EL DESEO DE ÉL.


INTRODUCIR: A EMPTY HEART



La lluvia golpeaba las ventanas de la habitación, el sonido constante cubría casi todo el ambiente.

La estancia parecía vacía, solo algunas figuras se destacaban en la penumbra.

Enji Todoroki estaba en silencio, de pie frente al retrato de su hijo, su rostro marcado por las cicatrices del fuego.

Sus ojos no se movían del retrato, pero su mente parecía estar en otro lugar.

La tensión se sentía en él aire, y aunque la familia Todoroki estaba reunida, parecía que las distancias físicas se extendían en cada rincón de la habitación.

Una figura femenina irrumpió en sus pensamientos.

—No soporto los días lluviosos —dijo una voz firme, con un matiz de desdén.

Enji ni siquiera se molestó en mirarla, su mente estaba demasiado sumida en el retrato de su hijo.

La mujer era Teka Todoroki, su madre.

A pesar de su edad, aún conservaba una presencia juvenil. Su cabello, un torrente de cascada de lava, caía en ondas perfectas hasta su espalda.

Los ojos de Teka brillaban con una intensidad sorprendente, de un azul zafiro tan puro que casi parecían resplandecer en medio de la oscuridad de la habitación.

Cada uno de sus movimientos era preciso, controlado, como si tuviera todo bajo su dominio. Sin embargo, había algo en su postura, en la forma en que sus ojos recorrían la habitación, que reflejaba una dolorosa nostalgia, aunque no dejaba que sus emociones se filtraran al exterior.

Enji, por supuesto, no respondió de inmediato. Teka cruzó los brazos, observando la escena en silencio durante un rato, antes de dirigirse nuevamente a su hijo.

—Parece que a ti tampoco te gustan, ¿verdad? —su tono no dejaba lugar a dudas. No era una pregunta abierta, sino una afirmación.

Sin embargo, Enji no contestó.

—¿Enji? —insistió ella, avanzando un par de pasos hacia él.

Pero el hombre seguía con la mirada fija en el retrato.

Teka suspiró, un sonido bajo, como si su paciencia estuviera a punto de agotarse. Se acercó un poco más, sus ojos no apartándose de él.

—¿Has hablado con ellos? —preguntó, casi con una nota de desesperación en su voz, aunque disimulada por su habitual dureza.

Enji no despegó la vista del retrato.

—No —respondió, su voz tan baja que apenas fue audible.

Teka no pudo evitar fruncir el ceño.

El silencio en la habitación se hacía pesado.

La mujer miró a los demás miembros de la familia Todoroki, sentados en la fila derecha.

Todos parecían distantes, sumidos en sus propios pensamientos, como si el funeral fuera solo una formalidad. Como si ya hubieran pasado página, pero Enji aún no podía hacerlo.

—Deberías intentar —insistió Teka, pero su voz era más suave, como si estuviera buscando algo, alguna chispa de reacción en su hijo.

Enji finalmente rompió el silencio con una sonrisa amarga.

—¿Intentar recolectar los pedazos rotos? ¿Eso quieres decir? —la rabia empezaba a teñir su tono—. ¿Eso me vas a sugerir?

Teka se quedó en silencio, observando a su hijo, sus labios apenas se movieron cuando respondió.

—Sí. Eso es lo que se hace, Enji. —La mirada de Teka se suavizó ligeramente, pero su postura seguía siendo firme, controlada—. Tú también lo sabes.

Enji hizo una pausa.

La ira que había estado acumulando parecía estallar finalmente.

—¿Eso es lo que hiciste con papá? —sus palabras fueron como una daga, afiladas y rápidas. Teka no se apartó ni un centímetro—. ¿Recolectaste los pedazos rotos después de su muerte? ¿O simplemente los dejaste esparcidos por ahí como si no importara?

Teka no parpadeó.

Había aprendido a endurecer su corazón con los años. Alzó la cabeza, respiró profundamente y respondió sin titubear.

—Tienes razón. No lo hice —su voz era implacable—. Y no soy la persona para hacerlo ahora. Nunca fui la mujer que lo haría, Enji. No soy bondadosa.

—No te estoy pidiendo que seas bondadosa. —La frustración en la voz de Enji creció—. Solo te pido que dejes de tratar de ser lo que no eres. ¡No lo eres!

Teka lo miró fijamente, sin una pizca de miedo o arrepentimiento.

—¿Y qué quieres que sea? ¿Una mujer que te consuele mientras todo se desmorona? —preguntó con una calma imperturbable—. Un esposo es diferente a un hijo. No puedes comparar. Y tú lo sabes.

Las palabras de Teka golpearon a Enji como una bofetada.

La mirada de su madre era tan dura como siempre, pero había algo en sus ojos que parecía haber cambiado. Enji frunció el ceño y se adelantó un paso, su voz más grave, más rencorosa.

—¿Estás tratando de ser condescendiente, madre? —preguntó, su tono cargado de irritación.

Teka no se movió ni un ápice, aunque la diferencia de tamaño entre ambos era abismal.

Ella se mantuvo firme.

—Has sido condescendiente toda tu vida, hijo. —Su voz fue clara, cortante, y el reproche en sus palabras era innegable—. Parece que eso lo heredaste de mí.

La habitación se llenó de un tenso silencio, y la lluvia seguía cayendo, apacible e implacable, sobre el mundo exterior.

Teka miró a Enji, su mirada firme, sus ojos brillando con una mezcla de dolor y determinación.

El silencio en la habitación se volvía aún más denso, mientras las gotas de lluvia seguían golpeando las ventanas, como si el mundo exterior no tuviera ninguna intención de interrumpir la tensa conversación.

—No te molestes en enojarte, Enji —dijo Teka con calma, pero sus palabras eran como dagas—. Si de verdad quieres gastar esas energías en una vieja mujer como yo, deberías al menos intentar recoger los trozos rotos de esa familia que has construido a base de odio.

Los ojos de Enji parecían arder con tal furia que incluso los acompañantes de Teka, que permanecían en la esquina de la habitación, notaron el cambio de atmósfera.

Uno de ellos, un hombre robusto de edad avanzada estaba a punto de levantarse, su expresión tensa como si quisiera intervenir y apoyar a su señora.

Sin embargo, Teka, como una roca implacable, agitó su mano con suavidad, indicando que no era necesario.

—Quédate quieto —dijo Teka sin desviar su mirada de Enji.

La voz de la mujer estaba impregnada de una autoridad natural que, aunque suave, no permitía objeciones.

Enji no bajaba la mirada, sus ojos reflejaban un odio tan profundo que casi era tangible.

Pero Teka, aún sin moverse, continuó con su discurso.

—Desahogarse es algo humano, hijo mío —sus palabras flotaban en el aire, pesadas, como una sentencia irrevocable—. Si reniegas tanto de esa necesidad, lo único que acumularás en ti es un odio que jamás podrás borrar.

Enji se tensó, el dolor acumulado en sus hombros parecía explotar en su pecho. Su rostro se enrojeció y sus manos temblaron ligeramente antes de que hablara, su voz temblando de furia.

—¡No hables de esas cosas, madre! —explotó, su tono vibrando con ira—. No tienes el derecho.

Teka lo miró fijamente, sin titubear, y dejó escapar un suspiro suave.

—Tienes razón —dijo, su voz mucho más suave ahora, como si aceptara una derrota que solo ella conocía—. No tengo el derecho. Nunca lo he tenido, ¿verdad?

Enji parecía estar al borde de perder el control, sus manos se apretaron en puños. Pero antes de que pudiera reaccionar, Teka continuó, su mirada más fría que nunca.

—Y nunca lo tendré, Enji. Porque un hijo nunca perdona lo que un padre le hizo. Pero eso no significa que debas seguir construyendo una muralla de odio. Eso solo te va a destruir.

Los ojos de Enji brillaron por un segundo con un atisbo de comprensión, pero inmediatamente volvió a sumirse en su rabia.

—¿Y qué quieres que haga? —preguntó, su voz llena de veneno, pero también de agotamiento.

Teka lo observó en silencio durante un largo momento.

La expresión de su hijo era la de un hombre quebrado, y, aunque él no lo supiera, ella ya lo había visto todo, mucho antes que él.

—Lo que debiste haber hecho desde el principio —dijo finalmente, sus palabras cortantes—. Recoger esos trozos rotos e intentar construir algo nuevo.

Enji, atrapado entre el dolor y la ira, dejó escapar un gruñido de frustración.

Su mirada pasó por toda la habitación, por sus familiares que seguían en su lugar, como sombras calladas.

Teka, por su parte, no retrocedió ni un centímetro. Sabía lo que su hijo necesitaba, aunque él aún no lo entendiera.

Y no importaba cuánto tuviera que pelear con él, no importaba cuántas veces chocaran, ella seguiría allí, sosteniendo la verdad que él tanto rehusaba escuchar.

Enji no respondía, y Teka, con una mirada más tranquila, se retiró unos pasos, dejando que las palabras se asentaran en el ambiente.

De fondo, la lluvia continuaba cayendo, como si el mundo exterior siguiera en su curso indiferente, ajeno al drama humano que se desarrollaba en la habitación.

Teka suspiró profundamente, su mirada fija en Enji mientras las palabras que seguían de su boca eran tan duras como siempre.

—Supongo que es así, Enji —dijo con calma, sus palabras cortantes—. Jamás podré ser lo que tú crees que estoy idealizando u odiando. Pero tú, Enji, tú sí puedes serlo. Después de todo, el destino de los hijos es ser mejor que los padres.

Enji apretó los dientes, sus ojos ardiendo de furia, pero antes de que pudiera replicar algo, una pequeña figura a su lado llamó su atención: Fuyumi, su hija, seguía llorando.

La tristeza en sus ojos era tan profunda que, aunque Enji no quería, no pudo evitar detenerse por un segundo.

"Maldita sea..." pensó para sí mismo, pero las palabras de su madre seguían retumbando en su cabeza.

Repitió lo que había oído, casi como si no pudiera evitarlo, como si esas palabras se le hubieran pegado al alma.

