100.EL COMIENZO DEL VIAJE Y....
El autobús retumbaba suavemente al avanzar.
—Oye, ¿nadie pensó en que podríamos ir en avión? —preguntó, haciendo un ademán con la mano como si estuviera volando. Varios en el autobús voltearon a verla, y algunos, como Mineta, parecieron incluso considerar la idea.
Izuku, que estaba distraído observando el paisaje, murmuró en voz baja, como pensando en voz alta.
—Avión... eso suena costoso.
—Lo pensé también —intervino Momo, quien estaba sentada cerca de la ventana, mirando a Mina con una sonrisa serena—, pero tenemos la gran carretera que conecta la prefectura de Tochigi. Con ella, es fácil llegar hasta Aomori sin tener que tomar un avión. Además, es mucho más... económico.
—¡Ahhh! Ya veo, ya veo —asintió Mina, suspirando un poco—. Pero hubiera sido divertido, ¿no? Imagina a todos en un avión, ¡todos juntos a la deriva en las nubes! Aunque bueno, si lo piensas, quizás Midoriya se hubiera estresado... —soltó una pequeña risa, mirando a Izuku.
—¿Eh? ¿Por qué yo? —preguntó Izuku, sonrojado al sentir todas las miradas apuntando hacia él.
—Bueno, porque no sé, como que siempre te imagino con los pies en la tierra, ¿no? —respondió Mina con una sonrisa juguetona—. Además, te pusiste todo pálido solo de pensar en el costo.
Todos rieron ante la respuesta, y Kirishima añadió con una gran sonrisa:
—¡Es tan típico de Midoriya ser considerado con el presupuesto! ¡Por eso eres muy varonil, Midoriya!
Izuku solo pudo reírse nerviosamente, sin saber cómo responder a los cumplidos y las risas de sus compañeros.
Entonces Todoroki, quien había estado observando la conversación con su habitual calma, intervino, alzando ligeramente la voz.
—Cuando lleguemos a Aomori, tomaremos una ruta hacia el pueblo cercano de Misawa —explicó, su tono firme y directo captando la atención de todos—. Desde ahí, tomaremos un bote que nos llevará hasta Otsuminatomachi.
—Un bote... —repitió Tokoyami, con los ojos brillando un poco—. Un viaje sobre el agua. Es casi poético.
—¡Oye, Tokoyami, no te emociones tanto! —se rió Sero, dándole un pequeño empujón amigable en el hombro—. Es solo un paseo en bote, no una epopeya.
Tokoyami le lanzó una mirada severa, aunque una pequeña sonrisa se asomaba en sus labios.
—Un paseo en bote puede ser tan épico como uno quiera, Sero. Después de todo, es el mar lo que conecta nuestras almas con lo desconocido...
—Oh, sí, claro... nuestras almas conectadas... con... el mar —bromeó Kaminari, haciendo una expresión exageradamente inspirada.
—¡Chicos! —Momo habló de nuevo, recobrando la atención del grupo—. Este viaje no debería durar más de unas cuatro horas en total. Si todo va bien, es probable que lleguemos a Hokkaido en la tarde.
—Eso suena perfecto, Yaoyorozu —dijo Ochako, quien estaba sentada justo al lado de la ventana y se inclinaba hacia adelante para mirar a su amiga con entusiasmo.
—¡Sí! —exclamó Sato desde su asiento, levantando un puño al aire—. ¡Y después podemos hacer una parada para cenar! ¡Creo que es mi parte favorita de todo el plan!
—De hecho, Sato tiene un buen punto —comentó Iida, ajustándose las gafas y mirando a Momo y Todoroki—. ¿Ya tienen planeada alguna cena? Es esencial para nuestro viaje cumplir con las tres comidas principales del día y asegurarnos de que todos estén bien nutridos.
—Siempre tan meticuloso, Iida —dijo Tsuyu con su típica voz calmada, y luego miró a Momo—. ¿Entonces, ya hay un plan para eso?
—Bueno... —Momo parecía ligeramente sorprendida por la atención de todos—, en realidad no había pensado en algo específico para la cena, pero creo que podríamos ir todos juntos a algún restaurante local. He oído que Hokkaido es famoso por su cangrejo y ramen. ¿Qué les parece?
Las palabras "cangrejo" y "ramen" hicieron que más de uno en el grupo murmurara en aprobación y empezara a imaginarse la cena.
—Cangrejo... —Mineta dejó escapar un suspiro de anhelo—. Sí, eso definitivamente suena como un banquete digno de un héroe.
—A ver si puedes comportarte como uno cuando lleguemos, Mineta —bromeó Jirou, dándole un codazo mientras todos reían.
—A veces es bueno que haya un poco de flexibilidad. Así podemos ver qué nos apetece hacer sobre la marcha.
—¡Además! —añadió Mina, con una mirada emocionada—. Así no tenemos que preocuparnos tanto. Nos dejamos llevar por lo que surja y que el destino nos guíe... aunque creo que Iida va a sufrir un poco con la falta de organización.
Iida abrió los ojos sorprendido, luego los cerró un poco en resignación, suspirando.
—Aceptaré la flexibilidad en este caso... si es en beneficio del cumpleaños de Midoriya-kun —declaró con tono solemne, y todos aplaudieron ante su declaración.
—¡Eso es, Iida! —gritó Kirishima, dándole una palmada amistosa en la espalda—. ¡Todo sea por el cumpleañero!
Izuku no pudo evitar reír al ver el entusiasmo de todos.
—Gracias, chicos... en serio, es más de lo que imaginé —dijo, algo apenado pero feliz—. Me siento muy afortunado de tenerlos aquí.
—Oh, Midoriya, apenas comienza —murmuró Jirou, cruzando los brazos y sonriendo maliciosamente—. Aún te faltan las sorpresas que tenemos para ti.
—¿S-sorpresas? —preguntó Izuku, nervioso—. ¿No habían dicho que no había nada planeado?
—Sí... pero una sorpresa no se anuncia, Izuku-Kun—comentó Ochako, dándole un guiño mientras él se sonrojaba.
El autobús siguió avanzando mientras los de la Clase A intercambiaban bromas, planes, y risas.
El espíritu de camaradería era palpable, y todos estaban emocionados por lo que les aguardaba en el viaje. Parecía que la aventura apenas comenzaba, y cada uno estaba listo para aprovechar cada momento al máximo.
El autobús avanzaba por la carretera mientras la Clase A iba llenando el ambiente con su alegría y risas.
Era un viaje especial, una especie de celebración adelantada para Izuku, y la emoción de todos era palpable.
Los asientos estaban esparcidos con bocadillos, chaquetas y mochilas de viaje, y aunque algunos trataban de mantenerse en sus asientos, muchos se levantaban constantemente para hablar con otros.
—¡Es mi primera vez en Hokkaido! —declaró Kirishima, con un brillo de entusiasmo en los ojos—. ¡Quiero ver esas montañas cubiertas de nieve que siempre salen en las fotos!
—Yo también, Kirishima-kun —asintió Iida, alzando la mano y ajustándose sus lentes—. Este viaje no sólo representa un descanso bien merecido, sino también una oportunidad de apreciar la belleza de nuestro país. ¡Debemos comportarnos a la altura y mantener la dignidad de la U.A.!
—¡Oh, vamos, Iida! Es un viaje, ¿no se supone que deberíamos relajarnos? ¿Y por qué tanta formalidad? Si ni siquiera estamos en Hokkaido todavía. Además... ¡No creo que haya una regla que diga que comer tres bolsas de papas es un deshonor! —dijo, haciendo crujir la bolsa en sus manos.
—Denki, si comes todas las papas ahora, ¿qué vas a comer después? —preguntó Tsuyu, sentada un par de filas atrás, con su tono sereno.
—¡No te preocupes, Tsu! ¡Aquí hay suficientes bocadillos para alimentar a un ejército! —contestó él, mostrándole la colección de dulces y papas fritas que había reunido junto a Mineta, quien asentía con entusiasmo.
—Eso es porque Momo trajo suficientes como para toda una semana —comentó Jirou, apoyada en su asiento y mirando hacia Momo, quien los observaba con una sonrisa modesta.
—Bueno, quería asegurarme de que todos estuvieran cómodos. Además, un viaje sin aperitivos se siente incompleto, ¿no? —explicó Momo, mientras Uraraka se inclinaba hacia ella, riendo.
—¡Yaoyorozu, eres una genial! Aunque tal vez me preocupe más que estos dos se terminen toda la comida antes de que lleguemos. —Señaló hacia Denki y Mineta, que ahora estaban peleando por quién se quedaba con un paquete de galletas.
Izuku, sentado un par de asientos más atrás, observaba a sus compañeros con una sonrisa tranquila, sintiendo la calidez de la camaradería que compartían.
—¿Qué se siente tener un viaje en tu honor, Midoriya? —preguntó Sero desde el asiento de al lado, dándole una palmada en la espalda—. Supongo que te sientes como toda una celebridad, ¿eh?
—Ah... yo... bueno, realmente no sé —respondió Izuku, rascándose la nuca y sonrojándose un poco—. No estaba esperando nada de esto. A decir verdad, me siento abrumado, pero de una buena manera... es genial estar aquí con todos.
—¡Sí, Midoriya! —le dijo Mina, girándose desde su asiento frente a él—. Nos has dado un montón de momentos emocionantes este año. Nos alegra darte algo especial a cambio. ¡Así que prepárate, porque este va a ser el mejor cumpleaños de tu vida!
Izuku sonrió, pero entonces su vista se dirigió a Uraraka, que estaba ocupada repartiendo algunos dulces entre sus amigos.
Notó que ella estaba más animada de lo normal, y aunque eso no le parecía extraño, sí le hacía sentir algo cálido en el pecho.
—¡Oye, Izuku-kun! —lo llamó ella, mientras se inclinaba desde su asiento frente a él—. ¿A dónde te gustaría ir primero cuando lleguemos?
Izuku se quedó pensativo por un momento. Hokkaido era un lugar que sólo había visto en libros, y había tanto que le gustaría explorar.
—Hmm... no lo sé. Tal vez... ¡el campo de lavanda! Siempre he querido ver uno en persona —respondió, imaginando el mar púrpura que había visto en fotos.
—¡Oh, eso suena precioso! —exclamó Uraraka, sus ojos brillando—. Yo también quiero ver eso, me encanta la idea de perderse en un lugar lleno de flores. Aunque también podríamos... ya sabes, hacer algo más aventurero después, ¿no crees?
Izuku asintió, pensando en cómo los paisajes de Hokkaido debían ser tan diferentes a lo que estaban acostumbrados en Musutafu. Sin embargo, al escuchar la palabra "aventurero", comenzó a ponerse algo nervioso.
—¿Aventurero... como en algo extremo? —preguntó, levantando una ceja.
