiempo, algo tan valioso que se nos fue otorgado por los sacrificios de aquellos quienes siguieron adelante pese a nuestra partida. Así que usemos ese tiempo, reflexionemos todos juntos y creemos algo, un lugar al que el chico quien fue abandonado por su mundo, el chico que perfectamente pudo usar el poder que se creo para destruir, para eso mismo. ¡Pero no lo hizo!
Justo en ese instante Yoichi viajo en sus propios recuerdos a aquel día en ese lugar a donde fue llevado después de salir de la oscuridad.
"No pude detener a mi hermano."
Yoichi se lamentaba.
"El solo ve a la gente como juguetes y herramientas."
Tanto dolor y culpa sembrado en su sangre, por su propia sangre.
Yoichi volvió su atención a En, cuya voz resonaba con fuerza y convicción.
―Aquel chico tuvo todas las razones para rendirse, para dejarse consumir por la oscuridad que le envolvía. Cada paso que daba parecía destinado a llevarle a la desesperación, a un abismo del cual no habría retorno. Y sin embargo, en medio de esa tormenta interior, decidió luchar. Luchar contra el dolor, contra la soledad, contra la desesperanza que infestaba su alma. En lugar de ceder a la amargura y al odio, eligió ser la luz en la oscuridad. Contra todo pronóstico, se convirtió en un baluarte de esperanza, en un faro para aquellos que también habían sido olvidados y abandonados.
"Pensé que mi hermano lo comprendería..."
―Ese chico no permitió que las circunstancias definieran su destino. No se convirtió en el monstruo que todos esperaban. Su corazón, atormentado por la pérdida y el sufrimiento, encontró una razón para seguir adelante, una razón para ser mejor. No sólo usó el poder del One For All para proteger, sino también para inspirar a otros a encontrar su propia fuerza, su propio camino hacia la redención.
En hizo una pausa, permitiendo que sus palabras calaran hondo en sus oyentes. Cada uno de ellos reflexionaba sobre lo que él acababa de decir.
"Que su poder..."
Yoichi lo resintió más que nadie. Lagrimas caían de su rostro.
Las sombras de su propio descenso a la oscuridad, aquel abismo hambriento que una vez lo devoró casi por completo, se entrelazaban de manera dolorosa con los recuerdos de Izuku, quien había estado atrapado en el mismo laberinto sombrío.
La desesperación, el sufrimiento y la soledad que ambos habían soportado resonaban como un eco distante, una sinfonía compartida de angustia y resistencia.
Mientras sus lágrimas perlaban el suelo, Yoichi revivió esos momentos en que las sombras parecían interminables, en los que la esperanza se deslizaba entre sus dedos como arena en el viento.
Vio su propio reflejo en el rostro de Izuku, ambos jóvenes, ambos luchando contra fuerzas titánicas, ambos buscando una chispa de luz en la penumbra densa que los rodeaba.
Era como si sus almas se tocaran a través del tiempo y el espacio, dos llamas titilantes en un vasto océano de oscuridad.
Sentía el peso del sacrificio de Izuku, la determinación férrea de no sucumbir, de seguir adelante a pesar de todo.
De pronto, en ese paralelo de vidas, Yoichi e Izuku se encontraron frente a frente en su memoria compartida.
Izuku, con los ojos llenos de lágrimas pero también de resolución, le extendió la mano.
"All Might... Se que puede sonar egoísta y mal agradecido. Pero no quiero volverme héroe solo para corresponder tus sentimientos... Yo quiero volverme un héroe para crear un mundo donde personas como yo no tengan que sufrir."
"...El poder de dar y tomar podría haber sido el don mas amable del mundo entero."
El discurso de En había culminado, dejando tras de sí un profundo silencio que pareció envolver a todos en una mezcla de reflexión y asombro.
Su mirada recorrió lentamente el círculo de los portadores, como buscando alguna chispa de entendimiento en cada uno de ellos.
Cuando sus ojos se encontraron con los de Yoichi, el primer portador se levantó de su trono, con la solemnidad de alguien que llevaba siglos cargando el peso del arrepentimiento.
Con pasos pausados, Yoichi se acercó a En.
Su rostro estaba marcado por una expresión de profunda culpa, pero también de resolución.
Al llegar frente al joven, levantó una mano temblorosa, colocándola con cuidado en el hombro del muchacho.
—Lo siento mucho, En-San —dijo con un tono cargado de emoción—. Cargué mi responsabilidad sobre tus hombros, y no hay disculpa suficiente para ello. Si tan solo hubiera sido más fuerte, si hubiera encontrado una forma de detener a mi hermano antes de que se convirtiera en lo que es ahora... quizás tú seguirías vivo. Quizás no habrías tenido que sacrificar tanto.
Yoichi inclinó la cabeza ligeramente, como en un gesto de respeto y disculpa.
—Gracias por todo lo que hiciste, En-San.
El momento estaba impregnado de solemnidad, una conexión genuina entre dos hombres unidos por la tragedia y el sacrificio.
Por un instante, parecía que las palabras de Yoichi habían calado hondo en En, quien observó al mayor con una expresión casi vacilante.
Pero entonces, el joven parpadeó, y su rostro recuperó su habitual despreocupación.
—¿Eh? —dijo, arqueando una ceja mientras ladeaba ligeramente la cabeza—. No entendí nada de lo que dijiste.
El silencio se rompió como cristal.
Yoichi levantó la cabeza, confundido, mientras En agitaba una mano frente a él con una expresión de fastidio fingido.
—Además, no me llames "En-san". Soy más joven que tú, ¿recuerdas? ¡Eso de los honoríficos me hace sentir raro!
Antes de que Yoichi pudiera reaccionar, Daigoro se levantó de su asiento y comenzó a aplaudir con entusiasmo.
—¡Un gran hombre de discursos! —exclamó con una sonrisa radiante—. ¡Sabía que dártelo a ti en ese momento fue la decisión correcta! Aunque... —sus ojos se entrecerraron mientras inclinaba la cabeza en señal de disculpa— me lamento un poco de haberte mandado directo a tu muerte. Lo siento.
La confesión cayó como una roca, dejando a En con una cara de póker tan perfectamente neutral que resultaba casi caricaturesca.
—Eso... no era lo que intentaba dar a entender —respondió el chico, con la voz tan plana que arrancó un par de risas nerviosas de los demás.
Antes de que pudiera añadir algo más, Nana apareció tras él y lo envolvió en un abrazo, inclinando ligeramente la cabeza para hablarle al oído con suavidad.
—Lo que hiciste fue increíblemente duro, En-San. Quizás en ese momento tu rostro no reflejaba el dolor de lo que pasaste, pero ahora lo veo. Realmente fuiste valiente y fuerte, En-san.
El joven se giró a medias, mirándola con un puchero de resignación mientras levantaba una mano en señal de rendición.
—En serio, ¿podrían dejar de llamarme "En-san"? ¡Y tampoco quise decir nada de lo que están pensando! ¿Es que todos aquí son idiotas o qué?
—Sí, lo somos —dijo Yoichi, dejando escapar una carcajada ligera mientras se cruzaba de brazos.