—Al menos... —dijo con la voz quebrada—, dímelo una vez. Dime que realmente fui tu hijo.

Teka respiró hondo, observando a su hijo, y luego soltó un suspiro, tan profundo que pareció que el aire mismo se volvía pesado.

Enji, frustrado y lleno de rabia, se dio la vuelta y volvió a mirar el retrato de Touya.

No podía deshacerse de esa sensación que lo carcomía por dentro. Sin embargo, la voz de Teka lo alcanzó, como siempre lo hacía, cortante y directa.

—¿Qué es lo que quieres, Enji? ¿Una disculpa por ser mala madre? —preguntó Teka, y su tono no dejaba espacio para la evasiva—. No, eso no te satisfaría. ¿Un castigo para mí? ¿Quizás eso es lo que deseas para tu progenitora? ¿Para la mujer que abandonó tu corazón cuando ella perdió el suyo? ¿Acaso? No, Enji... eso no cambiaría el pasado.

Enji la miró de reojo, y por un instante, algo en su mirada se suavizó.

Pero aún quedaba furia, rabia, incomodidad. Teka no esperaba que él entendiera, pero no dejaba de hablar, no dejaba de decir lo que necesitaba decir.

Con una calma casi calculada, Teka sacó algo de su bolso y lo sostuvo en sus manos mientras su mirada volvía a centrar en su hijo.

—Como dije, el destino de los hijos es ser mejor que los padres. Pero a veces, una maldición aqueja ese destino... Es cometer los mismos pecados que tus propios padres.

La mujer caminó hasta el altar de Touya, que estaba decorado con flores marchitas y velas encendidas.

Se detuvo un momento, murmuró una oración en silencio, luego se inclinó, como si estuviera haciendo una ofrenda sagrada. Dejó algo sobre la mesa.

No lo vio Enji, pero el acto hablaba más que cualquier palabra.

—Nada cambiará el pasado —dijo finalmente, su voz con un eco de verdad—. Pero, al menos, deberíamos poder cambiar el futuro.

Teka observó, luego, a su nieto, Todoroki Shoto, que estaba de pie al otro lado de la habitación.

Un niño que apenas podía entender el peso de su apellido, pero que sería la clave del futuro de los Todoroki.

Ella caminó hacia Enji, deteniéndose a su lado. Miró a su hijo una última vez, y sus palabras, ahora suaves, parecían envolver la habitación como un último suspiro.

Ser padres no es fácil. Puedes cometer errores tan pequeños que pueden resultar ser perjudiciales para el futuro de tus hijos. Incluso se puede decir que si tu hijo termina tomando el camino equivocado, esa culpa es tuya, Enji. Es por eso que siempre he sabido que, cuando un hijo viene al mundo, los humanos, tras ese acto, dejan de existir. Se convierten en esa alma protectora. Los dos individuos se convierten en padres.

Las palabras de Teka flotaron en el aire, y Enji, aunque no quería admitirlo, las absorbió en su interior como una verdad que no podía desechar.

¿Era eso lo que había fallado? ¿Era él el culpable de que su familia estuviera rota? ¿De que su hijo hubiera elegido un camino tan oscuro?

Pero Teka no esperó una respuesta.

Se quedó en silencio, su presencia permaneciendo con Enji, sin pronunciar más palabras.

El tiempo se detuvo entre ellos, como la lluvia que nunca parecía detenerse fuera de la habitación.

Teka dio un paso hacia la puerta, el sonido de sus zapatos resonando en el piso frío de la habitación.

Su mirada se desvió hacia el retrato de Touya una última vez antes de mirar a su hijo, Enji, con una calma inquietante.

Su mirada se fijó en el rostro de Enji, y pudo ver la incomodidad reflejada en él, aunque no le concediera la satisfacción de responderle.

Pero sus palabras, no obstante, eran demasiado claras como para ser ignoradas.

Teka dio un paso más, y ya cerca de la puerta, su tono se tornó aún más sombrío.

—Fallé al intentar ser mejor que mis propios padres... —dijo, su voz impregnada con una nostalgia dolorosa—. Quizás fallé como madre, como esposa. Pero... ahora mismo, Enji, tú estás fallando como padre y esposo. Y lo sabes.

Con esas palabras, Teka no necesitaba más.

No le dio la oportunidad a Enji de replicar. En vez de eso, giró lentamente la cabeza hacia el lado contrario de la habitación, donde Shoto Todoroki permanecía en silencio, observando la escena.

Su nieto, el hijo de Enji, que llevaba consigo el peso de las decisiones de sus padres.

Teka lo miró por un momento.

Sus ojos, que solían ser tan firmes, se suavizaron solo un poco al ver a Shoto. Su corazón, aunque endurecido con los años, no podía evitar sentir una profunda tristeza al verlo tan joven, tan ajeno a lo que el destino de su apellido había significado para su familia.

—Shoto... —murmuró, casi en un susurro, pero lo suficientemente fuerte como para que Enji la oyera—. La maldición de este apellido no es solo la herencia de tus poderes. Es el peso de lo que significa ser un Todoroki. A veces, los hijos no pueden escapar de la sombra de sus padres... pero eso no significa que deban repetir los mismos errores.

Teka cerró la puerta detrás de sí, dejando a Enji solo con sus pensamientos, su familia, y las consecuencias de las palabras que acababa de decir.

Endeavor caminó con paso lento hacia el altar, su mirada fija en la mesa donde Teka había dejado algo.

La tensión en su cuerpo se hacía más evidente con cada paso que daba, como si todo su ser se hubiera detenido en ese instante.

Cuando sus ojos se posaron en el objeto dejado allí, algo en su interior pareció quebrarse.

La figura de su hijo, ese joven que había intentado moldear a su manera, lo golpeó con una fuerza silenciosa.

Solo pudo soltar un quejido, una especie de exhalación contenida, como si finalmente hubiera alcanzado el límite de su resistencia.

En sus labios, temblorosos y quebrados, murmuró el nombre de su hijo.

—Touya... —su voz salió más débil de lo que hubiera querido, tan llena de arrepentimiento como de un dolor que había acumulado.

No pudo evitarlo.

La culpa, como una sombra que nunca lo había dejado, se apoderó de él.

La disculpa que siguió estuvo ahogada por un nudo en su garganta, incapaz de escapar con claridad.






―――――[Lo siento.]――――――










Wolfram, con su imponente figura de tres metros, es una bestia formada no solo por músculos y hueso, sino por el metal que recubre su piel, fusionado con su cuerpo deformado.

Cada movimiento que hace resuena con la fuerza de un ser hecho para resistir cualquier tipo de ataque.

[Su resistencia es una pared impenetrable, una muralla que nada puede derribar.]

Resistencia Anormal: Su cuerpo no solo está fortalecido por los metales que lo cubren, sino que tiene una capacidad de regeneración que hace que cualquier daño superficial sea casi irrelevante.

Cuando una explosión lo impacta, sus músculos no se ven tan afectados como deberían.

No siente el cansancio de un ser humano normal; sus huesos rotos se ajustan, su piel rasgada se cicatriza, y su mente parece mantenerse firme en su propósito.

[No importa cuántos golpes reciba, siempre se levanta, como si nada lo hubiese tocado.]

Reflejos Sobrehumanos: A pesar de su tamaño, la velocidad con la que reacciona es sorprendente.

No solo es fuerte, también es rápido, y lo demuestra cuando sus ojos se fijan en cada movimiento que sus oponentes hacen.

Es capaz de desviar ataques a gran velocidad, moviéndose de una forma casi antinatural para alguien de su tamaño.

Su instinto lo guía, y sus reflejos, afilados como cuchillas, le permiten reaccionar incluso ante los movimientos más pequeños de sus rivales.

[La velocidad con la que su cuerpo responde es casi como si tuviera anticipación, como si ya hubiese calculado todo.]

Nulificación de Daño: Este es uno de sus quirks más aterradores.

Cualquier tipo de daño físico que se le haga, ya sea un golpe contundente o un corte afilado, parece ser absorbido por su cuerpo.

La energía de los ataques no se transmite a través de su estructura interna; el daño simplemente desaparece.

Es como si el daño se desvaneciera antes de llegar a él, transformándose en una leve vibración que se disuelve en el aire.

[Lo que parece una vulnerabilidad, es en realidad una trampa mortal.]

Manipulación de Metales: La habilidad que define a Wolfram.

La gran mayoría de su cuerpo está recubierta por metal, y puede manipularlo a su antojo.

Lo utiliza tanto para defensa como para atacar, creando espinas afiladas que sobresalen de su piel, formando barreras de metal para protegerse o lanzar proyectiles afilados hacia sus enemigos.

Además, puede manipular el entorno, haciendo que los metales cercanos se conviertan en sus aliados. En un campo de batalla lleno de hierro, acero o cualquier metal, su control sobre ellos es absoluto.

[La arena de batalla se convierte en su dominio personal. Cada pieza de metal en su entorno es una extensión de su voluntad.]

Kairós: Un quirk que le permite convertir la energía cinética en calor, transformando la velocidad y fuerza de los golpes que recibe o que lanza en una intensa ola de calor.

Este poder no solo le da un ataque explosivo, sino que también le permite adaptar su cuerpo a la energía externa.

Si recibe un golpe, el calor generado por la colisión se acumula en su cuerpo, dándole un impulso adicional, como si la misma energía del impacto fuera una fuente de poder.

[Un golpe que podría destruir a un hombre normal lo transforma en una fuente de energía para él, empoderando su siguiente movimiento.]

Wolfram es un nomu casi alta gama.

[Dicho esto, una bestia que quizás apresurada para su nacimiento. Quizás algo imperfecta en otros aspectos que tal vez solo algunos puedan notar. Pero si hablamos de rendimiento y calidad para el objetivo que se ha creado, es una arma de destrucción absoluta.]

Todoroki Shoto, el hijo de Endeavor, parecía ser una mezcla perfecta de hielo y fuego, una dualidad que hasta el día de hoy se mantenía bajo una disciplina estricta que, como todo en su vida, había sido forjada por las expectativas de su padre.

Sin embargo, su control sobre el fuego seguía siendo limitado.