—Bueno, claro, ¿por qué no? ¡Estamos en Hokkaido! —contestó ella, sonriendo de manera traviesa.
—Midoriya en algo extremo... eso quiero verlo —dijo Jirou desde el asiento al otro lado del pasillo, mirándolo con una sonrisa burlona—. ¿Qué tal un salto bungee, Midoriya?
—¿B-bungee? —Izuku casi se atragantó, imaginando la experiencia y sintiendo un escalofrío recorriéndole la espalda—. No sé si estoy listo para eso...
Shoji, quien estaba detrás de ellos, se inclinó hacia adelante.
—No te preocupes, Midoriya. Hay muchas cosas que puedes hacer sin tener que... bueno, saltar al vacío —dijo en su tono calmado.
―¡Vamos hombre! Seguro has saltado de lugares más altos. ¿Un Bungee de verdad de aterra? ¡Ja! No lo creo ―dijo Kaminari.
―Quizás solo quiere pasarla tranquilo en este viaje *Ribbit*
—Eso es cierto, además —añadió Tokoyami, con un aire solemne—, Hokkaido tiene una atmósfera tranquila, perfecta para contemplar el misterio de la vida. No siempre es necesario buscar la adrenalina.
—¿Ah, sí? ¡Pero la adrenalina es divertida! —exclamó Mineta, dándole un codazo a Denki—. Imaginen que hacen bungee y, al último segundo, se dan cuenta de que la cuerda no está bien sujeta. ¡La emoción sería increíble!
—Eso es morirse, Mineta —lo regañó Iida con un suspiro—. No quiero que pongas ideas peligrosas en la cabeza de nuestros compañeros.
Mineta encogió los hombros.
—Bueno, a algunos les gusta la emoción. ¿Verdad, Denki?
Denki alzó los pulgares, con la boca llena de papas fritas.
—¡Ah, claro! Todo sea por vivir al máximo. Aunque... creo que primero debería bajar todas estas papas antes de pensar en saltos mortales, jeje.
Los comentarios de Denki y Mineta causaron un sinfín de risas, y el ambiente continuó relajado y lleno de energía mientras el autobús seguía su camino. Aunque las conversaciones se ramificaban, todos estaban conscientes de que se dirigían a un lugar especial para celebrar algo importante.
La oportunidad de estar juntos, lejos de la rutina de héroes, era algo que todos valoraban.
De pronto, la voz de Todoroki se alzó desde el fondo.
—¿Es cierto que Hokkaido tiene aguas termales?
—¡Sí! —dijo Ashido, girándose para mirarlo, con entusiasmo—. Eso sería increíble, ¿no? ¡Podríamos ir todos! ¿Qué dices, Yaoyorozu?
Momo asintió, sonriendo mientras sostenía una botella de agua.
—Claro, podríamos hacer una parada en algún onsen. Es una actividad muy relajante... y adecuada para este tipo de viajes.
—¡Vaya! ¡Eso sí suena bien! —exclamó Sero, estirando los brazos con entusiasmo—. Imaginen relajarse en aguas termales, mirando las montañas...
—Eso suena genial, pero... bueno, no sé si alguien aquí sea capaz de relajarse totalmente —comentó Jirou, rodando los ojos mientras señalaba a Denki y Mineta, que ya estaban peleando por un paquete de dulces que se había caído al suelo.
—¡Es mío! —gritó Mineta, aferrándose a la bolsa—. ¡Yo lo vi primero!
—¡Es para todos, Mineta! —Denki intentaba arrebatarle la bolsa, aunque ambos sabían que sólo lo hacían para entretenerse.
Entre risas y regaños, el viaje avanzaba, y todos sentían que estos pequeños momentos eran los que realmente los unían como clase.
Aunque el autobús iba lleno de energía caótica, esa misma energía era lo que los hacía sentirse en familia, en una familia un tanto peculiar, pero cálida y llena de buenos amigos.
Izuku observó a todos, contento y agradecido de tenerlos a su lado.
[...]
A medida que el autobús avanzaba, los paisajes iban cambiando y desfilando frente a las ventanas, como si cada kilómetro trazara una línea de tiempo por las diferentes facetas de Japón.
Primero, los suburbios llenos de casas compactas y tiendas familiares que reflejaban el estilo de vida ordenado de Musutafu; luego, los edificios dispersos fueron dando paso a campos extensos, donde los árboles teñidos de rojo y amarillo anunciaban la llegada del otoño.
Más adelante, colinas verdes cubiertas de pinos se alineaban en el horizonte, y el cielo comenzaba a extenderse, vasto y limpio, con algunas nubes flotando perezosamente.
Se acercaban a Hokkaido, pero el viaje en sí mismo era una experiencia que todos parecían disfrutar.
Izuku, sentado casi al final del autobús, observaba con una sonrisa cómo sus compañeros de clase seguían charlando y riendo, llenando el ambiente de un bullicio alegre que lo hacía sentir... en casa.
Se inclinó hacia adelante, dejando que sus codos descansaran sobre sus rodillas mientras observaba cada pequeño detalle.
Frente a él, Denki estaba entretenido contándole a Kirishima una historia exagerada sobre su supuesta valentía durante una práctica de entrenamiento, mientras Kirishima asentía, cada vez más escéptico.
A un par de asientos más adelante, Momo y Jirou intercambiaban comentarios sobre los lugares que planeaban visitar y sobre qué cosas les gustaría comprar.
Sin embargo, Izuku se sorprendió al notar que justo a su lado, Tenko estaba tranquilamente dormido, apoyando la cabeza en el hombro de su hermana, Hanna.
Era extraño, pensó.
Tenko solía ser de los más activos del grupo, siempre lanzando comentarios o haciendo bromas... pero ahora estaba en un sueño profundo, y la paz en su rostro le dio a Izuku una sensación cálida.
"Debe estar agotado," pensó Izuku, esbozando una sonrisa.
Pasó un rato en silencio, disfrutando de la calma entre el bullicio, hasta que escuchó algo caer delante de él.
Vio un pequeño cuaderno negro rodar hasta sus pies, y al levantar la mirada, se encontró con Tokoyami, que se giraba en su asiento con el rostro ligeramente sorprendido.
—Oh, Tokoyami, se te cayó esto —dijo Izuku, levantando el cuaderno y entregándoselo.
Tokoyami tomó el cuaderno con una ligera inclinación de cabeza, en señal de agradecimiento.
—Gracias, Midoriya. No había notado que se me cayó... Ah, por cierto, ahora que estamos hablando... sin ánimo de sonar ignorante... —Tokoyami inclinó la cabeza, con una expresión seria pero curiosa—, ¿cuántos años cumples?
Izuku soltó una risa ligera, rascándose la cabeza mientras miraba a Tokoyami con una mezcla de sorpresa y diversión.
—Ahora que lo mencionas... creo que no le he dicho a nadie —confesó—. Cumplo 16.
—Hmm... entonces eres mayor que yo, Midoriya —comentó Tokoyami, sus ojos oscuros observándolo con atención.
—¿Mayor? ¿En serio? —preguntó Izuku, sorprendido. No era algo en lo que hubiera pensado, pero siempre había asumido que todos en la clase tenían la misma edad.
Tokoyami asintió con seriedad.
—Sí, yo tengo 15. Cumpliré 16 en octubre —respondió. Había algo en su tono, una especie de serenidad profunda, que hizo que Izuku se sintiera aún más intrigado.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, observando los paisajes que se extendían fuera de las ventanas.
Parecía que algo en la atmósfera del autobús les permitía hablar más abiertamente.
Tokoyami bajó la mirada al cuaderno que había recuperado y luego la desvió hacia las manos de Izuku, deteniéndose un instante al notar que las vendas que solía llevar no estaban allí, salvo en la mano derecha, donde permanecían como un recordatorio de las heridas más profundas.
—Midoriya —llamó Tokoyami, sus ojos fijos en la mano vendada—, noto que últimamente no llevas tantas vendas. Antes... era común verte cubierto casi por completo. ¿Qué sucedió?
Izuku miró sus propias manos, un poco sorprendido. Era cierto; ni siquiera él había notado que, poco a poco, había dejado de usar las vendas. Observó los pequeños surcos de cicatrices en su piel, esas marcas que antes trataba de esconder.
—Bueno... no estoy seguro de cómo explicarlo. Antes, esas cicatrices me importaban mucho. Me preocupaba lo que otros pudieran pensar o... si podría lastimar a alguien por no controlarme. Pero ahora... después de todo lo que ha pasado, siento que esas cosas son tan pequeñas. —Hizo una pausa, esbozando una sonrisa tranquila—. No puedo decir que esté orgulloso de estas marcas, pero ya no me avergüenzo de ellas. Ya no.
Tokoyami asintió lentamente, con una expresión que reflejaba comprensión.
—Lo entiendo, Midoriya. A pesar de que no hablamos mucho, debo decirte que... te observo.
Izuku levantó una ceja, algo confundido.
—¿Observarme...?
Tokoyami se apresuró a aclarar, sonrojándose ligeramente.
—N-No de esa forma, claro. No quiero que malinterpretes mis palabras. —Tokoyami cruzó los brazos, mirando hacia otro lado—. Me refiero a que... desde aquella noche, cuando se transmitió todo lo que ocurrió en Osaka... no he podido evitar fijarme en ti.
―Aja...
—Mira... Midoriya —comenzó, manteniendo el tono bajo, como si el resto del autobús desapareciera por completo—, después de esa noche donde se transmitió lo de Osaka, me encontré... prestando atención a cosas que antes no notaba.
—¿Ah, sí? —Izuku frunció ligeramente el ceño, sin querer parecer ignorante, pero genuinamente intrigado—. ¿A qué te refieres?
Tokoyami miró al frente, hacia el paisaje que desfilaba fuera de la ventana, antes de volver su atención a Izuku.
—A ti. —Hizo una pausa—. Desde entonces, me di cuenta de que eras alguien diferente. Más de lo que aparentabas ser en un principio.
Izuku se quedó en silencio un momento, procesando las palabras de su compañero.
—¿Por qué...? —preguntó finalmente, bajando la voz—. ¿Por qué lo dices? Creí que todos tenían una opinión formada sobre mí, para bien o para mal.
Tokoyami cerró los ojos un segundo y luego los abrió lentamente, observándolo de nuevo.
—Soy alguien que busca la verdad, Midoriya. Los rumores me resultan insípidos y vacíos. Prefiero ver con mis propios ojos. Y lo que he visto en ti... —Tokoyami dudó un instante antes de continuar—, es a alguien que no sólo soporta el peso de sus propios errores, sino que trata de ayudar a otros a llevar sus propias cargas.
Izuku se sonrojó un poco, pero intentó reír para aligerar el ambiente.