Nana y Daigoro rieron también, sus voces llenando el ambiente con una calidez casi olvidada.
—Idiotas de diferentes épocas —añadió Daigoro con una sonrisa burlona, señalando a cada uno de los presentes.
En suspiró profundamente, pasando una mano por su rostro mientras negaba con la cabeza.
—Estoy rodeado de idiotas... —murmuró, aunque no pudo evitar que las esquinas de su boca se alzaran en una ligera sonrisa.
—Eso incluye a Midoriya Izuku, ¿verdad? —dijo Nana, con un brillo juguetón en sus ojos.
En levantó la vista, pensativo por un instante, antes de encogerse de hombros.
—Sí, supongo. Todos somos unos idiotas.
—Idiotas que luchan por un mundo mejor —concluyó Yoichi, con un tono humilde y sereno.
El grupo asintió casi al unísono, dejando que sus risas y bromas llenaran el espacio.
Yoichi se giró hacia Shinomori, cuya mirada permanecía imperturbable, como si llevara siglos contemplando un paisaje inmóvil.
Había algo en su presencia que lo hacía parecer un eco de todas las decisiones difíciles que alguna vez tomó.
El Primero se detuvo frente a él, con las manos entrelazadas y una calma que escondía la lucha interna que lo corroía.
—Quizás tengas razón, Shinomori-san —comenzó Yoichi, su tono cargado de una humildad melancólica—. Quizás mi deseo egoísta esté llevando al chico por un camino desprovisto de felicidad. Un tormento que ninguno de nosotros querría repetir.
Por un momento, el silencio regresó, y sus palabras parecieron quedar suspendidas en el aire, como un juicio sobre sí mismo.
Pero entonces, Yoichi alzó la vista y su voz recuperó algo de firmeza.
—Aun así... insisto en creer que no fue un error. Como lo dijo En-San...
—¡Dejen de llamarme así! —interrumpió En, casi por reflejo, desde un rincón con una expresión de fastidio.
La ligera interrupción arrancó un par de sonrisas, pero Yoichi no se dejó distraer.
—Como lo dijo En —corrigió, con un toque de complicidad en su tono—, si alguno de los que estamos aquí faltara, el One For All se habría extinguido hace mucho. Cada uno de ustedes es esencial. Por eso quiero confiar plenamente en el chico que Toshinori-San escogió.
Yoichi se giró entonces hacia Kudou y Bruce, cuyos rostros reflejaban tanto respeto como escepticismo.
—Mis héroes —dijo con un peso especial en las palabras—. Pedirles algo después de todo lo que hicieron por mí en el pasado ya es más arrogante de lo que jamás imaginé ser, pero aun así... quiero intentarlo.
Hizo una pausa, inclinando ligeramente la cabeza en un gesto sincero.
—Perdónenme. No pido que cambien de postura rápidamente, pero piénsenlo. Analícenlo. Reflexionen. Tenemos tiempo. Busquemos una manera de dejar de lado nuestras diferencias y apoyemos a quien ahora lleva todo este peso. Midoriya Izuku.
Por un instante, el nombre del joven pareció resonar en el vacío, uniendo a todos los portadores en una sola línea de pensamiento.
Fue entonces cuando Shinomori, quien había permanecido en un tenso silencio, dejó escapar un leve suspiro y habló.
—Si no logra controlarlo, todo nuestro esfuerzo y sacrificios terminarán aquí. —Su voz era grave, pero clara, cargada de una preocupación contenida—. Y lo saben, ¿verdad? Todos lo pueden sentir.
El ceño de Shinomori se frunció, y en su mirada se reflejó una mezcla de dureza y resignación.
—El One For All ya no es un poder que se deba transmitir. —Sus palabras cayeron como una sentencia que resonó en cada rincón del lugar—. En otras palabras, Midoriya Izuku podría ser el último portador. ¿Verdad, Primero?
Yoichi sostuvo la mirada de Shinomori, sereno y sin apartar la vista, como si esa verdad hubiera sido su carga más pesada desde el principio.
Finalmente, asintió, y su voz, aunque suave, llevó consigo una profundidad desgarradora.
—Es verdad —confirmó, girando lentamente la cabeza hacia la grieta que atravesaba el One For All, una fractura nacida de Decay—. Es muy posible que Midoriya Izuku sea el último de nosotros.
La declaración dejó un eco en el aire, y el silencio que siguió parecía más pesado que cualquier palabra.
Entonces, Yoichi alzó el rostro, sus ojos posándose en la grieta con una mezcla de tristeza y esperanza.
—Midoriya Izuku...—murmuró, dejando que esas palabras se asentaran en el alma de cada portador. Lentamente, volvió su mirada hacia los demás, su expresión llena de determinación—. Hasta que ese momento llegue, intentemos apoyar al último.
Las palabras de Yoichi quedaron suspendidas, como un juramento silencioso.
Y aunque no todos hablaron, el leve asentimiento de algunos dejó claro que, a pesar de las dudas, compartían un propósito.
"Primero y último", pensaron, como un recordatorio de lo lejos que habían llegado... y del peso que ahora recaía en Izuku.
[...]
Izuku parpadeó un par de veces mientras observaba el vasto vacío oscuro que lo rodeaba.
Ese espacio, frío y opresivo, le resultaba casi familiar a estas alturas.
Se llevó una mano a la cintura y alzó una ceja, dejando escapar un leve suspiro de resignación.
—¿Otra vez aquí? —murmuró, rascándose la cabeza con desgana.
Giró sobre sus talones, inspeccionando el lugar como si algo nuevo pudiera aparecer de repente.
No había nada, solo ese inmutable abismo que parecía carecer de fin.
Tras unos segundos, llevó ambas manos a su boca, amplificando su voz.
—¡Shinomori-san! —gritó, esperando una respuesta que sabía que no llegaría.
El eco de su voz se extinguió en la inmensidad, y Izuku dejó caer los hombros con una sonrisa amarga.
—Era innecesario, ¿verdad? —musitó para sí mismo.
Con un movimiento lento y pesado, se dejó caer al suelo, sintiendo el frío intangible de aquel "lugar" en el que parecía no existir tiempo ni espacio.
Apoyó los codos sobre sus muslos y descansó el mentón en una mano, dejando que sus pensamientos fluyeran libremente.
"Si esto hubiera pasado antes... estaría perdido, preguntándome mil cosas, tratando de encontrarle sentido a este lugar. Pero ahora..." Izuku sonrió con un toque de ironía. "Ahora casi me parece normal."
Desde que había recibido el One For All, esta conexión con los antiguos portadores lo había sumido en una mezcla de asombro y temor.
Recordaba con claridad la única vez que se atrevió a hablarle de esto a All Might.
Había descrito con detalle cómo era estar en su subconsciente, cómo se sentía esa presencia inmutable de los anteriores usuarios.
La reacción de All Might aún estaba grabada en su memoria: una mirada de incredulidad, casi de miedo.
—Ni siquiera él lo entiende completamente —murmuró Izuku, recordando aquel momento.
Dejó escapar un largo suspiro, sus pensamientos girando en torno a su situación actual.