A diferencia del hielo, con el que se sentía mucho más natural, el fuego le era un territorio extraño y complicado.

De hecho, apenas comenzaba a explorar su verdadera capacidad en esa área.

A menudo, la llama que surgía de su lado derecho era incontrolable, como si su propio cuerpo no pudiera aceptar esa parte de sí mismo.

Aun así, Shoto no podía negar que en ciertos momentos, ese fuego se convertía en una fuerza poderosa que desbordaba todo a su paso.

Pero por ahora, solo alcanzaba una fracción de lo que realmente podía lograr si fusionaba ambas habilidades a la perfección.

Tenko, por otro lado, era el presidente de la clase, y su habilidad se movía con una fluidez inhumana.

Su quirk, desarrollado a partir de una mezcla única con el One For All, le daba una velocidad impresionante, una movilidad que cortaba el aire y lo dejaba atrás, como si cada movimiento fuera una explosión contenida.

Su estilo, el Jet Away, le permitía moverse a velocidades tan altas que sus oponentes apenas lograban ver un rastro de su presencia antes de que su golpe estuviera sobre ellos.

Y no solo era su velocidad, sino que Tenko también había aprendido a aplicar las técnicas de Gran Torino, perfeccionando su manejo de la evasión y el golpe sorpresivo, combinando esas artes con la fuerza bruta del One For All.

Un estilo único que lo hacía imparable en combate a corto alcance.

Izuku, como el chico que había nacido con el quirk 'Decay', había aprendido a controlar su poder a una gran escala, pero también a los costos.

Su brazo derecho estaba dañado de forma irreversible, con la piel completamente destruida y los huesos expuestos. Sin embargo, Izuku no se había dejado vencer.

Había desarrollado una habilidad única, Nox Lunar, que le permitía acumular energía en forma de cargas al 100%, creando impactos devastadores que lo hacían casi tan letal como All Might en combate. Aunque ese poder venía con un precio, pues solo podía usarlo diez veces antes de que la acumulación de daño afectara sus extremidades, especialmente el brazo izquierdo, que aunque menos dañado, también sentía las consecuencias.

Pero más allá de su quirk principal, Izuku también manejaba una velocidad de reacción impresionante gracias a su sensor de peligro, capaz de detectar cualquier amenaza inminente en su entorno, un toque más que lo convertía en un combatiente formidable.

[Puede parecer que estos tres chicos están listos para enfrentar cualquier amenaza que se les cruce en el camino...]

Izuku, Tenko y Todoroki avanzaban a toda velocidad, cada uno por su lado, decididos a derribar a la monstruosa figura que tenían frente a ellos. Wolfram, en un estallido de furia, alzó su enorme brazo derecho, que terminaba en una barra metálica, y levantó su brazo izquierdo, mucho más pequeño, hacia el cielo.

Del suelo, como una extensión de su voluntad, se comenzaron a alzar trozos de acero puntiagudos, creando un campo de espinas afiladas que rodeaba al Nomu, buscando aplastar a cualquiera que se atreviera a acercarse.

¡ZONK! ¡ZONK!

¡ZONK! ¡ZONK!

Izuku, esquivó sin esfuerzo los ataques que surgían del suelo, saltando y girando entre las formaciones de metal.

La destreza de su cuerpo, aunque herido, no parecía disminuir en lo más mínimo. En un parpadeo, ya estaba a una distancia segura, concentrado en el siguiente movimiento.

Todoroki, viendo una oportunidad, deslizándose como un espectro sobre su hielo, sobrepasó a Izuku en el aire.

La fría estela de su paso dejó atrás un rastro de cristal congelado mientras él ascendía, su mirada fija en Wolfram.

Con un rápido giro, sus llamas nacieron de su lado derecho, enrojeciendo el aire, y lanzó una feroz llamarada hacia la garra metálica del Nomu, buscando derretirla, atacar su punto más débil.

¡Fwwwwhhhhh!

Tenko, con su estilo Jet Away, cortó la distancia con una velocidad que desafió la percepción.

Casi como un destello, apareció junto a Izuku en el mismo instante en que él lanzaba una patada directa al abdomen de Wolfram.

Tenko, sin perder el ritmo, golpeó el casco metálico de la criatura con toda su fuerza, el impacto resonando en la armadura de Wolfram como un trueno.

¡Crack!

La velocidad de Tenko, combinada con la potencia del One For All, dejó una pequeña grieta en el casco, pero no fue suficiente para desmoronarlo.

Wolfram gruñó con fuerza, su mirada volviendo a enfocarse en ellos, el caos en su interior desbordando una furia más insaciable.

[Sin embargo...]

El cuerpo del Nomu comenzó a calentarse a tal grado que su gran y corpulento torso morado empezó a cambiar a un tono carmesí.

El aire a su alrededor se distorsionaba, como si el mismo espacio estuviera ardiendo. Izuku lo observó, un estremecimiento recorriéndole la espina dorsal al reconocer esa intensidad.

"Lo mismo de antes..." pensó, su mente conectando rápidamente los puntos.

La inquietud se asentó en su pecho.

Tenko, por su parte, sentía cómo el calor comenzaba a derretir la suela de sus zapatos.

Una sensación de desesperación invadió su mente cuando vio cómo la goma se desintegraba lentamente.

Su mirada se desvió hacia Todoroki, un pensamiento cruzando por su cabeza: "Esto es peor de lo que pensaba...".

Todoroki, estaba a punto de desencadenar un ataque.

Pero en ese momento, notó algo que hizo que su corazón se acelerara.

El calor proveniente del Nomu no era el mismo que él había utilizado antes.

Estos grados eran mucho más altos, mucho más intensos. La presión se hizo casi insoportable, como si su propio cuerpo estuviera al borde de colapsar.

Y entonces, el Nomu rugió.

¡GRRRRRRRAAAAR!

El rugido rasgó el aire, y el impacto fue inmediato.

Una ola de calor tan intensa como un volcán en erupción estalló desde el cuerpo del monstruo, arrasando con todo a su paso.

El aire se tornó irrespirable, y las llamas comenzaron a arder con furia descontrolada. Los árboles que estaban detrás del Nomu fueron consumidos por la onda expansiva.

Izuku, Tenko y Todoroki no tuvieron tiempo de reaccionar completamente.

La ola de calor los envolvió de inmediato, lanzándolos al aire con una fuerza brutal.

Las heridas de Izuku, aún frescas, se vieron exacerbadas por el calor abrasante.

Los zapatos de Tenko se redujeron a cenizas bajo sus pies, y Todoroki sintió cómo la temperatura a su alrededor se incrementaba de manera insoportable, un zumbido constante resonando en sus oídos.

Cada uno fue proyectado hacia diferentes direcciones, incapaces de mantenerse de pie ante tal despliegue de poder.




¡BOOOOM!




——————————

[Este Nomu estaba diseñado para contrarrestar fuerza explosiva idéntica al One For All]

——————————





La explosión de calor hizo retumbar el suelo, y los tres quedaron dispersos, la tierra humeando bajo la feroz radiación de la energía desprendida por el Nomu.

Momo giró justo a tiempo para ver a Tenko volar por encima de ella como un proyectil descontrolado.

Su silueta cortó el aire antes de estrellarse contra una tienda de regalos cercana.

El impacto fue brutal; la estructura de madera se desplomó con un crujido ensordecedor mientras una nube de polvo y escombros cubría la zona.

—¡Shimura-San! —exclamó, dando un paso hacia adelante, pero el rugido del Nomu la hizo detenerse en seco.

A lo lejos, Todoroki salió disparado como una bala, chocando con la Casa del Misterio.

La fachada se vino abajo con un estruendo, ocultándolo entre los escombros y las sombras. Izuku, por su parte, apenas logró detenerse.

Había clavado los dedos de su mano izquierda en el suelo, usando su quirk para destrozar el camino detrás de él.

La inercia casi lo hizo perder el equilibrio, pero se aferró con fuerza, dejando que su cuerpo absorbiera el impacto hasta finalmente detenerse.

El aire estaba saturado de calor.

Cada respiración se sentía como inhalar fuego líquido. Izuku levantó la cabeza lentamente, observando cómo el Nomu se erguía en el centro del desastre. Su piel, antes morada y gruesa, se tornaba carmesí como metal incandescente.

"Esto... esto ya lo he visto antes." Su mirada escaneó cada detalle.

Los trozos de acero que antes formaban parte del restaurante ahora flotaban alrededor del Nomu, girando en órbitas erráticas, como asteroides siendo arrastrados por una fuerza gravitacional inhumana.

—¡¿Qué hacemos?! —gritó Denki, moviéndose frenéticamente de un lado a otro.

Su electricidad chisporroteaba de forma errática mientras observaba a la multitud correr en todas direcciones.

—¡No podemos quedarnos aquí sin hacer nada! —Tokoyami extendió sus alas, su sombra proyectándose contra los escombros—. Midoriya necesita nuestra ayuda.

—¡¿Y qué sugieres?! —replicó Denki, señalando hacia el Nomu—. ¡Esa cosa nos aplastará como insectos!

Iida levantó una mano, tratando de calmar la discusión.

—Nuestra prioridad debe ser la seguridad de los civiles. ¡No podemos actuar impulsivamente!

—¡Entonces actuemos ya! —interrumpió Jirou, apuntando con una de sus clavijas hacia un grupo de personas atrapadas cerca del puesto de comida. Los gritos eran cada vez más desesperados—. Si no hacemos algo, ellos no tendrán oportunidad.

Ojiro asintió, su cola moviéndose con impaciencia.

—Jirou tiene razón. Vamos.

—Yo me encargo de despejar ese lado —añadió Sato, con un tono firme mientras avanzaba hacia el puesto.

Mientras tanto, Asui frunció el ceño, mirando alrededor.

—¿Alguien ha visto a Ochako-Chan?

Toru, aún invisible, levantó la mano, aunque su voz delataba su confusión.

—No, y la he estado buscando desde hace rato... ¡No está aquí!

—¡No importa dónde esté! —interrumpió Mineta, temblando mientras daba pasos hacia atrás—. ¡Tenemos que salir de aquí antes de que nos maten!