—Bueno, no es para tanto... —dijo, rascándose la nuca—. La verdad, no sé si debería sentirme halagado o un poco intimidado. Es decir... tú tampoco eres de los que se acercan a otros tan fácilmente, Tokoyami.
Tokoyami alzó una ceja, mostrando una sonrisa apenas perceptible.
—Tienes razón en eso. —Hizo una pausa, observando a Izuku en silencio—. Pero eres una excepción. Las veces que me he sentido inspirado por alguien, han sido pocas. Quizás no lo demuestro tanto, pero... es algo que aprecio en ti, Midoriya. Eres una persona... digna de respeto.
Izuku lo miró, sorprendido. Tokoyami siempre había sido una persona reservada, alguien que rara vez compartía sus pensamientos. Pero escuchar esas palabras, tan sinceras y llenas de admiración, lo hicieron sentir una mezcla de orgullo y vergüenza.
—No sé qué decir... en serio, Tokoyami —admitió Izuku, mirando sus manos, tratando de no sonar demasiado emocional.
Tokoyami asintió, aceptando su silencio como respuesta suficiente.
—No necesitas decir nada. La virtud de la sinceridad es algo que muy pocos poseen —dijo Tokoyami, entrecerrando los ojos como si recordara algo importante—. Y tú eres uno de esos pocos, Midoriya.
Izuku rió suavemente, mirando al suelo antes de levantar la vista y observar las manos de Tokoyami.
—¿Sabes, Tokoyami? Quizás somos más parecidos de lo que piensas —dijo Izuku—. A veces también prefiero no hablar demasiado, aunque bueno... creo que no me sale tan bien como a ti.
Tokoyami dejó escapar una pequeña risa, casi inaudible, que se mezcló con el ruido suave del autobús.
—Quizás —respondió Tokoyami, en un tono más suave—. Pero hay algo en lo que te supero, Midoriya.
Izuku alzó una ceja, divertido.
—¿Ah, sí? ¿Y qué es?
—Mi dominio de la oscuridad —respondió Tokoyami, con una seriedad que le arrancó una carcajada a Izuku.
—No esperaba menos de ti, Tokoyami —dijo Izuku, entre risas, antes de calmarse, con una sonrisa genuina en el rostro—. Realmente me alegra que hayas decidido hablar conmigo. Creo que... también te admiro.
Tokoyami hizo una leve inclinación de cabeza, aceptando el elogio con modestia.
—Midoriya —comenzó Tokoyami nuevamente, mirando al frente como si intentara buscar las palabras correctas—, no te diré que seas descuidado, pero no pierdas esa parte de ti. La que te hace capaz de ayudar a otros, incluso si eso implica sacrificio.
Izuku asintió lentamente, sintiendo el peso de las palabras de su amigo.
—Gracias, Tokoyami. Prometo... hacer lo mejor que pueda para mantenerme fiel a eso.
—No esperaba menos —respondió Tokoyami, permitiéndose una leve sonrisa antes de girarse nuevamente hacia la ventana, dejando a Izuku en un silencio reconfortante.
Izuku se acomodó en su asiento tras el intercambio con Tokoyami, aun pensando en las palabras de su amigo cuando escuchó una voz suave y firme a su lado.
—Te has vuelto bastante importante, Izuku —murmuró Hanna, mirándolo con sus ojos oscuros y analíticos, un ligero destello de reconocimiento en su mirada.
Aunque solía ser reservada, cuando estaba con Izuku se veía algo más relajada, más cercana, y sus palabras, aunque pocas, siempre parecían ir directas al punto.
—¿I-Importante? —Izuku sintió cómo el calor les subía rápidamente a las mejillas, y bajó la mirada de inmediato, rascándose la nuca para disimular.
—Sí, también... —Hanna esbozó una sonrisa suave— te has vuelto bastante maduro.
Izuku tragó saliva, forzando una risa nerviosa. "¿M-maduro? ¡¿En serio?!"
Hanna lo miró con paciencia, como si supiera exactamente lo que estaba pasando por su mente.
Su expresión era neutral, pero en sus ojos se veía una chispa de diversión al ver la torpeza de Izuku.
—¿Pasa algo? —preguntó Hanna, inclinándose apenas hacia él.
—¡N-no! Es decir... esto... —Izuku desvió la mirada, sus mejillas cada vez más rojas mientras intentaba pensar en algo inteligente que decir, pero cuanto más trataba de disimular, más evidente era su nerviosismo.
Hanna soltó una pequeña risa, que resonó suave y natural en el autobús. Izuku la miró sorprendido; no era común verla reír así, y la cercanía del momento le hizo sentir una mezcla de vergüenza y alegría.
—Eres gracioso, Izuku —comentó ella, aún con la misma sonrisa—. No pensé que te pusieras tan nervioso.
Izuku intentó disimularlo, cruzando los brazos y adoptando una postura casual, pero el rubor en su rostro lo delataba.
Mientras tanto, más adelante en el autobús, Momo y Jirou los observaban desde sus asientos, notando la cercanía entre Izuku y Hanna.
—Wow, no esperaba que Midoriya tuviera una relación tan cercana con la hermana de Tenko —comentó Jirou, inclinándose ligeramente para ver mejor la interacción entre ambos.
Momo frunció ligeramente el ceño, tratando de mantener una expresión neutral.
—Bueno... Midoriya-San me dijo una vez que ella intentó... bueno, que Hanna intentó matarlo en una ocasión.
—¿¡Intentó matarlo!? —Jirou se alarmó, abriendo los ojos con sorpresa.
Momo hizo un gesto con las manos, intentando calmarla.
—Fue... un malentendido, o eso me explicó. —Se encogió de hombros—. Midoriya-San insistió en que Hanna no es una mala persona. Según él, es... bueno, parecida a él en algunos aspectos.
Jirou frunció el ceño, tratando de recordar algo.
—Hmm, ahora que lo mencionas, creo que en algún momento escuché algo sobre ella. —Llevó un dedo al mentón, pensativa—. ¿Cómo era que la llamaban? ¿La Flor de la Putrefacción? Creo que ese era el apodo que le daban, ¿no?
Momo la miró, un poco incómoda.
—No es bueno referirse a alguien de forma tan despectiva —murmuró, tratando de que su tono sonara neutral, pero había una leve incomodidad en su voz.
Jirou levantó las manos en señal de disculpa.
—No era mi intención, Momo, en serio. Sólo lo decía porque me llamó la atención lo que comentaste. Eso de que ella y Midoriya son parecidos...
Momo ladeó la cabeza, con curiosidad.
—¿Parecidos en qué sentido?
Jirou miró a Hanna nuevamente, su expresión ahora más concentrada.
—Bueno, tengo entendido que su Quirk es... algo parecido al de Izuku, en el sentido de que también afecta su entorno cuando entra en contacto con algo.
—¿Algo parecido a Decay? —preguntó Momo, con cierta inquietud.
Jirou negó con la cabeza.
—No exactamente. —Se inclinó un poco hacia Momo, hablando en un susurro como si no quisiera que nadie más escuchara—. Tengo entendido que su Quirk le permite pudrir las cosas que toca. Es... bastante poderoso, aunque también peligroso.
Momo observó a Hanna, ahora más intrigada.
—¿Pudrir? —repitió en voz baja, sus ojos fijos en la chica de cabello oscuro al otro lado del autobús.
Jirou asintió, susurrando aún más bajo.
—Sí, no es un Quirk común. Y supongo que eso explica un poco lo que mencionaste, ese "malentendido" entre ella e Izuku. No es fácil controlar un poder así.
[Por cierto...]
Jirou cruzó los brazos y observó a Momo con una ceja levantada, su expresión claramente divertida.
—Mmm... sinceramente, no esperaba que anunciaras lo del cumpleaños de Izuku la semana pasada, Momo. —Jirou esbozó una pequeña sonrisa, llena de esa ironía que solo ella podía manejar sin esforzarse mucho—. Ni siquiera me di cuenta de cuándo se reconciliaron de esa... "pelea."
Momo se giró para mirarla, claramente a la defensiva, aunque con un toque de rubor en las mejillas.
—¡No fue ninguna pelea! —se apresuró a aclarar, agitando las manos con una expresión de incomodidad—. Fue un simple... malentendido. Es todo.
Jirou soltó una risita, con una sonrisa que sugería que no le creía del todo.
—Sí... un "malentendido". Claro, Momo. —Alargó la palabra "sí" en un tono sarcástico, sus ojos llenos de picardía mientras observaban la reacción de su amiga.
Momo suspiró, tratando de ocultar su incomodidad mientras se cruzaba de brazos y miraba por la ventana, claramente intentando cambiar de tema, pero Jirou no iba a dejarla escapar tan fácilmente.
—¡Es en serio! —insistió Momo—. Solo pasó que Izuku... olvidó que habíamos quedado en celebrar su cumpleaños. Ya sabes, tiene tantas cosas en la cabeza últimamente...
Jirou rodó los ojos.
—Ajá, sí, el chico ocupado con mil cosas en la cabeza. Pero ¿de verdad olvidó la promesa? No sé, eso suena a que tiene problemas de memoria, o... —Sonrió con malicia— o a que tú te estabas haciendo muchas ilusiones y se te pasó que él ni siquiera se acordaba.
—¡¿Ilusiones?! —Momo se sobresaltó, con el rostro ahora mucho más sonrojado—. No... nada de eso, Jirou. Fue un simple descuido. Ya lo hablamos y eso es lo que importa, ¿no?
—Claro, claro... —Jirou asintió con una expresión de falsa seriedad—. Al menos ya recuerda la fecha. Y menos mal que lo aclararon, porque la semana pasada casi me caigo de la silla al escucharte hacer el anuncio. Fue muy... formal. Y con toda la clase escuchando, ¿de verdad no te dio un poquito de nervios?
Momo suspiró, intentando mantenerse calmada.
—Bueno, lo hice porque él lo merece, Jirou. Sabes cuánto significa para todos nosotros. Y si él se olvidó, pues no es problema, es solo que... —Momo dudó, buscando las palabras adecuadas, mientras Jirou la miraba expectante, con una sonrisita burlona en los labios—. Él tiene mucho en mente.
―¿Cómo se te ocurrió organizarlo tan de repente? No es tu estilo, Momo.
—Bueno, él... —Momo miró hacia sus manos, entrelazándolas nerviosamente—. Sabía que lo apreciaría, Jirou. Y no puedo dejar que pase su cumpleaños sin una celebración adecuada, especialmente después de todo lo que ha pasado...
Jirou la miró con interés, y luego asintió, algo más seria esta vez.
—Sí, supongo que tienes razón. Aunque, ahora que lo pienso, no sabía que se habían vuelto tan... cercanos —dijo Jirou con un tono cargado de insinuación.
Momo se tensó, claramente nerviosa.