Sabía por qué estaba allí.
Shinomori se lo había dejado claro antes: había llevado su cuerpo al límite, sobrecargándolo de poder. "No puedo quejarme, ¿verdad?" pensó, con un dejo de resignación.
Llevó una mano a su barbilla, haciendo memoria.
—¿Cuándo fue la última vez que estuve aquí...? —chasqueó los dedos al recordar—. Tokio.
Ese simple recuerdo hizo que su pecho se apretara.
Pensar en Tokio inevitablemente lo llevaba a Ozda Majiro.
El peso de su decisión, el dolor de aquella pérdida, todavía le golpeaban como un martillo.
Recordó el rostro de Ozda antes de morir, la forma en que sus ojos parecían aceptar el destino mientras Izuku se debatía internamente.
—Aún me lo pregunto... —murmuró con la mirada baja—. ¿Qué podría haber hecho? ¿Podría haber salvado a Ozda y a Yu-san? ¿A ambos?
El silencio fue la única respuesta.
Sabía que no había una conclusión clara, y aunque reconocía que culparse no lo llevaría a ninguna parte, todavía sentía el peso de esa decisión en su corazón.
—No es justo para mí... ni para la memoria de Majiro-San. —Izuku apretó los labios y unió sus manos en un gesto de oración—. Gracias, Majiro-san.
Las palabras del hombre regresaron a su mente con una nitidez desgarradora:
"No eres malo ni bueno, solo eras un niño inocente."
Esas palabras habían sido un bálsamo en su momento, pero también un recordatorio constante de lo lejos que había llegado desde entonces.
Tras unos instantes de reflexión, Izuku respiró hondo y cerró los ojos.
Los pensamientos seguían llegando, como una tormenta interminable, pero uno en particular se alzó por encima de los demás: las palabras de Shinomori.
"Decay no está logrando erradicar la sobredosis del One For All."
Izuku frunció el ceño, apoyando la frente en su mano.
Esa afirmación rondaba su mente, encendiendo una chispa de preocupación.
Izuku cerró los ojos, sumergido en un torbellino de pensamientos.
Había momentos en los que su mente funcionaba como una máquina imparable, un tren que no podía detenerse hasta llegar a una conclusión, y este era uno de ellos. Decay... Decay... ¿Qué significa realmente?
Al principio, solo había sido una herramienta de destrucción.
Recordaba claramente cómo, cuándo lo despertó por primera vez, ese poder había devorado todo lo que tocaba.
En su mente infantil, Decay no era más que eso: una fuerza de aniquilación que lo separaba del resto del mundo.
Pero luego, durante la lucha contra Shimura Hanna, algo cambió.
Había visto cómo su quirk funcionaba casi como una defensa absoluta, desintegrando cualquier cosa que intentara lastimarlo de adentro se destruye.
"Decay no es solo destrucción." Esa idea lo había golpeado como un martillo.
Desde ese momento, comenzó a analizarlo con más detalle.
Entonces, en Tokio, cuando Ozda había pronunciado esas palabras finales, todo cobró más sentido: Decay también protegía su interior.
"¿Qué tan lejos se extiende Decay dentro de mí?" El razonamiento era claro ahora. Decay no solo atacaba lo externo. También parecía funcionar a nivel interno, destruyendo cualquier amenaza a su cuerpo, incluso aquellas que no podía ver.
Virus, bacterias, células dañadas... Todo parecía ser erradicado antes de que pudiera hacerle daño.
Esa revelación le provocó una mezcla de alivio y desconcierto.
"Pero si Decay combate el One For All..." Se detuvo. El pensamiento lo sacudió. Había algo en esa idea que no cuadraba.
Izuku levantó la vista hacia la oscuridad y dejó que su mente trabajara. Y entonces, como un destello en medio de la tormenta, recordó aquellas palabras de Shinomori Hikage:
"Mientras puedas seguir siendo un barco para este poder, al menos mantén ese barco sano y salvo."
Frunció el ceño, repitiendo esas palabras en su cabeza.
Nunca había reflexionado profundamente sobre ellas.
En ese momento, le habían parecido un consejo más, una advertencia de cuidar su cuerpo.
Pero ahora... ahora esas palabras parecían tener un significado más profundo.
"¿Acaso sabía algo que yo no? ¿El One For All... me está rompiendo?" El concepto lo dejó inmóvil.
Comenzó a hilar los pensamientos, uno tras otro, tratando de descifrar lo que realmente significaba.
Hasta ahora, la ciencia de los quirks había avanzado mucho, pero aún estaba llena de incógnitas.
Una de las teorías más aceptadas era que los quirks funcionaban como una extensión de la biología del portador, como un órgano extra que se manifestaba de maneras únicas.
Pero esa explicación no parecía abarcar todo.
Los quirks, en esencia, eran energía.
Energía que cambiaba, se manifestaba y, en ocasiones, consumía al portador.
Era evidente que no todos los cuerpos estaban preparados para soportar ciertos tipos de quirks.
Había registros de personas que habían muerto al manifestar quirks demasiado poderosos para sus cuerpos.
Entonces, ¿cuál era el límite?
"El cuerpo... es el recipiente." Esa idea le pareció tan obvia que casi se sintió tonto por no haberla considerado antes.
El cuerpo funcionaba como un contenedor, un límite físico para un poder que a veces parecía no tener fin.
Y si el cuerpo era el recipiente, entonces el quirk era el contenido, la energía contenida dentro de esas paredes frágiles.
"Pero... ¿qué pasa cuando el contenido supera al recipiente?" El One For All, pensó, no era un quirk normal.
Era un cúmulo de poderes, una acumulación de energía y habilidades transmitidas de una persona a otra.
Y cada vez que pasaba a un nuevo portador, el contenido crecía, se volvía más denso, más difícil de contener.
Shinomori Hikage había sido un ejemplo claro de ello. Su cuerpo no había podido soportar la presión del One For All durante demasiado tiempo, lo que lo llevó a un deterioro físico que finalmente le costó la vida.
Pero Izuku no sabía esto.
"Si el poder es el contenido y el cuerpo el recipiente... Entonces, ¿por qué sigo vivo?" La respuesta era evidente, y a la vez aterradora: Decay.
Su quirk, que parecía desintegrar cualquier cosa que representara una amenaza, estaba trabajando en su interior para mantener su cuerpo intacto.
Pero si eso era cierto, entonces...
—¿Qué pasará si Decay deja de funcionar? —susurró al aire, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
La idea lo dejó helado.
Decay no solo lo protegía del exterior; también parecía ser lo único que mantenía su cuerpo funcionando mientras soportaba el peso del One For All.
Si ese mecanismo fallaba, si Decay llegaba a su límite o encontraba algo que no podía desintegrar...
—Me romperé —murmuró, su voz temblando ligeramente.
Se levantó del lecho oscuro y comenzó a caminar en círculos, sus pensamientos acelerándose mientras intentaba encontrar respuestas.
¿Qué significaba todo esto para él? ¿Qué tan cerca estaba realmente de ese límite? Y más importante aún, ¿había algo que pudiera hacer para evitarlo?