Shoji levantó una de sus extremidades, haciendo un gesto para que todos se callaran. Su expresión se endureció.

—Escucho sirenas. Los policías están en camino, pero tardarán en llegar hasta aquí.

El caos del parque de diversiones era absoluto.

Las risas y gritos de alegría habían sido reemplazados por pánico y destrucción. Estructuras que alguna vez fueron coloridas y animadas ahora colapsaban como castillos de naipes, mientras la atmósfera se saturaba con el rugido del Nomu y el calor insoportable que emanaba de su cuerpo.

Momo observó todo con ojos aterrorizados, pero su mente regresó una y otra vez al mismo lugar: "Midoriya-san..."

Izuku soltó el suelo, dejando que los restos de tierra y roca cayeran de sus dedos.

Alzó la mirada hacia el Nomu, que rugía como si intentara destrozar el aire mismo.

La criatura era un espectáculo aterrador, una bestia diseñada para la destrucción.

"Esto no es solo calor... Está aumentando. No es normal, ni siquiera para algo como esto." La presión en el ambiente era sofocante, y el calor que irradiaba la criatura empezaba a deformar el aire a su alrededor.

Izuku podía sentirlo, podía olerlo: el metal que flotaba cerca del Nomu comenzaba a fundirse.

A un lado, los restos de acero orbitaban alrededor del Nomu como asteroides girando caóticamente. Su quirk los manipulaba como armas, preparándolos para atacar en cualquier momento. "Está acumulando energía. Pero... ¿para qué? ¿Es una distracción o...?"

[Después de tantas peleas al borde de la muerte, y con una mente que ha demostrado ser un prodigio en el análisis, Midoriya Izuku ha desarrollado una capacidad innata de observación y conclusión. En otras palabras, con tan solo un choque y unos segundos de pelea, su mente comienza a buscar aperturas como si su vida dependiera de ello. Porque, de hecho, así es.]

Izuku cerró los ojos por un breve instante, dejando que su mente trabajara a toda velocidad.

Izuku abrió los ojos, y la chispa de determinación ardió en ellos.

Su mente afilada comenzó a buscar una estrategia, una forma de enfrentar el caos y convertirlo en su ventaja.

"No tengo tiempo a detenerme y pensar". Izuku se puso en marcha. "Pensare en algo mientras mas me acerque a él..." aferrándose a esa idea corrió, corrió muy rápido.

Mientras el Nomu rugía,

Izuku apretó los puños, sus pensamientos ya calculando el próximo movimiento, como un estratega al borde de una partida crucial.

El paso de Izuku se convirtió en un torbellino de determinación.

Cada estela de energía verdosa que desprendía su cuerpo no era solo un recordatorio de su esfuerzo, sino una promesa de su próximo movimiento.

Las ventosas ardientes que emergían a su alrededor eran como fragmentos de un cometa que descendía hacia su destino.

Wolfram, inmenso y desbordante de poder, levantó su brazo mecánico.

Las articulaciones de su garra crujieron, resonando como una sinfonía de metal desgarrado.

Los tubos de líquido negro que recorrían su espalda burbujearon, mostrando una actividad inusual.

De pronto, el color carmesí que había teñido su corpulencia comenzó a desvanecerse.

Izuku lo notó al instante.

Su respiración se tornó más pesada, pero su mente trabajaba como un engranaje perfectamente aceitado.

"¿Es acaso...?" pensó, dejando que su análisis empezara a tomar forma.

Era como si las piezas de un rompecabezas invisible se unieran con cada paso.

De un momento a otro, Wolfram cerró su garra, y todo el metal que lo rodeaba comenzó a comprimirse.

A medida que las lanzas se formaban, enormes, rugosas e imperfectas, pero letales, Izuku evaluó la situación. "Sin mi traje no puedo ir con todo. Mis soportes están fuera de juego, así que los impactos de gran escala no son una opción ahora. La única manera de actuar es aprender mientras me muevo."

A lo lejos, escuchaba las voces de sus compañeros, pero no tenía tiempo de voltear.
"Ellos se encargarán de evacuar a los que quedan. Confío en ellos. No tengo que preocuparme por eso. Mi papel es simple: seguir adelante."

Izuku apretó los dientes y se lanzó.

Sus botas golpearon el suelo con fuerza, dejando marcas visibles mientras las estelas de energía aumentaban en intensidad. Delante de él, Wolfram rugía con un sonido gutural y distorsionado, pronunciando su nombre completo como un mantra de odio.

—¡M....I-D-DOR...IYAAAA... IZ—Z-KUZZUKU....—

El túnel de lanzas metálicas comenzó a formarse, girando como si el propio aire se curvara alrededor de ellas.

Las lanzas temblaban, listas para dispararse en cualquier momento, y Wolfram las controlaba como si fueran extensiones de su propio cuerpo.

Izuku inhaló profundamente. "Voy directo, sin titubeos. Haré esto como siempre lo he hecho: cargando con todo."

El porcentaje se cruzó en su mente. "Treinta por ciento... no más. Es suficiente para un Lunar Rush."

Sus sentidos se afilaron como cuchillas.

Todo a su alrededor parecía ralentizarse. Las lanzas metálicas giraban en el aire como depredadores acechando a su presa.

Su sensor de peligro se disparó, una tormenta eléctrica que golpeaba con intensidad su mente.

¡ZONK! ¡ZONK!

¡ZONK! ¡ZONK!

¡ZONK! ¡ZONK!

¡ZONK! ¡ZONK!

Cada pequeño cambio en el entorno lo alertaba, cada movimiento de Wolfram era procesado en microsegundos.

Izuku clavó su pie derecho en el suelo, frenando con fuerza.

Las ondas de choque reverberaron alrededor de su posición, pero no se detuvo. Wolfram rugió, y todas las lanzas se precipitaron hacia él como una lluvia de muerte.

El aire se llenó de un silbido mortal cuando las lanzas metálicas comenzaron su descenso hacia Izuku.

Cada una de ellas, grotescamente formada pero imbuida de un propósito letal, cortaba el espacio como si buscara reclamar su vida.

Era una tormenta de acero, un torrente implacable que lo envolvía desde todas las direcciones.

Izuku no vaciló.

En el momento en que la primera lanza se precipitó hacia él, su cuerpo se movió como un reflejo, guiado tanto por su instinto como por el entrenamiento que lo había endurecido.

Con un giro brusco, dejó que la punta de una lanza pasara a centímetros de su rostro, su movimiento tan preciso que el metal apenas acarició su cabello.

Otra lanza llegó desde el lado derecho.

Izuku saltó, empujándose con una fuerza explosiva hacia el costado, mientras las estelas verdosas que lo rodeaban dejaban un rastro efímero en el aire.

Sus botas apenas tocaron el suelo antes de que otra ráfaga de lanzas descendiera desde arriba, como si el cielo mismo se desplomara sobre él.

—¡No es suficiente!— murmuró entre dientes, girando sobre su propio eje en el aire para esquivar una, dos, tres lanzas consecutivas.

Cada impacto que las lanzas fallaban resonaba con fuerza, golpeando el suelo y levantando fragmentos de piedra y tierra como metralla.

Era un caos absoluto, pero en medio de esa vorágine, Izuku encontraba el orden. Sus movimientos eran ágiles, casi inhumanos, como si danzara entre las gotas de una tormenta torrencial.

Una lanza surgió de improviso desde su izquierda.

Izuku reaccionó al instante, inclinándose hacia atrás en un arco imposible, su espalda casi tocando el suelo mientras la punta afilada pasaba zumbando sobre su torso.

Sin detenerse, usó el impulso para impulsarse hacia adelante, un salto que lo llevó a otra sección del campo de batalla.

"¡Vamos, Izuku! ¡Concéntrate!" pensó, sus ojos verdes brillando con intensidad mientras analizaba la trayectoria de las lanzas restantes.

El sonido ensordecedor de metal cortando el aire era constante, un recordatorio de lo cerca que estaba del peligro.

Izuku se impulsó hacia arriba, utilizando una de las lanzas como plataforma.

Su bota derecha golpeó el metal con fuerza, y aprovechó la inercia para girar en el aire.

Desde su nueva posición, el paisaje era aún más intimidante.

Las lanzas seguían cayendo como una lluvia desquiciada, pero él no flaqueó.

En lugar de buscar refugio, Izuku se lanzó hacia adelante, hacia la fuente del ataque.

Otra ráfaga descendió frente a él, esta vez formando un patrón caótico. Izuku reaccionó al instante, calculando cada movimiento.

Saltó sobre una, giró en el aire para esquivar otra, y luego usó un fragmento de escombros como plataforma para impulsarse hacia el costado, evitando una tercera que casi le alcanzaba el hombro.

El sudor resbalaba por su frente, pero su concentración era absoluta.

Cada músculo de su cuerpo estaba en sincronía, cada decisión tomada en fracciones de segundo.

La tormenta continuaba, pero Izuku parecía fluir con ella, como un río que se adapta a la forma de las rocas que encuentra en su camino.

Finalmente, tras lo que parecieron interminables segundos, una pequeña ventana se abrió entre las lanzas.

Izuku lo vio, su oportunidad.

—¡Ahora!— gritó, impulsándose con toda la fuerza de su pierna derecha hacia adelante, dejando atrás la tormenta de acero.

El metal seguía cayendo, golpeando el suelo con fuerza y levantando una nube de polvo y escombros, pero Izuku ya estaba fuera de su alcance.

Había cruzado la tormenta, y su mirada ahora estaba fija en Wolfram, quien lo esperaba al final del camino.

—No importa cuántas veces lo intentes— murmuró Izuku, apretando los dientes mientras la energía verdosa a su alrededor chisporroteaba con intensidad renovada—. No voy a detenerme.

Un pasillo oscuro, interminable y gélido. Las sombras danzaban como espectros en las paredes, deformes, burlonas. Izuku, un niño pequeño, avanzaba con pasos cortos y temblorosos. Sus pies descalzos rozaban el suelo frío, y sus manos se aferraban a su pecho, como si intentara protegerse del vacío opresivo que lo rodeaba.