—¡No es nada de eso! —respondió rápidamente—. Nos hemos vuelto amigos, simplemente. Yo... yo solo quería ser amable con él.
Jirou hizo una pausa, entrecerrando los ojos mientras estudiaba a Momo.
—Ya veo, Momo. Sólo siendo "amable". —Se inclinó hacia ella y susurró—. No hace falta que lo disimules tanto, ya sabes.
Momo sintió cómo el calor subía a su rostro, y ni siquiera podía mirarle directamente a los ojos a Jirou. A pesar de lo sería que intentaba verse, cada comentario de su amiga la dejaba más nerviosa.
—¡N-no es lo que crees, Jirou! —se apresuró a decir, agitando las manos frente a ella.
Jirou, con una sonrisa maliciosa, apoyó el dorso de su mano en el mentón, afilando su mirada.
—Ah, claro, claro, Momo, como tú digas. —Su voz estaba cargada de un tono irónico—. Mira, puede que me equivoque, aunque... dudo mucho que lo haga. Pero supongamos, sólo supongamos que tengo razón... quiero que sepas que no va a ser una batalla fácil.
—¿Q-qué quieres decir? —preguntó Momo, aún sin poder comprender por completo.
Jirou señaló hacia atrás con el pulgar, apuntando sin disimulo hacia Izuku, quien estaba sonriendo mientras conversaba con Tokoyami.
—Él tiene muchas personas que le tienen bastante aprecio —continuó Jirou, manteniendo su expresión astuta.
Momo asintió rápidamente, encontrando una pequeña chispa de seguridad en lo obvio.
—¡Por supuesto! ¡Como todos! Es... es natural, Jirou, todos lo apreciamos por lo que hace por nosotros.
Jirou negó con la cabeza y suspiró, en parte por frustración y en parte por lo ciega que Momo podía ser a veces.
—Momo... —La miró con una mezcla de paciencia y exasperación—. Sí, tienes razón, todos lo apreciamos. Pero no de esa manera.
Momo parpadeó, intentando entender lo que Jirou trataba de decir, pero Jirou ya tenía en mente otros nombres.
—Nejire-senpai, por ejemplo —dijo, con una sonrisa casi resignada—. La chica del taller de apoyo... Hanna Shimura...
Momo sintió una pequeña punzada de incomodidad, pero trató de restarle importancia.
Claro, todas ellas eran buenas amigas de Izuku, ¿verdad? Pero Jirou guardó silencio un instante y desvió su mirada hacia una figura sonriente junto a la ventana.
Ochako Uraraka estaba sentada en su asiento, mirando por la ventana con una sonrisa tranquila mientras el paisaje pasaba. Jirou apenas murmuró su nombre, y Momo se giró con cierta sorpresa en los ojos.
—¿Uraraka-San...? ¿Ella también...?
—Vamos, Momo, ¿en serio no lo habías notado? —Jirou levantó una ceja, resignada—. A pesar de ser una chica tan inteligente... parece que eres un poco tonta para estas cosas.
—P-pero... —Momo intentó hablar, aunque las palabras se le escaparon en medio de la confusión—. ¿Qué es lo que... debería notar?
Jirou suspiró profundamente, apoyando su mano en el pecho de Momo, justo en el centro, y con el índice señaló justo en su corazón.
—Sólo quiero que entiendas algo, Momo —dijo Jirou en un tono más suave y serio—. Midoriya Izuku es alguien a quien, tarde o temprano, arroparán otras manos... y puede que no sean las tuyas.
El rubor que había invadido el rostro de Momo se desvaneció de inmediato, reemplazado por una sensación de vacío y, quizás, algo de inquietud.
Sus ojos se posaron en Izuku, que aún estaba distraído conversando, sin siquiera imaginar la conversación que ocurría entre las dos chicas.
Momo lo observó por un largo instante, como si estuviera cayendo en cuenta de algo que hasta ese momento había ignorado.
Sus labios apenas se movieron, repitiendo en un murmullo casi inaudible las palabras de Jirou.
—... ¿Otras... manos?
Sintió una presión en el pecho, como si sus propios sentimientos la sorprendieran, y bajó la mirada, apretando su mano sobre su corazón.
—Midoriya-San... —murmuró, perdiéndose en el eco de su propio susurro.
[...]
El autobús finalmente se detuvo después de un viaje de más de dos horas.
Los estudiantes de la Clase A se estiraban y suspiraban aliviados mientras bajaban del vehículo, observando el pequeño puerto frente a ellos.
Un barco de tamaño modesto, pero bien cuidado, los esperaba en el muelle, sus bordes de madera reluciendo bajo el sol.
—¡Uff, pensé que nunca llegaríamos! —comentó Kirishima mientras se estiraba—. ¡Mis piernas están como de piedra!
—Al menos no nos hizo parar en medio de la nada, ¿verdad? —añadió Kaminari con una sonrisa perezosa mientras miraba alrededor. Sin embargo, un destello de color púrpura atrajo su atención—. Eh... ¿Mineta? ¿Has visto algo así antes?
Mineta, que ya estaba siguiendo la mirada de Kaminari, asintió con asombro. Allí, a unos metros de distancia, un árbol majestuoso con hojas de un púrpura intenso se alzaba entre el follaje verde.
—Nunca he visto un árbol así... —dijo Mineta, frunciendo el ceño mientras lo señalaba—. Parece de otro mundo, ¿no?
—Es una paulownia tomentosa —dijo una voz a su lado. Ambos chicos giraron para ver a Hanna Shimura, quien miraba el árbol con una expresión pensativa y, aunque ligeramente distante, llena de conocimiento—. También es conocida como "árbol emperatriz". Es nativo de China, pero se adaptó aquí gracias a los climas más frescos de Misawa.
Kaminari y Mineta intercambiaron una mirada fascinada.
—¿Árbol emperatriz? —repitió Kaminari, casi como saboreando el nombre. Mineta le dio un codazo.
—Suena como algo sacado de una película de fantasía.
Hanna asintió, continuando su explicación mientras más estudiantes se acercaban, intrigados por la conversación.
—En realidad, Misawa es conocido por su flora diversa. No solo tenemos estos árboles, también hay especies de pinos y abetos muy resistentes. Además, al norte, cerca de los bosques, crecen algunos de los líquenes más antiguos de la región. Se dice que... —Hanna continuaba con voz tranquila, casi hipnótica, y uno a uno, sus compañeros de clase se iban sentando en el suelo, escuchándola con la misma atención que darían a un cuento de aventuras.
Mientras tanto, a unos pasos de ellos, Iida estaba en plena lucha, tratando de recuperar la disciplina.
—¡Compañeros, por favor, mantengan el orden! —decía con voz autoritaria, levantando una mano en un intento de organizar a todos en fila—. ¡Es imperativo que nos organicemos antes de abordar! ¡La seguridad en el embarque es crucial!
Sin embargo, nadie parecía escucharlo. Hasta él mismo parecía una figura de fondo en comparación con la escena casi de "cuentacuentos" que Hanna había montado, rodeada por sus compañeros atentos.
Izuku, observando el pequeño barco con curiosidad, murmuró para sí mismo:
—Parece... parece bastante caro, ¿no? ¿De verdad no fue demasiado?
A su lado, Momo escuchó su comentario y negó con la cabeza, sacando su teléfono como si revisara los detalles.
—No fue tan caro como podrías pensar, Midoriya-San. Solo costó... —Momo mencionó una cifra, pero el texto que salió de su boca parecía casi inaudible para todos excepto para Izuku, como si el universo mismo decidiera proteger a sus compañeros de la dura realidad.
Los ojos de Izuku se abrieron en horror, y comenzó a contar mentalmente, moviendo los dedos mientras intentaba procesar la cifra que Momo había mencionado.
"Eso... eso es más de lo que... ¿en cuántas vidas?" pensó, sintiendo que una sombra de arrepentimiento se cernía sobre él.
Su rostro perdió color, adoptando una expresión que lo hacía parecer un fantasma.
—No te preocupes tanto por eso —dijo Todoroki, apareciendo a su lado y poniendo una mano firme en su hombro—. Es solo dinero. Lo importante es que disfrutes tu día.
Izuku intentó sonreír, aunque seguía haciendo cuentas mentales que solo lo sumían más en la desesperación.
—S-sí, tienes razón, Todoroki... intentaré no pensar en el costo...
Mientras tanto, Iida, que seguía intentando recuperar el control, estaba a punto de perder la compostura. Con un último esfuerzo, levantó ambas manos al aire.
—¡Compañeros! ¡Si no se ponen en fila ahora, el barco zarpará sin nosotros! —exclamó, pero de nuevo, fue ignorado.
Hanna continuaba hablando, sin perder ni un segundo en su explicación sobre la flora del lugar.
—Por ejemplo, la región es muy conocida por su diversidad de musgos. Este clima húmedo es perfecto para especies como el musgo sphagnum, que tiene propiedades antibacterianas... —comentaba, y sus palabras parecían más y más interesantes para quienes la escuchaban.
Tokoyami asentía con entusiasmo, con los ojos brillantes.
—El musgo sphagnum... una verdadera joya de la naturaleza —murmuró, como si estuviera ante una fuente de sabiduría.
Jirou, que estaba junto a Tenko, le dio un codazo suave, señalando a Hanna con una sonrisa.
—¿Tu hermana siempre ha sido así? Es... popular e inteligente. Vaya combo.
Tenko, inflando el pecho de orgullo, asintió vigorosamente y dejó escapar una risa que intentaba imitar el estilo de All Might.
—¡Por supuesto! ¡Es mi hermana, después de todo! ¡Sería raro que no destacara!
Jirou lo miró de reojo, apenas conteniendo una sonrisa mientras le daba una palmada en el hombro.
—Ojalá su hermano fuera así de interesante... —comentó con tono inocente.
—¡Sí, claro! —asintió Tenko con confianza, continuando su risa sin darse cuenta de lo que Jirou había dicho en realidad.
Cuando Jirou pasó a su lado y fue hacia Iida, quien parecía estar a punto de rendirse, Tenko giró de repente, notando lo que ella había insinuado, y su expresión cambió en un segundo.
—Espera, ¿qué has dicho? —exclamó, aunque ya era demasiado tarde.
Jirou le sonreía desde el otro lado, encogiéndose de hombros como si nada.
Finalmente, Iida, con una determinación heroica, dio un par de palmadas y llamó la atención de la clase:
—¡Por favor, compañeros, recuerden que estamos aquí en un cumpleaños organizado! ¡El barco está esperando, y debemos abordarlo en orden!
Aunque su voz era firme, un aire de resignación lo rodeaba, como si aceptara que nunca lograse un orden perfecto.
*Sigh*
[...]
El barco donde se encontraba la Clase A era un pequeño pero robusto ferry, con capacidad para llevar cómodamente a más de cuarenta pasajeros sentados y hasta sesenta de pie.