Los quirks eran energía, eso lo sabía.
Pero el One For All no era solo energía.
Era un legado, una acumulación de voluntades y habilidades que había crecido más allá de lo que cualquier portador podría haber imaginado.
Si su cuerpo era un recipiente, entonces estaba claro que el One For All estaba tratando de desbordarlo.
—Entonces, si el quirk es el contenido... —murmuró, deteniéndose de golpe—, ¿Decay también es parte del recipiente?
La pregunta lo dejó inmóvil, su mente trabajando para procesarla.
Si Decay funcionaba como una extensión de su cuerpo, entonces tal vez no era solo un quirk.
Tal vez era algo más, algo que formaba parte de él en un nivel más profundo de lo que había considerado hasta ahora.
"¿Y si Decay no está luchando contra el One For All? ¿Y si... está tratando de protegerme de mí mismo? Bueno, en teoría es lo mismo pero con diferentes intenciones." Ese pensamiento le provocó un escalofrío, pero también le dio una nueva dirección.
Había más en su quirk, en su cuerpo, en el One For All, de lo que había entendido hasta ahora.
Y si quería sobrevivir, si quería seguir adelante, tenía que descubrir qué era.
Finalmente, Izuku se derrumbó hacia el suelo, pateando y agitándose como un niño pequeño mientras su frustración estallaba en un grito:
—¡Quiero hablar con Shinomori-san y con los demás!
La rabia en sus palabras resonaba en el vacío de su mente, pero, casi al instante, un pensamiento lo golpeó como un balde de agua fría.
Ellos no querían hablar con él.
Recordó los silencios, las evasivas, la forma en que siempre parecían mirarlo desde lejos.
Una amarga sensación de abandono lo envolvió.
—¡Estoy harto! —vociferó, incorporándose de golpe. Su voz vibraba con una mezcla de enojo y desesperación—. ¡Todos ustedes son unos infantiles!
Agitó los brazos al aire como si intentara espantar las sombras que lo atormentaban.
—¡Sé que están ahí! —continuó, su voz subiendo de tono—. ¡No soy tonto! ¡Sé que me están escuchando! Así que tengan la decencia de al menos decirme la verdad... Decirme si este poder me está matando desde dentro, grupo de... de...
Buscó una palabra, algo que encapsulara todo el enojo acumulado, y entonces llegó.
—¡Bribones! ¡No sé qué significa, pero lo son!
El grito resonó con fuerza, y finalmente Izuku se detuvo, jadeando.
Se inclinó hacia adelante, apoyando las manos en sus muslos, mientras intentaba controlar su respiración.
El eco de sus propias palabras se desvaneció, dejándolo en un silencio incómodo.
Después de unos segundos, su mente comenzó a calmarse.
Y entonces, sin previo aviso, un nombre cruzó su pensamiento como un rayo.
[Uraraka-san.]
Pero antes de que pudiera siquiera procesarlo, otra palabra se escapó de sus labios.
—Himiko...
El aire pareció detenerse a su alrededor.
Un viento extraño recorrió el lugar, helando su piel y obligándolo a alzar el rostro.
Y allí estaba, de pie frente a él, el tercer portador del One For All.
Bruce.
Los ojos de Izuku se abrieron como platos, y, antes de que pudiera entender qué ocurría, todo desapareció.
Despertar
Lo primero que vio fue un cielo azulado salpicado de estrellas, aunque el humo que se elevaba a su alrededor distorsionaba la vista.
Una brisa helada le golpeó el rostro, haciéndolo temblar mientras sus sentidos volvían lentamente.
—¡Midoriya-san! —la voz de Yaoyorozu fue lo siguiente que registró.
El rostro de la chica apareció sobre él, su expresión llena de alivio y preocupación.
Poco a poco, el panorama se fue aclarando.
Tokoyami, Sero, Mina, Aoyama, Shoji e Iida estaban allí, todos acercándose al darse cuenta de que Izuku había despertado.
"¿Estoy despierto? ¿Desperté? ¿Qué pasó con... ese hombre?" Sus pensamientos eran un torbellino hasta que una ráfaga de aire helado lo devolvió por completo al presente, sacudiéndolo.
Un escalofrío recorrió su cuerpo, haciéndolo temblar.
Yaoyorozu se inclinó hacia él, tocándole la mejilla con suavidad.
—¿Estás bien, Midoriya-san? —preguntó, su voz impregnada de preocupación.
Izuku la miró, pero algo lo hizo detenerse.
Algo no cuadraba.
Bajó la mirada y entonces lo entendió.
Estaba recostado.
Su cabeza descansaba... sobre los muslos de Yaoyorozu.
La realización lo golpeó como un rayo, y su rostro se encendió de inmediato.
Un rojo intenso lo cubrió desde las orejas hasta el cuello, y un pequeño vapor comenzó a salir de su cabeza como si estuviera a punto de explotar.
—¿Eh? ¿Qué...? ¡Ah! —balbuceó torpemente mientras intentaba levantarse de golpe, pero un mareo lo detuvo en seco—. ¡L-Lo siento! ¡Esto no es... yo no... no esperaba que...! ¡Ahhh!
Yaoyorozu, que seguía enfocada en su bienestar, inclinó la cabeza con confusión.
—Midoriya-san, por favor, no te muevas. Estabas inconsciente, y esta era la mejor posición para que te recuperaras.
Sus palabras, aunque perfectamente razonables, no hicieron nada para calmar el caos interno de Izuku.
Con el rostro ardiendo, solo pudo asentir débilmente mientras su mirada se desviaba hacia cualquier punto que no fuera ella.
Izuku giró la cabeza al costado y se encontró con Hanna, quien estaba de cuclillas, observándolo con una sonrisa traviesa mientras el vestido le colgaba hasta las rodillas.
Izuku, sin poder evitarlo, murmuró por lo bajo:
—B-Blancas...
Hanna arqueó una ceja y, con una voz llena de picardía, comentó:
—¿Te gusta lo que ves, Izuku?
El chico se puso tan rojo que parecía estar al borde de evaporarse.
Se incorporó rápidamente, golpeándose la frente con la de Yaoyorozu en el proceso.
Ambos dejaron escapar un quejido al unísono, mientras Izuku rodaba lejos de las dos chicas.
—¡Eso no es nada amable, Midoriya! —bromeó Mina desde un costado, con una sonrisa burlona.
Sero y Denki estallaron en carcajadas, con el rubio apuntando hacia Izuku mientras decía entre risas:
—¡Ese golpe sonó hueco, como una sandía!
Kirishima cruzó los brazos, intentando contener la risa.
—¡Totalmente! ¡Eso no fue nada varonil, bro!
Izuku se puso de rodillas, sobándose la frente y con la mirada gacha.
—¡L-Lo siento mucho, Yaoyorozu-san! No fue mi intención...
Ella, con la misma elegancia de siempre, le sonrió mientras negaba con la cabeza.
—No te preocupes, Midoriya-san, estoy bien.
Cuando Izuku levantó la vista, se encontró con Tenko en una postura casi idéntica a la de su hermana, aunque con una expresión completamente opuesta: serio y con el ceño fruncido.