El aire pesaba. Cada respiración que tomaba parecía arrancar algo de su pequeño cuerpo, y su mirada, temerosa, se perdía en las sombras que acechaban a los lados. "¿Qué hay ahí? ¿Qué me espera?" pensaba, mientras su corazón latía frenéticamente.

Dio un paso más, apenas avanzando unos centímetros, y volteó rápidamente hacia atrás.

No había nada, solo más oscuridad. Pero ese "nada" era suficiente para hacerlo estremecer.

[No puedo... no puedo seguir...]

Pero entonces, algo en el fondo de la penumbra frente a él se iluminó.

Un destello, pequeño, distante, pero cálido.

Sus pies, aunque temblorosos, comenzaron a moverse otra vez. Su mirada se alzó un poco, dejando de lado la obsesión de buscar detrás y a los lados.

El destello parecía invitarlo, y poco a poco, su miedo empezó a disiparse.

Cada paso lo hizo crecer, no solo en tamaño, sino en fortaleza.

El niño temeroso comenzó a alzar la mirada hacia el frente, enfrentándose a lo desconocido.

Primero fue el día en el que todo se desmoronó en el USJ, cuando las sombras lo envolvieron nuevamente, pero esta vez no huyó.

A pesar de los gritos, del caos, de la certeza de la muerte, Izuku había enfrentado ese abismo y sobrevivido.

Después vino Osaka, la ciudad donde había aprendido a bailar con la luna.

Bajo la tutela de Miruko, su maestra, el niño inseguro se convirtió en un aprendiz decidido. Cada golpe, cada caída, era una lección que tallaba fuerza en su espíritu.

Allí, frente a SIX, había comprendido que el valor no era la ausencia de miedo, sino enfrentarlo de frente, incluso cuando parecía imposible.

Y luego, Tokio, el lugar donde su vida estuvo al borde del final.

Había conocido el verdadero rostro del poder corrupto y lo había desafiado.

En esa ciudad, entre los escombros de su antigua inocencia, Izuku había renacido. Un guerrero con cicatrices, pero con una voluntad indomable.

Y ahora, en Hokkaido, el reflejo de la luna lo iluminaba mientras las estelas verdes del One For All danzaban alrededor de su cuerpo.

Frente a él, Wolfram, el Nomu de metal y odio, rugía como una tormenta incontrolable.

Izuku ajustó su postura. La respiración se estabilizó. Ya no había miedo en su mirada, solo determinación.

—Nox Lunar...— susurró, recordando las palabras de Miruko.

"Es una danza, Izuku. Cada movimiento tiene un propósito, cada paso fluye con el siguiente. Sé cómo la luna, constante y poderosa."

El Nomu avanzó, levantando una barra metálica que destellaba bajo la tenue luz lunar.

Izuku esperó, su cuerpo tensándose como un resorte listo para desatarse.

El instante llegó.

Wolfram arremetió con su brazo mecánico, pero Izuku ya no estaba ahí.

Un salto lateral.

Un giro en el aire.

Las estelas verdes del One For All brillaron con más intensidad mientras su pierna derecha se alzaba con precisión letal.

La patada descendió como un meteoro, la fuerza concentrada del impacto dirigiéndose directamente al casco metálico del Nomu.

¡¡¡STOMP!!!

La cabeza de Wolfram se hundió bajo el peso del golpe, y el cuerpo entero del monstruo fue enviado al suelo con una fuerza descomunal, incrustándose en la tierra como si fuera parte de ella.

Un segundo de silencio.

Luego, el suelo tembló por el impacto, y una nube de polvo se alzó. Izuku aterrizó con gracia, su pierna aún extendida, mientras las estelas verdes chisporroteaban a su alrededor.

¡Lunar Rush!— gritó, su voz llena de una confianza inquebrantable.

El polvo comenzó a disiparse, revelando a Wolfram, ahora inmóvil, atrapado en su propia prisión de tierra y metal.

El niño temeroso que una vez caminó en la oscuridad ya no existía.

En su lugar, estaba un guerrero que miraba al frente, decidido a enfrentar cualquier desafío que el futuro le deparara.

[...]

El vacío no era solo ausencia; era un manto opresivo que se estiraba como una piel demasiado ajustada, como si la nada misma respirara en pausas irregulares.

Allí estaba Vincent Turner, una figura solitaria atrapada en un océano sin orillas, sus pies rozando un suelo que no existía y sus pensamientos oscilando entre briznas de niebla y ráfagas de viento gélido.

—¿Dónde...? —su voz se quebró, deshaciéndose como un eco ahogado en algodón húmedo.

No sabía si había hablado realmente o si el pensamiento simplemente se desintegraba al intentar tomar forma.

El aire inexistente olía a cenizas, pero no había fuego.

Había una gravedad líquida que presionaba sus hombros, que susurraba desde lo invisible, como una canción de cuna olvidada.

—¿Qué es este lugar? —preguntó, pero la pregunta no esperaba respuesta.

Un temblor. No en el suelo que no era suelo, sino en el centro de su pecho, como si su corazón hubiera decidido ser algo más, una brújula sin norte o un tambor desgastado. Y entonces, la oscuridad no fue completa.

Algo cambió.

Primero, una grieta.

No física, pero percibida, como si un cristal del tamaño del universo se partiera en un solo punto.

Detrás de él, una luz.

No cálida, ni fría, ni siquiera luz en el sentido estricto, sino un fragmento de claridad que lo desgarró como una cuchilla envuelta en terciopelo.

Vincent giró, lento, como si temiera que un movimiento brusco pudiera apagar aquello que lo llamaba.

Frente a él, la esfera se encendió, flotando como una luciérnaga que había decidido rebelarse contra la oscuridad absoluta.

Dentro de ella, un niño.

Piel pálida como el papel viejo, cabello rojo como un amanecer furioso, y ojos... ojos que perforaban, que lo atravesaban sin esfuerzo, como si cada secreto, cada sombra en el rincón de su alma hubiera sido arrancado y puesto frente a él.

Vincent quiso hablar, pero su voz se quedó atrapada en un punto entre su garganta y el olvido.

Dio un paso, y el suelo, que no existía, crujió bajo sus pies inexistentes.

—¿Quién eres? —preguntó, y la pregunta se transformó en humo, en algo que flotaba entre él y la esfera.

El niño no respondió.

No necesitaba hacerlo.

Había algo en su mirada, en cómo ladeaba la cabeza como un ave observando un mundo al que no pertenecía.

Pero entonces, lo sintió. Una vibración suave, un murmullo en el aire sin aire.

—Vincent...

El nombre no cayó; se deslizó, como si una mano invisible lo hubiera escrito en el agua.

Vincent parpadeó, el mundo alrededor de él ondulando como un lienzo húmedo.

La voz era femenina, un eco dulce que raspaba con suavidad, como uñas sobre seda.

—Vincent... ven aquí.

El niño dentro de la esfera se movió por primera vez.

Giró lentamente hacia el origen del sonido, pero antes de avanzar, volteó la cabeza hacia Vincent una vez más.

Lo miró. No, no lo miró. Lo atravesó.

Y en un movimiento que era tan sutil como devastador, sus labios se movieron.

No hubo sonido, pero Vincent supo exactamente qué había dicho.

Vincent.

El suelo bajo sus pies inexistentes pareció colapsar en cascadas de nada.

Quiso gritar, pero la esfera comenzó a apagarse.

—¡Espera! —extendió la mano, pero sus dedos solo encontraron un vacío más frío, más intenso.

La luz desapareció, llevándose al niño y a la voz con ella.

Vincent cayó de rodillas, o al menos creyó hacerlo, porque ya no podía distinguir si su cuerpo era real o una idea más dentro de aquella inmensidad.

El nombre.

Su nombre.

En labios que no debía recordar, pero que sentía como una espina enterrada en su mente.

Ese niño... soy yo.

Y entonces, la oscuridad se movió.

Se cerró.

El cuerpo metálico del Nomu yacía incrustado en el suelo, su imponente forma ahora reducida a una figura inerte.

Izuku permanecía de pie junto a él, el polvo asentándose alrededor de sus botas.

La respiración acompasada del joven héroe marcaba un ritmo que no dejaba lugar al descontrol.

Inhalaba, exhalaba, recordando las palabras de Miruko: "Controla tu respiración, tranquiliza tus emociones. Sostén tu corazón."

Desde la distancia, la clase A miraba en silencio, una mezcla de alivio y asombro reflejada en sus rostros.

Momo, con la mano en el pecho, dejó escapar un suspiro tembloroso, como si soltara todo el peso que había cargado hasta entonces.

Kaminari balbuceó algo, pero nadie respondió; todos seguían observando la figura de Izuku, que se alzaba como un faro de tranquilidad en medio de la tormenta.

[El cuerpo diseñado para él.]

El vacío era un eco interminable, un espacio sin límites ni propósito.

Caminaba entre lo intangible y lo inexistente, donde los pasos no dejaban huella y el tiempo se deslizaba sin sentido. Preguntas sin rostro flotaban a su alrededor: ¿Dónde estás? ¿Qué eres? ¿Qué queda de ti?

La primera chispa fue un aliento de luz.

Una esfera, flotando como un ojo que lo observaba desde más allá de la memoria.

Se giró, atrapado por su tenue fulgor, y dentro de ella vio al niño.

Pequeño, de cabello rojizo, con una risa que parecía llenar todo el vacío.

Un campo de trigo se extendía a su alrededor, dorado y cálido, mientras una mujer llamaba desde la distancia.

Vincent.

Otra esfera encendió su presencia, y él avanzó, cada paso una mezcla de duda y ansia.

En esta, el niño era un joven, rodeado de amigos, sosteniendo un avión de madera construido por sus propias manos.

La chispa en sus ojos hablaba de sueños, de aspiraciones que aún no conocían el peso del mundo.

Más adelante, otra esfera lo esperaba.

Ahora era un adolescente, iluminado por la luz azulada de una pantalla, sus dedos danzando sobre un teclado mientras resolvía ecuaciones que le abrirían puertas que otros solo podían imaginar.