A pesar de ser menos lujoso que el autobús, el interior del barco contaba con algunos detalles que le daban un aire acogedor.
Había pequeños asientos distribuidos en filas, y una mesa central donde se podían encontrar aperitivos variados: botellas de agua, bolsas de papas, galletas y algunas bebidas de frutas, cortesía de Momo, quien había insistido en llevar provisiones para el viaje.
Mientras la mayoría de los estudiantes recorrían el bote y se acomodaban, algunos charlaban emocionados.
—¡Nunca había visto el océano tan de cerca! —comentó Sero, mirando el horizonte como si quisiera grabar la imagen en su mente.
—Es increíble, ¿verdad? —respondió Mina, apoyándose en el barandal con una sonrisa—. Aunque creo que prefiero verlo desde tierra firme... solo pensar en lo profundo que es... es escalofriante.
—Oh, vamos, Ashido —dijo Tokoyami con un tono de intriga—. No hay nada más estimulante que las sombras del océano, que esconden secretos más allá de la comprensión humana.
"Que raro... Tokoyami..." pensó Mina, rodando los ojos.
Por otro lado, Tsuyu estaba señalando hacia el agua.
—Si prestan atención, quizás vean algunos peces saltando *Ribbit* —dijo con una sonrisa leve, fascinada por el ambiente marítimo.
Toru, emocionado, miró hacia donde Tsuyu señalaba, con los ojos bien abiertos, esperando con paciencia ver a alguna criatura marina.
Mientras tanto, en la popa del barco, Tenko estaba de pie junto a Izuku en el borde frontal del bote, mirando las olas que golpeaban suavemente contra el casco.
—¿Cómo estás, Izuku? —preguntó Tenko, apoyándose en el barandal con los brazos cruzados.
Izuku le devolvió el saludo con una sonrisa, aunque se notaba que no estaba completamente bien.
—¡Ah! Estoy bien, gracias, Tenko —respondió Izuku, aunque sus ojos volvieron a posarse en el agua de inmediato—. Aunque... me siento un poco mareado.
Tenko se rió y asintió en dirección a la parte trasera del barco.
—No eres el único. Mira a Hanna... —dijo, señalando a su hermana, que en ese momento estaba sostenida por Iida.
La pobre Hanna no había dejado de vomitar desde que subieron, y en ese momento Iida intentaba consolarla, aunque su camisa estaba ya manchada de manera considerable.
—¡Shimura! ¡Por favor, avísame antes de vomitar! —exclamó Iida, haciendo una mueca de frustración mientras sostenía a Hanna con la paciencia que solo él podría tener en esa situación.
Hanna intentó levantar la cabeza para disculparse, pero al hacerlo... no pudo evitar vomitar de nuevo, y esta vez el desafortunado objetivo fueron los zapatos de Iida.
Iida lanzó un grito de sorpresa, mientras se escuchaban las risas de varios compañeros alrededor. Mineta y Kaminari se doblaban de la risa, y hasta Todoroki esbozaba una sonrisa contenida.
Izuku volvió su atención a Tenko, intentando ignorar el caos que se desataba detrás de ellos.
—¿Hanna... siempre se marea así en los barcos? —preguntó Izuku con una mezcla de curiosidad y preocupación.
—No es exactamente su actividad favorita —admitió Tenko, encogiéndose de hombros—. Se marea fácilmente con el movimiento de las olas. Aunque, bueno, en realidad yo solía ser igual cuando era niño.
Izuku lo miró con interés, su propio mareo casi olvidado por un instante.
—¿En serio? ¿Cómo fue que lo superaste?
—Con mucha práctica —dijo Tenko, con un tono que intentaba ser filosófico—. Volar es casi como sumergirse en el agua, ¿sabes? Al principio, ese vértigo es inevitable. Pero después de un tiempo, simplemente... desaparece. Quizás te pase lo mismo cuando despiertes el Quirk de mi abuela.
Izuku abrió los ojos, sorprendido.
—¿De verdad... crees que algún día lograré despertar el Float? —preguntó en voz baja, casi como si no quisiera romper la ilusión de esa posibilidad.
Tenko miró hacia el horizonte, el sol brillando sobre las olas, y luego volvió su mirada a Izuku.
—¿Por qué no? —dijo con una sonrisa tranquila—. Ya despertaste el Látigo Negro y el Sensor de Peligro. ¿Qué te detiene a despertar Float?
Izuku reflexionó sobre las palabras de Tenko. "Látigo Negro, Sensor de Peligro..." Recordó cómo esos poderes habían aparecido, cada uno bajo circunstancias muy diferentes, cada uno sintiéndose como algo que casi había tomado por la fuerza, más que algo que había ganado.
—No creo que sea tan fácil... —admitió, suspirando y mirando sus manos—. La primera vez que desperté el Látigo Negro, esa noche en Tokio, fue más un arrebato emocional que cualquier otra cosa. No lo elegí, simplemente... sucedió. Y luego, en el laberinto... se sintió como si lo hubiera robado.
Tenko frunció el ceño, sin comprender del todo.
—¿Robado?
Izuku asintió, su expresión tensa mientras elegía cuidadosamente sus palabras.
—Tú sabes, Tenko... he tenido problemas para manejar el One For All, especialmente con los antecesores. Desde esa noche en tu casa, cuando tu madre y Hanna me ayudaron a intentar comunicarme con ellos en el mundo de los vestigios... las cosas no salieron nada bien.
El recuerdo de aquella noche aún estaba fresco en su mente.
La expectativa, la esperanza de poder entender mejor a los portadores anteriores... y el frío rechazo que había sentido en sus miradas, la distancia entre ellos y él.
Izuku dejó escapar una risa amarga, casi irónica.
—Desde el primer contacto que tuve con el cuarto portador, sabía que las cosas iban a ser difíciles. Él me dijo que mi "barco estaba roto"... ¿Qué significará eso? —murmuró, mirando el barco donde estaban con una media sonrisa—. Es curioso, ahora que lo pienso, estar en un bote justo en este momento...
Tenko observaba a Izuku en silencio, sin interrumpirlo, permitiéndole hablar. Y aunque no entendía del todo el peso de lo que su amigo cargaba, podía ver la tensión que esas palabras habían dejado en él.
Finalmente, después de una pausa, Tenko miró de nuevo al agua.
—Quizás... no tienes que entenderlo todo de una vez —dijo en voz baja, sin desviar la mirada del horizonte—. Quizás, el sentido de todo esto se va armando de a poco, conforme avanzas.
Izuku no respondió enseguida, pero algo en sus palabras resonó en él, como si aquello fuera exactamente lo que necesitaba escuchar.
Tenko se quedó un momento en silencio, mirando al mar.
El viento le alborotaba el cabello, pero su expresión se mantuvo serena, con una especie de determinación en los ojos.
Finalmente, tomó aire y comenzó a hablar, su voz calmada, como si estuviera confesando algo importante.
—Para mí tampoco ha sido fácil, Izuku—dijo, su tono más bajo que de costumbre—. Este poder... no se siente natural al principio, ¿verdad? Como si... como si estuvieras intentando encajar una pieza que no pertenece del todo.
Izuku lo miró, intrigado.
Nunca había escuchado a Tenko hablar de esa manera sobre su Quirk, y menos aún admitir que tuviera dificultades.
—Sí, te entiendo perfectamente, Tenko... —asintió Izuku, pensativo—. Se siente como si todo estuviera diseñado para otra persona. Y a veces no puedo evitar pensar que... bueno, que soy yo el que está fuera de lugar.
Tenko le dedicó una media sonrisa, una que tenía un toque de ironía, pero también algo de consuelo.
—Justo eso. Yo... también siento que el poder no termina de ser mío, por mucho que intente dominarlo. Pero encontré un truco que me ha ayudado a controlarlo mejor —dijo, inclinándose hacia él con una chispa de emoción en los ojos.
Izuku parpadeó, intrigado.
—¿Un truco? —preguntó, enderezándose—. ¿Cuál?
Tenko se alisó la camisa, como si estuviera a punto de revelar el secreto de su vida, y luego levantó un dedo, señalando al aire con entusiasmo.
—Dejar de pensar —dijo, con una convicción sorprendente.
Izuku lo miró con una ceja levantada, perplejo.
—¿Dejar de... pensar? —repitió, sin saber si Tenko hablaba en serio o si estaba bromeando.
Tenko asintió, inflando el pecho con orgullo.
—Exactamente. En lugar de analizar cada pequeño detalle, en vez de intentar entender todo lo que pasa en mi cuerpo... simplemente dejo que la energía fluya. No lo pienso tanto, ¿sabes? Solo dejo que el poder sea parte de mí, que me atraviese.
Izuku ladeó la cabeza, intentando comprender el concepto.
Para él, todo el tema del control y manejo de One For All siempre había sido un proceso detallado y casi científico.
Cada vez que enfrentaba una nueva técnica o manifestaba un poder, él lo diseccionaba, analizando cada movimiento, cada impulso, cada ajuste necesario.
—¿Dejar que fluya...? —preguntó, todavía intentando procesarlo—. Pero... ¿no es arriesgado? Quiero decir, si no controlas bien el flujo de energía, podrías... no sé, perder el control, o dañarte.
Tenko lo miró con una media sonrisa, una que destilaba algo de desafío.
—¿Sabes? Eso es justo lo que pensé al principio —dijo, cruzando los brazos—. Pero entonces me di cuenta de que mi error era ese: intentar controlarlo demasiado. A veces, creo que le estás pidiendo al poder que te obedezca cuando tal vez deberías... bueno, confiar en él.
Izuku frunció el ceño, reflexionando.
La forma en que lo decía Tenko era tan opuesta a su manera habitual de pensar... pero no podía negar que había algo tentador en esa idea de "fluir" con el poder.
Tenko se apoyó en el barandal y continuó, gesticulando con las manos para dar énfasis a sus palabras.
—Mira, lo veo como una danza, ¿me entiendes? Hay dos maneras de hacer las cosas: puedes ser preciso, como una coreografía en la que controlas cada paso y cada movimiento, calculando el tiempo, la dirección, todo. Pero, también puedes bailar simplemente dejándote llevar por la música, sin pensar en cada paso. A veces es más fuerte así, ¿sabes? Sientes la fuerza, el ritmo... y tu cuerpo responde sin que tengas que analizar cada momento. Así lo siento yo.
Izuku escuchaba, cada vez más absorto en las palabras de su amigo.
—Entonces... ¿lo que intentas decir es que debería dejar de ser tan... analítico con el poder? —preguntó, con una mezcla de curiosidad y confusión.
Tenko asintió, con un brillo de complicidad en los ojos.