—¿También te gusta lo que ves? —repitió, imitando las palabras de Hanna, pero con un tono seco.
Izuku rió nerviosamente, desviando la mirada hacia otro lado mientras Hanna soltaba una risa contenida.
Unos minutos después, Izuku estaba sentado junto a Iida, Tenko, Hanna y Momo.
Todavía se sentía algo aturdido, pero no pudo evitar preguntar:
—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?
Iida ajustó sus lentes con seriedad.
—Aproximadamente quince minutos.
Izuku parpadeó, incrédulo.
En su mente, había sentido que pasaron horas en aquel extraño subconsciente.
Cruzó los brazos, pensando que quizás esa conexión interna tenía ciertas ventajas para reflexionar.
Sin embargo, dejó de lado esas ideas rápidamente cuando Mina apareció de repente, echándose casi encima de él.
—¡Oye, Midoriya! —exclamó con curiosidad desbordante—. ¿Qué fue lo de hace rato? ¡Parecías un monstruo o algo así!
Antes de que Izuku pudiera reaccionar, Momo intervino con tono firme.
—¡Mina! Por favor, mide tus palabras. Midoriya-san no es eso.
La chica de tez rosada abrió los ojos como platos, dándose cuenta de cómo sonaba lo que dijo.
—¡N-No quise decir eso! ¡Lo siento! —exclamó, avergonzada, mientras su rostro adquiría un tono más intenso que el habitual.
Tenko, desde un lado, la observó con curiosidad. "Una chica rosada poniéndose roja... Eso es nuevo", pensó para sí mismo, conteniendo una pequeña risa.
Entonces, Tokoyami tomó la palabra, con su usual tono enigmático.
—Midoriya... Esa energía oscura... parecía...
—¿Látigos negros? —completó Jirou, quien acababa de llegar. Su mirada estaba fija en Izuku, seria y casi penetrante.
Izuku sintió una presión en el pecho ante esas palabras.
Tragó saliva mientras su mente se llenaba de confusión y culpa.
Pero antes de que pudiera decir algo, un escalofrío recorrió su cuerpo, helándole la sangre.
Su respiración se aceleró, y de repente, su voz salió como un grito.
—¡Vincent! —exclamó, poniéndose alerta de inmediato.
Sero reaccionó rápidamente, colocándole una mano en el hombro.
—Tranquilo, Midoriya. El Nomu está neutralizado.
Esa palabra, "neutralizado", resonó en la cabeza de Izuku.
Por un momento, temió haber usado Decay de mala forma y... haberlo matado.
La sola idea le hizo sentir un nudo en el estómago.
Pero antes de que pudiera hundirse más en esos pensamientos, Hanna tomó su mano derecha suavemente.
Izuku giró la cabeza hacia ella, encontrándose con su mirada cálida y comprensiva.
Ella negó con la cabeza, como si entendiera exactamente lo que él estaba sintiendo.
La sonrisa de Hanna lo tranquilizó, aunque las dudas todavía lo atormentaban.
—¿Dónde...? —comenzó a preguntar Izuku, pero se detuvo cuando todos giraron la mirada hacia un lado, tensos.
[...]
Izuku caminaba hacia Todoroki, quien estaba de pie junto a la enorme grieta creada por Decay.
Cuando llegó al borde, lo vio.
Todo el daño que había causado estaba congelado, sellado por el hielo del Shoto.
—Todoroki... —murmuró.
—¿Midoriya? —la voz calmada de Todoroki rompió el silencio―. ¿Estas bien?
Izuku, que apenas había llegado a su lado, giró la mirada hacia él.
El frío emanaba del hielo que cubría casi por completo la grieta frente a ellos.
Su compañero seguía concentrado, pero lo suficiente presente como para notar su llegada.
—He estado en peores —respondió Izuku con una sonrisa débil, tratando de minimizar su propio estado.
—Ya lo creo —replicó Todoroki, regresando su atención a la grieta.
El hielo crujía mientras avanzaba, sellando cada vez más la brecha.
Izuku observó en silencio, los hombros tensos bajo el peso de sus pensamientos. Desvió la mirada hacia el suelo, mordiéndose el interior de la mejilla mientras su mente daba vueltas al mismo punto: Todo esto es mi culpa.
—¿Dónde están los demás? —preguntó, intentando cambiar el tema.
—Fueron a guiar a los civiles y hablar con la policía. Hokkaido no tiene muchos héroes disponibles; es una ciudad pequeña y rara vez ocurren ataques como este.
—Eso... es curioso.
La voz de Izuku se desvaneció mientras su pecho se llenaba de culpa. "Vino por mí. Vincent venía directamente a buscarme."
—¿Vincent? —preguntó Todoroki de repente, sus palabras inesperadas lo sacaron de sus pensamientos.
Izuku parpadeó, desconcertado.
—¿Qué dices?
—¿Es ese su nombre? —Todoroki dudó un segundo antes de continuar—. El de... eso. ¿Lo conoces?
Izuku desvió la mirada, sus pensamientos un torbellino.
Quería responder, pero el peso de todo lo que sabía se le atascaba en la garganta.
Finalmente, negó con la cabeza.
—No... pero hay algo... algo que no puedo dejar pasar.
Todoroki no insistió, aunque el misterio en las palabras de Izuku lo dejaba con más preguntas.
Al cabo de un momento, habló de nuevo:
—Es como el de USJ, ¿verdad? Otro Nomu.
Izuku apretó su puño izquierdo, asintiendo lentamente.
No podía explicarlo, no sin revelar más de lo que debía.
—Lo siento.
—Está bien. —Todoroki giró hacia él, notando su expresión cargada de culpa. Luego volvió su atención a la grieta—. Si es algo que no puedes decir, no lo hagas. No tienes por qué forzarte a hacerlo.
Izuku alzó la mirada, sorprendido por esas palabras.
—No es justo.
—¿Cómo dices? —preguntó Todoroki.
—No es justo que seas tan considerado conmigo. Todo esto... esto es mi culpa. Esa cosa venía por mí. Arruiné un momento que todos trabajaron para hacer especial. Puse en peligro a personas inocentes. Todo esto... es mi culpa.
Todoroki lo observó detenidamente.
Izuku temblaba, y al mirarlo, no pudo evitar fijarse en las cicatrices que cubrían sus brazos, en la grieta que surcaba su rostro como una marca de guerra.
Izuku era...
—Eres extraño.
Izuku levantó la cabeza, confundido.
—¿Qué?
—Eres extraño, Midoriya. No lo digo como algo malo. —Todoroki desvió la mirada hacia el hielo que continuaba expandiéndose—. Tú... cargas con tanto, y aunque no lo creas, todos lo notamos. Por eso nadie te obliga a hablar de lo que no quieres. Es evidente que para ti no es fácil.
Izuku bajó la mirada, sin saber qué decir.
—Quizá no tengo derecho a hablar de esto, ya que apenas estamos conociéndonos de verdad. Y... bueno, considerando que intenté matarte una vez...
—No tienes que seguir. —Izuku esbozó una sonrisa débil, tratando de bromear.