El sueño continuaba, brillante y hermoso.

Un hombre joven en un escenario, recibiendo premios con una sonrisa orgullosa.

Un ingeniero que caminaba con seguridad por pasillos llenos de respeto y admiración.

Su nombre era conocido, su futuro, prometedor.

Pero entonces, algo cambió.

El brillo cálido de las esferas comenzó a desvanecerse, reemplazado por destellos que arañaban las sombras.

Una última esfera se encendió, y en ella vio a una mujer.

Su cabello dorado brillaba como un amanecer, y sus ojos eran pozos de calidez y dulzura.

Ella lo miró, y el aire a su alrededor se volvió pesado, casi insoportable.

Ella habló, y su voz fue un cuchillo que cortó la oscuridad:

—Vincent...

Sus labios formaron un nombre, suave y quebrado:

—Alissia...

La esfera se desmoronó, su luz fragmentándose en millones de pedazos.

Las sombras que antes se apartaban ahora se cerraron sobre él, y el vacío dejó de ser un refugio.

Era un abismo que lo devoraba.

[...]

El zumbido inicial fue errático, como un eco distante que apenas lograba formarse.

La luz roja en el casco del Nomu seguía parpadeando, lenta y constante, como el tic-tac de un reloj que no podía ser ignorado.

La voz llegó después, distorsionada, chisporroteante, como si proviniera de un transmisor antiguo y descompuesto.

—...hemisferio norte... fallos severos... núcleos hidráulicos comprometidos... —La estática crepitó de nuevo, arrastrando la tensión en el aire.

Izuku tensó sus hombros, su cuerpo ya alerta, pero esta nueva presencia hacía que algo más profundo se estremeciera dentro de él.

Sus ojos se expandieron, su boca se abrió un segundo, dejando escapar un leve jadeo, antes de cerrarse rápidamente.

Finalmente, la voz emergió clara, fría y calculada, como el filo de una navaja que acababa de ser afilada.

—...Sí, el daño es significativo. El lóbulo frontal está completamente inutilizado, y las conexiones del hemisferio norte han colapsado. No es algo irreparable, por supuesto, pero un tanto... decepcionante.

Izuku alzó la mirada, sus dientes apretados mientras su puño izquierdo se cerraba con fuerza, y su derecho intentaba hacer lo mismo, pero quedó a medias, temblando ligeramente.

Finalmente, su voz quebró el silencio con un tono grave y cargado de tensión.

—All For One...

El zumbido volvió, como un eco que no quería disiparse.

Después, el silencio.

Breve, pero pesado.

Y entonces, una risa diminuta, apenas un susurro, se dejó escuchar a través del comunicador.

Elegante, burlona, revestida de un cinismo cuidadosamente medido.

—¿Tal vez calculé mal? ¿Quizás el doctor cometió un error? —La risa se hizo un poco más audible, un eco que se extendió por el aire como si se regodeara de su propio ingenio—. Sabía que te habías hecho fuerte, Noveno Portador del One For All, Midoriya Izuku. Sin embargo, no imaginé que tanto.

Izuku permaneció inmóvil, su mandíbula apretada mientras observaba la luz roja parpadeante.

Su mente procesaba cada palabra, pero no se permitía flaquear. No frente a él.

—Dime, ¿es acaso gracias a esa mujer incansable? ¿Cómo se llamaba? No puedo recordarlo... —Hizo una pausa intencionada, como si buscara algo en su memoria—. ¡Oh, sí! Rumi Us—

—No digas su nombre. —Izuku lo interrumpió, su voz seca, pero cargada de una furia contenida que se filtraba como un veneno lento.

El silencio volvió a instalarse por un momento, denso como la neblina.

La luz roja parpadeó una vez más, reflejándose en los ojos de Izuku, que no desviaron su atención ni por un segundo.

—¿No tengo el derecho de hacerlo? —preguntó All For One con un aire casi inocente, aunque su tono seguía impregnado de una burla maliciosa.

El ceño de Izuku se frunció aún más, sus pensamientos girando en círculos mientras trataba de contener la furia que hervía en su interior.

—Tu ceño es muy fruncido, niño. —La voz de All For One retomó con un matiz ligero, como si diera un consejo paternal falso—. Si continúas mostrando esos gestos, envejecerás rápido.

Izuku apretó los dientes y habló con una voz cargada de frustración, pero que no podía reprimir la eterna pregunta que llevaba grabada en su alma.

—¿Por qué?

Una risa salió de inmediato, esta vez un poco más pronunciada, como si la pregunta hubiera provocado un deleite genuino.

—¿Otra vez esa pregunta? ¿No la hiciste ya en Osaka? ¿No la he respondido ya? —Hizo una pausa y agregó, con una crueldad tan casual que casi dolía—: ¿Eres estúpido?

Izuku sintió cómo su boca se abría ligeramente, sus palabras bloqueadas por la ira que amenazaba con estallar.

Pero se contuvo, aunque sus hombros temblaban y su respiración se volvió más pesada.

All For One, viendo su reacción a través de una cámara oculta incrustada en el casco del Nomu, dejó escapar una pequeña risa.

—¿Toqué una fibra sensible? —preguntó con un deleite evidente—. Tú, niño, realmente eres una paradoja complicada en el gran esquema de eventos. No sabría si decir que eres algo necesario, algo innecesario o simplemente... curioso.

Izuku lo miró con una intensidad que podría haber derretido acero, pero All For One no se detuvo.

—Sin embargo, tengo que darte puntos a favor. Has crecido favorablemente. Dime, ¿el incidente con la Comisión te hizo crecer?

Izuku cerró la boca de golpe, sus dientes rechinando mientras intentaba suprimir el recuerdo del horror que había enfrentado entonces.

Con un dolor palpable, cerró su puño derecho, forzándolo a pesar de que las articulaciones no deberían permitírselo. El dolor lo ancló en el momento, le dio la claridad necesaria para responder.

—¿Tuviste algo que ver con eso? —preguntó finalmente, su voz como un filo que cortaba el aire.

All For One dejó escapar una exhalación, casi un suspiro, como si la pregunta le resultara entretenida.

—Le das demasiado crédito a este viejo hombre, Izuku. Es cierto que tengo conexiones por todos lados. Sin embargo, ya no son lo que eran. Manipular algo así... —Hizo una pausa deliberada, dejando que el silencio se colara entre sus palabras—. Es complicado, incluso para mí.

El comunicador dejó escapar un pequeño zumbido, y la luz roja parpadeó una vez más, más brillante que antes, como si anunciara que algo estaba a punto de suceder.

Todoroki abrió los ojos lentamente.

El frío habitual que sentía en su piel ahora era un eco lejano, reemplazado por la sensación áspera de polvo y escombros bajo su cuerpo.

La luz tenue de la casa de los misterios, filtrada a través de los huecos en el techo, le permitió distinguir las sombras de las paredes retorcidas.

Mientras intentaba incorporarse, un dolor punzante en sus costillas le hizo jadear suavemente. En otro lugar, más allá del caos que lo rodeaba, las voces de sus compañeros resonaban.

—Tenko, cuidado —dijo Hanna mientras ayudaba a su hermano a cruzar los restos de la tienda de regalos.

Iida y Denki estaban a su lado, luchando por abrir un espacio entre las vigas caídas.

—Estoy bien... sólo... sólo dame un segundo... —respondió Tenko, jadeando mientras se apoyaba en Hanna.

Su quirk latía en sus manos, ansioso por activarse, pero se contenía con esfuerzo.

Sin embargo, en otro punto del parque, la conversación entre Izuku y All For One continuaba, como una danza entre depredador y presa.

La luz parpadeante del casco del Nomu seguía marcando un ritmo constante, mientras la voz de All For One retomaba su tono, reflexivo y serpenteante.

—Quizás no fue algo orquestado directamente, Izuku. —Su tono era casi filosófico, como si estuviera a punto de impartir una lección—. Tal vez... fue algo que sucedió de forma natural. ¿No es fascinante cómo los humanos reaccionan ante el temor?

Izuku entrecerró los ojos, desconfiado. Su mente se debatía entre querer gritar y mantener la compostura.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, su voz tensa, pero lo suficientemente firme como para exigir respuestas.

La risa de All For One fue breve, una exhalación cargada de burla.

—Dime algo, Izuku. Cuando un grupo de animales siente el olor de un depredador, ¿cómo crees que reaccionan? —Hizo una pausa, dejando que la pregunta flotara en el aire—. ¿Se quedan quietos, esperando su destino? ¿O corren, intentando salvar lo que puedan?

—Corren. —La respuesta de Izuku fue inmediata, seca, pero sus palabras parecían alimentar la siguiente reflexión de All For One.

—Exacto. Corren. —La voz de All For One se alargó, como si disfrutara de lo obvio—. Pero no siempre lo hacen de manera racional. Algunas veces, en su desesperación, empujan a los más débiles hacia las fauces del depredador, sacrificándolos para ganar tiempo. Otras veces, se separan, perdiendo la fuerza del grupo, y entonces son cazados uno por uno.

Izuku no respondió, pero su ceño se frunció aún más. Algo en esas palabras le resultaba inquietantemente familiar.

—Los humanos no son tan diferentes. —All For One continuó, su tono ahora más sombrío—. Cuando perciben un peligro, reaccionan de formas predecibles: con temor, con desesperación... y con violencia. El temor, Izuku, es una herramienta poderosa. Más que eso, es una llama que nunca se apaga del todo. Sólo necesita un pequeño soplo para arder de nuevo.

—¿Y qué tiene que ver eso con la Comisión? —preguntó Izuku, aunque en el fondo sentía que ya sabía hacia dónde iba la conversación.

La luz parpadeante del casco pareció intensificarse, como si reflejara la sonrisa que seguramente se formaba en el rostro de All For One.

—El presidente de la Comisión... siempre fue un hombre aterrorizado. Atrapado por los fantasmas de la Era Oscura. —Su voz adoptó un tono casi nostálgico, como si estuviera contando una vieja historia—. Temía tanto a los villanos, tanto a la posibilidad de un nuevo reinado de caos, que estaba dispuesto a destruir cualquier cosa que percibiera como una amenaza, incluso si no lo era realmente.