—Exactamente. Cuando intentas controlarlo todo, te sobrecargas. Piensa en eso como... como correr a máxima velocidad. Si te detienes a pensar en cómo mueves cada músculo, en cada paso que das, te frenas. Pero si simplemente te lanzas... —Tenko hizo un gesto con la mano, como si representara una explosión—. Boom. Sientes el impulso y dejas que te lleve.
Izuku trató de asimilar la idea.
Recordó la primera vez que había usado One For All; lo había usado sin pensar, por pura necesidad, y el poder había respondido... aunque también había sido algo desastroso.
Pero con el tiempo, había intentado perfeccionarlo, diseccionando cada técnica, cada movimiento. Quizás había puesto demasiado esfuerzo en mantener el control, en lugar de simplemente... dejar que el poder se uniera a él.
—¿Entonces... no haces ningún cálculo cuando usas tu Quirk? —preguntó, intentando entender la forma en que Tenko veía las cosas.
Tenko se rió, rascándose la cabeza.
—Bueno, claro que tengo algo de control, no es como que simplemente me lanzo sin pensar nada —admitió—. Pero lo veo de este modo: hay quienes piensan en el poder como si fuera una máquina, algo que deben manejar con precisión y entender a fondo, como un científico frente a una fórmula compleja. Y luego están los que lo sienten como... como una extensión de su ser, algo espiritual, por así decirlo. Es como ser uno con la velocidad, con la fuerza. No la controlas; te vuelves ella.
Izuku permaneció en silencio, reflexionando sobre aquella comparación.
—Entonces... ¿tú te vuelves uno con el poder? —murmuró, pensativo.
Tenko asintió con entusiasmo.
—Sí, exactamente. Como si el poder y yo estuviéramos sincronizados. Yo dejo que fluya, que me guíe. Y, al final, todo encaja. No es que ignore completamente el control, pero lo veo más como una fusión que como un dominio.
Izuku desvió la mirada hacia el horizonte, viendo las olas romperse suavemente contra el casco del barco. "¿Podría ser así... conmigo también?" pensó.
El poder del One For All siempre había sido tan inmenso, tan demandante, que él lo había abordado con cautela y un respeto casi reverencial. Pero, si tal vez intentaba verlo de otra forma... si se permitía a sí mismo relajarse un poco...
Finalmente, soltó un suspiro, una media sonrisa asomándose en sus labios.
—Quizás... quizás debería intentar ese enfoque —admitió—. No digo que pueda hacerlo de inmediato, pero al menos... sería interesante ver qué pasa si dejo de pensar tanto.
Tenko le dio una palmada en el hombro, con una sonrisa de aprobación.
—Eso es Izuku. A veces, complicarse menos es el verdadero truco.
Tenko le sacudió el hombro y se despidió dirigiéndose hacia su hermana mientras que Iida yacía en el suelo cubierto de vomito.
Izuku volvió su mirada al mar y se quedó pensativo mientras que Momo estaba al lado de Jirou observándolo, al igual que... ella.
[...]
La Clase A finalmente había pisado tierra firme, y el alivio era palpable en sus rostros, sobre todo en aquellos que no habían disfrutado tanto del trayecto en barco.
Algunos, como Shoji, parecían contentos de estar en un ambiente nuevo y observar el lugar, mientras que otros, como Mineta, aún miraban con recelo el agua que se extendía hacia el horizonte.
—Tierra, gloriosa tierra —susurró Mineta, con un suspiro dramático, como si hubiera sobrevivido a una épica travesía en alta mar. Volteó a ver a Sato, quien bajaba tras él con una sonrisa relajada—. No me malinterpretes, Sato, pero... honestamente, el agua no es para mí. Prefiero tierra firme... donde haya postres.
Sato rió entre dientes y le dio una palmada en la espalda.
—Entiendo, Mineta, no te preocupes. Yo tampoco soy tan fan del mar, pero hey, ¡piensa en lo que nos espera en el hotel! No te vas a acordar de los mareos cuando veas los postres de Hokkaido.
Mineta se iluminó al instante, como si la mención de algo dulce hubiera encendido una chispa en su ánimo.
Entre tanto, en el fondo, Aoyama bajaba del barco con su característico porte elegante, llevándose la mano a la frente como si estuviera en medio de una gran revelación.
—La luz del atardecer es simplemente... divine. ¡Un reflejo en las aguas que evoca el esplendor de una obra maestra! —declaró, posando dramáticamente para quien quisiera escucharlo.
—Aoyama, estás exagerando... otra vez —murmuró Tokoyami, aunque en el fondo parecía que también disfrutaba del ambiente más oscuro y melancólico del atardecer.
Mientras tanto, al final de la fila, Hanna bajaba con dificultad del barco, aun visiblemente afectada por el mareo.
Sin decir nada, su hermano Tenko la tomó en brazos con la facilidad de quien carga una mochila pesada y siguió avanzando, evitando cualquier comentario que pudiera hacerla sentir más incómoda.
La chica, con los ojos entrecerrados y una expresión de incomodidad, murmuró un "gracias" apenas audible.
Por otro lado, Iida fue el último en descender...
La expresión de su rostro, habitualmente controlada y disciplinada, estaba completamente transformada: parecía agotado, con gotas de sudor, agua de mar y, para su infortunio, algunos restos del "accidente" que Hanna había tenido en el viaje.
Se limpió la cara con una expresión estoica, aunque en sus ojos se veía un deseo claro y directo.
—Solo... quiero... llegar al hotel —dijo, con un tono que oscilaba entre la súplica y la resignación.
Momo, al ver la inusual expresión en Iida, frunció el ceño, claramente preocupada. Se colocó frente a la clase, levantando las manos para captar la atención de todos.
—¡Atención, por favor! —comenzó, con una ligera nota de nerviosismo en su voz—. El hotel donde vamos a hospedarnos está a una distancia considerable, así que, para mayor comodidad, contratamos unos automóviles que deberían estar por llegar en cualquier momento.
Todoroki, de pie junto a Momo, hizo una ligera reverencia hacia el capitán del barco, agradeciéndole de forma educada antes de girarse hacia el grupo.
—Gracias por su paciencia, el viaje ya casi termina —dijo, mirando a los demás con su habitual serenidad.
En ese momento, el sol comenzaba a caer sobre el horizonte, pintando el cielo con tonos de naranja y púrpura. El aire se volvía fresco y el ambiente cobraba una calma especial que resonaba en el silencio de la clase.
—¿Así que estamos en Hokkaido, eh? —comentó Ashido con una sonrisa mientras miraba el cielo enrojecido—. ¡Qué ganas de explorar cada rincón de este lugar! ¡Esto es como estar en un sueño!
—Entonces... ¿dónde nos vamos a hospedar exactamente? —preguntó con entusiasmo, dirigiéndose a Momo.
Momo asintió, con una sonrisa satisfecha.
—Vamos a quedarnos en Asahidake. Es un lugar hermoso, rodeado de naturaleza. Y el hotel tiene varios servicios que espero disfruten.
Toru, que había estado escuchando con atención, dio un pequeño salto de emoción y preguntó con entusiasmo:
—¿Ese hotel tiene... baños onsen?
Momo asintió, su expresión radiante al ver la emoción en las caras de sus compañeros.
—Sí, exactamente. Es un hotel con baños onsen tradicionales. Es una de las mejores opciones en la zona para relajarse y disfrutar del ambiente de montaña.
Ashido aplaudió, sus ojos brillando con emoción.
—¡Onsen! ¡Esto es lo mejor! Ya me imagino... solo con cerrar los ojos puedo oler el aroma a las aguas termales y sentir el vapor en el aire.
—¿No vas a terminar desmayándote de la emoción antes de llegar? —preguntó Sero en tono burlón.
Ella solo se rió, dándole un ligero empujón amistoso.
—No seas aguafiestas, Sero. Esto va a ser grandioso.
Jirou, que estaba de pie junto a ellos, cruzó los brazos y asintió, con una leve sonrisa.
—Un onsen, Huh... suena bien. Aunque me preocupa un poco cuánto tiempo vas a durar en el agua, Ashido. ¿Vas a salir toda arrugada?
—¡Por supuesto que no! —contestó Ashido, divertida—. ¡Voy a salir renovada y lista para conquistar el mundo! O al menos... para pasar una noche de cumpleaños inolvidable.
Aoyama, que escuchaba desde atrás, hizo un gesto grandilocuente, señalando hacia el cielo mientras declaraba:
—¡Así debe ser, mes amis! ¡Nos espera una noche de esplendor, de encanto y de relajación digna de los grandes palacios! ¡Incluso las estrellas parecen alinearse para nuestra aventura!
Sato, divertido, miró a Aoyama y luego a los demás.
—Pues, mientras haya comida, yo estoy satisfecho. Onsen, estrellas, todo eso está genial, pero no hay nada como un buen plato después de un viaje como este.
Kaminari le dio una palmada en el hombro, compartiendo su entusiasmo.
—¡Así se habla! ¡Que empiece la fiesta culinaria en Hokkaido!
Mientras todos reían y charlaban, los automóviles finalmente llegaron.
El sol ya estaba bastante bajo, y la noche comenzaba a cubrir el paisaje. Iida, todavía con restos de "evidencia" del viaje, suspiró al ver los autos y murmuró para sí mismo, en un tono de alivio:
—Por fin...
Los estudiantes de la Clase A se movían de un lado a otro mientras las cuatro camionetas esperaban, cada una con las puertas abiertas y listas para acomodarlos.
El ruido de las maletas siendo colocadas y las risas entre ellos llenaban el aire, y poco a poco, los chicos iban tomando asiento en los vehículos según sus preferencias y amistades, algunos tratando de quedar juntos, otros cediendo el lugar por cortesía.
Al final, cuando parecía que todos estaban acomodados, Momo se percató de algo curioso.
Desde la distancia, divisó la última camioneta, y allí, a punto de entrar, estaban Todoroki e Izuku. Un pequeño impulso latió en su pecho al verlo, y antes de que pudiera reaccionar, sintió un codazo en el costado.
—Adelante, ¿qué esperas? —Jirou la miraba con una sonrisa de complicidad, arqueando una ceja como quien da un empujón a un amigo que necesita un poco de valor extra.
—¿Qué...? ¿Qué dices? —balbuceó Momo, aunque el sonrojo en sus mejillas la traicionaba por completo.
Movía las manos nerviosamente, tratando de parecer casual, pero la voz de Jirou resonaba en su mente, animándola a dar ese paso que tanto le costaba.
En un instante, su imaginación comenzó a volar.
Podía imaginarse tomando asiento junto a Izuku, participando en conversaciones, sonriendo ante los comentarios tranquilos o compartiendo alguna risa nerviosa con Izuku.
Sin darse cuenta, una sonrisa nerviosa y hasta un poco boba se le dibujó en el rostro, mientras el humo del nerviosismo parecía casi salirle de la nariz.