Todoroki suspiró y continuó:
—Desde que vi las transmisiones de Osaka, me sentí frustrado conmigo mismo. Tenía tanta envidia de ti, tanta ira. Pero después de lo del laberinto entendí algo: eres increíblemente fuerte. Esas cicatrices tuyas son el reflejo de una carga que ninguno de nosotros podría llevar. Y aunque no lo digamos, todos lo sabemos. Nadie aquí te culpa, Midoriya.
Izuku apretó los labios, luchando por no derrumbarse ante esas palabras.
—Quizá hay algo contigo, algún secreto que tenga que ver con todo esto, pero aun así... quiero creer que tú no querías que nada de esto ocurriera.
—Eso es...
—No tienes que decir nada —interrumpió Todoroki, sin mirarlo—. Lo único que quiero saber es esto: ¿tan débiles nos crees?
Izuku abrió los ojos como platos, negando rápidamente con las manos.
—¡No es eso! ¡Para nada!
Todoroki asintió con calma, satisfecho con su respuesta.
—Lo imaginaba. Aunque me duela admitirlo, creo que tú eres la persona más fuerte que he conocido. No solo físicamente, sino también emocionalmente.
Izuku quedó atónito, sus ojos buscando los de Todoroki para encontrar sinceridad en ellos.
—Eso no es verdad. —Negó con vehemencia—. Yo... yo era débil. Y aún lo soy. Solo gracias a todas las personas que me han ayudado, a quienes me rodean, he podido seguir adelante. Si no fuera por ellos... por todos ustedes... me habría derrumbado hace mucho. Así que, por favor, Todoroki, no me sobrestimes tanto.
El silencio se instaló entre ellos por unos momentos, roto solo por el crujir del hielo.
Finalmente, Todoroki habló, esta vez en un tono más bajo:
—De acuerdo, no lo haré. Pero prométeme algo.
Izuku lo miró, expectante.
—Prométeme que algún día confiarás lo suficiente en mí para contarme lo que pasa. No importa lo que sea, pase lo que pase... yo te ayudaré.
La sinceridad en las palabras de Todoroki atravesó a Izuku como una descarga.
Cerró los ojos, apretando los puños mientras la tensión en su pecho aflojaba lentamente.
—Está bien. —Abrió los ojos y sonrió, apenas un poco—. Prometo intentarlo.
Pasaron unos momentos en los que Izuku se calmó y Todoroki continuaba congelando todo a su alrededor. Izuku, aún intrigado, no pudo evitar preguntarle:
—Todoroki, ¿cómo se te ocurrió que congelar sería una buena idea? —dijo, con una mezcla de curiosidad y confusión en su voz.
Todoroki se giró hacia él con una expresión tranquila, sus ojos reflejando una calma inquebrantable.
—A mí no se me ocurrió —respondió con sencillez.
Izuku frunció el ceño, aún más confundido por las palabras de su compañero.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, inclinándose hacia adelante como si eso pudiera aclarar el misterio.
Todoroki esbozó una ligera sonrisa, una rareza en su rostro, y respondió:
—Fue idea tuya —dijo, sus palabras llevaban un tono de complicidad.
Izuku abrió los ojos de sorpresa, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Cómo? —preguntó, incrédulo, sintiendo que algo no encajaba.
Todoroki mantuvo su mirada fija en Izuku mientras explicaba:
—Jirou escuchó que planeabas congelarlo —dijo, recordando cómo la perspicacia de su amiga había sido crucial—. Ella también fue quien nos ayudó a saber cuándo usarías Decay.
Izuku se quedó en silencio por un momento, asimilando la información.
"Midoriya... esa energía oscura parecía..."
Jirou habia escuchado.
Jirou habia escuchado.
Jirou... habia escuchado.
Esa frase rebotaba en la mente de Izuku como un eco implacable, cada repetición más fuerte que la anterior.
Las palabras se volvieron más pesadas, aplastando cualquier intento de razonamiento.
Sentía los músculos de sus hombros contraerse, la tensión apoderándose de su cuerpo mientras su respiración se volvía irregular.
"Látigos negros."
Sus ojos se abrieron como platos, el verde de su iris apagado por el terror que lo consumía.
Algo helado recorrió su espalda, más frío que cualquier cosa que Todoroki pudiera generar.
Y entonces lo sintió: esa sensación punzante en el pecho, como un cuchillo invisible que giraba lentamente.
Un pensamiento sombrío se filtró entre la confusión:
——————————
[Lo sabe.]
——————————
De repente, un impulso lo dominó.
Se giró bruscamente, su cuerpo reaccionando antes que su mente.
Escaneó el espacio a su alrededor, sus ojos saltando de un rostro al siguiente.
El mundo parecía distorsionarse, sus sentidos hiperalertas mientras buscaba una sola persona.
Y ahí estaba.
En medio del caos congelado, Jirou permanecía de pie, con la mirada fija en él.
Por un instante, solo un instante, sus ojos se encontraron.
Una conexión fugaz, como un rayo atravesando la tormenta.
Izuku sintió que el aire abandonaba sus pulmones.
El tiempo pareció detenerse mientras esa mirada lo atravesaba.
No había dudas en los ojos de Jirou.
No había miedo.
Solo determinación... y algo más.
Ella lo sabía.
"¡VEN POR MÍ, ALL FOR ONE!"
La voz resonó en su cabeza, una mezcla de ira, desesperación y desafío.
Era su propio grito interno, la manifestación de todo lo que trataba de enterrar.
Pero no podía enterrarlo ahora.
No podía escapar.
Kyoka Jirou lo sabía. Todo.
Y entonces...
¡ZONK! ¡ZONK!
¡ZONK! ¡ZONK!
¡ZONK! ¡ZONK!
¡ZONK! ¡ZONK!
¡ZONK! ¡ZONK!
¡ZONK! ¡ZONK!
¡ZONK! ¡ZONK!
En el momento más inesperado, un crujido sordo rasgó el aire, tan grave y profundo que parecía provenir de las entrañas mismas de la tierra.
El suelo bajo los pies de los estudiantes de la Clase A tembló con violencia, y antes de que pudieran reaccionar, una serie de grietas finas comenzaron a expandirse como telarañas.
En menos de un segundo, todo se resquebrajó.
La tierra vibró con tal intensidad que el aire parecía densificarse.
Los colores del parque, normalmente vibrantes y llenos de vida, se tiñeron de un gris opresivo mientras el polvo se levantaba en remolinos caóticos.
Cada grieta en el suelo era una herida que se extendía sin piedad, dividiendo y desmembrando lo que una vez fue una sólida superficie.
A lo lejos, en la entrada del parque, los policías y los civiles se quedaron congelados, con la mirada fija en la estructura que ahora gemía como si tuviera vida propia.
Las placas metálicas del suelo se combaban y crujían, sus sonidos eran un eco de desesperación, una sinfonía aterradora que resonaba en el aire.
Hokkaido Dreamland, una maravilla de la ingeniería moderna estaba construido sobre una base revolucionaria.
Sus cimientos no eran de concreto, como en los parques tradicionales, sino un núcleo de acero reforzado con múltiples aleaciones de metales avanzados.