Izuku apretó los puños, sus nudillos blanqueando por la tensión.

—Entonces, ¿quieres decir que todo esto fue por su... miedo? —La incredulidad en su voz era evidente, pero también había un matiz de furia contenida.

—Exactamente. —All For One parecía deleitarse en la reacción de Izuku—. El temor no necesita razones, Izuku. Sólo necesita un catalizador. Y tú, niño, eras perfecto para ello. Un joven con un quirk que ellos nunca podrían controlar, con un poder que, en las manos equivocadas, podría destruirlo todo.

—¡Yo no soy como tú! —Izuku gritó, finalmente incapaz de contenerse.

El casco dejó escapar un leve zumbido antes de que All For One respondiera.

—No lo eres. —La admisión fue inmediata, casi desapasionada—. Pero eso no importa. En los ojos de un hombre aterrorizado, todos son amenazas. Y cuando un hombre como ese tiene poder, su temor se convierte en la chispa que enciende la hoguera.

Izuku sintió cómo el dolor en su puño derecho aumentaba, pero no lo soltó.

Su mente ahora se llenaba de imágenes: Osaka, la Comisión, las mentiras, las muertes.

Todo encajaba, y al mismo tiempo, lo llenaba de una rabia que no podía controlar.

El eco de las palabras de All For One resonaba en el aire, cada sílaba cargada de una calma que contrastaba con la rabia latente de Izuku.

El silencio entre ambos era como un campo de batalla invisible, donde cada pausa era un golpe y cada palabra un arma.

—Debo admitir —continuó All For One con una voz tan medida que parecía recitada—, que esto fue una jugada fuera de mis estándares habituales. Sin embargo, aún residían en mi campo de batalla, ¿lo entiendes?

Izuku, sintiendo cómo su paciencia se desmoronaba, apretó los dientes hasta que el dolor lo obligó a detenerse. Su voz salió baja, contenida, pero llena de veneno.

—Esto no es un maldito juego.

La risa de All For One fue breve, como un cuchillo cortando la tensión.

—Oh, pero claro que lo es, Izuku. Todo lo que hacemos en este mundo es parte de un juego. Cada decisión, cada sacrificio, cada victoria. Tú también estás jugando, aunque te niegues a admitirlo.

Izuku lo miró fijamente, sus ojos brillando con una mezcla de furia y frustración.

—Usar a las personas como herramientas... causar estragos en las vidas de inocentes... —Su voz temblaba, no de miedo, sino de rabia contenida—. ¿Con qué derecho actúas de esa forma?

La respuesta de All For One llegó tan rápido que fue como un golpe directo al estómago.

—Porque puedo hacerlo.

El mundo pareció detenerse.

Izuku quedó estupefacto, con la boca entreabierta y los ojos congelados en una mezcla de incredulidad y disgusto. All For One, desde el otro lado, probablemente sonreía detrás de su máscara, disfrutando de la reacción del joven héroe.

—¿Sorprendido? No deberías. —El tono de All For One era casi pedagógico, como si estuviera educando a un estudiante lento—. No deberías dejarte impresionar por algo tan básico. Los humanos se guían por el deseo, Izuku. Por la anhelación. No importa lo que hagan, a dónde vayan, o qué sean. Siempre será el deseo de algo lo que los impulse a cambiar sus vidas... o las de los demás.

Izuku seguía sin hablar, pero sus puños temblaban, y sus ojos empezaban a arder de pura furia.

—Entiende esto —continuó All For One, su voz resonando con un peso ominoso—. No siempre el deseo es favorable para uno. Se necesitan tomar riesgos para perseguirlo. De hecho, hay una frase que lo resume perfectamente: "Si jalas el gatillo, debes estar dispuesto a morir también de la misma forma."

—Eso no tiene sentido. —La voz de Izuku fue más un gruñido que una respuesta.

—¿Ah, no? —All For One rió, un sonido gélido y burlón—. Por supuesto que no lo tiene. Nada tiene sentido. ¿No es acaso que nosotros le damos sentido a las cosas? ¿No es eso lo que intentas hacer tú? Darle sentido a tu existencia... a tus decisiones.

—No es natural desear jugar con las vidas de las personas tan descaradamente —respondió Izuku, más firme esta vez. Su mirada parecía desafiar a All For One, aunque estuvieran separados por kilómetros.

Hubo un silencio breve antes de que la voz de All For One se elevara de nuevo, afilada como una navaja.

—¿"Natural"? —repitió, casi como si saboreara la palabra—. Y dime, Izuku, ¿qué es "natural" para ti? Todo lo que consideras natural no es más que un constructo. Somos lo que somos porque alguien en el pasado decidió que así deberíamos ser. ¿De verdad crees que hay algo "natural" en este mundo?

Izuku abrió la boca para replicar, pero All For One no le dio oportunidad.

—Además, te equivocas en algo. Yo no uso a las personas porque quiera jugar con ellas. Lo admito, puede ser divertido en ocasiones, pero como te expliqué, ese no es mi objetivo. Ellos no son más que un medio.

La mirada de Izuku se endureció. La tensión en sus hombros y su mandíbula era evidente mientras daba un paso al frente.

—Entonces, ¿cuál es tu objetivo?

La respuesta de All For One fue tan simple como devastadora.

Tomar todo de todos.

Izuku sintió cómo esas palabras perforaban su alma.

Allí, en medio de la oscuridad y el caos, la realidad de la monstruosidad de All For One se mostró en toda su crudeza.

La tensión en el ambiente era como una cuerda a punto de romperse.

Izuku podía escuchar el sonido de su propia respiración mezclarse con el eco de las palabras de All For One. Cada frase parecía una daga que buscaba perforar su determinación.

—No necesitas complicarte tratando de entenderme, Midoriya Izuku. —La voz de All For One era tranquila, casi apacible, pero había un filo en sus palabras que anunciaba lo que estaba por venir—. No soy un ser tan complicado como tú o los demás parecen pensar. No busco redención, ni gloria, ni un ideal noble que enmarque mis acciones. No, nada de eso. Mi deseo es simple.

Izuku mantuvo el silencio, pero su mandíbula estaba tan apretada que sus dientes rechinaban. All For One continuó, con una calma que parecía calculada para hacer hervir la sangre del joven héroe.

Solo quiero lo que mi corazón desea. Tomar todo lo que quiera, cuando quiera y donde quiera. —El tono de su voz subió apenas un poco, ganando una intensidad que hacía que cada palabra pesara más—. ¿Por qué lo hago? Porque puedo hacerlo. ¿Cómo lo hago? Usando todos los medios que tenga a mi disposición. ¿Dónde, cuándo? Donde y cuando yo lo desee. Esa, Izuku, es mi naturaleza. Y nada, absolutamente nada, cambiará eso.

Izuku sintió un escalofrío recorrer su espalda.

Había algo profundamente aterrador en la simplicidad de esas palabras, en la convicción absoluta con la que eran dichas.

Pero All For One no había terminado.

—Puedes considerarlo malo, si eso te hace sentir mejor. —El tono ahora era burlón, aunque su voz no perdía esa calma inquietante—. Puedes maldecirme. Llámame demonio, monstruo, enfermo. Dime lo que quieras, si eso calma tu frágil corazón de niño idealista. Pero entiende esto: ninguna de tus palabras cambiará mi deseo, ni mi naturaleza. Porque es lo que soy, Izuku. Es quien soy. Y más importante aún, es quien deseo seguir siendo.

El corazón de Izuku latía con fuerza, su respiración se volvía más agitada.

Quería responder, gritarle algo, cualquier cosa, pero no encontraba las palabras.

All For One, sin embargo, aprovechó ese momento de silencio para presionar más.

—¿Lo entiendes? —preguntó, su voz ahora más incisiva, como si estuviera intentando perforar directamente el alma de Izuku—. ¿Puedes verlo con claridad? ¡Porque tú, Midoriya Izuku, haces exactamente lo mismo!

—¡Eso no es verdad! —espetó Izuku, pero All For One ignoró su interrupción.

Su voz subió de tono, como un río desbordado arrasando todo a su paso.

—¡Claro que lo es! Te aferras a esa ridícula idea de llamarte héroe, de creer que puedes salvar a otros, incluso después de ese pasado asqueroso que arrasaste con tus propias manos. ¡Un pasado de asesino!

—¡Cállate! —gritó Izuku, pero sus palabras se perdieron ante el rugido de All For One, cuya intensidad seguía creciendo.

—¡No lo entiendes, ¿verdad?! —continuó, ahora con una furia contenida, pero electrizante—. ¡Todos somos iguales, Izuku! Tú, yo, los héroes que tanto admiras. Todos perseguimos lo que deseamos, sin importar a quién tengamos que destruir para alcanzarlo. Lo llamas justicia cuando lo haces tú, pero lo llamas maldad cuando lo hago yo. ¿Qué te hace pensar que eres diferente de mí?

Izuku dio un paso atrás, sintiendo cómo las palabras de All For One se clavaban en su mente.

Su corazón latía desbocado, pero había algo más.

Un peso.

Una duda.

—¡No somos iguales! —replicó Izuku, su voz temblando entre furia y desesperación.

—¿Ah, no? —La risa de All For One fue corta, pero cargada de desprecio—. Mírate bien, Izuku. Mírate y dime: ¿por qué estás aquí? ¿Por qué luchas? Es por tus propios deseos, por tus propios sueños. Al final, todo se reduce a eso. No importa cuánto intentes negarlo, no importa cuánto te resistas. ¡Tú y yo somos lo mismo, porque ambos perseguimos lo que queremos, sin importar las consecuencias!

Era como si cada palabra estuviera cargada de una energía tan intensa que podía sentirse en el aire.

Izuku, por su parte, estaba al borde de un colapso emocional.

Pero en el fondo de su mente, una chispa de resistencia se negaba a apagarse.

—Tómalo como quieras, Midoriya Izuku. —La voz de All For One tenía una calma aterradora, casi como si estuviera disfrutando el momento—. Pero entiende esto: lo que deseo, lo que ansío con cada fibra de mi ser, es hacer de tu vida un infierno interminable.