"¿Y si... me siento con el?", pensó, sintiendo que el pecho se le aceleraba.
Tomando un profundo respiro y llenándose de determinación, comenzó a caminar hacia la camioneta donde Todoroki e Izuku estaban a punto de subir.
Sin embargo, justo cuando estaba a unos pasos de alcanzarlos, un hombre, uno de los conductores de la segunda camioneta, se acercó a ella, interceptándola antes de que pudiera avanzar más.
—Disculpa, ¿eres la señorita Yaoyorozu? —le preguntó el hombre, manteniendo una sonrisa profesional.
Momo asintió distraídamente, todavía enfocada en sus dos compañeros que ya estaban casi dentro de la camioneta.
Sin despegar la mirada de Izuku, asintió con la cabeza.
—Sí, sí, soy yo —murmuró, intentando seguir avanzando, aunque el hombre continuaba hablándole.
—Necesito que me acompañe un momento. Como usted fue quien hizo la reserva de los vehículos, hay unos temas que tenemos que revisar, ya sabe, confirmar las paradas y la coordinación.
—Ajá, sí, claro... —respondió, en automático, sin realmente escuchar.
El hombre le dio una palmada amable en el hombro, dirigiéndola suavemente hacia un lado.
Momo iba a protestar, todavía sin procesar lo que estaba pasando, cuando de repente notó que Todoroki e Izuku ya estaban en la camioneta y estaban a punto de cerrar la puerta.
—¡Disculpe! —exclamó, dándose cuenta de que el conductor estaba a punto de arrastrarla fuera de su camino soñado.
Sin embargo, el hombre ya la sostenía firmemente, guiándola hacia un pequeño puesto junto a la segunda camioneta, mientras ella intentaba en vano girarse hacia la última camioneta y alcanzarlos.
Momo apenas y podía ver cómo Todoroki se subía al vehículo, pero, inesperadamente, otro conductor de la tercera camioneta se acercó al joven y le habló con una amable sonrisa.
—Disculpa, joven, pero el copiloto de nuestra camioneta no ha llegado. Nos vendría muy bien un par de manos extra para el trayecto. Pareces alguien de confianza.
Todoroki frunció ligeramente el ceño, dudando. No era muy dado a este tipo de situaciones, pero, al ver que el conductor insistía, no se molestó en hacer una negativa. Con su actitud habitual, simplemente asintió.
—Está bien, supongo que puedo ayudar.
Así, antes de que Izuku se diera cuenta, Todoroki ya se estaba alejando de la última camioneta, subiendo en la tercera para sentarse junto al conductor.
La puerta se cerró con un ligero golpe, y el vehículo arrancó sin que nadie advirtiera el cambio.
En la última camioneta, Izuku acomodaba su mochila y miraba hacia la puerta, esperando ver a Todoroki sentado a su lado. Sin embargo, cuando otra persona entró en el vehículo y tomó el lugar junto a él, Izuku asumió que se trataba de su amigo sin prestar demasiada atención.
El conductor de la cuarta camioneta asomó la cabeza desde el asiento y, tras verificar que todos estaban dentro, preguntó:
—¿Estamos listos para salir?
Izuku, que había estado absorto organizando sus cosas, apenas levantó la vista y murmuró hacia su "compañero de asiento".
—¿Estamos listos, Todoroki?
Sin embargo, en lugar de la voz tranquila y neutral de Todoroki, una voz mucho más alegre y familiar respondió:
—¡Claro, Izuku-kun!
Izuku parpadeó, algo confundido, y al girarse se encontró con Ochako Uraraka, quien le sonreía con esa amabilidad característica.
—¡Uraraka-san! —exclamó, un poco sorprendido—. ¿Pensé que... Todoroki...?
Ochako solo rió suavemente, sin darle mucha importancia.
—¡Oh, creo que él cambió de camioneta en el último minuto! Me tocó contigo, ¿te molesta? —dijo, inclinando la cabeza con una sonrisa adorable.
Izuku negó rápidamente, agitando las manos en señal de negación.
—¡Para nada! —respondió, sintiendo un leve calor en sus mejillas—. ¡No, para nada, Uraraka-san! ¡Es solo que pensé que... bueno...! —balbuceó, intentando organizar sus pensamientos, mientras la camioneta arrancaba.
Conforme avanzaban, Izuku intentó relajarse, aunque sentía que algo en la energía de Uraraka era... ligeramente diferente.
No podía explicarlo, pero ella parecía más... animada de lo normal, o quizás era solo su imaginación. Aun así, intentó ignorar la sensación y simplemente disfrutar del trayecto junto a su amiga.
Ochako, por su parte, se recostó en el asiento y comenzó a hablar con un tono despreocupado y casi juguetón.
—¿Sabes, Izuku-kun? Me alegra mucho que tengamos este viaje. Es una gran oportunidad para desconectar un poco de todo, ¿verdad?
Izuku asintió, devolviéndole la sonrisa.
—Sí, la verdad es que sí...
Ella lo miró con una expresión curiosa, inclinándose ligeramente hacia él.
—Dime, Izuku-kun... ¿a dónde te gustaría ir después de esto? ¿Tienes algún lugar en mente que siempre hayas querido visitar?
Izuku se quedó pensando un momento, rascándose la cabeza.
—Pues... nunca lo había pensado así. ¿Tal vez algún parque nacional?
Ochako rió, tapándose la boca y observándolo con atención.
—¿Parque?... interesante. Me gusta. Deberíamos intentarlo alguna vez, ¿no crees? —comentó, sus ojos brillando con una emoción un tanto... inesperada.
Izuku notó que su entusiasmo parecía más intenso de lo normal, pero decidió que era mejor simplemente dejarse llevar y disfrutar de la conversación.
La camioneta se deslizaba en silencio, rompiendo la quietud de la noche con el leve rugido de su motor.
Afuera, la oscuridad caía pesada sobre el paisaje; solo las luces traseras de las otras camionetas rompían las sombras.
Izuku miraba hacia el vidrio, pero era difícil distinguir algo más que las líneas de los árboles y las breves pinceladas de luna sobre el asfalto.
El silencio de la cabina, tan cerrado y hermético como una burbuja, lo hacía sentirse a la vez cerca y lejos de todo lo que conocía.
—¿Sabes, Izuku-kun? —rompió el silencio Uraraka, su voz apenas un murmullo en la penumbra—. Cuando te conocí, eras... completamente diferente. A veces me pregunto si pensaste alguna vez que llegarías hasta aquí.
Izuku parpadeó, su mente atrapada en las palabras de Uraraka como si hubieran rebotado en la quietud de la noche antes de llegar a él. No sabía muy bien cómo responder; era una pregunta tan simple, pero tan honda.
Se removió un poco en el asiento, sintiendo el peso de sus palabras.
—Yo... —comenzó, su voz igual de baja, como si temiera romper algo frágil al hablar—. No. Nunca lo pensé. Al principio, solo... solo quería hacer lo mejor posible. Ser lo suficientemente fuerte como para ayudar a los demás... y a mí mismo.
Las luces de la carretera parpadeaban intermitentemente, lanzando sombras errantes en el interior de la camioneta.
En medio de esas sombras, Uraraka lo miraba con una intensidad que él no recordaba haber visto antes.
—¿Y ahora? —su voz se deslizó entre las sombras, apenas un susurro—. ¿Sientes que lograste eso? Que... eres lo que querías ser.
Izuku frunció el ceño, no porque la pregunta fuera difícil, sino porque la respuesta que sentía en el pecho era amarga y desconocida.
Solía pensar que la fuerza era algo claro, algo medible. Que cuando fuera lo suficientemente fuerte, lo sabría. Pero ahora...
—No lo sé —admitió, bajando la mirada hacia sus manos entrelazadas sobre sus rodillas—. A veces me siento... completo, seguro de que he hecho algo bueno, de que los demás confían en mí. Pero... otras veces siento que... aún soy ese niño que no podía hacer nada, que veía todo desde la barrera, sin ser capaz de actuar.
Uraraka inclinó la cabeza, observándolo con una expresión casi inescrutable. Sus ojos parecían estar llenos de una curiosidad inquietante, una mezcla de afecto y algo más, algo que parecía arañar la superficie de su piel.
—Izuku-kun... a veces creo que, de alguna forma, seguimos siendo esa versión de nosotros mismos que tratamos de dejar atrás —murmuró, cada palabra extendiéndose lentamente, como si la masticara antes de soltarla—. Pero eso no significa que seamos menos fuertes, ¿no?
El chico asintió, sintiendo un nudo en el estómago. Sabía que tenía razón, pero había algo en la forma en que lo decía que lo hacía sentir expuesto, como si cada pensamiento que había escondido detrás de sus sonrisas estuviera saliendo a flote.
—¿Alguna vez... te da miedo todo esto? —preguntó de repente, con una voz tan baja que apenas era un murmullo.
Uraraka lo miró sin responder al instante. En sus ojos había una sombra extraña, algo parecido a la duda o... ¿miedo? Era difícil decirlo.
Finalmente, inclinó ligeramente la cabeza y suspiró.
—A veces, Izuku-kun. A veces me asusta. Tú... me asustas, también —dijo, con una sonrisa que parecía fuera de lugar. Como si la sombra detrás de sus ojos traicionara su propia sonrisa—. Has cambiado tanto... que a veces siento que no eres el mismo.
Izuku parpadeó, sorprendido. ¿Él... daba miedo? Nunca había considerado esa posibilidad, pero había una verdad en sus palabras que lo incomodaba profundamente.
Durante tanto tiempo, había luchado por ser alguien fuerte, por ser alguien confiable. Pero... ¿a qué costo?
—¿Crees que cambié demasiado? —preguntó, sin saber realmente si quería una respuesta.
—Quizá. Pero... no es algo malo, ¿sabes? —contestó ella, inclinándose hacia él, tan cerca que podía ver los matices de su expresión a pesar de la penumbra—. Todos hemos cambiado. Todos hemos tenido que... dejar de ser algo para convertirnos en otra cosa.
Izuku asintió, pero había algo en su pecho, una presión incómoda que no desaparecía.
Miró hacia adelante, hacia el vacío oscuro más allá del vidrio, y sintió una especie de vértigo, como si mirara un abismo al que no podía darle forma ni nombre.
—Creo que... lo que me asusta es que cada vez que doy un paso hacia adelante, siento que me alejo de algo... —se detuvo, como si no supiera qué decir exactamente—. Me alejo de esa parte de mí que era... frágil, pero... humano, supongo.
Uraraka lo miró en silencio, y luego, en un tono bajo y suave, dijo:
—Izuku, todos somos frágiles de alguna forma, aunque intentemos ocultarlo. La diferencia es que tú... tú eres capaz de mostrarlo, incluso ahora. Eso... no lo has perdido.