Cada estructura, desde los senderos hasta las montañas rusas, estaba anclada en esta red metálica, diseñada para soportar terremotos y desastres naturales.
En teoría, esta base lo hacía indestructible, un lugar donde la diversión y la innovación coexistían sin riesgos.
Pero la teoría se estaba desmoronando frente a sus ojos.
El acero que alguna vez representó fortaleza ahora se doblaba y rompía como si fuera cristal.
Cada pilar, cada tornillo, cada unión parecía sucumbir a una fuerza invisible que los retorcía y los hacía chillar.
Los rieles de las atracciones se torcían en ángulos imposibles, los cimientos rugían con un dolor mecánico, y el suelo metálico se abría en grietas que parecían bocas hambrientas, listas para devorar a quienes quedaban atrapados en su superficie.
En medio de este caos, los estudiantes de la Clase A luchaban por mantenerse de pie.
Mina tropezó mientras una grieta se abría justo bajo sus pies, pero logró recuperar el equilibrio al extender sus brazos y usar su agilidad natural.
Jirou clavó sus auriculares en el suelo, intentando sentir la vibración para prever el próximo movimiento de la tierra, sus ojos reflejando una concentración feroz.
Momo creó un ancla improvisada que lanzó al suelo, sujetándose a ella mientras intentaba ayudar a Denki, quien tambaleaba peligrosamente cerca de un borde.
Iida, con su velocidad, corría de un lado a otro, estabilizando a sus compañeros con movimientos rápidos y calculados.
Kirishima activó su endurecimiento, plantándose como una roca mientras ayudaba a Tokoyami, que usaba a Dark Shadow para mantener el equilibrio entre los escombros.
Todoroki, con su control metódico, extendió una capa de hielo en las grietas más grandes, intentando retrasar el colapso mientras Izuku, en el centro de todo, evaluaba cada movimiento con rapidez, su mirada encendida por la presión del momento.
Las atracciones caían como piezas de un dominó macabro, aplastando lo que encontraban a su paso.
Una montaña rusa se desplomó con un rugido ensordecedor, sus vagones volando como proyectiles.
La rueda de la fortuna giraba lentamente mientras sus soportes crujían, inclinándose hacia un lado antes de colapsar en cámara lenta.
Los sonidos eran una mezcla de metales torciéndose, gritos lejanos y el estruendo de las estructuras derrumbándose.
El polvo llenaba el aire, mezclándose con el frío que Todoroki había generado, creando un ambiente donde la visibilidad era casi nula.
Cada segundo era una lucha, cada movimiento una decisión entre la vida y la muerte.
Las fracturas en el suelo se expandían con una velocidad aterradora, y no había tiempo para dudar.
El parque entero temblaba como si fuera un gigante despertando de un largo sueño, su furia volcada sobre aquellos que habían osado invadir su terreno.
Y mientras el suelo seguía fracturándose bajo ellos, cada uno de los estudiantes sabía que no podían permitirse el lujo de caer.
El tiempo pareció ralentizarse, como si la gravedad misma quisiera darles una última oportunidad para reaccionar.
La caída de Izuku al vacío, su figura verde desdibujándose entre las sombras y los escombros, era una imagen que quedaría grabada en las retinas de todos los presentes.
Su sensor de peligro vibraba con una intensidad abrasadora, un clamor silencioso que lo empujaba a buscar.
Y entonces lo vio.
Entre el caos de metales retorcidos, hielo destrozado y fragmentos de roca que giraban en todas direcciones, Vincent Turner, el Nomu deformado, emergió como una bestia nacida de las entrañas mismas del abismo.
Sus brazos masivos, hechos de acero y carne fusionados en un diseño grotesco, se extendían hacia arriba, y su torso brillaba con el resplandor anaranjado de un calor acumulado que parecía a punto de estallar.
Izuku, aferrado con desesperación a un fragmento de roca en caída libre, sintió que el mundo se desmoronaba aún más rápido.
El sonido regresó como un torrente implacable: el crujir de los metales, el rugido de las estructuras que se colapsaban y, por encima de todo, el grito de Todoroki.
—¡MIDORIYA!
Todoroki estaba suspendido en lo alto de un pilar de hielo, su figura destacándose como un faro solitario en un océano de destrucción.
Su voz resonó con una desesperación cruda, un eco que atravesó los estruendos y llegó hasta Hanna, quien giró hacia él con los ojos abiertos de par en par.
Pero ya no lo veía.
Izuku había desaparecido de su vista.
La mente de Hanna trabajó a toda velocidad, pero su instinto la obligó a volverse hacia su hermano.
Tenko flotaba entre los restos de lo que alguna vez fue el parque, su mano extendida hacia ella.
—¡HANNA! —gritó, su voz cargada de una mezcla de urgencia y confianza inquebrantable.
Ella giró hacia él justo cuando el suelo bajo sus pies se fracturó por completo.
La explosión fue tan violenta que el aire mismo pareció ser arrancado de sus pulmones.
Por un momento eterno, no hubo arriba ni abajo, solo un remolino de fragmentos girando sin control.
Hanna, en una fracción de segundo, extendió su quirk.
Los pétalos escarlata florecieron como un jardín efímero, sus colas carmesíes serpenteando hacia sus compañeros mientras el vacío se abría para tragarlos a todos.
Las finas extremidades de energía se enroscaron en los brazos y torsos de los estudiantes, atrayéndolos hacia ella en un intento desesperado por mantenerlos unidos.
Sin embargo, el caos era implacable.
Los fragmentos metálicos y las rocas caían a su alrededor como una tormenta mortal.
La estructura masiva que Vincent había absorbido ascendía detrás de ellos, sus proporciones imposibles proyectando una sombra colosal sobre los cuerpos en caída.
Y entonces ocurrió.
Hanna extendió su mano hacia Tenko, sus dedos estirándose con desesperación.
En el mismo instante, Vincent, con su monstruosa figura erguida, rugió desde lo alto.
El tiempo pareció detenerse mientras Hanna y Tenko se acercaban.
Los dedos de Hanna rozaron los de su hermano justo cuando detrás de ellos, la figura de Vincent, envuelta en un trono de metales fusionados y retorcidos, se alzó por completo, dominando el paisaje.
Sus ojos vacíos brillaban con un destello frío, y cada paso que daba hacía que la tierra temblara aún más.
Hanna logró aferrarse a Tenko justo cuando un fragmento de acero gigante pasó a centímetros de sus cabezas.
La conexión fue fugaz pero vital, un momento que decidió el curso de su caída.
Sin embargo, su atención volvió al frente, al abismo en el que Izuku había desaparecido, y al monstruo que ahora ascendía hacia ellos.
El tiempo se aceleró nuevamente.
Los gritos, los sonidos metálicos y el rugido del viento llenaron el espacio.
Pero lo único claro en la mente de Hanna era una certeza inquebrantable: no podían perder a Izuku.
Mientras Vincent se alzaba, su presencia dominaba el horizonte.
Su cuerpo parecía fusionarse con el caos a su alrededor, convirtiéndolo en el titán de destrucción que estaba destinado a ser.