—... —Izuku apretó los puños, incapaz de responder.

No importa a dónde vayas. —All For One continuó, su tono adquiriendo un matiz más oscuro con cada palabra—. No importa qué hagas o cuántos intenten protegerte. Siempre estaré allí. No dejaré que respires, que encuentres paz, que sientas algo más allá del peso de mi presencia. Soy la sombra que se desliza detrás de ti, el frío que se cuela en tu espalda cuando crees estar seguro. Seré el temor que se filtra en tus sueños, el susurro que nunca se apaga en tu mente.

—¡Basta! —Izuku alzó la voz, pero esta tembló, incapaz de ocultar su frustración—. ¡No tienes derecho a...!

—¿Derecho? —All For One lo interrumpió con una risa profunda, casi burlona—. ¿Qué es el derecho, Midoriya? ¿Qué es la moral, qué son las leyes? Construcciones humanas, palabras vacías para disfrazar la brutalidad de nuestra naturaleza. Pero yo no necesito esas ilusiones. Yo actúo porque puedo, porque quiero. Esa es mi verdad.

Izuku apretó los dientes, buscando una respuesta, pero el villano siguió antes de darle oportunidad.

—Y tú... tú, Izuku, eres mío. Desde el momento en que tomaste el One For All, sellaste un pacto conmigo. Dentro de ti yace algo que me pertenece, algo que recuperaré, sin importar los medios, sin importar el costo.

—¡Eso no es cierto! —gritó Izuku, su voz resonando con desesperación y enojo.

—¿No es cierto? —La voz de All For One descendió a un susurro afilado—. ¿Acaso no lo sientes? Esa carga en tus hombros, esa voz en tu mente que te susurra que nunca serás suficiente, que todo lo que haces es en vano. Eso, Midoriya Izuku, es mi sombra. Ya estoy dentro de ti, en cada decisión, en cada miedo que cargas.

Izuku intentó replicar, pero las palabras murieron en su garganta cuando All For One subió el tono, su voz resonando como un trueno.

Usaré cada herramienta, cada aliado, cada monstruo que pueda crear, para destruirte. Y en el proceso, tomaré todo lo que amas. —Su tono se volvió más enfermizo, casi emocionado—. Tus amigos, tus sueños, tu esperanza. Nada quedará intacto. Todo lo que toques será contaminado por mi presencia. Porque al igual que All Might me arrebató todo en el pasado, yo tomaré todo de ti.

—No... —murmuró Izuku, su voz débil pero llena de resistencia—. No dejaré que eso pase.

—¡Oh, pero ya está pasando! —gritó All For One, su voz llena de una furia retorcida y un gozo aterrador—. ¡Todo será mío! ¡El One For All es mío! ¡Tú eres mío! Y todas esas miserables vidas que giran alrededor de tu patética existencia... ¡también son mías!

Izuku retrocedió un paso, sintiendo el peso de las palabras como una presión sofocante en el pecho.

Su corazón latía con fuerza, su mente luchaba por encontrar un rayo de esperanza, algo con lo que contrarrestar aquella tormenta oscura.

Pero las palabras de All For One seguían clavándose en su mente como cuchillos.

—Recuerda esto, Izuku —continuó el villano, su tono ahora cargado de una calma que resultaba más aterradora que sus gritos—. No importa cuánto luches, cuánto te esfuerces por proteger a los demás. Al final, todo... todo caerá bajo mi sombra. Porque ese es mi deseo, y nadie puede detenerme.

El silencio que siguió era como un pozo sin fondo. Izuku apretó los dientes, sus ojos llenos de rabia y determinación mientras respondía con una voz baja, pero firme.

—No te pertenece. Ni el One For All, ni yo, ni nadie más. Nunca tendrás lo que quieres, porque no soy como tú.

La risa de All For One resonó, burlona y amenazante, como si no tomara en serio las palabras de Izuku.

—Oh, Izuku, eso es lo que todos dicen al principio. Pero el tiempo siempre me da la razón. Tú también lo verás... a su debido momento.

Entonces ocurrió algo. El corazón de All For One lo noto. Finalmente el hombre despechado de un pasado trágico y manchado de dolor parecía querer luchar por algo de autonomía.

Era la maldición que aquejaban todos sus deseos humanizados en monstruos sin alma.

Eran el resultado de la indominable voluntad humana deformada.

Wolfram aun seguía luchando.



INTRODUCIR: MEMENTO-NONOC.



—Parece que la discusión ha terminado, Midoriya Izuku —murmuró All For One, su voz resonando como un eco en un abismo infinito. Cada palabra, cargada de burla, parecía ahogar el aire del entorno.

Izuku alzó la mirada, sus ojos desenfocados temblaban entre la confusión y el miedo.

Su boca se abrió, pero solo logró balbucear, como si el peso de la atmósfera lo aplastara.

—Aún... no... —susurró, arrastrando las palabras con una voz rota y temblorosa—. Aún no...

Un estremecimiento lo atravesó de pies a cabeza.

¡ZONK!

Su sentido de peligro rugió como un trueno, alertándolo de algo inminente. Bajó la mirada, y allí estaba: trozos de acero, diseminados por el suelo, temblaban como si algo invisible los agitara.

El mundo pareció ralentizarse.

Izuku retrocedió un paso, pero sus piernas flaquearon, y perdió el equilibrio por un instante.

Todo se detuvo.

El aire se tornó pesado y denso; la luz fue absorbida por un vacío insaciable.

La realidad a su alrededor se desmoronó, y en su lugar surgió un túnel infinito de oscuridad, retorciéndose como si estuviera vivo.

Era un paisaje familiar, uno que lo arrastraba a recuerdos de Osaka.

—No... —susurró, su voz quebrada mientras su mirada vagaba por aquel vacío.

Al final del túnel, una figura emergió de las sombras.

Un hombre, erguido y solemne, envuelto en llamas negras que no iluminaban, sino que devoraban la luz. Era una presencia abrumadora, un peso que aplastaba incluso la voluntad.

All For One habló, su voz profunda resonando en aquel mundo hecho solo para ellos.

—Tu interminable infierno comenzó ese día, niño. —Las palabras se impregnaron de una gravedad que atravesó el alma de Izuku—. El día que decidiste desafiar el destino... y saliste de la oscuridad para tomar una mano manchada de pecados. Un poder nacido de un pasado bañado en sangre.

Izuku intentó replicar, pero su garganta estaba seca, las palabras se le escapaban como arena entre los dedos.

—A partir de ahora, vive cada día como si fuera el último —continuó All For One, su tono cargado de malicia—. Porque nunca sabrás cuándo todo lo que amas, todo lo que construiste... se derrumbará.

Las palabras eran como dagas, y la respiración de Izuku se volvió errática. Tartamudeó, tratando de responder.

—Eso... eso no es algo que un humano diría...

All For One rió, un sonido bajo y gutural que llenó el túnel como un eco sin fin.

—¿Humano? Qué concepto tan... limitado. —Su tono se volvió burlón, como si estuviera disfrutando de la confusión de Izuku—. No necesitas entenderlo ahora. Pero escucha bien: llegará el día en que lo comprendas. Tarde o temprano, esa verdad será ineludible.

Izuku negó con la cabeza, pero All For One continuó, su voz ahora tan cercana que parecía susurrar directamente en su oído.

—Hay algo mucho más grande que este conflicto entre tú y yo. Ese poder con el que naciste... —Sus palabras se tornaron más profundas, como si perforaran la mente de Izuku—. Incluso si nunca hubieras entrado en contacto con el One For All, tu vida ya estaba sellada desde el principio.

Izuku alzó la vista, sus ojos llenos de temor y una chispa de desafío.

—Eso no es verdad... —intentó decir, pero su voz era apenas un susurro.

All For One ignoró la réplica, girándose lentamente.

Aunque su rostro estaba cubierto por las llamas negras, la intensidad de su mirada atravesaba la distancia. Extendió una mano hacia Izuku, y entre ellos pareció formarse un puente invisible, una conexión oscura y tangible.

—Tú, niño que ríe... —declaró con una voz cargada de solemnidad y burla—. Nacer en este mundo sin un poder es un signo de rechazo. Pero nacer con algo incorrecto... será mucho peor.

El túnel comenzó a temblar, y las llamas negras se agitaron frenéticamente, como si el aire mismo se revelara contra su presencia.

Una ventisca surgió detrás de Izuku, fría y cortante como cuchillas, empujando la oscuridad hacia atrás.

La luz se abrió paso, revelando las figuras de los ocho predecesores del One For All.

Sus rostros estaban marcados por la ira y la determinación, cada uno de ellos brillando como una llama incandescente.

All For One dejó escapar una carcajada que resonó como un trueno.

—Ah, los fantasmas del pasado finalmente se muestran. —Su sonrisa se ensanchó, jactante y desafiante—. Qué conmovedor. Pero no importa.

Las figuras detrás de Izuku avanzaron, sus miradas fijas en All For One, su energía acumulándose como un torrente imparable.

—Estás destinado a entender mis palabras más que nadie, Midoriya Izuku, noveno portador... Laughing Boy.

Las llamas negras estallaron a su alrededor mientras extendía ambos brazos, como si invitara a la batalla.

—¡¿No lo crees tu también, hermano?!

Los predecesores se lanzaron hacia él, brillando como haces de luz que perforaban la oscuridad.

El túnel comenzó a colapsar, desmoronándose bajo el impacto de la colisión entre el pasado y la maldad encarnada.

Izuku cerró los ojos.

Todo se destruyó.

Todo se deterioró.

Cuando volvió a abrirlos, estaba en la realidad.

Frente a él, el Nomu lo apresaba con fuerza, sus ojos llenos de furia.

Pero lo que más llamó su atención fue su rostro.

No era solo un monstruo.

Era un hombre deformado.

Un hombre iracundo.

Un hombre... fragmentado.










....

Próximo capitulo: Vincent Turner.

...

El primero del año. Tarde, pero feliz año nuevo a todos.

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