Izuku la miró, y por un momento, se sintió expuesto y comprendido a un nivel profundo.
Ella lo veía, lo entendía, más allá de su fuerza o su determinación. Y en ese instante, sintió algo que no podía poner en palabras, algo que se enredaba entre ellos, en el espacio confinado de esa camioneta.
—Gracias, Uraraka-san —dijo en voz baja, sintiendo cómo el peso en su pecho disminuía un poco.
Pero mientras la miraba, no podía evitar percibir algo extraño en su expresión, un atisbo de algo que lo hacía dudar, una sombra apenas perceptible que pasaba por su rostro.
Pero fue solo un instante, y luego ella le devolvió una sonrisa cálida, tan familiar que su mente desechó la inquietud en el acto.
—Vamos, Izuku-kun —dijo, tocando suavemente su hombro—. Sigamos adelante, como siempre hemos hecho.
Izuku asintió, dejando atrás cualquier duda que hubiera sentido, mientras la camioneta seguía avanzando, arrastrándolos hacia el siguiente paso de un viaje que, en más de un sentido, apenas comenzaba.
La camioneta se adentró en los bosques de Hokkaido como una aguja que atraviesa una tela de terciopelo oscuro.
El cielo, teñido de los últimos vestigios de luz del crepúsculo, parecía un cuadro en movimiento.
Tonos morados y anaranjados se desvanecían lentamente, dejando paso a la noche, mientras un manto de estrellas comenzaba a asomarse tímidamente entre las copas de los árboles.
El bosque parecía estar vivo, respirando con un ritmo que era ajeno al tiempo.
Cada hoja se balanceaba en el aire como si estuviera danzando, acariciada por una brisa que traía consigo el aroma terroso de la humedad y el perfume suave de flores silvestres escondidas en la espesura.
Entre los árboles, de troncos altos y firmes como columnas de un templo olvidado, la luz de los faros de las camionetas recortaba sombras largas y caprichosas que parecían cobrar vida propia.
Izuku apoyó el brazo contra la ventana, con la barbilla descansando en su mano.
Sus ojos, verdes y profundos, seguían cada detalle del paisaje como si intentara capturarlo todo, absorberlo, hacerlo parte de él.
A través del cristal, vio un venado detenerse en la distancia, sus ojos brillando como pequeños faros bajo la luz. No estaba solo; un par de cervatillos se escondían tímidamente tras su figura esbelta.
Por un momento, todo pareció detenerse.
La naturaleza y la máquina compartían un instante de entendimiento tácito antes de que el animal desapareciera entre las sombras, dejando solo la huella de su elegancia en la memoria de Izuku.
—Es hermoso, ¿verdad? —murmuró Uraraka desde su asiento.
Su voz era tan suave que parecía un susurro del bosque mismo, algo que pertenecía más al ambiente que a la camioneta.
Izuku asintió sin mirarla, sus labios apenas curvándose en una sonrisa tenue.
—Nunca había visto algo así... tan puro —respondió, su voz cargada de una admiración genuina.
Uraraka no apartaba los ojos de él.
Mientras él se perdía en el mundo exterior, ella se encontraba fascinada con el mundo interno que se dibujaba en sus expresiones.
Había algo magnético en cómo sus ojos reflejaban cada destello de luz que se colaba entre los árboles, en cómo sus dedos jugueteaban distraídamente con el borde de su asiento.
Era una mezcla de fortaleza y vulnerabilidad que parecía imposible de comprender por completo.
El camino serpenteaba entre las raíces del bosque, y los faros de las camionetas capturaban pequeños detalles en cada curva.
Una familia de luciérnagas brillaba en un claro, sus luces titilantes danzando como pequeñas estrellas terrenales.
Más adelante, un búho desplegó sus alas, el movimiento tan silencioso y fluido que parecía un fantasma escapando hacia la profundidad de la noche.
Izuku notó las luciérnagas y no pudo evitar abrir un poco la ventana.
El aire frío de la noche lo golpeó de inmediato, pero no le importó.
Quería sentirlo, ser parte de ello.
Unas cuantas luciérnagas se acercaron, curiosas, iluminando su rostro con su tenue resplandor.
Era como si la naturaleza misma lo reconociera y le diera la bienvenida.
—Te queda bien esa luz —comentó Uraraka, su tono casi enigmático, con una sonrisa apenas perceptible.
Él giró la cabeza hacia ella, sorprendido por sus palabras, y parpadeó antes de reír suavemente.
—¿Luz? —preguntó, divertido.
—Sí. La forma en que te ilumina... es como si siempre hubiera estado destinada a ti —dijo ella, encogiéndose de hombros como si fuera lo más obvio del mundo.
Izuku sintió un calor extraño en el pecho, un cosquilleo que no sabía bien cómo interpretar.
Desvió la mirada, pero no pudo evitar que una sonrisa tímida asomara en sus labios.
La camioneta pasó por un puente de madera que crujía suavemente bajo su peso, flanqueado por un arroyo de agua cristalina que reflejaba el cielo nocturno.
El sonido del agua corriente era un eco suave que se mezclaba con el canto de grillos y el ulular lejano de un búho.
La atmósfera parecía orquestada por la naturaleza misma, cada sonido y cada vista encajando perfectamente en una sinfonía etérea.
Izuku volvió a mirar hacia fuera, pero esta vez, su reflejo en el cristal lo detuvo.
Durante un momento, no vio al chico que solía ser, tímido y atemorizado, sino a alguien más. Alguien que había sido moldeado por sus experiencias, por las decisiones que había tomado y por las personas que confiaban en él.
Era un reflejo que lo desconcertaba, pero también lo llenaba de una sensación de responsabilidad que pesaba tanto como reconfortaba.
Uraraka notó su cambio de expresión y lo observó con más detenimiento.
Las camionetas avanzaban en fila, serpenteando por el angosto camino del risco que se alzaba imponente sobre el vasto mar de Hokkaido.
La luna llena colgaba en lo alto como un farol celestial, derramando su luz pálida sobre el agua que brillaba como un espejo quebrado.
Los árboles que flanqueaban el camino se inclinaban ligeramente hacia el abismo, sus ramas desnudas extendiéndose como dedos curiosos hacia la inmensidad del océano.
Dentro de los vehículos, la Clase A quedó cautivada por el espectáculo.
Kirishima, con un entusiasmo que rozaba lo infantil, pegó su rostro al vidrio mientras exclamaba algo. A su lado, Mina sacó la cabeza por la ventana, sus ojos brillando con la emoción de alguien que veía el mar por primera vez.
Otros, como Jirou y Shoto, se limitaron a observar en silencio, sus expresiones una mezcla de asombro y calma. Hanna y Tenko pegaron sus rostros uno al otro mirando con gran emoción el espectáculo.
En la última camioneta, Izuku se quedó inmóvil.
No estaba seguro de qué lo tenía tan absorto: si el rugido del viento que pasaba entre los riscos, si la luz que danzaba sobre las olas como pequeñas llamas vivas, o si era algo más profundo, algo que resonaba en su interior como un eco distante.
Sentía una presión peculiar en el pecho, un tirón suave pero insistente, como si el paisaje mismo quisiera extraer algo de él.
Cada aliento que salía de su boca formaba un vaho que, por un instante, parecía adquirir forma.
Izuku parpadeó, confundido.
Frente a él, en el aire, las figuras tomaban forma: eran versiones de sí mismo, fragmentos de un pasado que ya no le pertenecía.
Ahí estaba el Izuku de cabello despeinado y ojos llorosos, el que solía temer incluso al sonido de su propia voz.
Luego una figura sosteniendo en su mano la sangre de un hombre que lo dio todo por él.
Cada figura lo miraba con intensidad, como si fueran sus propios espectros reclamándole algo, y cuando intentó apartar la vista, el mundo se transformó.
[Estaba en la playa.]
La arena bajo sus pies era tan suave como la seda, y cada grano reflejaba el brillo de las estrellas en el cielo.
La noche era profunda, pero no oscura; todo estaba iluminado por un resplandor natural, como si el universo entero hubiera decidido descansar sobre esa orilla. Y en medio de todo, allí estaba ella.
Una mujer de cabello plateado danzaba bajo la luz de las estrellas. Su vestido, un delicado velo blanco que flotaba con cada movimiento, parecía tejido con hilos de la propia luna.
Su cuerpo se movía con una gracia que desafiaba las leyes del mundo, como si estuviera conectada directamente al cosmos. Cada giro, cada paso, era un poema visual, una sinfonía que se desplegaba en silencio.
Izuku sintió cómo su pecho se llenaba de una calidez indescriptible. Había algo profundamente familiar en esa figura. Quiso llamarla, acercarse, pero algo lo mantenía anclado en su lugar.
Era como si estuviera observando un sueño, uno al que no tenía permiso de pertenecer.
Y entonces, se dio cuenta de quién era.
—Rumi... —susurró, casi sin aliento.
El nombre salió de sus labios como un eco perdido en la inmensidad de la playa. Pero antes de que pudiera dar un paso hacia ella, el aire se quebró. Como un cristal que cae al suelo, el mundo perfecto se fragmentó en mil pedazos, y de entre esos fragmentos surgió algo más.
La playa cambió.
El cielo estrellado se apagó, devorado por nubarrones que rugían con furia.
Relámpagos iluminaban la oscuridad, y la arena ahora estaba empapada, casi lodosa, mientras el mar azotaba la orilla con violencia. Izuku retrocedió un paso, su corazón latiendo con fuerza.
Y entonces la vio.
A su lado, con una sonrisa que era más peligrosa que amable, estaba Himiko Toga.
Su cabello, alborotado por el viento, parecía arder con la misma intensidad que los relámpagos que caían detrás de ella...
—¿Qué pasa, Izuku? —preguntó con esa voz cantarina que era tan suya, ladeando la cabeza mientras lo miraba con ojos que parecían atravesarlo—. ¿No querías bailar conmigo?
Antes de que pudiera responder, todo desapareció.
Izuku despertó de golpe.
—¿Estás bien? —la voz de Uraraka lo sacó de su aturdimiento. Estaba tan cerca de él que podía sentir su respiración cálida contra su rostro.
Su corazón aún latía con fuerza mientras intentaba comprender lo que acababa de experimentar.
Sin darse cuenta, sus labios pronunciaron un nombre, un susurro que apenas escapó de su boca:
—Himiko...
Uraraka lo miró, confundida pero antes de que pudiera decir algo, las luces de la posada aparecieron en el horizonte, brillando como un faro en medio de la noche.
.....
Capitulo Numero 100. Honestamente no se que decir ahora mismo. Seguramente cuando haya publicado esto se me ocurra algo pero como siempre, me lo guardare.
Gracias a todos los que han llegado hasta aqui, agradezco infinitamente que me regalen algo de su tiempo.
Muchas gracias.
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