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El monstruo que no es humano, Wolfram.
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INTRODUCIR: SKY OVER TOKYO
La noche en Hokkaido había comenzado como cualquier otra, tranquila y serena, con el viento helado acariciando las calles y el cielo estrellado extendiéndose como un manto brillante.
En el centro de la ciudad, las luces de los rascacielos iluminaban las aceras, y el bullicio de los bares y restaurantes pintaba un retrato de normalidad.
Nadie esperaba que aquella calma fuera el preludio de algo que los haría mirar al cielo con una mezcla de asombro y miedo.
El primer indicio fue sutil.
Un temblor que recorrió la tierra bajo los pies de quienes caminaban por las calles.
En un pequeño café junto a la estación de tren, una camarera tropezó mientras llevaba una bandeja llena de vasos.
El tintineo del cristal roto se perdió entre los murmullos de los clientes, que miraron alrededor, confusos.
—¿Un terremoto? —preguntó alguien, pero la respuesta se quedó en el aire.
Entonces, las aves comenzaron a volar.
Desde los tejados de los edificios y las ramas de los árboles, una bandada de aves oscuras se alzó en un instante, rompiendo la quietud del cielo nocturno.
Las gaviotas del puerto, las palomas del centro y hasta los cuervos de los parques se elevaron en una danza caótica, sus alas formando oleadas que cruzaban las avenidas y se perdían en las alturas.
En un parque cercano, una niña pequeña señaló hacia el cielo mientras tiraba de la manga de su madre.
—¡Mamá, mira! ¡Las aves están bailando!
La madre, que apenas había notado el temblor, alzó la vista justo cuando un estruendo lejano, como un rugido metálico, llegó a sus oídos.
Sus ojos se entrecerraron, intentando identificar la fuente del sonido, pero no había nada visible aún.
En un rascacielos del distrito financiero, un guardia de seguridad que patrullaba el techo se detuvo al escuchar el batir frenético de alas.
Se giró hacia la dirección de Hokkaido Dreamland, donde una luz pálida comenzaba a romper la oscuridad.
Al principio pensó que era una torre de iluminación del parque, pero la intensidad creció rápidamente, bañando los edificios cercanos con un brillo antinatural.
—¿Qué demonios...? —murmuró mientras se llevaba una mano al comunicador.
A varios kilómetros de allí, en un hospital, una enfermera salió a la azotea para tomar un breve descanso.
Con una taza de café humeante en las manos, se apoyó en la barandilla, disfrutando del aire fresco.
El aleteo de las aves atrajo su atención, y cuando alzó la vista, vio cómo todas volaban en círculos desordenados, sus movimientos guiados por un instinto primitivo de supervivencia.
El temblor volvió, esta vez más fuerte.
La taza de café cayó de sus manos y se estrelló contra el suelo, pero sus ojos no se apartaron del horizonte.
Una columna gigantesca de escombros y metales ascendía desde el centro del parque de diversiones, arrastrando consigo fragmentos de acero, vidrio y concreto que reflejaban la luz en todas direcciones.
Parecía un árbol monstruoso que crecía en medio de la destrucción, empujando el cielo hacia arriba con su avance imparable.
En un mercado nocturno al borde de la ciudad, los comerciantes y clientes comenzaron a reunirse en la calle principal, señalando la escena.
—¿Es una explosión? —preguntó un anciano mientras ajustaba sus gafas.
—No, algo... algo está saliendo del suelo. —La voz de un joven sonaba tan incrédula como aterrorizada.
Los murmullos crecieron en intensidad mientras todos observaban.
La columna de escombros se alzaba como una torre grotesca, y una figura oscura se delineaba en su centro.
Era difícil de distinguir, pero parecía moverse, un gigante que cargaba el peso de la destrucción misma.
En una estación de tren cercana, un grupo de trabajadores que salían del último turno se detuvo a mitad de camino.
Uno de ellos, con una linterna en la mano, apuntó hacia el cielo.
—Eso no es normal. —Su voz era apenas un susurro, pero los demás asintieron.
Una mujer en el grupo sacó su teléfono, tratando de grabar el espectáculo.
Sin embargo, la cámara no lograba capturar la magnitud del momento: el brillo cegador, el rugido que ahora llenaba el aire y el caos que parecía emanar de aquella columna ascendente.
En un edificio de apartamentos, un niño pequeño se asomó a la ventana, su rostro iluminado por el resplandor.
—Papá, ¿es una estrella fugaz? —preguntó con la inocencia propia de su edad.
El padre, que había estado revisando su correo electrónico, se acercó lentamente a la ventana.
Su rostro empalideció al ver la magnitud de lo que ocurría.
—No, hijo. Eso... eso es algo completamente diferente.
La ciudad entera comenzó a reaccionar.
Las sirenas de emergencia resonaban en la distancia, los noticieros interrumpían su programación regular, y los ciudadanos se reunían en las calles, apuntando al fenómeno con sus teléfonos mientras sus rostros oscilaban entre la fascinación y el terror.
En el cielo, las aves seguían volando, formando patrones caóticos como si supieran que algo antiguo y peligroso había despertado.
El aire parecía colapsar sobre sí mismo mientras Vincent ascendía, su cuerpo fusionado con el metal que lo rodeaba, deformado y grotesco, pero cargado de una presencia imponente.
Era como si el cielo mismo le temiera, como si las estrellas retrocedieran ante el monstruo que surgía desde las entrañas de la destrucción.
Cada movimiento suyo hacía temblar el aire; el acero se retorcía a su alrededor como si estuviera vivo, obedeciendo su voluntad, formando una grotesca corona de poder que crecía con cada segundo.
Mientras tanto, Izuku caía.
Su cuerpo atravesaba el vacío, rodeado de fragmentos de roca, metal y escombros, cada pedazo reflejando la tenue luz que Vincent emanaba.
Su mente estaba en completo caos, un torbellino de pensamientos y sensaciones que convergían en una única certeza: este era el momento de actuar, de terminar todo de una vez.
Pero mientras la tierra y el cielo parecían intercambiar lugares, algo más profundo, algo visceral, los conectaba.
Vincent, o lo que quedaba de él, giró su cabeza monstruosa hacia el chico que descendía.
Su único ojo visible brillaba con un fulgor extraño, como si en el caos de su alma algo hubiera logrado despertar, un eco de humanidad enterrado bajo capas de odio y desesperación.
—¡ALISSA! —El rugido del Nomu cortó el cielo, un grito desgarrador que resonó como un trueno entre los escombros flotantes.
Izuku lo escuchó.
No solo con sus oídos, sino con cada fibra de su ser.
Ese nombre perforó su alma como un rayo, trayendo consigo fragmentos de una historia que no era suya, pero que podía sentir como si la hubiera vivido.
Alissa.
Ese nombre no era solo un grito, era una súplica, una confesión, un lamento.
Y entonces, como si el grito hubiera encendido algo en él, Izuku dejó escapar su propio rugido.
—¡VINCENT!
GULP
Una gota de sudor cayo del rostro de Izuku. Su temperatura habia aumentado considerablemente... 38°
Izuku estaba empezando a tener... fiebre.
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